Habitación 311

ASyOC

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Y ahí estaba yo, parado, frente a una puerta, inmóvil e indeciso, haciendo memoria de horas atrás cuando todo estaba en mi cabeza, cuando era un cúmulo de ideas, de gestos, y no era más que un texto en pantalla y una foto casi dibujada en mi mente… tratando de recordar mis planes, pensados detenidamente, memorizados con cautela, paso a paso, y ahora tan nublados ante la cercanía del momento.

Tras esa puerta todo cambiaba, estaba la mujer real, la que tanto ansiaba y esperaba, y aún así no era capaz de dar el paso… tras esa puerta me esperaba seguramente una noche de lujuria y pasión, una noche que me marcaría y que no olvidaría… y… ahí estaba, plantado ante ella, sin poder siquiera tocarla.

Debía dar el paso, alzar la mano y golpear en ella, era tan simple como un pequeño gesto y abrir el paraíso, y ahí estás, casi sin ropa, sonriente, indicándome el camino hacia el interior sin intercambiar una sola palabra.

La puerta se cierra tras de mi, tus brazos me envuelven y nuestros labios se unen, mis manos comienzan un juego de caricias y las tuyas no quedan atrás…

Tratas de desnudarme, guiándome hasta el borde de la cama, mis manos finalmente atraviesan tu lencería dándome por fin el placer de sentir aquel lugar que tanto deseaba ya humedecido por el erotismo de nuestros roces…

Tu tanga cae al suelo, yo caigo sobre la cama y tú sobre mí sin separar nuestros labios con nuestras lenguas luchando la una con la otra por hacerse con el control desesperadamente. Desabrochas mi pantalón, tiras de él, y quedo desnudo…

Nuestros labios se separan, tu lengua comienza un recorrido casi aleatorio… descendiendo… cruzando mi cuerpo… mi cuello… mis hombros… mi pecho… mi abdomen… por fin llegas a tu objetivo, tus manos la acarician muy lentamente, disfrutando del momento. Tus labios la apresan, tu lengua comienza a lamer delicadamente, saboreando, y mi cuerpo reacciona, se excita, se endurece, tu boca se abre, y.. poco a poco, comienza a entrar en ti.

Notas como continúa endureciéndose con tus juegos en el interior de tu boca, entra y sale, siempre con cuidado, rozando con tus dientes, deseándote, disfrutando de la delicia de tu lengua y la dulzura de tus labios. Dando pequeños sorbitos de placer…

Mis manos tiran de ti. Quiero otra cosa… y lo sabes… te colocas sobre mí. Tus manos no sueltan mi miembro, lo colocas entre tus labios, me miras, tus manos se posan sobre mi pecho y tu cuerpo comienza a descender. Nuestra respiración acelera, los gemidos afloran, tu cadera gana velocidad, la mía trata de seguirte... ayudándote, introduciendo mi polla en tu interior más y más con cada venir y sacándola con cada devenir, únicamente para volver a entrar una vez más en las profundidades de tu ser a tu regreso.

Los gemidos pasan a ser gritos de placer, de lujuria, de perversión, las primeras palabras aparecen casi entrecortadas… “amor, siénteme… envolviéndote, mojándote, dándote placer…”, “amor… fóllame”, “quiero sentirte…”, “tu polla dentro de mi… de mi coñito…”, “amor…”

Tus palabras me excitan aún más. Mis manos recorren tu cuerpo, posándose a ambos lados de tu cadera, sujetándote, elevándome quedamos sentados, tus brazos me envuelven, y yo a ti, de rodillas, moviéndome rápidamente, a punto de explotar en tu interior, gozando cada momento, y por fin… sientes como el calor inunda tu interior ocupando cada espacio vacío de tu sexo, ambos llegamos… entre gritos, abrazados, y sin separarnos. Sintiendo el calor el uno del otro… terminamos…
Es probable que alguien nos escuchase o nos viese, pero eras mía y yo era tuyo. En el interior de aquella habitación no había nadie más. En la 311, aquella noche, solo había sitio para dos…
 
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