Doy por hecho q muchos habéis tenido una relación de este tipo y me gustaría conocer vuestras experiencias tanto masculinas como femeninas. Y por supuesto sin limitarlas a la mera relación sexual sino a cómo os conocisteis, quien empezó, como os comunicabais, donde os encontrabais, como fue la primera vez, q diferencia notabais con vuestra relación formal, quién y cómo finalizó, etc. por cierto, disculpad la redacción y las faltas de ortografía por cuanto escribo de desde el móvil. Saludos!
Te comparto mi relación con mi amante el zapatero, ya que te interesa tanto conocer las experiencias
De como pasó por mi vida, un amante, casado, y dueño de una zapatería que se mostró un gran fetichista .
Cuando a mi marido se le ocurrió que debía comprarme unas botas de puta, -así las llamó- (pero me refiero a esas botas altas tan sexys, que sobrepasan la rodilla), nos pusimos en campaña para buscar unas que fueran de su agrado, lo que -al principio- se volvió una tarea dificil.
Las que había para la venta, no eran de mi agrado ni del gusto de mi esposo, así que en un lugar nos dijeron que había alguien que hacía botas de medida, un señor dueño de una importante zapatería que había sido zapatero artesanal, y que ahora podía hacer botas a pedido.
Era verdad, y hasta era increíble que alguien que era poseedor de un comercio tan importante en mi ciudad se tomara el trabajo de confeccionar ese tipo de botas y por encargue, aunque no pasó mucho tiempo en que pude descubrir el porgué.
Llegué a la zapatería y pedí hablar con el gerente, o sea, con este señor que me habían recomendado, quien amablemente salió de su despacho y con la mayor corrección se dirigió a mi, lo que me impresionó gratamente.
Era un señor maduro, pasados los 60’ aunque muy bien llevados y que a pesar de sus años, seguía siendo guapo, o al menos elegante.
Me hizo pasar a su escritorio, y con tanta amabilidad y deferencia que en ese momento hasta temí que estuviese confundido y creyera que yo era alguna compradora mayorista que viniera a proponerle un jugoso negocio, así que rápidamente le expliqué que me habían dicho que el confeccionaba ese tipo de botas y que apenas quería que me confeccionara un modesto par.
Para mi agrado este señor se mostró feliz de complacerme, me dijo que, efectivamente, había dado con la persona indicada, que hacia botas, a medida, y que si yo las quería diferentes, o por encima de la rodilla, no tenía problema en confeccionarlas aunque, cuando intenté hablar del precio este hombre respondía con evasivas, como “¿ y que precio le pondría usted a una obra de arte?, o “sus pies son joyas que se merecen un bello estuche”.
Le expliqué que era lo que yo quería, o -mejor dicho- lo que mi esposo quería, era evidente que era todo un profesional, con muchos años en el oficio, y al ver mi disposición a poner mis pies en sus manos ( valga el juego de palabras) me pidió que me quitara los zapatos para tomar las medidas de mis pies.
Para eso, y demostrando una gran profesionalidad, llamó a una de las empleadas de su comercio y le pidió que trajera varios pares de zapatos de una determinada horma.
Mientras la empleada regresaba me explicó que era para usar el zapato como modelo para confeccionar la parte del pie de la bota, y efectivamente, luego de probarme algunos zapatos,
decidí por cuales eran los mas cómodos y en esos tomaría el modelo para mis botas.
La misma empleada que trajo los zapatos, fue la encargada de medir la circunferencia de mis pantorrillas y mis muslos hasta donde llegarían las botas, y la altura por encima de la rodilla.
Una vez mas le pregunté por el precio, y una vez mas me contestó con evasivas, -pero- como las botas finalmente las pagaría mi marido dejé que el problema del precio lo resolviera él.
Una semana despues, recibo la llamada de una de las empleadas del comercio indicándome que las botas estaban prontas y que podía pasar a buscarlas.
Solo que, para probarme las botas, me pedían que fuera de shorts o de falda, ya que si concurría de pantalones, tendría dificultades para ver si las botas se ajustaban correctamente a mis piernas.
Esa misma tarde y vistiendo unos shorts y unos tenis mi hice presente en la zapatería y fui atendida por el señor que sonriente y satisfecho me extendió un par de bellisimas botas de fragante cuero negro.
