Escritor45Madrid
Miembro muy activo
Aquella mañana de sábado estaba de Rodríguez. Y me desperté enormemente cachondo de saber que estaría todo el día solo en casa. Un día ideal para estar de porno y pajas. Así que según me desperté me quité toda la ropa y empecé a jugar con mi polla. Fui a por mi ordenador portátil y lo llevé al salón. Allí lo conecté con un cable HDMI a la televisión. El porno en pantalla grande se ve mucho mejor. Busqué algo de temática transexual y me senté en el sofá a ver a aquellas diosas de aspecto femenino y buenos rabos. Tenía la polla enormemente dura y mi mano no dejaba de menearla con la frecuencia y los descansos necesarios para que saliera una larga paja. Una paja de horas y horas es de lo mejor que existe. Y así estaba a media mañana cuando de repente sonó el telefonillo de casa.
- "¿Quién sería?", me pregunté.
No esperaba ninguna visita. Supuse que sería alguien repartiendo publicidad o alguna equivocación. El telefonillo volvió a sonar. Me dio un poco de pereza levantarme del sofá pero al final decidí ir a ver quien era.
- ¿Quién es?, dije.
- Traigo un paquete para Ana García (nombre ficticio de mi pareja).
Mi mujer no me había dicho que estuviera esperando ninguna entrega pero estaba claro que el repartidor traía algo para ella.
Pulsé el botón para que entrara al recinto de la comunidad. Decidí asomarme a una de las ventanas que da al patio para ver cómo era el repartidor. Era un hombre de treinta y tantos años. De buen aspecto. Yo estaba salidísimo. Y fue entonces cuando se me ocurrió una idea que en otra situación jamás se me habría pasado por la cabeza: abrirle la puerta en pelotas.
Volvió a sonar el telefonillo de casa. Pulsé el botón para que entrara al portal. El corazón me latía a mil por hora. Sí, lo iba a hacer. Y no solo estaba desnudo sino también empalmadísimo. Me puse detrás de la puerta a esperar el ruido de las puertas del ascensor abriéndose. Mientras esperaba combatía los nervios pajeando mi polla.
Entonces llegó el ascensor a la planta de mi piso. Observé por la mirilla cómo se abrían sus puertas. El repartidor salió al rellano. Se puso frente a mi puerta y pulsó el timbre. Llegaba el momento…
Entonces abrí la puerta desnudo y empalmado. Cuando el repartidor me vio puso unos ojos como platos.
- Jodeeerrrr, salió de su boca.
Y entonces escuché como salían de mi boca estas palabras:
- ¿Quieres entrar y ver cómo me corro?
El repartidor se puso nervioso:
- Estooo, no, no,... aquí tiene su paquete.
Me entregó el paquete y rápidamente llamó al botón del ascensor.
- Perdón, lo siento, le dije mientras el ascensor abría sus puertas.
El chico se metió dentro del ascensor y yo cerré la puerta de mi casa.
De repente me entró un sentimiento de decirme a mí mismo "estás loco", "cómo se te ocurre hacer algo así",… Fui a la cocina a beber agua para rebajar ese sentimiento antes de volver al salón a seguir con mi paja y mi porno. De repente, el timbre de la puerta sonó de nuevo. Me acerqué a mirar por la mirilla. Era el repartidor. Mi corazón y mi excitación se dispararon al momento. Abrí la puerta.
- ¿Podría entrar?, me dijo el repartidor según abrí.
- Sí, claro, le dije mientras abría la puerta por completo.
El chico entró y cerré la puerta.
- Perdón por mi atrevimiento, le dije.
- Tranquilo, lo que pasa es que aluciné con tu polla. No me esperaba algo así y me puse nervioso. Pero luego según bajaba en el ascensor me dije que tenía que volver a ver como se corría ese pollón.
- ¿Vamos al salón?, le dije.
- Donde tú quieras, pero no tengo mucho tiempo. ¿Te correrías en 5 minutos?, me preguntó.
- Sí, sin problema.
Entramos al salón. En la televisión seguía saliendo porno de transexuales.
- Mmmm, que morbazo las trans, dijo el chico cuando vio el porno.
Y entonces le dije:
- ¿Te apetece pajearte y correrte conmigo?
El chico lo pensó un instante pero pronto me dio su respuesta:
- Joder, venga, vale, me he puesto cachondísimo. Un buen pajote rápido estaría bien.
Dicho eso se desabrochó el botón del pantalón, luego se lo bajó hasta las rodillas y a continuación bajó también su slip. Apareció ante mi vista su polla empalmada. Era muy parecida a la mía en tamaño. Se la agarró con la mano y empezó a darle bien fuerte a la paja. Yo agarré la mía y empecé a darle también.
- ¿Te falta mucho para correrte?, me preguntó.
- No mucho. Si le doy fuerte me corro, le respondí.
- ¿Me esperas a que esté yo también a punto y nos corremos juntos?, me dijo.
- Sí, claro, será morboso corrernos a la vez en el suelo, le dije.
