Mercado de Esclavos

xxman24

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A ver si os gusta, y pongo el resto:

Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía

Montsum había sido despojada de cualquier rastro de vello.
Era costumbre que el día de la venta de un esclavo, este fuera privado de cualquier recubrimiento capilar que pudiera ocultar cualquier marca. Además, y principalmente, servía para que el objeto de la venta padeciera un sentimiento de mayor desprotección, aun si cupiera, en la tarima en la que, hasta durante tres días, podía ser expuesto o expuesta para la venta.

Montsum, como todos los demás esclavos, lucia su magnifica desnudez desde tempranas horas de la mañana. Mediante un collar de cuero y una cadena había sido unida por el cuello a la hermosa ristra de siervos que a pie estaban sido exhibidos por las calles del pueblo, entre el alegre alborozo de sus habitantes. Su cuerpo solo era vestido por el collar, las amarras de sus muñecas y las argollas que colgaban de su cuerpo.

Como todas las esclavas de su época, Montsum lucia un bonito aro plateado en cada pezón. Además, y según establecían las leyes vigentes, por cada utilidad sexual que pudiera proporcionar un esclavo, portaba un aro en un lugar concreto, que servia de signo distintivo de la capacidad concreta. Así Montsum lucia con orgullo otro aro plateado en labio derecho de su coño. (significaba que había sido formado en todas las artes conocidas del sexo con hombres), otro en el labio izquierdo ( nuestra protagonista también había sido educada en todas las técnicas que pueden producir placer un ama). Los mercaderes habían retirado la anilla que, desde los dieciocho años portaba en la nariz y que ponía de manifiesto sus nunca bien ponderadas facultades anales Algunos potenciales compradores de esclavos rehuían en los últimos años de este tipo de adorno nasal, por que la moda de los últimos años había rehuido de este tipo de realces tan manifiestos. Pero Montsum tenia el agujero de su nariz preparado, por si el comprador desea poner de manifiesto, contra la moda estética imperante, las facultadas sexuales del culo de su esclava.

Al igual que los demás esclavos y esclavas, se sentía profundamente humillada de tener que andar entre aquellas groseras risotadas y ante los gestos de niños, mujeres y hombres, que desde la mañana habían acudido a las calles del pueblo para ver la hermosa procesión, así como la exhibición y posterior venta en el mercado.
Estaba acostumbrada a estar desnuda en presencia de sus amos y criadores. Normalmente no tenia permiso para vestir ropa alguna en la escuela de doma en la que habían transcurrido los últimos años de su joven vida. Su condición de esclava en formación no se lo permitía; pero aquello era demasiado. Tan solo le protegía, por ahora, la obligación de mirar permanentemente al suelo, salvo que se le ordenara lo contrario, ello le eximia de ver las caras de los ciudadanos que habían salido a ver la procesión.

Pero, a pesar de todo, estaba excitada. La formación recibida, así como la privación de sexo durante los últimos meses, habían transformado a la joven en una perra desbocada y necesitada. Ella y los demás esclavos como era tradición, ante la proximidad de la venta, habían sido privados de poder tener el más mínimo placer. Ello no quitaba que, hubieran podido ser sido utilizados por sus amos y educadores, o incluso entrenados en el sexo en largas jornadas practicando entre los propios esclavos, pero sin llegar en ningún momento al orgasmo.

Con ello se conseguía una magnifica disposición, del ejemplar a vender, para la satisfacción sexual propia y lo que era verdaderamente importante, ajena, lo que acrecentaba el valor de la mercancía. La última tortura padecida, en este sentido, era la propia disposición de la caravana de esclavos. Todos desnudos y próximos; ella pegada a un siervo, sintiendo sobre su coño las duras y ejercitadas nalgas del joven que la antecedía, y, lo que era peor, la dura verga del siervo situado justo detrás de ella, que, casi sin quererlo, la apretaba y aplastaba con su colosal hombría reprimida durante largo tiempo.

Sabedores de esa tradición, los espectadores y posibles compradores, no perdían ojo de los sexos depilados de esclavos y esclavas, que durante los tres días, lucían gloriosas erecciones, pezones tremendamente endurecidos, así como vaginas lubricadas sin necesidad de acción previa alguna.
Montsum había sido educada desde su captura en múltiples tareas( ello conseguía aumentar el valor del bien) pero dadas sus claras posibilidades había sido formada fundamentalmente, como esclava de placer. Por este motivo, la reacción básica de esta res, ante la mayor parte de estímulos, era la de recibir, y sobre todo, dar placer.

Así si Montsum era castigada, sabia que lo primero que tenían que hacer era buscar la polla de su amo y lamerla. Si se equivocaba, un segundo castigo le mostraría su error. Entonces sabia que tenia que agradar a su amo de otra forma, por ejemplo masturbándose en su presencia. Un tercer castigo podía ponerle de manifiesto, de nuevo, su equivocación. Y así sucesivamente hasta que la esclava encontraba la reacción que su dueño buscaba: Estaba educada para cumplimentar la exigencia del amo, sin ordenes verbales.

El espectáculo que una esclava de este tipo podía brindar era verdaderamente excitante y hermoso. Eran muy solicitadas para fiestas y espectáculos en donde un gran señor o señora deseaba poner de manifiesto, ante amigos y relaciones, su poder a través de un siervo o sierva. Naturalmente, también eran muy efectivos en lo privado. Era el caso de nuestra esclava protagonista.

La formación de este tipo de esclavos era larga y tortuosa, pero resultaban los ejemplares que mejor se cotizaban en el mercado anual. Y ella era de las mejor conseguidas. Su educación le obligaba a excitarse si era azotada, si era insultada, si era exhibida, si era ofrecida a hombres o a mujeres, si era atada..... Y no disimulaba. Para bien y para mal. Montsum no podía reprimir los ríos de humedad que en muchas ocasiones, como ahora, bajaban por sus piernas ante la mirada de todos los ciudadanos. Era admirada, entre los demás esclavos, por el automatismo de su sumisión, entre otra cosas por que ello le suponía una reducción de castigos del orden de la mitad respecto de los que otros esclavos recibían normalmente.

Pero por otra parte la delataba de esa forma tan humillante que ahora padecía. La presencia del publico era para ella, la mayor de las torturas posibles. "Ni un solo vello para proteger mi hermosa vulva, - pensaba la orgullosa esclava- "Y mi cabeza, ohhhh, si la pudiera tapar". Pero era imposible. Su expresión era de total entrega y resignación. La durísima formación recibida, la obligaba a mantener un semblante inexpresivo ante cualquier atrocidad o humillación padecida. Tan solo cuando se le ordenaba, y como parte de la diversión del amo, podía manifestar sensaciones o incluso derramar sus hermosas lagrimas. El recuerdo de largas sesiones de látigo por los errores cometidos en este sentido, le permitían mantener esa admirable entereza.

Pero el paseo terminaba ya. Cercano se vislumbraba el mercado de esclavos, con sus adornos, con su griterío, y con las alegres señales de alborozo de un pueblo que festejaba anualmente el mercado.
Montsum deseaba ser vendida cuanto antes. Experimentar las necesidades que le habían inculcado (obedecer, dar placer, sentirse plena en el castigo, disolver su ego en el del amo...), y que tan duramente habían reprimido en la escuela de doma. Además, la vuelta allí, en el improbable caso de no ser vendida, era un signo de descrédito social entre los demás esclavos, y un camino seguro al aumento de los castigos.

Pero el mercado estaba cerca ya, y la tensión de los esclavos, aumentaba a cada paso.


Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo (xxman24@hotmail.com)
Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.
Animo, os espero​
 

MERCADO DE ESCLAVOS: MONTSUM EXHIBIDA (II)​


Sumisión. Montsum que era una esclava perfecta, sin voluntad, obediente y deseosa de tener un amo de forma definitiva iba a ser exhibida y vendida.

Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía

Eran las doce de la mañana, cuando la caravana de esclavos procedente de la escuela del norte hacia su entrada en el pórtico del mercado. Los diez machos y las diez hembras, eran conducidos a través de los pasillos y túneles de las oficinas del mercado. Los educadores y traficantes permanecían en la parte noble de aquel enorme recinto, con la finalidad de realizar determinadas gestiones burocráticas, necesarias para poner a la venta todo el ganado que habían depositado en el establecimiento.

Entre tanto, los soldados aprovechaban la falta de cuidado para manosear a las reses, y hacer uso de ellas, como si fueran de su propiedad. En aquellos tremendos momentos, el esclavo se jugaba, en parte su futuro. La impuesta castidad sexual del último mes, que había sido duramente soportada basándose en castigos y correctivos, podía ser desbordada por cualquier gesto o acción de cualquiera de aquellos brutos. En aquella penosa situación, Montsum estaba siendo agredida por uno de los soldados con dos dedos por el ojete de su culo, sin lubricación de cualquier clase.

Algunas de sus compañeras habían tenido aun peor suerte, y eran brutalmente azotadas ante la ignorancia de sus amos. Aquella parte de la mercancía que sufrió deterioro por la acción de los soldados o por problemas de transporte o conservación, era inmediatamente asumida en propiedad por el mercado, lo que llevaba a que aquellos siervos que resultaban marcados antes de la venta, sufrieran el peor de los futuros posibles para un esclavo ( burdeles, bestias de carga, y en el mejor de los casos objetos decorativos en hogares de clase no muy alta).

También era fácilmente detectable cuando un esclavo orgasmaba en esta delicada fase de la trata. Normalmente, la contención de meses, desaparecía de su rostro, y el valor de mercado de la res caía en picado. Ante la mínima sospecha de perdida de energía sexual, la pala se encargaba de desvelar la realidad. Estas bestias también quedaban en poder del mercado, que indemnizaba a sus legítimos dueños por las perdidas sufridas.

El tremendo esfuerzo de Montsum, y el entrenamiento recibido, permitieron que nuestra esclava aguantara los crueles envites anales del joven soldado que la tomo. Sin embargo, se sintió poco satisfecha al advertir que su necesidad y la acción del esbirro, le había llevado a emitir un pequeño jadeo a pesar de la torpeza del soldado. Montsum sabia que la escasa dignidad de una perra como ella, residía en pequeños gestos como ese: la imposibilidad de demostrar deseo , satisfacción o sentimiento si no se le ordenaba. Por ese motivo, recibió con satisfacción el guantazo que el soldado le propinó ante la libertad que se había tomado. Pensó que durante la exhibición no le ocurriría.

