A distancia

Hotlove

Miembro muy activo
Desde
14 Sep 2023
Mensajes
205
Reputación
2,734
Siempre hay una primera vez para algo. Hasta para un cornudo. ¿Quieres saber cuándo fue la primera vez para esta pareja? Siéntate, ponte cómodo/a y dime en comentarios si lo has disfrutado y cómo, sobre todo si eres chica. Si me das detalles, lo disfrutaré yo también y quizás te haga una historia a tu medida...


Distancia

Eva y Rubén se besaron y se dieron un fuerte abrazo. En un par de horas salía el avión. Llevaban diez años casados y seguían con la misma pasión. Se conocieron después de haber tenido malas experiencias con varios ex y desde el primer momento supieron que nada iba a separarlos. Podrían enfadarse, dejarse de hablar dos o tres días, no contestar mensajes a pesar de leerlos y estar seguros de que el que estaba equivocado era el otro. Pero al final uno daba el paso, se tragaba el orgullo y le dejaba una flor en el vaso donde dejaba el cepillo de dientes, o le daba un beso en los labios cuando creía que el otro estaba dormido. Siempre era igual. Y los días siguientes eran una espiral de sentimientos, caricias y sexo desenfrenado. A veces habían llegado a pensar que era bueno enfadarse, distanciarse, para al final estar más cerca que nunca. Era el clímax después de la tempestad. Y merecía la pena.
Rubén trabajaba en una empresa de transporte. Trabajaba de ocho a seis y en su descanso de dos horas comía algo y se iba una hora al gimnasio. Estaba en forma. A Eva le encantaba su culo respingón, duro, sobresaliendo de esa espalda fuerte, fibrosa, sus brazos firmes y sus hombros de nadador. Cuidaba también su piel y su pelo. A veces se reían discutiendo a ver quién tenía más cremas. Pero a ella le gustaba que él se cuidara, se depilara su vello, se recortara su barba de tres días con precisión, y cambiara de corte de pelo cada ciertos meses. Y, al final de todo, pareciera que simplemente era que tenía suerte de tener esa figura. Ella sabía que se lo curraba, y mucho. Y le gustaba el esfuerzo que ponía para seguir siendo sexy.
Eva trabajaba como jefa de tienda de una gran compañía de ropa. Había conseguido ascender por méritos propios y, además, cayendo bien, algo muy difícil en ese mundo. Se iba a correr cada mañana al amanecer y eso le cargaba las pilas, y, de paso, le modelaba el culo.
Ese fin de semana le habían asignado un estudio de mercado in situ en varios países escandinavos. Pasaría algunos días entre Suecia, Dinamarca y Noruega. Era un viaje importante. De ello dependía dejar definitivamente el trabajo en el terreno y pasar a dirigir definitivamente desde una oficina. Y eso le ponía mucho...
En el aeropuerto, justo antes de pasar por el arco de seguridad, Eva se giró y vio a Rubén mandándole un beso y, sonriendo, hacer con gestos una llamada telefónica. Eso la hizo reír. Era un mensaje encriptado. Viajaba tanto que, un día, Rubén la llamó sobre las diez de la noche. Estaba revisando unos documentos. Él estaba tan caliente que tuvieron por primera vez sexo por teléfono. Fue algo sorpresivo y excitante y los dos quedaron muy satisfechos. Y prometieron repetirlo cada vez que estuvieran separados unos días. Y nunca fallaban. Quizá coincidía que él estaba cenando con amigos, y ella lo llamaba desde Roma para calentarlo. Le decía lo que llevaba (o no) puesto. Y lo jugosas que son las almejas en su jugo. Otras veces la llamaba él, sabiendo que tenía una mañana de reuniones. Si ella lo cogía, estaba perdida. Sabían que iba a terminar en su despacho cerrando las venecianas y haciéndose un dedo, para después acercarse de nuevo a la reunión con rubor en las mejillas. Creía que una de sus compañeras se había dado cuenta. ¿Por qué si no la miraba sonriente cada vez que se ausentaba para tener un orgasmo? Seguro que su cara reflejaba algo.
El viaje resultó duro. Las reuniones, peor. La comida del hotel, horrible. Y el clima, desapacible. Lo que se suele decir un día magnífico. Se fue al hotel con ganas de una ducha y de abrazar la almohada. Eso hizo. Y a las once, recibió una llamaba de Rubén:
-Buenas noches, amor. ¿Cómo estás?
Eva estaba aturdida.
-¿Rubén? Joder, me has despertado, Lo que me faltaba para concluir el día. ¡Son las once!
-Una buena hora para darte un masaje virtual...
-No me lo puedo creer. Joder, ¿tú crees que ahora tengo ganas de un masaje? ¡Lo que quiero es dormir!
-Vaya, no te pongas así. Perdona. No he mirado bien la hora. Y quería decirte lo que me encanta tocarte las tetas.
