Espiando a Bea mirando al futuro. [Se ruega NO volver a escribir otro título todo en mayúsculas]

berserk37

Miembro muy activo
Desde
22 Jun 2023
Mensajes
505
Reputación
2,749
Cristina se puso en contacto conmigo para que participara en el homenaje al relato de ESPIANDO A BEA de Randor, tengo que reconocer que tuve muchas dudas, pero al final acepte. Ha sido un reto para mí, este relato ha sacado a relucir dudas e inseguridades, pero creo que he conseguido llevarlo a buen puerto, también quiero agradecer a Cristina (Estrella de las nieves) todo lo que me ha ayudado con la ortografía y la gramática de mi relato también dándome ánimos en los momentos de bajón, espero que disfrutéis de este relato tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO

1-Empezar de cero.


Estaba a punto de salir de mi propia casa cuando me lo pensé dos veces, ¿por qué debería salir yo como un ladrón en medio de la noche? Durante todas las horas que me pasé escondido, llegué a pensar que me había comportado como un cobarde; aunque, en el fondo, me quería excusar diciendo que lo que deseaba era comprobar si Bea sería capaz de llegar hasta el final. Y, sin embargo, la realidad era incuestionable, ya había traspasado las líneas rojas hacía unas cuantas horas.

Esa noche aprendí una lección que nunca podría olvidar pues se me quedo grabada a fuego, si quieres que una pareja siga siendo una pareja tiene que ser cosa de dos. En eso soy tan culpable como ella, me pregunto si seré capaz de perdonarme a mi mismo. Tenía una mujer de bandera a mi lado, me amaba, de eso no tenía ninguna duda, lo estropeé, eso es innegable, ella no quería participar en estos juegos, no estaba segura; yo, sin embargo, sí lo estaba. Demostré ser un necio, una mujer como Bea había decidido compartir su vida solo conmigo y la lance a los brazos de esos hombres.

Cada día arriesgaba más, con retos más arriesgados, a los que ella en principio se resistía pero a los que yo empujaba, y el último fue una escalada sin cuerda. Un mal paso y te precipitabas al vacío, ahora mismo me encontraba cayendo, una caída que parecía no tener fin. Subestimé a Quique, estaba tan seguro que nuestro amor era a prueba de todo, que me lo jugué a una carta, dicen que la banca siempre gana y se volvía a demostrar. Los sonidos que me llegaban del cuarto de invitados eran el hilo musical de mi derrota.

Tenía las fotos de mi futura ex en la mano, esas fotografías ya no me pertenecían, yo era culpable de iniciar el camino que le había traído a este instante donde se encontraba siendo penetrada por el profesor de baile, la decisión de follar con él fue de ella, en eso yo no tenía ninguna responsabilidad. El sobre con la dedicatoria me quemaba en la mano, busque un bolígrafo, tache mi nombre poniendo el de Quique en su lugar.

Tenía una oferta de trabajo en Madrid, difícil de rechazar, a la que di largas en su momento, de haber estado sin pareja la habría aceptado sobre la marcha, pero eso significaría separarme de Bea durante meses y solo vernos los fines de semana, en vacaciones o en los puentes que se fueran dando durante el año, y a eso me resistía. Esta relación se convertiría en algo inviable, ya no tenía ninguna excusa para no aceptarla. Solo quedaba una cosa por hacer, romper el único lazo que me retenía aquí.

Romper ese lazo era la decisión más dura que había tomado en mi vida, no podría volver a confiar en ella. Cada viaje se convertiría en un infierno, eso destruiría nuestra relación y mi trabajo, sin confianza no hay relación. Había llegado el momento, tomé una bocanada de aire y miré al frente, empezando a caminar hacia la habitación de invitados. No quería ver lo que allí estaba ocurriendo pero era inevitable pasar por ese lacerante momento.

Por cada paso, los sonidos eran más claros, la mujer que amaba estaba disfrutando como nunca lo hizo conmigo, llegue al umbral de la puerta. Quique seguía sobre ella haciendo que ella aullase con cada penetración, no tenía ninguna gana de seguir viendo esto, tire el sobre y las fotos sobre ellos.

Quique al notar que algo golpeo su espalda, saco su polla de aquel húmedo coño, y miró hacia atrás. El reflejo de sus ojos era del absoluto triunfador, él sabía de nuestro juego y lo supo usar en su favor. Las cartas estaban marcadas, teníamos las de perder, estaba claro que yo jugaba con desventaja. Bea, al menos, saco algo a su favor, probó una de esas pollas que tanto la obsesionaban últimamente. Su rostro era todo un poema, si llega a ponerse más blanca se mimetizaría con las sabanas.

Era incapaz de mirarme a los ojos, del blanco paso al rojo por la vergüenza, estoy seguro de que era la última persona, que en ese momento, que quería ver allí. Eso que no sabía todo lo que había visto en esa fatídica noche, qué más daba, la había pillado con las manos en la masa. No había excusas ni cabían explicaciones, todo era claro como el agua.

Bea intentó decir algo, pero mi cara le dejó claro que lo sabía todo. Cogió el sobre con sus manos y leyó la dedicatoria, sus diques cedieron. Lágrimas como puños de grandes empezaron a descender por su precioso rostro, no me gustaba verla de ese modo, me había traicionado, y seguramente, en el futuro, me volvería a traicionar, lo peor era que mi corazón seguía amándola pero mi razón me decía que esto estaba muerto y decidí hacer caso a la razón.

