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Invitado
¿Quién no ha tenido una fantasía con una monitora de gym o una compañera de ejercicios?
Estiramientos
Clara dio la orden, y todo el mundo obedeció. Su voz era de esas con tono suave pero firme a la vez, sin admitir discusión. Con seguridad. Sin atisbo de duda. Eso estaba claro para cualquiera que asistiera a sus clases, aunque fuera la primera vez que lo hicieran. Sus clases estaban repletas, y era muy difícil conseguir plaza. A pesar de ser bastante estricta, tenía sus defectos, como no comenzar nunca en hora. Todos se lo perdonaban, porque merecía la pena. Explicaba todos los movimientos con claridad, y corregía con paciencia las posturas que solían conllevar más problemas, como aquellas en las que la elasticidad y el equilibrio llevaban el cuerpo al límite.
Hacía que todo pareciera fácil, y esa es una de las cualidades de un buen profesor. Su cuerpo era elástico y fibroso, y a pesar de rondar la cuarentena, sus formas eran más sensuales que la de la mayoría de sus estudiantes veinteañeras. ¿Sería esa una de las razones por las que cada vez más hombres se apuntaban a sus clases de yoga? Eso comentaban riéndose algunas de las chicas después de las clases, en la ducha.
Lucas era uno de los hombres que acudían sin falta a sus clases. Llevaba dos años, y su cuerpo había recuperado la elasticidad que tenía en su juventud. Había llegado a ser un chico musculoso y bien formado, pero los dolores de espalda y la tensión en el trabajo le habían llevado a cambiar el gimnasio por la sala de yoga y meditación. Su cuerpo seguía siendo musculoso, pero ahora era más fibroso y flexible. Estaba encantado con su cambio. Y con su profesora.
Su trabajo como directivo de una empresa multinacional le dejaba poco tiempo libre. Pero a lo que nunca renunciaba era a sus dos horas semanales con Clara. Se sentía bien, y claro, a nadie le disgusta que su profesora esté cañón. Cuando impartía las clases de frente no podía evitar mirar sus pechos pequeños pero firmes y cuando se daba la vuelta, su culo apretado y pequeño. Había fantaseado mucho con ese cuerpo, sobre todo cuando enseñaba ciertas posturas. En esos momentos la imaginaba no allí en la sala, sino en una cama, aunque en esos sueños él no estuviera allí, sino que la veía como si fuera en un vídeo. Su flexibilidad era tal que imaginaba las posibilidades que tendría en el sexo. Pero cuando tenía esas debilidades en clase, intentaba quitárselas pronto de la cabeza, ya que las mallas delataban fácilmente en qué estaba pensando.
Aquel jueves fue menos gente de lo normal. Quedaba una semana para agosto y mucha gente estaba ya de vacaciones. El mes siguiente habría descanso para todos, así que se obligó a ir a clase. Solo había diez estudiantes, y él era el único chico. La clase fue muy bien, ya que Clara pudo ir corrigiendo uno a uno todos los movimientos y posturas inadecuadas. Con él se paró más que nunca, ya que tenía problemas siempre con la elasticidad de sus piernas. Ella le forzó más y él casi gritó.
-Clara, me vas a matar hoy. No puedo más.
-Lucas, no pain, no gain. Siempre se puede más. Recuérdalo. El límite está en tu cabeza. Eso es válido para todos los aspectos de tu vida.
-Vale, pero como me rompas un músculo te denuncio por maltrato y me cargo tu carrera.
-Todos los tíos sois iguales. Os quejáis por las cosas más insignificantes. Sigue estirando. Más. Más. No le pones todo tu esfuerzo. Piensa en lo que te puede ayudar esta postura. Sigue intentándolo. Vuelvo en un rato.
Lucas estaba rojo del esfuerzo. No podía más. Pero no podía dar imagen de debilidad. Y entonces regresó Clara.
-Ahora está mejor. Vamos a terminar ya, pero quédate diez minutos estirando los muslos en el suelo. Si no, te puede dar un tirón.
