berserk37
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El mundo no estaba preparado
Como bien dice el título de esta historia, el petróleo se estaba agotando y el mundo no estaba preparado. Por eso me encontraba en una isla en mitad del océano pacífico, extrayendo petróleo con nuevas técnicas de extracción. En estos pozos más pequeños las técnicas de extracción tradicionales no servían, nuestro trabajo era darle más tiempo al mundo para que estuvieran preparados, para cuando el petróleo se agotara definitivamente.
No éramos conscientes de cuantas cosas usamos en nuestro día a día que estaban hechos con este recurso natural. El petróleo movía miles de billones en todo el mundo, toda la gente que se beneficiaba de él no estaba dispuesta a soltar la gallina de los huevos de oro. Uno de ellos era mi suegro, él jamás aceptó que su hija se casara con un prospector. Aunque estuviera considerado uno de los mejores del mundo. Eso sí, ahora que su gran fortuna dependía de que su yerno fuera tan bueno como su reputación decía, todo eran facilidades y amabilidades.
El petróleo se acababa y ninguna petrolera estaba preparada para escuchar esas palabras, en pocos años no habría crudo para todos, el precio de los productos derivados de este subirían de manera estratosférica. Los científicos llevaban décadas prediciendo esto, pero ninguno se lo tomo en serio, solo les gustaban los millones que este recurso natural les proporcionaba. Todos los gobiernos estaban presionados para que el crudo fuera el primer combustible sobre las energías renovadles y combustibles no contaminantes.
Yo andaba a caballo entre tres islas que en su día sacaron suficiente crudo como para abastecer el planeta sin problemas, a día de hoy estancan casi extintos para la extracción tradicional, pero no para las nuevas técnicas que habíamos empezado a utilizar, esto era como cuando comes un yogur, cuando llegamos al final tenemos que rebañar para poder comer lo que queda al fondo del todo. En estos pozos se hacía algo parecido, se perforaban galerías para poder acercar lo máximo posible la maquinaria al fondo del pozo.
El problema era que cuanto más bajábamos más subía la temperatura y la humedad, con un cien por cien de humedad, el sudor no conseguía enfriar el cuerpo y corrías el riesgo de sufrir un golpe de calor. Usábamos ropa aislante, pero a cierta profundidad, dejaba de ser efectiva. Dos de mis hombres estaban hospitalizados por sendos golpes de calor, entonces uno de mis hombres entro en la oficina.
• Jefe, hemos llegado al máximo que podemos bajar, trabajar en estas condiciones es arriesgar la vida, dijo Marcus.
• Cerrad el pozo, nos trasladaremos a la siguiente isla.
• El otro día, nos ordenaron exprimir el pozo hasta el final – dijo Marcus con miedo a las represalias.
• No te preocupes, hacedlo bajo mi responsabilidad, aquí el que toma la última decisión soy yo.
• Así lo aremos jefe.
Sabía que a mi suegro y sus socios no les haría ninguna gracia, pero de seguir así no habría operarios para trabajar y lo perderían todo, no podía entender como estaban tan ciegos por el dinero que eran capaces de sacrificar a sus propios hombres. Yo no era así, si no estaban de acuerdo que vinieran ellos y sacaran su propio petróleo, que era fácil mandar desde un despacho que se encontraba a diez mil kilómetros con las comodidades de una ciudad, hablando del rey de Roma.
• Cuñado, ¿por qué has cerrado el pozo sin consultárnoslo? – parecía enfadado.
• Porque jamás hubierais aceptado, pero no pienso poner en peligro a ningún trabajador más.
• ¡Eso no lo decides tú!
• ¡Aquí sí!
• No sé qué vio mi hija en ti, no tienes lo que hay que tener para vencer en los negocios.
• ¿Y tú si lo tienes?, es fácil hablar desde un despacho con aire acondicionado, aquí trabajamos a más de cuarenta y cinco grados rozando el cien por cien de humedad.
Mi suegro colgó la llamada, como hacía siempre, que estaba escuchando algo que no quería. Cuando Astrid me llevo a casa de su padre para que estos me conocieran, su padre se llevó una decepción al saber que yo no era más que un prospector, un prospector con dos doctorados, uno en geología y el otro en ingeniería aplicada, pero no tenía lo que a él le sobraba, a lo único que daba importancia el dinero. Si seguía en la empresa era por Astrid, ella sabía que sin mis hombres y sin mí, la empresa se iría a pique.
Astrid era una mujer preciosa, con un coeficiente intelectual superior al mío, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Tenía un carácter fuerte, no daba su brazo a torcer si estaba convencida de que llevaba la razón. Fue la primera persona que vi cuando entre en las oficinas de aquella petrolera cuando fui a firmar mi contrato. Me choqué con ella al salir del ascensor, iba cargada de libros y planos, con una bata blanca y unas gafas de pasta que no le favorecían, pero incuso así me pareció la mujer más hermosa del mundo.
Le pregunté por el despacho del accionista mayoritario de la petrolera, ella con una sonrisa me dijo que era su padre, también me dijo que este se encontraba reunido y que si la acompañaba me invitaría a un café de máquina. La seguí sin rechistar, entramos en una sala de descanso y saco dos cafés. Yo me quede mirando al mío, era más negro que el petróleo que solía extraer. Pensé que seguramente si metías este café en el depósito de un coche arrancaría. Me entro tal ataque de risa que deje a aquella mujer flipando, entonces me pregunto.
• ¿Qué te ha hecho tanta gracia?
• Este café tiene casi el mismo color que el crudo que extraigo, me he preguntado si sería capaz de hacer que un coche arranque y se mueva.
• Sí, la verdad es que mi padre y sus socios son unos tacaños – empezamos a reírnos los dos.
• No me has dicho tu nombre – dijo aquella mujer.
• Me llamo Gunnar, ¿y tú?
• Yo Astrid, encantada.
• Lo mismo digo.
• Gunnar eres prospector, ¿verdad?
• Sí.
• ¿Qué opinas de las energías renovables y las energías limpias?
• Que son necesarias, que ya vamos tarde en empezar a implementarlas.
• Interesante, pensé que me dirías que son cuentos chinos.
• Como prospector, tengo datos de primera mano de que el petróleo cada vez es más escaso, llegara el día en que tengamos que descartarlo, aunque algunos no quieran hacerlo.
• ¿Por qué?
• Porque el petróleo se está agotando y cuando escasee su precio será tan desorbitado que muy pocas personas en el mundo podrán pagar sus derivados.
Astrid cambió su semblante, mi trabajo dependía del petróleo; sin embargo, estaba defendiendo las energías limpias. Como ingeniero me mantenía al día en las novedades que iban saliendo en ese respecto, era nuestro futuro, si no conseguíamos adaptarnos a los nuevos tiempo que estaban por venir, desapareceríamos. No nos dio tiempo para más, una mujer vestida con un traje de ejecutiva vino a buscarme para decirme que el accionista mayoritario ya podía atenderme.
Si os soy sincero, prefería quedarme ahí con Astrid, que ir a hablar con un hombre que lo único que quería era más dinero, a cualquier precio. No me equivoque, le deje claro que si mandaba a alguno de sus ejecutivos a meter presión a mis hombres o a mí, lo lanzaría de cabeza al pozo. Si lo que quería eran resultados, que me dejara trabajar a mi aire, Pensé que no volvería a ver a Astrid, pero esta se las arreglo para saber en qué hotel estaba hospedado y tocando la puerta de mí habitación me invito a cenar.
Astrid hubiera seguido siendo hermosa, aunque hubiera venido en chándal y sin maquillar, la verdad no entendía para qué se maquillaba, no le hacía falta. Esa noche llevo a otras y para cuando nos dimos cuenta llevábamos dos meses saliendo para disgusto de su padre. El estaba empeñado en querer casarlo con el hijo de uno de sus socios, era un bueno para nada, trajes caros, coches caros y muchos músculos, ejercitaba todo su cuerpo, menos la parte más importante, el cerebro.
