La novia de mi hija

Tiravallas

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13 Jul 2024
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Primer capítulo.


Espero les guste.



Quizás no he sido buen padre, quizás sí, no lo sabré. Son consecuencias las que la vida le lleva a uno al presente y en este presente surrealista me encuentro yo.


Carezco de familia, crecí en un orfanato dirigido por curas estrictos, violentos y **********, como la mayoría de esos seres católicos, apostólicos y romanos, que bajo la protección del poder, obran por sus propios intereses y caprichos. Las monjas que de pequeño me cuidaban, eran la representación perfecta de lo que no debe de ser una madre o una cuidadora. De mal genio, estrictas y amantes del dinero, no es que me trataran mal, si no, peor.


De pequeño tenía un defecto que de adulto pude disimular mediante una operación, mi tabique nasal era totalmente curvo y ladeado hacia mi lado derecho. Las monjas y los curas haciendo burla de este defecto me apodaban “el narizotas” y los castigos que me infringían solían ser tirones fuertes a mi deforme nariz. Me menospreciaban porque con este defecto no me quería comprar ninguna familia. Era mercancía defectuosa.


En lo único que la naturaleza me había premiado era en mi físico y mi sexo. Era alto y fuerte ya de niño para el trabajo en los huertos del orfanato, y tenía una buena polla con la que los curas pervertidos y alguna monja se regocijaban y gozaban con ella.


Así fueron pasando los años de mi infancia y adolescencia, como esclavo en aquel siniestro lugar.


Una vez que me negué a comerle el culo a un sacerdote, me la estiró tan violentamente que me rompió el tabique nasal. Tuvieron la desfachatez de decirle al médico que me había caído. No hay mal que por bien no venga, eso también fue mi liberación y salvación. El médico era militar y con mi edad ya, me convenció para que me alistara al ejército. Me reparó la nariz que pasó a ser una nariz más o menos normal y me alisté con dieciséis años a la legión.


Años más adelante ya cuando me licencié del ejército, le preparé un día una emboscada a este cura, le corté la polla y se la metí en su culo, huevos incluidos, después de romperle la nariz a puñetazos. Falleció a las pocas horas y nunca me descubrieron. Esto me envalentonó en cometer más represalias a estos seres.


En aquella época mi sed de venganza no tenía límites y fueron varios los curas y monjas que abandonaron este mundo camino al infierno por mis acciones. Nunca me pillaron.


Me pasé diez años en el ejército y ahí aprendí, lo que no había aprendido en el orfanato y más. En el ejército me saqué el carnet de conducir, vehículos ligeros y pesados y cuando abandoné el cuerpo militar no me fue difícil encontrar trabajo de camionero.


Mi experiencia sexual se limitaba a las putas. En Marruecos eran las madres que venían alrededor de los cuarteles a ofrecer a sus hijas y mi experiencia sexual se limitaba a meter y sacar el rabo de dentro del coño de una puta hasta correrme. Nunca le había dado un beso a una mujer, ni un abrazo de cariño.


En mi etapa de camionero fue cuando conocí a mi difunta mujer y madre de mi hija. Ella trabajaba de puta en un club de alterne en el que me paraba habitualmente y siempre entraba a follar con ella, nunca con otra de las putas, aunque sabía por su boca que todas querían follarme. Ella fue la primera mujer a la que le di un beso en la boca con lengua, y me enseñó a morrear, a tocar bien a una mujer, y a comerme bien un coño. Aprendí rápido y más adelante supe que no era tan malo follando.


Decidió abandonar el oficio de prostituta e hicimos planes de boda. Ella también carecía casi de familia, solo una hermana, puta también, asistió a nuestra boda y dos putas compañeras de trabajo hicieron de testigos. No nos queríamos casar por la iglesia y nos costó sudores conseguir hacerlo por lo civil.


Mi sueldo era bueno y nunca fui un malgastador, tenía unos pequeños ahorros y conseguí con la ayuda de un banco y de la empresa por la que trabajaba comprar un piso, donde nos fuimos a vivir. A los treinta años me vi padre de una niña preciosa a la que pusimos de nombre Esperanza, quizás por la esperanza que le teníamos a la vida de progresar en esta sociedad.


Angustias mi mujer empezó a trabajar como cocinera en un colegio y yo con el camión. A los pocos años decidimos vender el piso e irnos a Cataluña con la niña y emprender una nueva vida. Ahí se pagaba más. Estuvimos de alquiler en la capital, pero pronto nos gustó más la vida en un pueblo, compramos un terreno y poco a poco fuimos construyendo la que aún hoy es mi casa.


Prosperamos gracias al trabajo de los dos, yo como camionero y ella encontró empleo en el colegio del pueblo como cocinera. La vida austera que llevábamos permitió nuestra prosperidad y que nuestra hija creciera en un ambiente sano y no le faltara de nada. Por primera vez ambos conocimos la felicidad. Incluso en el terreno de la casa y con la ayuda de amigos construimos una piscina y todo, un lujo para la época, pero nuestra hija era feliz de disfrutarla con sus amigas del colegio.


Lo bueno nunca dura, y un jodido y puto cáncer se llevó a mi esposa al otro barrio en un abrir y cerrar de ojos. Cuando le detectaron la enfermedad ya era muy tarde para poder hacerle algo y a los pocos meses murió. Mi hija contaba entonces con doce años.


Me encontré de pronto haciendo de padre y de madre. La suerte de vivir en un pueblo y estar bien aceptado, me permitió compaginar el trabajo con la crianza de mi hija. Los vecinos me ayudaban en todo lo que podían, al igual que yo ayudaba en lo que podía a los vecinos cuando algo precisaban. Las ventajas de vivir en un pueblo pequeño donde todos nos conocemos.


Esperanza fue creciendo y a medida que lo hacía cada vez se parecía más a su madre. Estudió en el colegio del pueblo y luego en el instituto de una ciudad cercana, aunque pequeña, allí se podía cursar el bachillerato. Mi trabajo daba sus frutos y pronto tuve un camión por cuenta propia. Me atreví a comprar otra parcela al lado de la mía, con la intención de que si la niña algún día se casaba podría hacerle allí su casa.


En el instituto Esperanza se descarriló un poco, no es que yo desaprobara las cosas que hacía, si no que eran tiempos modernos que no llegaba yo a entender muy bien. Sus amigas y amigos eran raros y cuando quiso celebrar sus dieciocho años organizó una gran fiesta en el jardín e invitó a todas sus amistades a pasar el día en casa. Aquel día empezó mi calvario.


Primero, porque me percaté que se fumaban porros, yo los había fumado en la legión y aunque nunca fui habitual en fumar ni eso ni tabaco, los conocía bien. ¡Cosas de la juventud de hoy Pedro! Me dijo una vecina, y con razón lo toleré. Mi hija me presentó a todos sus amigos a medida que fueron llegando a la casa y me invitó a unirme a la fiesta y a bañarme y jugar con ellos a la piscina.


Yo los veía a todos como chavales, pero me empecé a poner nervioso cuando vi que sin pudor, algunas de las chicas y mi hija incluida, se bañaban sin la parte de arriba del biquini. Aunque dieciocho añeras y yo un cuarentón, he de reconocer que el espectáculo de estas desnudeces me empezó a poner nervioso. Me hubiera ido sin más, si no hubiera sido porque le prometí a Esperanza hacerle la barbacoa. Me fui a cambiar el bañador y me puse un pantalón de deporte corto, ya que en más de una ocasión mi polla se empezaba a encabritar con la visión de aquellas chicas.


Una me llamó en especial la atención, me la presentó mi hija como Amanda, tenía unos pechos pequeños, pero bien formados y curiosos. Lucía una media melena y al fijarme bien en ella, me pareció que debajo de aquella especie de tanga tenía un bulto. Al principio pensé que era producido por compresas, a lo mejor tiene la regla pensé, pero no, lo que tenía era rabo y para nada pequeño.


En algún puticlub había visto a esta especie nueva de mujeres que se habían puesto de moda, llamadas travestis, pero nunca me atrajeron y lo situaba más en la orientación sexual de los maricones. Amanda además era fina, tenía cintura estrecha y un culito de mujer total, pero con polla.


Mientras yo hacia la barbacoa, fue la que más me ayudaba, con la carne, con las tostadas, preparó la ensalada, y se puso a hacer de pinche conmigo en la preparación de la comida.


He de reconocer que su cercanía, su sonrisa y sus rasgos femeninos y algún que otro roce con ella, me hizo empalmar en más de una ocasión. Su piel era fina y suave. A ella también debió ponerle alguno de estos roces, porque pude observar disimuladamente como dentro de aquel tanga su polla empezaba a encabritarse por momentos y amenazaba en salirse de tan minúscula prenda. Llegué a un punto, que tuve que ausentarme y hacerme una paja en mi habitación para que se me bajara la polla y no alarmar a las amigas y amigos de mi hija.


Empezó la comida y aquel día le había dado permiso a mi hija para que consumieran alcohol, cervezas, vino y cava. Todo eran risas y me percaté que se lo estaban pasando en grande, eso me satisfizo, y la verdad yo también trinqué vino y cava. Todo eran risas entre ellos y ellas y en todos los juegos y conversaciones se esforzaban en hacerme participar para que yo también me lo pasara bien.


Me animaron tanto en que participara en sus juegos que me vi obligado a volver a ponerme el bañador y jugar con ellos y ellas dentro de la piscina. En uno de esos juegos Amanda se agarró a mi cuello, con clara intención de forcejear conmigo para hundirme. Noté el roce de su polla en mi espalda y en un momento dado en mi cogote, porque no sé cómo se lo hizo, se subió a mis hombros en un santiamén.


Esto increíblemente me provocó una gran erección, que ella pudo comprobar, cuando se bajó de mis hombros deslizándose a lo largo de mi torso y chocar su también empinada polla con la mía. Estupefacto, me quede paralizado, momento en que ella aprovechó para darme un pico furtivo y un pellizco a mi polla. Nadando y riéndose se apartó de mí y se puso a jugar con mi hija y una de sus amigas.


Me quedé inmóvil momentáneamente dentro de la piscina y cuando tuve capacidad de reacción, me salí y me fui dentro de la casa. Mi erección era enorme. ¿Me habría vuelto maricón? ¿Por qué despertaba en mi tanta excitación aquella chica con polla? Mi cabeza solo daba vueltas y vueltas sin encontrar respuesta a nada. Me tuve que volver a pajear para calmar mi calentura.


Me fui a mi habitación a hacer una siesta y dejé que la tarde la disfrutaran sin mí en la piscina.


Cuando desperté de la siesta y salí al jardín, ya muchas de sus amistades se habían ido. Amanda no.


- Papá, Amanda, Lucía y Carol se van a quedar a dormir. Y no quiero que recojas ni limpies nada, nosotras mañana cuando nos levantemos vamos a hacerlo todo.


- Bueno, tranquila mañana es sábado y no trabajo, entre todos lo haremos. ¿Dónde dormirán tus amigas?


- Una conmigo y las otras dos en el sofá, lo echaremos a suertes, ja, ja, ja…


- Vale, es verano y los sofás son cómodos y grandes.


- ¿Te gustan mis amigas papá?


- Claro Esperanza, son encantadoras.


¿Que tenía que decir? La verdad es que las muchachas eran majas, se habían divertido de lo lindo, rebozaron simpatía conmigo todo el tiempo y ese aire juvenil en la casa, me gustó. Angustias mi difunta esposa ¡como hubiera disfrutado ese día! Recordándola me emocioné y lloré, como lo había hecho pocas veces en mi vida. Me senté en mi tumbona preferida, me puse un wiski y me lo iba bebiendo mientras ellas aún jugaban dentro del agua. Se terminaron de ir las invitadas que no se quedaban a dormir. Se me acercó Amanda.


- Pedro ¿Puedo llamar a mi madre para decirle que me quedo a dormir con Esperanza?


- Claro Amanda en el salón está el teléfono.


- Es que ella seguro que desea oír de tu voz el permiso.


- Claro, ya te acompaño y si quieres, me la pasas y hablo con ella.


- Gracias Pedro, eres encantador.


- Tú también eres una chica encantadora.


- Te agradezco que me digas eso, la gente me mira siempre rara Pedro, soy una chica, pero nací con pene. De pequeña y ya de más mayor siempre pensé en cortármelo, pero a medida que fui creciendo he comprobado que también es una fuente de placer, y ahora estoy orgullosa de tenerlo. Aunque al principio mis padres no aceptaban mi condición, he tenido la suerte que mi madre lo ha entendido y me acepta tal como soy, pero mi padre no.


- Claro, muchacha, uno es como es y no debe cambiar por lo que opinen los demás ¿Tu padre no?


- No, decía que era una enferma y quería llevarme por otro camino siempre con violencia, me pegaba mucho, hasta que mi madre se hartó y se separó de él. Ahora no quiere ni verme. Ya ves.


Cuando me iba contando eso, vi que le salían las lágrimas. En aquel momento me puse en el lugar del padre y no sé lo que yo hubiera hecho, pero sus lágrimas me causaron pena, e instintivamente la abracé. Ella también se abrazó a mí y recostó su cabeza sobre mi pecho hasta llegar a tumbarse sobre de mí en la tumbona.


Vertía sus lentas lágrimas sobre mi pecho y yo de golpe me vi abrazándola más fuerte y acariciarle el pelo, la espalda, su cintura. Y aunque mis manos el cerebro las dirigía a su culo, algo dentro de mí me retenía a solo ofrecerle caricias de compasión, como así fue. Vino mi hija y al vernos así, la percibí un poco extrañada.


- Vaya Amanda y papá, parecéis enamorados, ja, ja, ja…


- Tú padre si es genial y me entiende, y al recordar al mío, me he puesto melancólica y me ha dado por llorar.


- Tu amiga quiere llamar a su madre, para decirle que se queda a dormir, la pobre creo que necesitaba un poco de amor paternal.


- Gracias por ser como eres papá, estoy orgullosa de ti. No todas mis amigas pueden decir que son tan bien recibidas por parte paterna, y eso a mí también me hace sentir especial y feliz. Te quiero papá.


- Yo también te quiero hija.


- Y yo os quiero también a los dos. Aunque haya conocido de hoy a tu padre, me ha hecho sentir tan normal y feliz. Os quiero.


Terminamos los tres abrazados, las dos recostadas sobre mi pecho y rodeando con sus piernas las mías. Las iba acariciando a la vez que debo reconocer aguantando en no empinarme, pero a Amanda se le estaba poniendo morcillona la polla y reposaba sobre la mía. Aguantar la erección se me estaba haciendo difícil, por lo que decidí cortar aquello y decirle que fuéramos a hacer esa llamada. Nos levantamos y fuimos los tres a llamar.


