La novia de mi hija 2

Tiravallas

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En el capítulo anterior:


Vino mi hija a tumbarse a mi lado. Le hice sitio y se me quedó abrazándome con su cabeza recostada sobre mi pecho.


- ¿Miras al cielo buscando la estrella de mamá?


- Sí Esperanza, como siempre, nunca la olvidaré ¡Que feliz hubiera sido hoy!


- Yo tampoco la olvido papá, y también siempre busco en el cielo su estrella. Ayer por la noche salí a buscarla y me habló.


- ¿Qué te dijo?


- Que te cuidara mucho


- ¿Sabes? A mí me dijo lo mismo; cuida a nuestra hija.


- La recuerdo tan bella y tierna ¡como la quería!


- Era la mujer más bella de todas las mujeres habidas y por haber, solo la has superado en belleza tú.


- Papá te quiero.


- Y yo también hija mía.


- Papá.


- Dime corazón bonito


- ¿Puedo dormir contigo esta noche igual que cuando era pequeña y tenía miedo?


- Claro hija, claro que sí.


Segundo capítulo de un relato de tres.


Espero les guste.



Después de esta conversación me fui a mi habitación, mi hija se fue a la suya. Escuché la ducha, probablemente se estaba duchando, yo también me di una rápida, más para refrescarme que por otra cosa. Al final podía tener mi polla en descanso, el día había sido agotador. Después de ducharme me tumbé en la cama y empecé a rememorar todo lo acontecido. En dos días habían pasado tantas cosas nuevas para mí, que hasta se me hacía difícil asumirlas. Me había follado a una chica con polla, la desvirgué, y lo más sorprendente es que me gustó. Había conquistado a su madre, y el polvo estaba cercano con ella. Hice escarceos y tocamientos con otra amiga de mi hija, que nos vio follando con Amanda. Y sabía que Rosa, me esperaba cualquier tarde a las tres en su tienda, y no estaba mal la jodida.


Paré de pensar más en esto porque el pito volvía a encabritarse. Apagué la luz y abrí las ventanas, me enrollé una toalla a la cintura, el aire fresco de la noche entraba de maravilla. Salí al jardín a tumbarme en mi gandula favorita mientras me tomaba el último sorbo de la noche, antes de ir ya a acostarme. Oí a mi hija hablar por teléfono, probablemente se comunicaba con sus amigas por si habían llegado bien a su casa. La niña estaba susceptible, me había pedido dormir conmigo, su cumpleaños, el recuerdo de su madre… estaba sentimental.


Apareció en el jardín con un vaso grande de leche con cola cao caliente. Llevaba puesto solo un salto de cama transparente, y por lo que percibí a la luz de la luna llena, debajo iba completamente desnuda. Nunca me había mirado a mi hija como una mujer, y observándola bien, puede apreciar lo guapa y linda que era. Igual que su madre, había crecido y ya no era tan niña, sus formas eran de “un cacho de tía buena”


Se tumbó a mi lado, le hice sitio, se abrazó a mi torso y recostó su cabeza sobre mi pecho. Me dio un beso en el pezón.


- ¡Qué fuerte eres papá!


- La legión me curtió fuerte, y aún mantengo el músculo.


- ¡Cómo debía de gozar mamá contigo!


- La verdad que nos entendíamos muy bien en la cama. Tu madre era una belleza de mujer.


- Seguro que más que yo.


- No hija, tu estas hecha también una buena mujerona, vaya tipazo que tienes, y eres guapa como ella. Estaría orgullosa de verte crecer y como te pareces cada día más a ella.


- ¿De verdad consideras que estoy buena?


- Mucho, de todas tus amigas eres la que mejor está.


- Papá, si te digo una cosa ¿Me prometes que no te enfadarás?


- Claro que no hija, dime lo que quieras.


- Bueno el caso es que te voy a anticipar una noticia, que de momento es un secreto.


- ¡Ay, ay, ay! a ver dime…


- Tengo novia.


- ¿Eres lesbiana?


- No lo sé, ja, ja, ja…


- ¿Qué quieres decir no lo sabes?


- Aún soy virgen, no he follado con ningún chico, solo sé que estoy enamorada de Amanda, y ella de mí también.


- ¡Vaya! Eso sí que no me lo esperaba.


- Lo diremos oficialmente el sábado, que es su cumpleaños y cumple también su mayoría de edad.


- Bueno Amanda, es una chica muy especial, ella tiene un pene como un hombre, aunque sea mujer.


- ¿A ti te gustó?


- ¿Qué quieres decir?


- ¿Qué si te gustó desvirgarla?


- Hija…


- Tranquilo papá, lo planeamos juntas.


- ¿Lo planeasteis juntas? Y eso ¿Por qué?


- Eres el mejor hombre que conocemos, sabíamos que lo harías bien y que ella gozaría el estar contigo.


- No tenía que haberlo hecho, ya me estoy arrepintiendo, me dejé llevar por mi libido y la calentura que tengo de no follar últimamente.


- Papá, estate tranquilo, Lola no lo va a saber, es un secreto entre nosotras y tú. Y te doy las gracias por haberlo hecho.


- Si tú y ella sois pareja ¿no te ha follado a ti?


- Decidimos que fueras tú el que nos desvirgara a las dos. En realidad, las dos estamos enamoradas de ti.


- Hija, eres mi niña, mi hija ¿Cómo quieres que yo te desvirgue? Esto es antinatural.


- No es antinatural papá, eso son cosas de la religión. Mamá me dijo que te cuidara, y yo lo haré.


- Hija, ahora mismo estoy muy confuso, pero no creo que sea buena idea, no te voy a desvirgar, de hecho no voy a follar contigo, eres mi hija ¿No lo entiendes?


- Ante todo soy una mujer enamorada de ti papá. Tanto yo como Amanda estamos enamoradas de ti, queremos ser tus mujeres, y tú serás nuestro hombre. Estoy segura que mamá donde esté está orgullosa de que sea así. Mira aquella estrella ¿La ves?


- Esperanza, hija, no me hagas pasar por esto.


- Nadie se enterará, viviremos los tres en casa, yo después del verano empiezo el segundo año de universidad y Amanda también, seremos una familia feliz.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porque te amo papa, porque te amo. Mira la estrella, mamá me está diciendo de nuevo que te cuide.


Miré la estrella, la noche era muy estrellada, luna llena y ni una nube en el cielo. Se veían de vez en cuando surcar el firmamento algunas fugaces que me dejaron embobado. Esperanza aprovechó para empezar a acariciar mi sexo. Me dejé llevar, sin hacer nada. Acostada a mi lado, casi desnuda, sus pezones me rozaban la barriga, notaba su depilado sexo en mi pierna y su aliento tan cerca, hasta que sus labios se posaron sobre los míos. Me besó, me volvió a besar y correspondí al beso.


- ¡Que hermosa polla tienes papá!


- Hija, vamos a cortar eso, no está bien.


- Mira como de grande y dura se ha puesto, ya la estoy deseando dentro de mi papá, hoy voy a dejar de ser virgen bajo este manto de estrellas.


- Hija…


- Papá…


Desapareció la toalla que me cubría las partes y el salto de cama del cuerpo de la niña. Ambos desnudos nos abandonamos en un morreo cálido, lento, lleno de saliva y frases de amor. Mi polla apuntaba al firmamento, la miré enorme en las mejillas de mi hija cuando empezó a comérmela y besarla.


La mamada que me estaba haciendo era lenta, saboreaba con paciencia mi cipote, mis huevos. Hurgaba con sus deditos la raja de mi culo, hasta que me encontró el ojete, lo mojó con su saliva, me abrió las piernas y su lengua me folló. Yo permanecía inmóvil, pasivo, mirando el firmamento, vi la estrella de mi ex y me pareció percibir que me volvía a decir que cuidara de nuestra hija.


- ¿No te gusto papá?


- Claro que me gustas hija.


- Pues acaríciame, hazme algo, por favor.


- Hija, me es difícil follar contigo, estoy confuso.


- Vaya, por lo que veo, tendré que ser yo la que te folle.


Al decir esto se montó de rodillas sobre mi cara y me ofreció su sexo, ante mis ojos, los cerré. Mi lengua viajó sola a su vagina y mis labios pronto encontraron su clítoris, no quise mirar, me pareció que era menos pecado.


Se dio la vuelta, en esta posición del sesentainueve, me olvidé de que era su padre, empecé a saborearle el sexo a mi hija, tal y como me había enseñado un día su madre, de cómo se debía comer un coño y un culo en esta posición. Le puse esmero y dedicación.


- ¡Oh, papá! ¡Que placer! Me gusta… ¡Ah, ah, ah, oh!


- Tú también me lo haces muy bien hija ¡oh, oh! ¡Como tragas mi polla!


- Sabe bien papá, me gusta ¡Mmm…!


Estuvimos un rato así y decidí pasar ya a la acción. Mojada como estaba su vulva y ensalivada mi polla, acerqué mi capullo a la entrada de su sexo. Ella estaba en cuatro, pero le levanté la espalda, pegué mi pecho a ella, y empecé a besarle el cuello y acariciarle los pechos desde atrás, mientras mi rabo buscaba el orificio que enseguida encontró.


- Papá, con Amanda jugamos con vibradores, hazme el amor tranquilo, aunque no sean tan grandes como tu polla, no me harás daño. Fóllame por favor, lo estoy deseando ¡Tanto!


- ¡Oh hija! Cariño, espero que nunca me tenga que arrepentir de eso.


- Fóllame papá, fóllame ya.


- Toma corazón bonito, toma… ¡Ah…!


Metí de un apretón hasta media polla dentro. Estuvimos un tiempo corto así, de rodillas y sentada sobre mi cipote, esperando que se aposentara bien dentro, fue ella la que con un empujón, terminó de metérselo todo dentro. Empecé, lentamente a follarla, haciéndole círculos con el rabo dentro de su vagina a la vez que se la sacaba y metía.


- ¡Dios mío papá! ¡Que placer! ¡Dios mío que ya me corro! Ah, ah, ah, ah… ¡AH…!


Las convulsiones de su orgasmo, me llevaron a ejercerle una penetración más rápida y profunda. La agarré de la nuca y por la diferencia de altura con su cabeza ladeada junté mi boca con la suya. El sabor de mi hija era la golosina del paraíso. Mi lengua no se cansaba de rescatar en su boca su saliva y aspiraba el aliento de sus jadeos.


Muy rápido, estaba en una situación que jamás en la vida me había podido ni imaginar. La follaba igual, inimaginablemente rápido, mis huevos en el vaivén le pegaban a su monte de venus y clítoris. La coloque frente a mí, mirándole los ojos mientras mi lengua rescataba sus lágrimas, y compartimos la salobre con nuestros besos.


- ¡Papá, papá! me vuelvo a correr ¡Dios mío papá que placer me das!


- Goza chiquilla mía ¡Que guapa eres y que buena que estás!


- Sí, sí, sí, ah, ah, ah, ah…. ¡PAPÁ ME CORRO!


Paré un momento para que cogiera aire. Parecía la repetición del polvo de la noche anterior con Amanda. Si la hermosura celestial tiene un representante en la tierra, es mi hija. El beso apasionado que me dio después de correrse, mirando ambos al cielo buscando la estrella de Angustias, es el momento más emocional que había tenido hasta la fecha. Su nacimiento y ahora su desvirgue, culminaban mi entusiasmo sumo de padre.


Yo era incapaz de sacar el rabo de tan ardiente y mojada vagina. Me levanté con ella abrazada a mí.


- ¿Te apetece un baño mi princesa?


- Me apetece lo que sea mientras no me sueltes papá. Te amo ¡Cuánto placer me das! Te amo, te amo…


- Vamos a follar dentro del agua, como las Náyades. Eres la criatura más hermosa que mis ojos han contemplado. Gracias hija, por haberme dado ese privilegio y regalo.


- Papá…


- ¿Qué?


- Fóllame, fóllame, fóllame… ¡Por dios fóllame papá!


Entramos dentro de la piscina con un buen ritmo de mete saca, ya dentro continué, provocando olas en el agua con mis embestidas. Mi hija no dejaba de besarme, y aferrada a mi cuello aguantaba las cargas bestiales que le estaba infringiendo. Mis manos agarradas a su culo sobaban tan espléndidas posaderas y mis dedos abrían y acariciaban el orificio rectal.


- Papá ¡ah, ha, ah! estoy en días fértiles creo ¡oh, ah, ah, oh! no vayas a correrte dentro, aún no quiero que me preñes, ah, ah, ah...


- Tranquila hija no lo haré dentro de tu coño ¿Quieres que lo haga dentro de tu culo?


- ¡Oh, sí papá!


Cuando estaba pronto a correrme saqué la polla de su coño y la apunté a su ojete, solo entró el capullo, pero me corrí abundantemente dentro de su recto. Con esa lubricación natural, empecé a sodomizarla. Las olas del agua de la piscina escribían en la noche el ritmo de la enculada.


Follar un culo dentro del agua es tremendamente acertado, el agua dirige bien los compases durante las acometidas. La expansión del agua acaricia todas las partes del cuerpo, recibir esas ondas en los testículos es muy agradable. Otra de las ventajas, es que una vez corrido; sacas la polla, y toda la mierda, leche, sangre y lo que haya dentro del recto, sale y se difumina en el agua.


En nuestro abrazo y caricias después de haberle follado el culo a mi hija, me dediqué además con los dedos, a limpiarle bien el ojete. Ella lo agradeció. No me soltó ni por un momento. Completamente aferrada a mi y sus jadeos muriéndose entre besos, fui sacándola de la piscina. La tumbé en la gandula y por primera vez desde que empezamos me soltó de su abrazo.


- Gracias papá, gracias, ha sido fantástico. Jamás me hubiera imaginado que se podía obtener tanto placer. Amanda tenía razón.


- A ti hija por haberme brindado tu regalo, pero debemos recapacitar lo que hemos hecho, no creo que sea buena idea lo que me has comentado antes. Ya lo hablaremos con Amanda también presente.


- Que sí, papá, que es buena idea, y verás lo bien que viviremos los tres.


- Hija, debes de contar también con mi opinión, piensa que yo quizás no quiera tener una relación y vivir en pareja.


- Papá, por favor, no me decepciones, igualmente vivimos juntos, será lo mismo, pero con Amanda.


- ¿Su madre ya lo aprobará?


- Ella solo sabrá lo que queramos que sepa, que yo y Amanda somos novias, no tenemos por qué decirle que tú eres nuestro hombre.


- ¿Sabes? Quedé con Lola para meternos un revolcón


- Tú no le digas nada, en nuestra relación, podrás follar con quien quieras, nunca te diremos nada por ello. Yo lo entiendo y Amanda también. Lo único que te pediremos es que no lleves a ninguna mujer a vivir con nosotros. Si un día alguna de tus conquistas se queda, no pasa nada, pero no a vivir.


- Hija, todo esto me sobrepasa, he de darle un par de vueltas a mi cabeza.


- ¿Nos acostamos papá?


- ¿Aun quieres venir a dormir conmigo como cuando eras pequeña?


- Quiero venir a dormir contigo como tu mujer.


- Esperanza…


- Te amo papá, vamos a acostarnos, tengo sueño.


- Vamos hija, vamos.


Nos fuimos a la cama, yo desnudo, ella también, nos sonreímos, nos dimos un beso de buenas noches y ella se abrazó a la almohada dándome la espalda. Yo me quedé mirando el culo que hacía poco me había follado, el techo y a poner orden en mi cabeza de todo lo que había pasado. Acababa de desvirgar a mi hija ¿Es grave? ¿Qué consecuencias puede tener esto en nuestra relación en el futuro? ¿Qué vida le espera a mi hija con su novia transexual? ¿Debo participar en esta relación a tres que me ha propuesto? Mi cabeza era un almacén de preguntas sin respuesta que no me dejaban dormir.


Debí conciliar el sueño ya casi de madrugada, porque por la ventana recuerdo ver entrar la tenue primera luz del día. Me desperté como consecuencia del manoseo suave, silencioso y a hurtadillas que estaba haciendo a mi polla Esperanza. Se miraba mi falo, lo tocaba, estiraba las pieles de diferentes partes, tocaba mis huevos, como si investigara de cerca que era aquello, se acariciaba las mejillas y los labios y le daba besitos tiernos.


Yo continué haciéndome el dormido, mientras ella juagaba furtivamente con mi rabo, que despertó y de qué manera. Ella me tenía la polla rodeada con ambas manos y le infringía besitos al capullo, cuando de golpe, empezó a hacerme una mamada en toda regla. ¡Como tragaba! ¡Que de saliva! Y que lamidas y besos me empezó a dar por todo mi sexo. Me desperté.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porqué te amo papá y porqué tienes la polla más hermosa del mundo ¡mira como la tienes! ¡es inmensa! Grande, gruesa, suave, huele bien y comer estos dos huevos que tienes y jugar con ellos dentro de la boca es una delicia que ¡me encanta!


- ¡Joder nena! Si continúas así me voy a correr.


- Deseo que lo hagas papá, deseo desayunar de ti.


- ¡Oh hija!


Continuó varios minutos así, yo me dejaba hacer, pasivo, y gozando de una mamada hecha con toda la pasión y amor del mundo. La avisé de lo que saldría de ahí y abrió bien la boca para recibir dentro todo el semen mañanero que le solté. Le puso deleite saboreando y lamiendo toda la magnitud de mi pringado falo, dejándomelo completamente sin rastros.


- Venga papá, ahora una ducha y en marcha. He de acercarme al ayuntamiento, he de llevarles los documentos para empezar a dar clases de auxilio de enseñanza básica a los niños este verano, a partir del próximo lunes, tres horas al día.


- Vaya, te lo llevabas escondido ¿Vas a dar clases?


- Sí, de repaso a varios niños del pueblo, me han seleccionado y no van a pagarme mal.


- Pues venga, a la ducha, que yo esta tarde también salgo de viaje con el camión y hasta el jueves por la mañana no regreso.


- ¿A dónde vas?


- A París, bueno muy cerca, descargo ahí y me cargan otra vez de vuelta.


- ¡París! ¡Cómo me gustaría venir contigo!


- Vente si quieres, ahora ya eres mayor de edad para venir en el camión y cruzar fronteras.


- ¿Amanda no podría venir?


- Es complicado, aún no tiene los dieciocho.


- ¡Vaya! ¿Vamos a la ducha?


- Vamos.


El agua de la alcachofa acariciaba nuestras pieles, mientras nos enjabonábamos mutuamente ¡Cuantas duchas así con su madre! Casi los mismos frotes y sonrisas, jugando con la esponja en busca de nuestras cosquillas. Que decir que aquello terminó como en la mayoría de veces terminaba con su madre. Empotrada a la pared, sentada y ensartada sobre mi polla en un mete saca frenético. Cuando mi hija llegó al orgasmo aspire su aliento tal y como me gustaba hacerlo, con pasión.


Quiso repetir el desayuno, como ella nombró al acto de tragarse mi semen. Me miró desde el suelo, arrodillada me sonrió con aquella sonrisa que empezaba ya a conocer, pícara. Mientras se relamía los labios aprovechando restos de su desayuno, me dedique a gozar del momento, sin querer pensar en nada.


Después de desayunar, ambos nos fuimos uno para cada lado. Yo a llevar el remolque del camión a la empresa para que me lo cargaran y ella al ayuntamiento. Quedamos en comer juntos al mediodía en un restaurante del pueblo. Después yo pasaría un momento por casa a buscar algunas cosas para el viaje, la dejaría ahí y me iría hacia Paris.


