Mi verano con Adolfo. La lata de Nivea.

mikel76

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10 Jul 2024
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El curso estaba a punto de acabar. Ese año no me había ido mal, para sorpresa de todos, mía incluida. Estaba siendo un junio tórrido en Madrid y necesitaba salir de aquel infierno. Yo me había criado en el norte, junto al mar. Llevaba muy mal el calor pero me aliviaba pensar que en cuanto acabara el trimestre me iría a mí ciudad natal. A la playa, con mis colegas de allí y con familia; tíos y primos con los que nunca faltaba el plan.

Por fin llegó el día. El curso había terminado, tenía mis notas y, sin apenas tiempo, estaba cogiendo el autobús para salir zumbando de Madrid. Llegué con el subidón, con ganas de mil planes; lo quería todo a la vez y en todas partes. Tenía que exprimir al máximo mi verano número 17. Pero, a las pocas horas de estar allí, las expectativas estaban por los suelos. Mi familia ocupada, todos currando y sin apenas tiempo. Mis amigos, desaparecidos. El que no le había mandado al pueblo con sus abuelos, estaba en Irlanda aprendiendo inglés, otros se habían ido de vacaciones con la familia, incluso a uno le habían internado en un colegio para recuperar el curso... Total, que el único amigo que me quedaba para salir era Adolfo.

Conocí a Adolfo en el parvulario y compartimos aula casi una década. Aunque me mudé a Madrid, seguía manteniendo el contacto con él y nos veíamos varias veces al año. De canijos, tampoco es que nos llevásemos excesivamente. Creo, al menos por mi parte, que nos caíamos bien, pero hasta ahí. Éramos muy distintos. Era uno de los guapitos de la clase, él lo sabía, lo tenía muy subido y por eso era bastante cabroncete. Moreno, ojos verdes y una sonrisa alegre cuando conseguías verla, porque era muy serio. Gran deportista y empollón, era la envidia de las abuelas. Yo por el contrario era más grandote, con cero aptitudes para cualquier deporte y a mí, las abuelas me preguntaban qué estaba tramando.

El caso es que ese verano comenzamos a pasar prácticamente todo el día juntos. Básicamente, playa, salones arcades, alguna borrachera si juntábamos un par de billetes y deambular por la ciudad con su motillo.

Empecé a darme cuenta de ciertas señales que en ese momento no supe interpretar. Por ejemplo, cuando jugaba en alguna máquina recreativa, intentaba sobarme el paquete para fastidiarme la partida. O, cuando nos dábamos un baño desnudos, de noche, después del último bar, siempre se tiraba encima de mi y no se cortaba en frotar su bonita picha contra mi con la excusa de una peleilla.

Así transcurrían los días. Pasándomelo de puta madre con mi amigo. Me despertaba por la mañana y lo primero que hacía era llamarle por teléfono para ver qué hacíamos. Y el día que estaba sin él, no hacía más que pensar en ir a buscarle pronto para salir por ahí.

Uno de esos días me fui a pasar el día a la playa con la familia. También sabían organizar días entretenidos. Haríamos surf y habían reservado para comer un arroz con bogavante con mucha cerveza y vino. Yo echaba de menos a Adolfo. Nos lo habríamos pasado bien haciendo surf juntos.

Cuando regresamos de la playa, pedí a mis tíos que me dejaran en "mi" casa ya que estaba en la zona por donde íbamos a salir y así me ahorraba coger el autobús. Mis padres conservaban su antiguo piso como segunda residencia. Tenía prohibido ir allí solo sin permiso. Ellos miraban para otro lado pero sabían que era mi cuartel general, donde hacía fiestecillas, organizaba timbas o, simplemente, iba a jugar a la consola con los colegas. Y lo mejor es que estaba a media manzana de casa de Adolfo.

Me dejaron en el portal y se marcharon. Cuando perdí el coche de vista, salí de él y me dirigí a casa de Adolfo. La verdad es que necesitaba ya una ducha, una cerveza y tirarme un rato a la bartola. Estaba reventado del día. El cuerpo me picaba por la mezcla del sudor, bronceador y salitre acumulado durante todo el día sobre mi piel ligeramente quemada. Tenía la tripa irritada. Se me había olvidado ponerme una licra para hacer surf y el roce de la tabla con restos de arena había acarreado sus consecuencias. De llevar todo el día el bañador mojado, me había empezado a irritar y cada paso que daba, me escocía más. Además, tenía arena hasta el culo. Definitivamente, necesitaba una ducha y gran cantidad de crema.

En un periquete, estaba picando en el telefonillo de casa de mi amigo:

- ¿Si? - Reconocí su voz al instante.
- Soy yo. ¿Que haces?
- Aquí, solo, tirado viendo la tele, esperándote. Estoy solo, ¿subes? Tengo una sorpresa para tí.
- ¿Se bebe? - Respondí.
- Jajajaa, por supuesto. ¡Sube!
- Ahora no puedo, necesito darme una ducha urgentemente. En media hora me paso por aquí.... O, si quieres... ¿tú estás preparado? Acompáñame tú a casa y ya salimos desde allí.
- ¡Perfecto! -respondió.

Y, prácticamente antes de que acabara de decir esa palabra, ya estaba abriendo la puerta del portal. Tengo esa imagen grabada en la memoria. Apareció con sus gafas de sol negras reflejando en ellas el sol de la tarde, con una sonrisa de oreja a oreja sujetando entre los dientes un pitillo sin encender. ¡Vamos a divertirnos! gritó. Acto seguido, levantó su brazo y me enseñó una botella de Cardhu.

- ¿Y eso qué es? -pregunté.
- joder, tío, no tienes ni puta idea, es un whisky de puta madre.
- Ah, guay.

Yo por aquel momento solo bebía vodka y bacardi pero no tenía ningún problema en soplarme aquel whisky. A ver si era tan bueno como decía. Comenzamos a caminar camino a mi casa. Él ya sabía que estaba un poco quemado así que para dar un poco por el culo, me pasó el brazo por encima de los hombros mientras caminamos y me iba dando palmaditas mientras se burlaba un poco de mi estado.

Llegamos a mi casa y lo primero que hicimos fue coger unos vasos, hielo y empezamos a dar buena cuenta del Cardhu. Realmente, estaba rico. Muy rico. Con el primer trago, noté como me ardían los labios y la garganta según pasaba aquel oscuro líquido. El calor iba recorriendo mi cuerpo hasta llegar, literalmente, a mis pelotas. Tirado en el sofá, comentando lo bueno que estaba aquel brebaje, se me olvido un poco todas las molestias que tenía.

Empezamos a jugar a la tontería típica de "si te bebes la copa del tirón hago esto y si no, lo haces tú"... Si me bebo esto te quitas los pantalones y bajas al buzón del portal. Si te bebes esto saco la polla por la ventana... gamberradas de ese tipo. Pero llegó un momento que se me daba vueltas la cabeza. Era consciente de todo, no había llegado al punto de intoxicación de no acordarme de nada pero todo me daba vueltas. Aproveché ese momento para hacer una pausa. Me voy a la ducha, le dije. Aquí te espero, respondió mientras comenzaba a liarse un porrillo. Me levanté y me quedé mirando la botella de whisky. Nos habíamos fundido ya la mitad. Normal que estuviera con ese globo. Lo que no me explicaba era como mi colega parecía tan normal.

Por fin me pude quitar ese puto bañador. Me metí en la ducha y comencé a quitarme la arena con la manguera. Coloqué la ducha en la pared y puse el tapón para que se llenara la bañera. Cuando terminé de enjabonarme apagué el grifo y me tumbé en el agua. Estaba realmente agusto a remojo. Solo me faltaba una cosa. ¡Pásame ese canuto! le grité desde el baño. En seguida apareció allí. ¡Pero apareció como un pingüino! Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos dando pasitos ridículos. En una mano traía un cenicero con el porrete, en la otra mi vaso de Cardhu.

Lo primero que me salió fue una carcajada por las pintas pero, inmediatamente, mi mirada se clavó en su verga. Dura como una estaca la veía por primera vez en ese estado. Era un pollón moreno y grande, unos 20 cm, bonito, su prepucio a media altura dejaba entre ver un glande rosa y húmedo.

Me incorporé para coger el vaso y el cenicero, quedando su polla a escasos centímetros de mi cara. Él estaba pegado al borde de la bañera, apoyé las cosas y cogí una esponja.

- Ven acá, que te la voy a lavar, que eres un guarrete y seguro que te has hecho un pajote.
- Qué va, me he hecho dos.- los dos reímos.

