Ciberpunk

ikarusulu

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40º a la sombra, el calor derrite el asfalto. La gente anda por la calle solo con unas chanclas y protección solar factor 6400 lo que le da a la piel un cierto aspecto aceitoso. Nadie conserva ni un resto de vello.


Mis ojos recorren perezosamente los cuerpos de la gente. A pesar del calor la actividad nunca cesa, ni siquiera por la noche.


En aquella esquina dos puestos callejeros atendidos por gordos inmigrantes, en uno se ven piezas de ordenador y complementos cibernéticos corporales de segunda mano. En el otro se vende comida cocinada en un hornillo solar. Como si no hiciera bastante calor.


Las casas no son muy altas, de tres o cuatro pisos y a la mayoría les faltan las ventanas. Al fin y al cabo la gente es muy pobre, no hay mucho que robar. Por allí una anciana desnuda, como todos, friega un portal, pobres pero limpios y honrados.


Un entrante entre dos edificios deja una pequeña plaza de la que se ha adueñado un grupo de negros que bailan ritmos que solo ellos oyen a través de los mp3 implantados tras la oreja. No son emigrantes, el mundo ya se ha mezclado del todo.


Desde la otra acera un grupo de jovencitas blancas admira los oscuros cuerpos trabajados por el ejercicio. Se ríen y comentan entre ellas las acrobacias. Incluso se rozan entre ellas lascivas, provocando a los chicos.


Unos niños juegan al escondite entre los restos inútiles de los vehículos de gasolina que el servicio de reciclaje aún no ha retirado. Las ventanillas rotas y los neumáticos y cualquier pieza que tuviera otro uso desaparecidos hace mucho tiempo.


Un matrimonio múltiple gay pasea cogidos del brazo o de la mano con el pendiente que los identifica en la oreja. Uno de ellos va excitado, parace que sus dos maridos le están acariciando y provocando. Pero desde donde estoy eso no puedo verlo, solo la polla dura apuntando al frente.


Una pareja de lesbianas se besa a la escasa sombra de un muro, haciéndose caricias con ternura. No les importa que la gente las mire. Sus preciosos pechos se rozaban, las manos de una de deslizaban por la cara de la otra. A su vez ésta más decidida tiene agarrada a su amante por las nalgas.


Por la calle pasa algún ocasional triciclo de hidrogeno o alguna camioneta ligera eléctrica calzada con ruedas de bicicleta. Los pocos vehículos pesados que quedan se los reserva el gobierno y los grandes contratistas.


De ruido de fondo se oyen las grandes excavadoras trabajando en el puerto. Nadie pensaba hace doscientos años que los barcos tendrían que salvar la linea de los hoteles que atestaban las costas.


Ahora esos edificios forman arrecifes de los que apenas sobresalen por encima de la línea de la marea las azoteas repletas de antenas obsoletas. Hay que demoler parte del hormigón para abrir paso a los grandes porta contenedores robotizados.


Un veterano de guerra pasa orgulloso delante de mí. Debía haberle estallado una mina justo debajo del asiento de su vehículo No le importa que la gente mire su cadera y piernas robóticas. Hasta su polla es artificial. Pero esas técnicas han avanzado tanto que de verdad tiene sensaciones en las partes artificiales de su cuerpo.


En mi mesa de la terraza de un café el terminal del ordenador reclama mi atención con un pitido machacón.


La WiFi universal se ha convertido en un derecho fundamental de los ciudadanos. Mi jefe me envía las directrices revisadas para el desarrollo de la nueva nanofactoría que estábamos levantando y traería nueva vida a este pueblo.


Al levantar la vista de la pantalla flexible y el teclado virtual veo caminando hacia mí un atavismo genético. Una joven de impresionante belleza con la cabeza coronada por una llameante mata de pelo rojizo. Y no sola cabeza, el pubis y hasta las axilas están adornados con vello carmesí.


Hasta hace unos treinta años todavía los más ancianos conservaban el cabello, excepto los calvos, claro. Recuerdo de niño a mi bisabuelo que nunca se llegó a desnudar del todo con el cuerpo muy velludo aunque su cabeza era calva del todo. Pero para entonces ya se había hecho una realidad el refrán de: en cien años todos calvos.


