Los caprichos de mi sobrina

Tiravallas

Miembro
Desde
13 Jul 2024
Mensajes
28
Reputación
121
Es malo que la gente tenga una imagen errónea de ti, pero resulta peor que tienen la correcta. Cuando todo el mundo sabe cómo eres pueden explotar tus debilidades y aprovecharse de ti. En mi caso, se sabía que era blando, que costaba muy poco convencerme para que cediera, así que cualquiera podía aprovecharse de mí sin demasiado esfuerzo.


El primero que sacó partido de la bondad que me caracterizaba fue mi hermano mayor, Jandro. Tenía diez años más que yo, así que cuando nací seguía siendo un niño, pero su capacidad para hacer maldades era la de un adulto curtido en mil batallas. Aunque había algo en lo que su ingenio se superaba todavía más: en hacer que yo cargara con la culpa de todo.


Durante mis primeros años se dedicaba a destrozar todo a su alcance sin el más mínimo pudor, sabiendo que solo con decir que había sido yo se libraría de cualquier castigo. En aquella época no me enteraba de nada, pero con el tiempo empecé a padecer por esa manía que tenía Jandro de querer salirse siempre con la suya.


Por suerte, mi hermano llegó a la adolescencia y yo, más que en una víctima, me convertí en un aliado necesario para él. En ocasiones me tocaba cubrirlo cuando se escapaba, evitando que nuestros padres se acercaran a su habitación para comprobar que no estaba. También tenía que mentir si se traía chicas a casa mientras se suponía que me estaba vigilando a mí.


Dadas las circunstancias, lo normal hubiese sido que acabara odiando a mi hermano, pero la realidad era que no podía evitar admirarlo. Tenía un montón de amigos, todos muy molones, y salía con muchas chicas, algo que empezaba a llamar mi atención. Aunque jamás se lo confesara, pensaba que de mayor quería ser como él.


Pero poco tardé en darme cuenta de que eso no iba a ser posible. Mientras que Jandro era un bromista extrovertido, yo me estaba convirtiendo en una persona tímida a la que le costaba relacionarse con todo el mundo. Él era el único con el que tenía confianza, aunque no suficiente para contarle según qué cosas, porque sabía que se iba a reír de mí.


Nuestra relación comenzó a cambiar cuando fui yo el que llegó a la adolescencia. No es que de repente comenzara a respetarme, lo que sucedió fue que Jandro se enamoró y eso, de alguna manera, lo comenzó a humanizar. Seguía aprovechándose de mí siempre que tenía ocasión, pero al menos ya me hablaba casi como a un igual.


- Cabezón, ¿puedo confiar en ti?


- Lo has hecho siempre para que te cubra en tus maldades.


- Pero esto es diferente, te hablo de algo importante.


- Miedo me da...


- Arancha está embarazada.


- ¿Quién?


- Mi novia.


- ¿Y por qué sales con una tía que está preñada?


- Porque el bebé es mío, idiota.


- ¡Venga ya! ¿Cómo vas a ser tú padre?


- ¿Qué pasa?


- Pues que todavía no has aprendido ni a ser hermano.


- Qué feo eso que me has dicho, Rui.


- Es la verdad.


- Todo lo que sabes de chicas lo has aprendido de mí.


- Debe ser por eso por lo que ninguna me habla.


- Bueno, ni se te ocurra de hacer nada de lo que te he contado.


Me entraba la risa solo con imaginarme a Jandro con un bebé, aunque, en realidad, para ese bebé iba a ser una desgracia tener un padre como ese. Tal y como llevaba haciendo toda mi vida, le guardé en secreto a mi hermano hasta que decidió contárselo a toda la familia. Como era de esperar, se alegraron, pero en la cara de mi madre vi la misma preocupación que yo tenía.


No hubiese apostado un céntimo a que Jandro se mantuviera cerca de esa muchacha, estaba convencido de que en cualquier momento huiría desentendiéndose de todo. Pero resultó que era cierto que se había enamorado y esa relación siguió adelante. A los pocos meses supimos que lo que estaban esperando era una niña.


A los quince años me convertí en tío de una bebé preciosa llamada Thais. Enseguida le cogí cariño, así que solo me quedaba rezar para que esa cría saliese a su madre, ya que mi cuñada Arancha, por difícil que resultara de creer en alguien que estaba con mi hermano, era una mujer encantadora y mucho más agradable que Jandro.


Aun así, ella tampoco dudaba a la hora de pedirme favores. Cuando Thais cumplió un año y mi cuñada volvió a trabajar, me rogaron que por las tardes me quedara unas horas con ella. Yo intenté negarme, ya que no tenía ni idea de cuidar niños, pero mi cuñada tenía maneras de convencerme que Jandro, por desgracia, nunca utilizó.


- Hazme caso, Arancha, es mejor que la niña se quede con otra persona.


- ¿Quién mejor que su tío?


- Pues alguien que sepa cuidar niños.


- Pero si pasas mucho rato con ella cuando estás aquí.


- Sí, pero estáis vosotros.


- Rui, entre tú y yo, me fío más de ti que de Jandro.


- No me extraña...


- Te pagaremos por cada hora que pases con ella.


- Suena interesante, pero...


- Y puedes traerte chicas a casa.


- Para eso tendría que atreverme a hablar con alguna.


- Con lo guapo que eres ya va siendo hora de que venzas la timidez.


- ¿Crees que soy guapo?


- ¡Claro!


- Está bien, me quedaré con Thais.


Arancha fue la primera persona por la que llegué a sentir algo especial, posiblemente por algo tan ridículo como que me dijera que le parecía guapo, aunque solo lo dijese para que me quedara con su hija. Mi cuñada sí que era atractiva, mucho más de lo que Jandro se merecía. Sabía que nunca tendría nada con ella, pero me conformaba con llegar a encontrar a una que se le pareciera.


Porque si para algo me sirvió estar más cerca de Arancha fue para ganar confianza en mí mismo. Mi cuñada me trataba tan bien y me hacía cumplidos con tanta frecuencia que realmente llegué a creerme que podría estar con alguna chica. Eso hizo que me lanzara un poco más y llegara incluso a entablar conversación con alguna.


El problema era que parecía que no podía aspirar a chicas que se pareciesen a ella. Me tuve que conformar con algunas más normalitas, aunque en aquel momento me daba bastante igual, yo solo quería tener mis primeras experiencias. Arancha se convirtió en una especie de consejera para mí, algo bastante extraño, dadas las circunstancias.


- Te hice caso y me atreví a hablar con una.


- ¿Y qué tal?


- Muy bien, quiere que quedemos una tarde fuera del insti.


- Esa es una noticia increíble, Rui.


- Sí, pero yo por las tardes tengo que venir a tu casa a cuidar de Thais.


- Pues dile que venga contigo.


- ¿En serio?


- Claro, pero mientras la niña esté despierta tienes que estar por ella.


- Por supuesto.


- Y una cosa más...


- Dime.


- No quiero fluidos corporales en mi sofá.


- Tranquila, eso no va a ocurrir.


- En la mesita de Jandro hay condones.


Me tomaba muy en serio mi trabajo, principalmente porque se trataba de mi sobrina y con ella me lo pasaba muy bien, pero también por agradar a Arancha y porque el dinero que me daban me venía de perlas. Justo por ese motivo me daba bastante reparo llevarme a esa chica a la casa, pero tener el permiso de mi cuñada hizo que me lo pensara.


Cuidar de Thais fue siempre mi prioridad, pero cuando se quedaba dormida o se entretenía con sus juguetes, vivía mis primeras experiencias en el sofá de mi hermano con esa muchacha. Aunque en un principio no me gustaba demasiado, me fue ganando con cada beso y sobre todo al dejarse manosear. En ese momento pensaba que solo era mi primera novia, pero acabaría siendo mucho más que eso.


Estuve cuidando de mi sobrina hasta que empecé la universidad y ella el colegio. A pesar de lo mucho que me costó aceptar ese trabajo, debía reconocer que separarme de Thais no fue nada sencillo, le había acogido mucho cariño a esa cría. Gracias a ella gané bastante dinero e inicié mi relación con la que seguía siendo mi pareja.


Lo que empezó casi como un experimento se había convertido en un noviazgo sólido. Quería a mi novia y estábamos muy bien juntos, aunque a veces pensaba que únicamente seguíamos juntos porque yo era demasiado blando, ya que siempre que había tenido dudas sobre nuestra relación ella sabía cómo convencerme.


Aprovechándose de esa debilidad que tenía, consiguió sacar de mí muchas cosas, incluida una que nunca pensé que ocurriría. Una vez que terminé los estudios universitarios se empeñó en que debíamos ir al pueblo de sus padres a buscar trabajo. Me parecía la peor idea del mundo, pero recurrió al chantaje para hacer que cediera.


La falta de valor para romper esa relación, o al menos para no ceder en absolutamente lo que se le antojara, hizo que me acabara mudando a cientos de kilómetros de mi familia. Al principio volvía para pasar las navidades con ellos, pero, poco a poco, mi novia se las fue apañando para hacer que dejara de visitarlos.


Mi hermano y Arancha esperaron a que Thais cumpliera los diez años para casarse. Esa boda fue la última vez que volví a la ciudad en mucho tiempo. Mi sobrina y yo ya habíamos perdido esa conexión mágica que teníamos cuando era pequeñita, lo cual me entristeció mucho y me quitó motivos para visitarlos con más frecuencia.


Ese enlace, además de para alejarme de mi familia, sirvió para que hiciese una auténtica locura. Convencido de que mi vida ya no tenía solución, decidí que lo mejor era darme por vencido y formalizar la relación con mi novia, así que le pedí matrimonio. Se suponía que debía ser un momento emotivo, pero ella sabía cómo arruinarlo todo.


- Quieres que me case contigo solo para imitar a tu hermano.


- Llevamos nueve años juntos, creo que es el paso lógico.


- Supongo, pero vamos a tomárnoslo con calma.


- ¿No quieres casarte todavía?


- Prefiero esperar un tiempo, la verdad.


- ¿Por algún motivo en concreto?


- Ya está bien, Rui, deja de hacer preguntas estúpidas.


Por aquel entonces, todo el pueblo menos yo, lógicamente, sabía que mi novia tenía un amante. No me enteré del motivo por el cual se negaba a casarse hasta varios años después, cuando estuvo segura de con cuál de los dos quería quedarse. Por desgracia, o no, lo eligió a él y yo me vi de nuevo en el punto de partida.


Ya que no tenía ningún sentido seguir en ese pueblo de mala muerte, así que la opción lógica era volver a la ciudad con mi familia. El problema era que instalarme de nuevo en casa de mis padres me iba a hacer sentir como a un fracasado, así que quería encontrar un piso de alquiler al que pudiera mudarme en cuanto regresara.


En un primer vistazo por internet no encontré nada que me convenciera. Todo era demasiado caro o no se adaptaba a lo que yo buscaba, así que no me iba a quedar más remedio que ceder y volver con mis padres. Antes de que eso sucediera, decidí llamar a Jandro para ver si él tenía idea de alguna oportunidad cerca de por donde él vivía.


- Yo no te quise decir nada, hermanito, pero te has librado de una buena.


- ¿Sabes de algún piso que se alquile por tu zona o no?


- ¿Pero no será mejor que primero busques trabajo y luego te centres en la casa?


- Eso me puede llevar tiempo y no quiero volver con papá y mamá.


- Pues quédate un par de semanas en mi casa.


- No, no quiero molestar.


- Te garantizo que no nos vas a molestar.


- ¿Cómo estás tan seguro?


- Porque nos vamos de vacaciones.


- ¿Quieres que me quede como guardián de tu casa?


- No exactamente... quiero que te quedes vigilando a Thais.


- ¿No os la lleváis?


- Esa era la idea, pero tiene que pasarse el verano estudiando.


- ¿Ha suspendido alguna asignatura?


- Alguna no, prácticamente todas.


- ¿Qué dices? Pero si era una niña muy estudiosa.


- Tú lo has dicho... era. Como adolescente nos está volviendo locos.


- Dicho así, no me dan demasiadas ganas de quedarme con ella.


- Contigo se entendía muy bien, eres nuestra última esperanza.


