Aquella ninfa en la terraza de las pajas.

DirtyOldMan

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30 Jun 2023
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De joven mi físico no estaba mal, medía 1,85 y pesaba 85 kilos trabajados en gimnasio y privaciones. Me gustaba el deporte y elegí el rugby, a diferencia de mis amigos que todos se decantaron por el futbol. Los mejores años de mi vida los pasé en el gimnasio y entrenando. Pero no penséis que no tenía otras ocupaciones, me encantaban las mujeres y la fiesta. Lo malo es que después de cada partido seguíamos el mismo ritual: mucha cerveza, pocas mujeres y una pelea. Aquello se traducía en que casi todos los fines de semana cogía un pedo de campeonato, terminábamos follándonos a lo que se nos pusiera a tiro y no las buscábamos siempre había alguna pelea. Aquello terminó por hartarme y aproveché una lesión en un hombro para dejar el rugby y es una pena porque ese deporte me encanta.

Desde entonces he seguido el rugby por la televisión y cuando ha sido posible en algún campo, con alguna que otra escapada a las Islas Británicas a ver buen rugby. Aquel año (2003) se disputó la Copa Mundial de Rugby en Australia. Yo lo seguí por la televisión, siempre a horas inoportunas dada la diferencia horaria. Recuerdo que aquella noche, serían las tres de la madrugada y estaba solo en casa, para entonces ya vivía solo. Las paredes de mi salón coinciden con las paredes de uno de los dormitorios de los vecinos. Pero se trataba de verano y ellos se habían ido a veranear al Mediterráneo. Solo quedaba en casa su hija, que apenas llegaba a los veinte años y presumía de ser actriz. No había hecho más que pequeñas colaboraciones en campañas de promoción de cosas muy variadas. La niña era mona, delgadita, con buen tipo y unos ojos claros muy bonitos.

Esa noche estaba todo en silencio y yo enchufado a la tele animando a los All Blakcs. Llegó el descanso del partido y entonces bajé el volumen de la tele por si incordiara a algún vecino desvelado. Así, todo en silencio, comencé a escuchar gemidos en la habitación de al lado. La situación me produjo morbo, lo reconozco y puse la oreja pegada a la pared para ver si podía escuchar algo más. Lo cierto es que eran muy evidentes los resoplidos del chico pero lo que más me ponía eran los gemidos de la vecina. Sin duda alguna era la hija porque los padres estaban fuera de casa. La condenada no se cortaba lo más mínimo y gemía como una gata en celo mientras decía guarradas del estilo “joder dámelo… cómo me gusta… no pares cabrón… Dios que bueno… mas, mas, mas…” Estuvieron así un rato y me perdí el reinicio de la segunda parte del partido porque con tanto gemido la polla ya se me había puesto como un palo y pegué la cabeza a la pared al tiempo que me masturbaba enérgicamente. No me costó mucho correrme imaginándome a esa cría follando y gritando de esa forma.

Días después coincidí con ella por las escaleras y debí de mirarla con cierta picardía porque la muchacha se ruborizó. Ahí dejamos la cosa. Ella tendría 20 años y satisfacía sus necesidades con algún noviete y yo había pasado de los cuarenta, llevaba diez años separado y estaba tremendamente salido.

En la parte superior de la vivienda tenemos una terraza a la que todos los vecinos tenemos acceso e utilizamos somo solárium. Aquella tarde quise subir pero la puerta estaba cerrada. Lo comenté con algún vecino que tenía la misma intención y me informó que alguien subía a la terraza y cerraba la puerta con llave para asegurarse la privacidad. Otro cotilla me dijo que era la hija de los del tercero que subí a la terraza a tomar el sol en pelotas. Resulta que la hija de los del tercero es mi vecina, la del polvo de madrugada. Solo imaginarla tomando el sol desnuda en la terraza de casa me ponía malo.

