Fotos y videos sobre mí y de gente allegada (también poesía propia)

Jonathan Gaddo

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13 Nov 2025
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A Martina, mi compañera de trabajo en el turno de noche, le encanta ordeñarme el rabo y que le unte de "mascarilla facial" la cara 🥰

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UNA FELACIÓN DE CINCO ESTRELLAS

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Ahí estás,

sentada a mi lado,

dándome la espalda y pendiente de agradar a la cámara que nos enfoca.

Inclinas tu cuerpo apoyando tu brazo derecho y el codo sobre mi vientre,

con la mano del mismo brazo sujetas mi pene por la base.

La mano izquierda solo la utilizas para amasarme los huevos.



Sonríes al notar cómo se va endureciendo mi flácido miembro.

Tus carnosos labios; tu lengua húmeda, caliente y juguetona,

hacen su trabajo.



Le das piquitos a mi rosado glande,

lo lames y chupeteas.

Te metes la mitad del capullo dentro de la boca

y succionas con fuerza la entrada de la uretra.



Has conseguido erguir mi falo hasta su máxima potencia.

Es largo y grueso con cierta inclinación hacia la izquierda,

o sea, hacia el lado en el que estás posicionada.

Te será más fácil engullirlo al seguir mejor la trayectoria de tu laringe.

Si te hubieras sentado del otro costado,

el glande se te clavaría en el paladar empujando hacia arriba.

Sabes lo que haces. Todo lo tienes calculado.



Ahora necesitas los cinco dedos de tu mano,

mantienes firme como un mástil mi verga.

Sujetas con fuerza mi polla,

notas sus palpitaciones.



Lames mi rabo desde la base hasta la punta,

lo dejas brillante y con restos de saliva,

la cámara te lo agradece,

está grabando un buen primer plano.



Por el tronco se deslizan algunos regueros de babas

que van a desembocar en los testículos.

Con tu mano izquierda barnizas mis cojones con ese líquido espumoso.



La mano izquierda magreándome el escroto,

la derecha sujetándome por la base el rabo.

Y con tus labios, lengua y dientes

besándome, lamiéndome y mordisqueándome toda la verga.

¡Qué más puedo pedir! ¡Esto es el Paraíso!



Jugueteas mucho con la cabeza rosada, te hace gracia.

Te la metes en la boca y le pegas unos buenos morreos.

Tus labios, lengua y dientes no le dan tregua a mi delicado glande.

Succionas y vuelves a succionar,

metiendo la punta de tu lengua por la uretra.

¿Qué buscas mi amor? ¿Petróleo?

Buscas mi néctar, ¿verdad?

Lo fabrico para ti, pensando en ti.



Te la metes casi entera, en tu profunda garganta.

Solo te faltan tres dedos para conseguir tenerla toda dentro.

Lo intentas varias veces pero solo consigues provocarte unas arcadas,

arcadas que llenan de espumarajos mi rabo, mis huevos y tus manos.



Ya no puedo aguantar más,

estoy al borde de la explosión.

Jadeo y siento que se me va la vida por la punta de mi polla.

Notas que estoy al límite y le das los últimos lambetazos al glande.



Pero tu mano derecha sigue impertérrita,

agarrada a mi mástil como si de un naufragio se tratara.

Siente que mis palpitaciones suben en intensidad,

que están a punto de llegar los siete u ocho disparos de esperma

y no quiere perder el control de la polla, para saber a dónde dirigirlos.



De repente, un chorro de líquido viscoso y blanquecino se incrusta en tu frente.

Otro va dirigido a tu párpado derecho, dejándote bizca por unos segundos.

Dos los diriges a la entrada de las fosas nasales.

Otros dos los repartes por las mejillas.

Y los últimos dos de la pedrea los diriges a la entrada del oído derecho

amagando ser un auricular de teléfono y carcajeándote de tu propia ocurrencia.



Pero te supo a poco y sin soltar la verga todavía,

que está en sus últimos estertores,

miras fijamente a la punta del capullo esperando algún resto más.

De vez en cuando salen algunas gotitas

que recoges pasando la punta de la lengua,

lamiendo y lamiendo la entrada de la uretra.