Por parte de los organizadores se había luchado mucho contra los desmanes de los soldados y cuidadores del mercado, pero la enorme afluencia de esclavos y publico en un mismo día, hacían imposible el control de estas situaciones. En otro orden de cosas se consideraba necesario cierto desahogo de la tropa, si era dentro de un orden.

Una vez usados someramente por los soldados, las veinte jóvenes reses fueron llevadas a los abrevaderos y lavatorios, en los que pudieron saciar su sed y vaciar sus vejigas, eso si, delante de todos los cuidadores, y a la vista de los demás esclavos que permanecían en el patio al que habían sido llevados. Los animales fueron soltados de la cadena que les unía desde el cuello a los demás esclavos. La situación, a pesar de todo lo sufrido desde su captura, resultaba insoportable para una esclava como Montsum, que ya había aceptado tener que vaciarse de esta forma ante sus compañeros de recua y escuela, pero no ante extraños, fueran personas o esclavos.

Algunos siervos, no habían terminado de orinar cuando ya estaban siendo rociados con agua. El día era caluroso, por lo que a esas horas de la mañana Montsum sitio una agradable sensación. A ella, la ducha le sorprendió aún en cuclillas y sin haber terminado de mear. Se apresuró en su ultimo chorro, y cogió la pieza de jabón próxima a

ella, a fin de dejar cada recodo de su cuerpo de sierva en perfectas condiciones de uso y exhibición. Limpio especialmente su coño, repaso su ojete, acaricio con jabón sus tetas, y procuró que los roces le provocaran la menor sensación de placer posible. Montsum estaba entrenada para que su excitación fuera en aumento conforme la humillación fuera mayor. Así que tenia que tener cuidado con aquellos roces en su cuerpo, ante aquel nutrido grupo de espectadores que, sin reparo alguno, admiraban aquel animal acuclillado y anillado. La situación reportaba en el cerebro de Montsum una extraordinaria sensación de no ser nada; de tener una vida que no le pertenecía; de ser menos que los animales que pastaban libremente en el campo. En aquello se había convertido tras su entrenamiento, y con esa sensación era feliz.

Pensaba en aquellos momentos ,en los duros meses pasados desde su captura, la voluntad de hierro que sus educadores debieron forzar para obtener los magníficos resultados obtenidos con ella, los días de ejercicio, de castigo y de entrenamiento sexual. Y allí estaba ella, convertida en una perfecta esclava, sin voluntad, deseosa de obedecer y de tener un amo de forma definitiva.

En el curso de aquellos pensamientos, ya limpia y meada, observo que su cuello era de nuevo encadenado a la ristra de esclavos. Pero esta vez eran unidos en ella, sin orden ni concierto, todos los esclavos que iban a ser objeto de la exhibición y venta, con independencia del sexo del animal o de la escuela a la que habían pertenecido.

Fue golpeada con una fusta en las nalgas una sola vez, lo que significaba que tenia que avanzara al trote como le tenían enseñado a ella y a los demás siervos. La serpiente, de unos sesenta esclavos y esclavas, avanzó rápida y dignamente por los pasillos del mercado hasta desembocar en la plaza central en donde se disponía el entarimado de exhibición: El lugar temido y deseado por cualquier animal como ella, que determinaba el futuro del esclavo o esclava.

Una vez subida la escalinata fueron de nuevo desenganchados de la argolla del cuello, para volver a ser sujetados desde el collar de cuero, a una alta horquilla que obligaba a que la res tuviera que tener el cuello incómodamente estirado pero un poco avanzado respecto del cuerpo. Esta desagradable posición permitía que la mercancía exhibiera ligeramente las nalgas y, en el caso de las hembras, las tetas cayeran de una forma atractiva para el potencial cliente. También se evitaba la incomoda sensación de ser mirados por una res, desde aquel alto entarimado. Los animales fueron esposados, y las muñecas ligeramente alzadas. Las piernas eran abiertas y los pies sujetados a través de sendas argollas fijadas al suelo.

A la plaza del mercado, la plebe no tenia acceso. Solo entraban los señores con suficiente solvencia económica como para depositar la fianza exigida a su entrada. Por este motivo, la exhibición era mucho más tranquila que la procesión que Montsum había padecido tan recientemente.

Los machos y las hembras habían sido dispuestos en aquel lugar de exhibición, todos de la misma manera y a unos veinte centímetros de distancia cada uno.. No había una queja, no había un gemido, todo era silencio y dignidad sumisa; un silencio similar al que Montsum había vivido en tantas ocasiones previas a castigos propios o ajenos. Todos lucían su excitación diríase que con orgullo, si es que un esclavo pudiera tener este sentimiento. Los hombres sus vergas, las mujeres sus pezones y sus jugosas rajas. Expuestos como auténticos animales.

Los clientes comenzaron a entrar. La plaza se lleno rápidamente. Algunos fueron primero a los puestos de bebidas antes de iniciar los tratos. Algunos compradores iban acompañados de sus parejas, aunque mujeres y hombre podían asistir en solitario. Otros, ostentaban la representación de algún gran señor que delegaba la compra en algún secretario. En media hora habría en la plaza unas seiscientas personas, que observaban con detalle la mercancía.

Debido al entrenamiento recibido, Montsum se sentía especialmente humillada ante situaciones como esta. Antes, en la procesión por el pueblo, era una autentica potranca, como ahora. Pero entonces, al menos, tenia un esclavo delante y otro detrás que le protegían, en cierta medida, de la vista de las personas. Sin embargo, ahora, no existía ninguna separación visual entre los clientes y su cuerpo. Afortunadamente no podía casi verlos

dada la postura en que le mantenían la cabeza, pero los oía, los olía, y sentía como si ya estuvieran tocándola en sus partes más sensibles.

La vergüenza y la sensación de ser un mero objeto, se agolpaban en su cabeza, siguiendo las pautas insertadas en su cerebro a través de su educación y de los castigos y humillaciones recibidas. Su reacción, como siempre, se vislumbraba plenamente: pezones duros como piedras, coño encharcado como el de una puta salida, y pequeños jadeos que reprimía a duras penas.

En esta situación de sumisión, empezaron a subir al entarimado los primeros clientes.

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo (xxman24 (arroba) hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
 

MERCADO DE ESCLAVOS: MONTSUM EXHIBIDA (II)​


Sumisión. Montsum que era una esclava perfecta, sin voluntad, obediente y deseosa de tener un amo de forma definitiva iba a ser exhibida y vendida.

Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía

Eran las doce de la mañana, cuando la caravana de esclavos procedente de la escuela del norte hacia su entrada en el pórtico del mercado. Los diez machos y las diez hembras, eran conducidos a través de los pasillos y túneles de las oficinas del mercado. Los educadores y traficantes permanecían en la parte noble de aquel enorme recinto, con la finalidad de realizar determinadas gestiones burocráticas, necesarias para poner a la venta todo el ganado que habían depositado en el establecimiento.

Entre tanto, los soldados aprovechaban la falta de cuidado para manosear a las reses, y hacer uso de ellas, como si fueran de su propiedad. En aquellos tremendos momentos, el esclavo se jugaba, en parte su futuro. La impuesta castidad sexual del último mes, que había sido duramente soportada basándose en castigos y correctivos, podía ser desbordada por cualquier gesto o acción de cualquiera de aquellos brutos. En aquella penosa situación, Montsum estaba siendo agredida por uno de los soldados con dos dedos por el ojete de su culo, sin lubricación de cualquier clase.

Algunas de sus compañeras habían tenido aun peor suerte, y eran brutalmente azotadas ante la ignorancia de sus amos. Aquella parte de la mercancía que sufrió deterioro por la acción de los soldados o por problemas de transporte o conservación, era inmediatamente asumida en propiedad por el mercado, lo que llevaba a que aquellos siervos que resultaban marcados antes de la venta, sufrieran el peor de los futuros posibles para un esclavo ( burdeles, bestias de carga, y en el mejor de los casos objetos decorativos en hogares de clase no muy alta).

También era fácilmente detectable cuando un esclavo orgasmaba en esta delicada fase de la trata. Normalmente, la contención de meses, desaparecía de su rostro, y el valor de mercado de la res caía en picado. Ante la mínima sospecha de perdida de energía sexual, la pala se encargaba de desvelar la realidad. Estas bestias también quedaban en poder del mercado, que indemnizaba a sus legítimos dueños por las perdidas sufridas.

El tremendo esfuerzo de Montsum, y el entrenamiento recibido, permitieron que nuestra esclava aguantara los crueles envites anales del joven soldado que la tomo. Sin embargo, se sintió poco satisfecha al advertir que su necesidad y la acción del esbirro, le había llevado a emitir un pequeño jadeo a pesar de la torpeza del soldado. Montsum sabia que la escasa dignidad de una perra como ella, residía en pequeños gestos como ese: la imposibilidad de demostrar deseo , satisfacción o sentimiento si no se le ordenaba. Por ese motivo, recibió con satisfacción el guantazo que el soldado le propinó ante la libertad que se había tomado. Pensó que durante la exhibición no le ocurriría.

Por parte de los organizadores se había luchado mucho contra los desmanes de los soldados y cuidadores del mercado, pero la enorme afluencia de esclavos y publico en un mismo día, hacían imposible el control de estas situaciones. En otro orden de cosas se consideraba necesario cierto desahogo de la tropa, si era dentro de un orden.

Una vez usados someramente por los soldados, las veinte jóvenes reses fueron llevadas a los abrevaderos y lavatorios, en los que pudieron saciar su sed y vaciar sus vejigas, eso si, delante de todos los cuidadores, y a la vista de los demás esclavos que permanecían en el patio al que habían sido llevados. Los animales fueron soltados de la cadena que les unía desde el cuello a los demás esclavos. La situación, a pesar de todo lo sufrido desde su captura, resultaba insoportable para una esclava como Montsum, que ya había aceptado tener que vaciarse de esta forma ante sus compañeros de recua y escuela, pero no ante extraños, fueran personas o esclavos.

