Rejuv

ikarusulu

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Efectos de la rejuv:

Mejora drástica del tono muscular y flexibilidad de la piel.

Recuperación de la coloración y número de cabellos, uñas etc.

Amplia recuperación de las capacidades cognitivas.

Intenso aumento de la libido.





Nunca tuve complejo de Edipo pero cuando mi abuela salio de rejuv verla así, prácticamente con el físico de una chica de mi edad me cambió en algo.


La abuela, Marta, es una matrona viuda que gobierna el clan con mano de hierro. La fortuna familiar administrada por ella le permite mantener ese control. Sobre todo si los hijos, nietos y sobrinos quieren llegar a disfrutar algún día de algo de esa ingente cantidad de dinero. Y estamos hablando de mucho dinero.


La ciencia ha perfeccionado mucho todo el proceso de rejuvenecimiento. Pero es caro, lógicamente, solo los muy muy ricos pueden permitírselo. Neuro activadores para evitar la degeneración del cerebro, hay tratamientos con nanocitos, cirugía plástica y demás opciones.


Incluso tenían la posibilidad de obtener un cambio de sexo, los millonarios viejales podían salir de allí como jovencitas sexis y ninfómanas pero millonarias. Exceptuando claro el pellizco que la clínica le daba a sus fortunas.


Lo mismo vale para el caso contrario, el de ancianitas que ganaron sus fortunas en la cama de maridos ricos. Ahora se convierten en jóvenes agraciados con pollas de caballo. Dispuestas a ser ellas las que se follen a todo lo que se mueva.


El caso de mi abuela es diferente, empiezo ya con una buena posición de salida, una antigua fortuna familiar, trabajó y tuvo suerte hasta convertirse en más rica que Creso. Así que a mí me parece bien que haga con lo que ganó lo que quiera. El abuelo fue un personaje casi indiferente, invisible y que desapareció pronto en un isla del caribe con una mulata después de dejar su semilla.


La abuela ha pedido casi todo lo que el sanatorio podía ofrecer. Desde luego salió de allí con el mismo tipo de genitales con los que había entrado pero rejuvenecidos. Esta muy orgullosa de ellos. Tenía muy claro que era mujer, una gran mujer. Eso hasta yo se lo reconozco.


Poco a poco va quedando como una tía buena, con un cuerpo aún mejor que el que tenía a sus veinte años, cuando tenía que trabajar. Todo eso ni yo ni nadie lo vio hasta el final. Tiene dinero para permitírselo.


En la publicidad no se habla abiertamente de que uno de los efectos del tratamiento es aumentar la líbido y mucho. Eso solo se comenta de boca en boca. Lo que en realidad es una ventaja.


Pero yo no tenía ni idea de eso, siempre he ido a mi aire. En cambio mi madre y su mente maquinadora sí lo sabía. Ha salido a su madre es evidente. Aunque siempre he intentado ser independiente y alejarme de los familiares, llegó un momento en que no pude librarme.


Durante el tratamiento no se permitían las visitas. Los pacientes a veces ni siquiera estaban visibles encerrados en bio cámaras del tamaño de enormes féretros. Así que recibir esa llamada de mi madre me sorprendió al principio, hasta que averigüé de donde venían los tiros.


- Marcos, la abuela sale mañana de la clínica.


- Lo sabía, tienes esa fecha marcada a fuego en el calendario. ¿En qué me afecta a mí?


- Vas a coger el Merc de tu padre e ir a recogerla.


- Oh vamos, seguro que hay muchos deseando ir.


- Por eso precisamente vas tú. El resto de los que quieren ir no saben cuándo es exactamente.


- Así que piensas conseguir ventaja. Te lo has callado. Ya veo. Pero ¿por qué no vas tú?


- Ya cariño, podría, pero seguro que a la abuela le hace más ilusión ver a un chico joven y guapo como tú ese día. Hazme ese favor, anda.


Sabía que algo maquinaba.


- No me alagues que sabes que no me lo trago. Si vas tú la abuela de lo va a oler, es muy lista.


He de admitir que le hice pedírmelo durante un buen rato antes de aceptar. Al fin y al cabo quería defender mi independencia.


