Lorenzo-BCN
Miembro
Un relato escrito a medias con una amiga mía. Yo escribía la parte de "Lorenzo" y ella la de "Mia".
Lorenzo
Mía
Lorenzo
Mía
Lorenzo
Llegué puntualmente al hotel que habíamos acordado Mia y yo meses atrás. Mientras caminaba hacia recepción, recordaba todas las fantasías que compartimos online, tantas locuras a cada cual más sensual y erótica.
Y la fantasía más loca de todas: hacerla realidad.
Mía y yo acordamos abandonar el mundo de la imaginación y pasar al mundo de la realidad. Yo ya conocía cada rincón de su cuerpo de todas las veces que habíamos follado online de forma salvaje y apasionada pero también romántica y elegante, tal y como era Mía, la diablilla sexy, como yo la llamaba.
Recordé el sabor de sus besos, sus pechos, su coñito delicioso, ese culo con un lunar tan picante... una excitación recorrió mi cuerpo. Y hoy, por fin, íbamos a hacerlo realidad. Habíamos decidido la fecha, el lugar y como sería el encuentro.
La expectativa era enorme.
Al llegar a recepción me quedé pensando en esa palabra tan poderosa y tan peligrosa: expectativa. ¿Y si al subir a la habitación la imaginación, como tantas veces, superaba a la realidad? ¿Quizá sería mejor dar marcha atrás y quedarse con un recuerdo que, aunque ficticio, era perfecto?
El conserje del hotel interrumpió mis pensamientos con un breve mensaje: "Señor Lorenzo, la señora Mía le espera en la Suite".
Mía
Siempre llego tarde, pero esta vez, llegué demasiado pronto. Estaba nerviosa y tras una rápida ducha, disfruté echándome crema por el cuerpo, imaginando que eran sus manos. Me pinté los labios de rojo como en algunas de esas veces que nos masturbábamos mientras follabamos en nuestra imaginación y con las palabras que nos decíamos online.
Como habíamos acordado, le esperaría desnuda tendida sobre la cama, con los ojos vendados. Lo hice con una media, que en cuanto se diera cuenta le haría sonreír y le excitaría a partes iguales. Puse un poco de música, Vanessa Paradis. La habitación olía a mezcla de mi crema corporal y jazmín.
Estaba nerviosa y ansiosa ante la expectativa de disfrutar de esta locura, porque pensaba que era una locura pero también sabía que quería hacerla realidad, quería sentir sus manos sobre mi piel, sus boca por mi cuerpo y quería notar su voz sexy en mi oído, lo quería todo.
Quería vivirlo.
Lorenzo
El ascensor subía de forma increíblemente lenta. O, al menos, así me lo parecía. Estaba nervioso y excitado, imaginando lo que me encontraría al cruzar el umbral de la Suite que alquilamos semanas atrás. Llegué a la puerta y me detuve unos instantes. Esta era la última ocasión antes de volver atrás. Antes de dejar que un sueño perfecto se convirtiera en realidad.
Inserté la tarjeta en la puerta que se abrió con un electrónico sonido. Di un paso adelante.
Ya no había vuelta atrás.
La habitación estaba en penumbra, tal y como la dejé. Antes de que mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad, los cerré para utilizar mis otros sentidos. Mis oídos escucharon una melodía de Vanessa Paradis. Un buen toque que no tenía previsto. Mi olfato detectó todos los aromas que dejé al irme: los pétalos de rosa en el suelo, la esencia de jazmín en las sábanas… pero había un olor que no había puesto yo.
Era Mía.
Mis ojos empezaron a adaptarse a la oscuridad y pude empezar a entrever su cuerpo sensual entre las tinieblas. Estaba completamente desnuda, tumbada boca abajo, tal y como le pedí. Tan solo llevaba los ojos vendados con lo que parecía una tela negra. Buena chica, pensé. Justo como se lo había pedido.
