Lo que más importa (segunda parte)

berserk37

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Lo que más importa (segunda parte)

Ha pasado un año desde la infidelidad de Eva, aquella noche solo me despedí de Antonio y Tania. Me he pasado el último año viajando de un sitio para otro, ahora mismo me encuentro viviendo en un bosque y trabajando como leñador. Hace unos días hablé con Tania, me dijo que alguien había pasado por el bar preguntando si sabían donde me encontraba. Según parece mi abuelo me estaba buscando, la verdad es que era el único que me trato con respeto en esa familia, solo por eso volvería para saber que es lo que quería.

• ¿Tania, te ha dejado un teléfono al que poder llamar a ese contacto?
• Sí, se llama Silvia y es la abogada de tu abuelo – después de decirme eso me paso el teléfono.
• Gracias Tania, le llamaré y concertaré una cita, estaré allí en dos días.
• Muy bien, aquí te esperamos.

El contrato se me acababa en un mes, sabía que no nos volverían a contratar, se acercaba el invierno, como bajaba el trabajo solo renovaban a las personas que vivían allí, como yo era un nómada no les interesaba, no tenía quejas con eso, mi jefe fue claro y yo acepte las condiciones. Como he dicho, me cogí las vacaciones firmes el finiquito y cobre la indemnización. Después cogí un billete de avión para aquella misma noche, la verdad es que me pase todo el vuelo dormido. Cuando aterrice, fui directo a la parada de autobuses, cogiendo el autobús que me dejaba en frente del bar de Antonio y Tania.

Cuando entre por la puerta casi ni me reconocieron, seguía llevando pelo largo, pero ahora tenía barba, además del cuerpo musculado de usar el hacha, los cabrones me empezaron a llamar vikingo. Me senté en la barra, para llamar a esa tal Silvia.

• Silvia, soy Víctor, me has dicho que querías localizarme.
• Así es, ¿estás en la ciudad?
• Sí, acabo de llegar.
• ¿Podrías pasarte por mi oficina mañana sobre las diez de la mañana?
• Sin ningún problema.
• Entonces hasta mañana.
• Hasta mañana.

Me quede mirando al móvil por no ver la sonrisa de estos dos, llevaban los últimos meses intentando que conociera a una mujer para que me asentara en un sitio y dejara de moverme.

• Es muy guapa – dijo Antonio.
• ¿Quién? - dije.
• Silvia – dijo Tania.
• ¿Eso tendría que importarme?
• Víctor ha pasado un año, tienes que rehacer tu vida, dijo Antonio.
• ¡Estoy bien así! – dije picado.
• Más solo que la una – dijo Tania.
• Sí, pero en paz – dije yo, no les reconocería que hacía un tiempo que la soledad empezaba a pesarme.
• Mira que eres cabezón – dijo Antonio zanjando la conversación.

Tania me tuvo al corriente de todo durante este año, conocieron a Roberto cuando vino a recoger las motos, congenio muy bien con Antonio y Tania. Por lo que me contó Tania la relación entre padre e hija se deterioró hasta el punto de dejar de hablarse, la verdad es que lo lamente mucho, porque sé lo mucho que se querían Roberto y Eva. Estaba realmente cansado, me tome la cerveza que Antonio me había sacado, para después subir a la habitación de invitados que Tania había preparado para que descansara un poco. Puse el despertado a las ocho y media por si acaso, después de pegarme una ducha me metí directo a la cama, en cuanto mis greñas tocaron la almohada me quede dormido. La noche paso en un suspiro, ducha matutina y desayuno. Me puse una camisa unos pantalones vaqueros y unos zapatos cómodos, por encima de la camisa me puse mi chaleco de cuero, me hice una coleta en mis greñas y directo al bufete de Silvia.

No me costó llegar, el autobús me dejaba cerca, cuando entre pregunte en recepción por Silvia, ellas me dijeron que esperara en una especie de sala de espera. Cogí una de la revista para hacer tiempo, como tenía el crucigrama sin hacer me puse a ello. No me había dado tiempo a poner más que dos palabras cuando me dijeron que ya podía pasar al despacho de Silvia. Al entrar pude comprobar que no estaba sola, mi abuelo se encoraba con ella.

Para este hombre no pasaban los años, parecía que había hecho un pacto con el diablo, él también se sorprendió al verme.

• Has cambiado mucho – dijo mi abuelo.
• Normal, no me has visto en los últimos diez años – mi abuelo acuso el golpe
• Me merezco esa respuesta, te pido perdón por haber desatendido mis deberes como abuelo.

Lo que no paso desapercibido para mí fueron las miradas de Silvia, si las miradas matasen yo estaría muerto. Sabía que ella y yo no nos habíamos visto nunca, así que el culpable tenía que ser mi hermano a la fuerza. Mi abuelo, viendo como estaba el ambiente de cargado, decidió empezar la reunión, cuando mi abuelo empezó a hablar el semblante de Silvia cambio.

• Te preguntarás que haces aquí, ¿verdad?
• Pues si, la verdad.
• Necesito poner mi fortuna y mi empresa en buenas manos.
• Y has pensado en mí, ¿verdad?
• Así es.
• Sabes que no tengo derecho a nada, eso fue lo que decidieron mis padres, no es que sea algo que me importe.
• He hecho casi todo mal en mi vida, menos mi empresa, a dado trabajo a muchas personas honradas y quiero que así siga siendo.
• ¿Qué dirán mi padre y mi hermano?
• Me da igual lo que digan esos dos mastuerzos, han dilapidado la mitad de la fortuna en estupideces, ellos son mi cruz, pero tú eres distinto, para eso hice lo que hice.
• ¿El que hiciste?
• Cerciorarme que uno de mis nietos no fuera un inútil como mi hijo y nieto.
• Explícate – ya me estaba empezando a cabrear.
• Lo de que tener gemelos destruiría a la familia era una patraña, pero necesitaba que uno de mis nietos fuera criado por alguien que no fueran mi hijo y mi nuera, por eso contrate a Anselmo y también contrate a Roberto.
• Nunca me dijeron nada – dije esto último entre dientes.
• No te enfades con ellos, les hice prometer que guardarían el secreto.

Me quede en silencio, que mis padres me ignoraran, fue lo mejor que me pudo pasar, visto lo visto. Tenía claro lo que haría con la empresa y también lo que haría con el dinero.

• Muy bien acepto, sé que voy a hacer con la empresa, también sé lo que voy a hacer con el dinero.
• Explícate – dijo mi abuelo.
• Pienso ceder la empresa a tus trabajadores, nadie conoce la empresa mejor que ellos, su trabajo ha llevado la empresa a donde está, lo justo es que ellos sean los dueños.
• Me parece una idea estupenda, ¿y con el dinero?
• Me quedaré una pequeña cantidad para mí, quiero montar un taller mecánico, el resto lo usaré para ayudar a las personas que quiero, si te parece bien.
• Me parece estupendo.
• Cuando tenga todo el papeleo preparado os habitaré para que vengáis a firmar – dijo Silvia.
• Víctor me ha gustado verte, quisiera no volver a perder el contacto contigo otra vez.
• Eso está en tus manos, abuelo, te dejo mi teléfono para que me llames cuando quieras, pero las cervezas las pagas tú.

