berserk37
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El amor es un sentimiento que pega fuerte
Me llamo Aitor, como bien dice el título el amor pega fuerte, de eso yo puedo dar fe, además de pegarte con la mano abierta. Nací en un pueblo costero del norte del país, jamás conocí a mis padres biológicos. Cuando nací me dejaron en la puerta de un orfanato, por eso para mí mis verdaderos padres siempre serán mis padres adoptivos, por desgracia ellos no opinan lo mismo de mí. Según supe me adoptaron porque mi madre no podía tener hijos. Si fueron buenos padres o no, no me acuerdo, pues para cuando tuve uso de razón mi madre se había quedado embarazada de mi hermana pequeña y mi ojito derecho Nahia.
Una vez Nahia nació yo dejé de existir en aquella casa, para todos menos para mi ojito derecho, yo era su héroe. A mis padres no les hacía gracia que mi hermana pasara tiempo a mi lado. Siempre me pregunté el porqué no se deshicieron de mí, creo que en eso mucho tuvo que ver mi hermana. Mi cuarto no podía ser más espartano, una cama, una mesa con una silla de madera, un pequeño armario y un par de estanterías donde colocaba mis apuntes y libros. Mi primer ordenador me lo compré trabajando después de clase, ayudando a bajar el pescado de los barcos.
Sin embargo, a mi hermana le compraban de todo, eso no me molestaba, al contrario, verla sonreír era suficiente regalo para mí, tenía tres comidas y un techo, muchas otras personas estaban mucho peor que yo. Adoraba el mar, entonces una de las veces que estaba descargando el pescado se acercó uno de salvamento que era amigo del dueño del barco y se acercó a hablar conmigo. Me propuso ser mi mentor y si se me daba bien trabajaría como buzo junto a él, al mirar dueño del barco supe que tenía mucho que ver, se lo agradecí y me dispuse a aprender.
Ser buzo y trabajar en salvamento era mucho más duro de lo que podía haber imaginado, pero mereció la pena, día tras día absorbía las lecciones como si fuera una esponja. Para cuando me di cuenta, llegó el día de mi examen de graduación. En aquel pueblo costero había cuevas cerca del mar, mientras la marea estuviera baja se podía entrar en aquellas cuevas sin peligro, pues no eran muy profundas, pero cuando la marea subía se inundaban de agua y allí empezaba el peligro.
Mi examen consistió en sacar un muñeco del fondo de esa cueva, cuando entre la cueva todavía se estaba llenando y la luz entraba, pero cuando las galerías empezaron a llenarse de agua la luz dejo de entrar, entonces eras rodeado por una absoluta oscuridad, No se veía nada y tenías que mantener la calma para no morir ahogado, durante mi instrucción mi instructor y jefe me hizo meterme miles de veces para que me aprendiera todas las galerías al dedillo.
Otro problema era que no se podía entrar con botellas de oxígeno, las galerías eran demasiado estrechas, en algunas partes entraba un cuerpo humano justo, para eso llevábamos una mini botellas de oxígeno, no duraban mucho, pero manteniendo la calma y conociendo el sitio eran más que suficientes. Pasé el examen con nota y desde ese día empecé a trabajar en salvamento, el sueldo era bueno, mis compañeros estupendos y el horario podría haber sido mejor, pero no iba a quejarme, Nahia se puso muy contenta y por primera vez vi orgullo en los ojos de mis padres.
A mi hermana también le gustaba el mar, pero ella optó por el surf. Tengo que decir que lo intente en un par de ocasiones, pero en la segunda termine con una brecha en la ceja y el convencimiento que ese deporte no estaba hecho para mí. Siempre iba a ver a mi hermana surfear en mi tiempo libre. Era tan buena que empezó a competir, muchas marcas deportivas empezaron a patrocinarla, la verdad es que estaba muy orgulloso de ella, pero por desgracia para los dos al ser tan buena tenía que ir a competir al extranjero, eso hacía que nos viéramos menos de lo que nos gustaría, pero si alguna de sus competiciones coincidía con mis vacaciones solía ir a verla competir.
Con ella siempre estaba otra chica, su nombre era Haizea, era muy introvertida. Una de las veces tenían que hablar para una de las revistas que las patrocinaba, estaba muerta de miedo, pero como todo en esta vida mi hermana consiguió infundirla valor y todo salió bien, la verdad que cuando me la presento nos caímos muy bien, ella por aquel entonces estaba saliendo con un surfero bastante borde. Yo tenía un buen físico gracias a mi trabajo, muchas chicas me decían que era atractivo, a mí la verdad que era una cosa que no me preocupaba, en verano solía ir con una camiseta de los Iron Maiden desgastada, unos pantalones piratas y unas chancletas viejas, pero que se habían amoldado a la perfección a mi pie.
Ahora hablaré de la mujer de la que me enamore perdidamente, su nombre es Silvia, nos conocimos en el instituto, yo me pasaba los días en la biblioteca, siempre queriendo demostrar a mis padres que no se habían equivocado en adoptarme. La única que se alegraba de mí y estaba totalmente orgullosa era Nahia, para mi hermanita yo era su héroe, pero para los demás yo no era más que el hermano de Nahia, la surfista profesional.
De no ser por ella sería el hombre invisible, no os diré que esa idea me desagradara casi todo el tiempo, digo casi por qué había una persona que si quería que me viera, esta no era otra que Silvia, era una mujer de bandera y banda de música. Hija del hombre más rico del pueblo y uno de los más ricos del país, el instituto se repartía entre los que provenían de familias ricas, los de familias de nivel medio y luego estaba yo, el que se vestía con ropa andrajosa.
Eso decía la gente, pero yo siempre iba limpio como una patena, prefería la comodidad a la estética. La primera vez que Silvia me habló parecía que me había dado un derrame o algo, me quede mudo y petrificado, esto hizo gracia a Silvia que se sentó a mi lado, entonces me pidió si podía ayudarla con la asignatura de física, a mí las matemáticas y la física me perdían. Eran las asignaturas que más disfrutaba, salí de ese momento de trance y me centre en el ejercicio que traía de cabeza a semejante belleza.
El problema que veía yo en Silvia era que tenía una falta de base, si quería ayudarla tendríamos que empezar desde abajo. Muerta de vergüenza me confesó que su padre había dado donaciones en su anterior instituto para que pudiera aprobar. Como estaba comprobando Silvia el dinero no lo podía todo. Sería un trabajo laborioso, pero como me llamaba Aitor, Silvia terminaría este curso aprobando física por méritos propios. Día tras día fue dándose un acercamiento entre nosotros, la verdad es que estaba pletórico a quien quiero engañar, pero también sabia que tenía que tener los pies en el suelo. A los que no les hizo ninguna gracia que Silvia pasara tanto tiempo conmigo fue a sus amigos, de hecho uno de ellos vino a ponerme los puntos sobre las íes.