Clara dio por terminada la clase y despidió a todos deseándoles un feliz verano. Todos recogieron sus esterillas y se despidieron. Mientras Lucas seguía agarrándose la punta de los pies estirando.
-¿Puedo irme ya? -Le preguntó exhausto.
-Cinco minutos más. Voy a darme una ducha y regreso a la sala a cerrarla. Después me despido de ti.
Clara se fue a los vestuarios y en cuanto se fue, Lucas se levantó. No podía más. Recogió su toalla y se fue directo a la ducha. Si se daba prisa, terminaría pronto y le daría tiempo a regresar antes que ella. Eran las 9 y estaba cansado. Se despediría de ella y hasta septiembre.
Se dirigió a los vestuarios y se desnudó. Puso el agua templada y de repente se acordó de Clara corrigiéndole un movimiento. Su mano derecha le estiraba el muslo mientras la izquierda la tenía en la ingle. Y su pene entró en erección. Fue tan fuerte que pensó que si no hacía algo no podría ponerse el slip, así que empezó a masturbarse lentamente. Se puso más gel en la mano y comenzó el masaje.
Clara terminó de ducharse y recordó que había dejado a su estudiante solo. Se le había olvidado completamente. A las nueve y media cerraban el gimnasio, así que subió rápido para decirle a la recepcionista que ella cerraría. Bajó a la sala y no vio a Lucas allí. ¿Se habría ido? Con el pelo aún mojado fue de nuevo a los vestuarios y entró en el de chicos. No se escuchaba ruido de agua, así que pensó que no habría nadie. Entró de todas formas a cerciorarse, no fuera a ser que lo dejara encerrado toda la noche. Se rio sola. Fue hasta la última ducha y allí lo vio. Estaba de espaldas, con el cuerpo mojado. Lo primero que vio fue su culo, fuerte y apretado, su cintura pequeña y sus hombros bien formados. Sus brazos eran musculosos pero esbeltos, y el agua que le caía por la espalda resaltaba la musculatura de la espalda. Y el culo respingón parecía pedir un azote, o agarrarlo con fuerza con ambas manos. Pero eso no fue lo que más la sorprendió. Se quedó de piedra al ver lo que realmente estaba sucediendo. Cuando vio el movimiento de su brazo entendió lo que realmente ocurría, aunque hacía mucho que no veía masturbarse a un chico. Siempre había sido ella la que lo hacía. Lucas seguía a lo suyo sin sospechar nada hasta que notó algo. Se dio la vuelta y allí la vio. Su profesora con el pelo mojado, unos pantalones cortos y una camiseta sin sujetador debajo. Se miraron a los ojos y se ruborizaron al mismo tiempo.
-Ostia, Clara, ¿qué haces aquí?
-Lo siento, -dijo atropelladamente ella-. He entrado en las duchas sin avisar. Estaba comprobando si ya te habías ido. No queda nadie en el gimnasio y estaba a punto de cerrar. Lo siento.
-No pasa nada. Termino ya y me salgo. Un minuto.
-¿Solo necesitas un minuto más para terminar? -Se rio Clara- No te preocupes, tómate tu tiempo. ¿Necesitas ayuda?
Lucas se quedó atónito. ¿De verdad había escuchado eso? Estaba en shock. Y, sin pensarlo, dijo:
-La verdad es que sigo muy tenso.
Ella se rio y le dijo:
-Vamos a ver lo que puede hacer tu profesora...