Mi abuelo empezó a reírse, los tres salimos del despacho de Silvia, el abuelo me dio la mano y me dijo que pronto nos veríamos. Pude fijarme que la mirada de Silvia había cambiado, ya no me miraba con esa mirada cargada de un odio exacerbado. De repente me empecé a encontrar mal, estire el brazo para darle la mano a Silvia en gesto de despedida, nos vemos, me di la vuelta y empecé a andar hacia la salida, me faltaba el aire y empezaba a sudar copiosamente.

Me estaba dando un ataque de pánico, los empecé a sufrir después de la infidelidad de Eva, de hecho mientras estuve trabajando de leñador tenía buena relación con mis compañeros, pero procuraba guardar las distancias, no permití que nuestra relación fuera a más que compañeros que se llevan bien. Jamás quede con ellos para tomar unas birras después de trabajar, ni fui a ninguna cena que la empresa celebraba semanalmente. Les conté la razón del porqué actuaba así y todos lo entendieron.

Siempre cortaba los árboles que estaban a más distancia de los demás, una distancia que me permitía poder hablar con mis compañeros sin tener que gritar, fueron tiempos duros, sobre todo las primeras semanas después de sufrir la infidelidad. No podía dormir, pues las imágenes de Eva follando con Héctor se colaban en mis pensamientos en forma de tortura.

Conseguí torcer a la derecha, empezando a andar por el pasillo que me llevaría al ascensor, pero a medio camino tuve que detenerme y apoyarme contra la pared, no solo era la falta de aire. El pecho empezó a dolerme, era como si algo me lo estuviera aplastando. Tranquilo Víctor, solo es un ataque de pánico, me decía a mí mismo, entonces note como una mano se posaba sobre mi hombro.

• Estás bien, tienes muy mala cara – era Silvia, tenía una expresión de preocupación.
• Sí, es un ataque de pánico, se me pasará.
• En la calle de enfrente hay una cafetería, vamos allí y te tomas una tila o algo.
• No es necesario.
• Insisto.

Cualquiera le llevaba la contraria, me recordaba a Tania, empecé a respirar como mi sicóloga me había enseñado. Poco a poco fui recuperándome, el aire empezó a entrar mejor en mis pulmones, el dolor del pecho empezó a disminuir. Cuando entramos en el ascensor, fue la primera vez que me fije en Silvia, era una mujer preciosa, dentro del despacho estaba tan incómodo que no me percate de ello, pero ahora sí lo había hecho. En el pasado sería una mujer de la que me podría enamorar, era guapa y tenía carácter, ese era un rasgo que me gustaba en las mujeres, pero desde hace un año había construido un escudo alrededor mío para no volver a sufrir.

En la cafetería nos sentamos en una mesa, me fijé que no dejaba de mirar mi muñeca.

• La has visto verdad – pregunté.
• ¿El qué? - pregunto Silvia.
• La cicatriz de mi muñeca, en la otra tengo otra igual.
• Intentaste…
• Sí, llego un día que no podía más, me corte las muñecas con la intención de acabar con mi vida.
• Lo siento, pero como...
• Como es que estoy aquí, no me digas como lo hice, pero conseguí llamar a mi jefe antes de que perdiera el conocimiento, después él me contó que mientras dos de mis compañeros apretaban sendas toallas contra las heridas, él bajo montaña abajo teniendo casi un accidente.
• Vamos, que os podíais haber matado.
• Así es – dije recordando la bronca que me echo el jefe mientras me lo contaba.
• ¡Ese cabrón solo sabe hacer daño! - dijo Silvia apretando los dientes.
• Hablas de mi hermano, ¿verdad?
• Así es.
• Sí, Héctor sabe como dejar cicatrices profundas – podía notar como la ira iba creciendo dentro de mí.
• Por como me mirabas en tu despacho, creo que a ti también te hizo daño – Silvia agacho, la miraba avergonzada de su comportamiento.
• A mí no, se lo hizo a mi hermana, al final termino suicidándose, odio a tu hermano con todo mi ser, tu rostro es igual al suyo, me ha sido imposible controlarme.
• No tienes que disculparte por eso.

No sé cómo paso, pero sin darme cuenta le puse mi mano sobre la suya, le dije que si algún día quería desahogarse podía contar conmigo, Silvia agacho la cabeza, empezando a llorar. Me miro y empezó a contarme lo ocurrido. Su hermana y ella terminaron a la vez la carrera de derecho, las dos echaron los curriculums en los mismos sitios, pero fue a su hermana a la que llamaron primero. Aquella noche decidieron salir para celebrar que su hermana empezaría a trabajar en un bufete. Cenaron en un restaurante, después se fueron a tomar unas copas a un garito que habían abierto hacía poco.

Había una cola enorme para entrar, encima había dos seguratas en la entrada, la gente decía que cobraban la entrada. Cuando les toco entrar a ellas, el segurata les miro de arriba a abajo y les dejo pasar, ellas le agradecieron el gesto con sendos besos en las mejillas, gesto que el segurata agradeció. Una vez dentro se movieron entre la gente hasta llegar a la barra, cuando llegaron pidieron dos consumiciones y miraron la pista de baile que estaba hasta los topes, entonces se dio la vuelta el chico que tenía justo al lado, se las quedo mirando, era uno de los chicos más guapos que hubieran visto jamás.

Se presentó como Héctor, fue el quién pago sus consumiciones para invitarlas, al principio parecía un chico divertido, pero según fue pasando la noche Silvia empezó a darse cuenta como era ese chico y poco a poco iba perdiendo atractivo según lo iba escuchando, pero su hermana no pensaba igual. Según contaba Silvia, su hermana se enamoró de Héctor hasta la trancas, tuvieron más de una discusión cuando Silvia intentaba hacer entrar en razón a su hermana de que mi hermano le iba a hacer daño, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.

Una noche salieron las dos hermanas, se habían reconciliado de se última discusión por culpa de mi hermano, prometiéndose que jamás volverían a discutir así, por ningún chico, Silvia hizo el ademán de entrar en el local al que solían ir siempre, pero su hermana quería ir a otro sitio nuevo, fueron caminando hasta que llegaron a un local que habían abierto sus puertas hacía muy poco. A Silvia no le hizo mucha gracia, pero veía tan contenta a su hermana que entro junto a ella con una sonrisa en el rostro.
Ojalá jamás hubieran entrado en ese local, mientras Silvia se acercó a la barra para pedir unas consumiciones, su hermana fue para la pista de baile, le encantaba bailar, Silvia me empezó a agarrar la mano con fuerza, cerro los ojos y siguió contando. Cuando llego junto a su hermana, vio como dos lagrimones caían por su rostro, levanto la vista, allí estaba mi hermano besándose mientras restregaba su polla contra el culo de otra mujer, aquella mujer llevaba una camiseta de heavy metal de Megadeath.

