Mi profesora de la universidad

dom99

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19 Mar 2025
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En este relato os contaré mi historia con Macarena, mi profesora de la universidad.

Macarena es una mujer de 50 años rubia, con ojos marrones, estatura media y una mala hostia terrible. Tiene un culo y tetas proporcionados y se nota que le gusta el deporte y la vida sana. Sin ser una modelo, rompe algún que otro cuello. Está casada con Manuel, un hombre de 55 años que se gana la vida como administrativo en un ayuntamiento.

Mi relación con Macarena comienza un martes. Aquel día me pilló mirando la hora en el teléfono, y delante de toda la clase me habló mal. Yo le repliqué que entendía que se pusiera así si yo hubiera estado mirando el móvil con otros fines e ignorando su clase, pero que fue menos de un segundo para mirar la hora y se le había ido de las manos su respuesta. Como ninguno de los dos iba a bajarse, le dije -no en tono amenazante- que nos veríamos en privado y hablaríamos las cosas. Me levanté y me marché.

A los varios días estaba en la facultad un rato después de acabar la jornada lectiva y ya me disponía a salir, pero oí detrás de mí: "¿no querías hablar conmigo?" Era Macarena. Tras varias palabras y con el fin de evitar que volviera a ser un acto público, pasamos a su despacho y nos sentamos cada uno a un lado de la mesa.

- Tu respuesta fue desproporcionada a lo que pasó. No tendría problema ninguno en reconocer que estaba hablando por whatsapp o algo similar y así fuera, pero no lo fue.
+ Sí, anda... ¿te crees que soy tonta? Jjajajaja que me lo ibas a decir... Sí...
- Evidentemente. Soy una persona clara y de haber sido así, lo sabrías.
+ ¿Sabes qué pasa? Que no me da miedo un tío como tú ni me voy a achantar
- Y no pretendo lo uno ni lo otro. Considero que eres una profesora excelente, pero que el otro día se te fue.

A partir de ahí comenzamos a entendernos y llegó un punto en el que le pregunté: ¿Por qué debería darte miedo o achantarte? Hablando en confianza y entre nosotros.

- A ver, se te ve así agresivo, duro... No se te sube nadie... Y a mí menos, eh!!
+ Jajajaja si tan claro tienes que intentar dejar quién pone los huevos sobre la mesa, hablando en plata, es que tan dura no eres.

Con la tontería, para esta última frase ya había pasado más de hora y veinte desde que entramos en el despacho. Nos despedimos en el parking, cogiendo cada uno su coche.

Desde ese instante nuestra relación mejoró. Ahora nos veíamos por los pasillos y alguna que otra vez intercambiábamos alguna palabra.
 
Cierto día, creo que era un jueves, dejé el coche en la universidad para ir andando a un lugar que no estaba muy lejos, pero que tenía poco aparcamiento. Volví cuando todo había acabado y no quedaban a penas coches. El parking era solitario y una lluvia muy fuerte me pilló bajo aquel techado. No quería salir con el coche estando así el tiempo, y al girarme vi a Macarena, acorralada por la lluvia mientras se dirigía a coger el suyo.

Nos acercamos el uno al otro tras unos gestos de "de aquí no salimos" y hablamos de la que se había liado en nada de tiempo. Le dije que no hacía falta que cogiera el coche estando así, que yo mismo la llevaría a su casa porque si era de dónde era me quedaba de paso, y que al día siguiente se vendría conmigo a la uni y ya cogía su coche. Ella se negó, pero finalmente aceptó agradeciéndomelo bastante.

- Ves como no soy tan borde...
+ Jajajaja ay, al final vas a ser un trozo de pan y todo...
- De pan no lo sé, pero ves...
+ ¿Veo qué? Jajajaja
- Mira... otro con lo del otro día te hubiera dejado mojándote, pero no... aquí estás. Seca y como una reina.
+ No sé dónde ves la reina... jajajaja

Aquí -le dije poniendo mi mano sobre su muslo-

+ Tocándome el muslo y todo... ¿Qué confianzas son estas?
- ¿Te disgusta?
+ Te he preguntado por las confianzas
- Y yo por si te disgusta -dije dando una palmada en su pierna-

Ambos reímos y mi mano -durante todo el trayecto- siguió acariciando sus piernas.

