La novia de mi hija 3

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13 Jul 2024
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Pasaban las horas y con el ajetreo vivido me era difícil dormir. En la cama estaban ellas abrazadas, dormían. Eran una postal. Me estaba comiendo la cabeza, con todo lo que había pasado ¡como cambiaba de deprisa el mundo! Ahora mirándolas solo veía a dos dulces angelitos que con solo la presencia de su aroma ya me ponían el pito tieso.


Sigilosamente me tumbé a su lado primero, pero mi hija se puso encima de mí y yo la dirigí a mí otro costado, en medio me quedé. Aunque fuera quizás en sueños, debieron notar mi presencia, al momento las dos me abrazaron, y a las dos se les fue su mano reposada sobre mí pene. Esperanza con un huevo entre sus dedos empezó a jugar con él. Sus movimientos eran lentos, suaves, sus delicadas y jóvenes yemas me pusieron el pito a reventar.


Lucía me agarró el tronco, soñolienta me miró, la expresión era de niña puta llena de salacidad quieta. Empezó a lamerme el rabo, emprendiendo una mamada. Mi hija entretenida jugando con mis testículos empezó a besarme los pezones. Se fue, recorriéndome el cuerpo a besos, hasta llegar a mis partes bajas, juntas las dos entrelazaban sus lenguas y saboreaban sus salivas con mi polla de por medio.


¡Vaya mamada! Me estaban haciendo, a cuatro manos, a dos bocas y a dos lenguas. Más ensalivado el pito no podía tener. Les avisé que estaba pronto a correrme. Las dos querían compartir desayuno, esperaron la salida de mi esperma con auténtica pasión. Se lo intercambiaron a besos, y estuvieron mucho tiempo dedicadas a eso con mi rabo en complicidad.


Después de este despertar matutino, aún era muy temprano, decidí tirar ya para mi destino a descargar. Ellas continuaron en la cama durmiendo. En el muelle de descarga me alertaron que intentarían descargarme enseguida, pero que un par de horas tendría que esperar. Aproveché para informarme bien de los transportes al centro de París, a solo un kilómetro había una estación de ferrocarril que en media hora las podía dejar en el centro, y había una frecuencia de cada media hora uno. Perfecto.


Cundo despertaron, nos pusimos en marcha y les comenté desayunando en la cafetería del polígono donde nos encontrábamos, los horarios. Le di a mi hija algo más de dinero para que se lo gastaran en la ciudad, no es precisamente una ciudad barata y que cogieran el billete de ida y vuelta. A las siete de la tarde como máximo las quería allí. Les dije que me esperaran en la misma estación del ferrocarril que a las siete la recogería.


Las vi partir hacia la estación con cierta aflicción en no poder acompañarlas, pero debía esperar la descarga, y después ir a pocos kilómetros a cargar. Después de darles varios consejos e instrucciones de cómo debían comportarse, se fueron hacia la estación. Iban preciosas con su mochila y ese aire juvenil entusiasmado en visitar aunque fuera solo por un día, París.


Me descargaron y me fui hacía el polígono donde debían cargarme. En el muelle me dijeron que en dos horas tendría el camión cargado, y yo para hacer tiempo, desenganché el remolque y me fui a un lugar cercano donde hay tiendas, bares y servicios. Principalmente sombras, el día era caluroso. En una tienda vi unas camisetas que me parecieron bonitas, compré cinco, para mí, para Esperanza, para Lucía, y para Amanda y Lola. Había también bañadores tipo pantalón, muy finos, y también me compré uno, aunque volvería a visitar a Rosa, tenía con ella un asunto pendiente con el bañador y su coño.


Cargado el camión y siendo ya la hora de la comida, me fui a un restaurante de esos típicos donde comemos los camioneros. Había poca gente. Comí y me fui después al camión a echar una siesta y a esperar la llegada de mis princesas. Cuando me tumbé en la cama el olor de ellas me impregnó. Ese olor me provocó una gran excitación, estuve a punto y todo de pajearme, pero decidí intentar dormir un poco. Realmente fue poco, no podía conciliar el sueño, aquel olor a ellas me provocaba una gran excitación y mi trampera era sublime. Decidí bajarme a dar una vuelta. Fui a una ducha, de esas de cabina que funcionan con monedas, que ahí las había y me di un buen duchado. Pantalón corto, camiseta y listos.


En el bar había dos mujeres en una mesa discutiendo en voz alta, y muy alteradas. Una discusión entre dos mujeres, nunca es buen presagio. Me limité a mirar hacia otro lado, aunque discutían en español y eso me hizo poner el oído. Resultaba que una le recriminaba a la otra haberle robado un cliente o algo así, por lo que deduje que eran putas. Así era, la discusión venía porque un cliente en principio las había contratado a las dos, pero al final solo se había llevado a una, y como el trato la hizo una de ellas, la otra le reprochaba el tiempo perdido.


La que se había quedado sin follar con el cliente y perdiendo el tiempo se marchó cabreada del bar. La otra se fue detrás de ella. Cuando yo salí me las encontré al lado del camión, fumando y aun discutiendo banalidades. Las saludé en español.


- Buenas tardes. ¿No hace mucho calor para discutir tanto?


- Hola. Vaya un españolito.


- Hola guapo ¿Vas en este camión?


- Pues sí.


- Oye ¿nos podrías acercar a la estación de ferrocarril del polígono norte?


- Hacia allí voy, pero tengo unas normas.


- Te hago una mamada por el camino si nos llevas.


- Las normas no son la exigencia de una mamada, aunque nunca viene mal. Las normas son que está absolutamente prohibido fumar en la cabina, además prohibido tocar nada.


- Vale, vale.


- ¿Cómo os llamáis?


- Anais y ella Penélope.


- Yo Pedro. Pues vamos.


Apagaron sus cigarrillos y se subieron. Pude ver que una de ellas era un travesti, su corta falda dejó entrever el paquete de su polla. Me hizo gracia, recordé a Amanda, pero no tenían nada que ver una con la otra. Amanda era otra cosa.


- Oye ¿Tu viajas solo?