• ¿En la portada de la camiseta aparecía un esqueleto vestido de traje y con una gema verde brillante?
• Sí, ¿cómo lo sabes?
• Esa camiseta era mía, estaba firmada por Nick Menza, fallecido batería de Megadeath.
• ¿Conoces a la chica con la que estaba?
• Sí, su nombre es Nuria y fue mi novia, ella también me engañó con mi hermano.

Silvia se llevó las manos al rostro, no quería que la viera llorar, habíamos venido a hablar de mis ataques de pánico y terminamos hablando de sus problemas. Eso a mí no me importo, había algo en Silvia que conseguía serenarme. Me levanté e hice algo que llevaba un año sin hacer, abrazarla, para arroparla mientras lloraba. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero al romper el abrazo pude notar como los dos nos encontrábamos mucho mejor.

Silvia me dijo que le había gustado tomar café conmigo y que le gustaría repetir, me miro expectante, como temiendo mi respuesta. Mi respuesta fue afirmativa, Silvia me gustaba eso era evidente, pero tenía mucho miedo, no solo a que si volvía a ocurrir, me volvería loco del todo, sino que a raíz de esa locura terminara atacando a mi hermano con fatales consecuencias. Eso era algo que me aterraba, pero un día tendría que dejar de temblar y empezar a vivir. Desde el día que Eva me fue infiel, respiraba comía e intentaba dormir, pero no había vuelto a vivir.

Las semanas fueron pasando, cada día que quedaba con Silvia me sentía más a gusto, mis ataques de pánico cada vez eran más esporádicos, en una de las tardes que quedamos, ella me cogió de la mano como una forma de darme fuerzas en medio de un ataque de pánico, fue instintivo aparte la mano, mirándola con una mueca de miedo.

• Lo siento Silvia yo…
• No te disculpes, las cicatrices profundas cuestan en curar.
• Es superior a mí, de verdad que lo siento, no quiero que te lleves una mala impresión de mí.
• No lo hago.
• Tú no sucumbiste a él.
• Bueno, después de lo que paso con mi hermana no quiero ni verlo – su mirada daba miedo.
• No, estoy hablando del día que lo visteis tu hermana y tú por primera vez, pudiste ver como era mi hermano desde el principio.
• A tu hermano le delata su mirada, tú tienes una mirada cálida y dulce, la suya es fría y maquiavélica.
• Pues a todas les gusta.
• Se dejan cegar por el magnetismo que irradia, te hace sentir la mujer más importante del mundo, pero solo es una cortina de humo, si te fijas detenidamente tu hermano no puede mantener ese engaño indefinidamente, lo único que lamento es que mi hermana no pudo ver más haya de esa cortina.

Su sonrisa me daba la vida, ese día habíamos quedado con mi abuelo para firmar los documentos para pasar a ser el nuevo dueño de la empresa. Mi abuelo era puntual como un reloj suizo, durante estas semanas había ido a su casa a visitarle, se le veía cansado, pero sobre todo arrepentido. Se culpaba de no haber educado bien a su hijo y que este creara un monstruo con su nieto, Cuando entremos en el despacho de Silvia ya nos estaba esperando mirando por la ventana.

• Sentimos llegar tarde abuelo.

• Nada, nada, veo que os lleváis muy bien – otro que quería hacer de Celestino, mira que eran pesados.

Silvia fue a recoger los documentos, entonces miré a mi abuelo y le dije.

• ¿Estás seguro de esto?
• Totalmente.
• Seré dueño del cincuenta y uno por ciento de la empresa, mi padre y mi madre siguen siendo propietarios del los cuarenta y nieve restantes, ¿crees que nos permitirán dejar la empresa en manos de los trabajadores?
• Tengo un plan.
• Cuéntame.
• Tu hermano tiene unas deudas muy altas, si no las paga pronto…
• Quieres que te den las acciones a cambio de pagar nosotros las deudas, ¿verdad?
• Así es.

La entrada de Silvia corto nuestra conversación, firmamos los documentos, después le entregué a Silvia toda la documentación que me había requerido, ahora era dueño de un montón de dinero que no quería, pero sabía lo que iba a hacer con él.

• ¿Víctor sabes que vas a hacer con el dinero?
• Inés y Carmen están con el agua hasta el cuello, solo les ha quedado el cuarenta y cinco por ciento de la paga de Anselmo, no llegan a final de mes, voy a liquidar la hipoteca y dejarles un cheque para que no tengan que preocuparse del dinero en toda su vida, se portaron muy bien conmigo.
• Me parece muy bien.

Hace unas semanas había hablado con Inés, no podían hacer frente a la hipoteca y les iban a embargar la casa, ahora podía ayudarlas. Me presenté en el banco, page lo que les quedaba por pagar a ellas y con el certificado que me dieron en el banco fui al notario que trabajaba para el bufete de Silvia, después liquide los impuestos de hacienda. Inés y Carmen ya no perderían la casa. Inés me llamo para contarme que les habían llamado del banco para decirles que la deuda ya estaba saldada.

Cuando llegue a su casa Inés me abrazo tan fuerte que no me dejaba respirar, Carmen me miraba desde la sala con lágrimas en los ojos, después de abrazarla me senté delante de ellas.

• ¿Cómo lo has hecho?
• Digamos que de momento soy rico.
• Estás de broma, ¿verdad?

Del bolsillo interior de mi chaqueta saqué un cheque, cuando lo cogieron no se creían la cantidad que estaba escrita.

• No podemos aceptarlo, Víctor es demasiado dinero.
• Claro que sí, os debo todo, fuisteis una hermana y una madre para mí.

Fue una tarde estupenda, la sonrisa y la felicidad volvió al rostro de las dos, eso valía mucho más que todo el dinero del mundo. Mi siguiente parada sería Roberto, desde que Eva me fue infiel, la Relación entre padre e hija se había deteriorado hasta cuotas inimaginables. Antonio me dejo su viejo Jeep, el viaje hasta allí fue muy agradable. El Jeep era viejo, pero estaba bien cuidado. Tarde tres horas en llegar, lo primero que hice fue llenar el depósito, como chupaba el cochecito de marras después fui directo al taller. Roberto seguía con sus problemas de espalda, este no cambiaría nunca.

• Joder abuelete, cada día te veo peor.
• Cállate y ven a darme un abrazo.

Cuando lo abrace se puso a llorar, me pedía perdón, se sentía como una mierda por el daño que me había hecho su hija.

• No tienes que pedirme perdón, no fue culpa tuya.
• ¿Dónde está Eva? - pregunte.
• No lo sé, hace casi un año que no nos hablamos – dijo muy cabreado.
• Te dije que lo que paso entre Eva y yo, solo nos incumbía a nosotros, ! Es tu hija!
• ¡Después de lo que te hizo la defiendes!
• Te has visto en el espejo Roberto, has adelgazado mucho, tu espalda está peor que nunca, Eva es la luz de tu vida.
• ¡Era!
• Es, y lo sabes.
• Habla con ella copón y arregladlo.
• Cambiando de tema, ¿qué haces aquí?
• Vas a comprar tu taller – el cabrón de Roberto se empezó a reír pensando que le estaba tomando el pelo.
• Con que, estoy arruinado Víctor.
• Con esto – saque el cheque del bolsillo interior de mi cazadora.

