El masaje

Hotlove

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14 Sep 2023
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Publico esta historia aquí aunque bien que podría ir en el hilo hetero. Es una fantasía que al parecer es bastante común. Me gustaría recibir comentarios de quien la haya tenido o de quien le gustaría llevarla a cabo. Creo que es una forma de añadir chile a la relación sin ser infiel.



El masaje



Juan quería sorprender a Laura. Más de una vez se había olvidado de su aniversario de boda, y ella se lo había recriminado medio en broma, medio en serio diciéndole que con los años ya no se ocupaba de ella como antes. En cierta forma tenía razón. Con el estrés del trabajo, las tareas diarias y el cansancio acumulado ya no tenía los detalles que al principio de la relación enamoraban tanto a Laura. Pero había decidido que este año iba a darle una sorpresa. Aunque, ¿qué tipo de sorpresa? No iba sobrado de dinero, ni tenía tiempo para pedir unos días de vacaciones. Tendría que ser algo así como una cena romántica en un sitio algo especial. Pero eso no sería "especial". Así que siguió unos días devanándose los sesos sin resultado.

Pero la idea le llegó de la forma más inesperada posible.

Un día, al salir del trabajo, se encontró un tríptico publicitario en el parabrisas del coche. Lo cogió con el ánimo de arrugarlo y tirarlo como una bola. Pero vio unas palabras que le llamaron la atención: “Masaje para dos”. Y una foto de una pareja tendida boca abajo en dos camillas con una botella de champán en una cubitera y unas fresas. Le hizo gracia la idea, aunque enseguida la desechó porque ya habían estado en algún spa y no lo consideró "especial". Pero abrió el tríptico. Y leyó la palabra "especial". Masaje especial para dos. En sala conjunta o separada. Con masajista masculino o femenino. Gran experiencia y discreción. Fue esa última palabra fue la que le hizo releerlo todo con atención. ¿Se trataba de algo erótico? No le vendría mal a la relación. Hacía tiempo que sus encuentros sexuales se limitaban a un polvo cada dos semanas sin nada especial. En ese sentido se diría que se estaban convirtiendo en lo que ellos dijeron que nunca serían: una pareja monótona y aburrida haciendo el amor casi por costumbre.

Pero enseguida pensó que quizás estaba imaginando algo que no existía realmente. Se decidió entonces a vencer a su vergüenza y llamar para preguntar detalles.

-Buenas tardes. Llamaba por lo del anuncio de los masajes. Quería que me dieran más detalles.

Al otro lado de la línea le contestó una voz femenina. Eso le hizo ponerse más nervioso.

-Sí, dime lo que interesa saber. Somos una empresa pequeñita que nos dedicamos a masajes en un local en el centro. Es un negocio innovador, y lo único que te puedo decir es que el que lo prueba, repite.

Esas palabras no le sirvieron para solventar sus dudas, pero sí para estimular más su imaginación.

-Pero, ¿cómo funciona? ¿Se trata de masajes convencionales? -Preguntó algo nervioso.

-Si fueran masajes convencionales, no seríamos un centro innovador -contestó la voz al otro lado del teléfono, con un tono alegre.

La falta de concreción no hizo más que picar su curiosidad.

-¿Podrías ser algo más clara? -Preguntó

-Bueno, somos un centro muy privado. No aceptamos a clientes cualesquiera. Tienes que firmar un documento de aceptación de algunas normas, y sólo trabajamos con chicas solas o parejas.

La voz era agradable. Muy segura. Un toque sensual. Pero sonaba profesional. No podría explicarse porqué.

-Si estuvieras interesado en venir solo, lamentablemente no podría ser.

Juan estaba ya casi ansioso.

-Bueno, realmente me interesaba para ir con mi mujer. Quiero hacerle un regalo. Darle una sorpresa. Pero no sé qué servicios exactamente ofrecéis -preguntó.

- Pues básicamente somos un chico y una chica especialistas en masajes relajantes y descontracturantes. El servicio se ofrece en una sala con dos camillas y podéis elegir si queréis que os haga el masaje una chica o un chico. También se ofrece la posibilidad de recibir la sesión en dos salas separadas. Dentro de la tarifa se obsequia con una botella de champán y fresas con chocolate. La sesión dura dos horas. Se intercala el masaje con una sauna y un jacuzzi, si se desea. La duración estándar es de dos horas, aunque somos muy flexibles.

-Ah, entiendo. Sois fisioterapeutas o algo así y ofrecéis además servicios de spa -contestó Juan.

-Si solo fuéramos eso, no seríamos originales. Además de lo que te he comentado, existe una tarifa extra si quieres convertir el masaje en una experiencia total.- Explicó la chica con estudiada entonación, pronunciando especialmente lentas las dos últimas palabras.

-¿Quieres decir con final feliz?

Fue decir esto y arrepentirse. Notó el rubor en su cara. Menos mal que el teléfono no ve, pensó.

-Quiero decir que puedes elegir entre varias opciones según el nivel de intimidad, siempre que no te saltes el protocolo que tendrías que firmar.

Juan se quedó sin respuesta. Estaba desarbolado. Esto era algo que nunca hubiera imaginado para un regalo de aniversario. Y precisamente por esto se dio cuenta que ya había elegido la sorpresa que le iba a dar a su mujer.

-¿Podrías darme más detalles sobre esas tarifas y los servicios? -Preguntó.

-No damos precios por teléfono ni tenemos página web. Funcionamos con publicidad y sobre todo con el boca a oreja. Y te aviso que no tenemos muchas citas disponibles este mes. Tendríais que venir e informaros aquí, y contratar el servicio en el momento. Pero esta semana sólo tenemos disponible el jueves por la noche, a las ocho.

Juan no se lo podía creer. Era la fecha de su aniversario. Eso tendría que ser una señal. Eso y todo el secretismo le impulsó a decir lo siguiente con voz decidida:

-Pues estoy interesado en reservar esa sesión. Estaremos allí a las siete y media.

-Perfecto. ¿Me dices un nombre?

-Juan.

-Hasta el jueves entonces, Juan.

Juan tuvo en la cabeza el tema del regalo todo el día. No podía quitárselo de la cabeza. Cuando llegó a la casa, le dio un beso a Laura y le dijo:

-No hagas planes para el jueves por la noche.

Laura se quedó sorprendida:

-¡No me puedo creer que te hayas acordado! -Se rió Laura. ¿Me vas a invitar a cenar? !Me encanta la idea! -Respondió agarrándose a su cuello y dándole un beso.

-Bueno, se supone que va a ser una sorpresa. Tú déjate llevar. Y ten la mente abierta.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Laura.

-Ya lo verás en su momento.

A Laura le encantaban las sorpresas. No había más que verle la cara, con una mezcla de emoción y sonrisa de niña traviesa. "Después de todo, el lunes no ha terminado tan mal”, pensó.

El jueves llegaron puntuales. Ya les estaban esperando. Los pasaron a la sala de espera y a los pocos minutos les dieron la información:

-Buenas tardes y bienvenidos. Según tengo apuntado, es la primera vez que venís. Es necesario entonces que sigáis estas reglas. En el vestuario de al lado os desvestís y os dais una ducha, y cogéis una toalla. Pasáis a la sala de la izquierda si queréis estar juntos o si preferís salas separadas hacédnoslo saber. Es necesario que os desnudéis completamente y os tumbéis boca abajo tapándoos el trasero si lo deseáis. También hay antifaces para vuestro uso si así lo queréis. Los masajistas hoy son Chloe y Jorge. Os harán un masaje relajante de cuerpo completo. Después explorarán y seguirán o no según vuestros gustos. Se sugiere comunicarse por gestos para mantener una atmósfera relajante. Aparte de esto, existe mucha flexibilidad. Os dejo solos. Disfrutad.

Laura miró a Juan. Su cara reflejaba sorpresa. Esto no era lo que se había imaginado, aunque no sabía si lo había entendido bien.

-Juan, ¿esto que es? ¿Es un lugar de masaje normal? Estoy un poco nerviosa. Y sorprendida.

-Pues la verdad es que no es un sitio normal. Pero no voy a contarte detalles. No te preocupes, creo que nos va a gustar. Pero la verdad es que tampoco sé yo mucho más que tú. Vamos a ver lo que pasa -dijo Juan con una media sonrisa. La verdad es que él también estaba algo nervioso.

-Bueno, está claro que de verdad era un regalo sorpresa. ¡Pero es tan sorpresa que todavía no sé lo que es! -dijo Laura riéndose. Esa risa les sirvió a los dos para relajarse algo.

-Vamos a la sala ya. Vamos a desnudarnos. Coge tu toalla. La verdad es que tengo ganas de empezar. Relájate.

Laura lo miró pensando en lo que Juan le estaba ocultando ¿Era verdad que no sabía nada? Evidentemente no. Era un lugar especial. Se notaba. Pero el nerviosismo estaba dando paso a la curiosidad. Y, sobre todo, le gustó que Juan pensara en algo especial para ese día. Lo normal era que se hubiera olvidado o que se hubieran ido a cenar a un restaurante del centro. No estaba mal salirse de la rutina. Le miró y vio al chico con ojos nerviosos que le había enamorado diez años atrás, y le gustó esa sensación. Iba a hacerle caso. Iba a dejarse llevar.

Entraron en la sala. No tenía ventanas y era de tamaño mediano. Luz tenue, aroma a incienso y aceites esenciales, temperatura cálida y música árabe de fondo. La decoración era sencilla pero elegante. Se dirigieron a las camillas y se acostaron boca abajo. Se miraron y entre risas se pusieron las toallas tapando el trasero.

En un par de minutos entraron los masajistas. Iban vestidos con ropa ceñida, nada de pantalones anchos ni camisas amplias típicas de los fisioterapeutas. Era evidente que estaban en forma. Se presentaron:

-Hola. Somos Chloe y Jorge. Vamos a ser vuestros masajistas esta noche. Si tenéis algún problema muscular, decídnoslo. Si tenéis preferencia en masaje en alguna zona especial, igual. Si no, dejadnos hacer. Esperamos que os guste.

Juan y Laura se miraron de reojo, recostados como estaban, y una sonrisa traviesa y nerviosa se dibujó en ambas caras.

Cloe era una chica más bien pequeña, pero con un cuerpo con proporciones hermosas. Su cintura era muy delgada, pero sus hombros y sus brazos eran fuertes, evidentemente fruto de muchas horas de gimnasio. Sus muslos también eran fuertes, y las mallas que llevaba parecían contenerlos con dificultad. Un top de gimnasio contenía también a duras penas unos pechos turgentes.

Jorge era un chico moreno con una camiseta apretada que marcaba exageradamente sus bíceps y tríceps, y mostraba unos pectorales bien definidos. También llevaba mallas, y sus piernas eran delgadas y esbeltas, nada de muslos de gimnasio. Parecía un bailarín. Tenía una bonita sonrisa y unos labios carnosos muy sugerentes.

Los dos se acercaron a las camillas. La sesión comenzó.

La chica se acercó a Juan. Roció por toda su espalda aceite con un olor muy agradable y empezó a extenderlo de forma muy suave. Pero era un espejismo. Al momento masajeó con fuerza las lumbares y fue ascendiendo poco a poco por la espalda. Sus dedos eran finos pero presionaban con fuerza los músculos. Era justo lo que Juan necesitaba. Al llegar a los hombros, la chica se dio cuenta que allí tendría trabajo extra. Estaba tan tenso que tuvo que añadir más aceite y emplearse con fuerza. Los acallados quejidos de su cliente le decían que estaba haciendo bien su trabajo.

Por otra parte, Jorge se estaba encargando de la espalda de Laura. Sus manos eran fuertes, pero hacía la presión justa para no provocar dolor, pero se situaba casi en el umbral. Era tan agradable que ella se dejó llevar completamente. Cerró los ojos y no podía dejar de ver esos brazos, fuertes y esbeltos. Los dedos recorrían su columna vertebral de arriba abajo buscando contracturas, y encontrándolas. Estaba claro que sabía lo que tenía que hacer. Por donde pasaba la mano dejaba una agradable sensación de calor.

Cuando llevaban un rato -¿media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora?- Jorge habló por primera vez:

-Os recomendamos que os pongáis los antifaces y os dejéis llevar en la segunda parte del masaje. Es mejor para desconectar de todo lo exterior y que os centréis exclusivamente en las sensaciones de vuestro cuerpo. Escuchadlo. Nosotros os escucharemos a vosotros e intentaremos que la sesión se convierta en algo diferente.