Pasé torpemente la esponja con agua y jabón por aquel aparato procurando no entrar en contacto directamente con él. Se lo sequé con una toalla y le dije, - ¡listo! Ya te puedes volver al salón, enseguida voy yo.- Me quedé unos segundos como en trance. Entre la imagen de su polla y la borrachera, no sabía qué hacer ni el siguiente paso que quería dar... Al final salí del agua, me sequé, enrosqué la toalla a cintura y salí del baño con la lata azul de Nivea en la mano.

Adolfo seguía medio en pelotas sentado a un lado del sillón pero ya se había sacado del todo el pantalón. Me tumbé en el hueco que quedaba libre poniendo la piernas encima de las suyas. Podía notar perfectamente su bulto apretado bajo mi pierna. Agarró la lata de Nivea y dijo algo así como... "uy, pobresssito, se ha arañado la tripita el nenito... Yo te doy la cremita, guapo". Untó un pegote de crema y comenzó a extenderla. Primero por mi barriga para después ir subiendo por mi pecho y, como el que no quiere la cosa, se paraba a acariciarme los pezones. Yo a esas alturas no sabía ni lo que quería. Solo cerré los ojos y disfruté del masaje.

De repente noté como deslizaba la mano por debajo de la toalla llegando a rozar mi tranca con la punta de sus dedos. Un escalofrío recorrió mi espalda e, instintivamente, abrí los ojos, me medio incorporé y le solté:

- ¡¿Qué haces, tío?!
- ¿Queeeeee...? Solo te estaba dando crema, joder, cómo te pones. Ni que quisiera tocarte el pito... ¡Si lo quisiera hacer usaría la otra mano, así!

Movió rápidamente su mano izquierda, la coló por el otro lado de la toalla, entre mis piernas, y me agarró el mango.

- Pero tío... ¡Estás empalmadísimo, maricón!
- Aquí el único marica que hay eres tú, que me estás meneando la polla.

Y con las mismas, me levanté y me fui al baño fingiendo estar enfadado. Al incorporarme, Adolfo me agarró la toalla y me la quitó. Pero me dió igual, seguí andando desnudo y me metí en el baño. Allí no tenía nada que hacer salvo esconderme y pensar. ¿Qué ocurría? ¿Hasta donde quería llegar...? Por otro lado, no se me quitaba la imagen de la polla de Adolfo cuando la vi erecta en la bañera. Mi experiencia sexual hasta ese momento se reducía a besos con chicas, haber chupado alguna tetilla que otra y haber metido los deditos en cuatro o cinco chuminos. Nada más. Así que me encontraba entre desconcertado, nervioso y cachondo. De repente, oí a través de la puerta.

- Venga coño, no te enfades, vuelve aquí. Te he puesto otra copa.

Me dije, "venga, sí, adelante" y salí aún desnudo del baño. Por el camino, vi que él no apartaba la vista de mi pito morcillón. Eso me puso más cachondo si cabía. Recogí la toalla del suelo, me senté y me la puse encima para tapar mi empalmada. Me acercó mi vaso y dijo:

- Sigamos jugando. Si te lo bebés del tirón, te hago una paja. Si no, me la haces tú a mí.
- Trae para acá.- respondí.

Me llevé el vaso a la boca y empecé a beber con la motivación de que me masturbara. Pero mi cuerpo no aceptaba más alcohol y apenas pude terminar el trago. Quedaba un dedillo de whisky en el fondo del vaso. Agarrando su cacharro y mostrándomelo, dijo:

- Venga, ya sabes, pajote rico que me debes.
- no, ni de coña chaval. Me has puesto más de lo normal. Mira, te voy a poner lo mismo a ti y, doble o nada, si te lo bebes todo te la chupo. Si no, me la chupas tú a mí.

Se quedó mirándome con los ojos como platos mientras le rellenaba el vaso. Le eché mucho más de lo que tenía mi copa anterior. Cogió el vaso y antes de que yo volviera a posar la botella en la mesa, él ya había posado el vaso vacío.

- Hala, chúpamela, campeón.
- Ni se coña, jajaja...

Exigiendo su recompensa, se levantó y se abalanzó sobre mi para cobrarse su premio. Yo me resistía, sin esforzarme mucho, a que su polla llegara a mí boca. Al final, bajo su peso, me quedé tumbado boca arriba en el suelo, con Adolfo sentado encima de mi pecho, restregando su polla por mi cara... Yo seguía haciéndome el remolón moviendo el cuello pero ya no pude más y paré. Me quedé mirando su cara de salido encima de mi. Después ya no pude quitar ojo de su nabo. Le surgía una gotita de presemen del capullo. Adolfo comenzó a restragarla por mis labios suavemente con su glande. Saqué la lengua para saborearlo... Puffff, que delicia. Empecé a pasarle la lengua por todo el tronco. Quería chuparle hasta el último milímetro cuadrado de su polla y cuando hube acabo, me metí en la boca todo ese trozo de carne. Al menos, todo lo que pude, porque ya me hacía tope en la garganta y faltaba polla y media por entrar.

Empezó con un ligero movimiento que hacía que aquella morcilla entrase ella sola. Así, follándome la boca, estuvimos un buen rato hasta que me empezó a doler la mandíbula por tener que esforzarme en abrirla bien para que ese trabuco entrara. Me la saqué y me puse a lamerle las pelotas mientras su polla estaba sobre mi nariz. Él frotaba su escroto contra mis labios y empezó suspirar. Le pasé la lengua desde las bolas al capullo y me la volví a meter en la boca.

Él, por su parte, se escupió en la mano, se estiró hacia atrás y empezó a untarme de babas la polla y los huevos. Repitió la operación varias veces hasta que su saliva chorreaba entre mis piernas. Me masajeaba las pelotas con la palma de su mano mientras sus dedos acariciaban mi perineo como si fuera un coño. Noté como se iban acercando poco a poco a mí culo. Mi respiracion iba en aumento según empezó a acariciar mi ano empapado de babas. Yo seguía metiéndome su polla hasta la campanilla. Solo me la sacaba de la boca para pasarle la lengua por aquel goloso glande que no paraba de chorrear. Adolfo soltó mi nabo y volvió a agarrarse el suyo para sacármelo de la boca. Y mientras acariciaba mis labios con ella dijo "voy a cambiar".

Se quitó de encima de mi y se arrodilló a mí lado. Volvió a acariciarme como antes las pelotas pero esta vez también lo alternaba con varias sacudidas a mi picha. Se inclinó sobre mi y comenzó a lamerme un pezón. Con una mano me pajeaba suave y lentamente, con su boca me mordisqueaba y lamía un pezón y con la otra mano me pellizca con saña el otro. Comenzó a bajar su cabeza lamiéndome el pecho sin soltar mi castigado pezón. Cuando llegó a mi barriga irritada, comenzó a soplar sobre ella... Yo me moría de placer cuando sentí que me empezaba a mordisquear con sus labios mi escroto. Me pasó la lengua por todo mi tronco y se la metió en la boca dulcemente. Durate los siguientes minutos comenzó una de las mejores mamadas que me han hecho nunca. Soltó mi pezón y me metió dos dedos en la boca. Yo los chupé ansiando que fueran su polla pero cuando estuvieron chorreantes de saliva los dirigió hacia mi ojete. Sacó mi polla de su boca y escupió la mezcla de saliva y fluidos que portaba sobre mi culo. Reanudó la mamada y posó sus dedos en mi ojete. Siguiendo el ritmo de la felación, comenzó a apretar un dedo en mi culo hasta que suavemente cedió. Aquel dedo entraba y salía y me hacía estremecer.

Estaba a punto de correrme y no quería hacerlo todavía, ni mucho menos. Le dije que quería chuparle yo a él. Se tumbó boca arriba y yo me puse a cuatro patas sobre él haciendo un 69. En una posición muchísimo más cómoda para mí cuello engullí aquel pollón con ansias. Cuando más chupaba, más quería chupar. Le hacía el vacío con mi boca intentando que salieran más juguillos de su glande que luego recogía con mi lengua. Él, por su parte, empezó a pasar su lengua por mi culo. Yo estaba alucinando. Y más aún cuando juntó sus labios y comenzó a follarme con su lengua. Mis gemidos pronto se transformaron en gritos de placer. Apretaba su lengua fuerte y podía notar como salía y entraba como un torbellino.

