Extraña calma Pt.2
A partir de ese día, él tuvo toda la razón, comencé a ser suya cada vez que él quería, para tocarme, para besarme, para enseñarme y controlarme…
Puedo recordar aún muchas de las veces en que eso sucedía, pues solo hacía falta quedarnos solos los 3, sin vigilancia o atención de los mayores. El juego de las escondidillas se convirtió, extrañamente, en mi juego favorito, pues ya era yo misma quién rogaba por jugar con ellos, por ir a verlos a casa de mis tías cuando estaban ahí, pero ya no era solo durante el juego… sino en todo momento cuando los dos estábamos solos.
En alguna ocasión por ejemplo, cuando se quedaban a dormir en casa de mis tías, yo solía llegar por las mañanas para verlos y a veces los encontraba viendo la tele bajo las cobijas aún, y yo, tontamente y para no quedar fuera del grupo, solía meterme también bajo las mismas, y si por algún motivo el menor se iba (ya sea al mercado con mis tías o al baño unos minutos, o etc.) el mayor aprovechaba para comenzar a tocarme, a besarme, y yo… yo no tenía ya la voluntad para resistirme, pues apenas su lengua tocaba la mía… yo era de él por completo, y aunque en ese tiempo no pasábamos de un faje… aun así la adrenalina lograba ponerme a tope y yo me dejaba, dócilmente, tocar como él quisiera. Alguna vez no nos dimos cuenta que una tía se había quedado hasta que la escuchamos moverse fuera del cuarto buscando algo entre los muebles. No sé con certeza si ella vio algo o no, pero al menos nunca dijo nada.
Y así pasó otro año entre nosotros, con nuestro juego “infantil” y nosotros 3 creciendo… hasta que estalló la bomba de nuevo entre la familia.
Como podrán recordar, en el relato anterior les conté que sus padres se habían separado por infidelidades, golpes y otros problemas y que la madre había preferido alejarse de nuestra familia, lo que no mencioné fue… que nuestra familia, absurdamente, nunca culpó a mi tío, sino a ella, como si ella hubiese sido la mala del cuento. También les mencioné las peleas de mi tío y mi primo, pero nunca les mencioné que eran un asunto constante que todos llegamos a ver. Dicho lo anterior, procedo a contarles un poco de la bomba estalló y comenzó a separarnos un poco más.
Sucedió un día sin más en que estaba casi toda la familia reunida por un festejo (primas, primos, tíos, tías, etc. que no he mencionado pero que existían).No recuerdo bien que sucedió, pues no estaba presente con mi primo en ese instante sino ayudando en la cocina, el punto es que de pronto mi tío y mi primo comenzar a discutir muy fuerte, pues al parecer, la amante de mi tío (que se había vuelto ya prácticamente de la familia y asistía con él a todos los festejos) tuvo la “maravillosa idea” de hablar mal acerca de la madre de mis primos sin darse cuenta que el menor la había escuchado. Según entiendo, el problema creció porque el menor le recordó que ella solamente había servido para meterse con un hombre casado, y pues el comentario, al no hacerle gracia a la señora, provocó un intento de bofetada contra mi primo menor que fue interceptado por mi otro primo. El caso es que el papa de ellos, en vez de apoyar a sus hijos, se puso del lado de la señora y así comenzó la pelea en la cual, por cierto, todos nos enteramos que mi tío se quedó con el dinero, la compañía y las casas que tenían, dejándoles a ellos y su mama, únicamente la casa donde vivían y algunas deudas.
Luego de aquella pelea muchas cosas cambiaron, por ejemplo; mi tío ya no venía mucho tampoco, pues la familia se molestó con él y su pareja por su actitud en el festejo y por todo lo que nos enteramos, sin embargo… no fue el único cambio, pues mis primos también dejaron de venir, ya que el mayor argumentó que el único motivo por el que aceptaba ver a su padre y su familia, era porque a su hermano menor le gustaba estar con nosotros y porque su madre se lo pedía, pero pues, con lo sucedido, ni su padre lo quería cerca, ni a él le hacía falta saber de nosotros, más aún porque, a pesar de que a todos nos molestó lo que supimos de su padre, ninguno de nosotros tuvo el valor para salir a defenderlos. Así pues, lo entendimos y no quisimos tampoco molestarlos.