A la hora convenida yo estaba en el restaurante, ella demoró unos minutos y con ella llegó una sorpresa, Lucía. ¿La había invitado mi hija a comer?


- Hola papá


- Hola hija, hola Lucía.


- Papá, queremos venir a París contigo.


- ¿Cómo?


- Sí, papá, he pensado que mientras tu descargas y dices que tienen que cargarte de nuevo, yo y Lucía podemos visitar un poco París ¡Me gustaría tanto! Va di que sí.


- ¿Tu Lucía ya tienes los dieciocho?


- Sí Pedro, los hice el mes pasado, mira he cogido el DNI.


- ¿Y tus padres, te dejan?


- Mi madre encantada, mi padre como si no existiera.


- Tendremos que dormir los tres en el camión.


- Nosotras en la litera de arriba y tú en la tuya de abajo. La cabina es grande, los tres podemos dormir y descansar perfectamente, además, así te hacemos compañía.


- Bueno, visto así ¡dios mío en que líos me meto!


- En ninguno papá, verás cómo vas a agradecer nuestra compañía.


- Bueno, pues venga, vamos a comer, pedid lo que queráis, nos espera un trayecto largo.


Los tres comimos deliciosamente, como es habitual en este restaurante, y después nos fuimos a mi casa. Lucía llevaba una pequeña mochila, mi hija se preparó otra, mientras yo iba poniendo en orden las cosas de la casa y cargué la nevera con varios víveres y cosas para picar por el camino. Una vez listos nos subimos al camión y fuimos a enganchar el remolque.


No quise pensar en nada, no quería tener un viaje tortuoso imaginando desgracias y comiéndome la olla en todo lo que me estaba pasando, por lo que decidí cogerme el viaje feliz y como si fuera una excursión con mi hija y su amiga. Inhibirme de todo esto me permitió observar bien al par de mujercitas que llevaba a bordo. Me contagiaban sus risas, sus comentarios y preguntas al ir pasando paisajes, hacían ameno y divertido el camino.


Llevábamos tres horas de viaje y tuve que pararme a estirar un poco las piernas y descansar. La próxima parada ya seria para dormir muy cerca del destino. Los tres nos bajamos del camión y entramos en el área de servicio. Ellas se fueron al servicio y yo también. Andamos un poco por esta área, por sus tiendas y zonas de confort.


Antes de volver a subir al camión, ellas se pusieron a jugar con el chorro de una fuente, al acercarme yo, también me salpicaron con el agua. Al final entre juegos de tirarnos agua, y riéndonos, terminamos empapados los tres. Yo me quité la ropa y me puse un pantalón corto y una camiseta sin mangas. Ellas más ligeras de ropa no podían ponerse, una simple camiseta y un tanga dejaban a la fresca sus estupendos cuerpos de jovencitas.


En el camión, Lucía empezó a mirarme malintencionadamente o bienintencionadamente, depende de cómo se mire. Se fueron las dos detrás a estirarse sobre el camastro. Cuchicheaban cosas que no llegaba a escuchar. Mi hija se quedó dormida, según dijo Lucía cuando apareció en los asientos a mi lado. Me empezó a poner nervioso. Se había sentado con las piernas cruzadas como Buda sobre el asiento. Quería mirarle la cara, pero cada vez que yo volteaba la cabeza mi visión iba involuntariamente o no, a su entrepierna. Aquel minúsculo tanga le dejaba a la vista buena parte de su panocha y he de reconocer que la chiquilla estaba un hartón de buena y apetecible. Me empecé a calentar.


- Pedro ¿Recuerdas lo que te pedí?


- ¿Qué me pediste Lucía?


- Que me desvirgaras


- Ya, quedamos que lo hablaríamos.


- Podemos hablarlo ahora.


- Ahora no, no ves que está Esperanza detrás durmiendo, puede oírnos.


- Ella ya está de acuerdo en que me desvirgues, lo hemos hablado las tres, y con Amanda también.


- ¡Joder! Al final con todo esto me voy a meter en un lio.


- Hemos pensado que esta noche seria buen momento, te lo digo por si puedes parar a pasar la noche en un sitio discreto y que estemos bien. Me gustará que lo hagas también bajo las estrellas como con Amanda y Esperanza.


- ¡Joder, joder, joder! ¿Sabes lo que me dices Lucía?


- Sí Pedro, te lo pido por favor, además mira como tienes el pantalón, como una tienda de campaña. Estás empalmado, ja, ja, ja…


- Lucía ¡Joder!


La muchacha era decidida y valiente, sin mediar ninguna palabra me sacó el rabo del pantalón y empezó a chupármela. No lo hacía mal. Empecé a toquetearle de mientras sus pechos y su culo. Mis dedos iban ladeando tanga y empezaron a jugar con su coño. Su clítoris recibía la caricia de mis yemas completamente mojadas por sus fluidos. Ella empezó a jadear y a tragar buen cacho de rabo.


- ¡Que polla tan maravillosa tienes Pedro!


- Un poco grande si es ¡como la chupas, joder! Tienes experiencia.


- La tuya es más grande que la de Amanda, son las únicas que he catado.


- ¿No has follado con Amanda?


- No, las tres decidimos que tú debías de desvirgarnos, y mi momento ha llegado, no veo la hora ya para que me folles.


- ¡Vaya en líos que me vais a meter! ¿Y si tu madre se entera?


- ¿Si se entera de que? Oh, ohm, oh ¡Que buena y sabrosa está tu polla Pedro.


- Para ya, que me vas hacer correr.


- Me lo comeré todo, seguro que está más sabroso que el de Amanda.


- ¡Joder, joder, joder!


La verdad que la chiquilla me estaba haciendo una buena mamada y sabía lo que se traía entre manos, porque lo hacía espléndidamente. Vi una zona habilitada para pararse y me paré. Eso despertó, o no, a mi hija, incluso yo ya dudaba si dormía o ya llevaba tiempo escuchando o viéndonos.


- Vaya papá, que bien os lo estáis pasando sin mi ¡eh!


- Hija, tú y yo tenemos que hablar, me tienes que contar la verdad de todo, lo que has dicho y con quien has pactado que le desvirgue, eso es traición y en casa siempre nos hemos hablado claro y dicho la verdad.


- ¡Es tan sabrosa la polla de tu padre Esperanza! que buena que está.


- Papá debes sentirte afortunado, y ten por seguro que todo esto lo he hecho por tu bien y el mío. Dime si no ¿Cuántos hombres en el mundo envidiarían estar en tu lugar en este momento?


- No es eso hija, no es eso… ¡para Lucía que me corro!


- Dámela, sí, sí, sí…


- Sí papá dale biberón a Lucía, relájate y disfrútalo.


- ¡Oh, sí, sí, sí! Toma chiquilla, toma… toda para ti ¡AH, AH…!


Con arcadas incluidas y mocos de semen saliéndole por la nariz, se lo tragó todo. Más de cinco minutos se pasó después de correrme lamiendo, chupando y besando mi polla. Imprevisiblemente mi hija desde atrás se subió encima de ella y me dio un beso con lengua de los que saben a gloria bendita.


- Gracias papá.


- Gracias Pedro, tu semen sabe muy bien, pero casi me ahogo, sale mucho. Debe de ser una gozada follar contigo y sentir el coño lleno con semejante cantidad de leche tan caliente ¡Que pasada!


- Bueno chicas, ahora a recomponerse que debemos seguir la ruta.


- Te quiero papá


- Y yo a ti hija.


- Yo también te quiero Pedro.


- Y yo a ti Lucía también mucho.


Al decirle esto la muchacha se sentó sobre mí, me rodeó el cuello en un abrazo y me besó. Buscó con su lengua la mía y nos disolvimos en un morreo en toda regla. Su sexo que carecía ya de la protección de aquel minúsculo tanga, empapaba mi polla por la cantidad de humedades que soltaba. Pero solo se frotaba la panocha con ella, Esperanza le recordó que aún no, que debía de ser bajo el manto del cielo en luna llena.


Después me enteré que tenían pactado entre ellas que su pérdida de virginidad debía ser un día de luna llena al aire libre. Entonces comprendí la encerrona a la que me habían sometido; el polvo con Amanda, con mi hija y ahora Lucía era la que esperaba la llegada de la noche. Pero continuó rozándome con su coño la polla, me ofreció sus pechos, que chupé, lamí y besé con auténtica devoción, hasta que se corrió. Soltó tanto líquido que me dejó los pantalones empapados.


Me dispuse a cogerla por la cintura y llevarla al asiento de al lado, pero la imagen de aquella juvenil vagina goteando, mi cerebro no lo soportó. Como quien dice me metí su coño en la boca, lo refregué por mi mentón, por mis mejillas, lo saboreé y comí con ansía aquella delicatesen, que me transportó casi a la locura de cogerla y follármela, follármela y follármela, seguida y locamente. Mi hija debía de percatarse y me paró.


- Esta noche papá, esta noche Lucía será para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer! Ya estoy deseando que llegue la noche.


- Bueno ¡joder, joder, joder! Hija, me tenéis hecho un burro, habéis jugado conmigo, esto que hacemos no es normal. Yo soy un hombre adulto y vosotras unas niñas, aunque tengáis dieciocho no dejáis de ser unas niñas, y encima tú, eres mi hija.


- Relájate papá, eso ya lo hemos hablado, siéntete afortunado y no cabreado por lo que está ocurriendo. Siempre has dicho que mi felicidad es la tuya, pues hazme feliz papá, hazme feliz que yo seré la persona que más te amara en este mundo.


- Pedro; Amanda, Esperanza y yo, somos amigas, desde los quince. Cuando terminamos primaria hicimos una alianza de amistad y compromiso. Las tres decidimos y nos juramos que a los dieciocho, perderíamos nuestra virginidad de la misma manera, bajo la misma luna llena, y bajo el mismo cielo al cumplir los dieciocho. Las tres elegimos esta luna llena para desvirgarnos.


- ¿Y por qué yo?


- Creo que todas desde los quince estamos enamoradas de ti ¿Eh, Esperanza? Ja, ja, ja…


- Sí Lucía ¿Te acuerdas cuando seleccionábamos tíos? Ja, ja, ja…


- Ja, ja, ja… habíamos pensado en cada uno que vaya, ja, ja, ja…


- Y yo ¿Por qué? Si soy mayor que vosotras ¿No pensasteis en algún chaval de vuestra edad?


- Papá, más que guapo, eres interesante, tus facciones y cicatrices te dan un aire varonil, al igual que tu físico, eres amable, divertido, cariñoso y fuerte, además polla como la tuya no hemos visto ninguna ja, ja, ja…


- ¿Te acuerdas la primera vez que le vimos la polla a tu padre?


- Ja, ja, ja, sí que me acuerdo, luego estuvimos mirando hasta en revistas, si veíamos una igual, ja, ja, ja…


- Vaya, de lo que se entera uno. ¿Y cómo me la visteis?


- ¡Au, te la hemos visto tantas veces! lo que pasa que tú no te has dado ni cuenta cuando te espiamos.


- Vaya, no sé si cabrearme o pasar de todo.


- Pasa de todo y no pases de nada que no sea por nuestra felicidad. Eres el mejor padre del mundo. Te amo.


- Gracias hija, que me digas esto, al menos me reconforta y no me hace sentir tan culpable.


- Yo también te amo Pedro.


- Gracias Lucía, es un halago que una preciosidad de jovencita como tú le atraiga uno.


- Deseo que llegue la noche Pedro.


- Pronto llegará, ahora vamos a hacer kilómetros, llevamos ya un poco de retraso sobre lo que había previsto.


- Pero ¿Ha merecido la pena, verdad papá? Ja, ja, ja…


- Si hija, sí, ja, ja, ja…


Emprendimos ruta destino París. En tres horas llegaríamos a un lugar que conocía de viajes anteriores, solo a media hora de donde debía ir a descargar. Una vez que Angustias se vino conmigo haciendo el mismo trayecto, paramos ahí. Estaba cerca de un pueblecito donde había un restaurante en el que comimos muy bien, y aparque el camión a las afueras, al lado mismo de un riachuelo de agua fresca, donde aquella vez nos bañamos y todo. Haría la misma parada.


¿La chica quería ser desvirgada bajo un manto de estrellas del firmamento? pues se merecía el lugar. Me la follaría en un sitio mágico. Así fue, llegamos al pueblecito ya anocheciendo. Mi destino estaba a solo media hora de ahí. Cenaríamos, pasaríamos la noche ahí y mañana temprano ya etaria en el lugar descargando.


- Bueno princesas, en este pueblo vamos a cenar, mirad que bonito es, nos daremos una vuelta por él.


- ¡Bien papá! Vamos a vestirnos Lucía, que mi padre nos luzca, ja, ja, ja…


- Con dos bellezas como vosotras, seguro soy la envidia de todos, ja, ja, ja….


- ¡Qué bien se está contigo Pedro! Esperanza si es la envidia de todas, todas querríamos a un padre como tú.


- Bueno, no será tanto y no me peloteéis más que no vaya a ser que me arrepienta.


- Ja, ja, ja, papá ¡arrepentirte tú! Ja, ja, ja…


- Bueno ¿queréis tomaros un refresco en este bar?


- ¡Qué plaza tan bonita!


Nos sentamos en aquella terraza por donde circulaba un montón de gente, paseando como nosotros y gozando de la tranquilidad que ahí se respiraba. La verdad es que era la envidia de todo el mundo que miraba, más a ellas que a mí. Nos tomamos un refresco y nos fuimos a cenar.


En el restaurante continuaba habiendo las camareras de siempre, una vez tuve un lio con una, nada importante, un mete saca rápido en el camión y nada más. Aquel día llovía mucho y la acerqué a su casa que estaba a pocos kilómetros. Fue la que vino a la mesa a atendernos.


Las niñas tenían hambre de verdad y yo también. En esta zona se come bien. Acompañamos la cena con una botella de vino. Estuvimos contándonos anécdotas graciosas y las risas estaban presentes en la mesa. La camarera me guiñó un ojo y me hizo un ademán para que me dirigiera al servicio. Disimuladamente así lo hice.


Cuando entré ya estaba ella esperándome, abrió la puerta enseguida de un habitáculo al lado mismo del servicio y me hizo entrar. Solo entrar y su mano se fue a mi paquete. Sus padres eran españoles. Me contó aquél día que la llevé a su casa que eran refugiados republicanos y que ella ya nació en Francia. Se llamaba Fuensanta, en honor a la virgen del pueblo de Jaén de su madre.


- Pedro ¿Me llevarás a casa hoy?


- Fuensanta, voy con mi hija y una amiga, te puedo acercar, pero hoy no podremos follar.


- ¡Qué pena! Con lo que me gustó la última vez.


- ¿Pero no estás casada Fuensanta?


- Pero mi marido no tiene esta polla, ja, ja, ja…


- Si continuas masturbándome así, te follo aquí mismo, ja, ja, ja…


- Cuatro chupetones para recordarla Pedro y debo volver a servir en las mesas.


- Chupa un poco venga, un aperitivo no te sentará mal, ja, ja, ja…


- Si te corres rápido me lo trago todo.


- No voy a correrme, que después me pongo muy burro y hoy he de mantener el pito en paz.


- ¡Joder! Mi marido cuando se corre ya no se le vuelve a levantar en el día. Ja, ja, ja…


- Yo cuando me corro, más burro me pongo, cada cual es como es.


- Contaré los días para volver a verte, la próxima no te escapas ¡Que pedazo de huevos! Chupar eso es una delicia.


- Venga salgamos ya, que mi hija también estará pensando a ver que hago.


Salimos y por mala leche al salir me encuentro con Esperanza que ya venía en mi busca para ver si me había ocurrido algo. No se miraron ambas con muy buena cara. De los ojos de mi hija salieron rayos amenazantes. La rodee con mi brazo por el hombro y regresamos a la mesa.


- ¿Y esa, papá?


- Una conocía de otros viajes, la camarera que nos ha atendido.


- Sí ya sé que es la camarera que nos ha atendido ¿Te has enrollado con ella?


- Una vez que la acerqué a su casa.


- Vaya, mi papá es un ligón, ja, ja, ja…


Llegamos a la mesa.


- Sí que habéis tardado ¿Dónde estabais?


- Mi padre Lucía ha tenido un encuentro furtivo con la camarera.


- ¿Te la has follado Pedro?


- ¡Joder! No, no y no, no hablemos más del asunto, nos hemos saludado porque nos conocemos de otros viajes. Sus padres son españoles y cosas de compatriotas.


- Es guapa la camarera.


- Sí lo es y está casada.


- Un cornudo más, ja, ja, ja…


- Esperanza, no te pases tampoco, la muchacha es buena gente. Bien ¿Habéis comido bien? ¿Os apetece algo más?


- No. ¿Nos vamos a este sitio que dices mágico a pasar la noche?


- Sí, hija, vámonos.


La luz ya de la luna nos acompañó en el trayecto hacia la vera del río. El lugar estaba tranquilo y solitario, no había nadie. A las muchachas les gustó.


- ¡Que guay Lucía!


- Si Esperanza, que sitio tan bonito ¿Dormiremos aquí?


- Aquí dormiremos, aquí follaremos y aquí perderás tu virginidad.


- Ja, ja, ja, papá ¡estás loco! Pero me gusta.


Aún no había maniobrado correctamente el camión para dejarlo bien aparcado, que ya estaban desnudas dentro de la cabina las dos mirándome.


- ¿Qué me miráis? ¿Qué tengo monos en la cara? Ja, ja, ja…


- Lo que tienes es una polla de gorila, ja, ja, ja…


- ¡Hija…!


- Papá…, sácatela ya.


- Esperad que termine de dejar el camión bien puesto.


He de reconocer que aquello era una estampa divina. Las dos jovencitas con sus hermosos cuerpos de niña crecida, en la cabina y en pelotas, con el reflejo de las luces de colores del tablero de mandos del camión, parecía la escena de una película de esas de Perpiñán.


Cuando paré el camión, les dije a ambas que cogieran una manta cada una, entendieron y salieron del camión. Comprobé las puertas del remolque y di la vuelta tranquilamente alrededor para observar los alrededores. Todo estaba tranquilo. Me persone ante ellas y las vi en aquel momento, diminutas, desnudas y arrodilladas sobre una manta, con su mirada, lanzándome rayos de deseo. ¿Tan caliente era mi hija? No quise pensar en eso, debía olvidarme que era mi hija, al fin y al cabo por ella circulaba sangre igual de caliente que la mía.


Empecé a desnudarme ante ellas, como el mejor actor de estriptis, me saqué la camisa, lentamente, ofreciéndoles la visión de mi velludo pectoral y marcando la tableta de mi abdomen. Ellas estaban embobadas mirándome. Empecé a bajarme el pantalón corto que llevaba, pero solo lo hice hasta medio culo, me giré ofreciéndoles el inicio del canalillo del culo y moviéndolo como una bailarina, bailé.


Ellas esto les provocó la risa, se reían, y de eso se trataba, de quitarle tanta seriedad y forma al revolcón que nos esperaba. Había que desvestirse. Frente a ellas, como hadas de rio, diminutas y alegres, que de rodillas estaban a mis pies, las invité a observar la puesta en escena de mi polla, que ya estaba como el as de bastos. Le daría el privilegio a Lucía, ella era el motivo, la pérdida de su virginidad.


