EscritorFrustrado
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Este relato se sitúa varios años después de los acontecimientos de la casa rural. Os recomiendo primero leer ese.
Capítulo 1: La cabeza hecha un lío.
Recogió sus cosas de la cinta y se las guardó. El guardia civil la miró con una sonrisa que ella le devolvió mientras se giraba para esperar a Paula. Su amiga también habia pasado el control sin contratiempos y se acercaba caminado a ella. En ese instante pensó en lo afortunada que se sentia por tenerla a su lado. Formaban parte de un grupo de amigas algo más grande, pero ella siempre había sido especial. La mejor de aquel grupo. Su confidente, para quien no tenía ningún secreto. Fue la primera a la que le contó sus intenciones en su relación con Oliver. Ya no sentía lo mismo. La magia y el amor se habían acabado. Así, de repente. Sin previo aviso ni causa exacta. Fue Paula, su amiga del alma, la que la animó a no seguir en una relación que ya estaba rota. Fue ella, su fiel confidente, la que la empujó a cerrar ese capítulo antes de empañarlo con alguna infidelidad. Antes, ambas habían llegado a la conclusión de que lo de Héctor no contaba como cuernos. Lo de aquella casa rural fue un capítulo que jamás se repitió, para ninguna de las dos. Es más, solo ambas, y el propio Héctor, sabían lo que allí había pasado.
Alicia sonríe. Recuerda la vez en la que ambas se contaron lo que allí paso. Fue unas semanas después, en una de aquellas noches comiéndose un helado sentadas en un banco. Esas noches en las que salían a la calle a buscar algo de brisa. Fue Paula quien rompió el hielo con su particular "Tía, tengo que contarte algo." Posteriormente describió una escena que Alicia acabó confesando haber visto desde el coche de Héctor. Ambas sellaron aquella noche un pacto de silencio y ninguna volvió a sacar jamás aquel tema de conversación.
-¡Vamos! Ya verás como disfrutamos.- Paula intentaba transmitir su buena energía. Sabía que, a pesar de haber sido ella quién había decidido zanjar la relación, Alicia no lo estaba pasando bien. Habían sido muchos años, muchas vivencias, y todo eso pesa.
Alicia dibujó una sonrisa en sus labios. Le encantaba que Paula hubiese recuperado esa forma tan bonita que tenía de ver la vida, tan positiva. Recordaba lo mal que lo había pasado un año antes, cuando Carlos, sin mediar palabra, la dejó. No habían tenido ningún altibajo. Ninguna bronca grave que hiciera presagiar que aquello iba a terminar. Tan solo fue un día en el que Carlos la propuso quedar y se lo soltó. Ella se ofreció a solucionarlo, casi le faltó rogarle, pero no hubo posibilidad de hacerle cambiar de opinión. Alicia, que en su día se enfado muchísimo, parecía ahora sentir lo que quizá Carlos sintió en ese momento. Una sensación de que todo había muerto y no habia forma posible de darle la vuelta. Recordó a su amiga hecha polvo, sin ganas de nada, durante demasiados meses. Posteriormente un cambio radical en su actitud que la llevó a renovar su vestuario casi al completo y pasar por peluquería. También se buscó un entrenador personal y forjó un cuerpazo de gimnasio brutal. No eran pocos los tíos que se le acercaban cada vez que salían por ahí. Menos eran a los que hacía caso y con los que acababa la noche haciendo otro tipo de ejercicios, pero también. Alicia la veía feliz y pensó en que ella lo merecía.
Ambas llevaban una pequeña maleta de mano. Lo justo para un fin de semana largo de cuatro días. Habían pillado la oferta unas semanas antes y el plan fue dicho y hecho. Ninguna de las dos había estado jamás en Canarias. Caminaron por la zona de embarque buscando su puerta. Se miraron sonriendo ambas, transmitiéndose el mensaje con la mirada de que ya habían sido tres los tíos distintos que las habían mirado. Se sentían guapas y deseadas. Alicia vestía una falda vaquera bastante corta que la dibujaba un culazo por detrás. Lo combinaba con un jersey fino blanco, unas medias oscuras y unas zapatillas de deporte. Paula seguía fiel a su estilo de vaqueros ceñidos que marcaban esas piernas trabajadas de gimnasio y un trasero duro y respingón. En la parte de arriba una camiseta de tirantes blanca, de tela gruesa, y una chaqueta vaquera. También calzaba zapatillas de deporte. A diferencia de Alicia, ella si llevaba algo de contorno de ojos y los labios pintados en un granate que quedaba precioso con su tono de piel. A pesar de ser febrero, y de llevar bastante sin tomar el sol, seguía luciendo un color canela bastante sexy.