La conversación era bastante buena, pero al girarme para dejarla en su casa vi una mirada diferente. Le dije que dos besos de despedida y que nos veríamos al día siguiente, y cuando se acercó, le besé la comisura de sus labios en el primer y segundo beso. Azoté su pierna por última vez y me quedé pendiente de que entrase bien a casa.

A la mañana siguiente volveríamos a vernos.
 
Cierto día, creo que era un jueves, dejé el coche en la universidad para ir andando a un lugar que no estaba muy lejos, pero que tenía poco aparcamiento. Volví cuando todo había acabado y no quedaban a penas coches. El parking era solitario y una lluvia muy fuerte me pilló bajo aquel techado. No quería salir con el coche estando así el tiempo, y al girarme vi a Macarena, acorralada por la lluvia mientras se dirigía a coger el suyo.

Nos acercamos el uno al otro tras unos gestos de "de aquí no salimos" y hablamos de la que se había liado en nada de tiempo. Le dije que no hacía falta que cogiera el coche estando así, que yo mismo la llevaría a su casa porque si era de dónde era me quedaba de paso, y que al día siguiente se vendría conmigo a la uni y ya cogía su coche. Ella se negó, pero finalmente aceptó agradeciéndomelo bastante.

- Ves como no soy tan borde...
+ Jajajaja ay, al final vas a ser un trozo de pan y todo...
- De pan no lo sé, pero ves...
+ ¿Veo qué? Jajajaja
- Mira... otro con lo del otro día te hubiera dejado mojándote, pero no... aquí estás. Seca y como una reina.
+ No sé dónde ves la reina... jajajaja

Aquí -le dije poniendo mi mano sobre su muslo-

+ Tocándome el muslo y todo... ¿Qué confianzas son estas?
- ¿Te disgusta?
+ Te he preguntado por las confianzas
- Y yo por si te disgusta -dije dando una palmada en su pierna-

Ambos reímos y mi mano -durante todo el trayecto- siguió acariciando sus piernas.

La conversación era bastante buena, pero al girarme para dejarla en su casa vi una mirada diferente. Le dije que dos besos de despedida y que nos veríamos al día siguiente, y cuando se acercó, le besé la comisura de sus labios en el primer y segundo beso. Azoté su pierna por última vez y me quedé pendiente de que entrase bien a casa.

A la mañana siguiente volveríamos a vernos.
Genial comienzo, con ansias de mas
 
Al llegar a casa, le dejé un mensaje por el aula virtual: "Buenas noches doña Macarena, en virtud de lo acordado pasaré a por usted a las 7:30h mañana. Si desea una comunicación más fluida, mi número de teléfono es XXX XXX XXX. Reciba un cordial saludo.

A los pocos minutos recibo su primer mensaje: Nos vemos mañana a esa hora Don -mi nombre-, reciba un cordial saludo.

A la mañana siguiente allí estuve a la hora acordada. Se montó en el coche con un pantalón vaquero ceñido y una blusa negra que realzaba su esbelta figura. Tal y como se posó en el asiento, cogí su muslo y le di dos besos. Olía de maravilla, a mujer sexy y elegante. Bromeamos con los mensajes de la noche anterior y me llevó el tema por la edad.

- Con que usted... Doña... ya te vale...
+Es la educación, Doña Macarena... -dije volviendo a acariciar su muslo-

La conversación trascendió poco más allá de las bromas, las caricias sobre su muslo y demás. Volvimos a clase y finalmente acordamos que puesto que yo pasaba todos los días literalmente por la puerta de su casa, se vendría conmigo de ese momento en adelante si nos coincidían los horarios.

