Incesto espectacular

Tiravallas

Miembro
Desde
13 Jul 2024
Mensajes
23
Reputación
100
Era sábado por la tarde. Roque, un maduro, moreno, alto y bien parecido, llegó al garaje de su chalet. Venía de cerrar un negocio en Asturias. Le sonó el teléfono móvil, lo cogió y vio que lo llamaba la hija de su mujer.


-¿Qué quieres, Carolina?


-Me han dejado tirada en la Nacional 64O, a la salida de Pontevedra y está lloviendo. ¿Me puedes venir a buscar?


-¿Quién te dejó tirada?


-Ya te contaré. ¿Dónde estás?


-En mi garaje.


-Si vienes a buscarme, sube a casa y tráeme un vestido y unos zapatos de los que dejé ahí.


-Vale, en nada estoy contigo.


Estaba lloviendo a Dios dar agua. Roque vio en una recta a una persona que iba con una mochila a la espalda. Al llegar a su lado paró el coche, bajó la ventanilla y dijo:


-¿Carolina?


La muchacha se detuvo, se giró y Roque vio a Carolina, la hija de su mujer, que era una chica morena, alta, algo robusta y guapa. Estaba calada hasta los huesos. Su largo cabello negro lo llevaba pegado a la cara y le caía por delante y por la espalda. Carolina le dijo:


-Has tardado una barbaridad.


-Veinte minutos. Con este tiempo no se puede correr. Entra de una vez que se va el calor de la calefacción.


Se quitó la mochila de la espalda, abrió la puerta, la echó en el asiento trasero, luego cogió en él una de las toallas que le había mandado llevar, y después se sentó en el asiento del copiloto.


-Me has salvado la vida.


-No exageres. ¿Por qué no has llamado a tu madre?


-La llamé, pero tenía el teléfono móvil apagado y el teléfono de casa no lo cogió nadie.


-¿A dónde ibas?


-Iba a darte una visita y hacía dedo.


-O sea, ibas a buscar problemas con tu madre.


-Me la suda mi madre.


-Ya veo, ya. ¿Y qué pasó?


-Que subí a un auto. No quise follar. Me dejó tirada y luego comenzó a llover. ¡Puto tiempo de mayo!


-Puto es él, puto asqueroso, por haberte dejado tirada.


-Olvídalo, ya pasó.


Roque metió la primera y siguió conduciendo.


-¿Conozco a esa escoria?


-No, no es española. Aquí se está de maravilla.


-Sécate bien que puedes pillar una pulmonía.


Cogió en el asiento trasero el vestido. Roque le dijo:


-Sécate aquí, pero cámbiate en el asiento de atrás.


-No mires si no quieres verme desnuda.


-Desnudarte en mi presencia fue la causa de que me esté divorciando de tu madre.


-No, la causa fue el polvo que me echaste y que nos pilló abrazados en la cama.


-¡Porque me habías provocado!


Carolina volvió a mirar en el asiento trasero y cogió los zapatos.


-No me has traído unas bragas ni un sujetador.


-No me has pedido nada de eso. Te he traído el vestido, unos zapatos y dos toallas


-Tienes razón, se me olvidó mencionar esas prendas.


Se quitó la blusa, el jersey y el sujetador y unas tetas medianas, tirando a grandes, redondas, con areolas oscuras y pezones gorditos quedaron al aire, luego se quitó las zapatillas deportivas, los jeans y las bragas y completamente desnuda, se secó. Roque hacía que miraba hacia delante y hacia fuera del coche, pero la estaba viendo por el rabillo del ojo.


-Sé que me está mirando.


La miró directamente.


-¿Qué buscas, Carolina?


-¿Tú qué crees?


-Vístete, anda, vístete.


Carolina le echó la mano a la polla y la encontró morcillona.


-Esta tiene ganas de descargar y mi coño también.


-Quita la mano de ahí.


Le bajó la cremallera, le sacó la polla, la metió en la boca y empezó a mamársela.


-¡Deja de hacer eso!


Masturbándolo le dijo:


-Si ya se te puso dura.


-¿Y qué?


-Que quiero volver a sentir tu leche dentro de mi coño.


-¡Qué diablos, si la quieres sentir, la sentirás!


Roque paró el coche en el arcén. Nadie los podía ver porque la lluvia en los cristales lo impedía. Roque echó su asiento hacia atrás. Carolina se echó encima de él, lo besó con lengua y lo masturbó, hasta que Roque le dijo:


-Dame tu coño.


-¿Dónde lo quieres?


-Donde tú quieras.


Le puso el coño rasurado y baboso en la boca y se frotó contra su lengua.


-Me encanta someterte.


Se frotó más aprisa y apretó el coño contra la lengua.


-¿Quieres que me corra en tu boca?


-Sí.


-Lame tú.


Lamió su coño un par de veces y se lo quitó de delante.


-¿A que juegas, Carolina?


-A pasarlo bien.


Le puso el culo en en la boca.


-Fóllamelo.


Le echó las manos a la cintura y le folló el ojete con la lengua.


-¡Me encanta que te gusten las cochinadas!


Poco más tarde le quitó el culo de la cara y le puso las tetas.


-Mama como tú sabes.


Roque se las agarró y se las lamió, chupó y mamó.


-Muerde los pezones.


Se los mordió con poca fuerza.


-¿Quieres que meta tu polla en mi coño?


-Vas a hacer lo que te dé la gana...


-No me gusta tu sarcasmo.


Le volvió a poner el coño en la boca, Roque saco la lengua y Carolina frotó el coño contra ella.


-¡Hostias, si sigo me corro!


-Sigue.


-No, esta vez será a mi manera.


Le puso el coño sobre la polla, bajó el culo y la metió a tope, lo besó con lengua y después, subiendo y bajando el culo muy despacito, le preguntó:


-¿Has echado de menos mi coño?


-No.


Subió y bajó el culo a toda mecha, y mirándolo con ojos de gata, le dijo:


-No sabes mentir. ¿Lo has echado de menos?


-Sí. ¡Vas a hacer que me corra!


-Córrete y lléname el coño de leche.


Roque comenzó a correrse. Carolina sintió la leche calentita dentro de su coño. El coño se le cerró con fuerza y mientras su cuerpo recibía una tremenda descarga de placer, le bañó la polla con una inmensa corrida.


Al acabar de correrse, y aun con la polla dentro del coño, le preguntó:


-¿Tienes un cigarrillo?


-En la guantera hay una cajetilla de Winston y un mechero, pero antes vístete.


Se quitó de encima, limpió el coño con la toalla que se había secado y después abrió la guantera. Vio una botella de anís al lado del tabaco y del mechero. Lo cogió y dijo:


-Anís de la asturiana.


Roque, guardando la polla, le dijo:


-¡Te quieres vestir de una jodida vez! Si vienen por ahí los de tráfico y se acercan al coche me empapelan.