Pude fijarme en el paquete de Amanda, sus huevos medio sobresalían por los lados del diminuto tanga y el capullo de su rabo apretaba la cinta de la cintura. Llamó a su madre, habló mi hija también con ella y después me pasó a mí el auricular.


- Soy Pedro el padre de Esperanza.


- Buenas tardes yo soy Lola, la madre de Amanda. Me alegra hablar con usted. No es que desconfíe de mi hija, pero me gusta saber dónde pasa la noche, ella es una chica muy especial.


- Pues ya ve, aquí se lo han pasado bien en la fiesta de cumpleaños y parece que quieren continuar, ja, ja, ja…


- Claro están en la edad, si le parece mañana como es sábado me acercaré yo misma a buscarla.


- Seguramente se levantaran tarde y dicen que quieren limpiar los restos de la fiesta y la piscina, pero venga usted cuando quiera, aquí estaremos.


- Bien pues cerca del medido día me acercaré.


- Permíteme la osadía de decirle que si lo desea pueden quedarse también a comer, han sobrado muchas cosas de la fiesta y así acabamos con los restos, ja, ja, ja…


- No quisiera causar molestias.


- Ninguna molestia, la verdad, será usted bienvenida en mi casa. Venga cuando quiera, puede disfrutar de un baño también en la piscina con ellas, el día será caluroso y se agradece.


- Es usted muy amable, pues le acepto la invitación.


- Bien, pues hasta mañana.


- Hasta mañana.


Que decir que Amanda y mi hija se pusieron muy contentas de que viniera su madre a buscarla y pasar el día con nosotros en casa. Las dos salieron al jardín y me fui detrás de ellas observando el culo bonito que la niña especial tenía. Llegó la noche y todas se dispusieron a acostarse. Primero me fui yo a la cama, y al poco oí que ellas también se fueron a dormir.


Pasaban las horas y no había manera de conciliar el sueño, además hacía calor. Como mi habitación tiene un acceso directo al jardín, salí a tomar el fresco. Duermo desnudo pero con la presencia de mujercitas en casa me puse un pantalón corto por si acaso. Me tumbé en mi gandula preferida y me quedé observando las estrellas, siempre que miraba el cielo, me fijaba en una y veía en ella a mi difunta esposa.


Estando así embobado, apareció Amanda.


- Hola Pedro ¿Tampoco puedes dormir?


- Hola Amanda, pues no, además como hace calor he salido a tomar el fresco.


- Fresco a esta hora hace, mira cómo se me ha erizado la piel, ja, ja, ja…


- ¿Qué no estas cómoda para dormir Amanda? ¿Necesitas alguna almohada o alguna manta?


- No Pedro, se está muy cómoda en el sofá, solo que no puedo dormir. Mi madre me da más de una vez masajes por la noche para conciliar bien el sueño.


- ¡Caray! Sí que te mima tu madre.


- Bueno a veces cuando es ella la que no puede dormir, también le doy yo el masaje. ¿Quieres que te de uno? Se hacerlo muy bien.


- No lo dudo Amanda, pero no quiero molestarte.


- No es ninguna molestia Pedro, ya verás gírate y déjame hacer.


No sé porque lo consentí, pero el caso es que me di la vuelta sobre la tumbona, mientras ella entró a la casa y salió con un aceite corporal. Me dijo que además me nutriría la piel.


¡Oh Sus manos! cuando empezaron a recorrer mi espalda desde el cuello hasta mi cintura me sentí en la gloria. La verdad que la muchacha sabía lo que hacía, porque a medida que sus manos se deslizaban por mi espalda y mis piernas mi cuerpo se iba relajando, menos mi polla, que empezó a encabritarse.


La muchacha no sé cómo lo hizo, pero de sopetón me encontré que mi pantalón salía por los tobillos y quedé completamente desnudo. El masaje a mis nalgas lo estaba haciendo suave y pronto noté como sus dedos se deslizaban por mis ingles rozando con el dorso de la mano mis huevos. Eso me provocó una gran excitación, al igual que notar su dedo gordo masajeando suavemente mi orificio rectal.


- Date la vuelta Pedro.


- Así está bien Amanda, no te canses más. Gracias


- No me canso Pedro, venga date la vuelta.


Yo me resistí a dar la vuelta, mi trampera era escandalosa y la vergüenza y miedo a lo que podría pasar me contenían, pero ella insistió y me dio la vuelta.


Al ver el estado de mi miembro apuntando al cielo se quedó embobada.


- Perdona Amanda, vamos a dejarlo, que soy hombre, y no soy de piedra.


- ¡Oh Pedro! ¡Es enorme! Nunca había visto nada semejante ¿Me la dejas tocar?


Sin esperar respuesta me agarró la polla. La tenía tan gorda y dura que su mano no podía rodearla. Con su otra mano empezó a acariciarme mis testículos y de golpe algo impensable hasta aquel momento. Se sentó sobre mis piernas y juntó las dos pollas, la suya que también estaba erecta, con la mía. Empezó a hacer comparaciones.


- ¡Qué grande la tienes Pedro! mira la mía que pequeña y estrecha al lado de la tuya.


- Aun eres jovencita, ya te crecerá más y para nada la tienes pequeña, la tienes más grande que la mayoría de humanos, lo que pasa, que reconozco que yo la tengo muy grande.


Sus testículos reposaban sobre los míos, y eso me excitó de tal manera que cuando empezó a pajear con las dos manos ambas pollas juntas, no pude aguantar más y me corrí. Salió tanta leche disparada, que el primer chorro se fue a su cara y los sucesivos, a sus pechos. La llené completamente de lefa. A ella esto le produjo gran placer, porque también se corrió. Al notar su esperma caliente resbalando en mi polla me dio valentía para empezar a acariciarle el culo y los pechos.


Se tumbó completamente abrazándome encima de mi pecho, y me empezó a besar los pezones, sus labios eran suaves y húmedos, me dio un beso en la boca que correspondí y entrelazamos lenguas fundiéndonos en un morreo. Ya la yema de mi dedo estaba dándole vueltas a su ojete, cuando abrí bien los ojos y miré al cielo. Vi la estrella con la que me había fijado cuando salí al jardín, era la estrella que me recordó a mi difunta Angustias y al volver en mi mente su imagen, me di cuenta real de lo que estaba haciendo y lo que estaba pasando con Amanda.


Me levanté de golpe, ante la sorpresa de la muchacha.


- Amanda, perdóname, me he dejado llevar por mis impulsos y mi libido, perdóname muchacha, no volverá a ocurrir.


- ¿Perdonarte Pedro? ¿De qué? Si me has hecho completamente feliz.


- Eso no debería de haber ocurrido Amanda, soy el padre de tu amiga, me siento que la he traicionado, además soy un adulto y tu una muchacha muy joven, perdóname.


- Pedro, no tengo que perdonarte nada, al contrario agradecerte lo que has hecho, me ha gustado mucho y eres ¡tan viril y fuerte! Me gustas.


- Amanda esto no lo podemos repetir, no puede volver a ocurrir y te agradecería que quedara como nuestro secreto.


- No me digas eso Pedro, me gustaría desvirgarme contigo, me haría ¡tan feliz!


- No Amanda de verdad, ya conocerás al hombre ideal de tu vida, que te querrá y amará.


- El hombre ideal de mi vida eres tu Pedro, un hombre de verdad, alto fuerte, noble, y con esa polla que tienes que es una preciosidad, no me rechaces Pedro, por favor.


- Amanda, ahora mismo me siento un pervertido que ha traicionado la confianza de su hija, por favor no me lo pongas más difícil, te lo pido por favor Amanda.


La muchacha se puso a llorar y no tuve más opción que abrazarla para consolarla. Ella me rodeo la cintura en un abrazo, que volvió a pegar mi polla a su cuerpo y la suya se pegó al mío. Me miró como un ángel mira a la virgen para pedirle en oración. De sus ojos brotaban pequeñas lágrimas que la noche hacia brillar ¡qué guapa estaba! mi boca atraída como un imán hacia la suya empezó a besarla. Con la lengua recogí sus lágrimas y se las di en su boca, para compartir el salobre en un juego de lenguas, que dio paso a lo que precisamente quería evitar.


En mi vida creo que mi polla se había puesto tan inmensa y dura. El capullo lo tenía entre sus pequeños pechos hormonados y cuando sentí que entraba dentro de su boca y empezó a mamármela, ya fue inevitable que pasara lo que pasó.


La tumbé sobre la hierba del jardín y fui recorriendo con mi lengua y mis besos todo su cuerpo, desde sus orejas hasta sus pies fueron acariciaos por mis labios y mi lengua. Ella ya se había vuelto a correr, en mi boca, y degusté y saboreé su esperma con auténtica pasión.


Le abrí las piernas en “V” y me dediqué a comerle el ojete, con mi lengua le iba llenando el recto de saliva. Ya venía el momento, ella agarró del suelo el bote de aceite hidratante que utilizó para el masaje y me lo dio. Entendí sin palabras que había llegado el momento de desvirgar a ese prodigio de la naturaleza ¡Que hermosa criatura!


Me embadurné bien la polla con el aceite hidratante y unté bien su ojete, metiéndole primero un dedo y después dos. Ella no apartaba la mirada de mis ojos, se la veía feliz y expectante. Yo más caliente que un burro acerque mi capullo a su entrada.


Cuando entró mi glande en su recto, ella misma se sentó encima de la polla, abrazándome fuerte y aferrándose a mi cuello. Mi botón dentro ensanchó la entrada.


- ¡Oh Pedro! En mi culo solo ha entrado un pequeño consolador que tengo, me emociona que seas tú quien me desvirgue, gracias, te amo.


- Relájate Amanda, voy a ser suave o lo intentaré, si te duele mucho me lo dices que pararé ¿Vale?


- Aguantaré, aguantaré… sí, quiero que me penetres como a ti te guste hacerlo, quiero ser tuya Pedro.


Aquella cara angelical, me miraba, con esos ojos verdes llorones brillando a la luz de la luna. Fui introduciendo mi rabo despacio, intentando causarle el menor dolor posible. Ella se aferraba fuerte a mí y su boca con la mía intercambiaban salivas y suspiros provenientes del gozo. Mi polla se fue acomodando a la estrechez de su recto, y por un momento temí haberle roto algo, pero no fue así. Ya más de la mitad estaba dentro, cuando ella misma de un golpe de trasero se terminó de metérsela entera hasta el fondo.


Ahogó un grito en mi boca. En la noche solo se oían los grillos, nuestros disimulados y clandestinos jadeos y gemidos, morían en nuestras labios. Parecía que no podíamos despegarlas y nuestras lenguas eran auténticas fábricas de saliva que intercambiábamos y saboreábamos. Fue un beso eterno.


- ¡Ah, ah, ah, sí, sí, ah, sí, ah, sí! Te amo Pedro, ¡qué placer dios mío, ah, oh, oh!


- ¡Qué bomboncito tan sabroso llegas a ser Amanda! ¿Te gusta? ¿Te hago daño?


- ¡Me encanta Pedro! ¡ah, ah, sí, sí, sí, fóllame! Soy la mujer más afortunada del mundo ¡Ah, ah!


- Veo que has vuelto a correrte Amanda, tu leche arde ¡qué buena estas chiquilla! ¡Que placer! Voy a llenarte las tripas de leche.


- Sí, córrete dentro de mí, lléname, ah, ah, ah, ah…


Lo que salió de mi polla le hizo girar las pupilas y sus ojos se entornaron en blanco. No creo haber soltado en mi vida semejante chorro de leche. A besos profundos la fui recomponiendo, pero ella en ningún momento se había soltado de mi cuello.


Sentada y completamente ensartada, mi polla no quería aflojarse ni salir. Con todo su recto pringado de mi corrida, ahora más encabritada se puso. El calor que desprendía su cuerpo me abrasaba y la verga palpitaba sola dentro. No habíamos aún dejado de besarnos, nuestras bocas así como nuestros sexos permanecían unidos.


Me pareció oír un ruido y deje de follarla de golpe. Nos quedamos quietos y en silencio. Aproveché para ir sacando despacio mi rabo de su culo. Al salir sonó un “blop! Y todo seguido salió, semen, sangre y de todo. Nos quedamos un tiempo mirándonos sin decirnos nada. Ya hablábamos con nuestras miradas.


- Amanda, me ha gustado mucho follar contigo y desvirgarte, pero debes de entender, que esto no lo vamos a repetir.


- No me digas esto, que me pone triste. Te amo, quiero ser tuya para siempre. Haré lo que tú digas que haga, te serviré, soy buena ama de casa, se cocinar, lavar, te cuidaré como a nadie en el mundo.


- Amanda, razona, no vamos a repetirlo, vamos a ser muy, pero que muy buenos amigos, esto será un secreto entre tú y yo, y verás que con el tiempo me vas a dar la razón, me vas a agradecer no llevar esto más lejos.


- ¿Me permitirás al menos que venga a verte de vez en cuando?


- Claro Amanda, siempre serás bienvenida a esta casa.


- ¿Te puedo pedir un favor?


- Tú di, si es razonable y se puede se hará.


- ¿Me dejas hacerte una mamada de despedida? ya que dices que va a ser la última.


- Tuya es cinco minutos, después a dormir.


- Vale, te amo.


¡Dios! No llegó a meterse todo el cipote dentro de la boca, pero casi. Además, a la vez que delicada, apasionada en saborearlo. Me lamió todo el tronco y los huevos. Me abrió y levantó las piernas y me folló con su lengua llena de saliva el ojete. Yo volvía a estar empinado como un toro y como tal me comporté. A veces soy bruto y para rematar la noche lo fui un poco.


La puse de pie y de espaldas a mí, estando yo arrodillado, le abrí los cachetes del culo y se lo follé con la lengua. Mi lengua es grande y larga y le causé tanto placer, que volvió a ponérsele la polla tiesa. Se la fui pajeando mientras le comía el orificio con delicia.


La fui bajando hasta arrodillarla, mi rabo ya conocía el camino y su ojete se sentó en la misma cima de mi polla. Se la metí de una estocada hasta el fondo. Le di cuatro nalgadas a la vez que empecé a follármela a lo bestia, rodeada por mis brazos la tenía inmóvil y mientras con la mano le hacia una paja.