Tanto mi suegro, sus socios y el infraser me menospreciaban, cosa que sacaba de quicio a Astrid. Yo no me preocupaba, sin gente como yo, ellos no serían nada. Su riqueza se sustentaba en los barriles de petróleo que personas como yo extraíamos. Ganaba muy bien, pero no dejaba de ser un trabajo peligroso, Había visto morir a muchos compañeros en acometidas producidas por bolsas de gas que se encontraban dentro del yacimiento de petróleo. Esta presión se liberaba en forma de onda expansiva que se llevaba todo por delante.
Recuerdo un viernes, habíamos quedado, pero no aparecía, me empecé a preocupar. Llamaba y no cogía el móvil. Sabía que no estaba en casa así que decidí ir a buscarla a la empresa, cuando llegue el de seguridad me dijo que había bajado al sótano donde los científicos probaban las máquinas nuevas que utilizábamos para extraer petróleo. Conocía muy bien ese sitio, yo diseñe algunas de esas máquinas y estuve presente cuando las probaron.
Cuando entre en el taller, estaba todo oscuro, menos la garita donde se encontraban los ordenadores, no era muy grande, pero tenía cristales de seguridad por si algo salía mal. Cuando entre, me la encontré dormida sobre el teclado, tenía una expresión de paz, durante el trayecto había pasado de la preocupación al cabreo, pero después de verla dormir placidamente, se me paso el enfado. Intente cogerla en brazos y ponerla sobre el pequeño sofá que había en esa oficina, no parecía muy cómodo, pero seguro que lo era más que el teclado. Al levantarla las teclas se le habían marcado en la cara, no me dio tiempo a levantarla cuando despertó. Se me quedo mirando extrañada, como si estuviera desorientada, después de mirar a su alrededor se dio cuenta donde estaba, se había dormido poniéndose roja como el tomate.
• Lo siento Gunnar, he venido a comprobar unos datos y me he quedado dormida, perdóname.
• Trabajas demasiado Astrid, cada día descansas menos – le dijo muy serio.
• Lo sé, lo sé, te prometo que intentaré descansar más, pero el proyecto en el que trabajo está fuera de los proyectos de la empresa, mi padre me dejo claro que lo tendría que hacer fuera del horario laboral.
• ¿En qué trabajas?
Esa pregunta la puso muy contenta, abriendo el fichero en la pantalla del ordenador salió el plano de un motor que funcionaba con hidrógeno. El hidrógeno al contacto con el oxígeno no produce contaminantes, sino agua, por lo cual no contaminaba y tampoco favorecía el temido efecto invernadero, convirtiéndola en una energía limpia.
También pude comprobar que había patentado su idea, no esperaba menos de Astrid, era demasiado lista. Sé que su padre y Damián (así se llamaba el musculitos), le hubieran robado la idea en el momento en que el petróleo hubiera dejado de ser rentable. Ahora mismo el motor de Astrid era inviable, los coches serían tan caros que ningún obrero podría comprarlos, pero ya llegaría su momento. Su rostro era de felicidad, entonces me miro sonriente y me dijo.
• Gunnar, ayúdame a perfeccionarlo, necesito que este motor sea eficiente y asequible para todas las personas.
• Claro que te ayudaré, pero eres consciente que tendremos muchas trabas, empezando por tu padre.
• Lo sé, pero ellos solo ven el dinero, no se han puesto a pensar lo que pasara cuando el petróleo se acabe.
• En eso tienes toda la razón.
• ¿En cuántos años crees que ocurrirá?, tú trabajas en esto, nadie mejor que tú lo sabe.
• En pocos años, incluso usando las nuevas máquinas, es imposible extraer todo el petróleo, además cuanto más al fondo el petróleo es menos puro y está más contaminado.
• Papa se va a cabrear, ¿verdad?
• No lo dudes – reímos los dos.
Se cabrearía seguro, pero una vez se comprobará la viabilidad del motor, su padre se aprovecharía de esto para seguir haciéndose más rico. Donde se encontraba el techo de esta gente, la fortuna de mi suegro era tan grande que sustentaría a las futuras generaciones sin que estos tuvieran que dar palo al agua, pero siempre quería más, eran insaciables. Tenía claro que si de momento me permitía salir con su hija era porque yo le proporcionaba el petróleo que lo había hecho tan rico.
El día que este se agotara, haría todo lo que estuviera en su mano para interponerse entre nosotros hasta romper nuestra relación. Aquella noche nos quedamos haciendo números y mejorando el diseño del motor, terminamos haciendo el amor sobre una de las mesas. Astrid era una mujer domínate en la cama, a mí no me importaba, disfrutaba dejándome llevar por ella. Recuerdo el ruido que hacían las patas de la mesa soportando la brutal cabalgada que me estaba dando.
Arqueaba tanto la espalda hacia atrás que pensé que se caería en cualquier omento. La primera vez que lo hicimos no pude aguantar mucho, me dio mucha vergüenza y lo pase fatal, entonces abrazándome me dijo que con todos los hombres que había estado les había ocurrido lo mismo. Con una sonrisa en el rostro me dijo que el handicap venía en el segundo intento. Eso me espoleo y lo di todo, aguante como un campeón, no fue fácil lo reconozco, Astrid manejaba los músculos de su vagina a voluntad, apretando mi polla y después aflojándola, proporcionándome un placer indescriptible.
Tengo que reconocer que con los años le he cogido el tranquillo, pero cuando ella quiere sigue siendo capaz de ponerme al límite. Pasados dos años decidí pedirle que se casara conmigo. Ella aceptó encantada, dando saltos de alegría mientras miraba el anillo de compromiso que le había regalado, no era caro ni ostentoso, Astrid aunque había nacido en una familia muy rica, no le gustaban las joyas ostentosas ni muy caras. Ella era más de plata que de oro, eso era algo que a su padre le sacaba de quicio.
Todavía recuerdo el día que fuimos a darle la buena nueva. Creí que se le había dado un ataque, su rostro paso por todo el espectro de colores. Fue a decir lo que realmente opinaba, pero viendo la felicidad en el rostro de su hija, decidió que lo mejor que podía hacer era callarse y apoyar a su ojito derecho. Si sus ojos pudieran lanzar rayos, yo estaría descuartizado, de todas maneras tengo algo bueno que decir de mi suegro.
Al año de nacer Astrid su madre decidió desaparecer para seguir con la vida que a ella le gustaba, jamás entenderé que un progenitor sea tan egoísta como para abandonar a un hijo por ser incompatible con la vida que quiere llevar. Mi suegro se quedó y crió a su hija, la verdad que no lo hizo nada mal, no tuvo que ser fácil. El es un hombre que viaja mucho, eso con los años le vino bien a Astrid, porque aparte de ver mundo aprendió varios idiomas.
Dominaba seis idiomas escritos y hablados, siempre que estoy sentado en mi despacho prefabricado, recuerdo esto, es porque echo mucho de menos a Astrid. En los últimos tres años nos hemos visto en diez ocasiones, son muy pocas y si nos hemos podido ver era porque ella cogía días de vacaciones, plantándose delante de su padre hasta que este cedía y se los concedía. Yo lo conseguí en dos ocasiones, pero no fue fácil, a mí no me puede echar, pero sí a mis operarios, ya me habían amenazado en más de una ocasión con despedirlos a todos.
Ellos también tienen sus familias a las que alimentar y facturas que pagar, lo que es peor. Cada día que pasamos en una de estas apestosas islas, es uno que no pasamos al lado de nuestras familias. Yo adoro mi trabajo, pero no al punto de perder a Astrid, últimamente la escuchaba más hastiada cada vez que hablábamos por teléfono. No la culpaba, tener un marido que se pasa casi todo el año fuera de casa no tenía que ser nada fácil.
