Espaldas

  • Thread starter ###38150###
  • Start date
3

###38150###

Invitado
Os subo hoy una historia de un enfado ¿Terminará bien o mal?



Espaldas

Sara estaba de lado. Dormía apoyada en su hombro izquierdo, mirando a la mesita de noche. Andrés hacía lo propio, pero hacia la derecha. Los dos de espaldas, acostados junto al borde, no fueran a tocarse. Era siempre así. Eran demasiado orgullosos los dos para reconocer sus errores y para entender que la mayoría de las veces no había un culpable absoluto. Sabían que iban a estar unos cuantos días sin hablarse, y que no sería sino un pequeño detalle (una situación absurda, un roce inesperado, una leve sonrisa) lo que haría que todo volviera a la normalidad como si nada hubiera pasado. Pero hasta entonces, guerra silenciosa. Sara no pudo perdonar que Andrés le fastidiara la salida con sus amigas después de esa jodida semana y Andrés no podía entender que ella no recordara que hacía un mes había cerrado un partido con los amigos. Y cada uno aderezó esa situación con anteriores agravios sin solucionar, recordando milagrosamente afrentas de meses y años anteriores.
Cada uno tenía los ojos abiertos en mitad de la oscuridad, de la una a las dos de la madrugada, mirando al infinito. Pensando en el primer año de su relación, y los cambios sufridos hasta entonces. Eran veinte años más viejos después de aquel primer encuentro donde él vio a la que creyó la mujer más hermosa que nunca había visto y ella al chico más guapo, apuesto y divertido que nunca hubiera imaginado. Los dos se juraron a sí mismos que esa presa no se les podía escapar.
Muchos años después, estaban de uñas en la cama que habrían soñado tener la primera noche que consumaron su amor. Fue en una playa, después de un paseo. Se les hizo de noche sentados mirando al mar después de una larga caminata.
Los dos estaban mirando la última línea de la luz en el horizonte. Esa extraña sensación de quietud y relajación, decorada con el ruido de las olas al romper suavemente en la orilla. Todo el escenario era hipnótico. Y ocurrió lo inevitable. Giraron al mismo tiempo las caras y encontraron sus ojos a escasos centímetros, y sus bocas a escasos milímetros, y la atracción magnética de dos mentes en efervescencia hizo el resto. Él acercó su cabeza con una mano y sus bocas se fusionaron en una, al igual que sus lenguas. Era tan exageradamente apasionado que se olvidaron de respirar. Entonces Andrés se puso encima y con una mano en la nuca de Sara la recostó suavemente en la arena, que todavía guardaba ligeramente algo del calor de un largo día soleado. Sus bocas se besaban, sus pechos se presionaban y sus sexos se frotaban. Ella entonces lo empujó hacia arriba, se quitó la camiseta e hizo lo propio con la de ese chico que había conocido solo tres días antes en una comida en el campo con amigos mutuos. Ahora había más contacto con las pieles, aunque ella seguía con el sujetador. Él entonces siguió besándola profundamente mientras una de sus manos comenzó la búsqueda de las cumbres de los dos hermosos pechos de Sara. Cuando hizo cima, los acarició, pellizcó y retorció prestando atención a los gemidos para aumentar o disminuir la presión y el ritmo. Por aquel entonces, sus sexos ya estaban listos y encantados de conocerse. Andrés se quitó torpemente el slip y apartó a un lado el fino tanga para introducirle la caliente polla en su ansiosa y húmeda vagina. Los dos contuvieron la respiración y una vez dentro espiraron a la vez un suspiro de placer. Ella entonces agarró fuertemente con sus manos el culo de él y lo apretó contra ella. Quería ser invadida hasta el último centímetro de su interior. Sintió electricidad hasta en el último vello de su piel. Y entonces él empezó a follársela cada vez más rápido, y cuando