El género no importa. Entre la arena y el agua.

ikarusulu

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El género no importa.


A la playa con solo una mochila y una toalla, no tenía la intención de complicarme las vacaciones. ¡Ah! Si y el bañador mas pequeño y ajustado que tengo, trocitos pequeños de tela unidos por cordones.


Quería lucirme, mi cuerpo y piel. Y ver mas cuerpos casi desnudos sobre sobre la arena, húmedos por el agua del mar y bronceados de sol, calientes casi tanto como yo.


Como yo no era la única persona cachonda, la única persona que pensaba en ligar, en follar, aunque fuera sobre la misma arena. Y me daba igual con quien fuera: Chico, chica o pareja de distinto o igual sexo. O cualquier cosa que haya en medio de esos puntos.


Así que miraba alrededor buscando un sitio cerca de alguien a quien gustara y pudiera follar conmigo tan caliente como yo. Allí estaba, lejos de otras personas, pero cerca de mí, su bañador aún mas pequeño, mas rojo y mas sexi que el mío.


Puse mi toalla a su lado sonriendo. Me tumbé en ella y comencé a ponerme protector solar, lentamente, con lascivia, acariciando mi piel como si lo hiciera un amante. Dejando que me viera, que mirara mi sensualidad.


De reojo yo observaba su reacción y notaba sus ojos clavados en mí. Cuando supe que tenia toda su atención me alejé hacia el agua. Los movimientos de mi cuerpo sinuosos, lascivos, eróticos.


Pensando en si vendría tras de mi. Me había mirado lo suficiente como para eso. De un chapuzón, de cabeza, entré al agua sin mirar hacia nuestras toallas para comprobarlo. Pero si, ahí estaba, como en un descuido una mano rozando mi pie nadando detrás.


Mi excitación subía pensando que me perseguían, que había conseguido atraer su atención. Su mirada sobre mi cuerpo, lujuriosa. Cuando me cansé hice hice pie en la arena dejando que el agua me cubriera casi hasta el cuello.


Y ahí estaba, muy cerca mirándome con sus ojos claros, solo nos veíamos las caras, el pelo húmedo pegado a la nuca. En medio del agua nadie nos prestaba atención. Al fin sentí su mano en mi cadera, sin prisa pero habiéndose notar.


La dejé ahí pues mi propio deseo me traicionaba. Y estiré mi propio brazo sin saber lo que podía alcanzar, la piel suave de su vientre fue lo primero que toqué, sus labios sonreían dándome la bienvenida.


Nos fuimos aproximando más, frente a frente lentamente hasta que nuestras bocas hicieron contacto. Fue algo deliberado y tierno a la vez aprisionó mi labio superior entre los suyos y mi lengua juguetona se deslizó por su barbilla.


Sus manos pasaron a mi espalda abrazándome tiernamente. Yo puse una de mis manos en su nuca para que no dejara de besarme apretando las cabeza contra mi cara y la otra en su culo amasando su firme nalga y notando bajo mis dedos la firmeza de sus músculos.


Tirando de su cuerpo apoyando cadera con cadera. Notando la firmeza de su cuerpo apretado al mío. Nos besábamos con pasión, las lenguas se enroscaban la una en la otra y yo sentía la suya en el paladar. Acariciando mis encías en sitios donde no pensaba que pudiera llegar otra lengua, qué larga era la suya.


Mi excitación subía por momentos aunque la frescura del agua mantenía mi temperatura bajo control. No así mis manos que habían empezado a recorrer toda su espalda, su culo, sus muslos, su cuello. Allí donde podía alcanzar acariciaba, pellizcaba y excitaba.


Las suyas habían hecho presa en mis pezones retorciéndolos con suavidad. Enrolló sus piernas alrededor de las mías dejándonos arrullar por el agua.


Tanto me atraían sus ojos que no podía apartar los míos. Estando entre sus brazos a gusto y haciéndole sentir lo mismo entre los míos rodeando su cuerpo.


Los sexos entraron en contacto con suavidad. Apartando los reducidos bañadores, sólo piel con piel. El agua nos mecía y nos dejábamos acunar.


El orgasmo se acercaba incontenible. El reflejo del sol en el agua ocultaba nuestro placer y caricias. Nos aislaba del mundo y de las demás personas en la arena.


Al llegar el extasis nos mirábamos a los ojos. Dejábamos que los jugos brotaran libres y se los llevara el agua salada.


Discretamente intentamos arreglar la poca tela que había de cubrirnos. Y así volver a las toallas con una sonrisa satisfecha en nuestros rostros.










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