Algunos siervos, no habían terminado de orinar cuando ya estaban siendo rociados con agua. El día era caluroso, por lo que a esas horas de la mañana Montsum sitio una agradable sensación. A ella, la ducha le sorprendió aún en cuclillas y sin haber terminado de mear. Se apresuró en su ultimo chorro, y cogió la pieza de jabón próxima a

ella, a fin de dejar cada recodo de su cuerpo de sierva en perfectas condiciones de uso y exhibición. Limpio especialmente su coño, repaso su ojete, acaricio con jabón sus tetas, y procuró que los roces le provocaran la menor sensación de placer posible. Montsum estaba entrenada para que su excitación fuera en aumento conforme la humillación fuera mayor. Así que tenia que tener cuidado con aquellos roces en su cuerpo, ante aquel nutrido grupo de espectadores que, sin reparo alguno, admiraban aquel animal acuclillado y anillado. La situación reportaba en el cerebro de Montsum una extraordinaria sensación de no ser nada; de tener una vida que no le pertenecía; de ser menos que los animales que pastaban libremente en el campo. En aquello se había convertido tras su entrenamiento, y con esa sensación era feliz.

Pensaba en aquellos momentos ,en los duros meses pasados desde su captura, la voluntad de hierro que sus educadores debieron forzar para obtener los magníficos resultados obtenidos con ella, los días de ejercicio, de castigo y de entrenamiento sexual. Y allí estaba ella, convertida en una perfecta esclava, sin voluntad, deseosa de obedecer y de tener un amo de forma definitiva.

En el curso de aquellos pensamientos, ya limpia y meada, observo que su cuello era de nuevo encadenado a la ristra de esclavos. Pero esta vez eran unidos en ella, sin orden ni concierto, todos los esclavos que iban a ser objeto de la exhibición y venta, con independencia del sexo del animal o de la escuela a la que habían pertenecido.

Fue golpeada con una fusta en las nalgas una sola vez, lo que significaba que tenia que avanzara al trote como le tenían enseñado a ella y a los demás siervos. La serpiente, de unos sesenta esclavos y esclavas, avanzó rápida y dignamente por los pasillos del mercado hasta desembocar en la plaza central en donde se disponía el entarimado de exhibición: El lugar temido y deseado por cualquier animal como ella, que determinaba el futuro del esclavo o esclava.

Una vez subida la escalinata fueron de nuevo desenganchados de la argolla del cuello, para volver a ser sujetados desde el collar de cuero, a una alta horquilla que obligaba a que la res tuviera que tener el cuello incómodamente estirado pero un poco avanzado respecto del cuerpo. Esta desagradable posición permitía que la mercancía exhibiera ligeramente las nalgas y, en el caso de las hembras, las tetas cayeran de una forma atractiva para el potencial cliente. También se evitaba la incomoda sensación de ser mirados por una res, desde aquel alto entarimado. Los animales fueron esposados, y las muñecas ligeramente alzadas. Las piernas eran abiertas y los pies sujetados a través de sendas argollas fijadas al suelo.

A la plaza del mercado, la plebe no tenia acceso. Solo entraban los señores con suficiente solvencia económica como para depositar la fianza exigida a su entrada. Por este motivo, la exhibición era mucho más tranquila que la procesión que Montsum había padecido tan recientemente.

Los machos y las hembras habían sido dispuestos en aquel lugar de exhibición, todos de la misma manera y a unos veinte centímetros de distancia cada uno.. No había una queja, no había un gemido, todo era silencio y dignidad sumisa; un silencio similar al que Montsum había vivido en tantas ocasiones previas a castigos propios o ajenos. Todos lucían su excitación diríase que con orgullo, si es que un esclavo pudiera tener este sentimiento. Los hombres sus vergas, las mujeres sus pezones y sus jugosas rajas. Expuestos como auténticos animales.

Los clientes comenzaron a entrar. La plaza se lleno rápidamente. Algunos fueron primero a los puestos de bebidas antes de iniciar los tratos. Algunos compradores iban acompañados de sus parejas, aunque mujeres y hombre podían asistir en solitario. Otros, ostentaban la representación de algún gran señor que delegaba la compra en algún secretario. En media hora habría en la plaza unas seiscientas personas, que observaban con detalle la mercancía.

Debido al entrenamiento recibido, Montsum se sentía especialmente humillada ante situaciones como esta. Antes, en la procesión por el pueblo, era una autentica potranca, como ahora. Pero entonces, al menos, tenia un esclavo delante y otro detrás que le protegían, en cierta medida, de la vista de las personas. Sin embargo, ahora, no existía ninguna separación visual entre los clientes y su cuerpo. Afortunadamente no podía casi verlos

dada la postura en que le mantenían la cabeza, pero los oía, los olía, y sentía como si ya estuvieran tocándola en sus partes más sensibles.

La vergüenza y la sensación de ser un mero objeto, se agolpaban en su cabeza, siguiendo las pautas insertadas en su cerebro a través de su educación y de los castigos y humillaciones recibidas. Su reacción, como siempre, se vislumbraba plenamente: pezones duros como piedras, coño encharcado como el de una puta salida, y pequeños jadeos que reprimía a duras penas.

En esta situación de sumisión, empezaron a subir al entarimado los primeros clientes.

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo (xxman24 (arroba) hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
Me encanta estas situaciones me excita, ser esclava humillada, 😘
 
Me encanta estas situaciones me excita, ser esclava humillada, 😘

MERCADO DE ESCLAVOS. CASTIGO DE ESCLAVOS (III)​

Sumisión. Los esclavos estaban siendo manoseados y recocidos por sus posibles amos y amas.

Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía

La esclava asistía como espectadora pasiva, pacientemente y desde su desnudez. Adornada, lucia con cierta satisfacción los aros que decoraban sus pezones, así como las argollas que colgaban parsimoniosamente de los labios de su vagina. El cuello, sujeto por la cadena enganchada a su collar de cuero, le limitaba en gran medida el movimiento de su cabeza. Las argollas que fijaban sus pies al suelo, definitivamente, la convertían en un bello monumento a la quietud. Sus muñecas, unidas por una cuerda atada al techo, completaban la bella escena, de la que la perra se sentía, en cierta medida, protagonista.

Los compradores fueron subiendo al entarimado para ver y reconocer a través del tacto a los esclavos en venta. Las palpaciones de la carne en venta, los pellizcos, las penetraciones con dedos empezaron. Esa forma de permanecer ante el público podía durar hasta tres días. La tortura había empezado. Los esclavos, llegado este momento, sentían la mas profunda indefensión. Ni siquiera podían ver a quienes los usaban, dada la posición de sus cabezas. A veces, si los clientes hablaban, podían saber si quien estiraba un pezón, o la argolla que lo embellecía, era un potencial amo o ama. Pero poco más.

A veces el esclavo o la esclava eran sorprendidos con una caricia tremendamente continuada y excitante; otras con un tremendo azote en cualquier parte sensible de la res. Y así podía transcurrir esos tres infames días, en los que el esclavo perdía toda conciencia de su ego, si alguna quedaba, experimentando la urgente necesidad de ser definitivamente propiedad de alguien. Era el momento en que se ponía de manifiesto la valía del siervo. Algunos, y a pesar del horrible entrenamiento a que eran sometidos, llegados a esta fase fracasaban, perdían los nervios, lloraban, se excitaban con las caricias en demasía e incluso orgasmaban en publico, como si nunca hubieran sido enseñados a controlar esas sensaciones.

Montsum permanecía impávida. Una mujer examinaba su depilado coño. Introducía un dedo y comprobaba el grado de excitación al que podía ser llevada la pobre cerda. Montsum sufría. Sufría mucho porque su rostro no podía delatar la más minina expresión de satisfacción. Las razones eran dos: primero por que había sido educada en este noble arte de la obediencia al amo; segundo por su valor de mercado caería en picado ante semejante signo de debilidad. La señora seguía torturando la profundidad de su vagina, y disfrutando de la contención facial de la esclava. De vez en cuando le susurraba en el oído: "Resistes bien puta… -a modo de provocación, que excitaba grandemente a la esclava_ Me gustas para mí. ". La potencial ama comenzó a tirar de una de las argollas de los labios vaginales, precisamente la que indicaba su condición de esclava bisexual. El dolor se hizo por momentos insoportables, pero Montsum resistió como la perra entrenada que era. "Exquisita- dijo la señora -, esta esclava resiste muy bien el dolor. Seguro que en mi poder aprendería a resistirlo aun mejor". Montsum se estremeció desde sus ataduras, al pensar el futuro que le podía esperar en mano de aquella dura mujer, pero esperanzada a la vez, por que un ama se hubiera fijado en ella, nada mas que empezar la venta. Esperanzada, pensó que el suplicio de los tres de exhibición, podría reducirse con suerte.

La potencial compradora desistió de adquirirla, al tener conocimiento del altísimo precio que se pedía por tan deliciosa chiquilla. Continuo viendo esclavos y esclavas. Montsum nunca supo la cara de su posible compradora.

A su lado, un hermoso muchacho mulato, padecía los abusos de otra mujer. El animal era uno de los más cotizados en aquella feria. Había sido objeto de dos años de entrenamiento, en la escuela a la que pertenecía Montsum. En muchas ocasiones, y como parte del entrenamiento, Montsum había sido cruzada con aquel hermoso ejemplar. Nuestra protagonista sabia de las numerosas utilidades que aquel esclavo podía proporcionar a su comprador. Lamentaba tener que dejarlo de ver. De hecho ya no lo vería nunca más. Había sido educado, como ella y como toda

s las demás reses en la mas dramática de las contenciones. El esclavo era famoso por ello.

La potencial compradora, atraída por la fama que acompañaba al mulato, y sorprendida por el tamaño de la excitada polla que exhibía el macho, decidió comprobar la realidad de los comentarios. El animal lucia soberbio y, como era habitual, se encontraba atado por el cuello al techo. Las manos atadas y las piernas abiertas. El animal solo lucia una argolla en uno de sus pezones, lo que significaba que solo había sido educado en las artes amatorias con amas.

Montsum, en ese momento, descansaba de los manoseos y reconocimientos a que había sido sometida. Escuchaba sin embargo, los comentarios de la señora que se palpaba el endurecido órgano del muchacho.

