Ana, mi poliamorosa favorita.

Eric salazar

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24 Ene 2024
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El primero capitulo de mi novela Jamal de carne y hueso.



1.-CAPÍTULO 1 Ana

—¿Qué, te vienes?

Fue lo primero que oí al descolgar el IPhone Pro que dormía en mi mesita de noche, después de una intensa noche de trabajo.

Era domingo y mi amiga Ana me llamaba emocionada tras haber recibido un mail de una de las comerciales que le suministraban ropa a su tienda. Eran las tres de la tarde y yo seguía en la cama, ya que la noche anterior había sido intensa.

Trabajo de camarero en uno de los mejores Beach club de Marbella. Allí, la clientela es muy selecta y elegante. Lo que no quita que las damas adineradas que allí pasan las vacaciones anden a la caza de algún joven que les proporcione una noche de placer.

Esa noche, como otras muchas, había terminado en un chalet de lujo accediendo a los más bajos instintos de una de esas damas tan correctas. Que esperan que en la cama les hagan, lo que su marido no les hace y no se atreven a pedir, pero su cuerpo reclama a gritos.

Había pasado de ese lujo a mi vida normal, a eso de las nueve de la mañana y mi amiga me reclamaba demasiado pronto.

—No me jodas, Ana, déjame dormir. Que he llegado a casa hace poco.

—Jajajaja, tenemos entradas para ir a la semana de la moda en Madrid, para asistir a un desfile de Debota & Lomba. Vamos a preparar una excursión.

— Ven luego a mi casa y lo hablamos, ¿vale?, un beso cielo.

—Un beso, amor.

Ana era mi mejor amiga. Amiga con derecho a roce, todo sea dicho. Tenía una tienda de ropa de marca con bastante prestigio en la zona. Ni que decir tiene, que Ana estaba bien situada a nivel económico y también en el ámbito de amistades, ya que vestía a la flor y nata de la noche marbellí.

Además de ser mi folla amiga y algo más, era clienta del gimnasio en el que doy clases y entreno. Durante la semana soy entrenador personal y trabajo en un centro deportivo de la zona de Puerto Banús. Mi clientela es gente de alto poder adquisitivo y algunos con cargos importantes dentro de empresas, o incluso cargos gubernamentales.

Ni que decir tiene que yo también estoy muy bien relacionado dentro de las altas esferas. He puesto copas y he visto borrachos a casi todos ellos políticos de la provincia y parte de españa. También he ejercido como confesor algunas veces, cosa que no me agrada mucho, pero es una cosa que los clientes creen que va incluida en el precio.

Me llamo Jamal, es un nombre árabe que significa belleza. Mi madre me lo puso en honor a mi padre. No sé por qué, ya que ni siquiera lo conozco. Mi madre me contó cuando era pequeño, que mi padre era primo de un jeque árabe que había estado de vacaciones en Marbella. Era parte del séquito de su primo, se marcho de vuelta a Arabia, y ya no volvió. Ni aún cuando mi madre le dijo que estaba embarazada de él.

Mi padre biológico, no se merecía nada por parte de mi madre, y aun así, me había puesto un nombre árabe en honor a sus orígenes.

Según mi madre, tengo sus ojos, verde aceituna, con forma felina y muy penetrantes, ojos de moro, como dice ella. De mi madre tengo los labios, grandes y carnosos, tengo el pelo negro azabache y las pestañas largas como si fuesen un abanico. Mido 1,90 y tengo el cuerpo que quiero.

De joven empecé a destacar en el deporte. Mi madre se encargó de potenciar todas mis aptitudes y encaminarme hacia esa rama. Estudié INEF en la universidad de Granada. Tiempos que recuerdo con cariño. Fue donde aprendí a moldear el cuerpo y conseguir objetivos concretos. Yo por aquel entonces hacía karate y salía a correr tres veces a la semana, hacía bici de montaña y jugaba a fútbol siete con los amigos. Pero fue allí, donde realmente encontré mi disciplina ideal: el Fitness. Mi cuerpo es una verdadera máquina a la hora de adaptarse a nuevas rutinas y métodos de entrenamiento. Cada cosa que enseño, la he probado previamente y he constatado su eficacia en mí mismo. En el gimnasio en el que trabajo estoy considerado como el mejor instructor, y por ello, negocio aparte mi sueldo, me considero un peldaño por encima del resto y tengo privilegios que nadie más tiene, motivo por el cual, alguno de los compañeros tiene algo de recelo hacia mí, cosa que intento paliar con mi positividad y buen rollo. Soy coaching emocional y deportivo, lo que hace que entienda y gestione esos comportamientos de la mejor manera.

