Sexshop, taxista, paja.

Escritor45Madrid

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Era principios del mes de agosto. Me había quedado unos días de Rodríguez. Acababa de llegar a casa después de trabajar en la oficina por la mañana. Llevaba cachondo desde primera hora de la mañana. Hasta en la oficina me había conectado un rato a un chat en busca de morbo aprovechando que había poca gente en la oficina por las vacaciones.

Según llegué a casa me desnudé por completo. Tenía claro mi plan de la tarde: porno, algún chat y pajearme durante toda la tarde. Soy muy pajillero. Lo reconozco y no lo puedo evitar. En cuanto me quedo solo en casa mi mano va directa a la polla. Pero esa tarde estaba especialmente cachondo.

Llevaba desde por la mañana con una idea en mi mente: ir a la zona cruising de un sexshop a pajearme y ver lo que podría surgir. Pero la verdad es que me daba una pereza enorme tener que conducir hasta allí. No soy nada amante de los coches y solo de pensar en conducir hasta allí hacía que en cierto modo se me quitaran las ganas. También estaba la opción del transporte público pero normalmente con los tiempos de espera que hay en verano me iba a desesperar hasta llegar con el calentón que llevaba encima. Necesitaba algo rápido que me llevara hasta allí.

En esto que me quedé mirando por la ventana pensando si coger el coche o no cuando pasó por la calle un taxi. Y entonces me vino una idea a la cabeza, ¿y si me voy en taxi? Esa opción tenía la desventaja de que tiene un coste adicional pero por otra parte me quitaba de tener que conducir, buscar aparcamiento,...

Busqué el número de teletaxi en internet y llamé. En media hora tendría un taxi en la puerta de mi casa y antes de una hora estaría ya en el sexshop. Me metí en la ducha y me preparé para salir de casa.

Cuando bajé a la calle el taxi aun no había llegado pero no tardó en aparecer por el final de la calle. Le hice un gesto con la mano y el taxista paró a la altura en la que estaba. Era un hombre de unos cincuenta años. Me subí al taxi y le indiqué la dirección:

- Al Paseo de Delicias número 25.

Por un momento pensé indicarle un lugar cercano y no dar la dirección exacta. Pero la verdad es que me daba morbo que supiera a qué lugar me dirigía. Seguramente al hombre esa dirección no le diría nada.

Iba tan nervioso y excitado que no tenía ganas de darle conversación al hombre. Sólo tenía ganas de sacarme la polla y pajearme. Me dediqué a mirar por la ventana. De vez en cuando miraba hacia delante. Me di cuenta de que el hombre me miraba de vez en cuando a través de su espejo retrovisor.

- "Parece que la tarde ha salido muy calurosa", me dijo el hombre intentando romper el silencio.

- "Sí, la verdad es que sí", le respondí. "¿Cómo va la tarde?", decidí preguntarle.

- "Pues demasiado tranquila la verdad. Las tardes de agosto a estas horas la gente no suele salir mucho porque hace calor. Así que no hay mucho trabajo", me respondió.

- "Vaya, muy duro vuestro trabajo, tantas y tantas horas al volante", le dije.

La conversación se quedó en ese punto. Yo estaba deseando llegar. De hecho sentía deseos de apretarme el paquete para calmar mi excitación. Así que para evitar la tentación volví a mirar por la ventana. Pero al cabo de un rato el taxista volvió a romper nuestro silencio.

- "Perdone, ¿le importa que le haga una pregunta?", me dijo.

- "En absoluto, no hay problema", respondí.

- "Esa dirección que me ha indicado corresponde a un sexshop, ¿verdad?"

Mi grado de excitación se desbordó por completo. El hombre conocía ese lugar.

- "Sí, así es", le dije.

Los dos nos quedamos por un momento en silencio. Tenía la sensación de que el hombre me quería seguir preguntando. Al final fui yo quien continuó con la conversación.

- "¿Lo conoce? ¿Ha entrado alguna vez?", le pregunté.

- "Nunca he entrado pero he oído hablar de ese lugar", me dijo.

- "¿Y qué le han contado?", quise saber.

