Corelli
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Historia basada en confesiones reales.
Tenía 18 años cuando conocí a Marisol. Durante ese tiempo, yo era un pandillero. Era un miembro desde los trece años y siempre estaba metido en problemas. Marisol era una chica de iglesia. Mi abuela me arrastraba a misa los domingos y cuando la vi, para mí fue amor a primera vista. Le pedí a mi primo Gael, quien era amigo suyo, que nos presentara, pero él se negó. No quería que me metiera con ella. No quería "arruinarla". ¿Alguna vez has conocido a una chica que te impulsa a querer ser mejor persona para poder estar con ella? Esa era ella.
Cuando descubrí que iba a la iglesia casi todos los días, pasaba el rato cerca de los escalones hablando con ella. Siempre la acompañaba de ida y vuelta a la iglesia. Ella me hacía sentir que no era un desecho. Una cosa llevó a la otra y comenzamos a salir, y me sentía genial. Durante un año y medio me alejé de la vida de pandillas, obtuve mi certificado del bachillerato, empecé a ir regularmente a la iglesia y pensaba en el futuro, cuando sin quererlo, me volvieron a arrastrar de vuelta.
Estaba en una tienda y me encontré con alguien con quien solía tener problemas. Estaban hablando mal de mí y traté de ignorarlo, les juro que lo intenté. Solo dejé que hablaran y me alejé, pero luego me atacaron por la espalda y perdí el control, les di una paliza. Me arrestaron y de repente parecía que todo lo que había hecho para mejorar mi vida había desaparecido. Marisol estaba furiosa conmigo, mi abuela seguía recordando mis errores del pasado y mi primo me decía que sabía que no iba a cambiar. Mi defensor público vio que estaba intentando mejorar y por la gracia de Dios, me dejaron en libertad después de un mes en prisión. A pesar de estar enojada conmigo, Marisol me visitaba casi todos los días. Un mes después de salir, me enteré de que iba a ser padre y no quería que mi hijo tuviera un padre muerto o en la cárcel.
Nos casamos rápidamente, fui a una escuela de oficios para convertirme en mecánico y trabajé duro por mi futura familia. Cuando Luna nació, fue casi el peor día de mi vida. Marisol no dejaba de sangrar. Entró en estado de shock y tuvieron que hacerle una histerectomía doble. Estuvo en el hospital durante meses y Luna se convirtió en mi mundo. Quería que su vida fuera la mejor, quería darle el mundo. Cuando Marisol fue dada de alta, le prometí que nuestra hija tendría una vida mucho mejor que la nuestra y durante años cumplí esa promesa.
Ahorré suficiente dinero para mudarnos a los suburbios, nos convertimos en propietarios de una vivienda, fui líder de un grupo de niñas exploradoras en el que se encontraba mi hija, sí, fue difícil para mí asumir esa nueva realidad. Me aseguré de que Luna fuera a una escuela privada, de que supiera cómo defenderse y siempre me aseguré de ser el esposo perfecto. No conocía a mis padres. No tuve un modelo masculino positivo en mi vida, así que no sabía cómo lucía una relación saludable... pero eso es mentira, los padres de la televisión fueron mis modelos masculinos y los imité, imité el matrimonio que tenían en la televisión.
Conforme pasaban los años, tuve mi propio taller, mi primo se convirtió en pastor, mi abuela seguía siendo una molestia, mi relación con mi esposa era más fuerte que nunca, pero Luna... Luna me odiaba. Desde que cumplió trece años, simplemente empezó a odiarme. No quería que la abrazara. Rodaba los ojos cada vez que le decía que la amaba. Me ignoraba cuando le preguntaba sobre su día en la escuela. Me dolía y Marisol lo veía. Me dijo que era una adolescente y que simplemente debía dejarlo pasar. Que volvería a mí. Así estuvimos durante dos años. Así que, para sus quinceaños, quise hacerlo a lo grande. Le conseguí todo lo que quería y aun así fue irrespetuosa y por un momento el antiguo yo estuvo a punto de salir para ponerla en su lugar, pero en lugar de eso, fui a ver a mi primo. desahogué mi frustración y dudas sobre ser un buen padre y él me dijo que la dejara ser y rezó por mí.
—No sé en que me estoy equivocando —miraba desconsoladamente al suelo.
—No te preocupes. Seguro es una de esas etapas rebeldes de la adolescencia. Ya verás que se la pasará —decía Gael.
Quería hacer una presentación de diapositivas para el baile padre-hija. Tenía un montón de fotos nuestras juntos, pero me di cuenta de que no tenía ninguna foto reciente. Ella no quería tomarse ninguna. La última vez que tenía fotos de ella y yo sonriendo juntos fue en su cumpleaños número trece y esas estaban en la Tablet rota de mi hija. Tomé esa tablet, fui a una tienda de reparación y pagué sin importar el costo. Necesitaba arreglar esa tablet. Después de un día y trescientos dólares, el técnico la arregló y yo estaba feliz. Conocía su contraseña, pero nunca me molesté en invadir su privacidad. Solo quería esas fotos y cuando abrí la tablet, miré la galería y ahí estaban. Mi niñita, sonriendo y feliz de estar conmigo. Me sentí genial. Luego aparecieron los mensajes instantáneos. Era mi hija hablando con mi esposa.
Era un largo intercambio de mensajes en el que ella decía que no quería bailar conmigo en el baile padre-hija y eso realmente me dolió. Salí del chat sin querer saber más de su conversación. Iba a guardar la tablet cuando me llamo la atención un chat que tenía con mi primo, Gael. Sabía que se llevaban bien, incluso sería su padrino en la ceremonia de confirmación en la iglesia. Hablaban con cierta frecuencia. Al irme a los mensajes más recientes, me entere que Marisol y mi hija irían a comer con Gael al salir de la iglesia. Recordé entonces que mi esposa me había dicho que comenzaría a ir a la iglesia con Luna para practicar antes de la ceremonia, pero nunca me comentó que mi primo iría con ellas.