Sin apenas sacarme su cacharro de mi boca se lo pedí, no podia más: "por favor... fó... el culo... fóllame... porf... uffff... quiero tu.... mmmm... porfa..." No podía ni articular las palabras. Entonces se levantó y yo me quedé a cuatro patas. Así empezó a restregar a la dueña de mi locura por mi culo. Yo gemía, resoplaba, suplicaba... Hasta que apoyó su polla en mi ano y empujó. Pegué un grito de dolor. Aquel monstruo no era igual que un par de dedos. Lo intento un par de veces más pero no, no había manera. Sin decir nada, se levantó y se fue al baño. Volvió con un cepillo de pelo en la mano ante mi cara de extrañeza. Agarró la lata de Nivea y se arrodilló a mí lado quedando su pene cerca de mi cara. Yo no necesitaba más, volví a atraparlo entre mis labios mientras que Adolfo cogia un pegote de crema y me lo untaba otra vez en culo. Volvió a meterme sus dedos. Esta vez los dos juntos y sin miramientos. Empezó un rápido movimiento de mete y saca con ellos que casi me hace desmayarme con su polla en la boca. Paró, cogió el cepillo y comenzó a untar de crema el mango. Hecho esto, lo introdujo y comenzó a usarlo en mi culo como si fuera un consolador.

Aquello no me gustó demasiado, quería la carne en barra de Adolfo, no un cacho de plástico duro y frío. Así le dije, "tío, sacame eso y vuelve a intentarlo tú" Dicho esto, mientras me dejaba el cepillo puesto en el culo como si fuera el rabo de una perra, metió la polla en la lata de Nivea como el que moja un churro. Meneó el mango unas cuantas veces antes sacarlo y comenzó a apretar mi ano otra vez con su aparato. Con un poco de dolor pero ni punto de comparación. Noté como su capullo ya había sobrepasado mi esfínter. Entonces la sacó lentamente y empezó a repetir la operación. Cada vez llegaba un poco más lejos hasta que sentí como su pubis chocaba en mi culo. Bombeaba despacio, pero fuerte, profundo. Le oía resoplar al compás de sus embestidas. Yo estaba fuera de mi, gimiendo y gritando. Solo pensaba tener la polla en la boca otra vez pero mi culo tampoco la quería dejar libre. Adolfo me hizo estirar los brazos y apoyar me cabeza en el suelo sin mover las rodillas de posición. Cada vez empujaba más fuerte y más rápido.

- Vaya, para no ser marica, estás disfrutando mucho de mi polla.
- So... So... Soy tu... puta... Tu puta. Aaaa... Fo-follame... Más... Más... Si... Quiero estar así siempre... Más... joderrrrr

De un empujón, acabo metiéndola hasta el último centímetro, cargó el peso de su cuerpo en mi culo y comenzó a frotar su pubis en mi culo sin aflojar. Yo estaba en otro planeta, me sentía tan cachondo como guarro. Era su zorra y esa polla podía hacer conmigo lo que le diera la gana. Apenas podía mover la cabeza, la tenía apoyada de lado en el suelo, un hilo de baba salía de mi boca y notaba el charquito que rodeaba mi boca. Después de un par de empujoncitos más, la sacó:

- N... noooo. -apenas llegué a balbucear.

Mi ojete palpitaba y mi culo se contoneaba tenso deseando continuar con el tratamiento. Mi amigo cogió un gran cojín y me dijo que me tumbara boca arriba. Lo metió debajo de mi culo. Agarró mi polla y empezó a lamer los líquidos de mi glande. Se incorporó y escupió el contenido de su boca sobre la mía, abierta de par en par con mi lengua fuera esperando el nectar. Después de eso, juntó su boca a la mía y su lengua comenzó a moverse alrededor de la mía. Yo gemía mucho más que antes dentro de su boca. Sin separarnos, dirigió su aparato a mí ansioso culo y la clavó de golpe. Mis gemidos iban en aumento según aumentaba la intensidad y la rapidez de la follada.

- puffff... Me... Puffff... Aaaa... Me corro. Me voy a correr Adolfo... Fuerte... Dale... Aaaa... Me corro... Da...dame... Da... Pufff....

Él muy cabrón la sacó corriendo y se tiró en plancha sobre mi polla... Se puso a absorber como un loco mientras que metía no sé cuántos dedos en mi culo y los movía convulsivamente contra mi ojete. Me corrí en su boca. Dios, como grité, no sé cómo no me oyeron en todo el barrio. Cuando acabé y mientras mi cuerpo todavía tenía pequeñas convulsiones, separó su boca de mi polla y volvió a besarme, esta vez con la boca llena de mi lefa. Yo tenía los ojos del revés en ese momento. Y dieron la vuelta entera cuando Adolfo me la volvió a clavar. Esta vez, sin contemplaciones, aumento mucho más el ritmo anterior... Resoplaba y genia como un toro mientras me rompía el culo a placer...

- ah-ah-ah corre ah-ah coooo-rreee-teee ah-ah... Correte en mi cu... lo... Llename... de leche... leche... Aaaaah.... Si....
- quieres... Quieres mi leche, putita...si?
- sí... Da, dame...
-llevo soñando... Aaaahhh... Soñando esto desde el primer día que...aaaa
- dime...
- el primer diiaaaaaaAAAAH!!!!

Senti un torrente cálido dentro de mi culo. Me estaba llenando de leche mientras sus empujones iban decayendo. Al final, se separó de mi y se tumbó sin aliento a mí lado. No pude resistirme a cogerle la polla y me la volví a meter en la boca... Esta vez despacio, dulcemente. Le pasé la lengua, la chupé, y la limpie con mi lengua agradecida.

Permanecimos así, tumbados en el suelo, agotados, durante un buen rato. En silencio, nos acariciamos suavemente relajados, sudados y pringados. Sin decir nada, cuando reaccionamos, nos fuimos los dos a la ducha, nos lavamos mutuamente y aproveche para hacerle otra mamada debajo de la ducha, que me costó un montón sacárselo pero aproveché hasta la última gota de semen que disparó a mi garganta.

Nos vestimos y nos fuimos de fiesta. Fue el principio de aquel maravilloso verano con Adolfo.
 
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El curso estaba a punto de acabar. Ese año no me había ido mal, para sorpresa de todos, mía incluida. Estaba siendo un junio tórrido en Madrid y necesitaba salir de aquel infierno. Yo me había criado en el norte, junto al mar. Llevaba muy mal el calor pero me aliviaba pensar que en cuanto acabara el trimestre me iría a mí ciudad natal. A la playa, con mis colegas de allí y con familia; tíos y primos con los que nunca faltaba el plan.

Por fin llegó el día. El curso había terminado, tenía mis notas y, sin apenas tiempo, estaba cogiendo el autobús para salir zumbando de Madrid. Llegué con el subidón, con ganas de mil planes; lo quería todo a la vez y en todas partes. Tenía que exprimir al máximo mi verano número 17. Pero, a las pocas horas de estar allí, las expectativas estaban por los suelos. Mi familia ocupada, todos currando y sin apenas tiempo. Mis amigos, desaparecidos. El que no le había mandado al pueblo con sus abuelos, estaba en Irlanda aprendiendo inglés, otros se habían ido de vacaciones con la familia, incluso a uno le habían internado en un colegio para recuperar el curso... Total, que el único amigo que me quedaba para salir era Adolfo.

Conocí a Adolfo en el parvulario y compartimos aula casi una década. Aunque me mudé a Madrid, seguía manteniendo el contacto con él y nos veíamos varias veces al año. De canijos, tampoco es que nos llevásemos excesivamente. Creo, al menos por mi parte, que nos caíamos bien, pero hasta ahí. Éramos muy distintos. Era uno de los guapitos de la clase, él lo sabía, lo tenía muy subido y por eso era bastante cabroncete. Moreno, ojos verdes y una sonrisa alegre cuando conseguías verla, porque era muy serio. Gran deportista y empollón, era la envidia de las abuelas. Yo por el contrario era más grandote, con cero aptitudes para cualquier deporte y a mí, las abuelas me preguntaban qué estaba tramando.

El caso es que ese verano comenzamos a pasar prácticamente todo el día juntos. Básicamente, playa, salones arcades, alguna borrachera si juntábamos un par de billetes y deambular por la ciudad con su motillo.

Empecé a darme cuenta de ciertas señales que en ese momento no supe interpretar. Por ejemplo, cuando jugaba en alguna máquina recreativa, intentaba sobarme el paquete para fastidiarme la partida. O, cuando nos dábamos un baño desnudos, de noche, después del último bar, siempre se tiraba encima de mi y no se cortaba en frotar su bonita picha contra mi con la excusa de una peleilla.

Así transcurrían los días. Pasándomelo de puta madre con mi amigo. Me despertaba por la mañana y lo primero que hacía era llamarle por teléfono para ver qué hacíamos. Y el día que estaba sin él, no hacía más que pensar en ir a buscarle pronto para salir por ahí.

Uno de esos días me fui a pasar el día a la playa con la familia. También sabían organizar días entretenidos. Haríamos surf y habían reservado para comer un arroz con bogavante con mucha cerveza y vino. Yo echaba de menos a Adolfo. Nos lo habríamos pasado bien haciendo surf juntos.