-¡Tú lo que estás es muy caliente y yo estoy en la jodida tundra siberiana intentando taparme con el edredón! Joder, esto ha sido la guinda del pastel! !¡Ya hablaremos!
Y colgó.
Al otro lado de la línea Rubén miró al teléfono, como en las películas. Se dio cuenta que la había fastidiado. Debería haberlo pensado mejor. Se sintió mal, al igual que su libido. Se fue a la cama enfadado consigo mismo.
Al día siguiente, el ambiente cambió. En la primera reunión Eva cerró un acuerdo importante con un gran proveedor sueco, lo que le valió la enhorabuena de su jefa desde Madrid vía email. Después el grupo de directivos españoles y suecos se fueron a celebrarlo en un restaurante de Estocolmo. Era cocina fusión, muy atrevido. Y en la carta de los vinos había algunos españoles de excelente calidad. Así que se levantó, y dijo con su inglés de un año en Oxford: “Estáis todos invitados a unas botellas de vino español. Maridan perfectamente con la cocina experimental sueca. ¡Por un futuro magnífico de cooperación entre las dos compañías!” -Brindó.
Toda la mesa estalló en aplausos. Y lo que se abrió no fue una, sino cinco botellas. La sobremesa se alargó y la temprana noche escandinava se les echó encima.
Se tomaban una copa cuando algunos empezaron a despedirse. Juan y Mónica, consejeros asociados de Eva, tenían que coger un vuelo nocturno para regresar a España, así que llamaron un taxi. La mayoría de los suecos estaban tan borrachos que olvidaron el inglés y empezaron a hablar entre ellos en su idioma. Eva se dio cuenta que aquello no iba a terminar en un baile, como en España, así que decidió retirarse. Además, estaba bastante borracha. No quería arruinar el magnífico acuerdo que había cerrado, así que decidió llamar un taxi para regresar al hotel. Pero entonces se le acercó Lars. Era el responsable de ventas nacionales de su compañía, y en algún momento de la negociación había tenido sus más y sus menos con Eva. Pero la cena, y sobre todo el vino, había borrado cualquier rasgo de resentimiento. De hecho, Lars se le acercó y le dijo en inglés: “¿Ya te vas?”, a lo que Eva le contestó: “Sí, veo que la fiesta está decayendo”, con esa sonrisa pícara que desconcertaba a cualquiera.
-Si quieres, vamos juntos en taxi. Yo vivo en el centro, cerca del hotel. No voy a coger el coche; he bebido demasiado.
“Estos escandinavos, siempre tan correctos y responsables. Tan modélicos. Y tan aburridos” Pensó sin darse cuenta de la sonrisa que esbozaba.
-Vale.
Se montaron en el taxi y en diez minutos ya estaban en el centro. Se bajaron en la puerta del hotel.
-¿Te apetece tomarte una copa antes de irnos? Hay un pub muy cerca que suele estar abierto hasta tarde- Dijo Lars.
Eva lo miró. Intentó ver en sus ojos algún rastro de intención oculta. Pero el chico sonreía con una mirada inocente, aunque con ojos expresivos. Y pensó: ¿Por qué no?
-Vamos. La noche es joven todavía.
En el pub se tomaron un par de copas, y no pararon de reír. A él le gustaba el desparpajo y la alegría de esa española. Ese pelo moreno. Los ojos penetrantes, casi demasiado intensos. Quemaban. A ella le gustó su naturalidad. Su caballerosidad. Se encontraba extrañamente cómoda. Y se reía mucho. Y, por qué ocultarlo, no era difícil imaginar un buen cuerpo detrás de ese traje de Hugo Boss.
-Bueno, me ha encantado la noche. Pero debo irme al hotel. Mañana regreso a España a mediodía y me gustaría descansar algo.
Él la miró con una divertida cara compungida y le dijo: -¡Qué pena! Yo creía que esta noche no iba a terminar nunca.
Ella se quedó desconcertada. Le pareció una frase terriblemente poética. Y se sintió atraída por primera vez.
-Bueno, si quieres vemos si en el bar del hotel siguen poniendo copas. -Dijo Eva.
-Me parece una estupenda idea. Vamos.
Entraron en el lobby y por las luces ya se intuía que por esos lares los bares cierran muy pronto. Al ver que ya habían cerrado y la cara de decepción de él, ella le dijo casi sin pensarlo: “En mi habitación podemos tomarnos una copa del minibar”. Fue decirlo y darse cuenta de que se había pasado. Eso era una invitación a dejarle entrar por la puerta. Darle permiso a besarla en el cuello. A chuparle el lóbulo de la oreja. A quitarle el sujetador. A dejar bajar un dedo humedecido por la columna. A bajarle al tanga con los dientes. A llevarla al paraíso.
-Claro, ¿por qué no? -contestó Lars con una sonrisa.
Subieron por el ascensor callados, inquietos, con los nervios en la piel, con los pezones a punto de rasgar la ropa, con el pene poniendo a prueba la elasticidad del bóxer.