Llegaron en el preciso momento en el que la puerta de embarque se abría. La gente hacia fila para traspasar las puertas y ellas se quedaron a la zaga de la cola.
Estaban mandando los respectivos mensajes de despedida a sus familiares, avisando de que el avión iba a salir, cuando dos chicos de delante se giraron para mirarlas.
-¿Vosotras también vais a Canarias?-Susurraron
Era evidente que mayores que ellas, pero bastante atractivos. Uno de ellos, rapado y con ojos claros, era una copia barata de aquel actor calvo que salía en películas de acción conduciendo un Audi. Alicia enseguida se fijó en él. Ambos se sonrieron. Él, con desparpajo y sintiéndose dominador de la situación. Ella, con aparente vergüenza. Aunque algo exagerada por su parte. Paula también se fijó en el otro chico. Moreno, ojos marrones, con las facciones de la cara bastante marcadas. Un buenorro, como diría ella.
-Si, hemos pillado una oferta.- Dijo Paula destapado su nerviosismo.
-Nosotros también. Vamos al hotel xxx.
Ambas abrieron los ojos sorprendidas
-Vamos al mismo. - Sonrió Alicia.
Se presentaron con dos besos, el calvo se llamaba Hugo y su amigo Alex.
-Y bueno, ¿Venís solas? ¿No traéis a los novios?- dijo Hugo.
Ambas se miraron y empezaron a reír, como si acabasen de hablarse en un idioma que solo ellas mismas entendían.
-Bueno, es una larga historia... - Paula se reía.
-El vuelo dura más de 2 horas... Tenemos tiempo.
(Continuará)
Capítulo 1: La cabeza hecha un lío.
Recogió sus cosas de la cinta y se las guardó. El guardia civil la miró con una sonrisa que ella le devolvió mientras se giraba para esperar a Paula. Su amiga también habia pasado el control sin contratiempos y se acercaba caminado a ella. En ese instante pensó en lo afortunada que se sentia por tenerla a su lado. Formaban parte de un grupo de amigas algo más grande, pero ella siempre había sido especial. La mejor de aquel grupo. Su confidente, para quien no tenía ningún secreto. Fue la primera a la que le contó sus intenciones en su relación con Oliver. Ya no sentía lo mismo. La magia y el amor se habían acabado. Así, de repente. Sin previo aviso ni causa exacta. Fue Paula, su amiga del alma, la que la animó a no seguir en una relación que ya estaba rota. Fue ella, su fiel confidente, la que la empujó a cerrar ese capítulo antes de empañarlo con alguna infidelidad. Antes, ambas habían llegado a la conclusión de que lo de Héctor no contaba como cuernos. Lo de aquella casa rural fue un capítulo que jamás se repitió, para ninguna de las dos. Es más, solo ambas, y el propio Héctor, sabían lo que allí había pasado.
Alicia sonríe. Recuerda la vez en la que ambas se contaron lo que allí paso. Fue unas semanas después, en una de aquellas noches comiéndose un helado sentadas en un banco. Esas noches en las que salían a la calle a buscar algo de brisa. Fue Paula quien rompió el hielo con su particular "Tía, tengo que contarte algo." Posteriormente describió una escena que Alicia acabó confesando haber visto desde el coche de Héctor. Ambas sellaron aquella noche un pacto de silencio y ninguna volvió a sacar jamás aquel tema de conversación.
-¡Vamos! Ya verás como disfrutamos.- Paula intentaba transmitir su buena energía. Sabía que, a pesar de haber sido ella quién había decidido zanjar la relación, Alicia no lo estaba pasando bien. Habían sido muchos años, muchas vivencias, y todo eso pesa.