Pongo en mi trabajo la misma pasión que en la vida cotidiana. Soy perfeccionista y me encanta el orden. Aparte de entrenar en el gimnasio, compito en fitness, en los Crossfit Games de Reebok. Y en carreras de obstáculos, siendo Spartan Race, mi carrera favorita. Formando parte de la tribu Trifecta. Quedando en esas carreras de obstáculos dentro del top cinco nacional, y entre los treinta mejores corredores del mundo. Podréis imaginar que mi cuerpo, aparte de estar musculado y potente, está muy proporcionado. Mi madre me ha contado que mi padre era un hombre con un físico espectacular. Mi abuelo materno era futbolista de segunda división en aquellos tiempos. Entonces, no sé, dé qué rama del árbol he heredado esta bendición de cuerpo.

Lo importante es que trabajo duro que realizo, para mantenerme a ese nivel.

Ese domingo no iba a ser menos, tocaba entrenamiento, los domingos después de trabajar en el beach club me reservaba el entrenamiento más suave, pero el más gratificante de la semana. Tocaba montar en bici de montaña. Así que me enfundé en mi mono de triatlón blanco, que me quedaba como un guante, me calzé mis zapatillas Spiuk, blancas y grises. Bajé hasta el trastero de mi casa y cogí mi Orbea Oiz 2022 color verde manzana. Emprendí entonces el camino que me llevaría por todo Puerto Banús hasta la otra punta de Marbella. Era un día soleado, pero sin mucho calor, un día para disfrutar del clima y del terreno.

Salí del asfalto a una pista de tierra que iba paralela al mar, para más tarde intentarme en un camino que me conduciría a un bosque de pino mediterráneo. Me encanta poder respirar aire puro mientras entreno en la naturaleza, ese es uno de los factores que me hacen amar la bicicleta de montaña. Te puedes sentir libre y aventurero mientras te exprimes recorriendo nuevos caminos, pero los domingos la ruta es la misma de siempre.

Llegando al bosque de La Cicatriz, conozco un sendero bastante técnico, el cual me cuesta recorrer más de media hora, haciéndome disfrutar como un enano y exprimiendo las suspensiones de mi bici al máximo, ya que es un trazado exigente y muy técnico. Me hace estar concentrado durante el tiempo que dura el recorrido, hasta que vuelvo a pisar asfalto. Salgo a la carretera a unos diez kilómetros de mi casa, durante los cuales me relajo y disfruto de la brisa y el olor a mediterráneo. Hasta llegar al portal de mi ático en el centro de Marbella.

Vivo en un loft en el casco viejo. Antiguamente, eran unos graneros que tenían mis abuelos encima de un edificio que era una casa que fue de su propiedad, después vendieron la casa por pisos, y a mí me dejaron la parte superior.

Tenía que tirarlo todo y hacerlo nuevo, pero hecha la reforma, lo que antiguamente era un desván para almacenar cosas inservibles, se transformó en un ático diáfano con decoración minimalista. El resultado es que tengo la casa que quiero, en el centro y por poco dinero, ya que el ático me lo dieron como herencia anticipada mis abuelos, dos años antes de fallecer. En la parte baja de la casa tengo un trastero lleno de estanterías, que uso como almacén de consumibles para la casa y donde guardo mi bici, material de escalada, una piragua y demás material deportivo.

Crucé la puerta de mi loft, me dirigí al equipo estéreo, lo conecté y tras enlazarse con mi IPhone, abrí Spotify y puse una lista de reproducción de Chillout.

Me encanta relajarme después de entrenar, dejé las llaves y el móvil en la encimera de la cocina y me dirigí al baño. Está en la parte derecha, según entras por la puerta, enfrente de la cocina. El baño es blanco como las paredes. Destaca el espejo doble con marco de led azul encima de un mueble de madera lacada sobre el cual hay un lavabo con un grifo de diseño. Lo primero que hice al llegar a casa fue quitarme la ropa, echarla en el cesto que tengo para ello y lavarme la cara, había llegado sudando a tope y necesitaba ir refrescándome. Desnudo como estaba, volví a la cocina. Ahí estaba la nevera y es de allí donde saqué una lata de Powerade, la abrí y empecé a bebérmela, dejé la puerta de la nevera abierta para que el frío refrescase mi piel, me acabé la lata en dos tragos y me dirigí de nuevo al baño para darme una ducha.

