El tanga rojo, la tormenta.

ikarusulu

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Yolanda se sacó las tetas sentada a mi lado en el coche. No lo había hecho descarado claro pero al moverse en el asiento de cuero y levantar los brazos quedaron ante mi vista sus preciosos pechos. Su camiseta o top o como se llame era muy corta por debajo.


Me explicaré algo mejor. Sobre todo cómo habíamos llegado a esa situación. Al fin y al cabo Yolanda es mi hermana.


Me había estado provocando desde que la recogí cerca de la discoteca. Sus rodillas estaban justo al lado de la palanca del cambio y podía ver sus preciosos muslos al completo. Es verdad que llovía, mucho, y ella estaba calada. Pero con cualquier otra chica pensaría que estaba buscando algo más.


Cuando llamó me estaba haciendo una paja revisando sus fotos en bikini del verano anterior. Vale, tampoco es que yo sea un santo y ella me excitaba, mucho.


Está muy buena, linda carita, cuello fino, las tetas no las tiene muy grandes pero parecían talladas en mármol por su dureza, el vientre plano, cadera generosa y culito respingón, además de sus largos y torneados muslos.


Esa noche yo había salido pero no había encontrado a nadie con quien ligar. Ninguna chica parecía dispuesta a entregarse a mis besos. Viendo que amenazaba tormenta me había vuelto a casa temprano.


Estaba desnudo tirado sobre mi cama. Cuando llamó me dio un buen susto. Al principio pensé que le había paso algo. Apenas me dió tiempo a ponerme los vaqueros y un jersey y coger las llaves del BMW que era el primer coche en la salida del garaje del chalet. A mi padre no le importaría que cogiera su carro para ir a buscar a su ojito derecho.


Igual si tenía suerte estaría con alguna de sus amigas y podría distraerme de mi obsesión por mi hermana. Viendo a otra de esas zorritas con las que salía medio desnudas, como solían salir de fiesta.


Al llegar a la puerta de la disco ni siquiera la localizaba. Se había refugiado en un portal un poco más allá. Me llevé una pequeña desilusión al ver que estaba sola. Así que puse la calefacción a tope y abrí la puerta. Su bonita melena castaña chorreaba.


Sabía que es mi hermana pero ¡que buena está!. Con sus larguísimas piernas saliendo del cinturón que ella llama falda. Sus pezones bien marcados en la fina tela que dice ser camiseta, top, no sé nada de ropa femenina. Además la tela era tan fina que mojada se trasparentaba del todo.


Aunque se ve mas piel por ella que si se hubiera puesto solo un sujetador. Y además estaba tan mojada que se trasparentaba, ya se que me repito, pero es que estaba tan buena y adorable, calada en el asiento de cuero, como un cachorrillo.


Me estaba poniendo cardiaco y no es que fuera la primera vez. Con su manía de llevar los mismos microscópicos bikinis que nuestra madrastra. Pasando delante de mí por casa solo con unas braguitas y una de mis camisas abierta del todo.


Enseñándome sus generosos escotes o luciendo esas hermosas piernas que me volvían loco en sus diminutos o ajustadisimos pantalones.


- Estas guapísimo con ese jersey, tato. Deberías ponértelo para ligar. Se te echarían las tías encima.


- Si tu lo dices. Igual tendrías que dejarme salir con tus amigas y así sí que ligaría más.


- ¡Ja! Ninguna de esas zorras te merece. Deberíamos hacer esto más, charlar y "eso". Quedar solos tu y yo.


Considerando que el jersey me lo había regalado ella no era un gran cumplido. Si que era cierto que la prenda se ajustaba a mi torso definido y a mis trabajados abdominales. Pero lo acepté con una sonrisa como cada palabra que salía de sus sensuales labios.


- Sube más la calefacción del coche, por fi.


- Pensando que tendrías frío y estarías mojada ya la tenía a tope.


- ¡Eres un cielo! Mario. Me encanta como me cuidas, tato.


Me había puesto cachondo y si no fuera mi hermana haría rato que hubiera saltado sobre ella. Aún a pesar de tener mis necesidades sexuales bien cubiertas por Sonia, la chica que venía a limpiar a casa.


Se quitó los zapatos de tacón y subió las piernas al asiento de cuero, recogidas bajo el duro culo, con lo que la escasa falda terminó de estrujarse en su cinturita dejándome ver el reducido tanga rojo casi al completo.


