ikarusulu
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"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia. Gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados. Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
¡Oh! Mierda es lo único que pude pensar cuando salí al otro lado del túnel. Esta vez si que alguien o algo la había cagado y mucho.
Estaba completamente desnuda encima de un altar rodeada por una multitud vestida a medias con algún tipo de burdas túnicas y taparrabos. En el medio de una gran plaza en una aldea o ciudad hecha de adobe y techos de cañizo.
Desde donde estaba no podía distinguir el tamaño real de la población. Pero por el número de la multitud no podía ser pequeña.
Las caras de espanto y sorpresa de las gentes de alrededor al verme aparecer entre los fuegos artificiales del túnel ocultaron mi sorpresa el tiempo suficiente para que me hiciera una idea de la situación. A estas alturas ya era bastante rápida identificando el lío en el que estaba metída cada vez.
La ciudad, por llamar de alguna forma a aquel conjunto de chozas, era muy primitiva a juzgar por mis escasos conocimientos de arqueología. Me daba pocas indicaciones sobre el lugar y el tiempo. Podía encontrarme en algún lugar de oriente medio o Anatolia, el creciente fértil. O puede que en época babilónica o Mesopotamia. Por lo que sabia en ese primer momento incluso Mesoamérica era una opción, solo si por allí había maiz claro.
Las estatuas de los dioses que flanqueaban el ara, una forma femenina y otra masculina estilizadas con los atributos sexuales muy potenciados tampoco es que me dieran muchas pistas. No había toros alados ni otras deidades que yo pudiera reconocer.
Mi primera intención fue salir corriendo en pelota picada y esconderme en algún rincón, pero con tal afluencia de fieles eso hubiera sido imposible. Me decidí por la segunda opción, ocupar el papelón de diosa que el túnel en su infinita sabiduría me había atribuido.
El sacerdote situado a dos pasos de mi y postrado por el terror de ver a su divinidad encarnada de repente, tenía unas anchas espaldas, una lacia melena negra y un un culo duro y bien formado que su escaso taparrabos me permitía ver. El tipo no estaba mal del todo, para ser un ejemplar del neolítico. Nunca llegué a quedarme con su nombre.
Entre la multitud algunas bellas muchachas apenas vestidas y algunos jóvenes que lucían agradables y musculosos cuerpos prometían algunos placeres mayores de los que la primera impresión daba. La verdad es que parecían gentes bien alimentadas y felices. Si de verdad estaba en el creciente fértil no debería extrañarme mucho.
Todo lo majestuosa que pude estando en pelota picada bajé del altar intentando no caerme en el irregular suelo de losas de piedra. Para impresionar a mis nuevos fieles proyectando la voz todo lo que pude me lancé a relatar todas las poesías que recordaba por orden cronológico.
De los romances que recordaba del instituto a Espronceda y Machado pasando por Bécquer. Segura de que no me iban a entender ni jota pues ellos hablarían algún arcaico dialecto del arameo.
Parecieron bastante impresionados con mi discurso pero he de admitir que ya estaban bastante asustados por mi espectacular aparición.
Desnuda como estaba, pero eso sí muy regia, conseguí atraer la atención del sacerdote y lograr que me escoltara al interior del templo. El tipo era bastante joven y atractivo, aunque no fuera información, algo podía sacar de él en esos primeros momentos aprovechando su estupefacción.
La construcción no era algo complicado, solo un rectángulo de piedra no muy bien tallada techado con madera. Amontonados junto a grandes vasijas de barro con grano, aceite y vino había otros tesoros como telas y tapices de seda y lino, probablemente lo mas fino que sus artesanos podían trabajar.
Incluso sobre una mesa algunas joyas y estatuillas de oro relucían a la luz de minúsculas lámparas de aceite. El local parecía tener funciones tanto de lugar de culto como de almacén de distribución para la comunidad.
Pero me di por conforme con tener un lugar discreto donde poder arrancarle al fulano el taparrabos y eso sí muy mayestáticamente, cabalgarlo sobre unos sacos de cereal hasta que se corrió para ganarme su apoyo incondicional.
No es que me importe que me vean follar. A todo se acostumbra una en esos viajes y el exhibicionismo es un placer como cualquier otro. No habría sido la primera vez que lo hacia en público. Ni en sitios más incómodos que un ara de piedra en medio de una plaza. Pero en aquel momento pensé que su diosa debía mantener cierto misterio.