A la mañana siguiente no abrí el taller. Mi curiosidad me decía que encontraría algo si seguía a Marisol y Luna. Esperé afuera en una plaza su salida. Tardaron alrededor de una hora en salir. Luego los salí a un local de comida que estaba cerca de por ahí. Se les veía alegres, mi hija disfrutaba más de la compañía de Gael que la mía. Cuando terminaron de comer se fueron en el coche de mi primo y yo los seguí en un taxi. Estacionaron en la casa de mi abuela, donde mi primo solo se bajó a saludar y se fue.
Algo no me cuadraba en todo esto, así que tampoco abrí el taller el día siguiente. Esta vez nadie llegó a la iglesia. Mi hija como ya era costumbre, no contestaba las llamadas. El celular de mi esposa estaba fuera de línea. Fui rápidamente a la casa de mi abuela. No vi ningún coche aparcado, creí que tampoco estaban ahí, hasta que vi salir a Rodrigo, quién era el pretendiente de mi hija y su futuro chambelán.
—Oye, Rodrigo —lo saludé cuando cruzó la calle.
—Sr. Gonzalo, un gusto verlo —me extendió la mano formalmente.
—¿Vienes de visitar a mi hija?
—Sí, así es. Estuvimos practicando el baile.
—¿Viste a su madre?
—¿A la señorita Marisol? —me miró extrañado —No la vi. Según recuerdo, Luna me dijo que fue a checar lo del vestido para sus quinceaños. ¿Todo bien sr. Gonzalo?
—Todo bien chico. Me tengo que ir.
Volví a marcar a mi esposa, pero su celular seguía fuera de línea. Tenía el celular descargado, eso o está en un lugar donde la conexión no es muy buena.
Conduje hasta las afueras de la ciudad hasta ver a las ovejas caminar por esos pastos semi áridos. Ese olor tan característico del ganado ya llegaba a mi nariz. Estacioné mi coche cerca y caminé hasta divisar la casa de mi primo; caminé hacia ella sin llamar a nadie. Aunque la puerta estaba cerrada, las ventanas no, y al acercarme, los vi de perfil. Estaban hablando.
—Tienes que convencer a Luna de que haga las paces con Gonzalo. Ni siquiera quiere bailar con Gonzalo después de todo lo que ha hecho por sus quinceaños.
—Tu esposo solo está pagando el karma por todo el mal que ha hecho.
—Y dale con eso. Él ya es otro hombre, ha cambiado para bien.
—Conozco a los sinvergüenzas como él. En el fondo siguen siendo la misma escoria.
—¡No hables así de mi esposo!
Saqué mi celular con cuidado y lo puse en modo silencio. Empecé a grabar la situación en caso de que pasara a mayores.
—No te hagas la hipócrita defendiéndolo, Marisol —dijo acercándose a ella— No después de lo que le has hecho —Gael tomo de la cintura a mi esposa.
—Quítame las manos… vine a que hablaras con Luna —se apartó de él.
—Luna tiene derecho a decidir. Ya está grandecita.
—Lo que pasa es que le has lavado el cerebro —se cruzaba de brazos mi esposa.
—No, no. Lo que en verdad pasa es que yo soy su verdadero pa…
—¡No lo menciones! —Marisol lo interrumpía molesta.
—Yo siempre he estado para ti Marisol. Desde que nos conocimos siempre he cuidado de ti, incluso cuando elegiste a Gonzalo sobre mí. ¿Recuerdas cuando lo metieron a la cárcel? ¿Quién estuvo consolándote cuando encerraron a ese idiota? ¡Yo Marisol!, ¡siempre he estado para ti!, ¡yo soy el padre de esa niña y yo debería bailar junto a ella!
Hubo un silencio. Sentí que mi corazón se detuvo al escuchar eso, me mareé, se me secó la boca y necesité sentarme por unos momentos.
—¿Quieres que convenza a Luna para que haga las paces con Gonzalo? Lo haré, pero yo también quiero algo.
—¿A que te refieres?
La mirada de mi primo iba de abajo hacia arriba examinando el cuerpo de mi mujer.
—No Gael. Es un error, jamás volverá a pasar —dijo tajante mi esposa.
—Sería una lastima que tu marido sepa nuestro pequeño secretito —mi primo la miraba con una sonrisa burlona.
—Por favor Gael… cuanto más piensas seguir chantajeándome con eso.
—¿Chantajear? Lo haces sonar como si no lo disfrutarás —Gael la tomaba del mentón.
La otra mano de mi primo fue hasta su culo. Acercó su cara para buscar el roce con sus labios, pero Marisol se apartó.
—Sabes que podríamos ser una familia. Luna estaría maravillada de que dejarás a Gonzalo.
Mi mujer miraba al suelo pensativa, como si analizara esa opción.
Lo siguiente que vi fue a Gael arrinconando a mi esposa contra la pared intentado besarla.
—No Gael… para —Marisol apartaba la cara.
Las manos de mi primo recorrían el cuerpo de mi esposa mientras le besaba el cuello. Marisol intentaba empujarlo inútilmente, no era tan fuerte o quizás no hacía mucha resistencia. Gael volvió a buscar sus labios y esta vez sí fue correspondido. La tomó de su cintura y la levantó un poco recargándola por la pared para tenerla de cara a cara. Marisol lo encerró con sus piernas mientras las manos de mi primo la tomaban por el culo.