• Carlos yo…

• Déjalo, Bea, lo he presenciado con mis propios ojos, no puedes hacer nada que cambie eso.

Miró al sobre donde mi nombre estaba tachado, en su lugar se encontraba el del profesor de baile, éste seguía de pie exhibiendo su polla con una sonrisa de triunfador. El que fue el amor de mi vida hasta esa noche lloró cuando entendió el significado del cambio de nombre.

• Yo te quiero a ti, Carlos – lloraba con tanta amargura que estuvo a punto de ablandar mi corazón, pero me contuve.

• Me amaste, de eso no tengo ninguna duda, pero ya no; esta noche has emprendido un camino al que no puedo seguirte – estaba sorprendido de lo calmado que estaba.

El sobre temblaba en las manos de Bea, Quique no se movió ni un centímetro, si la mujer que tenía al lado le hubiera importado un poquito, ahora estaría abrazándole; sin embargo, él prefería intentar burlarse de mí. Ya no me sentía humillado, estaba vació, una parte muy importante de mi alma se desvaneció esa noche y no había vuelta atrás.

Me di media vuelta, empecé a caminar, una voz me detuvo, era su voz, una voz acongojada por el dolor que estaba sintiendo, esta mañana tenía que ser especial para los dos, y en verdad, lo estaba siendo, pero en el peor sentido de la palabra.

• ¡No me dejes, por favor! – no quise mirarla, sabía que mi armadura terminaría por desquebrajarse.

• No puedo dejar a una persona que ya me había dejado antes a mí.

• ¡¡¡Carlos!!!

• Espero que salgas de esta casa y te lleves tus cosas, tiene unos días, todavía no sé que voy a hacer con ella, tal vez la venda o tal vez la queme.

Esas fueron mis últimas palabras, me dirigí hacia la salida con paso firme, ese llanto lleno de dolor hacía que mi alma llorase, pero la decisión estaba tomada. Abrí la puerta de salida sin mirar atrás y me dirigí hacia el Jeep, una vez que arranqué, no sabía a donde ir, lo único que sabía era que necesitaba conducir para lograr sacar esa ira que me consumía segundo a segundo.

Algunas personas dicen que es mejor haber amado y haber perdido, que jamás haber sentido lo que es el amor, eso lo decían porque no sentían el profundo dolor que estaba sintiendo. En un momento llevé mi mano hacia el pecho, notaba como si algo me perforara e intentara arrancarme el corazón. Tal vez debería, de esa manera dejaría de sufrir.

Los kilómetros iban pasando, conducir siempre me había relajado, en esta ocasión por lo menos hizo que mis malos pensamientos desaparecieran momentáneamente, pise el freno y paré. El último tramo lo conduje con los ojos cerrados y una sonrisa, llamadme estupido, solo me venían a la mente los buenos momentos que pasé junto a mi preciosa rubia. Abrí los ojos, me encontraba en un mirador. En él fue donde le pedí salir.

Recuerdo esa tarde, como si fuera ayer, cuando me empecé a preparar y repetía, una y otra vez, el discurso que le iba a soltar a Bea. Me miré al espejo, estaba guapo, pero comparado con ella yo parecía el patito feo. Golpee mi rostro con mis dos manos, para darme ánimos, después de salir de casa pasaría por la floristería de Dolores, una vecina y amiga de mi madre.

Jamás había comprado flores, mi vecina era una experta y de seguro me ayudaría a elegir el mejor de los ramos, para mi futura novia, Cuando entré en la floristería, Dolores se extrañó pues no lo había hecho nunca.

• ¿Cómo tú por aquí Carlos?

• Quería un ramo para una chica – me salió hasta un gallo de lo nervioso que estaba.

• ¿Para una chica, eh?

• Si se llama Bea y es una preciosidad.

• ¿Cuáles son sus flores preferidas?

No tuve que pensarlo mucho, los tulipanes, desde que estuvo en holanda por su trabajo, volvió enamorada de esa flor.

• Le encantan los tulipanes – dije con una sonrisa en la boca.

• Tiene buen gusto, no la dejes escapar – me puse más rojo que las rosas que adornaban la floristería.

Mi vecina preparó el ramo con sumo cuidado, eligiendo sus mejores tulipanes, cuando lo tuvo preparado me lo dio. No quiso cobrarme nada y me deseó mucha suerte, con ese ramo, seguro que no la necesitaba. Monté en el coche, poniéndome en marcha hacia el día más feliz de mi vida o el agujero más profundo del infierno, si era rechazado.

Cuando llegué, Bea ya se encontraba esperándome, apoyada a la valla; llevaba un vestido de color azul con un generoso escote, y la falda hasta la rodilla. Estaba, cómo decirlo, increíble. Mis manos temblaban tanto que el ramo estuvo a puntito de acabar en el suelo, por suerte para mí, esa mujer de cabellos dorados como el sol, se movió rápido y pudo cogerlo.

Olió el ramo, la cara que puso no se puede explicar con palabras, mi corazón empezó a palpitar con tal intensidad que creí que me daba un infarto. Estaba preparado para declararme, pero no me salió ninguna de las palabras. Tanto ensayar y en el último memento mi garganta sé cerro aprisionando ese discurso que me haría el hombre más feliz del mundo si ella aceptaba.

Bea, sabía lo que pretendía, mirándome a los ojos con los suyos anegados en lágrimas, me dijo que sí. Grite a pleno pulmón, creo que se enteraron de punta a punta de la ciudad que el ángel rubio, como se le conocía, había decidido salir conmigo.