La cara de alucinado que ponía por compartir los atributos de la divinidad habría merecido inmortalizarla en video pero no tenía como. Sinceramente el fulano aquel no parecía muy espabilado. Lo que en realidad me convenía si quería mantener mi papel.
No es que follando tuviera una gran técnica, pero como yo hice la mayor parte del trabajo no importó. Ya mejoraría con la practica. No se atrevió ni a tocar mis divinos senos. Y eso que me hubieran venido bien algunas caricias. Pero eso ya lo conseguiría.
Lo del depilado integral puede parecer raro, al fin y al cabo la mayoría de los víajes son a épocas y culturas en las que no existe esa costumbre o es técnicamente imposible que lo hagan aunque quisieran. Pero todo tiene su explicación. Aunque la organización me ha vacunado contra prácticamente cualquier cosa que pudiera pillar en esos viajes no hay forma de inmunizarse contra las ladillas, pulgas y bichejos similares. Y ya volví una vez con una importante cantidad de piojos, como para querer repetir la experiencia.
Lo primero que hice tras todo ese chusco episodio fue asegurarme los servicios de los jóvenes mas guapos y fuertes y de las chicas mas bonitas que pude encontrar. Después de hacer que se bañaran, dos o tres veces, por supuesto. Conseguí su fidelidad incondicional por el mismo medio que la del sacerdote.
Cuando una supuesta diosa te come el coño o la polla y te saca un par de orgasmos no hay forma de discutir. Pero mientras ellos no me llevaran la contraria estaba dispuesta a pasarlo bien con mi séquito. Y hacerles disfrutar a ellos.
La muchacha más linda de la aldea no se despegaba de mí. Era una belleza morena de ojos negros. La más valiente, fue la única que se atrevió a corresponder a mis atenciones sin miedo y sin cortarse un pelo. Además de valiente lista, cuando me fui de allí pensaba que era la única que se había dado cuenta de todo el montaje. Se hacía llamar Nadesh.
Con los nombres he intentado hacer una transcripción fonética lo más cercana posible a la pronunciación que ellos tenían. Pero no sé si he conseguido captar todos los matices. Solo conseguí aprender como un centenar de palabras del idioma. Pero con la infatigable escolta de Nadesh no me hizo falta mucho más. Ella atendía todas mis necesidades.
Cuando me la llevé al interior del templo y empecé a besarla un segundo después tenía su lengua dentro de mi boca. Aprendía rápido o puede que ya hubiera practicado con una amiga anteriormente. El caso es que con bastante reverencia me ayudó a librarme de la trasparente túnica de lino que llevaba puesta.
Creo que esa primera vez todavía pensaba en mí como en un ser sobrenatural. No tuve que pedirle nada. Aunque tampoco hubiera podido hacerlo más que con mímica. Ella solita empezó a besar y lamer mi piel, suave, despacio y lasciva. Del cuello y los hombros pasó a mis tetas.
Sabía como comer unos pezones, así que aquel no era su primer rodeo. ¿Esa chica era bisexual? O ¿estaba aprovechando mi presencia para satisfacer un gusto exclusivo por las mujeres?. Según fui conociendo más su cultura resultó que todos eran en mayor o menor medida bisexuales.
La lengua juguetona en mi vientre me hacía cosquillas. Pareció sorprenderse cuando llegó por fin a mi depillado y limpio pubis. Murmuró algo en su lengua sobre la que no aún no tenía tanto dominio como para entenderlo. Y sin más dilaciones clavo la húmeda entre mis labios buscando el clítoris.
La gente que pasaba cerca del recinto tuvo que oír mis jadeos y gritos y me importó un higo. En segundos me había conseguido el primer orgasmo de la tarde, al que siguieron muchas corridas. Parecía que Nadesh tenía sed de mis jugos. Pero ni siquiera se conformó. Clavó la lengua en mi ano y siguió hasta los pies.
Tenía que corresponder, desde luego que no se trataba de devolver el favor sino de que estaba deseando comermela. Volví a besar sus sensuales labios. Acariciaba su cuerpo con suavidad, la piel fina era como de melocotón. Cuando llegué a su coñito estaba chorreando. Tenía dos dedos pringados de su jugo y, lasciva se los llevó a la boca. No me daba descanso se puso a chuparlos como si fueran una polla.