- No, he venido con mi hija y una amiga suya, por eso ahora voy a la estación, han ido a pasar el día a París. De hecho me han acompañado en este viaje para ir a visitarlo.


- Nosotras somos artistas, lo que pasa que el mundo del arte está muy mal y con algo nos tenemos que ganar la vida. Anais pinta muy bien y yo soy actriz. Si quieres podemos follar, te lo haremos muy bien de precio.


- Tengo como norma no gastarme el dinero en putas, con la mamada, gratis, que me habéis ofrecido, me conformaré.


- ¡Vaya! No se te ha olvidado lo de la mamada, ja, ja, ja…


- ¡Cómo olvidar este ofrecimiento! Ja, ja, ja… por cierto ¿Cuál de las dos me la va a chupar?


- Yo misma, si no te importa, soy un travesti, pero mi boca a la de una mujer ni se nota e incluso lo hago mejor que ella.


- No me importa para nada que seas una chica con pito, solo que vayas con cuidado con los dientes.


- ¿Te la mamo ahora mientras conduces?


- Vale, perfecto, sácamela tú misma.


- ¿No te la lavarás antes un poco?


- Bueno está limpia, me he duchado en las cabinas antes de entrar en el bar donde discutíais, pero ahí tienes toallitas húmedas si lo deseas.


- Ok, a ver que tienes por aquí, ja, ja, ja…


Anais me sacó el rabo del pantalón y mi pito no tardó un segundo en ponerse tieso y duro como una tranca en su mano.


- ¡Por dios Pedro! ¿Eso qué es? ¡Vaya polla!


- A ver, yo también quiero verla… ¡Dios santo! Ahora hacia días no veía una así, y mira que de pollas veo cada día, ja, ja, ja…


- Si queréis, paro un momento, me tumbo en la cama y así podéis hacerlo a dos bocas y cuatro manos, si queréis, vaya.


- Para, que hasta me hace ilusión comerte la polla a mí también.


Paré en una zona de parada. Me saqué el pantalón y me tumbé en la cama. La mezcla de aromas que se conservaban ahí de mi hija y Lucía, aun perduraba y más tieso aún se me puso el rabo. Empezaron las dos a mamarme. Yo sin hacer nada las dejaba hacer, y no lo hacían nada mal. Anais se empeñaba en metérselo entero en la boca, pero no le cabía, llegaba hasta donde su náusea se lo permitía. Cuando hacía esto Penélope aprovechaba para probar ella y al igual que su compañera, llegaba hasta donde su garganta le decía basta.


- Vaya pedazo de rabo te gastas Pedro


- Es que además de grande es bonito, mira la forma de su capullo, y esas venas.


- Y esos huevos que tiene, es una gozada metérselos en la boca.


- Anais ¿A ti te caben? en la mía no, ja, ja, ja…


- Lo estáis haciendo muy bien las dos. Me agrada que mi rabo os guste.


- Pedro ¿Puedo follarte esa polla?


- Tú misma Penélope, súbete y a ver como trotas sobre ella.


- Yo también quiero que me folles el culo Pedro.


- Aquí dentro de la cabina no Anais, no quiero mierda disparada y que salpique por aquí dentro.


- Te entiendo, pues mientras ella te monta yo te comeré los huevos.


Penélope se subió encima de mí y se sentó sobre mi polla. Fue metiéndosela despacio, Anais la sujetaba con una mano mientras ella se la iba introduciendo. Cuando la tuvo toda metida, su rostro cambió, ya que la sorprendí. No esperé que ella se moviera, y fui yo quien empezó a golpes de cadera a hacerla botar con mi rabo metido. Se puso a aullar. La estaba martilleando a un ritmo bestial. Se corrió.


- Vaya con lo difícil que le es a ella tener un orgasmo, tú en tres minutos la has hecho correr. Mira como llora, ella cuando se corre yo lo sé, es porque llora, ja, ja, ja… ¡Qué envidia me dais!


- Sí, sí, sí, ¡fóllame, por dios! ¡Que placer dios mío! ¡Ah, ah, ah, sí, sí, más, más, oh, oh!


Más sorprendida se quedó cuando la abracé, agarré un pezón en la boca, la tumbé en la postura del misionero y sin dejar de chuparle los pechos empecé a martillearle aún más rápido el coño. No paraba de llorar. Mientras Anais se había atrevido a comerme el culo y los huevos desde atrás y metía casi toda su lengua dentro de mi recto. Esto me causó un placer enorme y las advertí que mi orgasmo estaba a punto de llegar. Penélope solo gemía y lloraba, Anais me reclamó la leche en su boca, que la avisara cuando me corriera, y así lo hice.


- ¡Joder Pedro! Pareces un tonel de la danone ¡Vaya cantidad de leche has sacado! No me ha dado ni tiempo a tragarla. Mira como me has puesto.


- ¡Dios que placer! Cuanto tiempo llevaba sin que nadie me hiciera correr así y como tú lo has hecho Pedro.


- Penélope, no me des tantas alabanzas que voy a cobrarte yo el polvo, ja, ja, ja…


- ¿Y si salimos de la cabina y me das a mí por el culo Pedro?


- Demasiada escandalera haríamos y además ya es hora de que empiece a acercarme a la estación a buscar a mi hija.


- ¡Que afortunada es la madre!


- Por desgracia, mi Angustias murió de un cáncer, soy viudo.


- Lo siento Pedro. Seguro que amantes con este rabo y este tipazo de hombre fuerte que tienes, no te faltaran, ja, ja, ja…


- No me puedo quejar, no.


Nos recompusimos todos, nos vestimos y emprendí trayecto hacia la estación del ferrocarril del polígono. Me bajé con ellas y miré horarios en las pizarras, el más cercano a las siete llegaría pronto, el otro a las siete y cuarto. Con media hora solo de diferencia podrían llegar en cualquiera, me esperé en el bar de la estación con ellas que esperaban también el suyo, que pronto llegó. Me despedí de Penélope y Anais deseándoles a ambas suerte en sus facetas artísticas, con besos a cada una. Me apuntaron un número de teléfono, por si algún día volvía por allí y Anais me recordó que le debía una follada de culo, nos reímos los tres.