Entraron en la habitación. Nada más cerrar la puerta, él la agarró por las manos, subió sus brazos apretándolos contra la pared y la besó en la boca. Ella se entregó. Estaba tan caliente que su respiración era entrecortada. Mientras él la besaba, ella restregó su pubis contra el miembro ya duro, se liberó una mano y le apretó el culo contra ella. Sus lenguas parecían pelearse en una batalla dentro de sus bocas. No había nada en ese momento más íntimo y sexy que ese beso que no parecía tener final. Húmedo. Obsceno. Rodeando una lengua a la otra, rozándose suavemente la punta, chupando la del otro con fruición, provocando una descarga eléctrica en lo más profundo de sus cuerpos. “Ahora entiendo lo del beso de las españolas”, pensó él. “Si este rubio besa así, ¿que no podrá hacer con el resto de su cuerpo?”, pensó ella.
Entonces Eva tuvo una idea que la puso todavía más cardíaca. Lo miró con una sonrisa pícara y le dijo: “Si quieres seguir adelante, tienes que darte una ducha. Te espero en la cama”. Lars la miró desconcertado, y al ver la oferta, no perdió ni un minuto. Entró apresuradamente al baño. Entonces Eva se quitó la ropa y se fue a la habitación. Cogió el móvil que estaba en la mesita de noche e hizo una videollamada a su marido. Justo antes del quinto tono, Rubén cogió. Estaba viendo la tele. Al ver a su mujer en ropa interior y acostada, supo que algo interesante iba a pasar...
-Estás muy sexy. Ya veo el plan. Y me gusta- Dijo Rubén.
-Pues hoy quiero ofrecerte algo nuevo en el menú. Primero, desnúdate. Quiero ver tu cuerpo. Segundo, voy a sugerirte algo especial. Puedes aceptarlo o no. Si decides que no, no pasa nada. Cortas la llamada y ya está. Si decides seguir adelante, tú estarás al mando. En definitiva: siempre ganas tú ¿Qué te parece?- Le dijo con voz sensual.
-No entiendo nada. ¿A qué te refieres? Necesito que seas más explícita. Pero por ahora tengo que reconocer que me gusta el suspense...
-Pues es muy sencillo. ¿Recuerdas que muchas veces hemos fantaseado con hacer un trío? ¿Con un chico o con una chica? Pues, ¿qué te parece si hacemos uno online? Esta vez sería un chico. Podríais hacerme lo que quisieran vuestras mentes calenturientas. Yo me dejaría llevar. Me encantaría haceros disfrutar. Haría todo para haceros felices. Y esperaría que vosotros hicierais lo mismo conmigo, por supuesto.
Rubén la miró desconcertado y muy caliente a la vez: -Me parece una idea genial. ¿Cómo quieres imaginar al otro? ¿Quién quieres que empiece contigo? ¿Dónde estaríamos?- Rubén empezó a acariciarse.
Entonces Eva le contestó:
-Rubén, no tienes que imaginar nada. Solo tienes que mirar. Y pedir. Corazón, no estoy sola.
El corazón de Rubén se puso a mil. Se mezclaron la sorpresa, la excitación y los celos en una milésima de segundo. Nunca podría haberse imaginado esto. Muchas veces, en medio del sexo hablaban de cómo sería introducir a una tercera persona en sus juegos. Ella siempre describía a un negro musculoso y bien dotado y él a una oriental sumisa entregada a dar placer a ambos. Cada loco con su tema. Pero imaginar eso y llevarlo a cabo era otra cosa muy diferente. Y hacerlo a miles de kilómetros de distancia era jodidamente diferente.
-Eva, me has dejado de piedra. No sé qué contestar.
-Rubén, simplemente contesta estas dos preguntas: ¿Te gustaría verme follar con otro tío? ¿Te gustaría ser tú quien decidiera que cosas van a pasar en esta cama?
Rubén se quedó callado durante unos segundos que parecieron horas, y respondió:
-Sí.
En ese momento, escuchó entrar a alguien en la habitación de su mujer, aunque la videollamada solo enfocaba a su mujer. Los escuchó hablar en inglés.
-Hey, Eva, what are you doing?
-Nothing, Lars. I am talking with my husband. He wants to be part of what is going to happen here.
-I do not understand. Are you talking to him right now?
-Yes, We are doing an ***** conversation. And he wants to supervise everything that happens here, if it is ok with you.
Eva tenía una especial habilidad para sorprender a todos los hombres. Ninguno quedaba indiferente.
Lars la miró, y se acercó al móvil. Cuando los dos hombres se vieron, fue una situación muy tensa. Pero Eva no podía parar de sonreír.
-Ya veo tu cara. Todos los tíos sois unos cerdos, y os encanta decir cosas sucias a las tías, y tenéis una imaginación pornográfica. Pero, cuando se trata de hacer algo de verdad, os echáis atrás.
-Yo no he dicho que vaya a echarme atrás- Respondió Rubén.