Dentro del coche sonreía recordando todo aquello, la noche era fresca, y aun así, no tenía frió, salí del Jeep. Camine hasta el barandado, copié la postura que tenía ella aquel día y durante un instante me sentí feliz, todo lo ocurrido la noche anterior era un mal sueño y estaba a punto de despertarme para volver junto a ella.

La magia se rompió cuando abrí los ojos y supe que aquella vida feliz había saltado por los aires, mi única salida era tirar para adelante y para eso tenía que viajar a Madrid. Ciudad nueva, trabajo nuevo, así, con un poco de suerte el dolor también desaparecería. Cerca del mirador había un pequeño hotel familiar, lo construyeron reformando un antiguo caserón. La verdad es que era muy bonito y acogedor, cogí una habitación, tenía la intención de descansar.

Solo conseguí dormir un par de horas, llené la bañera de agua tibia y me sumergí en ella, no sé cuanto tiempo estuve allí, pero la verdad que el cansancio y el dolor muscular desaparecieron. Fui al comedor, ese hotel tenía fama de hacer una de las mejores comidas caseras de la ciudad, tengo que decir que así era, cogí una de las tarjetas, en un futuro volvería allí aunque solo fuera a comer.

Ya estaba preparado para emprender el viaje hacia mi nueva vida, me preguntaba qué me depararía el futuro. El puesto de trabajo era realmente bueno, ese no sería ningún problema, ellos me ponían una casa cerca de la empresa que me permitiría poder ir haciendo ejercicio y no gastar tanta gasolina, ese tampoco sería un problema. El problema venía porque seguía enamorado de una mujer que no me guardó ni un mínimo de respeto y parecía que no tenía visos de que eso fuera a cambiar a corto plazo. Seguía autoconvenciéndome y autoengañándome.

Me comprometería con el trabajo, todavía me tenía que poner al día, de muchísimas cosas, me asignarían a un proyecto que llevaba tiempo en marcha, el tiempo que necesitaría para ponerme al día, me vendría bien para no pensar en ella. Esa era la idea, ¿me saldría bien?, pronto tendría respuesta para esa pregunta y mil más que habrían de surgir ante mi baja autoestima.

Para cuando me di cuenta estaba entrando en la ciudad de Madrid, parecía mentira que no hacía veinticuatro horas viajaba en dirección contraria, lleno de ilusión y felicidad y ahora volvía a entrar decepcionado y lleno de amargura. Dicen que el tiempo, todo lo cura, pondría a prueba esa frase.

Había quedado con Silvia, dueña de la empresa y mi jefa directa, ella misma sería la que me haría un tour, además de presentarme a mis nuevos compañeros. Silvia era una mujer rubia, muy guapa, era mayor que yo, pero tenía un cuerpo cincelado a base de gimnasio. A primera vista aparentaba mínimo diez años menos de los que tenía, lo que más me impresiono de ella y, por lo que me decanté en aceptar el puesto, es por su impresionante currículum, no estaría errado si dijera que era una de las mejores del mundo en su campo.

En mi anterior empresa no tenía forma humana de conseguir un ascenso, esos ya estaban adjudicados a dedo, eran para los hijos, sobrinos y demás familia de los jefes, aunque ninguno tuviera ni estudios, menos aún experiencia y capacidad para afrontar la exigencia de un puesto de tal envergadura. Llegue al hotel donde me hospedé hacía veinticuatro horas y volví a pedir una habitación, no tenía tiempo de descansar, me asee y después de sacar mi traje del porta trajes, vi que estaba impecable.

Es increíble lo que cambia uno después de una buena ducha y un afeitado, ya estaba preparado para dirigirme a empezar mi nueva vida. Silvia me consiguió un aparcamiento provisional, hasta que me adjudicaran el que me correspondía. Según me acercaba cada vez estaba más nervioso, lo que más valoraba de una empresa era el ambiente de trabajo, para mí era más importante incluso que el sueldo.

Por fin llegué, mi jefa me esperaba en la entrada, paré el Jeep.

• Deja el coche en este aparcamiento, el guarda ya está avisado, te dejará pasar.

No solo era hermosa, su sola presencia infundía respeto, si alguno se pasaba de listo, estaba seguro de que no le temblaría el pulso a la hora de ponerlo en su sitio o, llegado el caso, de patitas en la calle. Como me dijo, pasé sin problemas, camine hasta la entrada y salude a la que iba a ser mi mentora desde ese momento.

• Buenos días, señora – dije mientras le daba la mano, lo de señora no sé si fue una buena idea.

• Buenos días a ti también, ja, ja, ja cada vez que escucho lo de señora me hace sentir mayor.

• Lo siento yo…

• No se preocupe, ahora le enseñaré toda la empresa sección por sección y dejaremos a sus nuevos compañeros de proyecto para el final, ¿le parece bien?

• Me parece perfecto.

Entré detrás de ella, tenía unos andares felinos, era una mujer hermosa y ella lo sabía, por lo que a bien seguro, sacaba partido de ello, también me di cuenta de que lo que ella más valoraba era la inteligencia y el compromiso. De eso tenía de sobra, según llegamos a la primera planta sentí una sensación como de estar en zona de guerra. No lo percibí de todo el mundo, pero muchos de ellos me miraban como si quisiera quitarles el puesto de trabajo, lo peor de todo es que éste ni siquiera era mi departamento.

Cuando llegáramos al mío, sentí la necesidad de salir corriendo en dirección contraria, gracias a ese pensamiento esboce una pequeña sonrisa que no paso desapercibida para mi nueva jefa.