El chico empezó a machacarse la polla con fuerza.
- Vaya pollón tienes, tío, me dijo mientras se pajeaba.
- La tuya también está muy bien. ¿Quieres tocar mi polla?, le pregunté.
- ¿Puedo de verdad?, me dijo sorprendido.
- Sí, claro, le dije.
Me acerqué a él y puse mi polla junto a la suya. El chico soltó la mano de su polla y agarró la mía. Me la empezó a menear despacio.
- Creo que lo estoy haciendo fatal. Pero es la primera vez que toco otra polla, me confesó.
- No te preocupes. Me gusta sentir tu mano en mi polla. ¿Puedo tocar yo la tuya?
- Vale.
Acerqué mi mano a su polla y se la agarré. Me encanta esa sensación de tener la polla dura de otro tío en la mano.
- Joder, no me creo que me esté pasando esto, dijo el chico.
- ¿Lo habías fantaseado mucho?, le pregunté.
- Muchísimo.
- Pues disfrútalo.
- No puedo quedarme mucho más. Deberíamos corrernos pronto.
- Ok, pues venga cada uno con la suya. Dale fuerte a la tuya y cuando notes que te viene la corrida avisa para darle yo y acabar al mismo tiempo.
Cada uno volvió a agarrar su polla. El chico empezó a darle con fuerza. Yo me la acariciaba suave y lentamente. El poco tiempo él empezó a jadear. Cada vez más y más fuerte.
- Ya me falta poco, dijo.
Entonces agarré mi polla con fuerza y empecé a darle duro. Ahí estábamos los dos dándole duro a la mano como cerdos pajilleros.
- Me corro tío, le avisé.
- Yo también, respondió él.
Al instante fue mi polla la que empezó a soltar su corrida al suelo. Y sin que mi polla hubiera terminado fue la suya la que empezó a disparar su leche. Conseguimos la corrida sincronizada que buscábamos. El suelo acabo con leche de las dos pollas.
- Qué bueno tío, le dije entre jadeos.
- Ya ves, ni en mis mejores fantasías, contestó él.
- Es una faena que haya tenido que ser tan rápido, le dije mientras le ofrecía un kleenex.
- Ya, ha sido una putada, pero menos es nada. Me ha encantado, me decía mientras se limpiaba la polla.
Después se subió el slip y los pantalones. Mientras se abrochaba el botón del pantalón me atreví a preguntarle:
- ¿Te apetecería intercambiar número de teléfono o agregarnos a alguna aplicación?
- ¿Qué aplicaciones usas?, me preguntó.
- Uso Line a escondidas de mi mujer. No sé si la tendrás, poca gente la tiene, le dije.
- Sí, la tengo, respondió.
Nos agregamos a Line para seguir en contacto. Luego él se tuvo que marchar. Cuando regresé al salón vi nuestras dos corridas en el suelo. Quien me iba a decir que iba a vivir una experiencia así en mi propia casa.
- "¿Quién sería?", me pregunté.
No esperaba ninguna visita. Supuse que sería alguien repartiendo publicidad o alguna equivocación. El telefonillo volvió a sonar. Me dio un poco de pereza levantarme del sofá pero al final decidí ir a ver quien era.
- ¿Quién es?, dije.
- Traigo un paquete para Ana García (nombre ficticio de mi pareja).
Mi mujer no me había dicho que estuviera esperando ninguna entrega pero estaba claro que el repartidor traía algo para ella.
Pulsé el botón para que entrara al recinto de la comunidad. Decidí asomarme a una de las ventanas que da al patio para ver cómo era el repartidor. Era un hombre de treinta y tantos años. De buen aspecto. Yo estaba salidísimo. Y fue entonces cuando se me ocurrió una idea que en otra situación jamás se me habría pasado por la cabeza: abrirle la puerta en pelotas.
Volvió a sonar el telefonillo de casa. Pulsé el botón para que entrara al portal. El corazón me latía a mil por hora. Sí, lo iba a hacer. Y no solo estaba desnudo sino también empalmadísimo. Me puse detrás de la puerta a esperar el ruido de las puertas del ascensor abriéndose. Mientras esperaba combatía los nervios pajeando mi polla.
Entonces llegó el ascensor a la planta de mi piso. Observé por la mirilla cómo se abrían sus puertas. El repartidor salió al rellano. Se puso frente a mi puerta y pulsó el timbre. Llegaba el momento…
Entonces abrí la puerta desnudo y empalmado. Cuando el repartidor me vio puso unos ojos como platos.
- Jodeeerrrr, salió de su boca.
Y entonces escuché como salían de mi boca estas palabras:
- ¿Quieres entrar y ver cómo me corro?
El repartidor se puso nervioso:
- Estooo, no, no,... aquí tiene su paquete.
Me entregó el paquete y rápidamente llamó al botón del ascensor.
- Perdón, lo siento, le dije mientras el ascensor abría sus puertas.
El chico se metió dentro del ascensor y yo cerré la puerta de mi casa.