Llegó un tren procedente de París centro y ahí bajaron ellas, cargadas de bolsas, riéndose y con una aura de felicidad a su alrededor que me hizo tremendamente contento. Se lanzaron a mis brazos y ya empezaron a contarme cosas de su experiencia en la capital.


- Papá ¿Sabes dónde hemos comido?


- No, dímelo tú.


- En el Mac Donalds.


- Ah y ¿eso qué es?


- Es una hamburguesería donde hacen unas hamburguesas buenísimas, en España solo hay en Madrid y Barcelona.


- ¿Estaban buenas?


- Buenísimas, yo me he comido un Mac menú de Big Mac y un Mac pollo, Lucía también, con patatas y coca cola.


- ¡Caray! Yo he comido una coq au vin, un pollo al vino buenísimo.


- ¿Ya tienes el camión cargado?


- Sí, ahora tiraremos tres horas de ruta, después descansaremos una hora y después dos horas más de trayecto y a dormir hasta la madrugada, por la tarde, mañana ya estaremos en casa.


- Nos lo hemos pasado genial, papá, lástima que Amanda no haya podido venir ¿Nos dejaras que te acompañemos otro viaje las tres?


- Claro hija, mejor compañía que la vuestra imposible.


- ¿Dónde tienes que ir la próxima vez?


- La semana que viene iré muy cerca de Milán.


- ¡Ostras Italia! ¿Podremos venir?


- Si queréis, por mi ningún problema.


- ¡Bien! ¡Bien! Te quiero papá


- Yo también te quiero hija


- Yo también te quiero Pedro


- Y yo a ti Lucía.


Ver a una hija feliz, es lo mejor que le pude pasar a un padre. Estaban radiantes y llenas de nuevas emociones. En el camión me fueron contando anécdotas que les habían ocurrido, al subir a la Torre Eiffel, el parque Elíseo, etc… Me enseñaron la ropa que se habían comprado y casualidades de la vida, se habían comprado dos camisetas iguales a las que compré yo, nos reímos de la casualidad.


Al pasar por el lugar donde la noche anterior tuvimos el altercado con los dos moros, lo hicimos en silencio, sin decirnos nada. Un simple acto valió más que mil palabras, se acercaron y me dieron un beso fuerte en la mejilla cada una.


A las tres horas de conducir, paramos, los tres dormimos durante una hora, nos bajamos al bar a tomar un café, comer algo e ir al servicio y estirar un poco las piernas. Paseando por un bosquecillo al lado del aparcamiento donde tenía el camión, nos distrajimos mirando jugar a dos ardillas. Había una fuente, y como en el día anterior nos dedicamos a jugar tirándonos agua entre nosotros., las risas se apoderaron del ambiente y con aquel aroma a pino y agua fresca subimos al camión.


Ya había anochecido, conduciría dos horas más y pararíamos a dormir, y así lo hice. Ellas ya llevaban un rato durmiendo. A las dos horas de ruta me paré e intenté no despertarlas cuando me tumbé en la litera de arriba. Estábamos ya cerca de la frontera, una hora más de viaje, pero siempre es más seguro, aunque nunca se sabe, mejor hacer noche aquí que en La Junquera, donde abundan los asaltadores de cargas en los camiones.


Soñé, un sueño ¡tan real! Que parecía lo estaba viviendo en la realidad. En mi fantasía, estaba Amanda, con su carita de niña pícara, sus pechos en formación, su esbelta figura infantil y su pene erecto al que mamaba sin cesar. ¿Por qué me producía esta calentura Amanda, si a mí los tíos no me atraen para nada? En mi visión se mezclaba también Lola, su madre, con la que Amanda y yo fornicábamos y hacíamos gozar, intercambiándonos los agujeros y corriéndonos dentro de ella porque nos había pedido que la preñáramos. Surrealista total. Me desperté con una erección de mil demonios.


Bajé sin hacer ruido del camión para no despertar a mi hija y a su amiga que las vi durmiendo abrazadas entre ellas. Tenían sus rostros tan pegados que se respiraban el aliento una a la otra. Esta visión aún más caliente me puso. La noche era serena y estrellada. Había Algunos camiones parados en la misma área de descanso y algún coche también. Me fijé en uno que tenía las luces interiores abiertas y vislumbre una pareja dentro discutiendo. Me fui acercando sigilosamente hasta una distancia prudencial para no ser descubierto en esta nueva faceta de mirón, pero la curiosidad me picaba.


Una voz saliendo de unos matorrales en la oscuridad me sorprendió.


- Hola camionero.


- ¡Ep! hola


- Te he visto bajar del camión, por eso sé que eres camionero.


- Disculpa ¿Estas escondido?


- Si te digo la verdad, me ha dado curiosidad esta pareja dentro del coche. Yo también soy camionero, ya levantándome para emprender la macha.


- Sí, yo igual, estirar un poco las piernas y en ruta ¿Hacia dónde vas tú?


- A Valencia ¿y tú?


- Cerca de Girona, debo descargar en un pueblo cerca de la costa.


- Dentro del coche hay dos tías, creo que hacen dooging.


- ¿Eso qué es?


- Sexo con extraños, ya verás, como me voy a ir ya, probaré, si es sí, bien, y si no, también.


- Bien, yo no quiero líos, además viajo con mi hija y una amiga, que no creo tarden en despertarse.


- Bien compañero, buen viaje


- Igualmente.


Me quedé observando al colega; se acercó al coche y pude ver como por la ventanilla una mano de las ocupantes del coche, directamente le sacó la polla. Apareció luego una cabeza que se puso a chupársela. ¡Joder! Esto en mi mente era impensable, aunque últimamente todo lo que me está ocurriendo es impensable. El mundo cambia deprisa, al igual que cambiamos nosotros también. Se bajó la otra chica del coche y empezó también a magrearle. Era una mujer gorda y de avanzada edad por lo que percibí, estaba en pelotas. El colega la tumbó sobre el capó del vehículo y empezó a follársela. La otra bajó, desnuda también, quizás aún más gorda y más vieja y se añadió a la fiesta. Regresé al camión, no era para nada atractivo para mí ver esa escena.