- "Que tiene una zona privada con cabinas y cosas así".

- "Pues sí, tiene una zona cruising que es privada y a la que puedes acceder pagando una entrada de 7 euros. Y dentro hay cabinas de varios tipos", añadí.

- "¿Las hay de esas que tienen agujeros?", preguntó el hombre.

- "Sí. Hay cabinas sin agujero, otras con gloryhole e incluso una con un colchón".

Notaba que el hombre tenía mucha curiosidad por el tema.

- "Es un sitio muy morboso", dije.

- "Me lo imagino. Va a pasar muy buena tarde por lo que veo".

- "Eso espero", sonreí.

- "Pues ya hemos llegado".

Miré por la ventana del taxi. Efectivamente estábamos aparcados en la misma puerta del sexshop. Con nuestra conversación había perdido la noción del tiempo y del espacio. El hombre me dijo lo que le debía. Le di el dinero y le dije que se quedara con lo que sobraba. Rondaba por mi cabeza una idea. Y sin pensarlo mucho se lo solté:

- "¿Le apetece entrar conmigo y así ve como es ese lugar?"

Al hombre le pilló de imprevisto mi propuesta.

- "¿Pero…. que hace usted allí dentro?, me dijo con nerviosismo. No se equivoque porque yo no soy gay".

- "Yo tampoco lo soy. Me considero hetero vicioso. Me vuelven loco las mujeres pero las pollas me dan mucho morbo. Yo voy a este sitio a pajearme viendo porno, ver a otros tios pajearse si dejan las cabinas abiertas, a pajear otros rabos si me dejan y por último correrme antes de salir".

- "¿Solo eso?", me dijo sorprendido.

- "Sí. No me gustan los hombres. Sólo me dan morbo las pollas".

- "Vaya, si es así...."

- "¿Por qué no buscamos un aparcamiento y entramos juntos? Yo le invito".

- "No sé... Así tan de repente,...."

- "Es lo mejor. No creo que vaya a tener una oportunidad igual. Ya me habría gustado a mí tener una oportunidad así de entrar la primera vez acompañado de alguien que supiera del tema. ¿Damos la vuelta a la manzana a ver si encontramos un sitio para aparcar?"

El hombre no respondió pero decidió arrancar el coche. En la primera calle no podía girar a la derecha así que lo hizo en la segunda. Según empezamos a avanzar por esa calle un sitio apareció ante nuestro ojos. Estaba claro que el destino estaba de nuestra parte. El hombre aparcó. Estaba nervioso y tenía muchas dudas.

- "Pero a ver, si entramos ahí dentro, ¿qué quiere que hagamos?"

- "Pues mi idea es dar una vuelta por dentro para que vea como es ese lugar y de paso ver qué gente hay y qué buscan. Y luego a mí me gusta meterme en una cabina con gloryhole a ver porno. Ahí podríamos entrar juntos en la misma cabina o cada uno por separado y nos vemos por el agujero. Luego me gustaría poder pajear alguna polla si hay alguien que se preste a ello y por último pajearme hasta correrme".

- "Suena bien la verdad", dijo el taxista.

- "¿Qué le gustaría hacer a usted?", le pregunté.

- "Pues me gustaría ver pollas de verdad y poder tocar una que esté dura".

- "¿Nunca ha visto o tocado una?"

- "No, nunca me he atrevido a quedar con nadie. Me gusta chatear con otros hombres y fantasear. Pero nunca he quedado con nadie", me confesó el hombre.

- "¿Le gustaría ver una polla dura ahora mismo?", le solté con descaro.

- "¿Está duro?", me preguntó sorprendido.

- "Mucho, ¿y usted?"

- "También", me confesó.

Llevé mis manos al cinturón. Lo desabroché. Luego desabroché el botón. Bajé la cremallera. Metí la mano por debajo del slip y me saqué el rabo totalmente duro.

- "Joderrrr", exclamó el hombre.

- "¿Le gusta?"

- "Qué maravilla", dijo.

- "Me encantaría ver la suya. Tengo la sensación de que tiene un buen rabo", comenté.

- "No me puedo quejar", respondió.