- Aléjate de Silvia, un gusano como tú no merece estar cerca de ella.
- Este gusano es el que le está ayudando con la asignatura de física, ¿o es que le vas a ayudar tú? - el maromo se quedó callado sin saber qué contestar.
- Ya me parecía a mí.
- ¡Que te alejes de ella!, ¡no te lo voy a volver a repetir! - después me empujó con bastante fuerza.
Terminé golpeándome contra la pared que tenía a mi espalda, le tendría que haber roto la cara, pero eso me metería en problemas con mis padres, bastante glacial era ya nuestra relación. No pensaba hacerle caso, si algún día Silvia decidiera dejar de quedar conmigo lo aceptaría, pero mientras ella no me dijera nada no pensaba dejar de verla en la biblioteca. Las noticias corrían como la pólvora en ese instituto y no tardó en llegar a oídos de Silvia que montó en cólera, dirigiéndose directo hacia su amigo.
- ¿Quién crees que eres para decirle a Aitor que no quede conmigo?
- Joder Silvia mírale, si es un perro flauta.
- Gracias a él he aprobado mi último examen de física, gracias a él estoy entendiendo esa materia del demonio, así que le seguiré viendo y tú te mantendrás calladito si sabes lo que te conviene.
El amigo de Silvia reculó, se fue mirándome con una mirada cargada de odio, no sé lo que estaba haciendo mal para que casi todo el mundo me tratara así, yo intentaba ayudar a todo el mundo, deje de darle vueltas al empezar a sonarme el móvil, era mi hermana que me invitaba a cenar con el dinero que había ganado al ser la ganadora del último campeonato de surf. Cuando llegue a la cena no se encontraba sola, también estaban mis padres. Su expresión cambió según posaron su mirada sobre mí, si no hubiera estado tan acostumbrado me hubiera hundido.
Podía entender que ahora ya tenían su propia hija, yo ya no era más que un juguete roto para ellos, un juguete que tenían que aguantar porque sabían lo mucho que Nahia me quería. Mis padres intentaron disimular, pero se les daba fatal. Viendo que Nahia empezaba a cabrearse decidí alegar cansancio por el trabajo, dirigiéndome directamente hacia casa dando un paseo. Era viernes y hacía buena temperatura, de repente escuché un claxon a mi espalda, al mirar hacia atrás me di cuenta de que era el coche de Silvia.
- ¿A dónde vas tan solito un viernes por la noche?
- A casa, he tenido un mal día.
- Venga ya Aitor, yo he quedado con mis amigos, vente te lo pasarás bien.
Algo dentro de mí me decía que no era buena idea, pero como era Silvia la que me lo pedía no pude negarme. Para cuando me di cuenta me encontraba sentado en el asiento del copiloto poniéndome el cinturón de seguridad. El coche de Silvia era de gama alta, realmente precioso, necesitaría trabajar durante años para tener un coche como este, pero lo mejor era ver a Silvia mientras lo conducía, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Llegamos a una especie de discoteca que se encontraba a las afueras del pueblo, era enorme. Silvia tuvo que aparcar bastante lejos de la entrada, nos tocó andar un poco, al llegar había cola para entrar. Silvia me iba contando lo contenta que estaba de la nota de su último examen, lo mucho que me debía por haberla ayudado. Se cogió de mi brazo, entonces uno de sus pechos se aplastó en mi brazo. No pude contener una creciente erección de mi polla, Solo la simple presencia de Silvia me ponía muy caliente, metiendo la mano en uno de los bolsillos intenté acomodar mi herramienta para que se notase lo menos posible.
Según me vieran los amigos de Silvia me iba a convertir en el hazmerreír, ojalá las cosas hubieran ido por ahí. Según me vieron entrar mientras Silvia iba saludando a la gente cogida de mi brazo, a todos los amigos y amigas de Silvia se les cambió la cara, Ninguno quiso saludarme, cosa que Silvia les recrimino. Le dije a Silvia que no se hiciera mala sangre, a mí me comían los demonios por dentro, pero yo había ido con Silvia, lo que ellos pensaran de mí no me importaba, o eso creía yo.
Intenté entablar conversaciones con todos, pero todos me ignoraban o me contestaban de una manera muy agresiva, en un momento dado me fui para el baño, mientras veía como bailaba Silvia con sus amigas. Llevaba un rato preguntándome qué hacía yo allí, tal vez lo mejor que podía hacer era irme a casa, pero como. No vi ninguna parada de autobús, si decidía ir andando tendría que hacerlo por el arcén de una carretera donde pasaban camiones, era una locura siquiera pensarlo.
Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me fije que alguien se acercaba por detrás y me daba un empujón, salí despedido golpeándome en la ceja con la esquina del marco de la puerta de la entrada a los baños. Sentí un gran dolor, pero me levanté raudo, ahí se encontraban los amigos de Silvia con la intención de ponerme en mi sitio. No me lo pensé dos veces, el primero que pega lo hace dos veces. A uno de ellos le acerté un puñetazo en toda la cara, eso hizo que se golpeara con la pared que tenía detrás y se quedará sentado en el suelo.
Nos encontrábamos en un pasillo, pensé que este me otorgaría ventaja a mí, pero no era lo suficiente estrecho y consiguieron rodearme. Los golpes me empezaron a llover por todas partes, conseguí acertar un par de buenos golpes, pero eso fue todo. Me encontraba en el suelo tapándose como podía mientras todos me pisaban como si fuera una cucaracha. De repente los golpes cesaron, como pude levanté la cabeza, entonces vi como Silvia se había puesto entre ellos y yo, gritándoles algo. Después me ayudó a levantarme, el costado izquierdo me dolía un poco al respirar y la ceja me sangraba copiosamente. Con la ayuda de Silvia salimos de esa discoteca, me dijo que me llevaría a un hospital, pero yo me negué. No me apetecía volver a ver la mirada inquisitoria de mis padres.
- Aitor no seas cabezón, ¡vamos al hospital!
- No es para tanto Silvia, ya me encuentro mejor - no era verdad, pero hice mi mejor actuación, entonces Silvia decidió que iríamos a su casa para hacerme las curas.
Cuando llegamos por suerte no estaban sus padres, si no hubieran llamado a la policía seguro que hubiera terminado la noche apaleado y detenido. Silvia me sentó con cuidado en un sillón, trayendo un ibuprofeno para el dolor, después trajo betadine y unas gasas para limpiarme la herida. Me escocía mucho cada vez que el betadine hacía contacto con mi herida, Silvia soplaba para aliviar el escozor. Cada vez lo hacía más cerca hasta que pasó lo que tenía que pasar.