Antes de llegar al camión, vi que se bajaba Lucía, se fue directa a orinar detrás de una mata. Me saludó con la mano y le devolví el saludo. Me senté en un banco cercano, el colega camionero continuaba follando a las viejas. Muy necesitado debía estar el hombre y muy necesitadas debían estar ellas. Primero por follar así de golpe con un desconocido, y él por follar a dos viejas que las pobres por el aspecto que tenían no gozaban de ningún atractivo.


- Hola Pedro


- Hola Lucía ¿Ya despierta?


- Tenía ganas de orinar ¡Qué bien he dormido hoy! ¿Tú no has dormido?


- Sí, me he levantado hace poco y también he salido a orinar, tomar el fresco y ver las estrellas.


- ¿Aquella gente están follando?


- Parece ser que sí


- Ji, ji, ji, como tú, dos para uno.


- No se las cambiaria para nada del mundo, ja, ja, ja…


- Pedro…


- ¿Qué?


- Te quiero mucho, gracias por haberme desvirgado y por el placer que me diste ¡Que pasada!


- El chico que te pille por novia será un afortunado


- Yo ya tengo novio


- ¿Ah, sí? Que calladito te lo tenías.


- Eres tú.


- No Lucía, lo que ha pasado, pasado es, eres joven, ya encontrarás a alguien a quien amar y quizás formar una familia, ya lo verás.


- No, yo te amo a ti, las tres te amamos a ti ¿Si te cuento un secreto me prometes que no lo dirás a nadie?


- Mejor no me lo cuentes Lucía, si no ya dejará de ser un secreto.


- Hoy, hemos llamado a Amanda, para decirle que estábamos en Paris y lo bonito que era. También le hemos contado lo que pasó ayer con los dos moros.


- Vaya.


- Ella nos ha contado lo que pasó con su madre.


- ¿Con su madre? ¿Qué le pasó a Lola?


- Ayer Amanda se la folló.


- ¡Joder! Al final temo que todo esto acabe mal.


- No Pedro, al contrario, Amanda le ha dicho que quiere que tú, Lola, Esperanza y yo, seamos una familia.


- ¡Joder, joder! Esto se está liando ya demasiado Lucía, cuando lleguemos nos reuniremos todos y hay que atajar esto ¿No ves que no es normal?


- Es el amor Pedro, el amor une, no separa. Verás cómo los cinco seremos felices.


- ¡HUY, huy, huy! Esto no puede llegar más lejos Lucía, pero ya lo hablaremos, ahora no es el momento, eso ya me sobrepasa.


- ¿No te gusta Amanda?


- Claro que sí, pero eso no quiere decir que la desee como pareja.


- ¿No te gusta Lola?


- Lo mismo, claro que me gusta, pero no quiero tener pareja, ni con ella, ni con nadie.


- A Esperanza no le gustará que digas eso.


- Tendrá que entenderlo


- Pedro…


- ¿Qué?


- Tengo frio, abrázame por favor.


Abracé a Lucía rodeándole el brazo sobre sus hombros, ella recostó la cabeza en mi pecho, se abrazó a mi torso. Le di un beso de cariño en la cabeza.


El colega continuaba con el trio de la tercera o cuarta edad, el día ya clareaba y ahora sus siluetas pasaron a ser imágenes que llegaban a la indecencia. No porque estuvieran follando al aire libre y a la fresca, era cuestión de mal gusto. Las dos viejas arrodilladas ante el camionero le chupaban ambas el rabo saboreando por lo que se intuía, una corrida. Después pude ver una ducha con meado que les repartió por encima a ambas. Parecía que las viejas lo gozaban.


Apareció mi hija, se fue a mear también, al vernos allí sentados en el banco y abrazados, sonrió. Se sentó a mi lado e imitó a su amiga en el abrazo. También le besé la frente.


- Buenos días papá.


- Buenos días hija ¿Has dormido bien?


- Estupendamente. ¡Que románticos estáis los dos aquí abrazados a la salida del alba!


- Lucía se ha despertado antes que tú y tenía frio.


- ¿La has calentado?


- Como ahora te abrazo a ti


- ¿No habéis follado?


- No hija, y de eso cuando lleguemos a casa tenemos que hablar.


- ¡Pues yo tengo unas ganas de hacerlo!


- ¿De hablar?


- No, de follar.


- Hija, pues va a ser que no. Me siento culpable de muchas cosas, he reflexionado mucho y eso lo debemos cortar. Cuando lleguemos a casa, nos reuniremos Tú, Lucía, Amanda, Lola y yo y dejaremos asentado como debemos comportarnos. Esto que hemos hecho, no está bien.


- Eso me pone triste papá.


- A mí también Pedro.


- Y a mí, pero las cosas no son así, hay que tomar a veces decisiones que a uno le duelen.


- Pues ¿Por qué pasar dolor, si podemos ser felices?


- Es inviable, hija, algún día me agradecerás esta decisión.


- Bueno, como has dicho, ya lo hablaremos… ja, ja, ja.


- Ahora nos iremos a tomar un muy buen desayuno y en ruta…


- ¡Bien!


- Vamos princesas.


Nos subimos al camión y ellas se fueron a la parte posterior a cuchichear sus cosas, algo estarían tramando las dos, pero me puse firme en la decisión tomada. A pocos kilómetros me desvié por una nacional que cruzaba un pueblo donde conocía, de veces anteriores, un buen sitio para desayunar. Nos pusimos las botas. Dos horas más de conducción y frontera. Ya pronto estaría descargando.


- Papá ¿Dónde vas a descargar?


- A Sant Pere Pescador


- ¡Hala! Ahí hay playa, nos dará tiempo darnos un baño.


- Claro, pensaba daros una sorpresa, nos daremos un baño y a cenar esta noche a casa.


- Pedro ¿Puedo quedarme a dormir con Esperanza en tu casa esta noche?