Aquel acuerdo hizo que a lo largo de las semanas pasáramos infinidad de horas juntos y que por ende, nos fuéramos conociendo. Aún así, poco había trascendido en lo sexual desde el primer día. Me gustaba ir jugando con ella, pero lentamente. Hasta el punto en el que un día se montó en el coche y no le toqué el muslo. Ella me lo recriminó, cogió mi mano posándola sobre él y soltó "así". Notaba que ella tenía interés por mí, y el mío no era menor, pero me gustaba hacerme de rogar e ir poco a poco. Al final hay que entender que además de ser mi profesora, es una mujer casada.

Y así pasaron las semanas y los meses, hasta que un día de aquellos que intercambiábamos algún mensaje me dijo que su marido se había ido con sus hijos a pasar unos días en la casa de los abuelos, en un pueblo de la sierra de Madrid. A esto yo le respondí: "Si me quieres invitar a cenar, lo acepto encantado". Y con el vacile y la tontería acabamos concretando vernos a cierta hora en su casa.

Allí estuve a la hora exacta, recibiéndome bien vestida y como siempre, excelentemente perfumada. Unos tacones negros, un vestido por la rodilla y una sonrisa me esperaban tras la puerta. Pero qué guapa estás, le dije mientras le daba dos besos y la cogía de la cadera. Ella me echó la mano en el hombro y continuó pegada a mí tras aquel afectuoso saludo, mirándome a los ojos.
 
Al llegar a casa, le dejé un mensaje por el aula virtual: "Buenas noches doña Macarena, en virtud de lo acordado pasaré a por usted a las 7:30h mañana. Si desea una comunicación más fluida, mi número de teléfono es XXX XXX XXX. Reciba un cordial saludo.

A los pocos minutos recibo su primer mensaje: Nos vemos mañana a esa hora Don -mi nombre-, reciba un cordial saludo.

A la mañana siguiente allí estuve a la hora acordada. Se montó en el coche con un pantalón vaquero ceñido y una blusa negra que realzaba su esbelta figura. Tal y como se posó en el asiento, cogí su muslo y le di dos besos. Olía de maravilla, a mujer sexy y elegante. Bromeamos con los mensajes de la noche anterior y me llevó el tema por la edad.

- Con que usted... Doña... ya te vale...
+Es la educación, Doña Macarena... -dije volviendo a acariciar su muslo-

La conversación trascendió poco más allá de las bromas, las caricias sobre su muslo y demás. Volvimos a clase y finalmente acordamos que puesto que yo pasaba todos los días literalmente por la puerta de su casa, se vendría conmigo de ese momento en adelante si nos coincidían los horarios.

Aquel acuerdo hizo que a lo largo de las semanas pasáramos infinidad de horas juntos y que por ende, nos fuéramos conociendo. Aún así, poco había trascendido en lo sexual desde el primer día. Me gustaba ir jugando con ella, pero lentamente. Hasta el punto en el que un día se montó en el coche y no le toqué el muslo. Ella me lo recriminó, cogió mi mano posándola sobre él y soltó "así". Notaba que ella tenía interés por mí, y el mío no era menor, pero me gustaba hacerme de rogar e ir poco a poco. Al final hay que entender que además de ser mi profesora, es una mujer casada.

Y así pasaron las semanas y los meses, hasta que un día de aquellos que intercambiábamos algún mensaje me dijo que su marido se había ido con sus hijos a pasar unos días en la casa de los abuelos, en un pueblo de la sierra de Madrid. A esto yo le respondí: "Si me quieres invitar a cenar, lo acepto encantado". Y con el vacile y la tontería acabamos concretando vernos a cierta hora en su casa.

Allí estuve a la hora exacta, recibiéndome bien vestida y como siempre, excelentemente perfumada. Unos tacones negros, un vestido por la rodilla y una sonrisa me esperaban tras la puerta. Pero qué guapa estás, le dije mientras le daba dos besos y la cogía de la cadera. Ella me echó la mano en el hombro y continuó pegada a mí tras aquel afectuoso saludo, mirándome a los ojos.
Super interesante sigue capitán!!
 

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