Visto que si no me ponía firme me estaba comiendo el terreno. La tumbé sobre el lecho improvisado y separé sus torneados muslos. Me comí ese bollito hasta que le conseguí media docena de orgasmos. Le di la vuelta y le estuve lamiendo el culo hasta que se corrió otras seis veces. Parece que con eso se tranquilizó bastante.
Pero así fue como conseguí mi mejor adepta. No se despegaba de mí ni siquiera cuando estaba follando con otras personas. Así despertó mi vena exhibicionista en aquel lejano pasado. Desde luego también solía participar.
Pensando en que me iba a pasar una temporada entre neolíticos tuve que habilitar el templo como mi residencia habitual, lo que no fue un gran problema.
Apenas con reordenar los enseres que ya había allí me hice con un sitio cómodo donde vivir los días que pasara en ese primitivo lugar. Las enormes estatuas no molestaban mucho. Alfombras finamente tejidas, sedas, linos, formaron un lecho cómodo donde poder follar con mis fieles.
Fue Nadesh la que me presentó a otro de mis principales seguidores. Como todavía no había conseguido captar los matices más sutiles del arameo nunca llegué a saber si se trataba de su primo o hermanastro. Desde luego eran familia. Pero tenía muy claro que esos dos se llevaban demasiado bien incluso antes de mi llegada.
Aakeem era un mozo que me sacaba a mi casi diez centímetros y yo era la más alta de por allí hasta que apareció él. Una impresionante colección de músculos rodeando unos huesos muy bien formados. No en vano era de la familia de Nadesh.
Al principio se ofreció como guardaespaldas aunque por allí nadie parecía querer hacerme daño. Todos estaban muy impresionados con mi aparición entre luces y ruidos extraños como para pensar en otra cosa que adorarme. Aún así se pasó un par de días siguiéndome armado con un garrote capaz de disuadir a cualquiera con malas intenciones.
Aakeem pronto pasó a ser más íntimo. Era evidente el deseo que se veía en sus ojos cada vez que me miraba. Nadesh no tenía celos sino que le divertía tener a su familiar pendiente hasta de mis más mínimos deseos.
Ya me miraba con ojos de cordero degollado aún antes de acariciar su agraciado rostro. Solo tuve que recorrer su barbilla con la yema de los dedos para que viniera detrás de mí al fondo del templo. Ella nos seguía con una sonrisa lasciva dispuesta a librarse de su fina túnica a la primera provocación.
Le había instruido bien. El chico estaba bien limpio. Puede que ella misma le hubiera lavado, fregado y untado sus duros músculos con aceite aromático. El taparrabos cayó sobre mis alfombras con un leve tirón.
Aakeem estaba bien armado, lástima de la poblada mata de pelo negro que rodeaba la base y cubría los testículos. La polla en sí recta, sin circuncidar y con las venas marcadas era de las más bonitas que había visto.
Nadesh tuvo que darle un último empujón, literalmente, que lo arrojó en mis brazos. Mientras ella dejaba caer su túnica al lado del taparrabos de su hermanastro. Agarré las nalgas del chico que parecían talladas en la misma piedra de sus estatuas. Ella se pegó a su espalda atrapando mis manos con su pubis.
- Desnúdame.
Aún teniendo a Aakeem entre las dos soltó el broche de mi túnica que se deslizó al suelo solo con un suspiro de telas ligeras. El mozo no sabía donde mirar ni donde poner las manos, así que las notaba por toda mi piel.
Su polla dura como una piedra estaba atrapada entre nuestros cuerpos. Yo podía notar el glande casi entre mis tetas. Así que una cubana era una buena opción. Solo con inclinarme un poco me la puse entre los pechos y Nadesh se ocupó de apretarlos. Suavemente empecé a moverme. No quería que se corriera pronto. Tenía que disfrutar del chico.
Con la lengua y los labios alcanzaba el glande. Parecía que disfrutaba de esas caricias. Su hermana se estaba frotando con la espalda. La duras tetas clavadas en sus riñones, pero claro que no se conformó. Fue bajando lamiendo y besando por la línea de la columna, por los dorsales hasta mordisquear las pétreas nalgas.
Mientras yo le chupaba los huevos ella le abrió el culo y empezó a buscar el ano con su lengua de viciosa. Eso le puso la polla aún más dura por la que subí con mi lengua hasta meterme el glande en la boca como un caramelo, enorme y muy duro. Entre las dos le estábamos haciendo gemir y jadear.