• ¿Qué ha visto para que esa sonrisa le apareciera en el rostro?

• No es lo que he visto, sino lo que he sentido.

• ¿Qué es lo que ha sentido entonces?

• Que estoy en zona de guerra.

Empezó a reírse a mandíbula partida, incluso se le saltaron las lágrimas, me dijo que a ella le solía pasar lo mismo, solo que todos los días, y siempre se había preguntado si era la única. Terminamos riendo los dos, las risas se cortaron cuando llegamos a la cuarta planta. Esta sería la mía por lo que la tensión se podía cortar con un cuchillo. Mientras las mujeres me recibieron cordialmente, en los hombres note una agresividad escondida detrás de una falsa sonrisa. Silvia también lo noto, fui consciente por la mirada que echo a dos de ellos, después de eso la tensión fue disminuyendo.

A media mañana, ya Pude echar un vistazo al proyecto y valorarlo, era muy bueno, tenían unas ideas magníficas, lo que no conseguían era materializarlas con éxito. Para eso estaba yo allí, mi especialidad era el diseño, con esas ideas tan bien estructuradas me sería mucho más fácil hacerlos para que ese proyecto pareciera interesante y fresco a ojos de posibles clientes.

Me puse manos a la obra en cuanto llegué, mantenerme ocupado era lo único que impedía que volviera a pensar en Bea. Al entrar el último en un proyecto que estaba avanzadísimo, me costaría ponerme al día y que los demás me aceptaran, eso significaba más horas de trabajo, pero también más horas concentrado dejando de lado lo mal que me sentía por la ruptura.

Durante las horas de trabajo conseguía evadirme, al final todos mis compañeros resultaron ser buena gente y me ayudaban en todo lo que podían, yo exponía mis ideas sobre el diseño, ese gesto les gustó. Empecé a pasar noches enteras en mi despacho pues me resultaba más fácil estar allí que en la habitación del hotel mirando al techo y preguntándome si la que fue el amor de mi vida, lo estaría pasando tan mal como yo.

Luego estaba lo de Javi, al final decidí llamarlo y quedar con él en Madrid, prefería contárselo en persona, para que viera con sus propios ojos las pruebas que recopile durante toda esa fatídica madrugada, serian las diez de la noche cuando me tome un descanso y decidí llamarlo.

• Hombre, desaparecido, ¿al final has aceptado la oferta verdad?

• Así es, pero no te he llamado para hablar de eso.

• Carlos, me coges en mal momento, me dirijo al aeropuerto pues me mandan durante esta semana a Barcelona, qué te parece si el viernes te llamo, me pido unos días libres y me paso por Madrid, así podremos vernos y hablar tranquilamente.

• Me parece muy bien, Javi.

• Te noto raro, cuando nos veamos ya puedes contarme que ha pasado para que cortaras tan repentinamente con Bea, aquí nadie suelta prenda.

• No te preocupes, el día que nos veamos te lo contaré con pelos y señales.

Javi me colgó, estaba llegando al aeropuerto, deje el móvil sobre la mesa. Sabía lo duro que seria para él lo de Nerea, pero tenía que saber la verdad, era un buen hombre que no se merecía que lo engañaran de esa manera. Me fui a la sala de descanso y me hice un café, tenían una cafetera de esas italianas, no tendría que volver a tomar un café de máquina nunca más.

Fue una semana intensa, los primeros bocetos de los diseños les encantaron a mis compañeros, también pude ver que mi jefa estaba emocionada por los resultados. Yo seguía pasando las noches en mi oficina, cuando paraba de trabajar, lloraba en soledad cubierto por un manto de oscuridad que me proporcionaba la noche. El viernes decidí volver a mi habitación del hotel, como en mi oficina tenía baño con ducha, solo pasaba por el hotel para coger ropa o mandarla a la tintorería. Apenas dormí esa noche, me tomé un par de whiskys que empeoraron más las cosas. Cuando La luz del sol empezó a entrar por la ventana, decidí ducharme y salir a correr un poco por el parque del retiro. A esas horas de la mañana no me encontré con muchas personas, Javi no se había puesto en contacto conmigo.

La verdad es que no hice caso al móvil en toda la semana, Bea seguía mandando mensajes y no tenía ganas de leerlos, pero algo me decía que los últimos que me habían llegado eran importantes, los abrí, terminé de rodillas mirando el móvil mientras las manos me temblaban. En el último mensaje Bea me avisaba de que Javi había intentado suicidarse, lo habían ingresado muy grabe, estaba en coma.

Javi era una persona muy alegre y positiva, si había decidido tomar ese camino era porque había sido testigo de algo que lo quebró por completo, había llegado tarde. Hablaría con mi jefa, me tomaría unos días libres, volvería a mi antigua ciudad para cuidar de mi amigo, lo que me aterraba era que la que fue mi ángel rubio también estuviera allí.

Continuará.
 
Joer. No recuerdo bien la Historia original. Tengo algunos recuerdos
En el original creo que mi tocayo no era un consentidor y por eso corto con Ella. Creo que Nerea también tuvo sexo, no recuerdo bien si con Quique o con otro.
Pero en está versión, tiene pinta de que con Silvia va a haber una bonita Historia.
Javier, me temo que ha descubierto la infidelidad de la otra zorra del relato, Nerea.
Si alguien que recuerda, el original me puede hacer un resumen, mejor.
 