- Claro Lucía, claro que sí.


Llegué a la cooperativa donde debía descargar. Era medio día, íbamos muy bien de tiempo.


- Hija, Lucía, os voy a contar una sorpresa.


- Dinos papá, ja, ja, ja ¡Sorpresa!


- En la misma tienda donde os compré las camisetas, me compré un bañador.


- Ja, ja, ja, ya lo hemos visto dentro de la bolsa. Seguro te queda admirable, ja, ja, ja.


- Ja, ja, ja ¡cotillas!


Me descargaron el camión y me permitieron dejarlo aparcado en la cooperativa, cerca del pueblo y de la playa. Esto es un pequeño pueblo donde desemboca el río Fluviá, es precioso y goza de una gran playa. Nos fuimos con una mochila que llevaba yo, y una toalla cada uno.


- Mira papá, playa mixta.


- Sí, para hombres y mujeres.


- No papá, puedes bañarte desnudo o en bañador.


- ¿Desnudo? Y ¿la guardia civil?


- Papá que los tiempos han cambiado, ahora el naturismo está permitido, y ¡qué bien! Nos bañaremos desnudos.


- Bueno, si no hay mucha gente.


Llegamos a la arena a unos veinte metros de un chiringuito. Tendimos las toallas y ellas se desnudaron en un plis, plas. Al ver que yo era reticente, me convencieron y también me desnudé. De hecho casi todo el mundo que pululaba por la playa iba desnudo. Casi todo eran parejas y más a lo lejos los bañistas eran familias, frente a dos camping que hay en la zona.


Se fueron las dos de la mano corriendo a meterse dentro del agua, llamándome a gritos para que las persiguiera. Me fui corriendo tras ellas y una vez estuve dentro se lanzaron sobre de mi a jugar. No le estaba haciendo caso a los roces de sus sexos por lo que mantenía el pito en estado de reposo.


Pero con tanto roce, apretujones y toqueteos, mi pito empezó a enfurecerse. Fue cuando Lucía se abrazó a mi cuello, me miró con esa sonrisa pícara que la caracteriza, fue deslizando su cuerpo dejándose resbalar por mi tórax, hasta encontrar con su vagina mi pene. Fue ella la que de un empujón se metió el capullo dentro. Mi hija en complot con ella, se subió por mi espalda hasta sentarse en mis hombros, y brindar mi nuca con su vagina. Riéndose y jugando, Lucía ya tenía medio rabo dentro, su mirada era de niña puta total. Eso me hizo encabritar aún más.


De un salto terminó de meterse toda la polla dentro. Mi hija fue bajando por mi espalda y me agarró la base del tronco. La hacia mover dentro de la vagina de su amiga en diferentes direcciones y velocidades.


Pasé a tomar el control, y me puse a follar aquel bombón de mujercita a la que tenía ensartada.


- Papá, yo también quiero


- Sois el demonio ¿No habíamos quedado en cortar esto?


- Lo hablaste tú, nosotras no hemos quedado en nada contigo. Va ¿me vas a negar ese placer que le estas dando a Lucía, a mí? Mira cómo se corre, mira como goza.


En aquel momento miré a Lucía y de sus ojos salían lágrimas de delicias. Al ver que la miraba, me besó. Su boca pegada a la mía me estaba transmitiendo en gemidos, mensajes de amor y sus alientos, de deleite. ¡Y como le deleité su lengua! Y ¡que ritmo emprendí en mi follada! Miré a mi hija y no tuve más remedio que ofrecerle el mismo placer que a su amiga.


Me subí a Lucia a los hombros, colocando su coño en mi boca. Ella se agarró a mi cabeza y yo mientras me embelesaba con los sabores de su sexo, Esperanza tomó su lugar sentándose en mi polla. También fue ella la que se la fue introduciendo, con pequeños empujones, hasta que la tuvo toda dentro. Empecé a follarme a mi hija con una pasión desmesurada. Baje de mi boca a Lucía y ella emuló lo que antes le había hecho su amiga. Me agarró el rabo por la base del tronco y empezó a moverlo en diferentes direcciones y celeridades. Su orgasmo murió con su boca en mis pechos, a los que besaba, mordía y lamia.


Le alerté que estaba pronto a correrme y le saque la polla del coño. Lucía se apresuró a sentarse de nuevo sobre ella, pidiéndome que le llenara el sexo con mi esperma, y así lo hice. Mi orgasmo fue sublime. No menos que los suyos, que desfallecidas no se soltaban de mis abrazos para mantenerse a flote sobre las olas.


El agua ayudó a que nos recompusiéramos rápido. Fue cuando miré hacia la orilla y pude ver que habíamos servido como espectáculo a un buen grupo de mirones, hombres y mujeres. Ya con el pito en descanso, aunque morcillón, fuimos saliendo del agua. Pasé un ridículo espantoso cuando al pisar la arena de la orilla, este grupo de mirones empezó a aplaudirnos. Me morí casi de vergüenza.


- Hija, vámonos.


- ¿Por qué papá? se está a gusto aquí.


- Hemos hecho un espectáculo lamentable, todo el mundo aquí mirándonos.


- Pasa de ellos papá ¡Qué más da si miran o no! El amor da envidia y por lo que veo a esa gente lo que les hemos dado es envidia sana.


- Joder, mira ya vienen tres mujeres, seguro que es para recriminarnos.


- ¿Vendrían sonriendo como vienen?


Tres mujeres se acercaron a nosotros, yo temí al principio una reprimenda, pero en francés nos dijeron que les había encantado el espectáculo. Sin más empezaron a halagarme y tocarme la musculatura pectoral, mis brazos. Una me preguntó mirando a mi hija y a Lucía si podía tocar mi polla. Me quedé de piedra, esto ya me demostró que los tiempos han cambiado mucho. Tenía la sensación de ser un animal al que analizaban para su compra. Mi hija y Lucía se partían el culo de risa.


Me levanté y les dije que tocaran un poco, no mucho tiempo. De rodillas ellas empezaron a magrearme el rabo y una sin mediar más palabra empezó a mamármela. La aparté y les hice entender, que nada de sexo. Se lamentaron y se fueron igual que habían llegado, riéndose.