Desde luego no quería que se corriera sin metérmela. Así que lo tumbé en mi improvisado lecho y me subí sobre él para cabalgarlo. Nadesh no pensaba perderse su parte así que puso su coñito sobre la cara de Aakeem que de inmediato se puso a comerlo.
- ¡Oh! Mi diosa.
La chica se agarró a mis tetas como si fueran un flotador en un mar embravecido a la vez que buscaba mi boca con la misma ansia que la primera vez que nos besamos. Su lengua entró en mi boca compartiendo nuestras salivas.
Ya no paré de mover la cadera hasta que el chico se corrió en mi interior. Yo ya había tenido mis orgasmos y seguro que Nadesh también. Menos mal que llevo un Diu. No me hubiera gustado volver embarazada de un chico del neolítico por muy bueno que estuviera.
Esos dos eran un par de pervertidos. Los días que estuve en aquella ciudad fueron los encargados de traerle a su diosa los mejores ejemplares para follar y disfrutar. Menos mal que las paredes no hablan por si algún arqueólogo ha encontrado los restos de ese templo.
Luego pude mejorar algo la vida de aquellas gentes sin gran esfuerzo y eso sin introducir técnicas demasiado modernas. Empezando por la higiene, construyeron, siguiendo mis instrucciones, unos baños primitivos pero prácticos.
Unas tablillas de barro o cera sirvieron para enseñarles una forma sencilla de escritura cuneiforme y mejorar sus matemáticas. Y hasta conseguí variar un poco sus limitadas recetas de cocina.
Algo de ayuda con el sistema de riego y la invención de un carro algo más efectivo que los pesados armatostes de que ellos disponían. Cosas prácticas, todas ellas surgieron en ese periodo de la historia y en esa zona geográfica.
Buena cagada habría montado si en realidad estuviera en América y les hubiera enseñado el uso de la rueda. Vale, no había maiz por ninguna parte, solo trigo, cebada, centeno, lino y avena, además de un montón de caballos, burros y mulas.
Aunque suponía que el tunel no me permiría fastidiar demasiado la continuidad espacio temporal, pero eso no era mas que una hipotesis. En otras épocas y con otros personajes históricos nada parecía haber cambiado cuando volvía a casa y a mi época.
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"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia. Gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados. Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
¡Oh! Mierda es lo único que pude pensar cuando salí al otro lado del túnel. Esta vez si que alguien o algo la había cagado y mucho.
Estaba completamente desnuda encima de un altar rodeada por una multitud vestida a medias con algún tipo de burdas túnicas y taparrabos. En el medio de una gran plaza en una aldea o ciudad hecha de adobe y techos de cañizo.
Desde donde estaba no podía distinguir el tamaño real de la población. Pero por el número de la multitud no podía ser pequeña.
Las caras de espanto y sorpresa de las gentes de alrededor al verme aparecer entre los fuegos artificiales del túnel ocultaron mi sorpresa el tiempo suficiente para que me hiciera una idea de la situación. A estas alturas ya era bastante rápida identificando el lío en el que estaba metída cada vez.
La ciudad, por llamar de alguna forma a aquel conjunto de chozas, era muy primitiva a juzgar por mis escasos conocimientos de arqueología. Me daba pocas indicaciones sobre el lugar y el tiempo. Podía encontrarme en algún lugar de oriente medio o Anatolia, el creciente fértil. O puede que en época babilónica o Mesopotamia. Por lo que sabia en ese primer momento incluso Mesoamérica era una opción, solo si por allí había maiz claro.
Las estatuas de los dioses que flanqueaban el ara, una forma femenina y otra masculina estilizadas con los atributos sexuales muy potenciados tampoco es que me dieran muchas pistas. No había toros alados ni otras deidades que yo pudiera reconocer.
Mi primera intención fue salir corriendo en pelota picada y esconderme en algún rincón, pero con tal afluencia de fieles eso hubiera sido imposible. Me decidí por la segunda opción, ocupar el papelón de diosa que el túnel en su infinita sabiduría me había atribuido.
El sacerdote situado a dos pasos de mi y postrado por el terror de ver a su divinidad encarnada de repente, tenía unas anchas espaldas, una lacia melena negra y un un culo duro y bien formado que su escaso taparrabos me permitía ver. El tipo no estaba mal del todo, para ser un ejemplar del neolítico. Nunca llegué a quedarme con su nombre.