Estuvieron un tiempo así hasta que se separaron un poco para desvestirse. Los carnosos labios de mi esposa habían perdido ese tono rojo tan fuerte que habían tenido antes de besarse. Gael desabrochó su blusa sudada y así lo hizo con su sujetador cuando salió a la vista. Ahí estaban las tetas de mi mujer, algo caídas por el peso de los años y con sus pezones erectos apuntando hacia otro hombre.
Me aparte un poco para tomar algo de aire y procesar todas las emociones que estaba sintiendo. Me volví a asomar grabando un nuevo video.
Marisol tenía su cara mirando hacia la pared, apoyándose con sus manos hacia esta. Sacaba el culo para dárselo a él. Mi primo pasaba lengua por todo el coño de mi mujer, quien volteaba a verlo con cara sonrojada y unos ojos lascivos que querían más de lo que estaban viendo.
—Ufff sí, así —resoplaba Marisol.
Gael se puso de pie. Le dio unas sacudidas a su polla hasta ponerla firme. Con tan solo meter la punta el cuerpo de mi esposa se estremeció. La tomó de las caderas y empezó su ida y vuelta marcando el ritmo; cuando mi esposa se acostumbró, ella se movía de adelante hacia atrás haciendo armonía con sus movimientos.
—Joder nena. Tengo que parar que si no me vengo.
—No pares… ya casi me vengo —la cara de Marisol era irreconocible.
Mi esposa movía su coño buscando la penetración con su polla, cuando lo hizo, comenzó a moverse ella sola, usando a mi primo como un consolador.
—Y tú que te negabas… si ya conozco lo deseosa que eres de polla —mi primo sonreía triunfante.
Gael la volvió a tomar por las caderas y empezó a bombardearla rápidamente. Marisol, fundida en sudor, gritaba del placer en cada estocada.
Fue lo ultimo que grabé.
Horas más tarde, volví a revisar la Tablet de mi hija. Tenía una nueva conversación con su madre. Ella argumentaba que por qué tenía que hacer el baile padre-hija conmigo si no soy su padre. Mi esposa respondió que yo la crie, la amé y eso me convierte en su padre. Pero Luna respondió diciendo que mi primo es su padre y que no puede esperar a cumplir los dieciocho años para poder decirme la verdad y vivir con su verdadero papá. Que me odiaba y que agradecía a Dios que no fuera su padre. Marisol comenzó a insultarla. Dijo que fue un error que mi primo le contara la verdad hace dos años y mientras más hablaban, más enojado me ponía.
Mi esposa me mintió durante quince años. Mi primo, a quien confié mis problemas con Luna y mis temores de ser un mal padre, no solo se acostó con mi esposa, sino que me hizo criar a su hija. Quería lastimarlos. Sentí una mezcla de ira, tristeza, dolor. Quería gritar, llorar y morir al mismo tiempo, si eso tiene algún sentido.
Me sumergí en un lugar oscuro y, para no hacer ninguna tontería, le dije a Marisol que necesitaba concentrarme en el trabajo para poder pagar los quinceaños y, en cambio, conduje pare ver a una antigua amiga. Su padre tenía una firma cara y elegante cerca de donde vivía, así que esperaba que me pudiese ayudar. Cuando nos vimos me sorprendió que me recordara. Ella estaba en forma y su piel morena no lucía alguna arruga, lo que le daba cierto aspecto juvenil.
—Así como lo oyes. Mi padre murió el año pasado. Ahora yo soy la encargada.
—Yo… lo siento Elizabeth.
—Bueno. No viniste a hablar sobre eso. Anda cuéntame.
Nos sentamos y le conté todo. Le di la tablet y cuando la encendió, los mensajes seguían llegando. Pero esta vez, Luna estaba hablando con mi primo, su verdadero padre, y él le decía que me diera una oportunidad, por qué siempre estuve ahí para ella, pero Luna le dijo que él también lo estuvo.
No podía creer que tuvieran tanto en común y que incluso, mi hija le llamara Papi varias veces en su conversación, y él le respondía diciéndole que ella era su niñita. Analizamos nuestras opciones y ella me preguntó qué quería hacer. Le dije que quería arrasar por completo. Quería envenenar el pozo y Elizabeth me preguntó varias veces si eso era lo que realmente quería, y asentí. También le dije que todo debía presentarse antes de los quinceaños, dentro de dos semanas.
Nos sentamos y pasamos las siguientes doce horas trabajando en lo que debía hacerse, y seguí sus instrucciones al pie de la letra. Coloqué mi negocio en venta de forma secreta. Llamé a la escuela privada y les dije que no pagaría el próximo año. Cerré las cuentas universitarias y los ahorros que tenía para Luna, y me preparé para vender mi casa en línea. Nadie sospechaba nada.
Ese día transcurrió sin problemas. Toda la familia estaba allí. Luna sonreía y se divertía. Marisol me preguntaba constantemente si estaba bien, y le mentí. Me resultaba difícil mentirle, desde el momento en que la conocí, nunca le mentí, y durante esas dos semanas, cada vez que la besaba, la abrazaba, era difícil no gritarle. Cuando se acercaba a mí en la cama buscando intimar le decía que estaba cansado. Era difícil no odiarla. Ella permitió conscientemente que yo criara a la hija de otro hombre. Se acostó con mi primo, un hombre a quien veía como un hermano, el padrino de mi hija, el mejor hombre cuando nos casamos, mi confidente. Así que reprimir la ira era difícil, por decir lo menos.
Cuando llegó el momento del baile padre-hija, llamé a Luna al centro del escenario. Parecía molesta, pero se acercó. Tenía la música sonando y ella sonrió, y eso me destrozó, verla sonreír hacia mí. Durante años quise ver esa sonrisa nuevamente y ahora no la quería. Mientras bailábamos, proyecté la presentación de diapositivas. Fotos de los dos y hacia el final de la canción, capturas de pantalla de los mensajes de texto con su madre y su verdadero padre, fotos de ellos teniendo sexo.