Su voz sonó suave y autoritaria a la vez. Sin atisbos de duda. Con claridad y casi sensualidad. Todo en un tono muy bajo.

-A partir de ahora los límites los pondréis vosotros- concluyó.

Los dos se miraron, sonrieron nerviosamente y se los pusieron. Solo dejaban entrever un poco de luz en los laterales, lo suficiente para notar que había un cierto movimiento. No lo vieron, pero los dos se estaban quitando la parte superior de la ropa, dejando libres sus marcados músculos en caso de él, su piel aceitunada, sus abdominales definidas y su cuerpo depilado. En el caso de ella, sus pechos bien formados terminaban en unos pequeños pezones erectos.

La segunda parte comenzó.

Cloe empezó a masajearle el cuello, las orejas y la cabeza. Se detuvo en los lóbulos de las orejas, y los masajeó con extrema suavidad. Descendió por la columna con dos dedos de forma sensual, hasta que llegó a la zona lumbar. Allí introdujo las manos por debajo de la toalla y empezó a masajear los glúteos.

Jorge masajeó suavemente los hombros de Laura, bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a las manos. Allí metió sus dedos entre los de ellas, retirándolos y repitiendo ese movimiento de forma suave varias veces. Notó un acallado suspiro en la boca de Laura y supo que iba por buen camino.

Cloe retiró la toalla suavemente y masajeó los glúteos con suavidad, deslizando poco a poco sus pequeños dedos por los muslos internos de Juan. Notó la tensión en los músculos y también supo que estaba consiguiendo su objetivo. Los dedos se deslizaban fácilmente con el aceite y cada vez llegaban más lejos.

Jorge vertió unas gotas de aceite en los omóplatos de Laura, que lentamente bajaron por su espalda hasta que se acumularon en el hueco de su zona lumbar. Jorge retiró la toalla que cubría el culo de Laura. Y entonces vertió de nuevo unas gotas de aceite en su coxis, que lentamente bajaron por su culo y perineo hasta llegar a la vagina. Pero aquella zona ya estaba más que lubricada. Laura contuvo la respiración.

Cloe acercó su boca al oído de Juan y le susurró: -Ahora, si quieres más, date la vuelta- .

Al mismo tiempo, Jorge le repitió en voz baja lo mismo a Laura. Trabajaban con una coordinación extraordinaria.

Cuando Juan estaba ya boca arriba, Cloe empezó a masajearle el pecho. Bajó hasta su ombligo y allí empezó a hacer círculos con su dedo, prolongando la agonía de su cliente. Su mano bajó más. Y entonces Juan contuvo la respiración. Estaba completamente empalmado, y Cloe empezó a masajearle el glande con sus dedos aceitosos y con la otra mano los testículos. Juan se retorcía de placer.

Jorge abrió ligeramente las piernas de Laura y acarició toda la piel alrededor de la vagina. Después se echó más aceite en la punta de los dedos y con un dedo empezó a masturbarla. Laura empezó a lamerse los labios. Un dedo de una mano le frotaba suavemente el clítoris y otro dedo lo introdujo dentro de su coño húmedo. Y con la otra mano empezó a jugar con el culo, hasta que suavemente introdujo también la punta de un dedo, entrando y saliendo suavemente.

Laura empezó a jadear, olvidando que su marido estaba a pocos metros. Los dos estaban en otro mundo, totalmente entregados. Nada más importaba; estaban tan excitados que ni escuchaban al otro.

Cloe aceleró el movimiento. Cuando creyó que Juan estaba a punto de correrse, paró inmediatamente. Entonces pasó un dedo alrededor del glande con lentitud. Juan iba a explotar.

Jorge masajeó más rápido el clítoris y le metió dos dedos en el coño húmedo. Empezó a explorar en busca del punto G hasta que lo encontró. Cuando lo hizo -lo vio en la cara de Laura-, bajó el ritmo. Laura intentó que lo acelerara de nuevo moviendo sus caderas, pero Jorge casi paró.

Entonces Cloe se acercó al oído de Juan y le susurró: -Esto tienes que verlo.- Y le quitó el antifaz. Juan vio entonces sus tetas perfectas y sus labios sonrosados y tragó saliva. La masajista acercó sus tetas a la polla a punto de explotar de Juan, masturbándolo con ellas. Jorge estaba hipnotizado. Le estaban haciendo una cubana. Nunca antes había sentido esa sensación.

Jorge le dijo a Laura: -A partir de ahora, vas a ver lo que te pasa. Quítate el antifaz-. Laura le obedeció. Y vio el pecho de su masajista y su corazón se aceleró. Era tan sexy que ahora mismo podría correrse allí mismo solo con esa visión. Pero Jorge se lubricó todavía más los dedos y ahora empezó a masturbarla con rapidez, mientras que con la otra manos le daba ligeros pellizcos en los pezones.

En ese momento, y al unísono, Juan y Laura se miraron. Las caras de los dos eran puro placer. Los ojos entrecerrados. Los labios húmedos. Y ver cada uno el tremendo placer que estaban sintiendo en la cara del otro no hizo más que acelerar el clímax.

Jorge miró a Cloe. Ella le sonrió y se pasó la lengua por los labios. Aceleró el movimiento con sus tetas y aumentó la presión. Juan empezó a jadear ya ruidosamente hasta que su polla se convirtió en una fuente de semen que salpicó en la cara de su masajista y se desparramó por todo su pecho. Entonces ella se lo extendió por los pectorales y le dijo al oído: -No es aceite, pero también lubrica- Y le guiñó con una sonrisa pícara.

Laura, al escuchar esos jadeos, había girado su cabeza para ver lo que pasaba y había visto e tremendo final. Al ver en su marido la cara de placer extraordinaria primero y la serenidad después del orgasmo, sus sentidos se aceleraron. Entonces miró a su masajista que la observaba fijamente. Su magnífico cuerpo. Sus manos fuertes y delicadas. Sus fornidos antebrazos. Jorge se dio cuenta que ese era el momento y masajeó intensamente el punto G y el clítoris hasta escuchar el grito de Laura. Su cuerpo se estremeció convulsamente.

Juan observó fascinado los movimientos de las caderas de su mujer, como pidiendo más. A pesar de acabarse de correr, se puso tan caliente como nunca. Sus pezones estaban erectos y ella se acariciaba los pechos.

Entonces Jorge y Cloe se acercaron a ellos y les susurraron:

-Nos vemos pronto.

A los pocos minutos estaban ya en los vestuarios duchándose, en silencio. No intercambiaron ni una palabra. Ni una mirada. Al salir de la ducha, se vistieron y Juan la miró. Ella lo miró a su vez con cierta vergüenza. Entonces Juan le dijo:

-¿Te ha gustado el regalo? Espero que sí.

Ella lo miró y le dijo: -Es la mayor sorpresa que he recibido en mi vida. Nunca podría haberme imaginado esto. Todavía me tiemblan las piernas. Te quiero, Juan. Te quiero por intentar hacerme feliz siempre. Con las pequeñas cosas cada día y con detalles especiales como este. Y muy pocas veces te digo lo enamorada que estoy de ti.

Le dio un abrazo y un beso apasionado.

Juan sonrió de oreja a oreja y le dijo:

-Pues ahora tengo reservado un restaurante para una cena especial. Te va a gustar.

A lo que Laura contestó:

-Ya lo puedes estar cancelando. Nos vamos a casa. Vamos a follar como conejos.
 
Publico esta historia aquí aunque bien que podría ir en el hilo hetero. Es una fantasía que al parecer es bastante común. Me gustaría recibir comentarios de quien la haya tenido o de quien le gustaría llevarla a cabo. Creo que es una forma de añadir chile a la relación sin ser infiel.



El masaje



Juan quería sorprender a Laura. Más de una vez se había olvidado de su aniversario de boda, y ella se lo había recriminado medio en broma, medio en serio diciéndole que con los años ya no se ocupaba de ella como antes. En cierta forma tenía razón. Con el estrés del trabajo, las tareas diarias y el cansancio acumulado ya no tenía los detalles que al principio de la relación enamoraban tanto a Laura. Pero había decidido que este año iba a darle una sorpresa. Aunque, ¿qué tipo de sorpresa? No iba sobrado de dinero, ni tenía tiempo para pedir unos días de vacaciones. Tendría que ser algo así como una cena romántica en un sitio algo especial. Pero eso no sería "especial". Así que siguió unos días devanándose los sesos sin resultado.

Pero la idea le llegó de la forma más inesperada posible.

Un día, al salir del trabajo, se encontró un tríptico publicitario en el parabrisas del coche. Lo cogió con el ánimo de arrugarlo y tirarlo como una bola. Pero vio unas palabras que le llamaron la atención: “Masaje para dos”. Y una foto de una pareja tendida boca abajo en dos camillas con una botella de champán en una cubitera y unas fresas. Le hizo gracia la idea, aunque enseguida la desechó porque ya habían estado en algún spa y no lo consideró "especial". Pero abrió el tríptico. Y leyó la palabra "especial". Masaje especial para dos. En sala conjunta o separada. Con masajista masculino o femenino. Gran experiencia y discreción. Fue esa última palabra fue la que le hizo releerlo todo con atención. ¿Se trataba de algo erótico? No le vendría mal a la relación. Hacía tiempo que sus encuentros sexuales se limitaban a un polvo cada dos semanas sin nada especial. En ese sentido se diría que se estaban convirtiendo en lo que ellos dijeron que nunca serían: una pareja monótona y aburrida haciendo el amor casi por costumbre.

Pero enseguida pensó que quizás estaba imaginando algo que no existía realmente. Se decidió entonces a vencer a su vergüenza y llamar para preguntar detalles.

-Buenas tardes. Llamaba por lo del anuncio de los masajes. Quería que me dieran más detalles.

Al otro lado de la línea le contestó una voz femenina. Eso le hizo ponerse más nervioso.

-Sí, dime lo que interesa saber. Somos una empresa pequeñita que nos dedicamos a masajes en un local en el centro. Es un negocio innovador, y lo único que te puedo decir es que el que lo prueba, repite.

Esas palabras no le sirvieron para solventar sus dudas, pero sí para estimular más su imaginación.

-Pero, ¿cómo funciona? ¿Se trata de masajes convencionales? -Preguntó algo nervioso.

-Si fueran masajes convencionales, no seríamos un centro innovador -contestó la voz al otro lado del teléfono, con un tono alegre.

La falta de concreción no hizo más que picar su curiosidad.

-¿Podrías ser algo más clara? -Preguntó

-Bueno, somos un centro muy privado. No aceptamos a clientes cualesquiera. Tienes que firmar un documento de aceptación de algunas normas, y sólo trabajamos con chicas solas o parejas.

La voz era agradable. Muy segura. Un toque sensual. Pero sonaba profesional. No podría explicarse porqué.

-Si estuvieras interesado en venir solo, lamentablemente no podría ser.

Juan estaba ya casi ansioso.

-Bueno, realmente me interesaba para ir con mi mujer. Quiero hacerle un regalo. Darle una sorpresa. Pero no sé qué servicios exactamente ofrecéis -preguntó.

- Pues básicamente somos un chico y una chica especialistas en masajes relajantes y descontracturantes. El servicio se ofrece en una sala con dos camillas y podéis elegir si queréis que os haga el masaje una chica o un chico. También se ofrece la posibilidad de recibir la sesión en dos salas separadas. Dentro de la tarifa se obsequia con una botella de champán y fresas con chocolate. La sesión dura dos horas. Se intercala el masaje con una sauna y un jacuzzi, si se desea. La duración estándar es de dos horas, aunque somos muy flexibles.

-Ah, entiendo. Sois fisioterapeutas o algo así y ofrecéis además servicios de spa -contestó Juan.

-Si solo fuéramos eso, no seríamos originales. Además de lo que te he comentado, existe una tarifa extra si quieres convertir el masaje en una experiencia total.- Explicó la chica con estudiada entonación, pronunciando especialmente lentas las dos últimas palabras.

-¿Quieres decir con final feliz?

Fue decir esto y arrepentirse. Notó el rubor en su cara. Menos mal que el teléfono no ve, pensó.

-Quiero decir que puedes elegir entre varias opciones según el nivel de intimidad, siempre que no te saltes el protocolo que tendrías que firmar.

Juan se quedó sin respuesta. Estaba desarbolado. Esto era algo que nunca hubiera imaginado para un regalo de aniversario. Y precisamente por esto se dio cuenta que ya había elegido la sorpresa que le iba a dar a su mujer.