necesitó un segundo para coger aire, ella aprovechó para tomar la iniciativa, subiéndose encima de él y siendo ella ahora la que se lo follaba. Movía solo sus caderas y culo arriba y abajo, manteniendo el resto de su cuerpo casi inmóvil. Su boca dibujaba una o minúscula continuada, dejando escapar a veces suaves gemidos que aumentaban en volumen y ritmo según sintiera entrar o salir esa polla en su interior. Cuando él la vio abrir los ojos después de unos minutos, cogió la batuta de nuevo y se la folló a cuatro patas. Los gemidos dejaron pasos a gritos entrecortados que no hacían sino acelerar el deseado final. Entonces se metió dos dedos en la boca y después acarició, frotó y presionó el clítoris mientras la embestía por detrás. Ninguno quería que esa sensación acabara nunca, y a la vez los dos estaban deseando encaramarse al cielo y llegar al clímax. Entonces ella se giró de nuevo y se tendió en la arena. Elevó su pelvis y puso la toalla bajo su culo. Eso hizo que sintiera la polla estimularle el punto G, y ese detalle precipitó los acontecimientos. Empezó a gritar que se corría y cuando llegó el orgasmo que la hizo vibrar, él sacó su polla y la regó con su amor. Se quedaron tumbados en la arena, tumbados, con los brazos abiertos.
Sin embargo, ahora estaban acurrucados, encerrados en sí mismos. El enfado les impedía pensar con claridad. En cierta forma encontraban algo de placer en ese aislamiento y en la fingida seguridad de creer tener la razón. Ninguno iba a dar su brazo a torcer. En absoluto. No esta vez. Entonces ella recordó la vez que Andrés la recogió un viernes del trabajo con la excusa de llevarla al cine y donde fueron realmente fue a un hotel de playa de la costa de Cádiz donde pasó uno de los fines de semana más felices de su vida. Y él se acordó de aquella vez en ese bar cuando ella estaba en la barra rodeada de tres chicos que querían invitarla a una copa y ella se deshizo de ellos con elegancia y se le acercó con dos cervezas en la mano, tremendamente hermosa, con esos andares de diosa, sonriente, y le abrazó y besó en la boca. Se sintió el elegido.
Un ramalazo de tristeza les encogió a la vez el corazón a los dos. Sin notarlo, los dos suspiraron al mismo tiempo. Y entonces, ella rozó sin querer el pie de él. Y los dos quedaron a la expectativa. Entonces él, sin pensar, acercó su pie al de ella y lo tocó. De nuevo, momento de tensión. Sara no lo pensó y dio el siguiente paso: acercó su espalda a la de Andrés. Sus culos se tocaron.
-¿Estás despierta?
-¿Y tú?
Los dos se rieron por la estupidez de pregunta, y eso fue el inicio de un polvo como el que hacía mucho tiempo no echaban.
Andrés se acercó al oído de Sara y le dijo:
-Te voy a pedir perdón con actos, no con palabras.
Dicho esto, le subió el camisón y le acarició los pechos, tocándole sutilmente los pezones. Sara quitó la almohada, cerró los ojos y se dejó llevar. Andrés acercó su boca a los pechos y comenzó a masajear uno con una mano mientras chupaba delicadamente el otro. Todo eso le producía a Sara unas cosquillas que iban directamente a su bajo vientre. Andrés se encaramó a ella y empezó a darle pequeños besos a ambos lados del cuello, en sus mejillas, en sus párpados cerrados, en su frente, muy, muy superficialmente. Después su lengua se deslizó desde el hombro hasta la oreja izquierda, e hizo lo mismo con la derecha. A continuación chupó el lóbulo izquierdo y sacó la lengua para lamer toda la oreja, exterior e interiormente. Sara no pudo evitar un gemido. Su vagina ya estaba ansiosa, y su otra oreja, a la espera. Cuando Andrés comenzó con ella, ya Sara no pudo evitar acelerar su respiración y deslizar una mano hacia su húmeda vagina. Andrés se dio cuenta y le aprisionó con fuerza la mano contra las sábanas.