Marisol parecía haber visto un fantasma, Luna simplemente seguía mirando la pantalla grande y mi primo me miraba con miedo. Marisol corrió hacia mí y me dijo que no lo hizo por su voluntad y que podía explicarlo todo, pero yo le dije que había presentado una solicitud de divorcio. Que ella podría explicarlo en el tribunal. Ella agarró mi brazo, suplicándome, y yo me aparté. Le dije a Luna que me había esforzado al máximo para darle el mundo, y ahora no se lo merecía. Empecé a alejarme, pero no sin antes decirle a mi primo que cada vez que lo viera, lo noquearía, y luego lo noqueé, cayó al suelo con la nariz ensangrentada.
Las consecuencias fueron duras. Marisol y Luna estaban en el apartamento de mi abuela. Su familia estaba impactada y disgustada con ella, no querían tener nada que ver con Marisol. Su padre incluso se disculpó conmigo. No sé por qué. Nunca le caí bien a pesar de haber cambiado mi vida. Ese hombre me odiaba, pero ahora yo era el esposo y padre perfecto, aunque apenas unos días antes era el "pedazo de mierda" de antes. Mi abuela tuvo la audacia de contarme la historia de Abraham y cómo cuando regresó de la batalla tres años después, su esposa tenía un hijo de un año y él lo adoptó como suyo, y me dijo que debería ser como Abraham. Así que le dije que se largara de mi casa.
Marisol llegó unos días después, llorando en cuanto me vio, diciéndome que fue un accidente. Que cuando fui arrestado, ella estaba tan enfadada conmigo y mi primo estaba allí para consolarla, y una cosa llevó a otra y tuvieron relaciones sexuales. Me dijo que a partir de ahí Gael comenzó a chantajearla con decirme la verdad. Estaba dispuesta a hacerse una prueba de detector de mentiras para demostrarlo. Así que le pregunté cuánto tiempo sabía que Luna no era mía y ella comenzó a llorar aún más. Esa mirada que me dio me dejó claro que ella lo sabía desde el primer día, y le pedí que se fuera. Me dijo que yo soy el padre de Luna, a pesar de lo sucedido, porqué un padre no es el que engendra si no el que cría, que tenía que superarlo por el bien de ella. Mi temperamento se apoderó de mí. Debo haber repetido "¿superarlo?" más de una docena de veces a todo volumen mientras agarraba sus cosas y las tiraba por la puerta. La insulté llamándola prostituta mentirosa. Le dije que no quería volver a ver su maldita cara y le dije que esta vida que había construido ya no le pertenecía antes de empujarla fuera de la puerta.
Pasaron un par de semanas y ella seguía llamando constantemente a mi teléfono. Ni una vez Luna intentó comunicarse conmigo. Marisol se sorprendió al enterarse de que vendí mi negocio. Aún más cuando se enteró de que tenía una jornada de puertas abiertas. Ella entró gritando, diciéndole a los visitantes que salieran de su casa y rogándome que buscara ayuda. Que no tenía derecho a vender nuestra casa. La casa donde criamos a nuestra hija. Le dije que esta casa está llena de mentiras. Es una casa donde crié a la hija de otro hombre y cuando la venda, le daré la mitad y le ordené que se fuera antes de que llamara a la policía. Poco después, mi primo vino a hablar conmigo y lo noqueé, lo arrastré afuera y cerré la puerta.
Rechacé la mediación. Marisol quería reconciliarse, pero yo no. Quería el divorcio y mi abogada presentó una solicitud de divorcio acelerado, y en tres meses estábamos en el tribunal. Casi no hablé con nadie durante ese tiempo, leí historias de horror sobre el sistema judicial, especialmente durante los procedimientos de divorcio, pero no tuve eso. Elizabeth se encargó de todo. Primero, el abogado de Marisol intentó hablar de mi pasado cuando estaba en una pandilla, como si mi pasado fuera una razón para ser un esposo y padre terrible, pero mi abogada rápidamente lo refutó y el juez reprendió al abogado de Marisol por intentar avergonzar a alguien que había cambiado su vida.
Elizabeth presentó todas las pruebas y ofreció un pago único de pensión alimenticia con las ventas pendientes de la casa y el negocio. Al principio, Marisol seguía pidiéndome que reconsiderara, pero la ignoré y cuando finalmente se dio cuenta de que no iba a ceder, aceptó. Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó cuando se trató del pago de manutención infantil. Mi abogada presentó todos los mensajes de texto de la conversación de Luna con Marisol, mostrando que no solo Luna sabía que yo no era su padre, sino que también estaba ansiosa por estar con su verdadero padre, diciendo que ya no tenía que vivir una mentira. Marisol quedó completamente sorprendida por esto. Luego, Elizabeth presentó una moción para que se eliminara mi nombre del certificado de nacimiento de Luna, se eliminara también mi apellido y no se me considerara responsable de ningún pago de manutención infantil, ya que todas las partes estaban de acuerdo en que mi primo era su padre. Marisol quedó impactada por esto. Me gritó, me suplicó que no le hiciera esto a Luna, que yo era su padre porque la había criado, y por patético que pueda sonar en este momento, si Luna no hubiera actuado de esa manera hacia mí, si no hubiera dicho esas cosas, habría estado de acuerdo.
Hubo momentos en los que quise acercarme e intentar que las cosas funcionaran, pero luego miraba los mensajes continuos de Luna a sus amigos, a su padre y a su madre biológica, y volvía a enfocar mi determinación.
Hasta el día de hoy, no sé qué duele más. Ser engañado por una mujer que creías que era el amor de tu vida o que una hija a la que intentaste mejorarle la vida, darle el mundo, simplemente te descarte como si fueras basura.
