Conociendo a mi prima

Tiravallas

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13 Jul 2024
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Me llamo Daniel, aunque la familia y mis amigos me llaman Dani. Soy abogado. Trabajo en un despacho de jurídico con cierto prestigio en la zona sur de Madrid, por lo que no me faltan clientes y unos buenos ingresos que me permiten llevar una vida bastante cómoda.


Tengo unos amigos que, además de muy buenos amigos, son unos cabronazos.


Hace un par de meses formalicé mi divorcio de la que había sido mi mujer. Tras 14 años de matrimonio, con 42 años y tras varias crisis tormentosas, decidimos poner fin a lo que se estaba convirtiendo en un infierno.


Mis amigos del alma: Alejandro y Samuel, trataron de convencerme de que, dadas las circunstancias, debíamos de hacer algo para celebrar mi nuevo estado civil. Yo, que les conozco desde hace años, intuía que en esa celebración podrían pasar muchas cosas ya que, ninguno de los dos, son del tipo de gente que ahorre en situaciones escabrosas.


Traté de eludir la celebración, pero un día recibí una llamada de Álex (así llamábamos los íntimos a Alejandro):


- ¿Qué pasa, tío? –le dije cuando respondí a su llamada.


- Poca cosa, …. todavía –me dijo con tono misterioso.


- Uy, algo estás tramando –le respondí.


- Nada malo, creéme. No hagas planes para el fin de semana. El viernes por la tarde nos vamos Samu, tú y yo a una casa rural. Hay que celebrar lo tuyo.


- Joder, estáis empeñados en liarme –le dije en tono jocoso.


- Reconoce que eres fácil de líar, y más ahora que no tienes que rendirle cuentas a nadie –me respondió Álex, sin que le faltase razón.


Tras intercambiar algunos comentarios más sobre la jornada de liga y tratar de sonsacarle a dónde iríamos, sin éxito, dimos por terminada la llamada.


He de decir que, tanto Samu como Álex, no tienen pareja. Samu se divorció hace ya algunos años, es tres años mayor que yo. Y aunque no le faltan mujeres atractivas alrededor (Samu es Ingeniero en Telecomunicaciones, es un tipo alto, mide más de 1,80, con un cuerpo cuidado, y con bastante labia), pero tras su divorcio juró que nunca más se ataría a ninguna mujer. Follar sí, para eso le valen todas, al menos todas las que se dejan cautivar por él, pero nunca tiene más de tres citas con la misma mujer.


Por su parte, Álex es un soltero convencido. Es dos años más joven que yo, tiene 40 años, es Arquitecto. Económicamente es el que mejor posición tiene de los 3, aunque ninguno nos podemos quejar. Perdió el pelo siendo aún muy joven, por lo que decidió rapar su cabeza por completo, de tal modo que sus ojos, de color azul intenso, destacan sobremanera, bastándole su mirada, adornada con su sonrisa, para llevarse por delante a la más reacia. Le he visto enrollarse con todo tipo de mujeres: desde jovencitas de apenas 20 años, hasta mujeres maduras, de más de 50, con o sin maridos, aburridas y hartas de todo, que necesitaban sentirse deseadas bajo las embestidas de un empotrador cómo Álex.


Por mi parte tengo, como ya he dicho, 42 años. Físicamente son un poco más bajito que mis amigos: 1,74, peso unos 80 kgs, mi pelo es moreno, aunque algunas canas ya hacen su aparición, mis ojos son oscuros y, aunque hace mucho que no estoy en el mercado, lo de ligar nunca se me dio mal del todo.


El viernes acordado, a las 5 de la tarde, Álex y Samu pasaron por mi nuevo domicilio, un apartamento cómodo, moderno y funcional, para recogerme y llevarme hasta el lugar misterioso del que no habían querido decirme nada. Tan sólo me habían dicho que llevara ropa de baño, pues el tiempo era ya caluroso (estábamos a mediados de junio), y al lugar dónde íbamos, parece ser que tenía piscina.


Tras los típicos saludos entre amigos, es decir, palmetazos en la espalda sin control, comentarios de todo tipo, sobre todo los que hacen alusión a lo cabrones que somos y lo bien que lo vamos a pasar, y aún sin decirme a dónde nos dirigíamos, dejé mi pequeño equipaje en el maletero del coche de Álex, y me senté en el asiento trasero del coche.


Pronto nos dirigimos hacia la circunvalación M-50 de Madrid, y desde allí a la carretera A6, en dirección a La Coruña. Por un momento temí que aquel par de cabezas locas quisieran llevarme hasta Galicia, (a más de 600 kms de Madrid).


A unos 60 kms de Madrid tomamos la carretera que conduce hasta la ciudad de Segovia. Al menos, parecía que el viaje no sería muy largo. No me apetecía nada pasarme la tarde entera viajando. Sobre todo porque, durante el fin de semana acabaríamos dándolo todo, conociendo a los piezas con los que iba, y el viaje de vuelta podía ser matador.


Bordeamos la ciudad de Segovia y seguimos trayecto unos kms. más, hasta la localidad de La Cuesta. Allí se encontraba la casa rural en la que nos alojaríamos. La verdad es que estaba bien ubicada, en un pequeño pueblo, pero muy cercana además a Segovia capital, por lo que podríamos elegir entre la tranquilidad del entorno rural, y el ambiente de la ciudad.


Llegamos cuando aún no eran las 6:30 de la tarde. Nos recibió un hombre de unos 50 años, que nos mostró la casa. Se trataba de un edificio de 2 plantas, con zona para aparcar junto a la entrada, un hall bastante amplio, salón con cocina incorporada y un baño en la planta baja, y una planta superior, a la que se accedía por una preciosa escalera de madera de roble. En la planta superior, abuhardillada y con los techos en madera, se encontraban tres espaciosos dormitorios, cada uno de ellos con baño.


En el salón había un pequeño mueble a modo de bar, bajo la barra que separaba la cocina del propio salón, bastante bien surtido de botellas. Podíamos hacer uso de ellas, estaba incluido en el precio.


En la parte trasera de la casa, y con acceso desde el salón, había un coqueto jardín, con cuatro grandes robles, y una piscina que invitaba a darse un buen baño.


- Bueno, ¿Qué te parece el sitio? –preguntó Samu.


- Está muy bien –dije yo mientras salíamos al jardín, para contemplar la piscina y disfrutar de la sombra de los grandes robles que la rodeaban.


- Sí, está muy bien. Hemos tenido suerte, generalmente es muy difícil reservar aquí, suele estar ocupada siempre, pero hubo una anulación de última hora –explicó Álex.


- ¿Qué planes tenemos para hoy? –pregunté.


- De momento yo voy a darme un baño. Esta noche saldremos por Segovia: cena y copas –respondió Samu.


De inmediato, cada uno de nosotros se dirigió a una habitación. A mi me dejaron una con unas vistas maravillosas a la Sierra de Guadarrama, (en Segovia se ponen enfermos cuando oyen decir “la sierra de Madrid”, y no les falta razón, según por qué lado la mires, es de una provincia o de la otra).


