Etna

berserk37

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Etna

Mi nombre es Tommaso, estoy sentado sobre un taburete en una barra de bar mirando el vaso que esta vació después de beberme el whisky que contenía, ya no sé ni en que día vivo, la verdad es que para mí todos los días son exactamente iguales, oscuros y llenos de dolor. El alcohol es lo único que me ayuda a conciliar el sueño, aunque en más de una ocasión preferiría no dormir, porque en mis sueños vuelvo a revivir esa escena una y otra vez.

Hoy no es un día como cualquier otro, hoy he quedado con mi antiguo mentor después de un año, un largo año desde que sucedió aquella tragedia. Una parte de mí quiere verlo, pero otra parte lo único que desea es salir corriendo de allí, la puerta del establecimiento se abre y ya es demasiado tarde de echarse atrás, aprieto los dientes y cierro los ojos esperando su reacción.

- Estás hecho una mierda–dijo mi mentor–. Alimentarse solo de whisky no es lo más sano.

Después de decirme eso me abrazo, ese gesto hizo que todos mis diques se derrumbaran, un año guardándomelo todo, la tristeza, el dolor y la culpa, todo ese torbellino de emociones estallaron en un llanto incontenible.

- Estaba convencido de que me odiarías Carlo–conteste–. Por mi culpa Caterina…

- ¡No fue tu culpa merluzo!–dijo Carlo–. Ser vulcanólogo tiene sus riesgos y Caterina lo sabía.

- ¿Tú crees?–conteste–. Si nos hubiéramos ido, tal vez...

- Eres un iluso mi querido aprendiz–dijo Carlo–. Caterina era como su abuela, después de tomar una decisión nadie conseguiría hacer que se echara atrás.

Carlo tenía razón, Caterina era una mujer con mucho carácter, eso era lo que más me gustaba de ella era una mujer muy decidida y en nuestro trabajo eso era algo primordial otra cosa que no he contado es que Caterina era la nieta de Carlo y mi prometida, íbamos a casarnos en unos meses, pero el destino tenía otros planes

- Necesito que me cuentes lo que paso–dijo Carlo.

- ¡Ya sabes lo que paso!–conteste–. No me pidas que te haga sufrir.

- Claro que sé lo que paso–dijo Carlo–. Quiero escucharlo de tus labios, hace un año que te guardas todo ese dolor y ya ha llegado la hora de que lo sueltes.

Pedí otro whisky para qué me daría fuerzas para empezar a relatar eso que me destruyo completamente, necesitaba valor para sacar a la superficie todo ese dolor que me había ido carcomiendo durante los últimos doce meses, mi mente me llevo a aquellos fatídicos días donde toda mi vida se fue al garete.

A Caterina y a mí nos habían asignado que estudiáramos el Monte Nuovo, una empresa minera había encontrado un yacimiento de tierras raras. Querían saber si al usar maquinaria pesada y explosivos había riesgo de que el volcán pudiera entrar en erupción. Caterina y yo trabajábamos en el instituto nacional de geofísica y vulcanología que tenía su sede central en Roma, desde allí cogeríamos un todoterreno para dirigirnos a Nápoles donde se encontraba ese volcán.
Antes pasaríamos por la filial del instituto que se encontraba en Nápoles para recoger los últimos datos que habían obtenido. Se ultima erupción fue en 1538, desde entonces no había dado señales de volver a activarse, pero desde que llegaron los mineros se habían empezado a dar pequeños temblores. Tal vez no era nada, pero era mejor echar un vistazo por si acaso. Era increíble ver como se seguía construyendo casas cada vez más cerca del volcán, no querían entender que eso era una sentencia de muerte si este llegaba a erupcionar.

El trayecto fue tranquilo, Caterina conducía mientras yo iba examinando los datos, todavía era demasiado pronto, pero tenía una muy mala espina. Como siempre decía Carlo, cuando mi sexto sentido despertaba con él traía malas noticias, no tardamos en comprobar que esta vez tampoco se había equivocado.

Cerca del volcán se encontraba una llanura donde los animales iban a pastar y sobre esta se encontraban varios animales tumbados. Paramos el todoterreno saliendo corriendo para avisar a un hombre que no se agachara a ver si el animal se encontraba con vida. Por suerte conseguimos llegar antes de que aquel hombre se agachara y cogiéndole del hombro impedimos que perdiera su vida.

- Siento la brusquedad–dije–. Lo que ha matado estos animales es el CO₂ (anhídrido carbónico)

- ¿Cómo es posible?–pregunto el hombre–. Hasta ahora nunca habíamos tenido ningún problema.