Silvia y yo nos besamos, disimule el dolor cuando Silvia bajó mi pantalón y ropa interior, se hizo a un lado su braguita para meterse mi polla hasta el fondo de su brillante y encharcado coñito. Poco a poco se la fue introduciendo, las costillas me dolían horrores, pero no pensaba quejarme. Los músculos de la vagina de Silvia apretaban mi polla proporcionándome un placer que aplacaba el dolor que sentía por la paliza. No podía hacer grandes movimientos, Silvia se dio cuenta de ello. Ella empezó a moverse de arriba a abajo con delicadeza, se abrió la blusa blanca que llevaba, pude ver esos perfectos pechos con unos pezones rosados duros como piedras.
Como pude acerque mi boca a uno de ellos y me lo metí en la boca, haciendo que Silvia suspirara profundamente. Silvia en un momento dado estuvo a punto de parar viendo mis muecas de dolor, pero poniendo mis manos en sus caderas se lo impedí, besándola le dije que solo el placer que me estaba proporcionando era lo único que me calmaba el dolor. No fue el mejor sexo de nuestras vidas seguro, pero conseguimos llegar al orgasmo juntos, con todo lo que me dolía no podía dejar de sonreír. Cuando Silvia se desacopló, ya no pude disimular más, me costaba respirar y el apósito de mi ceja no terminaba de cortar la hemorragia.
- Aitor te pongas como te pongas iremos al hospital.
Esta vez no me negué, la verdad es que me costaba respirar, nos montamos en su coche y nos pusimos en marcha.
- ¿Aitor vas a denunciarlos?
- Para que, sus abogados serán más caros y mejores que los míos, encima seguro que termino pagando una indemnización.
- Aun así, deberías denunciarlos, se han pasado de la raya, hablaré con mi padre.
No quería decirle nada a Silvia, pero sabía que su padre no movería ni un dedo, para cuando nos dimos cuenta ya habíamos llegado al hospital, allí me cogieron los datos, después un médico me hizo unas preguntas. Se acercó un camillero, trayéndome una silla de ruedas, les dije que no hacía falta, pero me dijeron que era por mi comodidad, la verdad es que me dolía bastante, no tardaron en venir a buscarme y llevarme a hacerme unas radiografías, la medico me dijo que me tendrían que dar puntos en la ceja, pero que no sabría el alcance real de la lesión hasta tener los resultados.
Mientras esperábamos a que la médico viniera con los resultados me llevaron a un box donde me pusieron puntos, después de ponerme los puntos y tapármelos con un apósito me volvieron a llevar a la sala de espera donde estaba Silvia, allí tuvimos que esperar todo el tiempo del mundo. La verdad es que sabes cuando entras en un hospital, pero no sabes cuando sales. Para cuando el médico vino con los resultados Silvia estaba dormida apoyada en mi hombro, me hacía daño, pero estaba tan a gusto que preferí aguantarme.
Después de hablar con el doctor me dijo que no tenía ninguna costilla rota ni fisurada, pero que los golpes me dolerán unos cuantos días, me receto paracetamol y si veía que no me disminuya el dolor lo intercalaba con ibuprofeno. Cuando llegamos a mi casa estaba amaneciendo, había sido la cita más extraña de mi vida; sin embargo, no podía dejar de sonreír. Le prometí a Silvia que la siguiente vez le invitaría a desayunar, pero que ahora lo que me pedía el cuerpo era meterme en la cama.
Le agradecí lo bien que se había portado conmigo dándole un tierno beso en los labios, Silvia se relamió mientras me miraba con una mirada de deseo. Cuando entré en casa mi hermana estaba histérica, incluso mis padres adoptivos estaban preocupados, les conté lo que me había pasado y mi hermana me miró muy seria.
- Hermanito, ¿por qué no me llamaste?
- Lo siento Nahia, entre el dolor y que estaba con Silvia, no me acuerde de nada más, lo siento de verdad.
A mi hermana lo de Silvia no le pasó desapercibido, pero decidió dejarlo pasar, mis padres adoptivos me dijeron que me metiera en la cama, ya me avisarían para la hora de comer. Me tome un paracetamol y me tumbe en la cama, no cogía postura por el dolor, pero el cansancio era tal que mis ojos empezaron a cerrarse solos, el último pensamiento que tuve antes de dormirme fue a mí y Silvia haciendo el amor. De esta forma empezamos a salir Silvia y yo, pero nuestra relación no fue un camino de rosas, pronto empezaron los problemas, sobre todo con el padre de Silvia que no aceptaba nuestra relación.
El siguiente fin de semana era el cumpleaños de una de las amigas de Silvia, imaginaos las ganas que tenía yo de ir, hice de tripas corazón y decidí que por el amor de mi vida lo que hiciera falta. Llegué a la hora acordada a la casa de Silvia, esta decidió que aparcara mi coche, iríamos en el suyo, eso no me sentó muy bien, entiendo que su coche era mejor que el mío, eso no era muy difícil, pero un coche era un coche. Bajamos al garaje de Silvia, esta cogió las llaves de un precioso Mercedes-Benz SLR McLaren de color gris.
Quiso que yo lo condujera, pero conociendo mi mala suerte preferí que fuera ella quien fuera al volante, necesitaría tres vidas para pagar la reparación de este coche de tener un accidente con él. No tardamos mucho en llegar a la casa de su amiga, más bien diría mansión, mi casa entraría en la entrada de esa casa que se acercaba más a un palacio. El recibimiento fue lo esperado, muchos besos y abrazos para ella y muchas caras de perro para mí, nada nuevo bajo el sol. Decidí dejar a su bola a Silvia, me puse a investigar la casa, era tan grande que con un poco de suerte tardaría toda la noche en investigarla, de esa forma pasaría inadvertido para toda esa gente, tendría mucho dinero, pero en su educación no se habían gastado ni un duro.
Después de andar un rato llegué a la parte trasera de aquella casa, fuera había una piscina de tal tamaño que se podrían hacer las pruebas de natación de las olimpiadas en ella. La verdad es que era una magnífica piscina, me entraron ganas de darme un baño, pero si hacía eso saldría de esta casa sin dientes. En esa casa había más tíos que los que me dieron la paliza la última vez, mientras estaba absorto en mis pensamientos escuche unos pasos que se acercaban a donde yo estaba, me giré y vi a una de las amigas de Silvia.
Me puse en guardia, si no recuerdo mal se llamaba Marta, ella jamás dijo nada de mí, ni bueno ni malo. Cuando llegó a mi altura me miró y me dijo.
- ¿Te estás aburriendo verdad?
- Pues sí para que engañarnos, pero es lo que pasa cuando no te quieren aquí - Marta acusó el golpe.
Eso no es verdad, no todos pensamos así.
- ¿A si?, me gustaría saber que opinas tú.
- De todos los novios que ha tenido Silvia, me pareces el mejor, se nota lo enamorado que estás.
- ¿Cómo sabes que estoy enamorado?
- Porque estás aquí, nadie que no estuviera enamorado de Silvia vendría a una fiesta donde casi todos lo odian.
- Tú pareces no odiarme.
- No te odio, como ya te he dicho, me pareces el mejor chico con el que Silvia ha salido.
- ¿Entonces?