Cuando Roberto vio la cantidad casi se cae redondo al suelo.

• Tú estás loco, no pienso aceptarlo.
• Pues lo compraré yo y te sacaré de él, con una patada en el culo.
• Tú estás seguro de esto.
• Anselmo y tú me criasteis, me disteis dos familias, ya he ayudado a Carmen y a Inés y ahora te toca a ti.

Esa misma tarde quedamos con el dueño del local, cuando vio la cantidad acepto en el instante, solo quedaba hacer el papeleo y Roberto junto a Eva serían los dueños del taller. Al principio eso no le gusto a Roberto, pero le dije que esto era como las lentejas, si las quieres bien, pero si no las dejas. Cuando volvíamos al taller le pregunte donde podía encontrar a Eva, quería hablar con ella, Roberto me dio su nuevo número.

Marque el teléfono, espere a que Eva contestara, no lo hizo, así que le mande un WhatsApp diciéndole que la esperaba en la cafetería a las siete de la tarde, llegue un cuarto de hora antes y me pedí un descafeinado con leche. Me senté en una de las mesas, sacando el móvil. Tenía unos cuantos mensajes de Silvia que me sacaron una sonrisa, estaba tan ensimismado que no me di cuenta cuando Eva se sentó frente de mí. Su rostro era el de la más absoluta tristeza, aquel día no fui el único en perder, odie a Eva con saña durante meses, pero ahora sentía lástima de ella.

• Hola Víctor.
• Hola Eva, ¿quieres algo de beber?
• Un café, por favor.
Me levanté para pedir el café, entonces pude observar por el cristal que se encontraba detrás de la barra como me miraba Eva, mezcla de tristeza y alegría, ya con el café en la mano volví a la mesa.

• Pensé que no volvería a verte – dijo Eva.
• Pues esa era mi intención, te tenía mucho rencor.
• ¿Qué ha cambiado?
• Quiero volver a vivir y ese rencor estaba matando mi alma.
• Lo siento de verdad Víctor, no te haces una idea.
• Siempre sentí que te faltaba algo conmigo, lo notaba en tu cara cada vez que hacíamos el amor.
• Tú eres altruista y tu hermano egoísta, cuando hacia el amor contigo, tú te preocupabas más por mi placer que el tuyo propio, pero tu hermano…
• Era mejor que yo, puedes decirlo, mientras yo trabajaba él follaba, no podía competir contra eso.
• No quería ofenderte, perdóname, Él era egoísta, solo buscaba su placer, pero era tan bueno que era como una droga que siempre querías más.
• Ya veo – dije muy serio.
• No, no lo entiendes, durante este año he tenido tiempo para darme cuenta de que cuando hacía el amor contigo me sentía querida, siempre con una sonrisa, con tu hermano era mucho placer, pero frío y vació.
• No te entiendo.
• Si en aquel entonces hubiera tenido la lucidez que tengo ahora jamás te hubiera engañado, porque contigo lo tenía todo, pero no puedo hacer retroceder el tiempo, me gustaría, pero no puedo – empezando a llorar.

Seque sus lágrimas con la mano, su arrepentimiento era real, pero ya era demasiado tarde, la había perdonado, pero jamás olvidaría lo que vi aquella noche, después de eso dejamos el tema y hablamos un poco de este último año, por último la convencí para que me acompañara al taller para hablar con su padre, cuando entramos al taller Roberto nos miraba muy serio mientras Eva tenía la mirada gacha.

• Tenéis que hablar – dije.
• ¡Yo no tengo nada de que hablar con ella! - Eva comenzó a llorar.
• ¡Roberto!, yo ya la he perdonada, podías hacer lo mismo tú, ¿no?
• No sé, no sé, fue mucha decepción la que sentí por ella.
• ¿No lo entiendes verdad?
• El que tengo que entender – por un momento pensé que me tiraba el martillo que tenía en la mano.
• Este taller dejo de funcionar cuando los dos os separasteis, padre e hija sois uno, si uno de los dos falta todo se desmorona.
• ¿Cómo eres tan fuerte? - pregunto Eva.
• No soy tan fuerte Eva – mostrándole mis muñecas.
• Tú té…
• Si Roberto, pero esa acción me cambio la vida, fui a donde una sicóloga que me ayudo a comprender que para alcanzar la felicidad tenía que liberar mi alma del rencor que la llenaba.

Con un gesto de la mano me despedí de mi familia, porque Eva siempre sería mi familia igual que lo eran Inés, Carmen y Roberto, por mucho que la familia te decepcione, no le das la espalda, entonces me gire y les dije.

• Pronto vendré a visitaros y espero que este taller este a tope de trabajo y a vosotros dos sonriendo, ¿de acuerdo?

Roberto y Eva me miraban con la boca abierta, después Roberto sonrió pensando que no tenía remedio. Estaba llegando al Jeep cuando recibí una llamada, era Tania.

• Víctor, no sé si debería contarte esto.
• ¿Tania que ha ocurrido?
• Es Nuria le han detectado un cáncer, esta tarde a han estado aquí Lucia y su novio, Lucia está muy mal, ahí un tratamiento que podría salvarle la vida, pero no pueden costearlo – me quede en silencio.
• ¿Estás ahí Víctor?
• Tania llama a Lucia y dile que este mañana a las cinco en tu bar.
• Pero…
• Déjate de peros y hazlo – dije metiéndome en el Jeep corriendo.

Conduje al máximo que daba ese trasto viejo, Nuria me había hecho mucho daño, pero no merecía morir, costearía ese tratamiento, le daríamos la oportunidad de tener armas con las que defenderse del cáncer. Alguna multa me llegaba fijo, bueno más que a mí a Antonio que se iba a cabrear, dije que Roberto, Eva, Inés y Carmen eran mi familia, pero Antonio y Tania también lo eran. Al final ser menospreciado por tu propia familia no había sido tan malo, porque me dio la oportunidad de conocer a una familia de verdad.

Llegue al bar, este lógicamente estaba cerrado al ser un día de labor. Entre por la puerta de atrás y subí las escaleras sin hacer ruido para no despertar a Tania, a Antonio no le despertaban ni aunque dispararas un cañón a su lado. Entre en la habitación de invitados y me pegue una larga ducha, después me metí en la cama, realmente estaba cansado, demasiadas emociones. El ruido me despertó, Antonio no era nada fino. Me vestí, bajando a ayudarles a limpiar el bar.

• Ayer llegaste tarde – dijo Tania preocupada.
• Si lo siento, decidí aminorar y parar un par de veces a descansar.
• Así se hace, hay que ser responsable – decía Antonio, como si él lo fuera.
• ¿Has hablado con Lucia?
• Sí, a las cinco, estará en el bar.

Salí del bar para llamar a Silvia, me apetecía hablar con ella. Si no lo hice dentro era porque Antonio y Tania eran dos cotillas de campeonato.