- Esto es un signo de que el volcán se está despertando–contesto Caterina–. Esto no es nada bueno.

Acompañamos al hombre al pueblo donde vivía, allí hablamos con las autoridades para que empezaran a poner carteles de peligro y empezaran a cerrar zonas al público, al medir la concentración de CO₂ era demasiado alta. Una vez hecho esto nos dirigimos directamente a donde estaban haciendo las excavaciones, por el camino pudimos notar unos pequeños temblores armónicos otra prueba de que los trabajos de minería estaban despertando al monstruo.

El Monte Nuovo era parte de los Campos Flégreos, un supervolcán que de entrar en erupción pondría en peligro a toda la población de Italia. El menor de los males sería que entrara en erupción el volcán de Monte Nuovo porque el radio de evacuación sería mucho menor teniendo en cuenta que su única erupción fue la que le dio la vida. Llegamos a la excavación y lo primero que pudimos comprobar era el olor pestilente que salía de aquella cueva, era un olor inconfundible a azufre.

Caterina fue a tomar muestras mientras yo iba a hablar con el encargado.

- Que bien que hayan llegado–dijo el encargado–. Mis hombres se niegan a trabajar si alguien competente no les dice que no hay ningún peligro.

- Pues siento darte malas noticias–conteste–. Todo indica que el volcán se está despertando y que la erupción es cuestión de tiempo.

- ¿Cuánto tiempo?–pregunto el encargado.

- Las lecturas de CO₂ son muy altas, después está el azufre y veremos que datos nos dan las aguas–conteste–. Todo parece indicar que podría ser en las siguientes semanas.

- Bueno entonces no hay de que preocuparse–dijo el encargado–. Tenemos tiempo suficiente para acabar el trabajo.

- ¿Tiempo suficiente?– pregunté–. Los volcanes son muy caprichosos, los datos nos indican que la erupción no será cercana en el tiempo, pero eso podría cambiar en un instante y el volcán podría erupcionar en unos días incluso en horas.

- ¿Podría pedirle algo?–pregunto el encargado–. ¿Podría guardar esto en secreto de momento?, no queremos que cunda el pánico.

- No lo entiende, ¿verdad?– pregunté–. Si este monstruo entra en erupción, no solo nosotros estaremos muertos, todas las personas que viven en los pueblos de alrededor estarán en peligro.

- Lo entiendo, pero de momento no ha ocurrido nada–dijo el encargado–. Y podría ser una falsa alarma ¿no?

Me quede mirando a ese encargado que estaba más preocupado por el dinero que iban a ganar al explotar las tierras raras que por el peligro que representaba el volcán, entonces decidí llamar a mis jefes para indicarles que nos ayudaran a coordinar la evacuación de esa excavación y de la gente de los pueblos de alrededor del volcán.

- Espera Tommaso, tal vez te estés precipitando–dijo el jefe–. Esos datos pueden terminar siendo humo y eso hará que mucha gente pierda mucho dinero.

- ¿De qué me estás hablando?–pregunte–. ¡Somos vulcanólogos no economistas, nuestro trabajo es estudiar volcanes para conseguir salvar el máximo de vidas posibles!

- Los datos no son concluyentes–contesto el jefe–. No permitiré que hagas cundir el pánico por unos datos sin fundamento.

- ¡Sin fundamento!–dije enfadado–. ¡Tú no estás aquí!, ¡te digo que la erupción es inminente!

- ¡Tú harás lo que yo te ordene!, ¿me has entendido?–pregunto el jefe–. De momento monitorearéis el volcán y no haréis nada hasta que yo lo diga, ¿entendido?

Colgué la llamada sin contestarle, entendía la reticencia de mis jefes, en el pasado se habían evacuado pueblos estando convencidos de una erupción que nunca se dio, eso llevo a la bancarrota a todos los pueblos cercanos de esos volcanes, tal vez yo era demasiado idealista y el demasiado pragmático, pero en esta ocasión mis tripas me gritaban que no me estaba equivocando.

Como temíamos los dos, la acidez del agua había aumentado a niveles alarmantes, si a alguna persona se le ocurría entrar en esas aguas corría el riesgo de morir. Ya no había ninguna duda, sin hablar con nuestros jefes decidimos convocar una reunión con los alcaldes de los pueblos cercanos al volcán de esa manera ellos podrían coordinar la evacuación de todos los ciudadanos.