Alicia dibujó una sonrisa en sus labios. Le encantaba que Paula hubiese recuperado esa forma tan bonita que tenía de ver la vida, tan positiva. Recordaba lo mal que lo había pasado un año antes, cuando Carlos, sin mediar palabra, la dejó. No habían tenido ningún altibajo. Ninguna bronca grave que hiciera presagiar que aquello iba a terminar. Tan solo fue un día en el que Carlos la propuso quedar y se lo soltó. Ella se ofreció a solucionarlo, casi le faltó rogarle, pero no hubo posibilidad de hacerle cambiar de opinión. Alicia, que en su día se enfado muchísimo, parecía ahora sentir lo que quizá Carlos sintió en ese momento. Una sensación de que todo había muerto y no habia forma posible de darle la vuelta. Recordó a su amiga hecha polvo, sin ganas de nada, durante demasiados meses. Posteriormente un cambio radical en su actitud que la llevó a renovar su vestuario casi al completo y pasar por peluquería. También se buscó un entrenador personal y forjó un cuerpazo de gimnasio brutal. No eran pocos los tíos que se le acercaban cada vez que salían por ahí. Menos eran a los que hacía caso y con los que acababa la noche haciendo otro tipo de ejercicios, pero también. Alicia la veía feliz y pensó en que ella lo merecía.
Ambas llevaban una pequeña maleta de mano. Lo justo para un fin de semana largo de cuatro días. Habían pillado la oferta unas semanas antes y el plan fue dicho y hecho. Ninguna de las dos había estado jamás en Canarias. Caminaron por la zona de embarque buscando su puerta. Se miraron sonriendo ambas, transmitiéndose el mensaje con la mirada de que ya habían sido tres los tíos distintos que las habían mirado. Se sentían guapas y deseadas. Alicia vestía una falda vaquera bastante corta que la dibujaba un culazo por detrás. Lo combinaba con un jersey fino blanco, unas medias oscuras y unas zapatillas de deporte. Paula seguía fiel a su estilo de vaqueros ceñidos que marcaban esas piernas trabajadas de gimnasio y un trasero duro y respingón. En la parte de arriba una camiseta de tirantes blanca, de tela gruesa, y una chaqueta vaquera. También calzaba zapatillas de deporte. A diferencia de Alicia, ella si llevaba algo de contorno de ojos y los labios pintados en un granate que quedaba precioso con su tono de piel. A pesar de ser febrero, y de llevar bastante sin tomar el sol, seguía luciendo un color canela bastante sexy.
Llegaron en el preciso momento en el que la puerta de embarque se abría. La gente hacia fila para traspasar las puertas y ellas se quedaron a la zaga de la cola.
Estaban mandando los respectivos mensajes de despedida a sus familiares, avisando de que el avión iba a salir, cuando dos chicos de delante se giraron para mirarlas.
-¿Vosotras también vais a Canarias?-Susurraron
Era evidente que mayores que ellas, pero bastante atractivos. Uno de ellos, rapado y con ojos claros, era una copia barata de aquel actor calvo que salía en películas de acción conduciendo un Audi. Alicia enseguida se fijó en él. Ambos se sonrieron. Él, con desparpajo y sintiéndose dominador de la situación. Ella, con aparente vergüenza. Aunque algo exagerada por su parte. Paula también se fijó en el otro chico. Moreno, ojos marrones, con las facciones de la cara bastante marcadas. Un buenorro, como diría ella.
-Si, hemos pillado una oferta.- Dijo Paula destapado su nerviosismo.
-Nosotros también. Vamos al hotel xxx.
Ambas abrieron los ojos sorprendidas
-Vamos al mismo. - Sonrió Alicia.
Se presentaron con dos besos, el calvo se llamaba Hugo y su amigo Alex.
-Y bueno, ¿Venís solas? ¿No traéis a los novios?- dijo Hugo.
Ambas se miraron y empezaron a reír, como si acabasen de hablarse en un idioma que solo ellas mismas entendían.
-Bueno, es una larga historia... - Paula se reía.
-El vuelo dura más de 2 horas... Tenemos tiempo.
(Continuará)