-Estupendo, cariño, porque estoy tan caliente que no puedo esperar más. Lars, are you ok with this? I cannot wait to suck your cock, if my husband orders that, of course.
Lars respondió: “I am fucking ok with that. If your husband agrees with this situation, we will have a good time here”
Eva dijo entonces: “Well, handsome men, I will translate then my husband’ wishes... Rubén, tú dirás por donde empiezo...”
Rubén la miró y vio a su mujer más sexy que nunca. Podría haberse tirado aquel tío y él no se habría enterado nunca. Podría haberse follado a cientos de tíos en sus continuos viajes y se dio cuenta que siempre le había sido fiel. Y que ahora simplemente quería experimentar. Y a él eso le ponía tanto como a ella.
-Chúpale la polla. Suavemente. Y tú quédate simplemente con el liguero y las medias. Y ponte zapatos de tacón. Chúpale despacio. No quiero que se corra pronto. -Dijo Rubén.
Eva miró a la cámara y le mandó un beso, diciendo después: “Tus deseos siempre son órdenes para mí, cariño”. E hizo todo lo que le había dicho.
Lars empezó a gemir, pero quedaba eclipsado por los ronroneos de placer de ella. Rubén cogió un tarro de lubricante de la mesita de noche, vertió un poco en su polla y empezó a masturbarse.
-Ahora dile que te chupe el coño, y que te masturbe a la vez con la mano. Y enfoca la cámara a tu cara.
Eva dijo todo lo que le pidió, aunque le costaba enfocarse con el placer que estaba recibiendo. En un par de ocasiones se le cayó el móvil. Lo recogió rápidamente y enfocó al sueco comiéndole el coño y metiéndole un dedo.
-Dile que te meta más dedos. Y más profundamente.
Eva tradujo esto al inglés entre jadeos y Lars obedeció. De hecho, su vagina estaba tan abierta que podría casi entrar la mano entera. Eva no paraba de gemir, cada vez más fuerte.
-Ahora dile que pare y se tienda boca arriba. Súbete encima de él y fóllatelo cabalgando.
-Cariño, ¡solo con escucharte estoy a punto de correrme como una zorra! ¡Por favor, no pares! ¡Sigue ordenando!
-Pues lo más importante es que él no se corra. Detente cuando veas que eso va a ocurrir.
En ese momento Lars aceleró sus embestidas y su respiración, y ella sacó su polla y la agarró con fuerza, apretando el perineo con un dedo. Unas gotas de semen aparecieron por la punta. Ella se esforzaba en enfocar todo con el móvil, aunque a veces le resultaba imposible.
-Limpia eso con la punta de tu lengua. Acércale un pezón a su boca. Dile que te lo chupe y te lo mosdisquee suavemente después. Y que siga follándote pero suave.
Ella le trasladó todas las órdenes a Lars, y el sueco asintió. Estaba claro que iba a correrse pronto.
Eva siguió cabalgándolo, y no pudo evitar correrse por primera vez con la mezcla del mordisqueo en sus pezones y esa polla gorda embistiéndola de forma rítmica. Al notar eso, el sueco incrementó la fuerza de las embestidas.
-Eva, dile que se ponga de pie y tú de rodillas frente a él. Dile que quiero que se corra en tus tetas. -dijo Rubén con voz entrecortada.
Eva le hizo caso y le chupó la polla una vez que él estaba de pie. Cuando vio que iba a correrse dirigió con una mano el chorro de semen a sus tetas mientras grababa con la otra. Una vez descargó toda su leche, el chico se acostó en la cama rendido. Eva enfocó sus tetas y Rubén se corrió con la misma intensidad que el sueco.
Pasados unos segundos. Rubén habló con Eva:
-Ahora dile que se vista y que se vaya. Quiero estar a solas contigo.
Eva se lo trasladó a Lars y él obedeció. Se vistió y se fue, no sin darle antes un suave beso en la boca.
Cuando se cerró la puerta, Eva miró a su marido con cara de niña inocente y le dijo: “Quería darte una sorpresa hoy. He pensado que podría gustarte explorar terrenos desconocidos. Por favor, no te enfades. Lo he hecho por los dos. Dime si te ha gustado”
Rubén la miró extasiado, y le dijo de forma sosegada pero firme:
-Has abierto la puerta de un placer desconocido para mí. En realidad, sé que los que realmente hemos follado hemos sido nosotros. Ese tío solo ha sido un instrumento más. Hoy te deseo más que nunca, y te quiero por hacerme desearte todavía más que antes. Cuando vengas, vamos a follar como locos.
-Cariño, -respondió Eva-. No sabes lo feliz que me hace escucharte. Ha sido uno de los mejores orgasmos de mi vida.
A lo que Rubén respondió: “Pues en tu próximo viaje, el que estará acompañado seré yo. Y tú me dirás qué deseos ocultos quieres que complazca. Haré absolutamente todo lo que me pidas...”