-¿Podrías darme más detalles sobre esas tarifas y los servicios? -Preguntó.

-No damos precios por teléfono ni tenemos página web. Funcionamos con publicidad y sobre todo con el boca a oreja. Y te aviso que no tenemos muchas citas disponibles este mes. Tendríais que venir e informaros aquí, y contratar el servicio en el momento. Pero esta semana sólo tenemos disponible el jueves por la noche, a las ocho.

Juan no se lo podía creer. Era la fecha de su aniversario. Eso tendría que ser una señal. Eso y todo el secretismo le impulsó a decir lo siguiente con voz decidida:

-Pues estoy interesado en reservar esa sesión. Estaremos allí a las siete y media.

-Perfecto. ¿Me dices un nombre?

-Juan.

-Hasta el jueves entonces, Juan.

Juan tuvo en la cabeza el tema del regalo todo el día. No podía quitárselo de la cabeza. Cuando llegó a la casa, le dio un beso a Laura y le dijo:

-No hagas planes para el jueves por la noche.

Laura se quedó sorprendida:

-¡No me puedo creer que te hayas acordado! -Se rió Laura. ¿Me vas a invitar a cenar? !Me encanta la idea! -Respondió agarrándose a su cuello y dándole un beso.

-Bueno, se supone que va a ser una sorpresa. Tú déjate llevar. Y ten la mente abierta.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Laura.

-Ya lo verás en su momento.

A Laura le encantaban las sorpresas. No había más que verle la cara, con una mezcla de emoción y sonrisa de niña traviesa. "Después de todo, el lunes no ha terminado tan mal”, pensó.

El jueves llegaron puntuales. Ya les estaban esperando. Los pasaron a la sala de espera y a los pocos minutos les dieron la información:

-Buenas tardes y bienvenidos. Según tengo apuntado, es la primera vez que venís. Es necesario entonces que sigáis estas reglas. En el vestuario de al lado os desvestís y os dais una ducha, y cogéis una toalla. Pasáis a la sala de la izquierda si queréis estar juntos o si preferís salas separadas hacédnoslo saber. Es necesario que os desnudéis completamente y os tumbéis boca abajo tapándoos el trasero si lo deseáis. También hay antifaces para vuestro uso si así lo queréis. Los masajistas hoy son Chloe y Jorge. Os harán un masaje relajante de cuerpo completo. Después explorarán y seguirán o no según vuestros gustos. Se sugiere comunicarse por gestos para mantener una atmósfera relajante. Aparte de esto, existe mucha flexibilidad. Os dejo solos. Disfrutad.

Laura miró a Juan. Su cara reflejaba sorpresa. Esto no era lo que se había imaginado, aunque no sabía si lo había entendido bien.

-Juan, ¿esto que es? ¿Es un lugar de masaje normal? Estoy un poco nerviosa. Y sorprendida.

-Pues la verdad es que no es un sitio normal. Pero no voy a contarte detalles. No te preocupes, creo que nos va a gustar. Pero la verdad es que tampoco sé yo mucho más que tú. Vamos a ver lo que pasa -dijo Juan con una media sonrisa. La verdad es que él también estaba algo nervioso.

-Bueno, está claro que de verdad era un regalo sorpresa. ¡Pero es tan sorpresa que todavía no sé lo que es! -dijo Laura riéndose. Esa risa les sirvió a los dos para relajarse algo.

-Vamos a la sala ya. Vamos a desnudarnos. Coge tu toalla. La verdad es que tengo ganas de empezar. Relájate.

Laura lo miró pensando en lo que Juan le estaba ocultando ¿Era verdad que no sabía nada? Evidentemente no. Era un lugar especial. Se notaba. Pero el nerviosismo estaba dando paso a la curiosidad. Y, sobre todo, le gustó que Juan pensara en algo especial para ese día. Lo normal era que se hubiera olvidado o que se hubieran ido a cenar a un restaurante del centro. No estaba mal salirse de la rutina. Le miró y vio al chico con ojos nerviosos que le había enamorado diez años atrás, y le gustó esa sensación. Iba a hacerle caso. Iba a dejarse llevar.

Entraron en la sala. No tenía ventanas y era de tamaño mediano. Luz tenue, aroma a incienso y aceites esenciales, temperatura cálida y música árabe de fondo. La decoración era sencilla pero elegante. Se dirigieron a las camillas y se acostaron boca abajo. Se miraron y entre risas se pusieron las toallas tapando el trasero.

En un par de minutos entraron los masajistas. Iban vestidos con ropa ceñida, nada de pantalones anchos ni camisas amplias típicas de los fisioterapeutas. Era evidente que estaban en forma. Se presentaron:

-Hola. Somos Chloe y Jorge. Vamos a ser vuestros masajistas esta noche. Si tenéis algún problema muscular, decídnoslo. Si tenéis preferencia en masaje en alguna zona especial, igual. Si no, dejadnos hacer. Esperamos que os guste.

Juan y Laura se miraron de reojo, recostados como estaban, y una sonrisa traviesa y nerviosa se dibujó en ambas caras.

Cloe era una chica más bien pequeña, pero con un cuerpo con proporciones hermosas. Su cintura era muy delgada, pero sus hombros y sus brazos eran fuertes, evidentemente fruto de muchas horas de gimnasio. Sus muslos también eran fuertes, y las mallas que llevaba parecían contenerlos con dificultad. Un top de gimnasio contenía también a duras penas unos pechos turgentes.

Jorge era un chico moreno con una camiseta apretada que marcaba exageradamente sus bíceps y tríceps, y mostraba unos pectorales bien definidos. También llevaba mallas, y sus piernas eran delgadas y esbeltas, nada de muslos de gimnasio. Parecía un bailarín. Tenía una bonita sonrisa y unos labios carnosos muy sugerentes.

Los dos se acercaron a las camillas. La sesión comenzó.

La chica se acercó a Juan. Roció por toda su espalda aceite con un olor muy agradable y empezó a extenderlo de forma muy suave. Pero era un espejismo. Al momento masajeó con fuerza las lumbares y fue ascendiendo poco a poco por la espalda. Sus dedos eran finos pero presionaban con fuerza los músculos. Era justo lo que Juan necesitaba. Al llegar a los hombros, la chica se dio cuenta que allí tendría trabajo extra. Estaba tan tenso que tuvo que añadir más aceite y emplearse con fuerza. Los acallados quejidos de su cliente le decían que estaba haciendo bien su trabajo.

Por otra parte, Jorge se estaba encargando de la espalda de Laura. Sus manos eran fuertes, pero hacía la presión justa para no provocar dolor, pero se situaba casi en el umbral. Era tan agradable que ella se dejó llevar completamente. Cerró los ojos y no podía dejar de ver esos brazos, fuertes y esbeltos. Los dedos recorrían su columna vertebral de arriba abajo buscando contracturas, y encontrándolas. Estaba claro que sabía lo que tenía que hacer. Por donde pasaba la mano dejaba una agradable sensación de calor.

Cuando llevaban un rato -¿media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora?- Jorge habló por primera vez:

-Os recomendamos que os pongáis los antifaces y os dejéis llevar en la segunda parte del masaje. Es mejor para desconectar de todo lo exterior y que os centréis exclusivamente en las sensaciones de vuestro cuerpo. Escuchadlo. Nosotros os escucharemos a vosotros e intentaremos que la sesión se convierta en algo diferente.

Su voz sonó suave y autoritaria a la vez. Sin atisbos de duda. Con claridad y casi sensualidad. Todo en un tono muy bajo.

-A partir de ahora los límites los pondréis vosotros- concluyó.

Los dos se miraron, sonrieron nerviosamente y se los pusieron. Solo dejaban entrever un poco de luz en los laterales, lo suficiente para notar que había un cierto movimiento. No lo vieron, pero los dos se estaban quitando la parte superior de la ropa, dejando libres sus marcados músculos en caso de él, su piel aceitunada, sus abdominales definidas y su cuerpo depilado. En el caso de ella, sus pechos bien formados terminaban en unos pequeños pezones erectos.

La segunda parte comenzó.

Cloe empezó a masajearle el cuello, las orejas y la cabeza. Se detuvo en los lóbulos de las orejas, y los masajeó con extrema suavidad. Descendió por la columna con dos dedos de forma sensual, hasta que llegó a la zona lumbar. Allí introdujo las manos por debajo de la toalla y empezó a masajear los glúteos.

Jorge masajeó suavemente los hombros de Laura, bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a las manos. Allí metió sus dedos entre los de ellas, retirándolos y repitiendo ese movimiento de forma suave varias veces. Notó un acallado suspiro en la boca de Laura y supo que iba por buen camino.

Cloe retiró la toalla suavemente y masajeó los glúteos con suavidad, deslizando poco a poco sus pequeños dedos por los muslos internos de Juan. Notó la tensión en los músculos y también supo que estaba consiguiendo su objetivo. Los dedos se deslizaban fácilmente con el aceite y cada vez llegaban más lejos.

Jorge vertió unas gotas de aceite en los omóplatos de Laura, que lentamente bajaron por su espalda hasta que se acumularon en el hueco de su zona lumbar. Jorge retiró la toalla que cubría el culo de Laura. Y entonces vertió de nuevo unas gotas de aceite en su coxis, que lentamente bajaron por su culo y perineo hasta llegar a la vagina. Pero aquella zona ya estaba más que lubricada. Laura contuvo la respiración.

Cloe acercó su boca al oído de Juan y le susurró: -Ahora, si quieres más, date la vuelta- .

Al mismo tiempo, Jorge le repitió en voz baja lo mismo a Laura. Trabajaban con una coordinación extraordinaria.

Cuando Juan estaba ya boca arriba, Cloe empezó a masajearle el pecho. Bajó hasta su ombligo y allí empezó a hacer círculos con su dedo, prolongando la agonía de su cliente. Su mano bajó más. Y entonces Juan contuvo la respiración. Estaba completamente empalmado, y Cloe empezó a masajearle el glande con sus dedos aceitosos y con la otra mano los testículos. Juan se retorcía de placer.

Jorge abrió ligeramente las piernas de Laura y acarició toda la piel alrededor de la vagina. Después se echó más aceite en la punta de los dedos y con un dedo empezó a masturbarla. Laura empezó a lamerse los labios. Un dedo de una mano le frotaba suavemente el clítoris y otro dedo lo introdujo dentro de su coño húmedo. Y con la otra mano empezó a jugar con el culo, hasta que suavemente introdujo también la punta de un dedo, entrando y saliendo suavemente.

Laura empezó a jadear, olvidando que su marido estaba a pocos metros. Los dos estaban en otro mundo, totalmente entregados. Nada más importaba; estaban tan excitados que ni escuchaban al otro.

Cloe aceleró el movimiento. Cuando creyó que Juan estaba a punto de correrse, paró inmediatamente. Entonces pasó un dedo alrededor del glande con lentitud. Juan iba a explotar.

Jorge masajeó más rápido el clítoris y le metió dos dedos en el coño húmedo. Empezó a explorar en busca del punto G hasta que lo encontró. Cuando lo hizo -lo vio en la cara de Laura-, bajó el ritmo. Laura intentó que lo acelerara de nuevo moviendo sus caderas, pero Jorge casi paró.

Entonces Cloe se acercó al oído de Juan y le susurró: -Esto tienes que verlo.- Y le quitó el antifaz. Juan vio entonces sus tetas perfectas y sus labios sonrosados y tragó saliva. La masajista acercó sus tetas a la polla a punto de explotar de Juan, masturbándolo con ellas. Jorge estaba hipnotizado. Le estaban haciendo una cubana. Nunca antes había sentido esa sensación.

Jorge le dijo a Laura: -A partir de ahora, vas a ver lo que te pasa. Quítate el antifaz-. Laura le obedeció. Y vio el pecho de su masajista y su corazón se aceleró. Era tan sexy que ahora mismo podría correrse allí mismo solo con esa visión. Pero Jorge se lubricó todavía más los dedos y ahora empezó a masturbarla con rapidez, mientras que con la otra manos le daba ligeros pellizcos en los pezones.

En ese momento, y al unísono, Juan y Laura se miraron. Las caras de los dos eran puro placer. Los ojos entrecerrados. Los labios húmedos. Y ver cada uno el tremendo placer que estaban sintiendo en la cara del otro no hizo más que acelerar el clímax.