A Jandro le iba muy bien la vida y recientemente se había mudado a una casa con piscina, lugar ideal para descansar mientras buscaba piso, así que decidí aceptar. Estaba convencido de que todo lo que me había dicho de Thais era exageración, que esa niña encantadora no podía haberse convertido en una adolescente tan problemática como él decía.


Convencido de que volvería a conectar con ella como antaño coma me presenté en casa de mi hermano dispuesto a quedarme allí durante las siguientes dos semanas, mientras ellos estaban de vacaciones. Me impactó reencontrarme con Arancha, llevaba cinco años sin verla y recordé de golpe todo lo que me hacía sentir de jovencito.


Aunque lo que realmente me dejó en shock fue volver a ver a Thais. En solo cinco años había pasado de ser una cría a convertirse en toda una mujer. Tenía todo lo bueno de su madre, pero aún más espectacular. Cuando llegué estaba en la piscina, pero no dudó ni un segundo en salir, cubierta únicamente por un diminuto bikini, y abrazarme con su cuerpo húmedo. Me costaba un mundo mirarla únicamente a los ojos.


- Lo has visto, ¿no?


- ¿Qué?


- Mi hija, el cuerpazo que tiene.


- Ha crecido mucho en cinco años, sí.


- No sabes lo que sufro al pensar en lo que podría hacerle cualquier desalmado.


- Calma, Jandro, tiene pinta de saber cuidarse bien.


- Solo por fastidiarnos a su madre y a mí es capaz de liarse con cualquiera.


- Digo yo que solo se liará con los que le guste, como hacías tú.


- No puedes dejar que salga de casa durante estas dos semanas.


- ¿Echo la llave y la tiro por el retrete?


- Sabe que tiene que estudiar, tú solo asegúrate de que lo haga.


- Pero no quiero que me odie a mí también.


- Acabará entendiendo que lo hacemos por su bien.


- A su edad no puede ir a demasiados sitios, deja que salga con sus amigas.


- Es que no tiene, solo sale con tíos.


- Si no fuera mi sobrina disfrutaría viendo lo duro que te pega el karma.


- Se hará la buena para convencerte, pero tú mantente fuerte.


- Tranquilo, la rociaré con agua bendita si es necesario.


- Ya veremos si dentro de unos días te lo sigues tomando broma.


Pensaba que todo era una exageración de Jandro, o que quizás me estaba tomando el pelo, pero justo antes de que se fueran, mi cuñada me hizo exactamente las mismas advertencias. Aunque comencé a dudar de Thais, la realidad era que esa muchacha se estaba comportando a las mil maravillas desde que llegué a su casa.


Todo se comenzó a torcer en cuanto sus padres se fueron de vacaciones. Mi sobrina me seguía tratando de manera exquisita, pero enseguida me fue dejando caer que no iba a aguantar las dos semanas encerrada en casa. Yo le dije claramente que estaba allí para cumplir órdenes, que no dependía de mí si salía o no.


Los tres primeros días Thais los pasó encerrada en su habitación, supuestamente estudiando, y solo salía para comer o darse un baño en la piscina. Allí solíamos encontrarnos, ya que yo también tenía que salir de casa lo menos posible para no perderla de vista y el único entretenimiento que tenía consistía en refrescarme en el agua.


- ¿Cómo va la búsqueda de piso?


- Bastante peor de lo que me gustaría.


- Por mí puedes quedarte a vivir aquí con nosotros.


- Te lo agradezco, pero no creo que mi hermano opino lo mismo.


- ¿Cuando erais pequeños te trataba bien?


- Solo cuando le interesaba.


- Me parece que yo he salido a él.


- ¿Eres una interesada?


- No, pero suelo estar dispuesta a cualquier cosa para salirme con la mía.


- Dime que estos días te vas a portar bien, Thais.


- Por supuesto, siempre que me dejes salir un rato.


- ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer fuera?


- El sábado es el cumpleaños de una amiga mía.


- Tu padre me ha dicho que no tienes amigas.


- Da igual, la cuestión es que estoy invitada a su fiesta.


- Pues no va a poder ser, porque tienes que estudiar.


- ¿Te crees que estoy las veinticuatro horas con el puñetero libro delante?


- No me hables así.


- Perdón, tito, tienes razón.


- Quiero que nos sigamos llevando bien, pero no voy a traicionar a tus padres.


- Eso ya lo veremos.


Quedaban dos días para la supuesta fiesta y la desesperación de Thais comenzaba a notarse. Hasta ese momento solo me había mostrado sus ganas de salir de casa, pero no había ni rastro de ese comportamiento tan malo del que me habían advertido. Aunque mi sobrina me lo suplicaba a todas horas y yo no veía motivos de peso para no dejarla asistir, no pensaba traicionar a mi hermano.


A falta de un día decidió cambiar de estrategia. Quizás pensaba que yo era tan tonto como para no darme cuenta, pero comenzó a utilizar todas esas armas que seguramente le daban resultado siempre que se relacionaba con chicos. En el rato que pasamos en la piscina no dejó de provocarme, acercándose todo el rato a mí y colocando sus grandes pechos disimuladamente sobre mi cuerpo.


Además de ser un hombre adulto y responsable era su tío, pero eso no hacía que fuese más sencillo lidiar con una situación así. Thais, pese a su juventud, me parecía la hembra más explosiva que había tenido nunca tan cerca. Me costaba mucho contenerme mientras, camuflándolo como inocente jugueteo, refregaba su cuerpo semidesnudo contra el mío.


La diversión duró el tiempo que tardó Thais en darse cuenta de que no iba a ceder. Cuando vio que seguía sin cambiar de opinión, la muchacha salió de la piscina y se fue hecha una furia a su habitación. Solo en ese momento pude salir del agua sin que se diera cuenta de que debajo del bañador escondía una erección de caballo.


Ni siquiera durante un segundo se me pasó por la cabeza la posibilidad de seguirle el juego. Su cuerpo era muy tentador, pero tenía presente los lazos de sangre que nos unían, que Thais era esa niña a la que cuide cuando solo era un bebé. Justo por ese motivo me sentía tan culpable cuando su perfecto cuerpo me excitaba tanto.


Ese día me fui a dormir pensando que Thais ya se había dado por vencida, que pensaba que ya no tenía tiempo para convencerme, pero no podía estar más equivocado. Durante la noche, mientras dormía plácidamente, mi sobrina se metió en mi cama y se abrazó a mí. Pese a estar medio dormido, me di cuenta de que estaba totalmente desnuda.


- ¿Qué haces?


- ¿Una niña no puede dormir con su tío?


- Tú de niña ya no tienes nada.


- En mi habitación hay monstruos, abrázame.


- No tenías ninguna posibilidad de ir a la fiesta, pero ahora muchísimo menos.


- Te estás haciendo el duro, pero sé que te pongo cachondo.


- Eso te funcionará con los niñatos de tu edad, conmigo no.


- Tú estás más desesperado que todos ellos.


- ¿Qué te hace pensar eso?


- Que tu novia era fea, y mi padre dice que es la única con la que has estado.


- ¿Y qué?


- Pues que una como yo debe ponerte más caliente que una plancha.


- ¿Se te olvida que eres mi sobrina?


- A otra con ese cuento… a los hombres cuando os excitáis no os importa nada.


- Ríndete ya, Thais.


- Ni hablar, me quedan horas y voy a conseguir que cedas


Llegué a plantearme seriamente la opción de no salir de mi cuarto hasta que pasara la maldita fiesta, pero eso tenía mucho riesgo. Por un lado, mi sobrina podría escaparse de casa, y me parecía peor aún que pensara que me estaba escondiendo porque ella tenía razón y me excitaba. Así que no me quedaba más remedio que prepararme para cualquier cosa que se le pudiera ocurrir.


El día comenzó muy tranquilo. Thais se despertó pronto y desayunó conmigo, pero después me dijo que volvía a su cuarto para estudiar. Aunque deseaba que se hubiese rendido, sabía que en cualquier momento haría el último intento. El tiempo iba avanzando, ni siquiera durante la comida tuvo la más mínima intención de convencerme.


Solo después de comer llegué a relajarme un poco, convencido de que, si Thais tenía una última carta por jugar, no la iba a dejar para el último momento. Me senté en el sofá para ver una película, pero entonces apareció ella, vestida como si se fuera ya de fiesta. Antes de que pudiera abrir la boca mi sobrina tomó la palabra.


- Anoche me dejaste muy preocupada.


- ¿Yo a ti?


- Sí, porque te haces el duro, pero sé que eres como todos.


- Me duele que pienses que puedo excitarme contigo.


- No lo pienso, lo sé. Os tengo muy estudiados a todos los hombres.


- Pues debe ser lo único que estudias.


- Estás seguro de que jamás caerás en la tentación, ¿verdad?


- Tan cierto como que tu padre es calvo.


- Entonces no te importará que juguemos a un juego...


- Depende de qué se trate.


- Tú solo tienes que quedarte sentado y dejar que te demuestre que te pongo.


- Vale, pero nada de volver a abrazarme ni ningún truco de esos.


- Tranquilo, no pienso tocarte.


- Solo vas a perder el tiempo.


- Voy a ponerte cachondo y después me iré a la fiesta.


- Vas a hacer lo que tengas pensado y ya no volverás a pedirme salir nunca más.


Thais apagó la tele, puso música y comenzó a bailar. No podía negar que se movía de una manera muy sensual, pero con eso no superaba el haberse metido desnuda en mi cama. Cuando estaba a punto de decirle que no iba a conseguir nada, mi sobrina se quitó el top que llevaba. Aunque la había visto muchas veces en bikini, tenerla delante en sujetador era algo completamente distinto.


Al darse cuenta de que mi cara había cambiado, Thais sonrió maliciosamente. Eso no era suficiente para demostrar que me había excitado, así que siguió bailando. Su siguiente baza fue subirse muy lentamente la minifalda, hasta que me permitió ver su tanga blanco. Primero me lo enseñó por delante y después se dio la vuelta, para mostrarme sus jóvenes y perfectas.


Me puse muy tenso al pensar que ya había acabado y que iba a intentar demostrar que estaba empalmado, pero siguió bailando. Creí que no se iba a atrever, que se estaba llevando las manos a la espalda solo para provocarme, aunque mi sobrina iba muy en serio. Tras desabrocharse el sujetador, lo agarró durante un instante y dejó caer cada una de las tiras. Acto seguido me lo lanzó a la cabeza.


Un impulso me pedía llevarme la mano a la polla y sacudírmela como si no hubiera un mañana, pero tenía que resistir. Mientras tanto, mi sobrina me daba la espalda y comenzaba a bajarse el tanga muy lentamente. Una vez que se lo quitó, abrió ligeramente las piernas y se agachó para dejar que se lo viera todo desde detrás.


Seguía bailando, completamente desnuda. Sus tetazas se meneaban al ritmo de la música y se las acariciaba de forma lasciva para provocarme. Pero en ese momento yo no podía apartar la mirada de su coñito. Lo tenía totalmente depilado y parecía gritarme que me lo comiera, algo que sabía que no podía suceder de ninguna de las maneras.


No sé en qué momento comencé a hacerlo, pero cuando quise darme cuenta ya me estaba acariciando el rabo por encima del pantalón. Thais me guiñaba el ojo y me lanzaba besos, consciente de que estaba a un solo paso de hacer algo que ya no podría ocultar lo caliente que me ponía. Solo hizo falta que se metiera un dedo en la boca y se lo llevara lentamente hasta su entrepierna.


Sin necesidad de llegar a tocarse su sexo, solo bordeándolo de una manera muy provocadora, consiguió que no aguantara más, me sacara la verga y comenzara a masturbarme mientras la miraba. Thais podía haber parado en ese momento sabiendo que se había salido con la suya, pero siguió bailando mientras me pajeaba.


El calentón más grande de mi vida me llevó a sacudirme la polla delante de mi sobrina mientras ella bailaba desnuda delante de mí. Su piel tostada al sol no tenía una sola imperfección, sus carnes jóvenes y tensas eran todo lo que siempre había deseado en una mujer y nunca tuve. Concentrado en sus oscuros pezones, derramé toda mi leche mientras ella sonreía triunfal.


- Volveré antes de que amanezca.


- Llámame y te iré a buscar.


- No te preocupes, no faltarán candidatos para acompañarme a casa.


- Thais, nadie puede saber lo que he hecho.


- Confía en mí, jamás desvelaré lo que ha pasado esta noche ni lo que ocurra durante el tiempo que te queda en esta casa.