Lo sé, porque yo también me pasaba todo ese tiempo lejos de ella, me llegaron rumores de que Damián andaba detrás de Astrid. Para el sería un braguetazo en toda regla. Astrid era la hija del socio mayoritario, además de ser una mujer de bandera con banda de música. Esos rumores jamás me afectaron, yo ponía la mano en el fuego por Astrid. Pero eso no quería decir que ella terminara cansada de esta situación y termináramos divorciándonos.
Algunos podrán decir que ella sabía perfectamente que se casaba con un prospector, pero también hay que decirlo. Desde que empecé a salir con Astrid y después de casarnos, mis viajes aumentaron. Mi suegro es un hombre acostumbrado a salirse con la suya. Se había propuesto como meta que nuestro matrimonio fracasara y pondría todo su empeño en ello. Sabía que mi suegro quería a su hija, pero la casta podía más, conocía muy bien los comentarios que se hacían en el círculo en el que el se movía. Para mi suegro tenía que ser inaguantable que sus socios y amigos le recordaran constantemente que su hija se había casado con un don nadie.
Un don nadie con dos doctorados, mucho más de lo que tenían la mayoría de ellos, pero me faltaba lo que ellos más valor daban, el dinero. Como ya he comentado, ganaba bien, pero comparado con sus fortunas lo mío era calderilla. Mi suegro sabía que Damián era hijo de su mejor amigo y casi tan rico como el. Gracias al dinero de su padre, a ojos de ellos, el le podría dar una mejor vida a Astrid que yo.
Mi suegro no se enteraba de nada, a Astrid no le importaba el dinero, si no era para invertirlo en inventos que mejorarían la vida de las personas. Era lo que estaba haciendo ella con el dinero de su padre. El problema era que el desconocía ese hecho, aunque también hay que decirlo, si el motor que Astrid había diseñado funcionaba bien y generaba mucho dinero, a su padre se le pasaría el enfado rápido.
Una llamada me devolvió al la realidad, al mirar la pantalla del móvil, me fijé que era el número de mi suegro.
• Gunnar, no estamos de acuerdo en que hayas cerrado el pozo, he mandado a Damián para comprobar si el problema que dices existe.
• ¿Damián?, ¡que sabe el de prospección!
• Eso da igual, ¡el tiene la última palabra!
• ¡Aquí no!, no pondré en peligro la vida de mis hombres por un puñado de hombres codiciosos.
• Tú aras lo que yo…
• Sí, sí, yo are lo que tú digas, y si no seré despedido, ¡pues hazlo! y que sea Damián quien extraiga el petróleo.
• ¿Crees que no soy capaz de despedirte?
• Claro que eres capaz, pero no lo haces porque sabes que ningún prospector de mi nivel trabajara para ti, yo me encargaré de ello.
• Bueno, bueno, de todas maneras, Damián ya está en camino.
Qué remedio, tendría que aguantar a Damián durante unas horas, nada cambiaria mi decisión. Las nuevas técnicas para sacar petróleo de pozos en lo que la vieja tecnología no podía, solo son efectivos cuando estos están cerca de la superficie, digamos que a unos tres kilómetros de profundidad. Se ensancha el agujero de perforación como ya he explicado antes y se baja con un dispositivo que succiona el petróleo que ha quedado en el fondo, el problema es que esta extracción, solo se puede hacer manualmente, cuatro operarios tienen que adentrarse dentro del pozo para poder controlar la presión y las bolsas de gas, después se acciona la succión, esta funciona como las bombas de succión que se utilizan para sacar el agua de garajes inundados por una inundación. El problema radica en que según se va sacando el petróleo, la máquina de succión tiene que descender, porque las mangueras tienen una longitud y diámetro que permite mantener una presión constante de succión.
Si la manguera sería más larga o el grosor fuera mayor, no ejercería la fuerza suficiente. Los trajes que usamos aguantan hasta cierto punto la presión y temperatura, pero el problema venía con las mascarillas. Pedí mascarillas con bombonas de oxígeno como las que usan los bomberos, pero resulta que los hombres más ricos del mundo también son los más tacaños. Las máscaras eran buenas, pero los filtros no estaban diseñados para este trabajo, se obstruían con facilidad, dificultando la respiración de la persona que la llevaba.
Con el tiempo nos fuimos acostumbrando, pero no sabíamos los efectos que tendrían estos gases nocivos en nuestros cuerpos en los años venideros. Damián no tardó en llegar, pronto escuché el helicóptero que lo traía, salí a recibirlo por educación, sobre todo por obligación. Me gustará o no seguía siendo mi superior, aunque hubiera sido puesto en la empresa a dedo, traía la sonrisa socarrona de siempre. Seguramente pensaría que con ordenármelo y amenazarme sería suficiente, le dejaría seguir creyendo en esa ilusión un poco más.
• Gunnar, tu suegro y yo no estamos contentos – no pude disimular una sonrisa, como si a mí eso me importara.
Le acompañé a mi despacho y nos sentamos para que me pudiera leer la cartilla, según hablaba puse el cerebro en off. No me podía interesar menos lo que tenía que decirme, una vez que termino de hablar le invite a salir de mi despacho, pidiendo ayuda a algunos de mis hombres, le entregue a Damián una máscara y un traje de los que usábamos dentro del pozo. Con palabras no podría convencerlo, entonces nos adentramos los dos en el pozo.
Damián parecía asustado, dentro de este, todo era oscuridad, parecía la entrada al infierno. Todos sentíamos lo mismo cada día que entrábamos en el para trabajar, era una sensación a la que no nos habíamos acostumbrado. Damián pronto empezó a sentir las consecuencias de la temperatura, gases y presión que había dentro de ese gran agujero. De repente empezó a notar como los filtros de se mascara empezaban a saturarse poco a poco y sus pulmones empezaban a recibir menos oxígeno.
Si a eso le sumamos el aumento de temperatura cada metro que se descendía, le empezaron a fallar los pies, de no haber estado sujeto por mí se hubiera terminado cayendo al vació. Su mirada era de puro terror, como si estuviera convencido de que iba a terminar muriendo por falta de oxígeno. Pues bien, eso era lo que sentíamos mis operarios y yo cada día que descendíamos a aquel agujero infernal.
Pedí a mis hombres que nos subieran, la plataforma que usábamos para trabajar, se manejaba desde una grúa. Una vez fuera lo llevé a mi despacho prefabricado, aunque todavía tenía el susto en el cuerpo, seguía teniendo esa mirada de victoria. Algo dentro de mí me decía que las cosas no marchaban bien, pronto me explotarían en la cara. Una vez recuperado llamo para que lo vinieran a buscar, no quería pasar ni un momento más en esa isla infernal como él la llamó. Se despidió de mí dándome la mano con esa sonrisa de vencedor en su rostro, todas mis alarmas estaban encendidas. Una vez se montó en el helicóptero llamé a Astrid, todo mi ser me decía que la llamara, no recibí respuesta.
Volví a llamar y nada, durante las siguientes dos horas llame a mi suegro que tampoco contesto. Intente comunicarme con distintas personas de la empresa para que me dijeran si había pasado algo a Astrid. En ningún momento pensé en nada que no fuera que había tenido un accidente y se encontraba herida. No quise pensar más, haya porque me hubiera vuelto loco, ese día no pude trabajar, al día siguiente me obligue a hacerlo. Mis hombres no tardaron en comunicarme que no estaba centrado y era un peligro para mí y para ellos, tenían razón.
Decidí tomarme unos días para ver si conseguía comunicarme con Astrid, al tercer día recibí un correo suyo. No había nada escrito, solo tenía un archivo, lo descargué y al abrirlo era un video donde salía yo fallándome a una mujer que no conocía de nada, desde atrás. Tuve que sentarme, jamás de los jamases pensé que mi suegro y Damián caerían tan bajo. No conteste, sabia que ahora mismo Astrid sería un volcán en erupción y no atendería a razones.
De todas maneras, el video estaba muy bien hecho, pedí a uno de mis trabajadores que le echara un vistazo. Era muy bueno en diseño e informática, si acepto este trabajo era porque se viajaba mucho y el sueldo era muy alto.