-”pruébeselas” -me dijo-
Cuando me voy a quitar los tenis para probármelas, el hombre, -gentilmente- se arrodilla y comienza a desatar los cordones, de mis zapatos yo me sentí un poco incómoda pero noté el agrado con el que lo hacía, casi de una forma ceremoniosa, me senté en un puff y el hombre comenzó a calzarme las botas con la misma parsimonia con la que me había quitado los tenis…
-”pongase de pie” -me dijo- “y camine con las botas a ver si las siente cómodas..”
Lo hice y efectivamente eran perfectas, diría que eran como un guante a mis pies.
-Usted interpretó de maravilla mi deseo y el de mi marido, le dije, son dos obras de arte estas botas.
Luego de haber dicho esto me acordé de las palabras del zapatero y entendí la metáfora.
-Cuanto le debo, le dije…. Preparándome para escuchar una cifra exorbitante.
-”hagamos lo siguiente”, -dijo-
Úselas durante una semana y si luego de ese tiempo no le nota ninguna incomodidad hablamos del precio.
Agradecida por la confianza, y la convicción de que yo regresaría a pagarle las botas me retiré del comercio, aunque a esas alturas con una relativa desconfianza de las intenciones de ese hombre.
¿ sería que pretendía cambiar el valor de las botas por sexo ?
Era una posibilidad, pero, movida por una curiosidad morbosa decidí seguirle el juego, claro que luego de consultarle a mi marido, que también intuyó que seguramente este señor habría pensado que si yo usaba ese tipo de botas, era una “dama de la noche” o sea una prostituta y que no tendría inconvenientes en “pagar” aquellas bellas botas con un poco de sexo.
No había pasado una semana, -plazo acordado para probar la comodidad de las botas- cuando un sábado de mañana recibo una llamada del señor de la zapatería.
-”Señora Mariana, espero no incomodarla con mi llamada pero desde su visita a mi comercio usted no ha pasado desapercibida para mi,” -dijo-
-”Es mas, no puedo disimular el desasosiego que su persona me provoca y es por eso que me he tomado el atrevimiento de llamarla y decirle que las botas que le he confeccionado con todo mi amor, quiero que las tome como un obsequio, es mas, recíbalas como una ofrenda a su belleza de mujer potente”
-Tanta poesía, me conmovió, tanta educación, tanto decoro, aquel hombre era un romántico empedernido.
-”Señora Mariana, si usted me hace el obsequio de aceptar mi humilde presente a su belleza, me sentiría muy honrado si usted pasara hoy por mi comercio a retirar un par de sandalias que yo creo serán el perfecto complemento para esos pies tan bellos que usted tan bien sabe llevar.
-Vaya !! -pensé- ese hombre no solo me obsequia las botas sino que tambien ahora me quiere dar un par de sandalias.
-Claro !! -le dije- me encantaría, solo dígame como debo hacer para reunirme con usted.
-”Mi comercio lo cierro a la una de la tarde, ya que los sábados trabajamos hasta el mediodía,
“ de pronto usted podría llegar unos minutos antes de cerrar, ya que ahí estaré desocupado.
Y así fue.
Diez minutos antes de la una de la tarde estaba en el comercio de este señor, quien salió a recibirme con un brillo de felicidad en su mirada.
-”Señora Mariana, que grato es ver su luminosa presencia en este local !!” exclamó
Le dijo a las empleadas que se podían retirar, que él cerraría el comercio y así lo hizo, me pidió que aguardara en el salón, mientras el bajaba las cortinas metálicas.
El y yo quedamos a solas en el salón, en penumbras y en silencio.
En ese momento me di cuenta del lio en el que estaba metida.
A estas alturas esperaba que ese hombre se lanzara sobre mi e intentara tomarme por la fuerza o que me declarase su amor incondicional, aunque él sabía que yo estaba casada, eso nunca ha sido algo que detenga a un hombre cuando desea a una mujer, pero no ocurrió ni una cosa ni la otra.
Una vez cerrado el comercio, me invitó a pasar a su despacho, y sentarme en su recibidor.
Con una sonrisa en el rostro, trajo una caja con una increíbles sandalias doradas, con tacón de aguja y se arrodilló frente a mi, y una vez mas y sin siquiera pedirme para hacerlo comenzó a desatar y a quitarme los tenis.
Su respiración se sentía agitada, era evidente que mis pies le excitaban.