Continuará...
 
Es malo que la gente tenga una imagen errónea de ti, pero resulta peor que tienen la correcta. Cuando todo el mundo sabe cómo eres pueden explotar tus debilidades y aprovecharse de ti. En mi caso, se sabía que era blando, que costaba muy poco convencerme para que cediera, así que cualquiera podía aprovecharse de mí sin demasiado esfuerzo.


El primero que sacó partido de la bondad que me caracterizaba fue mi hermano mayor, Jandro. Tenía diez años más que yo, así que cuando nací seguía siendo un niño, pero su capacidad para hacer maldades era la de un adulto curtido en mil batallas. Aunque había algo en lo que su ingenio se superaba todavía más: en hacer que yo cargara con la culpa de todo.


Durante mis primeros años se dedicaba a destrozar todo a su alcance sin el más mínimo pudor, sabiendo que solo con decir que había sido yo se libraría de cualquier castigo. En aquella época no me enteraba de nada, pero con el tiempo empecé a padecer por esa manía que tenía Jandro de querer salirse siempre con la suya.


Por suerte, mi hermano llegó a la adolescencia y yo, más que en una víctima, me convertí en un aliado necesario para él. En ocasiones me tocaba cubrirlo cuando se escapaba, evitando que nuestros padres se acercaran a su habitación para comprobar que no estaba. También tenía que mentir si se traía chicas a casa mientras se suponía que me estaba vigilando a mí.


Dadas las circunstancias, lo normal hubiese sido que acabara odiando a mi hermano, pero la realidad era que no podía evitar admirarlo. Tenía un montón de amigos, todos muy molones, y salía con muchas chicas, algo que empezaba a llamar mi atención. Aunque jamás se lo confesara, pensaba que de mayor quería ser como él.


Pero poco tardé en darme cuenta de que eso no iba a ser posible. Mientras que Jandro era un bromista extrovertido, yo me estaba convirtiendo en una persona tímida a la que le costaba relacionarse con todo el mundo. Él era el único con el que tenía confianza, aunque no suficiente para contarle según qué cosas, porque sabía que se iba a reír de mí.


Nuestra relación comenzó a cambiar cuando fui yo el que llegó a la adolescencia. No es que de repente comenzara a respetarme, lo que sucedió fue que Jandro se enamoró y eso, de alguna manera, lo comenzó a humanizar. Seguía aprovechándose de mí siempre que tenía ocasión, pero al menos ya me hablaba casi como a un igual.


- Cabezón, ¿puedo confiar en ti?


- Lo has hecho siempre para que te cubra en tus maldades.


- Pero esto es diferente, te hablo de algo importante.


- Miedo me da...


- Arancha está embarazada.


- ¿Quién?


- Mi novia.


- ¿Y por qué sales con una tía que está preñada?


- Porque el bebé es mío, idiota.


- ¡Venga ya! ¿Cómo vas a ser tú padre?


- ¿Qué pasa?


- Pues que todavía no has aprendido ni a ser hermano.


- Qué feo eso que me has dicho, Rui.


- Es la verdad.


- Todo lo que sabes de chicas lo has aprendido de mí.


- Debe ser por eso por lo que ninguna me habla.


- Bueno, ni se te ocurra de hacer nada de lo que te he contado.


Me entraba la risa solo con imaginarme a Jandro con un bebé, aunque, en realidad, para ese bebé iba a ser una desgracia tener un padre como ese. Tal y como llevaba haciendo toda mi vida, le guardé en secreto a mi hermano hasta que decidió contárselo a toda la familia. Como era de esperar, se alegraron, pero en la cara de mi madre vi la misma preocupación que yo tenía.


No hubiese apostado un céntimo a que Jandro se mantuviera cerca de esa muchacha, estaba convencido de que en cualquier momento huiría desentendiéndose de todo. Pero resultó que era cierto que se había enamorado y esa relación siguió adelante. A los pocos meses supimos que lo que estaban esperando era una niña.


A los quince años me convertí en tío de una bebé preciosa llamada Thais. Enseguida le cogí cariño, así que solo me quedaba rezar para que esa cría saliese a su madre, ya que mi cuñada Arancha, por difícil que resultara de creer en alguien que estaba con mi hermano, era una mujer encantadora y mucho más agradable que Jandro.


Aun así, ella tampoco dudaba a la hora de pedirme favores. Cuando Thais cumplió un año y mi cuñada volvió a trabajar, me rogaron que por las tardes me quedara unas horas con ella. Yo intenté negarme, ya que no tenía ni idea de cuidar niños, pero mi cuñada tenía maneras de convencerme que Jandro, por desgracia, nunca utilizó.


- Hazme caso, Arancha, es mejor que la niña se quede con otra persona.


- ¿Quién mejor que su tío?


- Pues alguien que sepa cuidar niños.


- Pero si pasas mucho rato con ella cuando estás aquí.


- Sí, pero estáis vosotros.


- Rui, entre tú y yo, me fío más de ti que de Jandro.


- No me extraña...


- Te pagaremos por cada hora que pases con ella.


- Suena interesante, pero...


- Y puedes traerte chicas a casa.


- Para eso tendría que atreverme a hablar con alguna.


- Con lo guapo que eres ya va siendo hora de que venzas la timidez.


- ¿Crees que soy guapo?


- ¡Claro!


- Está bien, me quedaré con Thais.


Arancha fue la primera persona por la que llegué a sentir algo especial, posiblemente por algo tan ridículo como que me dijera que le parecía guapo, aunque solo lo dijese para que me quedara con su hija. Mi cuñada sí que era atractiva, mucho más de lo que Jandro se merecía. Sabía que nunca tendría nada con ella, pero me conformaba con llegar a encontrar a una que se le pareciera.


Porque si para algo me sirvió estar más cerca de Arancha fue para ganar confianza en mí mismo. Mi cuñada me trataba tan bien y me hacía cumplidos con tanta frecuencia que realmente llegué a creerme que podría estar con alguna chica. Eso hizo que me lanzara un poco más y llegara incluso a entablar conversación con alguna.


El problema era que parecía que no podía aspirar a chicas que se pareciesen a ella. Me tuve que conformar con algunas más normalitas, aunque en aquel momento me daba bastante igual, yo solo quería tener mis primeras experiencias. Arancha se convirtió en una especie de consejera para mí, algo bastante extraño, dadas las circunstancias.


- Te hice caso y me atreví a hablar con una.


- ¿Y qué tal?


- Muy bien, quiere que quedemos una tarde fuera del insti.


- Esa es una noticia increíble, Rui.


- Sí, pero yo por las tardes tengo que venir a tu casa a cuidar de Thais.


- Pues dile que venga contigo.


- ¿En serio?


- Claro, pero mientras la niña esté despierta tienes que estar por ella.


- Por supuesto.


- Y una cosa más...


- Dime.


- No quiero fluidos corporales en mi sofá.


- Tranquila, eso no va a ocurrir.


- En la mesita de Jandro hay condones.


Me tomaba muy en serio mi trabajo, principalmente porque se trataba de mi sobrina y con ella me lo pasaba muy bien, pero también por agradar a Arancha y porque el dinero que me daban me venía de perlas. Justo por ese motivo me daba bastante reparo llevarme a esa chica a la casa, pero tener el permiso de mi cuñada hizo que me lo pensara.


Cuidar de Thais fue siempre mi prioridad, pero cuando se quedaba dormida o se entretenía con sus juguetes, vivía mis primeras experiencias en el sofá de mi hermano con esa muchacha. Aunque en un principio no me gustaba demasiado, me fue ganando con cada beso y sobre todo al dejarse manosear. En ese momento pensaba que solo era mi primera novia, pero acabaría siendo mucho más que eso.


Estuve cuidando de mi sobrina hasta que empecé la universidad y ella el colegio. A pesar de lo mucho que me costó aceptar ese trabajo, debía reconocer que separarme de Thais no fue nada sencillo, le había acogido mucho cariño a esa cría. Gracias a ella gané bastante dinero e inicié mi relación con la que seguía siendo mi pareja.


Lo que empezó casi como un experimento se había convertido en un noviazgo sólido. Quería a mi novia y estábamos muy bien juntos, aunque a veces pensaba que únicamente seguíamos juntos porque yo era demasiado blando, ya que siempre que había tenido dudas sobre nuestra relación ella sabía cómo convencerme.


Aprovechándose de esa debilidad que tenía, consiguió sacar de mí muchas cosas, incluida una que nunca pensé que ocurriría. Una vez que terminé los estudios universitarios se empeñó en que debíamos ir al pueblo de sus padres a buscar trabajo. Me parecía la peor idea del mundo, pero recurrió al chantaje para hacer que cediera.


La falta de valor para romper esa relación, o al menos para no ceder en absolutamente lo que se le antojara, hizo que me acabara mudando a cientos de kilómetros de mi familia. Al principio volvía para pasar las navidades con ellos, pero, poco a poco, mi novia se las fue apañando para hacer que dejara de visitarlos.


Mi hermano y Arancha esperaron a que Thais cumpliera los diez años para casarse. Esa boda fue la última vez que volví a la ciudad en mucho tiempo. Mi sobrina y yo ya habíamos perdido esa conexión mágica que teníamos cuando era pequeñita, lo cual me entristeció mucho y me quitó motivos para visitarlos con más frecuencia.


Ese enlace, además de para alejarme de mi familia, sirvió para que hiciese una auténtica locura. Convencido de que mi vida ya no tenía solución, decidí que lo mejor era darme por vencido y formalizar la relación con mi novia, así que le pedí matrimonio. Se suponía que debía ser un momento emotivo, pero ella sabía cómo arruinarlo todo.


- Quieres que me case contigo solo para imitar a tu hermano.


- Llevamos nueve años juntos, creo que es el paso lógico.


- Supongo, pero vamos a tomárnoslo con calma.


- ¿No quieres casarte todavía?


- Prefiero esperar un tiempo, la verdad.


- ¿Por algún motivo en concreto?


- Ya está bien, Rui, deja de hacer preguntas estúpidas.


Por aquel entonces, todo el pueblo menos yo, lógicamente, sabía que mi novia tenía un amante. No me enteré del motivo por el cual se negaba a casarse hasta varios años después, cuando estuvo segura de con cuál de los dos quería quedarse. Por desgracia, o no, lo eligió a él y yo me vi de nuevo en el punto de partida.


Ya que no tenía ningún sentido seguir en ese pueblo de mala muerte, así que la opción lógica era volver a la ciudad con mi familia. El problema era que instalarme de nuevo en casa de mis padres me iba a hacer sentir como a un fracasado, así que quería encontrar un piso de alquiler al que pudiera mudarme en cuanto regresara.


En un primer vistazo por internet no encontré nada que me convenciera. Todo era demasiado caro o no se adaptaba a lo que yo buscaba, así que no me iba a quedar más remedio que ceder y volver con mis padres. Antes de que eso sucediera, decidí llamar a Jandro para ver si él tenía idea de alguna oportunidad cerca de por donde él vivía.


- Yo no te quise decir nada, hermanito, pero te has librado de una buena.


- ¿Sabes de algún piso que se alquile por tu zona o no?


- ¿Pero no será mejor que primero busques trabajo y luego te centres en la casa?


- Eso me puede llevar tiempo y no quiero volver con papá y mamá.


- Pues quédate un par de semanas en mi casa.


- No, no quiero molestar.


- Te garantizo que no nos vas a molestar.


- ¿Cómo estás tan seguro?


- Porque nos vamos de vacaciones.


- ¿Quieres que me quede como guardián de tu casa?


- No exactamente... quiero que te quedes vigilando a Thais.


- ¿No os la lleváis?


- Esa era la idea, pero tiene que pasarse el verano estudiando.


- ¿Ha suspendido alguna asignatura?


- Alguna no, prácticamente todas.


- ¿Qué dices? Pero si era una niña muy estudiosa.


- Tú lo has dicho... era. Como adolescente nos está volviendo locos.


- Dicho así, no me dan demasiadas ganas de quedarme con ella.


- Contigo se entendía muy bien, eres nuestra última esperanza.


A Jandro le iba muy bien la vida y recientemente se había mudado a una casa con piscina, lugar ideal para descansar mientras buscaba piso, así que decidí aceptar. Estaba convencido de que todo lo que me había dicho de Thais era exageración, que esa niña encantadora no podía haberse convertido en una adolescente tan problemática como él decía.


