Disponemos de una sola noche, ya que Rubén y Lola solo pueden faltar de su casa este día, así que decido tomar la iniciativa. Como no los veo aun listos para subir a la habitación, propongo un juego para tratar de animarnos. Nos tomaremos la última copa en un pub de la zona. Allí nadie nos conoce, estamos libres de toda atadura, así que podemos jugar interpretando los papeles que nuestra imaginación nos dicte. Cuanto más morbo mejor. De manera que hago la siguiente propuesta: entraremos por separado los tres. Tanto Rubén como yo cortejaremos a Lola, que se dejará querer, jugando con los dos y sin acabar de decidirse por ninguno. A partir de ahí, continuar como nos apetezca.
Les sorprende el juego, no se lo esperaban y puedo ver como intercambiaban miradas que dicen: “Esto se pone interesante”. No habían previsto que yo pudiera proponer esa iniciativa, pero les gusta. La comunicación no verbal de Lola hacia mí, dice: “Sigue así, no nos estas defraudando. Has cogido el timón y me gusta como pilotas…”
Elegimos un local cercano, una mezcla entre pub y cafetería bastante animada donde Lola entra pisando fuerte, segura de sí misma y acomodándose perfectamente al papel. Consigue que un par de parroquianos se fijen en ella, mirándola con interés. Se sitúa en la barra que esta desocupada, sentándose en un taburete donde sitúa su culo casi al borde. Deja la chaqueta al lado y pone recto el dorso, marcando pecho. Sus cachetes se marcan al aplastarse en el asiento. El vaquero de talle bajo deja ver parte del tanga en la cintura y su espalda desnuda desde los hombros hasta el culo, solo cruzada por el top negro resulta de lo más sugerente.
Rubén entra mientras yo me hago el disimulado frente al ventanal del pub, como si esperara a alguien. Lo veo pedir una copa y entablar conversación con su mujer como si fuera una desconocida. Ella se ríe. Su marido esta muy desentrenado, hace muchísimo que no intenta ligar. El se ríe también, consciente de su torpeza. Sabe dios con que patética formula le habrá entrado. Parecen despertar el interés a su alrededor, especialmente de los dos hombres solos que observaron a Lola entrar. Es bueno que Rubén haya entrado inmediatamente, si no alguno podría haberse adelantado. No tengo muy claro que eso hubiese resultado manejable o que nuestra chica no se hubiese puesto demasiado nerviosa. Ahora están pendientes y siguen con interés los intentos del hombre por acercarse. Poco después me añado yo, sentándome también en la barra y tratando de establecer conversación con ella ignorando al supuesto pretendiente que ya está en faena, lo que llama la atención de todos y parece complacer a Lola, que se da aires de mujer fatal, respondiendo a nuestras bromas y comentarios con doble sentido. Sabe cómo hacer valer sus encantos, adoptando posturas provocativas y, sobre todo, desprendiendo esa sensación de morbo que acompaña a las chicas que se saben “malas”.
Su marido y yo revoloteábamos en torno suya, intentando el contacto físico, robarle un beso, o simplemente que nos dedique alguna sonrisa pícara. Ella juega con nosotros permitiendo alternativamente el acercamiento, repartiendo algún beso en la mejilla o consintiendo que nuestra boca se acerque a su cuello u hombros. En una ocasión me premia y en otra me da la espalda, favoreciendo a Rubén y castigándome. Lo cierto es que Lola se pone súper cachonda al ver que vamos creando cierta expectación y la gente del local empieza a estar pendiente de nosotros, pensando que efectivamente ella es soltera y está decidiendo a cuál de los dos se va a follar esta noche. Nadie en el pub lo sabe pero nosotros ya de antemano conocemos el resultado. Todos ganábamos y Lola se va con ambos…
En un momento dado, Rubén va al servicio y nos quedamos solos. Lola tiene su brazo sobre mi cuello y siento su aliento en la cara. Nuestras bocas muy cerca, jugando a buscarse pero sin llegar a establecer contacto. Mi mano sube por su muslo sin que ella ponga reparos. Tiene las piernas cruzadas y con los vaqueros ya sé que no puedo llegar muy lejos. Entonces le pregunto:
- ¿Estás bien? ¿Va transcurriendo todo a tu agrado?