Me planté mi bañador y en 10 minutos estábamos los tres, relajados en el jardín y la piscina, tomándonos un gintonic.


- ¿Cuánto tiempo hace que no te la chupa una tía? –me preguntó Samu a bocajarro.


- Coño, yo qué sé, no llevo la cuenta de esas cosas –respondí.


- O sea, que ni te acuerdas. Sonia no te la comía, está claro –dijo Álex.


- No es eso. Pero es que no llevo cuenta de esas cosas. A veces sí, me la comía, no es que no lo hiciera nunca –añadí.


- Ya, pero si no te acuerdas, es porqué hace mucho. Ahora que no nos oye nadie, Sonia siempre ha tenido pinta de ser una estrecha –dijo Samu.


- Hombre, no es la mujer más caliente que he conocido –les confirmé.


- Pues ya va siendo hora de que te desquites de tanta vida monacal –dijo Álex, dándome unas palmadas en la espalda.


- Me estáis dando miedo –les dije riendo.


- Tú deja todo en nuestras manos. Bueno, todo no, ya me entiendes –dijo riendo Samu.


Estaba claro que aquellos dos pájaros estaban ideando algo o, peor aún, ya lo tenían planificado.


Tras un rato en remojo, y después de que cada uno apuramos nuestra copa, salimos del agua y, nos pusimos un rato al sol, para después vestirnos y marcharnos con dirección a Segovia, dónde mis amigos habían reservado un sitio para cenar.


Llegamos al centro de Segovia a las 9:30 de la noche. Segovia es una ciudad que me encanta. Su arquitectura me parece fascinante: desde el acueducto romano, pasando por el Alcázar, la Catedral, y tantos otros lugares y edificios históricos.


Dejamos el coche en un parking muy céntrico, y desde allí nos dirigimos andando en un cómodo paseo hasta el restaurante. Un restaurante típico segoviano, con la decoración y la carta de platos y pinchos típicos de Castilla.


Pedimos unos entrantes para compartir y un plato principal cada uno, regado todo ello con vino de Ribera del Duero. La cena transcurrió entre risas, bromas, comentarios y chascarrillos.


De pronto, Samu volvió a sacar el tema de las mamadas, parecía que le preocupaba a él más que a mi, que hiciera mucho tiempo que ninguna mujer me hubiera hecho sexo oral.


- Joder, tío. No entiendo cómo has aguantado tanto tiempo con Sonia. Es verdad que está muy buena y es bastante guapa, pero también es cierto que siempre nos ha parecido una sosa de cojones –dijo Samu.


- Bueno. Supongo que como todo en la vida, tomar ciertas decisiones conllevan tiempo. Igual que no te casas con la primera chica que te deja follarla, tampoco te divorcias al día siguiente en el que tu mujer te niega una mamada –respondí yo, un poco presa del alcohol.


- ¿Ves? Le ha negado hacerle alguna mamada. Si se veía venir. –Le Álex a Samu, como si yo no estuviera delante.


- Sí, alguna vez que se lo pedí no quiso hacérmela –confesé.


- Por eso yo no me caso, ni me emparejo con nadie. Prefiero rollos de un par de citas. Esas follan todas, te comen lo más grande, porque quieren hacerse las interesantes y, cuando he conseguido probar sus agujeritos, paso de ellas, que las den –explicó Álex.


- Yo piqué una vez, pero nunca más. Follar todo lo que quieran. Si quieren rabo, aquí está el mío, pero nada más. Que luego se acomodan y te ponen a dieta –dijo Samu.


Yo no sabía muy bien a dónde querían ir aquellos dos, pero estaba claro que si habían sacado el tema no era para dejarlo así.


Después de pagar la cena, negándose a que yo pagara mi parte, seguimos por la zona centro, para tomar unas copas y ver qué ambiente había.


La verdad es que había bastante gente, era viernes, hacía muy buen tiempo y, en Segovia, al estar tan cerca de Madrid, los fines de semana, si algo sobraba, eran visitantes.


En el primer pub que estuvimos había bastante gente, pero sobre todo gente muy joven. Chavales y chavalas que rondaban los 20 años, con mucho perreo y mucho reguetón. Ninguno de los tres nos encontrábamos allí en el mejor de nuestros ambientes. Nos tomamos una cerveza rápidamente, y nos marchamos.


Tras andar poco menos de 100 metros, vimos un local en el que la gente que entraba y salía era un poco más mayor, a partir de 30 años, así que nos miramos y, sin decirnos nada, pasamos dentro.


El local era amplio y muy bien decorado, la música era un poco menos estridente y la gente tenía más edad, como nos había parecido antes de entrar, la media estaba por encima de los 30 años.


Nos acercamos a la barra tras inspeccionar un poco el local y la gente que lo llenaba. Había varios grupos de mujeres solas, grupos de tíos solos como nosotros, y algunos grupos mixtos. Nos pedimos una consumición cada uno y comenzamos de nuevo a hablar:


- De ese grupito de ahí se puede sacar petróleo –dijo Samu.


- Tío, no pierdes oportunidad de tirar la caña –le dije.


- Tú estás desentrenado, pero si quieres pescar, tienes que tirar la caña –dijo Álex.


- Pero igual no quiero pescar, sólo quiero tomar una copa, charlar un rato, reírme y acostarme. Solo.


- ¿Y quién ha dicho que tengas que acostarte con alguna de ellas? Tú sólo quieres que te la chupen –respondió Samu.


- No. Eso es lo que vosotros queréis que quiera. Pero aún no me habéis preguntado dije yo.


- ¿Ves ese grupo de tres chicas que hay allí? –preguntó Samu dirigiendo su mirada hacia el grupo de mujeres del que había dicho hacía un momento que se podía sacar petróleo-. No me digas que la rubia del vestido plateado no te pone.


- Claro, es un bellezón. Tiene un cuerpazo, aunque desde aquí no la veo bien la cara –respondí.


- Déjalo de mi cuenta. En 5 minutos estamos con ellas –dijo Samu.


Se dirigió sin esperar más respuesta hacia ellas. Y comenzó a hablarlas. En menos de 2 minutos se estaban intercambiando besos de presentación y pasaba su mano por encima de los hombros de dos de ellas, una de ellas la del vestido plateado que, debo reconocerlo, tenía un cuerpazo espectacular: vestido ajustado corto, que le dibujaba un culo precioso, con escote en forma de U y espalda al aire.


Estaba embelesado mirándoles cuando, de pronto, los 4 se dieron la vuelta. La rubita del vestidito me había cazado radiografiando su cuerpo. Pero me sonrió. No era mala señal, desde luego.


Samu nos indicó con un evidente gesto de sus manos, que nos acercáramos, Álex me dio un codazo que casi me sacó todo el aire de los pulmones, empujándome sin miramientos hacia Samu y sus nuevas amigas.


Hicimos las presentaciones de rigor. Ellas se llamaban Laura, Sara y Tere. Laura era la rubia del vestidito que más me llamaba la atención. Tenían 32, 35 y 37 años, respectivamente.