La ducha era un plato doble de resina de color negro, que contrastaba con la claridad de todo el baño. Los azulejos del interior de la ducha también eran negros y la mampara es un cristal, el cual tiene un vinilo opaco, justo desde mis rodillas hasta mis hombros. Lo que hace que desde la ducha puedas ver el resto de la habitación, y también puedan verte, en caso de estar acompañado. Es algo muy sensual y que ha gustado a todas las mujeres que, o me han visto ducharme o se han duchado en ella. Alguna incluso se ha animado a compartir ducha conmigo ante esa visión tan tentadora.

Me gusta ir desnudo por la casa, me considero naturista, me gusta mi cuerpo y me gusta la naturalidad, así que en cuanto puedo me desnudo. Me gusta esa sensación de libertad, también suelo frecuentar playas nudistas, allí por donde voy. Suelen ser sitios tranquilos donde poder disfrutar de la libertad sin que te molesten.

Me gusta disfrutar de momentos de soledad y meditación, sobre todo los días previos a una competición, en los que me gusta estar concentrado, e incluso me cojo algún día libre en el trabajo.

Mi jefe nunca me ha puesto pegas, ya que mi participación en esas carreras y mis triunfos, han sido siempre publicidad positiva para el centro deportivo donde trabajo.

Una vez duchado y aseado, me acerqué a la cocina, abrí uno de los armarios colgados, saqué un bote de proteínas, un shaker y una caja de leche, la vertí entera en el shaker y puse dos cazos grandes de proteína de suero aislado al 95 %. Es mi bebida de recuperación post entrenamiento.

Al lado del baño, en la misma pared, está la cama, una cama de dos metros por dos metros, con un colchón especial adaptado a mis necesidades físicas, el somier es un canapé blanco, reforzado interior para aguantar no solo mi peso sino las embestidas y el peso de dos cuerpos. Tuve que mandar que lo reforzaran, ya que al poco de instalarlo y después de unas cuantas visitas femeninas, empezó a hacer ruido y a abrirse de la parte de abajo. No soy comedido en mis encuentros sexuales, mis amigas lo saben y las camas en las que estoy también.

Al lado de la cama tengo una zona que utilizo de tatami. Hay una alfombra acolchada y es el lugar de la casa en donde hago mis estiramientos, alguna tanda de flexiones por la mañana y donde hago mi rutina de hipopresivos diaria.

Hay parte de mi entrenamiento que coordino con la físio del centro deportivo en donde trabajo. La físio es una chica catalana que se llama Maria, o como yo la llamo cariñosamente, Mery.

Se trasladó por amor al sur, lo suyo no cuajo, pero se enamoró de nuestro sol y de la gracia de su gente. Según ella, el sur es único. Es bastante graciosa, además de tener un cuerpazo de infarto, mide un metro ochenta y con unas curvas de infarto. Ese cuerpazo también es obra mía, ya que intercambiamos sesiones de fisioterapia por sesiones de entrenamiento, entrenaba conmigo dos veces a la semana, y a la vez, también era su dietista. Ella es mi profesora de hipopresivos, me preparaba rutinas personalizadas y adaptadas a mis necesidades. Un intercambio muy correcto y profesional, que nunca fue más allá del umbral de lo estrictamente profesional.

Ya en mi alfombra, me dediqué a estirar los músculos de las piernas durante casi 15 minutos. Una vez acabada la sesión de estiramientos volví a la cocina, estaba separada del resto del ático por una barra de mármol blanco veteado, en la cual siempre hay un frutero repleto, me encanta la fruta, y en mi dieta la incluyo, sobre todo la de temporada. Cogí dos plátanos y me los comí, saboreándolos.

En eso estaba cuando sonó el video portero. Al descolgar y ver quién era, en mi cara se dibujó una sonrisa de medio lado, era mi amiga Ana.

—Vamos sube morenaza.

—Abre musculitos.— Respondió ella.

