Espiando a Bea: 10 años después.

luis5acont

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Hola a todos/as.

Supongo que la mayoría ya conocéis el relato de Espiando a Bea de Randor, o al menos habéis oído hablar de él. En este foro el amigo Berserk ya publica una continuación, y en TR circulan varias de las que también estaban en el antiguo foro de pajilleros. Todos nos quedamos con las ganas de que el autor original lo continuase, aunque creo que según él, este relato formaba parte de un proyecto mas amplio, que creo que aun no ha visto la luz.

Bueno, el tema es que yo publiqué una continuación a petición de la amiga Sigrid (Estrella de las nieves) en pajilleros (y posteriormente en TR), que se llamó 10 años después, y continua la trama transcurrido ese tiempo. Si os parece bien, la recupero tambien para este foro por si le interesa a alguien o si hay personas que no la leyeron y desean hacerlo.

Un saludo y gracias, Ire publicando por capitulos.
 
Carlos.





Carlos trabajaba hasta tarde.

La ventaja de tener un horario flexible y además trabajar desde casa, era que podría organizarse la jornada a placer, adaptándola a sus necesidades y gustos personales.

Prefería dejar la mañana para ir al gimnasio y hacer las compras. Sobre las doce aproximadamente, abría el portátil, revisaba los correos y planificaba el trabajo que tenía para ese día. En un par de horas trataba de adelantar todo lo que podía. Luego, alto para la comida y una breve siesta. Y por la tarde otras cuatro o cinco horas hasta rematar la actividad. Había veces que acababa pronto. Otras, como había pasado hoy, tenía que prolongar la jornada por la acumulación de trabajo. Pero no le importaba. Le gustaba ocuparse por la noche. Había paz, tranquilidad. Como no solía madrugar y además echaba la siesta, su mente estaba despejada y en plena productividad.

De repente el móvil vibró. Un chat se mostró en su aplicación de mensajería instantánea.

¿Nerea?

Vaya, cuánto tiempo sin saber de ella. Era con la única que había mantenido el contacto desde que se fue de su ciudad. De vez en cuando se hablaban. Con más frecuencia al principio; luego más espaciadamente; nada en el último año.

Abrió la aplicación y leyó el mensaje, apenas un saludo que invitaba a contestar, como si ella dudara de su reacción al recibirlo.

- Hola ¿cómo estás?

- Hola Nerea, qué sorpresa. Hace ya mucho tiempo… me alegro de saber de ti. Estoy bien ¿y tú?


Vio cómo se marcaba la opción de haber leído el mensaje. Ella ya sabía que le había contestado. Sin embargo pasaron un par de minutos sin respuesta, como si se estuviera pensando lo que le iba a decir.

- Estoy bien. Como siempre. Igual que la última vez que hablamos

Carlos se inquietó ante los rodeos ¡Venga! ¡Nerea! Me has llamado por algo, suéltalo de una vez…pensó.

- Solo quería decirte que Bea se ha separado. Creí que debías saberlo.

Carlos cerró los ojos y contuvo el aliento. ¡Vaya por Dios! Bea aparecía de nuevo en su vida.

- Gracias por contármelo.

Nerea dudaba…

- No sé Carlos…igual no debería haberte dicho nada…

- No, en serio, has hecho bien. Gracias. Oye Nerea, quizá más adelante vaya por casa. ¿Te apetecería tomar un café?

- Claro que sí.

- Estupendo, nos vemos entonces. Me hará bien hablar con alguien de confianza.

- Sabes que puedes contar conmigo. Te dejo, es muy tarde.

- Sí claro, buenas noches.

- Adiós. Un beso Carlos.

- Un abrazo Nerea.


A Carlos se le nubló ligeramente la vista. Intentó centrar su atención en las celdas de la base de datos en la que estaba trabajando, pero las líneas parecían fluctuar.

No, no, no, no, eso no. Termina lo que estás haciendo y vete a dormir. Mañana ya veremos…pensó

Pero resultaba imposible concentrarse de nuevo en el trabajo, por más que intentaba fijarse en los datos que tenía delante, seguía sin ver nada, sin encontrar ninguna relación entre ellos. Así que salvó lo que tenía hecho hasta entonces y se dirigió a la cocina.

Carlos tomó un vaso ancho del mueble bar, la botella de bourbon y se dirigió al salón. Dos hielos y lleno hasta la mitad. Dio el primer sorbo y se dejó caer en el sofá. Su mente volvió diez años atrás, a una noche parecida esa, más o menos a la misma hora.

Él conducía hacia casa para dar una sorpresa a Bea. No tienes que volver a pasar por todo esto se dijo, mientras sentía un estremecimiento y un retorcijón en la tripa que le subía en forma de flato hacia la garganta. Ahogó un pequeño brote de ansiedad en un sorbo de Bourbon. Levantó la vista y la fijó en la tele apagada.

¿Apagada? No, para él no lo estaba. Para él se reproducía una película, la película de aquella noche. No pudo evitarlo. Minuto a minuto, revivió todo lo que vio, todo lo que hizo, todo lo que sintió.

Cuando entró en casa y se encontró a Carol semidesnuda en el sofá, se sintió descolocado pero aún no preocupado. Intuyó que Nerea también podría estar allí. Las tres amigas acabando la juerga en su casa. Tampoco era tan extraño, ni… tan terrible. Una sorpresa inesperada pero que no cambiaba demasiado sus planes de sorprender a Bea. Solo tenía que entrar en su habitación y meterse en la cama con ella.

Pero ni iba a ser tan fácil ni tan rápido.

La ropa de hombre tirada en el suelo, una pareja retozando en su propia cama, la angustia hasta descubrir que era Nerea con otro tipo, poniéndole los cuernos a Javi… fue solo la primera estación de penitencia. El inicio del carrusel de sensaciones. El alivio al ver que se traba trataba de Nerea solo fue momentáneo. Estaba claro que esas tres estaban de fiesta y que la fiesta había ido demasiado lejos. Hasta donde de lejos, era algo que empezaba a imaginarse.

Lo peor fue el suplicio de descubrir a Bea con Quique en la habitación. Y asistir a toda una sesión de juegos y rodeos, de tiras y afloja hasta el desenlace final. Ojalá Simplemente se los hubiera encontrado follando en la cama. Algo simple y rápido.

Pero no, tuvo que soportar varias horas hasta el amanecer caminando al borde del precipicio. Y lo peor de todo, es que él ya sabía el resultado. Resultaba insoportable ver a Bea compartir habitación con aquel chulo, permitiéndole confianzas impensables en alguien que realmente estuviera enamorada de ti. Riéndole las gracias, haciendo crecer la tensión sexual, mostrándose casi desnuda, permitiéndole el contacto físico, entrando a sus juegos…

Recordó aquel amanecer en la azotea. Intentando alegrarse porque no hubieran llegado a consumar. Pero lo que debiera haber sido una bocanada de aire fresco en sus pulmones simplemente no le pasaba de la garganta. Notaba un nudo en su pecho. Y entre toda la confusión de sentimientos y sensaciones vividos esa noche, una sola certeza: Bea estaba por la labor. Si no habían follado, fue solo porque al lanzar la moneda salió Cruz. Una cuestión de circunstancias y de suerte. Y las circunstancias y el azar pueden cambiar, como quedó prácticamente demostrado cuando él volvió un par de horas después, con la excusa de recuperar su reloj. Un auténtico cazador de los que no desisten, de los que no pierden el rastro, de los que persiguen la presa sabiendo que solo hay un final posible.

Sí, todo eso se lo podía haber ahorrado. Todo lo vivido esa madrugada, no lo preparó para el instante en qué se la encontró abierta para Quique, deseando que la penetrara por fin, rendida a sus instintos y a su placer. Lo único que sirvió fue para prolongar su agonía y para debilitarlo. De tal forma que simplemente fue incapaz de reaccionar. Cuántas veces se preguntó por qué no entro en ese momento en la habitación, por qué no los insultó. Ver la cara de sorpresa de ambos, la retirada apresurada de Quique de la vagina de Bea, el polvo cortado, y lo mejor: el malestar que se le quedaría a ella de por vida, cada vez que recordara ese primer polvo con Quique, donde su novio la sorprendió… ¿por qué no lo hizo? Simplemente porque ya no tenía fuerzas para nada, no podía enfrentarse a la situación, solo podía y quería huir...

¿En cuántas ocasiones había recordado esto? ¿Cuántas veces había tenido consigo mismo esta conversación? Apretó el vaso con fuerza y se lo llevó de nuevo a los labios, pero estos solo tocaron un hielo casi deshecho. Había apurado toda la copa sin darse cuenta, sorbo a sorbo, recuerdo a recuerdo.

Bien, al menos esta vez le había servido de algo, había decidido… se levantó del sofá y se dirigió a la mesa de trabajo. Desbloqueó el portátil y se dispuso a sacar un billete de vuelta a su ciudad.
 
Carol.


Carol caminaba deprisa con sus hijos de la mano. Como siempre, llegaba tarde a la escuela infantil. El resto de niños ya habían entrado y ella apuraba hasta última hora. No se detuvo con el grupo de padres que siempre se reunían a poca distancia de la puerta para saludarse y darse el parte diario. Comprobó con satisfacción, que los dos únicos hombres del grupo le dirigían una mirada disimulada.

Apenas despidió a los niños, ya respiró tranquila. Ahora tocaba a ir al gimnasio. Breve desayuno y a sudar. Las mallas de deporte se ajustaban a sus muslos y culo como una segunda piel. Las pantorrillas al aire, una camiseta totalmente ceñida a su busto, deportivas y una gorra bajo la cual tenía el pelo recogido en una cómoda coleta.

Ya no tenía el tipo de modelo de hacía diez años. Su cintura, tras dos embarazos, era más ancha, sus pechos algo más grandes y tenía más culo que antes. Pero esas curvas le daban un punto voluptuoso nuevo. El trasero más amplio pero seguía firme. Las tetas aún desafiaban la ley de la gravedad a pesar de su tamaño. Sí, era lo que se podría llamar una mamá buenorra. De las que siguen llamando la atención, como atestiguaban las miradas que todos los días le dirigían los pocos padres que formaban parte del grupito mañanero.

Carol era la comidilla y no solo porque se conservara bien. Había algo que no había perdido. Su descaro, su picaresca y su capacidad de provocar. No solo era su cuerpo, también eran sus miradas directas, desafiantes, que invitaban a la broma subida de tono, a la propuesta velada. Su forma de moverse, de actuar, de invadir el espacio vital de los hombres sin sentirse incómoda. La sensualidad, la suficiencia con que hablaba de temas de sexo dando a entender que ella había ido y había vuelto, que nada le era desconocido, que no había tema que la pudiera escandalizar.

Todo esto, hacía que, aunque hubiera otras mamás más jóvenes, más guapas o incluso más hermosas, ella fuera la que reinara dentro del grupo. El objeto de deseo de los hombres y el centro de las críticas de las mujeres.

- Hola Carol.

Carol se giró sorprendida…

- Hola Felipe ¿De dónde sales? ¿Estabas escondido esperándome?

- Claro guapa, quería darte una sorpresa. Vaya energía que despliegas tan temprano ¿vas al gimnasio?

- No cariño. Me visto así para ir a misa de nueve.

- Jajajaaaa…si se ve el cura entrar así a la parroquia, abandona los hábitos ¿Cuándo te vas a tomar un café conmigo?

- Felipe qué tienes que salir corriendo a trabajar, que llegas tarde…

- Gracias guapa por preocuparte por mí, pero me lo puedo permitir, para algo soy el jefe…

- Pero yo no, que la clase empieza a las 9:30 y tengo el tiempo justo, así que prefiero tomar algo allí.

- Empiezo a pensar que nuestro amor es imposible ¿no me vas a aceptar nunca ese desayuno?


Carol sonrió:

- Sí, algún día te lo aceptaré.

- Pues que sea pronto cariño.

- Tú sigue portándote bien y ya veremos… hasta luego.


Se giró y comenzó a caminar hacia su vehículo, consciente de que Felipe le miraba el culo sin recato alguno. Ella acentuó un poquito más el movimiento de sus caderas, satisfecha.