Comenzamos los seis a hablar, en principio de temas intrascendentes. Así fue como supimos que tampoco ellas eran de Segovia, si no de Zaragoza. Casualmente, yo tengo familia en Zaragoza. La hermana de mi madre, Ana, se fue a vivir allí, hacía muchos años. Tenía 2 hijas. A la mayor de mis primas, también Ana, hacía siglos que no la veía, a la pequeña ni siquiera la conocía. Realmente sólo la vi una vez, cuando ella tenía 2 años. La relación entre mi madre y su hermana era cualquier cosa, menos buena.


Las tres amigase estaban alojadas en un hotel en el centro de la ciudad, y habían ido a pasar allí el fin de semana, pues Laura y Tere no conocían la ciudad.


Ellas nos preguntaron también a nosotros de dónde éramos y porqué habíamos ido. Respondió Álex:


- Dani se acaba de divorciar. Y como nos pilla muy cerca, porque somos de Madrid, le hemos regalado un fin de semana en Segovia, para celebrar que vuelve a ser un hombre libro, dispuesto recuperar el tiempo perdido durante tantos años de amargo matrimonio.


Me quedé estupefacto, mientras que las chicas sonrieron, se miraron entre ellas y creí notar que Laura me miraba de un modo un poco distinto a cómo lo habían hecho antes.


Cómo se nos estaban acabando las consumiciones, les invitamos a tomar algo, a lo que accedieron encantadas. Samu y yo nos dirigimos a la barra para pedir, mientras que Álex se quedó solo con las tres.


- Joder, sois la hostia, parece que me estáis vendiendo en una subasta –le dije a modo de broma a Samu.


- ¿Has visto cómo han reaccionado, sobre todo Laura? Te come con los ojos, a poco que se lo propongas, también te comerá con esa boquita que tiene –respondió mi amigo.


- Tú ves demasiado porno –le dije.


- No amigo: yo salgo y veo lo que hay. Tú estás un poco oxidado, pero esa chica te quita esta noche el óxido. Ya lo verás –me dijo palmeando mi espalda alegremente.


Volvimos con el grupo, y volvimos a la conversación, las risas y a hacer cómo que bailábamos. Desde que volvimos con las consumiciones, Laura se pegó a mi, rozando constantemente mi cuerpo con el suyo, y sin dejar de tocar mis brazos o mi pecho cada vez que tenía ocasión. Empecé a pensar que Samu y Álex tenían razón.


Un buen rato después, ya bastante más desinhibidos, yo también había hecho por rozar a Laura. Es más, en varias ocasiones, para poder hablarle al oído, la sujeté con una de mis manos por su cintura, para atraerla hacia mi, sintiendo su pezón clavarse en mi pecho, y deslizando mi mano un poco más abajo de lo que la prudencia y el decoro aconsejan. Laura, lejos de retirarse o mostrarse molesta, se dejaba, por lo que los viajes de mi mano fueron cada vez más atrevidos y constantes.


Un rato más tarde, y tras unos minutos en los que Laura no paró de reír con mis ocurrencias (la verdad es que, o bien yo era muy gracioso, o ella era el mejor de los públicos), mi boca se lanzó sobre la suya, comiéndosela con todas las ganas acumuladas durante años de aburrido matrimonio. Ella se dejó hacer, abriendo su boca a mi lengua, permitiendo que la lamiera y acariciara con pasión, mientras mis manos se aferraron con fuerza a su cuerpo, pegándolo todo cuánto fue posible al mío, haciéndola sentir lo feliz y contenta que mi polla se estaba poniendo al sentirla tan cercana y dispuesta.


El calentón entre los dos fue en aumento, en algún momento incluso una de mis manos se deslizó por debajo de la falda de su vestido, ascendiendo de forma peligrosa por sus muslos. Ella misma me paró antes de que hiciera pública, en mitad de la pista, su ropa interior.


- Perdona, me estaba calentando demasiado –le dije pidiendo disculpas.


- No cariño, no tienes que pedir perdón. Sólo que aquí, en mitad del pub no es el mejor sitio para seguir “avanzando”, -me dijo mientras con su mano acarició mi paquete por encima de la ropa.


- Laura, estoy un poco desentrenado, demasiados años de fiel matrimonio –le dije.


- Nada que se pueda arreglar con un poco de entrenamiento –me dijo con una sonrisa pícara y caliente.


Me susurró al oído que nos fuéramos a un lugar más tranquilo. No sabía muy bien dónde ir, pero me pareció una idea buenísima. Nos despedimos el resto del grupo y salimos del local, comiéndonos a besos, y sobándonos cuánto podíamos. Mi polla estaba cada vez más gruesa y dura y, supongo que su coño también estaría reaccionando.


- ¿A dónde podemos ir? –me preguntó


- Pensaba que eso lo tendrías resuelto, -le dije yo-. El desentrenado soy yo.


- ¿Estáis alojados por aquí? –me dijo Laura.


- No, tenemos una casa rural en un pueblo cerca de Segovia –le respondí.


- Entonces, ¿Habéis venido en coche?


- Sí, hemos aparcado en un parking aquí cerca –le dije.


- Pues vamos al coche –remató Laura.


Así que, nos dirigimos al coche. Suerte que, siempre que salimos, compartimos entre nosotros una copia de la llave del coche que utilizamos, por si alguien pierde la suya o bebe más de la cuenta.


El camino hasta el parking, de apenas 5 minutos, nos llevó más del doble, ya que nos parábamos constantemente, a besarnos, sobarnos, acariciarnos, y tantear nuestros cuerpos. Los pezones de Laura estaban absolutamente hinchados, puntiagudos, se clavaban en mi propio pecho cada vez que nos besamos, lo que yo aprovechaba para apretarla todo lo posible contra mi, y sobar su delicioso culo. Su lengua era deliciosa, suave, cálida, húmeda y muy juguetona. Empecé a pensar en las diabluras que esa lengua podría hacer en mi verga. Sus manos tampoco sabían estar quietas, y volaban con suavidad y firmeza, desde mis mejillas a mi pecho, y de mi pecho a mi polla.


Por fin, con un calentón difícil de medir, llegamos al parking, y al coche. Nos metimos en él y cerré rápidamente las puertas por dentro. Sin darme tiempo a pensar ni reaccionar, Laura volvió a besarme, aún con más pasión e intensidad que antes, y dirigiendo su mano derecha a mi paquete, comenzando a desabrochar rápidamente el pantalón y bajando la cremallera, a lo que yo la ayudé cuánto pude.


Rápidamente se encontró con mi verga, absolutamente hinchada y dura, a la que acarició con suavidad, deslizando sus dedos con total parsimonia, desde la base del tronco, rozando los huevos, hasta la punta del capullo.


Hizo que humedeciera sus dedos con mi propia lengua, y volvió a acariciarme la polla, esta vez jugando con la yema de sus dedos en la punta de mi capullo, que de tan caliente e hinchado que estaba, parecía que iba a estallar en cualquier momento.