- Solo quiero decirte que te andes con cuidado, no es ningún secreto que al padre Silvia no le agradas como yerno.
- Eso es verdad, ¿pero eso qué tiene que ver?
- Intentara separarnos, solo quería advertirte para que te prepararas para lo peor.
- Se agradece el detalle - entonces se escucharon otros pasos acercándose.
- No hay de que - dijo Marta.
Por la entrada de aquel gran salón entró Silvia mirando a todas partes, me estaba buscando, Marta llamó su atención y se acercó a nosotros con una sonrisa.
- Por fin te encuentro, pensé que te habías ido.
- Solo estaba investigando la casa y hablando un poco con tu amiga Marta - Silvia me beso, después se puso a hablar con Marta, al rato Marta se despidió de nosotros levantando la mano y saliendo de aquel salón.
El resto de la noche estuve al lado de Silvia, hablando de vez en cuando con Marta, la única amiga de Silvia que me había parecido normal. El que no era tan normal era el novio de esta que mordía cada vez que Marta se acercaba a mí, de hecho en una de estas ocasiones, se acercó a mí con actitud amenazadora, se tambaleaba un poco por el efecto del alcohol, así que no me preocupaba que me sacudiera, pero ver cómo todos se daban la vuelta a mirarte con mirada acusadora, como si yo fuera el culpable de todos los males del mundo, no era agradable.
Silvia viendo que todos sus amigos estaban pasados, decidió que lo mejor que podíamos hacer era irnos. De vuelta a su casa vio el malestar en mi rostro, paró el coche y me dijo.
- ¿Estás bien Aitor?
- No, no lo estoy Silvia, siento decírtelo, pero de aquí en adelante irás sola a donde tus amigos - Silvia se lo tomo como si le estuviera haciendo elegir entre ellos y yo.
- ¡No me hagas elegir entre ellos y tú que podrías salir perdiendo! - que me dijera eso fue la gota que derramó el vaso.
- ¡No te estoy haciendo elegir nada!, ¡solo te digo que no volveré a quedar con ellos!, ¡tú puedes quedar con ellos cuando quieras!
Después de eso no volvimos a hablar, cuando llegamos a su casa me bajé de su coche y me fui directo al mío, estaba muy molesto, cuando ya tenía la llave metida en la cerradura note como me abrazaban desde atrás. Era Silvia que estaba llorando, la abracé, diciéndole que no se preocupara que todo estaba bien, nos besamos y se metió más tranquila en su casa. La verdad es que nada estaba bien, menos Marta todos sus amigos me querían lejos de ella y luego estaba lo de su padre. Empezaba a pensar que no sabía donde me había metido, de todas las mujeres del mundo me había ido a enamorar de la más complicada.
Las siguientes semanas no fueron mejores, Silvia empezó a quedar un fin de semana conmigo y el siguiente con ellos. Los fines de semana que no quedaba con Silvia lo hacía con Nahia, quería que le enseñara submarinismo. La intención de mi hermana era sumergirse en las cuevas, pero le dije que todavía no estaba preparada, que jamás entrara sola. Mi hermana te decía que si y luego hacia lo que le daba la gana, para eso le enseñe lo mejor que pude todo lo que sabía a mi hermana. Como me preocupaba el poco caso que me iba a hacer, nunca entramos en las cuevas, le enseñe submarinismo en otros lugares más idóneos para aprender.
Al no tener el conocimiento de las rutas de estas cuevas me hizo creer que disuadiría a mi hermana de entrar en ellas, me sorprendo lo ingenuo que llegó a ser algunas veces. Me gustaba que Nahia quisiera aprender submarinismo porque esto nos permitía pasar más tiempo juntos. Intenté lo mismo con Silvia, pero a ella no le interesaba, mi parte racional me gritaba que en mi relación con Silvia las cosas no iban bien, prácticamente no teníamos nada en común. Por desgracia mi parte enamorada ganaba de calle, era solo verla y mi cerebro se olvidaba de todo lo malo, el siguiente fin de semana Silvia me dijo que su padre nos había invitado a comer con ellos. La verdad es que no me hizo ninguna gracia, sabía que ese hombre no me quería al lado de su hija, algo me decía que planeaba algo y que no me iba a gustar. Llegué a esa casa a la hora, al entrar me recibió un mayordomo, un hombre serio, de pocas palabras. Me acompañó hasta un gran salón donde ya me esperaban Silvia y sus padres, Ninguno de los dos me quería ahí, pero por lo menos la madre de Silvia lo disimulaba más.
La comida transcurrió más tranquila de lo que me esperaba, pero no bajé la guardia en ningún momento. Una vez terminamos de comer, el padre de Silvia me llevó a otro salón donde había unos documentos sobre una gran mesa.
- Aitor, sé que tu hermana y tú queréis estudiar biología marina, tenéis dos vacantes en la mejor universidad, con todos los gastos pagados, incluidos el de la estancia, he alquilado una pequeña casa para los dos.
- Muy amable, pero ¿qué me pedirás a cambio?, porque sé que me pedirás algo.
- Has acertado, a cambio de esto, tú dejaras a mi hija - no se anduvo por las ramas, también me di cuenta de que le hablara de tú, le escocía.
- Lo siento, pero el amor que siento por tu hija no está en venta, no hay nada en este mundo con lo que puedas comprarlo.
- Piénsatelo bien, es una gran oportunidad - dijo el padre de Silvia sin perder la sonrisa.
- No tengo nada que pensar, rechazo tu oferta - volvió a sonreír.
- Te admiro de verdad, cualquiera de los novios anteriores de Silvia hubieran aceptado sin pensarlo, pero quiero que sepas que yo siempre gano.
La verdad es que se me revolvió hasta el estómago, fui directamente a donde Silvia para decirle que no me sentía bien y que me iría a casa, viendo mi mal aspecto decidió llevarme ella. Me despedí de los padres de Silvia con educación, saliendo raudo de esa casa, durante el viaje Silvia me hablaba, pero yo solo podía centrarme en la decepción que había sentido. Decidí no decirle nada a Silvia, en su mundo estas cosas serían normales, pero en el mío no. Marta me advirtió, pero jamás me hubiera imaginado que el padre de Silvia intentase algo así.
Aguanté hasta entrar en casa, una vez dentro corrí al baño a vomitar. Cuando se lo conté a Nahia, no daba crédito.
- Silvia tiene que saber esto.
- No sé hermanita…
- ¿A qué tienes miedo?
- Tengo miedo a que no le sorprenda.
- No sé hermanito…
- Nahia, dime lo que piensas, por favor.
- Cuando me presentaste a Silvia sentí que te iba a hacer daño, luego está la advertencia de su amiga, tal vez son señales de que esa relación no es buena para ti.
- No dejaré que un ricachón me diga lo que tengo y no tengo que hacer.
- Eres cabezón como tú solo, solo prométeme que tendrás cuidado.