Entre la multitud algunas bellas muchachas apenas vestidas y algunos jóvenes que lucían agradables y musculosos cuerpos prometían algunos placeres mayores de los que la primera impresión daba. La verdad es que parecían gentes bien alimentadas y felices. Si de verdad estaba en el creciente fértil no debería extrañarme mucho.
Todo lo majestuosa que pude estando en pelota picada bajé del altar intentando no caerme en el irregular suelo de losas de piedra. Para impresionar a mis nuevos fieles proyectando la voz todo lo que pude me lancé a relatar todas las poesías que recordaba por orden cronológico.
De los romances que recordaba del instituto a Espronceda y Machado pasando por Bécquer. Segura de que no me iban a entender ni jota pues ellos hablarían algún arcaico dialecto del arameo.
Parecieron bastante impresionados con mi discurso pero he de admitir que ya estaban bastante asustados por mi espectacular aparición.
Desnuda como estaba, pero eso sí muy regia, conseguí atraer la atención del sacerdote y lograr que me escoltara al interior del templo. El tipo era bastante joven y atractivo, aunque no fuera información, algo podía sacar de él en esos primeros momentos aprovechando su estupefacción.
La construcción no era algo complicado, solo un rectángulo de piedra no muy bien tallada techado con madera. Amontonados junto a grandes vasijas de barro con grano, aceite y vino había otros tesoros como telas y tapices de seda y lino, probablemente lo mas fino que sus artesanos podían trabajar.
Incluso sobre una mesa algunas joyas y estatuillas de oro relucían a la luz de minúsculas lámparas de aceite. El local parecía tener funciones tanto de lugar de culto como de almacén de distribución para la comunidad.
Pero me di por conforme con tener un lugar discreto donde poder arrancarle al fulano el taparrabos y eso sí muy mayestáticamente, cabalgarlo sobre unos sacos de cereal hasta que se corrió para ganarme su apoyo incondicional.
No es que me importe que me vean follar. A todo se acostumbra una en esos viajes y el exhibicionismo es un placer como cualquier otro. No habría sido la primera vez que lo hacia en público. Ni en sitios más incómodos que un ara de piedra en medio de una plaza. Pero en aquel momento pensé que su diosa debía mantener cierto misterio.
La cara de alucinado que ponía por compartir los atributos de la divinidad habría merecido inmortalizarla en video pero no tenía como. Sinceramente el fulano aquel no parecía muy espabilado. Lo que en realidad me convenía si quería mantener mi papel.
No es que follando tuviera una gran técnica, pero como yo hice la mayor parte del trabajo no importó. Ya mejoraría con la practica. No se atrevió ni a tocar mis divinos senos. Y eso que me hubieran venido bien algunas caricias. Pero eso ya lo conseguiría.
Lo del depilado integral puede parecer raro, al fin y al cabo la mayoría de los víajes son a épocas y culturas en las que no existe esa costumbre o es técnicamente imposible que lo hagan aunque quisieran. Pero todo tiene su explicación. Aunque la organización me ha vacunado contra prácticamente cualquier cosa que pudiera pillar en esos viajes no hay forma de inmunizarse contra las ladillas, pulgas y bichejos similares. Y ya volví una vez con una importante cantidad de piojos, como para querer repetir la experiencia.
Lo primero que hice tras todo ese chusco episodio fue asegurarme los servicios de los jóvenes mas guapos y fuertes y de las chicas mas bonitas que pude encontrar. Después de hacer que se bañaran, dos o tres veces, por supuesto. Conseguí su fidelidad incondicional por el mismo medio que la del sacerdote.
Cuando una supuesta diosa te come el coño o la polla y te saca un par de orgasmos no hay forma de discutir. Pero mientras ellos no me llevaran la contraria estaba dispuesta a pasarlo bien con mi séquito. Y hacerles disfrutar a ellos.
La muchacha más linda de la aldea no se despegaba de mí. Era una belleza morena de ojos negros. La más valiente, fue la única que se atrevió a corresponder a mis atenciones sin miedo y sin cortarse un pelo. Además de valiente lista, cuando me fui de allí pensaba que era la única que se había dado cuenta de todo el montaje. Se hacía llamar Nadesh.
Con los nombres he intentado hacer una transcripción fonética lo más cercana posible a la pronunciación que ellos tenían. Pero no sé si he conseguido captar todos los matices. Solo conseguí aprender como un centenar de palabras del idioma. Pero con la infatigable escolta de Nadesh no me hizo falta mucho más. Ella atendía todas mis necesidades.
