Jardinera

ikarusulu

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Es muy bella, la vi en el parque con su hijo. Me dijeron que era divorciada y estaba muy buena. Con su minifalda y las botas casi hasta la rodilla llamaba la atención. Un jersey fino, muy ajustado, casi traslúcido que insinuaba la forma de sus senos.


Al día siguiente iba con un pantalón vaquero tan ajustado y fino que se le marcaba el tanga perfectamente cada vez que jugaba con el pequeño. Todo un espectáculo que la mayoría de las otras madres miraban con desaprobación, envidia y alguna de ellas, por qué no con deseo.


Que era exactamente la mirada que había en los pocos padres y en mis compañeros jardineros. En casi todos los hombres que paseaban por el parque. Bueno puede que el párroco de una iglesia cercana no la mirase con ese deseo, pero tampoco estoy muy segura.


Yo era la más joven de ellos, recién contratada para convertir mis vacaciones de verano en algo rentable. Aprovechaba el calor reinante para anudarme el mono de trabajo a la cintura, lucir mis brazos y pecho musculoso, y los pequeños senos bajo la camiseta de algodón. Sin sujetador mis pezones se marcaban adrede en la fina tela.


Aprovechaba para broncearme durante las horas de trabajo. A la vez que el duro trabajo con la pala, las podaderas y todo lo demás me permitía cuidar la musculatura sin pagar un gimnasio.


También me fijaba en las miradas de deseo y envidia que mis curvas y definidos músculos levantaban entre los que frecuentaban el enorme parque. Me gustaba llamar así la atención.


Yo era la única chica que habían contratado ese verano y solia atarme el mono de trabajo a la cintura. Como había pedido una talla menos que la mía el culo se marcaba bien en la ajustada prenda Dejaba ver la camiseta de tirantes sin sujetador que me ponía para trabajar.


Sabía que mis compañeros me miraban y deseaban. Sabía que algunas de las madres, padres y algunos de los chicos mas mayores también me echaban miradas jugosas o se las echaban entre ellos. El calor del verano hacía de ese frondoso parque un lugar muy sensual.


Ese día ella iba especialmente sexi, un top ocultaba a duras penas sus pechos. Pero dejaba al aire su vientre plano y unos pantalones cortos de los que salian sus preciosos muslos.


El niño se arañó una rodilla justo a mi lado. Al oír su llanto, sin perder un segundo, fui a atenderle y ella llegó al poco tiempo. Me faltaban unos minutos para salir y amablemente me ofrecí a ayudarla a llevarlo a casa.


- Solo se ha arañado la rodilla, no parece nada grave. Terminó el diez minutos te puedo ayudar a llevarlo a casa.


- Eres muy amable. Creo que puedo apañarme. No quiero molestar.


- No es ninguna molestia y con el disgusto que lleva el pobre te va a costar.


- Si de verdad no te importa. Te esperamos. Por cierto soy Bea.


- Yo Sandra, encantada.


Me lo agradeció con una sonrisa deslumbrante. Me cambié de ropa volando y me cargué el niño a la espalda a caballito. Ya se le había pasado el disgusto.


Su casa no estaba lejos y tras hacerle una pequeña cura al chaval se fue a jugar a su habitación sin preocuparse mas.


- ¿Vivís solos?


- Si, soy madre soltera.


Me invitó a un refresco para agradecerme el gesto. Se agachó para sacar los vasos de un aparador y el pantalón corto se le ajustó perfectamente a su culo estupendo. No podía dejar de mirar... admirar sus curvas. Y ella empezaba a darse cuenta.


- Me estás desnudando con la mirada.


- Y no he sido la única. Pero no parece que te importe, creo que te gusta.


Yo seguía solo con mi camiseta de tirantes, una mini de vuelo y la capa de sudor. Estábamos hablando conociéndonos sentadas en su sofá. Al principio hablando de naderías.


Se descalzó y me ofreció hacer lo mismo. Me quité las sandalias dejando disfrutar en la tupida alfombra a mis pobres pies recién salidos de las gruesas botas de trabajo.


Según jugaba con los dedos desnudos en el pelo de la alfombra la minifalda se recogía dejando más de mis muslos al descubierto.


- Bonitos muslos. Se te nota el trabajo duro.


- Los tuyos son preciosos. Te favorecen los shorts y las mallas.


Ella me miraba las piernas sonriendo de forma descarada. Me invitó a comer con ellos y como no tenía nada mejor que hacer acepté. Me ofrecí a ayudarla en la cocina.


Fue a cambiarse y ponerse algo más cómodo, de estar por casa y me apareció con un fino camisón de tirantes cortito justo por debajo de las nalgas. Le comenté lo que le gustaba vestir sexi y que me gustaba la ropa con que solía verla.


- De hecho me encanta la ropa con la que vas siempre. Muy sexi. Tienes muy buen gusto.


- Así que te habías fijado. Supongo que tú también, pero como siempre te veo con el mono no podía decirlo. Luego podemos echarle un vistazo a mi vestidor. Aunque si es verdad que te marca un culito precioso. A veces hasta el tanguita.