EL RELATO SIGUE ABAJO
Me llamo Aitor, como bien dice el título el amor pega fuerte, de eso yo puedo dar fe, además de pegarte con la mano abierta. Nací en un pueblo costero del norte del país, jamás conocí a mis padres biológicos. Cuando nací me dejaron en la puerta de un orfanato, por eso para mí mis verdaderos padres siempre serán mis padres adoptivos, por desgracia ellos no opinan lo mismo de mí. Según supe me adoptaron porque mi madre no podía tener hijos. Si fueron buenos padres o no, no me acuerdo, pues para cuando tuve uso de razón mi madre se había quedado embarazada de mi hermana pequeña y mi ojito derecho Nahia.
Una vez Nahia nació yo dejé de existir en aquella casa, para todos menos para mi ojito derecho, yo era su héroe. A mis padres no les hacía gracia que mi hermana pasara tiempo a mi lado. Siempre me pregunté el porqué no se deshicieron de mí, creo que en eso mucho tuvo que ver mi hermana. Mi cuarto no podía ser más espartano, una cama, una mesa con una silla de madera, un pequeño armario y un par de estanterías donde colocaba mis apuntes y libros. Mi primer ordenador me lo compré trabajando después de clase, ayudando a bajar el pescado de los barcos.
Sin embargo, a mi hermana le compraban de todo, eso no me molestaba, al contrario, verla sonreír era suficiente regalo para mí, tenía tres comidas y un techo, muchas otras personas estaban mucho peor que yo. Adoraba el mar, entonces una de las veces que estaba descargando el pescado se acercó uno de salvamento que era amigo del dueño del barco y se acercó a hablar conmigo. Me propuso ser mi mentor y si se me daba bien trabajaría como buzo junto a él, al mirar dueño del barco supe que tenía mucho que ver, se lo agradecí y me dispuse a aprender.
Ser buzo y trabajar en salvamento era mucho más duro de lo que podía haber imaginado, pero mereció la pena, día tras día absorbía las lecciones como si fuera una esponja. Para cuando me di cuenta, llegó el día de mi examen de graduación. En aquel pueblo costero había cuevas cerca del mar, mientras la marea estuviera baja se podía entrar en aquellas cuevas sin peligro, pues no eran muy profundas, pero cuando la marea subía se inundaban de agua y allí empezaba el peligro.
Mi examen consistió en sacar un muñeco del fondo de esa cueva, cuando entre la cueva todavía se estaba llenando y la luz entraba, pero cuando las galerías empezaron a llenarse de agua la luz dejo de entrar, entonces eras rodeado por una absoluta oscuridad, No se veía nada y tenías que mantener la calma para no morir ahogado, durante mi instrucción mi instructor y jefe me hizo meterme miles de veces para que me aprendiera todas las galerías al dedillo.
Otro problema era que no se podía entrar con botellas de oxígeno, las galerías eran demasiado estrechas, en algunas partes entraba un cuerpo humano justo, para eso llevábamos una mini botellas de oxígeno, no duraban mucho, pero manteniendo la calma y conociendo el sitio eran más que suficientes. Pasé el examen con nota y desde ese día empecé a trabajar en salvamento, el sueldo era bueno, mis compañeros estupendos y el horario podría haber sido mejor, pero no iba a quejarme, Nahia se puso muy contenta y por primera vez vi orgullo en los ojos de mis padres.
A mi hermana también le gustaba el mar, pero ella optó por el surf. Tengo que decir que lo intente en un par de ocasiones, pero en la segunda termine con una brecha en la ceja y el convencimiento que ese deporte no estaba hecho para mí. Siempre iba a ver a mi hermana surfear en mi tiempo libre. Era tan buena que empezó a competir, muchas marcas deportivas empezaron a patrocinarla, la verdad es que estaba muy orgulloso de ella, pero por desgracia para los dos al ser tan buena tenía que ir a competir al extranjero, eso hacía que nos viéramos menos de lo que nos gustaría, pero si alguna de sus competiciones coincidía con mis vacaciones solía ir a verla competir.
Con ella siempre estaba otra chica, su nombre era Haizea, era muy introvertida. Una de las veces tenían que hablar para una de las revistas que las patrocinaba, estaba muerta de miedo, pero como todo en esta vida mi hermana consiguió infundirla valor y todo salió bien, la verdad que cuando me la presento nos caímos muy bien, ella por aquel entonces estaba saliendo con un surfero bastante borde. Yo tenía un buen físico gracias a mi trabajo, muchas chicas me decían que era atractivo, a mí la verdad que era una cosa que no me preocupaba, en verano solía ir con una camiseta de los Iron Maiden desgastada, unos pantalones piratas y unas chancletas viejas, pero que se habían amoldado a la perfección a mi pie.
Ahora hablaré de la mujer de la que me enamore perdidamente, su nombre es Silvia, nos conocimos en el instituto, yo me pasaba los días en la biblioteca, siempre queriendo demostrar a mis padres que no se habían equivocado en adoptarme. La única que se alegraba de mí y estaba totalmente orgullosa era Nahia, para mi hermanita yo era su héroe, pero para los demás yo no era más que el hermano de Nahia, la surfista profesional.
De no ser por ella sería el hombre invisible, no os diré que esa idea me desagradara casi todo el tiempo, digo casi por qué había una persona que si quería que me viera, esta no era otra que Silvia, era una mujer de bandera y banda de música. Hija del hombre más rico del pueblo y uno de los más ricos del país, el instituto se repartía entre los que provenían de familias ricas, los de familias de nivel medio y luego estaba yo, el que se vestía con ropa andrajosa.
Eso decía la gente, pero yo siempre iba limpio como una patena, prefería la comodidad a la estética. La primera vez que Silvia me habló parecía que me había dado un derrame o algo, me quede mudo y petrificado, esto hizo gracia a Silvia que se sentó a mi lado, entonces me pidió si podía ayudarla con la asignatura de física, a mí las matemáticas y la física me perdían. Eran las asignaturas que más disfrutaba, salí de ese momento de trance y me centre en el ejercicio que traía de cabeza a semejante belleza.
El problema que veía yo en Silvia era que tenía una falta de base, si quería ayudarla tendríamos que empezar desde abajo. Muerta de vergüenza me confesó que su padre había dado donaciones en su anterior instituto para que pudiera aprobar. Como estaba comprobando Silvia el dinero no lo podía todo. Sería un trabajo laborioso, pero como me llamaba Aitor, Silvia terminaría este curso aprobando física por méritos propios. Día tras día fue dándose un acercamiento entre nosotros, la verdad es que estaba pletórico a quien quiero engañar, pero también sabia que tenía que tener los pies en el suelo. A los que no les hizo ninguna gracia que Silvia pasara tanto tiempo conmigo fue a sus amigos, de hecho uno de ellos vino a ponerme los puntos sobre las íes.
- Aléjate de Silvia, un gusano como tú no merece estar cerca de ella.