Cristina se puso en contacto conmigo para que participara en el homenaje al relato de ESPIANDO A BEA de Randor, tengo que reconocer que tuve muchas dudas, pero al final acepte. Ha sido un reto para mí, este relato ha sacado a relucir dudas e inseguridades, pero creo que he conseguido llevarlo a buen puerto, también quiero agradecer a Cristina (Estrella de las nieves) todo lo que me ha ayudado con la ortografía y la gramática de mi relato también dándome ánimos en los momentos de bajón, espero que disfrutéis de este relato tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO

1-Empezar de cero.


Estaba a punto de salir de mi propia casa cuando me lo pensé dos veces, ¿por qué debería salir yo como un ladrón en medio de la noche? Durante todas las horas que me pasé escondido, llegué a pensar que me había comportado como un cobarde; aunque, en el fondo, me quería excusar diciendo que lo que deseaba era comprobar si Bea sería capaz de llegar hasta el final. Y, sin embargo, la realidad era incuestionable, ya había traspasado las líneas rojas hacía unas cuantas horas.

Esa noche aprendí una lección que nunca podría olvidar pues se me quedo grabada a fuego, si quieres que una pareja siga siendo una pareja tiene que ser cosa de dos. En eso soy tan culpable como ella, me pregunto si seré capaz de perdonarme a mi mismo. Tenía una mujer de bandera a mi lado, me amaba, de eso no tenía ninguna duda, lo estropeé, eso es innegable, ella no quería participar en estos juegos, no estaba segura; yo, sin embargo, sí lo estaba. Demostré ser un necio, una mujer como Bea había decidido compartir su vida solo conmigo y la lance a los brazos de esos hombres.

Cada día arriesgaba más, con retos más arriesgados, a los que ella en principio se resistía pero a los que yo empujaba, y el último fue una escalada sin cuerda. Un mal paso y te precipitabas al vacío, ahora mismo me encontraba cayendo, una caída que parecía no tener fin. Subestimé a Quique, estaba tan seguro que nuestro amor era a prueba de todo, que me lo jugué a una carta, dicen que la banca siempre gana y se volvía a demostrar. Los sonidos que me llegaban del cuarto de invitados eran el hilo musical de mi derrota.

Tenía las fotos de mi futura ex en la mano, esas fotografías ya no me pertenecían, yo era culpable de iniciar el camino que le había traído a este instante donde se encontraba siendo penetrada por el profesor de baile, la decisión de follar con él fue de ella, en eso yo no tenía ninguna responsabilidad. El sobre con la dedicatoria me quemaba en la mano, busque un bolígrafo, tache mi nombre poniendo el de Quique en su lugar.

Tenía una oferta de trabajo en Madrid, difícil de rechazar, a la que di largas en su momento, de haber estado sin pareja la habría aceptado sobre la marcha, pero eso significaría separarme de Bea durante meses y solo vernos los fines de semana, en vacaciones o en los puentes que se fueran dando durante el año, y a eso me resistía. Esta relación se convertiría en algo inviable, ya no tenía ninguna excusa para no aceptarla. Solo quedaba una cosa por hacer, romper el único lazo que me retenía aquí.

Romper ese lazo era la decisión más dura que había tomado en mi vida, no podría volver a confiar en ella. Cada viaje se convertiría en un infierno, eso destruiría nuestra relación y mi trabajo, sin confianza no hay relación. Había llegado el momento, tomé una bocanada de aire y miré al frente, empezando a caminar hacia la habitación de invitados. No quería ver lo que allí estaba ocurriendo pero era inevitable pasar por ese lacerante momento.

Por cada paso, los sonidos eran más claros, la mujer que amaba estaba disfrutando como nunca lo hizo conmigo, llegue al umbral de la puerta. Quique seguía sobre ella haciendo que ella aullase con cada penetración, no tenía ninguna gana de seguir viendo esto, tire el sobre y las fotos sobre ellos.

Quique al notar que algo golpeo su espalda, saco su polla de aquel húmedo coño, y miró hacia atrás. El reflejo de sus ojos era del absoluto triunfador, él sabía de nuestro juego y lo supo usar en su favor. Las cartas estaban marcadas, teníamos las de perder, estaba claro que yo jugaba con desventaja. Bea, al menos, saco algo a su favor, probó una de esas pollas que tanto la obsesionaban últimamente. Su rostro era todo un poema, si llega a ponerse más blanca se mimetizaría con las sabanas.

Era incapaz de mirarme a los ojos, del blanco paso al rojo por la vergüenza, estoy seguro de que era la última persona, que en ese momento, que quería ver allí. Eso que no sabía todo lo que había visto en esa fatídica noche, qué más daba, la había pillado con las manos en la masa. No había excusas ni cabían explicaciones, todo era claro como el agua.

Bea intentó decir algo, pero mi cara le dejó claro que lo sabía todo. Cogió el sobre con sus manos y leyó la dedicatoria, sus diques cedieron. Lágrimas como puños de grandes empezaron a descender por su precioso rostro, no me gustaba verla de ese modo, me había traicionado, y seguramente, en el futuro, me volvería a traicionar, lo peor era que mi corazón seguía amándola pero mi razón me decía que esto estaba muerto y decidí hacer caso a la razón.

• Carlos yo…

• Déjalo, Bea, lo he presenciado con mis propios ojos, no puedes hacer nada que cambie eso.

Miró al sobre donde mi nombre estaba tachado, en su lugar se encontraba el del profesor de baile, éste seguía de pie exhibiendo su polla con una sonrisa de triunfador. El que fue el amor de mi vida hasta esa noche lloró cuando entendió el significado del cambio de nombre.