Sus rodillas quedaron tan cerca de la palanca del cambio que las rozaba con mis dedos en cada semáforo y cambió de marcha.


Rozó mi torso con sus deditos en una suave caricia, provocándome aún más. Me dijo:


- No tires hasta casa. Busca un algún sitio tranquilo para aparcar, pasar un rato juntos y poder charlar.


Me desvíé hacia un aparcamiento pavimentado que ya conocía. No era cuestión de embarrar todo el coche llevándola al monte. Mi padre se daría cuenta. Solitario y frecuentado por parejitas era el sitio ideal para charlar un rato o eso. Más bien "eso".


El agua resbalaba por los cristales que se empañaron pronto con nuestras respiraciones agitadas y la humedad de su ropa y cabello según se evaporaba con la calefacción.


Recostó el respaldo del asiento, lo que no le hizo ningún favor al poco orden que sus prendas mantenían dejándome ver mucha más de su suave piel.


Charlábamos relajados. Me contó sobre su noche. Yo lo dije que ya estaba en la cama cuando me había llamado. Me preguntó con un acento tan sarcástico que apenas merecía contestación:


- ¿Qué estabas haciendo en la cama y despierto?.


Luego pasamos a hablar algo de sus amigas y otras conocidas.


- ¿Estoy más buena que Sonia?


Me soltó a bocajarro. Yolanda ya sabía que la chica, no podíamos llamarla criada pues nadie la considera así en casa, y yo éramos follamigos desde hacía una temporada. Estaba claro que entre ellas no había secretos.


Entonces fue cuando le pregunté:


- ¿Estas jugando conmigo? Yolanda. Me provocas. Sé que Sonia ya te lo cuenta todo. Que sois muy, muy amigas.


Con una cara de lascivia que apenas pude soportar reuniendo mis últimas reservas de fuerza de voluntad me contestó:


- El juego llegará hasta donde tu quieras... Sonia y yo también jugamos. Ya se que te pajeas con mis fotos en bikini. A partir de ahora tendrás las que me hace Sonia en lencería o desnuda del todo.


Me estaba provocando descarada. Imaginar a las dos haciendo un sesenta y nueve en la cama de Yolanda se la pondría dura al más santo de los varones.


Hasta que por fin me hizo un inequívoco gesto con su dedo índice para que me inclinara sobre ella. Donde me recibió con la boca abierta esperando mi lengua. Me dediqué a juguetear un rato con sus sensuales labios, lamerlos, antes de darle una buena ración de la sin hueso y de saliva.


Tiraba de mi jersey para descubrir mi pecho. Lo que me hizo separar nuestras bocas. Lo aprovechó para besar mis pectorales y mordisquear mis pezones. Incluso a pasar la lengua por mis depiladas axilas.


La polla me apretaba dura dentro de los vaqueros pues cuando me levanté para ir a buscarla no me había puesto ni un slip. Duermo siempre desnudo del todo. Pero ella se encargó de liberarla de su encierro acariciándola con ternura.


Yo tampoco había perdido el tiempo haciéndome con su prieta teta, acariciándola, amasándola y jugando con su duro pezón subiendo mi mano desde el plano y suave vientre.


Como pedía más su cuerpo caliente comencé a masturbarla deslizando un par de dedos bajo su mini, apartando el tanga rojo a un lado. Juro que no le di ni un tirón pero en ese momento la microscópica prenda se me quedó entre los dedos. Me limité a arrojarla a un lado.


Parece que le gustó lo que le hacía y deseaba más. Pues empezó a jadear y a empujarme para que sustituyera los dedos por la lengua. Trabajo al que me dediqué poniendo en ello todo mi empeño. Ya no nos importaba el parentesco, solo disfrutar.


La postura para poder comerle la cuca en los asientos de delante era más que difícil, por no decir imposible. Le di una palmadita en el muslo.


- Anda, pásate atrás.


Ella, más flexible y recogida que yo cruzó entre los dos asientos sin problemas. Con miedo de quedarme atascado me estuve pensando salir a la tormenta y entrar por las puertas de atrás.


Me abroché el botón del pantalón y solo con eso y las playeras salí y volví a entrar en el coche lo más rápidamente que pude. Sin olvidarme de mover los asientos delanteros para hacer más sitio. Ni me molesté en guardar la polla, bajo esa cortina de agua nadie iba a verme.


Al reunirme con mi hermanita en el amplio asiento de atrás se puso a lamer las gotas de agua de la piel de mi pecho. A mordisquear mis pezones y par la lengua por mis axilas, hombros, el cuello y la oreja.


