El congreso

mifurro

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1 Jul 2023
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El verano pasado, a principios de julio, asistí a un congreso en el que participaba la empresa para la que trabajo en Logroño. El congreso iba sobre nuevas tecnologías, dedicándome yo a la informática. El congreso duraba todo el fin de semana, así que la empresa nos reservó a quienes íbamos a asistir una habitación de hotel. Se ve que aquel fin de semana, quizá por estar como quien dice recién empezado el verano, estaban los hoteles a tope de gente y de reservas. Con esto, mi empresa tuvo que agrupar a varias personas en las mismas habitaciones. Yo no tengo ningún problema de compartir habitación, pues diría que me llevo bien con todo el mundo en la empresa, así que yo con tal de tener un sitio donde descansar, todo genial. Esto de compartir la habitación lo supimos varias semanas antes del evento, así que ya sabíamos con quién o quiénes estaríamos. A mí me tocó con Silvia y su hija, Gemma. Reconozco que me llevé sorpresa al saber que sería con ellas con quienes estaría en la habitación, ya que pensaba que lo pondrían todo con personas del mismo sexo… Pero no. Yo estaba encantado, porque me llevo fenomenal con ellas. Y además, ambas están de buen ver, con lo que pensar que las vería en pijama en algún momento, era un aliciente bastante erótico para mi mente habitualmente calenturienta.

Silvia es comercial y tiene la misma edad que yo (48 años) y Gemma, su hija, tiene 24. Silvia es alta, morena y tirando a flaca pero con un cuerpo que se adivinaba bien bonito, especialmente sus tetas, pequeñas pero respingonas ya que se podían adivinar muchas veces con sus vestidos no escotados pero sí ligeros (cada vez que se agachaba un poco, yo intentaba fijarme en sus pechos, cosa que a veces he conseguido ver sin que se diera cuenta) y un culo de infarto, perfectamente formado y redondeado que cada vez que la tenia delante de mí no paraba de observar, ya llevara vaqueros, falda o vestido. Su boca es grande y me la he imaginado un montón de veces comiéndose mi polla y corriéndome dentro de ella, con esos labios rojos carnosos que tiene…

En cuanto a su hija, Gemma, trabaja en el mismo departamento que su madre, mano a mano, y la verdad es que nunca me había fijado en ella, salvo contadas ocasiones, pero no por nada relacionado con el sexo, sino simplemente porque también nos llevamos muy bien y charlamos a menudo. Morena como su madre, en su momento reconoció que le gustaban las chicas así que esa es la razón por la que no me he fijado mucho en ella. Con ese toque de rebeldía, o chulería, que tienen los jóvenes siempre, a veces ha ido algo escotada a trabajar y claro, uno no es de piedra… Tiene un culo que también es muy bonito, bien heredado de parte de su madre, siendo muy acariciable y apetitoso.

Cuando llegamos al hotel, era una habitación para tres, con tres camas. El espacio era escaso así que las camas estaban juntas, sin espacio entre ellas. Elegimos cada uno la suya: Yo la de un lado, la más cercana al lavabo, Silvia la del medio, y por eliminación, Gemma se quedó con la del otro extremo. Decidimos prepararnos para salir a dar una vuelta y reunirnos con otras personas de nuestra empresa. Mientras colocábamos nuestras maletas sobre las camas, cuando Silvia y Gemma abrieron las suyas, vi parte de la ropa interior que habían llevado: Se trataba de unos bonitos tangfas de encaje, así como sujetadores a juego. Lo vi sin querer (ellas seguro que vieron mis calzoncillos también) pero de repente noté un picor en mi entrepierna que me hizo unas cosquillas muy agradables…