La polla estaba perdiendo consistencia,

poco a poco iba adquiriendo cierta flacidez.

Para sujetarla ya no hacen falta los cinco dedos.

Con el pulgar, el índice y el llamado corazón te bastan,

dándole un respiro al anular y al meñique…

y sobre todo dándole un respiro a mi verga

a la que le habían quedado las marcas de tus dedos y uñas.



El semen se te iba deslizando por la cara.

El esperma de la frente ya se unía al de las mejillas.

De la boca escupías algunas babas mezcladas con mi lefa.

En la barbilla se te formaron algunos hilillos de esperma

que se posaban sobre mi bajo vientre y pubis.

De las narices te salían los restos que habías introducido,

daban el pego de ser moquillo.

De la oreja derecha también un ligero hilillo se te iba escurriendo…

y lo del párpado parecía una legaña mañanera.



La cámara te agradece las muecas y carantoñas que pones.

Relames los restos que te van llegando a la comisura de los labios

desde las diferentes partes de la cara.

Pero sobre todo los “moquillos” que te bajan de la nariz.

Utilizas mi rabo a modo de brocha

para extender el “maquillaje” y la “mascarilla facial”,

todo marca de la casa.

Con dos dedos de la mano izquierda también te vas ayudando por la parte alta

de la cara

donde no puedes usar mi polla.



Te encanta enamorar a la cámara.

La lascivia con la que le sonríes,

con toda la cara embadurnada con la peculiar “baba de caracol”,

pone cachondo a cualquiera.



Insistes otra vez en meterte el capullo en la boca para succionarlo más,

por si alguna gota quedase dentro del conducto espermático desperdiciada.

Ya no salió nada.

Mi pene cada vez se iba pareciendo más a un gusanillo arrugado.

Ahora solo utilizas el pulgar y el índice, a modo de pinzas

y estiras mi miembro hacia arriba todo lo que puedes

y hacia abajo.

Hacia arriba otra vez… parecía un chicle ya.

Por fin te dignas a soltarlo

y coqueteas un poco más con la cámara.



Recoges algunas babas mezcladas con mi lefa con las manos,

alrededor de mis huevos y por el bajo vientre hay mucha,

y te las metes en la boca.

Haces gárgaras durante un minuto.

Lo escupes todo sobre mi verga.

Le guiñas un ojo a la cámara

y decides ponerle fin a la sesión.
 
¡UNA VERDADERA DEIDAD A LA QUE ADORAR Y VENERAR!

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Todas las noches tengo la obligación,

aunque sería mejor decir la necesidad,

de adorarte y venerarte.

Durante tres horas repaso todo tu cuerpo,

desde esa hermosa y perfumada melena rubia

hasta la punta de los dedos de tus excelsos pies.



Sumergir mi rostro en tu linda cabellera,

paladear y oler esa inmensidad dorada

es como adentrarse en el océano.

Te beso la frente.

Lamo y saboreo tus párpados, orejas, nuca, cuello,

mejillas, boca.

Envuelvo con mis labios tu respingona nariz.



Te suenas tres veces dentro

usando mi boca a modo de Kleenex.

Yo recojo tu moquillo,

lo paladeo y lo trago como néctar producido por la diosa que eres.



Sigo bajando por tu cuerpo de escándalo.

¡Esos hombros!



Más abajo me encuentro con tus turgentes pechos.

Unas deliciosas peras con sus delicados pezones.

La Ley de la Gravedad no impera en estas majestuosas tetas.

Las masajeo, beso y chupeteo.



No me olvido de tus sensuales brazos y tus finas manos.

¡Esos deditos no me canso de chuparlos!



Sigo bajando y allí están el ombligo y tu vientre plano.

¡Qué delicia para mis sentidos!



Te das la vuelta y me encuentro con una espalda en la que podría pasarme días

enteros,

masajeando y saboreando cada centímetro,

palpando con mi lengua cada uno de los discos de tu columna vertebral.



Más abajo. ¡Qué me encuentro!

Dos medias lunas, dos panes. ¡Vaya culazo!

Amaso aquellas carnes con pasión.