Tenía 18 años cuando conocí a Marisol. Durante ese tiempo, yo era un pandillero. Era un miembro desde los trece años y siempre estaba metido en problemas. Marisol era una chica de iglesia. Mi abuela me arrastraba a misa los domingos y cuando la vi, para mí fue amor a primera vista. Le pedí a mi primo Gael, quien era amigo suyo, que nos presentara, pero él se negó. No quería que me metiera con ella. No quería "arruinarla". ¿Alguna vez has conocido a una chica que te impulsa a querer ser mejor persona para poder estar con ella? Esa era ella.
Cuando descubrí que iba a la iglesia casi todos los días, pasaba el rato cerca de los escalones hablando con ella. Siempre la acompañaba de ida y vuelta a la iglesia. Ella me hacía sentir que no era un desecho. Una cosa llevó a la otra y comenzamos a salir, y me sentía genial. Durante un año y medio me alejé de la vida de pandillas, obtuve mi certificado del bachillerato, empecé a ir regularmente a la iglesia y pensaba en el futuro, cuando sin quererlo, me volvieron a arrastrar de vuelta.
Estaba en una tienda y me encontré con alguien con quien solía tener problemas. Estaban hablando mal de mí y traté de ignorarlo, les juro que lo intenté. Solo dejé que hablaran y me alejé, pero luego me atacaron por la espalda y perdí el control, les di una paliza. Me arrestaron y de repente parecía que todo lo que había hecho para mejorar mi vida había desaparecido. Marisol estaba furiosa conmigo, mi abuela seguía recordando mis errores del pasado y mi primo me decía que sabía que no iba a cambiar. Mi defensor público vio que estaba intentando mejorar y por la gracia de Dios, me dejaron en libertad después de un mes en prisión. A pesar de estar enojada conmigo, Marisol me visitaba casi todos los días. Un mes después de salir, me enteré de que iba a ser padre y no quería que mi hijo tuviera un padre muerto o en la cárcel.
Nos casamos rápidamente, fui a una escuela de oficios para convertirme en mecánico y trabajé duro por mi futura familia. Cuando Luna nació, fue casi el peor día de mi vida. Marisol no dejaba de sangrar. Entró en estado de shock y tuvieron que hacerle una histerectomía doble. Estuvo en el hospital durante meses y Luna se convirtió en mi mundo. Quería que su vida fuera la mejor, quería darle el mundo. Cuando Marisol fue dada de alta, le prometí que nuestra hija tendría una vida mucho mejor que la nuestra y durante años cumplí esa promesa.
Ahorré suficiente dinero para mudarnos a los suburbios, nos convertimos en propietarios de una vivienda, fui líder de un grupo de niñas exploradoras en el que se encontraba mi hija, sí, fue difícil para mí asumir esa nueva realidad. Me aseguré de que Luna fuera a una escuela privada, de que supiera cómo defenderse y siempre me aseguré de ser el esposo perfecto. No conocía a mis padres. No tuve un modelo masculino positivo en mi vida, así que no sabía cómo lucía una relación saludable... pero eso es mentira, los padres de la televisión fueron mis modelos masculinos y los imité, imité el matrimonio que tenían en la televisión.
Conforme pasaban los años, tuve mi propio taller, mi primo se convirtió en pastor, mi abuela seguía siendo una molestia, mi relación con mi esposa era más fuerte que nunca, pero Luna... Luna me odiaba. Desde que cumplió trece años, simplemente empezó a odiarme. No quería que la abrazara. Rodaba los ojos cada vez que le decía que la amaba. Me ignoraba cuando le preguntaba sobre su día en la escuela. Me dolía y Marisol lo veía. Me dijo que era una adolescente y que simplemente debía dejarlo pasar. Que volvería a mí. Así estuvimos durante dos años. Así que, para sus quinceaños, quise hacerlo a lo grande. Le conseguí todo lo que quería y aun así fue irrespetuosa y por un momento el antiguo yo estuvo a punto de salir para ponerla en su lugar, pero en lugar de eso, fui a ver a mi primo. desahogué mi frustración y dudas sobre ser un buen padre y él me dijo que la dejara ser y rezó por mí.
—No sé en que me estoy equivocando —miraba desconsoladamente al suelo.
—No te preocupes. Seguro es una de esas etapas rebeldes de la adolescencia. Ya verás que se la pasará —decía Gael.
Quería hacer una presentación de diapositivas para el baile padre-hija. Tenía un montón de fotos nuestras juntos, pero me di cuenta de que no tenía ninguna foto reciente. Ella no quería tomarse ninguna. La última vez que tenía fotos de ella y yo sonriendo juntos fue en su cumpleaños número trece y esas estaban en la Tablet rota de mi hija. Tomé esa tablet, fui a una tienda de reparación y pagué sin importar el costo. Necesitaba arreglar esa tablet. Después de un día y trescientos dólares, el técnico la arregló y yo estaba feliz. Conocía su contraseña, pero nunca me molesté en invadir su privacidad. Solo quería esas fotos y cuando abrí la tablet, miré la galería y ahí estaban. Mi niñita, sonriendo y feliz de estar conmigo. Me sentí genial. Luego aparecieron los mensajes instantáneos. Era mi hija hablando con mi esposa.
Era un largo intercambio de mensajes en el que ella decía que no quería bailar conmigo en el baile padre-hija y eso realmente me dolió. Salí del chat sin querer saber más de su conversación. Iba a guardar la tablet cuando me llamo la atención un chat que tenía con mi primo, Gael. Sabía que se llevaban bien, incluso sería su padrino en la ceremonia de confirmación en la iglesia. Hablaban con cierta frecuencia. Al irme a los mensajes más recientes, me entere que Marisol y mi hija irían a comer con Gael al salir de la iglesia. Recordé entonces que mi esposa me había dicho que comenzaría a ir a la iglesia con Luna para practicar antes de la ceremonia, pero nunca me comentó que mi primo iría con ellas.