- ¿Habéis visto a lo que ha llevado follar?


- ¿Ves cómo las mujeres te desean?


- Pues no sé el porqué.


- ¿Qué no lo sabes papá?


- Ja, ja, ja, Pedro, todas estamos enamoradas de ti. Eres interesante, fuerte y con eso que te cuelga ¡a ver si ves alguna más grande y bonita que la tuya aquí en la playa! Somos afortunadas en poder gozarla.


- De eso tenemos que hablar. Continúo pensando que no es correcto lo que hacemos. He vuelto a caer en vuestras artimañas.


- No sé si serán nuestras artimañas papá, pero mira cómo se te ha puesto otra vez el pito, ja, ja, ja…


- ¡Joder hija! Estamos escandalizando la playa. ¿Nos vamos?


- Nos vamos a dar otro baño ¿Vale? Aquí se está muy bien papá, además me gusta estar en la playa, un poco más ¿de acuerdo?


- Bueno, vale, venga, yo intentaré ni miraros, a ver si se baja el pito, ja, ja, ja…


- Vente al agua con nosotras y te lo haremos bajar, ja, ja, ja.


- ¡Huy que peligro! De momento me iré al chiringuito este de al lado a tomarme una cerveza, si no estoy aquí, allí os espero.


Se fueron las dos al agua, y sin su compañía el pito volvió a su estado de descanso. Me envolví una toalla a la cintura y fui al chiringuito. La verdad es que una cervecita fresca me apetecía un montón. Había bastante ambiente, a la gente le gusta el frescor como el que ahí había cuando uno está en la playa, y la cerveza. Me quedé en la barra observando al personal. A lo lejos veía a Esperanza y a Lucía jugueteando con el agua. En realidad me encontraba a gusto. El polvo que nos dimos en el mar me había sentado de maravilla ¡vaya preciosidades de niñas! ¿Soy un afortunado o un pervertido? Mi mente estaba confusa, no quise pensar más en esto y me relajé con la cerveza.


Se acercó a la barra una sonriente muchacha, por lo que vi era extranjera. Era un monumento de mujercita. No pasaría de los treinta años, iba en toples y sus pechos eran realmente espectaculares, turgentes, con un pezón erecto apuntando al sol y a mi mirada, me sonrió.


- Hola, me llamo Karen, soy holandesa ¿Y tú?


- Mucho gusto, yo me llamo Pedro y soy de aquí.


- Te he aplaudido en la playa, ja, ja, ja…


- ¡Vaya! La verdad es que no sé qué me ha pasado, sin darme cuenta ni me he percatado que teníamos público. No me siento orgulloso, la verdad.


- Eres afortunado, tú ya tienes unos años y ellas jóvenes y guapísimas.


- ¡Vaya! Gracias por decirme viejo.


- Ja, ja, ja ¡No! No eres viejo, pero eres un hombre mayor que ellas, eso no importa, tú estás muy bien, más que muchos jóvenes, para nada eres un viejo, ja, ja, ja.


- ¡Gracias mil! a uno le hace sentir feliz, que una guapa y jovencita chica le diga esto aunque sea mentida.


- Ja, ja, ja, no es mentida


- ¿Quieres una cerveza?


- A eso he venido al bar, sí, ja, ja, ja…


- Pues yo me tomaré otra contigo.


- ¿Sabes una cosa?


- Qué.


- Te he visto el pene, je, je, je…


- Claro, me han hecho bañar sin bañador, yo también estoy viendo tus pechos, y ese mini tanga bañador que llevas bien poca cosa tapa, ja, ja, ja, o sea, que estamos en paz, ja, ja, ja…


- Ja, ja, ja, eres divertido, seguro que se lo pasan bien esas chicas follando contigo ¿las conocías?


- Claro, yo soy camionero y han aprovechado un viaje que he hecho a París, para acompañarme, y como después he descargado aquí al lado, hemos decidido venir a la playa a darnos un baño.


- Y a follar…


- Bueno, se ha terciado así ¿Qué le voy a hacer? Son jóvenes, guapas, simpáticas, alegres, tienen todas las virtudes que un hombre desea de una mujer, contagian felicidad. Nos hemos divertido.


- ¿Puedo decirte una cosa?


- Dime Karen ¿Quieres otra cerveza?


- Bueno, vale, ja, ja, ja, pero yo quería decirte otra cosa.


- Pues dímelo, por cierto, hablas muy bien español.


- Gracias, llevo años viniendo aquí, y tuve un novio español, ja, ja, ja, pero yo quería decirte otra cosa.


- Dímelo niña. Por cierto ¿Ya no tienes novio?


- Sí, tengo marido, y está en la playa con mi madre cuidando a nuestra hija de dos años, yo tengo veintiocho y lo que quiero decirte es que deseo follar contigo.


- Ven.


Hacía ya rato que yo sabía que la nena quería follar. Intenté liarla para que desistiera de pedirme lo que me pidió, no quería rollos ni malos asuntos, pero sus pezones en aquellos pechos me habían hipnotizado. Cuando me dirigía al chiringuito, vi un recodo de matojos detrás mismo del local, había una madera tipo viga larga y gruesa, parecía que delimitaba la zona.


Aquellos matojos altos sirvieron para que la muchacha al llegar, automáticamente se arrodillara, me quitó la toalla. Empezó a mamármela, todo lo hacia muy rápido, entendí que no podía dejar mucho tiempo a su hija de dos años con el padre y con su madre. Cuernos conejeros a la desesperada.


- ¡Que polla Pedro! Que ganas tenia de probarla desde que te la vi, y ¡cómo te follabas aquellas jovencitas! Me calentaste por eso vine a aplaudirte, para ver de cerca esta hermosura.


- Halaga a uno oír estas palabras, además la chupas bien Karen.


- ¡FOLLAME! Por dios Pedro, métemela ya.