Jorge miró a Cloe. Ella le sonrió y se pasó la lengua por los labios. Aceleró el movimiento con sus tetas y aumentó la presión. Juan empezó a jadear ya ruidosamente hasta que su polla se convirtió en una fuente de semen que salpicó en la cara de su masajista y se desparramó por todo su pecho. Entonces ella se lo extendió por los pectorales y le dijo al oído: -No es aceite, pero también lubrica- Y le guiñó con una sonrisa pícara.

Laura, al escuchar esos jadeos, había girado su cabeza para ver lo que pasaba y había visto e tremendo final. Al ver en su marido la cara de placer extraordinaria primero y la serenidad después del orgasmo, sus sentidos se aceleraron. Entonces miró a su masajista que la observaba fijamente. Su magnífico cuerpo. Sus manos fuertes y delicadas. Sus fornidos antebrazos. Jorge se dio cuenta que ese era el momento y masajeó intensamente el punto G y el clítoris hasta escuchar el grito de Laura. Su cuerpo se estremeció convulsamente.

Juan observó fascinado los movimientos de las caderas de su mujer, como pidiendo más. A pesar de acabarse de correr, se puso tan caliente como nunca. Sus pezones estaban erectos y ella se acariciaba los pechos.

Entonces Jorge y Cloe se acercaron a ellos y les susurraron:

-Nos vemos pronto.

A los pocos minutos estaban ya en los vestuarios duchándose, en silencio. No intercambiaron ni una palabra. Ni una mirada. Al salir de la ducha, se vistieron y Juan la miró. Ella lo miró a su vez con cierta vergüenza. Entonces Juan le dijo:

-¿Te ha gustado el regalo? Espero que sí.

Ella lo miró y le dijo: -Es la mayor sorpresa que he recibido en mi vida. Nunca podría haberme imaginado esto. Todavía me tiemblan las piernas. Te quiero, Juan. Te quiero por intentar hacerme feliz siempre. Con las pequeñas cosas cada día y con detalles especiales como este. Y muy pocas veces te digo lo enamorada que estoy de ti.

Le dio un abrazo y un beso apasionado.

Juan sonrió de oreja a oreja y le dijo:

-Pues ahora tengo reservado un restaurante para una cena especial. Te va a gustar.

A lo que Laura contestó:

-Ya lo puedes estar cancelando. Nos vamos a casa. Vamos a follar como con

Me alegro que te haya gustado! Vaya si lo habéis leído rápido tú y Feety, jajajaja
 
Publico esta historia aquí aunque bien que podría ir en el hilo hetero. Es una fantasía que al parecer es bastante común. Me gustaría recibir comentarios de quien la haya tenido o de quien le gustaría llevarla a cabo. Creo que es una forma de añadir chile a la relación sin ser infiel.



El masaje



Juan quería sorprender a Laura. Más de una vez se había olvidado de su aniversario de boda, y ella se lo había recriminado medio en broma, medio en serio diciéndole que con los años ya no se ocupaba de ella como antes. En cierta forma tenía razón. Con el estrés del trabajo, las tareas diarias y el cansancio acumulado ya no tenía los detalles que al principio de la relación enamoraban tanto a Laura. Pero había decidido que este año iba a darle una sorpresa. Aunque, ¿qué tipo de sorpresa? No iba sobrado de dinero, ni tenía tiempo para pedir unos días de vacaciones. Tendría que ser algo así como una cena romántica en un sitio algo especial. Pero eso no sería "especial". Así que siguió unos días devanándose los sesos sin resultado.

Pero la idea le llegó de la forma más inesperada posible.

Un día, al salir del trabajo, se encontró un tríptico publicitario en el parabrisas del coche. Lo cogió con el ánimo de arrugarlo y tirarlo como una bola. Pero vio unas palabras que le llamaron la atención: “Masaje para dos”. Y una foto de una pareja tendida boca abajo en dos camillas con una botella de champán en una cubitera y unas fresas. Le hizo gracia la idea, aunque enseguida la desechó porque ya habían estado en algún spa y no lo consideró "especial". Pero abrió el tríptico. Y leyó la palabra "especial". Masaje especial para dos. En sala conjunta o separada. Con masajista masculino o femenino. Gran experiencia y discreción. Fue esa última palabra fue la que le hizo releerlo todo con atención. ¿Se trataba de algo erótico? No le vendría mal a la relación. Hacía tiempo que sus encuentros sexuales se limitaban a un polvo cada dos semanas sin nada especial. En ese sentido se diría que se estaban convirtiendo en lo que ellos dijeron que nunca serían: una pareja monótona y aburrida haciendo el amor casi por costumbre.

Pero enseguida pensó que quizás estaba imaginando algo que no existía realmente. Se decidió entonces a vencer a su vergüenza y llamar para preguntar detalles.

-Buenas tardes. Llamaba por lo del anuncio de los masajes. Quería que me dieran más detalles.

Al otro lado de la línea le contestó una voz femenina. Eso le hizo ponerse más nervioso.

-Sí, dime lo que interesa saber. Somos una empresa pequeñita que nos dedicamos a masajes en un local en el centro. Es un negocio innovador, y lo único que te puedo decir es que el que lo prueba, repite.

Esas palabras no le sirvieron para solventar sus dudas, pero sí para estimular más su imaginación.

-Pero, ¿cómo funciona? ¿Se trata de masajes convencionales? -Preguntó algo nervioso.

-Si fueran masajes convencionales, no seríamos un centro innovador -contestó la voz al otro lado del teléfono, con un tono alegre.

La falta de concreción no hizo más que picar su curiosidad.

-¿Podrías ser algo más clara? -Preguntó

-Bueno, somos un centro muy privado. No aceptamos a clientes cualesquiera. Tienes que firmar un documento de aceptación de algunas normas, y sólo trabajamos con chicas solas o parejas.

La voz era agradable. Muy segura. Un toque sensual. Pero sonaba profesional. No podría explicarse porqué.

-Si estuvieras interesado en venir solo, lamentablemente no podría ser.

Juan estaba ya casi ansioso.

-Bueno, realmente me interesaba para ir con mi mujer. Quiero hacerle un regalo. Darle una sorpresa. Pero no sé qué servicios exactamente ofrecéis -preguntó.

- Pues básicamente somos un chico y una chica especialistas en masajes relajantes y descontracturantes. El servicio se ofrece en una sala con dos camillas y podéis elegir si queréis que os haga el masaje una chica o un chico. También se ofrece la posibilidad de recibir la sesión en dos salas separadas. Dentro de la tarifa se obsequia con una botella de champán y fresas con chocolate. La sesión dura dos horas. Se intercala el masaje con una sauna y un jacuzzi, si se desea. La duración estándar es de dos horas, aunque somos muy flexibles.

-Ah, entiendo. Sois fisioterapeutas o algo así y ofrecéis además servicios de spa -contestó Juan.

-Si solo fuéramos eso, no seríamos originales. Además de lo que te he comentado, existe una tarifa extra si quieres convertir el masaje en una experiencia total.- Explicó la chica con estudiada entonación, pronunciando especialmente lentas las dos últimas palabras.

-¿Quieres decir con final feliz?

Fue decir esto y arrepentirse. Notó el rubor en su cara. Menos mal que el teléfono no ve, pensó.

-Quiero decir que puedes elegir entre varias opciones según el nivel de intimidad, siempre que no te saltes el protocolo que tendrías que firmar.

Juan se quedó sin respuesta. Estaba desarbolado. Esto era algo que nunca hubiera imaginado para un regalo de aniversario. Y precisamente por esto se dio cuenta que ya había elegido la sorpresa que le iba a dar a su mujer.

-¿Podrías darme más detalles sobre esas tarifas y los servicios? -Preguntó.

-No damos precios por teléfono ni tenemos página web. Funcionamos con publicidad y sobre todo con el boca a oreja. Y te aviso que no tenemos muchas citas disponibles este mes. Tendríais que venir e informaros aquí, y contratar el servicio en el momento. Pero esta semana sólo tenemos disponible el jueves por la noche, a las ocho.

Juan no se lo podía creer. Era la fecha de su aniversario. Eso tendría que ser una señal. Eso y todo el secretismo le impulsó a decir lo siguiente con voz decidida:

-Pues estoy interesado en reservar esa sesión. Estaremos allí a las siete y media.

-Perfecto. ¿Me dices un nombre?

-Juan.

-Hasta el jueves entonces, Juan.

Juan tuvo en la cabeza el tema del regalo todo el día. No podía quitárselo de la cabeza. Cuando llegó a la casa, le dio un beso a Laura y le dijo:

-No hagas planes para el jueves por la noche.

Laura se quedó sorprendida:

-¡No me puedo creer que te hayas acordado! -Se rió Laura. ¿Me vas a invitar a cenar? !Me encanta la idea! -Respondió agarrándose a su cuello y dándole un beso.

-Bueno, se supone que va a ser una sorpresa. Tú déjate llevar. Y ten la mente abierta.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Laura.

-Ya lo verás en su momento.

A Laura le encantaban las sorpresas. No había más que verle la cara, con una mezcla de emoción y sonrisa de niña traviesa. "Después de todo, el lunes no ha terminado tan mal”, pensó.

El jueves llegaron puntuales. Ya les estaban esperando. Los pasaron a la sala de espera y a los pocos minutos les dieron la información:

-Buenas tardes y bienvenidos. Según tengo apuntado, es la primera vez que venís. Es necesario entonces que sigáis estas reglas. En el vestuario de al lado os desvestís y os dais una ducha, y cogéis una toalla. Pasáis a la sala de la izquierda si queréis estar juntos o si preferís salas separadas hacédnoslo saber. Es necesario que os desnudéis completamente y os tumbéis boca abajo tapándoos el trasero si lo deseáis. También hay antifaces para vuestro uso si así lo queréis. Los masajistas hoy son Chloe y Jorge. Os harán un masaje relajante de cuerpo completo. Después explorarán y seguirán o no según vuestros gustos. Se sugiere comunicarse por gestos para mantener una atmósfera relajante. Aparte de esto, existe mucha flexibilidad. Os dejo solos. Disfrutad.

Laura miró a Juan. Su cara reflejaba sorpresa. Esto no era lo que se había imaginado, aunque no sabía si lo había entendido bien.

-Juan, ¿esto que es? ¿Es un lugar de masaje normal? Estoy un poco nerviosa. Y sorprendida.

-Pues la verdad es que no es un sitio normal. Pero no voy a contarte detalles. No te preocupes, creo que nos va a gustar. Pero la verdad es que tampoco sé yo mucho más que tú. Vamos a ver lo que pasa -dijo Juan con una media sonrisa. La verdad es que él también estaba algo nervioso.

-Bueno, está claro que de verdad era un regalo sorpresa. ¡Pero es tan sorpresa que todavía no sé lo que es! -dijo Laura riéndose. Esa risa les sirvió a los dos para relajarse algo.

-Vamos a la sala ya. Vamos a desnudarnos. Coge tu toalla. La verdad es que tengo ganas de empezar. Relájate.

Laura lo miró pensando en lo que Juan le estaba ocultando ¿Era verdad que no sabía nada? Evidentemente no. Era un lugar especial. Se notaba. Pero el nerviosismo estaba dando paso a la curiosidad. Y, sobre todo, le gustó que Juan pensara en algo especial para ese día. Lo normal era que se hubiera olvidado o que se hubieran ido a cenar a un restaurante del centro. No estaba mal salirse de la rutina. Le miró y vio al chico con ojos nerviosos que le había enamorado diez años atrás, y le gustó esa sensación. Iba a hacerle caso. Iba a dejarse llevar.

Entraron en la sala. No tenía ventanas y era de tamaño mediano. Luz tenue, aroma a incienso y aceites esenciales, temperatura cálida y música árabe de fondo. La decoración era sencilla pero elegante. Se dirigieron a las camillas y se acostaron boca abajo. Se miraron y entre risas se pusieron las toallas tapando el trasero.

En un par de minutos entraron los masajistas. Iban vestidos con ropa ceñida, nada de pantalones anchos ni camisas amplias típicas de los fisioterapeutas. Era evidente que estaban en forma. Se presentaron:

-Hola. Somos Chloe y Jorge. Vamos a ser vuestros masajistas esta noche. Si tenéis algún problema muscular, decídnoslo. Si tenéis preferencia en masaje en alguna zona especial, igual. Si no, dejadnos hacer. Esperamos que os guste.

Juan y Laura se miraron de reojo, recostados como estaban, y una sonrisa traviesa y nerviosa se dibujó en ambas caras.