Y fue así que cuando me quitó los tenis, no pudo evitar acariciar mis pies.
-”Tienes los pies frios,” -me dijo-
Si me dejas masajearlos me sentiría tremendamente feliz de hacerlo.
Y sin esperar respuesta -y aún de rodillas frente a mi- comenzó a masajear mis pies y a frotarlos con sus manos,
-”tienes unos pies hermosos, increíblemente blancos y suaves” -dijo- con voz temblorosa.
Yo sonreía e intentaba relajarme, hasta que en un determinado momento el hombre se inclinó hacia adelante e intentó besar mis pies.
Yo di un salto en mi asiento, no por desagrado sino porque sentía cosquillas, de hecho mi marido había besado y lamido mis pies mil veces mientras hacemos el amor asi que estaba acostumbrada a la caricia pero no me acostumbro a las cosquillas.
-Me haces cosquillas le dije…
-”perdón, mi diosa” -exclamó-
Retirando las sandalias de la caja, las colocó en mis pies mientras me contemplaba con un aire de adoración.
Era evidente que ese hombre me deseaba y mucho, así que sin miramientos le dije.
-Dime la verdad, cuando te encargué las botas, pensaste que yo era una puta ?
Quedó rojo, y me miró negando con la cabeza,
-”por favor hermosa dama, como había yo de pensar que es usted algo así…”
Entonces redoblé la apuesta y le pregunté a boca de jarro.
¿ quieres acostarte conmigo, es eso ???
Pero, para mi sorpresa, y con cara de horror el hombre levantó sus manos y exclamó.
-”No no!! claro que no, soy apenas un humilde admirador de tamaña belleza”.
-Solo quieres tocar mis pies, entonces -le dije- con tono de fastidio.
-”Pues, si usted mi hiciera el obsequio de lucir estos zapatos, y nada mas que los zapatos, me haría tremendamente feliz y satisfecho”
¿ solo de zapatos, y nada mas ? Le pregunté intuyendo lo que significaba su pedido.
-Eso, eso, -me dijo-, apenas de zapatos, sin nada, sin nada mas…
-Solo de zapatos, desnuda y de zapatos, le increpé
-”eso, eso mi diosa” respondió con voz temblorosa.
Era imposible negarme a lo que ese hombre me pedía, era extraño, y provocante a la vez.
Señalando una puerta me dice:
-”metete al baño, desnúdate y sal apenas con las sandalias, dejame adorarte como la diosa que eres..”
La tensión erótica del ambiente se podría cortar con un cuchillo, yo estaba ahí, a solas con un hombre que ya podía haberme tomado por la fuerza, y que sin embargo se mostraba sumiso y hasta derrotado frente a mi sexualidad, aunque a esas altura solo pensé que no había traído condones y no creía que ese hombre los tuviera en su comercio así que complacerlo en caso de que me pidiera sexo sería algo complicado al menos que él fuera hasta la farmacia y comprase preservativos.
Cuando salí del baño, ya desnuda y con apenas las sandalias, el hombre se había quitado los pantalones y los calzoncillos, y sujetaba su sexo en semi erección, así que pensé que al menos podría hacerle sexo oral, si eso le alcanzaba pero sexo sin condón con un desconocido no era ninguna opción.
Me acerqué a él, intenté tomar su sexo con mi mano, pero el se alejó y exclamó
-”Solo camina, camina por el salon amor mio..” -me dijo-
Le di el gusto y desnuda y de sandalias caminaba por entre las góndolas y vitrinas mientras el hombre se comenzó a masturbar mientras me seguía con la mirada.
-”no pares, por favor, no pares” me decia
Yo estaba fascinada con la situación,
Intenté acercarme, pero él me rechazaba, se alejaba de mí, y mientras con una mano se tocaba, con la otra me hacia señas de que siguiera deambulando por el salon.
-”ven aquí, ahora rápido, -dijo en un momento-
Me aproximé a él con paso sensual, y el hombre se arrodilla frente a mi sin parar de masturbarse con ruidosos geminos eyacula sobre mis pies en sandalias.
Se abrazó de mis piernas, agitado, y extenuado mientras sacudia las últimas gotas de su semen.
Le acaricié el cabello, mientras el seguía de rodillas frente a mí, levantó su mirada de gratitud y con una sonrisa, me dijo un “gracias”.
¿ era todo ?