Estoy convencido que aquella ricura de jovencita, no olvidaría jamás el polvo que metió con un maduro camionero. Me esforcé al máximo, buscando rápidamente los puntos y las posturas que me evidenciaban, que a ella la hacían gozar. Me puse como un animal, rápido, salvaje y cariñoso a la vez. De su vagina salían líquidos de todo tipo, hasta creo que las cervezas que nos bebimos salieron de su sexo, resbalaron por mis huevos, y era curioso ver la huella que dejaban sus humedades sobre la arena.


Pronto a correrme, se lo dije, estaba como desmayada, pero me pidió que eyaculara sobre sus pechos, y así lo hice. Después de correrme y dejarle los pechos bañados, se aplicó es saborear mi rabo con auténtica pasión. Mi erección persistía. Nos dimos un beso jugoso y dulce, entreabrió sus labios y su lengua busco la mía, sazonábamos nuestra saliva con las saladas lágrimas sin llanto, que salían de sus ojos azules. Con ese brillo que tienen los ojos cuando has tenido placer, los suyos eran luces.


Nos era difícil desprendernos, pero era algo inevitable, ella iba a hablar y le sellé con dulzura su boca para que no pronunciara palabra. Con mi mirada entendió el; adiós ha sido un placer, y seguidamente dejamos despacio de mirarnos. Me enrollé la toalla a la cintura y me fui a localizar a mi hija y a Lucía.


Estaban en el chiringuito, con un muchacho y una chica, sentados en una mesa. Cuando Esperanza me vio, salió a abrazarme y llevarme con ella a sentarme con ellas. Me pedí una cerveza, grande, una jarra grande. La salazón de las lágrimas de Karen y el ejercicio hecho, me habían dado sed de verdad.


- Papá, te presento a Paco y Linda, nos hemos conocido por casualidad y resulta que el próximo año con Linda, iremos a la misma universidad y encima vamos a cursar los mismos estudios ¿Qué te parece?


- Muy bien, casualidades de la vida. Mucho gusto, yo me llamo Pedro y padre de Esperanza.


- Sí, Esperanza nos ha comentado de usted, por lo que nos ha contado es usted una especie de héroe, le aprecian mucho.


- No te creas la mitad Linda, soy más normal de lo que ella seguro te ha contado ¿Estáis de día de playa?


- Bueno estamos aquí hace ya dos semanas, el padre de Paco y mi madre son pareja, han alquilado un apartamento aquí un mes, y aquí estamos.


- Buen sitio para ir de vacaciones. Yo la verdad que he hecho pocas en mi vida, pero quizás ahora me lo replanteo y empiezo de verdad en hacerlas.


- Sí, pero nosotros nos aburrimos bastante ¿Verdad Paco?


- Sí, sí, sí, claro, claro.


- Estáis los dos, de la misma edad, aquí en la playa, con gente de medio mundo para conocer, bailar, hacer excursiones y divertirse ¿Qué os pasa?


- Bueno, Paco y yo tenemos la misma edad, pero somos muy distintos y él va a su bola y yo, suelo aburrirme, ja, ja, ja…


- Me gustaría que conociera a Amanda, bueno ya la conocerá cuando empiece el curso, ja, ja, ja…


- Vosotros ¿Os vais u os quedáis a la fiesta?


- ¿Qué fiesta?


- Esta noche hay una fiesta aquí en el chiringuito, a las diez.


- A esta hora ya estaremos en casa.


- Papá, si llamo por teléfono a Lola, se vienen con Amanda a la fiesta y podemos cenar todas aquí si reservamos mesa.


- Pues yo ya tengo el camión en sitio seguro, para mi ningún problema, aunque deberé ponerme el bañador ¡Mira que hacer bañar a tu padre en pelotas! Ya te vale, ja, ja, ja…


- ¡Bien! Aquí en el chiringuito tienen teléfono, voy a llamarlas.


- ¡Qué bien que os quedéis Esperanza! yo me quedaré con vosotras, Paco le explicará a mi madre nuestro encuentro y le dirá que me quedo a cenar y a la fiesta ¿Verdad Paco?


- Sí, sí, sí, claro, claro.


- Si quieres quedarte Paco puede quedarte también.


- Claro, claro, sí, sí, no lo sé.


Por lo que pude ver, este Paco, era de pocas luces el muchacho, no insistí más en él, seguro que hará lo que sus padres querrán que haga. Bueno, al menos viendo a mi hija feliz, y yo después de los dos escarceos sexuales de los que había disfrutado, estaba como se dice, más a gusto que un cochino en un charco. Regresó mi hija de hacer la llamada, y Lola, le dijo que en cuarentaicinco minutos estarían aquí.


- Esperanza, me voy a acercar hasta el camión, me cambiaré, al menos un pantalón y una camiseta.


- Papá aún es muy temprano, podemos bañarnos aun durante mucho tiempo y disfrutar de la playa, ya luego cuando se acerque la noche, vamos todos a cambiarnos, nosotras también nos cambiaremos, y a Linda le puedo dejar yo algo de ropa.


- Aunque Paco le dé el mensaje a mi madre, es mejor que vaya yo con él después a nuestro apartamento, y ya me llevo una muda también para cambiarme.


- Vale, pero aún podemos disfrutar de la playa, es temprano ¿Podemos comer algo papá, para aguantar hasta la noche? ja, ja, ja…


- Claro hija, y haz la reserva de la mesa, que no esté muy cerca de la banda de música, que cuando tengo altavoces cerca, me rompen los tímpanos.


- Vale, ja, ja, ja, hoy papá bailarás conmigo.


- Ya sabes que no soy muy buen bailarín, pero si hay que bailar se baila.


Estuvimos ahí un tiempo, nos comimos unas tapas, y yo me trinqué dos cervezas más, después insistieron en volver a la arena cerca del agua para bañarse, y hacia allí nos fuimos. Todas desnudas, menos Linda, Paco y yo. Insistieron tanto, que me desenrollé la toalla de la cintura, la extendí y vi que Linda también se sacaba el biquini. Paco empezó a dar negativas y no se desnudó.