Carolina devolvió la botella a su sitio, cerró la guantera y después, vistiéndose, le preguntó:


-¿Para quién llevabas esa botella?


-Es un regalo. Esa botella de anís tiene más de ciento veinte años.


-Debe estar bueno.


-Se supone, es una artículo de coleccionista.


-Lo de artículo de coleccionista lo has dicho para que no te pida un trago, ¿verdad?


-No, lo he dicho porque me vino a la boca. ¿No ibas a fumar?


-Sí, el tabaco me relaja, pero mejor me relajaría con un café calentito.


Roque le dijo:


-Si quieres paramos en un bar y lo pides.


-Quiero.


Al rato paró en el aparcamiento de un bar. Ya había escampado. Entraron y allí solo estaba el barman. Se sentaron a la barra en dos taburetes, y Carolina le dijo al barman:


-Ponme un café largo, por favor.


-¿Solo o con leche?


-Con leche.


-¿Y a usted qué le pongo, caballero?


-Un Chivas.


El barman se fue a lo suyo. Roque te preguntó a la muchacha.


-¿Cómo está tu madre, Carolina?


-Desde que le pusimos los cuernos, está como una cabra.


El barman le puso el café.


-Gracias -dijo Carolina-, me hacía falta.


-De nada, para eso estamos.


Luego le puso el Chivas a Roque. Carolina tomando el café, se puso triste.


-¿Y ahora qué te pasa?


-Nada, son cosas mías.


-Eso ya lo sé, pero hablando te podrías sentir mejor.


-No creo.


-¿Qué te ronda por la cabeza?


-Te lo diré, al verme sola en medio de la nada me sentí como una mierda y eso nunca me había pasado antes.


-La mierda es él.


-No, no es él.


-¡¿Qué?!


-Que no es él, es ella.


Roque se había llevado una buena sorpresa.


-¡¿Te metió mano una mujer?!


-Sí, por eso bajé del coche.


-Salen hasta de debajo de las piedras.


-¿Quién?


-Los maricones y las lesbianas. Seguro que era una vieja verde.


-No, era joven y muy guapa.


-Muy guapa y muy guarra.


Carolina no quiso seguir con aquella conversación.


-Dejemos ese tema. ¿Tienes hambre?


-No, pero por lo que intuyo, tú sí la tienes.


-Has intuido bien.


Roque le preguntó al barman.


-¿Tienes algo por ahí para comer?


-A estás horas, como no sea emparedados...


Carolina le dijo:


-Me valen. ¿De qué los tienes?


-De queso, jamón york, mortadela y chorizo.


-Ponme de todo.


-¿Cuántos le hago?


-Dos de cada.


Roque le dijo:


-Se ve que hay apetito.


-Hay.


El barman hizo los emparedados, se los puso delante y le preguntó:


-¿De beber que quiere?


-Agua con gas.


Daba gusto ver como comía y como bebía. En fin, que Carolina comió y bebió, pagaron y luego se fueron.


Ya en el Mercedes le preguntó Carolina a Roque:


-¿Y tú de dónde venías para que te regalaran el anís?


-De Asturias de cerrar un negocio.


-¿Tabaco rubio?


-Sí, yo no me pasaré nunca a lo que se pasaron los otros.


-Mejor para ti, los otros están todos en la cárcel.


Volvió el burro al trigo.


-¿Seguro que no conozco a esa cabrona?


-Seguro.


-Esa puede que sepa quién eres tú, y si lo sabe conoce tu relación familiar conmigo, y al acerarse a ti puede que sea para acercarse a mí.


-Ves fantasmas donde no los hay.


-En mi trabajo hay que ser desconfiado.


-No sabe nada de ti.


-De mí oyó hablar hasta el gato del Tato.


-No, ella no oyó hablar de ti, como ya te he dicho no es española, es sudamericana y hace poco más de un mes que está en nuestro país.


-¿Y cómo es eso de que ya tenga coche?


-Sabe hacer puentes.


-¿Es arquitecta?


-Sí, de los cables de encendido de un coche.


Roque se sorprendió.


-¡¿Ibas en un coche robado?!


Carolina volvió a abrir la guantera, cogió la botella de anís y mirándola, le dijo:


-No lo sabía cuando subí en él, pero tampoco fue la cosa para tanto. ¿Cuántos coches robaste tú en tus comienzos?


-Lo que yo haya hecho...


-Esta botella la abriré cuando lleguemos a casa.


-¿A qué casa?


-A tu casa.


-Tu madre me mataría si sabe que regresaste a mi casa.


-Mi madre no tiene porque enterarse.


Ya en el chalet, Carolina, posó la botella de anís en la encimera de la cocina y abrió la alacena, cogió una copa, abrió la botella, se sirvió y echó un trago.


-¡Está riquísimo! ¿Quieres probarlo?


-No.


Carolina encendió el móvil. Vio que tenía más de veinte mensajes sin leer. Todos eran de un ex amigo con derecho a roce. Leyó el último y lo volvió guardar. Al guardarlo sonó la música de los mensajes.


-¿No miras quién es?


Echó otro trago de anís y luego le respondió:


-Ya sé quién es.


-¿Es tu madre?


-No, es un viejo amigo.


Carolina se acercó a su padrastro, le echó la mano libre a la entrepierna, le dio un pico y le dijo:


-Échame un polvo de pie.


-¿No sería mejor en la cama?


Le dio otro pico.


-Me apetece que me folles de pie.


-Si eso es lo que quieres...


Le dio otro pico y luego le dio varios besos con lengua. Roque, después de devolverle los besos, le dijo:


-Acaba el anís.


Carolina vació la copa de un trago y la puso sobre la encimera. Roque se puso detrás de ella. Besó su cuello, le magreó las tetas y luego le quitó el vestido, vestido que acabó en piso de la cocina. Carolina le dijo:


-Déjame ahora a mí.


Le quitó la corbata, la chaqueta, la camisa y le chupó y lamió las mamilas, luego se puso en cuclillas, le quitó los zapatos y los calcetines, y a los zapatos y A los calcetines le siguieron los pantalones y los calzoncillos. Al tenerlo en pelotas y con la polla morcillona, y estando en cuclillas, empuñó la polla, la puso hacia arriba, le lamió y le chupó los huevos, luego la lamió desde los huevos hasta el frenillo, a continuación le lamió y le mamó el glande, y para rematar la faena, se la meneó y se la mamó metiéndola casi toda en la boca. Cuando se puso en pie sobre sus tacones, la polla ya estaba tiesa. Le dio la espalda, puso las manos sobre la encimera, y le dijo:


-Dame una buena dosis de lengua antes de follarme.


Roque cogió la botella de anís.


-Pensé que no te gustaba.


-Para lo que lo quiero, me gusta.


Echando anís en la palma de la mano derecha le masajeó los hombros, las tetas y el vientre.


-Voy a acabar oliendo de maravilla.