El menor de ellos venía de vez en cuando a vernos, pues se llevaba muy bien con los hijos de una tía que eran apenas un poco más chicos que él y les gustaban casi las mismas cosas, mientras que el mayor… pasaron meses antes de volver a verlo, pues siempre se negaba a las invitaciones de la familia sin importar quién lo buscase.
Lo vi de nuevo por su cumpleaños más o menos cuatro meses luego, pues con ayuda de su hermano y su madre, le habíamos armado una fiesta sorpresa en casa de mi abuela. Curiosamente, él no había cambiado, seguía igual de delgado, con esa mirada imperturbable, aunque la vos un poco más ronca, mientras que yo… ya había desarrollado un poco más de curvas (que no estatura, aclaro). Fue verlo y mi corazón comenzó a latir a mil por hora, quería saberlo todo, pero al mismo tiempo… me daba miedo que él no hubiese pensado jamás en mí.
Me mantuve alejada gran parte del tiempo, mientras todos parecían disfrutar de la comida, la compañía y la música. Sí, todos menos él.
Caída la noche me acerque al fin, atraída por el calor de la fogata improvisada que habían armado entre el patio y el mini bosque. Muchos familiares ya se habían ido y los pocos que quedaban estaban desperdigados entre la sala y la cocina, charlando o viendo la tele, bebiendo. Afuera, por otro lado, solo éramos los dos, así pues, me senté a su lado temblando de frío, mientras él, como si nada, no llevaba ni siquiera puesto un sweater. Miraba directo al fuego como si nada importase y yo me quede ahí, junto a él, sin decir palabra, hasta que de pronto y de la nada, su vos rasgó el silencio, ronca como era, firme.
-No disfruto de estas cosas –me dijo sin mirarme –las considero completamente innecesarias y es demasiado agotador fingir que en realidad me importan. Al final, estoy aquí porque ellos lo querían y fingí sorpresa, aunque ya lo sabía. Supongo que en cierto modo, no tengo permitido irme aún de ningún sitio. –Un esbozo de sonrisa apareció en su rostro y continuó –¿Será que no he podido irme ni siquiera de ti?
Mi corazón tembló en ese momento con sorpresa y no supe que decirle, intenté, sí, pero las palabras no salían de mi boca y solo atine a balbucear una disculpa y luego un gemido al sentir su mano, esta vez caliente por la fogata, contra mi pierna helada por el frío de la noche.
-Calma, no es necesario que digas nada, puedo ver que no has olvidado nuestro “juego”, lo noto en tu mirada, en esos ojos nerviosos que no han dejado de mirarme desde lejos, y sí, he pensado en ti bastante, y por un instante consideré en olvidarme de todo y dejarte libre, pero… mucho me temo, que aún no es suficiente para mí.
-¿Su…ficiente? –lo interrumpí.
-Verás –me dijo al fin mirándome a los ojos con la misma intensidad que el fuego. –hace unos meses tu misma me pediste tocarte ¿Recuerdas? –Asentí. –Y yo te dije que haría contigo lo que me diera la gana, ¿No es así? –Asentí de nuevo, muda ante el miedo de lo que vendría. –Hoy tuviste tu oportunidad de ignorarme, de portarte como si nada nunca hubiese pasado, y sin embargo, estas aquí, conmigo, en la soledad del patio mientras mueres de frío y luego de haberme observado desde lejos todo el día. Te morías por hablarme, ¿No? por sentirme, por escucharme, por volver a pertenecerme, ¿o me equivoco?
No supe que responder… pero mi cuerpo comenzaba a sentirse increíblemente caliente, como si el frío se hubiese ido de golpe y en su lugar hubiesen llegado los nervios, la adrenalina…
-Eres mía, ¿lo entiendes?
-Sí… – le respondí casi en un susurro, sin poder ordenar mis pensamientos, totalmente perdida en la intensidad de su mirada. En esa extraña calma que a pesar de todo parecía convertirse, a ratos, en una tormenta que me arrastraría, sin opciones, a su paso.