• ¿Ha pasado algo? - pregunto Silvia.
• No, solo quería oír tu voz.
• Me ha gustado esa respuesta, ¿todo ha ido bien?
• Sí, hable con Roberto y después con Eva, he conseguido que de momento se toleren.
• ¿Todo bien con Eva? - pude notar cierta decepción en su tono.
• Si, le dije que la perdonaba, pero que no podría olvidarlo.
• Me alegro de que la hayas perdonado – su tono parecía más esperanzador.
• Silvia, me gustaría invitarte a comer – tardo un rato en contestar, parecía que había soltado él telefoneó.
• ¿Estás ahí? - pregunté.
• Si estoy aquí, acepto.
• ¿Te parece bien a las dos?
• Perfecto.

La comida con Silvia fue estupenda, junto a ella me sentía en paz, conseguía que sonriera sin tener que fingirla. Cosa que hice durante el último año con la intención de no preocupar a la gente, me comento que el abuelo ya había hablado con sus trabajadores y que pronto firmaríamos en traspaso de la empresa, entre una cosa y la otra se nos echó el tiempo encima. Al levantarnos tire la servilleta, me agache para recogerla, al levantarme mi rostro quedo a escasos centímetros del rostro de Silvia, nuestros labios casi podían tocarse.

EL RELATO SIGUE ABAJO.
 
Los dos nos pusimos rojos, rápidamente nos apartamos el uno del otro, tenía el corazón a cien por hora. Si me preguntáis si la hubiera besado, os diría que todo mi cuerpo me gritaba que lo hiciera, pero mi mente seguía siendo un obstáculo. Nos despedimos con sendos besos en las mejillas, de camino a recoger el Jeep me lamenté de lo estúpido que era, bueno, ahora tenía que centrarme.

En una hora había quedado con Lucia, del restaurante al bar tardaría media hora, después tenía que ducharme, andaría con el tiempo justo, siempre andaba igual, no aprendía ni a la de tres. Subía las escaleras de tres en tres, metiéndome raudo a la ducha. Como dije me dieron menos cinco y todavía me tenía que vestir. Una vez vestido me peine un poco y baje, cuando Lucia me vio se quedó con la boca abierta, a su lado se encontraba un chico que me imagino que sería su novio.

• Menudo cambio has dado Víctor, con esa barba pareces un vikingo – mientras me daba dos besos como saludo.
• Qué manía os ha entrado a todos con llamarme vikingo – dije sonriendo.
• Es que lo pareces – dijo aquel chico mientras me tendía la mano con una sonrisa.
• Me llamo Pablo – dijo.
• Yo Víctor, encantado.
• Igualmente.

Decidimos sentarnos en una mesa, Lucia empezó a contarme que Nuria se empezó a sentir mal al poco de que yo cortara la relación, marchándome. Al principio creyeron que sería una depresión, pero cada día que pasaba su estado iba empeorando. Convencieron a Nuria para ir al hospital, las noticias no pudieran ser peores, tenía un tumor en estadio tres, amenazando a pasar a estadio cuatro. Empezó a tomar quimioterapia y radioterapia, conseguían frenarlo un poco, pero eso no iba a durar mucho. Entonces uno de los médicos les hablo que había un tratamiento que había arrojado resultados muy esperanzadores, pero que no lo cubría la seguridad social, era escandalosamente caro.

Lucia, Pablo y los padres de esta hicieron números, hipotecando la casa de los padres de Nuria y Lucia más la de Pablo ni se acercaban.

• Darme todo lo que tengáis sobre ese tratamiento, voy a hacer una llamada.

La verdad es que cada sesión costaba los dos ojos de la cara y un riñón, pero no era nada que no pudiera asumir, más yo que tenía claro que el dinero existía para estas ocasiones. Llame a Silvia para comentarle que pensaba costear el tratamiento de Nuria, habríamos una cuenta a nombre de Nuria, dentro de esta depositaria más dinero del que necesitaban, después de pagar los impuestos les quedaría más que de sobra para pagar el tratamiento, Silvia me dijo que ella se encargaría, en cuanto tuviera noticias me llamaría.

• Que pasa Víctor - me dijo una Lucia preocupada.
• Digamos que vuestros problemas están a punto de solventarse.

Lucia y Pablo no daban crédito a lo que estaban escuchando.

• Después de lo que te hizo mi hermana, ¿por qué ayudarla?
• Por mucho daño que me hiciera, Nuria no merece morir, jamás se me olvidara el daño que tu hermana me hizo, pero hace tiempo decidí perdonarla, yo actuó con hechos no con palabras.

Lucia se levantó llorando mientras me abrazaba, Pablo estaba que no se lo creía, pero viendo la alegría de su novia sonreía. Silvia me llamo pasada una hora, teníamos que pasar por su despacho para que Silvia firmara unos documentos para hacerlo todo legal, después se pagarían los impuestos pudiendo empezar con el tratamiento. Cuando llegamos al despacho Lucia miro a Silvia, después me miro a mí y sonrió.

• A que viene esa sonrisa – pregunte de forma inocente.
• Es muy guapa, Víctor – seguía sonriendo.
• No sé qué insinúas – dije intentando cambiar de tema.

Silvia carraspeó, Lucia dejo la sonrisita a un lado y escucho con atención todo lo que Silvia explico, cuando Lucia vio la cantidad casi le da algo, me dijo que jamás podrían devolverme ese dineral, les dije que no tenían que devolverme nada, Lucia no estaba del todo conforme, pero mi sonrisa le termino de convencer. Después todos firmamos, Una vez terminados los trámites Lucia me dijo que subiría al hospital para pasar la noche con su hermana, despidiéndose de mí diciéndome suerte al oído.

• Víctor que te ha dicho.
• Me ha dicho que suerte, todos me quieren liar contigo – dije sonriendo.
• ¿Eso sería tan malo?
• Al contrario, me gustas Silvia, eso es evidente, pero todavía no estoy preparado.
• A mí también me gustas Víctor, tranquilo esperaré todo lo que necesites.

Pero esta vez Silvia se acercó a mí, cuando tuvo la cara a escasos milímetros de la mía me beso, ese beso hizo que una descarga recorriera mi cuerpo, de no estar agarrado al respaldo de la silla me hubiera caído al suelo. Mire a Silvia y sonreí, todo mi ser me decía que Silvia era la mujer que me haría feliz, pero ahí estaba mi cabeza para entrometerse. Silvia me saco de mi ensimismamiento, me dijo que tenía que seguir trabajando, que a la noche la invitara a cenar.

• Pero yo elijo el restaurante.
• Me parece perfecto.

Salí del despacho, había decidido subir a visitar a Nuria, de ser posible a tener una conversación con ella. Por la tarde Lucia me había dicho en que hospital estaba y cuál era la habitación, cuando llegue toque la puerta. Al abrir me encontré con los padres de Nuria, estos al verme se levantaron para darme las gracias, les dije que no eran necesarias, solo había hecho lo correcto. Decidieron ir a estirar las piernas para dejarnos solos.