- Lucía, bájame el pantalón, preséntate a mi polla que a partir de este momento, es para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Al fin! Gracias, gracias, gracias…


La muchacha me bajó el pantalón y mi polla dio un brinco hasta mi ombligo. Estaba terriblemente caliente. El hecho además de que mi hija, ahí al lado, desnuda, nos mirara, más morbo me daba. ¿Seré un pervertido?, tuve que volver a quitar de mi cabeza las preguntas a las que no encontraba respuesta. Volví a la realidad, y esa era que una muchacha de dieciocho años, que era un bombón, me estaba comiendo la polla.


Me sentía como Sansón, fuerte, gigante, me agache y cogí a Lucía por los hombros, la levanté hasta poner a la altura de mi boca sus pechos, literalmente los devoré, le hice chupetones hasta llegar al límite ya de provocarle dolor, se le pusieron los pezones como dos balas. La muchacha suspendida en el aire, solo agarrada por mis manos en sus hombros, como dos tenazas, intentaba rodearme la cintura con sus piernas, pero mis movimientos no se lo permitían, la acercaba y separaba como yo quería. Su peso era como el de una pluma ante mi fuerza. Me entretuve largo tiempo en sus pechos, hasta que dejé que su cuerpo se fuera deslizando por mi pecho, entonces fue cuando pudo rodearme la cintura con sus pies.


Se sostenía por su abrazo a mi cuello, por sus piernas rodeándome la cintura y por mi polla que dura como una tranca estaba en la misma entrada de su coño. Bien agarrada por el culo me disponía a meterle ya el rabo cuando me habló.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer me estás dando! Se suave por favor, no me hagas mucho daño ¡la tienes tan enorme! Que parece que no pueda caber eso dentro.


- Relájate princesa, quizás al principio te va a doler un poco, pero verás que cuando se acomode dentro, lo gozarás.


- Lucía, papá, yo os ayudo.


Al decir esto mi hija, a gatas, se dirigió rápidamente hasta debajo de mis huevos y del coño de su amiga. Me agarró el rabo y empezó a chupármelo y llenarlo de saliva. Cuando ella lo creyó ya bien lubricado, lo apuntó a la misma entrada de la vagina y lo sostuvo, hasta que el glande y un trozo más se metieron dentro. Empezó a pajearme el trozo que se había quedado fuera. Yo con un movimiento disimulado conseguí que me soltara el pene y que lo dejara para que Lucía, ella misma a pequeños golpes de cintura, fuera metiéndose en cada embestida más rabo dentro.


Empezamos a besarnos de verdad, como últimamente estaba besando a mis amantes, con devoción y pasión, intercambiando salivas y aspirando aliento. Ella aferrada a mí, emitió el grito más agudo que hasta la fecha había escuchado, cuando de un golpe, terminó por entrar toda mi polla dentro de aquella abrasante vagina que parecía me la succionaba.


- ¡Dios papá! Pareces un dios follándote a una ninfa.


- ¿Te gusta ver follar a tu padre hija?


- ¡Me encanta! Ya he tenido un orgasmo solo mirándoos.


- Tú amiga ¿No quería dejar de ser virgen? Pues ya no lo es. ¿He Lucía?


- ¡Ah, ah, ah, ah, ahí, ahí, sí, sí! ¡OH, OH, OHM…!


Lucía era incapaz de decir nada que no fueran jadeos y gemidos. Con mi polla ya bien acomodada empecé a hacerla botar sobre ella. La embestía con un mete saca frenético y rápido que llevaban en péndulo mis huevos a aplaudirle el ojete. Mi hija se dio cuenta y a la vez que se masturbaba viendo el espectáculo de vez en cuando me agarraba los testículos, los lamia y jugaba con ellos.


No conté los orgasmos que llegó a alcanzar Lucía, creo que ya era uno solo y eterno. De su coño salían indecentes cantidades de líquido. Mi hija tenía los morros embadurnados de ellos y se relamía.


- Pedro ¡AH, AH! Lléname el coño con tu leche ¡Ah, que placer, oh, oh!


- No quiero preñarte princesa.


- Yo no puedo quedar embarazada, córrete dentro de mí con tranquilidad quiero notar el coño lleno de leche, ah, ah, ah, oh, oh, ¡AH…!


- Voy a llenarte pequeña. Voy a llenarte, porque ya me Viene… AH….AH…


¡Joder si se lo llené! Y bien repleto quedó. Ella desfalleció tras un gemido, agudo largo y ahogado, quedó sin fuerzas y ya ni se me agarraba, era yo quien la sostenía derecha y ensartada a mi rabo. Nos tumbamos sobre la manta, sin sacársela, respiramos los dos en un boca a boca, y con mi aliento, empezó a recobrar el sentido. Abrió los ojos lagrimeando ¡Que hermosura de muchacha! La besé y quedé postrado de rodillas ante ella con el pito metido. Le levanté las piernas y empecé a chuparle los pies. Mi lengua se deslizaba entre dedos y a ella esto le provocó un gran placer. A la vez, le iba metiendo y sacando el rabo a un ritmo lento.


- ¡Dios mío Pedro! ¡Que placer dios mío! Tu leche arde dentro de mi coño. Jamás hubiera imaginado que se podía llegar a este grado de éxtasis. Eres mi dios Pedro, ah, ah, ah ¡como follas dios mío! Oh, oh, oh… ¡Que polla! Ah, ah, ah…


- Gózala muchacha, gózala.


- Papá, dale por el culo como a mí, le gustará.


- Diablillo ¿Te ha gustado como he desvirgado a tu amiga?


- Mucho, ya no se las veces que me he corrido viéndoos papá.


En el momento en que me la iba a sentar de nuevo a mi polla para ir a follármela por el culo en el riachuelo, aparecieron dos hombres. Primero les vi la sombra, se acercaron rápido y no tuve tiempo de maniobra. Uno llevaba una pistola con la que me apuntó y no venían con buenas intenciones. Entre ellos hablaban árabe. En aquellos años de la legión en Marruecos, aprendí algo el idioma y los entendí perfectamente.


- ¿Qué queréis de nosotros dejadnos en paz?


- Mira, si aquí el pervertido con dos niñas, habla hasta árabe.


- No soy un pervertido, ellas son mayores de edad y estamos tranquilamente follando, solo habéis venido a tocar los cojones.


- Vaya, ahora resulta que el viejo es un machito. Saca la polla de esta chica, venga.


- Si las tocáis hoy aquí moriremos tres.


- ¡Huy que valiente! Eres español, nosotros también hablamos español, si hablas árabe, seguro eres un hijo de puta legionario.


Dijeron esto, el de la pistola no dejaba de apuntarme en la cabeza y yo ante esto, recordé precisamente la legión; “ante el peligro nunca hay que perder la calma, siempre llega el momento, solo hay que estar alerta”.


El otro se fue a las chicas y con una cinta de esas adhesivas las ató, sentadas y de espaldas una con la otra.


- Tú ponte de cuatro patas, venga. Mira Ahmed, si tiene hasta una polla grande, ja, ja, ja… el hijo de puta legionario que de niño me dio por el culo también la tenía gorda.


- A vosotros a los doce años os folla el culo cualquier familiar.


- ¡Serás hijo de puta! Plaf, plas, plas, plas…


Me dio cuatro bofetadas a mano abierta, pero yo permanecí inmóvil, paciencia, al que tenía la pistola no le quitaba el ojo, esperaría el momento.


- Vas a ver ahora puto legionario de mierda, quien te va a dar por el culo, y después me cepillo a estas furcias.


- Oye si queréis dinero, os lo doy, pero a ellas dejadlas en paz.


- Tranquilo, que tu dinero nos lo quedaremos igual, ja, ja, ja…


El hijo de la gran puta de moro quería empezar a follarme, como yo cerraba el ojete, el tío me metió la pistola.


- Si lo cierras, te lo abriré de un tiro.


- Hijo de puta pagarás por eso


- Ja, ja, ja, toma rabo, legionario maricón. La verdad es que tienes un culo redondo y bonito ¿Te gusta mi polla?


El otro frente a mí, era el que tenía ahora la pistola, me miraba y se sacó el rabo. Maricón debía ser, porque la escena le había puesto caliente y tenía una gran erección.


- Chúpame el rabo


- Ni lo sueñes


Me dio dos ostias con la culata de la pistola y me obligó abrir la boca, mientras su compañero iba penetrándome desde atrás resoplando. Me metió la polla en la boca, le mordí, había llegado el momento.


Al hacer el movimiento con el brazo, abriéndolo, para darme una ostia con la culata de la pistola, fue cuando le pude agarrar la mano con la que sostenía la pistola. Puse un dedo sobre el suyo, el que estaba precisamente en el gatillo, giré rápido el arma rompiéndole la muñeca, quedando la pistola apuntando a su sien, apreté sobre su mismo dedo y sus sesos se fueron a dar pasto a los peces del riachuelo. Su compañero quiso huir, pero con el pantalón bajado, tropezó. Le di una patada en los huevos que lo dejó ahogándose intentando coger aire. Lo agarré del pelo y lo llevé junto al difunto de su compañero. Volví a coger la mano que aún sostenía el arma, le apunté a la cabeza, y sobre su mismo dedo apreté el gatillo tres veces, para asegurarme que el moro se iría a ver a Alá.


Rápido fui a desatar a mi hija y a Lucía que en pánico lloraban desconsoladamente. Recogí cualquier muestra que pudiera haber de nuestra presencia, nos subimos al camión y salí de allí cagando leches. A los cien metros pude ver un mercedes de esos viejos que llevan los moros aparcado en el arcén, seguro que era su coche. Las muchachas se abrazaron detrás en el camastro y lloraron hasta que me paré en un área de carretera cercana donde había incluso vigilancia. Pasaríamos la noche allí.


- Hija, Lucía ¿Estáis bien?


- ¡Oh papá! Muertas de miedo, suerte que eres fuerte, nos has salvado la vida


- Relájate hija, he hecho lo que debía de hacer No vamos a decir nada de esto, ni a la policía, creerán que ha sido una disputa entre ellos y se han matado. Vamos a vestirnos y saldremos a respirar.


- Sí papá, toma tu pantalón y tu camiseta


- Gracias hija.


- Pedro eres el hombre más fuerte del mundo, tu solo has podido con los dos, eres mi héroe.


- No he hecho más que cualquier hombre hubiera hecho, ante una situación como esta.


- Te amo Pedro.


- Yo también os amo Lucía, va vestíos, he de tomar el aire.


Salimos, en el área todo lo comercial estaba cerrado, se acercó un agente de seguridad a saludarnos.


- Buenas noches


- Buenas noches agente.


- ¿Van a pasar la noche aquí?


- Sí, en la cabina del camión dormiremos


- ¿Esas muchachas son mayores de edad? ¿Qué relación tiene con ellas?


- Sí las dos son mayores de edad, una es mi hija y una compañera suya, han querido acompañarme para ver París, como descargo y cargo en Orly, quieren aprovechar el día de mañana para ir a ver la torre Eiffel.


- Muy bien, aprovechando el viaje. Que tengan buena noche.


- Igualmente agente, buen servicio.


Nos fuimos los tres al servicio del área, entramos en el bar abierto veinticuatro horas, nos pedimos tres cola cao grandes con leche caliente.


- Papá esos moros llevaban muy malas intenciones.


- Ya puedes estar segura hija, nada bueno nos hubiera ocurrido.


- ¿Por qué te dieron por el culo?


- El moro dijo que un legionario le dio por el culo de pequeño y como han visto que yo era legionario, pues querían pagarme con la misma moneda, sed de venganza.


- ¿Nos hubieran violado a nosotras?


- Lo más seguro que sí, y quizás nos hubieran matado y todo, para después robar lo que hubieran podido. Así es la vida de esta gente.


- ¿Todos los moros son igual?


- Por suerte no hija, hay moros buenos y trabajadores, lo que pasa, es que los que vienen a Europa, vienen a eso, a delinquir y a vivir del cuento.


- En mi vida he tenido tanto miedo Pedro.


- Yo también papá, nunca había tenido tanto miedo.


- Bueno, ahora ese cola cao nos reconfortará y a dormir, que mañana será otro día.


- ¡Con lo bien que nos lo estábamos pasando! ¿Me vas a follar el culo mañana Pedro?


- ¡Joder chiquilla! ahora no pienso en eso, ya mañana se verá cómo va el día, espero no nos viera nadie.


Ya en la cabina, ellas se tumbaron enseguida en la cama, se abrazaron en la litera de arriba, y yo me quedé mirando el cielo a través de la luna del camión. La noche era estrellada, y pude ver la estrella que me recordaba a Angustias. Brillaba como nunca en aquel manto infinito de luces celestiales. Pareció que me decía que cuidara a nuestra hija.

Continuara??
 
En el capítulo anterior:


Vino mi hija a tumbarse a mi lado. Le hice sitio y se me quedó abrazándome con su cabeza recostada sobre mi pecho.


- ¿Miras al cielo buscando la estrella de mamá?


- Sí Esperanza, como siempre, nunca la olvidaré ¡Que feliz hubiera sido hoy!


- Yo tampoco la olvido papá, y también siempre busco en el cielo su estrella. Ayer por la noche salí a buscarla y me habló.


- ¿Qué te dijo?


- Que te cuidara mucho


- ¿Sabes? A mí me dijo lo mismo; cuida a nuestra hija.


- La recuerdo tan bella y tierna ¡como la quería!


- Era la mujer más bella de todas las mujeres habidas y por haber, solo la has superado en belleza tú.


- Papá te quiero.


- Y yo también hija mía.


- Papá.


- Dime corazón bonito


- ¿Puedo dormir contigo esta noche igual que cuando era pequeña y tenía miedo?


- Claro hija, claro que sí.


Segundo capítulo de un relato de tres.


Espero les guste.



Después de esta conversación me fui a mi habitación, mi hija se fue a la suya. Escuché la ducha, probablemente se estaba duchando, yo también me di una rápida, más para refrescarme que por otra cosa. Al final podía tener mi polla en descanso, el día había sido agotador. Después de ducharme me tumbé en la cama y empecé a rememorar todo lo acontecido. En dos días habían pasado tantas cosas nuevas para mí, que hasta se me hacía difícil asumirlas. Me había follado a una chica con polla, la desvirgué, y lo más sorprendente es que me gustó. Había conquistado a su madre, y el polvo estaba cercano con ella. Hice escarceos y tocamientos con otra amiga de mi hija, que nos vio follando con Amanda. Y sabía que Rosa, me esperaba cualquier tarde a las tres en su tienda, y no estaba mal la jodida.


Paré de pensar más en esto porque el pito volvía a encabritarse. Apagué la luz y abrí las ventanas, me enrollé una toalla a la cintura, el aire fresco de la noche entraba de maravilla. Salí al jardín a tumbarme en mi gandula favorita mientras me tomaba el último sorbo de la noche, antes de ir ya a acostarme. Oí a mi hija hablar por teléfono, probablemente se comunicaba con sus amigas por si habían llegado bien a su casa. La niña estaba susceptible, me había pedido dormir conmigo, su cumpleaños, el recuerdo de su madre… estaba sentimental.


Apareció en el jardín con un vaso grande de leche con cola cao caliente. Llevaba puesto solo un salto de cama transparente, y por lo que percibí a la luz de la luna llena, debajo iba completamente desnuda. Nunca me había mirado a mi hija como una mujer, y observándola bien, puede apreciar lo guapa y linda que era. Igual que su madre, había crecido y ya no era tan niña, sus formas eran de “un cacho de tía buena”


Se tumbó a mi lado, le hice sitio, se abrazó a mi torso y recostó su cabeza sobre mi pecho. Me dio un beso en el pezón.


- ¡Qué fuerte eres papá!


- La legión me curtió fuerte, y aún mantengo el músculo.


- ¡Cómo debía de gozar mamá contigo!


- La verdad que nos entendíamos muy bien en la cama. Tu madre era una belleza de mujer.


- Seguro que más que yo.


- No hija, tu estas hecha también una buena mujerona, vaya tipazo que tienes, y eres guapa como ella. Estaría orgullosa de verte crecer y como te pareces cada día más a ella.


- ¿De verdad consideras que estoy buena?


- Mucho, de todas tus amigas eres la que mejor está.


- Papá, si te digo una cosa ¿Me prometes que no te enfadarás?


- Claro que no hija, dime lo que quieras.


- Bueno el caso es que te voy a anticipar una noticia, que de momento es un secreto.


- ¡Ay, ay, ay! a ver dime…


- Tengo novia.


- ¿Eres lesbiana?


- No lo sé, ja, ja, ja…


- ¿Qué quieres decir no lo sabes?


- Aún soy virgen, no he follado con ningún chico, solo sé que estoy enamorada de Amanda, y ella de mí también.


- ¡Vaya! Eso sí que no me lo esperaba.


- Lo diremos oficialmente el sábado, que es su cumpleaños y cumple también su mayoría de edad.


- Bueno Amanda, es una chica muy especial, ella tiene un pene como un hombre, aunque sea mujer.


- ¿A ti te gustó?


- ¿Qué quieres decir?


- ¿Qué si te gustó desvirgarla?


- Hija…


- Tranquilo papá, lo planeamos juntas.


- ¿Lo planeasteis juntas? Y eso ¿Por qué?


- Eres el mejor hombre que conocemos, sabíamos que lo harías bien y que ella gozaría el estar contigo.


- No tenía que haberlo hecho, ya me estoy arrepintiendo, me dejé llevar por mi libido y la calentura que tengo de no follar últimamente.


- Papá, estate tranquilo, Lola no lo va a saber, es un secreto entre nosotras y tú. Y te doy las gracias por haberlo hecho.


- Si tú y ella sois pareja ¿no te ha follado a ti?


- Decidimos que fueras tú el que nos desvirgara a las dos. En realidad, las dos estamos enamoradas de ti.


- Hija, eres mi niña, mi hija ¿Cómo quieres que yo te desvirgue? Esto es antinatural.


- No es antinatural papá, eso son cosas de la religión. Mamá me dijo que te cuidara, y yo lo haré.


- Hija, ahora mismo estoy muy confuso, pero no creo que sea buena idea, no te voy a desvirgar, de hecho no voy a follar contigo, eres mi hija ¿No lo entiendes?


- Ante todo soy una mujer enamorada de ti papá. Tanto yo como Amanda estamos enamoradas de ti, queremos ser tus mujeres, y tú serás nuestro hombre. Estoy segura que mamá donde esté está orgullosa de que sea así. Mira aquella estrella ¿La ves?


- Esperanza, hija, no me hagas pasar por esto.


- Nadie se enterará, viviremos los tres en casa, yo después del verano empiezo el segundo año de universidad y Amanda también, seremos una familia feliz.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porque te amo papa, porque te amo. Mira la estrella, mamá me está diciendo de nuevo que te cuide.


Miré la estrella, la noche era muy estrellada, luna llena y ni una nube en el cielo. Se veían de vez en cuando surcar el firmamento algunas fugaces que me dejaron embobado. Esperanza aprovechó para empezar a acariciar mi sexo. Me dejé llevar, sin hacer nada. Acostada a mi lado, casi desnuda, sus pezones me rozaban la barriga, notaba su depilado sexo en mi pierna y su aliento tan cerca, hasta que sus labios se posaron sobre los míos. Me besó, me volvió a besar y correspondí al beso.