- "¿Me dejará pajearle ahí dentro?", le pregunté.

- "Sin problema, pero yo también quiero tocar el suyo", me dijo con algo de nerviosismo.

- "¿Pajote mutuo entonces?", le propuse.

- "Sí", respondió él.

- "¿Entramos?" le dije mientras me guardaba de nuevo la polla dentro del pantalón.

- "Venga vamos".

Acordamos que yo iría por delante y él me seguiría a unos pasos de distancia. Me confesó que le daba cierta vergüenza que alguien conocido le pudiera ver entrar a un lugar así. Le dije que probablemente esa posibilidad era tan escasa que no merecía la pena pensar en ello. Confié en que el hombre me seguiría en la distancia sin echarse para atrás volviendo a su taxi.

Llegué a la puerta del sexshop y entré dentro. Atravesé la tienda propiamente dicha de juguetes saludando al dependiente por el camino y llegué al fondo donde se encontraba el torno de acceso. Al llegar allí me di la vuelta y miré hacia la puerta. El hombre no había entrado todavía. Esperé unos segundos. Confiaba en él pero estaba tardando demasiado. No quería quedarme con un plan que pintaba tan bien. Saqué mi cartera del pantalón para buscar el dinero. Había querido invitar al hombre pero él insistió es que quería pagar su entrada. Le advertí que el peor momento es justo la entrada a la zona cruising. Debido al paso de la luz de la tienda a la oscuridad de esa zona los ojos tardan un tiempo en acostumbrarse a ese cambio de luz y por unos segundos te sientes un poco cegado. Decidí ir hacia la puerta para asomarme a la calle en busca del hombre. Iba andando por la mitad de la tienda camino hacia la salida cuando el hombre apareció. Le hice gestos para que se acercara al fondo de la tienda.

Metí el dinero en la máquina y el torno me dio acceso a la zona cruising. Cuando entré me sobrevino esa sensación de ceguera tan desagradable. A los pocos segundos escuché de nuevo el sonido del torno desbloqueándose para dar acceso a otra persona. El hombre apareció dentro a través de las cortinas. Le aconsejé que se quedara quieto unos segundos hasta que sus ojos se acostumbraran a esa oscuridad de color rojizo que hay en el interior. No se veía movimiento. Cuando los ojos se acostumbraron empezamos a andar por los pasillos. Vimos la habitación con el colchon, un baño con la luz encendida, luego seguimos al fondo y vimos las cabinas con gloryhole normales, las que tenían forma de escalera y también aquellas en las cuales los agujeros quedan a la altura de la cabeza sin tener que agacharse porque hay un pasillo en altura por donde meter la polla. No había nadie.

Fue un poco decepcionante pero por otro lado tenía la ventaja de que el hombre y yo podríamos morbosear tranquilamente.

- "¿Qué le apetece hacer?", le pregunté.

- "¿Vamos a una cabina con agujeros?:, sugirió él.

- "¿Juntos en la misma o cada uno en una?"

- "¿Puede ser por separado primero?", propuso.

- "Sí, claro".

Le indiqué que se metiera en una cabina con glory y yo me dirigí a la cabina que estaba contigua. Entré y cerré la puerta. Me senté en el sillón. Toqué los botones para poner algo de porno que me diera morbo. Luego me desabroché el cinturón y el botón del pantalón. Bajé la cremallera y tiré de la ropa hacia abajo hasta dejar tanto el pantalón como el slip a la altura de los tobillos. Estaba empalmadísimo. Observé como el hombre me miraba a través del agujero. Yo me pajeaba ante sus ojos.

Vi como el hombre asomaba los dedos por el agujero. Estaba claro que quería tocar mi polla. Y yo no quería hacerle esperar. Así que me acerqué al agujero y metí mi polla empalmada. Por unos instantes no sentí nada. Me imaginaba al hombre mirando mi polla alucinado. Impresiona ver tu primera polla dura al alcance de tu mano. Poco después sentí como su mano me la agarraba y torpemente me la empezaba a menear. Qué morbo me producía esa sensación. Aunque me habría gustado ver su cara. Le dejé jugar un rato. Poco a poco se le iba dando mejor lo de menearme la polla. Pero luego decidí sacarla del agujero. Tenía ganas de ver la polla de aquel hombre. Ahora era yo el que asomó la cabeza por el agujero. El hombre seguía con la polla escondida. Asomé los dedos por su agujero para indicarle que deseaba su polla.