• Gracias por venir Víctor, aunque no me lo merezca.
• No digas eso Nuria.
• ¡Si lo digo!, de no haber sido tan cerda, tal vez ahora sería feliz a tu lado, pero tengo lo que me merezco.
• Nuria…
• Víctor, ¿por qué ayudarme después de como me porte?
• No mereces morir Nuria, esta es mi forma de decirte que te he perdonado.
• No me merezco tu perdón, no después de como te trate.
• Eso ya es pasado, ahora tienes que ser fuerte.
• No sé cómo podre devolverte todo lo que has hecho por mí.
• Prometiéndome que lucharas y vencerás esta enfermedad.
• Te lo prometo.

Estaba muy cansada y se le empezaron a cerrar los ojos, yo le cogí la mano hasta que se quedó dormida. Espere a que volvieran sus padres para despedirme de ellos, antes de marcharme le di un beso en la frente a Nuria, como ya he dicho la había perdonado, pero igual que con Eva jamás olvidaría. Mientras caminaba por el pasillo del hospital de camino al ascensor me encontré con Lucia y Pablo que venían a hacer el relevo a sus padres, esta se alegró mucho, sabía que verme le vendría muy bien a su hermana. No hablamos mucho, porque un médico reclamo su presencia para hablar a los familiares de los resultados de unas pruebas.

Me despedí de ellos y cogiendo el ascensor baje a la planta cero, para salir del hospital, me monte en el Jeep y puse marcha a casa de Antonio y Tania para ducharme y vestirme en condiciones. Hice mis deberes, hice una reserva en el restaurante que más le gustaba a Silvia, a él había que ir de etiqueta, no me había puesto una corbata en mi vida. Fue Antonio quien tuvo que hacerme el nudo, Tania me saco una foto, según ella estaba para comerme, ya le vale.

Antonio y Tania me dijeron que no podía ir a esta cita con el Jeep, así que le acompañe al garaje, dentro de él había un vehículo que jamás me permitieron ver, Antonio levanto la lona y bajo esta apareció un Aston Martin DB5 que me dejo sin habla.

• ¿Pero tú de donde has sacado este coche?
• Lo gane en una partida de cartas clandestina.
• Venga ya – le dije incrédulo.
• Te lo prometo, estaba tan borracho que no sé ni como lo hice, pero gane y aquí tienes el premio, disfrútalo.

Me monté en él, siempre me había gustado este coche, desde que empecé a ver las películas de James Bond. Antes de arrancarlo eché un vistazo, era muy elegante. Metí la llave y la giré para arrancar el coche, este arranco sin ningún percance. Ronroneaba como un gatito, después de darles las gracias me puse en marcha en busca de Silvia, conducir ese coche estaba siendo un sueño y la cara de satisfacción que vi reflejada en el retrovisor lo decía todo.

Llegue a casa de Silvia y le mande un mensaje para decirle que ya había llegado, no tardo en bajar. Cuando la vi salir del portal estaba preciosa, llevaba un vestido de color azul marino que hacía juego con sus ojos. Si no era la mujer más hermosa que hubiera visto en mi vida, le faltaba poco, Silvia también se sorprendió gratamente al ver el coche y más cuando me baje para saludarla, pudiendo verme con traje y corbata por primera vez.

• Hoy voy de sorpresa en sorpresa – dijo Silvia.
• Buenas espero.
• No sabes lo guapo que estás de traje y el coche me tiene enamorada.
• Tú también estás espectacular Silvia, me da que esta noche no nos van a quitar la vista de encima.
• Que miren lo que quieran, se van a quedar con las ganas – mientras reía.

Cuando entro en el coche lo miraba todo, tenía el mismo rostro que un niño la noche de Navidad, saque las llaves del contacto y le dije.

• ¿Quieres conducirlo tu hasta el restaurante?
• ¿Seguro?
• Claro.

• Pues me gustaría mucho – Silvia sonreía con un rostro lleno de felicidad.

Llegamos al restaurante y como vaticine todo el mundo se giró a mirarnos, la verdad es que me incomodo un poco, pero Silvia me ayudo dándome la mano, diciéndome que ella estaría a mi lado. La cena fue estupenda, hablamos un poco de todo, yo había un tema que esquivaba y no era otro que el sexo, desde la infidelidad de Eva que no había vuelto a practicarlo. Le cogí pavor, mi falta de destreza había derivado en sendas infidelidades que me habían bajado mi autoestima hasta el subsuelo.

Después de la cena fuimos a una discoteca de esas, cuando entramos me recordó a años pasados cuando íbamos a ver conciertos de los Maiden, solo que aquí no sonaban los Maiden, llegar a la barra nos estaba resultando casi imposible al tener una pared humana delante de nosotros. Por fin llegamos, pedimos las consumiciones, Silvia miro la pista de baile que para toda la gente que había en ese local, estaba bastante vacía.

Nos pusimos en un sitio donde podríamos estar bailando sin chocarnos con nadie, igual que hombres se acercaban a Silvia, mujeres se acercaban a mí, la verdad es que me empezó a dar un ataque de ansiedad, Silvia se deshizo de sus moscones con contundencia, pero con educación, después se acerco a mí y les dijo a las mujeres.

• Este vikingo ya tiene mujer, que corra el aire.
• Gracias Silvia, me estaba agobiando.
• Sí, agobiando, te estaban entrando otro tipo de calores, si lo sabré yo -riéndose.
• No te rías que no estoy bromeando – Silvia vio que de verdad me costaba respirar.

No se lo pensó dos veces, me agarro y me ayudo a salir de aquella discoteca, me sentía mal por haberle arruinado la noche, pero cuando levante la cabeza para mirarle el rostro vi verdadera preocupación. Empecé a practicar las respiraciones que la sicóloga me enseño y poco a poco el ataque de ansiedad fue remitiendo. Silvia sentada a mi lado no me soltó la mano en ningún momento.

Le di las llaves del coche, yo no estaba para conducir, nos montamos, poniéndonos en marcha. Para cuando me di cuenta estábamos en su portal, me miro, su mirada me indicaba que por favor subiera con ella a su casa. Tenía miedo, pero, por otra parte, me apetecía mucho, nos montamos en el ascensor, según subíamos los pisos empezaba a sudar más copiosamente hasta que llegamos a su piso, la puerta de su casa estaba justo en frente de la puerta del ascensor.

Silvia abrió la puerta y empezó a andar por un pasillo, mientras andaba se iba quitando el vestido quedándose en un conjunto de lencería que quitaba el hipo. Primero se deshizo del sujetador enseñándome dos preciosos pechos de tamaño medio, pero lo mejor vino cuando se dio la vuelta y empezó a bajarse el tanga, tenía un culo perfecto, pero lo mejor fue cuando levantando una de sus piernas me enseño su precioso coñito rasurado, brillante por la humedad.