Cuando regresamos de la playa, pedí a mis tíos que me dejaran en "mi" casa ya que estaba en la zona por donde íbamos a salir y así me ahorraba coger el autobús. Mis padres conservaban su antiguo piso como segunda residencia. Tenía prohibido ir allí solo sin permiso. Ellos miraban para otro lado pero sabían que era mi cuartel general, donde hacía fiestecillas, organizaba timbas o, simplemente, iba a jugar a la consola con los colegas. Y lo mejor es que estaba a media manzana de casa de Adolfo.

Me dejaron en el portal y se marcharon. Cuando perdí el coche de vista, salí de él y me dirigí a casa de Adolfo. La verdad es que necesitaba ya una ducha, una cerveza y tirarme un rato a la bartola. Estaba reventado del día. El cuerpo me picaba por la mezcla del sudor, bronceador y salitre acumulado durante todo el día sobre mi piel ligeramente quemada. Tenía la tripa irritada. Se me había olvidado ponerme una licra para hacer surf y el roce de la tabla con restos de arena había acarreado sus consecuencias. De llevar todo el día el bañador mojado, me había empezado a irritar y cada paso que daba, me escocía más. Además, tenía arena hasta el culo. Definitivamente, necesitaba una ducha y gran cantidad de crema.

En un periquete, estaba picando en el telefonillo de casa de mi amigo:

- ¿Si? - Reconocí su voz al instante.
- Soy yo. ¿Que haces?
- Aquí, solo, tirado viendo la tele, esperándote. Estoy solo, ¿subes? Tengo una sorpresa para tí.
- ¿Se bebe? - Respondí.
- Jajajaa, por supuesto. ¡Sube!
- Ahora no puedo, necesito darme una ducha urgentemente. En media hora me paso por aquí.... O, si quieres... ¿tú estás preparado? Acompáñame tú a casa y ya salimos desde allí.
- ¡Perfecto! -respondió.

Y, prácticamente antes de que acabara de decir esa palabra, ya estaba abriendo la puerta del portal. Tengo esa imagen grabada en la memoria. Apareció con sus gafas de sol negras reflejando en ellas el sol de la tarde, con una sonrisa de oreja a oreja sujetando entre los dientes un pitillo sin encender. ¡Vamos a divertirnos! gritó. Acto seguido, levantó su brazo y me enseñó una botella de Cardhu.

- ¿Y eso qué es? -pregunté.
- joder, tío, no tienes ni puta idea, es un whisky de puta madre.
- Ah, guay.

Yo por aquel momento solo bebía vodka y bacardi pero no tenía ningún problema en soplarme aquel whisky. A ver si era tan bueno como decía. Comenzamos a caminar camino a mi casa. Él ya sabía que estaba un poco quemado así que para dar un poco por el culo, me pasó el brazo por encima de los hombros mientras caminamos y me iba dando palmaditas mientras se burlaba un poco de mi estado.

Llegamos a mi casa y lo primero que hicimos fue coger unos vasos, hielo y empezamos a dar buena cuenta del Cardhu. Realmente, estaba rico. Muy rico. Con el primer trago, noté como me ardían los labios y la garganta según pasaba aquel oscuro líquido. El calor iba recorriendo mi cuerpo hasta llegar, literalmente, a mis pelotas. Tirado en el sofá, comentando lo bueno que estaba aquel brebaje, se me olvido un poco todas las molestias que tenía.

Empezamos a jugar a la tontería típica de "si te bebes la copa del tirón hago esto y si no, lo haces tú"... Si me bebo esto te quitas los pantalones y bajas al buzón del portal. Si te bebes esto saco la polla por la ventana... gamberradas de ese tipo. Pero llegó un momento que se me daba vueltas la cabeza. Era consciente de todo, no había llegado al punto de intoxicación de no acordarme de nada pero todo me daba vueltas. Aproveché ese momento para hacer una pausa. Me voy a la ducha, le dije. Aquí te espero, respondió mientras comenzaba a liarse un porrillo. Me levanté y me quedé mirando la botella de whisky. Nos habíamos fundido ya la mitad. Normal que estuviera con ese globo. Lo que no me explicaba era como mi colega parecía tan normal.

Por fin me pude quitar ese puto bañador. Me metí en la ducha y comencé a quitarme la arena con la manguera. Coloqué la ducha en la pared y puse el tapón para que se llenara la bañera. Cuando terminé de enjabonarme apagué el grifo y me tumbé en el agua. Estaba realmente agusto a remojo. Solo me faltaba una cosa. ¡Pásame ese canuto! le grité desde el baño. En seguida apareció allí. ¡Pero apareció como un pingüino! Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos dando pasitos ridículos. En una mano traía un cenicero con el porrete, en la otra mi vaso de Cardhu.

Lo primero que me salió fue una carcajada por las pintas pero, inmediatamente, mi mirada se clavó en su verga. Dura como una estaca la veía por primera vez en ese estado. Era un pollón moreno y grande, unos 20 cm, bonito, su prepucio a media altura dejaba entre ver un glande rosa y húmedo.

Me incorporé para coger el vaso y el cenicero, quedando su polla a escasos centímetros de mi cara. Él estaba pegado al borde de la bañera, apoyé las cosas y cogí una esponja.

- Ven acá, que te la voy a lavar, que eres un guarrete y seguro que te has hecho un pajote.
- Qué va, me he hecho dos.- los dos reímos.

Pasé torpemente la esponja con agua y jabón por aquel aparato procurando no entrar en contacto directamente con él. Se lo sequé con una toalla y le dije, - ¡listo! Ya te puedes volver al salón, enseguida voy yo.- Me quedé unos segundos como en trance. Entre la imagen de su polla y la borrachera, no sabía qué hacer ni el siguiente paso que quería dar... Al final salí del agua, me sequé, enrosqué la toalla a cintura y salí del baño con la lata azul de Nivea en la mano.

Adolfo seguía medio en pelotas sentado a un lado del sillón pero ya se había sacado del todo el pantalón. Me tumbé en el hueco que quedaba libre poniendo la piernas encima de las suyas. Podía notar perfectamente su bulto apretado bajo mi pierna. Agarró la lata de Nivea y dijo algo así como... "uy, pobresssito, se ha arañado la tripita el nenito... Yo te doy la cremita, guapo". Untó un pegote de crema y comenzó a extenderla. Primero por mi barriga para después ir subiendo por mi pecho y, como el que no quiere la cosa, se paraba a acariciarme los pezones. Yo a esas alturas no sabía ni lo que quería. Solo cerré los ojos y disfruté del masaje.

De repente noté como deslizaba la mano por debajo de la toalla llegando a rozar mi tranca con la punta de sus dedos. Un escalofrío recorrió mi espalda e, instintivamente, abrí los ojos, me medio incorporé y le solté:

- ¡¿Qué haces, tío?!
- ¿Queeeeee...? Solo te estaba dando crema, joder, cómo te pones. Ni que quisiera tocarte el pito... ¡Si lo quisiera hacer usaría la otra mano, así!

Movió rápidamente su mano izquierda, la coló por el otro lado de la toalla, entre mis piernas, y me agarró el mango.

- Pero tío... ¡Estás empalmadísimo, maricón!
- Aquí el único marica que hay eres tú, que me estás meneando la polla.

Y con las mismas, me levanté y me fui al baño fingiendo estar enfadado. Al incorporarme, Adolfo me agarró la toalla y me la quitó. Pero me dió igual, seguí andando desnudo y me metí en el baño. Allí no tenía nada que hacer salvo esconderme y pensar. ¿Qué ocurría? ¿Hasta donde quería llegar...? Por otro lado, no se me quitaba la imagen de la polla de Adolfo cuando la vi erecta en la bañera. Mi experiencia sexual hasta ese momento se reducía a besos con chicas, haber chupado alguna tetilla que otra y haber metido los deditos en cuatro o cinco chuminos. Nada más. Así que me encontraba entre desconcertado, nervioso y cachondo. De repente, oí a través de la puerta.

- Venga coño, no te enfades, vuelve aquí. Te he puesto otra copa.

Me dije, "venga, sí, adelante" y salí aún desnudo del baño. Por el camino, vi que él no apartaba la vista de mi pito morcillón. Eso me puso más cachondo si cabía. Recogí la toalla del suelo, me senté y me la puse encima para tapar mi empalmada. Me acercó mi vaso y dijo:

- Sigamos jugando. Si te lo bebés del tirón, te hago una paja. Si no, me la haces tú a mí.
- Trae para acá.- respondí.