Ni un solo pelo adornaba nuestro cuerpo exceptuando el caso de regresiones genéticas como esa. Así que el vello rojo de su pubis llamaba la atención. Podría haberse depilado pero tenia pinta que le importaba una mierda lo que pensaran los demás. A estas alturas del siglo veintitrés ya nadie le da relevancia a las apariencias.


Lo único que llevaba encima la pelirroja era un bolso no demasiado grande. Probablemente dentro solo tenía su ordenador, hoy en día eso sirve para todo. Así fue cuando me llevé la sorpresa.


- ¡Hola!, ¿Mario?.


- Sí, soy yo.


- Soy Olga, tu nueva compañera.


- No te habría reconocido nunca.


Le dije bromeando. Estaba claro que sobresalía entre la multitud y no era solo por el vello rojo. También por su belleza y a poco que la conocieras por su fuerte personalidad.


- Es que soy una chica muy modesta. Veo que ya estás trabajando.


- No. Solo echando un vistazo a las especificaciones. La junta cambia de idea cada dos días.


- Pues tendremos que terminar pronto... o...


- ¿O?


- Perdemos el tiempo y dejamos que se decidan. Pero con esa pantalla apenas podemos trabajar en los planos. Necesitamos una estación de trabajo de verdad.


- Ya he pensado en eso. La tengo instalada en mi habitación del hotel. Si no te molesta trabajar allí.


Desde luego no iba a mencionar para nada su rareza capilar. No estaba especialmente excitado. Todo el mundo está acostumbrado a ir desnudo y ver a los demás en la mismas condiciones. Así que los hombres no solemos ir erectos por la calle a no ser que algo nos excite de forma especial.


Como en el caso del chico que paseaba con sus maridos o los jugadores de baloncesto a los que provocaban las jovencitas. En mi caso la bella mujer con la que estaba con su peculiaridad pilosa empezaba a hacer electo en mis genitales.


Si además hubiera estado vestida habría sido como regresar en el tiempo. Bajo la mesa del café se me empezaba a poner dura la polla. Son cosas que pasan y ella no se iba a asustar por eso, esperaba.


- ¿Vamos?.


Yo tenía que ponerme de pie, con lo que la condición de mi rabo quedaría ante sus bonitos ojos azules. Pero de perdidos al río. Me incorporé con el mástil apuntado al frente como el bauprés de un velero.


Sé que ella se fijó. Una especie de sonrisa torcida iluminó su cara mientras recogía su bolso. Para lo que tuvo que inclinarse sobre otra de las sillas de la mesa. Eso dejó ante mis calenturientos ojos su perfecto culo respingón y pecoso.


Lo que no ayudó a calmar mis ánimos. Así que de camino al hotel llevaba el nabo como si estuviera petrificado. Para más complicación ella me llevaba cogido del brazo rozando su marmorea teta con mi bíceps.


Mi propio ordenador abrió la puerta de la habitación tan solo con acercarnos por el pasillo. No había muchos muebles mm en realidad ninguno a la vista más que un fino colchón directamente en el suelo. Los enseres que necesitáramos saldrían del suelo o las paredes según nuestras necesidades.


Uno de los muros estaba completamente cubierto con una pantalla táctil, flexible y adhesiva. Le habría costado a mi jefe una fortuna pero merecía la pena para el encargo. Se conectaría con nuestras computadoras para desarrollar el trabajo.


Así que ahí fue cuando llegó el siguiente tropiezo. Al conectarse la pantalla al ordenador lo que iluminó toda la habitación fue el porno. Lo último que había consultado en el historial.


No quiero justificarme claro. Pero estaba fuera de casa, solo y de vez en cuando uno necesita un desahogo. Cubriendo toda la pared en más de cuatro metros cuadrados de veía una atractiva pareja practicando un sesenta y nueve.


Lo aceptó bien, al menos no me echo la bronca y salió corriendo. Al contrariose quedó mirando. Estaba claro que así nunca se me iba a bajar la erección.