En aquella noche fría me quedo claro; algo había cambiado en él luego de todo, su voz más ronca, su mirada más profunda, su forma tan rara de expresarse, como si lo supiera todo, como si no le importase nada. Y ahí estaba yo, atrapada con quién podría convertirse en mi carcelero, y aun así, en el fondo, yo misma deseaba que tirase muy lejos la llave y se quedase conmigo.
-Feliz cumpleaños… -Le dije tímidamente mientras me ponía de pie y, armándome de valor por un instante… y lo abracé.
La calidez de su cuerpo ante la fogata contrastaba ahora con mi cuerpo frío que no dejaba de titiritar descontroladamente, tanto de nervios como de frío, y de pronto, sus labios susurraron, como aquella vez, de nuevo ante mi oído:
-Si realmente eres mía como dices, vas a decirme aquí y ahora mismo cuantos te han tocado además de mí en estos meses, puesto que, con lo bonita que te estas poniendo… dudo mucho que alguno de tus compañeros del colegio no haya intentado tocarte como yo y hacerte olvidar de mí, menos aún me creo –Me decía mientras me besaba el cuello y me apretaba las nalgas con su otra mano en el abrazo. –que tú misma no hayas intentado de alguna forma volver a sentir con otro lo que sentiste todas aquellas veces conmigo, pues tu cuerpo hubo aprendido a gozarlo cada vez, o… ¿dirás de verdad que me equivoco?
-No… -le dije. –mmm ninguno… ningunooo solo tú… tú…
-NO ME MIENTAS –Me dijo elevando un poco el tono del susurro y haciéndome temblar con un miedo extraño.
-Unooo, uno amoor… –le dije rendida –uno solamenteee y lo sientooo amooor… te prometo… te prometo que ya no va a ¡ohhh sí…! volver a sucedeeerrrr. –En ese instante un suspiro de hartazgo escapó de sus labios… y supe que eso sería ahora un problema por resolver entre nosotros.
A partir de ese día, él tuvo toda la razón, comencé a ser suya cada vez que él quería, para tocarme, para besarme, para enseñarme y controlarme…
Puedo recordar aún muchas de las veces en que eso sucedía, pues solo hacía falta quedarnos solos los 3, sin vigilancia o atención de los mayores. El juego de las escondidillas se convirtió, extrañamente, en mi juego favorito, pues ya era yo misma quién rogaba por jugar con ellos, por ir a verlos a casa de mis tías cuando estaban ahí, pero ya no era solo durante el juego… sino en todo momento cuando los dos estábamos solos.
En alguna ocasión por ejemplo, cuando se quedaban a dormir en casa de mis tías, yo solía llegar por las mañanas para verlos y a veces los encontraba viendo la tele bajo las cobijas aún, y yo, tontamente y para no quedar fuera del grupo, solía meterme también bajo las mismas, y si por algún motivo el menor se iba (ya sea al mercado con mis tías o al baño unos minutos, o etc.) el mayor aprovechaba para comenzar a tocarme, a besarme, y yo… yo no tenía ya la voluntad para resistirme, pues apenas su lengua tocaba la mía… yo era de él por completo, y aunque en ese tiempo no pasábamos de un faje… aun así la adrenalina lograba ponerme a tope y yo me dejaba, dócilmente, tocar como él quisiera. Alguna vez no nos dimos cuenta que una tía se había quedado hasta que la escuchamos moverse fuera del cuarto buscando algo entre los muebles. No sé con certeza si ella vio algo o no, pero al menos nunca dijo nada.
Y así pasó otro año entre nosotros, con nuestro juego “infantil” y nosotros 3 creciendo… hasta que estalló la bomba de nuevo entre la familia.
Como podrán recordar, en el relato anterior les conté que sus padres se habían separado por infidelidades, golpes y otros problemas y que la madre había preferido alejarse de nuestra familia, lo que no mencioné fue… que nuestra familia, absurdamente, nunca culpó a mi tío, sino a ella, como si ella hubiese sido la mala del cuento. También les mencioné las peleas de mi tío y mi primo, pero nunca les mencioné que eran un asunto constante que todos llegamos a ver. Dicho lo anterior, procedo a contarles un poco de la bomba estalló y comenzó a separarnos un poco más.