Tardó como tres minutos en subir. Abrí la puerta y la dejé así. Me fui a la cómoda donde guardo mi ropa interior, saqué unos calzoncillos Calvin Klein morados y me los puse.

—¿Que pasa macizo? — dijo mi amiga en cuanto entró por la puerta.

—Me pillas por los pelos. Acabo de llegar de entrenar con la bici.

—Mmmm. Casi te pillo en la ducha.— Dijo mientras se acercaba meneando las caderas exageradamente, con andares de pantera.

Al llegar a mi lado, puso las manos en mis caderas y se puso de puntillas para darme un beso en los labios. Fue un beso suave, un pico tierno. Pero ese beso duró más de la cuenta, dejando entrever sus intenciones. Había venido a por sexo. Y como buen amigo que era, no se lo iba a negar. La relación que teníamos, era muy especial.

Era una relación, cada día más de moda, poliamor. Ana me quiere, no como a su novio, pero me quiere. Y yo la quiero, pero no como a una novia, yo no quiero estar atado, a nada, ni a nadie. Su novio estaba al corriente de todo y lejos de enfadarse, compartía sin problema a su chica.

Él a su vez también tenía otras amigas con las que mantenía relaciones paralelas. No era como tener amante, era tener otra relación. Ana para mí era especial, aun así, no era mi novia. Me gustaba demasiado el sexo e ir de flor en flor siempre ha sido mi especialidad. Era muy selectivo con las mujeres que elegía para estar con ellas y nunca me ha gustado, acostarme con cualquiera.

Ana, siempre estaba ahí. Le contaba todos mis escarceos y ella se calentaba mientras le contaba mis escarceos.

—¿Oye Jam, nos vamos de finde a madrid?

—Lo que quieras. ¿No te vas con tu chico?

—No, no, prefiero un finde loco contigo. Además, quiero lucir acompañante.

—Jajaja. Mira que eres, Ana.

—Si sí. Quiero ser envidiada por todo el mundo.

Habíamos ido a sentarnos al sofá de piel blanca que está enfrente de la tv curva de 50 pulgadas que hacen de salón dentro de mi loft.

—Quiero que Amaya. Que es la representante de Devota y Lomba, se quede con la boca abierta cuando te vea. Es una madurita muy sexi, una Cougar. Una fiera enfundada en ropa cara y con modales exquisitos. Seguro que en la cama es una zorra. Del estilo que te gustan a tí, Jam.

—Jajajaj. Pues tal vez me tengas que dejar un ratito libre con tu amiga. Para comprobar como es de fiera.

—No te adelantes, además está casada, y todavía no hemos hecho planes. ¿Bueno, qué?, ¿te apetece esa excursión?

—Sí claro, además, solo he estado en Madrid dos veces, por viajes de estudios, y me apetece conocer la capital,contigo. Pero tengo que avisar que días es el viaje, para avisar en el Odissey, para que no cuenten conmigo ese fin de semana. Ya sabes que en esta época empieza a haber más gente y el jefe me quiere allí.

Para esas alturas, una de las manos de Ana estaba apoyada en mis muslos y su dedo índice hacía círculos, como esperando una señal para seguir adelante, en ese momento, acerqué mi boca a la suya, la sujeté por el cuello y la besé de una manera tierna y sensual, rozándola suavemente y dándole pequeños mordiscos para que empezara a excitarse. Su mano pareció romper la barrera imaginaria que la separaba de mi bóxer y empezó a acariciarme por encima de este. No tardé en reaccionar, y al notar mi dureza, su mano agarró mi polla por encima de la tela. Mis manos habían ido a parar, desde su cuello hasta sus pechos, y los amasaba suavemente. Su excitación era ya más que palpable. Tenía los pezones tan duros que parecía que iban a rasgar la tela de su camiseta. Ana tenía el pecho operado, y de un tamaño perfecto para su cuerpo. No llevaba sujetador, lo que hacía quela reacción fuese inmediata.

Sin mediar palabra, Ana se sentó encima de mí. Mirándome a los ojos, metió la mano por debajo de mi bóxer y volvió a coger mi miembro, que esperaba el contacto de su piel.

Mientras, mi boca había encontrado el camino de su cuello y la besaba y mordía a partes iguales. Sabedor de que eso la volvía loca, mis manos sujetaron los laterales de la camiseta de tirantes blanca que llevaba y se la saqué por encima del cuello, quedando desnuda de cintura para arriba.