Al pasar delante del grupito los saludó:

- ¡Buenos días! Hoy voy con prisa, nos vemos…

La mayoría de las mujeres esbozaron una sonrisa al devolverle el saludo, sonrisa que contrastaba con el gesto agrio con que la miraban apenas unos segundos antes. ¡Menudo zorron!... debían estar pensando.

A ella le divertía la situación. Pequeños placeres que se daba una.

Mientras caminaba hacia el coche pensó en Felipe, el padre que la acababa de abordar. Había esperado el momento oportuno y el sitio adecuado para intercambiar unas palabras con ella. Él tampoco solía mezclarse más de lo necesario con el resto del grupo. De hecho, solo había empezado a hacerlo desde que ella se integró.

Directo, descarado y sin demasiada vergüenza; desde el primer momento le había puesto el ojo encima y había intentado un acercamiento. Al contrario que el resto de padres, que disfrazaban de sonrisas complacientes y una exquisita educación, las ganas que le tenían y el morbo que les producía, este había puesto la vía directa, sin importarle demasiado lo que pudieran pensar los demás y sin molestarse en disimular.

Claro y contundente, igual que ella…y como le gustaba a ella.

Tras pasar esa primera fase de la maternidad con el cuidado de los críos cuando eran bebés, ahora sentía renacer la hembra que llevaba dentro. Como si necesitara ponerse de nuevo en el mercado para reafirmarse.

Se comunicaban como si hablaran el mismo idioma pero sin hablarse. Miradas, gestos, acercamientos…palabras con doble sentido que solo ellos entendían a la perfección, y que los demás intuían, aunque no eran capaces de traducir al detalle.

Este juego que se traían la excitaba, la hacía sentirse deseada, a pesar de la aparente brusquedad de Felipe. Aparente porque era efectiva. No daba puntada sin hilo. Cada cosa que decía o hacía, parecía oportuna aunque fuera ruda o fuera de tono, más propia de un ambiente nocturno y sórdido que de la puerta de un colegio. Sí, a veces se sentía bastante perra y Felipe parecía intuirlo.

La verdad es que era el único que había conseguido qué se mojara un par de veces. Incluso le había destinado más de una masturbación, imaginándolo desnudo sobre ella, sintiendo su peso, empujando fuerte, empotrándola, vamos. No solo le gustaba su carácter. Sin ser carne de gimnasio, era alto y corpulento. Atractivo sin ser guapo. Dejando traslucir un fondo… ¿Cómo lo diría? : Animal. Sí, eso es lo que la ponía cachonda. Ese hombre solo respondía a los instintitos que ella provocaba en él. Sin importarle el qué dirán, las consecuencias para su matrimonio, ni para su vida. Solo quería follarla y ese era el tipo de polvo que ella necesitaba. Sin condiciones, intenso y salvaje. Entregándolo todo.

Hasta el momento, siempre había tenido la regla de no buscar ninguna aventura en su entorno más cercano. Y por supuesto el grupo de padres y madres del colegio quedaba dentro de esa categoría. Al menos hasta ahora.

Igual con Felipe se lo replanteaba. ¿Qué podría suceder? ¿Que el resto de mamas comentaran? Ya lo hacían de todas formas. ¿Qué su marido se enterara? Bueno, pues mira, a las malas...no era el más indicado para echarle nada en cara a ella.

Quizás había llegado el momento de aceptar ese café.


Apenas unos minutos después Carla desayunaba en la cafetería que había justo enfrente del gimnasio.

Pensativa, hacia girar la cucharilla en la taza. Sopesaba, ahora ya en serio, la posibilidad de follar con Felipe. Al calor del calentón inicial era fácil morbosear, pero ahora más tranquila, mientras tomaba su tostada y sin Felipe delante provocándola, seguía dándole vueltas al asunto. Y se estaba empezando a dar miedo... Porque con toda la frialdad posible, se encontró pensando en cuáles debían ser sus siguientes pasos. Su mente ya iba por delante. Mientras planeaba cómo actuar para llevárselo a la cama, noto que se mojaba de nuevo.

Sacudió la cabeza y se obligó a volver a la cuestión principal: ¿Iba a ponerle los cuernos a su marido?

Cuanto más lo pensaba más se daba cuenta que en realidad ya había tomado la decisión y que ahora lo único que hacía era buscar excusas para justificarla.

“La infidelidad es completa. Solo quedan los detalles físicos. La posibilidad conduce a la fantasía, la fantasía se convierte en especulación, la especulación en planificación”.

Sabias palabras, tuvo que reconocer. Le vinieron enseguida a la cabeza, provenientes del libro de Don Winslow que acababa de leer.
Bueno lo cierto es que excusas no le faltaban.

Y tampoco era la primera vez.

Su primera infidelidad, a Manu había sido precisamente con un chico del gimnasio.

Allí no le faltaban propuestas. El gimnasio era el sitio ideal para ligar. Sin embargo también es cierto que se conocían casi todos. Tarde o temprano las historias salían a la luz y no precisamente como las del grupito de padres del colegio, dónde al final siempre resultaba que podías contrarrestar negándolo todo, o plantear que se trataba de tu palabra contra la suya. Allí en el gimnasio se conocían hasta los más mínimos detalles. No sabía cómo ni por qué, pero tarde o temprano, se acaba conociendo quién fornicaba, con quién, dónde y hasta en qué posturas. Todos estaban con la antena puesta.

Y sin embargo ella encontró el chico ideal. Un estudiante joven de Erasmus. Apenas se relacionaba con nadie. Tímido y retraído, sin sacarle provecho a ese cuerpazo que tenía. Carol no tuvo ninguna dificultad para manejarlo. Empezó como un juego, solo por sentirse otra vez la loba que había sido. Por verse deseada, centro de atención. Por comprobar que no había perdido su facultad de manipular y provocar a los hombres, especialmente a los más jovencitos que ella.

No tenía nada claro que fuera a dar el paso hasta que llegó la gran discusión. No pudo evitar ponerse un poco rígida al pensar en ello. Siempre se refería a esa noche como la de la gran discusión. Espantó el recuerdo con un sorbo de café. No quería recordar eso, pero tuvo que reconocer que ni lo que hizo entonces, ni lo que tenía pensado hacer ahora, se podían explicar sin lo sucedido aquel día entre Manu y ella.

Había tenido que pasar algún tiempo, para que Carol recordara aquella noche sin soltar un taco o acordarse de la madre que parió a Manuel. La verdad es que prefería cuando soltaba palabrotas, al menos así se desahogaba. Ahora, el silencio y la aceptación, lo único que hacían eran agrandar un poquito más la bola de resentimiento interior.

¿Se sentía mal por lo que estaba planeando?: en absoluto, no desde aquel día en qué Manu ni siquiera se molestó en negar lo que para ella era evidente.

Carol sospechaba (aunque no podía demostrarlo) que su marido le era infiel. Estaba segura. Eso es algo para lo que tenía un sexto sentido, quizás por lo que ella había sido antes de casarse. Conocía a Manu mejor que nadie y pronto, la duda de que venía comido de fuera, dejo paso la certidumbre. Cierto que jamás pudo pillarlo, pero ella lo sabía y él sabía que Carol lo sabía.

Pensó incluso en ponerle un detective, pero no fue necesario. Su marido, si algo tenía bueno, es que no le daba demasiada vueltas a las cosas y era directo como nadie. Analítico y práctico. Si hay un problema se soluciona y punto. Su maldita capacidad de abstraerse y mirar desde fuera las cosas, como si no fueran con él. Como si en vez de hablar de su matrimonio, estuvieran hablando de un problema con un proveedor. Quizás por eso le fuera tan bien en los negocios.

Fue tras un viaje que él tuvo que hacer de un par de días, viaje intempestivo de difícil justificación. Cuando lo vio llegar lo supo: ni el gesto, ni la cara, ni el humor eran los que él habitualmente traía tras un viaje forzado de negocios. Y no era la primera vez.

- ¡Vamos a dejarnos de gilipolleces, que los dos somos ya mayorcitos y hemos vivido mucho para andarnos con jueguecitos! ¿Dónde coño has estado?

Lo que más le dolió fue que él ni siquiera se molestó en negarlo.

- Si te da igual lo que te conteste, porque vas a pensar lo que quieras, mejor no preguntes.

- Manu no me toques los ovarios que no me acabo de caer de un guindo ¡Estás con otra!

-No. Estoy contigo.

- No me hagas jueguecitos de palabras ¡follas con otra!

- Eso puede ser…

- ¡Hijoputa!

- Mira Carol, tú ya sabías cómo era yo. Y si no, has tenido tiempo de averiguarlo.

- Cabrón mentiroso…

- No cariño, mentiroso no. Te dije siempre que eres la mujer de mi vida y es verdad. Eres mi esposa y la madre de mis hijos. Yo nunca te voy a dejar. Eso es cierto. No te falta de nada y no te va a faltar mientras yo viva. No tienes que preocuparte por nada de lo que yo haga por ahí porque eso es solo sexo. Nada más.

- ¿Nada más? ¿Y qué te parece si yo también te los pongo a ti? Así empatamos ¿no?

- Pues si lo haces procura que ni yo, ni nadie me entere. Yo a ti nunca te he dejado mal.

- Me voy a ir Manu.

- No me hagas a escenitas Carol ¿dónde vas a ir? Si lo deseas ahí está la puerta. Pero tú eres una chica lista, por eso me casé contigo. Y por eso y por muchas más cosas, seguiré casado para siempre.


Pues eso, pensó con un regusto amargo en los labios: analítico y práctico. Dejaba las cosas claras. Esto es lo que hay. Quería a una modelo en su cama. Una madre hermosa que le diera hijos guapos y se ocupara de ellos, pero que también le diera placer, descarada y fogosa. Que fuera su mujer escaparate. Vida normal y tranquila de puertas afuera. Pero sin renunciar a la libertad de darse una alegría de vez en cuando. Esa era su parte del contrato. La de su marido, hacer vida de matrimonio feliz entre infidelidad e infidelidad, otorgarle la primacía como esposa y darle el tren de vida que ella demandaba. Asegurarse que ni a Carol ni a sus hijos les faltaba de nada. Ese era el trato. Y tuvo que reconocer que no era malo. Su marido era un buen negociante. Ella ya no tenía ninguna posibilidad de retomar su carrera de modelo. Sin estudios, solo podía aspirar a un puesto de trabajo de supervivencia, que no cubriría ninguno de sus gastos actuales, ni mucho menos su tren de vida. Cierto es que le podía sacar a Manu un buen pellizco si se divorciaba, pero nada que le asegurara definitivamente su futuro. Quizá a sus hijos sí, pero no a ella. Tengo que hacer separación de bienes, por el tema de las empresas, para protegernos si la cosa va mal, le dijo al casarse. Práctico y listo el cabronazo.

No, no sería ella la que rompiera el contrato. Manu tenía razón, no le convenía.

Respecto al tema de la infidelidad, ¿Qué era lo que había dicho?

Pues si lo haces procura que ni yo, ni nadie, se enteren. Yo a ti nunca te he dejado mal.


¿Era una invitación o una amenaza? Probablemente ambas cosas: Haz lo que quieras pero que yo no te pille.

Al día siguiente, insistió en tomarse un refresco con el chaval del gimnasio tras acabar las clases. Y luego se fue con él a su habitación, en el piso que compartía con otros estudiantes.

Fue morboso pero no todo lo placentero que esperaba. Estaba furiosa y deseaba un polvo épico para desquitarse. Algo que la hiciera decir: sí, sí, ha merecido la pena… algo brutal. Eran los primeros cuernos que le ponía a Manu. Esperaba que el chico estuviera altura de la situación. Pero desgraciadamente resultó tan apocado en la cama cómo en el gimnasio.

Con poca iniciativa, casi le tuvo que quitar ella la ropa. Preocupado porque uno de sus compañeros de piso estaba allí y les había visto entrar. Casi más pendiente de no hacer ruido que de follar, como si fuera él el que estaba siendo infiel. Si a Carol no le importaba que su compañero de piso supiera que estaban fornicando, que más le tenía que dar a su amante. Lo que tenía que hacer era coger a ese pedazo de mujer que tenía en su cama y pegarle un polvo salvaje, sin importar que se enterara toda la maldita vecindad. Dejarla exhausta, agotada y muerta de gusto.