Estuve follándome a Amanda al menos diez minutos así, de vez en cuando le daba alguna bofetada a sus pechos y alguna nalgada, al ver que eso a ella le gustaba. Hasta que de nuevo ella se corrió en mi mano y yo le llené los intestinos. Le tape la boca con la mano para ahogar su grito y no ser escuchados.


Exhaustos nos tumbamos los dos sobre la hierba, yo encima y aún con mi rabo metido. Fui sacándolo suave y lentamente. Cuando me hube repuesto y ella también, me levanté y la cogí a ella del suelo en brazos. Así llevándola como a una novia después de desvirgarla, la coloque sobre la tumbona. Le puse el tanga, yo me puse el pantalón, acerque a su boca a la mía, le di las buenas noches, un beso, y me fui a mi habitación.


Entre pitos y flautas habíamos estado follando más de dos horas. La vi exhausta, parecía un auténtico ángel. Miré al cielo y vi la estrella con la que me vino el recuerdo de mi difunta esposa. Parecía que me decía que pensara en mi hija.


Por la mañana me levanté temprano. Todas en la casa estaban durmiendo. Yo por no perder la costumbre de los sábados, me fui a tomar un café en el bar del pueblo, después a la panadería y pasé por la tienda de comestibles a buscar cuatro cosas que faltaban en la casa. Al lado había una tienda de ropa, entré a comprarme un bañador. La dependienta, que nos conocemos, me aconsejó uno tipo bóxer, me dijo que eran los que se llevaban ahora, y me aconsejó uno de hilo cómodo, de color blanco. No es que el blanco me gustara mucho, pero ella insistió en que con el moreno de mi piel me quedaría muy bien.


La dependienta se llama Rosa, es una mujer casi cincuentona como yo, está casada con un oficinista del ayuntamiento que me ayudó en los papeles cuando me hice la casa y después la piscina. Insistió en que me lo probara y me hizo pasar a un probador. ¡Joder! Aquel bañador me iba muy pequeño, mi polla no cabía apenas dentro y el paquete que marcaba era escandaloso. Me llamó desde el otro lado de la cortina.


- ¿Cómo te queda Pedro?


- Es muy pequeño, quizás una o dos tallas más


- A ver


Entró y pude ver que sus ojos se le salían del casco cuando me vio.


- ¡Caray Pedro! No hemos acertado la talla


- Sí, yo creo que al menos dos tallas más ¿No?


- Es que no veas lo que tienes entre piernas Pedro, ja, ja, ja… aunque así no podrías sacarte las mujeres de detrás de ti, ja, ja, ja… espera que te traigo otro.


Salió y me trajo dos más, uno igual de dos tallas más y otro tipo slip.


- Mira pruébate este también, es muy mono.


- A ver, ese tipo slip ¿No es muy pequeño también?


- Pruébatelo, así nos orientaremos con la talla


La tía no se fue del probador, solo se puso de espaldas a mí disimulando, para no ver mi desnudez, aunque pude comprobar su mirada en un espejo y veía claramente mi desnudez. Decidí jugar un poco con ella, ya que quería jugar, jugaríamos.


Aquel slip era indecente, y aunque ladee mi rabo hacia un lado, lo abultaba tanto que hasta los huevos se escapaban de él. Cuando se giró se quedó mirando mi paquete.


- No me mires tanto el paquete Rosa, que no respondo de la reacción de mi rabo, ya se me está poniendo morcillón


- Es que vaya pedazo de tranca te gastas Pedro, nunca he visto una cosa tan grande.


- Tendrás que traerme un par de tallas más. Mientras me probaré este otro.


- Vale, voy a por él


Cuando volvió, de la impresión, se le cayeron los slips al suelo. Me encontró de pleno terminando de sacarme el otro bóxer, que también era pequeño y con mi rabo morcillón blandiéndose ante su mirada.


- ¡Dios santo Pedro! ¡Que pene más grande tienes!


- ¿Y qué le voy a hacer Rosa? Es lo que hay, menos mal que nos tenemos confianza, porque si no me muero de vergüenza.


- ¿De vergüenza? Madre mía si de eso deberías de estar orgulloso. Mira cómo se te está poniendo.


- Y si continuas mirándome, más grande se va a poner


- ¿De verdad que te excito Pedro?


- Sabes que soy viudo y llevo tiempo sin darle gusto a mi pito y ante una mujer ¿Cómo puedo remediarlo? Eso no obedece las órdenes del cerebro, va a su bola.


Intenté ponerme el slip que me trajo de dos tallas más, digo intenté, porque se me puso la polla tiesa y ya no cabía en aquel slip ni con tres tallas más.


- Pedro


- Dime Rosa


- ¿Me dejas tocártelo? Nunca he tocado una cosa tan grande.


- ¿No se enfadará tu marido?


- Si no se lo dices tú, nada sabrá. Será nuestro secreto.


- Vale, tu misma, toca, pero no respondo de lo que después pueda pasar, ya te he dicho que lleva tiempo mi polla sin que una mujer la toque.


- ¡Madre mía que preciosidad!


No solo me la tocó, empezó a acariciármela y de golpe ya estaba de rodillas haciéndome una mamada. No paraba de exclamar admiraciones y pronunciaba frases que no entendía lo que decían.


No puede aguantar más y la levanté, le pegué un morreo en toda regla, le levante una pata, aparte un poco sus bragas y busque con mi polla su orificio que ya encharcado recibió de una estocada todo el cilindro dentro.


La levanté, la senté sobre el rabo y la empotré contra la pared del probador, empecé a follármela. Ella abrazada a mi gemía en cada embestida que le metía. Su coño parecía una fuente y sus flujos emanaban resbalando por mis huevos. Estando así, se oyó la puerta de la tienda abrirse y alguien la llamó. Enseguida la descabalgué, se recompuso un poco la ropa y salió del probador para atender a la señora que la reclamaba. Yo me vestí, cogí el bañador y salí también.


Rosa estaba atendiendo a una señora que frente a un muestrario de hilos elegía colores. Cuando fui a pagarle el bañador, me dijo que me lo probara bien y si me valía que ya pasaría a pagarle. Me dijo que por las tardes abría a las cuatro, pero que ella a las tres ya estaba ahí, que si iba antes llamara con los nudillos al cristal que ya me abriría. Entendí el mensaje y me fui.


Al llegar a casa ya estaban todas levantadas y en el jardín. Habían recogido y limpiado todo el desmadre del día anterior. Deje la compra en la cocina y les saqué los bollos y los dulces que les había comprado para desayunar.


- Papá, ahora ya llegará Lola, desayunaremos todas juntas y tú con nosotras también ¿Vale? Solo se queda Amanda y Lucia, que se irá después con ella y su madre, que viven cerca de su casa, Carol ya se ha ido, ha venido su padre a buscarla.


- Muy bien Esperanza, lo que tú digas se hará. Por cierto, me he comprado un bañador, así no haré el ridículo como dices que hago con mi pantalón de deporte bañándome.


- Muy bien papá, además tienes que comprarte ropa nueva, la que tienes ya es muy vieja. Esta semana iremos tú y yo a comprar ropa nueva ¿No ves que llevas tiempo sin comprarte nada? Y ya la que tienes es muy vieja.


- Pero aun sirve Esperanza, no hay que malgastar.


- Siempre ahorrando, hay que gastar el dinero, ja, ja, ja…


- Cuesta mucho de ganarlo, ya lo verás cuando vayas haciéndote mayor.


- El timbre, debe de ser Lola, la madre de Amanda. Verás que encantadora es.


Lo que me faltaba aquella mañana ya. ¡Vaya mujerona! Amanda y mi hija se fueron corriendo a recibirla.


- Papá ella es Lola ¿A que es guapa?


- Ja, ja, ja, ¡esas niñas! La halagan siempre a una.


- Buenos días Lola, soy Pedro, pues no dicen ninguna mentira es usted muy guapa.


- Gracias Pedro, mejor nos tuteamos. Bueno, he traído el bañador y algunas cosas de comer para compartir.


- No debías haber traído nada, hay de todo, pero bien, la fiesta será más grande, ja, ja, ja…


Amanda me cogió de la mano y nos fuimos a sentar bajo la pérgola. Solo el contacto de la mano de aquella criatura, me revivió el polvo que pegamos por la noche y mi polla ya empezó a encabritarse.


- Mamá a ¿Qué es guay el padre de Esperanza?


- Por lo que veo, de momento sí, ja, ja, ja…


- Es super majo mamá ya lo verás, además es muy diver jugando en la piscina.


- Bueno, no será tanto, soy más normal de lo que parece, pero en mi casa me gusta que todo el mundo esté a gusto, se lo debo a mi hija y al recuerdo de su madre.


- Papá, siempre has sido el mejor padre del mundo.


- Gracias hija y tú la mejor hija del mundo.


Lucía la otra amiga de mi hija, parecía que se quedaba un poco ausente, lo percibí y la animé a entrar en la conversación para que no se sintiera discriminada.


- ¿Y tú Lucia, te lo estás pasando bien?


- Muy bien Pedro, gracias por aceptarme, en mi casa todo es tan diferente, que Esperanza y Amanda me dan envidia sana de tener unos padres como vosotros.


- ¡Bah! Seguro tus padres te quieren mucho, muchas veces por obligaciones uno no puede atender a los hijos como quisiera, pero seguro que son igual o más de buenos que nosotros.


- Ojalá tuvieras razón Pedro, pero no es así. En casa somos cuatro hermanos, yo la única chica, mi padre es alcohólico y nunca ha trabajado, solo reparte ostias y su mala leche con nosotros, mi madre se parte el alma trabajando para sobrevivir y su humor como es lógico siempre es el de la mala leche. Menos mal que pronto empezaré a trabajar en una tienda y desahogare un poco la economía familiar, ya que mis hermanos son como mi padre, solo saben fumar porros y beber, irse de juerga, y no dan palo al agua, pero bueno es lo que hay.


Al decir esto, se puso a llorar e instintivamente la abracé, ella también me abrazó. La estampa era maternal, pero en la posición su hombro se posó sobre mi paquete y este tuvo la reacción esperada después de la mañana que llevaba. Ella con disimulo empezó con el codo a acariciármelo a la vez que iba recomponiendo sus lágrimas recostada a mi pecho.


Lola me miró aprobando la compasión hacia la muchacha.


- Bueno, vamos a tener una mañana animada, nada de lloriqueos. Verás cómo tu vida un día dará un giro y la felicidad te encontrará.


- Gracias Lola, a ti y a Amanda os quiero mucho.


- Lo sabemos, venga anímate y vamos a desayunar todas juntas que tengo un hambre atroz ¿Tu no Pedro?


- Por supuesto Lola, vamos al ataque con todo esto, ja, ja, ja…


Las cosas que tiene uno que hacer por la felicidad de su hija. Desayunamos y todas se animaron a tirarse a la piscina. Cuando vi a Lola en biquini intuí que aquella mañana las pasaría canutas. Amanda que me ponía a mil, y después de la noche que pasamos, más. Su madre que vaya mujerona estaba hecha, además de guapa, el tipazo de la mujer no tenía desperdicio. Lucía que se entretuvo en su llanto poniéndome la polla dura con su antebrazo y se había deleitado con ella masajeándomela y todo.


- Pedro vente a la piscina, va.


- Ahora me iré a cambiar Amanda y a ponerme el bañador.


- Sí papá a ver estrena el bañador que te has comprado, que quiero vértelo, ja, ja, ja…


- Va Pedro, no demores que aquí en el agua se está estupendamente.


- Ya voy Lola, ya voy.


Fui a la casa a cambiarme. El bañador tenía delito, aunque de talla más grande mi paquete se marcaba de manera obscena, encima intuí que aquello mojado debía de transparentarse y todo. Seguro que Rosa lo hizo a propósito a saber el motivo. Anda que tardó mucho en agarrarme la polla y mamármela. Porque entró aquella clienta en la tienda, que si no le relleno el coño bien. No está de tan mal ver la jodida, además no han tenido hijos con su marido y analizándolo bien, para mí, que poco sexo le da.


En estas divagaciones andaba, también estaba replanteándome quitarme el bañador, y volver a ponerme los pantalones de deporte. Cuando entraron en mi habitación mi hija y Amanda. Al verme ambas se echaron a reír.


- Este bañador no me vale, a mí no me hace gracia.


- Pues no te queda nada mal papá.


- ¿No ves que es indecente? Mira cómo se marcan mis partes.


- ¿Y qué quieres hacerle papá? si es así, es así, no debes tener perjuicios.


- Pues a mí me gusta…, el bañador quiero decir.


- ¿Ah que sí Amanda?


- A mí me gusta cómo le queda.


Sin darme tiempo a decidirme, me cogieron de la mano y me sacaron tirándome al jardín. Yo aunque ofrecía resistencia, precisamente su insistencia y sus risas lo convirtió en algo divertido. Lola desde la piscina nos vio en este forcejeo.


- ¿Qué os pasa? ¿que no quiere venir?


- Le da vergüenza mamá.


- Es que este bañador que se ha comprado mi padre dice que es demasiado pequeño y le da vergüenza.


- ¿Vergüenza en tu casa? Va Pedro, vente a la piscina que somos de confianza y no nos vamos a reír.


- Ya se lo digo mamá, pro dice que es indecente


- ¿Indecente? Ja, ja, ja, estamos en tiempos modernos Pedro, venga vente.


Ante las insistencias me presenté en la piscina. Entonces Lola comprendió y se empezó a descojonar de risa.


- Ves Amanda, me habéis hecho ser el hazmerreír de la piscina.


- Que no Pedro, que es muy bonito todo lo que se ve.


- Va papá vamos al agua y olvídate de tu paquete, que muchos hombres les gustaría tener lo que tienes tu entrepiernas.


- Esperanza ¡que eres mi hija!


- Sí, pero también soy una mujer y se lo que las mujeres nos gusta o no.


- Vale, vale, parad, ahora voy.


Me tiré al agua. Enseguida estuve rodeado por todas, menos de Lola que se mantuvo dentro del agua a distancia. Todas querían subirse a mis hombros para utilizarme de trampolín y que las tirara lejos. Lucia con descaro, frente a mí, jugando me abrazó y rodeo mi cintura con sus piernas clavándome literalmente su sexo al mío. Haciendo movimientos de juego, iba frotándose la panocha en mi paquete. Mi polla pronto reaccionó y tuve que apartarla para no follármela ahí mismo. ¡Joder, Ahora, esta!


Amanda al subirse a mis hombros me rozaba con su pito la espalda y no suficiente con eso, se quedaba sentada en mi cogote reposando sus huevos, después se subía de pie y yo la lanzaba lejos dentro de la piscina.