Estuve unos días vigilándola y descubrí a que horas subía a la terraza. Así que una tarde me adelanté y subí antes. La terraza es amplia, con una zona de césped artificial y unas tumbonas. En el centro de la terraza instalamos una ducha, al lado de las hamacas que usábamos para tomar el sol. Cuando llevaba un rato en la zona más discreta de la terraza llegó ella. Pareció incomodarse al verme allí. Le saludé: “Hola vecina, tranquila, en breve me voy, solo estaré un rato”. “Tranquilo, no me molestas” respondió ella. Se quitó la escasa ropa que llevaba y se puso a tomar el sol con su bikini blanco. La verdad es que la diferencia de edad era brutal, yo los cuarenta pasados y ella los veinte justos pero su cuerpo me excitaba como el viejo verde que soy.

Traté de disimular lo mejor posible, pero me encantaba ver aquellas piernas largas y aquel cuerpo tan bonito, semidesnudo, apenas ocultos los pezones y el coño por el bikini blanco. Ella sabía que le estaba mirando pese a que yo tratara de disimular lo máximo posible. “Tengo calor” me dijo en un momento y se levantó para mojarse en la ducha. ¡Aquel espectáculo era digno de ver! El bikini le tapaba lo justo y tenía unos pechos firmes y se adivinaban prietos y sus largas piernas se juntaban en un ligero montículo que advertían de sus labios. Comenzó a mojar y mis plegarias se hicieron realidad: aquel bikini mojado transparentaba y se pegó a sus tetas adivinando la forma de los pezones y transparentando una piel más oscura. Lo mismo con la parte de abajo. Ella me daba la espalda y veía como la braga del bikini se pegaba a sus glúteos y marcaba aquel culo perfecto de diosa de 20 años. Volví a encomendar mis súplicas a la misma deidad y se dio la vuelta. Creo que lo hizo a propósito para que viera cómo la tela del bikini marcaba los pelos de su coño. Se inclinó un poco para mojarse las piernas y en un momento dado me miró diciendo: “Así mucho mejor, verdad?” Creí morirme de vergüenza, me había pillado embobado contemplándola y sin duda alguna mi empalme era más que evidente.

“Mejor te dejo sola” me atreví a decir y me levanté apresuradamente tratando de ocultar con la toalla el bulto que el pantalón de deporte no podía disimular. Bajé a casa y me masturbé pensando en ella, muerto de vergüenza. A partir de ese momento procuraba salir de casa sin coincidir con ella, me sentía muy avergonzado y me moría de miedo pensando en que aquella ninfa se lo pudiera contar a sus padres que eran buenos vecinos y conocidos. Luego, según pasaron los días, ya me di cuenta de que no había hecho nada malo y que quizás la única que tenía algo que ocultar era ella que se llevaba a sus novietes a casa.
 
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Al final pasó lo inevitable: coincidimos en el ascensor. Había pasado una semana de aquel furtivo encuentro. “¿Ya no subes a la terraza?” Me preguntó abiertamente. No podía creer que una cría de 20 años me estuviera poniendo en aquel aprieto. “No tengo mucho tiempo y cuando pienso en subir… hace mucho calor” Me atreví a escusarme.

“Tranquilo, con la ducha te puedes refrescar y así te alivias”. Ya no supe qué pensar. “Yo subo luego”. Y salió del ascensor sonriendo. Yo como tonto, sin decir nada. Entré en casa y traté de no pensar. No quería ni imaginar que aquello fuera una invitación. Mal comí y me tumbé un rato en el salón. Puede escucharla a ella hablando por teléfono con alguien, parecía discutir. No presté mucha atención.

Cuando me desperté del sopor de la siesta lo hice como si fuera de buena mañana, con una fuerte erección porque no me quitaba de la cabeza a esa cría con su bikini blanco y aquellas transparencias. Excitado como un cerdo que soy subí a la terraza. Allí estaba, en la tumbona de siempre. Pero no estaba sola, una vecina le acompañaba. Las saludé y me coloqué en mi sitio desde donde podía verlas pero ellas si quisieran verme tendrían que girar la cabeza. Joder, era inevitable sentirse atraído por ese cuerpo joven, perfectamente formado y tan deseable. La vecina no me inspiraba lo más mínimo pero ella, la ninfa, era un bálsamo para los ojos. Puede escuchar cómo la vecina se despedía. Se le hacía tarde para no se qué cosas. ¿Acaso a alguien le importaba? Total, que volvimos a quedarnos solos la vecinita y yo.