Noté que Mía percibió mi presencia porque giró su cabeza hacia mí. Sin embargo, tal y como yo le había pedido, no podía ver, ni hablar, ni interactuar conmigo hasta que yo se lo pidiera.
Me quité los zapatos y me acerqué a la cama poco a poco, casi sin hacer ruido. A medida que me acercaba comencé a emborracharme con la mirada de ese cuerpo perfecto. Una mujer alta, de pechos pequeños y piernas largas y estilizadas. Noté el pintalabios rojo, como otras veces había mostrado en sus fotos. Otro punto positivo.
Estuve tentado de quitarme la ropa y follármela ahí mismo. Seguro que disfrutaríamos, pero eso no estaba en nuestro pacto.
Así que lo que hice fue sacar un objeto y un sobrecito del bolsillo de mi chaqueta. Después me acerqué a su espalda y le di un beso en el cuello. Enseguida noté como toda su piel se ponía de gallina y su cuerpo se estremecía.
De nuevo la tentación.
Pero decidí seguir el plan. Una de mis manos bajó por su espalda muy lentamente hasta su culo. Abrí el sobrecito y extendí un poco de lubricante por mis dedos. Entonces le abrí un poco el culo y empecé a aplicar el lubricante por su ano. Noté como ella se sorprendió por el repentino frescor y porque me acercara a esta zona tan pronto, pero yo la calmé susurrando. Entonces tomé el objeto que saqué de mi chaqueta: un plug anal, y lo introduje con mucho cuidado en su culo. Cuando Mía entendió lo que estaba haciendo se relajó y admitió el juguete por completo, con un gran suspiro de placer.
Terminada la primera parte, me levanté y me dirigí al cuarto de baño para darme una ducha rápida.
Y la fantasía más loca de todas: hacerla realidad.
Mía y yo acordamos abandonar el mundo de la imaginación y pasar al mundo de la realidad. Yo ya conocía cada rincón de su cuerpo de todas las veces que habíamos follado online de forma salvaje y apasionada pero también romántica y elegante, tal y como era Mía, la diablilla sexy, como yo la llamaba.
Recordé el sabor de sus besos, sus pechos, su coñito delicioso, ese culo con un lunar tan picante... una excitación recorrió mi cuerpo. Y hoy, por fin, íbamos a hacerlo realidad. Habíamos decidido la fecha, el lugar y como sería el encuentro.
La expectativa era enorme.
Al llegar a recepción me quedé pensando en esa palabra tan poderosa y tan peligrosa: expectativa. ¿Y si al subir a la habitación la imaginación, como tantas veces, superaba a la realidad? ¿Quizá sería mejor dar marcha atrás y quedarse con un recuerdo que, aunque ficticio, era perfecto?
El conserje del hotel interrumpió mis pensamientos con un breve mensaje: "Señor Lorenzo, la señora Mía le espera en la Suite".
Mía
Siempre llego tarde, pero esta vez, llegué demasiado pronto. Estaba nerviosa y tras una rápida ducha, disfruté echándome crema por el cuerpo, imaginando que eran sus manos. Me pinté los labios de rojo como en algunas de esas veces que nos masturbábamos mientras follabamos en nuestra imaginación y con las palabras que nos decíamos online.
Como habíamos acordado, le esperaría desnuda tendida sobre la cama, con los ojos vendados. Lo hice con una media, que en cuanto se diera cuenta le haría sonreír y le excitaría a partes iguales. Puse un poco de música, Vanessa Paradis. La habitación olía a mezcla de mi crema corporal y jazmín.
Estaba nerviosa y ansiosa ante la expectativa de disfrutar de esta locura, porque pensaba que era una locura pero también sabía que quería hacerla realidad, quería sentir sus manos sobre mi piel, sus boca por mi cuerpo y quería notar su voz sexy en mi oído, lo quería todo.
Quería vivirlo.