Echando más anís en la palma de la mano, le masajeó la espalda y las nalgas, luego le lamió las nalgas, el ojete y después toda la espalda, y los hombros. Al darle la vuelta, se comieron las bocas, un buen rato. Luego, Roque, le lamió y le chupó las tetas, después de las tetas, le lamió el vientre y del vientre bajó al coño, un coño baboso que apretó la lengua cuando esta entró dentro de él. Luego le lamió los labios vaginales. El ligero escozor que estaba sintiendo le pidió polla.


-Fóllame ahora.


-Date la vuelta.


Se dio la vuelta, le amasó las nalgas, se las separó y le lamió el ojete.


Carolina estaba lista para cualquier cosa.


-¿Me vas a follar el culo?


-Sí.


Se lo folló, pero con la lengua.


Entre gemidos, le dijo:


-La polla, méteme la polla.


Hizo que se inclinara y en vez de follarle el culo con la polla se lo volvió a follar con la lengua y luego le lamió el culo y el coño cada vez más rápido. Carolina, al sentir que se iba a correr, se dio la vuelta, lo agarró por las orejas y le dijo:


-¡Te voy a anegar la boca de jugos!


Frotó el coño contra la lengua y le dio una inmensa corrida en la boca.


Roque saboreó hasta la última gota de la corrida. Cuando Carolina dejó de gemir y de temblar, se puso en pie, la abrazó y se besaron con lengua. Luego le preguntó Roque:


-¿Como quieres que te follé, de frente o por detrás?


-Por detrás.


Carolina le dio la espalda, volvió a poner las manos sobre la encimera y separó las piernas. Roque la agarró por la cintura, se la clavó en el coño y le dio cera. Tiempo después le decía:


-Deja mi cintura y juega con mis tetas y con mis pezones.


Dándole duro le magreó las tetas, jugó sus pezones y le lamió y le chupó el cuello. Al rato le dijo Carolina:


-¡Rómpeme el coño, rómpemelo!


La volvió a coger por la cintura, le dio a romper y en nada, con la polla chapoteando dentro del coño, Carolina, exclamó:


-¡Me corro!


Las piernas, le comenzaron a temblar, las cerró y descargó.


Al acabar de correrse, la besó en el cuello, y le dijo:


-¡Me encanta ver y sentir como te corres!


-Y a mí que me hagas correr.


-¿Quieres acabar con un anal?


-Ya quise empezar con él.


Roque le quitó la polla del coño y le clavó el glande en el culo.


-Suave, suave, suave...


Suave, suave, suave, la polla acabó llegando al fondo de su culo, y luego fue entrando y saliendo cada vez más aprisa. Carolina gozaba.


-¡Me encanta!


Roque la agarró por las tetas, y espachurrándoselas le siguió dando leña. Carolina estaba en su salsa.


-¡Perréame!


Le jaló el cabello con la mano izquierda, le apretó la garganta con la mano derecha, le dio a mazo y en un tiempo breve Carolina se volvió a correr. Roque se corrió dentro de su culo.


Al acabar de gozar se dio la vuelta, le dio un pico y le dijo:


-Hoy me apetece una paella y un buen Albariño. ¿Hago el pedido?


-Hazlo.


-------------------------------------------------------------------------------------------------------


Diez años antes


Roque se había casado con Teresa en segundas nupcias, ella tenía una hija de nueve años en un internado y él un hijo que estaba estudiando en un centro privado. Se llamaba Jacobo, era atravesado como él solo y espiaba a su padre y a su madrastra mientras follaban, para hacerse sus buenas pajas. Teresa lo había visto y como eso le daba morbo y se corría antes, no le había dicho nada a su marido. Lo que no contaba era que luego de masturbarse varias veces fantaseando con él, acabaría buscándolo.


Ese día Roque se había ido a Lugo por negocios. Por la noche, Teresa, desmaquillada, vistiendo unos leotardos blancos, una blusa blanca con los cuatro botones de arriba abiertos, que enseñaba el canalillo y parte de sus grandes tetas, y calzando unas zapatillas abiertas, se sentó en un tresillo de la sala de estar al lado de Jacobo, que miraba un programa en la televisión. Le dijo Teresa a su hijastro:


-Ayer noche te he visto mirando como tu padre y yo cumplíamos con nuestros deberes conyugales. Espero que no se vuelva a repetir o tendré que tomar cartas en el asunto.


Jacobo no se escondió, le dijo:


-No lo puedo negar, soy un curioso, un fisgón, un pajillero que mira tu cuerpo de escándalo cuando dejáis la puerta entreabierta. No mirarlo sería un pecado.


-Tú lo que eres es un maleducado. Sé que me odias por ocupar el lugar de tu madre. Tu deseo no es más que ansia de destruirme, si pudieras me matarías.


-Sí, si pudiera te mataría, pero a polvos.


-Estás loco.


-Sí, eso es cierto, estoy loco, loco por besarte, loco por acariciarte, loco por follarte.


-Estás loco de atar.


Se echó sobre ella, le agarró las tetas y quiso besarla. Teresa le hizo la cobra.


-¡Quita!


-No me voy a quitar. Mi padre es un flojo. Te echa un polvo y luego se echa a dormir.


-Tu padre, cumple.


-De aquella manera. Si no sabe ni besar. Deja que te bese yo para que sepas como besa un hombre de verdad.


Revolviéndose debajo de él, le puso la mano izquierda en la boca y con la derecha empujó su pecho.


-No voy a dejar que me des un beso.


-Te voy a besar, quieras o no quieras.


Teresa quería que la cosa fuera poco a poco.


-Descansa, descansa y tranquilízate.


Jacobo dejó de buscar su boca.


-Ya estoy tranquilo.


-A ver, dime. ¿Por qué me odias?


-Yo no te odio, te deseo.


-¿Desde cuándo?


-Desde una noche que fui a decirle algo a mi padre. Entorné la puerta de la habitación para cerciorarme de que no molestaba y te vi con una bata de seda rosa, la llevabas abierta y debajo llevabas una lencería del mismo color de la bata.


Teresa siguió jugando con él.


-Tu padre es mi esposo y...


-Y yo quiero ser tu amante.


-Tú lo que eres un problema muy gordo.


-El problema gordo lo tengo entre las piernas.


Teresa tiró de refranero.


-Dime de qué presumes y te diré de qué careces.


-¿Quieres verlo?


-No estoy para risas.


Jacobo se puso en pie y sacó la polla empalmada. Era una polla de unos dieciocho centímetros y gruesa.


-¿Es risible?


-¡Guarda esa cosa!


Se la restregó por los labios.


-¡Abre la boca!


-No te la voy a chupar.


Habló para que se la pudiera meter en la boca, pero enseguida giró la cabeza y la polla salió de la boca.


-Te obligare a mamarla.


Tapando la boca con una mano, le preguntó:


-¿Y como harías eso?