Acerco mi cara y mordisqueo y saboreo aquellos panes exquisitos.

Con mis manos separo las dos orillas que ocultan el misterioso agujero negro.

¡Lo lamo y succiono!

Lamo también el surco interior en toda su longitud,

desde el perineo hasta casi la cintura,

bien en profundidad y con gran devoción.



Te vuelves a dar la vuelta y me encuentro con el Monte de Venus.

¡Aunque lo de monte es un decir!

Solo unas finas líneas de bello púbico

a modo de grafía asiática adornan el pubis.

Me zambullo en aquella almeja rosada

a la que morreo incansablemente

hasta provocarte tus dos orgasmos de rigor.



Seguí bajando y descubro unos muslos y

pantorrillas esculpidas por muchas horas de gym.

Acordándome de que en público tengo que

reprimir mis impulsos de besar y lamer tus largas y musculosas piernas

cuando las luces con una sexy minifalda,

ahora en privado nada me frena,

sacio mi hambre y me las como enteras.



Y ya llegados a tus pies

me postro ante ellos.

Me tumbo en el suelo a modo de fiel felpudo.

Espero a que poses tus pies de forma alterna sobre mi rostro.

Chupeteo cada dedito y lamo las plantas

provocándote cosquillitas y haciéndote reír.



Tres cortas pero intensas horas diarias venerando y adorando a

una verdadera deidad a la cual no me canso de complacer.

¡Porque tú lo vales!
 
UN VIAJE EN TREN CON GAYOLA INCLUIDA
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De veinteañero en el tren Estrella nocturno mucho anduve,

con sus compartimentos cerrados y su pasillo lateral, la emoción contuve.

Lástima que ya no exista aquella forma de viajar e ilusionar,

con el avión y el AVE pocas aventuras amorosas puedes ambicionar.



En uno de aquellos viajes una mujer de mediana edad se sentó frente a mí,

en el compartimento éramos varios los pasajeros y a una charla amena accedí.

La mujer era muy elegante y culta, y con su elocuencia me embaucó,

hablaba de todo un poco y mi atención e interés captó.



La mujer llevaba botas de tacón, falda larga plisada, blusa y abrigo de piel,

el pelo recogido en un moño, gafas y en su angelical rostro algo de sombra de

ojos y pintalabios color miel.

A medida que se adentraba la noche los pasajeros iban apeándose,

de madrugada, en aquel compartimento, solo quedábamos los dos y fue

acomodándose.



Me comentó que su marido, puntual, la aguardaría en el andén,

que era un hombre afable y correcto. A todo le decía amén.

Tampoco escatimó elogios hacia mi persona, por simpático y educado,

yo le devolví los halagos. El cortejo empezaba. Lo tenía estudiado.



Aprovechando que yo era un viajero de paso al cual nunca más vería,

se lanzó a hacer algo que en su entorno laboral y social se abstendría.

Sentándose a mi lado me espetó un morreo tan intenso,

que no dudé en cogerle una mano y guiarla hacia mi paquete, ya inmenso.



Ella, bajando la cremallera sacó del interior mi rabo a tomar el fresco,

comenzó a machacarlo, con garra, hasta ponérmelo bien enhiesto.

Cubrió mi entrepierna con su abrigo por si alguien asomaba por el pasillo,

y sin perder el ritmo del machaque me iba lamiendo el cuello, sacando brillo.



El tiempo se nos echaba encima y se quedó con ganas de montarme,

pero era toda una experta zurrando sardinas, llegó a impresionarme.

Por fin llegué al éxtasis manchando el abrigo de considerable lechada,

ella exprimía mi polla, luego limpió su mano en la tela abrevada.



Sin despeinarse el moño ni desmaquillarse demasiado,

¡qué deliciosa gayola me proporcionó!, quedé extasiado.

Decidimos bajar del vagón por diferente puerta,

le dio un piquito a su marido y se fue alejando de mí, la muy puerca.
 
ODA A LA GOLFA DE MI CHICA
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Para ti todos los días son sabadete;

aunque no siempre conmigo apagas tu lujuria;

me aparcas y usas en días de lluvia;

y prefieres que otros podencos penetren tu ojete.