Pensé en irme yo también pero algo me pedía quedarme allí y seguir disfrutando del espectáculo de su cuerpo. Ella sabía que yo aún estaba allí. Se reclinó un poco hacia adelante y se soltó la parte superior del bikini para dejar caer los tirantes. Yo atónico. Se giró y me dijo: “¿No te importa verdad?” No esperó la respuesta y se volvió a acomodar en la tumbona. Pasados unos minutos, volvió a incorporarse y se desprendió del todo de la parte superior. Creí que me iba a dar algo. Me hubiera remojado con la ducha pero estaba muy cerca de ella y no quería parecer inoportuno. Fue ella quien lo hizo, se levantó, solo con la parte inferior y comenzó a mojarse. Yo me levanté y me fui. No podía más.

Bajé por las escaleras hasta casa, entré apresuradamente y me senté en el salón resoplando. Aún tenía en la retina su imagen, aquel cuerpo perfecto mojado, sus pechos firmes, su vientre liso, las largas piernas y el bikini pegado marcando lo poco que no se veía y su sonrisa sabiendo que me estaba poniendo malo. Comencé a masturbarme, sentado en el sillón cercano a la pared que me separaba de su dormitorio. Escuché que alguien llegaba, me quedé cortado como si me hubiera sorprendido, como si estuviera en mi misma habitación. Esa idea terminó de excitarme y seguí masturbándome y gimiendo sin cortarme en absoluto, con la convicción de que ella podría escucharme. Fue un acto inconsciente, no el masturbarme, pero si el gritar su nombre cuando me estaba corriendo. Se me escapó pero de alguna forma tenía que decir que aquella paja se la dedicaba.

Cuando terminé me quedé derrumbado y derrotado en el sillón y pude escuchar que ella se reía. Era evidente que me había escuchado. “La cagaste” pensé. Si hace unos días, por el mero hecho de ser observador, me sentía culpable, ahora la sensación era devastadora. ¡Cómo coño había hecho eso! ¡Machacarme la polla pensando en una cría y que ella se entere de todo! Luego, las horas de insomnio iban poniendo todo en su lugar: era evidente que a ella este juego no le disgustaba. Era ella quien llevaba la iniciativa, una chavala de 20 años vacilando a un tío de cuarenta y tantos. Así que volví a subir a la terraza con otra actitud. Y claro, allí estaba ella, como todas las tardes de aquel maldito verano, a la misma hora, en la misa tumbona y lo que es mejor… con la misma actitud.
 
  • Creía que no ibas a subir. Me dijo con descaro.
  • No quiero perderme el espectáculo. Ataqué. Se quedó un poco descolocada.
  • ¿El otro día necesitabas algo? Te escuché gritando mi nombre. Me dijo ella en un claro contraataque.
  • No se cuál de los dos lo necesita más. Hace tiempo que no te escucho con ninguno de tus novietes.
  • Esos no tienen ni puta idea de cómo tratar a una tía. Van a lo suyo. Se corren y si te he visto no me acuerdo.
  • ¿Bueno y tú qué buscas?
  • Algo distinto. Alguien que me haga disfrutar de otra forma. La mayoría de las veces tengo que terminar yo sola.
  • Bueno, con el tiempo ya lo encontrarás. Rematé.
  • Necesito alguien… como tú, con experiencia y que aguante un poco. Aunque me parece que tú estás mal… Seguro que hace mucho que no follas.
Me asombró que fuera tan directa y me dejó bastante descolocado.