Sucedió un día sin más en que estaba casi toda la familia reunida por un festejo (primas, primos, tíos, tías, etc. que no he mencionado pero que existían).No recuerdo bien que sucedió, pues no estaba presente con mi primo en ese instante sino ayudando en la cocina, el punto es que de pronto mi tío y mi primo comenzar a discutir muy fuerte, pues al parecer, la amante de mi tío (que se había vuelto ya prácticamente de la familia y asistía con él a todos los festejos) tuvo la “maravillosa idea” de hablar mal acerca de la madre de mis primos sin darse cuenta que el menor la había escuchado. Según entiendo, el problema creció porque el menor le recordó que ella solamente había servido para meterse con un hombre casado, y pues el comentario, al no hacerle gracia a la señora, provocó un intento de bofetada contra mi primo menor que fue interceptado por mi otro primo. El caso es que el papa de ellos, en vez de apoyar a sus hijos, se puso del lado de la señora y así comenzó la pelea en la cual, por cierto, todos nos enteramos que mi tío se quedó con el dinero, la compañía y las casas que tenían, dejándoles a ellos y su mama, únicamente la casa donde vivían y algunas deudas.
Luego de aquella pelea muchas cosas cambiaron, por ejemplo; mi tío ya no venía mucho tampoco, pues la familia se molestó con él y su pareja por su actitud en el festejo y por todo lo que nos enteramos, sin embargo… no fue el único cambio, pues mis primos también dejaron de venir, ya que el mayor argumentó que el único motivo por el que aceptaba ver a su padre y su familia, era porque a su hermano menor le gustaba estar con nosotros y porque su madre se lo pedía, pero pues, con lo sucedido, ni su padre lo quería cerca, ni a él le hacía falta saber de nosotros, más aún porque, a pesar de que a todos nos molestó lo que supimos de su padre, ninguno de nosotros tuvo el valor para salir a defenderlos. Así pues, lo entendimos y no quisimos tampoco molestarlos.
El menor de ellos venía de vez en cuando a vernos, pues se llevaba muy bien con los hijos de una tía que eran apenas un poco más chicos que él y les gustaban casi las mismas cosas, mientras que el mayor… pasaron meses antes de volver a verlo, pues siempre se negaba a las invitaciones de la familia sin importar quién lo buscase.
Lo vi de nuevo por su cumpleaños más o menos cuatro meses luego, pues con ayuda de su hermano y su madre, le habíamos armado una fiesta sorpresa en casa de mi abuela. Curiosamente, él no había cambiado, seguía igual de delgado, con esa mirada imperturbable, aunque la vos un poco más ronca, mientras que yo… ya había desarrollado un poco más de curvas (que no estatura, aclaro). Fue verlo y mi corazón comenzó a latir a mil por hora, quería saberlo todo, pero al mismo tiempo… me daba miedo que él no hubiese pensado jamás en mí.
Me mantuve alejada gran parte del tiempo, mientras todos parecían disfrutar de la comida, la compañía y la música. Sí, todos menos él.
Caída la noche me acerque al fin, atraída por el calor de la fogata improvisada que habían armado entre el patio y el mini bosque. Muchos familiares ya se habían ido y los pocos que quedaban estaban desperdigados entre la sala y la cocina, charlando o viendo la tele, bebiendo. Afuera, por otro lado, solo éramos los dos, así pues, me senté a su lado temblando de frío, mientras él, como si nada, no llevaba ni siquiera puesto un sweater. Miraba directo al fuego como si nada importase y yo me quede ahí, junto a él, sin decir palabra, hasta que de pronto y de la nada, su vos rasgó el silencio, ronca como era, firme.