Cuando me la llevé al interior del templo y empecé a besarla un segundo después tenía su lengua dentro de mi boca. Aprendía rápido o puede que ya hubiera practicado con una amiga anteriormente. El caso es que con bastante reverencia me ayudó a librarme de la trasparente túnica de lino que llevaba puesta.
Creo que esa primera vez todavía pensaba en mí como en un ser sobrenatural. No tuve que pedirle nada. Aunque tampoco hubiera podido hacerlo más que con mímica. Ella solita empezó a besar y lamer mi piel, suave, despacio y lasciva. Del cuello y los hombros pasó a mis tetas.
Sabía como comer unos pezones, así que aquel no era su primer rodeo. ¿Esa chica era bisexual? O ¿estaba aprovechando mi presencia para satisfacer un gusto exclusivo por las mujeres?. Según fui conociendo más su cultura resultó que todos eran en mayor o menor medida bisexuales.
La lengua juguetona en mi vientre me hacía cosquillas. Pareció sorprenderse cuando llegó por fin a mi depillado y limpio pubis. Murmuró algo en su lengua sobre la que no aún no tenía tanto dominio como para entenderlo. Y sin más dilaciones clavo la húmeda entre mis labios buscando el clítoris.
La gente que pasaba cerca del recinto tuvo que oír mis jadeos y gritos y me importó un higo. En segundos me había conseguido el primer orgasmo de la tarde, al que siguieron muchas corridas. Parecía que Nadesh tenía sed de mis jugos. Pero ni siquiera se conformó. Clavó la lengua en mi ano y siguió hasta los pies.
Tenía que corresponder, desde luego que no se trataba de devolver el favor sino de que estaba deseando comermela. Volví a besar sus sensuales labios. Acariciaba su cuerpo con suavidad, la piel fina era como de melocotón. Cuando llegué a su coñito estaba chorreando. Tenía dos dedos pringados de su jugo y, lasciva se los llevó a la boca. No me daba descanso se puso a chuparlos como si fueran una polla.
Visto que si no me ponía firme me estaba comiendo el terreno. La tumbé sobre el lecho improvisado y separé sus torneados muslos. Me comí ese bollito hasta que le conseguí media docena de orgasmos. Le di la vuelta y le estuve lamiendo el culo hasta que se corrió otras seis veces. Parece que con eso se tranquilizó bastante.
Pero así fue como conseguí mi mejor adepta. No se despegaba de mí ni siquiera cuando estaba follando con otras personas. Así despertó mi vena exhibicionista en aquel lejano pasado. Desde luego también solía participar.
Pensando en que me iba a pasar una temporada entre neolíticos tuve que habilitar el templo como mi residencia habitual, lo que no fue un gran problema.
Apenas con reordenar los enseres que ya había allí me hice con un sitio cómodo donde vivir los días que pasara en ese primitivo lugar. Las enormes estatuas no molestaban mucho. Alfombras finamente tejidas, sedas, linos, formaron un lecho cómodo donde poder follar con mis fieles.
Fue Nadesh la que me presentó a otro de mis principales seguidores. Como todavía no había conseguido captar los matices más sutiles del arameo nunca llegué a saber si se trataba de su primo o hermanastro. Desde luego eran familia. Pero tenía muy claro que esos dos se llevaban demasiado bien incluso antes de mi llegada.
Aakeem era un mozo que me sacaba a mi casi diez centímetros y yo era la más alta de por allí hasta que apareció él. Una impresionante colección de músculos rodeando unos huesos muy bien formados. No en vano era de la familia de Nadesh.
Al principio se ofreció como guardaespaldas aunque por allí nadie parecía querer hacerme daño. Todos estaban muy impresionados con mi aparición entre luces y ruidos extraños como para pensar en otra cosa que adorarme. Aún así se pasó un par de días siguiéndome armado con un garrote capaz de disuadir a cualquiera con malas intenciones.
Aakeem pronto pasó a ser más íntimo. Era evidente el deseo que se veía en sus ojos cada vez que me miraba. Nadesh no tenía celos sino que le divertía tener a su familiar pendiente hasta de mis más mínimos deseos.
Ya me miraba con ojos de cordero degollado aún antes de acariciar su agraciado rostro. Solo tuve que recorrer su barbilla con la yema de los dedos para que viniera detrás de mí al fondo del templo. Ella nos seguía con una sonrisa lasciva dispuesta a librarse de su fina túnica a la primera provocación.