Después de un rato de jugar con sus dedos y su mano en mi tranca, echó su culo un poco a un lado en el asiento del copiloto, y dejó caer su boca sobre mi polla. Lo primero que hizo fue lamerla despacio, desde los huevos hasta la punta, como antes hiciera con los dedos, pero ahora con su lengua, proporcionándome un placer indescriptible, un placer que apenas recordaba.


Repitió el movimiento varias veces, haciéndome sentir a la vez el roce de su pelo suave, en mi vientre y mis piernas. Mi mano derecha se deslizó por su espalda, casi toda ella desnuda en aquel vestido tan sugerente que vestía, y alcanzó a sobarla el culo, subiéndole la falda lo suficiente, para acariciarle el agujerito oscuro de su cuerpo por encima del finísimo tanga que vestía, el cual, evidentemente, ya contenía una buena porción de los jugos que, del coño de Laura, estaban manando.


Mientras ella seguía dándome placer con su boca. Ahora la había abierto y se introducía mi verga hasta el fondo, sin contemplaciones. Succionando mi glande y acariciando a la vez mis testículos. Yo alargué todo lo que pude el brazo, hasta rozarle el coño por debajo del tanga. Estaba absolutamente empapado. Deslicé mis dedos por su rajita, suavemente primero, por encima de sus pliegues, hasta llegar a rozar el botón del placer de Laura, lo que hizo que se estremeciera y mamara mi polla aún más fuerza, con más intensidad.


A continuación, y tras acariciar en varias ocasiones su clítoris, y de tirar de él suavemente con mis dedos, comencé a follarle el coño con éstos, primero introduciendo uno, y después uniéndose otro más. Moviéndose rítmicamente en su dilatado y empapado coño, que engullía mis dedos con las mismas ganas con las que su boca engullía mi polla.


El aroma a coño mojado, a polla dura e hinchada. A sexo, a deseo y a lujuria, estaban llenando el coche. Hacía ya un buen rato que ambos entrecortábamos nuestras respiraciones y emitíamos gemidos con distintas intensidades y fuerza.


Tuve que hacer que parase, o si no acabaría corriéndome en su boca. No es que la idea no me gustase, que me encantaba, pero necesitaba sentir como mi polla se hundía en su coño.


Eché mi asiento todo lo atrás que pude, y Laura se colocó sobre mi. Clavándose casi del tirón mi dura polla en su coño. Dios… creí que me quemaba la polla. Jamás había sentido un coño arder como el suyo.


Laura comenzó a cabalgarme de inmediato, ofreciendo sus tetas a mi golosa boca. Sólo tuve que tirar un poco hacia abajo de su vestido, para dejar sus dos preciosas tetas al aire, a la altura de mi boca. Besé, mordí, succioné y lamí sus pezones tantas veces como pude. Cambiando de pezón, cambiando de intensidad, volviendo a empezar una y otra vez, provocando sus gemidos y su contoneo salvaje sobre mi cuerpo.


Me iba a hacer estallar en cualquier momento. Con una mano sujetando una de sus tetas y pellizcando con fuerza su pezón, mi otra mano se agarró con fuerza a su culo, palmeándolo cuando su movimiento sobre mi cuerpo me lo permitía, e incluso acariciando su ano, también caliente y húmedo.


- Bésame, Dani –me imploró.


Recibí su lengua en mi boca, nos volvimos a besar con desesperación, con absoluta entrega y pasión, a la vez que el dedo anular de mi mano derecha, se introdujo cuando pudo en su culito. Su reacción fue inmediata, gimiendo sobre mi propia boca, apretando su coño contra mi polla, introducida hasta lo más hondo de su cuerpo, y corriéndose con ganas. Con todas las ganas del mundo. Sentí sus fluidos deslizarse por mi verga, mojar todo el tronco hasta llegar a mi pubis.


Mi polla ardía y explotaba de placer. Apenas podría aguantar un minutos más. Poco me importó entonces estar follándome a una desconocida sin preservativo.


Laura no dejó de moverse sobre mi, de empujar su cuerpo contra el mío, de hacer que mi polla siguiera entrando y saliendo de su ardiente y mojado coño, el cual cerraba con fuerza sobre mi verga, pareciendo que la iba a estrangular hasta que, por fin, mis huevos estallaron, mi polla se desbordó, y una descarga de semen como hacía mucho tiempo que no recordaba, brotó de mi verga para ir a estrellarse con las entrañas de Laura, mezclándose con sus propios jugos.


El gemido que solté debió de oírse en toda Segovia. Laura siguió moviéndose unos instantes más, lo justo para acabar de ordeñar mi polla.


Nos volvimos a besar, hasta que ella se acomodó en el asiento del copiloto, buscando con desesperación algo con lo que limpiarse. Le di un paquete de toallitas que siempre llevaba Álex en compartimento de la puerta.


- Justo a tiempo para mancharte el coche –me dijo Laura mientras utilizaba un par de toallitas para recoger los restos de nuestras corridas que afloraban por su coño.


- No es mi coche, es el de Álex –le dije.


- Hacía tiempo que no follabas, ¿verdad? –me dijo.


- Sí, hacía bastante. Ya sabes, cuando te divorcias es porque hace un tiempo largo que la situación del matrimonio no es la idónea.


- Tu ex se llama Sonia, ¿verdad? –me preguntó.


- Joder, ¿y tú cómo lo sabes? –le dije un poco sorprendido.


- Creo que sé quién eres –me dijo.


- ¿Nos conocemos? –pregunté.


- Creo que yo a ti, sí –me dijo un poco misteriosa.


- ¿Quién eres, de qué me conoces? –pregunté ya preocupado de verdad.


- Tu abuela se llama Martina. De Valladolid, ¿verdad?


- Sí –balbuceé.


- Te he visto en las fotos que tiene nuestra abuela de ti. –me dijo, a la vez que yo acabé por comprenderlo todo.- Soy tu prima Laura, la hija de tu tía Ana, la hermana de tu madre. La abuela sí tiene fotos tuyas, claro. En ellas te he visto muchas veces. Sabía de ti gracias a ella. Ella es quién nos ha ido contando siempre cómo estáis, qué hacéis y cómo os va la vida. Ahora, la casualidad ha querido que nos encontremos aquí –me dijo mientras acariciaba de nuevo mi rostro.


- Entonces ¿tú me has conocido desde el principio? –le pregunté.


- Sí, desde que os vi entrar en el pub. Supe que eras tú –respondió.


- Y, aun así, has querido tener sexo conmigo –le dije.


- ¿Te arrepientes de haberlo hecho? –me preguntó.


- No, no me arrepiento, pero somos primos –le dije.


- No hemos tenido roce, no hemos vivido nada juntos. Somos familia, pero ni tu madre ni la mía han querido que disfrutemos de nuestros lazos de sangre. Es una forma de venganza ¿no crees?


- Lo que creo es que… me ha gustado mucho lo que ha sucedido esta noche –le dije un instante antes de volver a besarla. De besar a mi prima.
 
