La estudiante

¡Hola! Estoy escribiendo el cap. 6, pero lo he borrado dos veces porque no me convencía. Dadme unos días más para que pueda subirlo please.

Tranquilo y tomate el tiempo que necesites; no hay prisa ninguna... ;) ;) ;) ;) :dancer1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 

Capítulo 6​


Cuando Sandra llegó ya había anochecido. Yo había estado limpiando la casa, poniendo lavadoras y preparando algunas tareas de clase para la semana siguiente (recuerdo que ese sábado era el día 20 de septiembre así que han pasado más de dos semanas desde entonces).

Llovía, así que tenía la ropa tendida en un tendedero de esos de plástico en medio del salón. Como tenía las ventanas un poco abiertas, lo suficiente para que no entrara agua pero sí aire, la corriente permitía que la humedad de la ropa no se quedaba enclaustrada. Había intentado quitar la mancha de vómito todo lo posible, pero en el pantalón y en la camisa aún quedaba la marca que la había delimitado. Necesitaría otro lavado e intensivo, pero yo no le di mayor importancia.

En el momento en que escuché que la puerta se abría, yo estaba echado en el sofá viendo una serie.

—Ya estoy en casa —escuché que decía Sandra desde el recibidor. Yo me levanté y me dirigí hacia allí para saludarla.

Nos encontramos en la entrada del salón, nos miramos y nos fundimos en un beso deseado y esperado desde hace tiempo. Creo que de alguna manera ambos necesitábamos decirnos así que todo estaba bien… aunque no lo estuviera.

—Sabes bien… —murmuró Sandra en cuanto nuestros labios se separaron. Estaba algo roja y tenía esa mirada que tiene cuando quiere sexo—. Si esperas que me duche, follamos.

E inmediatamente, como siempre, su frase sin rodeos fue directa a mi polla y consiguió que empezara a llenarse de sangre.

Mientras ella se duchaba yo me desnudé. Estaba excitado, muy cachondo y con muchas ganas de sexo. El tema era que no tenía muy claro si la razón era Sandra, o sólo Sandra. Había en mi interior algo que daba vueltas y que pugnaba por dominar mi lívido. Una fantasía. La fantasía de algo que no había pasado, pero que cada vez estaba más seguro de que había estado a punto de ocurrir. Lucía. Dios. Lucía, esa chica…

—Uf… roja y palpitante —Sandra estaba desnuda en la puerta del dormitorio, con el pelo suelto y húmedo a la espalda, los pezones marrones erectos y el cuerpo brillante por las gotitas de agua.

No me pude resistir. Me levanté como un resorte de la cama y la empujé contra la pared. Sujeté sus manos contra el yeso y hundí mi boca en su cuello. Empecé a lamer, a besar, a recorrer su piel suave y tersa con mi lengua. Cuando hinqué mis dientes lanzó un gemido delicioso, y mis dedos comprobaron, gracias a que abrió convenientemente las piernas para dejarme paso, que su humedad no era consecuencia sólo de la ducha.

Mientras mi mano derecha la masturbaba y mi boca le arrancaba suspiros y gemidos de placer, mi otra mano se entretenía con su pezón izquierdo y con el maravilloso tacto de su pecho. Lo ansiaba, así que dejé el cuello y bajé a las tetas, y allí me recreé antes de descender a ponerme de rodillas para alimentarme de su néctar.

Ella gemía cada vez que yo dejaba que mi lengua se deslizara por su clítoris, o pegaba pequeños grititos cuando lo succionaba. Mis dedos también ayudaban, y en no demasiado tiempo ella comenzó a contraerse. Notaba cómo los músculos de su vagina apretaban mis falanges y empezaban a encharcarse, y pronto salpicaban cada vez que entraban y salían y me llenaban la boca. Sandra se había corrido.

Me puse en pie mientras ella respiraba agitadamente, y me empujó para que me sentara en la cama. Se arrodilló entre mis piernas y se metió mi polla en la boca. Yo suspiré de placer, como siempre que sentía sus húmedos y cálidos labios envolverme. Me recosté, y ella se puso cómoda y siguió chupando. Se la metía en la boca hasta el fondo y no dejaba que saliera, la recorría con la lengua y con los labios, la besaba, la masturbaba o masajeaba los testículos. Notaba en mi miembro cómo la intensidad iba creciendo, cómo el deseo me llenaba igual que la excitación, y antes de que fuera a más y empezar a aproximarme al orgasmo, hice que parara y la levanté.