Eso es lo que ella esperaba y no un chico primero, superado por la situación, y luego, incapaz de contenerse. Pasó de estar intranquilo por encontrarse en su cuarto con una mujer casada, a correrse sin remedio apenas ella se subió encima y se la metió hasta el fondo.

Carol estaba decepcionada, pero no renunció.

Con la verga aún clavada dentro, se masturbó hasta arrancarse un primer orgasmo. No era lo que ella había esperado, pero viéndolo tiempo después, tampoco fue tan malo. Subida encima, contemplando su torso desnudo, los abdominales bien definidos, su cara de guapito y ella sin dejarlo salirse de su interior. Esa imagen le dio para unas pajas posteriores.

La cosa no mejoró. Ella quería más y tuvo que practicarle una felación para ponerlo de nuevo a tono. Seguía dejándose llevar ¿Pero es que esta juventud no tiene sangre en las venas? Un segundo polvo en la postura del misionero, se resolvió con un orgasmo que ella misma se tuvo que volver a provocar, estimulándose a la vez que follaban. Casi que el chaval pareció alegrarse cuando ella le dijo que tenía que irse, que había pasado demasiado tiempo fuera.

En fin. Estaba segura que con Felipe sería diferente. No se lo imaginaba comiéndose el coco o esperando que ella tomara la iniciativa.

Bien, lo primero sería hablar con su amiga Bea. Era la única con la que podía compartir algo así. Y a la única que escucharía antes de dar el paso. La llamaría para merendar juntas.
 
Hola a todos/as.

Supongo que la mayoría ya conocéis el relato de Espiando a Bea de Randor, o al menos habéis oído hablar de él. En este foro el amigo Berserk ya publica una continuación, y en TR circulan varias de las que también estaban en el antiguo foro de pajilleros. Todos nos quedamos con las ganas de que el autor original lo continuase, aunque creo que según él, este relato formaba parte de un proyecto mas amplio, que creo que aun no ha visto la luz.

Bueno, el tema es que yo publiqué una continuación a petición de la amiga Sigrid (Estrella de las nieves) en pajilleros (y posteriormente en TR), que se llamó 10 años después, y continua la trama transcurrido ese tiempo. Si os parece bien, la recupero tambien para este foro por si le interesa a alguien o si hay personas que no la leyeron y desean hacerlo.

Un saludo y gracias, Ire publicando por capitulos.
Madre mia!!!!!!.... Luis unos de los grandes autores de relatos.!... Ya lo leí en.. La otra orilla pero es un gustazo volver a dusfrutar con este relato.
Mil gracias @luis5acont
 
Nerea.



Nerea se sentó en su pequeña terraza. El espacio justo para una butaca de playa y una mesita minúscula de madera. No necesitaba más. Era uno de los lugares favoritos de su casa. Allí se acomodaba y se relajaba mirando al final de la avenida, donde una rotonda marcaba el término de esa parte de la ciudad. A partir de ahí, campo y colinas arboladas. Era su rincón de pensar, de relajarse, de desconectar, de tomar decisiones…su escondite. No precisaba salir al aire libre, en ese momento estaba sola en el apartamento, pero era su sitio. Y además necesitaba hacer algo que hacía ya un par de meses que no hacía.

Sacó un cigarrillo de un paquete que llevaba escondido todo ese tiempo. Casi había olvidado que lo tenía. Solo uno, se prometió, aunque se sentía muy culpable ¡Solo uno joder! Se repitió en voz alta.

Entornó la puerta para que el olor no se colara en el salón. Dio una larga chupada y dejo salir lentamente el humo. Luego otra. Y otra más. Tras varias caladas el pitillo estaba a medio consumir. Que rápido recupera una los viejos vicios, pensó.

Pero resultó efectivo. La mente se le despejó y consiguió centrarse en el tema que la preocupaba. Carlos acababa de anunciarle su llegada. ¿Por qué justo ahora que Bea se había separado? Empezó a pensar que igual no había sido buena idea contárselo. Después de tanto tiempo ¿Qué narices venía ahora a hacer? ¿Buscaba revancha, respuestas, explicaciones?

Le inquietó que pudiera remover el pasado. Porque a ella le afectaba. Ese era quizá el quid de la cuestión. ¿Qué pensaba hacer Carlos y como podía perturbar su propia existencia? De hecho, lo cierto es que ya lo estaba haciendo. Lo último que deseaba en este momento de su vida, era recordar episodios dolorosos. Había empezado a ser feliz, feliz de verdad. Y sin embargo, desde ayer, el pasado la asaltaba en oleadas continuas, rompiendo el dique que con tanto trabajo y esfuerzo se había construido para no tener que mirar atrás.

Bueno, había que afrontar los fantasmas. Si tenía que pensar en ello, lo haría. Allí, en su rincón favorito, con un cigarro en la mano, segura de que no despejaría las dudas hasta reunirse con Carlos al día siguiente. Pero preparándose para lo que tuviera que venir. Consciente de los errores cometidos.

Errores…llamar error a lo que hizo era quedarse corta. Durante mucho tiempo culpó a las que habían sido hasta entonces sus mejores amigas. A Bea y sobre todo a la loca de Carol. La que se follaba todo lo que se le ponía por delante. La decidida, la moderna, la liberal, la que como su ídolo por aquellas fechas, Madonna, vivía para provocar.

La idea de acudir a aquellas clases de baile había sido de ellas. La primera en zorrear con los profesores, como siempre, Carol. Incitándolas, desafiándolas a jugar con fuego. Ella que no le duraba un novio ni un suspiro. La que no tenía pues nada que perder. Y la mosquita muerta de Bea y la tonta de Nerea entrando al trapo.

El macho alfa allí era Quique, dueño y a la vez relaciones públicas del local. Recordó con disgusto, cómo prestaba más atención a Bea que a las demás. Y como Carol se metió por medio y fue la que se hizo con el trofeo. ¡Cómo no!

A ella Quique le importaba bien poco. La verdad es que lo encontraba excesivamente zalamero y sobrado de sí mismo. Demasiado controlador. Nada de lo que pasaba en su local se le escapaba y especialmente lo referido a los líos de faldas. Era de los que de una mirada te desnudan y te clasifican, como si fueras ganado.

Tardo en reconocer que lo que realmente le molestaba, es que fuera Bea la que le hubiera llamado la atención. Y que Carol hubiese sido la primera en follárselo. A ella, realmente Quique no acababa de gustarle y además estaba comprometida, pero el juego que se llevaba con sus amigas se le había subido a la cabeza. Al toto más bien, porque al final se trataba de una cuestión ver qué coño era el que podía más.

No soportaba la suficiencia de Bea haciendo como que no quería tema, pero dándoles a entender que si ella quisiera, las sacaba a las dos de la pista con un solo movimiento de caderas. Si no quería rollo, a que venía tanto tonteo con los hombres y en especial con Quique.

Y Carol, siempre murmurando por lo bajito con Bea. Las dos amigas dentro del trío, que a veces la dejaban fuera de confidencias y cotilleos. Sobrada de sí misma Carol, daba por supuesto que ella era la que se llevaba el gato al agua siempre. Que era la que estaba más buena y que no había tío que se le resistiera. Y para demostrarlo, tenía que dejarlas a ellas como bobas. Tenía que pasarse por la piedra a todo aquél, por el que sus amigas mostraran interés.

Total, que os molesta, si vosotras ya tenéis novio y no vais a hacer nada.

Pues mira hija, sí que molesta. Y ¿quién te ha dicho que tú eres la única lanzada aquí? ¿La única con licencia para follar o echar una cana al aire?

Mientras, la calentura subiendo sesión de baile a sesión de baile. Con ellas creyéndose protagonistas de un juego que controlaban, cuando realmente eran aquellos tipos los que las estaban llevando a donde ellos querían. Qué ilusa. Como pasa con los timadores que se hacen los tontos y te dejan creer que tú manejas, cuando en realidad te la están colando.

Ahora se daba cuenta de lo imbécil que fue. ¿Cómo había podido creer que esos tipos con experiencia, rodeados siempre de mujeres, pudiendo elegir y que se las sabían todas, iban a comer de su mano en exclusiva, y también que eran ellas las que iban a marcar los límites?

El terreno estaba preparado para que acabara cometiendo un error. Y el error se llamaba Claudio.

El clásico macizo de gimnasio. Enorme, musculado, guapito y aparentemente con poco seso. A pesar de ello era ágil y tenía gracia bailando. Quizás ese fue su principal error, creer que era el más inofensivo de los que pululaban por allí. El más manipulable. Quique se empeñó en que formaran pareja de baile, porque era un alumno aventajado. Lo que empezó como un juego, la acabó transtornando. Seguía enamorada de Javi, pero no podía explicar las sensaciones que le producía aquel cuerpo inmenso pegado a ella, manejándola con unas manazas que cuando las ponía en su cintura, le cubrían casi todo el costado.

Al pasar los días, poco a poco, fue ganando la confianza que ella, despreocupada, le facilitaba. Tenía que admitirlo, también le gustaba el contacto con él. Sus abdominales marcados, sus hombros anchos y musculados, su culito duro, sus muslos potentes y bien plantados, y por supuesto, lo que tenía en el medio. Sí aquel bulto era real y no llevaba nada más debajo, la verdad, tenía que ser enorme.

Y tenía que ser real, porque en más de una ocasión tuvieron que bailar muy pegados y ella notaba perfectamente la monstruosa erección.

Se sentía extraña. No se reconocía a sí misma cuándo asistía a clases de baile. Era como un paréntesis fuera de su vida normal. Como una fantasía dónde le estaba permitido coquetear, tocar, provocar…como si allí dentro tuviera licencia para hacer lo que quisiera, sin que ello tuviese por qué afectar a lo que pasaba fuera. No se daba cuenta de que lo que sucedía fuera era su vida, la vida de verdad.

No podía imaginar que un tipo simple, chabacano en apariencia, la hiciera sentir de esa manera. Temblando cada vez que ponía sus manazas en su espalda, cada vez que la hacía girar o la levantaba del suelo. Estremeciéndose cuándo la estrechaba contra él. Sintiendo una lujuria incontenible cuando alguna parte de su anatomía rozaba su falo.

Con Javi jamás se había sentido así. Sí que tenían sexo bueno y sí que se ponía cachonda de vez en cuando. Pero nunca hasta el punto de perder las formas o de negarse a pensar, como le sucedió con Claudio. Cuando estaban juntos, se resistía a romper el hechizo, analizando si lo que hacía estaba bien o mal. Como el alcohólico que apura su copa y se niega a contemplar ninguna consecuencia de sus actos. No mientras la está saboreando. Tal vez después, en terapia, o cuando se sienta con resaca. Pero no en ese momento especial y mágico, donde calma su adicción, donde se deja arrastrar por el placer hedonista de consumir lo que el cuerpo y la mente le pide.

Y son esos momentos los que te pierden. Los vas enlazando y se convierten en costumbre. Y le das a Claudio el mensaje de que tiene vía libre. Y él se crece.

Recordó aquella noche en que se quedaron solas las tres en el club de baile. Era habitual, su clase era la última y a veces tomaban una copa. Ese día fueron varias. Bea charlaba con alguien en la barra, un tipo nuevo al que no conocían. Carol había desaparecido con Quique. A esas alturas ya sabían que estaban liados. Seguramente estarían en el sofá de la oficina o en el almacén, follando. Ella bailaba lento con Claudio. Los cuerpos pegados, el sudor corriendo por su espalda, el alcohol adormeciendo sus defensas, excitando su euforia. El, rozando su cuello con los labios, sujetándola por las caderas como una muñeca, electrizándola con el contacto de su cuerpo duro y prieto.

Poco a poco Claudio la fue llevando a uno de los reservados sin dejar de bailar, como quien no quería la cosa. Ella se dejaba hacer y no opuso ninguna resistencia. Parecía levitar entre sus brazos.

Cuándo quiso darse cuenta estaban en una pequeña salita, a oscuras prácticamente. Unos sofás de cuero con una pequeña mesita baja para poner las bebidas conformaban todo el mobiliario. Al principio no se mostró inquieta. La idea le pareció incluso oportuna. Un poco de intimidad, le vendría bien para abandonarse en las ensoñaciones y fantasías que el contacto con Claudio le provocaba.