- Estoy muy bien gracias. Y todo va genial. Mejor de lo que esperaba.
- ¿Y tu marido? Yo lo veo a gusto con la situación, pero tú lo conoces mejor que nadie.
- Rubén está también contento, lo sé. Te agradezco mucho como te estas portando y la paciencia que estas teniendo con nosotros. Te estas ganando a pulso tu premio…
- ¿Y no me puedes dar un adelanto?
- Jajjaja…
Lola ríe y con la sonrisa aun en los labios acerca su boca a la mía.
Nada más rozarnos ya noto la punta de su lengua que asoma en busca de la mía. Con todo el deseo acumulado, solo puedo sellar nuestros labios y comérsela hasta casi asfixiarme.
Cuando vuelve Rubén pregunta:
- ¿Otra copa?
- Yo ya no bebo más, no quiero dolores de cabeza ni ganas de vomitar esta noche. Mejor nos vamos - contestó Lola.
Para sorpresa de “nuestro público”, que ya daba por decantado el tema a mi favor después del beso, salimos los tres juntos, cogiendo ambos a Lola por el talle y ella con los brazos en nuestros hombros. Era consciente del interés despertado y no cabía en sí de gozo.
Cuando llegamos al hotel, recogemos nuestras tarjetas de la habitación y nos metemos en el ascensor. Ellos pulsan su planta y yo no hago nada para bajarme en la mía. Llegamos hasta la puerta y una vez entran me quedo en el umbral, pidiendo permiso para entrar con mi mirada. Tras una breve conversación entre los dos en voz baja que no llego a entender, Rubén me invita a pasar. Ya está todo decidido y sin embargo entiendo que es una situación que hay que gestionar muy bien. No quiero meter la pata haciendo algo que incomode a alguno de los dos. Hay que comenzar con buen pie para que, a última hora, justo al pasar a la acción, no se fastidie la cosa.
Como nadie reacciona, tomo yo una vez más la iniciativa.
- Bien, un par de chicos han conocido a una chavala en un pub y están locos por estar con ella. La chica quiere estar con los dos, no se conforma con uno solo ¿Y sabéis lo mejor de todo?
- No - contestan a dúo.
- Que todo esto no es una fantasía, sino una realidad. Ahora y aquí, ya no hay marido, mujer, ni amante. Solo hay tres personas que han decidido montar un trio y pasárselo de miedo. Lola, tu mandas. Di que quieres que hagamos y los dos chicos que te has ligado te obedeceremos sin rechistar. Piensa por donde te apetece empezar y danos la orden.
Ella cierra los ojos un momento. Pare que se encuentre aquí sola. Luego los abre y mirándonos fijamente nos dice:
- Desnudaos los dos. Quitaos todo.
Rubén se quita la ropa más rápido, quedando enseguida desnudo. Lola apenas le dedica una mirada. Ya lo ha visto infinidad de veces, así que tengo claro que me toca actuar para ella. Me quito la ropa poco a poco, empezando por arriba y hasta quedarme en bóxer. Hago una breve pausa, como si dudara, pero solo para ver cómo reacciona. Lola tiene los ojos brillantes y no retira ni un momento su mirada del bulto que forma mi polla. Cuando la dejo libre, ella se recrea la vista. Luego me mira con aprobación. Le gusta todo lo que ve.
- Ahora me toca a mí. Desnudadme entre los dos.