-Ahora eres mi esclava. Experimentarás placer cuando y como yo quiera. Relájate y déjate llevar. -le susurró al oído con voz a la vez firme y sensual.
Esas palabras produjeron en ella una entrega absoluta y una mayor sensación de placer. No sabía explicar el porqué, pero a veces le encantaba sentirse dominada y a la merced de su pareja. Sabía que iba a merecer la pena.
Andrés se levantó, cogió las cintas elásticas con las que ellas solía ejercitarse en casa, amarró sus manos y piernas a las cuatro esquinas de la cama y salió de nuevo de la habitación. Sara no podía estar más cachonda. Estaba deseosa de sexo duro, de dolor mezclado con placer, de que la sorprendiera. El morbo se adueñó de sus pensamientos. Y se disparó cuando vio a su marido entrar en la habitación con el espejo regulable del vestidor y lo colocó frente a la cama.
-Ahora solo obsérvate y disfruta.
Andrés le puso la almohada debajo de la cabeza y metió su cabeza entre las piernas. Ella observó en el espejo con atención su nuca, y ver como inclinaba su cabeza y sentir al mismo tiempo el tremendo placer en su clítoris le hizo cerrar momentáneamente los ojos. Pero se dio cuenta que tenía mucha curiosidad por ver la expresión de su cara. No se había visto nunca así. Y le encantaba. Era como si estuviera viendo una película erótica, pero a la vez sintiendo que ella fuera la protagonista, sintiendo el placer de forma directa. Era como realidad virtual. Y entonces, sin saber porqué, dio un paso más en su mente. Ya no era su marido el que le estaba chupando, sino Marcos, el chico de ventas de la oficina. El que prometía músculos definidos debajo de esas camisas ajustadas y deliberadamente arrugadas. Y esos jeans descuidados. Le encantaba su estilo. Y su espalda. Lo tenía todo el día enfrente, sentado con sus cascos. Cuando se estiraba por la mañana parecía que su camisa se iba a romper. Y cuando se retrepaba en la silla con un brazo detrás de la cabeza era ella la que se imaginaba debajo de su mesa, chupándole. Pues ahora era él quien la estaba chupando, y solo le veía por detrás, como siempre. Empezó a contorsionarse.
Marcos le metió un dedo, mientras seguía chupándola. La simple fantasía hacía que el placer fuera doble. Verse en el espejo, el triple. De repente sintió otro dedo dentro, y los lametones en el clítoris se aceleraron, así como sus gemidos. No podía aguantar más: quería su polla martilleándola, fuerte, dentro. Fue pensar en Marcos follándosela cuando le vino el orgasmo.
-¡NO PARES AHORA! ¡MÁS RÁPIDO, MÁS FUERTE, MÁS DENTRO!
Su cuerpo convulsionó en múltiples calambres de placer que fueron espaciándose poco a poco. Cuando llegó el que creía que era el último y cerró los ojos, la hermosa polla de Marcos entró en ella. Sara vio su culo moviéndose sensualmente y sus fuerte espalda cubriéndola, esa espalda que tan acostumbrada estaba a ver. Sentir su polla y ver su culo desnudo embistiéndola le hizo comprender que el segundo orgasmo estaba próximo. Ahora se imaginaba tendida en su mesa del trabajo cuando todo el mundo había fichado la salida y Marcos se la estaba follando de pie, levantándole las piernas. Entonces empezó a gritar, sabiendo que era el preludio de la explosión. Y, efectivamente así fue. También Marcos dio un pequeño grito y se corrió en su interior, como a ella le gustaba. Le gustaba notar salir el semen caliente de su vagina. Era como la prueba de haberse fundido en solo uno. Entonces cerró los ojos un segundo y al abrirlos su marido besó sus labios. Se sintió tremendamente feliz y satisfecha, y cayó rendida en un sueño reparador, de nuevo en paz con su pareja y con las manos y pies todavía atados.
 
Hola, buenas noches.

Bueno, ya se sabe que lo mejor de las broncas de pareja son las reconciliaciones, ¿no?

Saludos y gracias

Hotam
 
Atrás
Top Abajo