En ese momento, pareció reaccionar, miró la hora y se incorporó de forma súbita.
Se limpió el semen de su sexo, con un paño, y comenzó a vestirse rápidamente.
-”Te tienes que ír, estoy atrasado para llegar a casa”
Ahora parecía en pánico, agitaba la mano como diciendo “date prisa”
Con el dedo índice frente a sus labios como pidiendo silencio me dijo:
-”por favor, te lo suplico, voy a hacer una llamada telefónica, te pido absoluto silencio, voy a llamar a mi esposa, y no quiero que escuche que estoy con una mujer.
-Hice el gesto de que mi boca estaba sellada, y el levantó el telefono del comercio marcó un número y cuando le atendieron dijo…
“-amor, ya voy para ahí, me retrasé porque no me cerraban algunos números, pero ya estoy saliendo.
Mientras yo me vestía me explicó que su esposa era una mujer tremendamente celosa, tan controladora que le obligaba a llamarla desde el número de su comercio en el momento de cerrar, para que ella pudiera controlar el tiempo que demoraba en llegar a su casa.
No podía llamarla desde el movil, si él estaba en el comercio debia llamarla desde el telefono del comercio.
Su rutina era controlada y medida, de su casa al comercio y del comercio a su casa, y con el tiempo cronometrado, para que no pudiera desviarse camino a casa.
Mismo así, este hombre se las había ingeniado para burlar el control de su esposa, y con mi complicidad, tener un encuentro en el corto tiempo que lleva cerrar el comercio y cerrar los libros contables.
Me compadecí de ese hombre tan bueno, y tan tierno, que lo único que buscaba era un poco de placer y morbo, una satisfacción a su fetichismo por los pies femeninos y por los zapatos de tacón.
Y -cuando llegué a casa con las sandalias- mi esposo no podía creer mi relato, y toda la peripecia que había vivido apenas para que al final ese hombre se conformara con regar su semen sobre mis pies.
El lunes, a la tarde, recibo una llamada, y era de nuevo ese hombre, que a estas alturas de mi relato no me atrevo a identificar ni siquiera por su nombre de pila, ya que temo que puedan identificarlo dado que hay pocas zapaterías importantes en mi ciudad y en la industria todos se conocen.
Pero tampoco importa su nombre, lo importante es que ahora este hombre ya había ganado mas confianza conmigo, y cuando le atendí, se sentía dichoso de que yo hubiese aceptado de buen grado complacer sus gustos tan particulares y para decirme que -si yo no tenía reparos- al sábado siguientes podíamos repetir el encuentro que el sería muy generoso conmigo como yo lo había sido con él.
Mismo sabiendo que el sábado siguiente yo iría a su encuentro, no dejaba pasar oportunidad de telefonearme, me llamaba para contarme sobre su aburrida vida sexual, para contarme de su esposa que nunca le había hecho sexo oral, y que decía que el sexo anal era “una porquería”
Asi que estimulada por esas confesiones, -y para provocarlo- yo le decía que -en mi caso- adoraba que me dieran sexo anal, y que disfrutaba de hacerle oral a los hombres hasta que lograr que estallen en mi boca.
Eran conversaciones excitantes, yo procuraba estimularlo con mis palabras y el tono de mi voz,
y él disfrutaba de algo diferente, algo que ni yo ni el imaginábamos podía llegar a ocurrir.
Aunque me percataba que a veces mis palabras lo dejaban un poco abrumado, casi avergonzado de que yo fuera tan lanzada y él -en cambio- era a veces tan “correcto” conmigo.
Su llamada se repitió el martes, y el miercoles, y el jueves y el viernes, como preparación para nuestro encuentro,
Finalmente llegó otro sábado.
Llegué al comercio, pasada la una, ya se habían retirado las empleadas.
El levantó la cortina metálica y me hizo entrar de forma sigilosa, a estas alturas ya actuábamos como amantes.
-”¿ Que le dijiste a tu esposo ?” -me preguntó-
“ ¿ será que sospecha algo ?
“ no quiero perjudicarte .
En ese momento, me cayó la ficha de que este hombre, estaba convencido de que yo me había “escapado” de mi mi esposo para encontrarme con él.
Y así fue durante el tiempo que duró nuestra relación, le tuve convencido de que nuestros encuentros eran clandestinos y a escondidas de mi marido.