Así estuvimos un rato hasta que decidieron con permiso de Lola que las dejase bañar sin la parte de arriba del biquini. Todas contentas se lo sacaron.


- Mamá sácate tú también la parte de arriba, va.


- No hija, yo ya soy muy mayor y mis pechos no son los vuestros, ja, ja, ja…


- Va Lola, que aquí estamos en confianza, yo te lo saco, venga, que mi padre no se va a burlar ¿Verdad papá?


- Que va hija, haced lo que os plazca, por mi tranquilas.


De pronto me encontré dentro de aquella piscina con tres muchachas rozándome todo el tiempo con sus pechos, con su coños, con su polla y mi rabo que estaba ya a punto de estallar.


- Mamá súbete a Pedro que te tire, verás que diver.


- ¡Uy no hija! No ves que yo peso mucho y no tengo vuestra edad.


- Lola, mi padre puede contigo, venga


No les di tiempo a reacción, las tetas de Lola aún terminaron de encabritarme más el pito. Fui nadando bajo el agua y pase por debajo de sus piernas emergiendo con ella subida a mis hombros. Noté su peludo coño debajo del biquini pegarse a mi nuca.


- Dame las manos Lola.


- ¿Así? ¡ay que miedo me das!


- Tranquila, primero subes un pie a mi hombro, y después el otro, intenta aguantar el equilibrio y no te preocupes, que yo te sujeto bien de las manos.


Así lo hizo. Se subió de pies a mis hombros y cuando la tuve arriba a la de tres, la lancé lo más lejos que pude, nadando detrás de ella para que cuando emergiera lo hiciera frente a mí. Aquel par de melones me habían puesto caliente. Además era una mujer muy guapa, con los mismos ojos verdes de Amanda y su cuerpo tenía una bonita forma.


- Ja, ja, ja ¡animal! Casi me ahogo, ja, ja, ja…


- ¿A qué es diver mamá?


- Ja, ja, ja, calla que no puedo parar de reírme ¡dios mío! Ja, ja, ja


- A que es genial Pedro mamá, ves cómo te lo he dicho.


- Sí, hija, ja, ja, ja, creo que hacía tiempo no me reía tanto.


Así estuvimos jugando un rato dentro del agua, hasta que salí. Pude ver los ojos como platos cuando que se le pusieron a Lola cuando vio mi paquete. El puto bañador era como me temía, blanco y con el agua se me transparentaba todo el rabo. Menos mal que me había bajado la trampera, pero morcillona como estaba no dejó de impresionarla.


- ¿Os preparo algo de beber chicas?


- Sí las tres coca cola papá


- ¿Quieres una cerveza Lola?


- Pues mira hace tiempo que no la tomo, bien, hoy es un día especial.


Les puse tres vasos de coca cola a las niñas y Lola salió del agua para tomarse la cerveza conmigo bajo la pérgola.


- ¿Hace mucho tiempo que eres viudo Pedro?


- Angustias, mi mujer que en paz descanse, se nos fue hace seis años. Doce años tenía entonces Esperanza.


- ¿La recuerdas?


- No hay día en el que no piense en ella. Principalmente por las noches, salgo al jardín y miro al cielo, siempre está en la estrella que más brilla en el firmamento, hablo con ella y ella me habla.


- ¡Caray que romántico!


- No sé lo que será Lola, pero la he querido y aun la quiero un ¡tanto!


- ¿No has conocido a otras mujeres?


- Para que voy a engañarte, claro, he conocido alguna, tampoco muchas, incluso he estado a punto de liarme como pareja, pero siempre he pensado en mi hija y nunca he traído una a casa y hasta que ella se case o se vaya de aquí, estaré solo con mi hija.


- ¡Cómo te envidio! Yo he sido una desgraciada en los amores. Me separé de mi marido hace cuatro años. Cuando Amanda nos dijo su orientación sexual en casa no podíamos vivir. Yo ya sabía que era una niña, desde pequeña, siempre quería juguetes de niña y vestirse como una niña, ya desde muy pequeña. Mis peleas con mi ex eran continuas. El creía que esto era una enfermedad y la quería sanar a palos y a golpes. Tuve que separarme para protegerla.


- Tu hija, con o sin polla, no deja de ser un encanto, perdón que te hable así, pero mira ahora mismo como juegan las tres, la verdad es que debemos estar agradecidos de tener las hijas que tenemos.


- Me sorprendes muy gratamente Pedro, normalmente pocos hombres son como tú, no abundan y los pocos que se le acercan es para aprovecharse de ella o burlarse. No tengo muy buen vivir, la verdad.


- Te entiendo Lola, siempre que pueda ayudar en algo, no dudes en contar conmigo.


- Me gustaría que vinieras el próximo sábado a la fiesta que prepararemos para el cumpleaños de Amanda, ella cumple los dieciocho el sábado.


- ¡Vaya! Y sábado, no faltaré ¿Dónde haréis la fiesta?


- En casa no podemos, mi piso es muy pequeño, buscaré esta semana algún lugar, ya te avisaré.


- Oye Lola, no quiero entrometerme, pero ¿Por qué no lo celebráis aquí? En mi casa, en el jardín, como ayer. Aquí las chiquillas están a gusto, se bañan, ponen música, bailan, no molestan a nadie.


- ¿De verdad me lo dices Pedro? No quisiera molestar en absoluto, la verdad.


- ¡Qué va! ¡Que molestias y que carajos! Organizas la fiesta aquí, siempre que mi hija este de acuerdo, vaya, y no creo que diga que no, al revés se va a entusiasmar y todo.


- Pedro ¡Que feliz me haces! Eres un gran hombre de verdad, personas como tu son las que necesita esta humanidad. ¡Cómo te agradezco el ofrecimiento! Además su dieciocho cumpleaños, su mayoría de edad ¡que contenta se va a poner! No te preocupes que yo llevaré todo lo necesario y después limpiaré todo el desaguisado.


- No pienses en esto Lola, anda, ve a la piscina con ellas, habla con mi hija y con la tuya y a ver qué les parece.


Lola se fue al agua con ella a comentarles la nueva, pronto salieron las cuatro corriendo y se lanzaron sobre mi abrazándome y llenándome de besos. La más emocionada Amanda que ya empezó a soltar sus lágrimas emocionadas mientras me agradecía el ofrecimiento y me comía a besos.


- Eres genial papá, eres el mejor padre del mundo y esta semana te vas a venir conmigo y con Amanda y Lucía de compras, que tengo unos ahorros y quiero comprarte ropa nueva, que la necesitas.


- Bueno ya veremos, tampoco hay que malgastar en compras inútiles, pero un bañador si, ja, ja, ja… ¡Que vaya vergüenza estoy pasando con este.


- Ja, ja, ja, Pedro, estamos en confianza, no te preocupes por mí.


- Ya lo sé Lola, como dicen ahora los jóvenes, paso de todo, ja, ja, ja… ¿Qué os parece si vamos preparando la comida?


Todas al unísono lo aprobaron. Las chicas se dedicaron a sacar los cubiertos, platos, vasos y demás y Lola y yo fuimos poniendo las viandas en bandejas. Encendí la barbacoa y les dije que último baño, que en media hora se comía. Todas se fueron a la piscina menos Lola, que se quedó conmigo para ayudarme en la carne.


Al tenerla ahí con las tetas al aire y con algún que otro roce que nos dábamos el pito empezó a encabritarse de nuevo. Ella se percató.


- No acerques mucho esa butifarra al fuego, a ver si se te asa, ja, ja, ja…


- Disculpa Lola ¿Ves que esto no es un bañador ni es nada?


- Ja, ja, ja, es que perdona que te lo diga Pedro, pero te gastas un calibre que no es fácil ocultarlo, ja, ja, ja…


- Y que le voy a hacer, me hicieron así, ja, ja, ja…


- Pues te hicieron muy bien ¡madre mía! ¡Qué maravilla tener un hombre así! Por eso estoy convencida que mujeres no te faltan, entre ser como eres y con esa tranca, que además tienes pinta de saberla usar, debes llevar a tus conquistas de culo, ja, ja, ja…


- No creas Lola, como te he dicho antes, alguna amante he tenido, pero pocas, no soy hombre de salir, ni de juergas, y aquí en casa es donde mejor estoy.


- Oye Pedro ¿Si te digo algo me prometes que no te vas a ofender?


- Tú di, tranquila, no me ofendo fácilmente.


- Si tú quieres, vaya, a mí me gustaría revolcarme en alguna ocasión contigo. Disculpa el atrevimiento, no soy así, no sé qué me pasa.


- Quizás tengamos un día ocasión, sin tantas hadas revoloteando a nuestro alrededor, ja, ja, ja. A mí también me gustaría, y perdona que te lo diga como yo pienso; estas un rato largo de buena para echarte un buen polvo.


- ¡Oh Pedro! Ya me estoy mojando, y ya empezaré a contar los días.


- Tú te mojas, pero mira a mí como me ha puesto el cipote esta conversación.


- ¡Dios mío! Puedo tocarla.


- Claro, lo estoy deseando.


Me agarró la tranca por encima del bañador y empezó a masajeármelo. Le dije de escapáramos un momento a mi habitación, y ella dijo que lo deseaba, pero en aquel preciso momento que ya nos íbamos, se presentó de frente a nosotros, Amanda y detrás de ella ya venía mi hija con Lucía.


- Que bien os veo a los dos, hasta hacéis buena pareja, ja, ja, ja…


- Amanda coge estas bandejas ayuda a tu madre a llevarlas a la mesa.


- Esperanza, coge tú esas y las vais llevando, yo voy a la nevera a buscar las bebidas.


- Yo te acompaño y ayudo Pedro.


- Bien Lucía vamos.


Que decir que cuando entramos en la cocina para coger las bebidas Lucia se quedó mirándome.


- ¿Puedo decirte una cosa Pedro?


- Dime Lucía.


- Es un secreto y no se lo diré a nadie.


- Tú dirás.


- Esta noche os he visto follar con Amanda.


- No está bien cotillear Lucía.


- Pedro, no he cotilleado, he visto que no estaba Amanda, he mirado por la ventana y os he visto. Me he calentado mirándoos, y tranquilo que no diré nada a nadie, ni a ella, pero me gustaría pedirte que me desvirgues a mí también.


- ¿Sabes lo que me pides?


- Sí, me haría mucha ilusión y me gustaría, vi como la penetrabas a ella y lo delicado que fuiste y como gozó y lo bien que os lo pasasteis.


- ¿No soy muy viejo para ti? ¿Por qué no buscas a alguien de tu edad?


- No eres viejo Pedro, me gustas, por favor desvírgame a mí también.


- Bueno, vamos de momento a tener el día en paz, ya lo hablaremos ¿vale?


- Pero prométemelo va.


- Te lo prometo, ya lo hablaremos.


La muchacha sonrió y me agarró la polla. Le tuve que decir que parara, que aquello no podía continuar hoy en mi casa. Ella ni se inmutó, me sacó la polla del bañador y le dio un beso a mi capullo, diciéndole hasta pronto, sonrió, le di las botellas y salimos a la pérgola a comer. Puse las botellas delante de mi paquete, tenía la polla a reventar.


Comimos, nos reímos y comprobé que Lola era una mujer divertida, tenía gracia contando chistes y anécdotas que nos hacían reír a todos. Después de comer y hacer una sobremesa larga, me puse a hacer la siesta y aunque no dormía disimulaba hacerlo, no quería que ocurrieran más cosas. Hasta que Lola ya vio el momento de regresar con las chicas a su casa y se pusieron a recoger y limpiar todo el desaguisado. Quise ayudarlas, pero todas se negaron y no me dejaron hacer nada. Se me acercó Amanda.


- Gracias por todo Pedro. Y gracias por dejar que el próximo sábado haga la fiesta de mi cumple aquí. Me ha hecho mucha ilusión.


- Y a mí me gusta que vengáis aquí a celebrarlo, prometo no incordiar.


- Tú no incordias para nada Pedro, ya lo sabes, yo te amo y tengo la esperanza de que un día vuelvas a follarme.


- Ya lo sabes, es nuestro secreto.


- Sí ¡me siento tan bien y tana agusto contigo y con Esperanza! A ella también, la quiero, la quiero, la quiero…


- Me gusta que seáis así de amigas.


- Pedro ¿Puedo hacerte una pregunta?


- Dime…


- ¿Te gusta mi madre?


- ¡Vaya pregunta me haces! Me ha gustado conocerla.


- He visto cómo te agarraba la polla, me ha dado una envidia, ja, ja, ja…


- Amanda, tu no digas nada, ha sido solo un juego, no ha ocurrido nada.


- Pero ocurrirá, ocurrirá… ja, ja, ja…


Y se fue riéndose pícaramente.


- Pedro


- Dime Lola


- Gracias por este estupendo día, hacía ya tiempo que no me lo pasaba tan bien. Eres un buen hombre.


- Bueno el placer ha sido mutuo, yo también me he divertido mucho y me lo he pasado bien y mi hija encantada.


- Te llamaré un día de esta semana o a lo mejor me acerco, para preparar la fiesta del sábado.


- Como tú quieras Lola, en esta casa siempre serás bienvenida.


- Gracias Pedro, gracias por ser como eres.


Nos despedimos, Lucía me dio un abrazo y un beso, Amanda también y Lola me guiñó un ojo. Se fueron. Una vez solos en casa mi hija y yo, me preparé un wiski, me tumbé en mi tumbona y relajadamente fui bebiéndomelo y buscando la estrella de mi difunta mujer en el firmamento.


Vino mi hija a tumbarse a mi lado. Le hice sitio y se me quedó abrazándome con su cabeza recostada sobre mi pecho.


- ¿Miras al cielo buscando la estrella de mamá?


- Sí Amanda, como siempre, nunca la olvidaré ¡Que feliz hubiera sido hoy!


- Yo tampoco la olvido papá, y también siempre busco en el cielo su estrella. Ayer por la noche salí a buscarla y me habló.


- ¿Qué te dijo?


- Que te cuidara mucho


- ¿Sabes? A mí me dijo lo mismo; cuida a nuestra hija.


- La recuerdo tan bella y tierna ¡como la quería!


- Era la mujer más bella de todas las mujeres habidas y por haber, solo la has superado en belleza tú.


- Papá te quiero.


- Y yo también hija mía.


- Papá.


- Dime corazón bonito


- ¿Puedo dormir contigo esta noche igual que cuando era pequeña y tenía miedo.


- Claro hija, claro que sí


CONTINUARÁ.
 
Primer capítulo.