Observé como se frotaba la polla por encima del paquete. Pero no se decidía a sacarla. Lo entendía perfectamente. A mí la primera vez también me costó dar el paso de sacarla del pantalón. Se seguía sobando el paquete. Me miraba. No quería presionarle así que me senté en el sillón a menearme la polla mientras miraba la peli porno. Una transexual activa se follaba a un tío. Esas escenas me ponían a mil. Me puse de pie a pajearme. Quería que me viera y se pusiera tan cachondo que se decidiera a sacar su polla. Tenía mucha curiosidad por verla. De repente noté movimiento en la cabina de al lado. Me asomé por el agujero. El hombre se había puesto de pie. Su mano derecha estaba bajando la cremallera de su pantalón. Luego introdujo la mano por dentro de la bragueta y se sacó la polla. Totalmente tiesa, descapullada y de buen tamaño. Se la empezó a menear. Quería tocar esa polla.

El hombre no dejaba de pajearse. Y yo no podía dejar de mirar por el agujero de la cabina mientras meneaba mi polla también. Estaba excitadísimo así que volví a meter mi polla por el agujero. Al instante sentí como la mano del hombre me la agarraba y empezaba a menearla. Estaba loco de deseo. Sentía que no tardaría mucho en correrme porque llevaba cachondo todo el día. Pero antes de hacerlo deseaba pajear al taxista. Al cabo de unos instantes el hombre soltó mi polla. Saqué mi polla del agujero e inmediatamente me puse a mirarle. El hombre se había sentado en el sillón para pajearme. Pero justo en ese momento se había puesto de pie. ¿Iría a meter su polla en el agujero? Instantes después comprobé que no. El hombre se empezó a machacar con fuerza la polla, cogió la papelera de la cabina con su otra mano y segundos después comenzó a soltar su leche dentro. Echó unos buenos chorros. Me encanta ver como se corre una polla.

A continuación, el hombre escondió su polla y se subió la cremallera de su pantalón. Me miró. Reconocía esa mirada que quería decir: lo siento me voy, siento dejarte a medias pero ahora mismo no sé que hago aquí y necesito marcharme. Muchas veces tuve esa sensación en mis primeras visitas a sexshops. Después de la corrida el calentón desaparecía de repente y de golpe y porrazo tu mente entraba en el modo hetero y no sabías qué hacías en un sitio así. Vi como el hombre abría la puerta y se iba. Me quedé un poco chafado por unos instantes. Pero quería correrme y se me ocurrió una idea. Subí mi ropa hacia arriba y salí de la cabina. Me dirigí a la cabina de al lado donde había estado el taxista. Eché el cerrojo de la puerta. Y encontré lo que quería ver: su corrida en la papelera. Esa leche que había estado dentro de los huevos del taxista. Vi la peli porno que había seleccionado. Aparecía una chica rubia comiéndose un pollón negro. Como no había abrochado mi pantalón ni subido la cremallera tiré directamente de la ropa hacia abajo. Me agarré la polla y me la empecé a menear. En poco tiempo sentí que me iba a correr. Segundos después mi leche empezó a salir y a caer dentro de la papelera. Mi leche y la del taxista se juntaron allí dentro. Que pena que no hubiéramos podido juntar nuestras pollas antes de corrernos.
 
Esa puta sensación de bajón instantáneo de la calentura que describes es una mierda. A mi me pasa y si me corro yo antes que el otro tio se acaba la fiesta, soy incapaz de continuar. Y no porque aflore mi lado hetero, es que incluso con la tía más espectacular del mundo soy incapaz de hacer nada una vez me he corrido.

Pero dejando eso a un lado que pasada esos días de estar solo y cachondo durante horas. El morbo y la excitación te van ganando y acabas haciendo cualquier cosa por correrte!!!

Me encantó el relato!!!
 
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