Lorenzo
El ascensor subía de forma increíblemente lenta. O, al menos, así me lo parecía. Estaba nervioso y excitado, imaginando lo que me encontraría al cruzar el umbral de la Suite que alquilamos semanas atrás. Llegué a la puerta y me detuve unos instantes. Esta era la última ocasión antes de volver atrás. Antes de dejar que un sueño perfecto se convirtiera en realidad.
Inserté la tarjeta en la puerta que se abrió con un electrónico sonido. Di un paso adelante.
Ya no había vuelta atrás.
La habitación estaba en penumbra, tal y como la dejé. Antes de que mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad, los cerré para utilizar mis otros sentidos. Mis oídos escucharon una melodía de Vanessa Paradis. Un buen toque que no tenía previsto. Mi olfato detectó todos los aromas que dejé al irme: los pétalos de rosa en el suelo, la esencia de jazmín en las sábanas… pero había un olor que no había puesto yo.
Era Mía.
Mis ojos empezaron a adaptarse a la oscuridad y pude empezar a entrever su cuerpo sensual entre las tinieblas. Estaba completamente desnuda, tumbada boca abajo, tal y como le pedí. Tan solo llevaba los ojos vendados con lo que parecía una tela negra. Buena chica, pensé. Justo como se lo había pedido.
Noté que Mía percibió mi presencia porque giró su cabeza hacia mí. Sin embargo, tal y como yo le había pedido, no podía ver, ni hablar, ni interactuar conmigo hasta que yo se lo pidiera.
Me quité los zapatos y me acerqué a la cama poco a poco, casi sin hacer ruido. A medida que me acercaba comencé a emborracharme con la mirada de ese cuerpo perfecto. Una mujer alta, de pechos pequeños y piernas largas y estilizadas. Noté el pintalabios rojo, como otras veces había mostrado en sus fotos. Otro punto positivo.
Estuve tentado de quitarme la ropa y follármela ahí mismo. Seguro que disfrutaríamos, pero eso no estaba en nuestro pacto.
Así que lo que hice fue sacar un objeto y un sobrecito del bolsillo de mi chaqueta. Después me acerqué a su espalda y le di un beso en el cuello. Enseguida noté como toda su piel se ponía de gallina y su cuerpo se estremecía.
De nuevo la tentación.
Pero decidí seguir el plan. Una de mis manos bajó por su espalda muy lentamente hasta su culo. Abrí el sobrecito y extendí un poco de lubricante por mis dedos. Entonces le abrí un poco el culo y empecé a aplicar el lubricante por su ano. Noté como ella se sorprendió por el repentino frescor y porque me acercara a esta zona tan pronto, pero yo la calmé susurrando. Entonces tomé el objeto que saqué de mi chaqueta: un plug anal, y lo introduje con mucho cuidado en su culo. Cuando Mía entendió lo que estaba haciendo se relajó y admitió el juguete por completo, con un gran suspiro de placer.
Terminada la primera parte, me levanté y me dirigí al cuarto de baño para darme una ducha rápida.
Mía
Estaba embriagada con el aroma a jazmín y a rosas de los pétalos que había por el suelo, había dado un toque perfecto a la habitación.
Escuché la puerta, una excitación comenzó en mi estómago y se extendió por todo mi cuerpo. En ese momento, me di cuenta que nuestra fantasía sería realidad y los nervios que me abrumaban se tornaron en ansiedad y deseo de sentir.
Noté como se acercaba, presentía como me miraba y al poco sentí como me abría mi culito con las manos frías por un gel, lubricante, me lo extendió y me lo aplicó en el ano. Me introdujo una joya anal y mi cuerpo se estremeció hasta que Lorenzo susurró palabras de tranquilidad en mi oído. Cada vez que oía su voz me parecía más sexy y más cálida. Tranquila Mía, lo vas a disfrutar. Así fue, a los pocos segundos, mi cuerpo aceptó el regalo que le había pedido tiempo atrás, en nuestras conversaciones. Yo guardaba el suyo para otro momento, para luego.