Nos acercamos y Rubén se sitúa en su espalda, mientras que yo me arrodillo frente a ella. Mis manos desabrochan su pantalón mientras Rubén le quita la camiseta. Poco a poco se lo bajo hasta los tobillos. Con mi cara rozando su monte de venus, puedo percibir el olor a flujo, mezcla de excitación y sudor de su coñito, que ya empapaba las bragas. Me pone burrísimo y mi polla se tensa al máximo. Rubén no pierde el tiempo y le baja las braguitas, dejando a la vista su sexo con solo una raspita de pelo, al estilo brasileño. Hacemos un sándwich entre él y yo, siendo Lola la comida. Rubén le masajea el culo mientras yo empiezo por besar y lamer su vientre, y de ahí ir bajando hacia el premio de su coño. Pero yo me doy cuenta que aún queda su sujetador, de modo que subo mis manos hacia arriba, acariciando sus pechos por encima de la tela de encaje. Su marido parece pensar lo mismo que yo, desea tenerla totalmente desnuda y expuesta, así que desabrocha el sostén dejando caer las tetas de Lola. En ese momento pasa algo extraño, que puedo percibir, atento como estoy a las reacciones de la mujer. Lola se lleva los brazos al pecho, como tratando de sostener u ocultar sus tetitas. Lanzo algo parecido a un gruñido de desaprobación hacia su marido por ir tan rápido.
Mas tarde pude saber que tenía un complejo con sus pechos. En general había llevado bastante bien el paso a la madurez de su cuerpo, pero sus tetas, a pesar de no ser muy grandes, ahora estaban bastante caídas. Por un momento pareció romperse la magia, pero yo le aparto suavemente los brazos y cierro mis manos sobre las puntas de sus pechos, aprovechando para pellizcarle los pezones. Luego los introduzco alternativamente en mi boca, succionándolos y chupándolos hasta que se ponen duros. Lola gime levemente y deposita sus manos en mi cabeza. Entonces sé que puedo continuar.
Bajo por el canal de sus pechos repartiendo besos y lengüetazos hasta llegar a su ombligo, parada obligatoria de mi lengua. Cuando acerco mi boca a su monte de venus, Lola contiene la respiración esperando lo que va a venir, mientras su marido le refriega el pene por el culo y le soba las tetas. Me separo un momento, lo justo para admirar su raja depilada y mojada. Algún hilillo brillante y pegajoso, demuestra ya su excitación y además percibo de nuevo el olor de sus fluidos, esta vez directamente, sin bragas de por medio. Mi lengua empieza a trabajar, pasándola lentamente por su rajita de abajo arriba, acabando en su clítoris, que chupo igual que antes sus pezones. Lola ya no gime, sino que jadeaba ostensiblemente. Le gusta que le metiera la lengua, la siento temblar al tocarle su punto sensible. Por eso la hago esperar un poco regodeándome en sus labios vaginales, antes de subir a su clítoris. Allí se lo trabajo con mi boca justo hasta que se acelera su placer y luego, para su disgusto, retiro de nuevo mis labios y lengua.
Dada la postura, es difícil satisfacerla, además con Rubén forzando una posición erguida desde atrás. Así pues, Lola se harta pronto de este juego y se mueve hacia la cama. Ella sigue mandando así que nos distribuye tal y como desea. Se tumba boca arriba y pide a su marido que se ponga a su izquierda para poder cogerle la polla con su mano izquierda y dejar su diestra libre para acariciarse el coño. Se abre de piernas y me ofrece su raja, esta vez poniéndose cómoda y abriéndose completamente. El mensaje está claro, pero ella no duda en recalcármelo:
- Chúpamelo otra vez. Ahora hasta el final.
Me arrastro por la cama entre sus muslos, besando su cara interna mientras alcanzo su coñito y comienzo de nuevo a comérselo. Ahora noto sus jugos en mi boca mezclados con mi saliva, resbalándome por la barbilla. Está muy mojada. Cuando subo a su clítoris lo atrapo con mis labios mientras lo castigo con mi lengua, esta vez ya no lo dejo escapar.