Probarlas de todos los tamaños y colores,

torcidas o rectas y con gordos cojones.

Circuncidadas o con prepucio te es indiferente,

lo mismo opinas de lo que piense la gente.



No hay nada que más te ponga cachonda;

que empalarte, clavarte, follarte un buen rabo;

en coño u ojete coloreado y bien empolvado;

zumbarte a buen ritmo a quien se te imponga.



Ahorrarte el aeróbic con un folleteo,

agitar las caderas con un buen meneo.

Subiendo, bajando, sintiéndolo bien,

ya sudas lo tuyo, te cae por la sien.



Te ponen los machos bien musculados;

con pollas acordes al resto del cuerpo;

fibrosas y largas. Bribona, ¡qué almuerzo!;

les lames los huevos, también sus muslazos.



Te comen el chichi con gran parsimonia,

te quedas muy quieta, sin ser una momia.

Te corres, te meas, los guarros lo beben,

tus caldos son ricos, ¡para que luego se quejen!



Desean llenarte la cara de esperma;

soltarte sus chorros a modo de ducha;

te arrodillas, te acercas y les coges la trucha;

sacudes con fuerza y ya se va el pelma.



Conmigo lo haces en plan delicado,

te monto a lo perra o tú a caballo.

Te corres, me corro y sin más miramientos,

te duermes a un lado soñando con miembros.
 
UNA SEMANA MUY ROMÁNTICA EN UN CRUCERO

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De Barcelona a Atenas de crucero nos fuimos,

en biblioteca, piscina y salón de baile comparecimos.

En las veladas en cubierta observando el cielo estrellado,

estás muy hermosa con ese pareo y el pelo mojado.



Le echaste el ojo a una azafata mulata,

de sus pechos, cachas y muslos te empeñaste en hacer una cata.

Sus grandes ojos negros y sus labios carnosos te humedecen el higo,

le guiñas un ojo dándole a entender que quieres montar un trío conmigo.



De madrugada no hay nadie en la popa,

quedamos sobre las dos, por esa zona, para darle estopa.

Marga, la azafata, nos llega con un bikini blanco,

Sonia, mi mujer, la recibe con un piquito y abrazándola por un flanco.



Mientras de pie, Sonia, la magrea y le da un beso sincero,

yo me siento en el suelo y a Marga le lamo el trasero.

Le succiono bien la almeja color café con labios rosados,

y tres piercings en forma de aro en su clítoris y raja, bien adosados.



Sonia le trabaja orejas, cuello, pezones y ombligo,

yo me centro en pantorrillas, muslos, ojete y almeja; sus caldos mendigo.

Ya le llega la flojera, el cuerpo se le estremece, le tiembla,

apoya sus cachas sobre mi cara y de caldos viscosos la siembra.



Me recuesto sobre una hamaca y la invito a montarme,

Marga se coloca sobre mí, mirando hacia Sonia y comienza a follarme.

Mi esposa no pierde un segundo en lamer almeja y chorizo,

chupetea y succiona con furia, parece estar bajo un hechizo.



Me corro, zumbando fuerte el chumino de Marga,

llenando sus entrañas de una buena descarga.

Me desacoplo y al poco, va saliendo mi lechada,

aquel bollo de chocolate regado de nata, mi mujer se lo zampa y queda

encantada.



En aquella semana de crucero Marga, Sonia y un servidor,

repetimos la historia, en muchos lugares, hasta en un vestidor.

Nos hicimos tan íntimos que un día ya en tierra,

Marga nos presentó a su mulato, que a mi esposa puso muy perra.
 
¡BUSCANDO UN SIRVIENTE DÓCIL Y SERVIL!

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Mi mujer y yo anuncio pusimos buscando mancebo,

que tuviera poca fortuna y ningún ego.

Sería más fácil así someterlo a nuestros designios,

¡gigolós muy promiscuos y nada dignos!



Un Decálogo tenemos que es tan sagrado,

que todo maromo cumplir debe, sin menoscabo.

¿Quieren saber cuál es, en qué consiste?,

si desea ser nuestro esclavo no se despiste.