  • Mira una cosa es follar para quitarse las ganas de encima y otra hacerlo bien, disfrutando las dos partes y ya ni te cuento si es con alguien con un cuerpo como el tuyo… estás tan buena.
  • Ja, ja, ja… Gracias por lo que me toca pero…
  • Deja, deja… ya imagino lo que vas a decir.
  • No tienes ni idea. Listillo. Lo que pasa es que no quiero complicarme la vida con alguien tan cercano. Solo busco experiencia y follar de otra forma, distinta a lo que hasta ahora me he encontrado. ¡Joder, es que algunos no se quitan ni los calcetines!
  • Yo no se si a mí me daría tiempo. Ja, ja, ja… Con una chica como tu la excitación es muy grande y las ganas te pueden.
  • Si, será eso. Ni que yo fuera algo del otro mundo.
  • De otro mundo no se, pero eres preciosa.
  • ¿Ves? Encima eres un romántico. Mira, mejor lo dejamos que te vas a colgar y era lo que me faltaba.

Se fue una vez más a la ducha. ¡Qué ganas le tenía! Y ese juego de me muestro, se lo que quieres pero no te lo doy me estaba volviendo loco. Y esta vez, fue más allá. Volvió empapada a la hamaca y revolvió en su bolso. Sacó la llave de la puerta de la terraza y me dijo:

Si quieres bajar hazlo ahora porque voy a cerrar para que nadie nos moleste.

Me quedé pasmado. Cerró con llave y volvió a la hamaca. Se quitó la parte superior del bikini y se tumbó al sol. Yo la miraba con cara de tonto. Sin saber qué hacer. Prefería que llegados a ese punto ella llevara la iniciativa porque yo estaba en modo monotema y con la polla tratando de librarse del traje de baño.
  • Venga si quieres pajearte viéndome hazlo ahora, aquí, directamente. No como el otro día en casa.
  • No solo quiero correrme viéndote.
  • Pues machote, hoy es lo único que vas a conseguir.
Y se abrió ligeramente las piernas. Era un espectáculo delicioso. Obedecí, estaba dispuesto a ser su esclavo. Me bajé el traje de baño y comencé a masturbarme a su lado.

Espera, espera… No tan rápido campeón. Ponte de pie, aquí, delante de mi que quiero ver cómo lo haces. Eso si, no te corras encima que te veo venir.

Sin rechistar me puse de pie y comencé a masturbarme mirándole a los ojos. Ella bajó la mirada para verme la polla tiesa mientras me la meneaba. Yo bajé la mirada para recrearme con sus tetas tan preciosas como perfectas. Continué deleitándome con su vientre y sus piernas que ella abrió cada vez más. Se separó un poco la braga del bikini y me enseñó su coño. Preciosamente cubierto de pelito, poco, con los labios juntos que se fue abriendo con los dedos. Eso me bastó. Me corrí gimiendo.

¡Di mi nombre, como el otro día! Me gritó.​

Y nuevamente obedecí. Le tenía tantas ganas que le salpiqué las piernas, los muslos, con mi leche. Ella se reía.

¡Otra vez a la ducha!

Y se levantó como que no había pasado nada y se duchó, frotándose bien las piernas para quitarse de encima mi leche.

Yo mientras pensaba qué coño iba a pasar entre nosotros. ¡No podía ni imaginarlo!
 
He de continuar con el relato porque tal y como ha adivinado el compañero @masajista07, la historia no terminó ahí y efectivamente me convertí no exactamente en su esclavo pero si en uno de sus amantes habituales y un "sugardady" que le hace regalos y le procuro pequeñas ayudas económicas. Ja, ja, ja...
 
Excelente relato, esperando con la polla en l mano estoy....
 
He de continuar con el relato porque tal y como ha adivinado el compañero @masajista07, la historia no terminó ahí y efectivamente me convertí no exactamente
en su esclavo pero si en uno de sus amantes habituales y un "sugardady" que le hace regalos y le procuro pequeñas ayudas económicas. Ja, ja, ja...

Este relato ... prometía mucho, una pena que no haya continuación
 
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