Siguieron balanceándose al compás. La atrajo aún más, apretándola contra su pecho y bajo vientre. Nerea notaba que sus tetas se comprimían contra el busto del chico, y sentía una ola de calor que le subía desde su pubis en contacto con la entrepierna de él. Algo crecía en dureza y ella lo advertía aumentar casi centímetro a centímetro.

Sus manazas ascendieron siguiendo las caderas hasta confluir por debajo de la blusa, justo en el nacimiento de sus pechos. No se atrevería…

Una de las manos rozó ambos pezones, aunque sin llegar a cogerle las tetas. La otra bajó de nuevo a la cintura y se apoyó en su espalda, bloqueándola contra él. Cerca, muy cerca de su culo. A Nerea se le paró la respiración cuando Claudio apretó uno de sus pechos.

Sus dedos se cerraron sobre él, quedando casi oculto en su manaza. El pezón se irguió instantáneamente. Ella trató de retirarle la mano pero lo único que consiguió fue que cambiara de pecho. Con una sola de sus manoplas los abarcaba casi a la vez. Empezó a acelerarse la respiración. El bulto bajo el pantalón se restregaba ya sin ningún disimulo contra su pubis. Con el aliento entrecortado, solo alcanzó a susurrar: por favor Claudio, por favor…

Tenía los pezones duros como garbanzos. Su sexo se empezaba a mojar.

Recordó sentirse en una especie de duermevela. Como entre el sueño y la vigilia. Queriendo despertar pero sin conseguirlo. Sin poder identificar del todo si aún estás dormitando o estás en la realidad. Al fin consiguió un inicio de reacción: esta vez más bruscamente, lo agarró del brazo y tiro de él.

¡Claudio! Suelta, estate quieto…

El joven retiró el brazo, pero la mantuvo con el otro muy pegada a él, haciéndole notar su erección. Nerea boqueaba como un pez fuera del agua. Sus sentidos estaban sobrepasados. Su mente, muy confusa, no sabía cómo reaccionar ni qué hacer. Sin embargo lo peor estaba por llegar.

Al no intentar separarse de él, Claudio interpretó que podía continuar. Que era un no pero sí.

Sintió bucear su mano grande y ruda por debajo de la falda y posarse directamente sobre su coño. La metió entre sus piernas y la colocó directamente sobre su rajita. Luego apretó y ella notó la presión sobre su clítoris.

Dios, qué podía hacer…

Una sacudida eléctrica la recorrió de arriba a abajo. Empezó a temblar, no sabía sí de placer o de miedo. El masaje sobre su sexo continuaba.

Claudio por Dios, déjame…

La besaba en el cuello. Nerea apartó la cara enfrentándolo por primera vez.

¡Saca la mano de ahí Claudio!

Pero no hizo ningún movimiento, solo le suplicaba con palabras disfrazadas de una determinación que no tenía. Él lo adivinó y continuó tocándola en lo más íntimo.

Hasta que ella no le aferró bruscamente los brazos con sus dos manos y empujó con violencia, Claudio no la soltó.

Vale, vale, no te enfades. Pensaba que era lo que querías. Me gustas demasiado. Entenderás que no puedo controlarme.

Nerea le soltó un sonoro bofetón.

¡Desgraciado! le gritó mientras salía corriendo hacia la barra.

Cogió su bolso y su abrigo y salió a la calle sin despedirse de Bea, que no se había dado cuenta de nada. Claudio la miraba desde el marco del reservado, con una media sonrisa, mientras se acariciaba la mejilla que ella le había golpeado.

Nerea cogió su coche y condujo a casa rápidamente. Era un cóctel explosivo de sentimientos, sensaciones y hormonas. No sabía si llorar o reír. Finalmente, varias lágrimas rodaron por sus mejillas. La ansiedad le oprimía el pecho, pero a la vez, se sentía terriblemente excitada.

¿A que estaba jugando? ¿Cómo había dejado que la cosa fuera tan lejos?

Entro en casa, Javi ya estaba allí preparando la cena.

Hola ¿comemos?

Enseguida, voy primero a darme una ducha.


En el cuarto de baño trató de tranquilizarse. Se quitó la blusa y el sujetador, comprobando que sus pezones aún seguían erectos y sensibles.

Cuándo se quitó las bragas vio que estaban chorreando, como si se hubiera meado en ellas. Se pasó una mano por el pubis y sintió un estremecimiento. Bajó hasta su coñito y lo notó completamente mojado. Introdujo uno de sus dedos sin apenas dificultad. El contacto con el clítoris le produjo una especie de calambre que la hizo vibrar entera.

Se duchó con agua tibia, consiguiendo que desapareciera la ansiedad, así como recobrar el pulso y que la respiración se acompasara.

Ahora estaba en condiciones de enfrentarse a Javi.

Pasó toda la cena distraída, contestando con monosílabos y rehuyendo la conversación. Había algo que no había desaparecido: la sensación de calentura, de deseo. Apenas podía pensar. No había estado tan confundida en toda su vida. Una y otra vez sentía la mano de Claudio en su entrepierna; una y otra vez se volvió a mojar, con los pezones erizados debajo del pijama.

Se acostaron pronto. Habían madrugado y al día siguiente también tocaba trabajar. Nerea, inquieta, se acercó a Javi. Él le dio la espalda. Estaba agotado, así que continuó durmiendo. Ella le metió la mano por el pijama y le agarró el falo. Empezó a masturbarlo lentamente.

Eh… ¿Qué haces? Es muy tarde Nerea…

Javi quiero follar.

¿No puede ser mañana?


Por toda respuesta ella lo hizo girarse y desapareció bajo la sabana. Su boca buscó ávidamente la polla de su novio y se la metió casi entera. Comenzó a chupar con ansia, tanta, que acabó por espabilarlo y colocarlo al borde de la eyaculación.

Ostia Nerea, que me corro…

Ella se subió encima. Se había quitado el pijama. Estaba como con fiebre. Cogió el miembro de Javi y buscó con desesperación la entrada de su vagina. Se la introdujo de un golpe. Sentía sus entrañas palpitar. Inició una cabalgada furiosa, deseando un orgasmo que la tranquilizara, que le quitara esa calentura, que la hiciera volver a ser la Nerea de siempre. Pero lo único que consiguió fue que Javi se corriera rápidamente. La mamada intensa y la follada frenética, lo pilló desprevenido y aun medio adormilado. Se fue sin poder evitarlo dentro de ella.

Nerea siguió obstinada en llegar a su propio orgasmo, sin permitirle retirarse, a pesar de que se le estaba poniendo morcillona. Se masturbaba furiosa, pero no conseguía llegar al orgasmo a pesar de lo caliente que estaba. No era esa la verga que ella deseaba. Algo no estaba bien. Ni era ese su deseo, ni su deseo era honesto.

Javi la observaba un tanto alucinado como diciendo: pero qué le pasa a esta.

Entonces ir hizo algo que nunca había hecho antes con él. Fingir que llegaba al clímax.

Se sorprendió de lo fácil que había sido. Contrajo los músculos de su vagina, apretó los muslos y simuló un leve temblor.

- Joder, ¿qué te pasa esta noche? Vaya como vienes ¿no? le dijo Javi aún algo desorientado.

- No sé…es que me han dado muchas ganas.

- Ostia, pues tras podrías guardártelas para el viernes por la noche…
río Javi dándose la vuelta.

A los diez minutos roncaba como un bendito. Por el contrario, Nerea estaba boca arriba con los ojos abiertos como platos. Su vientre subía y bajaba rítmicamente. Se llevó la mano al sexo. La vulva hinchada. El clítoris erecto, casi le dolía de lo duro que estaba.

Se lo pellizcó y un gemido escapó de sus labios. Javi seguía roncando como si nada. Ella se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Se detuvo en una cómoda y saco una toalla pequeña de un cajón. Luego buscó en otro de los cajones y encontró un juguete que llevaba largo tiempo allí guardado. Un dildo simulando un pene, que apenas había utilizado en los últimos meses. Se lo había regalado Javi para jugar y para que no lo echara de menos cuando tenía que viajar. La verdad es que con más ganas de cachondeo que otra cosa. Se metió en el cuarto de baño y cerró la puerta. Bajó la tapa del váter y se sentó sobre la toalla, que dispuso encima.

Un poco de lubricante y empezó a mover la punta del consolador por su rajita. La excitación apenas contenida volvió. Empezó a tiritar y a sentir escalofríos. El ambiente frío del cuarto de baño contrastaba con su temperatura interna. Con el calor de su vientre.

Recordó a Claudio apretándola contra él, su gran rabo presionando el pubis mientras ella forcejeaba para soltarse. Se imaginó que la tiraba sobre el sofá y que le arrancaba las bragas. Que la abría de piernas y... El consolador entero, entro sin problemas en su vagina hasta el final... El clítoris le ardía y los pezones le dolían de los duros que estaban. Se dejó el dildo dentro y empezó a masturbarse mientras con la mano libre los pellizcaba.

En su mente era la polla de Claudio la que la estaba taladrando. Ahora sí... El orgasmo llegó en oleadas incontenibles... Tuvo que morderse el labio para no gritar... No supo si fueron dos o tres orgasmos seguidos, o bien uno muy largo. Solo sabía que cuando abrió los ojos, estaba tirada en el suelo del cuarto de baño, con un hilo de saliva que le caía de los labios y le corría por la mejilla.

Se lavó en el bidet, procurando hacer el mínimo ruido, y luego se acostó, aunque esa noche apenas pudo dormir. Un sueño inquieto que la hizo despertarse varias veces.

Apenas se marchó Javi a trabajar fue a buscar el dildo y se masturbó de nuevo. Dos veces. Luego se dio una larga ducha y desayunó en casa. Cuándo salió para trabajar, tenía claro que jamás volvería a las clases de baile y que no volvería a ver a Claudio.

¡Qué forma de engañarse! dos días después, cuando sus amigas la llamaron para ir al baile, no se negó. Por el camino estaba muy seria en el asiento de atrás del coche de Bea. ¿Por qué iba a tener que dejar de ir a las clases? ¿Es que acaso el chulo de Claudio se iba a salir con la suya? ¿Es que acaso le iba a condicionar la vida? Ella no tenía por qué dejar de hacer lo que le gustaba. Lo único que tenía que hacer era mandarlo a la mierda y volver a darle una hostia si se pasaba de nuevo.

Esa misma noche volvió a bailar con él. Estuvo seca, áspera y distante. Cortándole el rollo desde el primer momento y dejando claro que el aire tenía que correr entre los dos. No le permitió ni la más mínima confianza.

Pero Claudio ya sabía que había ganado... Si después de lo sucedido el otro día, ella estaba bailando con él, es que quería más. El tío no tendría muchas luces, pero si suficientes para no engañarse por la actitud de Nerea. Había vuelto a sus brazos. Le había dicho que sí, solo que ella todavía no lo había aceptado. Era solo cuestión de tiempo. De poco tiempo...

Apenas unos días después, tuvieron su primer encuentro sexual. Fue un polvo de oportunidad, aprovechando unas circunstancias favorables que les permitían estar juntos un par de horas sin llamar la atención ni tener que justificarse. Caí como fruta madura, murmuró Nerea para sí misma, entre calada y calada del cigarro. Apenas podía recordar ese primer polvo. Fue todo muy rápido y confuso. El alcohol también jugó su parte. Solo podía decir que antes de poder pensarlo siquiera, estaban follando. Fue intenso y placentero, una explosión de sensaciones que la dejaron rendida y confusa, pero con ganas de más.

Solo una vez, pensaba mientras recibía dentro por primera vez, aquella verga que casi doblaba a la de Javi en grosor y tamaño. Pero cuando se separaron, supo que habría otras ocasiones. Despertó del sueño que se había creado para darse cuenta que se había vuelto adicta. No podía renunciar a lo que aquel tipo provocaba en ella.