- ¡Que hermosa polla tienes papá!


- Hija, vamos a cortar eso, no está bien.


- Mira como de grande y dura se ha puesto, ya la estoy deseando dentro de mi papá, hoy voy a dejar de ser virgen bajo este manto de estrellas.


- Hija…


- Papá…


Desapareció la toalla que me cubría las partes y el salto de cama del cuerpo de la niña. Ambos desnudos nos abandonamos en un morreo cálido, lento, lleno de saliva y frases de amor. Mi polla apuntaba al firmamento, la miré enorme en las mejillas de mi hija cuando empezó a comérmela y besarla.


La mamada que me estaba haciendo era lenta, saboreaba con paciencia mi cipote, mis huevos. Hurgaba con sus deditos la raja de mi culo, hasta que me encontró el ojete, lo mojó con su saliva, me abrió las piernas y su lengua me folló. Yo permanecía inmóvil, pasivo, mirando el firmamento, vi la estrella de mi ex y me pareció percibir que me volvía a decir que cuidara de nuestra hija.


- ¿No te gusto papá?


- Claro que me gustas hija.


- Pues acaríciame, hazme algo, por favor.


- Hija, me es difícil follar contigo, estoy confuso.


- Vaya, por lo que veo, tendré que ser yo la que te folle.


Al decir esto se montó de rodillas sobre mi cara y me ofreció su sexo, ante mis ojos, los cerré. Mi lengua viajó sola a su vagina y mis labios pronto encontraron su clítoris, no quise mirar, me pareció que era menos pecado.


Se dio la vuelta, en esta posición del sesentainueve, me olvidé de que era su padre, empecé a saborearle el sexo a mi hija, tal y como me había enseñado un día su madre, de cómo se debía comer un coño y un culo en esta posición. Le puse esmero y dedicación.


- ¡Oh, papá! ¡Que placer! Me gusta… ¡Ah, ah, ah, oh!


- Tú también me lo haces muy bien hija ¡oh, oh! ¡Como tragas mi polla!


- Sabe bien papá, me gusta ¡Mmm…!


Estuvimos un rato así y decidí pasar ya a la acción. Mojada como estaba su vulva y ensalivada mi polla, acerqué mi capullo a la entrada de su sexo. Ella estaba en cuatro, pero le levanté la espalda, pegué mi pecho a ella, y empecé a besarle el cuello y acariciarle los pechos desde atrás, mientras mi rabo buscaba el orificio que enseguida encontró.


- Papá, con Amanda jugamos con vibradores, hazme el amor tranquilo, aunque no sean tan grandes como tu polla, no me harás daño. Fóllame por favor, lo estoy deseando ¡Tanto!


- ¡Oh hija! Cariño, espero que nunca me tenga que arrepentir de eso.


- Fóllame papá, fóllame ya.


- Toma corazón bonito, toma… ¡Ah…!


Metí de un apretón hasta media polla dentro. Estuvimos un tiempo corto así, de rodillas y sentada sobre mi cipote, esperando que se aposentara bien dentro, fue ella la que con un empujón, terminó de metérselo todo dentro. Empecé, lentamente a follarla, haciéndole círculos con el rabo dentro de su vagina a la vez que se la sacaba y metía.


- ¡Dios mío papá! ¡Que placer! ¡Dios mío que ya me corro! Ah, ah, ah, ah… ¡AH…!


Las convulsiones de su orgasmo, me llevaron a ejercerle una penetración más rápida y profunda. La agarré de la nuca y por la diferencia de altura con su cabeza ladeada junté mi boca con la suya. El sabor de mi hija era la golosina del paraíso. Mi lengua no se cansaba de rescatar en su boca su saliva y aspiraba el aliento de sus jadeos.


Muy rápido, estaba en una situación que jamás en la vida me había podido ni imaginar. La follaba igual, inimaginablemente rápido, mis huevos en el vaivén le pegaban a su monte de venus y clítoris. La coloque frente a mí, mirándole los ojos mientras mi lengua rescataba sus lágrimas, y compartimos la salobre con nuestros besos.


- ¡Papá, papá! me vuelvo a correr ¡Dios mío papá que placer me das!


- Goza chiquilla mía ¡Que guapa eres y que buena que estás!


- Sí, sí, sí, ah, ah, ah, ah…. ¡PAPÁ ME CORRO!


Paré un momento para que cogiera aire. Parecía la repetición del polvo de la noche anterior con Amanda. Si la hermosura celestial tiene un representante en la tierra, es mi hija. El beso apasionado que me dio después de correrse, mirando ambos al cielo buscando la estrella de Angustias, es el momento más emocional que había tenido hasta la fecha. Su nacimiento y ahora su desvirgue, culminaban mi entusiasmo sumo de padre.


Yo era incapaz de sacar el rabo de tan ardiente y mojada vagina. Me levanté con ella abrazada a mí.


- ¿Te apetece un baño mi princesa?


- Me apetece lo que sea mientras no me sueltes papá. Te amo ¡Cuánto placer me das! Te amo, te amo…


- Vamos a follar dentro del agua, como las Náyades. Eres la criatura más hermosa que mis ojos han contemplado. Gracias hija, por haberme dado ese privilegio y regalo.


- Papá…


- ¿Qué?


- Fóllame, fóllame, fóllame… ¡Por dios fóllame papá!


Entramos dentro de la piscina con un buen ritmo de mete saca, ya dentro continué, provocando olas en el agua con mis embestidas. Mi hija no dejaba de besarme, y aferrada a mi cuello aguantaba las cargas bestiales que le estaba infringiendo. Mis manos agarradas a su culo sobaban tan espléndidas posaderas y mis dedos abrían y acariciaban el orificio rectal.


- Papá ¡ah, ha, ah! estoy en días fértiles creo ¡oh, ah, ah, oh! no vayas a correrte dentro, aún no quiero que me preñes, ah, ah, ah...


- Tranquila hija no lo haré dentro de tu coño ¿Quieres que lo haga dentro de tu culo?


- ¡Oh, sí papá!


Cuando estaba pronto a correrme saqué la polla de su coño y la apunté a su ojete, solo entró el capullo, pero me corrí abundantemente dentro de su recto. Con esa lubricación natural, empecé a sodomizarla. Las olas del agua de la piscina escribían en la noche el ritmo de la enculada.


Follar un culo dentro del agua es tremendamente acertado, el agua dirige bien los compases durante las acometidas. La expansión del agua acaricia todas las partes del cuerpo, recibir esas ondas en los testículos es muy agradable. Otra de las ventajas, es que una vez corrido; sacas la polla, y toda la mierda, leche, sangre y lo que haya dentro del recto, sale y se difumina en el agua.


En nuestro abrazo y caricias después de haberle follado el culo a mi hija, me dediqué además con los dedos, a limpiarle bien el ojete. Ella lo agradeció. No me soltó ni por un momento. Completamente aferrada a mi y sus jadeos muriéndose entre besos, fui sacándola de la piscina. La tumbé en la gandula y por primera vez desde que empezamos me soltó de su abrazo.


- Gracias papá, gracias, ha sido fantástico. Jamás me hubiera imaginado que se podía obtener tanto placer. Amanda tenía razón.


- A ti hija por haberme brindado tu regalo, pero debemos recapacitar lo que hemos hecho, no creo que sea buena idea lo que me has comentado antes. Ya lo hablaremos con Amanda también presente.


- Que sí, papá, que es buena idea, y verás lo bien que viviremos los tres.


- Hija, debes de contar también con mi opinión, piensa que yo quizás no quiera tener una relación y vivir en pareja.


- Papá, por favor, no me decepciones, igualmente vivimos juntos, será lo mismo, pero con Amanda.


- ¿Su madre ya lo aprobará?


- Ella solo sabrá lo que queramos que sepa, que yo y Amanda somos novias, no tenemos por qué decirle que tú eres nuestro hombre.


- ¿Sabes? Quedé con Lola para meternos un revolcón


- Tú no le digas nada, en nuestra relación, podrás follar con quien quieras, nunca te diremos nada por ello. Yo lo entiendo y Amanda también. Lo único que te pediremos es que no lleves a ninguna mujer a vivir con nosotros. Si un día alguna de tus conquistas se queda, no pasa nada, pero no a vivir.


- Hija, todo esto me sobrepasa, he de darle un par de vueltas a mi cabeza.


- ¿Nos acostamos papá?


- ¿Aun quieres venir a dormir conmigo como cuando eras pequeña?


- Quiero venir a dormir contigo como tu mujer.


- Esperanza…


- Te amo papá, vamos a acostarnos, tengo sueño.


- Vamos hija, vamos.


Nos fuimos a la cama, yo desnudo, ella también, nos sonreímos, nos dimos un beso de buenas noches y ella se abrazó a la almohada dándome la espalda. Yo me quedé mirando el culo que hacía poco me había follado, el techo y a poner orden en mi cabeza de todo lo que había pasado. Acababa de desvirgar a mi hija ¿Es grave? ¿Qué consecuencias puede tener esto en nuestra relación en el futuro? ¿Qué vida le espera a mi hija con su novia transexual? ¿Debo participar en esta relación a tres que me ha propuesto? Mi cabeza era un almacén de preguntas sin respuesta que no me dejaban dormir.


Debí conciliar el sueño ya casi de madrugada, porque por la ventana recuerdo ver entrar la tenue primera luz del día. Me desperté como consecuencia del manoseo suave, silencioso y a hurtadillas que estaba haciendo a mi polla Esperanza. Se miraba mi falo, lo tocaba, estiraba las pieles de diferentes partes, tocaba mis huevos, como si investigara de cerca que era aquello, se acariciaba las mejillas y los labios y le daba besitos tiernos.


Yo continué haciéndome el dormido, mientras ella juagaba furtivamente con mi rabo, que despertó y de qué manera. Ella me tenía la polla rodeada con ambas manos y le infringía besitos al capullo, cuando de golpe, empezó a hacerme una mamada en toda regla. ¡Como tragaba! ¡Que de saliva! Y que lamidas y besos me empezó a dar por todo mi sexo. Me desperté.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porqué te amo papá y porqué tienes la polla más hermosa del mundo ¡mira como la tienes! ¡es inmensa! Grande, gruesa, suave, huele bien y comer estos dos huevos que tienes y jugar con ellos dentro de la boca es una delicia que ¡me encanta!


- ¡Joder nena! Si continúas así me voy a correr.


- Deseo que lo hagas papá, deseo desayunar de ti.


- ¡Oh hija!


Continuó varios minutos así, yo me dejaba hacer, pasivo, y gozando de una mamada hecha con toda la pasión y amor del mundo. La avisé de lo que saldría de ahí y abrió bien la boca para recibir dentro todo el semen mañanero que le solté. Le puso deleite saboreando y lamiendo toda la magnitud de mi pringado falo, dejándomelo completamente sin rastros.


- Venga papá, ahora una ducha y en marcha. He de acercarme al ayuntamiento, he de llevarles los documentos para empezar a dar clases de auxilio de enseñanza básica a los niños este verano, a partir del próximo lunes, tres horas al día.


- Vaya, te lo llevabas escondido ¿Vas a dar clases?


- Sí, de repaso a varios niños del pueblo, me han seleccionado y no van a pagarme mal.


- Pues venga, a la ducha, que yo esta tarde también salgo de viaje con el camión y hasta el jueves por la mañana no regreso.


- ¿A dónde vas?


- A París, bueno muy cerca, descargo ahí y me cargan otra vez de vuelta.


- ¡París! ¡Cómo me gustaría venir contigo!


- Vente si quieres, ahora ya eres mayor de edad para venir en el camión y cruzar fronteras.


- ¿Amanda no podría venir?


- Es complicado, aún no tiene los dieciocho.


- ¡Vaya! ¿Vamos a la ducha?


- Vamos.


El agua de la alcachofa acariciaba nuestras pieles, mientras nos enjabonábamos mutuamente ¡Cuantas duchas así con su madre! Casi los mismos frotes y sonrisas, jugando con la esponja en busca de nuestras cosquillas. Que decir que aquello terminó como en la mayoría de veces terminaba con su madre. Empotrada a la pared, sentada y ensartada sobre mi polla en un mete saca frenético. Cuando mi hija llegó al orgasmo aspire su aliento tal y como me gustaba hacerlo, con pasión.


Quiso repetir el desayuno, como ella nombró al acto de tragarse mi semen. Me miró desde el suelo, arrodillada me sonrió con aquella sonrisa que empezaba ya a conocer, pícara. Mientras se relamía los labios aprovechando restos de su desayuno, me dedique a gozar del momento, sin querer pensar en nada.


Después de desayunar, ambos nos fuimos uno para cada lado. Yo a llevar el remolque del camión a la empresa para que me lo cargaran y ella al ayuntamiento. Quedamos en comer juntos al mediodía en un restaurante del pueblo. Después yo pasaría un momento por casa a buscar algunas cosas para el viaje, la dejaría ahí y me iría hacia Paris.


A la hora convenida yo estaba en el restaurante, ella demoró unos minutos y con ella llegó una sorpresa, Lucía. ¿La había invitado mi hija a comer?


- Hola papá


- Hola hija, hola Lucía.


- Papá, queremos venir a París contigo.


- ¿Cómo?


- Sí, papá, he pensado que mientras tu descargas y dices que tienen que cargarte de nuevo, yo y Lucía podemos visitar un poco París ¡Me gustaría tanto! Va di que sí.


- ¿Tu Lucía ya tienes los dieciocho?


- Sí Pedro, los hice el mes pasado, mira he cogido el DNI.


- ¿Y tus padres, te dejan?


- Mi madre encantada, mi padre como si no existiera.


- Tendremos que dormir los tres en el camión.


- Nosotras en la litera de arriba y tú en la tuya de abajo. La cabina es grande, los tres podemos dormir y descansar perfectamente, además, así te hacemos compañía.


- Bueno, visto así ¡dios mío en que líos me meto!


- En ninguno papá, verás cómo vas a agradecer nuestra compañía.


- Bueno, pues venga, vamos a comer, pedid lo que queráis, nos espera un trayecto largo.


Los tres comimos deliciosamente, como es habitual en este restaurante, y después nos fuimos a mi casa. Lucía llevaba una pequeña mochila, mi hija se preparó otra, mientras yo iba poniendo en orden las cosas de la casa y cargué la nevera con varios víveres y cosas para picar por el camino. Una vez listos nos subimos al camión y fuimos a enganchar el remolque.


No quise pensar en nada, no quería tener un viaje tortuoso imaginando desgracias y comiéndome la olla en todo lo que me estaba pasando, por lo que decidí cogerme el viaje feliz y como si fuera una excursión con mi hija y su amiga. Inhibirme de todo esto me permitió observar bien al par de mujercitas que llevaba a bordo. Me contagiaban sus risas, sus comentarios y preguntas al ir pasando paisajes, hacían ameno y divertido el camino.


Llevábamos tres horas de viaje y tuve que pararme a estirar un poco las piernas y descansar. La próxima parada ya seria para dormir muy cerca del destino. Los tres nos bajamos del camión y entramos en el área de servicio. Ellas se fueron al servicio y yo también. Andamos un poco por esta área, por sus tiendas y zonas de confort.


Antes de volver a subir al camión, ellas se pusieron a jugar con el chorro de una fuente, al acercarme yo, también me salpicaron con el agua. Al final entre juegos de tirarnos agua, y riéndonos, terminamos empapados los tres. Yo me quité la ropa y me puse un pantalón corto y una camiseta sin mangas. Ellas más ligeras de ropa no podían ponerse, una simple camiseta y un tanga dejaban a la fresca sus estupendos cuerpos de jovencitas.


En el camión, Lucía empezó a mirarme malintencionadamente o bienintencionadamente, depende de cómo se mire. Se fueron las dos detrás a estirarse sobre el camastro. Cuchicheaban cosas que no llegaba a escuchar. Mi hija se quedó dormida, según dijo Lucía cuando apareció en los asientos a mi lado. Me empezó a poner nervioso. Se había sentado con las piernas cruzadas como Buda sobre el asiento. Quería mirarle la cara, pero cada vez que yo volteaba la cabeza mi visión iba involuntariamente o no, a su entrepierna. Aquel minúsculo tanga le dejaba a la vista buena parte de su panocha y he de reconocer que la chiquilla estaba un hartón de buena y apetecible. Me empecé a calentar.


- Pedro ¿Recuerdas lo que te pedí?


- ¿Qué me pediste Lucía?


- Que me desvirgaras


- Ya, quedamos que lo hablaríamos.


- Podemos hablarlo ahora.


- Ahora no, no ves que está Esperanza detrás durmiendo, puede oírnos.


- Ella ya está de acuerdo en que me desvirgues, lo hemos hablado las tres, y con Amanda también.


- ¡Joder! Al final con todo esto me voy a meter en un lio.


- Hemos pensado que esta noche seria buen momento, te lo digo por si puedes parar a pasar la noche en un sitio discreto y que estemos bien. Me gustará que lo hagas también bajo las estrellas como con Amanda y Esperanza.


- ¡Joder, joder, joder! ¿Sabes lo que me dices Lucía?


- Sí Pedro, te lo pido por favor, además mira como tienes el pantalón, como una tienda de campaña. Estás empalmado, ja, ja, ja…


- Lucía ¡Joder!


La muchacha era decidida y valiente, sin mediar ninguna palabra me sacó el rabo del pantalón y empezó a chupármela. No lo hacía mal. Empecé a toquetearle de mientras sus pechos y su culo. Mis dedos iban ladeando tanga y empezaron a jugar con su coño. Su clítoris recibía la caricia de mis yemas completamente mojadas por sus fluidos. Ella empezó a jadear y a tragar buen cacho de rabo.


- ¡Que polla tan maravillosa tienes Pedro!


- Un poco grande si es ¡como la chupas, joder! Tienes experiencia.


- La tuya es más grande que la de Amanda, son las únicas que he catado.


- ¿No has follado con Amanda?


- No, las tres decidimos que tú debías de desvirgarnos, y mi momento ha llegado, no veo la hora ya para que me folles.


- ¡Vaya en líos que me vais a meter! ¿Y si tu madre se entera?


- ¿Si se entera de que? Oh, ohm, oh ¡Que buena y sabrosa está tu polla Pedro.


- Para ya, que me vas hacer correr.


- Me lo comeré todo, seguro que está más sabroso que el de Amanda.


- ¡Joder, joder, joder!


La verdad que la chiquilla me estaba haciendo una buena mamada y sabía lo que se traía entre manos, porque lo hacía espléndidamente. Vi una zona habilitada para pararse y me paré. Eso despertó, o no, a mi hija, incluso yo ya dudaba si dormía o ya llevaba tiempo escuchando o viéndonos.


- Vaya papá, que bien os lo estáis pasando sin mi ¡eh!


- Hija, tú y yo tenemos que hablar, me tienes que contar la verdad de todo, lo que has dicho y con quien has pactado que le desvirgue, eso es traición y en casa siempre nos hemos hablado claro y dicho la verdad.


- ¡Es tan sabrosa la polla de tu padre Esperanza! que buena que está.


- Papá debes sentirte afortunado, y ten por seguro que todo esto lo he hecho por tu bien y el mío. Dime si no ¿Cuántos hombres en el mundo envidiarían estar en tu lugar en este momento?


- No es eso hija, no es eso… ¡para Lucía que me corro!