- Como te deseo, tato.


Jadeaba en mi oreja. En el tiempo que había tardado en volver con ella se había terminado de desnudar. Aunque antes había podido ver partes de su bella anatomía al descubierto era la primera vez que veía sin nada encima. Me pareció todavía más bonita.


- ¿No quería que te comiera? Te voy a saborear Yolanda.


- Lo estoy deseando.


La hice ponerse entre los dos asientos de adelante hacia el salpicadero dejando su marmoreo culo encajado y con los pies separados. No me hacia falta ni separar las nalgas con las manos para encajar la cara entre ellas y empezar a saborear tan delicioso manjar.


He de admitir que el olor era algo fuerte. Aunque se había duchado antes de salir, se notaban el sudor, las horas bailando, moviéndose y la excitación que había tenido viendo estos cuerpos deseables en la disco. No me importó, la hacía aún más sabrosa.


Pasé la lengua por toda la raja, explorando. Descubriendo al tacto húmedo de la sin hueso el ano, el perineo, los labios de la vulva y el clítoris. Sus gemidos me indicaban que iba por buen camino. Así que me dediqué a profundizar en la tarea.


Por cómo gemía y suspiraba creo que le di más de un orgasmo solo con la lengua. Clavándola en el coñito o en el ano según mi capricho. Recorriendo y humedeciendo toda la piel de alrededor, de las nalgas a los muslos y la espalda.


- No te vas a escapar con esto hermanito. Tienes que follarme. Quiero probar esa polla tan rica de la que disfruta Sonia.


Se giró demostrando de nuevo su flexibilidad. Tiró de mis vaqueros hasta sacármelos dejándome tan desnudo como ella. Mi polla apuntaba al techo del coche.


Pusó una rodilla a cada lado de mis muslos. Guiando el rabo con su maníta lo llevo a su interior despacio. Degustando la penetración. Agarrando sus nalgas controlaba su movimiento. No quería que acelerara demasiado.


La coleta en la que tenía recogida la melena daba en el techo. Pero yo subía mi cara buscando su boca, sus labios y su lasciva lengua. Dejaba caer su saliva en mi boca y yo se la devolvía mezclada con la mía.


De vez en cuando también bajaba la cabeza para lamer sus tetas y besar los durísimos pezones. Yolanda tampoco tenía quietas las manos, las notaba por todas partes, acariciando, tocando, pellizcando.


- Yoli, me voy a correr. Me tienes muy cachondo.


- Hazlo dentro amor mío. La madrastra me llevó al ginecólogo y tengo puesto un diu desde los diez y ocho.


Fue decirme eso y segundos más tarde me derramaba en su interior. Se quedó encima de mí sin moverse, solo abrazados, hasta que mi polla se salió sola de su xoxito.


- Vamos a tener que limpiar este estropicio antes de que papá cosa el coche mañana.


- No te preocupes, para limpiar el asiento tengo toallitas en el bolso y de limpiarte a tí me encargo yo.


Uniendo acción a la palabra se deslizó entre mis piernas ya tumbado en el asiento y se dedicó a lamer mi nabo. Aunque estaba flojo la caricia de su lengua seguía dándome placer. Dejándolo sin ninguna huella ni de mi semen ni de sus abundantes flujos.


Cuando terminó con tan placentera tarea, al menos para mí, sino a besarme. Me dio a compartir nuestros sabores mezclados en su lengua juguetona. Volví a recibirla entre mis brazos mientras nos besábamos. Nos acariciábamos con ternura demostrándonos de nuevo el cariño de hermanos.


- Tendríamos que volver. Antes de que me la vuelvas a poner dura o no respondo de mis actos.


- No me importaría, pero tienes razón. Es tarde y no quiero que se preocupen por nosotros. Podemos repetir esto cuando queramos ahora que los dos sabemos lo que deseamos. Que nos deseamos.


Volvimos a vestirnos, ella con más rapidez y facilidad que yo. Me puse al volante y volvimos a casa. Dejé el coche en el mismo sitio de donde lo había cogido y todo eso sin que se me fuera la sonrisa tonta de la cara.


Por fin había tenido a mi hermana y yo le había dado todo mi ser. Y lo que es más ella quería seguir con ello.







Tengo pensadas varias aventuras para toda la familia incestuosa, padre, madrastra, los dos hermanos y la criada. Todas empezarán el título con las palabras, el tanga rojo.











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