Se puso en cuclillas y empezó a lamer el glande. Ella también estaba a cien. Esta era una de sus fantasías: hacerlo con alguien en unas ducha pública. Su sueño era echar un polvo en una ducha en la playa por la noche. Pero este sucedáneo le valía. Ese morbo de poder ser descubierta era incitador. De repente, su coño estaba húmedo y se notaba los pezones muy sensibles debajo de la camiseta. Se metió entonces la polla entera dentro de la boca y notó como crecía allí. Era realmente grande, y le puso todavía más ver la cara de Lucas con los ojos cerrados y con su cuerpo esbelto. Se metió la mano dentro del pantalón y empezó a masturbarse. Lucas no daba crédito. Entonces la levantó y la besó en la boca, metiéndole la lengua en busca de la suya. Estaban los dos tan calientes que no necesitaban preliminares. Le sacó la camiseta de un tirón e hizo lo mismo con el pantalón. Sus cuerpos estaban totalmente entregados. Entonces le dio la vuelta y le metió la polla de un tirón. Ella dio un grito y apoyaba con fuerza sus dos manos en la pared, mientras él la embestía desde atrás. Lo hacía tan fuerte que ella gritaba con una mezcla de dolor y placer inigualables. Cuando su coño se lubricó totalmente el placer era inenarrable. La embestidas eran tan fuertes que a veces se resbalaba, pero se apoyó con fuerza en la pared y siguió gimiendo. Entonces él se sentó en el suelo y la agarró poniéndola encima, y le dijo: “Vamos a ver cómo haces las sentadillas”. Ella arrancó a reír y dijo: “Prepárate, el que tiene que aguantar eres tú, ya me entiendes. No me dejes a medias”. Dicho ésto, empezó a subir y bajar su culo con un movimiento lento. El agua les caía por la cara y les dificultaba respirar, pero, ¿quién paraba ahora? Clara aumentó el ritmo moviendo sus caderas cada vez más rápido, apoyando sus manos en los fuertes pectorales de él, y a cada embestida el agua salpicaba por todas partes. Era un polvo bestial.
-No puedo más. ¡Me corro! -dijo él.
Entonces ella se levantó. Le cogió la polla con las manos y le masturbó enérgicamente. Era un volcán de semen. Salían chorros en todas direcciones.
Al terminar ella le mostró uno de los dedos chorreantes de semen y le dijo:
-Ha sido unos de los polvos más sexys de mi vida. Rápido, pero intenso.
A lo que él contestó:
-Todavía no ha terminado la función. Tú no has terminado.
Entonces la sentó en la ducha. El agua caliente seguía cayendo. Él se agachó y le chupó el clítoris con pasión, mientras le metía el índice en busca de su punto G. Cuando empezó a gemir le metió un segundo dedo y ella empezó a retorcerse de placer. Los movimientos eran acompasados, sin prisa, y él exploró las zonas más satisfactorias para ella según su respiración. Después aceleró el ritmo y le dijo:
-Te he imaginado así desde el primer día que me diste clase. Ahora disfruta.
Y aumentó el ritmo con su lengua y sus dedos.
Con el dedo de una mano le acariciaba la parte interna de los muslos, se lo acercaba al perineo y lo masajeaba suavemente. La otra mano entraba y salía cada vez más rápido. Él se dejaba guiar por los jadeos de ella. Cuando parecía que se iba a correr, bajaba el ritmo. Jugó un rato con ella hasta que decidió que era el momento. Y le dijo:
-Te follaría cada día, al final de cada clase. Tu coño, tu boca, tu culo. Te chuparía los pezones y te los mordería hasta que gritaras basta. Cogería tu cintura y te follaría por detrás fuerte, hasta que gritaras de placer. Y cuando fueras a correrte, pararía, saldría de ti, te chuparía el clítoris y te metería dos dedos hasta que tuvieras el orgasmo más caliente de tu vida. Ahora córrete.
Ella dio un pequeño grito y el orgasmo fue tan intenso que retorció cada pequeña parte de su cuerpo. Temblaba y se tocaba las tetas. Entonces, exhausta, se acerco a la cara de él y le dio un beso apasionado. Y le dijo:
-No puedo esperar a septiembre hasta que empiecen las clases de nuevo. Y el primer día te voy a hacer un regalo: debajo de mis mallas no llevaré nada. Simplemente recuerda eso.
Lucas se levantó riéndose y le dijo:
-Contaré los días. Por nada del mundo me perdería nunca ninguna de tus clases... y ahora menos.