• Jefe, el video está muy bien hecho, seguramente han utilizado inteligencia artificial, si tu mujer ha visto esto…
• Lo ha visto, créeme, gracias por tu ayuda.
• De nada jefe, sabes que nos tienes a todos para lo que haga falta.
• Lo sé, gracias a todos.
Estaba bien jodido, tenía muy claro que lo siguiente que llegaría a esa isla infernal sería los papeles del divorcio. No culpaba a Astrid, yo hubiera hecho lo mismo, como odiaba tener razón, tardaron un par de semanas en llegar. Ella ya había estampado su firma, intente hablar con Astrid en varias ocasiones, pero me fue imposible, siempre estaba reunida y la única vez que me cogió el teléfono solo conseguí enfadarla más.
Las vacaciones que pensaba cogerme las retrase, contrate a un abogado para asesorarme. Me dejo claro las opciones que tenía, la mejor de ellas era firmar los papeles del divorcio, yo era inocente, pero ella tenía un video que me incriminaba y yo tenía mi palabra que en esos momentos no valía mucho para ella. Jamás había llorado tanto como cuando estampe mi firma en esos papeles. Acababa de perder a la mujer de mi vida sin haber hecho nada, mi suegro se había salido con la suya, pero no había calculado bien.
Mi siguiente paso sería presentar mi dimisión, aguantaría hasta final de mes para que mis trabajadores cobraran toda la nomina. Lo que faltaba era que encima les pagaran menos por mi culpa, los reuní a todos y les comente mi decisión.
• Chicos, he decidido dimitir, lo haré al final de mes para que no os descuenten ni un euro de la nómina.
• Jefe, hablo en nombre de todos, si tú te vas nosotros nos vamos contigo – dijo Marcos.
• Estáis seguros, porque la idea que tengo es una locura.
• Cuéntanos.
Mi idea era extraer el petróleo del pozo más peligroso del planeta, este tuvo que ser clausurado porque se encontraba cerca de una falla. Las vibraciones del taladro, desestabilizaron la falla, al poco de empezar a extraer el crudo un terremoto golpeo la zona, no fue muy fuerte, pero si lo suficiente para algunos trabajadores perdieran la vida. Ese pozo estaba casi al completo y era propiedad de la competencia de mi suegro, durante mucho tiempo estudie la zona y cerca del pozo había una cueva, gracias a los temblores al fondo de esta se habían creado una grietas y el crudo se había filtrado por estas creando depósitos que nosotros podríamos utilizar para extraer el petróleo.
• ¿Es viable jefe?
• La cueva es lo suficiente ancha como para albergar la maquinaria, solo tendríamos que reforzar algunas padeces y agrandar algunas zonas, es viable, de todas formas contrataremos geólogos independientes para que hagan un informe.
• Muy bien jefe, cuenta con nosotros.
Si tenía una reputación tan buena era porque trabajaba con los mejores, compre un billete de avión y pedí al helicóptero que me vendría a buscar. Lo primero que haría al llegar a la ciudad era pasar por la empresa para entregar los papeles del divorcio firmados a Astrid y la carta de dimisión a mi suegro. Tenía claro que se negaría a aceptarla, pero no podía hacer nada, cuando firme el contrato puse una cláusula. En esa cláusula dejaba claro que yo podría rescindir el contrato cuando yo quisiera, sin dar ninguna justificación.
Por una parte, tenía ganas de ver a Astrid, pero, por otro lado, no quería ver a la Astrid que me iba a encontrar. Su anterior pareja la había traicionado, lo paso fatal, yo le di mi palabra que jamás le traicionaría, aunque no lo había hecho, ese video contaba otra historia muy distinta. Sabía que verlo le habría traído muy malos recuerdos y lo mucho que la tuvo que doler.
El vuelo se hizo eterno, porque iba a entregar unos papeles que enterrarían mi matrimonio, pero era lo único que podía hacer, después esperaría a que Astrid se calmara lo suficiente para que me dejara dar mi versión. Aterrice y alquile un coche, lo aparque en el que todavía era el aparcamiento que tenía adjudicado a mi nombre en el aparcamiento de la empresa, después recorrí el camino que llevaba hasta la entrada de la empresa.
Al mirar la puerta me vino a la mente lo feliz que era la última vez que había atravesado esa entrada. Cogido de la mano de Astrid y besado esos labios que me volvían loco, estuve parado durante unos segundos, mientras saboreaba esos buenos recuerdos. Después me dirigí a coger el ascensor, cuando el ascensor llego al piso, salí de el y me dirigí al despacho de Astrid. Una parte de mí quería volver a verla, pero otra de las partes no la quería ver ni en pintura.
Pregunte a una de las compañeras de Astrid por ella y me dijo que se había cogido unos días de vacaciones. Suspire, aliviado, pero también decepcionado, sé que suena contradictorio, pero así era como me sentía. Saque un sobre que contenía los papeles del divorcio ya firmado y se los deje a Astrid encima de la mesa, después fui a entregar mi dimisión a mi suegro en persona.
Su secretaria intentó impedirme el paso diciéndome que estaba ocupado, pero a mí me dio igual, entre igualmente. Mi suegro estaba hablando por teléfono. Al verme colgó y se me quedo mirando con una sonrisa.
• Al final te has salido con la tuya, espero que no tengas que arrepentirte – dije mascando las palabras.
• Yo no me arrepiento de nada, ahora mi hija podrá estar con un hombre a su altura – cada vez me costaba más controlarme.
• Has destruido nuestro matrimonio, por el capricho de Damián y por complacer a su padre, ¡no te va a salir gratis! – dije cada vez más enfadado.
• ¿Me estás amenazando?
• No necesito amenazarte, solo he venido a entregarte esto – dejé un sobre con mi dimisión sobre su mesa.
• Entregar un video falso a Astrid para destruir nuestro matrimonio ha sido jugar muy sucio, incluso para ti – mi suegro acuso el golpe.
• Haré lo que sea por mi hija – dijo mi suegro.
• ¿Por tu hija o por ti mismo? – volvió a acusar el golpe.
• ¡Quién te has creído que eres para hablarme así! – intentaba aparentar que tenía la razón, pero sabía perfectamente que mis palabras reflejaban la realidad.
• Astrid no quiere a Damián, ni le quiere ni le querrá, eso será tu ruina – dije con una media sonrisa.
• El video era bueno, ¿verdad?, me costó un dineral – esta vez era el quién se reía.
• Me marcho, solo he venido a traerte mi carta de dimisión – escuchar eso, cambio el semblante a mi suegro.
• No puedes hacerme esto.
• Claro que puedo, ¿te crees que me voy a quedar en esta empresa después de lo que me habéis hecho?
• Tranquilízate, todo se puede negociar, ¿cuánto dinero quieres?
• Ese es tu problema, solo te importa el dinero.
Me marché dejándole la palabra en la boca, ellos eran multimillonarios, pero necesitaban a gente como yo para serlo. De la empresa de mi ex suegro me fui directo a su competencia y le expuse mi plan, ellos me miraban con cierto escepticismo, la verdad es que el plan tenía riesgos, les dije que estaba dispuesto a que unos expertos independientes validaran el proyecto. Los accionistas mayoritarios de la empresa dijeron que si esos expertos daban el visto bueno teníamos un trato.
Tardaron un mes en revisar todos los datos y tomar muestras en la cueva para ver si los datos de mi informe coincidían con el de ellos, al final ellos dieron el visto bueno. Solo podíamos extraer petróleo hasta que la cueva empezara a agrietarse y la cueva empezara a temblar, porque si eso ocurría podía desestabilizar la falla, provocando un terremoto que nos mataría a todos, ya estábamos preparados para empezar con los preparativos para tener todo listo y empezar a extraer el crudo.
ASTRID
Era la mujer más feliz del mundo hasta que ese video llego a mi correo, la verdad que no sé quién me lo mando, lo intente averiguar, pero fue en vano. Al ver ese video se me paro el corazón por unos instantes, era Gunnar, no había ninguna duda.
