Estoy sentada en el váter del baño de personal, las medias flojas en los tobillos, la braga tibia bajo el uniforme. El pipí sale lento, aliviando el cuerpo como si se deshiciera de la guardia a chorros. El vientre también se afloja, en ese otro descanso silencioso que llega cuando por fin una se sienta… y no hay prisa. Solo cuerpo.
Apoyo el móvil en el muslo. Tecleo con el pulgar:
“Glory sexshop horario”
El wifi del hospital tarda, como todo.
“Abierto”
Bien. Sigo a tiempo. Sigo… mojada.
Y justo entonces vibra el móvil.
"Llega pronto a casa, que voy al gym. Cuida a Luna."
Mi marido. Sin emoticonos, sin “hola”, sin “cómo estás”.
Solo eso. Una orden envuelta en rutina.
Cierro los ojos un segundo. Respiro. El deseo se me queda atrapado en la garganta como una pastilla mal tragada. Me limpio. Me subo la ropa. Miro la marca en la braga: un poco de flujo, un poco de ganas.
No digo nada. No contesto.
Salgo del baño con el móvil en el bolsillo y la sensación de estar a punto de hacer algo que no toca.
				
			Apoyo el móvil en el muslo. Tecleo con el pulgar:
“Glory sexshop horario”
El wifi del hospital tarda, como todo.
“Abierto”
Bien. Sigo a tiempo. Sigo… mojada.
Y justo entonces vibra el móvil.
"Llega pronto a casa, que voy al gym. Cuida a Luna."
Mi marido. Sin emoticonos, sin “hola”, sin “cómo estás”.
Solo eso. Una orden envuelta en rutina.
Cierro los ojos un segundo. Respiro. El deseo se me queda atrapado en la garganta como una pastilla mal tragada. Me limpio. Me subo la ropa. Miro la marca en la braga: un poco de flujo, un poco de ganas.
No digo nada. No contesto.
Salgo del baño con el móvil en el bolsillo y la sensación de estar a punto de hacer algo que no toca.
			
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