Convencido de que volvería a conectar con ella como antaño coma me presenté en casa de mi hermano dispuesto a quedarme allí durante las siguientes dos semanas, mientras ellos estaban de vacaciones. Me impactó reencontrarme con Arancha, llevaba cinco años sin verla y recordé de golpe todo lo que me hacía sentir de jovencito.


Aunque lo que realmente me dejó en shock fue volver a ver a Thais. En solo cinco años había pasado de ser una cría a convertirse en toda una mujer. Tenía todo lo bueno de su madre, pero aún más espectacular. Cuando llegué estaba en la piscina, pero no dudó ni un segundo en salir, cubierta únicamente por un diminuto bikini, y abrazarme con su cuerpo húmedo. Me costaba un mundo mirarla únicamente a los ojos.


- Lo has visto, ¿no?


- ¿Qué?


- Mi hija, el cuerpazo que tiene.


- Ha crecido mucho en cinco años, sí.


- No sabes lo que sufro al pensar en lo que podría hacerle cualquier desalmado.


- Calma, Jandro, tiene pinta de saber cuidarse bien.


- Solo por fastidiarnos a su madre y a mí es capaz de liarse con cualquiera.


- Digo yo que solo se liará con los que le guste, como hacías tú.


- No puedes dejar que salga de casa durante estas dos semanas.


- ¿Echo la llave y la tiro por el retrete?


- Sabe que tiene que estudiar, tú solo asegúrate de que lo haga.


- Pero no quiero que me odie a mí también.


- Acabará entendiendo que lo hacemos por su bien.


- A su edad no puede ir a demasiados sitios, deja que salga con sus amigas.


- Es que no tiene, solo sale con tíos.


- Si no fuera mi sobrina disfrutaría viendo lo duro que te pega el karma.


- Se hará la buena para convencerte, pero tú mantente fuerte.


- Tranquilo, la rociaré con agua bendita si es necesario.


- Ya veremos si dentro de unos días te lo sigues tomando broma.


Pensaba que todo era una exageración de Jandro, o que quizás me estaba tomando el pelo, pero justo antes de que se fueran, mi cuñada me hizo exactamente las mismas advertencias. Aunque comencé a dudar de Thais, la realidad era que esa muchacha se estaba comportando a las mil maravillas desde que llegué a su casa.


Todo se comenzó a torcer en cuanto sus padres se fueron de vacaciones. Mi sobrina me seguía tratando de manera exquisita, pero enseguida me fue dejando caer que no iba a aguantar las dos semanas encerrada en casa. Yo le dije claramente que estaba allí para cumplir órdenes, que no dependía de mí si salía o no.


Los tres primeros días Thais los pasó encerrada en su habitación, supuestamente estudiando, y solo salía para comer o darse un baño en la piscina. Allí solíamos encontrarnos, ya que yo también tenía que salir de casa lo menos posible para no perderla de vista y el único entretenimiento que tenía consistía en refrescarme en el agua.


- ¿Cómo va la búsqueda de piso?


- Bastante peor de lo que me gustaría.


- Por mí puedes quedarte a vivir aquí con nosotros.


- Te lo agradezco, pero no creo que mi hermano opino lo mismo.


- ¿Cuando erais pequeños te trataba bien?


- Solo cuando le interesaba.


- Me parece que yo he salido a él.


- ¿Eres una interesada?


- No, pero suelo estar dispuesta a cualquier cosa para salirme con la mía.


- Dime que estos días te vas a portar bien, Thais.


- Por supuesto, siempre que me dejes salir un rato.


- ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer fuera?


- El sábado es el cumpleaños de una amiga mía.


- Tu padre me ha dicho que no tienes amigas.


- Da igual, la cuestión es que estoy invitada a su fiesta.


- Pues no va a poder ser, porque tienes que estudiar.


- ¿Te crees que estoy las veinticuatro horas con el puñetero libro delante?


- No me hables así.


- Perdón, tito, tienes razón.


- Quiero que nos sigamos llevando bien, pero no voy a traicionar a tus padres.


- Eso ya lo veremos.


Quedaban dos días para la supuesta fiesta y la desesperación de Thais comenzaba a notarse. Hasta ese momento solo me había mostrado sus ganas de salir de casa, pero no había ni rastro de ese comportamiento tan malo del que me habían advertido. Aunque mi sobrina me lo suplicaba a todas horas y yo no veía motivos de peso para no dejarla asistir, no pensaba traicionar a mi hermano.


A falta de un día decidió cambiar de estrategia. Quizás pensaba que yo era tan tonto como para no darme cuenta, pero comenzó a utilizar todas esas armas que seguramente le daban resultado siempre que se relacionaba con chicos. En el rato que pasamos en la piscina no dejó de provocarme, acercándose todo el rato a mí y colocando sus grandes pechos disimuladamente sobre mi cuerpo.


Además de ser un hombre adulto y responsable era su tío, pero eso no hacía que fuese más sencillo lidiar con una situación así. Thais, pese a su juventud, me parecía la hembra más explosiva que había tenido nunca tan cerca. Me costaba mucho contenerme mientras, camuflándolo como inocente jugueteo, refregaba su cuerpo semidesnudo contra el mío.


La diversión duró el tiempo que tardó Thais en darse cuenta de que no iba a ceder. Cuando vio que seguía sin cambiar de opinión, la muchacha salió de la piscina y se fue hecha una furia a su habitación. Solo en ese momento pude salir del agua sin que se diera cuenta de que debajo del bañador escondía una erección de caballo.


Ni siquiera durante un segundo se me pasó por la cabeza la posibilidad de seguirle el juego. Su cuerpo era muy tentador, pero tenía presente los lazos de sangre que nos unían, que Thais era esa niña a la que cuide cuando solo era un bebé. Justo por ese motivo me sentía tan culpable cuando su perfecto cuerpo me excitaba tanto.


Ese día me fui a dormir pensando que Thais ya se había dado por vencida, que pensaba que ya no tenía tiempo para convencerme, pero no podía estar más equivocado. Durante la noche, mientras dormía plácidamente, mi sobrina se metió en mi cama y se abrazó a mí. Pese a estar medio dormido, me di cuenta de que estaba totalmente desnuda.


- ¿Qué haces?


- ¿Una niña no puede dormir con su tío?


- Tú de niña ya no tienes nada.


- En mi habitación hay monstruos, abrázame.


- No tenías ninguna posibilidad de ir a la fiesta, pero ahora muchísimo menos.


- Te estás haciendo el duro, pero sé que te pongo cachondo.


- Eso te funcionará con los niñatos de tu edad, conmigo no.


- Tú estás más desesperado que todos ellos.


- ¿Qué te hace pensar eso?


- Que tu novia era fea, y mi padre dice que es la única con la que has estado.


- ¿Y qué?


- Pues que una como yo debe ponerte más caliente que una plancha.


- ¿Se te olvida que eres mi sobrina?


- A otra con ese cuento… a los hombres cuando os excitáis no os importa nada.


- Ríndete ya, Thais.


- Ni hablar, me quedan horas y voy a conseguir que cedas


Llegué a plantearme seriamente la opción de no salir de mi cuarto hasta que pasara la maldita fiesta, pero eso tenía mucho riesgo. Por un lado, mi sobrina podría escaparse de casa, y me parecía peor aún que pensara que me estaba escondiendo porque ella tenía razón y me excitaba. Así que no me quedaba más remedio que prepararme para cualquier cosa que se le pudiera ocurrir.


El día comenzó muy tranquilo. Thais se despertó pronto y desayunó conmigo, pero después me dijo que volvía a su cuarto para estudiar. Aunque deseaba que se hubiese rendido, sabía que en cualquier momento haría el último intento. El tiempo iba avanzando, ni siquiera durante la comida tuvo la más mínima intención de convencerme.


Solo después de comer llegué a relajarme un poco, convencido de que, si Thais tenía una última carta por jugar, no la iba a dejar para el último momento. Me senté en el sofá para ver una película, pero entonces apareció ella, vestida como si se fuera ya de fiesta. Antes de que pudiera abrir la boca mi sobrina tomó la palabra.


- Anoche me dejaste muy preocupada.


- ¿Yo a ti?


- Sí, porque te haces el duro, pero sé que eres como todos.


- Me duele que pienses que puedo excitarme contigo.


- No lo pienso, lo sé. Os tengo muy estudiados a todos los hombres.


- Pues debe ser lo único que estudias.


- Estás seguro de que jamás caerás en la tentación, ¿verdad?


- Tan cierto como que tu padre es calvo.


- Entonces no te importará que juguemos a un juego...


- Depende de qué se trate.


- Tú solo tienes que quedarte sentado y dejar que te demuestre que te pongo.


- Vale, pero nada de volver a abrazarme ni ningún truco de esos.


- Tranquilo, no pienso tocarte.


- Solo vas a perder el tiempo.


- Voy a ponerte cachondo y después me iré a la fiesta.


- Vas a hacer lo que tengas pensado y ya no volverás a pedirme salir nunca más.


Thais apagó la tele, puso música y comenzó a bailar. No podía negar que se movía de una manera muy sensual, pero con eso no superaba el haberse metido desnuda en mi cama. Cuando estaba a punto de decirle que no iba a conseguir nada, mi sobrina se quitó el top que llevaba. Aunque la había visto muchas veces en bikini, tenerla delante en sujetador era algo completamente distinto.


Al darse cuenta de que mi cara había cambiado, Thais sonrió maliciosamente. Eso no era suficiente para demostrar que me había excitado, así que siguió bailando. Su siguiente baza fue subirse muy lentamente la minifalda, hasta que me permitió ver su tanga blanco. Primero me lo enseñó por delante y después se dio la vuelta, para mostrarme sus jóvenes y perfectas.


Me puse muy tenso al pensar que ya había acabado y que iba a intentar demostrar que estaba empalmado, pero siguió bailando. Creí que no se iba a atrever, que se estaba llevando las manos a la espalda solo para provocarme, aunque mi sobrina iba muy en serio. Tras desabrocharse el sujetador, lo agarró durante un instante y dejó caer cada una de las tiras. Acto seguido me lo lanzó a la cabeza.


Un impulso me pedía llevarme la mano a la polla y sacudírmela como si no hubiera un mañana, pero tenía que resistir. Mientras tanto, mi sobrina me daba la espalda y comenzaba a bajarse el tanga muy lentamente. Una vez que se lo quitó, abrió ligeramente las piernas y se agachó para dejar que se lo viera todo desde detrás.


Seguía bailando, completamente desnuda. Sus tetazas se meneaban al ritmo de la música y se las acariciaba de forma lasciva para provocarme. Pero en ese momento yo no podía apartar la mirada de su coñito. Lo tenía totalmente depilado y parecía gritarme que me lo comiera, algo que sabía que no podía suceder de ninguna de las maneras.


No sé en qué momento comencé a hacerlo, pero cuando quise darme cuenta ya me estaba acariciando el rabo por encima del pantalón. Thais me guiñaba el ojo y me lanzaba besos, consciente de que estaba a un solo paso de hacer algo que ya no podría ocultar lo caliente que me ponía. Solo hizo falta que se metiera un dedo en la boca y se lo llevara lentamente hasta su entrepierna.


Sin necesidad de llegar a tocarse su sexo, solo bordeándolo de una manera muy provocadora, consiguió que no aguantara más, me sacara la verga y comenzara a masturbarme mientras la miraba. Thais podía haber parado en ese momento sabiendo que se había salido con la suya, pero siguió bailando mientras me pajeaba.


El calentón más grande de mi vida me llevó a sacudirme la polla delante de mi sobrina mientras ella bailaba desnuda delante de mí. Su piel tostada al sol no tenía una sola imperfección, sus carnes jóvenes y tensas eran todo lo que siempre había deseado en una mujer y nunca tuve. Concentrado en sus oscuros pezones, derramé toda mi leche mientras ella sonreía triunfal.


- Volveré antes de que amanezca.


- Llámame y te iré a buscar.


- No te preocupes, no faltarán candidatos para acompañarme a casa.


- Thais, nadie puede saber lo que he hecho.


- Confía en mí, jamás desvelaré lo que ha pasado esta noche ni lo que ocurra durante el tiempo que te queda en esta casa.


Continuará...
Magnífico!
 