Como bien dice el título de esta historia, el petróleo se estaba agotando y el mundo no estaba preparado. Por eso me encontraba en una isla en mitad del océano pacífico, extrayendo petróleo con nuevas técnicas de extracción. En estos pozos más pequeños las técnicas de extracción tradicionales no servían, nuestro trabajo era darle más tiempo al mundo para que estuvieran preparados, para cuando el petróleo se agotara definitivamente.
No éramos conscientes de cuantas cosas usamos en nuestro día a día que estaban hechos con este recurso natural. El petróleo movía miles de billones en todo el mundo, toda la gente que se beneficiaba de él no estaba dispuesta a soltar la gallina de los huevos de oro. Uno de ellos era mi suegro, él jamás aceptó que su hija se casara con un prospector. Aunque estuviera considerado uno de los mejores del mundo. Eso sí, ahora que su gran fortuna dependía de que su yerno fuera tan bueno como su reputación decía, todo eran facilidades y amabilidades.
El petróleo se acababa y ninguna petrolera estaba preparada para escuchar esas palabras, en pocos años no habría crudo para todos, el precio de los productos derivados de este subirían de manera estratosférica. Los científicos llevaban décadas prediciendo esto, pero ninguno se lo tomo en serio, solo les gustaban los millones que este recurso natural les proporcionaba. Todos los gobiernos estaban presionados para que el crudo fuera el primer combustible sobre las energías renovadles y combustibles no contaminantes.
Yo andaba a caballo entre tres islas que en su día sacaron suficiente crudo como para abastecer el planeta sin problemas, a día de hoy estancan casi extintos para la extracción tradicional, pero no para las nuevas técnicas que habíamos empezado a utilizar, esto era como cuando comes un yogur, cuando llegamos al final tenemos que rebañar para poder comer lo que queda al fondo del todo. En estos pozos se hacía algo parecido, se perforaban galerías para poder acercar lo máximo posible la maquinaria al fondo del pozo.
El problema era que cuanto más bajábamos más subía la temperatura y la humedad, con un cien por cien de humedad, el sudor no conseguía enfriar el cuerpo y corrías el riesgo de sufrir un golpe de calor. Usábamos ropa aislante, pero a cierta profundidad, dejaba de ser efectiva. Dos de mis hombres estaban hospitalizados por sendos golpes de calor, entonces uno de mis hombres entro en la oficina.
• Jefe, hemos llegado al máximo que podemos bajar, trabajar en estas condiciones es arriesgar la vida, dijo Marcus.
• Cerrad el pozo, nos trasladaremos a la siguiente isla.
• El otro día, nos ordenaron exprimir el pozo hasta el final – dijo Marcus con miedo a las represalias.
• No te preocupes, hacedlo bajo mi responsabilidad, aquí el que toma la última decisión soy yo.
• Así lo aremos jefe.
Sabía que a mi suegro y sus socios no les haría ninguna gracia, pero de seguir así no habría operarios para trabajar y lo perderían todo, no podía entender como estaban tan ciegos por el dinero que eran capaces de sacrificar a sus propios hombres. Yo no era así, si no estaban de acuerdo que vinieran ellos y sacaran su propio petróleo, que era fácil mandar desde un despacho que se encontraba a diez mil kilómetros con las comodidades de una ciudad, hablando del rey de Roma.
• Cuñado, ¿por qué has cerrado el pozo sin consultárnoslo? – parecía enfadado.
• Porque jamás hubierais aceptado, pero no pienso poner en peligro a ningún trabajador más.
• ¡Eso no lo decides tú!
• ¡Aquí sí!
• No sé qué vio mi hija en ti, no tienes lo que hay que tener para vencer en los negocios.
• ¿Y tú si lo tienes?, es fácil hablar desde un despacho con aire acondicionado, aquí trabajamos a más de cuarenta y cinco grados rozando el cien por cien de humedad.
Mi suegro colgó la llamada, como hacía siempre, que estaba escuchando algo que no quería. Cuando Astrid me llevo a casa de su padre para que estos me conocieran, su padre se llevó una decepción al saber que yo no era más que un prospector, un prospector con dos doctorados, uno en geología y el otro en ingeniería aplicada, pero no tenía lo que a él le sobraba, a lo único que daba importancia el dinero. Si seguía en la empresa era por Astrid, ella sabía que sin mis hombres y sin mí, la empresa se iría a pique.
Astrid era una mujer preciosa, con un coeficiente intelectual superior al mío, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Tenía un carácter fuerte, no daba su brazo a torcer si estaba convencida de que llevaba la razón. Fue la primera persona que vi cuando entre en las oficinas de aquella petrolera cuando fui a firmar mi contrato. Me choqué con ella al salir del ascensor, iba cargada de libros y planos, con una bata blanca y unas gafas de pasta que no le favorecían, pero incuso así me pareció la mujer más hermosa del mundo.
Le pregunté por el despacho del accionista mayoritario de la petrolera, ella con una sonrisa me dijo que era su padre, también me dijo que este se encontraba reunido y que si la acompañaba me invitaría a un café de máquina. La seguí sin rechistar, entramos en una sala de descanso y saco dos cafés. Yo me quede mirando al mío, era más negro que el petróleo que solía extraer. Pensé que seguramente si metías este café en el depósito de un coche arrancaría. Me entro tal ataque de risa que deje a aquella mujer flipando, entonces me pregunto.
• ¿Qué te ha hecho tanta gracia?
• Este café tiene casi el mismo color que el crudo que extraigo, me he preguntado si sería capaz de hacer que un coche arranque y se mueva.
• Sí, la verdad es que mi padre y sus socios son unos tacaños – empezamos a reírnos los dos.
• No me has dicho tu nombre – dijo aquella mujer.
• Me llamo Gunnar, ¿y tú?
• Yo Astrid, encantada.
• Lo mismo digo.
• Gunnar eres prospector, ¿verdad?
• Sí.
• ¿Qué opinas de las energías renovables y las energías limpias?
• Que son necesarias, que ya vamos tarde en empezar a implementarlas.
• Interesante, pensé que me dirías que son cuentos chinos.
• Como prospector, tengo datos de primera mano de que el petróleo cada vez es más escaso, llegara el día en que tengamos que descartarlo, aunque algunos no quieran hacerlo.
• ¿Por qué?
• Porque el petróleo se está agotando y cuando escasee su precio será tan desorbitado que muy pocas personas en el mundo podrán pagar sus derivados.
Astrid cambió su semblante, mi trabajo dependía del petróleo; sin embargo, estaba defendiendo las energías limpias. Como ingeniero me mantenía al día en las novedades que iban saliendo en ese respecto, era nuestro futuro, si no conseguíamos adaptarnos a los nuevos tiempo que estaban por venir, desapareceríamos. No nos dio tiempo para más, una mujer vestida con un traje de ejecutiva vino a buscarme para decirme que el accionista mayoritario ya podía atenderme.
Si os soy sincero, prefería quedarme ahí con Astrid, que ir a hablar con un hombre que lo único que quería era más dinero, a cualquier precio. No me equivoque, le deje claro que si mandaba a alguno de sus ejecutivos a meter presión a mis hombres o a mí, lo lanzaría de cabeza al pozo. Si lo que quería eran resultados, que me dejara trabajar a mi aire, Pensé que no volvería a ver a Astrid, pero esta se las arreglo para saber en qué hotel estaba hospedado y tocando la puerta de mí habitación me invito a cenar.
Astrid hubiera seguido siendo hermosa, aunque hubiera venido en chándal y sin maquillar, la verdad no entendía para qué se maquillaba, no le hacía falta. Esa noche llevo a otras y para cuando nos dimos cuenta llevábamos dos meses saliendo para disgusto de su padre. El estaba empeñado en querer casarlo con el hijo de uno de sus socios, era un bueno para nada, trajes caros, coches caros y muchos músculos, ejercitaba todo su cuerpo, menos la parte más importante, el cerebro.