-No quieras saberlo.


Lo vaciló.


-¡Ay qué miedo!


Jacobo le agarró los pezones por encima de la blusa y los apretó.


-Esto es lo más suave que te haría.


-¡Suelta que me duele!


-¿Me la vas a chupar?


-No.


Apretó con más fuerza.


-Quita la mano y abre la boca.


-¡Ni muerta!


-Eres dura, joder.


Viendo que no la doblegaba le dejó los pezones y fue a por su boca. Le pasó la lengua entre los carnosos labios varias veces. Se volvió a echar encima de ella, le tapó la nariz y cuando abrió la boca paras respirar le metió la lengua dentro... A Teresa se le abría y se le cerraba el coño sintiendo la lengua de su hijastro lamiendo la suya y sintiendo la dura polla apretándose contra su coño, lo que hizo que mojara los leotardos, ya que no llevaba bragas, pero aun así le dijo:


-Si me dejas ahora no le digo a tu padre lo que has tratado de hacer.


Le magreó las tetas con vigor.


-Si algo le dices no va a ser lo que te he tratado de hacer, no, le vas a decir que te eché más polvos en una hora que los que te echa él en todo el mes.


-Tú no me vas a echar nada.


Teresa, con cara de no quiero, aunque quería, lo empujaba para quitarlo de encima, pero Jacobo hacía pesas y estaba macizo. Quitarlo de encima era misión imposible. Se sentó sobre ella, Teresa le preguntó:


-¡¿Qué vas a hacer?!


-Mamar tus tetas.


Le echó las manos a la blusa e hizo saltar por los aires los botones que estaban en los ojales. Quedaron al aire unas tetas redondas, con pezones gruesos, este y oeste y bellas areolas oscuras. Teresa tapó las tetas con las manos.


-No, si yo puedo evitarlo.


Jacobo le metió la polla entre las tetas. Teresa, al haber juntado las tetas, sin querer, queriendo, le hizo una cubana. Se puso tan cachonda, que le dijo:


-Lo máximo que vas a lograr es esto.


Jacobo estaba en plan macho alfa.


-No, tú te vas a correr antes que yo.


Se puso en pie, tiró de ella y le quitó los leotardos mojados sin que ofreciera mucha resistencia.


-Están tan cachonda que tus jugos empaparon los leotardos.


Lamió los jugos.


-Eres un cerdo.


-Que te va a comer el coño, quieras o no quieras.


-¡¿Usarías la violencia si me resisto?!


-Sin dudarlo.


Teresa ya se dejó ir.


-En ese caso dejaré que me lo comas, pero por más que hagas no me correré.


La levantó cogiéndola por la cintura, se arrodilló, le puso las piernas sobre los hombros, y metió todo el coño empapado en la boca. Su lengua entró y salió de él, luego lamió su coño de abajo a arriba, después se lo chupó, acto seguido se lo folló varias veces con la lengua y luego le lamió y le chupó el clítoris... Volvió a empezar el bucle. Teresa le dijo:


-Me vas a hacer correr, cabrón, y no quiero correrme contigo.


Jacobo mojó en la boca el dedo pulgar de la mano derecha, se lo metió dentro del culo y se lo folló, al tiempo que le lamía el clítoris. Al notar por su respiración que se iba a correr, lamió más aprisa y Teresa arqueó su cuerpo y se corrió en su boca, diciendo:


-!Me corro!


Al acabar de gozar, Jacobo, con la lengua y los labios pringados de jugos, la besó. Teresa no le devolvió el beso.


-Mis besos son para tu padre.


Jacobo cambió de estrategia.


-Solo esta noche, por favor, solo esta noche, se mía solo por esta noche.


-Ahora me suplicas.


-Sí, haría lo que fuera por tenerte como te tiene mi padre.


-Tendría que castigarte antes por lo que me has hecho.


-Castígame.


Teresa iba a hacer algo que le encantaba, pero que no se atrevía a hacerle a su marido.


-Desnúdate.


Jacobo se desnudó y Teresa vio su cuerpo, un cuerpo de culturista aficionado. La mujer se sentó en el sillón, cogió una de sus zapatillas rosas con piso de goma del mismo color. y le dijo:


-Échate sobre mis rodillas.


Se echó sobre sus rodillas y le cayeron dos zapatillazos, uno en cada nalga.


.¡Plasssss, plasssss!


-Pídeme perdón por lo que me has hecho.


-Perdón.


-No me sonó convincente.


Le dio dos zapatillazos en cada nalga.


-¡Plassss, plaasss, plasssss, plasssss!


-No te suena convincente porque lo volvería a hacer.


-¡Plassss, plassss, plassss, plassss!


-En ese caso alega algo en tu defensa.


-Me perdió tu inmensa sensualidad.


Le cayeron otros dos zapatillazos.


-¡Plasssss, plassss!


-No me gusta que me den cera.


-Ni a mí que me dejen el culo en carne viva, pero por ti...


Teresa tiró con la zapatilla al piso y ya se entregó a Jacobo.


-Te lo has ganado, seré más tuya que de tu padre.


Le cogió una mano y se la llevó al coño. Jacobo vio que estaba empapada.


-Estás encharcada.


-Me pone perra zurrarle a un hombre que me faltó al respeto.


Jacobo, empalmado como un burro, la cogió por la cintura, la puso a cuatro patas sobre la alfombra, se arrodilló detrás de ella y le dio caña, al tiempo que magreaba sus esponjosas tetas. Teresa le dijo:


-No me folles duro seguido, ya que quieres que sea tuya, sé tu también mío.


-¿Como te gusta?


-A mí me encanta que me follen a diferentes velocidades.


-¿Y eso como se hace?


-Lento, aprisa, lento de nuevo, un poco más rápido, aprisa... Y al final, sí, al final me gusta que me ametrallen el coño, y cuando me corro, me gusta que dejen la polla quieta dentro de mí.


La folló como le había dicho.


-Azótame el culo.


La nalgueo mientras la follaba... Cuando Teresa se iba a correr, entre gemidos, le dijo:


-Me voy a correr. No te corras dentro.


Se corrió y su cuerpo, convulsionándose a lo bestia, expresó todo el placer que estaba sintiendo. Jacobo dejó la polla enterrada dentro del coño. Al terminar de correrse su madrastra, se corrió él en sus gordas nalgas.


Al acabar, tumbados boca arriba sobre la alfombra, le dijo Teresa:


-Esto que acabamos de hacer no lo debe saber nadie, jamás, y jamás se va a repetir.


-¿Echamos el último?


Teresa, incorporándose, le respondió:


-¿Qué parte lo que no se repetirá jamás es la que no has entendido?


-Es que tengo más ganas que cuando empecé.


-Hazte una paja.


-Después de haber probado mujer, las pajas ya no me valdrán.


Teresa quedó a cuadros.