Pregunté si alguna de ellas quería pasar al baño a ducharse o a prepararse, y me dijeron que no. Yo, por mi parte, para despejarme un poco del viaje, decidí pasar a darme una ducha. Cogí mis cosas básicas (calzoncillos limpios, una camiseta, cosas de aseo y perfume) y entré en el baño. Comencé a desnudarme y comprobé que las cosquillas que había sentido poco antes me habían puesto la polla algo morcillona. Y es que estaba empezando a imaginarme a mis dos compañeras de habitación con esa lencería tan bonita puesta. Me toqué un poco y no tardé nada en ponerme bien duro. No tengo un rabo largo, pero sí se me pone bien gordo, con un capullo que sobresale que cuando estoy muy cachondo adquiere un color granate muy curioso. Enseguida decidí dejar de tocarme, porque ellas dos estaban al lado y me estarían esperando, así que me metí en la ducha. Con el calorcito del agua deslizándose sobre mi cuerpo, una vez más vinieron mis amigas a mi mente. Silvia con el sujetador tapando sus pequeñas tetas y el tanga sosteniendo su impresionante culo… Bajé mi mano a la polla, sin poder resistirlo, y ya sin pudor empecé a sobarme bien, meneando la piel de abajo a arriba, a la vez que sobaba mis huevos. Por otra parte, también pensaba en Gemma, que aunque fuera lesbiana, su cuerpo también debía lucir increíble con esa ropa interior, y más sin ella. Empecé a pajearme más rápido, pasando mi lengua por mis labios, imaginando que besaba primero a Silvia y luego a Gemma, acariciaba mi torso húmedo y, agarrando la alcachofa de la ducha la dirigí a la punta de mi polla para que me diera más placer, pensando en que sería la boca de Silvia quien estaba succionando sin descanso y con mucho vicio mientras Gemma me dejaba que le tocara las tetas mientras ella se masturbaba.

El chapoteo del agua cayendo en el plato de la ducha según me sacudía la polla, cada vez más rápido, me hizo pensar en que tanto Silvia como Gemma supondrían lo que estaba haciendo, porque ese sonido se tenía que oír, pero a esas alturas ya me daba todo bastante igual, yo estaba cachondísimo y quería correrme, sabiendo que ellas dos estaban justo al lado y quién sabe si también calentándose. Las imaginaba junto a mí, con sus bocas y sus tetas bien dispuestas a recibir mi leche, la cual ya estaba muy cerca, yo me sacudía el miembro cada vez más rápido y duro, jadeando, mordiéndome los labios para no gemir demasiado alto, hasta que por fin todo mi semen se desparramó sobre el suelo y parte de mi mano, saliendo un chorro importante que me dejó muriéndome del gusto…

Tras unos instantes para recuperarme y dejar que el agua me apaciguara la calentura, por fin salí de la ducha, me sequé aún teniendo la polla erecta, me puse el calzoncillo y la camisera, me eché un poco de perfume, y salí. Silvia y Gemma estaban sentadas en el borde de sus respectivas camas, viendo la tele y sin decir nada. Me fijé en que Silvia miró distraídamente mi bulto, el cual se iba rebajando poco a poco pero que aún se marcaba, y yo como quien no quiere la cosa empecé a vestirme. Al terminar, dije “¿nos vamos?” y ellas casi al unísono pero con cierto nerviosismo que las delataba, asintieron. Ya en el ascensor comenzamos a hablar de cosas de trabajo y de lo que nos gustaba Logroño, ciudad donde ya habíamos estado otras veces, y no pasó nada más destacable.

CONTINUARÁ...
 
El verano pasado, a principios de julio, asistí a un congreso en el que participaba la empresa para la que trabajo en Logroño. El congreso iba sobre nuevas tecnologías, dedicándome yo a la informática. El congreso duraba todo el fin de semana, así que la empresa nos reservó a quienes íbamos a asistir una habitación de hotel. Se ve que aquel fin de semana, quizá por estar como quien dice recién empezado el verano, estaban los hoteles a tope de gente y de reservas. Con esto, mi empresa tuvo que agrupar a varias personas en las mismas habitaciones. Yo no tengo ningún problema de compartir habitación, pues diría que me llevo bien con todo el mundo en la empresa, así que yo con tal de tener un sitio donde descansar, todo genial. Esto de compartir la habitación lo supimos varias semanas antes del evento, así que ya sabíamos con quién o quiénes estaríamos. A mí me tocó con Silvia y su hija, Gemma. Reconozco que me llevé sorpresa al saber que sería con ellas con quienes estaría en la habitación, ya que pensaba que lo pondrían todo con personas del mismo sexo… Pero no. Yo estaba encantado, porque me llevo fenomenal con ellas. Y además, ambas están de buen ver, con lo que pensar que las vería en pijama en algún momento, era un aliciente bastante erótico para mi mente habitualmente calenturienta.