Me llevé el vaso a la boca y empecé a beber con la motivación de que me masturbara. Pero mi cuerpo no aceptaba más alcohol y apenas pude terminar el trago. Quedaba un dedillo de whisky en el fondo del vaso. Agarrando su cacharro y mostrándomelo, dijo:

- Venga, ya sabes, pajote rico que me debes.
- no, ni de coña chaval. Me has puesto más de lo normal. Mira, te voy a poner lo mismo a ti y, doble o nada, si te lo bebes todo te la chupo. Si no, me la chupas tú a mí.

Se quedó mirándome con los ojos como platos mientras le rellenaba el vaso. Le eché mucho más de lo que tenía mi copa anterior. Cogió el vaso y antes de que yo volviera a posar la botella en la mesa, él ya había posado el vaso vacío.

- Hala, chúpamela, campeón.
- Ni se coña, jajaja...

Exigiendo su recompensa, se levantó y se abalanzó sobre mi para cobrarse su premio. Yo me resistía, sin esforzarme mucho, a que su polla llegara a mí boca. Al final, bajo su peso, me quedé tumbado boca arriba en el suelo, con Adolfo sentado encima de mi pecho, restregando su polla por mi cara... Yo seguía haciéndome el remolón moviendo el cuello pero ya no pude más y paré. Me quedé mirando su cara de salido encima de mi. Después ya no pude quitar ojo de su nabo. Le surgía una gotita de presemen del capullo. Adolfo comenzó a restragarla por mis labios suavemente con su glande. Saqué la lengua para saborearlo... Puffff, que delicia. Empecé a pasarle la lengua por todo el tronco. Quería chuparle hasta el último milímetro cuadrado de su polla y cuando hube acabo, me metí en la boca todo ese trozo de carne. Al menos, todo lo que pude, porque ya me hacía tope en la garganta y faltaba polla y media por entrar.

Empezó con un ligero movimiento que hacía que aquella morcilla entrase ella sola. Así, follándome la boca, estuvimos un buen rato hasta que me empezó a doler la mandíbula por tener que esforzarme en abrirla bien para que ese trabuco entrara. Me la saqué y me puse a lamerle las pelotas mientras su polla estaba sobre mi nariz. Él frotaba su escroto contra mis labios y empezó suspirar. Le pasé la lengua desde las bolas al capullo y me la volví a meter en la boca.

Él, por su parte, se escupió en la mano, se estiró hacia atrás y empezó a untarme de babas la polla y los huevos. Repitió la operación varias veces hasta que su saliva chorreaba entre mis piernas. Me masajeaba las pelotas con la palma de su mano mientras sus dedos acariciaban mi perineo como si fuera un coño. Noté como se iban acercando poco a poco a mí culo. Mi respiracion iba en aumento según empezó a acariciar mi ano empapado de babas. Yo seguía metiéndome su polla hasta la campanilla. Solo me la sacaba de la boca para pasarle la lengua por aquel goloso glande que no paraba de chorrear. Adolfo soltó mi nabo y volvió a agarrarse el suyo para sacármelo de la boca. Y mientras acariciaba mis labios con ella dijo "voy a cambiar".

Se quitó de encima de mi y se arrodilló a mí lado. Volvió a acariciarme como antes las pelotas pero esta vez también lo alternaba con varias sacudidas a mi picha. Se inclinó sobre mi y comenzó a lamerme un pezón. Con una mano me pajeaba suave y lentamente, con su boca me mordisqueaba y lamía un pezón y con la otra mano me pellizca con saña el otro. Comenzó a bajar su cabeza lamiéndome el pecho sin soltar mi castigado pezón. Cuando llegó a mi barriga irritada, comenzó a soplar sobre ella... Yo me moría de placer cuando sentí que me empezaba a mordisquear con sus labios mi escroto. Me pasó la lengua por todo mi tronco y se la metió en la boca dulcemente. Durate los siguientes minutos comenzó una de las mejores mamadas que me han hecho nunca. Soltó mi pezón y me metió dos dedos en la boca. Yo los chupé ansiando que fueran su polla pero cuando estuvieron chorreantes de saliva los dirigió hacia mi ojete. Sacó mi polla de su boca y escupió la mezcla de saliva y fluidos que portaba sobre mi culo. Reanudó la mamada y posó sus dedos en mi ojete. Siguiendo el ritmo de la felación, comenzó a apretar un dedo en mi culo hasta que suavemente cedió. Aquel dedo entraba y salía y me hacía estremecer.

Estaba a punto de correrme y no quería hacerlo todavía, ni mucho menos. Le dije que quería chuparle yo a él. Se tumbó boca arriba y yo me puse a cuatro patas sobre él haciendo un 69. En una posición muchísimo más cómoda para mí cuello engullí aquel pollón con ansias. Cuando más chupaba, más quería chupar. Le hacía el vacío con mi boca intentando que salieran más juguillos de su glande que luego recogía con mi lengua. Él, por su parte, empezó a pasar su lengua por mi culo. Yo estaba alucinando. Y más aún cuando juntó sus labios y comenzó a follarme con su lengua. Mis gemidos pronto se transformaron en gritos de placer. Apretaba su lengua fuerte y podía notar como salía y entraba como un torbellino.

Sin apenas sacarme su cacharro de mi boca se lo pedí, no podia más: "por favor... fó... el culo... fóllame... porf... uffff... quiero tu.... mmmm... porfa..." No podía ni articular las palabras. Entonces se levantó y yo me quedé a cuatro patas. Así empezó a restregar a la dueña de mi locura por mi culo. Yo gemía, resoplaba, suplicaba... Hasta que apoyó su polla en mi ano y empujó. Pegué un grito de dolor. Aquel monstruo no era igual que un par de dedos. Lo intento un par de veces más pero no, no había manera. Sin decir nada, se levantó y se fue al baño. Volvió con un cepillo de pelo en la mano ante mi cara de extrañeza. Agarró la lata de Nivea y se arrodilló a mí lado quedando su pene cerca de mi cara. Yo no necesitaba más, volví a atraparlo entre mis labios mientras que Adolfo cogia un pegote de crema y me lo untaba otra vez en culo. Volvió a meterme sus dedos. Esta vez los dos juntos y sin miramientos. Empezó un rápido movimiento de mete y saca con ellos que casi me hace desmayarme con su polla en la boca. Paró, cogió el cepillo y comenzó a untar de crema el mango. Hecho esto, lo introdujo y comenzó a usarlo en mi culo como si fuera un consolador.

Aquello no me gustó demasiado, quería la carne en barra de Adolfo, no un cacho de plástico duro y frío. Así le dije, "tío, sacame eso y vuelve a intentarlo tú" Dicho esto, mientras me dejaba el cepillo puesto en el culo como si fuera el rabo de una perra, metió la polla en la lata de Nivea como el que moja un churro. Meneó el mango unas cuantas veces antes sacarlo y comenzó a apretar mi ano otra vez con su aparato. Con un poco de dolor pero ni punto de comparación. Noté como su capullo ya había sobrepasado mi esfínter. Entonces la sacó lentamente y empezó a repetir la operación. Cada vez llegaba un poco más lejos hasta que sentí como su pubis chocaba en mi culo. Bombeaba despacio, pero fuerte, profundo. Le oía resoplar al compás de sus embestidas. Yo estaba fuera de mi, gimiendo y gritando. Solo pensaba tener la polla en la boca otra vez pero mi culo tampoco la quería dejar libre. Adolfo me hizo estirar los brazos y apoyar me cabeza en el suelo sin mover las rodillas de posición. Cada vez empujaba más fuerte y más rápido.

- Vaya, para no ser marica, estás disfrutando mucho de mi polla.
- So... So... Soy tu... puta... Tu puta. Aaaa... Fo-follame... Más... Más... Si... Quiero estar así siempre... Más... joderrrrr

De un empujón, acabo metiéndola hasta el último centímetro, cargó el peso de su cuerpo en mi culo y comenzó a frotar su pubis en mi culo sin aflojar. Yo estaba en otro planeta, me sentía tan cachondo como guarro. Era su zorra y esa polla podía hacer conmigo lo que le diera la gana. Apenas podía mover la cabeza, la tenía apoyada de lado en el suelo, un hilo de baba salía de mi boca y notaba el charquito que rodeaba mi boca. Después de un par de empujoncitos más, la sacó:

- N... noooo. -apenas llegué a balbucear.

Mi ojete palpitaba y mi culo se contoneaba tenso deseando continuar con el tratamiento. Mi amigo cogió un gran cojín y me dijo que me tumbara boca arriba. Lo metió debajo de mi culo. Agarró mi polla y empezó a lamer los líquidos de mi glande. Se incorporó y escupió el contenido de su boca sobre la mía, abierta de par en par con mi lengua fuera esperando el nectar. Después de eso, juntó su boca a la mía y su lengua comenzó a moverse alrededor de la mía. Yo gemía mucho más que antes dentro de su boca. Sin separarnos, dirigió su aparato a mí ansioso culo y la clavó de golpe. Mis gemidos iban en aumento según aumentaba la intensidad y la rapidez de la follada.