- Lo pedí de la talla justa para eso. Me encantaría claro, aunque no creo que me valga nada. Es más voluptuosa que yo.


- Tengo cosas de talla única y de altura estamos más o menos igual.


Se dio cuenta que me había fijado en ella los días anteriores y me confió que también se había fijado en mí. Que le parecía bien una chica tan bonita y con mi cuerpo en un trabajo duro y tradicional de hombres. Le agradecí el cumplido.


- Por cierto es raro ver una chica en un trabajo como ese.


- Lo hago para ganar algo de dinero. Antes de volver a la universidad. Pero además me gustan las plantas y el campo. Estudio para ingeniero astrónomo.


- ¿Me ayudas con la comida?


- Claro, vamos.


Trasteábamos por la cocina rozándonos como viejas amigas conversando. No teníamos mucha prisa pero me gustaba la confianza que estábamos cogiendo. Me confió que normalmente en casa llevaba aún menos ropa. Que le gustaba el nudismo.


- Si estuviera sola iría solo con el tanga o sin nada.


- Y ¿al niño no le importa?


- Es muy pequeño para darse cuenta y lo dejo para cuando está en la guardería.


- Yo también estoy más cómoda con menos ropa con este calor. Pero vivo con mis padres y no tengo muchas oportunidades.


- ¿Por eso no suelta usar sujetador?


Si que se había fijado en mí.


- No me dirás que no es incómodo.


Yo también estoy más cómoda desnuda o casi y así se lo dije. Después de comer el niño se fue a dormir la siesta dejándonos solas y a nuestro rollo. Nuria se sacó el camisón dejándose solo el tanga. Mostrándome sus fantásticos senos y me ofreció hacer lo mismo.


- Ya es estamos solas. Duerme profundamente y se pone los dibujos el solo en su cuarto. Puedes ponerte más cómoda.


Sin pensarlo más me saqué la falda y la camiseta quedando solo con las bragas. Cómo no me había duchado al terminar el trabajo mi olor corporal debía ser fuerte. Le dije que debería irme a casa a ducharme y me ofreció su baño.


- Creo que me vendría bien una ducha.


- ¿Por qué no lo haces aquí? El baño es grande y cómodo.


- No tengo nada limpio para ponerme.


- Seguro que te encontramos algo en mi vestidor aunque te venga un poco amplio.


Intenté excusarme pues no tenía ropa de recambio y ella me dijo que algo encontraríamos en su armario que me valiera teníamos tallas muy parecidas.


Me acompañó al baño con su vaso y se quedó sentada a mi lado. Dejé correr el agua caliente sobre mi piel con el gel acariciándome a misma. Y ella mirándome sin ningún complejo.


Procuré disfrutar de la ducha y darle el mejor espectáculo que pude. Al fin le pedí que me alcanzara la toalla. Fue ella la que envolvió mi cuerpo rodeándome con sus brazos y apartando mi melena sobre un hombro besó mi cuello húmedo. Giré la cabeza buscando sus labios y abriéndolos con mi lengua.


Solo me entretuve unos segundos para quitarme el agua del cuerpo y aún húmeda dejé caer la toalla al suelo para buscar con mis manos su cadera. Quitarle el tanguita que ya era la única prenda que nos separaba. En ese momento su lengua recorría mi boca.


Me agarró de la mano y me llevó a su dormitorio. Su cabello olía de maravilla mientras sumergía mi cara en su melena. Su piel la notaba suave mientras la recorría con mis manos callosas.


Las suyas recorrían mis músculos en un duro masaje relajándolos. Comenzó por mis pies que agradecieron el gesto. Cuando sentí su lengua jugando entre mis dedos me derretí. Se los llevó a la boca y pasó la lengua por la planta.


Nunca antes me lo habían hecho, jamas había sentido esas caricias durante tanto tiempo. Sus labios en mis tobillos muy lento y despacio. No tenía prisa y yo estaba gozando de verdad. Su lengua escalaba por mis piernas por el interior de mis muslos.


Tocando cada punto, el reverso de mis rodillas y subiendo hasta llegar a los labios de mi vulva que a esas alturas chorreaban esperándola. La llevaba depilada casi al completo y en cuanto sintieron el leve toque de su lengua me abrí suspirando.


Levanté las rodillas hasta el pecho dejando todo mi coño y culo a su alcance. No se hizo la remilgada como ya suponía. Cuando clavó la lengua el mi ano casi se me escapa un grito que hubiera despertado al crio y tuve que morderme los labios para no gritar.


Estiró un brazo y mientras me penetraba con la lengua. Me agarró un pecho retorciendo el pezón. Me daba la impresión de tenerla en todas partes, la sentía en toda mi piel. Su lengua, sus manos su cuerpo sobre el mío según iba subiendo por mi vientre. Hasta besarme con el sabor de mis jugos en su lengua.


Conocía mi propio sabor, en innumerables, solitarias masturbaciones me había llevado los dedos a la boca para sentirme, para evitarme excitarme. Pero de alguna forma mezclados con su saliva me parecía que yo era aún mas sabrosa.