Es malo que la gente tenga una imagen errónea de ti, pero resulta peor que tienen la correcta. Cuando todo el mundo sabe cómo eres pueden explotar tus debilidades y aprovecharse de ti. En mi caso, se sabía que era blando, que costaba muy poco convencerme para que cediera, así que cualquiera podía aprovecharse de mí sin demasiado esfuerzo.


El primero que sacó partido de la bondad que me caracterizaba fue mi hermano mayor, Jandro. Tenía diez años más que yo, así que cuando nací seguía siendo un niño, pero su capacidad para hacer maldades era la de un adulto curtido en mil batallas. Aunque había algo en lo que su ingenio se superaba todavía más: en hacer que yo cargara con la culpa de todo.


Durante mis primeros años se dedicaba a destrozar todo a su alcance sin el más mínimo pudor, sabiendo que solo con decir que había sido yo se libraría de cualquier castigo. En aquella época no me enteraba de nada, pero con el tiempo empecé a padecer por esa manía que tenía Jandro de querer salirse siempre con la suya.


Por suerte, mi hermano llegó a la adolescencia y yo, más que en una víctima, me convertí en un aliado necesario para él. En ocasiones me tocaba cubrirlo cuando se escapaba, evitando que nuestros padres se acercaran a su habitación para comprobar que no estaba. También tenía que mentir si se traía chicas a casa mientras se suponía que me estaba vigilando a mí.


Dadas las circunstancias, lo normal hubiese sido que acabara odiando a mi hermano, pero la realidad era que no podía evitar admirarlo. Tenía un montón de amigos, todos muy molones, y salía con muchas chicas, algo que empezaba a llamar mi atención. Aunque jamás se lo confesara, pensaba que de mayor quería ser como él.


Pero poco tardé en darme cuenta de que eso no iba a ser posible. Mientras que Jandro era un bromista extrovertido, yo me estaba convirtiendo en una persona tímida a la que le costaba relacionarse con todo el mundo. Él era el único con el que tenía confianza, aunque no suficiente para contarle según qué cosas, porque sabía que se iba a reír de mí.


Nuestra relación comenzó a cambiar cuando fui yo el que llegó a la adolescencia. No es que de repente comenzara a respetarme, lo que sucedió fue que Jandro se enamoró y eso, de alguna manera, lo comenzó a humanizar. Seguía aprovechándose de mí siempre que tenía ocasión, pero al menos ya me hablaba casi como a un igual.


- Cabezón, ¿puedo confiar en ti?


- Lo has hecho siempre para que te cubra en tus maldades.


- Pero esto es diferente, te hablo de algo importante.


- Miedo me da...


- Arancha está embarazada.


- ¿Quién?


- Mi novia.


- ¿Y por qué sales con una tía que está preñada?


- Porque el bebé es mío, idiota.


- ¡Venga ya! ¿Cómo vas a ser tú padre?


- ¿Qué pasa?


- Pues que todavía no has aprendido ni a ser hermano.


- Qué feo eso que me has dicho, Rui.


- Es la verdad.


- Todo lo que sabes de chicas lo has aprendido de mí.


- Debe ser por eso por lo que ninguna me habla.


- Bueno, ni se te ocurra de hacer nada de lo que te he contado.


Me entraba la risa solo con imaginarme a Jandro con un bebé, aunque, en realidad, para ese bebé iba a ser una desgracia tener un padre como ese. Tal y como llevaba haciendo toda mi vida, le guardé en secreto a mi hermano hasta que decidió contárselo a toda la familia. Como era de esperar, se alegraron, pero en la cara de mi madre vi la misma preocupación que yo tenía.


No hubiese apostado un céntimo a que Jandro se mantuviera cerca de esa muchacha, estaba convencido de que en cualquier momento huiría desentendiéndose de todo. Pero resultó que era cierto que se había enamorado y esa relación siguió adelante. A los pocos meses supimos que lo que estaban esperando era una niña.


A los quince años me convertí en tío de una bebé preciosa llamada Thais. Enseguida le cogí cariño, así que solo me quedaba rezar para que esa cría saliese a su madre, ya que mi cuñada Arancha, por difícil que resultara de creer en alguien que estaba con mi hermano, era una mujer encantadora y mucho más agradable que Jandro.


Aun así, ella tampoco dudaba a la hora de pedirme favores. Cuando Thais cumplió un año y mi cuñada volvió a trabajar, me rogaron que por las tardes me quedara unas horas con ella. Yo intenté negarme, ya que no tenía ni idea de cuidar niños, pero mi cuñada tenía maneras de convencerme que Jandro, por desgracia, nunca utilizó.


- Hazme caso, Arancha, es mejor que la niña se quede con otra persona.


- ¿Quién mejor que su tío?


- Pues alguien que sepa cuidar niños.


- Pero si pasas mucho rato con ella cuando estás aquí.


- Sí, pero estáis vosotros.


- Rui, entre tú y yo, me fío más de ti que de Jandro.


- No me extraña...


- Te pagaremos por cada hora que pases con ella.


- Suena interesante, pero...


- Y puedes traerte chicas a casa.


- Para eso tendría que atreverme a hablar con alguna.


- Con lo guapo que eres ya va siendo hora de que venzas la timidez.


- ¿Crees que soy guapo?


- ¡Claro!


- Está bien, me quedaré con Thais.


Arancha fue la primera persona por la que llegué a sentir algo especial, posiblemente por algo tan ridículo como que me dijera que le parecía guapo, aunque solo lo dijese para que me quedara con su hija. Mi cuñada sí que era atractiva, mucho más de lo que Jandro se merecía. Sabía que nunca tendría nada con ella, pero me conformaba con llegar a encontrar a una que se le pareciera.


Porque si para algo me sirvió estar más cerca de Arancha fue para ganar confianza en mí mismo. Mi cuñada me trataba tan bien y me hacía cumplidos con tanta frecuencia que realmente llegué a creerme que podría estar con alguna chica. Eso hizo que me lanzara un poco más y llegara incluso a entablar conversación con alguna.


El problema era que parecía que no podía aspirar a chicas que se pareciesen a ella. Me tuve que conformar con algunas más normalitas, aunque en aquel momento me daba bastante igual, yo solo quería tener mis primeras experiencias. Arancha se convirtió en una especie de consejera para mí, algo bastante extraño, dadas las circunstancias.


- Te hice caso y me atreví a hablar con una.


- ¿Y qué tal?


- Muy bien, quiere que quedemos una tarde fuera del insti.


- Esa es una noticia increíble, Rui.


- Sí, pero yo por las tardes tengo que venir a tu casa a cuidar de Thais.


- Pues dile que venga contigo.


- ¿En serio?


- Claro, pero mientras la niña esté despierta tienes que estar por ella.


- Por supuesto.


- Y una cosa más...


- Dime.


- No quiero fluidos corporales en mi sofá.


- Tranquila, eso no va a ocurrir.


- En la mesita de Jandro hay condones.


Me tomaba muy en serio mi trabajo, principalmente porque se trataba de mi sobrina y con ella me lo pasaba muy bien, pero también por agradar a Arancha y porque el dinero que me daban me venía de perlas. Justo por ese motivo me daba bastante reparo llevarme a esa chica a la casa, pero tener el permiso de mi cuñada hizo que me lo pensara.


Cuidar de Thais fue siempre mi prioridad, pero cuando se quedaba dormida o se entretenía con sus juguetes, vivía mis primeras experiencias en el sofá de mi hermano con esa muchacha. Aunque en un principio no me gustaba demasiado, me fue ganando con cada beso y sobre todo al dejarse manosear. En ese momento pensaba que solo era mi primera novia, pero acabaría siendo mucho más que eso.


Estuve cuidando de mi sobrina hasta que empecé la universidad y ella el colegio. A pesar de lo mucho que me costó aceptar ese trabajo, debía reconocer que separarme de Thais no fue nada sencillo, le había acogido mucho cariño a esa cría. Gracias a ella gané bastante dinero e inicié mi relación con la que seguía siendo mi pareja.


Lo que empezó casi como un experimento se había convertido en un noviazgo sólido. Quería a mi novia y estábamos muy bien juntos, aunque a veces pensaba que únicamente seguíamos juntos porque yo era demasiado blando, ya que siempre que había tenido dudas sobre nuestra relación ella sabía cómo convencerme.


Aprovechándose de esa debilidad que tenía, consiguió sacar de mí muchas cosas, incluida una que nunca pensé que ocurriría. Una vez que terminé los estudios universitarios se empeñó en que debíamos ir al pueblo de sus padres a buscar trabajo. Me parecía la peor idea del mundo, pero recurrió al chantaje para hacer que cediera.


La falta de valor para romper esa relación, o al menos para no ceder en absolutamente lo que se le antojara, hizo que me acabara mudando a cientos de kilómetros de mi familia. Al principio volvía para pasar las navidades con ellos, pero, poco a poco, mi novia se las fue apañando para hacer que dejara de visitarlos.


Mi hermano y Arancha esperaron a que Thais cumpliera los diez años para casarse. Esa boda fue la última vez que volví a la ciudad en mucho tiempo. Mi sobrina y yo ya habíamos perdido esa conexión mágica que teníamos cuando era pequeñita, lo cual me entristeció mucho y me quitó motivos para visitarlos con más frecuencia.


Ese enlace, además de para alejarme de mi familia, sirvió para que hiciese una auténtica locura. Convencido de que mi vida ya no tenía solución, decidí que lo mejor era darme por vencido y formalizar la relación con mi novia, así que le pedí matrimonio. Se suponía que debía ser un momento emotivo, pero ella sabía cómo arruinarlo todo.


- Quieres que me case contigo solo para imitar a tu hermano.


- Llevamos nueve años juntos, creo que es el paso lógico.


- Supongo, pero vamos a tomárnoslo con calma.


- ¿No quieres casarte todavía?


- Prefiero esperar un tiempo, la verdad.


- ¿Por algún motivo en concreto?


- Ya está bien, Rui, deja de hacer preguntas estúpidas.


Por aquel entonces, todo el pueblo menos yo, lógicamente, sabía que mi novia tenía un amante. No me enteré del motivo por el cual se negaba a casarse hasta varios años después, cuando estuvo segura de con cuál de los dos quería quedarse. Por desgracia, o no, lo eligió a él y yo me vi de nuevo en el punto de partida.


Ya que no tenía ningún sentido seguir en ese pueblo de mala muerte, así que la opción lógica era volver a la ciudad con mi familia. El problema era que instalarme de nuevo en casa de mis padres me iba a hacer sentir como a un fracasado, así que quería encontrar un piso de alquiler al que pudiera mudarme en cuanto regresara.


En un primer vistazo por internet no encontré nada que me convenciera. Todo era demasiado caro o no se adaptaba a lo que yo buscaba, así que no me iba a quedar más remedio que ceder y volver con mis padres. Antes de que eso sucediera, decidí llamar a Jandro para ver si él tenía idea de alguna oportunidad cerca de por donde él vivía.


- Yo no te quise decir nada, hermanito, pero te has librado de una buena.


- ¿Sabes de algún piso que se alquile por tu zona o no?


- ¿Pero no será mejor que primero busques trabajo y luego te centres en la casa?


- Eso me puede llevar tiempo y no quiero volver con papá y mamá.


- Pues quédate un par de semanas en mi casa.


- No, no quiero molestar.


- Te garantizo que no nos vas a molestar.


- ¿Cómo estás tan seguro?


- Porque nos vamos de vacaciones.


- ¿Quieres que me quede como guardián de tu casa?


- No exactamente... quiero que te quedes vigilando a Thais.


- ¿No os la lleváis?


- Esa era la idea, pero tiene que pasarse el verano estudiando.


- ¿Ha suspendido alguna asignatura?


- Alguna no, prácticamente todas.


- ¿Qué dices? Pero si era una niña muy estudiosa.


- Tú lo has dicho... era. Como adolescente nos está volviendo locos.


- Dicho así, no me dan demasiadas ganas de quedarme con ella.


- Contigo se entendía muy bien, eres nuestra última esperanza.


A Jandro le iba muy bien la vida y recientemente se había mudado a una casa con piscina, lugar ideal para descansar mientras buscaba piso, así que decidí aceptar. Estaba convencido de que todo lo que me había dicho de Thais era exageración, que esa niña encantadora no podía haberse convertido en una adolescente tan problemática como él decía.