Pero al fin al día siguiente me presenté a la puerta de la clínica con el lujoso suv eléctrico de mi padre. Yo usaba un viejo Toyta de segunda mano, aunque admito que era un poco por postureo.


Con mis vaqueros rotos, mi única camisa y zapas si no fuera por el coche los vigilantes me hubieran echado de allí nada más verme.


Al verla salir por la puerta no la reconocí aunque había visto fotos de ella de joven. En realidad no se parecía ni a ella misma. Igual hasta necesitaría pruebas de adn o comprobación de sus huellas dactilares.


Tan previsora como siempre se había comprado todo un vestuario nuevo antes del tratamiento. Supongo que quemaría todo lo viejo. Y eso que para su edad sería siendo una mujer muy sexy antes de entrar en la clínica, aunque no lo fuera exhibiendo.


El vestido con el que salía se ajustaba a sus nuevas curvas como si lo llevara pintado encima. Era sexi pero a la vez elegante. Parecía flotar sobre unos tacones que superaban la altura de uno de mis palmos y yo no tengo la mano pequeña precisamente.


En su rostro no quedaba ni el menor rastro de arrugas. El cuello fino y delicado hubiera podido dar envidia a una chica de diez y ocho años.


El cabello lo llevaba muy corto, incluso rapado en la nuca, las puntas eran blancas, pero por debajo las raíces parecían del rubio con con el que solían teñirla las carísimas estéticien que la atendían en su casa. Y parecía un rubio completamente natural ahora.


Le quedaba bien ese peinado a su cara ovalada de rasgos algo duros pero muy atractivos.


Más de la mitad de las tetas asomaba por el escote dejando un canalillo que nada tendría que envidiar a Suez o Panamá. Incluso se le marcaban los pezones en la fina tela. Delatando que no se había puesto sujetador.


Es una mujer a la que nunca le había visto las rodillas. Siempre vestía elegante pero no especialmente sexy, supongo que por sus años. Ahora lucía sus muslos torneados y tersos casi hasta el tanga sobre el cuero del sillón. No es muy alta, de hecho para besar su frente yo tengo que inclinarme.


Al subir al coche la falda se había subido. Y en la tela ajustada se marcaba que en efecto lo único que llevaba debajo del vestido era un reducido tanga. Por lo entallado de la prenda el vientre se notaba plano e incluso se podían notar los abdominales. Ya los tenía antes pues hacía bastante gimnasia, pero ahora parecían esculpidos en mármol.


Si me la hubiera cruzado en una discoteca sin saber quien era no le habría echado más de veinte años. Y sin dudar le hubiera tirado los trastos. Me estaba poniendo cachondo mi abuela. No podía estar más salido.


Ella sí que me reconoció a mí. Su cerebro que nunca había perdido ni un ápice de su capacidad ahora tenía más teras que el mas potente de los ordenadores del gobierno. Y no había perdido ni un pelo del filo que le caracterizaba.


En segundos tenía sentada a mi lado sobre el caro cuero del asiento a un precioso bombón. Estaba claro que el genio, el carácter y la mala uva lo había conservado.


- ¡Arranca!. ¿O te vas a quedar ahí parado mirándome las tetas con cara de pasmo?.


Me lo decía mietras miraba de reojo mi bragueta con una pícara expresión en sus bonitos ojos azules. Estaba claro a esas alturas que los vaqueros rotos intentaban ocultar sin mucho éxito, una erección cada vez más evidente.


- Claro abuela. Vámonos.


- Llévame de copas. "Cielo". Y no me llames abuela, hazlo por mi nombre Marta.


Así era como solía llamarme, cielo, no sé si se habría molestado en aprenderse mi nombre alguna vez. Y no era por que no me quisiera. Quería y cuidaba de toda la familia, creo que como si fuéramos pollitos y ella la mamá gallina. Eso sí con mano hierro.


.......


De copas y de compras con mi abuela.


........


- A tus órdenes Marta. Pero no se sí te van a gustar los sitios por los que voy yo.


- Pues tendré que acostumbrarme. No voy a ir a sitios de viejos.