Espero les guste.



Quizás no he sido buen padre, quizás sí, no lo sabré. Son consecuencias las que la vida le lleva a uno al presente y en este presente surrealista me encuentro yo.


Carezco de familia, crecí en un orfanato dirigido por curas estrictos, violentos y **********, como la mayoría de esos seres católicos, apostólicos y romanos, que bajo la protección del poder, obran por sus propios intereses y caprichos. Las monjas que de pequeño me cuidaban, eran la representación perfecta de lo que no debe de ser una madre o una cuidadora. De mal genio, estrictas y amantes del dinero, no es que me trataran mal, si no, peor.


De pequeño tenía un defecto que de adulto pude disimular mediante una operación, mi tabique nasal era totalmente curvo y ladeado hacia mi lado derecho. Las monjas y los curas haciendo burla de este defecto me apodaban “el narizotas” y los castigos que me infringían solían ser tirones fuertes a mi deforme nariz. Me menospreciaban porque con este defecto no me quería comprar ninguna familia. Era mercancía defectuosa.


En lo único que la naturaleza me había premiado era en mi físico y mi sexo. Era alto y fuerte ya de niño para el trabajo en los huertos del orfanato, y tenía una buena polla con la que los curas pervertidos y alguna monja se regocijaban y gozaban con ella.


Así fueron pasando los años de mi infancia y adolescencia, como esclavo en aquel siniestro lugar.


Una vez que me negué a comerle el culo a un sacerdote, me la estiró tan violentamente que me rompió el tabique nasal. Tuvieron la desfachatez de decirle al médico que me había caído. No hay mal que por bien no venga, eso también fue mi liberación y salvación. El médico era militar y con mi edad ya, me convenció para que me alistara al ejército. Me reparó la nariz que pasó a ser una nariz más o menos normal y me alisté con dieciséis años a la legión.


Años más adelante ya cuando me licencié del ejército, le preparé un día una emboscada a este cura, le corté la polla y se la metí en su culo, huevos incluidos, después de romperle la nariz a puñetazos. Falleció a las pocas horas y nunca me descubrieron. Esto me envalentonó en cometer más represalias a estos seres.


En aquella época mi sed de venganza no tenía límites y fueron varios los curas y monjas que abandonaron este mundo camino al infierno por mis acciones. Nunca me pillaron.


Me pasé diez años en el ejército y ahí aprendí, lo que no había aprendido en el orfanato y más. En el ejército me saqué el carnet de conducir, vehículos ligeros y pesados y cuando abandoné el cuerpo militar no me fue difícil encontrar trabajo de camionero.


Mi experiencia sexual se limitaba a las putas. En Marruecos eran las madres que venían alrededor de los cuarteles a ofrecer a sus hijas y mi experiencia sexual se limitaba a meter y sacar el rabo de dentro del coño de una puta hasta correrme. Nunca le había dado un beso a una mujer, ni un abrazo de cariño.


En mi etapa de camionero fue cuando conocí a mi difunta mujer y madre de mi hija. Ella trabajaba de puta en un club de alterne en el que me paraba habitualmente y siempre entraba a follar con ella, nunca con otra de las putas, aunque sabía por su boca que todas querían follarme. Ella fue la primera mujer a la que le di un beso en la boca con lengua, y me enseñó a morrear, a tocar bien a una mujer, y a comerme bien un coño. Aprendí rápido y más adelante supe que no era tan malo follando.


Decidió abandonar el oficio de prostituta e hicimos planes de boda. Ella también carecía casi de familia, solo una hermana, puta también, asistió a nuestra boda y dos putas compañeras de trabajo hicieron de testigos. No nos queríamos casar por la iglesia y nos costó sudores conseguir hacerlo por lo civil.


Mi sueldo era bueno y nunca fui un malgastador, tenía unos pequeños ahorros y conseguí con la ayuda de un banco y de la empresa por la que trabajaba comprar un piso, donde nos fuimos a vivir. A los treinta años me vi padre de una niña preciosa a la que pusimos de nombre Esperanza, quizás por la esperanza que le teníamos a la vida de progresar en esta sociedad.


Angustias mi mujer empezó a trabajar como cocinera en un colegio y yo con el camión. A los pocos años decidimos vender el piso e irnos a Cataluña con la niña y emprender una nueva vida. Ahí se pagaba más. Estuvimos de alquiler en la capital, pero pronto nos gustó más la vida en un pueblo, compramos un terreno y poco a poco fuimos construyendo la que aún hoy es mi casa.


Prosperamos gracias al trabajo de los dos, yo como camionero y ella encontró empleo en el colegio del pueblo como cocinera. La vida austera que llevábamos permitió nuestra prosperidad y que nuestra hija creciera en un ambiente sano y no le faltara de nada. Por primera vez ambos conocimos la felicidad. Incluso en el terreno de la casa y con la ayuda de amigos construimos una piscina y todo, un lujo para la época, pero nuestra hija era feliz de disfrutarla con sus amigas del colegio.


Lo bueno nunca dura, y un jodido y puto cáncer se llevó a mi esposa al otro barrio en un abrir y cerrar de ojos. Cuando le detectaron la enfermedad ya era muy tarde para poder hacerle algo y a los pocos meses murió. Mi hija contaba entonces con doce años.


Me encontré de pronto haciendo de padre y de madre. La suerte de vivir en un pueblo y estar bien aceptado, me permitió compaginar el trabajo con la crianza de mi hija. Los vecinos me ayudaban en todo lo que podían, al igual que yo ayudaba en lo que podía a los vecinos cuando algo precisaban. Las ventajas de vivir en un pueblo pequeño donde todos nos conocemos.


Esperanza fue creciendo y a medida que lo hacía cada vez se parecía más a su madre. Estudió en el colegio del pueblo y luego en el instituto de una ciudad cercana, aunque pequeña, allí se podía cursar el bachillerato. Mi trabajo daba sus frutos y pronto tuve un camión por cuenta propia. Me atreví a comprar otra parcela al lado de la mía, con la intención de que si la niña algún día se casaba podría hacerle allí su casa.


En el instituto Esperanza se descarriló un poco, no es que yo desaprobara las cosas que hacía, si no que eran tiempos modernos que no llegaba yo a entender muy bien. Sus amigas y amigos eran raros y cuando quiso celebrar sus dieciocho años organizó una gran fiesta en el jardín e invitó a todas sus amistades a pasar el día en casa. Aquel día empezó mi calvario.


Primero, porque me percaté que se fumaban porros, yo los había fumado en la legión y aunque nunca fui habitual en fumar ni eso ni tabaco, los conocía bien. ¡Cosas de la juventud de hoy Pedro! Me dijo una vecina, y con razón lo toleré. Mi hija me presentó a todos sus amigos a medida que fueron llegando a la casa y me invitó a unirme a la fiesta y a bañarme y jugar con ellos a la piscina.


Yo los veía a todos como chavales, pero me empecé a poner nervioso cuando vi que sin pudor, algunas de las chicas y mi hija incluida, se bañaban sin la parte de arriba del biquini. Aunque dieciocho añeras y yo un cuarentón, he de reconocer que el espectáculo de estas desnudeces me empezó a poner nervioso. Me hubiera ido sin más, si no hubiera sido porque le prometí a Esperanza hacerle la barbacoa. Me fui a cambiar el bañador y me puse un pantalón de deporte corto, ya que en más de una ocasión mi polla se empezaba a encabritar con la visión de aquellas chicas.


Una me llamó en especial la atención, me la presentó mi hija como Amanda, tenía unos pechos pequeños, pero bien formados y curiosos. Lucía una media melena y al fijarme bien en ella, me pareció que debajo de aquella especie de tanga tenía un bulto. Al principio pensé que era producido por compresas, a lo mejor tiene la regla pensé, pero no, lo que tenía era rabo y para nada pequeño.


En algún puticlub había visto a esta especie nueva de mujeres que se habían puesto de moda, llamadas travestis, pero nunca me atrajeron y lo situaba más en la orientación sexual de los maricones. Amanda además era fina, tenía cintura estrecha y un culito de mujer total, pero con polla.


Mientras yo hacia la barbacoa, fue la que más me ayudaba, con la carne, con las tostadas, preparó la ensalada, y se puso a hacer de pinche conmigo en la preparación de la comida.


He de reconocer que su cercanía, su sonrisa y sus rasgos femeninos y algún que otro roce con ella, me hizo empalmar en más de una ocasión. Su piel era fina y suave. A ella también debió ponerle alguno de estos roces, porque pude observar disimuladamente como dentro de aquel tanga su polla empezaba a encabritarse por momentos y amenazaba en salirse de tan minúscula prenda. Llegué a un punto, que tuve que ausentarme y hacerme una paja en mi habitación para que se me bajara la polla y no alarmar a las amigas y amigos de mi hija.


Empezó la comida y aquel día le había dado permiso a mi hija para que consumieran alcohol, cervezas, vino y cava. Todo eran risas y me percaté que se lo estaban pasando en grande, eso me satisfizo, y la verdad yo también trinqué vino y cava. Todo eran risas entre ellos y ellas y en todos los juegos y conversaciones se esforzaban en hacerme participar para que yo también me lo pasara bien.


Me animaron tanto en que participara en sus juegos que me vi obligado a volver a ponerme el bañador y jugar con ellos y ellas dentro de la piscina. En uno de esos juegos Amanda se agarró a mi cuello, con clara intención de forcejear conmigo para hundirme. Noté el roce de su polla en mi espalda y en un momento dado en mi cogote, porque no sé cómo se lo hizo, se subió a mis hombros en un santiamén.


Esto increíblemente me provocó una gran erección, que ella pudo comprobar, cuando se bajó de mis hombros deslizándose a lo largo de mi torso y chocar su también empinada polla con la mía. Estupefacto, me quede paralizado, momento en que ella aprovechó para darme un pico furtivo y un pellizco a mi polla. Nadando y riéndose se apartó de mí y se puso a jugar con mi hija y una de sus amigas.


Me quedé inmóvil momentáneamente dentro de la piscina y cuando tuve capacidad de reacción, me salí y me fui dentro de la casa. Mi erección era enorme. ¿Me habría vuelto maricón? ¿Por qué despertaba en mi tanta excitación aquella chica con polla? Mi cabeza solo daba vueltas y vueltas sin encontrar respuesta a nada. Me tuve que volver a pajear para calmar mi calentura.


Me fui a mi habitación a hacer una siesta y dejé que la tarde la disfrutaran sin mí en la piscina.


Cuando desperté de la siesta y salí al jardín, ya muchas de sus amistades se habían ido. Amanda no.


- Papá, Amanda, Lucía y Carol se van a quedar a dormir. Y no quiero que recojas ni limpies nada, nosotras mañana cuando nos levantemos vamos a hacerlo todo.


- Bueno, tranquila mañana es sábado y no trabajo, entre todos lo haremos. ¿Dónde dormirán tus amigas?


- Una conmigo y las otras dos en el sofá, lo echaremos a suertes, ja, ja, ja…


- Vale, es verano y los sofás son cómodos y grandes.


- ¿Te gustan mis amigas papá?


- Claro Esperanza, son encantadoras.


¿Que tenía que decir? La verdad es que las muchachas eran majas, se habían divertido de lo lindo, rebozaron simpatía conmigo todo el tiempo y ese aire juvenil en la casa, me gustó. Angustias mi difunta esposa ¡como hubiera disfrutado ese día! Recordándola me emocioné y lloré, como lo había hecho pocas veces en mi vida. Me senté en mi tumbona preferida, me puse un wiski y me lo iba bebiendo mientras ellas aún jugaban dentro del agua. Se terminaron de ir las invitadas que no se quedaban a dormir. Se me acercó Amanda.


- Pedro ¿Puedo llamar a mi madre para decirle que me quedo a dormir con Esperanza?


- Claro Amanda en el salón está el teléfono.


- Es que ella seguro que desea oír de tu voz el permiso.


- Claro, ya te acompaño y si quieres, me la pasas y hablo con ella.


- Gracias Pedro, eres encantador.


- Tú también eres una chica encantadora.


- Te agradezco que me digas eso, la gente me mira siempre rara Pedro, soy una chica, pero nací con pene. De pequeña y ya de más mayor siempre pensé en cortármelo, pero a medida que fui creciendo he comprobado que también es una fuente de placer, y ahora estoy orgullosa de tenerlo. Aunque al principio mis padres no aceptaban mi condición, he tenido la suerte que mi madre lo ha entendido y me acepta tal como soy, pero mi padre no.


- Claro, muchacha, uno es como es y no debe cambiar por lo que opinen los demás ¿Tu padre no?


- No, decía que era una enferma y quería llevarme por otro camino siempre con violencia, me pegaba mucho, hasta que mi madre se hartó y se separó de él. Ahora no quiere ni verme. Ya ves.


Cuando me iba contando eso, vi que le salían las lágrimas. En aquel momento me puse en el lugar del padre y no sé lo que yo hubiera hecho, pero sus lágrimas me causaron pena, e instintivamente la abracé. Ella también se abrazó a mí y recostó su cabeza sobre mi pecho hasta llegar a tumbarse sobre de mí en la tumbona.


Vertía sus lentas lágrimas sobre mi pecho y yo de golpe me vi abrazándola más fuerte y acariciarle el pelo, la espalda, su cintura. Y aunque mis manos el cerebro las dirigía a su culo, algo dentro de mí me retenía a solo ofrecerle caricias de compasión, como así fue. Vino mi hija y al vernos así, la percibí un poco extrañada.


- Vaya Amanda y papá, parecéis enamorados, ja, ja, ja…


- Tú padre si es genial y me entiende, y al recordar al mío, me he puesto melancólica y me ha dado por llorar.


- Tu amiga quiere llamar a su madre, para decirle que se queda a dormir, la pobre creo que necesitaba un poco de amor paternal.


- Gracias por ser como eres papá, estoy orgullosa de ti. No todas mis amigas pueden decir que son tan bien recibidas por parte paterna, y eso a mí también me hace sentir especial y feliz. Te quiero papá.


- Yo también te quiero hija.


- Y yo os quiero también a los dos. Aunque haya conocido de hoy a tu padre, me ha hecho sentir tan normal y feliz. Os quiero.


Terminamos los tres abrazados, las dos recostadas sobre mi pecho y rodeando con sus piernas las mías. Las iba acariciando a la vez que debo reconocer aguantando en no empinarme, pero a Amanda se le estaba poniendo morcillona la polla y reposaba sobre la mía. Aguantar la erección se me estaba haciendo difícil, por lo que decidí cortar aquello y decirle que fuéramos a hacer esa llamada. Nos levantamos y fuimos los tres a llamar.