Silvia es comercial y tiene la misma edad que yo (48 años) y Gemma, su hija, tiene 24. Silvia es alta, morena y tirando a flaca pero con un cuerpo que se adivinaba bien bonito, especialmente sus tetas, pequeñas pero respingonas ya que se podían adivinar muchas veces con sus vestidos no escotados pero sí ligeros (cada vez que se agachaba un poco, yo intentaba fijarme en sus pechos, cosa que a veces he conseguido ver sin que se diera cuenta) y un culo de infarto, perfectamente formado y redondeado que cada vez que la tenia delante de mí no paraba de observar, ya llevara vaqueros, falda o vestido. Su boca es grande y me la he imaginado un montón de veces comiéndose mi polla y corriéndome dentro de ella, con esos labios rojos carnosos que tiene…

En cuanto a su hija, Gemma, trabaja en el mismo departamento que su madre, mano a mano, y la verdad es que nunca me había fijado en ella, salvo contadas ocasiones, pero no por nada relacionado con el sexo, sino simplemente porque también nos llevamos muy bien y charlamos a menudo. Morena como su madre, en su momento reconoció que le gustaban las chicas así que esa es la razón por la que no me he fijado mucho en ella. Con ese toque de rebeldía, o chulería, que tienen los jóvenes siempre, a veces ha ido algo escotada a trabajar y claro, uno no es de piedra… Tiene un culo que también es muy bonito, bien heredado de parte de su madre, siendo muy acariciable y apetitoso.

Cuando llegamos al hotel, era una habitación para tres, con tres camas. El espacio era escaso así que las camas estaban juntas, sin espacio entre ellas. Elegimos cada uno la suya: Yo la de un lado, la más cercana al lavabo, Silvia la del medio, y por eliminación, Gemma se quedó con la del otro extremo. Decidimos prepararnos para salir a dar una vuelta y reunirnos con otras personas de nuestra empresa. Mientras colocábamos nuestras maletas sobre las camas, cuando Silvia y Gemma abrieron las suyas, vi parte de la ropa interior que habían llevado: Se trataba de unos bonitos tangfas de encaje, así como sujetadores a juego. Lo vi sin querer (ellas seguro que vieron mis calzoncillos también) pero de repente noté un picor en mi entrepierna que me hizo unas cosquillas muy agradables…

Pregunté si alguna de ellas quería pasar al baño a ducharse o a prepararse, y me dijeron que no. Yo, por mi parte, para despejarme un poco del viaje, decidí pasar a darme una ducha. Cogí mis cosas básicas (calzoncillos limpios, una camiseta, cosas de aseo y perfume) y entré en el baño. Comencé a desnudarme y comprobé que las cosquillas que había sentido poco antes me habían puesto la polla algo morcillona. Y es que estaba empezando a imaginarme a mis dos compañeras de habitación con esa lencería tan bonita puesta. Me toqué un poco y no tardé nada en ponerme bien duro. No tengo un rabo largo, pero sí se me pone bien gordo, con un capullo que sobresale que cuando estoy muy cachondo adquiere un color granate muy curioso. Enseguida decidí dejar de tocarme, porque ellas dos estaban al lado y me estarían esperando, así que me metí en la ducha. Con el calorcito del agua deslizándose sobre mi cuerpo, una vez más vinieron mis amigas a mi mente. Silvia con el sujetador tapando sus pequeñas tetas y el tanga sosteniendo su impresionante culo… Bajé mi mano a la polla, sin poder resistirlo, y ya sin pudor empecé a sobarme bien, meneando la piel de abajo a arriba, a la vez que sobaba mis huevos. Por otra parte, también pensaba en Gemma, que aunque fuera lesbiana, su cuerpo también debía lucir increíble con esa ropa interior, y más sin ella. Empecé a pajearme más rápido, pasando mi lengua por mis labios, imaginando que besaba primero a Silvia y luego a Gemma, acariciaba mi torso húmedo y, agarrando la alcachofa de la ducha la dirigí a la punta de mi polla para que me diera más placer, pensando en que sería la boca de Silvia quien estaba succionando sin descanso y con mucho vicio mientras Gemma me dejaba que le tocara las tetas mientras ella se masturbaba.