Convencido de que volvería a conectar con ella como antaño coma me presenté en casa de mi hermano dispuesto a quedarme allí durante las siguientes dos semanas, mientras ellos estaban de vacaciones. Me impactó reencontrarme con Arancha, llevaba cinco años sin verla y recordé de golpe todo lo que me hacía sentir de jovencito.


Aunque lo que realmente me dejó en shock fue volver a ver a Thais. En solo cinco años había pasado de ser una cría a convertirse en toda una mujer. Tenía todo lo bueno de su madre, pero aún más espectacular. Cuando llegué estaba en la piscina, pero no dudó ni un segundo en salir, cubierta únicamente por un diminuto bikini, y abrazarme con su cuerpo húmedo. Me costaba un mundo mirarla únicamente a los ojos.


- Lo has visto, ¿no?


- ¿Qué?


- Mi hija, el cuerpazo que tiene.


- Ha crecido mucho en cinco años, sí.


- No sabes lo que sufro al pensar en lo que podría hacerle cualquier desalmado.


- Calma, Jandro, tiene pinta de saber cuidarse bien.


- Solo por fastidiarnos a su madre y a mí es capaz de liarse con cualquiera.


- Digo yo que solo se liará con los que le guste, como hacías tú.


- No puedes dejar que salga de casa durante estas dos semanas.


- ¿Echo la llave y la tiro por el retrete?


- Sabe que tiene que estudiar, tú solo asegúrate de que lo haga.


- Pero no quiero que me odie a mí también.


- Acabará entendiendo que lo hacemos por su bien.


- A su edad no puede ir a demasiados sitios, deja que salga con sus amigas.


- Es que no tiene, solo sale con tíos.


- Si no fuera mi sobrina disfrutaría viendo lo duro que te pega el karma.


- Se hará la buena para convencerte, pero tú mantente fuerte.


- Tranquilo, la rociaré con agua bendita si es necesario.


- Ya veremos si dentro de unos días te lo sigues tomando broma.


Pensaba que todo era una exageración de Jandro, o que quizás me estaba tomando el pelo, pero justo antes de que se fueran, mi cuñada me hizo exactamente las mismas advertencias. Aunque comencé a dudar de Thais, la realidad era que esa muchacha se estaba comportando a las mil maravillas desde que llegué a su casa.


Todo se comenzó a torcer en cuanto sus padres se fueron de vacaciones. Mi sobrina me seguía tratando de manera exquisita, pero enseguida me fue dejando caer que no iba a aguantar las dos semanas encerrada en casa. Yo le dije claramente que estaba allí para cumplir órdenes, que no dependía de mí si salía o no.


Los tres primeros días Thais los pasó encerrada en su habitación, supuestamente estudiando, y solo salía para comer o darse un baño en la piscina. Allí solíamos encontrarnos, ya que yo también tenía que salir de casa lo menos posible para no perderla de vista y el único entretenimiento que tenía consistía en refrescarme en el agua.


- ¿Cómo va la búsqueda de piso?


- Bastante peor de lo que me gustaría.


- Por mí puedes quedarte a vivir aquí con nosotros.


- Te lo agradezco, pero no creo que mi hermano opino lo mismo.


- ¿Cuando erais pequeños te trataba bien?


- Solo cuando le interesaba.


- Me parece que yo he salido a él.


- ¿Eres una interesada?


- No, pero suelo estar dispuesta a cualquier cosa para salirme con la mía.


- Dime que estos días te vas a portar bien, Thais.


- Por supuesto, siempre que me dejes salir un rato.


- ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer fuera?


- El sábado es el cumpleaños de una amiga mía.


- Tu padre me ha dicho que no tienes amigas.


- Da igual, la cuestión es que estoy invitada a su fiesta.


- Pues no va a poder ser, porque tienes que estudiar.


- ¿Te crees que estoy las veinticuatro horas con el puñetero libro delante?


- No me hables así.


- Perdón, tito, tienes razón.


- Quiero que nos sigamos llevando bien, pero no voy a traicionar a tus padres.


- Eso ya lo veremos.


Quedaban dos días para la supuesta fiesta y la desesperación de Thais comenzaba a notarse. Hasta ese momento solo me había mostrado sus ganas de salir de casa, pero no había ni rastro de ese comportamiento tan malo del que me habían advertido. Aunque mi sobrina me lo suplicaba a todas horas y yo no veía motivos de peso para no dejarla asistir, no pensaba traicionar a mi hermano.


A falta de un día decidió cambiar de estrategia. Quizás pensaba que yo era tan tonto como para no darme cuenta, pero comenzó a utilizar todas esas armas que seguramente le daban resultado siempre que se relacionaba con chicos. En el rato que pasamos en la piscina no dejó de provocarme, acercándose todo el rato a mí y colocando sus grandes pechos disimuladamente sobre mi cuerpo.


Además de ser un hombre adulto y responsable era su tío, pero eso no hacía que fuese más sencillo lidiar con una situación así. Thais, pese a su juventud, me parecía la hembra más explosiva que había tenido nunca tan cerca. Me costaba mucho contenerme mientras, camuflándolo como inocente jugueteo, refregaba su cuerpo semidesnudo contra el mío.


La diversión duró el tiempo que tardó Thais en darse cuenta de que no iba a ceder. Cuando vio que seguía sin cambiar de opinión, la muchacha salió de la piscina y se fue hecha una furia a su habitación. Solo en ese momento pude salir del agua sin que se diera cuenta de que debajo del bañador escondía una erección de caballo.


Ni siquiera durante un segundo se me pasó por la cabeza la posibilidad de seguirle el juego. Su cuerpo era muy tentador, pero tenía presente los lazos de sangre que nos unían, que Thais era esa niña a la que cuide cuando solo era un bebé. Justo por ese motivo me sentía tan culpable cuando su perfecto cuerpo me excitaba tanto.


Ese día me fui a dormir pensando que Thais ya se había dado por vencida, que pensaba que ya no tenía tiempo para convencerme, pero no podía estar más equivocado. Durante la noche, mientras dormía plácidamente, mi sobrina se metió en mi cama y se abrazó a mí. Pese a estar medio dormido, me di cuenta de que estaba totalmente desnuda.


- ¿Qué haces?


- ¿Una niña no puede dormir con su tío?


- Tú de niña ya no tienes nada.


- En mi habitación hay monstruos, abrázame.


- No tenías ninguna posibilidad de ir a la fiesta, pero ahora muchísimo menos.


- Te estás haciendo el duro, pero sé que te pongo cachondo.


- Eso te funcionará con los niñatos de tu edad, conmigo no.


- Tú estás más desesperado que todos ellos.


- ¿Qué te hace pensar eso?


- Que tu novia era fea, y mi padre dice que es la única con la que has estado.


- ¿Y qué?


- Pues que una como yo debe ponerte más caliente que una plancha.


- ¿Se te olvida que eres mi sobrina?


- A otra con ese cuento… a los hombres cuando os excitáis no os importa nada.


- Ríndete ya, Thais.


- Ni hablar, me quedan horas y voy a conseguir que cedas


Llegué a plantearme seriamente la opción de no salir de mi cuarto hasta que pasara la maldita fiesta, pero eso tenía mucho riesgo. Por un lado, mi sobrina podría escaparse de casa, y me parecía peor aún que pensara que me estaba escondiendo porque ella tenía razón y me excitaba. Así que no me quedaba más remedio que prepararme para cualquier cosa que se le pudiera ocurrir.


El día comenzó muy tranquilo. Thais se despertó pronto y desayunó conmigo, pero después me dijo que volvía a su cuarto para estudiar. Aunque deseaba que se hubiese rendido, sabía que en cualquier momento haría el último intento. El tiempo iba avanzando, ni siquiera durante la comida tuvo la más mínima intención de convencerme.


Solo después de comer llegué a relajarme un poco, convencido de que, si Thais tenía una última carta por jugar, no la iba a dejar para el último momento. Me senté en el sofá para ver una película, pero entonces apareció ella, vestida como si se fuera ya de fiesta. Antes de que pudiera abrir la boca mi sobrina tomó la palabra.


- Anoche me dejaste muy preocupada.


- ¿Yo a ti?


- Sí, porque te haces el duro, pero sé que eres como todos.


- Me duele que pienses que puedo excitarme contigo.


- No lo pienso, lo sé. Os tengo muy estudiados a todos los hombres.


- Pues debe ser lo único que estudias.


- Estás seguro de que jamás caerás en la tentación, ¿verdad?


- Tan cierto como que tu padre es calvo.


- Entonces no te importará que juguemos a un juego...


- Depende de qué se trate.


- Tú solo tienes que quedarte sentado y dejar que te demuestre que te pongo.


- Vale, pero nada de volver a abrazarme ni ningún truco de esos.


- Tranquilo, no pienso tocarte.


- Solo vas a perder el tiempo.


- Voy a ponerte cachondo y después me iré a la fiesta.


- Vas a hacer lo que tengas pensado y ya no volverás a pedirme salir nunca más.


Thais apagó la tele, puso música y comenzó a bailar. No podía negar que se movía de una manera muy sensual, pero con eso no superaba el haberse metido desnuda en mi cama. Cuando estaba a punto de decirle que no iba a conseguir nada, mi sobrina se quitó el top que llevaba. Aunque la había visto muchas veces en bikini, tenerla delante en sujetador era algo completamente distinto.


Al darse cuenta de que mi cara había cambiado, Thais sonrió maliciosamente. Eso no era suficiente para demostrar que me había excitado, así que siguió bailando. Su siguiente baza fue subirse muy lentamente la minifalda, hasta que me permitió ver su tanga blanco. Primero me lo enseñó por delante y después se dio la vuelta, para mostrarme sus jóvenes y perfectas.


Me puse muy tenso al pensar que ya había acabado y que iba a intentar demostrar que estaba empalmado, pero siguió bailando. Creí que no se iba a atrever, que se estaba llevando las manos a la espalda solo para provocarme, aunque mi sobrina iba muy en serio. Tras desabrocharse el sujetador, lo agarró durante un instante y dejó caer cada una de las tiras. Acto seguido me lo lanzó a la cabeza.


Un impulso me pedía llevarme la mano a la polla y sacudírmela como si no hubiera un mañana, pero tenía que resistir. Mientras tanto, mi sobrina me daba la espalda y comenzaba a bajarse el tanga muy lentamente. Una vez que se lo quitó, abrió ligeramente las piernas y se agachó para dejar que se lo viera todo desde detrás.


Seguía bailando, completamente desnuda. Sus tetazas se meneaban al ritmo de la música y se las acariciaba de forma lasciva para provocarme. Pero en ese momento yo no podía apartar la mirada de su coñito. Lo tenía totalmente depilado y parecía gritarme que me lo comiera, algo que sabía que no podía suceder de ninguna de las maneras.


No sé en qué momento comencé a hacerlo, pero cuando quise darme cuenta ya me estaba acariciando el rabo por encima del pantalón. Thais me guiñaba el ojo y me lanzaba besos, consciente de que estaba a un solo paso de hacer algo que ya no podría ocultar lo caliente que me ponía. Solo hizo falta que se metiera un dedo en la boca y se lo llevara lentamente hasta su entrepierna.


Sin necesidad de llegar a tocarse su sexo, solo bordeándolo de una manera muy provocadora, consiguió que no aguantara más, me sacara la verga y comenzara a masturbarme mientras la miraba. Thais podía haber parado en ese momento sabiendo que se había salido con la suya, pero siguió bailando mientras me pajeaba.


El calentón más grande de mi vida me llevó a sacudirme la polla delante de mi sobrina mientras ella bailaba desnuda delante de mí. Su piel tostada al sol no tenía una sola imperfección, sus carnes jóvenes y tensas eran todo lo que siempre había deseado en una mujer y nunca tuve. Concentrado en sus oscuros pezones, derramé toda mi leche mientras ella sonreía triunfal.


- Volveré antes de que amanezca.


- Llámame y te iré a buscar.


- No te preocupes, no faltarán candidatos para acompañarme a casa.


- Thais, nadie puede saber lo que he hecho.


- Confía en mí, jamás desvelaré lo que ha pasado esta noche ni lo que ocurra durante el tiempo que te queda en esta casa.


Continuará...
Te seguira sacando lo que quiera y la leche también. Ahora solo queda una opción, aprovecha!!
 
