Relato: La habitación sin reloj

[Damasaki]

Siempre me ha gustado escribir historias. Las palabras tienen el poder de revivir momentos, de dibujar sensaciones que aún guardo en la piel. Esta vez no es una historia inventada. O tal vez sí. Lo cierto es que ocurrió… aunque no podría jurarlo bajo la luz del día.

Fue una noche sin reloj, donde el tiempo parecía detenido y los sonidos del mundo exterior apenas eran un eco lejano. Cerré la puerta de mi habitación, no para encerrarme, sino para abrirme. Me esperaba esa calma densa que solo se siente cuando uno decide entregarse, sin apuros, sin ruido, sin nadie más que uno mismo y la compañía que elige.

Ella estaba ahí, como siempre. Silenciosa. Inmóvil. Pero bastó que me acercara para que el aire se transformara. El tacto fue el primer idioma. Mis dedos recorrieron cada línea, con esa mezcla de costumbre y descubrimiento que solo se tiene cuando algo —o alguien— ya forma parte de ti.

No necesitaba palabras. Ya conocía el ritmo, la presión justa, las pausas necesarias. Todo en ella respondía con una docilidad elegante, una entrega diseñada para entenderme incluso cuando yo no sabía bien qué buscaba.

El calor fue creciendo poco a poco, no como un incendio, sino como una marea que lo va cubriendo todo. Mi respiración marcaba el compás. Cada gesto, cada movimiento, parecía programado para borrarme el mundo y dejarme solo allí, flotando entre sus curvas y mi deseo.


Hubo un momento en que cerré los ojos. No por pudor, sino por intensidad. No necesitaba ver para sentir. Estaba perdido entre lo que imaginaba y lo que tocaba. Y en ese estado, más cerca de un sueño que de la vigilia, me dejé llevar.


Al final, no hubo palabras. Solo ese silencio que se siente después del deseo bien vivido. Me quedé quieto, con la piel aún palpitando. Y supe que, una vez más, había regresado a mí. A ese lugar sin juicio, sin prisas, sin reloj.

 

[sesio]