A la mañana siguiente no abrí el taller. Mi curiosidad me decía que encontraría algo si seguía a Marisol y Luna. Esperé afuera en una plaza su salida. Tardaron alrededor de una hora en salir. Luego los salí a un local de comida que estaba cerca de por ahí. Se les veía alegres, mi hija disfrutaba más de la compañía de Gael que la mía. Cuando terminaron de comer se fueron en el coche de mi primo y yo los seguí en un taxi. Estacionaron en la casa de mi abuela, donde mi primo solo se bajó a saludar y se fue.
Algo no me cuadraba en todo esto, así que tampoco abrí el taller el día siguiente. Esta vez nadie llegó a la iglesia. Mi hija como ya era costumbre, no contestaba las llamadas. El celular de mi esposa estaba fuera de línea. Fui rápidamente a la casa de mi abuela. No vi ningún coche aparcado, creí que tampoco estaban ahí, hasta que vi salir a Rodrigo, quién era el pretendiente de mi hija y su futuro chambelán.
—Oye, Rodrigo —lo saludé cuando cruzó la calle.
—Sr. Gonzalo, un gusto verlo —me extendió la mano formalmente.
—¿Vienes de visitar a mi hija?
—Sí, así es. Estuvimos practicando el baile.
—¿Viste a su madre?
—¿A la señorita Marisol? —me miró extrañado —No la vi. Según recuerdo, Luna me dijo que fue a checar lo del vestido para sus quinceaños. ¿Todo bien sr. Gonzalo?
—Todo bien chico. Me tengo que ir.
Volví a marcar a mi esposa, pero su celular seguía fuera de línea. Tenía el celular descargado, eso o está en un lugar donde la conexión no es muy buena.
Conduje hasta las afueras de la ciudad hasta ver a las ovejas caminar por esos pastos semi áridos. Ese olor tan característico del ganado ya llegaba a mi nariz. Estacioné mi coche cerca y caminé hasta divisar la casa de mi primo; caminé hacia ella sin llamar a nadie. Aunque la puerta estaba cerrada, las ventanas no, y al acercarme, los vi de perfil. Estaban hablando.
—Tienes que convencer a Luna de que haga las paces con Gonzalo. Ni siquiera quiere bailar con Gonzalo después de todo lo que ha hecho por sus quinceaños.
—Tu esposo solo está pagando el karma por todo el mal que ha hecho.
—Y dale con eso. Él ya es otro hombre, ha cambiado para bien.
—Conozco a los sinvergüenzas como él. En el fondo siguen siendo la misma escoria.
—¡No hables así de mi esposo!
Saqué mi celular con cuidado y lo puse en modo silencio. Empecé a grabar la situación en caso de que pasara a mayores.
—No te hagas la hipócrita defendiéndolo, Marisol —dijo acercándose a ella— No después de lo que le has hecho —Gael tomo de la cintura a mi esposa.
—Quítame las manos… vine a que hablaras con Luna —se apartó de él.
—Luna tiene derecho a decidir. Ya está grandecita.
—Lo que pasa es que le has lavado el cerebro —se cruzaba de brazos mi esposa.
—No, no. Lo que en verdad pasa es que yo soy su verdadero pa…
—¡No lo menciones! —Marisol lo interrumpía molesta.
—Yo siempre he estado para ti Marisol. Desde que nos conocimos siempre he cuidado de ti, incluso cuando elegiste a Gonzalo sobre mí. ¿Recuerdas cuando lo metieron a la cárcel? ¿Quién estuvo consolándote cuando encerraron a ese idiota? ¡Yo Marisol!, ¡siempre he estado para ti!, ¡yo soy el padre de esa niña y yo debería bailar junto a ella!
Hubo un silencio. Sentí que mi corazón se detuvo al escuchar eso, me mareé, se me secó la boca y necesité sentarme por unos momentos.
—¿Quieres que convenza a Luna para que haga las paces con Gonzalo? Lo haré, pero yo también quiero algo.
—¿A que te refieres?
La mirada de mi primo iba de abajo hacia arriba examinando el cuerpo de mi mujer.
—No Gael. Es un error, jamás volverá a pasar —dijo tajante mi esposa.
—Sería una lastima que tu marido sepa nuestro pequeño secretito —mi primo la miraba con una sonrisa burlona.
—Por favor Gael… cuanto más piensas seguir chantajeándome con eso.
—¿Chantajear? Lo haces sonar como si no lo disfrutarás —Gael la tomaba del mentón.
La otra mano de mi primo fue hasta su culo. Acercó su cara para buscar el roce con sus labios, pero Marisol se apartó.
—Sabes que podríamos ser una familia. Luna estaría maravillada de que dejarás a Gonzalo.
Mi mujer miraba al suelo pensativa, como si analizara esa opción.
Lo siguiente que vi fue a Gael arrinconando a mi esposa contra la pared intentado besarla.
—No Gael… para —Marisol apartaba la cara.
Las manos de mi primo recorrían el cuerpo de mi esposa mientras le besaba el cuello. Marisol intentaba empujarlo inútilmente, no era tan fuerte o quizás no hacía mucha resistencia. Gael volvió a buscar sus labios y esta vez sí fue correspondido. La tomó de su cintura y la levantó un poco recargándola por la pared para tenerla de cara a cara. Marisol lo encerró con sus piernas mientras las manos de mi primo la tomaban por el culo.