El chapoteo del agua cayendo en el plato de la ducha según me sacudía la polla, cada vez más rápido, me hizo pensar en que tanto Silvia como Gemma supondrían lo que estaba haciendo, porque ese sonido se tenía que oír, pero a esas alturas ya me daba todo bastante igual, yo estaba cachondísimo y quería correrme, sabiendo que ellas dos estaban justo al lado y quién sabe si también calentándose. Las imaginaba junto a mí, con sus bocas y sus tetas bien dispuestas a recibir mi leche, la cual ya estaba muy cerca, yo me sacudía el miembro cada vez más rápido y duro, jadeando, mordiéndome los labios para no gemir demasiado alto, hasta que por fin todo mi semen se desparramó sobre el suelo y parte de mi mano, saliendo un chorro importante que me dejó muriéndome del gusto…

Tras unos instantes para recuperarme y dejar que el agua me apaciguara la calentura, por fin salí de la ducha, me sequé aún teniendo la polla erecta, me puse el calzoncillo y la camisera, me eché un poco de perfume, y salí. Silvia y Gemma estaban sentadas en el borde de sus respectivas camas, viendo la tele y sin decir nada. Me fijé en que Silvia miró distraídamente mi bulto, el cual se iba rebajando poco a poco pero que aún se marcaba, y yo como quien no quiere la cosa empecé a vestirme. Al terminar, dije “¿nos vamos?” y ellas casi al unísono pero con cierto nerviosismo que las delataba, asintieron. Ya en el ascensor comenzamos a hablar de cosas de trabajo y de lo que nos gustaba Logroño, ciudad donde ya habíamos estado otras veces, y no pasó nada más destacable.

CONTINUARÁ...
Muy morboso, espero seguir leyendo más de este relato.
 
Muy buen inicio,la continuación promete.
Sigue por favor 🙏
El verano pasado, a principios de julio, asistí a un congreso en el que participaba la empresa para la que trabajo en Logroño. El congreso iba sobre nuevas tecnologías, dedicándome yo a la informática. El congreso duraba todo el fin de semana, así que la empresa nos reservó a quienes íbamos a asistir una habitación de hotel. Se ve que aquel fin de semana, quizá por estar como quien dice recién empezado el verano, estaban los hoteles a tope de gente y de reservas. Con esto, mi empresa tuvo que agrupar a varias personas en las mismas habitaciones. Yo no tengo ningún problema de compartir habitación, pues diría que me llevo bien con todo el mundo en la empresa, así que yo con tal de tener un sitio donde descansar, todo genial. Esto de compartir la habitación lo supimos varias semanas antes del evento, así que ya sabíamos con quién o quiénes estaríamos. A mí me tocó con Silvia y su hija, Gemma. Reconozco que me llevé sorpresa al saber que sería con ellas con quienes estaría en la habitación, ya que pensaba que lo pondrían todo con personas del mismo sexo… Pero no. Yo estaba encantado, porque me llevo fenomenal con ellas. Y además, ambas están de buen ver, con lo que pensar que las vería en pijama en algún momento, era un aliciente bastante erótico para mi mente habitualmente calenturienta.