La reunión fue un fiasco, todos los alcaldes nos esperaban en la sala de reuniones del ayuntamiento del pueblo que se encontraba más cercano al volcán, sus rostros reflejaban la poca gracia que les hacia nuestra presencia allí, entre ellos eligieron al que mantendría la conversación con nosotros.

- Gracias a todos por venir a esta reunión–dije–. Pronto comprobaréis la gravedad del asunto y lo apremiante que es empezar a evacuar a la gente lo antes posible.

- Sobre eso queríamos hablar–dijo el alcalde–. No vemos indicios que nos demuestren que el volcán está a punto de erupcionar.

- La acidez del agua, el anhídrido carbónico, los temblores armónicos, todos estos hechos están anunciando que la erupción será inminente–dijo Caterina–. De no estar tan seguros no hubiéramos convocado esta reunión.

- Antes de vuestra llegada hemos hablado con vuestros jefes y según ellos os estáis precipitando–contesto el alcalde–. No ven indicios suficientes para hacer que cunda el pánico.

- Alrededor de este volcán viven miles de personas y todas ellas están en peligro–dije–. ¡Cuanto más tardemos más víctimas habrá!

No podía creer lo que estaba escuchando, pero solo me bastó echar un vistazo al rededor de la sala para darme cuenta de que cerca de la entrada se encontraba el mismo encargado con el que había hablado horas atrás, exceptuando a Caterina y a mí todas las demás personas presentes estaban ciegos por la codicia. Habían encontrado un yacimiento de tierras raras y no estaban dispuestos a soltarlo aunque eso costara miles de vidas.

Caterina y yo nos miramos sabiendo que no conseguiríamos nada, lo más probable era que más de uno de ellos morirían antes de poder disfrutar de todo el dinero que le habían prometido, pronto comprobarían que los volcanes no hacían distinciones entre pobres y ricos.

- Vuestra avaricia va a costar muchas vidas–dije–. En cuanto este monstruo despierte lo comprobaréis.

- Vuestro trabajo era tranquilizar a los trabajadores–dijo el encargado–. No nos gustan los héroes idealistas, personas como vosotras hacen perder mucho dinero.

- ¿Héroes idealistas?–pregunto Caterina–. Nosotros somos científicos que trabajamos con datos empíricos.

- Vosotros habláis de datos que solo vosotros comprendéis–dijo el alcalde–. Sí miro por la ventana el volcán no ha cambiado ni un ápice, está como siempre.

Una vez que el alcalde termino de hablar dos hombres tan grandes como dos armarios empotrados nos acompañaron a la salida, solo podíamos seguir obteniendo datos para poder descifrar el momento exacto de la erupción y poder salvar el máximo de vidas posibles.

- ¡Que podemos hacer!–dije enfadado–. No creo que nos dejen hablar con los ciudadanos.

- Tengo una idea–dijo Caterina–. ¿Te acuerdas de Martina?

- ¿La periodista?– pregunté–. ¿Estás segura?, no sé yo si se va a querer meter en esto.

- Créeme que si–dijo Caterina–. La última vez que hablamos se moría por entrevistarnos en lo alto de un volcán que mejor oportunidad que esta.

A grandes males grandes remedios dice el refrán, pero por muy mal que estuvieran las cosas estábamos poniendo a Martina en un peligro mortal, no hay nada peor que tomar decisiones llevadas por la desesperación y nosotros estábamos muy desesperados. Caterina llamó a su amiga y le puso en antecedentes, según parecía Martina estaba terminando un reportaje, pero en dos días estaría en Nápoles y podría hacernos la entrevista.

La realidad es que la entrevista se la haría a Caterina, en mi caso era ver una cámara y me quedaba en blanco, empezaba a tener sudores fríos y parecía que se me había olvidado hablar. Caterina me dijo que ella haría la entrevista mientras yo monitorizaba los aparatos para poder avisarlas por si algo sucedía. Durante los siguientes dos días estuvimos colocando sismógrafos, los datos que estos arrojaban eran preocupantes, pero todavía teníamos rango de maniobra.

- No hemos contado con los alcaldes–dije–. No creo que nos pongan las cosas fáciles para la entrevista.

- No te preocupes por eso–contesto Caterina–. Martina trabaja para una cadena de televisión muy potente cuyo dueño es un hombre inmensamente rico y muy poderoso.

Tenía razón, cuando Martina llego con helicóptero y todos los alcaldes pusieron mala cara, pero permitieron que esa entrevista se diera prometiendo que no harían nada para interferir en ella. Una vez había quedado todo claro, Martina nos presentó a su cámara que también era su novio. Todo estaba listo, Martina le haría la entrevista a Caterina mientras sobrevolaban el volcán en el helicóptero, mientras tanto yo monitorearía los sismógrafos para avisarles si los temblores armónicos aumentaban de intensidad.