Por fin escaló tanto que dejó sus muslos a los lados de mi cabeza y con la misma falta de escrúpulos que ella lamí por completo su coño, su endurecido clítoris. Lo mas profundo de la vagina, el ano el perineo pasando por ellos una y otra vez.


Gemía bajito, intentando no hacer demasiado ruido. Muy controlada pero esos suspiros me hacían saber que le gustaba como le estaba comiendo el coño. Bueno, el xoxito y todo lo demás. Después de tanto tiempo deseándola. Se corría en mi boca. El cuello estirado, los ojos en blanco, la cabeza hacia el techo.


Miró hacia abajo. clavando sus preciosos ojos azules en los míos. Una sonrisa traviesa adornaba sus labios gruesos y sensuales.


- ¿Te apetece jugar un poco más?


- Contigo. siempre.


Se levantó de mi cara y se estiró buscando algo en el cajón de su mesilla. Aún así podía besar la cara interna de su muslo. Cuando al fin vi lo que sostenía en la mano me llevé una peralta sorpresa.


- No te hacía yo que fueras de las que juega con esos accesorios.


- ¿Y por qué no? Hay que disfrutar.


El arnés que me enseñaba era muy realista, en silicona, tenía hasta las venas marcadas. La braguita que lo sostenía hecha con un cuero muy fino parecía bastante cómoda. Tenía pinta de haber costado bastante dinero, era de calidad. Claro que ella no parecía pasar estrecheces. Era el primero que tenía delante.


- ¿Quieres follarme? o ¿Te lo hago yo a tí?


- Las dos, sino te importa. A no ser que no te guste.


- Me parece que quiero probarlo. Póntelo.


Ya solo ver subir esa polla encajada en el tanga por sus largos y torneados muslos era un bonito espectáculo. El bello animal que tenía delante andrógino, con la melena despeinada, salvaje y felina. La polla por delante de su pubis me excitaba como pocas veces lo había estado.


Separé las piernas lo más que pude. Estaba más que mojada. Pero quería notar sus tetas dos tallas más grandes que las mías frotándose con mi torso mientras me penetraba. Y sus besos y lengua lasciva besando mi boca y buscando mi saliva.


- Quiero que tu también disfrutes.


- No te preocupes esto lleva un masajeador de clítoris por dentro, ya lo verás.


Sin preocuparme más dejé que arrimara aquel falso glande a mis labios. De un solo empujón entró hasta que nuestras caderas hicieron contacto. Nuestras tetas se frotaban y su saliva caía hacia mi boca. Cruzábamos las lenguas sientas una de la otra.


Por suerte nuestros gemidos los ahogábamos en los besos lascivos. Comenzó a mover la cadera, follándome con ganas. Al poco ya me estaba corriendo y dejando mis jugos que escurriendo por el perineo en su sábana.


Los suyos parecían rebosar del tanga pues me mojaba los muslos.


- ¿Quieres probarlo ahora?


Me giré dejándola debajo de mí. Bajé por si cuerpo besando sus pechos y mordisqueando sus pezones. No salían mucho pero eran muy sensibles o eso parecía por sus gemidos.


Mientras tiraba del tanga ella levantó su culo del colchón para ayudarme. Conseguí sacarlo por sus largos muslos y aproveché para besar los pies cuando los levanto hasta mi cara.


Me enfundé aquella extraña prenda, extraña para mí. Efectivamente al llegar a ponerme la tira en el culo y ajustarla a mi pubis algo parecido a unas vellosidades acariciaban mi vulva, labios y clítoris.


Aquello tenía que notarse más cuando hiciera fuerza clavando la polla falsa en el coñito de mi amiga.


- ¿Me quieres cabalgar? Quiero verte mientras te follo, quiero acariciarte las tetas.


- Como quieras. Ven, túmbate.


Con mi espalda en su colchón ella subió su cadera, esta vez sobre la mía y no sobre mi cara. Estaba tan mojada que según bajaba le fue entrando como a mí de un solo empujón.


Mis manos fueron directas a sus tetas que me tenían hipnotizada. Así como ella se apoyaba en las mías acariciándolas y apretándolas. Pellizcaba mis pezones mientras se movía arriba y abajo. Sin darme descanso. Había que aprovechar la siesta.


No sé cuantos orgasmos tuve esa tarde, ni cuantos le dí a ella pero pocas veces antes había estado tan satisfecha. Cuando al fin se derrumbó sobre mi agitada. Su pecho, como el mío, marcando el ritmo como un tambor. La abracé y la retuve contra mi.


Me gustaba tenerla apretada a mi cuerpo pero ella tenía sus labores y ya no pudimos estar así mucho tiempo.


Me regaló uno de sus vestidos y un precioso tanga de encaje para que pudiera volver a mi casa con ropa limpia. El escote me queda un poco suelto y con mi manía de ir sin sujetador cada vez que me inclinó se me ven las tetas. Pero no importa mucho porque solo me lo pongo para ir a verla.










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