—Me pones muy caliente. He venido para que me devores, y me hagas gritar como solo tu sabes hacer.— Dijo mordiéndose el labio de abajo.

—Hoy no va a ser diferente. Te voy a hacer gemir hasta que se te acaben los suspiros. Y te voy a hacer gritar hasta que te quedes sin voz. Mmmmmm.— Ronroneé en su oído.

Sus manos aprisionaban el tronco de mi miembro haciendo un movimiento hacia arriba que hacía fluir la sangre en ese sentido y llenaban mi polla hasta ponerla a punto de explotar. Llegados a ese estado, yo ya tenía ganas de pasar a la acción, levanté la minifalda que llevaba, sujete sus cachetes y empecé a amasarlos, separándolos para que ella notara movimiento en toda su vulva. Ana reaccionó mordiéndome el cuello, mientras comenzó ha hacer un movimiento de sube y baja en mi tronco que me terminó de poner a tope.

Sin soltar mi polla, descabalgó de encima de mí y se puso de rodillas, separó mis piernas y dirigiendo su boca a mi tremenda erección, se metió en la boca todo lo que pudo, aun así, más de la mitad se quedaba fuera. He de decir que tengo una polla impresionante, que en erección toma el diámetro de un vaso de tubo y me mide unos veintidós centímetros. Estoy muy bien dotado, según mi madre también eso es herencia de mi padre biológico. Ese es otro de los encantos ocultos que adoran todas las mujeres que han estado conmigo.

Mientras, Ana seguía con lo suyo, le recogí el pelo en una coleta y sujetando esta, la movía controlando el recorrido de su boca sobre mi polla. Ana es una experta con el sexo oral, lo hace muy húmedo, como si en lugar de la boca fuese un coño. Una boca caliente y húmeda que si no controlas, puede hacerte acabar demasiado pronto.

—No tan deprisa leona. O me vaciaré enseguida.

— Córrete donde quieras. Ya me ocuparé de tenerte caliente y dispuesto para repetir y que me llenes entera.— En su voz se notaba lo que pretendía esa tarde.

—No me cabe la menor duda de eso.— Le respondí con una mueca de placer en mi rostro

Tal y como estaba de rodillas, me levante del sofá y puesto de pie, ella tuvo que erguir su espalda para alcanzar su premio. En esa posición, yo empecé a dominarla, ya no era ella la que me hacía a mí, era yo quien estaba follándole la boca. A mi ritmo, con la profundidad que yo quería y la velocidad que me permitía sentir centímetro a centímetro la humedad de su boca. De vez en cuando hacía una cosa que me encanta. Sacarla entera y dejarla con la boca abierta, esperando que la llenara de nuevo y contemplar desde arriba como gran parte de mi enorme falo desaparecía dentro de su boca. Era una sensación de poder y dominación que me encantaba.

En el sexo soy muy dominante. No solo parezco un macho alfa. Soy un macho alfa. Las mujeres lo saben y esto me ha reportado una buena cantidad de experiencias sexuales, que he compartido con un buen número de amantes.

Tener a Ana a mi disposición, era un verdadero lujo. Una de mis mejores amigas, era también una de mis mejores amantes, ya que la relación de amistad había dado lugar a algo más. Amor sin compromisos, complicidad total y cariño sin ataduras.

Coloqué a Ana de rodillas en mi alfombra acolchada y volví a meter mi polla en su boca, yo tenía claro cuál iba a ser mi próxima maniobra. Soltándole el pelo y dejando desierta su boca, me agaché y le comí la boca, sabía a mí. Estaba marcada con mi sabor, eso la excitaba todavía más, y aún faltaba lo mejor. Le di la vuelta y la puse a cuatro patas, me agaché detrás de ella y poniéndome en su misma posición, hundí mi cara en su intimidad. Un olor a sexo invadió mis sentidos y una necesidad de saborear ese manjar me empujó a degustar sus rincones más escondidos. Mi lengua recorría sus labios notando su humedad, deleitándome con el sabor que emanaba de su interior. Una vez localizado su botón del placer, lo succioné hasta arrancarle un gemido que pareció no tener fin. Cuando hube saboreado su esencia y para acabar mi exploración, mi lengua se deslizó hasta el nacimiento de su espalda, pasando por su entrada trasera, y deteniéndome en ella para dejarla lubricada para un posible ataque por la puerta trasera. El sexo anal es un placer para el que no todas las mujeres están preparadas, muchas se han negado a hacerlo conmigo, pero la que lo ha probado se ha vuelto adicta al disfrute de su retaguardia.