Cloe era una chica más bien pequeña, pero con un cuerpo con proporciones hermosas. Su cintura era muy delgada, pero sus hombros y sus brazos eran fuertes, evidentemente fruto de muchas horas de gimnasio. Sus muslos también eran fuertes, y las mallas que llevaba parecían contenerlos con dificultad. Un top de gimnasio contenía también a duras penas unos pechos turgentes.

Jorge era un chico moreno con una camiseta apretada que marcaba exageradamente sus bíceps y tríceps, y mostraba unos pectorales bien definidos. También llevaba mallas, y sus piernas eran delgadas y esbeltas, nada de muslos de gimnasio. Parecía un bailarín. Tenía una bonita sonrisa y unos labios carnosos muy sugerentes.

Los dos se acercaron a las camillas. La sesión comenzó.

La chica se acercó a Juan. Roció por toda su espalda aceite con un olor muy agradable y empezó a extenderlo de forma muy suave. Pero era un espejismo. Al momento masajeó con fuerza las lumbares y fue ascendiendo poco a poco por la espalda. Sus dedos eran finos pero presionaban con fuerza los músculos. Era justo lo que Juan necesitaba. Al llegar a los hombros, la chica se dio cuenta que allí tendría trabajo extra. Estaba tan tenso que tuvo que añadir más aceite y emplearse con fuerza. Los acallados quejidos de su cliente le decían que estaba haciendo bien su trabajo.

Por otra parte, Jorge se estaba encargando de la espalda de Laura. Sus manos eran fuertes, pero hacía la presión justa para no provocar dolor, pero se situaba casi en el umbral. Era tan agradable que ella se dejó llevar completamente. Cerró los ojos y no podía dejar de ver esos brazos, fuertes y esbeltos. Los dedos recorrían su columna vertebral de arriba abajo buscando contracturas, y encontrándolas. Estaba claro que sabía lo que tenía que hacer. Por donde pasaba la mano dejaba una agradable sensación de calor.

Cuando llevaban un rato -¿media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora?- Jorge habló por primera vez:

-Os recomendamos que os pongáis los antifaces y os dejéis llevar en la segunda parte del masaje. Es mejor para desconectar de todo lo exterior y que os centréis exclusivamente en las sensaciones de vuestro cuerpo. Escuchadlo. Nosotros os escucharemos a vosotros e intentaremos que la sesión se convierta en algo diferente.

Su voz sonó suave y autoritaria a la vez. Sin atisbos de duda. Con claridad y casi sensualidad. Todo en un tono muy bajo.

-A partir de ahora los límites los pondréis vosotros- concluyó.

Los dos se miraron, sonrieron nerviosamente y se los pusieron. Solo dejaban entrever un poco de luz en los laterales, lo suficiente para notar que había un cierto movimiento. No lo vieron, pero los dos se estaban quitando la parte superior de la ropa, dejando libres sus marcados músculos en caso de él, su piel aceitunada, sus abdominales definidas y su cuerpo depilado. En el caso de ella, sus pechos bien formados terminaban en unos pequeños pezones erectos.

La segunda parte comenzó.

Cloe empezó a masajearle el cuello, las orejas y la cabeza. Se detuvo en los lóbulos de las orejas, y los masajeó con extrema suavidad. Descendió por la columna con dos dedos de forma sensual, hasta que llegó a la zona lumbar. Allí introdujo las manos por debajo de la toalla y empezó a masajear los glúteos.

Jorge masajeó suavemente los hombros de Laura, bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a las manos. Allí metió sus dedos entre los de ellas, retirándolos y repitiendo ese movimiento de forma suave varias veces. Notó un acallado suspiro en la boca de Laura y supo que iba por buen camino.

Cloe retiró la toalla suavemente y masajeó los glúteos con suavidad, deslizando poco a poco sus pequeños dedos por los muslos internos de Juan. Notó la tensión en los músculos y también supo que estaba consiguiendo su objetivo. Los dedos se deslizaban fácilmente con el aceite y cada vez llegaban más lejos.

Jorge vertió unas gotas de aceite en los omóplatos de Laura, que lentamente bajaron por su espalda hasta que se acumularon en el hueco de su zona lumbar. Jorge retiró la toalla que cubría el culo de Laura. Y entonces vertió de nuevo unas gotas de aceite en su coxis, que lentamente bajaron por su culo y perineo hasta llegar a la vagina. Pero aquella zona ya estaba más que lubricada. Laura contuvo la respiración.

Cloe acercó su boca al oído de Juan y le susurró: -Ahora, si quieres más, date la vuelta- .

Al mismo tiempo, Jorge le repitió en voz baja lo mismo a Laura. Trabajaban con una coordinación extraordinaria.

Cuando Juan estaba ya boca arriba, Cloe empezó a masajearle el pecho. Bajó hasta su ombligo y allí empezó a hacer círculos con su dedo, prolongando la agonía de su cliente. Su mano bajó más. Y entonces Juan contuvo la respiración. Estaba completamente empalmado, y Cloe empezó a masajearle el glande con sus dedos aceitosos y con la otra mano los testículos. Juan se retorcía de placer.

Jorge abrió ligeramente las piernas de Laura y acarició toda la piel alrededor de la vagina. Después se echó más aceite en la punta de los dedos y con un dedo empezó a masturbarla. Laura empezó a lamerse los labios. Un dedo de una mano le frotaba suavemente el clítoris y otro dedo lo introdujo dentro de su coño húmedo. Y con la otra mano empezó a jugar con el culo, hasta que suavemente introdujo también la punta de un dedo, entrando y saliendo suavemente.

Laura empezó a jadear, olvidando que su marido estaba a pocos metros. Los dos estaban en otro mundo, totalmente entregados. Nada más importaba; estaban tan excitados que ni escuchaban al otro.

Cloe aceleró el movimiento. Cuando creyó que Juan estaba a punto de correrse, paró inmediatamente. Entonces pasó un dedo alrededor del glande con lentitud. Juan iba a explotar.

Jorge masajeó más rápido el clítoris y le metió dos dedos en el coño húmedo. Empezó a explorar en busca del punto G hasta que lo encontró. Cuando lo hizo -lo vio en la cara de Laura-, bajó el ritmo. Laura intentó que lo acelerara de nuevo moviendo sus caderas, pero Jorge casi paró.

Entonces Cloe se acercó al oído de Juan y le susurró: -Esto tienes que verlo.- Y le quitó el antifaz. Juan vio entonces sus tetas perfectas y sus labios sonrosados y tragó saliva. La masajista acercó sus tetas a la polla a punto de explotar de Juan, masturbándolo con ellas. Jorge estaba hipnotizado. Le estaban haciendo una cubana. Nunca antes había sentido esa sensación.

Jorge le dijo a Laura: -A partir de ahora, vas a ver lo que te pasa. Quítate el antifaz-. Laura le obedeció. Y vio el pecho de su masajista y su corazón se aceleró. Era tan sexy que ahora mismo podría correrse allí mismo solo con esa visión. Pero Jorge se lubricó todavía más los dedos y ahora empezó a masturbarla con rapidez, mientras que con la otra manos le daba ligeros pellizcos en los pezones.

En ese momento, y al unísono, Juan y Laura se miraron. Las caras de los dos eran puro placer. Los ojos entrecerrados. Los labios húmedos. Y ver cada uno el tremendo placer que estaban sintiendo en la cara del otro no hizo más que acelerar el clímax.

Jorge miró a Cloe. Ella le sonrió y se pasó la lengua por los labios. Aceleró el movimiento con sus tetas y aumentó la presión. Juan empezó a jadear ya ruidosamente hasta que su polla se convirtió en una fuente de semen que salpicó en la cara de su masajista y se desparramó por todo su pecho. Entonces ella se lo extendió por los pectorales y le dijo al oído: -No es aceite, pero también lubrica- Y le guiñó con una sonrisa pícara.

Laura, al escuchar esos jadeos, había girado su cabeza para ver lo que pasaba y había visto e tremendo final. Al ver en su marido la cara de placer extraordinaria primero y la serenidad después del orgasmo, sus sentidos se aceleraron. Entonces miró a su masajista que la observaba fijamente. Su magnífico cuerpo. Sus manos fuertes y delicadas. Sus fornidos antebrazos. Jorge se dio cuenta que ese era el momento y masajeó intensamente el punto G y el clítoris hasta escuchar el grito de Laura. Su cuerpo se estremeció convulsamente.

Juan observó fascinado los movimientos de las caderas de su mujer, como pidiendo más. A pesar de acabarse de correr, se puso tan caliente como nunca. Sus pezones estaban erectos y ella se acariciaba los pechos.

Entonces Jorge y Cloe se acercaron a ellos y les susurraron:

-Nos vemos pronto.

A los pocos minutos estaban ya en los vestuarios duchándose, en silencio. No intercambiaron ni una palabra. Ni una mirada. Al salir de la ducha, se vistieron y Juan la miró. Ella lo miró a su vez con cierta vergüenza. Entonces Juan le dijo:

-¿Te ha gustado el regalo? Espero que sí.

Ella lo miró y le dijo: -Es la mayor sorpresa que he recibido en mi vida. Nunca podría haberme imaginado esto. Todavía me tiemblan las piernas. Te quiero, Juan. Te quiero por intentar hacerme feliz siempre. Con las pequeñas cosas cada día y con detalles especiales como este. Y muy pocas veces te digo lo enamorada que estoy de ti.

Le dio un abrazo y un beso apasionado.

Juan sonrió de oreja a oreja y le dijo:

-Pues ahora tengo reservado un restaurante para una cena especial. Te va a gustar.

A lo que Laura contestó:

-Ya lo puedes estar cancelando. Nos vamos a casa. Vamos a follar como conejos.
Que morbazo. Me encantan los masajes eroticos, es una fantasía que tengo. Y en pareja tiene que ser una experiencia muy morbosa también. Me mojo solo de pensar en el masaje que os dieron
 
Que morbazo. Me encantan los masajes eroticos, es una fantasía que tengo. Y en pareja tiene que ser una experiencia muy morbosa también. Me mojo solo de pensar en el masaje que os dieron
Cuando quieras te cuento detalles por privado
 
Publico esta historia aquí aunque bien que podría ir en el hilo hetero. Es una fantasía que al parecer es bastante común. Me gustaría recibir comentarios de quien la haya tenido o de quien le gustaría llevarla a cabo. Creo que es una forma de añadir chile a la relación sin ser infiel.



El masaje



Juan quería sorprender a Laura. Más de una vez se había olvidado de su aniversario de boda, y ella se lo había recriminado medio en broma, medio en serio diciéndole que con los años ya no se ocupaba de ella como antes. En cierta forma tenía razón. Con el estrés del trabajo, las tareas diarias y el cansancio acumulado ya no tenía los detalles que al principio de la relación enamoraban tanto a Laura. Pero había decidido que este año iba a darle una sorpresa. Aunque, ¿qué tipo de sorpresa? No iba sobrado de dinero, ni tenía tiempo para pedir unos días de vacaciones. Tendría que ser algo así como una cena romántica en un sitio algo especial. Pero eso no sería "especial". Así que siguió unos días devanándose los sesos sin resultado.

Pero la idea le llegó de la forma más inesperada posible.

Un día, al salir del trabajo, se encontró un tríptico publicitario en el parabrisas del coche. Lo cogió con el ánimo de arrugarlo y tirarlo como una bola. Pero vio unas palabras que le llamaron la atención: “Masaje para dos”. Y una foto de una pareja tendida boca abajo en dos camillas con una botella de champán en una cubitera y unas fresas. Le hizo gracia la idea, aunque enseguida la desechó porque ya habían estado en algún spa y no lo consideró "especial". Pero abrió el tríptico. Y leyó la palabra "especial". Masaje especial para dos. En sala conjunta o separada. Con masajista masculino o femenino. Gran experiencia y discreción. Fue esa última palabra fue la que le hizo releerlo todo con atención. ¿Se trataba de algo erótico? No le vendría mal a la relación. Hacía tiempo que sus encuentros sexuales se limitaban a un polvo cada dos semanas sin nada especial. En ese sentido se diría que se estaban convirtiendo en lo que ellos dijeron que nunca serían: una pareja monótona y aburrida haciendo el amor casi por costumbre.

Pero enseguida pensó que quizás estaba imaginando algo que no existía realmente. Se decidió entonces a vencer a su vergüenza y llamar para preguntar detalles.