Dejé de mandar mis naves a luchar contra los elementos y como en un descuido me fui acercando a ella. Como llevaba la polla por delante eso fue lo primero que hizo contacto con la suavidad de su nalga.


Tal y como es nuestro mundo todo quisque está acostumbrado al sexo. Olga se echó hacia atrás hasta apoyarse por completo en mi cuerpo.


- Creo que enredarme por poder algo de tiempo. Buena peli por cierto.


- Solo son vídeos cortos. Pero es una buena selección. Del tipo que me gustan. Sensuales, morbosos.


- A mi también me gustan de ese tipo.


Mientras la pantalla había cambiado de video. Una chica voluptuosa le lamía los pies a un agraciado y afortunado joven. Despacio subía por sus piernas hasta hacerle un beso negro de lo más lascivo. Ella misma se acariciaba el humedecido coño.


- Eso debe ser delicioso.


- Seguro que tienes voluntarios de sobra para hacerte lo que quieras.


- No creas. No ligo tanto.


En la pared una chica guapa le lamía las axilas a otra mientras un chico arrodillado entre ellas lamía sus coñitos de forma alternativa. La pelirroja seguía apoyada en mi pecho. Mi polla se había encajado sola en la raja entre sus nalgas.


No me quedaba otra opción. Rodeé su torso con mis brazos y acaricié sus preciosos pechos. Pellizqué sus pezones con suavidad. Besé su fino y delicado cuello. Claro que para hacerlo tuve que hacer algo que nunca había hecho nunca, apartar su melena.


Olga tenía los ojos clavados en la pantalla y no es que se dejara hacer, es que empezó a colaborar excitada. Movía la cadera con suavidad arriba y abajo. Aunque no la tuviera clavada en su ano aquello se estaba convirtiendo en una follada en toda regla.


Lamía su cuello y la oreja y acariciaba toda su piel. Pero estaba claro que ambos queríamos más. Se separó lo justo como para llegar al futón sintético que la habitación tenía por cama. A pesar de que aquello no levantaba más de cinco centímetros del suelo sería lo suficientemente cómodo para lo que los dos queríamos.


- Vamos a la cama.


Se arrodilló en aquel trozo de espuma mientras tenía justo frente a su bonito rostro mi dura polla. Comenzó lamiendo mis huevos y en su caso no le estorbaba ningún pelo en esa tarea.


Pero no se conformó con eso. Mirándome a los ojos con una expresión de pura lascivia se lamió uno de sus deditos. Pasó la mano entre mis muslos. Y a la vez que se metía todo mi nabo entre los labios se puso a jugar con ese dedo en la entrada de mi culo.


Doble placer para mí. Pero yo también quería saborearla y además no quería correrme tan pronto. Así que con suavidad la fui tumbando en aquel fino colchón. Fui sobre ella buscando el sabor de mi polla en su lengua jugando con la mía.


Pero quería probar toda su piel. Lamí su orejita y me dejo chuparla. Su fino cuello recibió la atenciones de mi lengua así como sus delicados hombros.


- Eres lo más bonito que he visto en mucho tiempo.


- Tú no estás nada mal.


Levanté sus brazos para poder contemplar sus axilas peludas. Y no me privé de pasar la sin hueso por ellas. No es que el vello fuera especialmente un fetiche para mí, pero aquella pelusilla roja me atraía.


Durante un rato dediqué mis atenciones a esa parte de su anatomía pasando de vez en cuando a chupar sus pezones y lamer su pecho pecoso. Pero sin descuidar otras partes. Enredaba dos dedos en el pelo de su pubis acariciándola con suavidad. Y bajaba a los labios, tan húmedos que se abrían solos al primer toque.


Así llegaba al clítoris y al rodearlo con un dedo soltó un fuerte gemido.


- Shhhh. Nos van a oír, esas paredes son de papel. (Literalmente por cierto).


-A estas horas no habrá nadie en las habitaciones. Gime conmigo.


Estaba claro que a ella le gustaba expresarse así que deje de reprimirme. Sus jadeos cada vez que acariciaba su coñito llenaban la habitación y probablemente las dos de los lados.