La cliente se aproximó al mulato, y dirigiéndose a una esclava que la acompañaba, dijo: "Este cabrón parece interesante. Los comentarios obedecen a la verdad. Esa polla es magnifica, hasta a ti podría hacerte daño en el agujero de tu culo"- dijo a su esclava, que asintió con humildad." La potencial compradora, parecía entusiasmada con el ejemplar. Continuó jugando con el enorme rabo, y sin ningún tipo de contemplaciones comenzó a pajearlo enérgicamente. ."¿Cómo reaccionará a una boca como la tuya?" Inquirió de nuevo al animal que la acompañaba. La esclava, supo de inmediato que tenía que arrodillarse y comenzar a aplicar su glotona boca sobre el pollón del esclavo. No le hizo ningún asco a la orden – sugerencia de su ama, eso sí, tras que su dueña soltara el miembro del prisionero. La esclava había deseado que su ama le ordenara comer esa polla. Necesitaba saber de primera mano las excelencias que hasta sus oídos habían llegado sobre las excelencias de aquel joven y bello mulato, que había sido educado, por cierto, en la escuela de doma en la que ella misma había sido formada, y en la que había aprendido sus artes bucales.

Montsum, escuchaba excitada el tejemaneje del ama y los esclavos, orgullosa de haber sido participe en el entrenamiento del excepcional animal mulato, que resistía estoicamente las habilidades linguales y bucales de aquella esclava. Mientras, la dueña de esta última, se entretenía azotando las nalgas del cerdo. La reacción era la esperada. El esclavo se mantenía incólume. Aguantó azotes, mamada, lametones en los huevos e incluso introducción de dedos en su ano, durante unos diez minutos, sin proferir ni el más mínimo quejido o suspiro. Sus entrenadores señalaban con orgullo al esclavo desde el lugar en que se encontraban. El mulato seguía con su cabeza erguida, imposibilitado de cualquier movimiento, y sin vislumbrar el rostro de la mujer y de la esclava que lo excitaban de forma tan brutal. El esclavo se sentía un autentico objeto de placer.

De pronto, sin embargo, sus fuerzas comenzaron a flaquear comenzando a derrumbarse las barreras que la cruel formación recibida le habían creado. El esclavo tuvo un estremecimiento que no pudo de dejar de apreciar la esclava que succionaba su enorme polla. Al darse cuenta de que podía subir puntos ante su ama por las habilidades puestas en practica en aquella polla, decidió aplicarse aun más. El maniatado sufrió una tremenda conmoción al darse cuenta que jadeaba de forma incontrolable, y que comenzaba a flaquear. "No puedo verter mi semen; no puedo correrme si no me es ordenado " se repetía una y otra vez, recordando el sonido de la pala, el dolor producido por el látigo, y las humillaciones padecidas cuando fallaba en la escuela de doma.

Sin embargo el fracaso fue imposible de evitar, y en pocos minutos el cachorro negro que tanto valor había llegado a alcanzar, se convirtió en una escoria a la que difícilmente se le podría buscar salida en los tres días de venta, y la lefa partió de su polla a la boca de la esclava que, no sin malicia, había buscado beber la grana cantidad de leche que se derramo en su boca de furcia. Los entrenadores del esclavo, no salían de su asombro al ver como el animal culeaba intentado ahogar con su rabo la garganta de la esclava, que se veía incapacitada para tragar tanta leche acumulada en aquellos huevos, tras tanto tiempo de abstinencia.

La esclava autora de la hazaña, miraba con orgullo la cara de su ama, desde su humillante posición.: en cuclillas, con una mano agarrando la polla del macho, intentado extraer hasta la última gota de li

quido del macho, y con la cara llena de semen. Su ama, orgullosa por la hazaña de su esclava, pero encolerizada por el poco valor demostrado finalmente por la víctima, abofeteó la sucia cara de la esclava como desahogo, a la vez que la insultaba. "Sucia puta. Me has dejado sin un capricho. Ahora no podré comprar a esa bestia que has inutilizado para toda su vida". La esclava, delante de todo el publico asistente, demostró su docilidad arrastrando su lengua por el suelo y los pies de su ama, en señal de suplica de perdón. La señora hubiera deseado llevárselo de todas maneras, pero hubiera sido el hazmerreír de toda la ciudad, al adquirir una mercancía de tan baja resistencia.

El mulato fue azotado durante quince minutos, como ejemplo para todas las bestias que permanecían en el estrado. Las lagrimas fluían a las mejillas del preso, en gran medida por el dolor de los azotes, como no, pero sobre todo por la dignidad que tan banalmente había perdido en la boca de aquella miserable esclava. Sabia que después del castigo pasaría a las celdas en donde eran exhibidos los mas infames esclavos: los que serían utilizados como bestias de carga. Su gloria había sido pasajera y su castigo de por vida.

La masa asistía entusiasmada al primer castigo publico de la jornada. El último espectáculo que el esclavo pudo brindar a tan selecto auditorio, fue la redoblada erección provocada por los crueles azotes que en aquel momento recibía.

Entretanto Montsum, que lo había oído y comprendido todo, empezaba a ser manoseada por un cliente que iba acompañado por alguien. Montsum decidió aprender la lección y no confiarse en su formada dignidad de esclava.

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo (xxman24 (arroba) hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
 

MERCADO DE ESCLAVOS. CASTIGO DE ESCLAVOS (III)​

Sumisión. Los esclavos estaban siendo manoseados y recocidos por sus posibles amos y amas.

Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía

La esclava asistía como espectadora pasiva, pacientemente y desde su desnudez. Adornada, lucia con cierta satisfacción los aros que decoraban sus pezones, así como las argollas que colgaban parsimoniosamente de los labios de su vagina. El cuello, sujeto por la cadena enganchada a su collar de cuero, le limitaba en gran medida el movimiento de su cabeza. Las argollas que fijaban sus pies al suelo, definitivamente, la convertían en un bello monumento a la quietud. Sus muñecas, unidas por una cuerda atada al techo, completaban la bella escena, de la que la perra se sentía, en cierta medida, protagonista.

Los compradores fueron subiendo al entarimado para ver y reconocer a través del tacto a los esclavos en venta. Las palpaciones de la carne en venta, los pellizcos, las penetraciones con dedos empezaron. Esa forma de permanecer ante el público podía durar hasta tres días. La tortura había empezado. Los esclavos, llegado este momento, sentían la mas profunda indefensión. Ni siquiera podían ver a quienes los usaban, dada la posición de sus cabezas. A veces, si los clientes hablaban, podían saber si quien estiraba un pezón, o la argolla que lo embellecía, era un potencial amo o ama. Pero poco más.

A veces el esclavo o la esclava eran sorprendidos con una caricia tremendamente continuada y excitante; otras con un tremendo azote en cualquier parte sensible de la res. Y así podía transcurrir esos tres infames días, en los que el esclavo perdía toda conciencia de su ego, si alguna quedaba, experimentando la urgente necesidad de ser definitivamente propiedad de alguien. Era el momento en que se ponía de manifiesto la valía del siervo. Algunos, y a pesar del horrible entrenamiento a que eran sometidos, llegados a esta fase fracasaban, perdían los nervios, lloraban, se excitaban con las caricias en demasía e incluso orgasmaban en publico, como si nunca hubieran sido enseñados a controlar esas sensaciones.

Montsum permanecía impávida. Una mujer examinaba su depilado coño. Introducía un dedo y comprobaba el grado de excitación al que podía ser llevada la pobre cerda. Montsum sufría. Sufría mucho porque su rostro no podía delatar la más minina expresión de satisfacción. Las razones eran dos: primero por que había sido educada en este noble arte de la obediencia al amo; segundo por su valor de mercado caería en picado ante semejante signo de debilidad. La señora seguía torturando la profundidad de su vagina, y disfrutando de la contención facial de la esclava. De vez en cuando le susurraba en el oído: "Resistes bien puta… -a modo de provocación, que excitaba grandemente a la esclava_ Me gustas para mí. ". La potencial ama comenzó a tirar de una de las argollas de los labios vaginales, precisamente la que indicaba su condición de esclava bisexual. El dolor se hizo por momentos insoportables, pero Montsum resistió como la perra entrenada que era. "Exquisita- dijo la señora -, esta esclava resiste muy bien el dolor. Seguro que en mi poder aprendería a resistirlo aun mejor". Montsum se estremeció desde sus ataduras, al pensar el futuro que le podía esperar en mano de aquella dura mujer, pero esperanzada a la vez, por que un ama se hubiera fijado en ella, nada mas que empezar la venta. Esperanzada, pensó que el suplicio de los tres de exhibición, podría reducirse con suerte.

La potencial compradora desistió de adquirirla, al tener conocimiento del altísimo precio que se pedía por tan deliciosa chiquilla. Continuo viendo esclavos y esclavas. Montsum nunca supo la cara de su posible compradora.

A su lado, un hermoso muchacho mulato, padecía los abusos de otra mujer. El animal era uno de los más cotizados en aquella feria. Había sido objeto de dos años de entrenamiento, en la escuela a la que pertenecía Montsum. En muchas ocasiones, y como parte del entrenamiento, Montsum había sido cruzada con aquel hermoso ejemplar. Nuestra protagonista sabia de las numerosas utilidades que aquel esclavo podía proporcionar a su comprador. Lamentaba tener que dejarlo de ver. De hecho ya no lo vería nunca más. Había sido educado, como ella y como toda

s las demás reses en la mas dramática de las contenciones. El esclavo era famoso por ello.

La potencial compradora, atraída por la fama que acompañaba al mulato, y sorprendida por el tamaño de la excitada polla que exhibía el macho, decidió comprobar la realidad de los comentarios. El animal lucia soberbio y, como era habitual, se encontraba atado por el cuello al techo. Las manos atadas y las piernas abiertas. El animal solo lucia una argolla en uno de sus pezones, lo que significaba que solo había sido educado en las artes amatorias con amas.

Montsum, en ese momento, descansaba de los manoseos y reconocimientos a que había sido sometida. Escuchaba sin embargo, los comentarios de la señora que se palpaba el endurecido órgano del muchacho.

La cliente se aproximó al mulato, y dirigiéndose a una esclava que la acompañaba, dijo: "Este cabrón parece interesante. Los comentarios obedecen a la verdad. Esa polla es magnifica, hasta a ti podría hacerte daño en el agujero de tu culo"- dijo a su esclava, que asintió con humildad." La potencial compradora, parecía entusiasmada con el ejemplar. Continuó jugando con el enorme rabo, y sin ningún tipo de contemplaciones comenzó a pajearlo enérgicamente. ."¿Cómo reaccionará a una boca como la tuya?" Inquirió de nuevo al animal que la acompañaba. La esclava, supo de inmediato que tenía que arrodillarse y comenzar a aplicar su glotona boca sobre el pollón del esclavo. No le hizo ningún asco a la orden – sugerencia de su ama, eso sí, tras que su dueña soltara el miembro del prisionero. La esclava había deseado que su ama le ordenara comer esa polla. Necesitaba saber de primera mano las excelencias que hasta sus oídos habían llegado sobre las excelencias de aquel joven y bello mulato, que había sido educado, por cierto, en la escuela de doma en la que ella misma había sido formada, y en la que había aprendido sus artes bucales.