Acabada mi exploración oral por los rincones más íntimos de mi amante, fui subiendo por su columna dándole mil besos en el espacio que hay entre sus hoyuelos y su nuca, lugar en donde mis besos se transformaron en mordiscos. Me encanta morder y estirar de la piel, para que se sientan dominadas, es la ley de la selva. Son mías mientras estamos en la cama y tengo que demostrar quién va a tener el control de la situación.

Mientras mi lengua estaba ocupada, mis manos también, y mi polla se encontraba ya con un condón puesto y lista para la acción.

Subí una mano hasta su hombro, bajé otra hasta su cadera y empecé a refrotar mi erección, que había perdido un poco de rigidez, contra la entrada de su cueva, esperando que recuperase todo su esplendor para empezar el primer asalto a su coño.

Cuando llevaba dos o tres movimientos de cadera, noté una mano, que, sujetándomela, la apuntó directamente a su objetivo. Pese a no tenerla a tope, mi miembro en ese estado es lo suficientemente grande y rígido para que entre sin problema en donde mi amante estaba deseando tenerlo desde hacía rato.

Al notar como me iba abriendo paso en su interior, Ana no pudo menos que gritar.

—Ahhhhh. Joder que pollón. Quiero que me partas en dos.— Mientras, su mano había vuelto a apoyarse en el suelo y ya en posición de perrito, ella misma era la que se movía adelante y atrás para lograr que mi falo se hinchase en su interior.

—Te voy a follar hasta que te desmayes. Te vas a ir a tu casa sin poder andar, morena.

Dicho esto y notando como ya estaba al cien por cien de dureza. Mi siguiente maniobra fue sujetar sus caderas y empezar con movimientos bruscos pero controlados. He de decir que el tamaño de mi polla me había traído problemas a la hora de estar con algunas mujeres, y sobre todo el primer día. Pero ese no era el problema de Ana, estaba acostumbrada y no solo no tenía problemas, sino que pedía más y más. Lo que me daba la total libertad, a la hora de poseerla de mil maneras diferentes y con la intensidad que quisiera.

Enterraba mi mástil en ella una y otra vez, viendo cómo se perdía dentro y notando como llegaba a la entrada del útero, dilatándola y abriéndola entera. Como mis caderas chocaban con sus glúteos y como gritaba de placer mientras se notaban sus primeras convulsiones. Estaba llegando al orgasmo y su vagina se contraía alrededor de mi miembro como si quisiera exprimirlo. Mientras temblaba, la oía gemir y gritar de placer debajo de mi cuerpo, que no cesaba de empujar, como si se tratara de un taladro percutor. Con una cadencia constante y una profundidad que hacía que gritase a cada embiste.

—No pares cabrón. Haz que siga corriéndome mientras me revientas. Dios, fóllame más… más fuerte. Vamosssss.

Ya llevábamos un buen rato en esa postura cuando sentí que estaba demasiado caliente y decidí cambiar de postura para relajarme un poco.

—Móntame tú a mí. Quiero que me exprimas como solo tú sabes. Busca tu premio. Mmmmmmm.

Dicho esto salí de su interior y dándole una sonora palmada en el trasero, la dejé que se irguiera para una vez estando los dos de pie uno frente a otro, nuestras bocas se encontraran y nuestras lenguas entrarán en batalla. Devorándonos, como dos animales en celo, justo lo que éramos en ese momento.

Cogí a Ana de la mano y la llevé a la cama donde me tumbé bocarriba, esperando que mi amazona particular se situara encima de su semental de raza árabe. No tardó mi fiera acompañante en subir a tomar posición. Una vez sentada encima de mis caderas y aprovechando la dureza que sentía entre sus piernas, empezó un movimiento de vaivén deslizando sus labios arriba y abajo de mi polla, logrando ponerme a punto de explotar y logrando ella misma, un orgasmo que hizo que su humedad empapara mis muslos.

—Vamos, móntame ya. O me voy a correr ahora mismo.