Es malo que la gente tenga una imagen errónea de ti, pero resulta peor que tienen la correcta. Cuando todo el mundo sabe cómo eres pueden explotar tus debilidades y aprovecharse de ti. En mi caso, se sabía que era blando, que costaba muy poco convencerme para que cediera, así que cualquiera podía aprovecharse de mí sin demasiado esfuerzo.


El primero que sacó partido de la bondad que me caracterizaba fue mi hermano mayor, Jandro. Tenía diez años más que yo, así que cuando nací seguía siendo un niño, pero su capacidad para hacer maldades era la de un adulto curtido en mil batallas. Aunque había algo en lo que su ingenio se superaba todavía más: en hacer que yo cargara con la culpa de todo.


Durante mis primeros años se dedicaba a destrozar todo a su alcance sin el más mínimo pudor, sabiendo que solo con decir que había sido yo se libraría de cualquier castigo. En aquella época no me enteraba de nada, pero con el tiempo empecé a padecer por esa manía que tenía Jandro de querer salirse siempre con la suya.


Por suerte, mi hermano llegó a la adolescencia y yo, más que en una víctima, me convertí en un aliado necesario para él. En ocasiones me tocaba cubrirlo cuando se escapaba, evitando que nuestros padres se acercaran a su habitación para comprobar que no estaba. También tenía que mentir si se traía chicas a casa mientras se suponía que me estaba vigilando a mí.


Dadas las circunstancias, lo normal hubiese sido que acabara odiando a mi hermano, pero la realidad era que no podía evitar admirarlo. Tenía un montón de amigos, todos muy molones, y salía con muchas chicas, algo que empezaba a llamar mi atención. Aunque jamás se lo confesara, pensaba que de mayor quería ser como él.


Pero poco tardé en darme cuenta de que eso no iba a ser posible. Mientras que Jandro era un bromista extrovertido, yo me estaba convirtiendo en una persona tímida a la que le costaba relacionarse con todo el mundo. Él era el único con el que tenía confianza, aunque no suficiente para contarle según qué cosas, porque sabía que se iba a reír de mí.


Nuestra relación comenzó a cambiar cuando fui yo el que llegó a la adolescencia. No es que de repente comenzara a respetarme, lo que sucedió fue que Jandro se enamoró y eso, de alguna manera, lo comenzó a humanizar. Seguía aprovechándose de mí siempre que tenía ocasión, pero al menos ya me hablaba casi como a un igual.


- Cabezón, ¿puedo confiar en ti?


- Lo has hecho siempre para que te cubra en tus maldades.


- Pero esto es diferente, te hablo de algo importante.


- Miedo me da...


- Arancha está embarazada.


- ¿Quién?


- Mi novia.


- ¿Y por qué sales con una tía que está preñada?


- Porque el bebé es mío, idiota.


- ¡Venga ya! ¿Cómo vas a ser tú padre?


- ¿Qué pasa?


- Pues que todavía no has aprendido ni a ser hermano.


- Qué feo eso que me has dicho, Rui.


- Es la verdad.


- Todo lo que sabes de chicas lo has aprendido de mí.


- Debe ser por eso por lo que ninguna me habla.


- Bueno, ni se te ocurra de hacer nada de lo que te he contado.


Me entraba la risa solo con imaginarme a Jandro con un bebé, aunque, en realidad, para ese bebé iba a ser una desgracia tener un padre como ese. Tal y como llevaba haciendo toda mi vida, le guardé en secreto a mi hermano hasta que decidió contárselo a toda la familia. Como era de esperar, se alegraron, pero en la cara de mi madre vi la misma preocupación que yo tenía.


No hubiese apostado un céntimo a que Jandro se mantuviera cerca de esa muchacha, estaba convencido de que en cualquier momento huiría desentendiéndose de todo. Pero resultó que era cierto que se había enamorado y esa relación siguió adelante. A los pocos meses supimos que lo que estaban esperando era una niña.


A los quince años me convertí en tío de una bebé preciosa llamada Thais. Enseguida le cogí cariño, así que solo me quedaba rezar para que esa cría saliese a su madre, ya que mi cuñada Arancha, por difícil que resultara de creer en alguien que estaba con mi hermano, era una mujer encantadora y mucho más agradable que Jandro.


Aun así, ella tampoco dudaba a la hora de pedirme favores. Cuando Thais cumplió un año y mi cuñada volvió a trabajar, me rogaron que por las tardes me quedara unas horas con ella. Yo intenté negarme, ya que no tenía ni idea de cuidar niños, pero mi cuñada tenía maneras de convencerme que Jandro, por desgracia, nunca utilizó.


- Hazme caso, Arancha, es mejor que la niña se quede con otra persona.


- ¿Quién mejor que su tío?


- Pues alguien que sepa cuidar niños.


- Pero si pasas mucho rato con ella cuando estás aquí.


- Sí, pero estáis vosotros.


- Rui, entre tú y yo, me fío más de ti que de Jandro.


- No me extraña...


- Te pagaremos por cada hora que pases con ella.


- Suena interesante, pero...


- Y puedes traerte chicas a casa.


- Para eso tendría que atreverme a hablar con alguna.


- Con lo guapo que eres ya va siendo hora de que venzas la timidez.


- ¿Crees que soy guapo?


- ¡Claro!


- Está bien, me quedaré con Thais.


Arancha fue la primera persona por la que llegué a sentir algo especial, posiblemente por algo tan ridículo como que me dijera que le parecía guapo, aunque solo lo dijese para que me quedara con su hija. Mi cuñada sí que era atractiva, mucho más de lo que Jandro se merecía. Sabía que nunca tendría nada con ella, pero me conformaba con llegar a encontrar a una que se le pareciera.


Porque si para algo me sirvió estar más cerca de Arancha fue para ganar confianza en mí mismo. Mi cuñada me trataba tan bien y me hacía cumplidos con tanta frecuencia que realmente llegué a creerme que podría estar con alguna chica. Eso hizo que me lanzara un poco más y llegara incluso a entablar conversación con alguna.


El problema era que parecía que no podía aspirar a chicas que se pareciesen a ella. Me tuve que conformar con algunas más normalitas, aunque en aquel momento me daba bastante igual, yo solo quería tener mis primeras experiencias. Arancha se convirtió en una especie de consejera para mí, algo bastante extraño, dadas las circunstancias.


- Te hice caso y me atreví a hablar con una.


- ¿Y qué tal?


- Muy bien, quiere que quedemos una tarde fuera del insti.


- Esa es una noticia increíble, Rui.


- Sí, pero yo por las tardes tengo que venir a tu casa a cuidar de Thais.


- Pues dile que venga contigo.


- ¿En serio?


- Claro, pero mientras la niña esté despierta tienes que estar por ella.


- Por supuesto.


- Y una cosa más...


- Dime.


- No quiero fluidos corporales en mi sofá.


- Tranquila, eso no va a ocurrir.


- En la mesita de Jandro hay condones.


Me tomaba muy en serio mi trabajo, principalmente porque se trataba de mi sobrina y con ella me lo pasaba muy bien, pero también por agradar a Arancha y porque el dinero que me daban me venía de perlas. Justo por ese motivo me daba bastante reparo llevarme a esa chica a la casa, pero tener el permiso de mi cuñada hizo que me lo pensara.


Cuidar de Thais fue siempre mi prioridad, pero cuando se quedaba dormida o se entretenía con sus juguetes, vivía mis primeras experiencias en el sofá de mi hermano con esa muchacha. Aunque en un principio no me gustaba demasiado, me fue ganando con cada beso y sobre todo al dejarse manosear. En ese momento pensaba que solo era mi primera novia, pero acabaría siendo mucho más que eso.


Estuve cuidando de mi sobrina hasta que empecé la universidad y ella el colegio. A pesar de lo mucho que me costó aceptar ese trabajo, debía reconocer que separarme de Thais no fue nada sencillo, le había acogido mucho cariño a esa cría. Gracias a ella gané bastante dinero e inicié mi relación con la que seguía siendo mi pareja.


Lo que empezó casi como un experimento se había convertido en un noviazgo sólido. Quería a mi novia y estábamos muy bien juntos, aunque a veces pensaba que únicamente seguíamos juntos porque yo era demasiado blando, ya que siempre que había tenido dudas sobre nuestra relación ella sabía cómo convencerme.


Aprovechándose de esa debilidad que tenía, consiguió sacar de mí muchas cosas, incluida una que nunca pensé que ocurriría. Una vez que terminé los estudios universitarios se empeñó en que debíamos ir al pueblo de sus padres a buscar trabajo. Me parecía la peor idea del mundo, pero recurrió al chantaje para hacer que cediera.


La falta de valor para romper esa relación, o al menos para no ceder en absolutamente lo que se le antojara, hizo que me acabara mudando a cientos de kilómetros de mi familia. Al principio volvía para pasar las navidades con ellos, pero, poco a poco, mi novia se las fue apañando para hacer que dejara de visitarlos.


Mi hermano y Arancha esperaron a que Thais cumpliera los diez años para casarse. Esa boda fue la última vez que volví a la ciudad en mucho tiempo. Mi sobrina y yo ya habíamos perdido esa conexión mágica que teníamos cuando era pequeñita, lo cual me entristeció mucho y me quitó motivos para visitarlos con más frecuencia.


Ese enlace, además de para alejarme de mi familia, sirvió para que hiciese una auténtica locura. Convencido de que mi vida ya no tenía solución, decidí que lo mejor era darme por vencido y formalizar la relación con mi novia, así que le pedí matrimonio. Se suponía que debía ser un momento emotivo, pero ella sabía cómo arruinarlo todo.


- Quieres que me case contigo solo para imitar a tu hermano.


- Llevamos nueve años juntos, creo que es el paso lógico.


- Supongo, pero vamos a tomárnoslo con calma.


- ¿No quieres casarte todavía?


- Prefiero esperar un tiempo, la verdad.


- ¿Por algún motivo en concreto?


- Ya está bien, Rui, deja de hacer preguntas estúpidas.


Por aquel entonces, todo el pueblo menos yo, lógicamente, sabía que mi novia tenía un amante. No me enteré del motivo por el cual se negaba a casarse hasta varios años después, cuando estuvo segura de con cuál de los dos quería quedarse. Por desgracia, o no, lo eligió a él y yo me vi de nuevo en el punto de partida.


Ya que no tenía ningún sentido seguir en ese pueblo de mala muerte, así que la opción lógica era volver a la ciudad con mi familia. El problema era que instalarme de nuevo en casa de mis padres me iba a hacer sentir como a un fracasado, así que quería encontrar un piso de alquiler al que pudiera mudarme en cuanto regresara.


En un primer vistazo por internet no encontré nada que me convenciera. Todo era demasiado caro o no se adaptaba a lo que yo buscaba, así que no me iba a quedar más remedio que ceder y volver con mis padres. Antes de que eso sucediera, decidí llamar a Jandro para ver si él tenía idea de alguna oportunidad cerca de por donde él vivía.


- Yo no te quise decir nada, hermanito, pero te has librado de una buena.


- ¿Sabes de algún piso que se alquile por tu zona o no?


- ¿Pero no será mejor que primero busques trabajo y luego te centres en la casa?


- Eso me puede llevar tiempo y no quiero volver con papá y mamá.


- Pues quédate un par de semanas en mi casa.


- No, no quiero molestar.


- Te garantizo que no nos vas a molestar.


- ¿Cómo estás tan seguro?


- Porque nos vamos de vacaciones.


- ¿Quieres que me quede como guardián de tu casa?


- No exactamente... quiero que te quedes vigilando a Thais.


- ¿No os la lleváis?


- Esa era la idea, pero tiene que pasarse el verano estudiando.


- ¿Ha suspendido alguna asignatura?


- Alguna no, prácticamente todas.


- ¿Qué dices? Pero si era una niña muy estudiosa.


- Tú lo has dicho... era. Como adolescente nos está volviendo locos.


- Dicho así, no me dan demasiadas ganas de quedarme con ella.


- Contigo se entendía muy bien, eres nuestra última esperanza.


A Jandro le iba muy bien la vida y recientemente se había mudado a una casa con piscina, lugar ideal para descansar mientras buscaba piso, así que decidí aceptar. Estaba convencido de que todo lo que me había dicho de Thais era exageración, que esa niña encantadora no podía haberse convertido en una adolescente tan problemática como él decía.