- Dámela, sí, sí, sí…


- Sí papá dale biberón a Lucía, relájate y disfrútalo.


- ¡Oh, sí, sí, sí! Toma chiquilla, toma… toda para ti ¡AH, AH…!


Con arcadas incluidas y mocos de semen saliéndole por la nariz, se lo tragó todo. Más de cinco minutos se pasó después de correrme lamiendo, chupando y besando mi polla. Imprevisiblemente mi hija desde atrás se subió encima de ella y me dio un beso con lengua de los que saben a gloria bendita.


- Gracias papá.


- Gracias Pedro, tu semen sabe muy bien, pero casi me ahogo, sale mucho. Debe de ser una gozada follar contigo y sentir el coño lleno con semejante cantidad de leche tan caliente ¡Que pasada!


- Bueno chicas, ahora a recomponerse que debemos seguir la ruta.


- Te quiero papá


- Y yo a ti hija.


- Yo también te quiero Pedro.


- Y yo a ti Lucía también mucho.


Al decirle esto la muchacha se sentó sobre mí, me rodeó el cuello en un abrazo y me besó. Buscó con su lengua la mía y nos disolvimos en un morreo en toda regla. Su sexo que carecía ya de la protección de aquel minúsculo tanga, empapaba mi polla por la cantidad de humedades que soltaba. Pero solo se frotaba la panocha con ella, Esperanza le recordó que aún no, que debía de ser bajo el manto del cielo en luna llena.


Después me enteré que tenían pactado entre ellas que su pérdida de virginidad debía ser un día de luna llena al aire libre. Entonces comprendí la encerrona a la que me habían sometido; el polvo con Amanda, con mi hija y ahora Lucía era la que esperaba la llegada de la noche. Pero continuó rozándome con su coño la polla, me ofreció sus pechos, que chupé, lamí y besé con auténtica devoción, hasta que se corrió. Soltó tanto líquido que me dejó los pantalones empapados.


Me dispuse a cogerla por la cintura y llevarla al asiento de al lado, pero la imagen de aquella juvenil vagina goteando, mi cerebro no lo soportó. Como quien dice me metí su coño en la boca, lo refregué por mi mentón, por mis mejillas, lo saboreé y comí con ansía aquella delicatesen, que me transportó casi a la locura de cogerla y follármela, follármela y follármela, seguida y locamente. Mi hija debía de percatarse y me paró.


- Esta noche papá, esta noche Lucía será para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer! Ya estoy deseando que llegue la noche.


- Bueno ¡joder, joder, joder! Hija, me tenéis hecho un burro, habéis jugado conmigo, esto que hacemos no es normal. Yo soy un hombre adulto y vosotras unas niñas, aunque tengáis dieciocho no dejáis de ser unas niñas, y encima tú, eres mi hija.


- Relájate papá, eso ya lo hemos hablado, siéntete afortunado y no cabreado por lo que está ocurriendo. Siempre has dicho que mi felicidad es la tuya, pues hazme feliz papá, hazme feliz que yo seré la persona que más te amara en este mundo.


- Pedro; Amanda, Esperanza y yo, somos amigas, desde los quince. Cuando terminamos primaria hicimos una alianza de amistad y compromiso. Las tres decidimos y nos juramos que a los dieciocho, perderíamos nuestra virginidad de la misma manera, bajo la misma luna llena, y bajo el mismo cielo al cumplir los dieciocho. Las tres elegimos esta luna llena para desvirgarnos.


- ¿Y por qué yo?


- Creo que todas desde los quince estamos enamoradas de ti ¿Eh, Esperanza? Ja, ja, ja…


- Sí Lucía ¿Te acuerdas cuando seleccionábamos tíos? Ja, ja, ja…


- Ja, ja, ja… habíamos pensado en cada uno que vaya, ja, ja, ja…


- Y yo ¿Por qué? Si soy mayor que vosotras ¿No pensasteis en algún chaval de vuestra edad?


- Papá, más que guapo, eres interesante, tus facciones y cicatrices te dan un aire varonil, al igual que tu físico, eres amable, divertido, cariñoso y fuerte, además polla como la tuya no hemos visto ninguna ja, ja, ja…


- ¿Te acuerdas la primera vez que le vimos la polla a tu padre?


- Ja, ja, ja, sí que me acuerdo, luego estuvimos mirando hasta en revistas, si veíamos una igual, ja, ja, ja…


- Vaya, de lo que se entera uno. ¿Y cómo me la visteis?


- ¡Au, te la hemos visto tantas veces! lo que pasa que tú no te has dado ni cuenta cuando te espiamos.


- Vaya, no sé si cabrearme o pasar de todo.


- Pasa de todo y no pases de nada que no sea por nuestra felicidad. Eres el mejor padre del mundo. Te amo.


- Gracias hija, que me digas esto, al menos me reconforta y no me hace sentir tan culpable.


- Yo también te amo Pedro.


- Gracias Lucía, es un halago que una preciosidad de jovencita como tú le atraiga uno.


- Deseo que llegue la noche Pedro.


- Pronto llegará, ahora vamos a hacer kilómetros, llevamos ya un poco de retraso sobre lo que había previsto.


- Pero ¿Ha merecido la pena, verdad papá? Ja, ja, ja…


- Si hija, sí, ja, ja, ja…


Emprendimos ruta destino París. En tres horas llegaríamos a un lugar que conocía de viajes anteriores, solo a media hora de donde debía ir a descargar. Una vez que Angustias se vino conmigo haciendo el mismo trayecto, paramos ahí. Estaba cerca de un pueblecito donde había un restaurante en el que comimos muy bien, y aparque el camión a las afueras, al lado mismo de un riachuelo de agua fresca, donde aquella vez nos bañamos y todo. Haría la misma parada.


¿La chica quería ser desvirgada bajo un manto de estrellas del firmamento? pues se merecía el lugar. Me la follaría en un sitio mágico. Así fue, llegamos al pueblecito ya anocheciendo. Mi destino estaba a solo media hora de ahí. Cenaríamos, pasaríamos la noche ahí y mañana temprano ya etaria en el lugar descargando.


- Bueno princesas, en este pueblo vamos a cenar, mirad que bonito es, nos daremos una vuelta por él.


- ¡Bien papá! Vamos a vestirnos Lucía, que mi padre nos luzca, ja, ja, ja…


- Con dos bellezas como vosotras, seguro soy la envidia de todos, ja, ja, ja….


- ¡Qué bien se está contigo Pedro! Esperanza si es la envidia de todas, todas querríamos a un padre como tú.


- Bueno, no será tanto y no me peloteéis más que no vaya a ser que me arrepienta.


- Ja, ja, ja, papá ¡arrepentirte tú! Ja, ja, ja…


- Bueno ¿queréis tomaros un refresco en este bar?


- ¡Qué plaza tan bonita!


Nos sentamos en aquella terraza por donde circulaba un montón de gente, paseando como nosotros y gozando de la tranquilidad que ahí se respiraba. La verdad es que era la envidia de todo el mundo que miraba, más a ellas que a mí. Nos tomamos un refresco y nos fuimos a cenar.


En el restaurante continuaba habiendo las camareras de siempre, una vez tuve un lio con una, nada importante, un mete saca rápido en el camión y nada más. Aquel día llovía mucho y la acerqué a su casa que estaba a pocos kilómetros. Fue la que vino a la mesa a atendernos.


Las niñas tenían hambre de verdad y yo también. En esta zona se come bien. Acompañamos la cena con una botella de vino. Estuvimos contándonos anécdotas graciosas y las risas estaban presentes en la mesa. La camarera me guiñó un ojo y me hizo un ademán para que me dirigiera al servicio. Disimuladamente así lo hice.


Cuando entré ya estaba ella esperándome, abrió la puerta enseguida de un habitáculo al lado mismo del servicio y me hizo entrar. Solo entrar y su mano se fue a mi paquete. Sus padres eran españoles. Me contó aquél día que la llevé a su casa que eran refugiados republicanos y que ella ya nació en Francia. Se llamaba Fuensanta, en honor a la virgen del pueblo de Jaén de su madre.


- Pedro ¿Me llevarás a casa hoy?


- Fuensanta, voy con mi hija y una amiga, te puedo acercar, pero hoy no podremos follar.


- ¡Qué pena! Con lo que me gustó la última vez.


- ¿Pero no estás casada Fuensanta?


- Pero mi marido no tiene esta polla, ja, ja, ja…


- Si continuas masturbándome así, te follo aquí mismo, ja, ja, ja…


- Cuatro chupetones para recordarla Pedro y debo volver a servir en las mesas.


- Chupa un poco venga, un aperitivo no te sentará mal, ja, ja, ja…


- Si te corres rápido me lo trago todo.


- No voy a correrme, que después me pongo muy burro y hoy he de mantener el pito en paz.


- ¡Joder! Mi marido cuando se corre ya no se le vuelve a levantar en el día. Ja, ja, ja…


- Yo cuando me corro, más burro me pongo, cada cual es como es.


- Contaré los días para volver a verte, la próxima no te escapas ¡Que pedazo de huevos! Chupar eso es una delicia.


- Venga salgamos ya, que mi hija también estará pensando a ver que hago.


Salimos y por mala leche al salir me encuentro con Esperanza que ya venía en mi busca para ver si me había ocurrido algo. No se miraron ambas con muy buena cara. De los ojos de mi hija salieron rayos amenazantes. La rodee con mi brazo por el hombro y regresamos a la mesa.


- ¿Y esa, papá?


- Una conocía de otros viajes, la camarera que nos ha atendido.


- Sí ya sé que es la camarera que nos ha atendido ¿Te has enrollado con ella?


- Una vez que la acerqué a su casa.


- Vaya, mi papá es un ligón, ja, ja, ja…


Llegamos a la mesa.


- Sí que habéis tardado ¿Dónde estabais?


- Mi padre Lucía ha tenido un encuentro furtivo con la camarera.


- ¿Te la has follado Pedro?


- ¡Joder! No, no y no, no hablemos más del asunto, nos hemos saludado porque nos conocemos de otros viajes. Sus padres son españoles y cosas de compatriotas.


- Es guapa la camarera.


- Sí lo es y está casada.


- Un cornudo más, ja, ja, ja…


- Esperanza, no te pases tampoco, la muchacha es buena gente. Bien ¿Habéis comido bien? ¿Os apetece algo más?


- No. ¿Nos vamos a este sitio que dices mágico a pasar la noche?


- Sí, hija, vámonos.


La luz ya de la luna nos acompañó en el trayecto hacia la vera del río. El lugar estaba tranquilo y solitario, no había nadie. A las muchachas les gustó.


- ¡Que guay Lucía!


- Si Esperanza, que sitio tan bonito ¿Dormiremos aquí?


- Aquí dormiremos, aquí follaremos y aquí perderás tu virginidad.


- Ja, ja, ja, papá ¡estás loco! Pero me gusta.


Aún no había maniobrado correctamente el camión para dejarlo bien aparcado, que ya estaban desnudas dentro de la cabina las dos mirándome.


- ¿Qué me miráis? ¿Qué tengo monos en la cara? Ja, ja, ja…


- Lo que tienes es una polla de gorila, ja, ja, ja…


- ¡Hija…!


- Papá…, sácatela ya.


- Esperad que termine de dejar el camión bien puesto.


He de reconocer que aquello era una estampa divina. Las dos jovencitas con sus hermosos cuerpos de niña crecida, en la cabina y en pelotas, con el reflejo de las luces de colores del tablero de mandos del camión, parecía la escena de una película de esas de Perpiñán.


Cuando paré el camión, les dije a ambas que cogieran una manta cada una, entendieron y salieron del camión. Comprobé las puertas del remolque y di la vuelta tranquilamente alrededor para observar los alrededores. Todo estaba tranquilo. Me persone ante ellas y las vi en aquel momento, diminutas, desnudas y arrodilladas sobre una manta, con su mirada, lanzándome rayos de deseo. ¿Tan caliente era mi hija? No quise pensar en eso, debía olvidarme que era mi hija, al fin y al cabo por ella circulaba sangre igual de caliente que la mía.


Empecé a desnudarme ante ellas, como el mejor actor de estriptis, me saqué la camisa, lentamente, ofreciéndoles la visión de mi velludo pectoral y marcando la tableta de mi abdomen. Ellas estaban embobadas mirándome. Empecé a bajarme el pantalón corto que llevaba, pero solo lo hice hasta medio culo, me giré ofreciéndoles el inicio del canalillo del culo y moviéndolo como una bailarina, bailé.


Ellas esto les provocó la risa, se reían, y de eso se trataba, de quitarle tanta seriedad y forma al revolcón que nos esperaba. Había que desvestirse. Frente a ellas, como hadas de rio, diminutas y alegres, que de rodillas estaban a mis pies, las invité a observar la puesta en escena de mi polla, que ya estaba como el as de bastos. Le daría el privilegio a Lucía, ella era el motivo, la pérdida de su virginidad.


- Lucía, bájame el pantalón, preséntate a mi polla que a partir de este momento, es para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Al fin! Gracias, gracias, gracias…


La muchacha me bajó el pantalón y mi polla dio un brinco hasta mi ombligo. Estaba terriblemente caliente. El hecho además de que mi hija, ahí al lado, desnuda, nos mirara, más morbo me daba. ¿Seré un pervertido?, tuve que volver a quitar de mi cabeza las preguntas a las que no encontraba respuesta. Volví a la realidad, y esa era que una muchacha de dieciocho años, que era un bombón, me estaba comiendo la polla.


Me sentía como Sansón, fuerte, gigante, me agache y cogí a Lucía por los hombros, la levanté hasta poner a la altura de mi boca sus pechos, literalmente los devoré, le hice chupetones hasta llegar al límite ya de provocarle dolor, se le pusieron los pezones como dos balas. La muchacha suspendida en el aire, solo agarrada por mis manos en sus hombros, como dos tenazas, intentaba rodearme la cintura con sus piernas, pero mis movimientos no se lo permitían, la acercaba y separaba como yo quería. Su peso era como el de una pluma ante mi fuerza. Me entretuve largo tiempo en sus pechos, hasta que dejé que su cuerpo se fuera deslizando por mi pecho, entonces fue cuando pudo rodearme la cintura con sus pies.


Se sostenía por su abrazo a mi cuello, por sus piernas rodeándome la cintura y por mi polla que dura como una tranca estaba en la misma entrada de su coño. Bien agarrada por el culo me disponía a meterle ya el rabo cuando me habló.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer me estás dando! Se suave por favor, no me hagas mucho daño ¡la tienes tan enorme! Que parece que no pueda caber eso dentro.


- Relájate princesa, quizás al principio te va a doler un poco, pero verás que cuando se acomode dentro, lo gozarás.


- Lucía, papá, yo os ayudo.


Al decir esto mi hija, a gatas, se dirigió rápidamente hasta debajo de mis huevos y del coño de su amiga. Me agarró el rabo y empezó a chupármelo y llenarlo de saliva. Cuando ella lo creyó ya bien lubricado, lo apuntó a la misma entrada de la vagina y lo sostuvo, hasta que el glande y un trozo más se metieron dentro. Empezó a pajearme el trozo que se había quedado fuera. Yo con un movimiento disimulado conseguí que me soltara el pene y que lo dejara para que Lucía, ella misma a pequeños golpes de cintura, fuera metiéndose en cada embestida más rabo dentro.


Empezamos a besarnos de verdad, como últimamente estaba besando a mis amantes, con devoción y pasión, intercambiando salivas y aspirando aliento. Ella aferrada a mí, emitió el grito más agudo que hasta la fecha había escuchado, cuando de un golpe, terminó por entrar toda mi polla dentro de aquella abrasante vagina que parecía me la succionaba.


- ¡Dios papá! Pareces un dios follándote a una ninfa.


- ¿Te gusta ver follar a tu padre hija?


- ¡Me encanta! Ya he tenido un orgasmo solo mirándoos.


- Tú amiga ¿No quería dejar de ser virgen? Pues ya no lo es. ¿He Lucía?


- ¡Ah, ah, ah, ah, ahí, ahí, sí, sí! ¡OH, OH, OHM…!


Lucía era incapaz de decir nada que no fueran jadeos y gemidos. Con mi polla ya bien acomodada empecé a hacerla botar sobre ella. La embestía con un mete saca frenético y rápido que llevaban en péndulo mis huevos a aplaudirle el ojete. Mi hija se dio cuenta y a la vez que se masturbaba viendo el espectáculo de vez en cuando me agarraba los testículos, los lamia y jugaba con ellos.


No conté los orgasmos que llegó a alcanzar Lucía, creo que ya era uno solo y eterno. De su coño salían indecentes cantidades de líquido. Mi hija tenía los morros embadurnados de ellos y se relamía.


- Pedro ¡AH, AH! Lléname el coño con tu leche ¡Ah, que placer, oh, oh!


- No quiero preñarte princesa.


- Yo no puedo quedar embarazada, córrete dentro de mí con tranquilidad quiero notar el coño lleno de leche, ah, ah, ah, oh, oh, ¡AH…!


- Voy a llenarte pequeña. Voy a llenarte, porque ya me Viene… AH….AH…


¡Joder si se lo llené! Y bien repleto quedó. Ella desfalleció tras un gemido, agudo largo y ahogado, quedó sin fuerzas y ya ni se me agarraba, era yo quien la sostenía derecha y ensartada a mi rabo. Nos tumbamos sobre la manta, sin sacársela, respiramos los dos en un boca a boca, y con mi aliento, empezó a recobrar el sentido. Abrió los ojos lagrimeando ¡Que hermosura de muchacha! La besé y quedé postrado de rodillas ante ella con el pito metido. Le levanté las piernas y empecé a chuparle los pies. Mi lengua se deslizaba entre dedos y a ella esto le provocó un gran placer. A la vez, le iba metiendo y sacando el rabo a un ritmo lento.


- ¡Dios mío Pedro! ¡Que placer dios mío! Tu leche arde dentro de mi coño. Jamás hubiera imaginado que se podía llegar a este grado de éxtasis. Eres mi dios Pedro, ah, ah, ah ¡como follas dios mío! Oh, oh, oh… ¡Que polla! Ah, ah, ah…


- Gózala muchacha, gózala.


- Papá, dale por el culo como a mí, le gustará.


- Diablillo ¿Te ha gustado como he desvirgado a tu amiga?


- Mucho, ya no se las veces que me he corrido viéndoos papá.


En el momento en que me la iba a sentar de nuevo a mi polla para ir a follármela por el culo en el riachuelo, aparecieron dos hombres. Primero les vi la sombra, se acercaron rápido y no tuve tiempo de maniobra. Uno llevaba una pistola con la que me apuntó y no venían con buenas intenciones. Entre ellos hablaban árabe. En aquellos años de la legión en Marruecos, aprendí algo el idioma y los entendí perfectamente.


- ¿Qué queréis de nosotros dejadnos en paz?


- Mira, si aquí el pervertido con dos niñas, habla hasta árabe.


- No soy un pervertido, ellas son mayores de edad y estamos tranquilamente follando, solo habéis venido a tocar los cojones.


- Vaya, ahora resulta que el viejo es un machito. Saca la polla de esta chica, venga.


- Si las tocáis hoy aquí moriremos tres.


- ¡Huy que valiente! Eres español, nosotros también hablamos español, si hablas árabe, seguro eres un hijo de puta legionario.