Montsum, escuchaba excitada el tejemaneje del ama y los esclavos, orgullosa de haber sido participe en el entrenamiento del excepcional animal mulato, que resistía estoicamente las habilidades linguales y bucales de aquella esclava. Mientras, la dueña de esta última, se entretenía azotando las nalgas del cerdo. La reacción era la esperada. El esclavo se mantenía incólume. Aguantó azotes, mamada, lametones en los huevos e incluso introducción de dedos en su ano, durante unos diez minutos, sin proferir ni el más mínimo quejido o suspiro. Sus entrenadores señalaban con orgullo al esclavo desde el lugar en que se encontraban. El mulato seguía con su cabeza erguida, imposibilitado de cualquier movimiento, y sin vislumbrar el rostro de la mujer y de la esclava que lo excitaban de forma tan brutal. El esclavo se sentía un autentico objeto de placer.

De pronto, sin embargo, sus fuerzas comenzaron a flaquear comenzando a derrumbarse las barreras que la cruel formación recibida le habían creado. El esclavo tuvo un estremecimiento que no pudo de dejar de apreciar la esclava que succionaba su enorme polla. Al darse cuenta de que podía subir puntos ante su ama por las habilidades puestas en practica en aquella polla, decidió aplicarse aun más. El maniatado sufrió una tremenda conmoción al darse cuenta que jadeaba de forma incontrolable, y que comenzaba a flaquear. "No puedo verter mi semen; no puedo correrme si no me es ordenado " se repetía una y otra vez, recordando el sonido de la pala, el dolor producido por el látigo, y las humillaciones padecidas cuando fallaba en la escuela de doma.

Sin embargo el fracaso fue imposible de evitar, y en pocos minutos el cachorro negro que tanto valor había llegado a alcanzar, se convirtió en una escoria a la que difícilmente se le podría buscar salida en los tres días de venta, y la lefa partió de su polla a la boca de la esclava que, no sin malicia, había buscado beber la grana cantidad de leche que se derramo en su boca de furcia. Los entrenadores del esclavo, no salían de su asombro al ver como el animal culeaba intentado ahogar con su rabo la garganta de la esclava, que se veía incapacitada para tragar tanta leche acumulada en aquellos huevos, tras tanto tiempo de abstinencia.

La esclava autora de la hazaña, miraba con orgullo la cara de su ama, desde su humillante posición.: en cuclillas, con una mano agarrando la polla del macho, intentado extraer hasta la última gota de li

quido del macho, y con la cara llena de semen. Su ama, orgullosa por la hazaña de su esclava, pero encolerizada por el poco valor demostrado finalmente por la víctima, abofeteó la sucia cara de la esclava como desahogo, a la vez que la insultaba. "Sucia puta. Me has dejado sin un capricho. Ahora no podré comprar a esa bestia que has inutilizado para toda su vida". La esclava, delante de todo el publico asistente, demostró su docilidad arrastrando su lengua por el suelo y los pies de su ama, en señal de suplica de perdón. La señora hubiera deseado llevárselo de todas maneras, pero hubiera sido el hazmerreír de toda la ciudad, al adquirir una mercancía de tan baja resistencia.

El mulato fue azotado durante quince minutos, como ejemplo para todas las bestias que permanecían en el estrado. Las lagrimas fluían a las mejillas del preso, en gran medida por el dolor de los azotes, como no, pero sobre todo por la dignidad que tan banalmente había perdido en la boca de aquella miserable esclava. Sabia que después del castigo pasaría a las celdas en donde eran exhibidos los mas infames esclavos: los que serían utilizados como bestias de carga. Su gloria había sido pasajera y su castigo de por vida.

La masa asistía entusiasmada al primer castigo publico de la jornada. El último espectáculo que el esclavo pudo brindar a tan selecto auditorio, fue la redoblada erección provocada por los crueles azotes que en aquel momento recibía.

Entretanto Montsum, que lo había oído y comprendido todo, empezaba a ser manoseada por un cliente que iba acompañado por alguien. Montsum decidió aprender la lección y no confiarse en su formada dignidad de esclava.

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo (xxman24 (arroba) hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
Interesante, podías crear historias paralelas, sobre la Ama,porque se comporta así los orígenes de los personajes y circunstancias vitales de cada uno de los personajes y de los pueblos y ciudades de origen de cada uno,ya sea ficción o realidad y como fueron a parar allí y circunstancias vitales de cada uno de ellos.
 
Mercado de esclavos. La compra de Montsum (IV)

Montsum sabia su hora cercana. El señor se acercó al lugar que ocupaba la esclava. En su mano, portaba la cadena con la que conducía a una hermosa sirviente de unos veinticinco años. La misma edad de nuestra desgraciada protagonista. La cadena iba de la mano a la argolla que la bella criatura ostentaba en la nariz. Este adorno, además de potenciar el salvajismo de la tenencia de la joven, ponía de manifiesto en el lenguaje de marcas de la época, las capacidades anales de la joven esclava. Al ser ya propiedad, de un amo, esta vestía una hermosa capa que cubría gran parte de su cuerpo. Por ello, los espectadores de la escena, suponían que la criatura portaría en los pezones y en la vagina dos pares de anillas. Las primeras, por ser costumbre de los amos decorar a sus propiedades de esta forma, y las segundas por que con toda seguridad la chica había sido educada en todo tipo de artes sáficas, y en la devoción al sexo masculino.

Montsum comenzó a recibir las acometidas del amo que se le había acercado. El hombre mordió los pezones de la perra, que prácticamente ni se inmutó. Palmeo violentamente sus nalgas a fin de comprobar la dureza y resistencia de las mismas. Situándose a las espaldas de la esclava, rozo su abultado paquete contra las nalgas de la dócil perra, aprovechando para acariciar los anillados pezones. La esclava atada permanecía quieta y sosegada. Concentrada en no hacer el espantoso ridículo que su compañero había protagonizado minutos antes. De pronto Montsum oyó al señor ordenar a la esclava que le acompañaba: "quiero que tires de las anillas de sus pezones hasta el máximo. Quiero ver cuan elásticos son ". Montsum se estremeció. Sus pezones habían sido sometidos a todo tipo de suplicios en la escuela: pinzas, hielos, pesas, azotes… y sabia que podía aguantar todo tipo de tensión… pero su dignidad no le permitía confiarse.

La tortura duró unos cinco minutos. Quizás fuera la vez que Montsum mas sufriera de todas aquellas en las que sus pezones habían sido castigados. Pero la bella puta resistió sin el más mínimo bufido. La esclava que había acometido la acción se sorprendió de la capacidad de resistencia del animal maniatado. Además el amo, había mantenido durante el feroz castigo, un enérgico masaje sobre el clítoris de la sufrida esclava que aparentemente, tan solo había llevado a Montsum a tensar las piernas y los brazos. El sufrimiento era escondido en el corazón de la pobre esclava, no sin grandes esfuerzos.

En el fondo, la esclava en venta sufría como nunca lo había hecho. No soportaba la humillación de ser manoseada por quien le apeteciera, aunque sabia que esa era su obligación. No había sido educada en la superación de ese sentimiento de humillación sino, que muy al contrario, se lo habían potenciado en la escuela de doma… Por eso lo peor era ser contemplada y usada delante de tantas personas, y en la presencia de otros esclavos situados en aquel entarimado. La excitación, por todo ello, era muy superior a la que antes hubiera sentido en cualquier momento de su vida. Comprendió, por ello, la miserable actuación del desgraciado esclavo que se había corrido en publico, momentos antes.

Lo que sí sabían los protagonistas de aquella manipulación ( el amo y la esclava que tironeaba de aquellos fantásticos pezones) era el grado de excitación que se traslucía en los regueros de humedad que bajaban por las piernas de Montsum. El liquido que salía de su coño era abundante, dada la excitación que padecía nuestra joven perra, regando el interior de las pantorrillas. Deseaba correrse. Siempre deseaba correrse. Su vida era una larga cabalgada a la búsqueda de un orgasmo que, normalmente no merecía a juicio de sus cuidadores y educadores. Esta situación potenció la capacidad de entrega de la puta.

El amo, de nombre Ricard, entusiasmado ante la resistencia y belleza de la esclava, decidió probarla con mayor profundidad y detalle. Para ello, solicitó que Montsum fuera llevada fuera de la vista del publico, a uno de los reservados que el mercado tenía, para la cata mas detallada de las mercancías en venta.

Era costumbre que en estos reservados, junto con el cliente y la venta, pudiera estar un inspector de la empresa, que verificaba que eran cumplidas las normas del establecimiento. A saber: que la esclava no fuera penetrada por delante o por detrás, que no se manchara la mercancía con ninguna sustancia (semen, orín o incluso saliva), y que los castigos de prueba a aplicar no dejaran marcas.

Montsum fue desenganchada del techo, las argollas de los pies abiertas sus muñecas desencadenadas Inmediatamente fue obligada, mediante dos fuertes tirones simultáneos en los aretes de los pezones, a colocarse a cuatro patas como un perro. En esa humillante posición, y sin mediar palabra, fue conducida mediante fustazos al reservado. El camino sirvió a la indecente esclava para lucir, consciente o inconscientemente, las ilimitadas bellezas de su grupa que movía majestuosamente con cada pequeño avance de su cuerpo. Ricard parecía embobado con los suaves movimientos del animal, que se sabia observado y admirado. La esclava, como siempre iba absolutamente desnuda, lo que acrecentaba aun más la humillante sensación de no ser nada. Aún no había podido ver el rostro del señor que tanto interés mostraba por ella, dado que al ir en la postura a que había sido obligada, solo vislumbraba sus pies. De la esclava acompañante si pudo ver el final de la capa, los suaves y descalzos pies de la que, probablemente, sería su compañera de cautiverio.