No contenta con eso, metió uno de sus dedos dentro de su coñito y se lo llevo a la boca, tenía un empalme que amenazaba con romper el pantalón. Entre en su casa andando hasta llegar a ella, cuando la tuve a escasos centímetros empezamos a besarnos, volví a sentir el mismo escalofrío de la otra vez, Silvia metió su mano en mi pantalón y libero mi polla, empezó a pajeármela mientras me miraba a los ojos, no sé qué paso, pero todo ese miedo que sentía empezó a desaparecer, es como si esa mirada me diera fuerzas.

Verla como se agachaba sin desviar su mirada de la mía, me tenía cardíaco perdido, entonces se metió mi polla en la boca. Una corriente recorrió toda mi espalda hasta explotar en mi cerebro, me tenía al borde del orgasmo constantemente, cuando estaba a punto de correrme me apretaba al final del tronco de la polla, haciendo que se me quitaban las ganas de correrme para volver a empezar. Nunca había sentido tanto placer, volviéndome a mirar, se saco mi polla de la boca y andando mientras me miraba se sentó en el sofá abriendo las piernas.

Su coñito rosado y brillante me llamaba a gritos, no me hice de rogar, el sexo oral era una de mis fuertes, pero con Silvia me iba a esmerar. Empecé con miedo, pero los gemidos de Silvia pidiéndome más mientras apretaba mi boca contra su coñito me espolearon. Le vino la corrida sin habitar y casi me atraganto, pero valió la pena al ver la expresión de satisfacción que tenía Silvia. Una vez descansamos un rato me tumbo en el sofá y empezó a meterse mi polla, milímetro a milímetro.

Cuando la tuvo dentro empezó a cabalgarme, yo tenía mis dos manos ocupadas con sus pechos. Silvia me cabalgaba cada vez con más brío, temía que no aguantara mucho, volviera a hacer el ridículo, pero extrañamente no ocurrió, estaba aguantando mucho. Silvia empezó a hacer círculos con mi polla dentro de su coñito hasta que note como su cuerpo se convulsionaba. Silvia hecho su cuerpo había atrás mientras gritaba a pleno pulmón, se había corrido, yo era el hombre más feliz del mundo, entonces se echo sobre mí, Silvia lloraba y me decía el tiempo que llevaba deseando esto y lo feliz que la había hecho.

No tarde en correrme, pero esta vez no hubo malas caras, la cara de Silvia no solo era sonriente, sino la de una mujer que se había quedado satisfecha, eso no quiere decir que durante toda la noche no paramos hasta que me dejo seco. A la mañana siguiente Silvia se duchaba mientras yo preparaba el desayuno, entro en la cocina con unas bragas y una camiseta ajada. Estaba guapa con cualquier cosa que se pusiera, no habíamos terminado de desayunar cuando sonó su móvil, era mi abuelo al día siguiente traspasaríamos la empresa a los trabajadores.

Silvia fue a su despacho para tener toda la documentación lista y yo volví a casa de Antonio y Tania para ayudarles a limpiar el bar, según llegue Tania y Antonio sonrieron. Yo me hice el tonto como si eso fuera a funcionar.

• Te vemos distinto, más sonriente y menos taciturno.
• Jaja, como sigáis así no os ayudo.
• ¿Todo bien Víctor?– pregunto Tania.
• Más que bien – dije.
• Con eso nos vale – dijo Antonio.

El día paso y llego el momento, me vestí y después de desayunar fui a coger el Jeep, me sentí tentado en coger el Aston Martin, pero no era de recibo. Cuando llegue al bufete, mi abuelo y Silvia me estaban esperando. Me llevé una sorpresa cuando vi a mi hermano, mi madre y mi padre.

• ¿Qué hacen estos aquí?
• Han venido a por el dinero para saldar todas sus deudas.
• ¿Pero se lo vas a dar?
• No, ya he hablado con todos a los que devén dinero, les he ingresado el dinero a ellos, si les doy el dinero en mano a mi hijo y nieto, se lo gastarían.

Sabía que no les haría ninguna gracia, estaban acostumbrados a vivir en la abundancia y gracias a su mala vida esa vida se les había acabado. De la empresa vinieron cuatro representantes, firmamos todos los documentos, una vez firme yo, la empresa pasaba a ser de ellos, entonces Silvia les entrego dos sobres uno mío y otro del abuelo, en ellos había dos cheques con suficiente dinero como para pagar acreedores, sueldos y maquinaria nueva. Los trabajadores nos dieron las gracias y salieron del despacho sin mirar a mis padres y menos a mi hermano que tenía una cara de pocos amigos.

• Que le habéis dado a esos muertos de hambre, mi dinero, ¿verdad?
• Aquí el único muerto de hambre eres tú – dije muy serio.
• Hermanito tú no aprendes, ¿quieres que te dé otra lección?

Mi cara se endureció, me levanté mirando fijamente a mi hermano, cuando ya me iba a arrancar contra él, mi abuelo y Silvia me lo impidieron.

• Bueno, darnos lo que nos corresponde y nos marcharemos – dijo mi padre.
• No tenemos nada que daros – dijo mi abuelo.
• Me prometiste el dinero para pagar las deudas – volvió a decir mi padre.
• Vuestras deudas ya están saldadas, ya podéis iros – dijo mi abuelo.

Mi hermano entró en cólera, entonces miro a Silvia, empezó a mirarla como si la conociera de algo, empezó a reír y le dijo.

• Tú eres la hermana de aquella zorra que se suicido – mientras se reía.

Fui a levantarme, pero no me dio tiempo, Silvia primero le soltó un tortazo a mi hermano con la mano izquierda que hizo que este se chocase contra mi padre y acto seguido le dio otro tortazo con la derecha que hizo que mi hermano terminara en el suelo tapándose la cara de dolor mientras amenazaba a Silvia. Mi abuelo volvió a sujetarme, miro a Héctor y le dijo.

• Tú no vas a hacer nada si sabes lo que te conviene, hace tiempo que has agotado mi paciencia, ¡estás avisado!

Vi miedo en los ojos de mi hermano, mis padres intentaron ayudar a levantarse a su hijo, pero este les empujo mirándonos con una cara de total desprecio. Salió primero seguido de mis padres que ni se giraron a mirarnos, la verdad que me dio igual, mire a Silvia y le dije.

• Esto no es justo, tú le sacudes y yo no puedo hacerlo – dije mientras abrazaba a una temblorosa Silvia.
• Lo siento de verdad, no tendría que haber perdido los papeles.
• No te preocupes, mi nieto se merece esto y mucho más.

El abuelo se despidió, me dijo que se iría unas semanas de vacaciones y que a la vuelta le gustaría invitarnos a los dos a comer.

• ¿A comer? – le dije
• Sí, tenemos mucho tiempo perdido que recuperar, si te parece bien.
• Claro Abuelo.
• Puedes traerte a tu novia.
• Así lo aré.

Salió del despacho guiñándonos un ojo, Silvia me miro para ver si lo que había escuchado no era una confusión.

• ¿Quién es tu novia? - pregunto Silvia con una sonrisa.
• Quien va a ser, tú, si es que quieres.
• Si me lo pides bien.