• Yo te quiero a ti, Carlos – lloraba con tanta amargura que estuvo a punto de ablandar mi corazón, pero me contuve.

• Me amaste, de eso no tengo ninguna duda, pero ya no; esta noche has emprendido un camino al que no puedo seguirte – estaba sorprendido de lo calmado que estaba.

El sobre temblaba en las manos de Bea, Quique no se movió ni un centímetro, si la mujer que tenía al lado le hubiera importado un poquito, ahora estaría abrazándole; sin embargo, él prefería intentar burlarse de mí. Ya no me sentía humillado, estaba vació, una parte muy importante de mi alma se desvaneció esa noche y no había vuelta atrás.

Me di media vuelta, empecé a caminar, una voz me detuvo, era su voz, una voz acongojada por el dolor que estaba sintiendo, esta mañana tenía que ser especial para los dos, y en verdad, lo estaba siendo, pero en el peor sentido de la palabra.

• ¡No me dejes, por favor! – no quise mirarla, sabía que mi armadura terminaría por desquebrajarse.

• No puedo dejar a una persona que ya me había dejado antes a mí.

• ¡¡¡Carlos!!!

• Espero que salgas de esta casa y te lleves tus cosas, tiene unos días, todavía no sé que voy a hacer con ella, tal vez la venda o tal vez la queme.

Esas fueron mis últimas palabras, me dirigí hacia la salida con paso firme, ese llanto lleno de dolor hacía que mi alma llorase, pero la decisión estaba tomada. Abrí la puerta de salida sin mirar atrás y me dirigí hacia el Jeep, una vez que arranqué, no sabía a donde ir, lo único que sabía era que necesitaba conducir para lograr sacar esa ira que me consumía segundo a segundo.

Algunas personas dicen que es mejor haber amado y haber perdido, que jamás haber sentido lo que es el amor, eso lo decían porque no sentían el profundo dolor que estaba sintiendo. En un momento llevé mi mano hacia el pecho, notaba como si algo me perforara e intentara arrancarme el corazón. Tal vez debería, de esa manera dejaría de sufrir.

Los kilómetros iban pasando, conducir siempre me había relajado, en esta ocasión por lo menos hizo que mis malos pensamientos desaparecieran momentáneamente, pise el freno y paré. El último tramo lo conduje con los ojos cerrados y una sonrisa, llamadme estupido, solo me venían a la mente los buenos momentos que pasé junto a mi preciosa rubia. Abrí los ojos, me encontraba en un mirador. En él fue donde le pedí salir.

Recuerdo esa tarde, como si fuera ayer, cuando me empecé a preparar y repetía, una y otra vez, el discurso que le iba a soltar a Bea. Me miré al espejo, estaba guapo, pero comparado con ella yo parecía el patito feo. Golpee mi rostro con mis dos manos, para darme ánimos, después de salir de casa pasaría por la floristería de Dolores, una vecina y amiga de mi madre.

Jamás había comprado flores, mi vecina era una experta y de seguro me ayudaría a elegir el mejor de los ramos, para mi futura novia, Cuando entré en la floristería, Dolores se extrañó pues no lo había hecho nunca.

• ¿Cómo tú por aquí Carlos?

• Quería un ramo para una chica – me salió hasta un gallo de lo nervioso que estaba.

• ¿Para una chica, eh?

• Si se llama Bea y es una preciosidad.

• ¿Cuáles son sus flores preferidas?

No tuve que pensarlo mucho, los tulipanes, desde que estuvo en holanda por su trabajo, volvió enamorada de esa flor.

• Le encantan los tulipanes – dije con una sonrisa en la boca.

• Tiene buen gusto, no la dejes escapar – me puse más rojo que las rosas que adornaban la floristería.

Mi vecina preparó el ramo con sumo cuidado, eligiendo sus mejores tulipanes, cuando lo tuvo preparado me lo dio. No quiso cobrarme nada y me deseó mucha suerte, con ese ramo, seguro que no la necesitaba. Monté en el coche, poniéndome en marcha hacia el día más feliz de mi vida o el agujero más profundo del infierno, si era rechazado.

Cuando llegué, Bea ya se encontraba esperándome, apoyada a la valla; llevaba un vestido de color azul con un generoso escote, y la falda hasta la rodilla. Estaba, cómo decirlo, increíble. Mis manos temblaban tanto que el ramo estuvo a puntito de acabar en el suelo, por suerte para mí, esa mujer de cabellos dorados como el sol, se movió rápido y pudo cogerlo.

Olió el ramo, la cara que puso no se puede explicar con palabras, mi corazón empezó a palpitar con tal intensidad que creí que me daba un infarto. Estaba preparado para declararme, pero no me salió ninguna de las palabras. Tanto ensayar y en el último memento mi garganta sé cerro aprisionando ese discurso que me haría el hombre más feliz del mundo si ella aceptaba.

Bea, sabía lo que pretendía, mirándome a los ojos con los suyos anegados en lágrimas, me dijo que sí. Grite a pleno pulmón, creo que se enteraron de punta a punta de la ciudad que el ángel rubio, como se le conocía, había decidido salir conmigo.

Dentro del coche sonreía recordando todo aquello, la noche era fresca, y aun así, no tenía frió, salí del Jeep. Camine hasta el barandado, copié la postura que tenía ella aquel día y durante un instante me sentí feliz, todo lo ocurrido la noche anterior era un mal sueño y estaba a punto de despertarme para volver junto a ella.

