Las vacaciones

CV86

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Os comparto este relato, de fantasía. Aunque ojalá...


Marta y Juan llevaban meses planeando sus vacaciones en la costa. Habían reservado un apartamento con vista al mar, un lugar perfecto para relajarse y disfrutar de su tiempo juntos. Sin embargo, justo antes de partir, Marta recibió una llamada de su mejor amiga, Vero. La voz de Vero sonaba decaída, casi quebrada. Había terminado su relación de años y se sentía perdida, sin planes ni ganas de hacer nada.

—No puedes quedarte sola en casa —dijo Marta, preocupada—. Ven con nosotros. El apartamento es grande y hay sitio para todos. Además, te hará bien cambiar de aires.

Vero dudó al principio, pero finalmente aceptó. Siempre había confiado en Marta, y la idea de no estar sola en esos momentos difíciles la reconfortó.

Los primeros días en el apartamento transcurrieron con normalidad. Paseaban por la playa, comían en pequeños restaurantes locales y reían como si fueran adolescentes otra vez. Vero comenzaba a sentirse mejor, aunque aún notaba el vacío que su ex había dejado en su vida.

Una noche, después de una cena ligera y unas copas de vino, todos se retiraron a sus habitaciones. Vero se acostó, pero el sueño no llegaba. El silencio de la noche era interrumpido por unos sonidos tenues, casi imperceptibles al principio, pero que poco a poco se hicieron más evidentes. Curiosa, se levantó y siguió el ruido hasta la puerta de la habitación de Marta y Juan.

Al acercarse, su rostro se sonrojó al darse cuenta de lo que estaba escuchando. Los gemidos de Marta y los gruñidos de Juan eran inconfundibles. Vero intentó alejarse, pero algo la mantuvo allí, pegada a la puerta, escuchando cada sonido que salía de la habitación. Su respiración se aceleró y, casi sin darse cuenta, comenzó a tocarse por encima de la ropa, sintiendo una calentura que no había experimentado en mucho tiempo.

En un momento de descuido, apoyó su peso contra la puerta, que cedió y se abrió de golpe. La escena que se presentó ante sus ojos la dejó sin aliento: Marta estaba de cuatro patas en la cama, mientras Juan la penetraba con fuerza desde atrás. Los tres se miraron, sorprendidos por el inesperado encuentro.

Pero, para asombro de Vero, Juan no se detuvo. Continuó moviéndose, y los gemidos de Marta se hicieron más fuertes. Marta, con una mirada traviesa, extendió una mano hacia Vero.

—Ven —dijo con una voz suave pero firme—. Únete. Te hará bien olvidarte de él.

Vero dudó por un momento, pero el deseo que había estado creciendo dentro de ella era demasiado fuerte para ignorarlo. Con paso decidido, se acercó a la cama y, sin pensarlo dos veces, tomó el rostro de Juan entre sus manos y le dio un beso apasionado. Juan respondió con igual intensidad, mientras Marta observaba con una sonrisa cómplice.

—Adelante —dijo Marta, mirando a Juan—. Sé que lo deseas.

Juan no necesitó más invitación. Con un movimiento rápido, cambió de posición y llevó a Vero a la cama. Marta se acomodó a un lado, observando con interés cómo su amiga se entregaba al placer. Vero, ahora en control, se sentó sobre Juan y comenzó a moverse con un ritmo impetuoso, dejando que sus pechos se balancearan frente a su rostro.

—Cómelos —susurró Vero, llevando los pechos a la boca de Juan—. Quiero sentirte.

El ritmo aumentó, y Vero, perdida en el éxtasis, le pidió a Juan que se corriera dentro de ella. Marta, que había estado observando todo con una mezcla de excitación y cariño, asintió con la cabeza, dando su aprobación.

—Adelante —dijo Marta, acariciando el cabello de Vero—. Disfruta.

El clímax llegó con una intensidad que dejó a los tres sin aliento. Vero se derrumbó sobre Juan, sintiendo una oleada de placer y liberación que no había experimentado en mucho tiempo. Marta se acercó y abrazó a su amiga, susurrándole al oído:

—¿Ves? Te dije que te haría bien.

Vero sonrió, sintiendo que, por primera vez en semanas, el dolor de su ruptura comenzaba a desvanecerse. Aquellas vacaciones habían tomado un giro inesperado, pero estaba segura de que sería un viaje que nunca olvidarian.
 
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