Estiramientos
Clara dio la orden, y todo el mundo obedeció. Su voz era de esas con tono suave pero firme a la vez, sin admitir discusión. Con seguridad. Sin atisbo de duda. Eso estaba claro para cualquiera que asistiera a sus clases, aunque fuera la primera vez que lo hicieran. Sus clases estaban repletas, y era muy difícil conseguir plaza. A pesar de ser bastante estricta, tenía sus defectos, como no comenzar nunca en hora. Todos se lo perdonaban, porque merecía la pena. Explicaba todos los movimientos con claridad, y corregía con paciencia las posturas que solían conllevar más problemas, como aquellas en las que la elasticidad y el equilibrio llevaban el cuerpo al límite.
Hacía que todo pareciera fácil, y esa es una de las cualidades de un buen profesor. Su cuerpo era elástico y fibroso, y a pesar de rondar la cuarentena, sus formas eran más sensuales que la de la mayoría de sus estudiantes veinteañeras. ¿Sería esa una de las razones por las que cada vez más hombres se apuntaban a sus clases de yoga? Eso comentaban riéndose algunas de las chicas después de las clases, en la ducha.
Lucas era uno de los hombres que acudían sin falta a sus clases. Llevaba dos años, y su cuerpo había recuperado la elasticidad que tenía en su juventud. Había llegado a ser un chico musculoso y bien formado, pero los dolores de espalda y la tensión en el trabajo le habían llevado a cambiar el gimnasio por la sala de yoga y meditación. Su cuerpo seguía siendo musculoso, pero ahora era más fibroso y flexible. Estaba encantado con su cambio. Y con su profesora.
Su trabajo como directivo de una empresa multinacional le dejaba poco tiempo libre. Pero a lo que nunca renunciaba era a sus dos horas semanales con Clara. Se sentía bien, y claro, a nadie le disgusta que su profesora esté cañón. Cuando impartía las clases de frente no podía evitar mirar sus pechos pequeños pero firmes y cuando se daba la vuelta, su culo apretado y pequeño. Había fantaseado mucho con ese cuerpo, sobre todo cuando enseñaba ciertas posturas. En esos momentos la imaginaba no allí en la sala, sino en una cama, aunque en esos sueños él no estuviera allí, sino que la veía como si fuera en un vídeo. Su flexibilidad era tal que imaginaba las posibilidades que tendría en el sexo. Pero cuando tenía esas debilidades en clase, intentaba quitárselas pronto de la cabeza, ya que las mallas delataban fácilmente en qué estaba pensando.
Aquel jueves fue menos gente de lo normal. Quedaba una semana para agosto y mucha gente estaba ya de vacaciones. El mes siguiente habría descanso para todos, así que se obligó a ir a clase. Solo había diez estudiantes, y él era el único chico. La clase fue muy bien, ya que Clara pudo ir corrigiendo uno a uno todos los movimientos y posturas inadecuadas. Con él se paró más que nunca, ya que tenía problemas siempre con la elasticidad de sus piernas. Ella le forzó más y él casi gritó.
-Clara, me vas a matar hoy. No puedo más.
-Lucas, no pain, no gain. Siempre se puede más. Recuérdalo. El límite está en tu cabeza. Eso es válido para todos los aspectos de tu vida.
-Vale, pero como me rompas un músculo te denuncio por maltrato y me cargo tu carrera.
-Todos los tíos sois iguales. Os quejáis por las cosas más insignificantes. Sigue estirando. Más. Más. No le pones todo tu esfuerzo. Piensa en lo que te puede ayudar esta postura. Sigue intentándolo. Vuelvo en un rato.
Lucas estaba rojo del esfuerzo. No podía más. Pero no podía dar imagen de debilidad. Y entonces regresó Clara.
-Ahora está mejor. Vamos a terminar ya, pero quédate diez minutos estirando los muslos en el suelo. Si no, te puede dar un tirón.