La magia se rompió cuando abrí los ojos y supe que aquella vida feliz había saltado por los aires, mi única salida era tirar para adelante y para eso tenía que viajar a Madrid. Ciudad nueva, trabajo nuevo, así, con un poco de suerte el dolor también desaparecería. Cerca del mirador había un pequeño hotel familiar, lo construyeron reformando un antiguo caserón. La verdad es que era muy bonito y acogedor, cogí una habitación, tenía la intención de descansar.

Solo conseguí dormir un par de horas, llené la bañera de agua tibia y me sumergí en ella, no sé cuanto tiempo estuve allí, pero la verdad que el cansancio y el dolor muscular desaparecieron. Fui al comedor, ese hotel tenía fama de hacer una de las mejores comidas caseras de la ciudad, tengo que decir que así era, cogí una de las tarjetas, en un futuro volvería allí aunque solo fuera a comer.

Ya estaba preparado para emprender el viaje hacia mi nueva vida, me preguntaba qué me depararía el futuro. El puesto de trabajo era realmente bueno, ese no sería ningún problema, ellos me ponían una casa cerca de la empresa que me permitiría poder ir haciendo ejercicio y no gastar tanta gasolina, ese tampoco sería un problema. El problema venía porque seguía enamorado de una mujer que no me guardó ni un mínimo de respeto y parecía que no tenía visos de que eso fuera a cambiar a corto plazo. Seguía autoconvenciéndome y autoengañándome.

Me comprometería con el trabajo, todavía me tenía que poner al día, de muchísimas cosas, me asignarían a un proyecto que llevaba tiempo en marcha, el tiempo que necesitaría para ponerme al día, me vendría bien para no pensar en ella. Esa era la idea, ¿me saldría bien?, pronto tendría respuesta para esa pregunta y mil más que habrían de surgir ante mi baja autoestima.

Para cuando me di cuenta estaba entrando en la ciudad de Madrid, parecía mentira que no hacía veinticuatro horas viajaba en dirección contraria, lleno de ilusión y felicidad y ahora volvía a entrar decepcionado y lleno de amargura. Dicen que el tiempo, todo lo cura, pondría a prueba esa frase.

Había quedado con Silvia, dueña de la empresa y mi jefa directa, ella misma sería la que me haría un tour, además de presentarme a mis nuevos compañeros. Silvia era una mujer rubia, muy guapa, era mayor que yo, pero tenía un cuerpo cincelado a base de gimnasio. A primera vista aparentaba mínimo diez años menos de los que tenía, lo que más me impresiono de ella y, por lo que me decanté en aceptar el puesto, es por su impresionante currículum, no estaría errado si dijera que era una de las mejores del mundo en su campo.

En mi anterior empresa no tenía forma humana de conseguir un ascenso, esos ya estaban adjudicados a dedo, eran para los hijos, sobrinos y demás familia de los jefes, aunque ninguno tuviera ni estudios, menos aún experiencia y capacidad para afrontar la exigencia de un puesto de tal envergadura. Llegue al hotel donde me hospedé hacía veinticuatro horas y volví a pedir una habitación, no tenía tiempo de descansar, me asee y después de sacar mi traje del porta trajes, vi que estaba impecable.

Es increíble lo que cambia uno después de una buena ducha y un afeitado, ya estaba preparado para dirigirme a empezar mi nueva vida. Silvia me consiguió un aparcamiento provisional, hasta que me adjudicaran el que me correspondía. Según me acercaba cada vez estaba más nervioso, lo que más valoraba de una empresa era el ambiente de trabajo, para mí era más importante incluso que el sueldo.

Por fin llegué, mi jefa me esperaba en la entrada, paré el Jeep.

• Deja el coche en este aparcamiento, el guarda ya está avisado, te dejará pasar.

No solo era hermosa, su sola presencia infundía respeto, si alguno se pasaba de listo, estaba seguro de que no le temblaría el pulso a la hora de ponerlo en su sitio o, llegado el caso, de patitas en la calle. Como me dijo, pasé sin problemas, camine hasta la entrada y salude a la que iba a ser mi mentora desde ese momento.

• Buenos días, señora – dije mientras le daba la mano, lo de señora no sé si fue una buena idea.

• Buenos días a ti también, ja, ja, ja cada vez que escucho lo de señora me hace sentir mayor.

• Lo siento yo…

• No se preocupe, ahora le enseñaré toda la empresa sección por sección y dejaremos a sus nuevos compañeros de proyecto para el final, ¿le parece bien?

• Me parece perfecto.

Entré detrás de ella, tenía unos andares felinos, era una mujer hermosa y ella lo sabía, por lo que a bien seguro, sacaba partido de ello, también me di cuenta de que lo que ella más valoraba era la inteligencia y el compromiso. De eso tenía de sobra, según llegamos a la primera planta sentí una sensación como de estar en zona de guerra. No lo percibí de todo el mundo, pero muchos de ellos me miraban como si quisiera quitarles el puesto de trabajo, lo peor de todo es que éste ni siquiera era mi departamento.

Cuando llegáramos al mío, sentí la necesidad de salir corriendo en dirección contraria, gracias a ese pensamiento esboce una pequeña sonrisa que no paso desapercibida para mi nueva jefa.

• ¿Qué ha visto para que esa sonrisa le apareciera en el rostro?

• No es lo que he visto, sino lo que he sentido.

• ¿Qué es lo que ha sentido entonces?

• Que estoy en zona de guerra.