Me llamo Daniel, aunque la familia y mis amigos me llaman Dani. Soy abogado. Trabajo en un despacho de jurídico con cierto prestigio en la zona sur de Madrid, por lo que no me faltan clientes y unos buenos ingresos que me permiten llevar una vida bastante cómoda.


Tengo unos amigos que, además de muy buenos amigos, son unos cabronazos.


Hace un par de meses formalicé mi divorcio de la que había sido mi mujer. Tras 14 años de matrimonio, con 42 años y tras varias crisis tormentosas, decidimos poner fin a lo que se estaba convirtiendo en un infierno.


Mis amigos del alma: Alejandro y Samuel, trataron de convencerme de que, dadas las circunstancias, debíamos de hacer algo para celebrar mi nuevo estado civil. Yo, que les conozco desde hace años, intuía que en esa celebración podrían pasar muchas cosas ya que, ninguno de los dos, son del tipo de gente que ahorre en situaciones escabrosas.


Traté de eludir la celebración, pero un día recibí una llamada de Álex (así llamábamos los íntimos a Alejandro):


- ¿Qué pasa, tío? –le dije cuando respondí a su llamada.


- Poca cosa, …. todavía –me dijo con tono misterioso.


- Uy, algo estás tramando –le respondí.


- Nada malo, creéme. No hagas planes para el fin de semana. El viernes por la tarde nos vamos Samu, tú y yo a una casa rural. Hay que celebrar lo tuyo.


- Joder, estáis empeñados en liarme –le dije en tono jocoso.


- Reconoce que eres fácil de líar, y más ahora que no tienes que rendirle cuentas a nadie –me respondió Álex, sin que le faltase razón.


Tras intercambiar algunos comentarios más sobre la jornada de liga y tratar de sonsacarle a dónde iríamos, sin éxito, dimos por terminada la llamada.


He de decir que, tanto Samu como Álex, no tienen pareja. Samu se divorció hace ya algunos años, es tres años mayor que yo. Y aunque no le faltan mujeres atractivas alrededor (Samu es Ingeniero en Telecomunicaciones, es un tipo alto, mide más de 1,80, con un cuerpo cuidado, y con bastante labia), pero tras su divorcio juró que nunca más se ataría a ninguna mujer. Follar sí, para eso le valen todas, al menos todas las que se dejan cautivar por él, pero nunca tiene más de tres citas con la misma mujer.


Por su parte, Álex es un soltero convencido. Es dos años más joven que yo, tiene 40 años, es Arquitecto. Económicamente es el que mejor posición tiene de los 3, aunque ninguno nos podemos quejar. Perdió el pelo siendo aún muy joven, por lo que decidió rapar su cabeza por completo, de tal modo que sus ojos, de color azul intenso, destacan sobremanera, bastándole su mirada, adornada con su sonrisa, para llevarse por delante a la más reacia. Le he visto enrollarse con todo tipo de mujeres: desde jovencitas de apenas 20 años, hasta mujeres maduras, de más de 50, con o sin maridos, aburridas y hartas de todo, que necesitaban sentirse deseadas bajo las embestidas de un empotrador cómo Álex.


Por mi parte tengo, como ya he dicho, 42 años. Físicamente son un poco más bajito que mis amigos: 1,74, peso unos 80 kgs, mi pelo es moreno, aunque algunas canas ya hacen su aparición, mis ojos son oscuros y, aunque hace mucho que no estoy en el mercado, lo de ligar nunca se me dio mal del todo.


El viernes acordado, a las 5 de la tarde, Álex y Samu pasaron por mi nuevo domicilio, un apartamento cómodo, moderno y funcional, para recogerme y llevarme hasta el lugar misterioso del que no habían querido decirme nada. Tan sólo me habían dicho que llevara ropa de baño, pues el tiempo era ya caluroso (estábamos a mediados de junio), y al lugar dónde íbamos, parece ser que tenía piscina.


Tras los típicos saludos entre amigos, es decir, palmetazos en la espalda sin control, comentarios de todo tipo, sobre todo los que hacen alusión a lo cabrones que somos y lo bien que lo vamos a pasar, y aún sin decirme a dónde nos dirigíamos, dejé mi pequeño equipaje en el maletero del coche de Álex, y me senté en el asiento trasero del coche.


Pronto nos dirigimos hacia la circunvalación M-50 de Madrid, y desde allí a la carretera A6, en dirección a La Coruña. Por un momento temí que aquel par de cabezas locas quisieran llevarme hasta Galicia, (a más de 600 kms de Madrid).


A unos 60 kms de Madrid tomamos la carretera que conduce hasta la ciudad de Segovia. Al menos, parecía que el viaje no sería muy largo. No me apetecía nada pasarme la tarde entera viajando. Sobre todo porque, durante el fin de semana acabaríamos dándolo todo, conociendo a los piezas con los que iba, y el viaje de vuelta podía ser matador.


Bordeamos la ciudad de Segovia y seguimos trayecto unos kms. más, hasta la localidad de La Cuesta. Allí se encontraba la casa rural en la que nos alojaríamos. La verdad es que estaba bien ubicada, en un pequeño pueblo, pero muy cercana además a Segovia capital, por lo que podríamos elegir entre la tranquilidad del entorno rural, y el ambiente de la ciudad.


Llegamos cuando aún no eran las 6:30 de la tarde. Nos recibió un hombre de unos 50 años, que nos mostró la casa. Se trataba de un edificio de 2 plantas, con zona para aparcar junto a la entrada, un hall bastante amplio, salón con cocina incorporada y un baño en la planta baja, y una planta superior, a la que se accedía por una preciosa escalera de madera de roble. En la planta superior, abuhardillada y con los techos en madera, se encontraban tres espaciosos dormitorios, cada uno de ellos con baño.


En el salón había un pequeño mueble a modo de bar, bajo la barra que separaba la cocina del propio salón, bastante bien surtido de botellas. Podíamos hacer uso de ellas, estaba incluido en el precio.


En la parte trasera de la casa, y con acceso desde el salón, había un coqueto jardín, con cuatro grandes robles, y una piscina que invitaba a darse un buen baño.


- Bueno, ¿Qué te parece el sitio? –preguntó Samu.


- Está muy bien –dije yo mientras salíamos al jardín, para contemplar la piscina y disfrutar de la sombra de los grandes robles que la rodeaban.


- Sí, está muy bien. Hemos tenido suerte, generalmente es muy difícil reservar aquí, suele estar ocupada siempre, pero hubo una anulación de última hora –explicó Álex.


- ¿Qué planes tenemos para hoy? –pregunté.


- De momento yo voy a darme un baño. Esta noche saldremos por Segovia: cena y copas –respondió Samu.


De inmediato, cada uno de nosotros se dirigió a una habitación. A mi me dejaron una con unas vistas maravillosas a la Sierra de Guadarrama, (en Segovia se ponen enfermos cuando oyen decir “la sierra de Madrid”, y no les falta razón, según por qué lado la mires, es de una provincia o de la otra).