 
Una jugada bastante arriesgada. Veremos cómo se lo toma ella cuando le toque a él
 
Siempre hay una primera vez para algo. Hasta para un cornudo. ¿Quieres saber cuándo fue la primera vez para esta pareja? Siéntate, ponte cómodo/a y dime en comentarios si lo has disfrutado y cómo, sobre todo si eres chica. Si me das detalles, lo disfrutaré yo también y quizás te haga una historia a tu medida...


Distancia

Eva y Rubén se besaron y se dieron un fuerte abrazo. En un par de horas salía el avión. Llevaban diez años casados y seguían con la misma pasión. Se conocieron después de haber tenido malas experiencias con varios ex y desde el primer momento supieron que nada iba a separarlos. Podrían enfadarse, dejarse de hablar dos o tres días, no contestar mensajes a pesar de leerlos y estar seguros de que el que estaba equivocado era el otro. Pero al final uno daba el paso, se tragaba el orgullo y le dejaba una flor en el vaso donde dejaba el cepillo de dientes, o le daba un beso en los labios cuando creía que el otro estaba dormido. Siempre era igual. Y los días siguientes eran una espiral de sentimientos, caricias y sexo desenfrenado. A veces habían llegado a pensar que era bueno enfadarse, distanciarse, para al final estar más cerca que nunca. Era el clímax después de la tempestad. Y merecía la pena.
Rubén trabajaba en una empresa de transporte. Trabajaba de ocho a seis y en su descanso de dos horas comía algo y se iba una hora al gimnasio. Estaba en forma. A Eva le encantaba su culo respingón, duro, sobresaliendo de esa espalda fuerte, fibrosa, sus brazos firmes y sus hombros de nadador. Cuidaba también su piel y su pelo. A veces se reían discutiendo a ver quién tenía más cremas. Pero a ella le gustaba que él se cuidara, se depilara su vello, se recortara su barba de tres días con precisión, y cambiara de corte de pelo cada ciertos meses. Y, al final de todo, pareciera que simplemente era que tenía suerte de tener esa figura. Ella sabía que se lo curraba, y mucho. Y le gustaba el esfuerzo que ponía para seguir siendo sexy.
Eva trabajaba como jefa de tienda de una gran compañía de ropa. Había conseguido ascender por méritos propios y, además, cayendo bien, algo muy difícil en ese mundo. Se iba a correr cada mañana al amanecer y eso le cargaba las pilas, y, de paso, le modelaba el culo.
Ese fin de semana le habían asignado un estudio de mercado in situ en varios países escandinavos. Pasaría algunos días entre Suecia, Dinamarca y Noruega. Era un viaje importante. De ello dependía dejar definitivamente el trabajo en el terreno y pasar a dirigir definitivamente desde una oficina. Y eso le ponía mucho...
En el aeropuerto, justo antes de pasar por el arco de seguridad, Eva se giró y vio a Rubén mandándole un beso y, sonriendo, hacer con gestos una llamada telefónica. Eso la hizo reír. Era un mensaje encriptado. Viajaba tanto que, un día, Rubén la llamó sobre las diez de la noche. Estaba revisando unos documentos. Él estaba tan caliente que tuvieron por primera vez sexo por teléfono. Fue algo sorpresivo y excitante y los dos quedaron muy satisfechos. Y prometieron repetirlo cada vez que estuvieran separados unos días. Y nunca fallaban. Quizá coincidía que él estaba cenando con amigos, y ella lo llamaba desde Roma para calentarlo. Le decía lo que llevaba (o no) puesto. Y lo jugosas que son las almejas en su jugo. Otras veces la llamaba él, sabiendo que tenía una mañana de reuniones. Si ella lo cogía, estaba perdida. Sabían que iba a terminar en su despacho cerrando las venecianas y haciéndose un dedo, para después acercarse de nuevo a la reunión con rubor en las mejillas. Creía que una de sus compañeras se había dado cuenta. ¿Por qué si no la miraba sonriente cada vez que se ausentaba para tener un orgasmo? Seguro que su cara reflejaba algo.
El viaje resultó duro. Las reuniones, peor. La comida del hotel, horrible. Y el clima, desapacible. Lo que se suele decir un día magnífico. Se fue al hotel con ganas de una ducha y de abrazar la almohada. Eso hizo. Y a las once, recibió una llamaba de Rubén:
-Buenas noches, amor. ¿Cómo estás?
Eva estaba aturdida.
-¿Rubén? Joder, me has despertado, Lo que me faltaba para concluir el día. ¡Son las once!
-Una buena hora para darte un masaje virtual...
-No me lo puedo creer. Joder, ¿tú crees que ahora tengo ganas de un masaje? ¡Lo que quiero es dormir!
-Vaya, no te pongas así. Perdona. No he mirado bien la hora. Y quería decirte lo que me encanta tocarte las tetas.
-¡Tú lo que estás es muy caliente y yo estoy en la jodida tundra siberiana intentando taparme con el edredón! Joder, esto ha sido la guinda del pastel! !¡Ya hablaremos!