-¡¿Me estás diciendo que te acabas de estrenar conmigo?!


-Sí, contigo ha sido mi primera vez.


-¿Y como comes el coño tan bien?


-Ver porno educativo enseña mucho, y ver el otro es como la práctica, aunque tú has hecho que todo haya sido mágico. ¿Soy tu primer virgo?


-Me voy a duchar que me estás...


-¿Qué te estoy, qué?


-Nada, me voy a duchar.


Unos quince minutos más tarde, Teresa, regresó a la sala maquillada y pintada. Llevaba puesta una bata rosa de seda, larga y abierta, y por debajo una lencería del mismo color. Jacobo estaba sentado en el sofá, desnudo, con la polla flácida y tomando una naranjada. Al verla, le cayó el vaso de la mano. Luego exclamó:


-¡Mi sueño hecho realidad!


Teresa fue junto a él, recogió el vaso de la alfombra, lo puso en la mesa camilla que tenían delante, se sentó en su regazo, le echó los brazos alrededor del cuello, lo besó con lengua, y luego le dijo:


-Quiero que te pongas ciego de mí y que luego me olvides.


-Me pondré ciego de ti, olvidarte, ya será más difícil.


Teresa lo volvió a besar con lengua y comenzó a frotar su coño contra la polla. Un par de minutos después de ponerle la polla dura cómo una roca, se quitó la bata de seda y le frotó las tetas en la boca. Jacobo se las lamió por la parte de arriba. Luego. Teresa bajó las copas, le dio a mamar la teta izquierda y después la teta derecha. La lengua de Jacobo les dio una ración generosa de lamidas, lo que puso los peones tiesos y duros. Luego se quitó el sujetador y Jacobo le acabó de dar el repaso, repaso que Teresa interrumpió varias veces para besarlo. Tiempo después volvió a comerle la boca y a frotar el coño contra la polla. Más tarde se quitó las bragas, aplastó la polla con él coño y luego lo siguió frotado.


-¿Sabes qué me gustaría ahora que estoy cachonda?


-¿Qué te gustaría?


-Que me comieses el coño y correrme en tu boca.


-Échate en el sofá.


Se echó a lo largo del sofá. Para que os situéis imaginar que es Angelina Jolie la que se echó a lo largo del sofá, pues sus labios y su cuerpo era muy similares.


-Hazlo despacito, quiero disfrutar de todo el proceso.


Jacobo se centró en el clítoris. Se lo lamió despacito, de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor. Teresa, sintiendo que se iba a correr, le dijo:


-Deja el clítoris y folla mi vagina con la lengua.


Le metió la lengua, lengua que despacito entró y salió de su vagina la tira de veces.


-Ahora levántame el culo y haz con mi ojete lo que hiciste con mi vagina.


Le levantó el culo, y luego, despacito, le metió y le sacó la lengua del ojete. A la octava follada, Teresa le dijo:


-¡Me voy a correr!


-¿Paro?


Le echó las manos a la cabeza y le volvió a llevar la boca a su culo.


-¡Sigue, sigue!


Jacobo siguió follando el ojete con la lengua y Teresa explotó.


-¡Me corro!


La mujer se corrió como una loba y Jacobo se tragó sus jugos.


Al acabar de correrse, con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo:


-Es la primera vez que me corro así


-Me alegra saberlo.


-Ahora te toca. Ponte a cuatro patas.


Se puso. Teresa se arrodilló detrás de él, le cogió la polla por la base con su mano derecha, tiró hacia atrás, la metió en la boca y se hizo una deliciosa paja. Al tiempo que le hacía la paja, se la chupó, jugó con su lengua en el ojete y le acarició los huevos con la otra mano.


-¿Te gusta?


-Sí, a mi padre no se lo haces.


Le enterró la lengua en el culo, la sacó y le dijo:


-Con tu padre me reprimo.


-Joder, qué sensación más rica sentir entrar y salir la lengua del culo.


Le preguntó lo que ya sabía.


-¿Cuánto tiempo llevas espiándonos?


-Casi desde que llegaste a esta casa.


-¡La de pajas que te habrás hecho!


-Cientos, me he hecho cientos.


-¿Qué es lo que más te gustaba que te hiciera en tus fantasías?


-Que subieras encima de mí y que me follaras.


-Ponte boca arriba.


Al estar boca arriba se sentó sobre su polla, se inclinó, le dio las tetas a mamar, y comenzó a subir y a bajar el culo. Los jugos que salían del coño de Teresa fueron bajando por la polla y dejaron empapadas las pelotas de Jacobo.


-No sabía que las mujeres se mojaban tanto.


Teresa le comió la boca.


-Ahora ya lo sabes.


Al rato sintió como le venía. Paró de follarlo y le preguntó:


-¿Te falta mucho?


-Si no legas a parar ya me hubiera corrido.


Le dio a mazo, y en menos de un minuto, dijo:


-¡Córrete conmigo!


Se corrieron juntos, temblando él, convulsionándose ella y gimiendo los dos.


Al acabar de correrse, le dijo Teresa:


-Ahora voy a darte a lo que más le gusta a tu padre que le dé.


-¡¿Me vas a dar el culo?!


-Sí.


Sacó la polla del coño, pringada de jugos, la frotó en el ojete, y luego apoyando las manos en el pecho de su hijastro, fue bajando el culo, lo hizo lentamente, pero no paró hasta que la polla llegó al fondo del coño. Después le dijo:


-Ahora fóllame tú.


Jacobo le dio con ganas y en nada se corrió dentro de su culo.


Al acabar de correrse, Teresa se quitó de encima, ya que ella nunca se corría con el sexo anal, luego se puso en pie. Jacobo se sentó en el tresillo, le echó las manos a la cintura y le lamió el coño de abajo arriba mientras el ojete de Teresa echaba fuera la leche de la corrida. Teresa, acariciando su cabello, le dijo:


-Deja la lengua sobre mi coño que me voy a correr con ella.


La dejó. Teresa apretó el coño contra la lengua y comenzó a frotar el clítoris con ella... Subió y bajó la pelvis, luego movió el culo, alrededor y hacia los lados. Al rato, le dijo:


-Clávame la lengua en la vagina.


Se la clavó. Teresa movió la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo, al hacerlo sacaba la lengua del coño y la lengua se deslizaba por él, luego volvía a entrar en el coño, volvía a salir... Así anduvo hasta que Teresa exclamó:


-¡Me corro en tu boca!


Se corrió con un tremendo temblor de piernas, sacudiéndose y tirándole de los pelos a Jacobo.


Le estaba lamiendo el coño, como lamen los perros, los de las perras, cuando sonó la alarma de uno de los coches del garaje. Sonó porque la batería estaba muy baja, pero ellos no lo sabían, ni lo supieron hasta que se lo dijo un policía de los que acudieron al lugar.


El susto les valió para no volver a follar... Hasta una semana después.