Tanto mi suegro, sus socios y el infraser me menospreciaban, cosa que sacaba de quicio a Astrid. Yo no me preocupaba, sin gente como yo, ellos no serían nada. Su riqueza se sustentaba en los barriles de petróleo que personas como yo extraíamos. Ganaba muy bien, pero no dejaba de ser un trabajo peligroso, Había visto morir a muchos compañeros en acometidas producidas por bolsas de gas que se encontraban dentro del yacimiento de petróleo. Esta presión se liberaba en forma de onda expansiva que se llevaba todo por delante.
Recuerdo un viernes, habíamos quedado, pero no aparecía, me empecé a preocupar. Llamaba y no cogía el móvil. Sabía que no estaba en casa así que decidí ir a buscarla a la empresa, cuando llegue el de seguridad me dijo que había bajado al sótano donde los científicos probaban las máquinas nuevas que utilizábamos para extraer petróleo. Conocía muy bien ese sitio, yo diseñe algunas de esas máquinas y estuve presente cuando las probaron.
Cuando entre en el taller, estaba todo oscuro, menos la garita donde se encontraban los ordenadores, no era muy grande, pero tenía cristales de seguridad por si algo salía mal. Cuando entre, me la encontré dormida sobre el teclado, tenía una expresión de paz, durante el trayecto había pasado de la preocupación al cabreo, pero después de verla dormir placidamente, se me paso el enfado. Intente cogerla en brazos y ponerla sobre el pequeño sofá que había en esa oficina, no parecía muy cómodo, pero seguro que lo era más que el teclado. Al levantarla las teclas se le habían marcado en la cara, no me dio tiempo a levantarla cuando despertó. Se me quedo mirando extrañada, como si estuviera desorientada, después de mirar a su alrededor se dio cuenta donde estaba, se había dormido poniéndose roja como el tomate.
• Lo siento Gunnar, he venido a comprobar unos datos y me he quedado dormida, perdóname.
• Trabajas demasiado Astrid, cada día descansas menos – le dijo muy serio.
• Lo sé, lo sé, te prometo que intentaré descansar más, pero el proyecto en el que trabajo está fuera de los proyectos de la empresa, mi padre me dejo claro que lo tendría que hacer fuera del horario laboral.
• ¿En qué trabajas?
Esa pregunta la puso muy contenta, abriendo el fichero en la pantalla del ordenador salió el plano de un motor que funcionaba con hidrógeno. El hidrógeno al contacto con el oxígeno no produce contaminantes, sino agua, por lo cual no contaminaba y tampoco favorecía el temido efecto invernadero, convirtiéndola en una energía limpia.
También pude comprobar que había patentado su idea, no esperaba menos de Astrid, era demasiado lista. Sé que su padre y Damián (así se llamaba el musculitos), le hubieran robado la idea en el momento en que el petróleo hubiera dejado de ser rentable. Ahora mismo el motor de Astrid era inviable, los coches serían tan caros que ningún obrero podría comprarlos, pero ya llegaría su momento. Su rostro era de felicidad, entonces me miro sonriente y me dijo.
• Gunnar, ayúdame a perfeccionarlo, necesito que este motor sea eficiente y asequible para todas las personas.
• Claro que te ayudaré, pero eres consciente que tendremos muchas trabas, empezando por tu padre.
• Lo sé, pero ellos solo ven el dinero, no se han puesto a pensar lo que pasara cuando el petróleo se acabe.
• En eso tienes toda la razón.
• ¿En cuántos años crees que ocurrirá?, tú trabajas en esto, nadie mejor que tú lo sabe.
• En pocos años, incluso usando las nuevas máquinas, es imposible extraer todo el petróleo, además cuanto más al fondo el petróleo es menos puro y está más contaminado.
• Papa se va a cabrear, ¿verdad?
• No lo dudes – reímos los dos.
Se cabrearía seguro, pero una vez se comprobará la viabilidad del motor, su padre se aprovecharía de esto para seguir haciéndose más rico. Donde se encontraba el techo de esta gente, la fortuna de mi suegro era tan grande que sustentaría a las futuras generaciones sin que estos tuvieran que dar palo al agua, pero siempre quería más, eran insaciables. Tenía claro que si de momento me permitía salir con su hija era porque yo le proporcionaba el petróleo que lo había hecho tan rico.
El día que este se agotara, haría todo lo que estuviera en su mano para interponerse entre nosotros hasta romper nuestra relación. Aquella noche nos quedamos haciendo números y mejorando el diseño del motor, terminamos haciendo el amor sobre una de las mesas. Astrid era una mujer domínate en la cama, a mí no me importaba, disfrutaba dejándome llevar por ella. Recuerdo el ruido que hacían las patas de la mesa soportando la brutal cabalgada que me estaba dando.
Arqueaba tanto la espalda hacia atrás que pensé que se caería en cualquier omento. La primera vez que lo hicimos no pude aguantar mucho, me dio mucha vergüenza y lo pase fatal, entonces abrazándome me dijo que con todos los hombres que había estado les había ocurrido lo mismo. Con una sonrisa en el rostro me dijo que el handicap venía en el segundo intento. Eso me espoleo y lo di todo, aguante como un campeón, no fue fácil lo reconozco, Astrid manejaba los músculos de su vagina a voluntad, apretando mi polla y después aflojándola, proporcionándome un placer indescriptible.
Tengo que reconocer que con los años le he cogido el tranquillo, pero cuando ella quiere sigue siendo capaz de ponerme al límite. Pasados dos años decidí pedirle que se casara conmigo. Ella aceptó encantada, dando saltos de alegría mientras miraba el anillo de compromiso que le había regalado, no era caro ni ostentoso, Astrid aunque había nacido en una familia muy rica, no le gustaban las joyas ostentosas ni muy caras. Ella era más de plata que de oro, eso era algo que a su padre le sacaba de quicio.
Todavía recuerdo el día que fuimos a darle la buena nueva. Creí que se le había dado un ataque, su rostro paso por todo el espectro de colores. Fue a decir lo que realmente opinaba, pero viendo la felicidad en el rostro de su hija, decidió que lo mejor que podía hacer era callarse y apoyar a su ojito derecho. Si sus ojos pudieran lanzar rayos, yo estaría descuartizado, de todas maneras tengo algo bueno que decir de mi suegro.
Al año de nacer Astrid su madre decidió desaparecer para seguir con la vida que a ella le gustaba, jamás entenderé que un progenitor sea tan egoísta como para abandonar a un hijo por ser incompatible con la vida que quiere llevar. Mi suegro se quedó y crió a su hija, la verdad que no lo hizo nada mal, no tuvo que ser fácil. El es un hombre que viaja mucho, eso con los años le vino bien a Astrid, porque aparte de ver mundo aprendió varios idiomas.
Dominaba seis idiomas escritos y hablados, siempre que estoy sentado en mi despacho prefabricado, recuerdo esto, es porque echo mucho de menos a Astrid. En los últimos tres años nos hemos visto en diez ocasiones, son muy pocas y si nos hemos podido ver era porque ella cogía días de vacaciones, plantándose delante de su padre hasta que este cedía y se los concedía. Yo lo conseguí en dos ocasiones, pero no fue fácil, a mí no me puede echar, pero sí a mis operarios, ya me habían amenazado en más de una ocasión con despedirlos a todos.
Ellos también tienen sus familias a las que alimentar y facturas que pagar, lo que es peor. Cada día que pasamos en una de estas apestosas islas, es uno que no pasamos al lado de nuestras familias. Yo adoro mi trabajo, pero no al punto de perder a Astrid, últimamente la escuchaba más hastiada cada vez que hablábamos por teléfono. No la culpaba, tener un marido que se pasa casi todo el año fuera de casa no tenía que ser nada fácil.
Lo sé, porque yo también me pasaba todo ese tiempo lejos de ella, me llegaron rumores de que Damián andaba detrás de Astrid. Para el sería un braguetazo en toda regla. Astrid era la hija del socio mayoritario, además de ser una mujer de bandera con banda de música. Esos rumores jamás me afectaron, yo ponía la mano en el fuego por Astrid. Pero eso no quería decir que ella terminara cansada de esta situación y termináramos divorciándonos.