Silvia es comercial y tiene la misma edad que yo (48 años) y Gemma, su hija, tiene 24. Silvia es alta, morena y tirando a flaca pero con un cuerpo que se adivinaba bien bonito, especialmente sus tetas, pequeñas pero respingonas ya que se podían adivinar muchas veces con sus vestidos no escotados pero sí ligeros (cada vez que se agachaba un poco, yo intentaba fijarme en sus pechos, cosa que a veces he conseguido ver sin que se diera cuenta) y un culo de infarto, perfectamente formado y redondeado que cada vez que la tenia delante de mí no paraba de observar, ya llevara vaqueros, falda o vestido. Su boca es grande y me la he imaginado un montón de veces comiéndose mi polla y corriéndome dentro de ella, con esos labios rojos carnosos que tiene…

En cuanto a su hija, Gemma, trabaja en el mismo departamento que su madre, mano a mano, y la verdad es que nunca me había fijado en ella, salvo contadas ocasiones, pero no por nada relacionado con el sexo, sino simplemente porque también nos llevamos muy bien y charlamos a menudo. Morena como su madre, en su momento reconoció que le gustaban las chicas así que esa es la razón por la que no me he fijado mucho en ella. Con ese toque de rebeldía, o chulería, que tienen los jóvenes siempre, a veces ha ido algo escotada a trabajar y claro, uno no es de piedra… Tiene un culo que también es muy bonito, bien heredado de parte de su madre, siendo muy acariciable y apetitoso.

Cuando llegamos al hotel, era una habitación para tres, con tres camas. El espacio era escaso así que las camas estaban juntas, sin espacio entre ellas. Elegimos cada uno la suya: Yo la de un lado, la más cercana al lavabo, Silvia la del medio, y por eliminación, Gemma se quedó con la del otro extremo. Decidimos prepararnos para salir a dar una vuelta y reunirnos con otras personas de nuestra empresa. Mientras colocábamos nuestras maletas sobre las camas, cuando Silvia y Gemma abrieron las suyas, vi parte de la ropa interior que habían llevado: Se trataba de unos bonitos tangfas de encaje, así como sujetadores a juego. Lo vi sin querer (ellas seguro que vieron mis calzoncillos también) pero de repente noté un picor en mi entrepierna que me hizo unas cosquillas muy agradables…

Pregunté si alguna de ellas quería pasar al baño a ducharse o a prepararse, y me dijeron que no. Yo, por mi parte, para despejarme un poco del viaje, decidí pasar a darme una ducha. Cogí mis cosas básicas (calzoncillos limpios, una camiseta, cosas de aseo y perfume) y entré en el baño. Comencé a desnudarme y comprobé que las cosquillas que había sentido poco antes me habían puesto la polla algo morcillona. Y es que estaba empezando a imaginarme a mis dos compañeras de habitación con esa lencería tan bonita puesta. Me toqué un poco y no tardé nada en ponerme bien duro. No tengo un rabo largo, pero sí se me pone bien gordo, con un capullo que sobresale que cuando estoy muy cachondo adquiere un color granate muy curioso. Enseguida decidí dejar de tocarme, porque ellas dos estaban al lado y me estarían esperando, así que me metí en la ducha. Con el calorcito del agua deslizándose sobre mi cuerpo, una vez más vinieron mis amigas a mi mente. Silvia con el sujetador tapando sus pequeñas tetas y el tanga sosteniendo su impresionante culo… Bajé mi mano a la polla, sin poder resistirlo, y ya sin pudor empecé a sobarme bien, meneando la piel de abajo a arriba, a la vez que sobaba mis huevos. Por otra parte, también pensaba en Gemma, que aunque fuera lesbiana, su cuerpo también debía lucir increíble con esa ropa interior, y más sin ella. Empecé a pajearme más rápido, pasando mi lengua por mis labios, imaginando que besaba primero a Silvia y luego a Gemma, acariciaba mi torso húmedo y, agarrando la alcachofa de la ducha la dirigí a la punta de mi polla para que me diera más placer, pensando en que sería la boca de Silvia quien estaba succionando sin descanso y con mucho vicio mientras Gemma me dejaba que le tocara las tetas mientras ella se masturbaba.

