Siempre es Anna.

Marcos47

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-Sube.

Nunca he llevado bien el bochorno de esta ciudad en agosto. Es salir a la calle y a los 10 minutos estar sudando a chorros. No ayuda el que esté un poco por encima de mi peso, y menos aún que lleve caminando más de dos horas sin rumbo fijo cuando está cayendo un sol de justicia cerca de las dos de la tarde.

-No abre la puerta. - Respondo desde el telefonillo del portero automático. Estoy empujando la puerta del portal lo mas fuerte que puedo, pero no se mueve. Tampoco he escuchado el típico sonido "meeeeeeeeeeeee" cuando te abren la puerta del portal. Esta roto, pienso para mí.

Habíamos quedado a las 13:45. Y yo, con puntualidad británica, a esa hora estaba llamando a su piso. Suelo ser bastante impuntual, pero para ciertas cosas, mejor no serlo. Bastante tenso y nervioso me pone la situación, como para encima añadir los nervios y las prisas de la impuntualidad y del llegar tarde. Llegué a la zona una media hora antes, me dio tiempo a merodear por la calle, y a tomar un café con hielo en un bar cercano, desde el que podía observar el portal. No me gusta especialmente el café con hielo, pero es que no me gusta tomar nada en los bares. Llevo algo más de un año sin tomar alcohol, y tampoco me van los refrescos o zumos. Solamente entro a los bares para tomar un café con leche cuando salgo de casa por las mañanas y justo antes de entrar a trabajar. Pero, con un sol abrasador, una humedad sofocante, y estando además de vacaciones, una bebida caliente no es la mejor de las opciones. Un café con hielo no está mal, refresca y es poca cantidad, lo que es también importante cuando estás lejos de tu casa, pateando la ciudad sin rumbo fijo y con una vejiga que cada vez aguanta menos las ganas de mear. Me estoy acercando a los cincuenta, y los años parecen pesar como losas. Tengo que empezar a cambiar y cuidarme. De momento, soy consciente de ello y ya he hecho propósito de cambiar. El uno de enero del año que viene será la fecha marcada para iniciar el cambio. Procrastinación.

-Esta abierto, sube- Con el tono con el que pronunciaba esas palabras, no apetecía subir. Supongo que no era la primera vez que decía algo así, y se notaba cierto hastío de ser palabras que repite habitualmente. Yo empujé la puerta de la calle con fuerza, pero nada, no se abría. Estaba cerrada. El ultimo intento lo hice tan fuerte que me entró la paranoia de que iba a romper un cristal. Y a esa paranoia siguió otra de que los vecinos, el portero, los de las tiendas de alrededor todos vendrían hacia mí por haberme cargado la puerta. Y a esa paranoia le siguió otra porque evidentemente todos sabrían a qué iba allí y a qué piso estaba llamando.

El bar en el que estaba tomando el café con hielo era muy grande, pero estaba vacío, yo era el único cliente. El camarero era de algún país latinoamericano, y hacía todos los ademanes y movimientos de un profesional de la hostelería con estilo y clase. Sin embargo aquello no era el hotel Ritz, era un bar de barrio un tanto destartalado. Me senté en una de las mesas desde las que podía ver la calle y el portal al que quería ir. Me pregunto cuantos habían hecho lo mismo antes que yo. Saqué mi teléfono y revisé el Whatsapp y el foro para leer las últimas opiniones. Sus fotos me gustaban, pero nunca se sabe...

-No abre, no puedo- Dije, comprobando una vez mas que no había forma de abrir aquella puerta. Y cuando ya estaba prácticamente dispuesto a abandonar, lamentando una vez mas mi suerte, la puerta cedió. Empujé y se abrió por completo. Entre rápido, deseando que nadie me hubiera visto hacer el ridículo de semejante forma. Era en la última planta, así que cogí el único ascensor que tenía el edificio. Afortunadamente no me crucé con ningún vecino. Al salir del ascensor, una de las puertas del rellano se abrió lentamente, por lo que no tuve que buscar la letra del piso.

Era preciosa, las fotos no le hacían justicia. Casi tal alta como yo, eso sí con tacones, pero su cuerpo y sus piernas se veían muy estilizadas. Me recibió con un beso y un abrazo de bienvenida, ambos lentos, ambos cálidos. Pude ver, y sobre todo sentir, la tersura y firmeza de su piel. Piel de porcelana me atrevería a decir, pero no quiero caer en cursilería barata. Olía a vainilla. Intenté ser un caballero, pero no pude resistirme en ese primer abrazo a recorrer su espalda con mis manos, hasta llegar a su culo. Mi boca, mas bien mi nariz buscó su cuello, simplemente quería deleitar su aroma, y el cuello es uno de los mejores sitios para hacerlo. Ella, con un gesto totalmente natural y nada mecánico, acaricio y agarro mi erección por encima del pantalón, y mirándome a los ojos, sonriente, dijo "Hola"
 
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