Algunos podrán decir que ella sabía perfectamente que se casaba con un prospector, pero también hay que decirlo. Desde que empecé a salir con Astrid y después de casarnos, mis viajes aumentaron. Mi suegro es un hombre acostumbrado a salirse con la suya. Se había propuesto como meta que nuestro matrimonio fracasara y pondría todo su empeño en ello. Sabía que mi suegro quería a su hija, pero la casta podía más, conocía muy bien los comentarios que se hacían en el círculo en el que el se movía. Para mi suegro tenía que ser inaguantable que sus socios y amigos le recordaran constantemente que su hija se había casado con un don nadie.
Un don nadie con dos doctorados, mucho más de lo que tenían la mayoría de ellos, pero me faltaba lo que ellos más valor daban, el dinero. Como ya he comentado, ganaba bien, pero comparado con sus fortunas lo mío era calderilla. Mi suegro sabía que Damián era hijo de su mejor amigo y casi tan rico como el. Gracias al dinero de su padre, a ojos de ellos, el le podría dar una mejor vida a Astrid que yo.
Mi suegro no se enteraba de nada, a Astrid no le importaba el dinero, si no era para invertirlo en inventos que mejorarían la vida de las personas. Era lo que estaba haciendo ella con el dinero de su padre. El problema era que el desconocía ese hecho, aunque también hay que decirlo, si el motor que Astrid había diseñado funcionaba bien y generaba mucho dinero, a su padre se le pasaría el enfado rápido.
Una llamada me devolvió al la realidad, al mirar la pantalla del móvil, me fijé que era el número de mi suegro.
• Gunnar, no estamos de acuerdo en que hayas cerrado el pozo, he mandado a Damián para comprobar si el problema que dices existe.
• ¿Damián?, ¡que sabe el de prospección!
• Eso da igual, ¡el tiene la última palabra!
• ¡Aquí no!, no pondré en peligro la vida de mis hombres por un puñado de hombres codiciosos.
• Tú aras lo que yo…
• Sí, sí, yo are lo que tú digas, y si no seré despedido, ¡pues hazlo! y que sea Damián quien extraiga el petróleo.
• ¿Crees que no soy capaz de despedirte?
• Claro que eres capaz, pero no lo haces porque sabes que ningún prospector de mi nivel trabajara para ti, yo me encargaré de ello.
• Bueno, bueno, de todas maneras, Damián ya está en camino.
Qué remedio, tendría que aguantar a Damián durante unas horas, nada cambiaria mi decisión. Las nuevas técnicas para sacar petróleo de pozos en lo que la vieja tecnología no podía, solo son efectivos cuando estos están cerca de la superficie, digamos que a unos tres kilómetros de profundidad. Se ensancha el agujero de perforación como ya he explicado antes y se baja con un dispositivo que succiona el petróleo que ha quedado en el fondo, el problema es que esta extracción, solo se puede hacer manualmente, cuatro operarios tienen que adentrarse dentro del pozo para poder controlar la presión y las bolsas de gas, después se acciona la succión, esta funciona como las bombas de succión que se utilizan para sacar el agua de garajes inundados por una inundación. El problema radica en que según se va sacando el petróleo, la máquina de succión tiene que descender, porque las mangueras tienen una longitud y diámetro que permite mantener una presión constante de succión.
Si la manguera sería más larga o el grosor fuera mayor, no ejercería la fuerza suficiente. Los trajes que usamos aguantan hasta cierto punto la presión y temperatura, pero el problema venía con las mascarillas. Pedí mascarillas con bombonas de oxígeno como las que usan los bomberos, pero resulta que los hombres más ricos del mundo también son los más tacaños. Las máscaras eran buenas, pero los filtros no estaban diseñados para este trabajo, se obstruían con facilidad, dificultando la respiración de la persona que la llevaba.
Con el tiempo nos fuimos acostumbrando, pero no sabíamos los efectos que tendrían estos gases nocivos en nuestros cuerpos en los años venideros. Damián no tardó en llegar, pronto escuché el helicóptero que lo traía, salí a recibirlo por educación, sobre todo por obligación. Me gustará o no seguía siendo mi superior, aunque hubiera sido puesto en la empresa a dedo, traía la sonrisa socarrona de siempre. Seguramente pensaría que con ordenármelo y amenazarme sería suficiente, le dejaría seguir creyendo en esa ilusión un poco más.
• Gunnar, tu suegro y yo no estamos contentos – no pude disimular una sonrisa, como si a mí eso me importara.
Le acompañé a mi despacho y nos sentamos para que me pudiera leer la cartilla, según hablaba puse el cerebro en off. No me podía interesar menos lo que tenía que decirme, una vez que termino de hablar le invite a salir de mi despacho, pidiendo ayuda a algunos de mis hombres, le entregue a Damián una máscara y un traje de los que usábamos dentro del pozo. Con palabras no podría convencerlo, entonces nos adentramos los dos en el pozo.
Damián parecía asustado, dentro de este, todo era oscuridad, parecía la entrada al infierno. Todos sentíamos lo mismo cada día que entrábamos en el para trabajar, era una sensación a la que no nos habíamos acostumbrado. Damián pronto empezó a sentir las consecuencias de la temperatura, gases y presión que había dentro de ese gran agujero. De repente empezó a notar como los filtros de se mascara empezaban a saturarse poco a poco y sus pulmones empezaban a recibir menos oxígeno.
Si a eso le sumamos el aumento de temperatura cada metro que se descendía, le empezaron a fallar los pies, de no haber estado sujeto por mí se hubiera terminado cayendo al vació. Su mirada era de puro terror, como si estuviera convencido de que iba a terminar muriendo por falta de oxígeno. Pues bien, eso era lo que sentíamos mis operarios y yo cada día que descendíamos a aquel agujero infernal.
Pedí a mis hombres que nos subieran, la plataforma que usábamos para trabajar, se manejaba desde una grúa. Una vez fuera lo llevé a mi despacho prefabricado, aunque todavía tenía el susto en el cuerpo, seguía teniendo esa mirada de victoria. Algo dentro de mí me decía que las cosas no marchaban bien, pronto me explotarían en la cara. Una vez recuperado llamo para que lo vinieran a buscar, no quería pasar ni un momento más en esa isla infernal como él la llamó. Se despidió de mí dándome la mano con esa sonrisa de vencedor en su rostro, todas mis alarmas estaban encendidas. Una vez se montó en el helicóptero llamé a Astrid, todo mi ser me decía que la llamara, no recibí respuesta.
Volví a llamar y nada, durante las siguientes dos horas llame a mi suegro que tampoco contesto. Intente comunicarme con distintas personas de la empresa para que me dijeran si había pasado algo a Astrid. En ningún momento pensé en nada que no fuera que había tenido un accidente y se encontraba herida. No quise pensar más, haya porque me hubiera vuelto loco, ese día no pude trabajar, al día siguiente me obligue a hacerlo. Mis hombres no tardaron en comunicarme que no estaba centrado y era un peligro para mí y para ellos, tenían razón.
Decidí tomarme unos días para ver si conseguía comunicarme con Astrid, al tercer día recibí un correo suyo. No había nada escrito, solo tenía un archivo, lo descargué y al abrirlo era un video donde salía yo fallándome a una mujer que no conocía de nada, desde atrás. Tuve que sentarme, jamás de los jamases pensé que mi suegro y Damián caerían tan bajo. No conteste, sabia que ahora mismo Astrid sería un volcán en erupción y no atendería a razones.
De todas maneras, el video estaba muy bien hecho, pedí a uno de mis trabajadores que le echara un vistazo. Era muy bueno en diseño e informática, si acepto este trabajo era porque se viajaba mucho y el sueldo era muy alto.