Y colgó.
Al otro lado de la línea Rubén miró al teléfono, como en las películas. Se dio cuenta que la había fastidiado. Debería haberlo pensado mejor. Se sintió mal, al igual que su libido. Se fue a la cama enfadado consigo mismo.
Al día siguiente, el ambiente cambió. En la primera reunión Eva cerró un acuerdo importante con un gran proveedor sueco, lo que le valió la enhorabuena de su jefa desde Madrid vía email. Después el grupo de directivos españoles y suecos se fueron a celebrarlo en un restaurante de Estocolmo. Era cocina fusión, muy atrevido. Y en la carta de los vinos había algunos españoles de excelente calidad. Así que se levantó, y dijo con su inglés de un año en Oxford: “Estáis todos invitados a unas botellas de vino español. Maridan perfectamente con la cocina experimental sueca. ¡Por un futuro magnífico de cooperación entre las dos compañías!” -Brindó.
Toda la mesa estalló en aplausos. Y lo que se abrió no fue una, sino cinco botellas. La sobremesa se alargó y la temprana noche escandinava se les echó encima.
Se tomaban una copa cuando algunos empezaron a despedirse. Juan y Mónica, consejeros asociados de Eva, tenían que coger un vuelo nocturno para regresar a España, así que llamaron un taxi. La mayoría de los suecos estaban tan borrachos que olvidaron el inglés y empezaron a hablar entre ellos en su idioma. Eva se dio cuenta que aquello no iba a terminar en un baile, como en España, así que decidió retirarse. Además, estaba bastante borracha. No quería arruinar el magnífico acuerdo que había cerrado, así que decidió llamar un taxi para regresar al hotel. Pero entonces se le acercó Lars. Era el responsable de ventas nacionales de su compañía, y en algún momento de la negociación había tenido sus más y sus menos con Eva. Pero la cena, y sobre todo el vino, había borrado cualquier rasgo de resentimiento. De hecho, Lars se le acercó y le dijo en inglés: “¿Ya te vas?”, a lo que Eva le contestó: “Sí, veo que la fiesta está decayendo”, con esa sonrisa pícara que desconcertaba a cualquiera.
-Si quieres, vamos juntos en taxi. Yo vivo en el centro, cerca del hotel. No voy a coger el coche; he bebido demasiado.
“Estos escandinavos, siempre tan correctos y responsables. Tan modélicos. Y tan aburridos” Pensó sin darse cuenta de la sonrisa que esbozaba.
-Vale.
Se montaron en el taxi y en diez minutos ya estaban en el centro. Se bajaron en la puerta del hotel.
-¿Te apetece tomarte una copa antes de irnos? Hay un pub muy cerca que suele estar abierto hasta tarde- Dijo Lars.
Eva lo miró. Intentó ver en sus ojos algún rastro de intención oculta. Pero el chico sonreía con una mirada inocente, aunque con ojos expresivos. Y pensó: ¿Por qué no?
-Vamos. La noche es joven todavía.
En el pub se tomaron un par de copas, y no pararon de reír. A él le gustaba el desparpajo y la alegría de esa española. Ese pelo moreno. Los ojos penetrantes, casi demasiado intensos. Quemaban. A ella le gustó su naturalidad. Su caballerosidad. Se encontraba extrañamente cómoda. Y se reía mucho. Y, por qué ocultarlo, no era difícil imaginar un buen cuerpo detrás de ese traje de Hugo Boss.
-Bueno, me ha encantado la noche. Pero debo irme al hotel. Mañana regreso a España a mediodía y me gustaría descansar algo.
Él la miró con una divertida cara compungida y le dijo: -¡Qué pena! Yo creía que esta noche no iba a terminar nunca.
Ella se quedó desconcertada. Le pareció una frase terriblemente poética. Y se sintió atraída por primera vez.
-Bueno, si quieres vemos si en el bar del hotel siguen poniendo copas. -Dijo Eva.
-Me parece una estupenda idea. Vamos.
Entraron en el lobby y por las luces ya se intuía que por esos lares los bares cierran muy pronto. Al ver que ya habían cerrado y la cara de decepción de él, ella le dijo casi sin pensarlo: “En mi habitación podemos tomarnos una copa del minibar”. Fue decirlo y darse cuenta de que se había pasado. Eso era una invitación a dejarle entrar por la puerta. Darle permiso a besarla en el cuello. A chuparle el lóbulo de la oreja. A quitarle el sujetador. A dejar bajar un dedo humedecido por la columna. A bajarle al tanga con los dientes. A llevarla al paraíso.
-Claro, ¿por qué no? -contestó Lars con una sonrisa.
Subieron por el ascensor callados, inquietos, con los nervios en la piel, con los pezones a punto de rasgar la ropa, con el pene poniendo a prueba la elasticidad del bóxer.