Arranqué el enorme SUV y pensando dónde podía llevarla me dirigí uno de los pubs más discretos y sencillos. Y a esa hora tan temprana estaría bastante tranquilo y no se le echarían encima un montón de babosos y por qué no, también babosas. No quería asustarla. Aunque empezaba a imaginar que esa belleza no se iba a acobardar por nada.


Era imposible no echarle un buen vistazo a los bien torneados muslos que tenía casi desnudos al completo en el asiento de al lado. No se le escapa nada.


- Mira a la calle que no quiero volver a la clínica tan pronto.


- En este tanque no nos puede pasar nada, abu... Marta.


Me corrigí a tiempo. Pero por si acaso tuve que dejar las miraditas a su estupenda anatomía para los semáforos y paradas del tráfico. Me estaba calentando con mi propia abuela, increíble. Pero por la forma en que esos dos perfectos muslos se frotaban uno contra otro yo no era el único cachondo en ese coche. Pues claro que lo veía, en cada semáforo.


Ella también me estaba echando buenos vistazos de reojo. Me había abierto la camisa, un poco por lucir mi torso trabajado y otro poco por el calor que sentía. Y por los efectos no le disgustaba lo que estaba viendo. A pesar del aire acondicionado la temperatura estaba subiendo allí dentro.


Por fin conseguí aparcar la monstruosidad no lejos del pub y como todo un caballero corrí a abrir su puerta. Evidentemente con lujuriosas intenciones. Para bajar del vehículo mi abuela separó los muslos un poco más de la cuenta dándome el precioso espectáculo del encaje de su diminuto tanga.


A poco que supiéramos de su carácter sospechaba que lo estaba haciendo completamente a posta. Sostuve su mano para ayudarla a bajar, algo que no necesitaba en absoluto y ella apretó la mía un momento más del necesario.


Se acercó a mi cuerpo clavando sus preciosos pechos nuevos en el mío y besó mi mejilla largo y húmedo.


- Gracias por todo, cariño.


- Está siendo todo un placer, Marta.


- Más de lo que pensabas, ¿verdad?.


- Mucho más.


La dejé pasar delante para poder ver al fin la grupa que le habían dejado. Si por el frente era algo espectacular, por detrás era algo digno de dioses. La rubia cabecita sobre el fino y terso cuello, la espalda moldeada, las nalgas prietas y duras apretadas una contra otra con su caminar cadencioso y al fin las largas y estilizadas piernas. No me perdí ni un detalle.


Las caras de estupefacción de los pocos clientes al ver entrar aquel monumento hubieran sido dignas de mención si no hubiera estado tan pendiente de mi abuela y me hubiera fijado en ellas. Se colgó de mi brazo para llegar hasta la barra apretando una de sus tetas contra mi bíceps.


Yo sabía que la camarera es bisexual. La había visto con chicos y chicas pero nunca había intentado ligar con ella. Además estaba con su reducido uniforme de trabajo, únicamente un microscópico short vaquero y en top less. Nos miraba entrar petrificada desde detrás del mostrador.


En ese momento era el hombre más dichoso del mundo. Eso sí, con la estaca como una piedra. Mientras pedía las copas a la camarera embobada por los evidentes encantos de mi abuela pude ver como los pocos clientes se habían quedado prendados de su figura.


La cabrona parecía que lo hacía adrede, sacaba el culo o se inclinaba ante la guapa camarera enseñándole el escote. Yo estaba algo celoso, tengo que admitirlo. Pero después de sus coqueteos siempre se giraba hacia mí y me hacía una caricia. Supongo que para mantener mi interés.


Algo que no necesitaba en absoluto. Ya me había cautivado desde que la vi acercarse al coche. No lo esperaba en absoluto pero de pronto las cosas empezaron a subir de nivel. Pegó su cuerpo al mío, cogió una de mis manos para que rodeara su estrecha cintura y me pareció que temblaba. La miré asombrado.


- Marta, ¿estás bien?.


No es que yo fuera don Juan Tenorio, pero alguna experiencia he tenido. Podía apreciar las perlas de sudor en su frente, el temblor de su pecho y los muslos muy frotándose uno contra otro. O estaba pillando la madre de todas las gripes, poco probable considerando de donde había salido, o estaba muy cachonda y apunto de tener un orgasmo.