Dijeron esto, el de la pistola no dejaba de apuntarme en la cabeza y yo ante esto, recordé precisamente la legión; “ante el peligro nunca hay que perder la calma, siempre llega el momento, solo hay que estar alerta”.


El otro se fue a las chicas y con una cinta de esas adhesivas las ató, sentadas y de espaldas una con la otra.


- Tú ponte de cuatro patas, venga. Mira Ahmed, si tiene hasta una polla grande, ja, ja, ja… el hijo de puta legionario que de niño me dio por el culo también la tenía gorda.


- A vosotros a los doce años os folla el culo cualquier familiar.


- ¡Serás hijo de puta! Plaf, plas, plas, plas…


Me dio cuatro bofetadas a mano abierta, pero yo permanecí inmóvil, paciencia, al que tenía la pistola no le quitaba el ojo, esperaría el momento.


- Vas a ver ahora puto legionario de mierda, quien te va a dar por el culo, y después me cepillo a estas furcias.


- Oye si queréis dinero, os lo doy, pero a ellas dejadlas en paz.


- Tranquilo, que tu dinero nos lo quedaremos igual, ja, ja, ja…


El hijo de la gran puta de moro quería empezar a follarme, como yo cerraba el ojete, el tío me metió la pistola.


- Si lo cierras, te lo abriré de un tiro.


- Hijo de puta pagarás por eso


- Ja, ja, ja, toma rabo, legionario maricón. La verdad es que tienes un culo redondo y bonito ¿Te gusta mi polla?


El otro frente a mí, era el que tenía ahora la pistola, me miraba y se sacó el rabo. Maricón debía ser, porque la escena le había puesto caliente y tenía una gran erección.


- Chúpame el rabo


- Ni lo sueñes


Me dio dos ostias con la culata de la pistola y me obligó abrir la boca, mientras su compañero iba penetrándome desde atrás resoplando. Me metió la polla en la boca, le mordí, había llegado el momento.


Al hacer el movimiento con el brazo, abriéndolo, para darme una ostia con la culata de la pistola, fue cuando le pude agarrar la mano con la que sostenía la pistola. Puse un dedo sobre el suyo, el que estaba precisamente en el gatillo, giré rápido el arma rompiéndole la muñeca, quedando la pistola apuntando a su sien, apreté sobre su mismo dedo y sus sesos se fueron a dar pasto a los peces del riachuelo. Su compañero quiso huir, pero con el pantalón bajado, tropezó. Le di una patada en los huevos que lo dejó ahogándose intentando coger aire. Lo agarré del pelo y lo llevé junto al difunto de su compañero. Volví a coger la mano que aún sostenía el arma, le apunté a la cabeza, y sobre su mismo dedo apreté el gatillo tres veces, para asegurarme que el moro se iría a ver a Alá.


Rápido fui a desatar a mi hija y a Lucía que en pánico lloraban desconsoladamente. Recogí cualquier muestra que pudiera haber de nuestra presencia, nos subimos al camión y salí de allí cagando leches. A los cien metros pude ver un mercedes de esos viejos que llevan los moros aparcado en el arcén, seguro que era su coche. Las muchachas se abrazaron detrás en el camastro y lloraron hasta que me paré en un área de carretera cercana donde había incluso vigilancia. Pasaríamos la noche allí.


- Hija, Lucía ¿Estáis bien?


- ¡Oh papá! Muertas de miedo, suerte que eres fuerte, nos has salvado la vida


- Relájate hija, he hecho lo que debía de hacer No vamos a decir nada de esto, ni a la policía, creerán que ha sido una disputa entre ellos y se han matado. Vamos a vestirnos y saldremos a respirar.


- Sí papá, toma tu pantalón y tu camiseta


- Gracias hija.


- Pedro eres el hombre más fuerte del mundo, tu solo has podido con los dos, eres mi héroe.


- No he hecho más que cualquier hombre hubiera hecho, ante una situación como esta.


- Te amo Pedro.


- Yo también os amo Lucía, va vestíos, he de tomar el aire.


Salimos, en el área todo lo comercial estaba cerrado, se acercó un agente de seguridad a saludarnos.


- Buenas noches


- Buenas noches agente.


- ¿Van a pasar la noche aquí?


- Sí, en la cabina del camión dormiremos


- ¿Esas muchachas son mayores de edad? ¿Qué relación tiene con ellas?


- Sí las dos son mayores de edad, una es mi hija y una compañera suya, han querido acompañarme para ver París, como descargo y cargo en Orly, quieren aprovechar el día de mañana para ir a ver la torre Eiffel.


- Muy bien, aprovechando el viaje. Que tengan buena noche.


- Igualmente agente, buen servicio.


Nos fuimos los tres al servicio del área, entramos en el bar abierto veinticuatro horas, nos pedimos tres cola cao grandes con leche caliente.


- Papá esos moros llevaban muy malas intenciones.


- Ya puedes estar segura hija, nada bueno nos hubiera ocurrido.


- ¿Por qué te dieron por el culo?


- El moro dijo que un legionario le dio por el culo de pequeño y como han visto que yo era legionario, pues querían pagarme con la misma moneda, sed de venganza.


- ¿Nos hubieran violado a nosotras?


- Lo más seguro que sí, y quizás nos hubieran matado y todo, para después robar lo que hubieran podido. Así es la vida de esta gente.


- ¿Todos los moros son igual?


- Por suerte no hija, hay moros buenos y trabajadores, lo que pasa, es que los que vienen a Europa, vienen a eso, a delinquir y a vivir del cuento.


- En mi vida he tenido tanto miedo Pedro.


- Yo también papá, nunca había tenido tanto miedo.


- Bueno, ahora ese cola cao nos reconfortará y a dormir, que mañana será otro día.


- ¡Con lo bien que nos lo estábamos pasando! ¿Me vas a follar el culo mañana Pedro?


- ¡Joder chiquilla! ahora no pienso en eso, ya mañana se verá cómo va el día, espero no nos viera nadie.


Ya en la cabina, ellas se tumbaron enseguida en la cama, se abrazaron en la litera de arriba, y yo me quedé mirando el cielo a través de la luna del camión. La noche era estrellada, y pude ver la estrella que me recordaba a Angustias. Brillaba como nunca en aquel manto infinito de luces celestiales. Pareció que me decía que cuidara a nuestra hija.

Continuara??
Que mente tan retorcida con la hija de uno,,, eso no se hace
 
En el capítulo anterior:


Vino mi hija a tumbarse a mi lado. Le hice sitio y se me quedó abrazándome con su cabeza recostada sobre mi pecho.


- ¿Miras al cielo buscando la estrella de mamá?


- Sí Esperanza, como siempre, nunca la olvidaré ¡Que feliz hubiera sido hoy!


- Yo tampoco la olvido papá, y también siempre busco en el cielo su estrella. Ayer por la noche salí a buscarla y me habló.


- ¿Qué te dijo?


- Que te cuidara mucho


- ¿Sabes? A mí me dijo lo mismo; cuida a nuestra hija.


- La recuerdo tan bella y tierna ¡como la quería!


- Era la mujer más bella de todas las mujeres habidas y por haber, solo la has superado en belleza tú.


- Papá te quiero.


- Y yo también hija mía.


- Papá.


- Dime corazón bonito


- ¿Puedo dormir contigo esta noche igual que cuando era pequeña y tenía miedo?


- Claro hija, claro que sí.


Segundo capítulo de un relato de tres.


Espero les guste.



Después de esta conversación me fui a mi habitación, mi hija se fue a la suya. Escuché la ducha, probablemente se estaba duchando, yo también me di una rápida, más para refrescarme que por otra cosa. Al final podía tener mi polla en descanso, el día había sido agotador. Después de ducharme me tumbé en la cama y empecé a rememorar todo lo acontecido. En dos días habían pasado tantas cosas nuevas para mí, que hasta se me hacía difícil asumirlas. Me había follado a una chica con polla, la desvirgué, y lo más sorprendente es que me gustó. Había conquistado a su madre, y el polvo estaba cercano con ella. Hice escarceos y tocamientos con otra amiga de mi hija, que nos vio follando con Amanda. Y sabía que Rosa, me esperaba cualquier tarde a las tres en su tienda, y no estaba mal la jodida.


Paré de pensar más en esto porque el pito volvía a encabritarse. Apagué la luz y abrí las ventanas, me enrollé una toalla a la cintura, el aire fresco de la noche entraba de maravilla. Salí al jardín a tumbarme en mi gandula favorita mientras me tomaba el último sorbo de la noche, antes de ir ya a acostarme. Oí a mi hija hablar por teléfono, probablemente se comunicaba con sus amigas por si habían llegado bien a su casa. La niña estaba susceptible, me había pedido dormir conmigo, su cumpleaños, el recuerdo de su madre… estaba sentimental.


Apareció en el jardín con un vaso grande de leche con cola cao caliente. Llevaba puesto solo un salto de cama transparente, y por lo que percibí a la luz de la luna llena, debajo iba completamente desnuda. Nunca me había mirado a mi hija como una mujer, y observándola bien, puede apreciar lo guapa y linda que era. Igual que su madre, había crecido y ya no era tan niña, sus formas eran de “un cacho de tía buena”


Se tumbó a mi lado, le hice sitio, se abrazó a mi torso y recostó su cabeza sobre mi pecho. Me dio un beso en el pezón.


- ¡Qué fuerte eres papá!


- La legión me curtió fuerte, y aún mantengo el músculo.


- ¡Cómo debía de gozar mamá contigo!


- La verdad que nos entendíamos muy bien en la cama. Tu madre era una belleza de mujer.


- Seguro que más que yo.


- No hija, tu estas hecha también una buena mujerona, vaya tipazo que tienes, y eres guapa como ella. Estaría orgullosa de verte crecer y como te pareces cada día más a ella.


- ¿De verdad consideras que estoy buena?


- Mucho, de todas tus amigas eres la que mejor está.


- Papá, si te digo una cosa ¿Me prometes que no te enfadarás?


- Claro que no hija, dime lo que quieras.


- Bueno el caso es que te voy a anticipar una noticia, que de momento es un secreto.


- ¡Ay, ay, ay! a ver dime…


- Tengo novia.


- ¿Eres lesbiana?


- No lo sé, ja, ja, ja…


- ¿Qué quieres decir no lo sabes?


- Aún soy virgen, no he follado con ningún chico, solo sé que estoy enamorada de Amanda, y ella de mí también.


- ¡Vaya! Eso sí que no me lo esperaba.


- Lo diremos oficialmente el sábado, que es su cumpleaños y cumple también su mayoría de edad.


- Bueno Amanda, es una chica muy especial, ella tiene un pene como un hombre, aunque sea mujer.


- ¿A ti te gustó?


- ¿Qué quieres decir?


- ¿Qué si te gustó desvirgarla?


- Hija…


- Tranquilo papá, lo planeamos juntas.


- ¿Lo planeasteis juntas? Y eso ¿Por qué?


- Eres el mejor hombre que conocemos, sabíamos que lo harías bien y que ella gozaría el estar contigo.


- No tenía que haberlo hecho, ya me estoy arrepintiendo, me dejé llevar por mi libido y la calentura que tengo de no follar últimamente.


- Papá, estate tranquilo, Lola no lo va a saber, es un secreto entre nosotras y tú. Y te doy las gracias por haberlo hecho.


- Si tú y ella sois pareja ¿no te ha follado a ti?


- Decidimos que fueras tú el que nos desvirgara a las dos. En realidad, las dos estamos enamoradas de ti.


- Hija, eres mi niña, mi hija ¿Cómo quieres que yo te desvirgue? Esto es antinatural.


- No es antinatural papá, eso son cosas de la religión. Mamá me dijo que te cuidara, y yo lo haré.


- Hija, ahora mismo estoy muy confuso, pero no creo que sea buena idea, no te voy a desvirgar, de hecho no voy a follar contigo, eres mi hija ¿No lo entiendes?


- Ante todo soy una mujer enamorada de ti papá. Tanto yo como Amanda estamos enamoradas de ti, queremos ser tus mujeres, y tú serás nuestro hombre. Estoy segura que mamá donde esté está orgullosa de que sea así. Mira aquella estrella ¿La ves?


- Esperanza, hija, no me hagas pasar por esto.


- Nadie se enterará, viviremos los tres en casa, yo después del verano empiezo el segundo año de universidad y Amanda también, seremos una familia feliz.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porque te amo papa, porque te amo. Mira la estrella, mamá me está diciendo de nuevo que te cuide.


Miré la estrella, la noche era muy estrellada, luna llena y ni una nube en el cielo. Se veían de vez en cuando surcar el firmamento algunas fugaces que me dejaron embobado. Esperanza aprovechó para empezar a acariciar mi sexo. Me dejé llevar, sin hacer nada. Acostada a mi lado, casi desnuda, sus pezones me rozaban la barriga, notaba su depilado sexo en mi pierna y su aliento tan cerca, hasta que sus labios se posaron sobre los míos. Me besó, me volvió a besar y correspondí al beso.


- ¡Que hermosa polla tienes papá!


- Hija, vamos a cortar eso, no está bien.


- Mira como de grande y dura se ha puesto, ya la estoy deseando dentro de mi papá, hoy voy a dejar de ser virgen bajo este manto de estrellas.


- Hija…


- Papá…


Desapareció la toalla que me cubría las partes y el salto de cama del cuerpo de la niña. Ambos desnudos nos abandonamos en un morreo cálido, lento, lleno de saliva y frases de amor. Mi polla apuntaba al firmamento, la miré enorme en las mejillas de mi hija cuando empezó a comérmela y besarla.


La mamada que me estaba haciendo era lenta, saboreaba con paciencia mi cipote, mis huevos. Hurgaba con sus deditos la raja de mi culo, hasta que me encontró el ojete, lo mojó con su saliva, me abrió las piernas y su lengua me folló. Yo permanecía inmóvil, pasivo, mirando el firmamento, vi la estrella de mi ex y me pareció percibir que me volvía a decir que cuidara de nuestra hija.


- ¿No te gusto papá?


- Claro que me gustas hija.


- Pues acaríciame, hazme algo, por favor.


- Hija, me es difícil follar contigo, estoy confuso.


- Vaya, por lo que veo, tendré que ser yo la que te folle.


Al decir esto se montó de rodillas sobre mi cara y me ofreció su sexo, ante mis ojos, los cerré. Mi lengua viajó sola a su vagina y mis labios pronto encontraron su clítoris, no quise mirar, me pareció que era menos pecado.


Se dio la vuelta, en esta posición del sesentainueve, me olvidé de que era su padre, empecé a saborearle el sexo a mi hija, tal y como me había enseñado un día su madre, de cómo se debía comer un coño y un culo en esta posición. Le puse esmero y dedicación.


- ¡Oh, papá! ¡Que placer! Me gusta… ¡Ah, ah, ah, oh!


- Tú también me lo haces muy bien hija ¡oh, oh! ¡Como tragas mi polla!


- Sabe bien papá, me gusta ¡Mmm…!


Estuvimos un rato así y decidí pasar ya a la acción. Mojada como estaba su vulva y ensalivada mi polla, acerqué mi capullo a la entrada de su sexo. Ella estaba en cuatro, pero le levanté la espalda, pegué mi pecho a ella, y empecé a besarle el cuello y acariciarle los pechos desde atrás, mientras mi rabo buscaba el orificio que enseguida encontró.


- Papá, con Amanda jugamos con vibradores, hazme el amor tranquilo, aunque no sean tan grandes como tu polla, no me harás daño. Fóllame por favor, lo estoy deseando ¡Tanto!


- ¡Oh hija! Cariño, espero que nunca me tenga que arrepentir de eso.


- Fóllame papá, fóllame ya.


- Toma corazón bonito, toma… ¡Ah…!


Metí de un apretón hasta media polla dentro. Estuvimos un tiempo corto así, de rodillas y sentada sobre mi cipote, esperando que se aposentara bien dentro, fue ella la que con un empujón, terminó de metérselo todo dentro. Empecé, lentamente a follarla, haciéndole círculos con el rabo dentro de su vagina a la vez que se la sacaba y metía.


- ¡Dios mío papá! ¡Que placer! ¡Dios mío que ya me corro! Ah, ah, ah, ah… ¡AH…!


Las convulsiones de su orgasmo, me llevaron a ejercerle una penetración más rápida y profunda. La agarré de la nuca y por la diferencia de altura con su cabeza ladeada junté mi boca con la suya. El sabor de mi hija era la golosina del paraíso. Mi lengua no se cansaba de rescatar en su boca su saliva y aspiraba el aliento de sus jadeos.


Muy rápido, estaba en una situación que jamás en la vida me había podido ni imaginar. La follaba igual, inimaginablemente rápido, mis huevos en el vaivén le pegaban a su monte de venus y clítoris. La coloque frente a mí, mirándole los ojos mientras mi lengua rescataba sus lágrimas, y compartimos la salobre con nuestros besos.


- ¡Papá, papá! me vuelvo a correr ¡Dios mío papá que placer me das!


- Goza chiquilla mía ¡Que guapa eres y que buena que estás!


- Sí, sí, sí, ah, ah, ah, ah…. ¡PAPÁ ME CORRO!


Paré un momento para que cogiera aire. Parecía la repetición del polvo de la noche anterior con Amanda. Si la hermosura celestial tiene un representante en la tierra, es mi hija. El beso apasionado que me dio después de correrse, mirando ambos al cielo buscando la estrella de Angustias, es el momento más emocional que había tenido hasta la fecha. Su nacimiento y ahora su desvirgue, culminaban mi entusiasmo sumo de padre.


Yo era incapaz de sacar el rabo de tan ardiente y mojada vagina. Me levanté con ella abrazada a mí.


- ¿Te apetece un baño mi princesa?


- Me apetece lo que sea mientras no me sueltes papá. Te amo ¡Cuánto placer me das! Te amo, te amo…


- Vamos a follar dentro del agua, como las Náyades. Eres la criatura más hermosa que mis ojos han contemplado. Gracias hija, por haberme dado ese privilegio y regalo.


- Papá…


- ¿Qué?


- Fóllame, fóllame, fóllame… ¡Por dios fóllame papá!


Entramos dentro de la piscina con un buen ritmo de mete saca, ya dentro continué, provocando olas en el agua con mis embestidas. Mi hija no dejaba de besarme, y aferrada a mi cuello aguantaba las cargas bestiales que le estaba infringiendo. Mis manos agarradas a su culo sobaban tan espléndidas posaderas y mis dedos abrían y acariciaban el orificio rectal.


- Papá ¡ah, ha, ah! estoy en días fértiles creo ¡oh, ah, ah, oh! no vayas a correrte dentro, aún no quiero que me preñes, ah, ah, ah...


- Tranquila hija no lo haré dentro de tu coño ¿Quieres que lo haga dentro de tu culo?


- ¡Oh, sí papá!


Cuando estaba pronto a correrme saqué la polla de su coño y la apunté a su ojete, solo entró el capullo, pero me corrí abundantemente dentro de su recto. Con esa lubricación natural, empecé a sodomizarla. Las olas del agua de la piscina escribían en la noche el ritmo de la enculada.


Follar un culo dentro del agua es tremendamente acertado, el agua dirige bien los compases durante las acometidas. La expansión del agua acaricia todas las partes del cuerpo, recibir esas ondas en los testículos es muy agradable. Otra de las ventajas, es que una vez corrido; sacas la polla, y toda la mierda, leche, sangre y lo que haya dentro del recto, sale y se difumina en el agua.