Los reservados eran temidos por todos los esclavos en venta. Eran lugares en donde cabía la realización de muchas mas atrocidades que en la tarima, pero a la vez, se permanecía alejado de las miradas publicas que tanto atemorizaban a Montsum. Allí, un cliente podía hacer en la intimidad lo que quisiera con ella, siempre que no se transgredieran las normas.

Ricard ordeno a la esclava de su propiedad quitarse la capa. Aparecieron entonces unas maravillosas tetas decoradas con anillas y una cadena que unían ambos pezones. Se observaban en ellas numerosas marcas de dientes, fruto de la desatada pasión de la boca de su amo o de la de cualquier otra persona a la que la perra hubiera sido cedida. Tras quitarse la capa, tan solo quedaba sobre ella unas pequeñas braguitas negras que tan solo cubrían la remarcada raja de la esclava. Su culo, fenomenal, estaba embutido en las braguitas gracias al elástico que las cerraban a lo largo del nalgatorio. Así se vislumbraba perfectamente la letra "R" marcada en su culo a hierro candente, que ponía de manifiesto la ganadería a que esclavo o esclava pertenecía a partir de su compra. Esa misma letra, era exhibida por la sumisa en el pecho derecho.

Montsum seguía a cuatro patas con la mirada hacia el suelo, obediente, sumisa y nerviosa. Si se lo hubieran ordenado se hubiera tocado como una posesa para intentar calmar su alucinante deseo de follar. Pero sabia que eso aun no era posible.

La habitación se encontraba decorada con correajes, cadenas, fustas y látigos que pendían de techos y paredes. Un largo y ancho sofá era el lugar en donde Ricard, el amo, descansaba observando el increíble salvajismo de la humillante escena: una esclava desnuda, anillada, y sin marcar a cuatro patas en la estancia. La falta de pelo en el cuerpo de Montsum acrecentaba el exotismo de la escena. Su esclava, luciendo orgullosa la "R" que la determinaba como su propiedad, ataviada con una escueta braga y una cadena que unía las anillas de sus pezones. El mismo añadía el toque de dominación que resultaba imprescindible. El silencio era insoportable para Montsum. La esclava de Ricard sonreía segura del rato de diversión que su amo le iba a permitir con la novata.

No se equivocaba. Ricard ordeno a su esclava que atara de nuevo las muñecas de Montsum, esta vez a la espalda. Por primera vez ordeno como la voz de su potencial amo se dirigía a ella: "!Esclava – le gritó- veamos que tipo de educación te han dado!. Montsum sintió esa extraña mezcla de sensaciones para la que haba sido adiestrada: miedo y excitación redoblada se concentraban en su cerebro y en todo sus agujeros.

Fue obligada a permanecer sobre las plantas de los pies, con las piernas abiertas y sin apoyarse en las manos, de esa forma que tan dignamente embellecía la figura de una esclava. A una señal de Ricard, la otra esclava se sentó en un banco alto, que permitía que llegase con sus pies a la boca de la postrada mercancía en venta.

El amo exclamo: "Empecemos por lo más sencillo; veamos que tal puedes cumplir una sencilla tarea de limpieza "·. Los pies fueron inmediatamente lamidos con pasión por la esclava Montsum. Era realmente delicioso comprobar lo útil de la lengua de aquel ser. Bastó sentir la proximidad de los dedos de la otra esclava para que Montsum se lanzara libidinosa a relamer las extremidades inferiores de su domina ocasional.

Era su primera acción de entrega a un cliente, y tal y como se lo habían indicado en la escuela, deseaba dejar la mejor de las impresiones en el sentir de aquel amo. Además, Montsum estaba ansiosa de sexo. Necesita humillarse sin contemplaciones y satisfacer esa parte de ella que la llevaba al auto castigo y la humillación. Lamía y lamía. Chupaba entre los dedos de aquellos pies como si fuera el último rastro de piel humana al que fuera acceder en su vida.

La otra esclava, sorprendida por la efusividad, acarició la cabeza de Montsum a la que se le escuchó un leve pero sincero "gracias", tal y como había sido enseñada, para continuar inmediatamente con la tarea asignada. Con las manos a la espalda y apoyada solo sobre el empeine de los pies era difícil aplicarse mucho mas en aquella tarea sin caerse al suelo, lo que ocurrió a los pocos minutos de iniciada. Los pies, para aquel momento, habían sido completamente lamidos por su planta y dedos, generando en la afortunada esclava una reparadora sensación de frescura.

"Eres una completa cerda", exclamaba el amo excitado ante la visión de tanta sumisión. Entusiasmado, decidió pasar a otra fase de la diversión, ordenando a su esclava que sentándose sobre una silla que se encontraba próxima, colocara a Montsum sobre su regazo. No era necesario decirle que debía hacer con ella. Feliz de poder gozar con aquel culo, la esclava inicio una larga tanda de duros azotes en las nalgas de la desafortunada Montsum que, sin embargo, volvía a tener conciencia de su humillante función. El culo tardó en enrojecerse, a pesar del entusiasmo con que los golpes eran descargados. Montsum permaneció todo el tiempo callada y serena, sin mostrar ni la más mínima inquietud, a pesar de la insoportable excitación que se derramaba desde su coño. El amo, satisfecho reía, e insultaba a la puta de su propiedad.: "Cerda, – que era el nombre de pila de la esclava- golpea mas fuerte ese culo, es imposible que resista tanto".

A los primeros moratones, y a pesar de la excitación que los tres sufrían, debió cesar la increíble sesión de castigo, de conformidad con las normas existentes.

El amo se extrajo su voluminoso pene ya inflado por la lujuria que le proporcionaba la escena que había organizado entre las dos esclavas. Cerda también estaba perfectamente educada, y ante la visión de la polla de su amo, dejo de azotar el culo de Montsum, tirándola al suelo y postrándose ante su amo de rodillas. Estaba instruida para que, ante la visión de un pene, su reacción primigenia fuera arrodillarse y chupar con lujuria. Aquello, como en cualquier buena esclava, era una reacción inconsciente, forjada tras años de castigos.

Sin embargo, cual seria su sorpresa cuando de una sonora bofetada en la cara, cerda fue apartada de la polla de su amo. Ricard le dijo: "Puta, aguanta tus ganas. Desata las manos de esta esclava. Deseo probarla mas cómodamente". Cerda obedeció y Montsum se agitó como nunca. A sabiendas que no podría correrse, ni ser penetrada, la posibilidad de ser recibir algo distinto al dolor la emocionaba. Sobre todo si se trataba de una hermosa polla de las que tanto hacia que no disfrutaba. El amo, además, parecía cada vez más interesado en ella. ¿Podría por fin ser propiedad de alguien?

Montsum fue colocada de nuevo de rodillas, frente al falo del amo. Siguiendo su entrenamiento empezó por intentar lamer las pelotas y los huevos del señor. Un fustazo, de los que no dejaban marcas, advirtió a Montsum de su error, e impuso la necesidad de pasar a otra acción distinta, a fin de intentar la satisfacción de aquel hombre. Se esforzó intentando lamer su culo, pero cuando comenzaba a gatear hacia la trasera del señor recibió un doble fustazo en las nalgas. Estaba claro que este señor hacia uso de la técnica del crecimiento exponencial de los castigos: el próximo error lo pagaría con cuatro golpes de la fusta.

En aquellas circunstancias, muchas veces, se volvía medio loca al pensar que su entrenador no buscara ninguna gratificación en especial sino tan solo su sufrimiento, lo cual era posible e incluso, a sus entrenados ojos, necesario. Esta técnica era utilizada con las esclavas más jóvenes, con la finalidad de separar en sus cabezas la idea de gratificación sexual y castigo. Otras técnicas eran utilizadas precisamente para lo contrario, y en algunas ocasiones llevaban a una especie de locura a la zorra en formación, que tenía que adivinar en cada caso que buscaba el entrenador en esa concreta doma.

El amo reía al ver los nervios de la esclava arrodillada. "Debe ser terrible encontrarse en una situación como esta " pensó excitado. Montsum corrió de nuevo hacia el lugar desde el que se podía acceder de rodillas al cipote del amo. Colocó sus preciosas tetas alrededor del miembro, y comenzó furiosamente a agitarlas alrededor de ellas. En su subconsciente sintió los esperados cuatro golpes de fusta, pero al pasar algunos segundos sin oír la música del instrumento de tortura, vislumbró el acierto de su acción. También la satisfacción del amo, que acompaño los movimientos de esos pechos con los de su polla.

Montsum, acuclillada, masajeaba el miembro con todo el ardor que su cuerpo y sus veinticinco años le permitían. Se sentía plena al ser usada de esa forma por un amo, después de tanto tiempo sin poder desahogarse. También se sentía agradecida, e interiormente sonreía.

Otro golpe cayo, en esta ocasión, sobre su espalda, poniendo fin a la satisfacción que experimentaba. Significaba cambio de acción, en el lenguaje mudo de las putas como ella. Pensó ilusionada que la acción deseada podía ser la de succionar el pene que tenia enfrente y al que tan poco faltaba para que se derramara. La felicidad le embargaba, fantaseando con la posibilidad de que el amo le impregnara de semen cualquier parte de su cuerpo, y especialmente su boca y su rostro. La acción de mamar fue acertada y no sufrió ningún castigo por equivocarse.

La esclava llamada cerda asistía impávida a la acción, sorprendida por la glotonería de Montsum, que engullía la totalidad de la polla del amo, hasta sus mismísimas amígdalas.

.

Cerda se preocupaba por la atención que el amo prestaba a la, mas que seguramente, nueva adquisición, y por el cuestionamiento que ello pudiera suponer de su posición de favorita en el castillo en el que convivía con otros cincuenta esclavos y esclavas, bajo la autoridad de Ricard.

La pequeña Montsum, ajena a esas maldades cumplía con su función apurando la polla del hombre, ensalivándola como si se tratara de un caramelo, acariciando los acogedores testículos del amo, y advirtiendo sorprendida la proximidad de la corrida que ella sabia que no podría gozar. El amo se agitaba dentro de su boca, gritando procacidades que incrementaban el grado de excitación de nuestra protagonista: "!Puta, mueve esa lengua, vamos, lastima que no te puedas tragar esto, te ahogarías mas que con mi polla en esa boca de furcia·", le gritaba. La cara congestionada de Montsum era un autentico y bello espectáculo que enardecía aun mas la fiereza de las embestidas de Ricard en su boca. Este ordeno a cerda que se acercara con un gesto, con otro indico que acariciara con toda fiereza el clítoris de Montsum. Deseaba llevarla al limite y presenciar el indecible sufrimiento de la chiquilla. Cerda sabia que su proximidad obedecía a otra causa añadida.