- Mejor que hace muchos años, cariño. Todavía tendré que agradecerle a tu madre que te haya enviado.


Parecía todavía muy excitada cuando se colgó de mí cuello y metió la lengua en mi boca hasta casi alcanzar la campanilla. No me tengo por el más espabilado del mundo pero habiendo visto las señales previas correspondí al beso poniendo de mi parte todo el ansia y las ganas que llevaba acumuladas de todo el rato. Además de mis dos manos en su pétreo culo. La apreté contra mi pecho como si quisiera incrustarla en él.


- Abuela, ¿crees que esto está bien?.


- ¡Esta increíble! ¡Y llámame Marta!.


- Pero...


No me dejó terminar la frase sellando mis labios con un nuevo morreo de los que hacen época. Aproveché entonces para llevar una mano a su pecho y hacerme con una de sus tetas. El pezón parecía querer romper la tela. Aproveché para acariciarlo y retorcerlo suavemente entre dos dedos.


- Hacia mucho que no se sentía tan bien. Llévame a los sofás del fondo.


Era ella la que mandaba. Así que cogí su manita para guiarla hasta el final del local. A esa temprana hora solo otra pareja, dos chicos, se hacía arrumacos muy juntos en un sillón. Me dio un empujón que me hizo sentarme de golpe sobre los cojines.


Se subió sobre mis muslos a caballito. Mirándome de frente y directo a mis ojos. Yo podía perderme en esa mirada profunda y lasciva. No perdió un momento más y volvió a meter la lengua en mi boca.


Yo agarré su prieto culo con las manos que se deslizaron solas por debajo de la cortísima falda. No se que habrían hecho con su piel pero aquello era lo más suave que había tocado nunca. A la vez que duro y firme.


Con el dedo índice alcanzaba el ano por debajo del fino cordón de su prenda. El gemido que estaba a punto de soltar hizo que su lengua entrara más en mi boca a la vez que su abundante saliva.


Volvió a coger mi mano para llevar uno de mis dedos entre sus labios y ensalivarlo. Al oído mientras empezaba a lamer mi oreja me dijo:


- Sigue, mételo.


- A tus órdenes, preciosa.


Alagarla no me vendría mal. Los jugos que fluían de su xoxito habían calado el tanga y empezaban a humedecer mis panaderas. Justo donde mi durisima polla hacia presión en los labios de su vulva.


Como seguía lamiendo mi oreja y todo el lateral de mi cara tenía a la vista a nuestros vecinos. Ver como uno de ellos le sacaba la polla al otro y lo pajeaba suave la animó a seguir. Por entonces yo había metido la mano por dentro del tanga. Ya estaba abriendo su coñito con dos dedos y buscaba el clítoris.


Un escalofrío de placer recorrió su cuerpecito que temblaba sobre mis muslos. Pensé que se había corrido. Ella misma se abrió el escote, lo que no le costó nada por como estaba hecho el vestido, sacando las tetas a tomar el aire.


- Cómetelas.


Parece que cada cosa que le hacía le entusiasmaba. Al pasar la lengua por sus pezones sus gemidos llegaron a ser audibles para la otra pareja que nos sonreía.


- Quiero que me folles. Cariño. Quiero tu rabo.


- Sácamela. Es toda tuya, abu.


En ese momento no le molestó que volviera a recurrir a nuestro parentesco. Puede que hasta le diera más morbo. Metió una mano entre sus muslos buscando mi pubis. Con los nuevos tejidos y cierres de la ropa apenas tuvo que tirar de un broche para que mis pantalones y ropa interior se abrieran. La polla saltó sola hasta que el glande rozó el pequeño trozo de tela mojado que tapaba su coño.


Aparté el tanga y ella misma bajó la cadera. El glande fue abriendo los labios de la vulva y entrando en su ardiente interior. Otro fuerte suspiro alagó mi oído. Parece que no había perdido práctica con los años.


Por encima de su hombro podía ver como la camarera no pedía detalle. Nos miraba, a las dos parejas, con los ojos como platos y se pellizcaba un pezón. Podía ver el culo perfecto de mi abuela por que tenía el vestido recogido en la cintura. Aunque mis manos tapaban parte, yo le agarraba las nalgas de vez en cuando.