Le había instruido bien. El chico estaba bien limpio. Puede que ella misma le hubiera lavado, fregado y untado sus duros músculos con aceite aromático. El taparrabos cayó sobre mis alfombras con un leve tirón.
Aakeem estaba bien armado, lástima de la poblada mata de pelo negro que rodeaba la base y cubría los testículos. La polla en sí recta, sin circuncidar y con las venas marcadas era de las más bonitas que había visto.
Nadesh tuvo que darle un último empujón, literalmente, que lo arrojó en mis brazos. Mientras ella dejaba caer su túnica al lado del taparrabos de su hermanastro. Agarré las nalgas del chico que parecían talladas en la misma piedra de sus estatuas. Ella se pegó a su espalda atrapando mis manos con su pubis.
- Desnúdame.
Aún teniendo a Aakeem entre las dos soltó el broche de mi túnica que se deslizó al suelo solo con un suspiro de telas ligeras. El mozo no sabía donde mirar ni donde poner las manos, así que las notaba por toda mi piel.
Su polla dura como una piedra estaba atrapada entre nuestros cuerpos. Yo podía notar el glande casi entre mis tetas. Así que una cubana era una buena opción. Solo con inclinarme un poco me la puse entre los pechos y Nadesh se ocupó de apretarlos. Suavemente empecé a moverme. No quería que se corriera pronto. Tenía que disfrutar del chico.
Con la lengua y los labios alcanzaba el glande. Parecía que disfrutaba de esas caricias. Su hermana se estaba frotando con la espalda. La duras tetas clavadas en sus riñones, pero claro que no se conformó. Fue bajando lamiendo y besando por la línea de la columna, por los dorsales hasta mordisquear las pétreas nalgas.
Mientras yo le chupaba los huevos ella le abrió el culo y empezó a buscar el ano con su lengua de viciosa. Eso le puso la polla aún más dura por la que subí con mi lengua hasta meterme el glande en la boca como un caramelo, enorme y muy duro. Entre las dos le estábamos haciendo gemir y jadear.
Desde luego no quería que se corriera sin metérmela. Así que lo tumbé en mi improvisado lecho y me subí sobre él para cabalgarlo. Nadesh no pensaba perderse su parte así que puso su coñito sobre la cara de Aakeem que de inmediato se puso a comerlo.
- ¡Oh! Mi diosa.
La chica se agarró a mis tetas como si fueran un flotador en un mar embravecido a la vez que buscaba mi boca con la misma ansia que la primera vez que nos besamos. Su lengua entró en mi boca compartiendo nuestras salivas.
Ya no paré de mover la cadera hasta que el chico se corrió en mi interior. Yo ya había tenido mis orgasmos y seguro que Nadesh también. Menos mal que llevo un Diu. No me hubiera gustado volver embarazada de un chico del neolítico por muy bueno que estuviera.
Esos dos eran un par de pervertidos. Los días que estuve en aquella ciudad fueron los encargados de traerle a su diosa los mejores ejemplares para follar y disfrutar. Menos mal que las paredes no hablan por si algún arqueólogo ha encontrado los restos de ese templo.
Luego pude mejorar algo la vida de aquellas gentes sin gran esfuerzo y eso sin introducir técnicas demasiado modernas. Empezando por la higiene, construyeron, siguiendo mis instrucciones, unos baños primitivos pero prácticos.
Unas tablillas de barro o cera sirvieron para enseñarles una forma sencilla de escritura cuneiforme y mejorar sus matemáticas. Y hasta conseguí variar un poco sus limitadas recetas de cocina.
Algo de ayuda con el sistema de riego y la invención de un carro algo más efectivo que los pesados armatostes de que ellos disponían. Cosas prácticas, todas ellas surgieron en ese periodo de la historia y en esa zona geográfica.
Buena cagada habría montado si en realidad estuviera en América y les hubiera enseñado el uso de la rueda. Vale, no había maiz por ninguna parte, solo trigo, cebada, centeno, lino y avena, además de un montón de caballos, burros y mulas.
Aunque suponía que el tunel no me permiría fastidiar demasiado la continuidad espacio temporal, pero eso no era mas que una hipotesis. En otras épocas y con otros personajes históricos nada parecía haber cambiado cuando volvía a casa y a mi época.
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