- Este gusano es el que le está ayudando con la asignatura de física, ¿o es que le vas a ayudar tú? - el maromo se quedó callado sin saber qué contestar.
- Ya me parecía a mí.
- ¡Que te alejes de ella!, ¡no te lo voy a volver a repetir! - después me empujó con bastante fuerza.
Terminé golpeándome contra la pared que tenía a mi espalda, le tendría que haber roto la cara, pero eso me metería en problemas con mis padres, bastante glacial era ya nuestra relación. No pensaba hacerle caso, si algún día Silvia decidiera dejar de quedar conmigo lo aceptaría, pero mientras ella no me dijera nada no pensaba dejar de verla en la biblioteca. Las noticias corrían como la pólvora en ese instituto y no tardó en llegar a oídos de Silvia que montó en cólera, dirigiéndose directo hacia su amigo.
- ¿Quién crees que eres para decirle a Aitor que no quede conmigo?
- Joder Silvia mírale, si es un perro flauta.
- Gracias a él he aprobado mi último examen de física, gracias a él estoy entendiendo esa materia del demonio, así que le seguiré viendo y tú te mantendrás calladito si sabes lo que te conviene.
El amigo de Silvia reculó, se fue mirándome con una mirada cargada de odio, no sé lo que estaba haciendo mal para que casi todo el mundo me tratara así, yo intentaba ayudar a todo el mundo, deje de darle vueltas al empezar a sonarme el móvil, era mi hermana que me invitaba a cenar con el dinero que había ganado al ser la ganadora del último campeonato de surf. Cuando llegue a la cena no se encontraba sola, también estaban mis padres. Su expresión cambió según posaron su mirada sobre mí, si no hubiera estado tan acostumbrado me hubiera hundido.
Podía entender que ahora ya tenían su propia hija, yo ya no era más que un juguete roto para ellos, un juguete que tenían que aguantar porque sabían lo mucho que Nahia me quería. Mis padres intentaron disimular, pero se les daba fatal. Viendo que Nahia empezaba a cabrearse decidí alegar cansancio por el trabajo, dirigiéndome directamente hacia casa dando un paseo. Era viernes y hacía buena temperatura, de repente escuché un claxon a mi espalda, al mirar hacia atrás me di cuenta de que era el coche de Silvia.
- ¿A dónde vas tan solito un viernes por la noche?
- A casa, he tenido un mal día.
- Venga ya Aitor, yo he quedado con mis amigos, vente te lo pasarás bien.
Algo dentro de mí me decía que no era buena idea, pero como era Silvia la que me lo pedía no pude negarme. Para cuando me di cuenta me encontraba sentado en el asiento del copiloto poniéndome el cinturón de seguridad. El coche de Silvia era de gama alta, realmente precioso, necesitaría trabajar durante años para tener un coche como este, pero lo mejor era ver a Silvia mientras lo conducía, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Llegamos a una especie de discoteca que se encontraba a las afueras del pueblo, era enorme. Silvia tuvo que aparcar bastante lejos de la entrada, nos tocó andar un poco, al llegar había cola para entrar. Silvia me iba contando lo contenta que estaba de la nota de su último examen, lo mucho que me debía por haberla ayudado. Se cogió de mi brazo, entonces uno de sus pechos se aplastó en mi brazo. No pude contener una creciente erección de mi polla, Solo la simple presencia de Silvia me ponía muy caliente, metiendo la mano en uno de los bolsillos intenté acomodar mi herramienta para que se notase lo menos posible.
Según me vieran los amigos de Silvia me iba a convertir en el hazmerreír, ojalá las cosas hubieran ido por ahí. Según me vieron entrar mientras Silvia iba saludando a la gente cogida de mi brazo, a todos los amigos y amigas de Silvia se les cambió la cara, Ninguno quiso saludarme, cosa que Silvia les recrimino. Le dije a Silvia que no se hiciera mala sangre, a mí me comían los demonios por dentro, pero yo había ido con Silvia, lo que ellos pensaran de mí no me importaba, o eso creía yo.
Intenté entablar conversaciones con todos, pero todos me ignoraban o me contestaban de una manera muy agresiva, en un momento dado me fui para el baño, mientras veía como bailaba Silvia con sus amigas. Llevaba un rato preguntándome qué hacía yo allí, tal vez lo mejor que podía hacer era irme a casa, pero como. No vi ninguna parada de autobús, si decidía ir andando tendría que hacerlo por el arcén de una carretera donde pasaban camiones, era una locura siquiera pensarlo.
Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me fije que alguien se acercaba por detrás y me daba un empujón, salí despedido golpeándome en la ceja con la esquina del marco de la puerta de la entrada a los baños. Sentí un gran dolor, pero me levanté raudo, ahí se encontraban los amigos de Silvia con la intención de ponerme en mi sitio. No me lo pensé dos veces, el primero que pega lo hace dos veces. A uno de ellos le acerté un puñetazo en toda la cara, eso hizo que se golpeara con la pared que tenía detrás y se quedará sentado en el suelo.
Nos encontrábamos en un pasillo, pensé que este me otorgaría ventaja a mí, pero no era lo suficiente estrecho y consiguieron rodearme. Los golpes me empezaron a llover por todas partes, conseguí acertar un par de buenos golpes, pero eso fue todo. Me encontraba en el suelo tapándose como podía mientras todos me pisaban como si fuera una cucaracha. De repente los golpes cesaron, como pude levanté la cabeza, entonces vi como Silvia se había puesto entre ellos y yo, gritándoles algo. Después me ayudó a levantarme, el costado izquierdo me dolía un poco al respirar y la ceja me sangraba copiosamente. Con la ayuda de Silvia salimos de esa discoteca, me dijo que me llevaría a un hospital, pero yo me negué. No me apetecía volver a ver la mirada inquisitoria de mis padres.
- Aitor no seas cabezón, ¡vamos al hospital!
- No es para tanto Silvia, ya me encuentro mejor - no era verdad, pero hice mi mejor actuación, entonces Silvia decidió que iríamos a su casa para hacerme las curas.
Cuando llegamos por suerte no estaban sus padres, si no hubieran llamado a la policía seguro que hubiera terminado la noche apaleado y detenido. Silvia me sentó con cuidado en un sillón, trayendo un ibuprofeno para el dolor, después trajo betadine y unas gasas para limpiarme la herida. Me escocía mucho cada vez que el betadine hacía contacto con mi herida, Silvia soplaba para aliviar el escozor. Cada vez lo hacía más cerca hasta que pasó lo que tenía que pasar.
Silvia y yo nos besamos, disimule el dolor cuando Silvia bajó mi pantalón y ropa interior, se hizo a un lado su braguita para meterse mi polla hasta el fondo de su brillante y encharcado coñito. Poco a poco se la fue introduciendo, las costillas me dolían horrores, pero no pensaba quejarme. Los músculos de la vagina de Silvia apretaban mi polla proporcionándome un placer que aplacaba el dolor que sentía por la paliza. No podía hacer grandes movimientos, Silvia se dio cuenta de ello. Ella empezó a moverse de arriba a abajo con delicadeza, se abrió la blusa blanca que llevaba, pude ver esos perfectos pechos con unos pezones rosados duros como piedras.