Lola se estremece y percibo contracciones de placer. Su mano derecha intenta acercarse a su coño, por si necesita masturbarse para llegar al orgasmo, pero pronto se da cuenta que eso no será necesario. En un momento que me paro para poder recuperar el aliento, veo que gira un poco la cabeza y se mete en la boca la polla de Rubén, chupándosela a la vez que trata de masturbarlo con su mano izquierda. Esta es una faceta de Lola que yo conocía por nuestras conversaciones y que os voy a adelantar para que entendáis mejor lo que pasa. A Lola le pone especialmente el sentir una verga en la boca mientras se corre. Cuando ya tomamos confianza en nuestras citas online, hablando ya sin reservas de lo que nos gustaba a cada uno y explorando placeres para próximos encuentros, ella me comento que no sabía por qué, pero si tenía un pene en la boca se excitaba aún más. De jóvenes, descubrió que cuando se la chupaba a su novio, se ponía cachonda aun incluso si se acababa de correr. Así que se convirtió en un juego habitual, reservar su orgasmo para cuando Rubén se corría en su boca. Ella se masturbaba procurando hacer coincidir los dos placeres. En otras ocasiones, usaba un consolador para chupar mientras su marido la follaba o al revés. Así que no era nada extraña la fantasía de que algún día una polla de verdad sustituyera a la de mentira, de forma que bastó que me centrara de nuevo en su botoncito del placer con mi lengua, para que Lola tuviese una corrida monumental. Con la polla de su marido llenándole la boca, apenas si podía hablar. Ella le pedía:
- ¡¡Ahora, ahora!!
Pretende que él se corra en sus labios a la vez que llega al orgasmo. Pero no pudieron sincronizarse, Lola está desatada pero Rubén tiene un postura incomoda que le impide concentrarse.
Tras correrse, ella sufre un pequeño bajón, seguramente por la intensidad del placer y la tensión soltada. Pero eso no le impide, aun con los ojos cerrados, abrirse de nuevo de piernas y ofrecer su rajita a Rubén, para que él también llegue. Le restriega el pene por su coñito empapado, introduciendo la punta primero, y luego todo el falo sin dificultad ninguna. Aumenta poco a poco el ritmo de bombeo hasta convertirse en una follada con un mete y saca rápido pero hasta el fondo. En apenas un par de minutos, Rubén se corre dentro, empujando y haciendo resbalar su polla mientras aun escupe semen.
Lola no parece ahora muy excitada, más bien un poco amodorrada, pero atrae hacia sí a su marido, abrazándose fuerte a él. Cuando Rubén saca la verga, un goterón de semen sale con ella, quedándose en su coño y parte de su culito. Ahora están los dos tumbados y satisfechos, uno junto al otro. Yo era el único que aún no había recibido ninguna caricia ni placer, así que me echo junto a Lola. Ella, adivinando lo que estaba pensando, me dice:
- Dame solo unos minutos. Ahora tendrás tu premio.
Yo asiento, limitándome solo a acariciarle un pecho y a pegar mi verga contra su muslo. Creo que he leído muy bien sus intenciones. Ella podía haberme hecho lo mismo que a su marido, abrirse y dejarse follar simplemente. Pero quería seguir disfrutando y solo necesitaba unos momentos para recuperarse. Aun no me había probado y me quería caliente. Cuando ya se considera preparada, se gira hacia mí, dándole el culo a su marido. Me toma el pene y me masturba muy lentamente. Mi boca busca la suya y nuestras lenguas se enganchan a la vez que frota su sexo con la punta de mi verga. Yo ya estoy a cien así que le digo;
- Cabálgame. Súbete y métetela entera. Fóllame.
Ella entreabre los labios con placer para emitir un gemido de aprobación.
- Ponte el condón por favor.