-Buenas tardes. Llamaba por lo del anuncio de los masajes. Quería que me dieran más detalles.

Al otro lado de la línea le contestó una voz femenina. Eso le hizo ponerse más nervioso.

-Sí, dime lo que interesa saber. Somos una empresa pequeñita que nos dedicamos a masajes en un local en el centro. Es un negocio innovador, y lo único que te puedo decir es que el que lo prueba, repite.

Esas palabras no le sirvieron para solventar sus dudas, pero sí para estimular más su imaginación.

-Pero, ¿cómo funciona? ¿Se trata de masajes convencionales? -Preguntó algo nervioso.

-Si fueran masajes convencionales, no seríamos un centro innovador -contestó la voz al otro lado del teléfono, con un tono alegre.

La falta de concreción no hizo más que picar su curiosidad.

-¿Podrías ser algo más clara? -Preguntó

-Bueno, somos un centro muy privado. No aceptamos a clientes cualesquiera. Tienes que firmar un documento de aceptación de algunas normas, y sólo trabajamos con chicas solas o parejas.

La voz era agradable. Muy segura. Un toque sensual. Pero sonaba profesional. No podría explicarse porqué.

-Si estuvieras interesado en venir solo, lamentablemente no podría ser.

Juan estaba ya casi ansioso.

-Bueno, realmente me interesaba para ir con mi mujer. Quiero hacerle un regalo. Darle una sorpresa. Pero no sé qué servicios exactamente ofrecéis -preguntó.

- Pues básicamente somos un chico y una chica especialistas en masajes relajantes y descontracturantes. El servicio se ofrece en una sala con dos camillas y podéis elegir si queréis que os haga el masaje una chica o un chico. También se ofrece la posibilidad de recibir la sesión en dos salas separadas. Dentro de la tarifa se obsequia con una botella de champán y fresas con chocolate. La sesión dura dos horas. Se intercala el masaje con una sauna y un jacuzzi, si se desea. La duración estándar es de dos horas, aunque somos muy flexibles.

-Ah, entiendo. Sois fisioterapeutas o algo así y ofrecéis además servicios de spa -contestó Juan.

-Si solo fuéramos eso, no seríamos originales. Además de lo que te he comentado, existe una tarifa extra si quieres convertir el masaje en una experiencia total.- Explicó la chica con estudiada entonación, pronunciando especialmente lentas las dos últimas palabras.

-¿Quieres decir con final feliz?

Fue decir esto y arrepentirse. Notó el rubor en su cara. Menos mal que el teléfono no ve, pensó.

-Quiero decir que puedes elegir entre varias opciones según el nivel de intimidad, siempre que no te saltes el protocolo que tendrías que firmar.

Juan se quedó sin respuesta. Estaba desarbolado. Esto era algo que nunca hubiera imaginado para un regalo de aniversario. Y precisamente por esto se dio cuenta que ya había elegido la sorpresa que le iba a dar a su mujer.

-¿Podrías darme más detalles sobre esas tarifas y los servicios? -Preguntó.

-No damos precios por teléfono ni tenemos página web. Funcionamos con publicidad y sobre todo con el boca a oreja. Y te aviso que no tenemos muchas citas disponibles este mes. Tendríais que venir e informaros aquí, y contratar el servicio en el momento. Pero esta semana sólo tenemos disponible el jueves por la noche, a las ocho.

Juan no se lo podía creer. Era la fecha de su aniversario. Eso tendría que ser una señal. Eso y todo el secretismo le impulsó a decir lo siguiente con voz decidida:

-Pues estoy interesado en reservar esa sesión. Estaremos allí a las siete y media.

-Perfecto. ¿Me dices un nombre?

-Juan.

-Hasta el jueves entonces, Juan.

Juan tuvo en la cabeza el tema del regalo todo el día. No podía quitárselo de la cabeza. Cuando llegó a la casa, le dio un beso a Laura y le dijo:

-No hagas planes para el jueves por la noche.

Laura se quedó sorprendida:

-¡No me puedo creer que te hayas acordado! -Se rió Laura. ¿Me vas a invitar a cenar? !Me encanta la idea! -Respondió agarrándose a su cuello y dándole un beso.

-Bueno, se supone que va a ser una sorpresa. Tú déjate llevar. Y ten la mente abierta.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Laura.

-Ya lo verás en su momento.

A Laura le encantaban las sorpresas. No había más que verle la cara, con una mezcla de emoción y sonrisa de niña traviesa. "Después de todo, el lunes no ha terminado tan mal”, pensó.

El jueves llegaron puntuales. Ya les estaban esperando. Los pasaron a la sala de espera y a los pocos minutos les dieron la información:

-Buenas tardes y bienvenidos. Según tengo apuntado, es la primera vez que venís. Es necesario entonces que sigáis estas reglas. En el vestuario de al lado os desvestís y os dais una ducha, y cogéis una toalla. Pasáis a la sala de la izquierda si queréis estar juntos o si preferís salas separadas hacédnoslo saber. Es necesario que os desnudéis completamente y os tumbéis boca abajo tapándoos el trasero si lo deseáis. También hay antifaces para vuestro uso si así lo queréis. Los masajistas hoy son Chloe y Jorge. Os harán un masaje relajante de cuerpo completo. Después explorarán y seguirán o no según vuestros gustos. Se sugiere comunicarse por gestos para mantener una atmósfera relajante. Aparte de esto, existe mucha flexibilidad. Os dejo solos. Disfrutad.

Laura miró a Juan. Su cara reflejaba sorpresa. Esto no era lo que se había imaginado, aunque no sabía si lo había entendido bien.

-Juan, ¿esto que es? ¿Es un lugar de masaje normal? Estoy un poco nerviosa. Y sorprendida.

-Pues la verdad es que no es un sitio normal. Pero no voy a contarte detalles. No te preocupes, creo que nos va a gustar. Pero la verdad es que tampoco sé yo mucho más que tú. Vamos a ver lo que pasa -dijo Juan con una media sonrisa. La verdad es que él también estaba algo nervioso.

-Bueno, está claro que de verdad era un regalo sorpresa. ¡Pero es tan sorpresa que todavía no sé lo que es! -dijo Laura riéndose. Esa risa les sirvió a los dos para relajarse algo.

-Vamos a la sala ya. Vamos a desnudarnos. Coge tu toalla. La verdad es que tengo ganas de empezar. Relájate.

Laura lo miró pensando en lo que Juan le estaba ocultando ¿Era verdad que no sabía nada? Evidentemente no. Era un lugar especial. Se notaba. Pero el nerviosismo estaba dando paso a la curiosidad. Y, sobre todo, le gustó que Juan pensara en algo especial para ese día. Lo normal era que se hubiera olvidado o que se hubieran ido a cenar a un restaurante del centro. No estaba mal salirse de la rutina. Le miró y vio al chico con ojos nerviosos que le había enamorado diez años atrás, y le gustó esa sensación. Iba a hacerle caso. Iba a dejarse llevar.

Entraron en la sala. No tenía ventanas y era de tamaño mediano. Luz tenue, aroma a incienso y aceites esenciales, temperatura cálida y música árabe de fondo. La decoración era sencilla pero elegante. Se dirigieron a las camillas y se acostaron boca abajo. Se miraron y entre risas se pusieron las toallas tapando el trasero.

En un par de minutos entraron los masajistas. Iban vestidos con ropa ceñida, nada de pantalones anchos ni camisas amplias típicas de los fisioterapeutas. Era evidente que estaban en forma. Se presentaron:

-Hola. Somos Chloe y Jorge. Vamos a ser vuestros masajistas esta noche. Si tenéis algún problema muscular, decídnoslo. Si tenéis preferencia en masaje en alguna zona especial, igual. Si no, dejadnos hacer. Esperamos que os guste.

Juan y Laura se miraron de reojo, recostados como estaban, y una sonrisa traviesa y nerviosa se dibujó en ambas caras.

Cloe era una chica más bien pequeña, pero con un cuerpo con proporciones hermosas. Su cintura era muy delgada, pero sus hombros y sus brazos eran fuertes, evidentemente fruto de muchas horas de gimnasio. Sus muslos también eran fuertes, y las mallas que llevaba parecían contenerlos con dificultad. Un top de gimnasio contenía también a duras penas unos pechos turgentes.

Jorge era un chico moreno con una camiseta apretada que marcaba exageradamente sus bíceps y tríceps, y mostraba unos pectorales bien definidos. También llevaba mallas, y sus piernas eran delgadas y esbeltas, nada de muslos de gimnasio. Parecía un bailarín. Tenía una bonita sonrisa y unos labios carnosos muy sugerentes.

Los dos se acercaron a las camillas. La sesión comenzó.

La chica se acercó a Juan. Roció por toda su espalda aceite con un olor muy agradable y empezó a extenderlo de forma muy suave. Pero era un espejismo. Al momento masajeó con fuerza las lumbares y fue ascendiendo poco a poco por la espalda. Sus dedos eran finos pero presionaban con fuerza los músculos. Era justo lo que Juan necesitaba. Al llegar a los hombros, la chica se dio cuenta que allí tendría trabajo extra. Estaba tan tenso que tuvo que añadir más aceite y emplearse con fuerza. Los acallados quejidos de su cliente le decían que estaba haciendo bien su trabajo.

Por otra parte, Jorge se estaba encargando de la espalda de Laura. Sus manos eran fuertes, pero hacía la presión justa para no provocar dolor, pero se situaba casi en el umbral. Era tan agradable que ella se dejó llevar completamente. Cerró los ojos y no podía dejar de ver esos brazos, fuertes y esbeltos. Los dedos recorrían su columna vertebral de arriba abajo buscando contracturas, y encontrándolas. Estaba claro que sabía lo que tenía que hacer. Por donde pasaba la mano dejaba una agradable sensación de calor.

Cuando llevaban un rato -¿media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora?- Jorge habló por primera vez:

-Os recomendamos que os pongáis los antifaces y os dejéis llevar en la segunda parte del masaje. Es mejor para desconectar de todo lo exterior y que os centréis exclusivamente en las sensaciones de vuestro cuerpo. Escuchadlo. Nosotros os escucharemos a vosotros e intentaremos que la sesión se convierta en algo diferente.

Su voz sonó suave y autoritaria a la vez. Sin atisbos de duda. Con claridad y casi sensualidad. Todo en un tono muy bajo.

-A partir de ahora los límites los pondréis vosotros- concluyó.

Los dos se miraron, sonrieron nerviosamente y se los pusieron. Solo dejaban entrever un poco de luz en los laterales, lo suficiente para notar que había un cierto movimiento. No lo vieron, pero los dos se estaban quitando la parte superior de la ropa, dejando libres sus marcados músculos en caso de él, su piel aceitunada, sus abdominales definidas y su cuerpo depilado. En el caso de ella, sus pechos bien formados terminaban en unos pequeños pezones erectos.

La segunda parte comenzó.

Cloe empezó a masajearle el cuello, las orejas y la cabeza. Se detuvo en los lóbulos de las orejas, y los masajeó con extrema suavidad. Descendió por la columna con dos dedos de forma sensual, hasta que llegó a la zona lumbar. Allí introdujo las manos por debajo de la toalla y empezó a masajear los glúteos.

Jorge masajeó suavemente los hombros de Laura, bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a las manos. Allí metió sus dedos entre los de ellas, retirándolos y repitiendo ese movimiento de forma suave varias veces. Notó un acallado suspiro en la boca de Laura y supo que iba por buen camino.

Cloe retiró la toalla suavemente y masajeó los glúteos con suavidad, deslizando poco a poco sus pequeños dedos por los muslos internos de Juan. Notó la tensión en los músculos y también supo que estaba consiguiendo su objetivo. Los dedos se deslizaban fácilmente con el aceite y cada vez llegaban más lejos.

Jorge vertió unas gotas de aceite en los omóplatos de Laura, que lentamente bajaron por su espalda hasta que se acumularon en el hueco de su zona lumbar. Jorge retiró la toalla que cubría el culo de Laura. Y entonces vertió de nuevo unas gotas de aceite en su coxis, que lentamente bajaron por su culo y perineo hasta llegar a la vagina. Pero aquella zona ya estaba más que lubricada. Laura contuvo la respiración.

Cloe acercó su boca al oído de Juan y le susurró: -Ahora, si quieres más, date la vuelta- .

Al mismo tiempo, Jorge le repitió en voz baja lo mismo a Laura. Trabajaban con una coordinación extraordinaria.