— Te voy a dejar seco, Jam. Déjame a mí. Mmmmmmmm. Que dura la tienes, voy a succionártela hasta que hagas rebosar el condón.

Aún no había terminado de decir esto y sujetándola con la mano, había puesto mi dura erección apuntando hacia la entrada de su coño, después de rozar varias veces sus labios y presionado su clítoris, sus caderas descendieron hasta que su monte de Venus chocó con mi pubis.

—Me estás llenando entera.— Dijo mientras apoyaba sus manos en mis pectorales, dispuesta a cabalgarme.

Agarré sus pechos y pellizcando suavemente sus pezones, empezó a moverse arriba y abajo, muy despacio, dejándome ver cómo se movía, como una sensual fiera. Sus movimientos delicados a la par que firmes y esa manera de exhibirse la hacían, una de las mujeres de mi top ten. En algunas cosas era insuperable, y una de ellas era como engullía mi monstruo y cómo le gustaba verlo y enseñármelo. Ver cómo me cabalgaba me volvía loco y ella lo sabía muy bien. Controlaba, cuándo aumentar el ritmo y como propiciar el momento justo en el que obtenía su botín.

Después de un buen rato de empalarse sin descanso una y otra vez, viendo mi grado de excitación, reclamó aquello que con tanta ansia, había venido a buscar.

—Quiero que te corras. Vacíate dentro de mí.— Una vez dicho esto, aceleró aún más.

Acto seguido se sentó sobre mí y empezó a hacer círculos con sus caderas, a la vez que de alguna manera, era capaz de movilizar su interior y exprimirme. Estaba llegando el momento que los dos ansiábamos después de ese combate.

—Te va a explotar la polla. Vamos, dámelo, dámelo, yaaaaaa.

Como si mi cuerpo fuese suyo. Al oír la palabra: yaaaa. Estallé en un orgasmo que hizo que mi miembro se convulsionara y comenzara a lanzar chorros de semen, que quedaron contenidos dentro del condón.

Salí de ella, dejando su vagina abierta y dilatada. Ana estaba a punto del orgasmo y aprovechando la posición en la que estaba, puso una pierna a cada lado de mi cabeza, de manera que su coñito que estaba a punto de explotar, quedaba justo encima de mi boca.

—Vamos, Jam. Haz que me corra, busca tu premio.

No pude responder, mi boca estaba ocupada succionando su clítoris en busca de su orgasmo. Fue un cunilingus feroz y sin tregua, succionaba, lamía y jugaba con boca en toda su intimidad, mientras mis manos apretaban y amasaban sus duros glúteos. No tardó ni dos minutos en alcanzar su orgasmo. Sus piernas se cerraron aprisionando mi cabeza, sus manos fueron directas a tirar de mi pelo, aprisionando todavía más mi boca. Su espalda se arqueó y su clítoris, todavía atrapado entre mis labios, comenzó a latir y a tener pequeños espasmos. Ese era mi premio. Para mí, el sexo tiene un fin, el disfrute de los dos. Busco mi placer, pero me preocupo de que mis amantes, también obtengan el suyo.

Mi erección había bajado un poco, pero no había desaparecido por completo, me desprendí de la funda que había usado, tirándola a la basura y regresé a la cama. Ana estaba tumbada bocarriba, con las piernas abiertas con cara de vicio. Me tumbé al lado de mi amante, que me abrazó y se puso a acariciarme el pecho, mientras pasaba una pierna por encima de las mías. La abracé y empecé a acariciar su espalda.

—Me encantan tus visitas leona. ¿Te quieres quedar a cenar? Es lo mínimo que puedo hacer por ti. Mmmmmmm.— Acabé la frase con un suspiro. Esa mujer sabía sacar mi parte salvaje y me encantaba pasar tiempo con ella. Pero los dos sabíamos que no estábamos hechos para estar juntos como pareja. Así que nos dejábamos llevar, en nombre del poliamor.

—No, Jam. He quedado con Javi que volvería a casa para la cena. Ya vendré algún día de esta semana a desayunar contigo.

Uno o dos días a la semana mi amiga Ana venía a casa a desayunar. Lo que significaba: sexo salvaje antes de ir al trabajo. Esos días, después de una sesión de sexo mañanero y de desayunar, venía al gimnasio conmigo y entrenábamos juntos. Doble entrenamiento.