Me planté mi bañador y en 10 minutos estábamos los tres, relajados en el jardín y la piscina, tomándonos un gintonic.


- ¿Cuánto tiempo hace que no te la chupa una tía? –me preguntó Samu a bocajarro.


- Coño, yo qué sé, no llevo la cuenta de esas cosas –respondí.


- O sea, que ni te acuerdas. Sonia no te la comía, está claro –dijo Álex.


- No es eso. Pero es que no llevo cuenta de esas cosas. A veces sí, me la comía, no es que no lo hiciera nunca –añadí.


- Ya, pero si no te acuerdas, es porqué hace mucho. Ahora que no nos oye nadie, Sonia siempre ha tenido pinta de ser una estrecha –dijo Samu.


- Hombre, no es la mujer más caliente que he conocido –les confirmé.


- Pues ya va siendo hora de que te desquites de tanta vida monacal –dijo Álex, dándome unas palmadas en la espalda.


- Me estáis dando miedo –les dije riendo.


- Tú deja todo en nuestras manos. Bueno, todo no, ya me entiendes –dijo riendo Samu.


Estaba claro que aquellos dos pájaros estaban ideando algo o, peor aún, ya lo tenían planificado.


Tras un rato en remojo, y después de que cada uno apuramos nuestra copa, salimos del agua y, nos pusimos un rato al sol, para después vestirnos y marcharnos con dirección a Segovia, dónde mis amigos habían reservado un sitio para cenar.


Llegamos al centro de Segovia a las 9:30 de la noche. Segovia es una ciudad que me encanta. Su arquitectura me parece fascinante: desde el acueducto romano, pasando por el Alcázar, la Catedral, y tantos otros lugares y edificios históricos.


Dejamos el coche en un parking muy céntrico, y desde allí nos dirigimos andando en un cómodo paseo hasta el restaurante. Un restaurante típico segoviano, con la decoración y la carta de platos y pinchos típicos de Castilla.


Pedimos unos entrantes para compartir y un plato principal cada uno, regado todo ello con vino de Ribera del Duero. La cena transcurrió entre risas, bromas, comentarios y chascarrillos.


De pronto, Samu volvió a sacar el tema de las mamadas, parecía que le preocupaba a él más que a mi, que hiciera mucho tiempo que ninguna mujer me hubiera hecho sexo oral.


- Joder, tío. No entiendo cómo has aguantado tanto tiempo con Sonia. Es verdad que está muy buena y es bastante guapa, pero también es cierto que siempre nos ha parecido una sosa de cojones –dijo Samu.


- Bueno. Supongo que como todo en la vida, tomar ciertas decisiones conllevan tiempo. Igual que no te casas con la primera chica que te deja follarla, tampoco te divorcias al día siguiente en el que tu mujer te niega una mamada –respondí yo, un poco presa del alcohol.


- ¿Ves? Le ha negado hacerle alguna mamada. Si se veía venir. –Le Álex a Samu, como si yo no estuviera delante.


- Sí, alguna vez que se lo pedí no quiso hacérmela –confesé.


- Por eso yo no me caso, ni me emparejo con nadie. Prefiero rollos de un par de citas. Esas follan todas, te comen lo más grande, porque quieren hacerse las interesantes y, cuando he conseguido probar sus agujeritos, paso de ellas, que las den –explicó Álex.


- Yo piqué una vez, pero nunca más. Follar todo lo que quieran. Si quieren rabo, aquí está el mío, pero nada más. Que luego se acomodan y te ponen a dieta –dijo Samu.


Yo no sabía muy bien a dónde querían ir aquellos dos, pero estaba claro que si habían sacado el tema no era para dejarlo así.


Después de pagar la cena, negándose a que yo pagara mi parte, seguimos por la zona centro, para tomar unas copas y ver qué ambiente había.


La verdad es que había bastante gente, era viernes, hacía muy buen tiempo y, en Segovia, al estar tan cerca de Madrid, los fines de semana, si algo sobraba, eran visitantes.


En el primer pub que estuvimos había bastante gente, pero sobre todo gente muy joven. Chavales y chavalas que rondaban los 20 años, con mucho perreo y mucho reguetón. Ninguno de los tres nos encontrábamos allí en el mejor de nuestros ambientes. Nos tomamos una cerveza rápidamente, y nos marchamos.


Tras andar poco menos de 100 metros, vimos un local en el que la gente que entraba y salía era un poco más mayor, a partir de 30 años, así que nos miramos y, sin decirnos nada, pasamos dentro.


El local era amplio y muy bien decorado, la música era un poco menos estridente y la gente tenía más edad, como nos había parecido antes de entrar, la media estaba por encima de los 30 años.


Nos acercamos a la barra tras inspeccionar un poco el local y la gente que lo llenaba. Había varios grupos de mujeres solas, grupos de tíos solos como nosotros, y algunos grupos mixtos. Nos pedimos una consumición cada uno y comenzamos de nuevo a hablar:


- De ese grupito de ahí se puede sacar petróleo –dijo Samu.


- Tío, no pierdes oportunidad de tirar la caña –le dije.


- Tú estás desentrenado, pero si quieres pescar, tienes que tirar la caña –dijo Álex.


- Pero igual no quiero pescar, sólo quiero tomar una copa, charlar un rato, reírme y acostarme. Solo.


- ¿Y quién ha dicho que tengas que acostarte con alguna de ellas? Tú sólo quieres que te la chupen –respondió Samu.


- No. Eso es lo que vosotros queréis que quiera. Pero aún no me habéis preguntado dije yo.


- ¿Ves ese grupo de tres chicas que hay allí? –preguntó Samu dirigiendo su mirada hacia el grupo de mujeres del que había dicho hacía un momento que se podía sacar petróleo-. No me digas que la rubia del vestido plateado no te pone.


- Claro, es un bellezón. Tiene un cuerpazo, aunque desde aquí no la veo bien la cara –respondí.


- Déjalo de mi cuenta. En 5 minutos estamos con ellas –dijo Samu.


Se dirigió sin esperar más respuesta hacia ellas. Y comenzó a hablarlas. En menos de 2 minutos se estaban intercambiando besos de presentación y pasaba su mano por encima de los hombros de dos de ellas, una de ellas la del vestido plateado que, debo reconocerlo, tenía un cuerpazo espectacular: vestido ajustado corto, que le dibujaba un culo precioso, con escote en forma de U y espalda al aire.


Estaba embelesado mirándoles cuando, de pronto, los 4 se dieron la vuelta. La rubita del vestidito me había cazado radiografiando su cuerpo. Pero me sonrió. No era mala señal, desde luego.


Samu nos indicó con un evidente gesto de sus manos, que nos acercáramos, Álex me dio un codazo que casi me sacó todo el aire de los pulmones, empujándome sin miramientos hacia Samu y sus nuevas amigas.


Hicimos las presentaciones de rigor. Ellas se llamaban Laura, Sara y Tere. Laura era la rubia del vestidito que más me llamaba la atención. Tenían 32, 35 y 37 años, respectivamente.


