La noche en vela

Newman

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14 Jul 2023
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Serían más de las 2 de la madrugada. Hacía calor en aquel apartamento junto a la playa en el que apenas penetraba la brisa a pesar de tener las ventanas abiertas de par en par y aun podía escucharse el sonido de los grillos sobre el césped del jardín comunitario. No había respiro. Las sabanas húmedas se adherían a mi piel y me acompañaban en cada giro incómodo de mi cuerpo. Había sido una jornada de canícula y a pesar de encontrarme realmente cansado mis esfuerzos por conciliar el sueño eran en vano. La radio estaba encendida, escuchaba uno de esos programas de madrugada a los que la gente llama para desahogarse, ¿debería hacerlo yo también?

Ni siquiera sé cómo pude darme cuenta pero el sonido de la radio se vio interrumpido levemente por una conversación, al principio lejana e ininteligible pero que poco después se tornó clara. Era una pareja. Se acercaban al jardín cautelosos, con la precaución de quien no quiere ser descubierto. Sus respiraciones eran entrecortadas, reflejaban la excitación, el vértigo de lo prohibido y el ansia por desenvolver un regalo largamente esperado. Me levanté de la cama y me dirigí hasta el balcón. Bajo éste, apenas ocultos tras un pequeño arbusto yacían dos cuerpos entrelazados. Difícilmente pude distinguir sus figuras pero en realidad lo que comenzó a hacerme sentir verdaderamente excitado fue lo acompasado de sus respiraciones, sus pequeños jadeos, a través de esos sonidos podía sentir incluso su calor, su sudor.

Volví a la cama. Intente de nuevo dormir pero mi mente tenía otros planes, acompañada de la voluntad de mi miembro que había comenzado a endurecerse. La respiración de ambos amantes se aceleraba, se escuchaban pequeños susurros, solicitudes, órdenes. Yo imaginaba esos cuerpos a pesar de no haberlos visto nunca. Primero jóvenes. Los pechos turgentes de ella, sus pezones erizados, su piel de gallina, su nuca húmeda, las pequeñas gotas de sudor emergiendo en su canalillo, su lengua fuera buscando la boca de su amante. Él fuerte, decidido, sus brazos contraídos sujetando las muñecas de ella, buscando su cuello con los dientes. A estas alturas ambos seguramente muy mojados, apretando sus cuerpos el uno contra el otro, esperando a quién debía dar el primer paso para acercar sus manos a la entrepierna de su compañero.

Yo, en cambio, estaba solo, sobre la cama. Y sin embargo me sentía parte de ese calor. Desnudo acariciaba mi propio cuerpo, el pelo sobre mi pecho, deslizando mis manos hasta encontrar mi polla dura. Completamente erecta reposaba junto a mi ombligo y un pequeño hilo transparente la unía con mi vientre. La luz de la farola se reflejaba sobre mi glande completamente bañado. Agarré aquella barra y lentamente comencé a masajearla. No fue hasta pocos segundos después cuando caí en la cuenta de que lo hacía al mismo ritmo que ambos amantes. Mi mano había recogido toda aquella humedad que cubría mi polla, y aunque era muy placentero, me incorporé para escupir sobre mi miembro, quería sentir el calor de mi saliva sobre él.

Pensé en aquella pareja, y en que quizá no fueran jóvenes. Quizá solo dos personas que buscaban revivir la excitación de aquellos encuentros adolescentes y dejarse llevar sólo por el puro placer. Pensé en unas tetas grandes, con unos pezones igualmente erectos, deseando unos dientes sobre ellos. No tan firmes como antaño pero sensibles y aun erguidos. Pensé en una polla dura, queriendo internarse entre la piernas de ella, en una lengua traviesa que sabía donde y como buscar.

Todos estos pensamientos comenzaron a desvanecerse al tiempo que sentía que más y más sangre fluía hacia mi miembro, que mi mente su nublaba. Aquellos dos cuerpos y el mio estaban conectados del alguna manera, su ritmo era el mio. El volumen de sus voces aumentó y el mio también. Sabían que les escuchaba y yo que me escuchaban a mi, a sus jadeos respondía yo con los míos, alternando nuestros placeres. El clímax llegó. Los gruñidos de él me traspasaron, imaginando como derramaba su leche en el interior de su compañera. Densa, enérgica, ella seguro sintió como intermitentemente golpeaba las paredes de su interior y como se deslizaba a continuación por ellas buscando el exterior, cayendo después hacia su culo y quedando adherida a él.

Ella gimió entrecortadamente, como si no quisiera que el momento de correrse llegara, conteniendo la respiración. Pero llegó. Y su coño se contrajo sujetando el miembro firmemente, arrastrándolo hacia su interior. Sintiendo cada pulso y exprimiendo cada gota. Sentía como le ardía todo el cuerpo, que se le abrían las entrañas y un tremendo placer.
Sus voces, sus jadeos me arrastraron a mi también. Estaba utilizando ambas manos para recorrer mi polla, mojada, dejando su cabeza a la vista, inisistiendo en la parte posterior de la misma. Hasta que al fin exploté. Mi leche cubrió mi abdomen, cálida y abundante. Fue largo, intenso y reconozco que ni siquiera recuerdo cuanto tardé en recobrar la conciencia. Cuando me acerqué al balcón sólo se escuchaba el silencio, la radio de fondo, la brisa y las olas del mar.
 
No había pensado darle continuidad pero quien sabe, igual otro capítulo puede ser interesante
 
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