----------------------------------------------------------------- ------------------------------------- ---------------------------------------------------------


María Alejandra


María Alejandra, una joven morena, de estatura mediana, ojos negros, cabello negro, que llevaba en una media melena y que tenía un cuerpo armonioso, o sea, que tenía todo muy bien puesto, al entrar en la sala de estar del chalet y ver la lámpara de araña de cristal en el techo, los muebles refinados, la alfombra persa en el piso, las cortinas de lana de alpaca..., al ver todos aquellos lujos, le dijo a Carolina:


-Este palacio es casi tan bonito como tú.


-No lo estropees otra vez que trabajo me costó convencer a Roque de que te arregle los papeles después de dejarme tirada en la carretera.


-Yo no te dejé tirada, te asustaste y me mandaste parar para salir del coche.


-¡Me habías metido mano!


-Es que estás muy buena.


-Estaré muy buena, pero al salir yo del coche seguiste hacia delante sin mirar para atrás.


-No podía hacer otra cosa, iba conduciendo un carro robado.


Llegaron a la cocina y María Alejandra, que llevaba un vestido marrón de asas que le daba por encima de las rodillas, zapatos del mismo color y un boso gris de tela colgado al hombro, al ver como Carolina se ponía de puntillas para coger el café en la alacena, e acercó a ella, le tocó el culo, y le dijo:


-Desde que nos volvimos a encontrar en aquella barra del bar no te quito de mi cabeza.


Carolina se giró para reprenderla. María Alejandra la besó con lengua y restregó su pelvis y sus tetas contra la pelvis y las tetas de Carolina, que luego del largo beso, le dijo:


-Si no te alejas de mí, dile adiós a los papeles.


Puso el bolso en la encimera y luego le lamió una oreja, después le besó y le lamió el cuello.


-Ambas sabemos que lo de los papeles es una excusa. Yo he venido por ti, porque me quitas el sueño, y tú me has traído aquí una hora antes de que llegue tu padrastro, porque quieres saber que se siente al hacerlo con otra mujer.


Carolina mintió como una condenada.


-No quiero saber nada.


Le lamió la otra oreja y le besó y le lamió el cuello sin dejar de restregarse su pelvis y las tetas contra las de Carolina.


-Sí que quieres.


-Imaginaciones tuyas.


-¿Dónde está el servicio doméstico?


-¿Para qué quieres saberlo?


-Por si te puedo desnudar aquí mismo.


-Tienen la tarde libre, pero no quiero que me desnudes.


Le había dicho claramente que la desnudara, solo que de aquella manera.


-Te voy a desnudar y lo voy a hacer poquito a poco.


-No quiero que me desnudes.


-Yo creo que sí, que quieres.


Le metió la mano debajo del vestido, luego dentro de las bragas, le pasó tres dedos por el coño, los sacó pringados de jugo, los chupó y luego le preguntó:


-¿Quieres?


Carolina puso el último pero.


-Me daría cosa estar yo desnuda y tú vestida.


María Alejandra se desnudó en un tris, y luego le preguntó:


-¿Te gusta lo que ves?


Carolina vio su cuerpo moreno, desnudo, y le gustó todo lo que vio, sus grandes tetas con areolas casi negras y gordos pezones, su coño peludo, sus curvas..., le gustó todo., pero le dijo:


-A mí me gustan los hombres.


Le bajó las asas del vestido, y luego le quitó el sujetador. Al ver sus tetas, le dijo:


-Son más bonitas que las mías.


Carolina ya se metió en la pomada, de hecho ya se había metido desde un principio al no alejarse de María Alejandra y al no darle un solo empujón.


-Hablas mucho y haces poco.


María Alejandra le cogió los pezones con los dedos pulgares e índice de ambas manos, los giró alrededor de los pezones y tiró de ellos, después se los lamió, se los mordió con poca fuerza y acto seguido le mamó las tetas, al tiempo que dos dedos de su mano derecha entraban en su coño y la masturbaban.


-¿Te va?


-No está mal.


Dejó de masturbarla, le quitó el vestido, le bajó las bragas, se puso en cuclillas delante de ella, le echó las manos al culo y le taladró el coño con la lengua.


-¿Te gusta?


-Siempre me gustó que me comieran el coño.


La giró y le taladró el ojete con la lengua.


-¿Y el culo te gusta que te lo follen con la lengua?


Con el coño goteando, le respondió:


-Sí, mucho.


Le metió tres dedos de la mano derecha dentro del coño y el pulgar de la mano izquierda dentro del culo y le folló los dos agujeros a cien por hora, al tiempo que su lengua le lamía el clítoris a toda mecha de abajo a arriba.


-¡Qué buena eres!


Carolina se corrió con un tremendo temblor de piernas y gimiendo como una golfa que era.


La corrida había sido espectacular, pues sus jugos habían llegado hasta las tetas de María Alejandra y le habían bajado por el vientre y acabado en su peludo monte de venus.


-Me has puesto perdida. Te has corrido a lo grande.


Carolina quería más, por eso le dijo:


-Sabes lo que haces, pero has sido algo empalagoso, a mí me gusta el sexo duro.


-¿Duro o extremo?


-Al extremo aún no llegué.


-¿Quieres probar el extremo?


-¿Qué me harías?


-Te haría gozar de una manera diferente.


-A ver como es esa manera.


María Alejandra se puso en pie, fue al bolso y pilló un lubricante con base de agua. Carolina le dijo:


-Venías preparada.


-Me gusta ser previsora.


La levantó cogiéndola por las axilas, la puso sobre la mesa, y con un empujón hizo que se echara a lo largo de ella.


-¿Qué me vas a hacer?


-Voy a hacer que te corras como una cerda.


-La cosa promete.


-Flexiona las rodillas y ábrete de piernas


Hizo lo que le había dicho, María Alejandra le echó lubricante el coño y después lo echó en su mano derecha, frotó las manos y luego la masturbó con dos dedos, con tres y con cuatro. Con la otra mano le magreaba las tetas, le pellizcaba los pezones y le tiraba de ellos. Carolina, poco después, exclamó:


-¡Me corro!


Dejó que se corriera, y al acabar, le dijo:


-Ahora vamos con el extremo.


Volvió a echar lubricante en las manos y en el coño, luego juntó los cinco dedos y los fue metiendo y sacando poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, al tiempo que le magreaba las tetas y le comía la boca... Cuando le entró el puño, Carolina, con lágrimas en los ojos, le dijo:


-¡¡Me acabas de romper el coño!!


-¿Te dolió?


-¡Me dolió y me duele!


-Acabará gustándote.


María Alejandra, besándola y magreándole las tetas, fue moviendo el puño un par de centímetros hacia delante, un par de centímetros hacia atrás y la vagina se fue lubricando y dilatando más, más y más. Al ver que la tenía preparada, le preguntó María Alejandra:


-¿Te meto un trozo de brazo o ya es suficiente?