- puffff... Me... Puffff... Aaaa... Me corro. Me voy a correr Adolfo... Fuerte... Dale... Aaaa... Me corro... Da...dame... Da... Pufff....

Él muy cabrón la sacó corriendo y se tiró en plancha sobre mi polla... Se puso a absorber como un loco mientras que metía no sé cuántos dedos en mi culo y los movía convulsivamente contra mi ojete. Me corrí en su boca. Dios, como grité, no sé cómo no me oyeron en todo el barrio. Cuando acabé y mientras mi cuerpo todavía tenía pequeñas convulsiones, separó su boca de mi polla y volvió a besarme, esta vez con la boca llena de mi lefa. Yo tenía los ojos del revés en ese momento. Y dieron la vuelta entera cuando Adolfo me la volvió a clavar. Esta vez, sin contemplaciones, aumento mucho más el ritmo anterior... Resoplaba y genia como un toro mientras me rompía el culo a placer...
- ah-ah-ah corre ah-ah coooo-rreee-teee ah-ah... Correte en mi cu... lo... Llename... de leche... leche... Aaaaah.... Si....
- quieres... Quieres mi leche, putita...si?
- sí... Da, dame...
-llevo soñando... Aaaahhh... Soñando esto desde el primer día que...aaaa
- dime...
- el primer diiaaaaaaAAAAH!!!!

Senti un torrente cálido dentro de mi culo. Me estaba llenando de leche mientras sus empujones iban decayendo. Al final, se separó de mi y se tumbó sin aliento a mí lado. No pude resistirme a cogerle la polla y me la volví a meter en la boca... Esta vez despacio, dulcemente. Le pasé la lengua, la chupé, y la limpie con mi lengua agradecida.

Permanecimos así, tumbados en el suelo, agotados, durante un buen rato. En silencio, nos acariciamos suavemente relajados, sudados y pringados. Sin decir nada, cuando reaccionamos, nos fuimos los dos a la ducha, nos lavamos mutuamente y aproveche para hacerle otra mamada debajo de la ducha, que me costó un montón sacárselo pero aproveché hasta la última gota de semen que disparó a mi garganta.

Nos vestimos y nos fuimos de fiesta. Fue el principio de aquel maravilloso verano con Adolfo.
Joder que cachondo me has puesto,la tengo durísima. No tienes foto de ese pollón??
 
Joder que cachondo me has puesto,la tengo durísima. No tienes foto de ese pollón??
Muchas gracias! Ese era el objetivo.
Pero no, lo siento, no tengo foto de ese pollón. Como mucho puedes ver la mia, pero no es tan pollón :ROFLMAO: :ROFLMAO: :ROFLMAO:
 
El curso estaba a punto de acabar. Ese año no me había ido mal, para sorpresa de todos, mía incluida. Estaba siendo un junio tórrido en Madrid y necesitaba salir de aquel infierno. Yo me había criado en el norte, junto al mar. Llevaba muy mal el calor pero me aliviaba pensar que en cuanto acabara el trimestre me iría a mí ciudad natal. A la playa, con mis colegas de allí y con familia; tíos y primos con los que nunca faltaba el plan.

Por fin llegó el día. El curso había terminado, tenía mis notas y, sin apenas tiempo, estaba cogiendo el autobús para salir zumbando de Madrid. Llegué con el subidón, con ganas de mil planes; lo quería todo a la vez y en todas partes. Tenía que exprimir al máximo mi verano número 17. Pero, a las pocas horas de estar allí, las expectativas estaban por los suelos. Mi familia ocupada, todos currando y sin apenas tiempo. Mis amigos, desaparecidos. El que no le había mandado al pueblo con sus abuelos, estaba en Irlanda aprendiendo inglés, otros se habían ido de vacaciones con la familia, incluso a uno le habían internado en un colegio para recuperar el curso... Total, que el único amigo que me quedaba para salir era Adolfo.

Conocí a Adolfo en el parvulario y compartimos aula casi una década. Aunque me mudé a Madrid, seguía manteniendo el contacto con él y nos veíamos varias veces al año. De canijos, tampoco es que nos llevásemos excesivamente. Creo, al menos por mi parte, que nos caíamos bien, pero hasta ahí. Éramos muy distintos. Era uno de los guapitos de la clase, él lo sabía, lo tenía muy subido y por eso era bastante cabroncete. Moreno, ojos verdes y una sonrisa alegre cuando conseguías verla, porque era muy serio. Gran deportista y empollón, era la envidia de las abuelas. Yo por el contrario era más grandote, con cero aptitudes para cualquier deporte y a mí, las abuelas me preguntaban qué estaba tramando.

El caso es que ese verano comenzamos a pasar prácticamente todo el día juntos. Básicamente, playa, salones arcades, alguna borrachera si juntábamos un par de billetes y deambular por la ciudad con su motillo.

Empecé a darme cuenta de ciertas señales que en ese momento no supe interpretar. Por ejemplo, cuando jugaba en alguna máquina recreativa, intentaba sobarme el paquete para fastidiarme la partida. O, cuando nos dábamos un baño desnudos, de noche, después del último bar, siempre se tiraba encima de mi y no se cortaba en frotar su bonita picha contra mi con la excusa de una peleilla.

Así transcurrían los días. Pasándomelo de puta madre con mi amigo. Me despertaba por la mañana y lo primero que hacía era llamarle por teléfono para ver qué hacíamos. Y el día que estaba sin él, no hacía más que pensar en ir a buscarle pronto para salir por ahí.

Uno de esos días me fui a pasar el día a la playa con la familia. También sabían organizar días entretenidos. Haríamos surf y habían reservado para comer un arroz con bogavante con mucha cerveza y vino. Yo echaba de menos a Adolfo. Nos lo habríamos pasado bien haciendo surf juntos.

Cuando regresamos de la playa, pedí a mis tíos que me dejaran en "mi" casa ya que estaba en la zona por donde íbamos a salir y así me ahorraba coger el autobús. Mis padres conservaban su antiguo piso como segunda residencia. Tenía prohibido ir allí solo sin permiso. Ellos miraban para otro lado pero sabían que era mi cuartel general, donde hacía fiestecillas, organizaba timbas o, simplemente, iba a jugar a la consola con los colegas. Y lo mejor es que estaba a media manzana de casa de Adolfo.

Me dejaron en el portal y se marcharon. Cuando perdí el coche de vista, salí de él y me dirigí a casa de Adolfo. La verdad es que necesitaba ya una ducha, una cerveza y tirarme un rato a la bartola. Estaba reventado del día. El cuerpo me picaba por la mezcla del sudor, bronceador y salitre acumulado durante todo el día sobre mi piel ligeramente quemada. Tenía la tripa irritada. Se me había olvidado ponerme una licra para hacer surf y el roce de la tabla con restos de arena había acarreado sus consecuencias. De llevar todo el día el bañador mojado, me había empezado a irritar y cada paso que daba, me escocía más. Además, tenía arena hasta el culo. Definitivamente, necesitaba una ducha y gran cantidad de crema.

En un periquete, estaba picando en el telefonillo de casa de mi amigo:

- ¿Si? - Reconocí su voz al instante.
- Soy yo. ¿Que haces?
- Aquí, solo, tirado viendo la tele, esperándote. Estoy solo, ¿subes? Tengo una sorpresa para tí.
- ¿Se bebe? - Respondí.
- Jajajaa, por supuesto. ¡Sube!
- Ahora no puedo, necesito darme una ducha urgentemente. En media hora me paso por aquí.... O, si quieres... ¿tú estás preparado? Acompáñame tú a casa y ya salimos desde allí.
- ¡Perfecto! -respondió.

Y, prácticamente antes de que acabara de decir esa palabra, ya estaba abriendo la puerta del portal. Tengo esa imagen grabada en la memoria. Apareció con sus gafas de sol negras reflejando en ellas el sol de la tarde, con una sonrisa de oreja a oreja sujetando entre los dientes un pitillo sin encender. ¡Vamos a divertirnos! gritó. Acto seguido, levantó su brazo y me enseñó una botella de Cardhu.

- ¿Y eso qué es? -pregunté.
- joder, tío, no tienes ni puta idea, es un whisky de puta madre.
- Ah, guay.

Yo por aquel momento solo bebía vodka y bacardi pero no tenía ningún problema en soplarme aquel whisky. A ver si era tan bueno como decía. Comenzamos a caminar camino a mi casa. Él ya sabía que estaba un poco quemado así que para dar un poco por el culo, me pasó el brazo por encima de los hombros mientras caminamos y me iba dando palmaditas mientras se burlaba un poco de mi estado.