Estuvieron un tiempo así hasta que se separaron un poco para desvestirse. Los carnosos labios de mi esposa habían perdido ese tono rojo tan fuerte que habían tenido antes de besarse. Gael desabrochó su blusa sudada y así lo hizo con su sujetador cuando salió a la vista. Ahí estaban las tetas de mi mujer, algo caídas por el peso de los años y con sus pezones erectos apuntando hacia otro hombre.
Me aparte un poco para tomar algo de aire y procesar todas las emociones que estaba sintiendo. Me volví a asomar grabando un nuevo video.
Marisol tenía su cara mirando hacia la pared, apoyándose con sus manos hacia esta. Sacaba el culo para dárselo a él. Mi primo pasaba lengua por todo el coño de mi mujer, quien volteaba a verlo con cara sonrojada y unos ojos lascivos que querían más de lo que estaban viendo.
—Ufff sí, así —resoplaba Marisol.
Gael se puso de pie. Le dio unas sacudidas a su polla hasta ponerla firme. Con tan solo meter la punta el cuerpo de mi esposa se estremeció. La tomó de las caderas y empezó su ida y vuelta marcando el ritmo; cuando mi esposa se acostumbró, ella se movía de adelante hacia atrás haciendo armonía con sus movimientos.
—Joder nena. Tengo que parar que si no me vengo.
—No pares… ya casi me vengo —la cara de Marisol era irreconocible.
Mi esposa movía su coño buscando la penetración con su polla, cuando lo hizo, comenzó a moverse ella sola, usando a mi primo como un consolador.
—Y tú que te negabas… si ya conozco lo deseosa que eres de polla —mi primo sonreía triunfante.
Gael la volvió a tomar por las caderas y empezó a bombardearla rápidamente. Marisol, fundida en sudor, gritaba del placer en cada estocada.
Fue lo ultimo que grabé.
Horas más tarde, volví a revisar la Tablet de mi hija. Tenía una nueva conversación con su madre. Ella argumentaba que por qué tenía que hacer el baile padre-hija conmigo si no soy su padre. Mi esposa respondió que yo la crie, la amé y eso me convierte en su padre. Pero Luna respondió diciendo que mi primo es su padre y que no puede esperar a cumplir los dieciocho años para poder decirme la verdad y vivir con su verdadero papá. Que me odiaba y que agradecía a Dios que no fuera su padre. Marisol comenzó a insultarla. Dijo que fue un error que mi primo le contara la verdad hace dos años y mientras más hablaban, más enojado me ponía.
Mi esposa me mintió durante quince años. Mi primo, a quien confié mis problemas con Luna y mis temores de ser un mal padre, no solo se acostó con mi esposa, sino que me hizo criar a su hija. Quería lastimarlos. Sentí una mezcla de ira, tristeza, dolor. Quería gritar, llorar y morir al mismo tiempo, si eso tiene algún sentido.
Me sumergí en un lugar oscuro y, para no hacer ninguna tontería, le dije a Marisol que necesitaba concentrarme en el trabajo para poder pagar los quinceaños y, en cambio, conduje pare ver a una antigua amiga. Su padre tenía una firma cara y elegante cerca de donde vivía, así que esperaba que me pudiese ayudar. Cuando nos vimos me sorprendió que me recordara. Ella estaba en forma y su piel morena no lucía alguna arruga, lo que le daba cierto aspecto juvenil.
—Así como lo oyes. Mi padre murió el año pasado. Ahora yo soy la encargada.
—Yo… lo siento Elizabeth.
—Bueno. No viniste a hablar sobre eso. Anda cuéntame.
Nos sentamos y le conté todo. Le di la tablet y cuando la encendió, los mensajes seguían llegando. Pero esta vez, Luna estaba hablando con mi primo, su verdadero padre, y él le decía que me diera una oportunidad, por qué siempre estuve ahí para ella, pero Luna le dijo que él también lo estuvo.
No podía creer que tuvieran tanto en común y que incluso, mi hija le llamara Papi varias veces en su conversación, y él le respondía diciéndole que ella era su niñita. Analizamos nuestras opciones y ella me preguntó qué quería hacer. Le dije que quería arrasar por completo. Quería envenenar el pozo y Elizabeth me preguntó varias veces si eso era lo que realmente quería, y asentí. También le dije que todo debía presentarse antes de los quinceaños, dentro de dos semanas.
Nos sentamos y pasamos las siguientes doce horas trabajando en lo que debía hacerse, y seguí sus instrucciones al pie de la letra. Coloqué mi negocio en venta de forma secreta. Llamé a la escuela privada y les dije que no pagaría el próximo año. Cerré las cuentas universitarias y los ahorros que tenía para Luna, y me preparé para vender mi casa en línea. Nadie sospechaba nada.
Ese día transcurrió sin problemas. Toda la familia estaba allí. Luna sonreía y se divertía. Marisol me preguntaba constantemente si estaba bien, y le mentí. Me resultaba difícil mentirle, desde el momento en que la conocí, nunca le mentí, y durante esas dos semanas, cada vez que la besaba, la abrazaba, era difícil no gritarle. Cuando se acercaba a mí en la cama buscando intimar le decía que estaba cansado. Era difícil no odiarla. Ella permitió conscientemente que yo criara a la hija de otro hombre. Se acostó con mi primo, un hombre a quien veía como un hermano, el padrino de mi hija, el mejor hombre cuando nos casamos, mi confidente. Así que reprimir la ira era difícil, por decir lo menos.
Cuando llegó el momento del baile padre-hija, llamé a Luna al centro del escenario. Parecía molesta, pero se acercó. Tenía la música sonando y ella sonrió, y eso me destrozó, verla sonreír hacia mí. Durante años quise ver esa sonrisa nuevamente y ahora no la quería. Mientras bailábamos, proyecté la presentación de diapositivas. Fotos de los dos y hacia el final de la canción, capturas de pantalla de los mensajes de texto con su madre y su verdadero padre, fotos de ellos teniendo sexo.