Me giro hacia la mesita y rápidamente me enfundo una goma. Apenas lo hago, ella se sienta a horcajadas sobre mí, dirigiendo mi polla hacia su coño. Se la introduce, bizqueando un poco de placer. Se regodea en el momento. La lengua humedeciendo sus labios es un aviso de puro y simple vicio. Por fin otra verga en su vagina. Rubén la mira con gesto de aprobación, mientras se acariciaba la polla, aun morcillona. Muy lentamente se mete la punta e inicia la follada. El semen de su marido, aun lubricaba su vagina, aunque por fuera se había limpiado, así que, a pesar de que noté un coñito estrecho que se cerraba sobre mi falo, no hubo ninguna dificultad en que entrara hasta el final. Lola lanza algo que no se calificar (gruñido, suspiro, gemido) cuando deja caer su peso sobre mí, empalándose entera y hasta el fondo.
Mi polla es más grande que la de su marido y aunque desde un punto de vista físico eso no tiene ninguna importancia para disfrutar, desde el psicológico sí que le influía a Lola, como más tarde supe. No lo decían expresamente en sus intentos de contacto, pero ella quería chicos más dotados que su hombre. Formaba parte de sus fantasías.
Me cabalga muy lentamente. Tratando de mover su cintura y culo para sentir totalmente mi falo dentro, empujando las paredes de su vagina, intentando llegar al fondo, notando su grosor. Su cara de vicio y placer, mordiéndose los labios y luego pasándose la lengua para humedecerlos, lo dice todo. Juega con mi polla hasta que yo ya no puedo aguantar más y aferro su cintura con mis dos manos empujando hacia abajo. Entonces lleva los dedos a su sexo y se masturba. Yo me corro entre espasmos, soltando todo el semen acumulado, casi mareándome del placer. Lola sigue moviéndose lentamente, sin importarle que yo haya llegado. Mi pene continúa aun tieso y eso le basta. Unos cinco minutos después, alcanza su segundo orgasmo, volcando en mi entrepierna todo su calor, humedad y contracciones. Se echa hacia delante cayendo sobre mi pecho, con la respiración entrecortada.
Está satisfecha. Ha tenido dos orgasmos, pero no se olvida de su marido. Sabe que gracias a él puede tener esta experiencia, así que se asegura de complacerlo. Rubén se ha empalmado de nuevo al verla follar conmigo y, sobre todo, cuando ella se corrió encima de mí. Lola se hace un hueco entre sus piernas y le chupa el rabo de arriba abajo sin muchas contemplaciones. Se la mete en la boca hasta el fondo, ensalivándosela completamente a la vez que lo pajea. Cuando considera que ya está a punto, le ofrece su culo, esperando que se la meta desde atrás. La estrategia clara, Lola quiere que su hombre se corra rápido. Tiene expresión fatigada (el viaje, l alcohol, las tres folladas que le hemos metido, los dos orgasmos...) pero desea dejar satisfecho a Rubén antes de irse a descansar.
El, bombea un rato, casi con furia. Yo tengo la cara de Lola a escasos centímetros de mí, y puedo observar cada gesto que hace cuando su marido se la mete de golpe hasta el fondo. No se va a correr de nuevo, pero se muerde el labio y pone cara de estar más que satisfecha con el morbo de la situación. Rubén no tarda en vaciarse otra vez, apretándola contra él, mientras ella baja la cabeza a ras de almohada, aguantando la embestida. Luego, se lleva la mano al sexo cuando su marido la saca, recibiendo en su palma la corrida que se escurre fuera de su coño. Con la mano entre sus piernas, se marcha al baño a asearse. Al volver, se tumba en la cama y se gira para dormir de costado. Me dirige una última mirada antes de cerrar los ojos que no sé cómo interpretar. Creo reconocer interés y a la vez cansancio. Parece una vaga promesa de continuidad para cuando el cuerpo y la mente descansen que yo recojo con una sonrisa. Voy a mear y aprovecho también para lavarme un poco. A la vuelta están los dos dormidos, o al menos eso parece. Considero que debo quedarme, y como lo que toca por el momento es dormir (yo también estoy exhausto), me acoplo en el sofá de la habitación, a la espera de ver que me depara el amanecer.