En nuestro abrazo y caricias después de haberle follado el culo a mi hija, me dediqué además con los dedos, a limpiarle bien el ojete. Ella lo agradeció. No me soltó ni por un momento. Completamente aferrada a mi y sus jadeos muriéndose entre besos, fui sacándola de la piscina. La tumbé en la gandula y por primera vez desde que empezamos me soltó de su abrazo.


- Gracias papá, gracias, ha sido fantástico. Jamás me hubiera imaginado que se podía obtener tanto placer. Amanda tenía razón.


- A ti hija por haberme brindado tu regalo, pero debemos recapacitar lo que hemos hecho, no creo que sea buena idea lo que me has comentado antes. Ya lo hablaremos con Amanda también presente.


- Que sí, papá, que es buena idea, y verás lo bien que viviremos los tres.


- Hija, debes de contar también con mi opinión, piensa que yo quizás no quiera tener una relación y vivir en pareja.


- Papá, por favor, no me decepciones, igualmente vivimos juntos, será lo mismo, pero con Amanda.


- ¿Su madre ya lo aprobará?


- Ella solo sabrá lo que queramos que sepa, que yo y Amanda somos novias, no tenemos por qué decirle que tú eres nuestro hombre.


- ¿Sabes? Quedé con Lola para meternos un revolcón


- Tú no le digas nada, en nuestra relación, podrás follar con quien quieras, nunca te diremos nada por ello. Yo lo entiendo y Amanda también. Lo único que te pediremos es que no lleves a ninguna mujer a vivir con nosotros. Si un día alguna de tus conquistas se queda, no pasa nada, pero no a vivir.


- Hija, todo esto me sobrepasa, he de darle un par de vueltas a mi cabeza.


- ¿Nos acostamos papá?


- ¿Aun quieres venir a dormir conmigo como cuando eras pequeña?


- Quiero venir a dormir contigo como tu mujer.


- Esperanza…


- Te amo papá, vamos a acostarnos, tengo sueño.


- Vamos hija, vamos.


Nos fuimos a la cama, yo desnudo, ella también, nos sonreímos, nos dimos un beso de buenas noches y ella se abrazó a la almohada dándome la espalda. Yo me quedé mirando el culo que hacía poco me había follado, el techo y a poner orden en mi cabeza de todo lo que había pasado. Acababa de desvirgar a mi hija ¿Es grave? ¿Qué consecuencias puede tener esto en nuestra relación en el futuro? ¿Qué vida le espera a mi hija con su novia transexual? ¿Debo participar en esta relación a tres que me ha propuesto? Mi cabeza era un almacén de preguntas sin respuesta que no me dejaban dormir.


Debí conciliar el sueño ya casi de madrugada, porque por la ventana recuerdo ver entrar la tenue primera luz del día. Me desperté como consecuencia del manoseo suave, silencioso y a hurtadillas que estaba haciendo a mi polla Esperanza. Se miraba mi falo, lo tocaba, estiraba las pieles de diferentes partes, tocaba mis huevos, como si investigara de cerca que era aquello, se acariciaba las mejillas y los labios y le daba besitos tiernos.


Yo continué haciéndome el dormido, mientras ella juagaba furtivamente con mi rabo, que despertó y de qué manera. Ella me tenía la polla rodeada con ambas manos y le infringía besitos al capullo, cuando de golpe, empezó a hacerme una mamada en toda regla. ¡Como tragaba! ¡Que de saliva! Y que lamidas y besos me empezó a dar por todo mi sexo. Me desperté.


- Hija ¿Por qué me haces esto?


- Porqué te amo papá y porqué tienes la polla más hermosa del mundo ¡mira como la tienes! ¡es inmensa! Grande, gruesa, suave, huele bien y comer estos dos huevos que tienes y jugar con ellos dentro de la boca es una delicia que ¡me encanta!


- ¡Joder nena! Si continúas así me voy a correr.


- Deseo que lo hagas papá, deseo desayunar de ti.


- ¡Oh hija!


Continuó varios minutos así, yo me dejaba hacer, pasivo, y gozando de una mamada hecha con toda la pasión y amor del mundo. La avisé de lo que saldría de ahí y abrió bien la boca para recibir dentro todo el semen mañanero que le solté. Le puso deleite saboreando y lamiendo toda la magnitud de mi pringado falo, dejándomelo completamente sin rastros.


- Venga papá, ahora una ducha y en marcha. He de acercarme al ayuntamiento, he de llevarles los documentos para empezar a dar clases de auxilio de enseñanza básica a los niños este verano, a partir del próximo lunes, tres horas al día.


- Vaya, te lo llevabas escondido ¿Vas a dar clases?


- Sí, de repaso a varios niños del pueblo, me han seleccionado y no van a pagarme mal.


- Pues venga, a la ducha, que yo esta tarde también salgo de viaje con el camión y hasta el jueves por la mañana no regreso.


- ¿A dónde vas?


- A París, bueno muy cerca, descargo ahí y me cargan otra vez de vuelta.


- ¡París! ¡Cómo me gustaría venir contigo!


- Vente si quieres, ahora ya eres mayor de edad para venir en el camión y cruzar fronteras.


- ¿Amanda no podría venir?


- Es complicado, aún no tiene los dieciocho.


- ¡Vaya! ¿Vamos a la ducha?


- Vamos.


El agua de la alcachofa acariciaba nuestras pieles, mientras nos enjabonábamos mutuamente ¡Cuantas duchas así con su madre! Casi los mismos frotes y sonrisas, jugando con la esponja en busca de nuestras cosquillas. Que decir que aquello terminó como en la mayoría de veces terminaba con su madre. Empotrada a la pared, sentada y ensartada sobre mi polla en un mete saca frenético. Cuando mi hija llegó al orgasmo aspire su aliento tal y como me gustaba hacerlo, con pasión.


Quiso repetir el desayuno, como ella nombró al acto de tragarse mi semen. Me miró desde el suelo, arrodillada me sonrió con aquella sonrisa que empezaba ya a conocer, pícara. Mientras se relamía los labios aprovechando restos de su desayuno, me dedique a gozar del momento, sin querer pensar en nada.


Después de desayunar, ambos nos fuimos uno para cada lado. Yo a llevar el remolque del camión a la empresa para que me lo cargaran y ella al ayuntamiento. Quedamos en comer juntos al mediodía en un restaurante del pueblo. Después yo pasaría un momento por casa a buscar algunas cosas para el viaje, la dejaría ahí y me iría hacia Paris.


A la hora convenida yo estaba en el restaurante, ella demoró unos minutos y con ella llegó una sorpresa, Lucía. ¿La había invitado mi hija a comer?


- Hola papá


- Hola hija, hola Lucía.


- Papá, queremos venir a París contigo.


- ¿Cómo?


- Sí, papá, he pensado que mientras tu descargas y dices que tienen que cargarte de nuevo, yo y Lucía podemos visitar un poco París ¡Me gustaría tanto! Va di que sí.


- ¿Tu Lucía ya tienes los dieciocho?


- Sí Pedro, los hice el mes pasado, mira he cogido el DNI.


- ¿Y tus padres, te dejan?


- Mi madre encantada, mi padre como si no existiera.


- Tendremos que dormir los tres en el camión.


- Nosotras en la litera de arriba y tú en la tuya de abajo. La cabina es grande, los tres podemos dormir y descansar perfectamente, además, así te hacemos compañía.


- Bueno, visto así ¡dios mío en que líos me meto!


- En ninguno papá, verás cómo vas a agradecer nuestra compañía.


- Bueno, pues venga, vamos a comer, pedid lo que queráis, nos espera un trayecto largo.


Los tres comimos deliciosamente, como es habitual en este restaurante, y después nos fuimos a mi casa. Lucía llevaba una pequeña mochila, mi hija se preparó otra, mientras yo iba poniendo en orden las cosas de la casa y cargué la nevera con varios víveres y cosas para picar por el camino. Una vez listos nos subimos al camión y fuimos a enganchar el remolque.


No quise pensar en nada, no quería tener un viaje tortuoso imaginando desgracias y comiéndome la olla en todo lo que me estaba pasando, por lo que decidí cogerme el viaje feliz y como si fuera una excursión con mi hija y su amiga. Inhibirme de todo esto me permitió observar bien al par de mujercitas que llevaba a bordo. Me contagiaban sus risas, sus comentarios y preguntas al ir pasando paisajes, hacían ameno y divertido el camino.


Llevábamos tres horas de viaje y tuve que pararme a estirar un poco las piernas y descansar. La próxima parada ya seria para dormir muy cerca del destino. Los tres nos bajamos del camión y entramos en el área de servicio. Ellas se fueron al servicio y yo también. Andamos un poco por esta área, por sus tiendas y zonas de confort.


Antes de volver a subir al camión, ellas se pusieron a jugar con el chorro de una fuente, al acercarme yo, también me salpicaron con el agua. Al final entre juegos de tirarnos agua, y riéndonos, terminamos empapados los tres. Yo me quité la ropa y me puse un pantalón corto y una camiseta sin mangas. Ellas más ligeras de ropa no podían ponerse, una simple camiseta y un tanga dejaban a la fresca sus estupendos cuerpos de jovencitas.


En el camión, Lucía empezó a mirarme malintencionadamente o bienintencionadamente, depende de cómo se mire. Se fueron las dos detrás a estirarse sobre el camastro. Cuchicheaban cosas que no llegaba a escuchar. Mi hija se quedó dormida, según dijo Lucía cuando apareció en los asientos a mi lado. Me empezó a poner nervioso. Se había sentado con las piernas cruzadas como Buda sobre el asiento. Quería mirarle la cara, pero cada vez que yo volteaba la cabeza mi visión iba involuntariamente o no, a su entrepierna. Aquel minúsculo tanga le dejaba a la vista buena parte de su panocha y he de reconocer que la chiquilla estaba un hartón de buena y apetecible. Me empecé a calentar.


- Pedro ¿Recuerdas lo que te pedí?


- ¿Qué me pediste Lucía?


- Que me desvirgaras


- Ya, quedamos que lo hablaríamos.


- Podemos hablarlo ahora.


- Ahora no, no ves que está Esperanza detrás durmiendo, puede oírnos.


- Ella ya está de acuerdo en que me desvirgues, lo hemos hablado las tres, y con Amanda también.


- ¡Joder! Al final con todo esto me voy a meter en un lio.


- Hemos pensado que esta noche seria buen momento, te lo digo por si puedes parar a pasar la noche en un sitio discreto y que estemos bien. Me gustará que lo hagas también bajo las estrellas como con Amanda y Esperanza.


- ¡Joder, joder, joder! ¿Sabes lo que me dices Lucía?


- Sí Pedro, te lo pido por favor, además mira como tienes el pantalón, como una tienda de campaña. Estás empalmado, ja, ja, ja…


- Lucía ¡Joder!


La muchacha era decidida y valiente, sin mediar ninguna palabra me sacó el rabo del pantalón y empezó a chupármela. No lo hacía mal. Empecé a toquetearle de mientras sus pechos y su culo. Mis dedos iban ladeando tanga y empezaron a jugar con su coño. Su clítoris recibía la caricia de mis yemas completamente mojadas por sus fluidos. Ella empezó a jadear y a tragar buen cacho de rabo.


- ¡Que polla tan maravillosa tienes Pedro!


- Un poco grande si es ¡como la chupas, joder! Tienes experiencia.


- La tuya es más grande que la de Amanda, son las únicas que he catado.


- ¿No has follado con Amanda?


- No, las tres decidimos que tú debías de desvirgarnos, y mi momento ha llegado, no veo la hora ya para que me folles.


- ¡Vaya en líos que me vais a meter! ¿Y si tu madre se entera?


- ¿Si se entera de que? Oh, ohm, oh ¡Que buena y sabrosa está tu polla Pedro.


- Para ya, que me vas hacer correr.


- Me lo comeré todo, seguro que está más sabroso que el de Amanda.


- ¡Joder, joder, joder!


La verdad que la chiquilla me estaba haciendo una buena mamada y sabía lo que se traía entre manos, porque lo hacía espléndidamente. Vi una zona habilitada para pararse y me paré. Eso despertó, o no, a mi hija, incluso yo ya dudaba si dormía o ya llevaba tiempo escuchando o viéndonos.


- Vaya papá, que bien os lo estáis pasando sin mi ¡eh!


- Hija, tú y yo tenemos que hablar, me tienes que contar la verdad de todo, lo que has dicho y con quien has pactado que le desvirgue, eso es traición y en casa siempre nos hemos hablado claro y dicho la verdad.


- ¡Es tan sabrosa la polla de tu padre Esperanza! que buena que está.


- Papá debes sentirte afortunado, y ten por seguro que todo esto lo he hecho por tu bien y el mío. Dime si no ¿Cuántos hombres en el mundo envidiarían estar en tu lugar en este momento?


- No es eso hija, no es eso… ¡para Lucía que me corro!


- Dámela, sí, sí, sí…


- Sí papá dale biberón a Lucía, relájate y disfrútalo.


- ¡Oh, sí, sí, sí! Toma chiquilla, toma… toda para ti ¡AH, AH…!


Con arcadas incluidas y mocos de semen saliéndole por la nariz, se lo tragó todo. Más de cinco minutos se pasó después de correrme lamiendo, chupando y besando mi polla. Imprevisiblemente mi hija desde atrás se subió encima de ella y me dio un beso con lengua de los que saben a gloria bendita.


- Gracias papá.


- Gracias Pedro, tu semen sabe muy bien, pero casi me ahogo, sale mucho. Debe de ser una gozada follar contigo y sentir el coño lleno con semejante cantidad de leche tan caliente ¡Que pasada!


- Bueno chicas, ahora a recomponerse que debemos seguir la ruta.


- Te quiero papá


- Y yo a ti hija.


- Yo también te quiero Pedro.


- Y yo a ti Lucía también mucho.


Al decirle esto la muchacha se sentó sobre mí, me rodeó el cuello en un abrazo y me besó. Buscó con su lengua la mía y nos disolvimos en un morreo en toda regla. Su sexo que carecía ya de la protección de aquel minúsculo tanga, empapaba mi polla por la cantidad de humedades que soltaba. Pero solo se frotaba la panocha con ella, Esperanza le recordó que aún no, que debía de ser bajo el manto del cielo en luna llena.


Después me enteré que tenían pactado entre ellas que su pérdida de virginidad debía ser un día de luna llena al aire libre. Entonces comprendí la encerrona a la que me habían sometido; el polvo con Amanda, con mi hija y ahora Lucía era la que esperaba la llegada de la noche. Pero continuó rozándome con su coño la polla, me ofreció sus pechos, que chupé, lamí y besé con auténtica devoción, hasta que se corrió. Soltó tanto líquido que me dejó los pantalones empapados.


Me dispuse a cogerla por la cintura y llevarla al asiento de al lado, pero la imagen de aquella juvenil vagina goteando, mi cerebro no lo soportó. Como quien dice me metí su coño en la boca, lo refregué por mi mentón, por mis mejillas, lo saboreé y comí con ansía aquella delicatesen, que me transportó casi a la locura de cogerla y follármela, follármela y follármela, seguida y locamente. Mi hija debía de percatarse y me paró.


- Esta noche papá, esta noche Lucía será para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer! Ya estoy deseando que llegue la noche.


- Bueno ¡joder, joder, joder! Hija, me tenéis hecho un burro, habéis jugado conmigo, esto que hacemos no es normal. Yo soy un hombre adulto y vosotras unas niñas, aunque tengáis dieciocho no dejáis de ser unas niñas, y encima tú, eres mi hija.


- Relájate papá, eso ya lo hemos hablado, siéntete afortunado y no cabreado por lo que está ocurriendo. Siempre has dicho que mi felicidad es la tuya, pues hazme feliz papá, hazme feliz que yo seré la persona que más te amara en este mundo.


- Pedro; Amanda, Esperanza y yo, somos amigas, desde los quince. Cuando terminamos primaria hicimos una alianza de amistad y compromiso. Las tres decidimos y nos juramos que a los dieciocho, perderíamos nuestra virginidad de la misma manera, bajo la misma luna llena, y bajo el mismo cielo al cumplir los dieciocho. Las tres elegimos esta luna llena para desvirgarnos.


- ¿Y por qué yo?


- Creo que todas desde los quince estamos enamoradas de ti ¿Eh, Esperanza? Ja, ja, ja…


- Sí Lucía ¿Te acuerdas cuando seleccionábamos tíos? Ja, ja, ja…


- Ja, ja, ja… habíamos pensado en cada uno que vaya, ja, ja, ja…


- Y yo ¿Por qué? Si soy mayor que vosotras ¿No pensasteis en algún chaval de vuestra edad?


- Papá, más que guapo, eres interesante, tus facciones y cicatrices te dan un aire varonil, al igual que tu físico, eres amable, divertido, cariñoso y fuerte, además polla como la tuya no hemos visto ninguna ja, ja, ja…


- ¿Te acuerdas la primera vez que le vimos la polla a tu padre?


- Ja, ja, ja, sí que me acuerdo, luego estuvimos mirando hasta en revistas, si veíamos una igual, ja, ja, ja…


- Vaya, de lo que se entera uno. ¿Y cómo me la visteis?


- ¡Au, te la hemos visto tantas veces! lo que pasa que tú no te has dado ni cuenta cuando te espiamos.


- Vaya, no sé si cabrearme o pasar de todo.


- Pasa de todo y no pases de nada que no sea por nuestra felicidad. Eres el mejor padre del mundo. Te amo.


- Gracias hija, que me digas esto, al menos me reconforta y no me hace sentir tan culpable.


- Yo también te amo Pedro.


- Gracias Lucía, es un halago que una preciosidad de jovencita como tú le atraiga uno.


- Deseo que llegue la noche Pedro.


- Pronto llegará, ahora vamos a hacer kilómetros, llevamos ya un poco de retraso sobre lo que había previsto.


- Pero ¿Ha merecido la pena, verdad papá? Ja, ja, ja…


- Si hija, sí, ja, ja, ja…


Emprendimos ruta destino París. En tres horas llegaríamos a un lugar que conocía de viajes anteriores, solo a media hora de donde debía ir a descargar. Una vez que Angustias se vino conmigo haciendo el mismo trayecto, paramos ahí. Estaba cerca de un pueblecito donde había un restaurante en el que comimos muy bien, y aparque el camión a las afueras, al lado mismo de un riachuelo de agua fresca, donde aquella vez nos bañamos y todo. Haría la misma parada.


¿La chica quería ser desvirgada bajo un manto de estrellas del firmamento? pues se merecía el lugar. Me la follaría en un sitio mágico. Así fue, llegamos al pueblecito ya anocheciendo. Mi destino estaba a solo media hora de ahí. Cenaríamos, pasaríamos la noche ahí y mañana temprano ya etaria en el lugar descargando.


- Bueno princesas, en este pueblo vamos a cenar, mirad que bonito es, nos daremos una vuelta por él.


- ¡Bien papá! Vamos a vestirnos Lucía, que mi padre nos luzca, ja, ja, ja…


- Con dos bellezas como vosotras, seguro soy la envidia de todos, ja, ja, ja….


- ¡Qué bien se está contigo Pedro! Esperanza si es la envidia de todas, todas querríamos a un padre como tú.