Llegamos a mi casa y lo primero que hicimos fue coger unos vasos, hielo y empezamos a dar buena cuenta del Cardhu. Realmente, estaba rico. Muy rico. Con el primer trago, noté como me ardían los labios y la garganta según pasaba aquel oscuro líquido. El calor iba recorriendo mi cuerpo hasta llegar, literalmente, a mis pelotas. Tirado en el sofá, comentando lo bueno que estaba aquel brebaje, se me olvido un poco todas las molestias que tenía.

Empezamos a jugar a la tontería típica de "si te bebes la copa del tirón hago esto y si no, lo haces tú"... Si me bebo esto te quitas los pantalones y bajas al buzón del portal. Si te bebes esto saco la polla por la ventana... gamberradas de ese tipo. Pero llegó un momento que se me daba vueltas la cabeza. Era consciente de todo, no había llegado al punto de intoxicación de no acordarme de nada pero todo me daba vueltas. Aproveché ese momento para hacer una pausa. Me voy a la ducha, le dije. Aquí te espero, respondió mientras comenzaba a liarse un porrillo. Me levanté y me quedé mirando la botella de whisky. Nos habíamos fundido ya la mitad. Normal que estuviera con ese globo. Lo que no me explicaba era como mi colega parecía tan normal.

Por fin me pude quitar ese puto bañador. Me metí en la ducha y comencé a quitarme la arena con la manguera. Coloqué la ducha en la pared y puse el tapón para que se llenara la bañera. Cuando terminé de enjabonarme apagué el grifo y me tumbé en el agua. Estaba realmente agusto a remojo. Solo me faltaba una cosa. ¡Pásame ese canuto! le grité desde el baño. En seguida apareció allí. ¡Pero apareció como un pingüino! Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos dando pasitos ridículos. En una mano traía un cenicero con el porrete, en la otra mi vaso de Cardhu.

Lo primero que me salió fue una carcajada por las pintas pero, inmediatamente, mi mirada se clavó en su verga. Dura como una estaca la veía por primera vez en ese estado. Era un pollón moreno y grande, unos 20 cm, bonito, su prepucio a media altura dejaba entre ver un glande rosa y húmedo.

Me incorporé para coger el vaso y el cenicero, quedando su polla a escasos centímetros de mi cara. Él estaba pegado al borde de la bañera, apoyé las cosas y cogí una esponja.

- Ven acá, que te la voy a lavar, que eres un guarrete y seguro que te has hecho un pajote.
- Qué va, me he hecho dos.- los dos reímos.

Pasé torpemente la esponja con agua y jabón por aquel aparato procurando no entrar en contacto directamente con él. Se lo sequé con una toalla y le dije, - ¡listo! Ya te puedes volver al salón, enseguida voy yo.- Me quedé unos segundos como en trance. Entre la imagen de su polla y la borrachera, no sabía qué hacer ni el siguiente paso que quería dar... Al final salí del agua, me sequé, enrosqué la toalla a cintura y salí del baño con la lata azul de Nivea en la mano.

Adolfo seguía medio en pelotas sentado a un lado del sillón pero ya se había sacado del todo el pantalón. Me tumbé en el hueco que quedaba libre poniendo la piernas encima de las suyas. Podía notar perfectamente su bulto apretado bajo mi pierna. Agarró la lata de Nivea y dijo algo así como... "uy, pobresssito, se ha arañado la tripita el nenito... Yo te doy la cremita, guapo". Untó un pegote de crema y comenzó a extenderla. Primero por mi barriga para después ir subiendo por mi pecho y, como el que no quiere la cosa, se paraba a acariciarme los pezones. Yo a esas alturas no sabía ni lo que quería. Solo cerré los ojos y disfruté del masaje.

De repente noté como deslizaba la mano por debajo de la toalla llegando a rozar mi tranca con la punta de sus dedos. Un escalofrío recorrió mi espalda e, instintivamente, abrí los ojos, me medio incorporé y le solté:

- ¡¿Qué haces, tío?!
- ¿Queeeeee...? Solo te estaba dando crema, joder, cómo te pones. Ni que quisiera tocarte el pito... ¡Si lo quisiera hacer usaría la otra mano, así!

Movió rápidamente su mano izquierda, la coló por el otro lado de la toalla, entre mis piernas, y me agarró el mango.

- Pero tío... ¡Estás empalmadísimo, maricón!
- Aquí el único marica que hay eres tú, que me estás meneando la polla.

Y con las mismas, me levanté y me fui al baño fingiendo estar enfadado. Al incorporarme, Adolfo me agarró la toalla y me la quitó. Pero me dió igual, seguí andando desnudo y me metí en el baño. Allí no tenía nada que hacer salvo esconderme y pensar. ¿Qué ocurría? ¿Hasta donde quería llegar...? Por otro lado, no se me quitaba la imagen de la polla de Adolfo cuando la vi erecta en la bañera. Mi experiencia sexual hasta ese momento se reducía a besos con chicas, haber chupado alguna tetilla que otra y haber metido los deditos en cuatro o cinco chuminos. Nada más. Así que me encontraba entre desconcertado, nervioso y cachondo. De repente, oí a través de la puerta.

- Venga coño, no te enfades, vuelve aquí. Te he puesto otra copa.

Me dije, "venga, sí, adelante" y salí aún desnudo del baño. Por el camino, vi que él no apartaba la vista de mi pito morcillón. Eso me puso más cachondo si cabía. Recogí la toalla del suelo, me senté y me la puse encima para tapar mi empalmada. Me acercó mi vaso y dijo:

- Sigamos jugando. Si te lo bebés del tirón, te hago una paja. Si no, me la haces tú a mí.
- Trae para acá.- respondí.

Me llevé el vaso a la boca y empecé a beber con la motivación de que me masturbara. Pero mi cuerpo no aceptaba más alcohol y apenas pude terminar el trago. Quedaba un dedillo de whisky en el fondo del vaso. Agarrando su cacharro y mostrándomelo, dijo:

- Venga, ya sabes, pajote rico que me debes.
- no, ni de coña chaval. Me has puesto más de lo normal. Mira, te voy a poner lo mismo a ti y, doble o nada, si te lo bebes todo te la chupo. Si no, me la chupas tú a mí.

Se quedó mirándome con los ojos como platos mientras le rellenaba el vaso. Le eché mucho más de lo que tenía mi copa anterior. Cogió el vaso y antes de que yo volviera a posar la botella en la mesa, él ya había posado el vaso vacío.

- Hala, chúpamela, campeón.
- Ni se coña, jajaja...

Exigiendo su recompensa, se levantó y se abalanzó sobre mi para cobrarse su premio. Yo me resistía, sin esforzarme mucho, a que su polla llegara a mí boca. Al final, bajo su peso, me quedé tumbado boca arriba en el suelo, con Adolfo sentado encima de mi pecho, restregando su polla por mi cara... Yo seguía haciéndome el remolón moviendo el cuello pero ya no pude más y paré. Me quedé mirando su cara de salido encima de mi. Después ya no pude quitar ojo de su nabo. Le surgía una gotita de presemen del capullo. Adolfo comenzó a restragarla por mis labios suavemente con su glande. Saqué la lengua para saborearlo... Puffff, que delicia. Empecé a pasarle la lengua por todo el tronco. Quería chuparle hasta el último milímetro cuadrado de su polla y cuando hube acabo, me metí en la boca todo ese trozo de carne. Al menos, todo lo que pude, porque ya me hacía tope en la garganta y faltaba polla y media por entrar.

Empezó con un ligero movimiento que hacía que aquella morcilla entrase ella sola. Así, follándome la boca, estuvimos un buen rato hasta que me empezó a doler la mandíbula por tener que esforzarme en abrirla bien para que ese trabuco entrara. Me la saqué y me puse a lamerle las pelotas mientras su polla estaba sobre mi nariz. Él frotaba su escroto contra mis labios y empezó suspirar. Le pasé la lengua desde las bolas al capullo y me la volví a meter en la boca.

Él, por su parte, se escupió en la mano, se estiró hacia atrás y empezó a untarme de babas la polla y los huevos. Repitió la operación varias veces hasta que su saliva chorreaba entre mis piernas. Me masajeaba las pelotas con la palma de su mano mientras sus dedos acariciaban mi perineo como si fuera un coño. Noté como se iban acercando poco a poco a mí culo. Mi respiracion iba en aumento según empezó a acariciar mi ano empapado de babas. Yo seguía metiéndome su polla hasta la campanilla. Solo me la sacaba de la boca para pasarle la lengua por aquel goloso glande que no paraba de chorrear. Adolfo soltó mi nabo y volvió a agarrarse el suyo para sacármelo de la boca. Y mientras acariciaba mis labios con ella dijo "voy a cambiar".