El chapoteo del agua cayendo en el plato de la ducha según me sacudía la polla, cada vez más rápido, me hizo pensar en que tanto Silvia como Gemma supondrían lo que estaba haciendo, porque ese sonido se tenía que oír, pero a esas alturas ya me daba todo bastante igual, yo estaba cachondísimo y quería correrme, sabiendo que ellas dos estaban justo al lado y quién sabe si también calentándose. Las imaginaba junto a mí, con sus bocas y sus tetas bien dispuestas a recibir mi leche, la cual ya estaba muy cerca, yo me sacudía el miembro cada vez más rápido y duro, jadeando, mordiéndome los labios para no gemir demasiado alto, hasta que por fin todo mi semen se desparramó sobre el suelo y parte de mi mano, saliendo un chorro importante que me dejó muriéndome del gusto…

Tras unos instantes para recuperarme y dejar que el agua me apaciguara la calentura, por fin salí de la ducha, me sequé aún teniendo la polla erecta, me puse el calzoncillo y la camisera, me eché un poco de perfume, y salí. Silvia y Gemma estaban sentadas en el borde de sus respectivas camas, viendo la tele y sin decir nada. Me fijé en que Silvia miró distraídamente mi bulto, el cual se iba rebajando poco a poco pero que aún se marcaba, y yo como quien no quiere la cosa empecé a vestirme. Al terminar, dije “¿nos vamos?” y ellas casi al unísono pero con cierto nerviosismo que las delataba, asintieron. Ya en el ascensor comenzamos a hablar de cosas de trabajo y de lo que nos gustaba Logroño, ciudad donde ya habíamos estado otras veces, y no pasó nada más destacable.

CONTINUARÁ...
 
Aquí va la segunda parte del relato. Aprovecho para desear felices fiestas a todo el mundo, y enviar también mis mejores deseos de paz para todos.

¡Espero que os guste!

Continúo este relato de lo que pasó aquel fin de semana de congreso en Logroño, acompañado de Silvia y Gemma.

Como decía al final de la parte anterior, después de pajearme muy gustosamente en la ducha de la habitación del hotel, con Silvia y Gemma al lado, nos preparamos para salir y dar una vuelta por el centro de Logroño, reuniéndonos con algunos compañeros de empresa. La noche transcurrió de forma muy divertida, pues nos llevamos todos muy bien. Primero, cómo no, estuvimos en la calle Laurel y alrededores, que como siempre, estaba a reventar, con la gente disfrutando de las tapas y de los bares de la zona. Después de llenar el estómago, decidimos buscar un sitio para mover el esqueleto y tomar algunas copas. Tampoco podíamos desmelenarnos mucho, ya que al día siguiente tocaba madrugar, debido al congreso. Varias personas nos quedamos (no muchos, los más juerguistas quizá) y otras se marcharon, entre ellas Silvia y Gemma. Una pena, la verdad, porque al llevarnos tan bien seguro que habría habido algún baile con ellas, y quién sabe si hubiera podido acercar mi paquete como quien no quiere la cosa a alguna de las dos…