Me di cuenta que -con eso- él se sentía “especial”, no creo que hubiese entendido que esas “escapadas” yo las hacía con la complacencia de mi esposo, y hasta con su complicidad ya que era él que escogía hasta que ropa interior debía llevar para encontrarme con mi extraño amante.
Esta vez los zapatos eran una “manolas” importadas, las había encargado a una zapatería de Argentina, una vez mas, se conformó con que yo me desnudase y camine por el salon usando esos zapatos, y una vez mas apenas se masturbó y terminó sobre mis pies.
Irritada le dije….
“esto siempre será así ??
“ no me vas a besar, no me vas a tocar ??
“ me estoy sintiendo usada !!
Entre lágrimas este hombre me dijo que su esposa, que -por lo visto era un monstruo de celos-
olia su ropa para detectar el olor o el perfume de alguna mujer…
Si nos tocábamos el temía que su esposa detectara mi perfume en su cuerpo o en su ropa.
Realmente este hombre vivía su propio infierno.
Le pregunté que perfume usaba,
-”POLO, -respondió- “Polo de Ralph Lauren”
“pero no quiero que me regales nada -dijo-
-No es para regalarte un perfume -tonto- le dije.
Es para USARLO YO, y así, durante nuestros encuentros, si tu mujer detecta algun perfume que yo te pueda dejar en tu cuerpo, será el mismo que usas tú….
-Que inteligente eres, me dijo, con cara de asombro,
si usas el mismo perfume que yo….
Y, a propósito, -le dije-
Ahora que tenemos mas confianza, dime la verdad,
pero la verdad verdadera, -le increpé-
Cuando nos conocimos, de veras no pensaste que si yo te habia encargado esas botas era una puta?
Me miró con ternura y me dijo:
-”nunca usaría esa palabra contigo…”
-Pues yo quiero que la uses, -le dije- en tono desafiante.
A ver, dime “puta”
-”no puedo” dijo.
Sus ojos se llenaron de lagrimas,
-”te quiero demasiado” -musitó-
Irritada, o al menos fingiendo irritación, le dije.
“pues, si no me dices Puta, te juro que nunca mas me verás la cara, ni el culo”
“a ver, reflexiona…
“como crees que se le llama a una mujer que hace lo que yo estoy haciendo ….”
amor..
“soy puta para tí y por tí, y no lo valoras….”
“le estoy poniendo los cuernos a mi marido y lo hago por tí….”
“y no te percatas que soy TU PUTA !!!
Vamos, -le dije- susurrame al oído, “eres mi puta” quiero oirlo de tu boca.
Casi haciendo un esfuerzo sobrehumano acercó sus labios a mi oreja y susurró “eres mi puta”
Intenté besarlo, pero me rechazó….
-”Por favor, -dijo- tu labial puede delatarme con mi esposa.!!
Arruinaste el momento !!! le grité y le dí una bofetada.
Reaccionó sorprendido y asustado.
Tantas precauciones eran irritantes.
Y así fue, y durante casi dos años, sabado a sabado tenía mi encuentro semanal con mi amante, el zapatero que -en cada encuentro- me obsequiaba un par de sandalias, unos zapatos sexys o unas botas.
Poco a poco se fue sintiendo mas confiado, y comprendió que yo también tenía mis necesidades, que mi sexualidad no era conservadora como la de su esposa.
Nos hacíamos el amor sobre la alfombra del comercio o sobre un sofá que hizo comprar con la excusa de que las clientas podian esperar ahi mas cómodas mientras traían los zapatos del depósito.
Pero siempre, siempre que hacíamos el amor, debía yo ponerme en alguna posición que le permitiera besar, lamer y chupar mis pies, esa era su mayor dicha y obsequiarme zapatos, muchos zapatos a cual de todos mas sexy.
Y poco a poco intentaba hacer que fuera mas relajado en su conducta sexual.
Lo “exprimía” de tanto sexo oral que le hacía y usando un condón, le permitía darme sexo anal, no usaba labial para poder besarlo y que no quedaran rastros, pero por nada del mundo quería darme sexo oral, porque decía que si su esposa lo besaba podia sentir que su boca había estado en mi vagina, lo mismo el sexo vaginal puesd temía el olor de mis fluidos corporales pudiera delatarlo con su esposa, y no podía ducharse porque si llegaba a casa duchado sería delatado.