De repente me entró un sentimiento de decirme a mí mismo "estás loco", "cómo se te ocurre hacer algo así",… Fui a la cocina a beber agua para rebajar ese sentimiento antes de volver al salón a seguir con mi paja y mi porno. De repente, el timbre de la puerta sonó de nuevo. Me acerqué a mirar por la mirilla. Era el repartidor. Mi corazón y mi excitación se dispararon al momento. Abrí la puerta.
- ¿Podría entrar?, me dijo el repartidor según abrí.
- Sí, claro, le dije mientras abría la puerta por completo.
El chico entró y cerré la puerta.
- Perdón por mi atrevimiento, le dije.
- Tranquilo, lo que pasa es que aluciné con tu polla. No me esperaba algo así y me puse nervioso. Pero luego según bajaba en el ascensor me dije que tenía que volver a ver como se corría ese pollón.
- ¿Vamos al salón?, le dije.
- Donde tú quieras, pero no tengo mucho tiempo. ¿Te correrías en 5 minutos?, me preguntó.
- Sí, sin problema.
Entramos al salón. En la televisión seguía saliendo porno de transexuales.
- Mmmm, que morbazo las trans, dijo el chico cuando vio el porno.
Y entonces le dije:
- ¿Te apetece pajearte y correrte conmigo?
El chico lo pensó un instante pero pronto me dio su respuesta:
- Joder, venga, vale, me he puesto cachondísimo. Un buen pajote rápido estaría bien.
Dicho eso se desabrochó el botón del pantalón, luego se lo bajó hasta las rodillas y a continuación bajó también su slip. Apareció ante mi vista su polla empalmada. Era muy parecida a la mía en tamaño. Se la agarró con la mano y empezó a darle bien fuerte a la paja. Yo agarré la mía y empecé a darle también.
- ¿Te falta mucho para correrte?, me preguntó.
- No mucho. Si le doy fuerte me corro, le respondí.
- ¿Me esperas a que esté yo también a punto y nos corremos juntos?, me dijo.
- Sí, claro, será morboso corrernos a la vez en el suelo, le dije.
El chico empezó a machacarse la polla con fuerza.
- Vaya pollón tienes, tío, me dijo mientras se pajeaba.
- La tuya también está muy bien. ¿Quieres tocar mi polla?, le pregunté.
- ¿Puedo de verdad?, me dijo sorprendido.
- Sí, claro, le dije.
Me acerqué a él y puse mi polla junto a la suya. El chico soltó la mano de su polla y agarró la mía. Me la empezó a menear despacio.
- Creo que lo estoy haciendo fatal. Pero es la primera vez que toco otra polla, me confesó.
- No te preocupes. Me gusta sentir tu mano en mi polla. ¿Puedo tocar yo la tuya?
- Vale.
Acerqué mi mano a su polla y se la agarré. Me encanta esa sensación de tener la polla dura de otro tío en la mano.
- Joder, no me creo que me esté pasando esto, dijo el chico.
- ¿Lo habías fantaseado mucho?, le pregunté.
- Muchísimo.
- Pues disfrútalo.
- No puedo quedarme mucho más. Deberíamos corrernos pronto.
- Ok, pues venga cada uno con la suya. Dale fuerte a la tuya y cuando notes que te viene la corrida avisa para darle yo y acabar al mismo tiempo.
Cada uno volvió a agarrar su polla. El chico empezó a darle con fuerza. Yo me la acariciaba suave y lentamente. El poco tiempo él empezó a jadear. Cada vez más y más fuerte.
- Ya me falta poco, dijo.
Entonces agarré mi polla con fuerza y empecé a darle duro. Ahí estábamos los dos dándole duro a la mano como cerdos pajilleros.
- Me corro tío, le avisé.
- Yo también, respondió él.
Al instante fue mi polla la que empezó a soltar su corrida al suelo. Y sin que mi polla hubiera terminado fue la suya la que empezó a disparar su leche. Conseguimos la corrida sincronizada que buscábamos. El suelo acabo con leche de las dos pollas.
- Qué bueno tío, le dije entre jadeos.
- Ya ves, ni en mis mejores fantasías, contestó él.
- Es una faena que haya tenido que ser tan rápido, le dije mientras le ofrecía un kleenex.
- Ya, ha sido una putada, pero menos es nada. Me ha encantado, me decía mientras se limpiaba la polla.
Después se subió el slip y los pantalones. Mientras se abrochaba el botón del pantalón me atreví a preguntarle:
- ¿Te apetecería intercambiar número de teléfono o agregarnos a alguna aplicación?
- ¿Qué aplicaciones usas?, me preguntó.
- Uso Line a escondidas de mi mujer. No sé si la tendrás, poca gente la tiene, le dije.
- Sí, la tengo, respondió.
Nos agregamos a Line para seguir en contacto. Luego él se tuvo que marchar. Cuando regresé al salón vi nuestras dos corridas en el suelo. Quien me iba a decir que iba a vivir una experiencia así en mi propia casa.