Clara dio por terminada la clase y despidió a todos deseándoles un feliz verano. Todos recogieron sus esterillas y se despidieron. Mientras Lucas seguía agarrándose la punta de los pies estirando.
-¿Puedo irme ya? -Le preguntó exhausto.
-Cinco minutos más. Voy a darme una ducha y regreso a la sala a cerrarla. Después me despido de ti.
Clara se fue a los vestuarios y en cuanto se fue, Lucas se levantó. No podía más. Recogió su toalla y se fue directo a la ducha. Si se daba prisa, terminaría pronto y le daría tiempo a regresar antes que ella. Eran las 9 y estaba cansado. Se despediría de ella y hasta septiembre.
Se dirigió a los vestuarios y se desnudó. Puso el agua templada y de repente se acordó de Clara corrigiéndole un movimiento. Su mano derecha le estiraba el muslo mientras la izquierda la tenía en la ingle. Y su pene entró en erección. Fue tan fuerte que pensó que si no hacía algo no podría ponerse el slip, así que empezó a masturbarse lentamente. Se puso más gel en la mano y comenzó el masaje.
Clara terminó de ducharse y recordó que había dejado a su estudiante solo. Se le había olvidado completamente. A las nueve y media cerraban el gimnasio, así que subió rápido para decirle a la recepcionista que ella cerraría. Bajó a la sala y no vio a Lucas allí. ¿Se habría ido? Con el pelo aún mojado fue de nuevo a los vestuarios y entró en el de chicos. No se escuchaba ruido de agua, así que pensó que no habría nadie. Entró de todas formas a cerciorarse, no fuera a ser que lo dejara encerrado toda la noche. Se rio sola. Fue hasta la última ducha y allí lo vio. Estaba de espaldas, con el cuerpo mojado. Lo primero que vio fue su culo, fuerte y apretado, su cintura pequeña y sus hombros bien formados. Sus brazos eran musculosos pero esbeltos, y el agua que le caía por la espalda resaltaba la musculatura de la espalda. Y el culo respingón parecía pedir un azote, o agarrarlo con fuerza con ambas manos. Pero eso no fue lo que más la sorprendió. Se quedó de piedra al ver lo que realmente estaba sucediendo. Cuando vio el movimiento de su brazo entendió lo que realmente ocurría, aunque hacía mucho que no veía masturbarse a un chico. Siempre había sido ella la que lo hacía. Lucas seguía a lo suyo sin sospechar nada hasta que notó algo. Se dio la vuelta y allí la vio. Su profesora con el pelo mojado, unos pantalones cortos y una camiseta sin sujetador debajo. Se miraron a los ojos y se ruborizaron al mismo tiempo.
-Ostia, Clara, ¿qué haces aquí?
-Lo siento, -dijo atropelladamente ella-. He entrado en las duchas sin avisar. Estaba comprobando si ya te habías ido. No queda nadie en el gimnasio y estaba a punto de cerrar. Lo siento.
-No pasa nada. Termino ya y me salgo. Un minuto.
-¿Solo necesitas un minuto más para terminar? -Se rio Clara- No te preocupes, tómate tu tiempo. ¿Necesitas ayuda?
Lucas se quedó atónito. ¿De verdad había escuchado eso? Estaba en shock. Y, sin pensarlo, dijo:
-La verdad es que sigo muy tenso.
Ella se rio y le dijo:
-Vamos a ver lo que puede hacer tu profesora...