Mientras revisaba los datos podía ver como el helicóptero daba vueltas sobre el volcán, además de poder escuchar la entrevista que Martina le estaba haciendo a Caterina. La entrevista seria en directo toda persona de los pueblos de alrededor que estuviera viendo las noticias se enteraría del peligro que corrían, Caterina dio todo tipo de datos que corroboraban el inminente peligro y daba instrucciones a los ciudadanos para que pudieran abandonar el pueblo hasta que el peligro pasase.

Durante la entrevista el volcán parecía que había entrado en letargo, los temblores armónicos fueron disminuyendo de intensidad, las mediciones de CO₂ también parecían disminuir, pero mi instinto me gritaba que esa tranquilidad era la antesala de la destrucción.

- Caterina, los temblores armónicos y el CO₂ han disminuido–dije–. Terminad la entrevista lo antes posible y vayámonos de aquí.

Entonces ocurrió algo que asusto mucho a Caterina, podía escuchar los latidos de su corazón y estaba desbocado.

- Tommaso, el domo de lava del cráter se ha desquebrajado y de él sale humo y un calor abrasador–dijo una aterrada Caterina.

De repente se empezó a escuchar un silencio ensordecedor y acto seguido las agujas de los sismógrafos se salieron de la escala. El volcán empezó a temblar con tanta intensidad que me tiro al suelo siendo incapaz de ponerme de pies. Podía ver como el helicóptero a duras penas podía mantener el vuelo, de repente el volcán dejo de temblar, poniéndome de pies para que acto seguido la onda expansiva de la erupción me lanzara contra el todoterreno.

El golpe fue tan fuerte que a punto estuve de perder la conciencia, me dolía mucho el costado, creo que eso impidió que me desmayara, pero más me hubiera valido desmayarme porque lo siguiente que escuche fue los gritos de Caterina y Martina mientras el helicóptero se precipitaba contra el suelo empujado por la potentísima onda expansiva.

Solo pude ver como el helicóptero se estrellaba contra el suelo provocando una explosión que envolvió el helicóptero de llamas, acababa de presenciar como mi prometida había perdido la vida sin que pudiera hacer nada para impedirlo, jamás en mi vida había sentido tanta impotencia como en ese instante.

No tenía tiempo de pensar, mi cuerpo reacciono y montándome en el todoterreno salí de allí todo lo rápido que pude, esa erupción había sido demasiado pequeña para poder desahogar toda la presión. Lo único que podía hacer era apretar a tope el acelerador para poder poner la máxima distancia entre ese volcán y yo. No tardo en darse una segunda erupción y esta vez fue mucho más poderosa, trozos enormes de roca empezaron a caer como si fueran meteoritos destruyéndolo todo.

Pude ver como los trabajadores que trabajaban extrayendo los metales de las tierras raras intentaban escapar de la erupción como yo, pero muchos de ellos murieron aplastados por aquellas gigantescas rocas, al mirar por el retrovisor pude ver como se estaba creando la nube piroclástica que arrasaría con todo una vez se pusiera en marcha. Con el todoterreno era imposible que pudiera escaparme de esa nube compuesta de cenizas, gas y rocas incandescentes a más de 800 grados y que alcanzaba velocidades de 700 km/h.

Durante los últimos dos días en los que habíamos estado colocando los sismógrafos descubrimos que había una cueva lo suficientemente profunda como para resguardarse de una nube piroclástica y vivir para contarlo. Di un volantazo y me dispuse a ir hacia la cueva lo más rápido que mi todoterreno podía, en esos momentos no sentía nada, así de fuerte es el instinto de supervivencia, cada vez que miraba el retrovisor la nube se hacía cada vez más grande y no tardaría en engullirme y una parte de mí lo deseaba, deseaba reunirse con Caterina para pasar la eternidad juntos, pero otra parte quería sobrevivir y apretando los dientes acelere entrando a toda velocidad en la cueva hasta que llegue al final chocando contra la pared.

El choque me dejo aturdido, pero todavía tenía suficientes fuerzas como para salir del todoterreno ir a la parte de atrás y sacar del maletero una máscara de gas que me cubría el rostro completo y una manta ignífuga con la que taparme hasta que el infierno que se había desatado terminase. No sé cuanto tiempo paso, pero tuve tiempo suficiente para recordar todos los años que había pasado al lado de Caterina y llorar su muerte mientras me desgarraba por dentro.