Seguí bajando por su pecoso cuerpo, lamiendo su plano vientre y metiendo la lengua en el ombligo. Poco más abajo me esperaba el coñito cubierto con esa pelambrera que tanto había llamado mi atención.


Ella tiraba de mi muslo para que subiera mi cadera sobre su cara y ni aún así se conformó con ello. Mientras me chupaba los huevos seguía follando mi culo con dos dedos.


- Tienes un culo fantástico.


- El tuyo no desmerece.


Yo no me privé en absoluto. Por supuesto que tuve que buscar los labios de su vulva entre el pelo. Pero en cuanto los encontré y el clítoris volvieron sus gemidos. Al menos mientras no tenía la lengua pegada a mi pubis pelón, polla y huevos.


En la pared seguían sucediéndose las escenas eróticas y pornográficas. No les prestábamos mucha atención, concentrados en nosotros. Yo también buscaba su culito. Uno, dos, tres dedos y no se quejaba. Pero Olga hizo lo mismo, no me iba a quejar, había entrado alguna polla en mi ano mayor que eso.


Bueno también había jugado con chicos. Se incorporó.


- Ahora también me vas a follar.


Movió su cadera sobre mi cuerpo hasta clavarse mi rabo en su xoxito. Como miraba hacia mis pies pude seguir jugando con su precioso culo y follarlo con mis dedos. Aunque su ano estaba rodeado por suave vello.


Ella en cambio empezó a acariciarme los pies. Incluso cuando se inclinó se metió los dedos en la boca y los chupaba.


Supongo que estar acostumbrados a ver ver constantemente a gente desnuda por la calle, en los medios, en Internet hacía que la mayoría de los hombres tuviésemos mucho más aguante.


Llevábamos dos horas lamiéndonos y cabalgando y aún tenía cuerda para rato. No quiero presumir, pero por mis experiencias anteriores, a la mayoría de los hombres nos pasaba lo mismo, una vez excitados la cosa se eternizaba dura.


Y ellas (y ellos) lo aprovechaban. Levantó la cadera lo suficiente como para cambiar de agujero y además girarse para tenerme de frente. Admito que ella llevaba la batuta en cuanto a lo que quería que le hiciera.


Con sus rodillas alrededor de mi cuerpo, mirándonos a los ojos, seguimos acariciando cada parte de piel que alcanzábamos del otro. Sus pechos firmes y duros me atraían y los estuve acariciando durante un buen rato y pellizcando sus pezones pequeños y oscuros.


- ¡Qué rica polla! Me vas a abrir en dos.


Ella se apoyaba en mi torso casi imitando mis movimientos acariciando mis pezones. A veces se inclinaba sobre mí para besarme, dejar caer saliva en mi boca o acariciarme con su melena. Ese roce en mi piel me daba extraños escalofríos que nunca había sentido.


Su culo era estrecho y me apretaba la polla como si quisiera extraer hasta la última gota de mi semen. En ese momento yo pensaba que lo lograría. Se movía despacio pero firme subiendo y bajando hasta casi dejar únicamente el glande dentro de su ano.


Ahora el que más jadeaba era yo aunque sus suspiros en cada uno de sus orgasmos pedían aún más. Si alguien nos escuchaba era tan discreto como para no molestar.


Suponía que ese agujero no estaría tan limpio así que me limité a dejarme llevar y derramarme en su interior. Llenarle ese culo duro con mi lefa. No sé conformó con ello.


Movió su cadera sobre mí, dejando un reguero de sus jugos sobre mi torso. Hasta ponerme su pubis en la boca. Yo tampoco me conformaba con ello. Lamí su coño y su ano de nuevo sorbiéndo cada gota de sus orgasmos y de mi semen. Sé que se corrió alguna vez más con ese tratamiento.


Con una gran sonrisa se levantó de encima de mí.


- Ahora que nos hemos divertido. Igual debíamos trabajar un rato y echarle un vistazo a esas especificaciones. No creo que necesite coger otra habitación en el hotel. Con esta bastará para los dos.


No me quedaba más remedio que estar de acuerdo con ella.











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