Pude fijarme en el paquete de Amanda, sus huevos medio sobresalían por los lados del diminuto tanga y el capullo de su rabo apretaba la cinta de la cintura. Llamó a su madre, habló mi hija también con ella y después me pasó a mí el auricular.


- Soy Pedro el padre de Esperanza.


- Buenas tardes yo soy Lola, la madre de Amanda. Me alegra hablar con usted. No es que desconfíe de mi hija, pero me gusta saber dónde pasa la noche, ella es una chica muy especial.


- Pues ya ve, aquí se lo han pasado bien en la fiesta de cumpleaños y parece que quieren continuar, ja, ja, ja…


- Claro están en la edad, si le parece mañana como es sábado me acercaré yo misma a buscarla.


- Seguramente se levantaran tarde y dicen que quieren limpiar los restos de la fiesta y la piscina, pero venga usted cuando quiera, aquí estaremos.


- Bien pues cerca del medido día me acercaré.


- Permíteme la osadía de decirle que si lo desea pueden quedarse también a comer, han sobrado muchas cosas de la fiesta y así acabamos con los restos, ja, ja, ja…


- No quisiera causar molestias.


- Ninguna molestia, la verdad, será usted bienvenida en mi casa. Venga cuando quiera, puede disfrutar de un baño también en la piscina con ellas, el día será caluroso y se agradece.


- Es usted muy amable, pues le acepto la invitación.


- Bien, pues hasta mañana.


- Hasta mañana.


Que decir que Amanda y mi hija se pusieron muy contentas de que viniera su madre a buscarla y pasar el día con nosotros en casa. Las dos salieron al jardín y me fui detrás de ellas observando el culo bonito que la niña especial tenía. Llegó la noche y todas se dispusieron a acostarse. Primero me fui yo a la cama, y al poco oí que ellas también se fueron a dormir.


Pasaban las horas y no había manera de conciliar el sueño, además hacía calor. Como mi habitación tiene un acceso directo al jardín, salí a tomar el fresco. Duermo desnudo pero con la presencia de mujercitas en casa me puse un pantalón corto por si acaso. Me tumbé en mi gandula preferida y me quedé observando las estrellas, siempre que miraba el cielo, me fijaba en una y veía en ella a mi difunta esposa.


Estando así embobado, apareció Amanda.


- Hola Pedro ¿Tampoco puedes dormir?


- Hola Amanda, pues no, además como hace calor he salido a tomar el fresco.


- Fresco a esta hora hace, mira cómo se me ha erizado la piel, ja, ja, ja…


- ¿Qué no estas cómoda para dormir Amanda? ¿Necesitas alguna almohada o alguna manta?


- No Pedro, se está muy cómoda en el sofá, solo que no puedo dormir. Mi madre me da más de una vez masajes por la noche para conciliar bien el sueño.


- ¡Caray! Sí que te mima tu madre.


- Bueno a veces cuando es ella la que no puede dormir, también le doy yo el masaje. ¿Quieres que te de uno? Se hacerlo muy bien.


- No lo dudo Amanda, pero no quiero molestarte.


- No es ninguna molestia Pedro, ya verás gírate y déjame hacer.


No sé porque lo consentí, pero el caso es que me di la vuelta sobre la tumbona, mientras ella entró a la casa y salió con un aceite corporal. Me dijo que además me nutriría la piel.


¡Oh Sus manos! cuando empezaron a recorrer mi espalda desde el cuello hasta mi cintura me sentí en la gloria. La verdad que la muchacha sabía lo que hacía, porque a medida que sus manos se deslizaban por mi espalda y mis piernas mi cuerpo se iba relajando, menos mi polla, que empezó a encabritarse.


La muchacha no sé cómo lo hizo, pero de sopetón me encontré que mi pantalón salía por los tobillos y quedé completamente desnudo. El masaje a mis nalgas lo estaba haciendo suave y pronto noté como sus dedos se deslizaban por mis ingles rozando con el dorso de la mano mis huevos. Eso me provocó una gran excitación, al igual que notar su dedo gordo masajeando suavemente mi orificio rectal.


- Date la vuelta Pedro.


- Así está bien Amanda, no te canses más. Gracias


- No me canso Pedro, venga date la vuelta.


Yo me resistí a dar la vuelta, mi trampera era escandalosa y la vergüenza y miedo a lo que podría pasar me contenían, pero ella insistió y me dio la vuelta.


Al ver el estado de mi miembro apuntando al cielo se quedó embobada.


- Perdona Amanda, vamos a dejarlo, que soy hombre, y no soy de piedra.


- ¡Oh Pedro! ¡Es enorme! Nunca había visto nada semejante ¿Me la dejas tocar?


Sin esperar respuesta me agarró la polla. La tenía tan gorda y dura que su mano no podía rodearla. Con su otra mano empezó a acariciarme mis testículos y de golpe algo impensable hasta aquel momento. Se sentó sobre mis piernas y juntó las dos pollas, la suya que también estaba erecta, con la mía. Empezó a hacer comparaciones.


- ¡Qué grande la tienes Pedro! mira la mía que pequeña y estrecha al lado de la tuya.


- Aun eres jovencita, ya te crecerá más y para nada la tienes pequeña, la tienes más grande que la mayoría de humanos, lo que pasa, que reconozco que yo la tengo muy grande.


Sus testículos reposaban sobre los míos, y eso me excitó de tal manera que cuando empezó a pajear con las dos manos ambas pollas juntas, no pude aguantar más y me corrí. Salió tanta leche disparada, que el primer chorro se fue a su cara y los sucesivos, a sus pechos. La llené completamente de lefa. A ella esto le produjo gran placer, porque también se corrió. Al notar su esperma caliente resbalando en mi polla me dio valentía para empezar a acariciarle el culo y los pechos.


Se tumbó completamente abrazándome encima de mi pecho, y me empezó a besar los pezones, sus labios eran suaves y húmedos, me dio un beso en la boca que correspondí y entrelazamos lenguas fundiéndonos en un morreo. Ya la yema de mi dedo estaba dándole vueltas a su ojete, cuando abrí bien los ojos y miré al cielo. Vi la estrella con la que me había fijado cuando salí al jardín, era la estrella que me recordó a mi difunta Angustias y al volver en mi mente su imagen, me di cuenta real de lo que estaba haciendo y lo que estaba pasando con Amanda.


Me levanté de golpe, ante la sorpresa de la muchacha.


- Amanda, perdóname, me he dejado llevar por mis impulsos y mi libido, perdóname muchacha, no volverá a ocurrir.


- ¿Perdonarte Pedro? ¿De qué? Si me has hecho completamente feliz.


- Eso no debería de haber ocurrido Amanda, soy el padre de tu amiga, me siento que la he traicionado, además soy un adulto y tu una muchacha muy joven, perdóname.


- Pedro, no tengo que perdonarte nada, al contrario agradecerte lo que has hecho, me ha gustado mucho y eres ¡tan viril y fuerte! Me gustas.


- Amanda esto no lo podemos repetir, no puede volver a ocurrir y te agradecería que quedara como nuestro secreto.


- No me digas eso Pedro, me gustaría desvirgarme contigo, me haría ¡tan feliz!


- No Amanda de verdad, ya conocerás al hombre ideal de tu vida, que te querrá y amará.


- El hombre ideal de mi vida eres tu Pedro, un hombre de verdad, alto fuerte, noble, y con esa polla que tienes que es una preciosidad, no me rechaces Pedro, por favor.


- Amanda, ahora mismo me siento un pervertido que ha traicionado la confianza de su hija, por favor no me lo pongas más difícil, te lo pido por favor Amanda.


La muchacha se puso a llorar y no tuve más opción que abrazarla para consolarla. Ella me rodeo la cintura en un abrazo, que volvió a pegar mi polla a su cuerpo y la suya se pegó al mío. Me miró como un ángel mira a la virgen para pedirle en oración. De sus ojos brotaban pequeñas lágrimas que la noche hacia brillar ¡qué guapa estaba! mi boca atraída como un imán hacia la suya empezó a besarla. Con la lengua recogí sus lágrimas y se las di en su boca, para compartir el salobre en un juego de lenguas, que dio paso a lo que precisamente quería evitar.


En mi vida creo que mi polla se había puesto tan inmensa y dura. El capullo lo tenía entre sus pequeños pechos hormonados y cuando sentí que entraba dentro de su boca y empezó a mamármela, ya fue inevitable que pasara lo que pasó.


La tumbé sobre la hierba del jardín y fui recorriendo con mi lengua y mis besos todo su cuerpo, desde sus orejas hasta sus pies fueron acariciaos por mis labios y mi lengua. Ella ya se había vuelto a correr, en mi boca, y degusté y saboreé su esperma con auténtica pasión.


Le abrí las piernas en “V” y me dediqué a comerle el ojete, con mi lengua le iba llenando el recto de saliva. Ya venía el momento, ella agarró del suelo el bote de aceite hidratante que utilizó para el masaje y me lo dio. Entendí sin palabras que había llegado el momento de desvirgar a ese prodigio de la naturaleza ¡Que hermosa criatura!


Me embadurné bien la polla con el aceite hidratante y unté bien su ojete, metiéndole primero un dedo y después dos. Ella no apartaba la mirada de mis ojos, se la veía feliz y expectante. Yo más caliente que un burro acerque mi capullo a su entrada.


Cuando entró mi glande en su recto, ella misma se sentó encima de la polla, abrazándome fuerte y aferrándose a mi cuello. Mi botón dentro ensanchó la entrada.


- ¡Oh Pedro! En mi culo solo ha entrado un pequeño consolador que tengo, me emociona que seas tú quien me desvirgue, gracias, te amo.


- Relájate Amanda, voy a ser suave o lo intentaré, si te duele mucho me lo dices que pararé ¿Vale?


- Aguantaré, aguantaré… sí, quiero que me penetres como a ti te guste hacerlo, quiero ser tuya Pedro.


Aquella cara angelical, me miraba, con esos ojos verdes llorones brillando a la luz de la luna. Fui introduciendo mi rabo despacio, intentando causarle el menor dolor posible. Ella se aferraba fuerte a mí y su boca con la mía intercambiaban salivas y suspiros provenientes del gozo. Mi polla se fue acomodando a la estrechez de su recto, y por un momento temí haberle roto algo, pero no fue así. Ya más de la mitad estaba dentro, cuando ella misma de un golpe de trasero se terminó de metérsela entera hasta el fondo.


Ahogó un grito en mi boca. En la noche solo se oían los grillos, nuestros disimulados y clandestinos jadeos y gemidos, morían en nuestras labios. Parecía que no podíamos despegarlas y nuestras lenguas eran auténticas fábricas de saliva que intercambiábamos y saboreábamos. Fue un beso eterno.


- ¡Ah, ah, ah, sí, sí, ah, sí, ah, sí! Te amo Pedro, ¡qué placer dios mío, ah, oh, oh!


- ¡Qué bomboncito tan sabroso llegas a ser Amanda! ¿Te gusta? ¿Te hago daño?


- ¡Me encanta Pedro! ¡ah, ah, sí, sí, sí, fóllame! Soy la mujer más afortunada del mundo ¡Ah, ah!


- Veo que has vuelto a correrte Amanda, tu leche arde ¡qué buena estas chiquilla! ¡Que placer! Voy a llenarte las tripas de leche.


- Sí, córrete dentro de mí, lléname, ah, ah, ah, ah…


Lo que salió de mi polla le hizo girar las pupilas y sus ojos se entornaron en blanco. No creo haber soltado en mi vida semejante chorro de leche. A besos profundos la fui recomponiendo, pero ella en ningún momento se había soltado de mi cuello.


Sentada y completamente ensartada, mi polla no quería aflojarse ni salir. Con todo su recto pringado de mi corrida, ahora más encabritada se puso. El calor que desprendía su cuerpo me abrasaba y la verga palpitaba sola dentro. No habíamos aún dejado de besarnos, nuestras bocas así como nuestros sexos permanecían unidos.


Me pareció oír un ruido y deje de follarla de golpe. Nos quedamos quietos y en silencio. Aproveché para ir sacando despacio mi rabo de su culo. Al salir sonó un “blop! Y todo seguido salió, semen, sangre y de todo. Nos quedamos un tiempo mirándonos sin decirnos nada. Ya hablábamos con nuestras miradas.


- Amanda, me ha gustado mucho follar contigo y desvirgarte, pero debes de entender, que esto no lo vamos a repetir.


- No me digas esto, que me pone triste. Te amo, quiero ser tuya para siempre. Haré lo que tú digas que haga, te serviré, soy buena ama de casa, se cocinar, lavar, te cuidaré como a nadie en el mundo.


- Amanda, razona, no vamos a repetirlo, vamos a ser muy, pero que muy buenos amigos, esto será un secreto entre tú y yo, y verás que con el tiempo me vas a dar la razón, me vas a agradecer no llevar esto más lejos.


- ¿Me permitirás al menos que venga a verte de vez en cuando?


- Claro Amanda, siempre serás bienvenida a esta casa.


- ¿Te puedo pedir un favor?


- Tú di, si es razonable y se puede se hará.


- ¿Me dejas hacerte una mamada de despedida? ya que dices que va a ser la última.


- Tuya es cinco minutos, después a dormir.


- Vale, te amo.


¡Dios! No llegó a meterse todo el cipote dentro de la boca, pero casi. Además, a la vez que delicada, apasionada en saborearlo. Me lamió todo el tronco y los huevos. Me abrió y levantó las piernas y me folló con su lengua llena de saliva el ojete. Yo volvía a estar empinado como un toro y como tal me comporté. A veces soy bruto y para rematar la noche lo fui un poco.


La puse de pie y de espaldas a mí, estando yo arrodillado, le abrí los cachetes del culo y se lo follé con la lengua. Mi lengua es grande y larga y le causé tanto placer, que volvió a ponérsele la polla tiesa. Se la fui pajeando mientras le comía el orificio con delicia.


La fui bajando hasta arrodillarla, mi rabo ya conocía el camino y su ojete se sentó en la misma cima de mi polla. Se la metí de una estocada hasta el fondo. Le di cuatro nalgadas a la vez que empecé a follármela a lo bestia, rodeada por mis brazos la tenía inmóvil y mientras con la mano le hacia una paja.


Estuve follándome a Amanda al menos diez minutos así, de vez en cuando le daba alguna bofetada a sus pechos y alguna nalgada, al ver que eso a ella le gustaba. Hasta que de nuevo ella se corrió en mi mano y yo le llené los intestinos. Le tape la boca con la mano para ahogar su grito y no ser escuchados.