-No disfruto de estas cosas –me dijo sin mirarme –las considero completamente innecesarias y es demasiado agotador fingir que en realidad me importan. Al final, estoy aquí porque ellos lo querían y fingí sorpresa, aunque ya lo sabía. Supongo que en cierto modo, no tengo permitido irme aún de ningún sitio. –Un esbozo de sonrisa apareció en su rostro y continuó –¿Será que no he podido irme ni siquiera de ti?
Mi corazón tembló en ese momento con sorpresa y no supe que decirle, intenté, sí, pero las palabras no salían de mi boca y solo atine a balbucear una disculpa y luego un gemido al sentir su mano, esta vez caliente por la fogata, contra mi pierna helada por el frío de la noche.
-Calma, no es necesario que digas nada, puedo ver que no has olvidado nuestro “juego”, lo noto en tu mirada, en esos ojos nerviosos que no han dejado de mirarme desde lejos, y sí, he pensado en ti bastante, y por un instante consideré en olvidarme de todo y dejarte libre, pero… mucho me temo, que aún no es suficiente para mí.
-¿Su…ficiente? –lo interrumpí.
-Verás –me dijo al fin mirándome a los ojos con la misma intensidad que el fuego. –hace unos meses tu misma me pediste tocarte ¿Recuerdas? –Asentí. –Y yo te dije que haría contigo lo que me diera la gana, ¿No es así? –Asentí de nuevo, muda ante el miedo de lo que vendría. –Hoy tuviste tu oportunidad de ignorarme, de portarte como si nada nunca hubiese pasado, y sin embargo, estas aquí, conmigo, en la soledad del patio mientras mueres de frío y luego de haberme observado desde lejos todo el día. Te morías por hablarme, ¿No? por sentirme, por escucharme, por volver a pertenecerme, ¿o me equivoco?
No supe que responder… pero mi cuerpo comenzaba a sentirse increíblemente caliente, como si el frío se hubiese ido de golpe y en su lugar hubiesen llegado los nervios, la adrenalina…
-Eres mía, ¿lo entiendes?
-Sí… – le respondí casi en un susurro, sin poder ordenar mis pensamientos, totalmente perdida en la intensidad de su mirada. En esa extraña calma que a pesar de todo parecía convertirse, a ratos, en una tormenta que me arrastraría, sin opciones, a su paso.
En aquella noche fría me quedo claro; algo había cambiado en él luego de todo, su voz más ronca, su mirada más profunda, su forma tan rara de expresarse, como si lo supiera todo, como si no le importase nada. Y ahí estaba yo, atrapada con quién podría convertirse en mi carcelero, y aun así, en el fondo, yo misma deseaba que tirase muy lejos la llave y se quedase conmigo.
-Feliz cumpleaños… -Le dije tímidamente mientras me ponía de pie y, armándome de valor por un instante… y lo abracé.
La calidez de su cuerpo ante la fogata contrastaba ahora con mi cuerpo frío que no dejaba de titiritar descontroladamente, tanto de nervios como de frío, y de pronto, sus labios susurraron, como aquella vez, de nuevo ante mi oído:
-Si realmente eres mía como dices, vas a decirme aquí y ahora mismo cuantos te han tocado además de mí en estos meses, puesto que, con lo bonita que te estas poniendo… dudo mucho que alguno de tus compañeros del colegio no haya intentado tocarte como yo y hacerte olvidar de mí, menos aún me creo –Me decía mientras me besaba el cuello y me apretaba las nalgas con su otra mano en el abrazo. –que tú misma no hayas intentado de alguna forma volver a sentir con otro lo que sentiste todas aquellas veces conmigo, pues tu cuerpo hubo aprendido a gozarlo cada vez, o… ¿dirás de verdad que me equivoco?
-No… -le dije. –mmm ninguno… ningunooo solo tú… tú…
-NO ME MIENTAS –Me dijo elevando un poco el tono del susurro y haciéndome temblar con un miedo extraño.
-Unooo, uno amoor… –le dije rendida –uno solamenteee y lo sientooo amooor… te prometo… te prometo que ya no va a ¡ohhh sí…! volver a sucedeeerrrr. –En ese instante un suspiro de hartazgo escapó de sus labios… y supe que eso sería ahora un problema por resolver entre nosotros.
Continuará… quizás.