La Novia de mi hija 3 (II) (Final)


No había mirado hasta ahora a esa muchacha, Linda, la chiquilla no estaba mal formada, tenía un cuerpecito bien proporcionado y con forma, toda ella era menuda, hasta sus pechos eran menudos, pero simpáticos, daban la sensación que aún no habían terminado de formarse. Pasó por allí un hombre alquilando parasoles y tumbonas, le alquilé tres parasoles y cuatro tumbonas, a mí estar debajo del sol no me gusta, ya soy moreno de por mí mismo, no necesito de esos rayos para broncearme la piel.


Linda tenía un bote de crema solar, dijo que era protección, para no quemarse. Entre ellas se embadurnaron con la crema e insistían en ponérmela a mí también. Fue Linda como propietaria del bote la que se ofreció a ponérmela. Menos mal que entre los dos polvos metidos tenía la polla en descanso, porque cuando empezó a pasear las palmas de sus manos sobre mi cuerpo, tuve que hacer milagros para que no se me levantara el pito.


No se cortó la muchacha a la hora de esparcir crema sobre mi rabo, y no me puso poco. Con ese contacto, ya no pude controlar mi sexo, empezó a ponerse morcillona la polla. Ella le iba dando crema a medida que iba creciendo. Le dije que parara, que ya estaba bien protegida con la crema que me había puesto. ¡Joder! Más no, mi cabeza estallaría si esa también se encaprichaba de mi rabo. Menos mal que las tres y Paco, se fueron al agua y me dejaron solo.


Pocos minutos pasaron que pasó frente a mi Karen con una niña pequeña en brazos, se me acercó.


- Hola Pedro, mira esta es mi hija Angie.


- ¡Caray! Mucho gusto en conocerla, es tan linda como la madre.


- Pedro, ha sido fantástico haber hecho el amor contigo, va a ser el mejor recuerdo que me voy a llevar de estas vacaciones.


- Me alegro que te lo hayas pasado bien con este viejo, ja, ja, ja…


- ¡Viejo! Dices, ja, ja, ja, ya les gustaría estar en la forma que estás tú a la mayoría de jóvenes, mi marido incluido, ja, ja, ja…


- ¿No te satisface tu marido Karen?


- Al principio, de novios mucho, después de haber tenido a la niña, casi no me toca, además se ha vuelto muy bebedor, tiene mala bebida y es muchas veces violento e insoportable. Estoy deseando terminar las vacaciones, para llegar a Holanda y empezar los trámites del divorcio, ni él me aguanta a mí, y la verdad que ni yo a él.


- Vaya, lo lamento por ti Karen, a ver si consigues a un hombre que te haga feliz.


- No lo buscaré Pedro, ya estoy muy decepcionada con las relaciones, sola me apañaré.


- Yo soy viudo, mi mujer es lo más que he querido en esta vida, y te comprendo porque después de ella, ninguna va a ocupar su lugar.


- No te puedes quejar de las acompañantes que tienes, ja, ja, ja…


- Mira, ahí vienen mis acompañantes como sirenas salidas del agua, ja, ja, ja...


Llegaron las tres y Paco asfixiado corriendo detrás de ellas.


- Mirad chicas, os presento a Karen, ellas son Esperanza, Lucía, Linda y Paco.


- Mucho gusto en conoceros, bien Pedro, he de regresar con la familia.


- Adiós Karen, nosotros aquí esperando la fiesta que se da por la noche en el chiringuito.


- ¿Vais a ir?


- Sí, todos y dos damas más que estamos esperando, como mañana no trabajamos, pues a gozar un poco de la noche.


- ¡Qué suerte tenéis! Que os divirtáis


- Gracias Karen, igualmente.


- Adiós


- Adiós.


Mi hija extrañada quería saber de qué conocía a la holandesa, le conté que la había conocido en el chiringuito y al verme ahí tumbado se acercó a saludarme.


- Papá ¿Por qué no vienes al agua con nosotras?


- No me apetece bañarme ahora, después cuando lleguen Amanda y su madre, seguro que tendré que darme un chapuzón obligado.


- ¿Te ha gustado la idea de que vinieran eh?


- Claro hija.


- Tienes que reconocer que Amanda te gusta, ja, ja, ja…


- Reconozco que me gustó estar con ella, aunque continuo pensando, que todo esto lo debemos parar y no sé cómo.


- ¿No querías hablarlo con todas? Pues esta noche tienes la oportunidad.


- Ya he pensado en eso, hablaremos.


- ¿Te gusta esta chica Linda?


- No me he fijado bien en ella, es maja.


- ¡Venga papá! Que te he visto como se te levantaba la polla cuando te ha puesto la protección solar.


- Bueno, esto, sus manos en mi sexo, es difícil de controlar, pero tranquila, no voy a follar con ella, ja, ja, ja…


- Pues, es virgen. Este chico Paco, el pobre es autista y es muy raro. Ella se aburre un montón, como le obligan a llevarlo siempre con ella.


- Mira por ahí vienen Lola y Amanda.


Esperanza, Lucía y Linda, se fue corriendo a recibirlas y a ayudarlas con las bolsas, bultos y toallas ¿Dónde irían con tantas cosas? Parecía llevaban la casa a cuestas. Me levanté y también fui hacia ellas. Amanda al verme se lanzó a mis brazos, me rodeó con sus piernas la cintura y me dio un montón de besos y picos. Lola nos miraba entre sonriente y cortada. Descabalgó Amanda de mi abrazo y le di un beso de bienvenida a Lola.


- ¿Qué os habéis traído la casa? Ja, ja, ja…


- Yo que sé, Amanda ha dicho que pasaríamos la noche en la playa y había que llevar sacos de dormir, y ya ves, cargadas como dos mulas.


- ¿Qué pasaremos la noche en la playa?


- Eso me ha dicho.


- Esperanza ¿Qué es eso de que pasaremos la noche en la playa?


- Papá no pretenderás regresar a casa de madrugada, bebido, después de la fiesta del chiringuito. Nos quedamos aquí y por la mañana tranquilamente nos vamos a casa.


- Bueno, visto así, ja, ja, ja… Será divertido.
 
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