Comenzamos los seis a hablar, en principio de temas intrascendentes. Así fue como supimos que tampoco ellas eran de Segovia, si no de Zaragoza. Casualmente, yo tengo familia en Zaragoza. La hermana de mi madre, Ana, se fue a vivir allí, hacía muchos años. Tenía 2 hijas. A la mayor de mis primas, también Ana, hacía siglos que no la veía, a la pequeña ni siquiera la conocía. Realmente sólo la vi una vez, cuando ella tenía 2 años. La relación entre mi madre y su hermana era cualquier cosa, menos buena.


Las tres amigase estaban alojadas en un hotel en el centro de la ciudad, y habían ido a pasar allí el fin de semana, pues Laura y Tere no conocían la ciudad.


Ellas nos preguntaron también a nosotros de dónde éramos y porqué habíamos ido. Respondió Álex:


- Dani se acaba de divorciar. Y como nos pilla muy cerca, porque somos de Madrid, le hemos regalado un fin de semana en Segovia, para celebrar que vuelve a ser un hombre libro, dispuesto recuperar el tiempo perdido durante tantos años de amargo matrimonio.


Me quedé estupefacto, mientras que las chicas sonrieron, se miraron entre ellas y creí notar que Laura me miraba de un modo un poco distinto a cómo lo habían hecho antes.


Cómo se nos estaban acabando las consumiciones, les invitamos a tomar algo, a lo que accedieron encantadas. Samu y yo nos dirigimos a la barra para pedir, mientras que Álex se quedó solo con las tres.


- Joder, sois la hostia, parece que me estáis vendiendo en una subasta –le dije a modo de broma a Samu.


- ¿Has visto cómo han reaccionado, sobre todo Laura? Te come con los ojos, a poco que se lo propongas, también te comerá con esa boquita que tiene –respondió mi amigo.


- Tú ves demasiado porno –le dije.


- No amigo: yo salgo y veo lo que hay. Tú estás un poco oxidado, pero esa chica te quita esta noche el óxido. Ya lo verás –me dijo palmeando mi espalda alegremente.


Volvimos con el grupo, y volvimos a la conversación, las risas y a hacer cómo que bailábamos. Desde que volvimos con las consumiciones, Laura se pegó a mi, rozando constantemente mi cuerpo con el suyo, y sin dejar de tocar mis brazos o mi pecho cada vez que tenía ocasión. Empecé a pensar que Samu y Álex tenían razón.


Un buen rato después, ya bastante más desinhibidos, yo también había hecho por rozar a Laura. Es más, en varias ocasiones, para poder hablarle al oído, la sujeté con una de mis manos por su cintura, para atraerla hacia mi, sintiendo su pezón clavarse en mi pecho, y deslizando mi mano un poco más abajo de lo que la prudencia y el decoro aconsejan. Laura, lejos de retirarse o mostrarse molesta, se dejaba, por lo que los viajes de mi mano fueron cada vez más atrevidos y constantes.


Un rato más tarde, y tras unos minutos en los que Laura no paró de reír con mis ocurrencias (la verdad es que, o bien yo era muy gracioso, o ella era el mejor de los públicos), mi boca se lanzó sobre la suya, comiéndosela con todas las ganas acumuladas durante años de aburrido matrimonio. Ella se dejó hacer, abriendo su boca a mi lengua, permitiendo que la lamiera y acariciara con pasión, mientras mis manos se aferraron con fuerza a su cuerpo, pegándolo todo cuánto fue posible al mío, haciéndola sentir lo feliz y contenta que mi polla se estaba poniendo al sentirla tan cercana y dispuesta.


El calentón entre los dos fue en aumento, en algún momento incluso una de mis manos se deslizó por debajo de la falda de su vestido, ascendiendo de forma peligrosa por sus muslos. Ella misma me paró antes de que hiciera pública, en mitad de la pista, su ropa interior.


- Perdona, me estaba calentando demasiado –le dije pidiendo disculpas.


- No cariño, no tienes que pedir perdón. Sólo que aquí, en mitad del pub no es el mejor sitio para seguir “avanzando”, -me dijo mientras con su mano acarició mi paquete por encima de la ropa.


- Laura, estoy un poco desentrenado, demasiados años de fiel matrimonio –le dije.


- Nada que se pueda arreglar con un poco de entrenamiento –me dijo con una sonrisa pícara y caliente.


Me susurró al oído que nos fuéramos a un lugar más tranquilo. No sabía muy bien dónde ir, pero me pareció una idea buenísima. Nos despedimos el resto del grupo y salimos del local, comiéndonos a besos, y sobándonos cuánto podíamos. Mi polla estaba cada vez más gruesa y dura y, supongo que su coño también estaría reaccionando.


- ¿A dónde podemos ir? –me preguntó


- Pensaba que eso lo tendrías resuelto, -le dije yo-. El desentrenado soy yo.


- ¿Estáis alojados por aquí? –me dijo Laura.


- No, tenemos una casa rural en un pueblo cerca de Segovia –le respondí.


- Entonces, ¿Habéis venido en coche?


- Sí, hemos aparcado en un parking aquí cerca –le dije.


- Pues vamos al coche –remató Laura.


Así que, nos dirigimos al coche. Suerte que, siempre que salimos, compartimos entre nosotros una copia de la llave del coche que utilizamos, por si alguien pierde la suya o bebe más de la cuenta.


El camino hasta el parking, de apenas 5 minutos, nos llevó más del doble, ya que nos parábamos constantemente, a besarnos, sobarnos, acariciarnos, y tantear nuestros cuerpos. Los pezones de Laura estaban absolutamente hinchados, puntiagudos, se clavaban en mi propio pecho cada vez que nos besamos, lo que yo aprovechaba para apretarla todo lo posible contra mi, y sobar su delicioso culo. Su lengua era deliciosa, suave, cálida, húmeda y muy juguetona. Empecé a pensar en las diabluras que esa lengua podría hacer en mi verga. Sus manos tampoco sabían estar quietas, y volaban con suavidad y firmeza, desde mis mejillas a mi pecho, y de mi pecho a mi polla.


Por fin, con un calentón difícil de medir, llegamos al parking, y al coche. Nos metimos en él y cerré rápidamente las puertas por dentro. Sin darme tiempo a pensar ni reaccionar, Laura volvió a besarme, aún con más pasión e intensidad que antes, y dirigiendo su mano derecha a mi paquete, comenzando a desabrochar rápidamente el pantalón y bajando la cremallera, a lo que yo la ayudé cuánto pude.


Rápidamente se encontró con mi verga, absolutamente hinchada y dura, a la que acarició con suavidad, deslizando sus dedos con total parsimonia, desde la base del tronco, rozando los huevos, hasta la punta del capullo.


Hizo que humedeciera sus dedos con mi propia lengua, y volvió a acariciarme la polla, esta vez jugando con la yema de sus dedos en la punta de mi capullo, que de tan caliente e hinchado que estaba, parecía que iba a estallar en cualquier momento.