Entraron en la habitación. Nada más cerrar la puerta, él la agarró por las manos, subió sus brazos apretándolos contra la pared y la besó en la boca. Ella se entregó. Estaba tan caliente que su respiración era entrecortada. Mientras él la besaba, ella restregó su pubis contra el miembro ya duro, se liberó una mano y le apretó el culo contra ella. Sus lenguas parecían pelearse en una batalla dentro de sus bocas. No había nada en ese momento más íntimo y sexy que ese beso que no parecía tener final. Húmedo. Obsceno. Rodeando una lengua a la otra, rozándose suavemente la punta, chupando la del otro con fruición, provocando una descarga eléctrica en lo más profundo de sus cuerpos. “Ahora entiendo lo del beso de las españolas”, pensó él. “Si este rubio besa así, ¿que no podrá hacer con el resto de su cuerpo?”, pensó ella.
Entonces Eva tuvo una idea que la puso todavía más cardíaca. Lo miró con una sonrisa pícara y le dijo: “Si quieres seguir adelante, tienes que darte una ducha. Te espero en la cama”. Lars la miró desconcertado, y al ver la oferta, no perdió ni un minuto. Entró apresuradamente al baño. Entonces Eva se quitó la ropa y se fue a la habitación. Cogió el móvil que estaba en la mesita de noche e hizo una videollamada a su marido. Justo antes del quinto tono, Rubén cogió. Estaba viendo la tele. Al ver a su mujer en ropa interior y acostada, supo que algo interesante iba a pasar...
-Estás muy sexy. Ya veo el plan. Y me gusta- Dijo Rubén.
-Pues hoy quiero ofrecerte algo nuevo en el menú. Primero, desnúdate. Quiero ver tu cuerpo. Segundo, voy a sugerirte algo especial. Puedes aceptarlo o no. Si decides que no, no pasa nada. Cortas la llamada y ya está. Si decides seguir adelante, tú estarás al mando. En definitiva: siempre ganas tú ¿Qué te parece?- Le dijo con voz sensual.
-No entiendo nada. ¿A qué te refieres? Necesito que seas más explícita. Pero por ahora tengo que reconocer que me gusta el suspense...
-Pues es muy sencillo. ¿Recuerdas que muchas veces hemos fantaseado con hacer un trío? ¿Con un chico o con una chica? Pues, ¿qué te parece si hacemos uno online? Esta vez sería un chico. Podríais hacerme lo que quisieran vuestras mentes calenturientas. Yo me dejaría llevar. Me encantaría haceros disfrutar. Haría todo para haceros felices. Y esperaría que vosotros hicierais lo mismo conmigo, por supuesto.
Rubén la miró desconcertado y muy caliente a la vez: -Me parece una idea genial. ¿Cómo quieres imaginar al otro? ¿Quién quieres que empiece contigo? ¿Dónde estaríamos?- Rubén empezó a acariciarse.
Entonces Eva le contestó:
-Rubén, no tienes que imaginar nada. Solo tienes que mirar. Y pedir. Corazón, no estoy sola.
El corazón de Rubén se puso a mil. Se mezclaron la sorpresa, la excitación y los celos en una milésima de segundo. Nunca podría haberse imaginado esto. Muchas veces, en medio del sexo hablaban de cómo sería introducir a una tercera persona en sus juegos. Ella siempre describía a un negro musculoso y bien dotado y él a una oriental sumisa entregada a dar placer a ambos. Cada loco con su tema. Pero imaginar eso y llevarlo a cabo era otra cosa muy diferente. Y hacerlo a miles de kilómetros de distancia era jodidamente diferente.
-Eva, me has dejado de piedra. No sé qué contestar.
-Rubén, simplemente contesta estas dos preguntas: ¿Te gustaría verme follar con otro tío? ¿Te gustaría ser tú quien decidiera que cosas van a pasar en esta cama?
Rubén se quedó callado durante unos segundos que parecieron horas, y respondió:
-Sí.
En ese momento, escuchó entrar a alguien en la habitación de su mujer, aunque la videollamada solo enfocaba a su mujer. Los escuchó hablar en inglés.
-Hey, Eva, what are you doing?
-Nothing, Lars. I am talking with my husband. He wants to be part of what is going to happen here.
-I do not understand. Are you talking to him right now?
-Yes, We are doing an ***** conversation. And he wants to supervise everything that happens here, if it is ok with you.
Eva tenía una especial habilidad para sorprender a todos los hombres. Ninguno quedaba indiferente.
Lars la miró, y se acercó al móvil. Cuando los dos hombres se vieron, fue una situación muy tensa. Pero Eva no podía parar de sonreír.
-Ya veo tu cara. Todos los tíos sois unos cerdos, y os encanta decir cosas sucias a las tías, y tenéis una imaginación pornográfica. Pero, cuando se trata de hacer algo de verdad, os echáis atrás.
-Yo no he dicho que vaya a echarme atrás- Respondió Rubén.
-Estupendo, cariño, porque estoy tan caliente que no puedo esperar más. Lars, are you ok with this? I cannot wait to suck your cock, if my husband orders that, of course.