Se quitó de encima de mi y se arrodilló a mí lado. Volvió a acariciarme como antes las pelotas pero esta vez también lo alternaba con varias sacudidas a mi picha. Se inclinó sobre mi y comenzó a lamerme un pezón. Con una mano me pajeaba suave y lentamente, con su boca me mordisqueaba y lamía un pezón y con la otra mano me pellizca con saña el otro. Comenzó a bajar su cabeza lamiéndome el pecho sin soltar mi castigado pezón. Cuando llegó a mi barriga irritada, comenzó a soplar sobre ella... Yo me moría de placer cuando sentí que me empezaba a mordisquear con sus labios mi escroto. Me pasó la lengua por todo mi tronco y se la metió en la boca dulcemente. Durate los siguientes minutos comenzó una de las mejores mamadas que me han hecho nunca. Soltó mi pezón y me metió dos dedos en la boca. Yo los chupé ansiando que fueran su polla pero cuando estuvieron chorreantes de saliva los dirigió hacia mi ojete. Sacó mi polla de su boca y escupió la mezcla de saliva y fluidos que portaba sobre mi culo. Reanudó la mamada y posó sus dedos en mi ojete. Siguiendo el ritmo de la felación, comenzó a apretar un dedo en mi culo hasta que suavemente cedió. Aquel dedo entraba y salía y me hacía estremecer.

Estaba a punto de correrme y no quería hacerlo todavía, ni mucho menos. Le dije que quería chuparle yo a él. Se tumbó boca arriba y yo me puse a cuatro patas sobre él haciendo un 69. En una posición muchísimo más cómoda para mí cuello engullí aquel pollón con ansias. Cuando más chupaba, más quería chupar. Le hacía el vacío con mi boca intentando que salieran más juguillos de su glande que luego recogía con mi lengua. Él, por su parte, empezó a pasar su lengua por mi culo. Yo estaba alucinando. Y más aún cuando juntó sus labios y comenzó a follarme con su lengua. Mis gemidos pronto se transformaron en gritos de placer. Apretaba su lengua fuerte y podía notar como salía y entraba como un torbellino.

Sin apenas sacarme su cacharro de mi boca se lo pedí, no podia más: "por favor... fó... el culo... fóllame... porf... uffff... quiero tu.... mmmm... porfa..." No podía ni articular las palabras. Entonces se levantó y yo me quedé a cuatro patas. Así empezó a restregar a la dueña de mi locura por mi culo. Yo gemía, resoplaba, suplicaba... Hasta que apoyó su polla en mi ano y empujó. Pegué un grito de dolor. Aquel monstruo no era igual que un par de dedos. Lo intento un par de veces más pero no, no había manera. Sin decir nada, se levantó y se fue al baño. Volvió con un cepillo de pelo en la mano ante mi cara de extrañeza. Agarró la lata de Nivea y se arrodilló a mí lado quedando su pene cerca de mi cara. Yo no necesitaba más, volví a atraparlo entre mis labios mientras que Adolfo cogia un pegote de crema y me lo untaba otra vez en culo. Volvió a meterme sus dedos. Esta vez los dos juntos y sin miramientos. Empezó un rápido movimiento de mete y saca con ellos que casi me hace desmayarme con su polla en la boca. Paró, cogió el cepillo y comenzó a untar de crema el mango. Hecho esto, lo introdujo y comenzó a usarlo en mi culo como si fuera un consolador.

Aquello no me gustó demasiado, quería la carne en barra de Adolfo, no un cacho de plástico duro y frío. Así le dije, "tío, sacame eso y vuelve a intentarlo tú" Dicho esto, mientras me dejaba el cepillo puesto en el culo como si fuera el rabo de una perra, metió la polla en la lata de Nivea como el que moja un churro. Meneó el mango unas cuantas veces antes sacarlo y comenzó a apretar mi ano otra vez con su aparato. Con un poco de dolor pero ni punto de comparación. Noté como su capullo ya había sobrepasado mi esfínter. Entonces la sacó lentamente y empezó a repetir la operación. Cada vez llegaba un poco más lejos hasta que sentí como su pubis chocaba en mi culo. Bombeaba despacio, pero fuerte, profundo. Le oía resoplar al compás de sus embestidas. Yo estaba fuera de mi, gimiendo y gritando. Solo pensaba tener la polla en la boca otra vez pero mi culo tampoco la quería dejar libre. Adolfo me hizo estirar los brazos y apoyar me cabeza en el suelo sin mover las rodillas de posición. Cada vez empujaba más fuerte y más rápido.

- Vaya, para no ser marica, estás disfrutando mucho de mi polla.
- So... So... Soy tu... puta... Tu puta. Aaaa... Fo-follame... Más... Más... Si... Quiero estar así siempre... Más... joderrrrr

De un empujón, acabo metiéndola hasta el último centímetro, cargó el peso de su cuerpo en mi culo y comenzó a frotar su pubis en mi culo sin aflojar. Yo estaba en otro planeta, me sentía tan cachondo como guarro. Era su zorra y esa polla podía hacer conmigo lo que le diera la gana. Apenas podía mover la cabeza, la tenía apoyada de lado en el suelo, un hilo de baba salía de mi boca y notaba el charquito que rodeaba mi boca. Después de un par de empujoncitos más, la sacó:

- N... noooo. -apenas llegué a balbucear.

Mi ojete palpitaba y mi culo se contoneaba tenso deseando continuar con el tratamiento. Mi amigo cogió un gran cojín y me dijo que me tumbara boca arriba. Lo metió debajo de mi culo. Agarró mi polla y empezó a lamer los líquidos de mi glande. Se incorporó y escupió el contenido de su boca sobre la mía, abierta de par en par con mi lengua fuera esperando el nectar. Después de eso, juntó su boca a la mía y su lengua comenzó a moverse alrededor de la mía. Yo gemía mucho más que antes dentro de su boca. Sin separarnos, dirigió su aparato a mí ansioso culo y la clavó de golpe. Mis gemidos iban en aumento según aumentaba la intensidad y la rapidez de la follada.

- puffff... Me... Puffff... Aaaa... Me corro. Me voy a correr Adolfo... Fuerte... Dale... Aaaa... Me corro... Da...dame... Da... Pufff....

Él muy cabrón la sacó corriendo y se tiró en plancha sobre mi polla... Se puso a absorber como un loco mientras que metía no sé cuántos dedos en mi culo y los movía convulsivamente contra mi ojete. Me corrí en su boca. Dios, como grité, no sé cómo no me oyeron en todo el barrio. Cuando acabé y mientras mi cuerpo todavía tenía pequeñas convulsiones, separó su boca de mi polla y volvió a besarme, esta vez con la boca llena de mi lefa. Yo tenía los ojos del revés en ese momento. Y dieron la vuelta entera cuando Adolfo me la volvió a clavar. Esta vez, sin contemplaciones, aumento mucho más el ritmo anterior... Resoplaba y genia como un toro mientras me rompía el culo a placer...

- ah-ah-ah corre ah-ah coooo-rreee-teee ah-ah... Correte en mi cu... lo... Llename... de leche... leche... Aaaaah.... Si....
- quieres... Quieres mi leche, putita...si?
- sí... Da, dame...
-llevo soñando... Aaaahhh... Soñando esto desde el primer día que...aaaa
- dime...
- el primer diiaaaaaaAAAAH!!!!

Senti un torrente cálido dentro de mi culo. Me estaba llenando de leche mientras sus empujones iban decayendo. Al final, se separó de mi y se tumbó sin aliento a mí lado. No pude resistirme a cogerle la polla y me la volví a meter en la boca... Esta vez despacio, dulcemente. Le pasé la lengua, la chupé, y la limpie con mi lengua agradecida.

Permanecimos así, tumbados en el suelo, agotados, durante un buen rato. En silencio, nos acariciamos suavemente relajados, sudados y pringados. Sin decir nada, cuando reaccionamos, nos fuimos los dos a la ducha, nos lavamos mutuamente y aproveche para hacerle otra mamada debajo de la ducha, que me costó un montón sacárselo pero aproveché hasta la última gota de semen que disparó a mi garganta.

Nos vestimos y nos fuimos de fiesta. Fue el principio de aquel maravilloso verano con Adolfo.
"Yo estaba en otro planeta, me sentía tan cachondo como guarro. Era su zorra y esa polla podía hacer conmigo lo que le diera la gana. "

Casado y con hijos, casi en los 50 y estas 3 frases me representan perfectamente. Enhorabuena por tu relato!!!!
 
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