Exhaustos nos tumbamos los dos sobre la hierba, yo encima y aún con mi rabo metido. Fui sacándolo suave y lentamente. Cuando me hube repuesto y ella también, me levanté y la cogí a ella del suelo en brazos. Así llevándola como a una novia después de desvirgarla, la coloque sobre la tumbona. Le puse el tanga, yo me puse el pantalón, acerque a su boca a la mía, le di las buenas noches, un beso, y me fui a mi habitación.


Entre pitos y flautas habíamos estado follando más de dos horas. La vi exhausta, parecía un auténtico ángel. Miré al cielo y vi la estrella con la que me vino el recuerdo de mi difunta esposa. Parecía que me decía que pensara en mi hija.


Por la mañana me levanté temprano. Todas en la casa estaban durmiendo. Yo por no perder la costumbre de los sábados, me fui a tomar un café en el bar del pueblo, después a la panadería y pasé por la tienda de comestibles a buscar cuatro cosas que faltaban en la casa. Al lado había una tienda de ropa, entré a comprarme un bañador. La dependienta, que nos conocemos, me aconsejó uno tipo bóxer, me dijo que eran los que se llevaban ahora, y me aconsejó uno de hilo cómodo, de color blanco. No es que el blanco me gustara mucho, pero ella insistió en que con el moreno de mi piel me quedaría muy bien.


La dependienta se llama Rosa, es una mujer casi cincuentona como yo, está casada con un oficinista del ayuntamiento que me ayudó en los papeles cuando me hice la casa y después la piscina. Insistió en que me lo probara y me hizo pasar a un probador. ¡Joder! Aquel bañador me iba muy pequeño, mi polla no cabía apenas dentro y el paquete que marcaba era escandaloso. Me llamó desde el otro lado de la cortina.


- ¿Cómo te queda Pedro?


- Es muy pequeño, quizás una o dos tallas más


- A ver


Entró y pude ver que sus ojos se le salían del casco cuando me vio.


- ¡Caray Pedro! No hemos acertado la talla


- Sí, yo creo que al menos dos tallas más ¿No?


- Es que no veas lo que tienes entre piernas Pedro, ja, ja, ja… aunque así no podrías sacarte las mujeres de detrás de ti, ja, ja, ja… espera que te traigo otro.


Salió y me trajo dos más, uno igual de dos tallas más y otro tipo slip.


- Mira pruébate este también, es muy mono.


- A ver, ese tipo slip ¿No es muy pequeño también?


- Pruébatelo, así nos orientaremos con la talla


La tía no se fue del probador, solo se puso de espaldas a mí disimulando, para no ver mi desnudez, aunque pude comprobar su mirada en un espejo y veía claramente mi desnudez. Decidí jugar un poco con ella, ya que quería jugar, jugaríamos.


Aquel slip era indecente, y aunque ladee mi rabo hacia un lado, lo abultaba tanto que hasta los huevos se escapaban de él. Cuando se giró se quedó mirando mi paquete.


- No me mires tanto el paquete Rosa, que no respondo de la reacción de mi rabo, ya se me está poniendo morcillón


- Es que vaya pedazo de tranca te gastas Pedro, nunca he visto una cosa tan grande.


- Tendrás que traerme un par de tallas más. Mientras me probaré este otro.


- Vale, voy a por él


Cuando volvió, de la impresión, se le cayeron los slips al suelo. Me encontró de pleno terminando de sacarme el otro bóxer, que también era pequeño y con mi rabo morcillón blandiéndose ante su mirada.


- ¡Dios santo Pedro! ¡Que pene más grande tienes!


- ¿Y qué le voy a hacer Rosa? Es lo que hay, menos mal que nos tenemos confianza, porque si no me muero de vergüenza.


- ¿De vergüenza? Madre mía si de eso deberías de estar orgulloso. Mira cómo se te está poniendo.


- Y si continuas mirándome, más grande se va a poner


- ¿De verdad que te excito Pedro?


- Sabes que soy viudo y llevo tiempo sin darle gusto a mi pito y ante una mujer ¿Cómo puedo remediarlo? Eso no obedece las órdenes del cerebro, va a su bola.


Intenté ponerme el slip que me trajo de dos tallas más, digo intenté, porque se me puso la polla tiesa y ya no cabía en aquel slip ni con tres tallas más.


- Pedro


- Dime Rosa


- ¿Me dejas tocártelo? Nunca he tocado una cosa tan grande.


- ¿No se enfadará tu marido?


- Si no se lo dices tú, nada sabrá. Será nuestro secreto.


- Vale, tu misma, toca, pero no respondo de lo que después pueda pasar, ya te he dicho que lleva tiempo mi polla sin que una mujer la toque.


- ¡Madre mía que preciosidad!


No solo me la tocó, empezó a acariciármela y de golpe ya estaba de rodillas haciéndome una mamada. No paraba de exclamar admiraciones y pronunciaba frases que no entendía lo que decían.


No puede aguantar más y la levanté, le pegué un morreo en toda regla, le levante una pata, aparte un poco sus bragas y busque con mi polla su orificio que ya encharcado recibió de una estocada todo el cilindro dentro.


La levanté, la senté sobre el rabo y la empotré contra la pared del probador, empecé a follármela. Ella abrazada a mi gemía en cada embestida que le metía. Su coño parecía una fuente y sus flujos emanaban resbalando por mis huevos. Estando así, se oyó la puerta de la tienda abrirse y alguien la llamó. Enseguida la descabalgué, se recompuso un poco la ropa y salió del probador para atender a la señora que la reclamaba. Yo me vestí, cogí el bañador y salí también.


Rosa estaba atendiendo a una señora que frente a un muestrario de hilos elegía colores. Cuando fui a pagarle el bañador, me dijo que me lo probara bien y si me valía que ya pasaría a pagarle. Me dijo que por las tardes abría a las cuatro, pero que ella a las tres ya estaba ahí, que si iba antes llamara con los nudillos al cristal que ya me abriría. Entendí el mensaje y me fui.


Al llegar a casa ya estaban todas levantadas y en el jardín. Habían recogido y limpiado todo el desmadre del día anterior. Deje la compra en la cocina y les saqué los bollos y los dulces que les había comprado para desayunar.


- Papá, ahora ya llegará Lola, desayunaremos todas juntas y tú con nosotras también ¿Vale? Solo se queda Amanda y Lucia, que se irá después con ella y su madre, que viven cerca de su casa, Carol ya se ha ido, ha venido su padre a buscarla.


- Muy bien Esperanza, lo que tú digas se hará. Por cierto, me he comprado un bañador, así no haré el ridículo como dices que hago con mi pantalón de deporte bañándome.


- Muy bien papá, además tienes que comprarte ropa nueva, la que tienes ya es muy vieja. Esta semana iremos tú y yo a comprar ropa nueva ¿No ves que llevas tiempo sin comprarte nada? Y ya la que tienes es muy vieja.


- Pero aun sirve Esperanza, no hay que malgastar.


- Siempre ahorrando, hay que gastar el dinero, ja, ja, ja…


- Cuesta mucho de ganarlo, ya lo verás cuando vayas haciéndote mayor.


- El timbre, debe de ser Lola, la madre de Amanda. Verás que encantadora es.


Lo que me faltaba aquella mañana ya. ¡Vaya mujerona! Amanda y mi hija se fueron corriendo a recibirla.


- Papá ella es Lola ¿A que es guapa?


- Ja, ja, ja, ¡esas niñas! La halagan siempre a una.


- Buenos días Lola, soy Pedro, pues no dicen ninguna mentira es usted muy guapa.


- Gracias Pedro, mejor nos tuteamos. Bueno, he traído el bañador y algunas cosas de comer para compartir.


- No debías haber traído nada, hay de todo, pero bien, la fiesta será más grande, ja, ja, ja…


Amanda me cogió de la mano y nos fuimos a sentar bajo la pérgola. Solo el contacto de la mano de aquella criatura, me revivió el polvo que pegamos por la noche y mi polla ya empezó a encabritarse.


- Mamá a ¿Qué es guay el padre de Esperanza?


- Por lo que veo, de momento sí, ja, ja, ja…


- Es super majo mamá ya lo verás, además es muy diver jugando en la piscina.


- Bueno, no será tanto, soy más normal de lo que parece, pero en mi casa me gusta que todo el mundo esté a gusto, se lo debo a mi hija y al recuerdo de su madre.


- Papá, siempre has sido el mejor padre del mundo.


- Gracias hija y tú la mejor hija del mundo.


Lucía la otra amiga de mi hija, parecía que se quedaba un poco ausente, lo percibí y la animé a entrar en la conversación para que no se sintiera discriminada.


- ¿Y tú Lucia, te lo estás pasando bien?


- Muy bien Pedro, gracias por aceptarme, en mi casa todo es tan diferente, que Esperanza y Amanda me dan envidia sana de tener unos padres como vosotros.


- ¡Bah! Seguro tus padres te quieren mucho, muchas veces por obligaciones uno no puede atender a los hijos como quisiera, pero seguro que son igual o más de buenos que nosotros.


- Ojalá tuvieras razón Pedro, pero no es así. En casa somos cuatro hermanos, yo la única chica, mi padre es alcohólico y nunca ha trabajado, solo reparte ostias y su mala leche con nosotros, mi madre se parte el alma trabajando para sobrevivir y su humor como es lógico siempre es el de la mala leche. Menos mal que pronto empezaré a trabajar en una tienda y desahogare un poco la economía familiar, ya que mis hermanos son como mi padre, solo saben fumar porros y beber, irse de juerga, y no dan palo al agua, pero bueno es lo que hay.


Al decir esto, se puso a llorar e instintivamente la abracé, ella también me abrazó. La estampa era maternal, pero en la posición su hombro se posó sobre mi paquete y este tuvo la reacción esperada después de la mañana que llevaba. Ella con disimulo empezó con el codo a acariciármelo a la vez que iba recomponiendo sus lágrimas recostada a mi pecho.


Lola me miró aprobando la compasión hacia la muchacha.


- Bueno, vamos a tener una mañana animada, nada de lloriqueos. Verás cómo tu vida un día dará un giro y la felicidad te encontrará.


- Gracias Lola, a ti y a Amanda os quiero mucho.


- Lo sabemos, venga anímate y vamos a desayunar todas juntas que tengo un hambre atroz ¿Tu no Pedro?


- Por supuesto Lola, vamos al ataque con todo esto, ja, ja, ja…


Las cosas que tiene uno que hacer por la felicidad de su hija. Desayunamos y todas se animaron a tirarse a la piscina. Cuando vi a Lola en biquini intuí que aquella mañana las pasaría canutas. Amanda que me ponía a mil, y después de la noche que pasamos, más. Su madre que vaya mujerona estaba hecha, además de guapa, el tipazo de la mujer no tenía desperdicio. Lucía que se entretuvo en su llanto poniéndome la polla dura con su antebrazo y se había deleitado con ella masajeándomela y todo.


- Pedro vente a la piscina, va.


- Ahora me iré a cambiar Amanda y a ponerme el bañador.


- Sí papá a ver estrena el bañador que te has comprado, que quiero vértelo, ja, ja, ja…


- Va Pedro, no demores que aquí en el agua se está estupendamente.


- Ya voy Lola, ya voy.


Fui a la casa a cambiarme. El bañador tenía delito, aunque de talla más grande mi paquete se marcaba de manera obscena, encima intuí que aquello mojado debía de transparentarse y todo. Seguro que Rosa lo hizo a propósito a saber el motivo. Anda que tardó mucho en agarrarme la polla y mamármela. Porque entró aquella clienta en la tienda, que si no le relleno el coño bien. No está de tan mal ver la jodida, además no han tenido hijos con su marido y analizándolo bien, para mí, que poco sexo le da.


En estas divagaciones andaba, también estaba replanteándome quitarme el bañador, y volver a ponerme los pantalones de deporte. Cuando entraron en mi habitación mi hija y Amanda. Al verme ambas se echaron a reír.


- Este bañador no me vale, a mí no me hace gracia.


- Pues no te queda nada mal papá.


- ¿No ves que es indecente? Mira cómo se marcan mis partes.


- ¿Y qué quieres hacerle papá? si es así, es así, no debes tener perjuicios.


- Pues a mí me gusta…, el bañador quiero decir.


- ¿Ah que sí Amanda?


- A mí me gusta cómo le queda.


Sin darme tiempo a decidirme, me cogieron de la mano y me sacaron tirándome al jardín. Yo aunque ofrecía resistencia, precisamente su insistencia y sus risas lo convirtió en algo divertido. Lola desde la piscina nos vio en este forcejeo.


- ¿Qué os pasa? ¿que no quiere venir?


- Le da vergüenza mamá.


- Es que este bañador que se ha comprado mi padre dice que es demasiado pequeño y le da vergüenza.


- ¿Vergüenza en tu casa? Va Pedro, vente a la piscina que somos de confianza y no nos vamos a reír.


- Ya se lo digo mamá, pro dice que es indecente


- ¿Indecente? Ja, ja, ja, estamos en tiempos modernos Pedro, venga vente.


Ante las insistencias me presenté en la piscina. Entonces Lola comprendió y se empezó a descojonar de risa.


- Ves Amanda, me habéis hecho ser el hazmerreír de la piscina.


- Que no Pedro, que es muy bonito todo lo que se ve.


- Va papá vamos al agua y olvídate de tu paquete, que muchos hombres les gustaría tener lo que tienes tu entrepiernas.


- Esperanza ¡que eres mi hija!


- Sí, pero también soy una mujer y se lo que las mujeres nos gusta o no.


- Vale, vale, parad, ahora voy.


Me tiré al agua. Enseguida estuve rodeado por todas, menos de Lola que se mantuvo dentro del agua a distancia. Todas querían subirse a mis hombros para utilizarme de trampolín y que las tirara lejos. Lucia con descaro, frente a mí, jugando me abrazó y rodeo mi cintura con sus piernas clavándome literalmente su sexo al mío. Haciendo movimientos de juego, iba frotándose la panocha en mi paquete. Mi polla pronto reaccionó y tuve que apartarla para no follármela ahí mismo. ¡Joder, Ahora, esta!


Amanda al subirse a mis hombros me rozaba con su pito la espalda y no suficiente con eso, se quedaba sentada en mi cogote reposando sus huevos, después se subía de pie y yo la lanzaba lejos dentro de la piscina.


Así estuvimos un rato hasta que decidieron con permiso de Lola que las dejase bañar sin la parte de arriba del biquini. Todas contentas se lo sacaron.