Pero no se quedaron, así que las vi marcharse, admirando sus culos, protegidos ambos por unos pantalones vaqueros que los realzaban mucho y que me volvieron a poner como una moto. Cómo tendría que ser ver esos dos culos sin esos pantalones, con sus tanguitas, bajándoselos para verlos desnudos, con ellas dos a cuatro patas ante mí… Pensando en esto, volví en mí dándome cuenta de que estaba empalmadísimo. No sé si a mi compañero Alejandro le pasó lo mismo o si se fijó en cómo estaba mi paquete, pero mirando también cómo se iban, me dijo “qué pena que se vayan, estas dos siempre nos alegran mucho la vista y otras cosas, ¿verdad?”. Sonreí con complicidad, le dije que sin duda, y finalmente me centré en el grupo que quedamos, hablando de dónde podríamos ir. Finalmente estuvimos en un par de locales, donde no hay gran cosa que destacar: Yo no soy un donjuán, ni mucho menos, así que siempre se me ha dado mal ligar, pero aquella noche me lié, en el segundo de los locales donde estuvimos, con una chica con la que estuve bailando un buen rato (ella era de la mima Logroño). Fuimos al baño y yo pensaba que allí follaríamos, o que me la chuparía, pero solamente estuvimos morreándonos y magreándonos. Yo le sobaba las tetas, hasta se las comí ferozmente (íbamos super calientes) levantándole el sujetador y también la falda, sobándole el coño primero por encima de las braguitas y luego apartándolas para acercarme mejor a él… Ella conmigo no paraba de sobarme el paquete, hasta que pudo sacarme la polla, cosa que logró a duras penas debido a lo dura que la tenía. Mientras me pajeaba yo seguía tocándola por todos lados. Cuando quise penetrarla, poniéndola de espaldas a mí, ella parecía que iba a acceder, pero no sé si porque justo en aquel momento entró alguien al baño a vomitar o por qué razón, mi desconocida amante decidió parar. Me hizo el gesto de que debíamos finalizar todo eso, se recompuso, y espero a que no se oyera mucho más fuera de donde estábamos… Y yo allí con la polla fuera, durísima. No tardó en bajarse, claro, con lo que la metí en el pantalón, nos recompusimos, y salimos a reunirnos con la gente.

Como no había mucho más que hacer allí, yo decidí marcharme al hotel, ante las protestas del resto de compañeros. No les hice caso y aun con un buen calentón, me fui. Llegué al hotel y después a la habitación, bastante sigilosamente porque Silvia y Gemma estaban durmiendo. No quería encender la luz, así que me ayudé de la linterna de mi teléfono móvil. Cuando me habitué a la habitación y a la poca luz, cogí mi pijama y entré en el baño, para despejarme, lavarme los dientes y cambiarme. Hecho esto, ya fui hacia la cama, donde ante mí apareció una de las visiones más bonitas que he tenido nunca: Mientras que Gemma, que estaba en la cama más alejada de la mía, dormía plácidamente y tapada hasta arriba (era muy graciosa ver su cara tan dormida, y escucharla roncar muy ligeramente), su madre Silvia, que era la que tenía la cama al lado de la mía, estaba en una postura que me encendió mucho. Estaba destapada, pues hacía calor, y estaba de lado, de espaldas a mi cama, pero su postura era tal que el culo lo tenía algo en pompa. Teniendo en cuenta mi calentura de la noche, en mi polla saltaron ya todas las alarmas, y las cosquillas en la entrepierna volvieron. ¿Qué hacer? ¿Voy al baño a pajearme? ¿Me pajeo aquí mismo ante ella? La primera opción no la vi factible por incomodidad y porque yo quería irme ya a la cama; la segunda opción era muy arriesgada, pues podía despertarse alguna de las dos y de repente verme ahí mismo con la polla en la mano… Esto me gustaba y hasta noté que se me puso más dura, pero no era plan de hacerlo, por pura vergüenza.