Primer Mandamiento sería alabarnos mucho,

tenernos bien complacidos, ser un buen puto.

El Segundo consistiría en ser mamporrero,

lamernos bien la entrepierna, como un buen perro.



Atragantarte con los fluidos comiendo almeja,

mientras pelas mi vaina. Joder, ¡qué tiesa!

Chuparle los pies a mi esposa sería el Tercero,

saborear juanetes y ampollas, tragarte el sebo.



Deglutir nuestra saliva y moco sería el Cuarto,

de correrme y orinar en tu boca nunca me harto.

Mi esposa que viendo el hecho me imitaría,

y tú, que tragaderas tienes, te empacharías.



Dejar que te rompiera el culo sería el Quinto,

mi mujer disfruta viendo cuán te la hinco.

Luego ella con un dildo haría el gesto,

de ser un macho cabrío y te endiña el Sexto.



El Séptimo sería hacer labores de chacha,

¡que nunca sobran manos para arreglar la casa!

Hacernos la compra podría ser el Octavo,

¡que con tanto gastar en putos no hay ni un centavo!



Lamerle el calzado a mi esposa sería el Noveno,

pues, al pisar fuerte en los charcos se pone bueno.

Y ya el Décimo para acabar y con un broche,

no sería más que, sin reproches… volvieras esta noche.
 
MI MUJER SE FOLLA A UN NEGRAZO DELANTE DE MIS NARICES

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En un viaje que hicimos Sonia y yo a La Habana;

mi esposa se encaprichó de un botones negrazo al que veía cada mañana.

El chico era joven y tímido pero calzaba un buen paquete;

a mi mujer se le hacía la boca agua y comenzó a darle carrete.



Sonia estaba empeñada en follarse a un buen mozalbete cubano;

colgarme unos hermosos cuernos en mi presencia, algo muy mundano.

El chico era un poco reacio a las frivolidades europeas;

Sonia lo convenció de que prestar a tu pareja disminuye las cefaleas.



En una noche estrellada salimos a dar un paseo por El Malecón;

y para nuestra sorpresa nos topamos con el botones, se llama Aarón.

Sonia coquetea y flirtea con él a lo bestia palpándole el trasero;

yo lo tranquilizo y le digo que es un ofrecimiento sincero.



Aarón se decide a acompañarnos a nuestros aposentos del Hotel Cienfuegos;

mi esposa había triunfado e iba rebosante de egos palaciegos.

Ya en la alcoba nos metemos en un jacuzzi y nos asombra el tamaño de su verga;

de 23 cm no baja, ¡que los descreídos se dejen de monsergas!



Sonia no pudo esperar más y sumergió la cabeza en aquella agua burbujeante;

y se manducó casi entero aquel falo, Dios mediante.

Aprovechando que Sonia no nos oía, el mancebo me preguntó si era de verdad

mi esposa o una puta de ocasión;

yo, muy amablemente le comenté que no son incompatibles las dos opciones,

incluso con menstruación.



Por fin decidieron ir al catre y Sonia montó sobre su amante dándole la espalda;

cabalgaba duro, y yo sentado enfrente, observo con mi polla enhiesta como la Giralda.

El rabo del chaval parecía hecho de ébano, de lo duro y consistente que se veía;

le brillaba como si estuviera barnizado, por los efluvios que Sonia cernía.



¡Qué magnífico contraste el ver una polla negra penetrando un chumino blanco!;

Sonia se recreó hacia atrás y Aarón tomó la iniciativa del ritmo, ¡menudo potranco!

Mi esposa ponía caras de vicio para calentarme y provocar mi orgasmo;

el folleteo era tan salvaje, que Aarón no tardó en correrse y experimentar espasmos.



A los pocos segundos le sigue mi mujer, esta berrea como una zorra, clavándosela bien;

ante aquella visión de chocho rosado y polla negra bañados en leche, me pongo a cien.

Me acerco y descargo mi esperma sobre pubis, vulva, polla y huevos de los “Amantes de Teruel”;

menudo emplasto quedó en sus respectivas entrepiernas, daba el pego de salsa bechamel.
 
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