- Mamá sácate tú también la parte de arriba, va.


- No hija, yo ya soy muy mayor y mis pechos no son los vuestros, ja, ja, ja…


- Va Lola, que aquí estamos en confianza, yo te lo saco, venga, que mi padre no se va a burlar ¿Verdad papá?


- Que va hija, haced lo que os plazca, por mi tranquilas.


De pronto me encontré dentro de aquella piscina con tres muchachas rozándome todo el tiempo con sus pechos, con su coños, con su polla y mi rabo que estaba ya a punto de estallar.


- Mamá súbete a Pedro que te tire, verás que diver.


- ¡Uy no hija! No ves que yo peso mucho y no tengo vuestra edad.


- Lola, mi padre puede contigo, venga


No les di tiempo a reacción, las tetas de Lola aún terminaron de encabritarme más el pito. Fui nadando bajo el agua y pase por debajo de sus piernas emergiendo con ella subida a mis hombros. Noté su peludo coño debajo del biquini pegarse a mi nuca.


- Dame las manos Lola.


- ¿Así? ¡ay que miedo me das!


- Tranquila, primero subes un pie a mi hombro, y después el otro, intenta aguantar el equilibrio y no te preocupes, que yo te sujeto bien de las manos.


Así lo hizo. Se subió de pies a mis hombros y cuando la tuve arriba a la de tres, la lancé lo más lejos que pude, nadando detrás de ella para que cuando emergiera lo hiciera frente a mí. Aquel par de melones me habían puesto caliente. Además era una mujer muy guapa, con los mismos ojos verdes de Amanda y su cuerpo tenía una bonita forma.


- Ja, ja, ja ¡animal! Casi me ahogo, ja, ja, ja…


- ¿A qué es diver mamá?


- Ja, ja, ja, calla que no puedo parar de reírme ¡dios mío! Ja, ja, ja


- A que es genial Pedro mamá, ves cómo te lo he dicho.


- Sí, hija, ja, ja, ja, creo que hacía tiempo no me reía tanto.


Así estuvimos jugando un rato dentro del agua, hasta que salí. Pude ver los ojos como platos cuando que se le pusieron a Lola cuando vio mi paquete. El puto bañador era como me temía, blanco y con el agua se me transparentaba todo el rabo. Menos mal que me había bajado la trampera, pero morcillona como estaba no dejó de impresionarla.


- ¿Os preparo algo de beber chicas?


- Sí las tres coca cola papá


- ¿Quieres una cerveza Lola?


- Pues mira hace tiempo que no la tomo, bien, hoy es un día especial.


Les puse tres vasos de coca cola a las niñas y Lola salió del agua para tomarse la cerveza conmigo bajo la pérgola.


- ¿Hace mucho tiempo que eres viudo Pedro?


- Angustias, mi mujer que en paz descanse, se nos fue hace seis años. Doce años tenía entonces Esperanza.


- ¿La recuerdas?


- No hay día en el que no piense en ella. Principalmente por las noches, salgo al jardín y miro al cielo, siempre está en la estrella que más brilla en el firmamento, hablo con ella y ella me habla.


- ¡Caray que romántico!


- No sé lo que será Lola, pero la he querido y aun la quiero un ¡tanto!


- ¿No has conocido a otras mujeres?


- Para que voy a engañarte, claro, he conocido alguna, tampoco muchas, incluso he estado a punto de liarme como pareja, pero siempre he pensado en mi hija y nunca he traído una a casa y hasta que ella se case o se vaya de aquí, estaré solo con mi hija.


- ¡Cómo te envidio! Yo he sido una desgraciada en los amores. Me separé de mi marido hace cuatro años. Cuando Amanda nos dijo su orientación sexual en casa no podíamos vivir. Yo ya sabía que era una niña, desde pequeña, siempre quería juguetes de niña y vestirse como una niña, ya desde muy pequeña. Mis peleas con mi ex eran continuas. El creía que esto era una enfermedad y la quería sanar a palos y a golpes. Tuve que separarme para protegerla.


- Tu hija, con o sin polla, no deja de ser un encanto, perdón que te hable así, pero mira ahora mismo como juegan las tres, la verdad es que debemos estar agradecidos de tener las hijas que tenemos.


- Me sorprendes muy gratamente Pedro, normalmente pocos hombres son como tú, no abundan y los pocos que se le acercan es para aprovecharse de ella o burlarse. No tengo muy buen vivir, la verdad.


- Te entiendo Lola, siempre que pueda ayudar en algo, no dudes en contar conmigo.


- Me gustaría que vinieras el próximo sábado a la fiesta que prepararemos para el cumpleaños de Amanda, ella cumple los dieciocho el sábado.


- ¡Vaya! Y sábado, no faltaré ¿Dónde haréis la fiesta?


- En casa no podemos, mi piso es muy pequeño, buscaré esta semana algún lugar, ya te avisaré.


- Oye Lola, no quiero entrometerme, pero ¿Por qué no lo celebráis aquí? En mi casa, en el jardín, como ayer. Aquí las chiquillas están a gusto, se bañan, ponen música, bailan, no molestan a nadie.


- ¿De verdad me lo dices Pedro? No quisiera molestar en absoluto, la verdad.


- ¡Qué va! ¡Que molestias y que carajos! Organizas la fiesta aquí, siempre que mi hija este de acuerdo, vaya, y no creo que diga que no, al revés se va a entusiasmar y todo.


- Pedro ¡Que feliz me haces! Eres un gran hombre de verdad, personas como tu son las que necesita esta humanidad. ¡Cómo te agradezco el ofrecimiento! Además su dieciocho cumpleaños, su mayoría de edad ¡que contenta se va a poner! No te preocupes que yo llevaré todo lo necesario y después limpiaré todo el desaguisado.


- No pienses en esto Lola, anda, ve a la piscina con ellas, habla con mi hija y con la tuya y a ver qué les parece.


Lola se fue al agua con ella a comentarles la nueva, pronto salieron las cuatro corriendo y se lanzaron sobre mi abrazándome y llenándome de besos. La más emocionada Amanda que ya empezó a soltar sus lágrimas emocionadas mientras me agradecía el ofrecimiento y me comía a besos.


- Eres genial papá, eres el mejor padre del mundo y esta semana te vas a venir conmigo y con Amanda y Lucía de compras, que tengo unos ahorros y quiero comprarte ropa nueva, que la necesitas.


- Bueno ya veremos, tampoco hay que malgastar en compras inútiles, pero un bañador si, ja, ja, ja… ¡Que vaya vergüenza estoy pasando con este.


- Ja, ja, ja, Pedro, estamos en confianza, no te preocupes por mí.


- Ya lo sé Lola, como dicen ahora los jóvenes, paso de todo, ja, ja, ja… ¿Qué os parece si vamos preparando la comida?


Todas al unísono lo aprobaron. Las chicas se dedicaron a sacar los cubiertos, platos, vasos y demás y Lola y yo fuimos poniendo las viandas en bandejas. Encendí la barbacoa y les dije que último baño, que en media hora se comía. Todas se fueron a la piscina menos Lola, que se quedó conmigo para ayudarme en la carne.


Al tenerla ahí con las tetas al aire y con algún que otro roce que nos dábamos el pito empezó a encabritarse de nuevo. Ella se percató.


- No acerques mucho esa butifarra al fuego, a ver si se te asa, ja, ja, ja…


- Disculpa Lola ¿Ves que esto no es un bañador ni es nada?


- Ja, ja, ja, es que perdona que te lo diga Pedro, pero te gastas un calibre que no es fácil ocultarlo, ja, ja, ja…


- Y que le voy a hacer, me hicieron así, ja, ja, ja…


- Pues te hicieron muy bien ¡madre mía! ¡Qué maravilla tener un hombre así! Por eso estoy convencida que mujeres no te faltan, entre ser como eres y con esa tranca, que además tienes pinta de saberla usar, debes llevar a tus conquistas de culo, ja, ja, ja…


- No creas Lola, como te he dicho antes, alguna amante he tenido, pero pocas, no soy hombre de salir, ni de juergas, y aquí en casa es donde mejor estoy.


- Oye Pedro ¿Si te digo algo me prometes que no te vas a ofender?


- Tú di, tranquila, no me ofendo fácilmente.


- Si tú quieres, vaya, a mí me gustaría revolcarme en alguna ocasión contigo. Disculpa el atrevimiento, no soy así, no sé qué me pasa.


- Quizás tengamos un día ocasión, sin tantas hadas revoloteando a nuestro alrededor, ja, ja, ja. A mí también me gustaría, y perdona que te lo diga como yo pienso; estas un rato largo de buena para echarte un buen polvo.


- ¡Oh Pedro! Ya me estoy mojando, y ya empezaré a contar los días.


- Tú te mojas, pero mira a mí como me ha puesto el cipote esta conversación.


- ¡Dios mío! Puedo tocarla.


- Claro, lo estoy deseando.


Me agarró la tranca por encima del bañador y empezó a masajeármelo. Le dije de escapáramos un momento a mi habitación, y ella dijo que lo deseaba, pero en aquel preciso momento que ya nos íbamos, se presentó de frente a nosotros, Amanda y detrás de ella ya venía mi hija con Lucía.


- Que bien os veo a los dos, hasta hacéis buena pareja, ja, ja, ja…


- Amanda coge estas bandejas ayuda a tu madre a llevarlas a la mesa.


- Esperanza, coge tú esas y las vais llevando, yo voy a la nevera a buscar las bebidas.


- Yo te acompaño y ayudo Pedro.


- Bien Lucía vamos.


Que decir que cuando entramos en la cocina para coger las bebidas Lucia se quedó mirándome.


- ¿Puedo decirte una cosa Pedro?


- Dime Lucía.


- Es un secreto y no se lo diré a nadie.


- Tú dirás.


- Esta noche os he visto follar con Amanda.


- No está bien cotillear Lucía.


- Pedro, no he cotilleado, he visto que no estaba Amanda, he mirado por la ventana y os he visto. Me he calentado mirándoos, y tranquilo que no diré nada a nadie, ni a ella, pero me gustaría pedirte que me desvirgues a mí también.


- ¿Sabes lo que me pides?


- Sí, me haría mucha ilusión y me gustaría, vi como la penetrabas a ella y lo delicado que fuiste y como gozó y lo bien que os lo pasasteis.


- ¿No soy muy viejo para ti? ¿Por qué no buscas a alguien de tu edad?


- No eres viejo Pedro, me gustas, por favor desvírgame a mí también.


- Bueno, vamos de momento a tener el día en paz, ya lo hablaremos ¿vale?


- Pero prométemelo va.


- Te lo prometo, ya lo hablaremos.


La muchacha sonrió y me agarró la polla. Le tuve que decir que parara, que aquello no podía continuar hoy en mi casa. Ella ni se inmutó, me sacó la polla del bañador y le dio un beso a mi capullo, diciéndole hasta pronto, sonrió, le di las botellas y salimos a la pérgola a comer. Puse las botellas delante de mi paquete, tenía la polla a reventar.


Comimos, nos reímos y comprobé que Lola era una mujer divertida, tenía gracia contando chistes y anécdotas que nos hacían reír a todos. Después de comer y hacer una sobremesa larga, me puse a hacer la siesta y aunque no dormía disimulaba hacerlo, no quería que ocurrieran más cosas. Hasta que Lola ya vio el momento de regresar con las chicas a su casa y se pusieron a recoger y limpiar todo el desaguisado. Quise ayudarlas, pero todas se negaron y no me dejaron hacer nada. Se me acercó Amanda.


- Gracias por todo Pedro. Y gracias por dejar que el próximo sábado haga la fiesta de mi cumple aquí. Me ha hecho mucha ilusión.


- Y a mí me gusta que vengáis aquí a celebrarlo, prometo no incordiar.


- Tú no incordias para nada Pedro, ya lo sabes, yo te amo y tengo la esperanza de que un día vuelvas a follarme.


- Ya lo sabes, es nuestro secreto.


- Sí ¡me siento tan bien y tana agusto contigo y con Esperanza! A ella también, la quiero, la quiero, la quiero…


- Me gusta que seáis así de amigas.


- Pedro ¿Puedo hacerte una pregunta?


- Dime…


- ¿Te gusta mi madre?


- ¡Vaya pregunta me haces! Me ha gustado conocerla.


- He visto cómo te agarraba la polla, me ha dado una envidia, ja, ja, ja…


- Amanda, tu no digas nada, ha sido solo un juego, no ha ocurrido nada.


- Pero ocurrirá, ocurrirá… ja, ja, ja…


Y se fue riéndose pícaramente.


- Pedro


- Dime Lola


- Gracias por este estupendo día, hacía ya tiempo que no me lo pasaba tan bien. Eres un buen hombre.


- Bueno el placer ha sido mutuo, yo también me he divertido mucho y me lo he pasado bien y mi hija encantada.


- Te llamaré un día de esta semana o a lo mejor me acerco, para preparar la fiesta del sábado.


- Como tú quieras Lola, en esta casa siempre serás bienvenida.


- Gracias Pedro, gracias por ser como eres.


Nos despedimos, Lucía me dio un abrazo y un beso, Amanda también y Lola me guiñó un ojo. Se fueron. Una vez solos en casa mi hija y yo, me preparé un wiski, me tumbé en mi tumbona y relajadamente fui bebiéndomelo y buscando la estrella de mi difunta mujer en el firmamento.


Vino mi hija a tumbarse a mi lado. Le hice sitio y se me quedó abrazándome con su cabeza recostada sobre mi pecho.


- ¿Miras al cielo buscando la estrella de mamá?


- Sí Amanda, como siempre, nunca la olvidaré ¡Que feliz hubiera sido hoy!


- Yo tampoco la olvido papá, y también siempre busco en el cielo su estrella. Ayer por la noche salí a buscarla y me habló.


- ¿Qué te dijo?


- Que te cuidara mucho


- ¿Sabes? A mí me dijo lo mismo; cuida a nuestra hija.


- La recuerdo tan bella y tierna ¡como la quería!


- Era la mujer más bella de todas las mujeres habidas y por haber, solo la has superado en belleza tú.


- Papá te quiero.


- Y yo también hija mía.


- Papá.


- Dime corazón bonito


- ¿Puedo dormir contigo esta noche igual que cuando era pequeña y tenía miedo.


- Claro hija, claro que sí


CONTINUARÁ.
Me lo he leído del tirón,eso si agarrándome de vez en cuando la polla. Menudo calentón. Esperando la continuación con ansia.
 
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