Apagué la linterna del móvil y con una luz ligerísima que entraba de la ventana podía seguir apreciando la figura que había ante mí. No podía dejar de mirar el culo de Silvia, quien por cierto llevaba un pijama muy bonito: Un modelo de verano, manga corta y shorts, de una tela suave, estilo satén, que hacía que la visión de su culazo fuera aún más bonita. Me calmé y decidí que no iba a hacer nada. Me metí en la cama, con la polla muy dura, y pensando en que eso me relajaría, intenté dormirme. Pero claro, eso era tarea imposible. Me puse a mirar a Silvia y por mi cabeza pasaron un montón de fantasías con ella, y con Gemma, quien seguía tan a gusto durmiendo. Empecé a masturbarme un poco, intentando no hacer ruido, sin gemir. En eso que, de repente, veo que Silvia se mueve, con lo que dejo de pajearme. Su movimiento fue… para acercarse un poco. Yo me vi algo cohibido con eso e intenté apartarme un poco, por si podía así seguir con mi paja. Escuché a Silvia respirar profundamente y, de nuevo, ¡volvió a acercarse! ¿Lo hacía estando dormida? ¿Sabía lo que yo estaba haciendo mientras la miraba? En esta ocasión no me aparté más, simplemente decidí seguir tocándome. La polla la notaba a reventar. Un tercer movimiento de Silvia… Seguía teniendo su culazo ante mí, porque ella no se había girado, así que decidí lanzarme a la piscina, a ver qué pasaba.

Estiré tímidamente mi brazo, hasta poner mi mano a la altura de su cintura. Primero un poco con los dedos, luego posando la mano entera. No hubo reacción, sólo una respiración profunda. Empecé a bajar la mano, poniéndola sobre la goma de su short. A mí se me iba a salir el corazón por la boca, y la leche por la polla si seguía así la situación… De la goma bajé hacia la nalga izquierda, para poder acariciar su culazo. Parecía que todo iba bien. ¡Tan bien que Silvia incluso se acomodó! Era una invitación a seguir, por tanto acaricié, ya más tranquilo, la nalga derecha, pasando por el medio de ambas nalgas. Su pantaloncito era muy suave. Volví a subir a la goma y me atreví a empezar a bajarla, para poder meter la mano y tocar su piel desnuda. Qué calentito estaba. La polla me iba a estallar, así que en esta ocasión fui yo quien se acercó, para que notara mi dureza en todo su esplendor. Ella empezó a respirar más entrecortadamente. Yo tenía miedo de que Gemma se despertara, así que de vez en cuando estiraba el cuello para ver si seguía dormida o no, y sí. Entonces yo seguía con mi tarea. Ya con su short completamente bajado, empecé a buscar con mi rabo bien duro el coño de Silvia, sin dejar de acariciar su piel suave. Yo me justaba lo más posible y ella de mientras abría un poco las piernas para facilitarme el acceso. Cuando lo logré, el calor que sentí ahí dentro fue inmenso. Y no digamos el placer. Ambos soltamos un gemido de gusto que bien podría haber despertado a su hija, pero no fue así.

Empecé a bombear ligeramente, y como también me gustaban mucho las pequeñas tetas de Silvia, pasé la mano por encima para ver si podía tocárselas. Ella me dejó, así que ahora estaba disfrutando del culo de Silvia y de sus tetas, cuyos pezones estaban muy puntiagudos. Con mi penetración constante, Silvia también se movía y eso me excitaba aún más si cabe. Yo además acerqué mi cabeza a su cuello para lamerlo, para que notara mi respiración sobre ella. Sus ligeros gemidos hacían que mi semen estuviera a punto de llegar… y no tardó. Saqué rápidamente mi polla de su delicioso coño y debo decir que hacía mucho tiempo que no expulsaba tanta leche. Mucha lefa cayó sobre su culo y también en mi mano. No sé cómo lo hice pero no cayó nada en la cama, ¡menos mal! Aproveché para seguir sobando las duras tetas de Silvia un poco más mientras se bajaba mi erección, lo cual tardó, porque menudo calentón… Cuando ya estaba flácido, me levanté sin hacer ruido al baño, a coger unas toallitas para limpiarnos, lo cual hice siendo la excusa perfecta para seguir sobando a Silvia, quien seguía de lado, logrando ver una amplia sonrisa en su cara. Al acabar la limpieza, volví a mirar a Gemma, que justo en ese momento cambió de postura y casi me da un infarto del susto, ya que yo estaba desnudo con la polla al aire… Pero no pasó nada, se dio la vuelta y ya.

Esa noche dormí más placenteramente que nunca.

CONTINUARÁ...
 
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