Lars respondió: “I am fucking ok with that. If your husband agrees with this situation, we will have a good time here”
Eva dijo entonces: “Well, handsome men, I will translate then my husband’ wishes... Rubén, tú dirás por donde empiezo...”
Rubén la miró y vio a su mujer más sexy que nunca. Podría haberse tirado aquel tío y él no se habría enterado nunca. Podría haberse follado a cientos de tíos en sus continuos viajes y se dio cuenta que siempre le había sido fiel. Y que ahora simplemente quería experimentar. Y a él eso le ponía tanto como a ella.
-Chúpale la polla. Suavemente. Y tú quédate simplemente con el liguero y las medias. Y ponte zapatos de tacón. Chúpale despacio. No quiero que se corra pronto. -Dijo Rubén.
Eva miró a la cámara y le mandó un beso, diciendo después: “Tus deseos siempre son órdenes para mí, cariño”. E hizo todo lo que le había dicho.
Lars empezó a gemir, pero quedaba eclipsado por los ronroneos de placer de ella. Rubén cogió un tarro de lubricante de la mesita de noche, vertió un poco en su polla y empezó a masturbarse.
-Ahora dile que te chupe el coño, y que te masturbe a la vez con la mano. Y enfoca la cámara a tu cara.
Eva dijo todo lo que le pidió, aunque le costaba enfocarse con el placer que estaba recibiendo. En un par de ocasiones se le cayó el móvil. Lo recogió rápidamente y enfocó al sueco comiéndole el coño y metiéndole un dedo.
-Dile que te meta más dedos. Y más profundamente.
Eva tradujo esto al inglés entre jadeos y Lars obedeció. De hecho, su vagina estaba tan abierta que podría casi entrar la mano entera. Eva no paraba de gemir, cada vez más fuerte.
-Ahora dile que pare y se tienda boca arriba. Súbete encima de él y fóllatelo cabalgando.
-Cariño, ¡solo con escucharte estoy a punto de correrme como una zorra! ¡Por favor, no pares! ¡Sigue ordenando!
-Pues lo más importante es que él no se corra. Detente cuando veas que eso va a ocurrir.
En ese momento Lars aceleró sus embestidas y su respiración, y ella sacó su polla y la agarró con fuerza, apretando el perineo con un dedo. Unas gotas de semen aparecieron por la punta. Ella se esforzaba en enfocar todo con el móvil, aunque a veces le resultaba imposible.
-Limpia eso con la punta de tu lengua. Acércale un pezón a su boca. Dile que te lo chupe y te lo mosdisquee suavemente después. Y que siga follándote pero suave.
Ella le trasladó todas las órdenes a Lars, y el sueco asintió. Estaba claro que iba a correrse pronto.
Eva siguió cabalgándolo, y no pudo evitar correrse por primera vez con la mezcla del mordisqueo en sus pezones y esa polla gorda embistiéndola de forma rítmica. Al notar eso, el sueco incrementó la fuerza de las embestidas.
-Eva, dile que se ponga de pie y tú de rodillas frente a él. Dile que quiero que se corra en tus tetas. -dijo Rubén con voz entrecortada.
Eva le hizo caso y le chupó la polla una vez que él estaba de pie. Cuando vio que iba a correrse dirigió con una mano el chorro de semen a sus tetas mientras grababa con la otra. Una vez descargó toda su leche, el chico se acostó en la cama rendido. Eva enfocó sus tetas y Rubén se corrió con la misma intensidad que el sueco.
Pasados unos segundos. Rubén habló con Eva:
-Ahora dile que se vista y que se vaya. Quiero estar a solas contigo.
Eva se lo trasladó a Lars y él obedeció. Se vistió y se fue, no sin darle antes un suave beso en la boca.
Cuando se cerró la puerta, Eva miró a su marido con cara de niña inocente y le dijo: “Quería darte una sorpresa hoy. He pensado que podría gustarte explorar terrenos desconocidos. Por favor, no te enfades. Lo he hecho por los dos. Dime si te ha gustado”
Rubén la miró extasiado, y le dijo de forma sosegada pero firme:
-Has abierto la puerta de un placer desconocido para mí. En realidad, sé que los que realmente hemos follado hemos sido nosotros. Ese tío solo ha sido un instrumento más. Hoy te deseo más que nunca, y te quiero por hacerme desearte todavía más que antes. Cuando vengas, vamos a follar como locos.
-Cariño, -respondió Eva-. No sabes lo feliz que me hace escucharte. Ha sido uno de los mejores orgasmos de mi vida.
A lo que Rubén respondió: “Pues en tu próximo viaje, el que estará acompañado seré yo. Y tú me dirás qué deseos ocultos quieres que complazca. Haré absolutamente todo lo que me pidas...”
Hola, buenas noches.

Una idea muy morbosa, interesante.

Saludos y gracias.

Hotam
 
Atrás
Top Abajo