Con más nitidez recordaba la segunda vez. Aquella noche en casa de Bea. Allí ya no hubo límite de tiempo, ni nervios, ni tampoco se hicieron trampas al solitario. Bea dormía ese fin de semana sola porque Carlos estaba de viaje. Programaron una juerga de amigas, las tres juntas. Ella ya avisó a Javi que no iría a dormir. Cuando Carol insistió en ir a un local determinado, ya a altas horas, porque había quedado allí con Quique, este se presentó acompañado de Claudio. A nadie le pareció mal que acabaran la juerga en casa de Bea. Esta vez, no se ocultaron ni disimularon, ni falta que hacía. Sus amigas no se chupaban el dedo y ya sabían lo que había. La única pregunta para Bea y Carol era si ya se habían acostado o todavía no. En cualquier caso, las dudas se despejaron cuando Claudio la cogió en brazos y se la llevó al dormitorio.

Entonces ellas la animaban, en medio de la euforia y el alcohol, pensó Nerea con rabia contenida. A ninguna de las dos le pareció mal ni le dijeron: pero que puta eres…hacerle esto a Javi…

Eso fue más tarde, y no se lo dijeron con palabras, sino con indirectas e insinuaciones. A traición y por la espalda, para su parecer ¡Haber hablado cuando tenían que hablar!

Esta vez no hubo prisas mi confusión. Dispusieron de un dormitorio para ellos solos y toda la noche por delante para regodearse en el sexo, para explorar cada rincón de su cuerpo, para medir, sopesar, explorar y probar. Por su parte, aquél tremendo pollón que tanto la fascinaba. Nerea recordó como no se cansaba de recorrerlo, con los dedos, con la boca, con los ojos...era como un fetiche que la atraía irremisiblemente. Como el símbolo de aquello en lo que se había convertido su aventura con Claudio: algo animal, irracional, inevitable...

Tanto lo deseaba, que no le importaba que Claudio la tratara a veces como una zorra. Cosas que al principio soportaba, más que otra cosa, pero que luego se dio cuenta que formaban parte del juego, porque la ponían extremadamente caliente. Él sabía aplicar las dosis justas de dominación para no romper la magia, para no desequilibrar la relación, para no estropear el momento. También a su manera, sabía indicarle cuanto le gustaba y cómo a pesar de su papel de macho castigador, en realidad, estaba loco por ella o al menos por follar con ella.

Todavía, si cerraba los ojos, se podía ver reflejada en el espejo del cuarto de baño de Bea, inclinada sobre el lavabo, las piernas separadas y él buscando con la verga la entrada desde atrás a su coñito. Sintiendo aquel glande como nunca había visto otro rozarle toda su rajita. Fue la primera vez que se la metió a pelo. Después de dos orgasmos, Claudio ya estaba en condiciones de aguantar lo suficiente sin irse dentro de ella. A pesar de que Nerea ya se había corrido varias veces esa noche, otra vez sintió que se humedecía, que se encendía a medida de qué el brutal pene le iba dilatando la vagina. Notó como un pinchazo contra la matriz, cuando él llegó al fondo. Se sintió desgarrada cuándo empezó a follarla duro desde atrás, con sus manos agarrando sus caderas y sujetándola para que recibiera en toda su intensidad los vergazos. Sentía dolor y molestia por el roce, pero una vez más, todo eso se transformó en un placer incontenible que la hizo llegar de nuevo al clímax. Convulsionando, aflojándosele las piernas tanto, que al doblar las rodillas sintió que al dejarse caer en peso se la clavaba aún más adentro, si es que esto era posible. Claudio la tuvo que sujetar para que no acabara en el suelo.

Fue el último orgasmo de esa noche porque simplemente ya no podía más, estaba desecha, agotada, rota.

Cuando se despertaron, no hubo tiempo para nada. Bea los echaba con prisas porque Carlos se volvía esa mañana. Esa noche pasaron cosas también fuera de su habitación, pero una vez más ella estaba demasiado ciega para prestar atención a nada que no fuera su propia aventura. El ambiente entre Bea, Carol y Quique era algo tenso, pero hasta mucho después no pensó en ello. Todavía hoy se preguntaba si realmente había sucedido algo y como había podido influir ese algo en todo lo que sucedió después con sus amigos. Claudio la acercó con su coche hasta al lado de su casa. Se despidió de él diciéndole que esto tenía que acabar, que tenían que dejar de verse, que no estaba bien...

Él le dijo que: claro que sí, eso es lo que yo pensaba... pero se lo dijo con una media sonrisa de lobo, sabiendo perfectamente que los pensamientos de los dos iban en dirección contraria.

A partir de entonces sería una constante. Su fórmula de despedida era siempre la misma cada vez que se veían: tenemos que dejarlo, hay que cortar, esto se nos está yendo de las manos...

Efectivamente, estaba jugando con fuego y no sabía lo pronto que iba a acabar quemándose.

Tan solo apenas un par de semanas después.

Ese era el recuerdo que más le dolía. Al menos de los otros, conservaba la sensación de aventura y de placer, aunque eso no compensaba su mala conducta para con Javi.

En fin una calada más y afrontémoslo otra vez. Sabía que era inevitable, era algo que ya no se le borraría de la cabeza. No al menos mientras no cerrara ese capítulo de su vida. Quizás la llegada de Carlos, que tanto le inquietaba, sirviera para poner punto final de alguna forma... quién sabe...

Cómo podía haber sido tan tonta, ella que se preciaba de ser la más inteligente de las tres amigas.

Todo giraba alrededor del local de baile de Quique. Hasta el más idiota se había dado cuenta de que a ellas acudían allí en busca de algo más que unas clases. No faltaban ni una sola vez, se las veía emocionadas tanto al ir como al volver. Era su cita ineludible.

¿Había sospechado Javi o simplemente fue por casualidad?…ella se inclinaba por la segunda opción. Si sospechara algo ella lo había notado. Bueno, o tal vez no, porque hubo tantas cosas que pasaron a su alrededor y ella ni siquiera se dio cuenta… ¿cómo podía estar segura de que Javi no recelaba si ni siquiera le prestaba atención? En cualquier caso, no era nada descabellado que algún día pasara a recogerla por sorpresa, o simplemente a verla bailar y tomarse una copa. ¿Cómo podía haber sido tan imprudente?

En fin, todo daba igual ya.

Solo quedaba la evocación de momentos y algunos eran bastante desagradables. Se vio a sí misma con Claudio en el reservado del local de Quique. Ella sentada en un sofá y él de pie entre sus piernas, con los pantalones bajados. El falo erecto frente a su cara. Nerea jugaba a tratar de abarcarlo entero con la boca y sin embargo no podía introducirla del todo. Notaba el capullo, tocarle la campanilla, apenas introducida algo más de la mitad. Se recordó a sí misma golosa, chupando y lamiendo como si fuera un caramelo. Se deleitaba con cada suspiro que provocaba en el macho, con cada estremecimiento de placer que le hacía sufrir.

Las bragas tiradas encima del sofá, sintiéndose mojada y lista para recibirlo. Se veía a sí misma dentro de unos instantes, cabalgando… sí, lo haré así…pensaba. Empujaría a Claudio al sofá y ella se sentaría a horcajadas encima, para sentirlo muy dentro, para controlar el polvo como le viniera en gana, para sentir otra vez hasta el último rincón de su vagina lleno de polla. Todo esto lo imaginaba con los ojos cerrados, soñando despierta. Y de repente, una luz que se filtraba a través de la cortina de la puerta del reservado. Tardó apenas unos segundos en entender que alguien se asomaba, que estaban expuestos.

Le costó frenar su inercia y aún dio par de chupadas más, costándole despertar del deseo y volver a la vida real. Ahora podía ver claramente el pubis de su amante, con los dos grandes testículos colgando y el inicio del falo que terminaba exactamente dentro de su boca. Precisamente por tenerla dentro, no pudo girar la cabeza hacia la entrada. Cuándo Claudio noto que se detenía, le puso la mano la cabeza y empujó de nuevo hacia el fondo de su garganta. Seguramente estaba también con los ojos cerrados y disfrutando… o tal vez no. O tal vez lo hizo queriendo, como muestra de dominio, de macho alfa, de haber ganado la partida, con la intención de decirle a un asombrado Javi: mira lo que me está haciendo tu novia.

Un Javier qué incrédulo y con la boca abierta, observaba toda la escena a la luz que se filtraba. A ella se le cayó el mundo encima. Empujó con las dos manos el vientre de Claudio, notando como resbalaba por sus labios el miembro mientras salía de su boca, a la vez que la saliva se desparramaba por su barbilla y cuello.

Ese fue el cuadro, merecedor de estar en un lugar preferente en la exposición Universal de la infidelidad. Claudio allí, con el miembro erecto y brillante de su saliva, con la mano puesta en su cabeza, aun agarrándola por el pelo. Afirmando, no la propiedad sobre su corazón y su alma, que esa pertenecía Javi; pero sí sobre su cuerpo. Ella de rodillas, con sus dedos aún apoyados en el vientre de su amante después de haberle empujado, en un gesto que parecía rendir pleitesía al descomunal cipote. Dando la imagen tanto de condición de zorra, como de puta que se vende por unos centímetros más, aunque ella bien sabía que era mucho más que eso. Y Javi con el gesto desencajado, la mano cerrada sobre la cortina negra. Qué difícil y a la vez que fácil imaginar todo lo que estaría pasando en ese mismo instante por su cabeza, y lo que es peor, dentro de su pecho.

¿Existía un escenario posible que fuera peor? Se había imaginado así misma descubierta, tratando de hilvanar alguna explicación para justificar su conducta, para explicar a Javi lo que había pasado. Pero ¿qué podía decir en aquella situación? habría deseado gritarle a Javi que se fuera: ¡por favor vete! luego podrás gritarme, llamarme todo lo que quieras, luego imploraré tu perdón, pero ahora vete, porque no puedo soportar verte de pie mirándome.

Pero no, ni siquiera eso le fue concedido. Cuándo Javi reaccionó por fin, se dirigió hacia Claudio: ¡cabrón hijo de puta!

El primer golpe se lo dio en el pecho con el puño cerrado, pero aquella mole que le sacaba dos cabezas, ni siquiera se dio por enterada. El segundo puñetazo fue dirigido hacia la cara, pero con buenos reflejos, Claudio bloqueó la pegada y agarró por el brazo a Javi. A la vez, con el brazo propio se aferró sobre su cuello para inmovilizarlo. Su novio se revolvía desesperado, intentando zafarse del abrazo del oso y a la vez intentando golpear a Claudio, pero él no aflojaba.

- ¡Dios Claudio! ¡Suéltalo! ¡Suéltalo! ¡Javi por favor!

Finalmente, de un empujón lo lanzó hacia la puerta. Javi aterrizó fuera y se incorporó para volver a lanzarse contra Claudio, pero ella se interpuso. Tenía miedo, mucho miedo y se dio cuenta que no era miedo por ella. No en ese momento. Sentía miedo porque al daño moral se podía sumar el daño físico para Javi. No sabía de lo que era capaz de Claudio, pero sí que le sacaba dos cuerpos. No quiso ni pensar en lo que un golpe mal dado podría ocasionar y que además, sería por su culpa, todo por su culpa.

Javi escupió en el suelo y se giró yéndose de allí.

Fue entonces cuando desapareció el morbo, el instinto animal, el deseo incontenible, el placer más allá de toda medida... Y al abandonarla todo esto, se sintió vacía. Había querido tener las dos cosas y lo había perdido todo. El morbo, el deseo, el placer y también su vida...

Miró la colilla entre sus dedos, ya toda ceniza. Su mente volvió al presente. A la cita que mañana tenía con Carlos. Una sombra de preocupación volvió a nublar su semblante.

Bueno. Viniera Carlos a lo que viniera, ya no tenía veintitantos ni era la niña tonta de entonces. Había madurado y aprendido de sus errores ¿no? Pues entonces no se preocuparía innecesariamente. Carlos no haría nada que pudiera comprometerla. Si estaba allí, no era por ella.

Notó que refrescaba. Se encogió levemente. Casi sin darse cuenta, llevo su mano al vientre abultado. Era su cuarto mes y ya empezaba a pesarle. Aun dormía bien y la barriga no la limitaba demasiado, pero había que cuidarse. Algo más grande que ella y todas sus preocupaciones estaba en camino. Bien, era hora de volver dentro. Observó con incredulidad que se había fumado cuatro cigarrillos.