Una vez la nube piroclástica se disipó salí a la entrada de la cueva, la visión era desoladora, pero me di cuenta de que tenía que salir de allí antes de que las lenguas de lava que había empezado a expulsar el volcán me alcanzaran. Me monté en el todoterreno rezando todo lo que sabía para qué el motor arrancara y no estuviera estropeado por el golpe, por suerte arranco y pude salir marcha atrás de esa cueva volviendo a la carretera que me llevaría al pueblo más cercano.

Pude ver por el retrovisor como la lava engullía la entrada de la cueva, de haber tardado un poco más en salir hubiera tenido una muerte atroz, al llegar al pueblo pude observar que la nube piroclástica había arrasado con todo por suerte para mí había militares en la zona buscando supervivientes y estos pudieron rescatarme antes de que hubiera perdido la conciencia por la tensión y el cansancio, después de eso me llevaron a un hospital donde estuve hasta que me dieron el alta y una vez con ella en la mano decidí desaparecer.

- No asististe al funeral de Caterina–dijo Carlo–. Pero sé que visitaste su tumba y la de Martina en el aniversario de su muerte.

- No pude asistir a su funeral–dije–. Fue superior a mí, la culpa, el dolor y saber que tendría que seguir viviendo sin ella a mi lado me sobrepaso y me disculpo por ello, no estuvo bien.

Las lágrimas descendían por las mejillas de Carlo volviendo a abrazarme.

- Te odié con todas mis fuerzas–dijo Carlo–. Aunque sabía que tú no eras culpable de nada.

- Tranquilo–conteste–. Estoy seguro de que no me has odiado más de lo que me he odiado yo.

- Tendría que haber estado a tu lado–dijo Carlo–. Te pido perdón por ello.

- No te preocupes por eso–conteste–. Pero sé que no solo has venido a hablar de esto, ¿qué ocurre?

- Necesito tu ayuda–dijo Carlo.

- No–conteste–. Ya no soy vulcanólogo, ahora soy profesor en una aburrida universidad.

- La cosa es grave Tommaso–dijo Carlo–. Aquí tienes los informes échales un vistazo y después decides qué hacer.

Eran informes sobre el volcán Etna, era el volcán más activo de Europa, pero había algo que me llamo la atención, se índice de expresividad era de escala cuatro por debajo del Vesubio que tenía un índice de expresividad de cinco, pero según los datos de esos informes el índice de expresividad del Etna podría subir a seis, colocándose por encima del Vesubio y por debajo de los Campos Flégreos que era un supervolcán con un índice de expresividad de siete.

- ¿Cómo es esto posible?–pregunte.

- Eso es lo que quiero que averigües–contesto Carlo– soy el nuevo director del instituto nacional de geofísica y vulcanología.

- Ya te he dicho que ahora soy profesor–conteste–. Pero tengo que reconocer que todo esto me llama mucho la atención.

- ¿Entonces?–pregunto Carlo.

- Lo haré–conteste–. Pero con la condición de trabajar solo, no quiero poner a nadie más en peligro.

Escuche como la puerta del bar se abría y alguien se colocaba detrás de mí.

- Pues es una pena–dijo aquella persona–. Porque no pienso perderme esto por nada del mundo.

Reconocí esa voz al instante dándome la vuelta para verla.

- ¡Isobel!– grité de asombro y también de alegría.

Continuará.
 
Última edición:
Siento la tardanza, no he tenido mucho tiempo para escribir y ademas he tenido que empezar el relato en mas de una ocasión al no terminar de convencerme lo que leía, que lo disfrutéis.
 
Fue una auténtica tragedia, pero el no es ni responsable ni tuvo culpa ninguna.
De todas formas entiendo que desde entonces este mal porque eso te tiene que marcar. Perder así al amor de tú vida y no poder hacer nada.
Pero algo me dice que está Isabel le va a devolver la alegría y que está vez sí habrá final feliz.
 
También parece claro que está chica es alguien importante en su pasado, quizás un antiguo amor o una amiga por la que quizás sentía algo más que amistad.
En cualquier caso confío en que le haga superar la tragedia de haber perdido a Caterina.
 
Fue una auténtica tragedia, pero el no es ni responsable ni tuvo culpa ninguna.
De todas formas entiendo que desde entonces este mal porque eso te tiene que marcar. Perder así al amor de tú vida y no poder hacer nada.
Pero algo me dice que está Isabel le va a devolver la alegría y que está vez sí habrá final feliz.
Isobel, es nombre Escoces
 
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