Pareja conocida

Alba38

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10 Nov 2025
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Ayer por la noche mi marido apareció en la puerta del dormitorio y me suelta:

—Oye… arréglate un poco. Vamos a un club. Pero a otro, no al de la otra vez.

Y claro, a mí se me quedó una cara… porque todavía me acuerdo perfectamente de cómo acabó aquello.

La otra vez — el desastre total

La primera experiencia fue para olvidar.
Fuimos súper nerviosos, sin saber cómo iba la movida ni nada.
Nos juntaron con una pareja y todo fue como muy rápido.
Mi marido ya iba tenso desde el coche, yo lo noté enseguida.

Y nada… se bloqueó.
Un gatillazo.
Le puede pasar a cualquiera, pero en ese momento él se quedó blanco.

Y lo peor no fue eso.
Lo peor fue ella, la chica con la que se suponía que íbamos a intercambiarnos.

Cuando vio que él no podía, soltó una risita así, por lo bajini, pero de estas que duelen.
Un comentario a su pareja… como burlándose.

Yo me puse negra.
Pero él… buf.
Le vi la cara y me dio una pena que ni te imaginas.

Nos vestimos rápido y nos fuimos sin decir ni adiós.
En el coche no habló en todo el camino.
Y yo sabía que se sentía fatal, como si hubiera fallado en algo.

Fue una experiencia que nos dejó mal sabor durante meses.

La noche de ayer — otra oportunidad

Así que cuando me dijo que nos arregláramos para ir a otro club… me pilló por sorpresa, pero esta vez le vi distinto.
Más tranquilo.
Como si lo hubiera pensado bien.

Me arreglé sin exagerar, simplemente para sentirme bien.
Me miré al espejo:
ojos un poco nerviosos, sí, pero con ganas; el pelo suelto, mis curvas normales de mujer de 38 años.
Me gusté.

Salí del dormitorio y él me miró como hacía tiempo que no me miraba.
—Estás muy guapa, me dijo.
Y sonrió. Una sonrisa sincera, no de compromiso.

En el coche íbamos callados, pero era un silencio bueno, de esos que no pesan.

El nuevo club

Y cuando llegamos… nada que ver con el anterior.
Otra zona, otro ambiente, otra energía.

Respiré al bajarme del coche y pensé:

“Vale, aquí por lo menos empezamos de cero.”

Él me cogió la mano fuerte, pero no por nervios, sino como diciendo:
«Esta vez vamos juntos, pase lo que pase.»

Y yo le contesté:
—Tranquilo. Aquí nadie se va a reír de ti.

Entramos despacio.
Y sentí que esta vez… sí, que podía ser diferente.
Sin presión.
Sin historias raras.
Solo nosotros.
 
Me encantas, tú, tu cuerpo, tus relatos... una bella inocencia también en tus palabras. Dime, ¿qué tal fue esta vez? ¿Lo disfrutásteis?
 
molaria una foto de como ibas vestida
 
Ayer por la noche mi marido apareció en la puerta del dormitorio y me suelta:

—Oye… arréglate un poco. Vamos a un club. Pero a otro, no al de la otra vez.

Y claro, a mí se me quedó una cara… porque todavía me acuerdo perfectamente de cómo acabó aquello.

La otra vez — el desastre total

La primera experiencia fue para olvidar.
Fuimos súper nerviosos, sin saber cómo iba la movida ni nada.
Nos juntaron con una pareja y todo fue como muy rápido.
Mi marido ya iba tenso desde el coche, yo lo noté enseguida.

Y nada… se bloqueó.
Un gatillazo.
Le puede pasar a cualquiera, pero en ese momento él se quedó blanco.

Y lo peor no fue eso.
Lo peor fue ella, la chica con la que se suponía que íbamos a intercambiarnos.

Cuando vio que él no podía, soltó una risita así, por lo bajini, pero de estas que duelen.
Un comentario a su pareja… como burlándose.

Yo me puse negra.
Pero él… buf.
Le vi la cara y me dio una pena que ni te imaginas.

Nos vestimos rápido y nos fuimos sin decir ni adiós.
En el coche no habló en todo el camino.
Y yo sabía que se sentía fatal, como si hubiera fallado en algo.