Montsum hacia extraordinarios esfuerzos para contenerse. No sabia si podría resistir mucho tiempo mas. El pollón la asfixiaba, lo que la ayudaba a no emitir jadeo alguno, los huevos del amo rozaban su barbilla y los dedos de la otra esclava, se aplicaban inmisericordes sobre su humedecido botón, a la espera de poder vencer la resistencia de la puta, y conseguir que su amo se desencantara del animal.

En esas circunstancias tan dramáticas para Montsum, Ricard gritó saco su pija de la boca de la novicia y la dirigió a la de cerda, con la finalidad de no que se desperdiciara ni una sola gota de semen en el suelo. Cerda, feliz de ocupar su posición habitual trago hasta el último rastro de la lefa de su dueño, como si se tratara del mejor manjar que degustar pudiera. Con una mano retiro de sus mejillas los restos del blanco producto, introduciéndolos en su boca.

Entretanto Montsum, se sentía una vez mas frustrada en su sumisión al no haber podido apurar la polla que le había sido ofrecida, y presenciar como una esclava con amo tragaba la carga que ella tanto deseaba.

Satisfecho de los servicios recibidos, presencio como Montsum agachaba humildemente la cabeza y quedaba arrodillada a la espera de la siguiente orden. Sin embargo, el amo se vistió, ordenando a cerda que hiciera lo mismo. Tiroteando de la cadena de esta última, salió de la estancia sin mediar palabra.

Montsum en la humildad y sumisión en que había sido educada, entendió que Ricard no había quedado satisfecho, por lo que se sintió triste y amargada. Ella creía haberse entregado plenamente al posible comprador, tal y como le habían enseñado en la escuela de doma. Pero le embargó la sensación de haber fracasado sin saber por que.

Eso creía ella. A los pocos minutos apareció de nuevo Ricard, ya sin cerda que había sido dejada atada en el abrevadero de esclavos. Su voz sonó en la estancia: "Amber de pie". Montsum extrañada pensó que en la habitación había entrado otra esclava, que ella no había visto, la cual que permanecía arrodillada o algo así, y que era obligada a alzarse.

El fuerte guantazo que recibió en la cara le hizo salir de su error, permitiéndole sentir una profunda alegría al comprender su error.. Estaba claro, Ricard la había comprado, y había hecho uso del derecho, y de la tradición de cambiar el nombre de la res. Una profunda satisfacción recorrió el cuerpo y el alma de la esclava. Por fin Montsum, la educada esclava, la perra lujuriosa, la más puta alumna de la escuela de doma del norte, podría dormir pensando en que era propiedad de un amo.

Montsum se levantó convertida en la esclava amber, a partir de ese momento. Amber dejaría su pasado, entraría en una profunda despersonalización que le llevaría a convertirse en una propiedad mas de Ricard, en patrimonio al servicio de esa noble casa.

Nunca mas vería al resto de animales que habían pertenecido con ella a la escuela, y entraría en una nueva fase de su servil vida. La satisfacción de amber empezaba, desconocedora todavía, de la dura y cruel vida que le esperaba.

El amo, plenamente satisfecho de Montsum, decidió aprovechar la intima ceremonia de marcado al fuego, que esa misma tarde se celebraría con todas las bestias que se hubieran transmitido en aquella jornada.

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo ( xxman24@hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
 
MERCADO DE ESCLAVOS V : EL MARCADO DE MONTSUM

En la primera jornada de mercado, se había producido una gran cantidad de ventas de esclavos. Como siempre, la escuela del norte, a la que pertenecía amber, había dado salida a una grana cantidad de sus existencias.

Amber pertenecía a la feliz parte del ganado que había sido vendido en el primer día, por lo que pasados los tramites burocráticos necesarios, y la ceremonia del "marcado de las bestias", podría dormir en el jergón que se le asignara en el castillo de su amo. Los otros esclavos deberían permanecer otros dos días más pendientes de las demandas de los compradores.

Amber, que hacia auténticos esfuerzos por olvidar su antiguo nombre, había sido llevada a través de la cadena que llevaba enganchada al collar de su cuello, al lugar en donde los esclavos vendidos eran preparados para la ceremonia. Allí antes del anochecer se encontraron unos veinte esclavos, que iban a ser marcados antes de su salida. Como era tradición, eran introducidos en barreños, y se les entregaba una pastilla de jabón, a fin de que extremaran la limpieza de su cuerpo y, especialmente de todos sus orificios y órganos sexuales que esa noche, pagado el precio por sus compradores, serían usados sin ningún tipo de limitación por sus dueños.

Después de lavados, se les obligaba a repasar el rasurado de sus cabezas, pubis y axilas. En el futuro, cada amo decidiría si se permitía el crecimiento del pelo a cada esclavo, pero a la ceremonia de marcado llegaban completamente rasurados.

Por primera desde su captura recibían. En aquella noche alcanzaban un status del que hasta ese momento no gozaban: esclavos en propiedad, y no novicios como habían sido hasta la fecha.

Por este motivo, a los machos se les entregaba un pequeño suspensorio y a las hembras una pequeña braguita que remarcaba las rajas de sus coños pelados. Los culos, en todos los casos al aire, prestos a recibir todo lo que se les daría en aquella noche.

Todas las reses, salvo disposición en contrario de sus amos, eran decorados con todos los arietes y argollas que podía ser insertadas en sus cuerpos. Así, amber portaba los aretes de sus pezones, los de sus labios vaginales, y el de la nariz que remarcaba sus facultades anales, que su amo esperaba poder utilizar en aquella misma noche.

Amber fue, además, obsequiada por su amo con dos pequeñas joyas que fueron colocadas en su lengua y en su ombligo mediante sendas incisiones en el cuerpo de la esclava, una vez terminó el baño. La esclava sufrió bastante dolor con la inserción de los aros complementarios, pero aquello no tenía comparación con lo que le esperaba para aquella misma noche.

Limpios, vestidos, rasurados y decorados, fueron sacados de los abrevaderos en donde, por cierto, aún permanecía atada cerda, la esclava del amo Ricard. Los esclavos tenían prohibido hablar sin autorización pero la mirada de cerda no hacia necesaria palabra alguna, para saber el odio que ya profesaba a amber.

Al salir de esta zona de servicio, los esclavos eran encadenados de nuevo por sus cuellos, formando un alegre carnaval de bestias obligadas a moverse a cuatro patas. La distancia entre los culos de los esclavos y esclavas y las caras de los que se encontraban justamente detrás, era mínima, de forma que de esta penúltima manera se pretendía reforzar el sufrimiento de la privación de sexo que padecían, ante la visión de las nalgas, coños y pollas que les precedían. A ello se sumaba el indisimulado olor a sexo que todos los esclavos y esclavas percibían ante tamaña proximidad.

Así ataviados y colocados, y próximo el anochecer, los esclavos se desplazaban a la llamada sala de ceremonias, que no era sino una refinada sala de torturas, en la que finalmente alcanzaban la buscada dignidad de siervos. Algunos esclavos, ya vendidos y poco considerados con las limitaciones aprovechaban un descuido de la soldadesca para lamer el sexo o las nalgas que le antecedían. Si eran descubiertos, los azotes eran inmediatos sobre sus nalgatorios. Los funcionarios del mercado se despreocupaban a estas alturas del trato, con el precio ya recibido, de las condiciones en que finalmente quedara el material.

Finalmente, los veinte esclavos llegaron a su lugar destino. Amber ocupaba un lugar principal, en función del precio alcanzado en la venta. Nada mas entrar vio a su amo, sentado en las primeras filas del estrado, lo que le produjo una inmensa alegría. A sus pies, no sabia como había podido llegar allí, se encontraba totalmente desnuda la esclava cerda que acariciaba los pies del dueño.

El amo, al igual que los demás compradores, lucia una ligera túnica de rápida apertura. Amber sabia, con profunda emoción, que en aquella noche sería por fin usada por su amo, y que con gran seguridad podría desahogarse por primera vez en mucho tiempo, tal y como autorizaba la tradición.

Cerda acariciaba y lamía los pies de su amo, sabedora de lo que se avecinaba a amber y a los demás esclavos de aquella primera jornada de venta: el marcado como ganado en las nalgas de los esclavos. Tal vez el momento mas depravado y doloroso en la vida de un esclavo. Esta ceremonia se mantenía en un prudente secreto para con los esclavos en formación. Tan solo sabían del momento mágico que en sus vidas representaría, pero no los costes que sobre su piel conllevaría, ni los contenidos de la ceremonia. Cerda ya había pasado por este trance y sabia lo que acontecería.

Los animales seguían en circulo y a cuatro patas. Pronto se acercaron dos criados por esclavo, que los desenganchaban de la rueda, y a cuatro patas, eran llevados a un pedestal de escasa altura. Junto a él se encontraba una cazuela con carbón ardiente y unos hierros que sobresalían de él. También un cómodo sillón destinado al amo que presenciaría la escena de marcado junto al sumiso siervo, se encontraba al lado del pedestal.

Todos los amos eran consultados sobre la postura en que deseaban que el esclavo fuera marcado. Amber presenciaba como los siervos eran encadenados al pequeño pedestal mediante argollas que fijaban las muñecas y los tobillos a la placa, manteniendo la postura perruna de la esclava, a la que hacían descansar el abdomen sobre una especie de bajo capitel Los machos, normalmente, eran sujetados en el pedestal boca arriba, de formas que las amas que los habían adquirido aprovechaban de esta forma los embites que el marcaje imprimía en sus culos.

El miedo comenzó a apoderarse de amber, al igual que de los demás animales, al comenzar a comprender lo que les iba a ocurrir. Era tarde para cualquier reacción. Nuestra protagonista ,y la mayor parte de los demás cerdos estaban sujetos a sus lugares de tortura, escoltados por dos criados semidesnudos que se iban a hacer cargo del marcado de la bestia que le correspondiera. Los que aún no se encontraban aprisionados estaban siendo , en ese momento reducidos a latigazos. Amber se sintió verdaderamente humillada en aquella posición , inmovilizada y la vista de unos cuantos esclavos como ella.