Empezó a reírse a mandíbula partida, incluso se le saltaron las lágrimas, me dijo que a ella le solía pasar lo mismo, solo que todos los días, y siempre se había preguntado si era la única. Terminamos riendo los dos, las risas se cortaron cuando llegamos a la cuarta planta. Esta sería la mía por lo que la tensión se podía cortar con un cuchillo. Mientras las mujeres me recibieron cordialmente, en los hombres note una agresividad escondida detrás de una falsa sonrisa. Silvia también lo noto, fui consciente por la mirada que echo a dos de ellos, después de eso la tensión fue disminuyendo.

A media mañana, ya Pude echar un vistazo al proyecto y valorarlo, era muy bueno, tenían unas ideas magníficas, lo que no conseguían era materializarlas con éxito. Para eso estaba yo allí, mi especialidad era el diseño, con esas ideas tan bien estructuradas me sería mucho más fácil hacerlos para que ese proyecto pareciera interesante y fresco a ojos de posibles clientes.

Me puse manos a la obra en cuanto llegué, mantenerme ocupado era lo único que impedía que volviera a pensar en Bea. Al entrar el último en un proyecto que estaba avanzadísimo, me costaría ponerme al día y que los demás me aceptaran, eso significaba más horas de trabajo, pero también más horas concentrado dejando de lado lo mal que me sentía por la ruptura.

Durante las horas de trabajo conseguía evadirme, al final todos mis compañeros resultaron ser buena gente y me ayudaban en todo lo que podían, yo exponía mis ideas sobre el diseño, ese gesto les gustó. Empecé a pasar noches enteras en mi despacho pues me resultaba más fácil estar allí que en la habitación del hotel mirando al techo y preguntándome si la que fue el amor de mi vida, lo estaría pasando tan mal como yo.

Luego estaba lo de Javi, al final decidí llamarlo y quedar con él en Madrid, prefería contárselo en persona, para que viera con sus propios ojos las pruebas que recopile durante toda esa fatídica madrugada, serian las diez de la noche cuando me tome un descanso y decidí llamarlo.

• Hombre, desaparecido, ¿al final has aceptado la oferta verdad?

• Así es, pero no te he llamado para hablar de eso.

• Carlos, me coges en mal momento, me dirijo al aeropuerto pues me mandan durante esta semana a Barcelona, qué te parece si el viernes te llamo, me pido unos días libres y me paso por Madrid, así podremos vernos y hablar tranquilamente.

• Me parece muy bien, Javi.

• Te noto raro, cuando nos veamos ya puedes contarme que ha pasado para que cortaras tan repentinamente con Bea, aquí nadie suelta prenda.

• No te preocupes, el día que nos veamos te lo contaré con pelos y señales.

Javi me colgó, estaba llegando al aeropuerto, deje el móvil sobre la mesa. Sabía lo duro que seria para él lo de Nerea, pero tenía que saber la verdad, era un buen hombre que no se merecía que lo engañaran de esa manera. Me fui a la sala de descanso y me hice un café, tenían una cafetera de esas italianas, no tendría que volver a tomar un café de máquina nunca más.

Fue una semana intensa, los primeros bocetos de los diseños les encantaron a mis compañeros, también pude ver que mi jefa estaba emocionada por los resultados. Yo seguía pasando las noches en mi oficina, cuando paraba de trabajar, lloraba en soledad cubierto por un manto de oscuridad que me proporcionaba la noche. El viernes decidí volver a mi habitación del hotel, como en mi oficina tenía baño con ducha, solo pasaba por el hotel para coger ropa o mandarla a la tintorería. Apenas dormí esa noche, me tomé un par de whiskys que empeoraron más las cosas. Cuando La luz del sol empezó a entrar por la ventana, decidí ducharme y salir a correr un poco por el parque del retiro. A esas horas de la mañana no me encontré con muchas personas, Javi no se había puesto en contacto conmigo.

La verdad es que no hice caso al móvil en toda la semana, Bea seguía mandando mensajes y no tenía ganas de leerlos, pero algo me decía que los últimos que me habían llegado eran importantes, los abrí, terminé de rodillas mirando el móvil mientras las manos me temblaban. En el último mensaje Bea me avisaba de que Javi había intentado suicidarse, lo habían ingresado muy grabe, estaba en coma.

Javi era una persona muy alegre y positiva, si había decidido tomar ese camino era porque había sido testigo de algo que lo quebró por completo, había llegado tarde. Hablaría con mi jefa, me tomaría unos días libres, volvería a mi antigua ciudad para cuidar de mi amigo, lo que me aterraba era que la que fue mi ángel rubio también estuviera allí.

Continuará.
Hay que tener coraje para aceptar semejante desafío. Ye admiro
Le estas dando un giro interesante
Felicitaciones
 
Bueno, cuando digo que hace lo que tiene que hacer, me refiero a dar por concluida la relación.
No sé exactamente como se llegó a que el imbécil y gilipollas profundo de Quique estuviera en la casa y terminarán cruzando la línea roja, aunque el por lo que dices, tuvo mucha culpa
Desde luego eso de exhibirla para ese gilipollas, es de tonto
 
Me has dejado asombrado Bersek37, has asumido un reto que no muchos aceptarían y creó que has dado un salto de calidad sin desmerecer lo anterior 👏👏👏👏👏

Me alegro que te guste, el reto fue mucho créeme, sobre todo dar con el final que me dejara satisfecho, espero que os sigan gustando los siguientes capítulos.
 
Atrás
Top Abajo