Marisol parecía haber visto un fantasma, Luna simplemente seguía mirando la pantalla grande y mi primo me miraba con miedo. Marisol corrió hacia mí y me dijo que no lo hizo por su voluntad y que podía explicarlo todo, pero yo le dije que había presentado una solicitud de divorcio. Que ella podría explicarlo en el tribunal. Ella agarró mi brazo, suplicándome, y yo me aparté. Le dije a Luna que me había esforzado al máximo para darle el mundo, y ahora no se lo merecía. Empecé a alejarme, pero no sin antes decirle a mi primo que cada vez que lo viera, lo noquearía, y luego lo noqueé, cayó al suelo con la nariz ensangrentada.
Las consecuencias fueron duras. Marisol y Luna estaban en el apartamento de mi abuela. Su familia estaba impactada y disgustada con ella, no querían tener nada que ver con Marisol. Su padre incluso se disculpó conmigo. No sé por qué. Nunca le caí bien a pesar de haber cambiado mi vida. Ese hombre me odiaba, pero ahora yo era el esposo y padre perfecto, aunque apenas unos días antes era el "pedazo de mierda" de antes. Mi abuela tuvo la audacia de contarme la historia de Abraham y cómo cuando regresó de la batalla tres años después, su esposa tenía un hijo de un año y él lo adoptó como suyo, y me dijo que debería ser como Abraham. Así que le dije que se largara de mi casa.
Marisol llegó unos días después, llorando en cuanto me vio, diciéndome que fue un accidente. Que cuando fui arrestado, ella estaba tan enfadada conmigo y mi primo estaba allí para consolarla, y una cosa llevó a otra y tuvieron relaciones sexuales. Me dijo que a partir de ahí Gael comenzó a chantajearla con decirme la verdad. Estaba dispuesta a hacerse una prueba de detector de mentiras para demostrarlo. Así que le pregunté cuánto tiempo sabía que Luna no era mía y ella comenzó a llorar aún más. Esa mirada que me dio me dejó claro que ella lo sabía desde el primer día, y le pedí que se fuera. Me dijo que yo soy el padre de Luna, a pesar de lo sucedido, porqué un padre no es el que engendra si no el que cría, que tenía que superarlo por el bien de ella. Mi temperamento se apoderó de mí. Debo haber repetido "¿superarlo?" más de una docena de veces a todo volumen mientras agarraba sus cosas y las tiraba por la puerta. La insulté llamándola prostituta mentirosa. Le dije que no quería volver a ver su maldita cara y le dije que esta vida que había construido ya no le pertenecía antes de empujarla fuera de la puerta.
Pasaron un par de semanas y ella seguía llamando constantemente a mi teléfono. Ni una vez Luna intentó comunicarse conmigo. Marisol se sorprendió al enterarse de que vendí mi negocio. Aún más cuando se enteró de que tenía una jornada de puertas abiertas. Ella entró gritando, diciéndole a los visitantes que salieran de su casa y rogándome que buscara ayuda. Que no tenía derecho a vender nuestra casa. La casa donde criamos a nuestra hija. Le dije que esta casa está llena de mentiras. Es una casa donde crié a la hija de otro hombre y cuando la venda, le daré la mitad y le ordené que se fuera antes de que llamara a la policía. Poco después, mi primo vino a hablar conmigo y lo noqueé, lo arrastré afuera y cerré la puerta.
Rechacé la mediación. Marisol quería reconciliarse, pero yo no. Quería el divorcio y mi abogada presentó una solicitud de divorcio acelerado, y en tres meses estábamos en el tribunal. Casi no hablé con nadie durante ese tiempo, leí historias de horror sobre el sistema judicial, especialmente durante los procedimientos de divorcio, pero no tuve eso. Elizabeth se encargó de todo. Primero, el abogado de Marisol intentó hablar de mi pasado cuando estaba en una pandilla, como si mi pasado fuera una razón para ser un esposo y padre terrible, pero mi abogada rápidamente lo refutó y el juez reprendió al abogado de Marisol por intentar avergonzar a alguien que había cambiado su vida.
Elizabeth presentó todas las pruebas y ofreció un pago único de pensión alimenticia con las ventas pendientes de la casa y el negocio. Al principio, Marisol seguía pidiéndome que reconsiderara, pero la ignoré y cuando finalmente se dio cuenta de que no iba a ceder, aceptó. Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó cuando se trató del pago de manutención infantil. Mi abogada presentó todos los mensajes de texto de la conversación de Luna con Marisol, mostrando que no solo Luna sabía que yo no era su padre, sino que también estaba ansiosa por estar con su verdadero padre, diciendo que ya no tenía que vivir una mentira. Marisol quedó completamente sorprendida por esto. Luego, Elizabeth presentó una moción para que se eliminara mi nombre del certificado de nacimiento de Luna, se eliminara también mi apellido y no se me considerara responsable de ningún pago de manutención infantil, ya que todas las partes estaban de acuerdo en que mi primo era su padre. Marisol quedó impactada por esto. Me gritó, me suplicó que no le hiciera esto a Luna, que yo era su padre porque la había criado, y por patético que pueda sonar en este momento, si Luna no hubiera actuado de esa manera hacia mí, si no hubiera dicho esas cosas, habría estado de acuerdo.
Hubo momentos en los que quise acercarme e intentar que las cosas funcionaran, pero luego miraba los mensajes continuos de Luna a sus amigos, a su padre y a su madre biológica, y volvía a enfocar mi determinación.
Hasta el día de hoy, no sé qué duele más. Ser engañado por una mujer que creías que era el amor de tu vida o que una hija a la que intentaste mejorarle la vida, darle el mundo, simplemente te descarte como si fueras basura.