- Bueno, no será tanto y no me peloteéis más que no vaya a ser que me arrepienta.


- Ja, ja, ja, papá ¡arrepentirte tú! Ja, ja, ja…


- Bueno ¿queréis tomaros un refresco en este bar?


- ¡Qué plaza tan bonita!


Nos sentamos en aquella terraza por donde circulaba un montón de gente, paseando como nosotros y gozando de la tranquilidad que ahí se respiraba. La verdad es que era la envidia de todo el mundo que miraba, más a ellas que a mí. Nos tomamos un refresco y nos fuimos a cenar.


En el restaurante continuaba habiendo las camareras de siempre, una vez tuve un lio con una, nada importante, un mete saca rápido en el camión y nada más. Aquel día llovía mucho y la acerqué a su casa que estaba a pocos kilómetros. Fue la que vino a la mesa a atendernos.


Las niñas tenían hambre de verdad y yo también. En esta zona se come bien. Acompañamos la cena con una botella de vino. Estuvimos contándonos anécdotas graciosas y las risas estaban presentes en la mesa. La camarera me guiñó un ojo y me hizo un ademán para que me dirigiera al servicio. Disimuladamente así lo hice.


Cuando entré ya estaba ella esperándome, abrió la puerta enseguida de un habitáculo al lado mismo del servicio y me hizo entrar. Solo entrar y su mano se fue a mi paquete. Sus padres eran españoles. Me contó aquél día que la llevé a su casa que eran refugiados republicanos y que ella ya nació en Francia. Se llamaba Fuensanta, en honor a la virgen del pueblo de Jaén de su madre.


- Pedro ¿Me llevarás a casa hoy?


- Fuensanta, voy con mi hija y una amiga, te puedo acercar, pero hoy no podremos follar.


- ¡Qué pena! Con lo que me gustó la última vez.


- ¿Pero no estás casada Fuensanta?


- Pero mi marido no tiene esta polla, ja, ja, ja…


- Si continuas masturbándome así, te follo aquí mismo, ja, ja, ja…


- Cuatro chupetones para recordarla Pedro y debo volver a servir en las mesas.


- Chupa un poco venga, un aperitivo no te sentará mal, ja, ja, ja…


- Si te corres rápido me lo trago todo.


- No voy a correrme, que después me pongo muy burro y hoy he de mantener el pito en paz.


- ¡Joder! Mi marido cuando se corre ya no se le vuelve a levantar en el día. Ja, ja, ja…


- Yo cuando me corro, más burro me pongo, cada cual es como es.


- Contaré los días para volver a verte, la próxima no te escapas ¡Que pedazo de huevos! Chupar eso es una delicia.


- Venga salgamos ya, que mi hija también estará pensando a ver que hago.


Salimos y por mala leche al salir me encuentro con Esperanza que ya venía en mi busca para ver si me había ocurrido algo. No se miraron ambas con muy buena cara. De los ojos de mi hija salieron rayos amenazantes. La rodee con mi brazo por el hombro y regresamos a la mesa.


- ¿Y esa, papá?


- Una conocía de otros viajes, la camarera que nos ha atendido.


- Sí ya sé que es la camarera que nos ha atendido ¿Te has enrollado con ella?


- Una vez que la acerqué a su casa.


- Vaya, mi papá es un ligón, ja, ja, ja…


Llegamos a la mesa.


- Sí que habéis tardado ¿Dónde estabais?


- Mi padre Lucía ha tenido un encuentro furtivo con la camarera.


- ¿Te la has follado Pedro?


- ¡Joder! No, no y no, no hablemos más del asunto, nos hemos saludado porque nos conocemos de otros viajes. Sus padres son españoles y cosas de compatriotas.


- Es guapa la camarera.


- Sí lo es y está casada.


- Un cornudo más, ja, ja, ja…


- Esperanza, no te pases tampoco, la muchacha es buena gente. Bien ¿Habéis comido bien? ¿Os apetece algo más?


- No. ¿Nos vamos a este sitio que dices mágico a pasar la noche?


- Sí, hija, vámonos.


La luz ya de la luna nos acompañó en el trayecto hacia la vera del río. El lugar estaba tranquilo y solitario, no había nadie. A las muchachas les gustó.


- ¡Que guay Lucía!


- Si Esperanza, que sitio tan bonito ¿Dormiremos aquí?


- Aquí dormiremos, aquí follaremos y aquí perderás tu virginidad.


- Ja, ja, ja, papá ¡estás loco! Pero me gusta.


Aún no había maniobrado correctamente el camión para dejarlo bien aparcado, que ya estaban desnudas dentro de la cabina las dos mirándome.


- ¿Qué me miráis? ¿Qué tengo monos en la cara? Ja, ja, ja…


- Lo que tienes es una polla de gorila, ja, ja, ja…


- ¡Hija…!


- Papá…, sácatela ya.


- Esperad que termine de dejar el camión bien puesto.


He de reconocer que aquello era una estampa divina. Las dos jovencitas con sus hermosos cuerpos de niña crecida, en la cabina y en pelotas, con el reflejo de las luces de colores del tablero de mandos del camión, parecía la escena de una película de esas de Perpiñán.


Cuando paré el camión, les dije a ambas que cogieran una manta cada una, entendieron y salieron del camión. Comprobé las puertas del remolque y di la vuelta tranquilamente alrededor para observar los alrededores. Todo estaba tranquilo. Me persone ante ellas y las vi en aquel momento, diminutas, desnudas y arrodilladas sobre una manta, con su mirada, lanzándome rayos de deseo. ¿Tan caliente era mi hija? No quise pensar en eso, debía olvidarme que era mi hija, al fin y al cabo por ella circulaba sangre igual de caliente que la mía.


Empecé a desnudarme ante ellas, como el mejor actor de estriptis, me saqué la camisa, lentamente, ofreciéndoles la visión de mi velludo pectoral y marcando la tableta de mi abdomen. Ellas estaban embobadas mirándome. Empecé a bajarme el pantalón corto que llevaba, pero solo lo hice hasta medio culo, me giré ofreciéndoles el inicio del canalillo del culo y moviéndolo como una bailarina, bailé.


Ellas esto les provocó la risa, se reían, y de eso se trataba, de quitarle tanta seriedad y forma al revolcón que nos esperaba. Había que desvestirse. Frente a ellas, como hadas de rio, diminutas y alegres, que de rodillas estaban a mis pies, las invité a observar la puesta en escena de mi polla, que ya estaba como el as de bastos. Le daría el privilegio a Lucía, ella era el motivo, la pérdida de su virginidad.


- Lucía, bájame el pantalón, preséntate a mi polla que a partir de este momento, es para ti.


- ¡Oh Pedro! ¡Al fin! Gracias, gracias, gracias…


La muchacha me bajó el pantalón y mi polla dio un brinco hasta mi ombligo. Estaba terriblemente caliente. El hecho además de que mi hija, ahí al lado, desnuda, nos mirara, más morbo me daba. ¿Seré un pervertido?, tuve que volver a quitar de mi cabeza las preguntas a las que no encontraba respuesta. Volví a la realidad, y esa era que una muchacha de dieciocho años, que era un bombón, me estaba comiendo la polla.


Me sentía como Sansón, fuerte, gigante, me agache y cogí a Lucía por los hombros, la levanté hasta poner a la altura de mi boca sus pechos, literalmente los devoré, le hice chupetones hasta llegar al límite ya de provocarle dolor, se le pusieron los pezones como dos balas. La muchacha suspendida en el aire, solo agarrada por mis manos en sus hombros, como dos tenazas, intentaba rodearme la cintura con sus piernas, pero mis movimientos no se lo permitían, la acercaba y separaba como yo quería. Su peso era como el de una pluma ante mi fuerza. Me entretuve largo tiempo en sus pechos, hasta que dejé que su cuerpo se fuera deslizando por mi pecho, entonces fue cuando pudo rodearme la cintura con sus pies.


Se sostenía por su abrazo a mi cuello, por sus piernas rodeándome la cintura y por mi polla que dura como una tranca estaba en la misma entrada de su coño. Bien agarrada por el culo me disponía a meterle ya el rabo cuando me habló.


- ¡Oh Pedro! ¡Que placer me estás dando! Se suave por favor, no me hagas mucho daño ¡la tienes tan enorme! Que parece que no pueda caber eso dentro.


- Relájate princesa, quizás al principio te va a doler un poco, pero verás que cuando se acomode dentro, lo gozarás.


- Lucía, papá, yo os ayudo.


Al decir esto mi hija, a gatas, se dirigió rápidamente hasta debajo de mis huevos y del coño de su amiga. Me agarró el rabo y empezó a chupármelo y llenarlo de saliva. Cuando ella lo creyó ya bien lubricado, lo apuntó a la misma entrada de la vagina y lo sostuvo, hasta que el glande y un trozo más se metieron dentro. Empezó a pajearme el trozo que se había quedado fuera. Yo con un movimiento disimulado conseguí que me soltara el pene y que lo dejara para que Lucía, ella misma a pequeños golpes de cintura, fuera metiéndose en cada embestida más rabo dentro.


Empezamos a besarnos de verdad, como últimamente estaba besando a mis amantes, con devoción y pasión, intercambiando salivas y aspirando aliento. Ella aferrada a mí, emitió el grito más agudo que hasta la fecha había escuchado, cuando de un golpe, terminó por entrar toda mi polla dentro de aquella abrasante vagina que parecía me la succionaba.


- ¡Dios papá! Pareces un dios follándote a una ninfa.


- ¿Te gusta ver follar a tu padre hija?


- ¡Me encanta! Ya he tenido un orgasmo solo mirándoos.


- Tú amiga ¿No quería dejar de ser virgen? Pues ya no lo es. ¿He Lucía?


- ¡Ah, ah, ah, ah, ahí, ahí, sí, sí! ¡OH, OH, OHM…!


Lucía era incapaz de decir nada que no fueran jadeos y gemidos. Con mi polla ya bien acomodada empecé a hacerla botar sobre ella. La embestía con un mete saca frenético y rápido que llevaban en péndulo mis huevos a aplaudirle el ojete. Mi hija se dio cuenta y a la vez que se masturbaba viendo el espectáculo de vez en cuando me agarraba los testículos, los lamia y jugaba con ellos.


No conté los orgasmos que llegó a alcanzar Lucía, creo que ya era uno solo y eterno. De su coño salían indecentes cantidades de líquido. Mi hija tenía los morros embadurnados de ellos y se relamía.


- Pedro ¡AH, AH! Lléname el coño con tu leche ¡Ah, que placer, oh, oh!


- No quiero preñarte princesa.


- Yo no puedo quedar embarazada, córrete dentro de mí con tranquilidad quiero notar el coño lleno de leche, ah, ah, ah, oh, oh, ¡AH…!


- Voy a llenarte pequeña. Voy a llenarte, porque ya me Viene… AH….AH…


¡Joder si se lo llené! Y bien repleto quedó. Ella desfalleció tras un gemido, agudo largo y ahogado, quedó sin fuerzas y ya ni se me agarraba, era yo quien la sostenía derecha y ensartada a mi rabo. Nos tumbamos sobre la manta, sin sacársela, respiramos los dos en un boca a boca, y con mi aliento, empezó a recobrar el sentido. Abrió los ojos lagrimeando ¡Que hermosura de muchacha! La besé y quedé postrado de rodillas ante ella con el pito metido. Le levanté las piernas y empecé a chuparle los pies. Mi lengua se deslizaba entre dedos y a ella esto le provocó un gran placer. A la vez, le iba metiendo y sacando el rabo a un ritmo lento.


- ¡Dios mío Pedro! ¡Que placer dios mío! Tu leche arde dentro de mi coño. Jamás hubiera imaginado que se podía llegar a este grado de éxtasis. Eres mi dios Pedro, ah, ah, ah ¡como follas dios mío! Oh, oh, oh… ¡Que polla! Ah, ah, ah…


- Gózala muchacha, gózala.


- Papá, dale por el culo como a mí, le gustará.


- Diablillo ¿Te ha gustado como he desvirgado a tu amiga?


- Mucho, ya no se las veces que me he corrido viéndoos papá.


En el momento en que me la iba a sentar de nuevo a mi polla para ir a follármela por el culo en el riachuelo, aparecieron dos hombres. Primero les vi la sombra, se acercaron rápido y no tuve tiempo de maniobra. Uno llevaba una pistola con la que me apuntó y no venían con buenas intenciones. Entre ellos hablaban árabe. En aquellos años de la legión en Marruecos, aprendí algo el idioma y los entendí perfectamente.


- ¿Qué queréis de nosotros dejadnos en paz?


- Mira, si aquí el pervertido con dos niñas, habla hasta árabe.


- No soy un pervertido, ellas son mayores de edad y estamos tranquilamente follando, solo habéis venido a tocar los cojones.


- Vaya, ahora resulta que el viejo es un machito. Saca la polla de esta chica, venga.


- Si las tocáis hoy aquí moriremos tres.


- ¡Huy que valiente! Eres español, nosotros también hablamos español, si hablas árabe, seguro eres un hijo de puta legionario.


Dijeron esto, el de la pistola no dejaba de apuntarme en la cabeza y yo ante esto, recordé precisamente la legión; “ante el peligro nunca hay que perder la calma, siempre llega el momento, solo hay que estar alerta”.


El otro se fue a las chicas y con una cinta de esas adhesivas las ató, sentadas y de espaldas una con la otra.


- Tú ponte de cuatro patas, venga. Mira Ahmed, si tiene hasta una polla grande, ja, ja, ja… el hijo de puta legionario que de niño me dio por el culo también la tenía gorda.


- A vosotros a los doce años os folla el culo cualquier familiar.


- ¡Serás hijo de puta! Plaf, plas, plas, plas…


Me dio cuatro bofetadas a mano abierta, pero yo permanecí inmóvil, paciencia, al que tenía la pistola no le quitaba el ojo, esperaría el momento.


- Vas a ver ahora puto legionario de mierda, quien te va a dar por el culo, y después me cepillo a estas furcias.


- Oye si queréis dinero, os lo doy, pero a ellas dejadlas en paz.


- Tranquilo, que tu dinero nos lo quedaremos igual, ja, ja, ja…


El hijo de la gran puta de moro quería empezar a follarme, como yo cerraba el ojete, el tío me metió la pistola.


- Si lo cierras, te lo abriré de un tiro.


- Hijo de puta pagarás por eso


- Ja, ja, ja, toma rabo, legionario maricón. La verdad es que tienes un culo redondo y bonito ¿Te gusta mi polla?


El otro frente a mí, era el que tenía ahora la pistola, me miraba y se sacó el rabo. Maricón debía ser, porque la escena le había puesto caliente y tenía una gran erección.


- Chúpame el rabo


- Ni lo sueñes


Me dio dos ostias con la culata de la pistola y me obligó abrir la boca, mientras su compañero iba penetrándome desde atrás resoplando. Me metió la polla en la boca, le mordí, había llegado el momento.


Al hacer el movimiento con el brazo, abriéndolo, para darme una ostia con la culata de la pistola, fue cuando le pude agarrar la mano con la que sostenía la pistola. Puse un dedo sobre el suyo, el que estaba precisamente en el gatillo, giré rápido el arma rompiéndole la muñeca, quedando la pistola apuntando a su sien, apreté sobre su mismo dedo y sus sesos se fueron a dar pasto a los peces del riachuelo. Su compañero quiso huir, pero con el pantalón bajado, tropezó. Le di una patada en los huevos que lo dejó ahogándose intentando coger aire. Lo agarré del pelo y lo llevé junto al difunto de su compañero. Volví a coger la mano que aún sostenía el arma, le apunté a la cabeza, y sobre su mismo dedo apreté el gatillo tres veces, para asegurarme que el moro se iría a ver a Alá.


Rápido fui a desatar a mi hija y a Lucía que en pánico lloraban desconsoladamente. Recogí cualquier muestra que pudiera haber de nuestra presencia, nos subimos al camión y salí de allí cagando leches. A los cien metros pude ver un mercedes de esos viejos que llevan los moros aparcado en el arcén, seguro que era su coche. Las muchachas se abrazaron detrás en el camastro y lloraron hasta que me paré en un área de carretera cercana donde había incluso vigilancia. Pasaríamos la noche allí.


- Hija, Lucía ¿Estáis bien?


- ¡Oh papá! Muertas de miedo, suerte que eres fuerte, nos has salvado la vida


- Relájate hija, he hecho lo que debía de hacer No vamos a decir nada de esto, ni a la policía, creerán que ha sido una disputa entre ellos y se han matado. Vamos a vestirnos y saldremos a respirar.


- Sí papá, toma tu pantalón y tu camiseta


- Gracias hija.


- Pedro eres el hombre más fuerte del mundo, tu solo has podido con los dos, eres mi héroe.


- No he hecho más que cualquier hombre hubiera hecho, ante una situación como esta.


- Te amo Pedro.


- Yo también os amo Lucía, va vestíos, he de tomar el aire.


Salimos, en el área todo lo comercial estaba cerrado, se acercó un agente de seguridad a saludarnos.


- Buenas noches


- Buenas noches agente.


- ¿Van a pasar la noche aquí?


- Sí, en la cabina del camión dormiremos


- ¿Esas muchachas son mayores de edad? ¿Qué relación tiene con ellas?


- Sí las dos son mayores de edad, una es mi hija y una compañera suya, han querido acompañarme para ver París, como descargo y cargo en Orly, quieren aprovechar el día de mañana para ir a ver la torre Eiffel.


- Muy bien, aprovechando el viaje. Que tengan buena noche.


- Igualmente agente, buen servicio.


Nos fuimos los tres al servicio del área, entramos en el bar abierto veinticuatro horas, nos pedimos tres cola cao grandes con leche caliente.


- Papá esos moros llevaban muy malas intenciones.


- Ya puedes estar segura hija, nada bueno nos hubiera ocurrido.


- ¿Por qué te dieron por el culo?


- El moro dijo que un legionario le dio por el culo de pequeño y como han visto que yo era legionario, pues querían pagarme con la misma moneda, sed de venganza.


- ¿Nos hubieran violado a nosotras?


- Lo más seguro que sí, y quizás nos hubieran matado y todo, para después robar lo que hubieran podido. Así es la vida de esta gente.


- ¿Todos los moros son igual?


- Por suerte no hija, hay moros buenos y trabajadores, lo que pasa, es que los que vienen a Europa, vienen a eso, a delinquir y a vivir del cuento.


- En mi vida he tenido tanto miedo Pedro.


- Yo también papá, nunca había tenido tanto miedo.


- Bueno, ahora ese cola cao nos reconfortará y a dormir, que mañana será otro día.


- ¡Con lo bien que nos lo estábamos pasando! ¿Me vas a follar el culo mañana Pedro?


- ¡Joder chiquilla! ahora no pienso en eso, ya mañana se verá cómo va el día, espero no nos viera nadie.


Ya en la cabina, ellas se tumbaron enseguida en la cama, se abrazaron en la litera de arriba, y yo me quedé mirando el cielo a través de la luna del camión. La noche era estrellada, y pude ver la estrella que me recordaba a Angustias. Brillaba como nunca en aquel manto infinito de luces celestiales. Pareció que me decía que cuidara a nuestra hija.

Continuara??
Espero que sí. Debemos recordar que esto es un relato, seguramente ficticio. Puede gustar o no, pero es indudable que desprende un morbo espectacular. A mi me gustaría seguir leyendo.
 
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