Carolina ya estaba perra perdida.


-¡Méteme todo el brazo!


Poco a poco le fue metiendo la cuarta parte del brazo y después la folló con él, lentamente. Carolina se volvía loca con el movimiento del puño y el brazo deslizándose dentro de su coño.


-¡Más rápido, más rápido!


María Alejandra se chupó el dedo pulgar y le acarició el clítoris con la yema y le folló el coño ms rápido. Ni dos minutos tardó el coño en apretar el puño y el brazo. Carolina se corrió como nunca antes se había corrido, a cántaros y con una fuerza que la dejó media muerta.


Luego de correrse, María Alejandra, le quitó el puño y el brazo, muy despacito. Una vez que estaban fuera, el coño se convirtió en un surtidor de jugos, jugos que dejaron la mesa perdida. Sonreía mirando como salían los jugos, pero la sonrisa se le congeló en los labios, al oír una voz que decía:


-No se folla donde después se va a comer.


María Alejandra se giró y vio a un hombre muy atractivo y trajeado que llevaba una revista en la mano derecha, era Roque.


-Lo siento, yo, yo, yo...


-Tu debes ser María Alejandra. Al final has conseguido lo que querías.


Volvió a balbucear.


-Yo, yo, yo...


-Tú tienes un polvo brutal, pena que seas lesbiana.


Carolina se incorporó y le dijo a su padrastro:


-¿Has arreglado lo que te pedí?


Mirando para las dos, le respondió:


-En eso ando. Me voy de aquí, me voy de aquí que me estoy empalmando, y yo de empalmado no respeto ni a mi sombra.


Roque se fue y se metió en el cuarto de baño. Se duchó, luego salió de la ducha y fue a su habitación. Al entrar vio a Carolina y a María Alejandra desnudas sobre su cama, Carolina, magreándole la teta izquierda a María Alejandra y sonriendo, le dijo:


-¿Me ayudas, Roque?


Roque dejó caer al piso la toalla que lo cubría. Con la polla colgando fue hasta su cama, se echó al lado de María Alejandra, la besó con lengua y le magreó la teta derecha. La muchacha devolviéndole el beso, le agarró la polla y comenzó a menearla. Roque le dijo:


-Creía que eras lesbiana.


-Soy buena comedora, como de todo.


-Yo, pollas, no, pero coños, el que me pongan delante.


Roque bajó a su pilón y Carolina le puso una teta en la boca, teta que María Alejandra recibió con la lengua fuera. Roque le pasó la puntita de la lengua por la raja del coño y cuando tragó saliva le supo a leche cuajada. Se centró en su clítoris. Lamió un lado del capuchón, lamió el otro y a continuación le lamió y le chupó el glande erecto.


Carolina le dio las tetas a mamar. María Alejandra fue lamiéndole y chupándole una teta, chupándole la lengua, lamiéndole y chupándole la otra teta...


Roque alejó un poco la cabeza del coño y vio como los jugos blancos y cremosos que salían del coño le habían tapado el ojete. Le levantó el culo con las dos manos y lamió desde el ojete al clítoris, la lengua había arrastrado los jugos y ahora lo que tenía era tapado el clítoris con ellos. Lo chupó y María Alejandra, le dijo:


-¡Me vas a hacer correr!


-¡¿Ya?!


-Sí.


Roque no se lo pensó dos veces, lamió de abajo a arriba y a toda hostia el coño empapado de jugos y María Alejandra se corrió, se corrió con tanta intensidad que agarró la sábana de la cama con las dos manos, arqueó su cuerpo, y tirando de ella le hizo dos rotos, con las uñas.


Acabó espatarrada y sin fuerza, pero Roque no tuvo compasión con ella, la giró, la puso a cuatro patas, se la clavó en el coño corrido y le dio las de Caín de entrante, las de Abel de primer plato, las de Set de segundo plato y le estaba dando las suyas de postre. Cuando vio que se iba a correrse de nuevo, la quitó del coño, pringada de jugos cremosos, y se la metió en el culo. María Alejandra chilló:


-¡¡Maricón!!


Carolina, que no había perdido detalle del polvo, le dijo a su padrastro:


-No seas muy dura con ella que probablemente sea su primer anal.


¡Y una mierda! Aquel culo ya estaba follado y requetefollado, pues en nada, pero en nada de nada comenzó a gemir y a meterse con Roque.


-¡Tienes menos fuerza que un grillo!


Roque se mosqueó, le quitó las manos ce la cintura y la nalgueó con fuerza.


-¡Plasssaa, plassss, plassss, plassss, plassss...!


-Lo dicho, tienes menos fuerza que un grillo.


Carolina se anotó.


-Le va la marcha. Tú dale fuerte en una nalga que yo le doy en la otra.


Le iban a dar las del pulpo, pero María Alejandra con las primeras nalgadas y las primeras clavadas se corrió como una burra. Roque, por no ser menos, se corrió como un burro y le llenó el coño de leche.


María Alejandra, al acabar de correrse se puso boca arriba. Carolina vio su coño cubierto de jugos cremosos y le peguntó a Roque:


-¿Pero tú no te habías corrido dentro de su culo?


-Sí, eso blanco que ves es su corrida.


Aquel coño la atrajo lo mismo que un imán atrae al hierro. Lo lamió.


-No sabe como la tuya, sabe a leche cuajada.


-Disfruta de tu primer coño, yo me voy a hacer algo de comer.


Roque se puso una bata y se fue.


----------------------------------------------------------------------------------------------------------


Incesto espectacular


Roque no había ido a la cocina a hacer algo de comer. Era desconfiado por naturaleza y como lo de María Alejandra no le cuadrara, había mandado que la investigaran. Hizo una llamada y en menos de cinco minutos le abrió la puerta a tres de sus subordinados, que eran tres bicharracos, altos, corpulentos, con las cabezas afeitadas, tatuajes en el cuello y más serios que un perro cagando.


Al entrar en la habitación donde se estaban dando el lote, Carolina sacó la cabeza de entre las piernas de María Alejandra. Tenía los labios manchados de jugos cremosos. Los vio y le preguntó a Roque:


-¿Has ido a buscar ayuda al zoo?


A los gorilas no les gustó el comentario. Sin decir palabra, dos de ellos la quitaron de la cama cogiéndola por las axilas y la sentaron en una silla. Carolina no entendía nada.


-¡Qué coño está pasando aquí, Roque!


-Respeta que tienen carta blanca.


-¿Me puedes decir que está pasando?


-Enseguida lo sabrás.


Los mismos que habían quitado de la cama a Carolina, quitaron a María Alejandra y la sujetaron delante de Roque, que le dijo:


-Háblame de Pilar, la esposa del médico.


Le mintió a la cara.


-No conozco a nadie que se llame así.


El tercer gorila le dio una bofetada que le puso la cara del revés.


-¿Cantas por las buenas o te hacen cantar por las malas?