Se puso en cuclillas y empezó a lamer el glande. Ella también estaba a cien. Esta era una de sus fantasías: hacerlo con alguien en unas ducha pública. Su sueño era echar un polvo en una ducha en la playa por la noche. Pero este sucedáneo le valía. Ese morbo de poder ser descubierta era incitador. De repente, su coño estaba húmedo y se notaba los pezones muy sensibles debajo de la camiseta. Se metió entonces la polla entera dentro de la boca y notó como crecía allí. Era realmente grande, y le puso todavía más ver la cara de Lucas con los ojos cerrados y con su cuerpo esbelto. Se metió la mano dentro del pantalón y empezó a masturbarse. Lucas no daba crédito. Entonces la levantó y la besó en la boca, metiéndole la lengua en busca de la suya. Estaban los dos tan calientes que no necesitaban preliminares. Le sacó la camiseta de un tirón e hizo lo mismo con el pantalón. Sus cuerpos estaban totalmente entregados. Entonces le dio la vuelta y le metió la polla de un tirón. Ella dio un grito y apoyaba con fuerza sus dos manos en la pared, mientras él la embestía desde atrás. Lo hacía tan fuerte que ella gritaba con una mezcla de dolor y placer inigualables. Cuando su coño se lubricó totalmente el placer era inenarrable. La embestidas eran tan fuertes que a veces se resbalaba, pero se apoyó con fuerza en la pared y siguió gimiendo. Entonces él se sentó en el suelo y la agarró poniéndola encima, y le dijo: “Vamos a ver cómo haces las sentadillas”. Ella arrancó a reír y dijo: “Prepárate, el que tiene que aguantar eres tú, ya me entiendes. No me dejes a medias”. Dicho ésto, empezó a subir y bajar su culo con un movimiento lento. El agua les caía por la cara y les dificultaba respirar, pero, ¿quién paraba ahora? Clara aumentó el ritmo moviendo sus caderas cada vez más rápido, apoyando sus manos en los fuertes pectorales de él, y a cada embestida el agua salpicaba por todas partes. Era un polvo bestial.
-No puedo más. ¡Me corro! -dijo él.
Entonces ella se levantó. Le cogió la polla con las manos y le masturbó enérgicamente. Era un volcán de semen. Salían chorros en todas direcciones.
Al terminar ella le mostró uno de los dedos chorreantes de semen y le dijo:
-Ha sido unos de los polvos más sexys de mi vida. Rápido, pero intenso.
A lo que él contestó:
-Todavía no ha terminado la función. Tú no has terminado.
Entonces la sentó en la ducha. El agua caliente seguía cayendo. Él se agachó y le chupó el clítoris con pasión, mientras le metía el índice en busca de su punto G. Cuando empezó a gemir le metió un segundo dedo y ella empezó a retorcerse de placer. Los movimientos eran acompasados, sin prisa, y él exploró las zonas más satisfactorias para ella según su respiración. Después aceleró el ritmo y le dijo:
-Te he imaginado así desde el primer día que me diste clase. Ahora disfruta.
Y aumentó el ritmo con su lengua y sus dedos.
Con el dedo de una mano le acariciaba la parte interna de los muslos, se lo acercaba al perineo y lo masajeaba suavemente. La otra mano entraba y salía cada vez más rápido. Él se dejaba guiar por los jadeos de ella. Cuando parecía que se iba a correr, bajaba el ritmo. Jugó un rato con ella hasta que decidió que era el momento. Y le dijo:
-Te follaría cada día, al final de cada clase. Tu coño, tu boca, tu culo. Te chuparía los pezones y te los mordería hasta que gritaras basta. Cogería tu cintura y te follaría por detrás fuerte, hasta que gritaras de placer. Y cuando fueras a correrte, pararía, saldría de ti, te chuparía el clítoris y te metería dos dedos hasta que tuvieras el orgasmo más caliente de tu vida. Ahora córrete.
Ella dio un pequeño grito y el orgasmo fue tan intenso que retorció cada pequeña parte de su cuerpo. Temblaba y se tocaba las tetas. Entonces, exhausta, se acerco a la cara de él y le dio un beso apasionado. Y le dijo:
-No puedo esperar a septiembre hasta que empiecen las clases de nuevo. Y el primer día te voy a hacer un regalo: debajo de mis mallas no llevaré nada. Simplemente recuerda eso.
Lucas se levantó riéndose y le dijo:
-Contaré los días. Por nada del mundo me perdería nunca ninguna de tus clases... y ahora menos.