Cuando Juan estaba ya boca arriba, Cloe empezó a masajearle el pecho. Bajó hasta su ombligo y allí empezó a hacer círculos con su dedo, prolongando la agonía de su cliente. Su mano bajó más. Y entonces Juan contuvo la respiración. Estaba completamente empalmado, y Cloe empezó a masajearle el glande con sus dedos aceitosos y con la otra mano los testículos. Juan se retorcía de placer.

Jorge abrió ligeramente las piernas de Laura y acarició toda la piel alrededor de la vagina. Después se echó más aceite en la punta de los dedos y con un dedo empezó a masturbarla. Laura empezó a lamerse los labios. Un dedo de una mano le frotaba suavemente el clítoris y otro dedo lo introdujo dentro de su coño húmedo. Y con la otra mano empezó a jugar con el culo, hasta que suavemente introdujo también la punta de un dedo, entrando y saliendo suavemente.

Laura empezó a jadear, olvidando que su marido estaba a pocos metros. Los dos estaban en otro mundo, totalmente entregados. Nada más importaba; estaban tan excitados que ni escuchaban al otro.

Cloe aceleró el movimiento. Cuando creyó que Juan estaba a punto de correrse, paró inmediatamente. Entonces pasó un dedo alrededor del glande con lentitud. Juan iba a explotar.

Jorge masajeó más rápido el clítoris y le metió dos dedos en el coño húmedo. Empezó a explorar en busca del punto G hasta que lo encontró. Cuando lo hizo -lo vio en la cara de Laura-, bajó el ritmo. Laura intentó que lo acelerara de nuevo moviendo sus caderas, pero Jorge casi paró.

Entonces Cloe se acercó al oído de Juan y le susurró: -Esto tienes que verlo.- Y le quitó el antifaz. Juan vio entonces sus tetas perfectas y sus labios sonrosados y tragó saliva. La masajista acercó sus tetas a la polla a punto de explotar de Juan, masturbándolo con ellas. Jorge estaba hipnotizado. Le estaban haciendo una cubana. Nunca antes había sentido esa sensación.

Jorge le dijo a Laura: -A partir de ahora, vas a ver lo que te pasa. Quítate el antifaz-. Laura le obedeció. Y vio el pecho de su masajista y su corazón se aceleró. Era tan sexy que ahora mismo podría correrse allí mismo solo con esa visión. Pero Jorge se lubricó todavía más los dedos y ahora empezó a masturbarla con rapidez, mientras que con la otra manos le daba ligeros pellizcos en los pezones.

En ese momento, y al unísono, Juan y Laura se miraron. Las caras de los dos eran puro placer. Los ojos entrecerrados. Los labios húmedos. Y ver cada uno el tremendo placer que estaban sintiendo en la cara del otro no hizo más que acelerar el clímax.

Jorge miró a Cloe. Ella le sonrió y se pasó la lengua por los labios. Aceleró el movimiento con sus tetas y aumentó la presión. Juan empezó a jadear ya ruidosamente hasta que su polla se convirtió en una fuente de semen que salpicó en la cara de su masajista y se desparramó por todo su pecho. Entonces ella se lo extendió por los pectorales y le dijo al oído: -No es aceite, pero también lubrica- Y le guiñó con una sonrisa pícara.

Laura, al escuchar esos jadeos, había girado su cabeza para ver lo que pasaba y había visto e tremendo final. Al ver en su marido la cara de placer extraordinaria primero y la serenidad después del orgasmo, sus sentidos se aceleraron. Entonces miró a su masajista que la observaba fijamente. Su magnífico cuerpo. Sus manos fuertes y delicadas. Sus fornidos antebrazos. Jorge se dio cuenta que ese era el momento y masajeó intensamente el punto G y el clítoris hasta escuchar el grito de Laura. Su cuerpo se estremeció convulsamente.

Juan observó fascinado los movimientos de las caderas de su mujer, como pidiendo más. A pesar de acabarse de correr, se puso tan caliente como nunca. Sus pezones estaban erectos y ella se acariciaba los pechos.

Entonces Jorge y Cloe se acercaron a ellos y les susurraron:

-Nos vemos pronto.

A los pocos minutos estaban ya en los vestuarios duchándose, en silencio. No intercambiaron ni una palabra. Ni una mirada. Al salir de la ducha, se vistieron y Juan la miró. Ella lo miró a su vez con cierta vergüenza. Entonces Juan le dijo:

-¿Te ha gustado el regalo? Espero que sí.

Ella lo miró y le dijo: -Es la mayor sorpresa que he recibido en mi vida. Nunca podría haberme imaginado esto. Todavía me tiemblan las piernas. Te quiero, Juan. Te quiero por intentar hacerme feliz siempre. Con las pequeñas cosas cada día y con detalles especiales como este. Y muy pocas veces te digo lo enamorada que estoy de ti.

Le dio un abrazo y un beso apasionado.

Juan sonrió de oreja a oreja y le dijo:

-Pues ahora tengo reservado un restaurante para una cena especial. Te va a gustar.

A lo que Laura contestó:

-Ya lo puedes estar cancelando. Nos vamos a casa. Vamos a follar como conejos.
Joder que morbazo. Tengo pendiente msssje con mi pareja.
 
Publico esta historia aquí aunque bien que podría ir en el hilo hetero. Es una fantasía que al parecer es bastante común. Me gustaría recibir comentarios de quien la haya tenido o de quien le gustaría llevarla a cabo. Creo que es una forma de añadir chile a la relación sin ser infiel.



El masaje



Juan quería sorprender a Laura. Más de una vez se había olvidado de su aniversario de boda, y ella se lo había recriminado medio en broma, medio en serio diciéndole que con los años ya no se ocupaba de ella como antes. En cierta forma tenía razón. Con el estrés del trabajo, las tareas diarias y el cansancio acumulado ya no tenía los detalles que al principio de la relación enamoraban tanto a Laura. Pero había decidido que este año iba a darle una sorpresa. Aunque, ¿qué tipo de sorpresa? No iba sobrado de dinero, ni tenía tiempo para pedir unos días de vacaciones. Tendría que ser algo así como una cena romántica en un sitio algo especial. Pero eso no sería "especial". Así que siguió unos días devanándose los sesos sin resultado.

Pero la idea le llegó de la forma más inesperada posible.

Un día, al salir del trabajo, se encontró un tríptico publicitario en el parabrisas del coche. Lo cogió con el ánimo de arrugarlo y tirarlo como una bola. Pero vio unas palabras que le llamaron la atención: “Masaje para dos”. Y una foto de una pareja tendida boca abajo en dos camillas con una botella de champán en una cubitera y unas fresas. Le hizo gracia la idea, aunque enseguida la desechó porque ya habían estado en algún spa y no lo consideró "especial". Pero abrió el tríptico. Y leyó la palabra "especial". Masaje especial para dos. En sala conjunta o separada. Con masajista masculino o femenino. Gran experiencia y discreción. Fue esa última palabra fue la que le hizo releerlo todo con atención. ¿Se trataba de algo erótico? No le vendría mal a la relación. Hacía tiempo que sus encuentros sexuales se limitaban a un polvo cada dos semanas sin nada especial. En ese sentido se diría que se estaban convirtiendo en lo que ellos dijeron que nunca serían: una pareja monótona y aburrida haciendo el amor casi por costumbre.

Pero enseguida pensó que quizás estaba imaginando algo que no existía realmente. Se decidió entonces a vencer a su vergüenza y llamar para preguntar detalles.

-Buenas tardes. Llamaba por lo del anuncio de los masajes. Quería que me dieran más detalles.

Al otro lado de la línea le contestó una voz femenina. Eso le hizo ponerse más nervioso.

-Sí, dime lo que interesa saber. Somos una empresa pequeñita que nos dedicamos a masajes en un local en el centro. Es un negocio innovador, y lo único que te puedo decir es que el que lo prueba, repite.

Esas palabras no le sirvieron para solventar sus dudas, pero sí para estimular más su imaginación.

-Pero, ¿cómo funciona? ¿Se trata de masajes convencionales? -Preguntó algo nervioso.

-Si fueran masajes convencionales, no seríamos un centro innovador -contestó la voz al otro lado del teléfono, con un tono alegre.

La falta de concreción no hizo más que picar su curiosidad.

-¿Podrías ser algo más clara? -Preguntó

-Bueno, somos un centro muy privado. No aceptamos a clientes cualesquiera. Tienes que firmar un documento de aceptación de algunas normas, y sólo trabajamos con chicas solas o parejas.

La voz era agradable. Muy segura. Un toque sensual. Pero sonaba profesional. No podría explicarse porqué.

-Si estuvieras interesado en venir solo, lamentablemente no podría ser.

Juan estaba ya casi ansioso.

-Bueno, realmente me interesaba para ir con mi mujer. Quiero hacerle un regalo. Darle una sorpresa. Pero no sé qué servicios exactamente ofrecéis -preguntó.

- Pues básicamente somos un chico y una chica especialistas en masajes relajantes y descontracturantes. El servicio se ofrece en una sala con dos camillas y podéis elegir si queréis que os haga el masaje una chica o un chico. También se ofrece la posibilidad de recibir la sesión en dos salas separadas. Dentro de la tarifa se obsequia con una botella de champán y fresas con chocolate. La sesión dura dos horas. Se intercala el masaje con una sauna y un jacuzzi, si se desea. La duración estándar es de dos horas, aunque somos muy flexibles.

-Ah, entiendo. Sois fisioterapeutas o algo así y ofrecéis además servicios de spa -contestó Juan.

-Si solo fuéramos eso, no seríamos originales. Además de lo que te he comentado, existe una tarifa extra si quieres convertir el masaje en una experiencia total.- Explicó la chica con estudiada entonación, pronunciando especialmente lentas las dos últimas palabras.

-¿Quieres decir con final feliz?

Fue decir esto y arrepentirse. Notó el rubor en su cara. Menos mal que el teléfono no ve, pensó.

-Quiero decir que puedes elegir entre varias opciones según el nivel de intimidad, siempre que no te saltes el protocolo que tendrías que firmar.

Juan se quedó sin respuesta. Estaba desarbolado. Esto era algo que nunca hubiera imaginado para un regalo de aniversario. Y precisamente por esto se dio cuenta que ya había elegido la sorpresa que le iba a dar a su mujer.

-¿Podrías darme más detalles sobre esas tarifas y los servicios? -Preguntó.

-No damos precios por teléfono ni tenemos página web. Funcionamos con publicidad y sobre todo con el boca a oreja. Y te aviso que no tenemos muchas citas disponibles este mes. Tendríais que venir e informaros aquí, y contratar el servicio en el momento. Pero esta semana sólo tenemos disponible el jueves por la noche, a las ocho.

Juan no se lo podía creer. Era la fecha de su aniversario. Eso tendría que ser una señal. Eso y todo el secretismo le impulsó a decir lo siguiente con voz decidida:

-Pues estoy interesado en reservar esa sesión. Estaremos allí a las siete y media.

-Perfecto. ¿Me dices un nombre?

-Juan.

-Hasta el jueves entonces, Juan.

Juan tuvo en la cabeza el tema del regalo todo el día. No podía quitárselo de la cabeza. Cuando llegó a la casa, le dio un beso a Laura y le dijo:

-No hagas planes para el jueves por la noche.

Laura se quedó sorprendida:

-¡No me puedo creer que te hayas acordado! -Se rió Laura. ¿Me vas a invitar a cenar? !Me encanta la idea! -Respondió agarrándose a su cuello y dándole un beso.

-Bueno, se supone que va a ser una sorpresa. Tú déjate llevar. Y ten la mente abierta.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Laura.

-Ya lo verás en su momento.

A Laura le encantaban las sorpresas. No había más que verle la cara, con una mezcla de emoción y sonrisa de niña traviesa. "Después de todo, el lunes no ha terminado tan mal”, pensó.

El jueves llegaron puntuales. Ya les estaban esperando. Los pasaron a la sala de espera y a los pocos minutos les dieron la información:

-Buenas tardes y bienvenidos. Según tengo apuntado, es la primera vez que venís. Es necesario entonces que sigáis estas reglas. En el vestuario de al lado os desvestís y os dais una ducha, y cogéis una toalla. Pasáis a la sala de la izquierda si queréis estar juntos o si preferís salas separadas hacédnoslo saber. Es necesario que os desnudéis completamente y os tumbéis boca abajo tapándoos el trasero si lo deseáis. También hay antifaces para vuestro uso si así lo queréis. Los masajistas hoy son Chloe y Jorge. Os harán un masaje relajante de cuerpo completo. Después explorarán y seguirán o no según vuestros gustos. Se sugiere comunicarse por gestos para mantener una atmósfera relajante. Aparte de esto, existe mucha flexibilidad. Os dejo solos. Disfrutad.