Escuché como se alejaba, escuché la ducha. Mientras mi cuerpo se relajaba y empezaba a disfrutar de la joya que me había introducido. Quería que se acercara, quería que me tocara, lo necesitaba.
Escuché la puerta, una excitación comenzó en mi estómago y se extendió por todo mi cuerpo. En ese momento, me di cuenta que nuestra fantasía sería realidad y los nervios que me abrumaban se tornaron en ansiedad y deseo de sentir.
Noté como se acercaba, presentía como me miraba y al poco sentí como me abría mi culito con las manos frías por un gel, lubricante, me lo extendió y me lo aplicó en el ano. Me introdujo una joya anal y mi cuerpo se estremeció hasta que Lorenzo susurró palabras de tranquilidad en mi oído. Cada vez que oía su voz me parecía más sexy y más cálida. Tranquila Mía, lo vas a disfrutar. Así fue, a los pocos segundos, mi cuerpo aceptó el regalo que le había pedido tiempo atrás, en nuestras conversaciones. Yo guardaba el suyo para otro momento, para luego.
Escuché como se alejaba, escuché la ducha. Mientras mi cuerpo se relajaba y empezaba a disfrutar de la joya que me había introducido. Quería que se acercara, quería que me tocara, lo necesitaba.
Lorenzo
Intenté relajarme con el agua caliente deslizándose por mi cuerpo. La visión de Mía tumbada desnuda sobre la cama con los ojos vendados con una media, me provocó una erección imposible de detener. Me toqué la polla y no recordaba haberla tenido tan dura antes.
Salí de la ducha, me puse una toalla alrededor de mi cuerpo y me miré al espejo. No podía creer lo que iba a suceder esa noche. Noté el enorme bulto debajo de la toalla y pensé que era absurdo salir así. Así que decidí quitármela y salir a la habitación.
Ahí encontré de nuevo a esa diosa tumbada en la cama, aún disfrutando del pequeño juguetito que le metí en el culo. Enseguida notó mi presencia y se puso un poco tensa pero yo me acerqué y le susurré al oído que se relajara y que no tenía que hacer nada, simplemente disfrutar de su orgasmo. Déjamelo todo a mí. Ella sonrió con sus labios rojos y parece que mis palabras surtieron efecto porque su cuerpo se relajó.
Salí de la ducha, me puse una toalla alrededor de mi cuerpo y me miré al espejo. No podía creer lo que iba a suceder esa noche. Noté el enorme bulto debajo de la toalla y pensé que era absurdo salir así. Así que decidí quitármela y salir a la habitación.
Ahí encontré de nuevo a esa diosa tumbada en la cama, aún disfrutando del pequeño juguetito que le metí en el culo. Enseguida notó mi presencia y se puso un poco tensa pero yo me acerqué y le susurré al oído que se relajara y que no tenía que hacer nada, simplemente disfrutar de su orgasmo. Déjamelo todo a mí. Ella sonrió con sus labios rojos y parece que mis palabras surtieron efecto porque su cuerpo se relajó.
Mía
Al rato, sentía como se aproximaba de nuevo a la cama, oía sus pasos cada vez más cerca. Se acercó y me susurró: “Mía, recuerda no debes hablar hasta que te corras en mis manos, en mi boca, hasta que yo quiera”. Mi excitación aumentaba y no podía controlar lo que me hacía sentir.
Ummmm, se acentuaba el aroma a jazmín y noté sus manos en mis tobillos, en mis piernas, ese olor además de estar en la habitación era el aceite con el que masajeaba mis piernas, deslizándose por ellas, acariciándolas, alternando dulces besos por donde pasaban sus manos.
Era Lorenzo.
Era realidad.
Ummmm, se acentuaba el aroma a jazmín y noté sus manos en mis tobillos, en mis piernas, ese olor además de estar en la habitación era el aceite con el que masajeaba mis piernas, deslizándose por ellas, acariciándolas, alternando dulces besos por donde pasaban sus manos.
Era Lorenzo.
Era realidad.