Marta se movía despacio, subiendo y bajando sobre mis muslos sin prisa. Sentía cada penetración larga y suave. Un horno húmedo que asprisionaba mi verga. Por supuesto mi boca no había abandonado sus tetas y besaba y lamia sus duros pezones. Apenas pude entender entre sus gemidos sus frases entrecortadas.


- No recuerdo haber tenido tantos orgasmos seguidos. Me encanta cielo, tu polla me viene como un guante.


Ella también pellizcaba mis pezones. O pasaba una mano por su espalda hasta alcanzar mis huevos y acariciarlos. Parecía magia como ella era capaz de excitarme y a la vez retrasar mi orgasmo para conseguir su propio placer. Paraba cuando yo estaba a punto de correrme y luego aceleraba y volvía a ponerme a punto del climax.


A nuestro lado uno de los dos chicos se había arrodillado entre los muslos del otro para comerle la polla. Aún así ambos giraban la cabeza a menudo para mirar la sensualidad de mi abuela. También la camarera con una mano entre sus propios muslos, la otra amasando una de sus tetas, los ojos vidriosos y los bonitos labios entreabiertos estaba cerca de su propio orgasmo.


Marta con una última fuerte convulsión de derramó sobre mí hombro respirando con fuerza. Podía notar el movimiento de su pecho intentando hacerse con aire apoyado en el mío. Sus labios aún podían recorrer mi cuello y su lengua lasciva humedecía mi piel.


Con un elegante movimiento bajó la falda y el vestido quedó tan arreglado como si acabara de salir de la caja. Se cerró el escote ocultando el precioso espectáculo de sus tetas a mis ojos y a los de todos los demás que estaban a nuestro alrededor. Aún así no estaba satisfecha. Ni yo me había corrido. Aunque tenía mi polla, huevos y todo el pubis mojado con sus jugos.


Así que se inclinó y empezó a deslizar su lengua juguetona por el glande. Ese fue el comienzo, pero siguió por el tronco, los testículos, mis muslos, la parte baja del vientre. Esa lengua me estaba volviendo loco. Recogía su propia humedad de mi piel be nuevos escalofríos de placer. Y al fin cuando volvía a tenerme a punto de la corrida se metió el capullo en la boca y dedico una mano a pajear el rabo y la otra a acariciar los huevos.


No dejó caer ni una gota de mi semen. Todo quedó en su boca y para terminar se pasó la lengua por los labios en un gesto completamente obsceno. También le guiñó un ojo a la camarera que se había corrido. Luego buscó mi boca para besarme con mi sabor en la lengua. Correspondí al beso con todas mis ganas, toda la lengua y mucha saliva.


Por fin, con ella más tranquila, conseguimos hablar.


- No te comas la cabeza cariño. Me ha encantado follar contigo y espero que lo repitamos. Te confieso que estás siendo uno de mis mejores amantes y he tenido unos cuantos.


Y lo decía tan tranquila, sin alterar el gesto lo más mínimo. Aunque yo tenía que admitir que había sido el mejor polvo de mi vida, de lejos, y eso que había tenido unos cuantos. Incluso con los mirones a nuestro alrededor o puede que ellos también ayudarán al morbo.


- Pero. ¿Ha sido por la rejuv?.


- Supongo que algo ha influido, pero desde luego me apetecía mucho pillar un chico joven tan guapo como tú. Debes tener una buena genética jejeje.


- Gracias, Marta. Desde luego eres una maravilla. Creo que me apetece mucho conocer mejor a mi abuela. Te he tenido muy descuidada.


- Yo también quiero conocer mejor al pervertidos preferido de mi nieto. Al menos a juzgar por estos sitios a los que vienes. Igual aún día podríamos invitar a la camarera o alguna otra amiga o amigo tuyo.


- Y a mí me tienes que contar más cosas de esos amantes y aventuras tuyas. Además ¿Así que también te gustan las mujeres?.









...





Aventuras de la abuela en el mar arábigo con las mujeres del jeque. Follando con todo el harén.








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