Laura miró a Juan. Su cara reflejaba sorpresa. Esto no era lo que se había imaginado, aunque no sabía si lo había entendido bien.

-Juan, ¿esto que es? ¿Es un lugar de masaje normal? Estoy un poco nerviosa. Y sorprendida.

-Pues la verdad es que no es un sitio normal. Pero no voy a contarte detalles. No te preocupes, creo que nos va a gustar. Pero la verdad es que tampoco sé yo mucho más que tú. Vamos a ver lo que pasa -dijo Juan con una media sonrisa. La verdad es que él también estaba algo nervioso.

-Bueno, está claro que de verdad era un regalo sorpresa. ¡Pero es tan sorpresa que todavía no sé lo que es! -dijo Laura riéndose. Esa risa les sirvió a los dos para relajarse algo.

-Vamos a la sala ya. Vamos a desnudarnos. Coge tu toalla. La verdad es que tengo ganas de empezar. Relájate.

Laura lo miró pensando en lo que Juan le estaba ocultando ¿Era verdad que no sabía nada? Evidentemente no. Era un lugar especial. Se notaba. Pero el nerviosismo estaba dando paso a la curiosidad. Y, sobre todo, le gustó que Juan pensara en algo especial para ese día. Lo normal era que se hubiera olvidado o que se hubieran ido a cenar a un restaurante del centro. No estaba mal salirse de la rutina. Le miró y vio al chico con ojos nerviosos que le había enamorado diez años atrás, y le gustó esa sensación. Iba a hacerle caso. Iba a dejarse llevar.

Entraron en la sala. No tenía ventanas y era de tamaño mediano. Luz tenue, aroma a incienso y aceites esenciales, temperatura cálida y música árabe de fondo. La decoración era sencilla pero elegante. Se dirigieron a las camillas y se acostaron boca abajo. Se miraron y entre risas se pusieron las toallas tapando el trasero.

En un par de minutos entraron los masajistas. Iban vestidos con ropa ceñida, nada de pantalones anchos ni camisas amplias típicas de los fisioterapeutas. Era evidente que estaban en forma. Se presentaron:

-Hola. Somos Chloe y Jorge. Vamos a ser vuestros masajistas esta noche. Si tenéis algún problema muscular, decídnoslo. Si tenéis preferencia en masaje en alguna zona especial, igual. Si no, dejadnos hacer. Esperamos que os guste.

Juan y Laura se miraron de reojo, recostados como estaban, y una sonrisa traviesa y nerviosa se dibujó en ambas caras.

Cloe era una chica más bien pequeña, pero con un cuerpo con proporciones hermosas. Su cintura era muy delgada, pero sus hombros y sus brazos eran fuertes, evidentemente fruto de muchas horas de gimnasio. Sus muslos también eran fuertes, y las mallas que llevaba parecían contenerlos con dificultad. Un top de gimnasio contenía también a duras penas unos pechos turgentes.

Jorge era un chico moreno con una camiseta apretada que marcaba exageradamente sus bíceps y tríceps, y mostraba unos pectorales bien definidos. También llevaba mallas, y sus piernas eran delgadas y esbeltas, nada de muslos de gimnasio. Parecía un bailarín. Tenía una bonita sonrisa y unos labios carnosos muy sugerentes.

Los dos se acercaron a las camillas. La sesión comenzó.

La chica se acercó a Juan. Roció por toda su espalda aceite con un olor muy agradable y empezó a extenderlo de forma muy suave. Pero era un espejismo. Al momento masajeó con fuerza las lumbares y fue ascendiendo poco a poco por la espalda. Sus dedos eran finos pero presionaban con fuerza los músculos. Era justo lo que Juan necesitaba. Al llegar a los hombros, la chica se dio cuenta que allí tendría trabajo extra. Estaba tan tenso que tuvo que añadir más aceite y emplearse con fuerza. Los acallados quejidos de su cliente le decían que estaba haciendo bien su trabajo.

Por otra parte, Jorge se estaba encargando de la espalda de Laura. Sus manos eran fuertes, pero hacía la presión justa para no provocar dolor, pero se situaba casi en el umbral. Era tan agradable que ella se dejó llevar completamente. Cerró los ojos y no podía dejar de ver esos brazos, fuertes y esbeltos. Los dedos recorrían su columna vertebral de arriba abajo buscando contracturas, y encontrándolas. Estaba claro que sabía lo que tenía que hacer. Por donde pasaba la mano dejaba una agradable sensación de calor.

Cuando llevaban un rato -¿media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora?- Jorge habló por primera vez:

-Os recomendamos que os pongáis los antifaces y os dejéis llevar en la segunda parte del masaje. Es mejor para desconectar de todo lo exterior y que os centréis exclusivamente en las sensaciones de vuestro cuerpo. Escuchadlo. Nosotros os escucharemos a vosotros e intentaremos que la sesión se convierta en algo diferente.

Su voz sonó suave y autoritaria a la vez. Sin atisbos de duda. Con claridad y casi sensualidad. Todo en un tono muy bajo.

-A partir de ahora los límites los pondréis vosotros- concluyó.

Los dos se miraron, sonrieron nerviosamente y se los pusieron. Solo dejaban entrever un poco de luz en los laterales, lo suficiente para notar que había un cierto movimiento. No lo vieron, pero los dos se estaban quitando la parte superior de la ropa, dejando libres sus marcados músculos en caso de él, su piel aceitunada, sus abdominales definidas y su cuerpo depilado. En el caso de ella, sus pechos bien formados terminaban en unos pequeños pezones erectos.

La segunda parte comenzó.

Cloe empezó a masajearle el cuello, las orejas y la cabeza. Se detuvo en los lóbulos de las orejas, y los masajeó con extrema suavidad. Descendió por la columna con dos dedos de forma sensual, hasta que llegó a la zona lumbar. Allí introdujo las manos por debajo de la toalla y empezó a masajear los glúteos.

Jorge masajeó suavemente los hombros de Laura, bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a las manos. Allí metió sus dedos entre los de ellas, retirándolos y repitiendo ese movimiento de forma suave varias veces. Notó un acallado suspiro en la boca de Laura y supo que iba por buen camino.

Cloe retiró la toalla suavemente y masajeó los glúteos con suavidad, deslizando poco a poco sus pequeños dedos por los muslos internos de Juan. Notó la tensión en los músculos y también supo que estaba consiguiendo su objetivo. Los dedos se deslizaban fácilmente con el aceite y cada vez llegaban más lejos.

Jorge vertió unas gotas de aceite en los omóplatos de Laura, que lentamente bajaron por su espalda hasta que se acumularon en el hueco de su zona lumbar. Jorge retiró la toalla que cubría el culo de Laura. Y entonces vertió de nuevo unas gotas de aceite en su coxis, que lentamente bajaron por su culo y perineo hasta llegar a la vagina. Pero aquella zona ya estaba más que lubricada. Laura contuvo la respiración.

Cloe acercó su boca al oído de Juan y le susurró: -Ahora, si quieres más, date la vuelta- .

Al mismo tiempo, Jorge le repitió en voz baja lo mismo a Laura. Trabajaban con una coordinación extraordinaria.

Cuando Juan estaba ya boca arriba, Cloe empezó a masajearle el pecho. Bajó hasta su ombligo y allí empezó a hacer círculos con su dedo, prolongando la agonía de su cliente. Su mano bajó más. Y entonces Juan contuvo la respiración. Estaba completamente empalmado, y Cloe empezó a masajearle el glande con sus dedos aceitosos y con la otra mano los testículos. Juan se retorcía de placer.

Jorge abrió ligeramente las piernas de Laura y acarició toda la piel alrededor de la vagina. Después se echó más aceite en la punta de los dedos y con un dedo empezó a masturbarla. Laura empezó a lamerse los labios. Un dedo de una mano le frotaba suavemente el clítoris y otro dedo lo introdujo dentro de su coño húmedo. Y con la otra mano empezó a jugar con el culo, hasta que suavemente introdujo también la punta de un dedo, entrando y saliendo suavemente.

Laura empezó a jadear, olvidando que su marido estaba a pocos metros. Los dos estaban en otro mundo, totalmente entregados. Nada más importaba; estaban tan excitados que ni escuchaban al otro.

Cloe aceleró el movimiento. Cuando creyó que Juan estaba a punto de correrse, paró inmediatamente. Entonces pasó un dedo alrededor del glande con lentitud. Juan iba a explotar.

Jorge masajeó más rápido el clítoris y le metió dos dedos en el coño húmedo. Empezó a explorar en busca del punto G hasta que lo encontró. Cuando lo hizo -lo vio en la cara de Laura-, bajó el ritmo. Laura intentó que lo acelerara de nuevo moviendo sus caderas, pero Jorge casi paró.

Entonces Cloe se acercó al oído de Juan y le susurró: -Esto tienes que verlo.- Y le quitó el antifaz. Juan vio entonces sus tetas perfectas y sus labios sonrosados y tragó saliva. La masajista acercó sus tetas a la polla a punto de explotar de Juan, masturbándolo con ellas. Jorge estaba hipnotizado. Le estaban haciendo una cubana. Nunca antes había sentido esa sensación.

Jorge le dijo a Laura: -A partir de ahora, vas a ver lo que te pasa. Quítate el antifaz-. Laura le obedeció. Y vio el pecho de su masajista y su corazón se aceleró. Era tan sexy que ahora mismo podría correrse allí mismo solo con esa visión. Pero Jorge se lubricó todavía más los dedos y ahora empezó a masturbarla con rapidez, mientras que con la otra manos le daba ligeros pellizcos en los pezones.

En ese momento, y al unísono, Juan y Laura se miraron. Las caras de los dos eran puro placer. Los ojos entrecerrados. Los labios húmedos. Y ver cada uno el tremendo placer que estaban sintiendo en la cara del otro no hizo más que acelerar el clímax.

Jorge miró a Cloe. Ella le sonrió y se pasó la lengua por los labios. Aceleró el movimiento con sus tetas y aumentó la presión. Juan empezó a jadear ya ruidosamente hasta que su polla se convirtió en una fuente de semen que salpicó en la cara de su masajista y se desparramó por todo su pecho. Entonces ella se lo extendió por los pectorales y le dijo al oído: -No es aceite, pero también lubrica- Y le guiñó con una sonrisa pícara.

Laura, al escuchar esos jadeos, había girado su cabeza para ver lo que pasaba y había visto e tremendo final. Al ver en su marido la cara de placer extraordinaria primero y la serenidad después del orgasmo, sus sentidos se aceleraron. Entonces miró a su masajista que la observaba fijamente. Su magnífico cuerpo. Sus manos fuertes y delicadas. Sus fornidos antebrazos. Jorge se dio cuenta que ese era el momento y masajeó intensamente el punto G y el clítoris hasta escuchar el grito de Laura. Su cuerpo se estremeció convulsamente.

Juan observó fascinado los movimientos de las caderas de su mujer, como pidiendo más. A pesar de acabarse de correr, se puso tan caliente como nunca. Sus pezones estaban erectos y ella se acariciaba los pechos.

Entonces Jorge y Cloe se acercaron a ellos y les susurraron:

-Nos vemos pronto.

A los pocos minutos estaban ya en los vestuarios duchándose, en silencio. No intercambiaron ni una palabra. Ni una mirada. Al salir de la ducha, se vistieron y Juan la miró. Ella lo miró a su vez con cierta vergüenza. Entonces Juan le dijo:

-¿Te ha gustado el regalo? Espero que sí.

Ella lo miró y le dijo: -Es la mayor sorpresa que he recibido en mi vida. Nunca podría haberme imaginado esto. Todavía me tiemblan las piernas. Te quiero, Juan. Te quiero por intentar hacerme feliz siempre. Con las pequeñas cosas cada día y con detalles especiales como este. Y muy pocas veces te digo lo enamorada que estoy de ti.

Le dio un abrazo y un beso apasionado.

Juan sonrió de oreja a oreja y le dijo:

-Pues ahora tengo reservado un restaurante para una cena especial. Te va a gustar.

A lo que Laura contestó:

-Ya lo puedes estar cancelando. Nos vamos a casa. Vamos a follar como conejos.
Magnífico relato…
 
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