Así yo tomaba cuidados para que mi presencia no fuera detectada por la esposa de este hombre.
Y siempre mi amante tomando mil precauciones para “cuidarme” y evitar que mi marido pudiera desconfiar que yo tenía un amante.
Es que mi amante era un hombre muy tierno, muy dulce, empalagosamente dulce.
Creo que esa su forma de ser, era vista por su esposa como un signo de debilidad.
Necesitaba que reaccionara, pretendía dar una vuelta a su personalidad sumisa a ver si así su mujer lo respetaba un poco.
Pero parecía no comprender mis necesidades ni mis expectativas.
Tanto que en un momento le dije que yo necesitaba sentirme mujer, sentir que él era mi macho alfa y yo era su puta.
Pareció no entender…
-”quiero sentirme mujer contigo…”
Como seguía sin intender le dije:
Abofeteame !!
Por Dios, !!! -exclamó- no me pidas eso
Le pedí entonces que me diera nalgadas, pero él se negó rotundamente argumentando que podía dejarme marcas que me delataran con mi marido.
Mi amante no tenía arreglo !!!
Era divertido incluso para mi esposo, pues este señor hacía que llamara a mi casa una de sus empleadas, todo por si atendía mi esposo que no fuera a detectar que era un hombre que me llamaba.
Es mas, la empleada tenía la orden de -en caso de que la atendiera mi esposo- debía decir:
-”para la Señora Mariana, que pase por la zapatería que los zapatos que encargó estan prontos…”
Tal era el “código” que habíamos acordado con mi amante para que -supuestamente- mi esposo nunca sospechara de nada, claro que mi marido estaba al tanto de todos los pormenores, de mis encuentros, simplemente porque había sido imposible para mí ocultar tantos pares de zapatos, botas y sandalias que yo llevaba a casa todas las semanas, y las largas y calientes conversaciones que teníamos en el teléfono.
Hoy, en la distancia, creo que me habría enamorado un poquito de ese hombre tan tierno y sensible.
Creo que si yo no hubiera estado casada, y él no hubiese estado casado, podíamos haber sido una linda pareja, -pese a la diferencia de edades- en especial porque yo disfrutaba siendo su “chica fetiche” y haciendo realidad sus fantasías.
Una vez le pregunté porqué no se divorciaba de esa mujer tan controladora, porque no volaba hacia la libertad.
Su explicación, fue mas dramática aún, es que su esposa era la dueña de todo, de la casa, del comercio, del coche, y hasta de las cuentas bancarias con el dinero de la empresa.
Si él la dejaba, quedaba en la calle, y con mas de 60 años nadie le daría trabajo.
Y como justificaba la cantidad de zapatos que me obsequiaba ??
Quien pagaba las decenas de pares de zapatos que me obsequió ?
Como hacía para que su mujer no detectara que en el inventario faltaba mercadería y no había ingresado el dinero.
La respuesta era simple, esos zapatos ERAN MUESTRAS, muestras que los fabricantes le enviaban y que el pedía específicamente para mis pies, y que luego, con la compra de miles de pares de zapatos, esas muestras llegaban sin cargo y no tenía que rendir cuentas de su destino en el stock. mercadería.
Un dia me llamó todo compungido,
Con voz sombría me dijo que no podíamos vernos mas.
Que su esposa, de alguna manera había descubierto lo nuestro y que había recibido una bronca muy dura y la amenaza de ser expulsado de su casa y despedido del cargo de gerente del comercio.
Recibí con pena su mensaje.
Le tenía mucho cariño,
y nunca estuvo en mi ánimo perjudicarlo ni arruinar su matrimonio.
Ya pasaron muchos años y mismo así, aún tengo muchos pares de zapatos, tantos, que muchos aún estan sin usar, en sus cajas, cada par representa un encuentro clandestino, y el bello recuerdo de mi amante el zapatero que era fetichista de mis pies y de los zapatos de tacón.
A veces paso frente al comercio y me gustaría volver a verlo, aunque sea de lejos.
Pero no me perdonaría si arruino su matrimonio.
Solo me queda el sentimiento de que -de pronto- fui la única alegría que ese hombre tuvo en su vida en medio de una condenación a convivir con una mujer dominante y controladora, que era incapaz de interpretar sus necesidades eróticas, y lo condenó a una vida sexual monótona y aburrida.
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