• Jefe, el video está muy bien hecho, seguramente han utilizado inteligencia artificial, si tu mujer ha visto esto…
• Lo ha visto, créeme, gracias por tu ayuda.
• De nada jefe, sabes que nos tienes a todos para lo que haga falta.
• Lo sé, gracias a todos.
Estaba bien jodido, tenía muy claro que lo siguiente que llegaría a esa isla infernal sería los papeles del divorcio. No culpaba a Astrid, yo hubiera hecho lo mismo, como odiaba tener razón, tardaron un par de semanas en llegar. Ella ya había estampado su firma, intente hablar con Astrid en varias ocasiones, pero me fue imposible, siempre estaba reunida y la única vez que me cogió el teléfono solo conseguí enfadarla más.
Las vacaciones que pensaba cogerme las retrase, contrate a un abogado para asesorarme. Me dejo claro las opciones que tenía, la mejor de ellas era firmar los papeles del divorcio, yo era inocente, pero ella tenía un video que me incriminaba y yo tenía mi palabra que en esos momentos no valía mucho para ella. Jamás había llorado tanto como cuando estampe mi firma en esos papeles. Acababa de perder a la mujer de mi vida sin haber hecho nada, mi suegro se había salido con la suya, pero no había calculado bien.
Mi siguiente paso sería presentar mi dimisión, aguantaría hasta final de mes para que mis trabajadores cobraran toda la nomina. Lo que faltaba era que encima les pagaran menos por mi culpa, los reuní a todos y les comente mi decisión.
• Chicos, he decidido dimitir, lo haré al final de mes para que no os descuenten ni un euro de la nómina.
• Jefe, hablo en nombre de todos, si tú te vas nosotros nos vamos contigo – dijo Marcos.
• Estáis seguros, porque la idea que tengo es una locura.
• Cuéntanos.
Mi idea era extraer el petróleo del pozo más peligroso del planeta, este tuvo que ser clausurado porque se encontraba cerca de una falla. Las vibraciones del taladro, desestabilizaron la falla, al poco de empezar a extraer el crudo un terremoto golpeo la zona, no fue muy fuerte, pero si lo suficiente para algunos trabajadores perdieran la vida. Ese pozo estaba casi al completo y era propiedad de la competencia de mi suegro, durante mucho tiempo estudie la zona y cerca del pozo había una cueva, gracias a los temblores al fondo de esta se habían creado una grietas y el crudo se había filtrado por estas creando depósitos que nosotros podríamos utilizar para extraer el petróleo.
• ¿Es viable jefe?
• La cueva es lo suficiente ancha como para albergar la maquinaria, solo tendríamos que reforzar algunas padeces y agrandar algunas zonas, es viable, de todas formas contrataremos geólogos independientes para que hagan un informe.
• Muy bien jefe, cuenta con nosotros.
Si tenía una reputación tan buena era porque trabajaba con los mejores, compre un billete de avión y pedí al helicóptero que me vendría a buscar. Lo primero que haría al llegar a la ciudad era pasar por la empresa para entregar los papeles del divorcio firmados a Astrid y la carta de dimisión a mi suegro. Tenía claro que se negaría a aceptarla, pero no podía hacer nada, cuando firme el contrato puse una cláusula. En esa cláusula dejaba claro que yo podría rescindir el contrato cuando yo quisiera, sin dar ninguna justificación.
Por una parte, tenía ganas de ver a Astrid, pero, por otro lado, no quería ver a la Astrid que me iba a encontrar. Su anterior pareja la había traicionado, lo paso fatal, yo le di mi palabra que jamás le traicionaría, aunque no lo había hecho, ese video contaba otra historia muy distinta. Sabía que verlo le habría traído muy malos recuerdos y lo mucho que la tuvo que doler.
El vuelo se hizo eterno, porque iba a entregar unos papeles que enterrarían mi matrimonio, pero era lo único que podía hacer, después esperaría a que Astrid se calmara lo suficiente para que me dejara dar mi versión. Aterrice y alquile un coche, lo aparque en el que todavía era el aparcamiento que tenía adjudicado a mi nombre en el aparcamiento de la empresa, después recorrí el camino que llevaba hasta la entrada de la empresa.
Al mirar la puerta me vino a la mente lo feliz que era la última vez que había atravesado esa entrada. Cogido de la mano de Astrid y besado esos labios que me volvían loco, estuve parado durante unos segundos, mientras saboreaba esos buenos recuerdos. Después me dirigí a coger el ascensor, cuando el ascensor llego al piso, salí de el y me dirigí al despacho de Astrid. Una parte de mí quería volver a verla, pero otra de las partes no la quería ver ni en pintura.
Pregunte a una de las compañeras de Astrid por ella y me dijo que se había cogido unos días de vacaciones. Suspire, aliviado, pero también decepcionado, sé que suena contradictorio, pero así era como me sentía. Saque un sobre que contenía los papeles del divorcio ya firmado y se los deje a Astrid encima de la mesa, después fui a entregar mi dimisión a mi suegro en persona.
Su secretaria intentó impedirme el paso diciéndome que estaba ocupado, pero a mí me dio igual, entre igualmente. Mi suegro estaba hablando por teléfono. Al verme colgó y se me quedo mirando con una sonrisa.
• Al final te has salido con la tuya, espero que no tengas que arrepentirte – dije mascando las palabras.
• Yo no me arrepiento de nada, ahora mi hija podrá estar con un hombre a su altura – cada vez me costaba más controlarme.
• Has destruido nuestro matrimonio, por el capricho de Damián y por complacer a su padre, ¡no te va a salir gratis! – dije cada vez más enfadado.
• ¿Me estás amenazando?
• No necesito amenazarte, solo he venido a entregarte esto – dejé un sobre con mi dimisión sobre su mesa.
• Entregar un video falso a Astrid para destruir nuestro matrimonio ha sido jugar muy sucio, incluso para ti – mi suegro acuso el golpe.
• Haré lo que sea por mi hija – dijo mi suegro.
• ¿Por tu hija o por ti mismo? – volvió a acusar el golpe.
• ¡Quién te has creído que eres para hablarme así! – intentaba aparentar que tenía la razón, pero sabía perfectamente que mis palabras reflejaban la realidad.
• Astrid no quiere a Damián, ni le quiere ni le querrá, eso será tu ruina – dije con una media sonrisa.
• El video era bueno, ¿verdad?, me costó un dineral – esta vez era el quién se reía.
• Me marcho, solo he venido a traerte mi carta de dimisión – escuchar eso, cambio el semblante a mi suegro.
• No puedes hacerme esto.
• Claro que puedo, ¿te crees que me voy a quedar en esta empresa después de lo que me habéis hecho?
• Tranquilízate, todo se puede negociar, ¿cuánto dinero quieres?
• Ese es tu problema, solo te importa el dinero.
Me marché dejándole la palabra en la boca, ellos eran multimillonarios, pero necesitaban a gente como yo para serlo. De la empresa de mi ex suegro me fui directo a su competencia y le expuse mi plan, ellos me miraban con cierto escepticismo, la verdad es que el plan tenía riesgos, les dije que estaba dispuesto a que unos expertos independientes validaran el proyecto. Los accionistas mayoritarios de la empresa dijeron que si esos expertos daban el visto bueno teníamos un trato.
Tardaron un mes en revisar todos los datos y tomar muestras en la cueva para ver si los datos de mi informe coincidían con el de ellos, al final ellos dieron el visto bueno. Solo podíamos extraer petróleo hasta que la cueva empezara a agrietarse y la cueva empezara a temblar, porque si eso ocurría podía desestabilizar la falla, provocando un terremoto que nos mataría a todos, ya estábamos preparados para empezar con los preparativos para tener todo listo y empezar a extraer el crudo.
ASTRID
Era la mujer más feliz del mundo hasta que ese video llego a mi correo, la verdad que no sé quién me lo mando, lo intente averiguar, pero fue en vano. Al ver ese video se me paro el corazón por unos instantes, era Gunnar, no había ninguna duda.