Después de estar un rato dándonos cariño, Ana se levantó y fue a la ducha. Tenía unos andares felinos, de gata en celo, que podían volver loco a cualquier hombre. Mi amiga tenía mucha clase y eso se notaba también en su manera de caminar. Hechizaba a los hombres, con un halo, mezcla de mujer misteriosa y pantera salvaje. Cuando caminaba por la calle hacía que los hombres se giraran descaradamente a mirarla, y no era para menos. Su melena morena que caía casi hasta media espalda, sus ojos azules, sus labios carnosos y su piel morena, incitaban a contemplarla y desearla. Su metro setenta y cinco la hacía sobresalir por encima de la media, su espalda recta y sus pechos perfectos, le daban un aire de superioridad, que no pasaba inadvertido y al final sus piernas, musculadas, potentes y bien torneadas, le daban ese aire de diosa griega que tenía. Ella lo sabía, lo aprovechaba y lucía en todo su esplendor. En su trabajo, la imagen lo es todo y ella tenía la imagen perfecta, podía servir de modelo para cualquier diseño que tuviese en la tienda.

Ana entró en la ducha, abrió el agua, me miró a través de cristal y me guiñó un ojo. Me giré en la cama, me tumbé boca abajo abrazado a la almohada y me dediqué a observar como esa diosa, en ese momento; mi diosa, se refrescaba para volver a casa con su novio.

Se oía el sonido de agua caer a través de mi ducha de lluvia, mezclado con la suave música Chillout que salía del equipo de música. Mi amiga, con el pelo enjabonado y el agua resbalando por su piel desnuda, era una imagen para recordar, pero no era necesario recordarla. La tenía dos o tres veces a la semana, solo para mí y en mi casa.

Estaba admirando esa imagen cuando se paró el agua, Ana se escurrió el pelo y cogió una toalla del perchero, se envolvió y regresó a la cama. Se sentó a mis pies, deslizó una de sus manos a lo largo de mi pierna, llegando hasta mi semi erecto miembro, y agarrándolo lo sacudió.

—Estás en forma, ¿ehhhh? - dijo mientras lo sujetaba con fuerza.

Mi respuesta no tardó en llegar.

—Claro. Está bien entrenada. Tú te ocupas de eso, morenaza.

—¿Yo? Jajajjajaj.— Dijo Ana mientras se reía—. Yo y unas cuantas más.

—Las mujeres me persiguen. Y claro, uno no es de piedra.

—¿No eres de piedra?— dijo, con mi miembro ya duro entre sus manos.

Cuando acabó de decir eso, lo que tenía entre las manos ya estaba listo de nuevo.

—Venga, deja eso, o no vas a llegar a cenar. Y no quiero que Javi se enfade conmigo. Ya sabes lo bien que nos llevamos.— Dije, en tono de sarcasmo.

A su pareja no le caía demasiado bien. No era por mí. Creo que me tenía un poco, o un mucho de envidia. Después de todo, Ana lo quería más a él, pero tenía mejor sexo conmigo, y él lo sabía.

Me levanté de la cama y fui a la nevera, saqué una botella de agua y regresé a la cama. Le ofrecí a mi amante, que dio un gran trago para reponer lo perdido. En mi loft no hace calor, lo tengo climatizado a veinticuatro grados todo el año. El aire acondicionado, fue una de las cosas en las que más atención puse durante la reforma. Ya que en Málaga, hace mucho calor en verano y la inversión estaba más que justificada.

—Voy a vestirme y me voy para casa, se me ha pasado el rato volando. Me suele pasar cuando vengo aquí.

—Pues claro, el tiempo pasa volando cuando estás a gusto. ¿Y estás a gusto, no? Morenaza…

—Mmmmmmm. A gusto no es la palabra, musculitos.— Me dijo mientras se ponía su camiseta de tirantes y su minifalda.

—Te olvidas de algo… le dije metiendo la mano bajo su falda.

—No se me olvida nada. No traía.— Me dijo mientras me guiñaba un ojo.

Se levantó de la cama y meneando el culo se dirigió directa a la puerta. La abrió y cuando casi había salido, se giró, y lanzándome un beso me dijo.

—Volveré a por más.

Y sin esperar respuesta, cerró la puerta al salir.
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