Se guardó la cajetilla de tabaco en el bolsillo y recogió la lata que hacía de cenicero para tirarla a la basura. Al abrir la puerta de la terraza para entrar en el salón, se lo pensó y girándose, se acercó a la barandilla. Buscó el paquete y lo lanzó a la calle. Si ya no era una veinteañera estúpida, que se notara.
 
No me acordaba ya de este relato. Yo no sé cuál de las 2 da más asco, si Nerea o Bea.
Lo que si espero es que a mí tocayo ni se le ocurra volver con Bea, ahora que está soltera.
Mejor solo que mal acompañado.
 
Bea.



Bea se sorprendió al ver qué Carol había llegado primero.

No era lo habitual en ella. Siempre con los niños a cuestas, llegando con prisa de algún sitio o teniendo que salir disparada hacia otro; lo normal es que la hiciera esperar y luego que la tuviera que dejar casi con la palabra en la boca.

Estaba al final del local, parapetada tras un donuts de chocolate y una taza de café, agitando la mano para que la viera. Bea recorrió el pasillo atrayendo las miradas del personal masculino. Botas cortas de tacón, medias oscuras y una minifalda de cuero, a juego con una chaqueta cruzada que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. El cabello largo y con tirabuzones agitándose a cada paso que daba. Segura, sensual, atrevida y guapa. Eso era lo que transmitía. No necesitó mirar, ni girar la cabeza para saber que la mayoría de los hombres habían fijado su atención en ella.

Carol le sonrió con picardía y un punto de envidia.

- Joder Bea los tienes locos… en vez de ir para los cuarenta parece que vuelves a los veinte. ¿Tú has hecho un pacto con el demonio o qué pasa?

- A lo mejor pasa que no meriendo donuts como tú….Contestó Bea risueña.

- Esto es solo un pequeño aperitivo, un lujo que me permito solo porque he quedado contigo, que luego voy todos los días al gimnasio y ya me encargo de quemarlo.


Bea pidió un té y entró rápidamente en materia.

- A ver, que es eso que de que te quieres follar a uno de los padres del cole ¿Pero tú estás loca o qué?

- Ahora te cuento, pero primero dime como estas con Quique…

- Simplemente no estamos. Ya te dije que lo hemos dejado.

- ¿Pero esta vez va en serio?

- Si, ya me he cansado. Lo nuestro no va a ningún lado.

- Como lo mío con Manu, pero mira, le pago con la misma moneda y ya está, que se joda.

- Pues yo para estar así prefiero no estar…


Bea se calló lo que pensaba realmente por no molestar a su amiga: que ella tenía su orgullo, pisoteado, pero aún vivo; que no necesitaba que Quique la mantuviera porque ganaba más que él; que no tenían hijos y que eso la dejaba más libre para actuar como le diera la gana.

- Carol, se acabó. En realidad se terminó hace ya tiempo, solo que no he querido verlo. Le he dado muchas oportunidades de cambiar, pero ya sé que no lo hará nunca, que nada volverá a ser como los primeros años.

- Nunca cambian, cariño. Somos nosotras las que lo hacemos. Cambiamos por ellos y nos jodemos.


Bea se sorprendió de lo acertado de la reflexión de su amiga. Los hombres se casan con las mujeres esperando que no cambien y acaban cambiando. Las mujeres se casan con los hombres intentando cambiarlos pero no cambian. Carol dejó de ser la alocada de la pandilla para sentar la cabeza y convertirse en esposa y madre. Cierto que hubo su parte de frio cálculo. Un empresario de éxito, guapo y con talento. De buena familia. Tan buena que apenas le dirigían a ella la palabra, como comentaba entre risas. Pero Carol disfrutaba de su condición de intrusa, de advenediza aprovechada. Manu le permitía mofarse de su familia, porque él también encontraba cierto placer en llevarles la contraria y en provocar escándalo. Y llegó justo en el momento en que a ella le empezaban a ir mal las cosas como modelo, sin demasiadas alternativas laborales. Carol sintió pánico al ver que el tren de vida que llevaba y todos sus sueños, se iban al carajo. No tenía plan alternativo. No tenía oficio ni estudios, ni sabía desenvolverse en otro ambiente que no fuera el suyo. Entonces apareció Manuel. Quería sexo abundante y guarro en la cama, una mujer despampanante que llevar del brazo y una madre que le diera hijos. Todo eso podía dárselo ella. Y respecto a las tendencias mujeriegas de Manu, bueno, ya se encargaría de cambiarlo…sin éxito, como ella misma podía constatar en la actualidad.

Bea sonrió para sí. En algo se parecían las dos. Ella también pensó que podría cambiar a Quique. Es más, creyó que lo había conseguido. Al menos durante cinco años. Pero ahora la que había cambiado era ella.

- Bueno y contigo ¿Qué pasa? ¿Quién es el afortunado?

- Felipe. El padre de uno de los niños del colegio de mis hijos.

- Tía, ¿estas segura?

- Claro. Lo traigo loco. Me lo follo cuando quiera.

- ¿No tenías a otro para echarle el lazo? Dispones de todo un gimnasio lleno de yogurines y tienes que liarte con un padre del cole…

- Es que este es el que me gusta Bea. Ya sabes lo que me pasó con el otro. No quiero niñatos. No me preguntes por qué, pero Felipe me pone muy perra. Tiene que ser él
… concluyó muy segura de sí misma.

- Juegas con fuego ¿Y si Manu se entera?

Carol meditó unos instantes, como si no se hubiese planteado seriamente esa posibilidad.

- No me importa. Mientras sea discreta y no lo avergüence en público, no tiene nada que reprocharme. No él…

- No lo veo yo tan claro…

- Bueno, soy yo la que debo preocuparme ¿no?…
dijo Carol cortante. No estaba dispuesta a que le aguaran la fiesta.

- Vale, vale, tu misma. Luego no me vengas con historias. Meter a alguien conocido en la cama es una invitación a los problemas, pero tú veras…

- Pues eso, yo veré.


Bea decidió cambiar de tercio.

- Tengo algo que contarte.

Carol subió las cejas y la interrogó con la mirada.

- El otro día vi a Nerea.

Bueno, no era nada extraño. A veces se encontraban, al fin y al cabo, compartían muchos sitios comunes, aunque ya apenas amigos.

- ¿Ah siiiii? ¿Dónde?

- En la clínica ginecológica. Va a la misma que yo. Está embarazada.

- Vaya, que sorpresa ¿Hablasteis?

- Solo un saludo formal. Le pregunte como le iba y de cuanto estaba. Cuatro meses. Parece que de momento le va muy bien. Se la ve contenta.

- Ya. Y ¿algo más?

- No, nada más.


Carol arrugó el entrecejo

- ¿Seguro?

Le lanzó una mirada a su amiga como de: por la cara que pones seguro que hubo algo más.

Bea suspiró y se rindió. Al fin y al cabo ella había sacado el tema. En el fondo quería compartirlo con Carol.

- Me dijo que quería que hablásemos. Me pidió tomar un café juntas.

- ¿Y?

- Joder Carol, ¡que no! Le dije que no podía en ese momento. Que tenía prisa.

- Tía que hace ya muchos años…

- No es algo que se olvide sin más…

- No claro, pero se puede perdonar. Mira lo pronto que yo lo hice…

- ¿Crees que es lo mismo? ¿El mismo caso?

- ¡Qué más da! Esto no os hace bien a ninguna de las dos. Seguro que Carlos ni si acuerda ya de vosotras, mientras que aquí aun seguís sin hablaros.

- Si no se lo hubiera follado, no hubiésemos dejado de hablarnos.


A Bea le tembló el pulso al llevarse la taza de té a los labios. Hizo un mohín de disgusto y movió la otra mano, como dando a entender que ese era un tema que no quería tocar.

Carol resopló y miro hacia su café. Bueno, ya había salido de nuevo el asunto. Así que era eso.

- Bea cariño, tienes que cerrar ya de una vez ese episodio

La próxima vez tómate ese café con Nerea…le hubiera gustado añadir. Tras un silencio incomodo cogió a su amiga de la mano. Bea le sonrió. No quería separarse de Carol enfadada.

- Bueno, tengo prisa, otro día nos vemos con más calma.

- Claro guapa. Ya me dirás como te ha ido con el Felipe ese.


Diez minutos después, Carol pasaba enfrente de la estación. En el polideportivo cercano, sus hijos iban a clases de futbol. Ella dejaba el vehículo en el aparcamiento. Oyó que alguien la llamaba.

Le costó reconocerlo.

- ¿Carol?

- ¿Carlos?


No se lo podía creer. Apenas unos minutos antes lo habían mencionado y….ahí estaba.

- Pero ¿Qué haces aquí? Dijo Carol. Estaba tan sorprendida que no le salía otra cosa.

- Pues mira, temas de trabajo. Tocaba venir a la ciudad y bueno, ya estaba bien de pasarle la pelota a otros compañeros.

- Tío, no me creo que te tenga ahora mismo delante. Estas casi igual.

- Pues tu no. Estas más buena que antes.

- No mientas cabrón. Estoy más rellenita…

- Al que diga eso le parto la cara.

- Oye, tenemos que tomarnos algo ¿vale? Antes de que te vayas.

- Vengo con el tiempo muy justo, pero llámame y lo intentamos.

- Claro, dame tu móvil.


Carol guardo en memoria el número de Carlos. Luego, se miraron de nuevo de arriba abajo, callados, sin saber muy bien que decirse.

- Me tengo que ir a por los críos.

- Deben estar ya muy grandes.

- Si, tendrías que conocerlos. Vaya dos trastos.

- Bueno, no te entretengo.

- Adiós Carlos.

- Adiós.


Carol caminó hacia el polideportivo. De repente se giró y observó como Carlos se marchaba sin mirar atrás. Algo extraño se le removía en la tripa. La misma sensación que notaba cuando quería hacer algo y se lo prohibía a sí misma.

Había querido darle un abrazo. No sabía por qué exactamente, pero se alegraba de verlo.

Bien, esto tenía que contárselo a Bea. Pero tenía que hacerlo tranquila y sin prisas, con tiempo para hablar con su amiga y explorar sus reacciones. La llamaría desde casa.
 
A ver si lo he entendido bien. Nerea follo con Carlos?. Y la señorita le sienta mal cuando ella hizo lo mismo con Quique y cuando estaban juntos?. Me parece mucha cara por parte de Bea.
Que por cierto, no se que tendrá pero parece que mi tocayo le gusta a las 3. Por algo será.
Por otra parte me sorprende que Nerea esté embarazada, pensaba que estaba soltera y sin novio. Estoy un poco perdido todavía.
 
Si, lo sé, amigo Luis5acont,que estamos hablando de 10 años después, pero que lo que yo sabía es que Carlos abandonaba la casa al comprobar in situ la infidelidad de Bea y rompía su relación. Lo que no recordaba es que se acostó con Nerea y que Eso motivo un distanciamiento entre Bea y Ella.
 
Si, lo sé, amigo Luis5acont,que estamos hablando de 10 años después, pero que lo que yo sabía es que Carlos abandonaba la casa al comprobar in situ la infidelidad de Bea y rompía su relación. Lo que no recordaba es que se acostó con Nerea y que Eso motivo un distanciamiento entre Bea y Ella.
Según recuerdo, Nerea se separó después de ponerle los cuernos a su pareja y por alguna razón terminó viviendo junto a tu tocayo luego que este dejara a Bea. Creo que ahí fue que jugaron al papá y a la mamá.

Lo que no recuerdo bien es como se enteró Bea.
 
Según recuerdo, Nerea se separó después de ponerle los cuernos a su pareja y por alguna razón terminó viviendo junto a tu tocayo luego que este dejara a Bea. Creo que ahí fue que jugaron al papá y a la mamá.

Lo que no recuerdo bien es como se enteró Bea.
O sea que el hijo que va a tener Nerea puede ser de el. Vaya lío!!!!
 
Carlos y Nerea.



Carlos se sentó en el banco que había justo al lado de la fuente. Le gustaba oír el borboteo del agua al correr.

