No hay de qué. Un placer.
Sigo casado, pero como ya peino algunas canas y aunque me gusta mucho el sexo, ya no es tanto una prioridad. Lo que sí es que uno no quiere o no el apetece, no se folla y yo paso de estar mendigando.
Cuando tengo muchas ganas pues eso, me voy a una masajista erótica, ahora me gustan las cosas tranquilas. Si me apetece, las pocas, acabamos follando y si no pues nada porque el erotismo me pone muchísimo.
También es cierto que no hace mucho me lié algo con una compañera de trabajo, pero le entró el tembleque porque estaba casada y yo no quiero problemas así que de mutuo acuerdo (en realidad tomé yo la iniciativa) decidimos que no era buena idea continuar. Fue algo que no duró mucho, unos meses, dicho sea de paso.
Pero ya te digo, me gusta mucho follar, pero tampoco voy a estar mendigando. Eso lo tengo clarísimo. En las relaciones con las mujeres en general, y en el sexo en particular, son tan peligrosos los tarados como los pagafantas.
Para acabar, un ejercicio de manual básico de psicología para torpes. Imagina una balanza y pon en un plato, los pros de divorciarte y los contras en el otro plato. Si la balanza se inclina hacia estos últimos, lo que supone no divorciarte y, por ende, no follar en casa, pues hay solo dos caminos o por lo menos yo solo veo dos: uno, aguantarte, o dos buscarte las lentejas en otro lado de forma discreta.
Suerte.