La mire a los ojos y le pregunte si quería ser mi novia, ella me respondió con un apasionado beso, después de eso me dijo que nos veríamos a la noche que tenía que terminar el papeleo, antes de irme le dije que esta noche se vistiera de rockera, puesto quería presentarle aparte de mi familia. Silvia sonrió y me dijo que sería un placer. El día paso, a la noche fui a buscarla, llevaba unos vaqueros elásticos pegados como una segunda piel, una camiseta de los kiss y una chupa de cuero preciosa. Se monto en el Jeep, después de besarnos fuimos al bar de Antonio y Tania, al vernos entrar salieron de la barra a saludarnos y a que les presentara formalmente a mi flamante novia.

Fue una noche estupenda, la verdad que hacía mucho que no me lo pasaba tan bien. Pero llego la hora de irnos, Silvia tenía que madrugar, salí yo primero para coger el Jeep mientras Silvia me esperaba en la puerta. Al salir vi un coche extraño, pero no le di más importancia. Silvia estaba mandando unos emails por el móvil ajena a lo que pasaba a su alrededor.

Arranque el Jeep y pude ver como ese coche arrancaba, dirigiéndose a toda velocidad contra Silvia, yo arranque apretando el acelerador a tope rezando para que me diera tiempo de ponerme en medio de ese coche y Silvia para poder protegerla. Si algo tenía el Jeep era, que era como un tanque y conseguí que el morro y parte de la puerta del conductor consiguieran ponerse delante de Silvia, siendo yo el que recibió el golpe. El conductor del coche salió disparado por el parabrisas aterrizando sobre mi capo.

Me dolía todo, estaba perdiendo el conocimiento, pero me dio tiempo a ver que Silvia se encontraba bien mientras decía mi nombre entre lágrimas y que el tío muerto que estaba sobre el capo no era otro que mi hermano Héctor, después apoye la cabeza contra el volante, no recuerdo nada más. No sé cuanto tiempo había pasado, pero al abrir los ojos me encontraba en una habitación que no reconocía, alguien me sujetaba la mano al mirar era Silvia que dormía con la cabeza apoyada sobre la cama, al intentar moverme la desperté.

• Te has despertado cariño – decía Silvia mientras lloraba y me besaba.

Según me contó, estuve dos semanas en coma, tuve una conmoción y la rotura del fémur de mi pierna izquierda. Silvia salió a llamar, por la habitación fueron desfilando todos, Antonio, Tania, el abuelo, Roberto y Eva, Inés, Carmen y por último Lucia y Pablo. Lucia me dijo que Nuria no podía venir, pues no podía dejar el tratamiento, pero cuando pudiera vendría a visitarme.

Silvia no me dejo a sol ni a sombra igual que todos los demás, Nuria cumplió su promesa y en cuanto pudo se paso a visitarme. Fueron meses duros, siete para ser exactos, después vino la rehabilitación, me pasé un año en el dique seco, pero Silvia y yo utilizamos ese tiempo para afianzar nuestra relación.

Por fin llego el día que me dieron el alta definitivamente, ese día salí del hospital acompañado por Silvia, al salir a la calle sonreí al sentir los rayos de sol en mi cara, abrace a Silvia la bese y pensé que el dinero viene y se va, pero lo que más importa es tener una buena familia y buenos amigos.

Fin.

EPÍLOGO

Han pasado dos años desde que mi hermano intento matar a mi futura mujer y madre de mi hija, si Silvia está embarazada y más guapa que nunca. Sigue trabajando en el mismo bufete, yo compré el taller mecánico que está al final de la calle y me dedico a arreglar coches y motos que es lo que más me gusta. Mi relación con mi abuelo es estupenda, todas las semanas me paso por su casa y jugamos al ajedrez, le gusta mucho, fue el que me enseño, la verdad es que he terminado de disfrutar de esas partidas, aunque no le haya ganado ni una sola vez.

Tania y Antonio siguen igual, espero de verdad que nunca cambien, porque son dos bellísimas personas, seguimos yendo todos los fines de semana a su bar y nos lo pasamos genial. Nuria se recupero, ella y Lucia encontraron trabajo en el extranjero, hablo con las dos una vez por semana, están felices y con eso me vale. Roberto y Eva volvieron a tener esa relación tan estrecha que tenían de padre e hija, de vez en cuando trabajan haciendo diseños para mí, solemos visitarles Silvia y yo cada dos semanas, Roberto no me ha dicho nada, pero por como mira a un chico del pueblo me da que Eva ha empezado a salir con alguien, de verdad espero que así sea, ella también merece ser feliz, Carmen trabaja para mí llevando la contabilidad e Inés empezó a trabajar en el bufete de Silvia, la verdad que trabajar con la familia es una gozada.

En cuanto a mis padres biológicos, mi hermano tenía pruebas de las cuentas que tenían mis padres en el extranjero, después de un juicio fueron encarcelados por evasión de impuestos. Fue irónico que fuera el hijo que tanto querían su verdugo, no lo lamente en absoluto, nunca me quisieron ni yo a ellos, lo contrario sería ser hipócrita, tampoco he visitado jamás la tumba de mi hermano, no sé donde está ni me importa.

Yo ya tengo una familia que me quiere y a la que yo adoro, una novia como Silvia que me demuestra su amor todos los días como yo a ella, pronto nacerá nuestra chiquitina y eso me hace muy feliz.

FIN.
 
Pues hoy ha sido un muy buen día para mí.
Por la mañana sube mi Sevilla Atlético a 1 RFEF, por la noche el Sevilla vuelve a salir viví del derbi, como siempre y ahora me he leído este magnífico relato.
 
Bueno, al final no fue Lucía, pero bueno, a la tercera va la vencida y ahora es feliz con Silvia
No me ha dado ninguna pena por Héctor y Víctor ha demostrado la clase de persona que es repartiendo el dinero entre buenas personas.
Pon un Víctor en tú vida.
 
Bueno, al final no fue Lucía, pero bueno, a la tercera va la vencida y ahora es feliz con Silvia
No me ha dado ninguna pena por Héctor y Víctor ha demostrado la clase de persona que es repartiendo el dinero entre buenas personas.
Pon un Víctor en tú vida.

Totalmente de acuerdo contigo, felicidades al Sevilla por partida doble.
 
Ayer estuve escribiendo más de seis horas para tener el relato terminado para que no se dilatara el tiempo desde el primer capitulo al segundo, termine realmente agotado.

De momento me voy a tomar un descanso, pueden ser unos días, pueden ser unas semanas o unos meses, no lo se, todo dependerá de lo que tarde la bombilla en volver a encenderse.

Gracias a todos/as.
 
Que buen relato, como nos tienes acostumbrados.
Un buen final para Victor
 
Ayer estuve escribiendo más de seis horas para tener el relato terminado para que no se dilatara el tiempo desde el primer capitulo al segundo, termine realmente agotado.

De momento me voy a tomar un descanso, pueden ser unos días, pueden ser unas semanas o unos meses, no lo se, todo dependerá de lo que tarde la bombilla en volver a encenderse.

Gracias a todos/as.
La bombilla justiciera espero no demore mucho
 
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