Como pude acerque mi boca a uno de ellos y me lo metí en la boca, haciendo que Silvia suspirara profundamente. Silvia en un momento dado estuvo a punto de parar viendo mis muecas de dolor, pero poniendo mis manos en sus caderas se lo impedí, besándola le dije que solo el placer que me estaba proporcionando era lo único que me calmaba el dolor. No fue el mejor sexo de nuestras vidas seguro, pero conseguimos llegar al orgasmo juntos, con todo lo que me dolía no podía dejar de sonreír. Cuando Silvia se desacopló, ya no pude disimular más, me costaba respirar y el apósito de mi ceja no terminaba de cortar la hemorragia.
- Aitor te pongas como te pongas iremos al hospital.
Esta vez no me negué, la verdad es que me costaba respirar, nos montamos en su coche y nos pusimos en marcha.
- ¿Aitor vas a denunciarlos?
- Para que, sus abogados serán más caros y mejores que los míos, encima seguro que termino pagando una indemnización.
- Aun así, deberías denunciarlos, se han pasado de la raya, hablaré con mi padre.
No quería decirle nada a Silvia, pero sabía que su padre no movería ni un dedo, para cuando nos dimos cuenta ya habíamos llegado al hospital, allí me cogieron los datos, después un médico me hizo unas preguntas. Se acercó un camillero, trayéndome una silla de ruedas, les dije que no hacía falta, pero me dijeron que era por mi comodidad, la verdad es que me dolía bastante, no tardaron en venir a buscarme y llevarme a hacerme unas radiografías, la medico me dijo que me tendrían que dar puntos en la ceja, pero que no sabría el alcance real de la lesión hasta tener los resultados.
Mientras esperábamos a que la médico viniera con los resultados me llevaron a un box donde me pusieron puntos, después de ponerme los puntos y tapármelos con un apósito me volvieron a llevar a la sala de espera donde estaba Silvia, allí tuvimos que esperar todo el tiempo del mundo. La verdad es que sabes cuando entras en un hospital, pero no sabes cuando sales. Para cuando el médico vino con los resultados Silvia estaba dormida apoyada en mi hombro, me hacía daño, pero estaba tan a gusto que preferí aguantarme.
Después de hablar con el doctor me dijo que no tenía ninguna costilla rota ni fisurada, pero que los golpes me dolerán unos cuantos días, me receto paracetamol y si veía que no me disminuya el dolor lo intercalaba con ibuprofeno. Cuando llegamos a mi casa estaba amaneciendo, había sido la cita más extraña de mi vida; sin embargo, no podía dejar de sonreír. Le prometí a Silvia que la siguiente vez le invitaría a desayunar, pero que ahora lo que me pedía el cuerpo era meterme en la cama.
Le agradecí lo bien que se había portado conmigo dándole un tierno beso en los labios, Silvia se relamió mientras me miraba con una mirada de deseo. Cuando entré en casa mi hermana estaba histérica, incluso mis padres adoptivos estaban preocupados, les conté lo que me había pasado y mi hermana me miró muy seria.
- Hermanito, ¿por qué no me llamaste?
- Lo siento Nahia, entre el dolor y que estaba con Silvia, no me acuerde de nada más, lo siento de verdad.
A mi hermana lo de Silvia no le pasó desapercibido, pero decidió dejarlo pasar, mis padres adoptivos me dijeron que me metiera en la cama, ya me avisarían para la hora de comer. Me tome un paracetamol y me tumbe en la cama, no cogía postura por el dolor, pero el cansancio era tal que mis ojos empezaron a cerrarse solos, el último pensamiento que tuve antes de dormirme fue a mí y Silvia haciendo el amor. De esta forma empezamos a salir Silvia y yo, pero nuestra relación no fue un camino de rosas, pronto empezaron los problemas, sobre todo con el padre de Silvia que no aceptaba nuestra relación.
El siguiente fin de semana era el cumpleaños de una de las amigas de Silvia, imaginaos las ganas que tenía yo de ir, hice de tripas corazón y decidí que por el amor de mi vida lo que hiciera falta. Llegué a la hora acordada a la casa de Silvia, esta decidió que aparcara mi coche, iríamos en el suyo, eso no me sentó muy bien, entiendo que su coche era mejor que el mío, eso no era muy difícil, pero un coche era un coche. Bajamos al garaje de Silvia, esta cogió las llaves de un precioso Mercedes-Benz SLR McLaren de color gris.
Quiso que yo lo condujera, pero conociendo mi mala suerte preferí que fuera ella quien fuera al volante, necesitaría tres vidas para pagar la reparación de este coche de tener un accidente con él. No tardamos mucho en llegar a la casa de su amiga, más bien diría mansión, mi casa entraría en la entrada de esa casa que se acercaba más a un palacio. El recibimiento fue lo esperado, muchos besos y abrazos para ella y muchas caras de perro para mí, nada nuevo bajo el sol. Decidí dejar a su bola a Silvia, me puse a investigar la casa, era tan grande que con un poco de suerte tardaría toda la noche en investigarla, de esa forma pasaría inadvertido para toda esa gente, tendría mucho dinero, pero en su educación no se habían gastado ni un duro.
Después de andar un rato llegué a la parte trasera de aquella casa, fuera había una piscina de tal tamaño que se podrían hacer las pruebas de natación de las olimpiadas en ella. La verdad es que era una magnífica piscina, me entraron ganas de darme un baño, pero si hacía eso saldría de esta casa sin dientes. En esa casa había más tíos que los que me dieron la paliza la última vez, mientras estaba absorto en mis pensamientos escuche unos pasos que se acercaban a donde yo estaba, me giré y vi a una de las amigas de Silvia.
Me puse en guardia, si no recuerdo mal se llamaba Marta, ella jamás dijo nada de mí, ni bueno ni malo. Cuando llegó a mi altura me miró y me dijo.
- ¿Te estás aburriendo verdad?
- Pues sí para que engañarnos, pero es lo que pasa cuando no te quieren aquí - Marta acusó el golpe.
Eso no es verdad, no todos pensamos así.
- ¿A si?, me gustaría saber que opinas tú.
- De todos los novios que ha tenido Silvia, me pareces el mejor, se nota lo enamorado que estás.
- ¿Cómo sabes que estoy enamorado?
- Porque estás aquí, nadie que no estuviera enamorado de Silvia vendría a una fiesta donde casi todos lo odian.
- Tú pareces no odiarme.
- No te odio, como ya te he dicho, me pareces el mejor chico con el que Silvia ha salido.
- ¿Entonces?