Después de un rato de jugar con sus dedos y su mano en mi tranca, echó su culo un poco a un lado en el asiento del copiloto, y dejó caer su boca sobre mi polla. Lo primero que hizo fue lamerla despacio, desde los huevos hasta la punta, como antes hiciera con los dedos, pero ahora con su lengua, proporcionándome un placer indescriptible, un placer que apenas recordaba.


Repitió el movimiento varias veces, haciéndome sentir a la vez el roce de su pelo suave, en mi vientre y mis piernas. Mi mano derecha se deslizó por su espalda, casi toda ella desnuda en aquel vestido tan sugerente que vestía, y alcanzó a sobarla el culo, subiéndole la falda lo suficiente, para acariciarle el agujerito oscuro de su cuerpo por encima del finísimo tanga que vestía, el cual, evidentemente, ya contenía una buena porción de los jugos que, del coño de Laura, estaban manando.


Mientras ella seguía dándome placer con su boca. Ahora la había abierto y se introducía mi verga hasta el fondo, sin contemplaciones. Succionando mi glande y acariciando a la vez mis testículos. Yo alargué todo lo que pude el brazo, hasta rozarle el coño por debajo del tanga. Estaba absolutamente empapado. Deslicé mis dedos por su rajita, suavemente primero, por encima de sus pliegues, hasta llegar a rozar el botón del placer de Laura, lo que hizo que se estremeciera y mamara mi polla aún más fuerza, con más intensidad.


A continuación, y tras acariciar en varias ocasiones su clítoris, y de tirar de él suavemente con mis dedos, comencé a follarle el coño con éstos, primero introduciendo uno, y después uniéndose otro más. Moviéndose rítmicamente en su dilatado y empapado coño, que engullía mis dedos con las mismas ganas con las que su boca engullía mi polla.


El aroma a coño mojado, a polla dura e hinchada. A sexo, a deseo y a lujuria, estaban llenando el coche. Hacía ya un buen rato que ambos entrecortábamos nuestras respiraciones y emitíamos gemidos con distintas intensidades y fuerza.


Tuve que hacer que parase, o si no acabaría corriéndome en su boca. No es que la idea no me gustase, que me encantaba, pero necesitaba sentir como mi polla se hundía en su coño.


Eché mi asiento todo lo atrás que pude, y Laura se colocó sobre mi. Clavándose casi del tirón mi dura polla en su coño. Dios… creí que me quemaba la polla. Jamás había sentido un coño arder como el suyo.


Laura comenzó a cabalgarme de inmediato, ofreciendo sus tetas a mi golosa boca. Sólo tuve que tirar un poco hacia abajo de su vestido, para dejar sus dos preciosas tetas al aire, a la altura de mi boca. Besé, mordí, succioné y lamí sus pezones tantas veces como pude. Cambiando de pezón, cambiando de intensidad, volviendo a empezar una y otra vez, provocando sus gemidos y su contoneo salvaje sobre mi cuerpo.


Me iba a hacer estallar en cualquier momento. Con una mano sujetando una de sus tetas y pellizcando con fuerza su pezón, mi otra mano se agarró con fuerza a su culo, palmeándolo cuando su movimiento sobre mi cuerpo me lo permitía, e incluso acariciando su ano, también caliente y húmedo.


- Bésame, Dani –me imploró.


Recibí su lengua en mi boca, nos volvimos a besar con desesperación, con absoluta entrega y pasión, a la vez que el dedo anular de mi mano derecha, se introdujo cuando pudo en su culito. Su reacción fue inmediata, gimiendo sobre mi propia boca, apretando su coño contra mi polla, introducida hasta lo más hondo de su cuerpo, y corriéndose con ganas. Con todas las ganas del mundo. Sentí sus fluidos deslizarse por mi verga, mojar todo el tronco hasta llegar a mi pubis.


Mi polla ardía y explotaba de placer. Apenas podría aguantar un minutos más. Poco me importó entonces estar follándome a una desconocida sin preservativo.


Laura no dejó de moverse sobre mi, de empujar su cuerpo contra el mío, de hacer que mi polla siguiera entrando y saliendo de su ardiente y mojado coño, el cual cerraba con fuerza sobre mi verga, pareciendo que la iba a estrangular hasta que, por fin, mis huevos estallaron, mi polla se desbordó, y una descarga de semen como hacía mucho tiempo que no recordaba, brotó de mi verga para ir a estrellarse con las entrañas de Laura, mezclándose con sus propios jugos.


El gemido que solté debió de oírse en toda Segovia. Laura siguió moviéndose unos instantes más, lo justo para acabar de ordeñar mi polla.


Nos volvimos a besar, hasta que ella se acomodó en el asiento del copiloto, buscando con desesperación algo con lo que limpiarse. Le di un paquete de toallitas que siempre llevaba Álex en compartimento de la puerta.


- Justo a tiempo para mancharte el coche –me dijo Laura mientras utilizaba un par de toallitas para recoger los restos de nuestras corridas que afloraban por su coño.


- No es mi coche, es el de Álex –le dije.


- Hacía tiempo que no follabas, ¿verdad? –me dijo.


- Sí, hacía bastante. Ya sabes, cuando te divorcias es porque hace un tiempo largo que la situación del matrimonio no es la idónea.


- Tu ex se llama Sonia, ¿verdad? –me preguntó.


- Joder, ¿y tú cómo lo sabes? –le dije un poco sorprendido.


- Creo que sé quién eres –me dijo.


- ¿Nos conocemos? –pregunté.


- Creo que yo a ti, sí –me dijo un poco misteriosa.


- ¿Quién eres, de qué me conoces? –pregunté ya preocupado de verdad.


- Tu abuela se llama Martina. De Valladolid, ¿verdad?


- Sí –balbuceé.


- Te he visto en las fotos que tiene nuestra abuela de ti. –me dijo, a la vez que yo acabé por comprenderlo todo.- Soy tu prima Laura, la hija de tu tía Ana, la hermana de tu madre. La abuela sí tiene fotos tuyas, claro. En ellas te he visto muchas veces. Sabía de ti gracias a ella. Ella es quién nos ha ido contando siempre cómo estáis, qué hacéis y cómo os va la vida. Ahora, la casualidad ha querido que nos encontremos aquí –me dijo mientras acariciaba de nuevo mi rostro.


- Entonces ¿tú me has conocido desde el principio? –le pregunté.


- Sí, desde que os vi entrar en el pub. Supe que eras tú –respondió.


- Y, aun así, has querido tener sexo conmigo –le dije.


- ¿Te arrepientes de haberlo hecho? –me preguntó.


- No, no me arrepiento, pero somos primos –le dije.


- No hemos tenido roce, no hemos vivido nada juntos. Somos familia, pero ni tu madre ni la mía han querido que disfrutemos de nuestros lazos de sangre. Es una forma de venganza ¿no crees?


- Lo que creo es que… me ha gustado mucho lo que ha sucedido esta noche –le dije un instante antes de volver a besarla. De besar a mi prima.
Bufff. A la prima se le arrima y a la hermana...con más gana. 😉
 
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