-No puedo decir lo que no sé.


-Veo que va a ser por las malas.


El gorila cerró el puño y María Alejandra cantó.


-Tuve una aventura con esa mujer.


-¿Cuánto le quitaste con el chantaje?


-Me temo que ya lo sabes.


-Sé eso y sé muchas cosas más. Sé que llevas en España chantajeando a mujeres casadas durante más de tres años, que tienes mucha pasta, que has estado casada con un español y que ya tienes los papeles. Ahora vamos a lo mollar. ¿Qué buscabas con Carolina?


-Echar un polvo, nada más.


-¿Y para eso robas un coche?


-El coche es mío, le hice el puente porque perdí las llaves.


-Y dejaste a Carolina tirada.


-La dejé como estaba, haciendo dedo.


-Como me entere de que buscabas joderme, que Dios te coja confesada.


-No te enterarás.


Carolina, sentada en la silla, estaba callada como una muerta. No sabía como iba a acabar María Alejandra, pero la cosa no pintaba bien. Roque dijo:


-Toda vuestra, muchachos.


María Alejandra se asustó.


-¡Te juro que no sabía quién eras tú, ni que Carolina era tu hijastra cuando quise ligar con ella!


-Te creo, por eso el castigo será sexual.


Roque fue junto a su hijastra, hizo que se levantara, se sentó él en la silla, y luego la sentó en sus rodillas.


-Vamos a mirar un espectáculo guarro exclusivo para ti y para mí.


-¿La van a follar los tres?


-Sí.


-¡¿Es ese el castigo?!


-Castigo para ella, premio para los tres que descubrieron el pastel.


Los gorilas tiraron a María Alejandra sobre la cama como si fuese un paquete, luego se desnudaron. Eran tres Schwarzenegger sin pelo, tatuados e igual de mal encarados. María Alejandra vio mucho músculo y mucho tatuaje pero poca polla, bueno, poca polla para semejantes bicharracos.


Se arrodillaron los tres en la cama, y esta se hundió. lo que no sé es como no rompió, ya que estaba soportando más de trescientos kilos de peso. José, el gorila número uno le sujetó las las piernas y Pedro y Gonzalo, los otros, gorilas le sujetaron los brazos, María Alejandra movió su cuerpo hacia los lados, pataleó y como no podía zafarse, gritó:


-¡Noooo!


Iba a ser que sí. Pedro le tapó la boca con una de sus manoplas, y le mamó una teta, Gonzalo le mamó la otra y José comenzó a comerle el coño. María Alejandra siguió haciendo fuerza para librarse de ellos, pero viendo que no conseguía nada, fue desistiendo. Al desistir José dejó de sujetarle las piernas, le echó hacia atrás el capuchón del clítoris y le lamió el glande erecto. Pedro vio como las pupilas se le escondían debajo de los párpados. Le quitó la mano de la boca y le pasó la lengua por los labios. Gonzalo le magreaba las tetas, se las mamaba y le lamía los pezones. Pasado un tiempo María Alejandra comenzó a gemir y a mover la pelvis buscando el orgasmo, José vio como de su vagina salían jugos cremosos, le enterró la lengua en el coño un par de veces, luego apretó la lengua contra el coño, lamió de abajo a arriba a toda mecha y María Alejandra se corrió en su lengua de buey, lo hizo entre gemidos y tremendas convulsiones.


Carolina viendo como se corría María Alejandra, le cogió las manos a su padrastro y se las llevó a as tetas. Roque se las magreó.


Al acabar de correrse, José le dejó el sitio a Gonzalo y él fue a por su boca. Pedro le magreó y le devoró las tetas. Gonzalo le levantó el culo y le folló el ojete con la lengua la tira de veces, después subió lamiendo desde el ojete al clítoris, lento al principio y aprisa cuando empezó a gemir, y María Alejandra se volvió a correr.


Carolina sintió la polla de su padrastro mojar una de sus piernas, levantó el culo, puso la polla en la entrada de coño, bajo el culo y la metió hasta el fondo.


María Alejandra cerró las piernas cuando Pedro le metió dos dedos dentro del coño, pero cuando comenzó a masturbarla y a lamerle el clítoris las abrió de par en par. José magreándole una teta, le puso la polla en los labios, María Alejandra abrió la boca, la polla entró en ella y la mamó. Los tres gorilas se vinieron arriba. Hicieron que se sentara y le fueron dando las pollas a mamar por turnos, el primero en metérsela en la boca fue Pedro. Al quitársela, José la besó con lengua, beso al que ella correspondió con lujuria, luego le dio su polla a mamar. Al quitársela, la besó con lengua Gonzalo y después se la dio a mamar él. Los gorilas eran unos cerdos y a María Alejandra le encantaba que lo fueran.


El coño de Carolina estaba tan encharcado que cuando se puso en pie y se lo dio a comer a su padrastro colgaban de él cantidad de jugos, Roque se los lamió y después le trabajó el coño.


Cuando María Alejandra ya echaba por fuera, José, se echó boca arriba sobre la cama, la puso encima de él y se la clavó en el coño. Gonzalo se arrodilló detrás de ella y le lamió y le folló el ojete con la lengua.


Carolina le puso el culo en la boca a su padrastro, Roque le lamió y le folló el ojete, mientras esto le hacía, del coño de Carolina volvieron a colgar jugos densos y por el interior de sus muslos bajaron otros más acuosos. Luego de que Roque le comiera el culo, Carolina le dio media docena de mamadas a la polla y después la puso en la entrada de su ojete. Bajó el culo y la polla le entró en él como un tiro.


En la cama la lujuria iba en aumento. María Alejandra le mamaba la polla a Pedro con ansia viva. De su boca caían babas en cantidad. Las pollas de José y de Gonzalo entraban y salían de su coño y de su culo tan apretadas que mismo parecía que la estaban desvirgando, pero ella gozaba una cosa mala. Pasado un tiempo, Pedro se corrió en su boca, al hacerlo le cogió la cabeza con las dos manos para que no le quedase más remedio que tragarse la leche. A continuación su coño se llenó con la leche de José y segundos después su culo se lleno con la leche de Gonzalo. Estaba sintiendo la leche calentita dentro de su coño y de su culo cuando se corrió ella. La corrida fue épica, por lo larga y por lo intensa, tan intensa fue que casi pierde el sentido.


Carolina viendo como se corría María Alejandra y sintiendo como Roque le llenaba el culo de leche, le echó una mano a la cabeza, giró la suya, lo besó con lengua, se metió dos dedos dentro del coño, los sacó mojados, se acarició el clítoris con ellos y en nada se corrió como una zorra que era.


El castigo había sido un polvo inolvidable para María Alejandra, y despertó en Carolina el deseo de una triple penetración, pero no iba a ser ese día con los gorilas, pues su padrastro no se lo consentiría.
 
Atrás
Top Abajo