Desde su posición podía observar los culos abiertos de varios esclavos y esclavas, las vergas tiesas, y los coños mojados, insoportablemente mojados, tal y como se encontraba el suyo.

Los amos se aproximaron a los pequeños pedestales. Algunos se sentaron en sus sillones junto a sus jóvenes bestias. Otros, asistidos por otro esclavo o esclava, se desnudaban, aprestándose a tomar directa posesión de su compra.

Ricard, tremendamente excitado por la visión de su esclava amber atada, deslizó la túnica al suelo, dejando ver el enorme pollon que portaba. Los criados habían empezado la tarea del marcado en la mayoría de los animales. Los primeros gritos de dolor llegaban a los oídos de amber, así como el olor a carne marcada. La esclava situada justo delante de ella acababa de ser definitivamente poseída con la señal del ganado al que pertenecía. Su amo se había colocado de forma que su polla era enterrada en la boca de la puerca, de forma atroz. Uno de los criados, junto con el esclavo de aquel señor, sostenían la cabeza de la res, que se agitaba sin control ni dignidad alguna ,ante la presencia del hierro candente en su culo. Aquel loco movimiento proporcionó un inconmensurable placer al falo que ocupaba de forma tan feroz aquella boca. El semen de aquel amo bautizó la garganta de la pobre sumisa que, agradecida, tragaba y tragaba después de tantos meses sin percibir el más mínimo placer.

Amber había sido dejada para casi el final, siguiendo las instrucciones de su amo. De esa forma amber pudo experimentar el terror de presenciar el bárbaro trato a que eran sometidos los restantes animales.

El amo miraba satisfecho la reacción de la pequeña. Amber, contra todo pronostico gritaba, lo que en su dignidad de esclava era un autentico pecado. Ricard, satisfecho, indicó a los criados que marcaran a la joven yegua. Cerda, la otra esclava, había abierto el culo de la pobre amber que sin ninguna posibilidad de defensa gritaba ante tanta agresión propia y ajena. Cerda abrió todo lo que pudo el culo de exquisita esclava. Amber, presa de los nervios casi no apreció que la deseada verga de su amo se introducía en su agujero trasero de forma bestial e invasora. Una vez dentro, cerda hizo un gesto al criado que portaba el hierro candente, el cual lo aplicó sobre la nalga derecha dejando, indeleble, la "R" que ponía de manifiesto la pertenencia de la cerda.

Amber, presa del dolor comenzó a culear de forma salvaje, estrechando el ojete de su culo ante cada reverberante embestida de dolor. A ello se sumaba el precioso espectáculo de sus movimientos hacia delante y hacia atrás, que provocaban en el amo un indecible placer. Pocas veces una esclava proporcionaba en toda su vida, gusto tan refinado y exquisito como en aquellas circunstancias. Por ese motivo la ceremonia revestía tanta importancia en la vida de un esclavo.

Amber, sin haber recibido orden alguna, continuó con las infernales contracciones iniciadas, así como con los movimientos de todo su cuerpo. Su programado cerebro luchaba por volver a recuperar el control de si misma. No sabia, sin embargo, que toda su educación había soslayado este importante momento, precisamente para dejar un margen de improvisación del que el esclavo nunca mas gozaría. Amber no pudo ocultar las lagrimas que fluían por sus mejillas, lo que provocó una tremenda ofuscación en su alma. Amber nunca había llorado desde su captura, si no se le había ordenado. Tampoco había jadeado, como en ese brutal momento, sin autorización. Amber descubría en ese momento que, a pesar de la formación recibida, seguía siendo un autentico animal sin limites, al que solo había que elevar el listón del castigo para recuperar su animalidad.

La esclava sentía pasar de ella cierta parte del dolor, y emocionada descubrió la verga de su amo que penetraba su culo, no sin dejar de advertir la inmensa tortura le suponía el ensanche de su pequeño agujerito. Amber lloraba de felicidad, al sentir la proximidad del orgasmo, y la conclusión de una importante fase de su vida. Los movimientos de su grupa consiguieron en pocos minutos mas que Ricard se vaciara en aquel pozo de sexo. Amber seguía gritando y llorando por el dolor de la marca, aunque la felicidad de la posesión sufrida era de mayor intensidad. La puta, que pensaba que recibiría un increíble castigo por las lagrimas vertidas y los sollozos proferidos sin permiso, se sorprendió cuando su amo extrajo la verga de su culo, y se la acercó a la boca. Como una posesa amber comenzó a limpiar la polla de su amo, llena de rastros del semen vertido en su culo. Amber, profundamente emocionada, pudo proferir entre sollozos un alegre "gracias amo", que insufló una cierta sensibilidad en el corazón de Ricard por aquella desvalida cerda.

Algunos amos, no gozaban de los alaridos de sus sufridos esclavos, por lo que antes del marcado habían colocado bolas enmudecedoras en las bocas de sus esclavos. Otros sofocaban los gritos con sus pollas, aprovechando la apertura de las gargantas para introducir las vergas hasta limites que devendrían en irrepetibles. Las amas posaban sus coños y culos sobre las gritonas bocas de sus muchachos entre alegres risotadas y resoplidos, aprovechando el placer que los espasmos bucales podían producir en sus sexos.

Una vez lamido el nabo del amo Ricard, y aun sin haber sido soltada, cerda se aprestó a agitar la verga de su amo para poder volver a recuperar la tensión necesaria. En pocos minutos el joven amo estaba preparado para el nuevo combate.

Los esclavos fueron liberados en su mayor parte para, una vez marcados ser utilizados de nuevo en otras posturas. Amber fue soltada de sus argollas, y emocionada se dirigió diligentemente a los pies de su amo el cual permitió que los lamiera diligentemente. Tras el homenaje, el amo se sentó en el sillón situado junto al pedestal. Por un gesto de cerda, amber supo que el amo deseaba volver a utilizar su sucio culo. Se aprestó a ello, sentándose sobre la enorme verga recuperada , introduciéndosela en su ano de una sola vez. El amo le dijo "grita puta, quiero oír como se corre mi furcia ¡vamos mueve ese culo". Amber, contenta ,no paraba de agitar su hermoso cuerpo, gritando bien fuerte "si amo, gracias amo", y presintiendo la enormidad del orgasmo que sus movimientos perseguían.

Con la cara convulsionada, el cuerpo tenso, el culo prieto, y los pezones absolutamente endurecidos, amber luchaba por introducir mas y mas la polla de su dueño dentro de sí. Apretaba los dientes, y jadeaba como la furcia que era. El amo estaba satisfecho de su adquisición. De pronto, y al borde del deseado milagro, el amo extrae la polla de su culo mediante un sonora extracción de su cueva menor. Amber casi llora de furia, pero lo evita a tiempo, al sentir que el amo tira de las argollas de sus pezones para elevar su cuerpo, consiguiendo así el espacio necesario para que su polla penetre, por fin, en el coño de la hembra. Amber no lo cree, y comienza de nuevo a llorar de emoción. La polla la penetra, la taladra, la utiliza luchando por ocuparla toda. Amber no deja de moverse buscando el placer de su amo y además, el suyo propio.

En la estancia, los demás esclavos son pasto de las demás depravaciones y entienden , por fin, para que se les ha reservado durante tanto tiempo. Algunos amos azotan por diversión los cuerpos de sus esclavos, una vez que se han saciado. Algunos han terminado de gozarlos y otros continúan con la tarea. Es tradición que, después del marcado, todos los esclavos puedan orgasmar. Se les ve como locos por ese motivo.

Algunos amos rodean el cuerpo penetrado de amber y admiran el resultado que pronto se va a obtener de ella. Amber chilla, jadea, nombra a su amo, y disfruta como la puta que es. La emoción final llega para la esclava y el amo, saliendo de la verga del amo en forma de leche blanca, que la cerda de amber se apresta a tragar emocionada. Amber apura su orgasmo con su mano, mientras bebe el flujo de la verga, no sin antes dirigirse al amo y decirle respetuosamente "¿puedo tocarme amo?. Ricard, displicente, le da su atorización.

Satisfecha y sucia, ella y los demás esclavos descansan en sus pequeños altares. Amber recibe la rencorosa visita de la esclava cerda que, envidiosa ha presenciado toda la escena. Ricar hace un gesto a cerda la cual coloca a la recién iniciada de rodillas. Con un gesto , cerda indica a amber que abra la boca.

Cerda baja sus vestiduras pegando su coño a la boca de amber. Después de un pequeño esfuerzo, cerda brinda su liquido dorado en la boca y en la cara de amber que ,sorprendida ,traga alguno retazos del liquido que recibe. Mira al amo, en aquella humillante posición, y observa como sonríe la acción de cerda.

Después del placer , esta había sido la forma de poner de manifiesto la jerarquía existente entre las esclavas y esclavos del castillo al que ahora pertenecía , y en la que cerda ocupaba un lugar preeminente ,que la meada en la boca de la sucia amber había puesto de manifiesto. La humillación sufrida y el largo tiempo de contención, volvieron a excitar a la esclava recién iniciada. Pero era tarde.

Todos los concelebrantes se levantaban de sus sitios, no sin que cada amo meara a su esclavo o esclava ,antes de iniciar la marcha al abrevadero, en definitiva señal de posesión. Amber, mas desgraciada que el resto, recibió pues dos meadas en su sucia boca: la de cerda y la de su amo.

Por fin, próximo el amanecer, los esclavos eran de nuevo higienizados. Se les entregaba la capa que protegería sus cuerpos de ahora en adelante. Amber, además , vio como su collar de cuero era sustituido por otro de terciopelo rojo, en donde figuraba una anilla para ser llevada con cadena , y una pequeña placa con su nombre. La cadena fue entregada definitivamente a Ricard, que la portó sin mediar palabra hasta las caballerizas.

Desde allí Ricard montado en su caballo, partió con las dos esclavas a pie sujetas por sendas cadenas, con sus muñecas atadas a la espalda, orgullosas y felices de ser dos cerdas cautivas prestas a dar el placer a su amo, que la educación recibida les obligaba.

A la mañana siguiente llegaron al castillo del que raramente saldrían, y en el que prestarían un reñido servicio a su amo en el futuro.

Pero eso será objeto de otra crónica en la que se narrará la competencia entre las esclavas del castillo

Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que mas te apetezca. Ricardo ( xxman24@hotmail.com)

Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.

Animo, os espero
 
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