- Solo quiero decirte que te andes con cuidado, no es ningún secreto que al padre Silvia no le agradas como yerno.
- Eso es verdad, ¿pero eso qué tiene que ver?
- Intentara separarnos, solo quería advertirte para que te prepararas para lo peor.
- Se agradece el detalle - entonces se escucharon otros pasos acercándose.
- No hay de que - dijo Marta.
Por la entrada de aquel gran salón entró Silvia mirando a todas partes, me estaba buscando, Marta llamó su atención y se acercó a nosotros con una sonrisa.
- Por fin te encuentro, pensé que te habías ido.
- Solo estaba investigando la casa y hablando un poco con tu amiga Marta - Silvia me beso, después se puso a hablar con Marta, al rato Marta se despidió de nosotros levantando la mano y saliendo de aquel salón.
El resto de la noche estuve al lado de Silvia, hablando de vez en cuando con Marta, la única amiga de Silvia que me había parecido normal. El que no era tan normal era el novio de esta que mordía cada vez que Marta se acercaba a mí, de hecho en una de estas ocasiones, se acercó a mí con actitud amenazadora, se tambaleaba un poco por el efecto del alcohol, así que no me preocupaba que me sacudiera, pero ver cómo todos se daban la vuelta a mirarte con mirada acusadora, como si yo fuera el culpable de todos los males del mundo, no era agradable.
Silvia viendo que todos sus amigos estaban pasados, decidió que lo mejor que podíamos hacer era irnos. De vuelta a su casa vio el malestar en mi rostro, paró el coche y me dijo.
- ¿Estás bien Aitor?
- No, no lo estoy Silvia, siento decírtelo, pero de aquí en adelante irás sola a donde tus amigos - Silvia se lo tomo como si le estuviera haciendo elegir entre ellos y yo.
- ¡No me hagas elegir entre ellos y tú que podrías salir perdiendo! - que me dijera eso fue la gota que derramó el vaso.
- ¡No te estoy haciendo elegir nada!, ¡solo te digo que no volveré a quedar con ellos!, ¡tú puedes quedar con ellos cuando quieras!
Después de eso no volvimos a hablar, cuando llegamos a su casa me bajé de su coche y me fui directo al mío, estaba muy molesto, cuando ya tenía la llave metida en la cerradura note como me abrazaban desde atrás. Era Silvia que estaba llorando, la abracé, diciéndole que no se preocupara que todo estaba bien, nos besamos y se metió más tranquila en su casa. La verdad es que nada estaba bien, menos Marta todos sus amigos me querían lejos de ella y luego estaba lo de su padre. Empezaba a pensar que no sabía donde me había metido, de todas las mujeres del mundo me había ido a enamorar de la más complicada.
Las siguientes semanas no fueron mejores, Silvia empezó a quedar un fin de semana conmigo y el siguiente con ellos. Los fines de semana que no quedaba con Silvia lo hacía con Nahia, quería que le enseñara submarinismo. La intención de mi hermana era sumergirse en las cuevas, pero le dije que todavía no estaba preparada, que jamás entrara sola. Mi hermana te decía que si y luego hacia lo que le daba la gana, para eso le enseñe lo mejor que pude todo lo que sabía a mi hermana. Como me preocupaba el poco caso que me iba a hacer, nunca entramos en las cuevas, le enseñe submarinismo en otros lugares más idóneos para aprender.
Al no tener el conocimiento de las rutas de estas cuevas me hizo creer que disuadiría a mi hermana de entrar en ellas, me sorprendo lo ingenuo que llegó a ser algunas veces. Me gustaba que Nahia quisiera aprender submarinismo porque esto nos permitía pasar más tiempo juntos. Intenté lo mismo con Silvia, pero a ella no le interesaba, mi parte racional me gritaba que en mi relación con Silvia las cosas no iban bien, prácticamente no teníamos nada en común. Por desgracia mi parte enamorada ganaba de calle, era solo verla y mi cerebro se olvidaba de todo lo malo, el siguiente fin de semana Silvia me dijo que su padre nos había invitado a comer con ellos. La verdad es que no me hizo ninguna gracia, sabía que ese hombre no me quería al lado de su hija, algo me decía que planeaba algo y que no me iba a gustar. Llegué a esa casa a la hora, al entrar me recibió un mayordomo, un hombre serio, de pocas palabras. Me acompañó hasta un gran salón donde ya me esperaban Silvia y sus padres, Ninguno de los dos me quería ahí, pero por lo menos la madre de Silvia lo disimulaba más.
La comida transcurrió más tranquila de lo que me esperaba, pero no bajé la guardia en ningún momento. Una vez terminamos de comer, el padre de Silvia me llevó a otro salón donde había unos documentos sobre una gran mesa.
- Aitor, sé que tu hermana y tú queréis estudiar biología marina, tenéis dos vacantes en la mejor universidad, con todos los gastos pagados, incluidos el de la estancia, he alquilado una pequeña casa para los dos.
- Muy amable, pero ¿qué me pedirás a cambio?, porque sé que me pedirás algo.
- Has acertado, a cambio de esto, tú dejaras a mi hija - no se anduvo por las ramas, también me di cuenta de que le hablara de tú, le escocía.
- Lo siento, pero el amor que siento por tu hija no está en venta, no hay nada en este mundo con lo que puedas comprarlo.
- Piénsatelo bien, es una gran oportunidad - dijo el padre de Silvia sin perder la sonrisa.
- No tengo nada que pensar, rechazo tu oferta - volvió a sonreír.
- Te admiro de verdad, cualquiera de los novios anteriores de Silvia hubieran aceptado sin pensarlo, pero quiero que sepas que yo siempre gano.
La verdad es que se me revolvió hasta el estómago, fui directamente a donde Silvia para decirle que no me sentía bien y que me iría a casa, viendo mi mal aspecto decidió llevarme ella. Me despedí de los padres de Silvia con educación, saliendo raudo de esa casa, durante el viaje Silvia me hablaba, pero yo solo podía centrarme en la decepción que había sentido. Decidí no decirle nada a Silvia, en su mundo estas cosas serían normales, pero en el mío no. Marta me advirtió, pero jamás me hubiera imaginado que el padre de Silvia intentase algo así.
Aguanté hasta entrar en casa, una vez dentro corrí al baño a vomitar. Cuando se lo conté a Nahia, no daba crédito.
- Silvia tiene que saber esto.
- No sé hermanita…
- ¿A qué tienes miedo?
- Tengo miedo a que no le sorprenda.
- No sé hermanito…
- Nahia, dime lo que piensas, por favor.
- Cuando me presentaste a Silvia sentí que te iba a hacer daño, luego está la advertencia de su amiga, tal vez son señales de que esa relación no es buena para ti.
- No dejaré que un ricachón me diga lo que tengo y no tengo que hacer.
- Eres cabezón como tú solo, solo prométeme que tendrás cuidado.
EL RELATO SIGUE ABAJO