Fue una experiencia que nos dejó mal sabor durante meses.

La noche de ayer — otra oportunidad

Así que cuando me dijo que nos arregláramos para ir a otro club… me pilló por sorpresa, pero esta vez le vi distinto.
Más tranquilo.
Como si lo hubiera pensado bien.

Me arreglé sin exagerar, simplemente para sentirme bien.
Me miré al espejo:
ojos un poco nerviosos, sí, pero con ganas; el pelo suelto, mis curvas normales de mujer de 38 años.
Me gusté.

Salí del dormitorio y él me miró como hacía tiempo que no me miraba.
—Estás muy guapa, me dijo.
Y sonrió. Una sonrisa sincera, no de compromiso.

En el coche íbamos callados, pero era un silencio bueno, de esos que no pesan.

El nuevo club

Y cuando llegamos… nada que ver con el anterior.
Otra zona, otro ambiente, otra energía.

Respiré al bajarme del coche y pensé:

“Vale, aquí por lo menos empezamos de cero.”

Él me cogió la mano fuerte, pero no por nervios, sino como diciendo:
«Esta vez vamos juntos, pase lo que pase.»

Y yo le contesté:
—Tranquilo. Aquí nadie se va a reír de ti.

Entramos despacio.
Y sentí que esta vez… sí, que podía ser diferente.
Sin presión.
Sin historias raras.
Solo nosotros.
La otra vez, tú hiciste algo con el chico de la joven?, os fuisteis a raíz del gatillazo de tu marido?
 
Ayer por la noche mi marido apareció en la puerta del dormitorio y me suelta:

—Oye… arréglate un poco. Vamos a un club. Pero a otro, no al de la otra vez.

Y claro, a mí se me quedó una cara… porque todavía me acuerdo perfectamente de cómo acabó aquello.

La otra vez — el desastre total

La primera experiencia fue para olvidar.
Fuimos súper nerviosos, sin saber cómo iba la movida ni nada.
Nos juntaron con una pareja y todo fue como muy rápido.
Mi marido ya iba tenso desde el coche, yo lo noté enseguida.

Y nada… se bloqueó.
Un gatillazo.
Le puede pasar a cualquiera, pero en ese momento él se quedó blanco.

Y lo peor no fue eso.
Lo peor fue ella, la chica con la que se suponía que íbamos a intercambiarnos.

Cuando vio que él no podía, soltó una risita así, por lo bajini, pero de estas que duelen.
Un comentario a su pareja… como burlándose.

Yo me puse negra.
Pero él… buf.
Le vi la cara y me dio una pena que ni te imaginas.

Nos vestimos rápido y nos fuimos sin decir ni adiós.
En el coche no habló en todo el camino.
Y yo sabía que se sentía fatal, como si hubiera fallado en algo.

Fue una experiencia que nos dejó mal sabor durante meses.

La noche de ayer — otra oportunidad

Así que cuando me dijo que nos arregláramos para ir a otro club… me pilló por sorpresa, pero esta vez le vi distinto.
Más tranquilo.
Como si lo hubiera pensado bien.

Me arreglé sin exagerar, simplemente para sentirme bien.
Me miré al espejo:
ojos un poco nerviosos, sí, pero con ganas; el pelo suelto, mis curvas normales de mujer de 38 años.
Me gusté.

Salí del dormitorio y él me miró como hacía tiempo que no me miraba.
—Estás muy guapa, me dijo.
Y sonrió. Una sonrisa sincera, no de compromiso.

En el coche íbamos callados, pero era un silencio bueno, de esos que no pesan.

El nuevo club

Y cuando llegamos… nada que ver con el anterior.
Otra zona, otro ambiente, otra energía.

Respiré al bajarme del coche y pensé:

“Vale, aquí por lo menos empezamos de cero.”

Él me cogió la mano fuerte, pero no por nervios, sino como diciendo:
«Esta vez vamos juntos, pase lo que pase.»

Y yo le contesté:
—Tranquilo. Aquí nadie se va a reír de ti.

Entramos despacio.
Y sentí que esta vez… sí, que podía ser diferente.
Sin presión.
Sin historias raras.
Solo nosotros.
Espero fuera mejor. Seguro que disfrutaste.
 
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