Aquel era su parque favorito. Se vio a sí mismo años atrás corriendo por este lugar. Ahora ya no hacia tanto deporte. Aunque exteriormente estaba casi igual, la forma no era la misma. Entonces era capaz de correr ocho kilómetros casi sin despeinarse.

Cerró los ojos y solo tuvo que qué aspirar el aire para reconocer olores que ya creía perdidos, sonidos de otros tiempos y notar una fresca brisa en la cara.

Había algo de karma en estar allí esperando a Nerea. Ella no lo sabía, pero ese fue el sitio dónde quedó con Javi dos días después de que este la descubriera con Claudio. Un Javi desquiciado, descolocado y fatigado por la falta de sueño y también por la batalla interior. Cuarenta y ocho horas perdido, sin aparecer por el trabajo.

Un Javier al que resultaba difícil hablar o hacerle entender nada. Y que a la vez, era incapaz de explicarse correctamente, atropellándose en las palabras, gesticulante, con la mirada perdida y la atención en otro lugar, muy dentro de él.

- Pero Javi ¿no hay confusión posible? A lo mejor te imaginas lo que no es…

- Tío, la vi allí de rodillas chupándosela. Vi la cara que ponía. Le gustaba, estaba disfrutando y también vi sus ojos al descubrirme. No es la cara de alguien que ha sufrido un error o una confusión. Es la cara de: me han pillado con las manos en la masa…

- Pero igual fue un tema puntual. Igual esa noche se le fue la olla, había bebido o algo.

- Llevo dos días dándole vueltas y he atado cabos ¿sabes?
¿Cómo pude estar tan ciego? No faltaba ni un día al baile. Al principio sí, había días que no podía ir o que no se encontraba con ganas y se quedaba en casa, pero los tres últimos meses no fallaba ni uno solo, por muy cansada que estuviese, por muy mal que le pillara la clase…
Además tenía un comportamiento extraño. A veces venía súper salida. Curiosamente los días que le tocaba ir con Bea y con Carol al baile. No la había visto así desde que empezamos a salir. No fue un calentón, Carlos, me los ha puesto en toda regla.


Demasiado bien sabía Carlos que era así, él había sido testigo. Recordó a Nerea deshaciéndose de placer mientras Claudio estaba arrodillado entre sus piernas, en su propia cama, en su apartamento. Nerea siempre beligerante con las formas y las maneras; siempre queriendo quedar como la feminista del grupo; la que no toleraba salidas de tono ni chistes de grueso calibre; y ahí estaba…rendida ante un tipo que iba de castigador, de sobrado. La sometía y jugaba con ella. Nerea entró en la dinámica voluntariamente, convirtiendo en realidad esa fantasía que no dejaba traslucir en su conversación diaria. Descubriendo que le provocaba un placer inédito y desconocido.

Si, demasiado bien sabía Carlos lo bajo que había caído Nerea.

- Bueno ¿has hablado con ella?

- No.

- Pero ¿dónde estás ahora?

- En casa de mis padres. No he querido ni volver al apartamento. Carlos, necesito que me hagas un favor.

- Dime.

- Quiero que vayas a casa y que le digas a Nerea que se vaya de mi apartamento.

- Javi, no tomes decisiones en caliente.

- Carlos, si voy yo, no respondo de mí. Por favor ve, dile que recoja sus cosas y que se largue inmediatamente.

- ¿No sería mejor que se lo dijeras tú?

- No quiero hablar con ella. Le he puesto un mensaje pero dice que no se irá hasta que no hable conmigo.

- Y entonces ¿qué hago yo si no se quiere ir?

- Le voy a poner otro mensaje. Le diré que se vaya y que te dé las llaves. El contrato de alquiler está a mi nombre. Si no se va, mañana mismo lo cancelo.

- Nerea no tiene a nadie aquí ¿dónde va a ir?

- Ese ya no es mi problema.

- Javi, no la puedes dejar en la calle sin nada. Al menos habla con ella. Dale una oportunidad o una opción. Mira tío, muchas veces hemos salido nosotros por ahí y hemos tonteado con alguna chica ¿Tú estás seguro que jamás le hubieses puesto los cuernos, si se hubiera dado la situación, con un par de copas de más encima?

- Podría o no podría haber sido, pero lo que realmente ha pasado es que ella ya me los ha puesto y bien. Ahí ya no hay duda. No hay más que hablar. Dile que se vaya. Si voy yo, te aseguro que no respondo de mí. Si tanto te preocupa te la puedes quedar. Para ti entera. ¿Ahora vives solo, no?

- No digas gilipolleces Javi.

- Te lo digo completamente en serio. A partir de ahora por mí como si se folla a todo el barrio. Puede hacer con su vida lo que quiera.


Aun le parecía ver a su amigo y compañero caminar rápido y a grandes zancadas por el camino de tierra, aunque más que dirigirse algún lugar, parecía que deseaba huir de algo o de alguien.

Recordó a Nerea sentada en el sofá, la cara entre las manos, los ojos rojos de tanto llorar y la voz tomada:

- Por Dios Carlos, convéncelo. Solo quiero hablar con Javi y luego me iré, pero necesito hablar con él.

- Nerea lo he intentado, pero no atiende a razones…

- ¿Qué voy a hacer Carlos? ¿Qué voy a hacer?


Todo pasaba por su cabeza como una película antigua, de las de blanco y negro.



- Hola Carlos.

Se sobresaltó ¿Cuánto tiempo llevaba allí absorto?

- Hola Nerea.

Se levantó y se quedó frente a ella, que le dedicó una sonrisa franca. Él. Por su parte, la cogió de las dos manos y la miró de arriba abajo:

- Se te ve bien. Estás muy guapa. El embarazo te sienta.

- Gracias estoy cogiendo kilos. A ver si después vuelvo a tener la misma cintura…

- Tú vas a estar bien siempre, cariño.


Nerea se aproximó y le dio un abrazo. Carlos correspondió con un beso en la mejilla. Notó el vientre abultado contra el suyo.

- ¿Va todo bien?

- Sí, va genial.

- Y ¿eres feliz?

- Sí Carlos, lo soy.

- Jorge estará contento ¿no? Por lo del niño digo.

- Bueno fue decisión más mía que suya, pero a medida que se va haciendo a la idea, le va gustando. No para de tocarme la barriga. Creo que será un buen padre.

- ¿Que te apetece? ¿Nos sentamos? ¿Tomamos un refresco?

- Prefiero andar. Me viene bien para el embarazo.


Tomaron un sendero que bordeaba el jardín.

Caminaron cogidos del brazo y callados durante un buen rato. Se sentían cómodos sin hablar. A pesar del tiempo transcurrido, entre ambos seguía habiendo una buena sintonía que les permitía compartir silencios.

Nerea recordó casi sin querer. Cómo quién coge aire antes de sumergirse bajo el agua, ella rememoraba acontecimientos antes de formular las preguntas que tenía que hacer a Carlos.

Su sola presencia le daba seguridad. De alguna forma se sentía refugiada a su lado. Quizá porque en los peores momentos fue el único que estuvo ahí. El que la llevo a su pequeño apartamento de una habitación, cuando Javi se negó en redondo a hablar con ella y además la echó de casa.

Sentía una terrible angustia. Sabía que lo que había hecho no tenía reparación posible, pero por lo menos tenía que pedirle perdón a Javi. Tenía que intentar como mínimo explicarle cuánto lo sentía, que no había dejado de quererlo, que eran otros sentimientos y otros impulsos los que la habían empujado a hacer aquello. Pero que jamás había pretendido hacerle daño y que tenía claro que si debía elegir, lo elegiría a él.

Pero su novio se negaba a verla y a cogerle el teléfono. La única comunicación posible era a través de Carlos. Y solo para decirle que lo dejara en paz, que no quería volver a saber nada de ella.

Tuvo que hacer guardia durante horas hasta que al fin, Javier volvió al apartamento que habían compartido hasta ese día. Retazos de frases le llegaban mezclados con el rumor de las hojas de los árboles, mecidas por la brisa:

- Javi, por favor, escúchame.

- No hay nada que decir Nerea.

- Te lo suplico, solo dame diez minutos.

- Tienes uno. Suelta lo que tengas que contarme y vete para siempre.

- Aquí no, por favor, déjame entrar.

- No vas a entrar nunca más en mi casa ni mi vida…


Fue el minuto más desagradable y doloroso de toda su vida. Más incluso que aquel, en el que la sorprendió de rodillas, haciéndole una felación a Claudio. Entonces, al menos la sorpresa amortiguó el dolor. En esta ocasión sintió que se abría en canal.

Trató de pedir perdón y de explicar lo que no tenía explicación. La respuesta y la actitud de Javi no dejo el más mínimo resquicio a la piedad, a la clemencia o al consuelo, por todo lo que acababa de perder.

Esperaba que al menos, su novio valorara el coraje que ella había demostrado, al plantarse delante de él y al reconocer su culpa. Esperaba al menos, un gesto de despedida que dejara traslucir lo que hasta hacia solo dos días sentían el uno por el otro. Cualquier cosa que atenuara o calmara aunque fuera mínimamente el dolor. Pero tuvo que volver con un baño de resentimiento, de amargura, con la herida abierta y llena de sal.

Solo Carlos estaba ahí para franquearle la única puerta que se abrió para ella esos días. El único hombro que encontró para llorar, el único abrazo que sintió. Carlos la obligó a salir a cenar algo y a darse un paseo por el parque. Cualquier cosa para que ella no cayera en la locura y en la desesperación definitiva. El único que la sostuvo por la cintura. Fue de él, el único calor que recibió. Recordaba esa noche y el día siguiente como entre neblina.

¿Y sus amigas? Carol desaparecida, haciendo un pase en no sé qué sitio. Desfilando a 80 € el día con no se sabía que marca rara, cuando ella hubiera dado una millonada solo por tenerla a su lado apoyándola.

¿Y Bea? Bueno lo de Bea fue aún peor. Nerea había estado demasiado ocupada poniendo su vida patas arriba, para darse cuenta de lo que sucedía alrededor. Algo había ocurrido con Bea y Carlos. Ya no vivían juntos desde hacía unos 10 días. Justamente desde la noche en que se habían quedado los cinco a dormir en su casa. Seguramente algo relacionado con el tonteo que se traía con Quique, aunque se suponía que este estaba enrollado con Carol. Desde luego sospechoso era, pero Nerea no tenía constancia de que hubiesen ido más allá. ¿Había pasado algo aquella noche? De lo único que tenía constancia es que Carol y Quique habían follado, lo que por lógica debía excluir a Bea de la ecuación. ¿O acaso no era así?

Sea cual sea el motivo por el que habían discutido, ella no tenía la culpa y en ese momento, no era consciente de que fuera una separación definitiva de la pareja amiga.

Por eso se sorprendió, cuándo después de una semana en la que Bea no había dado señales de vida y apenas había contestado alguna de sus llamadas, se plantó en la puerta del trabajo a buscarla.

En su santa inocencia pensaba que era la amiga que por fin llegaba al rescate. Solo tenía ojos para sí misma y para su pena. Extrañada, se dio cuenta como la miraba Bea y como rechazaba el abrazo, interponiendo duras palabras entre ambas.

- ¿Estás con Carlos?

- Sí Bea. Me ha dejado qué me vaya a su apartamento.

- No me has entendido. Te estoy preguntando si te acuestas con Carlos.

- ¿Cómo?
Una confundida Nerea la miro incapaz de reaccionar… Pero ¿qué dices?

- ¿Estás con él? ¿Es por eso que no quiere hablar conmigo?

- Bea, eres gilipollas.

- Y tú una puta. Se los pones a Javi con Claudio y cuando te echa la calle te follas a mi novio. ¿Ese era el plan “b” por si te pillaba Javier?

- Serás zorra ¡vete a la mierda! Eres tú la que tonteaba con Quique. Fuisteis tú y Carol las que me animasteis a ponerle los cuernos a Javi.

- ¿Nos echas la culpa a nosotras de lo que has hecho?

- Y ¿qué coño se supone que has hecho tú para que Carlos no quiera hablar contigo?

- Nada que a ti te importe. Tú lo que tienes que hacer es dejarnos en paz a Carlos y a mí. Lo que quiera que tengamos que arreglar es cosa nuestra y lo último que necesito es tenerte a ti metida en su casa.