Convencido de que volvería a conectar con ella como antaño coma me presenté en casa de mi hermano dispuesto a quedarme allí durante las siguientes dos semanas, mientras ellos estaban de vacaciones. Me impactó reencontrarme con Arancha, llevaba cinco años sin verla y recordé de golpe todo lo que me hacía sentir de jovencito.


Aunque lo que realmente me dejó en shock fue volver a ver a Thais. En solo cinco años había pasado de ser una cría a convertirse en toda una mujer. Tenía todo lo bueno de su madre, pero aún más espectacular. Cuando llegué estaba en la piscina, pero no dudó ni un segundo en salir, cubierta únicamente por un diminuto bikini, y abrazarme con su cuerpo húmedo. Me costaba un mundo mirarla únicamente a los ojos.


- Lo has visto, ¿no?


- ¿Qué?


- Mi hija, el cuerpazo que tiene.


- Ha crecido mucho en cinco años, sí.


- No sabes lo que sufro al pensar en lo que podría hacerle cualquier desalmado.


- Calma, Jandro, tiene pinta de saber cuidarse bien.


- Solo por fastidiarnos a su madre y a mí es capaz de liarse con cualquiera.


- Digo yo que solo se liará con los que le guste, como hacías tú.


- No puedes dejar que salga de casa durante estas dos semanas.


- ¿Echo la llave y la tiro por el retrete?


- Sabe que tiene que estudiar, tú solo asegúrate de que lo haga.


- Pero no quiero que me odie a mí también.


- Acabará entendiendo que lo hacemos por su bien.


- A su edad no puede ir a demasiados sitios, deja que salga con sus amigas.


- Es que no tiene, solo sale con tíos.


- Si no fuera mi sobrina disfrutaría viendo lo duro que te pega el karma.


- Se hará la buena para convencerte, pero tú mantente fuerte.


- Tranquilo, la rociaré con agua bendita si es necesario.


- Ya veremos si dentro de unos días te lo sigues tomando broma.


Pensaba que todo era una exageración de Jandro, o que quizás me estaba tomando el pelo, pero justo antes de que se fueran, mi cuñada me hizo exactamente las mismas advertencias. Aunque comencé a dudar de Thais, la realidad era que esa muchacha se estaba comportando a las mil maravillas desde que llegué a su casa.


Todo se comenzó a torcer en cuanto sus padres se fueron de vacaciones. Mi sobrina me seguía tratando de manera exquisita, pero enseguida me fue dejando caer que no iba a aguantar las dos semanas encerrada en casa. Yo le dije claramente que estaba allí para cumplir órdenes, que no dependía de mí si salía o no.


Los tres primeros días Thais los pasó encerrada en su habitación, supuestamente estudiando, y solo salía para comer o darse un baño en la piscina. Allí solíamos encontrarnos, ya que yo también tenía que salir de casa lo menos posible para no perderla de vista y el único entretenimiento que tenía consistía en refrescarme en el agua.


- ¿Cómo va la búsqueda de piso?


- Bastante peor de lo que me gustaría.


- Por mí puedes quedarte a vivir aquí con nosotros.


- Te lo agradezco, pero no creo que mi hermano opino lo mismo.


- ¿Cuando erais pequeños te trataba bien?


- Solo cuando le interesaba.


- Me parece que yo he salido a él.


- ¿Eres una interesada?


- No, pero suelo estar dispuesta a cualquier cosa para salirme con la mía.


- Dime que estos días te vas a portar bien, Thais.


- Por supuesto, siempre que me dejes salir un rato.


- ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer fuera?


- El sábado es el cumpleaños de una amiga mía.


- Tu padre me ha dicho que no tienes amigas.


- Da igual, la cuestión es que estoy invitada a su fiesta.


- Pues no va a poder ser, porque tienes que estudiar.


- ¿Te crees que estoy las veinticuatro horas con el puñetero libro delante?


- No me hables así.


- Perdón, tito, tienes razón.


- Quiero que nos sigamos llevando bien, pero no voy a traicionar a tus padres.


- Eso ya lo veremos.


Quedaban dos días para la supuesta fiesta y la desesperación de Thais comenzaba a notarse. Hasta ese momento solo me había mostrado sus ganas de salir de casa, pero no había ni rastro de ese comportamiento tan malo del que me habían advertido. Aunque mi sobrina me lo suplicaba a todas horas y yo no veía motivos de peso para no dejarla asistir, no pensaba traicionar a mi hermano.


A falta de un día decidió cambiar de estrategia. Quizás pensaba que yo era tan tonto como para no darme cuenta, pero comenzó a utilizar todas esas armas que seguramente le daban resultado siempre que se relacionaba con chicos. En el rato que pasamos en la piscina no dejó de provocarme, acercándose todo el rato a mí y colocando sus grandes pechos disimuladamente sobre mi cuerpo.


Además de ser un hombre adulto y responsable era su tío, pero eso no hacía que fuese más sencillo lidiar con una situación así. Thais, pese a su juventud, me parecía la hembra más explosiva que había tenido nunca tan cerca. Me costaba mucho contenerme mientras, camuflándolo como inocente jugueteo, refregaba su cuerpo semidesnudo contra el mío.


La diversión duró el tiempo que tardó Thais en darse cuenta de que no iba a ceder. Cuando vio que seguía sin cambiar de opinión, la muchacha salió de la piscina y se fue hecha una furia a su habitación. Solo en ese momento pude salir del agua sin que se diera cuenta de que debajo del bañador escondía una erección de caballo.


Ni siquiera durante un segundo se me pasó por la cabeza la posibilidad de seguirle el juego. Su cuerpo era muy tentador, pero tenía presente los lazos de sangre que nos unían, que Thais era esa niña a la que cuide cuando solo era un bebé. Justo por ese motivo me sentía tan culpable cuando su perfecto cuerpo me excitaba tanto.


Ese día me fui a dormir pensando que Thais ya se había dado por vencida, que pensaba que ya no tenía tiempo para convencerme, pero no podía estar más equivocado. Durante la noche, mientras dormía plácidamente, mi sobrina se metió en mi cama y se abrazó a mí. Pese a estar medio dormido, me di cuenta de que estaba totalmente desnuda.


- ¿Qué haces?


- ¿Una niña no puede dormir con su tío?


- Tú de niña ya no tienes nada.


- En mi habitación hay monstruos, abrázame.


- No tenías ninguna posibilidad de ir a la fiesta, pero ahora muchísimo menos.


- Te estás haciendo el duro, pero sé que te pongo cachondo.


- Eso te funcionará con los niñatos de tu edad, conmigo no.


- Tú estás más desesperado que todos ellos.


- ¿Qué te hace pensar eso?


- Que tu novia era fea, y mi padre dice que es la única con la que has estado.


- ¿Y qué?


- Pues que una como yo debe ponerte más caliente que una plancha.


- ¿Se te olvida que eres mi sobrina?


- A otra con ese cuento… a los hombres cuando os excitáis no os importa nada.


- Ríndete ya, Thais.


- Ni hablar, me quedan horas y voy a conseguir que cedas


Llegué a plantearme seriamente la opción de no salir de mi cuarto hasta que pasara la maldita fiesta, pero eso tenía mucho riesgo. Por un lado, mi sobrina podría escaparse de casa, y me parecía peor aún que pensara que me estaba escondiendo porque ella tenía razón y me excitaba. Así que no me quedaba más remedio que prepararme para cualquier cosa que se le pudiera ocurrir.


El día comenzó muy tranquilo. Thais se despertó pronto y desayunó conmigo, pero después me dijo que volvía a su cuarto para estudiar. Aunque deseaba que se hubiese rendido, sabía que en cualquier momento haría el último intento. El tiempo iba avanzando, ni siquiera durante la comida tuvo la más mínima intención de convencerme.


Solo después de comer llegué a relajarme un poco, convencido de que, si Thais tenía una última carta por jugar, no la iba a dejar para el último momento. Me senté en el sofá para ver una película, pero entonces apareció ella, vestida como si se fuera ya de fiesta. Antes de que pudiera abrir la boca mi sobrina tomó la palabra.


- Anoche me dejaste muy preocupada.


- ¿Yo a ti?


- Sí, porque te haces el duro, pero sé que eres como todos.


- Me duele que pienses que puedo excitarme contigo.


- No lo pienso, lo sé. Os tengo muy estudiados a todos los hombres.


- Pues debe ser lo único que estudias.


- Estás seguro de que jamás caerás en la tentación, ¿verdad?


- Tan cierto como que tu padre es calvo.


- Entonces no te importará que juguemos a un juego...


- Depende de qué se trate.


- Tú solo tienes que quedarte sentado y dejar que te demuestre que te pongo.


- Vale, pero nada de volver a abrazarme ni ningún truco de esos.


- Tranquilo, no pienso tocarte.


- Solo vas a perder el tiempo.


- Voy a ponerte cachondo y después me iré a la fiesta.


- Vas a hacer lo que tengas pensado y ya no volverás a pedirme salir nunca más.


Thais apagó la tele, puso música y comenzó a bailar. No podía negar que se movía de una manera muy sensual, pero con eso no superaba el haberse metido desnuda en mi cama. Cuando estaba a punto de decirle que no iba a conseguir nada, mi sobrina se quitó el top que llevaba. Aunque la había visto muchas veces en bikini, tenerla delante en sujetador era algo completamente distinto.


Al darse cuenta de que mi cara había cambiado, Thais sonrió maliciosamente. Eso no era suficiente para demostrar que me había excitado, así que siguió bailando. Su siguiente baza fue subirse muy lentamente la minifalda, hasta que me permitió ver su tanga blanco. Primero me lo enseñó por delante y después se dio la vuelta, para mostrarme sus jóvenes y perfectas.


Me puse muy tenso al pensar que ya había acabado y que iba a intentar demostrar que estaba empalmado, pero siguió bailando. Creí que no se iba a atrever, que se estaba llevando las manos a la espalda solo para provocarme, aunque mi sobrina iba muy en serio. Tras desabrocharse el sujetador, lo agarró durante un instante y dejó caer cada una de las tiras. Acto seguido me lo lanzó a la cabeza.


Un impulso me pedía llevarme la mano a la polla y sacudírmela como si no hubiera un mañana, pero tenía que resistir. Mientras tanto, mi sobrina me daba la espalda y comenzaba a bajarse el tanga muy lentamente. Una vez que se lo quitó, abrió ligeramente las piernas y se agachó para dejar que se lo viera todo desde detrás.


Seguía bailando, completamente desnuda. Sus tetazas se meneaban al ritmo de la música y se las acariciaba de forma lasciva para provocarme. Pero en ese momento yo no podía apartar la mirada de su coñito. Lo tenía totalmente depilado y parecía gritarme que me lo comiera, algo que sabía que no podía suceder de ninguna de las maneras.


No sé en qué momento comencé a hacerlo, pero cuando quise darme cuenta ya me estaba acariciando el rabo por encima del pantalón. Thais me guiñaba el ojo y me lanzaba besos, consciente de que estaba a un solo paso de hacer algo que ya no podría ocultar lo caliente que me ponía. Solo hizo falta que se metiera un dedo en la boca y se lo llevara lentamente hasta su entrepierna.


Sin necesidad de llegar a tocarse su sexo, solo bordeándolo de una manera muy provocadora, consiguió que no aguantara más, me sacara la verga y comenzara a masturbarme mientras la miraba. Thais podía haber parado en ese momento sabiendo que se había salido con la suya, pero siguió bailando mientras me pajeaba.


El calentón más grande de mi vida me llevó a sacudirme la polla delante de mi sobrina mientras ella bailaba desnuda delante de mí. Su piel tostada al sol no tenía una sola imperfección, sus carnes jóvenes y tensas eran todo lo que siempre había deseado en una mujer y nunca tuve. Concentrado en sus oscuros pezones, derramé toda mi leche mientras ella sonreía triunfal.


- Volveré antes de que amanezca.


- Llámame y te iré a buscar.


- No te preocupes, no faltarán candidatos para acompañarme a casa.


- Thais, nadie puede saber lo que he hecho.


- Confía en mí, jamás desvelaré lo que ha pasado esta noche ni lo que ocurra durante el tiempo que te queda en esta casa.


Continuará...
Muy cachondo me puso
 
Atrás
Top Abajo