- ¿Ahora ya no estoy en su cama? ¿Solo en su casa? A ver si te aclaras guapa.

- Nerea, te lo advierto…

- Tú no me das órdenes a mí, me tenéis hasta el coño todas y todos…


Ambas se desafiaron con la mirada. El gesto contraído, la ira asomando a los ojos.

Ahora era capaz Nerea de ver las cosas con más distancia, con más tranquilidad. ¡Cómo pueden cambiar las cosas entre dos amigas cuando ambas están alteradas, con una visión de la realidad distorsionada!

Sea lo que fuere que le pasara a Bea, resultaba evidente que no se encontraba en condiciones de razonar, ni de atender a su amiga.

Y Nerea tampoco estaba en su mejor momento, desde luego. Si hubiera podido volver atrás en el tiempo, sabiendo lo que ahora sabía, habría mantenido la calma y habría tratado de tranquilizar a Bea. La habría cogido de la mano, abrazado, le habría asegurado que no tenía absolutamente nada que temer, se habrían plantado juntas en la puerta de Carlos y lo habría convencido de que escuchara a su amiga, igual que ella había rogado a Javier un día antes.

Pero en ese momento no estaba para entender a nadie. Todo su universo estaba patas arriba. Se encontraba sola frente a una situación que era incapaz de gobernar o reconducir y sus amigas, las que se suponen que deberían haber estado ahí para apoyarla ¿dónde estaban?: una desaparecida y la otra, plantándose allí y echándole en cara que se estaba acostando con su novio.

¡Dios qué injusto! pero ¿qué le pasaba a todo el mundo? ¿No era suficiente con que ella ya se hubiera vuelto loca y hubiese pegado el patinazo que había pegado? ¿Todo el mundo tenía que perder la cabeza ahora?

Nerea sintió que se acaba de soltar del último sitio al que podía agarrarse. Estaba herida, defraudada y muy, muy asustada.

Pues Bien, que se fueran todos a la mierda…

Así pues, no hizo nada de lo que la lógica le hubiera dictado. Por el contrario, actuó con las tripas, dejándose llevar por la cólera y la ansiedad.

- Bea guapa, que te den mucho por el culo…



Nerea llegó llorando al apartamento de Carlos, echándose en sus brazos apenas este abrió la puerta.

- Pero ¿qué te pasa?… preguntó. Ella se lo contó


Carlos monto en cólera:

- Pero ¿que se ha creído esta? Nerea observaba incrédula como Carlos marcaba el número de Bea en su móvil.

- Bea ¿se puede saber qué le has dicho a Nerea? ¿Qué coño es eso de que nos acostamos juntos?

- Me parece genial Carlos. No quieres hablar conmigo y ahora me llamas porque he discutido con Nerea. No te interesa saber cómo estoy ni por qué llevo quince días intentando hablar contigo…

- Lo que yo lo que tú y yo tengamos que hablar no tiene nada que ver con Nerea, así que déjala en paz.

- Ya veo lo preocupado que estás por ella, así que aprovecho para preguntarte a ti también: ¿Os estáis acostando?

- No tengo que darte a ti ninguna explicación de lo que hago con mi vida. Ya no estamos juntos y te lo vuelvo a repetir: deja en paz a Nerea.


Antes de que Bea pudiera contestar ya había colgado Carlos.

Nerea observaba incrédula. Trató de secarse las lágrimas.

- Carlos

- ¿Qué pasa?

- Te ha preguntado si nos acostamos juntos.

- ¿Y?

- ¡Joder Carlos, que no le has dicho que no!

- Mira Nerea lo que yo haga o deje de hacer ya no es asunto de Bea. No tiene ningún derecho a preguntarme nada.

- Pero se va a pensar que…

- No me importaría que fuera verdad. Tú eres mucho mejor que ella.


Esa noche Nerea no pudo conciliar el sueño. Se sentó en el sofá. Con un Carlos que tampoco podía dormir. Compartieron una infusión. Sorbo a sorbo, se iban pasando la taza el uno al otro.
Sin hablar, simplemente se rodearon con los brazos y permanecieron mucho rato así.

Cuando Carlos por fin decidió irse a la cama, Nerea lo acompañó. Esa noche no hubo sexo pero durmieron juntos.

Bea se equivocaba, pensó Nerea. Pues ya ves, no follamos…pero eso tardaría poco en pasar.

Tres días para ser más exactos, si Carlos no recordaba mal...

Sentían la grava del camino crujir bajo sus pies, siguiendo la cadencia monótona de sus pasos.

- ¿En qué piensas? preguntó Carlos.

- Me estoy acordando de nosotros dos. Aquellas dos semanas juntos.

- ¿Te arrepientes?

- No, no me arrepiento. Quizá ahora hubiese hecho las cosas de forma diferente, pero he aprendido que darle vueltas al pasado no tiene sentido. Lo que pasó, pasó y ya está. Los dos sabemos que no actuamos con mala intención. Solo estábamos heridos, desorientados y vulnerables. Al menos yo. Creo que era lógico que sucediera. En ese momento solo nos teníamos el uno al otro.


Carlos recordó aquella noche. Su ritual habitual: ir a trabajar, volver a casa, cenar y luego, sentados en el sofá, beberse una botella entera de vino abrazada Nerea a su cuerpo. Dejándose anestesiar por el dulce sopor del alcohol. Buscando el calor y el olvido. Intentando dar tregua al dolor que producen los sentimientos.

Una hora. Dos quizá...

Mirando la tele sin ver nada. Y luego a la cama juntos, a esperar que el vino y las pastillas hicieran su efecto. Una vez más, Nerea buscando protección en su costado. Y así normalmente era como el día acababa.

Pero esa noche no. Primero fue un beso; y luego otro; y luego unos labios que buscaban el cuello de Nerea; y de ahí iniciaron un recorrido que acabó minutos después entre sus piernas.

Fue sexo desesperado, intenso y loco. De los que ya no tienen nada que perder, de los que sienten rabia, de los que deciden huir hacia adelante. Pero al menos, al final, era algo que les hacía sentirse vivos de nuevo. Deseados. Resarcidos de alguna manera.

Cómo si de repente hubieran descubierto otra vez, que eran dos cuerpos jóvenes repletos de hormonas, se buscaron frenéticamente, con ansia. Follaron de forma viva. Nerea se ofreció para él, con sus muslos bien abiertos, queriendo sentirlo muy dentro y él la penetró muy fuerte.


Casi se hacían daño y a pesar de la excitación, les costó llegar al primer orgasmo. Pero cuando lo hicieron los dos juntos fue como una liberación. Como si hubiera estallado esa burbuja asfixiante que los contenía.

Se quedaron enganchados como dos perros en celo, después de descargar. Abrazados, echándose el aliento mutuamente, sin hablar, sin decir nada, ni falta que hacía.

Luego, sin poder dormir, más caricias. Esta vez más suaves, más lentas. Buscando relajar más que dar placer y que sin embargo, también acabaron en orgasmos. Uno o dos, quizá tres para Nerea… quién sabía… el tiempo estaba como suspendido.

Carlos solo recuerda a Nerea encima suya, con el pene aún dentro y abrazada a él. Un par de parpadeos y entra en un sueño profundo, apenas un par de horas antes de que la claridad de la alborada se filtre por la ventana. Y sin embargo… todo un mundo transcurrió en sueños.

Fueron las dos únicas horas que ambos habían podido dormir profundamente en los últimos días. Esta rutina se alargó un tiempo, aunque ambos sabían que no tenía futuro. Una vez pasado el duelo, tendrían que rehacer sus vidas. Y lo más probable es que fuera por separado.

Dos semanas después, Carlos se marchaba de la ciudad. Nerea se quedó en el apartamento alquilado.

Pero de todo eso hacía ya años. No muchos, pero si los suficientes para despejar algunas dudas.

- Carlos, ¿puedo preguntarte algo?

- Sí, claro.

- ¿Qué sucedió entre Bea y tú? Nunca me lo has contado.


Carlos se detuvo y respiró hondo. Tomaron asiento en uno de los bancos del parque.

- Creo que lo sabes Nerea.

- No, solo lo sospecho. Creo que pasó algo con Quique ¿Verdad? Nunca supe los detalles. Solo que discutisteis.

- Me di cuenta que no era la persona que yo creía. Solo eso.

- Carlos tú la querías. No digas que estabas equivocado. Cuando se ama, uno no se equivoca.

- Tienes razón, yo no fui el que erró. Fue ella la que metió la pata.

- Igual que yo con Javi ¿verdad?
Dijo Nerea con un nudo en la garganta.

- No, no fue exactamente igual. Carlos le acarició la mejilla.

Ella no insistió. Estaba claro que Carlos no quería entrar en el tema. Era algo que aún tenía muy dentro y solo él podía decidir cuándo sacarlo. Pero todavía necesitaba hacer otra pregunta.

- Carlos ¿Por qué has vuelto?

Dudó antes de contestar. Como si estuviera decidiendo aun lo que iba a decir. Como si no tuviera claro por qué había regresado.

- Tengo que tener una conversación con Bea. Hay cosas que debo decirle. Temas que tengo que cerrar ya de una vez por todas.

- Y solo podías hacerlo si ya no estaba Quique ¿verdad? Por eso has tardado ocho años.


Carlos le lanzó una mirada de reconocimiento. Era lista Nerea. Ataba cabos.

- ¿De verdad crees que es buena idea? Lo de remover el pasado…

- He intentado vivir con ello, olvidar, pero no puedo. Tengo que enfrentarme a mis fantasmas.

- Puede hacernos daño…


A Carlos no se le escapó ese plural…”hacernos”…

- No cariño, a ti no, te lo aseguro. Esto es entre ella y yo. No haré nada que te pueda perjudicar. Al revés, creo que aclarar las cosas te sacará a ti de la ecuación. Bea fue injusta contigo. Tú solo tienes que preocuparte de ti, de Jorge y de lo más importante…dijo mientras le ponía la mano en el vientre.

Nerea le sonrió y apoyó la cabeza en su hombro. Como hacía años, en aquel sofá, cuando ambos estaban hundidos.

Cuando se despidieron, unos minutos después, ella no pudo evitar una sensación de mareo. A pesar de todo, no se quedaba tranquila. En el pasado habitaban sombras que no sabía si convenía despertar.
 
Nerea cometió un gran error dejándose llevar por un imbécil como Claudio, eso es cierto.
Pero la verdad, me hubiera gustado que Nerea y Carlos acabarán juntos.
Bea está demostrando que jamás se mereció a mi tocayo y veremos a ver en qué condiciones esta cuando hablen, porque si hay alguien que aquí se equivocó fue ella.
Sinceramente, no sé si volverán, pero, desde luego, para mí no se lo merecería.
 
Hay cosas que no logro entender y no recordaba.

Porque diablos Carlos intercedía por Nerea ante su novio cornudo, si era amiga de su ex novia la cual le había hecho lo mismo?, es decir, a él lo cuernean, se separa de su novia, pero por otro lado, trata de convencer a su amigo para que perdone a Nerea. Entonces porque no se aplicó el cuento?, o entendí mal o estamos todos locos.

Y otra... 8 años?, 8 años sin poder superar a una hdp que te rompió el corazón?, que mal me caen los idotas sin dignidad.
 
Hay cosas que no logro entender y no recordaba.

Porque diablos Carlos intercedía por Nerea ante su novio cornudo, si era amiga de su ex novia la cual le había hecho lo mismo?, es decir, a él lo cuernean, se separa de su novia, pero por otro lado, trata de convencer a su amigo para que perdone a Nerea. Entonces porque no se aplicó el cuento?, o entendí mal o estamos todos locos.

Y otra... 8 años?, 8 años sin poder superar a una hdp que te rompió el corazón?, que mal me caen los idotas sin dignidad.
Tampoco hay que ser tan duro con mi tocayo.
Yo creo que si lo ha superado y lo único que quiere es cerrar esa etapa.
A mí me hubiera gustado que acabara con Nerea, porque creo que entre los 2 surgió algo más que una amistad.
Pero eso ya es imposible porque Nerea ha rehecho su vida y creo que es feliz.
Mucho me temo que todos los caminos conducen a una reconciliación con Bea, aunque creo que no se lo merece.
 

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