Sin muchas contemplaciones, la obligué a ponerse a cuatro patas en la cama, la agarré de la cintura y la penetré con fuerza. Necesitaba dominarla, y ella se dejaba. Le encantaba ser dura, fuerte, pero anhelaba que yo tomara el control durante el sexo. Es más, se excitaba una barbaridad, así que sus gritos de placer no fueron para nada discretos e iban acorde con mis movimientos y con la tremenda humedad de su coño.

Se corrió, y entonces quiso ser ella la dominante y cambiamos de postura. Me tumbé, y ella se puso a horcajadas sobre mí para cabalgarme. Sandra es una gran amazona. Rápida, intensa, y capaz de mantener un ritmo fuerte durante varios minutos. Me resultó difícil no llegar al clímax con ella encima, pero cuando sentí que se corría una tercera vez, la obligué a apartarse. Ella sabía de sobra lo que tenía que hacer, así que se puso de rodillas en el suelo, apretando sus pechos entre los brazos para que resaltaran aún más y suplicando con los ojos cerrados y la boca abierta.

Y claro, no pude aguantar más. De pie frente a Sandra y con la ayuda de mi mano empecé a descargar tremendos chorros de semen caliente y espeso que se derramó sobre su boca, sus labios y resbaló en gruesos goterones por su barbilla hasta depositarse en sus pechos. Ella gemía mientras lo recibía, encantada y deseosa, y una vez lo recibió todo se relamió y tragó lo que había en su boca, y el resto lo miró con deseo.

—Pues sí que venías con ganas —dije mientras me dejaba caer en la cama, respirando con agitación.

Sandra se puso en pie y me sonrió.

—Como que tú tenías pocas, mira cómo me has puesto —respondió—. Me voy a dar un agua —y así, desapareció de nuevo en el baño.

Yo me quedé tumbado en la cama, relajado. El orgasmo había deshecho parte de mi ansiedad y me encontraba cómodo y tranquilo, quizá viendo las cosas por un momento con mayor claridad. Ni yo había hecho nada realmente malo, ni Sandra me había dado motivos reales para sospechar de ella. Suspiré, y creo que llegué incluso a cerrar los ojos y a quedarme traspuesto unos instantes, porque no escuché que Sandra salía del baño y se dirigía al salón, ni que regresaba a la habitación.

—Jaime, ¿y estas manchas? —preguntó con extrañeza y preocupación. Estaba desnuda pero seca, así que supongo que había ido a colgar la toalla en el tendedero. Me desperté un poco sobresaltado y confundido, y me di cuenta de que tenía entre sus manos mi ropa de la noche anterior. Aquella sobre la que Lucía había vomitado y que aún tenía las marcas de la mancha.

—Ah… —me quedé mudo un momento. ¿Qué debía hacer? ¿Le mentía y me inventaba que había sido yo que me había pasado bebiendo la noche anterior? No, Sandra se vería con Diana en algún momento en el gimnasio y se enteraría de que había visto a Lucía. Pero… cuando le había dicho que había cenado la hamburguesa con Lucía se había enfadado, ¿cómo se tomaría que me vomitara encima, la acompañara a su casa y me duchara allí? De pronto, lo que veía tan claro apenas unos minutos antes volvía a enturbiarse en mi mente.

—¿Jaime? —insistió Sandra. Yo me erguí y me quedé sentado en el borde de la cama.

—Es de Lucía, mi estudiante —respondí directamente. Sandra se quedó callada un momento, pero el rictus de su cara había cambiado a descontento. Como no dijo nada, me apresuré a explicarme—. Me encontré con ella mientras estaba ayer con Laura y Diana. Resulta que se había quedado sola y había bebido bastante, así que me pidió que la acompañara en el taxi a su piso. Me vomitó entero durante el camino —ella miró la ropa como para corroborar que estaba diciendo la verdad.

—Parece que esa chavala la ha cogido contigo, ¿cómo se te ocurre acompañarla a casa? —ni siquiera le había dicho que me había duchado en su piso.

—¿Y qué querías que hiciera? —me defendí—. De verdad estaba bastante mal, mira cómo me puso toda la ropa, incluso el taxista se cobró un recargo.

—Pues yo que sé Jaime, ¿no tiene amigas? Porque si la han dejado allí tirada, vaya mierda de amistades que se lleva —dijo. Aunque estaba enfadada, que dijera eso me dejaba claro que sabía que no tenía razones para estarlo, así que me envalentoné.

—Y serán una mierda, pero eso no cambia nada. Estaba sola y borracha, pero lo suficientemente lúcida para pedirme que le acompañara. No hay más, Sandra, tampoco creo que haya hecho nada malo —dije, y para hacer que se sintiera un poco culpable, añadí—. ¿O tú la hubieras dejado volver sola?

Eso último la molestó de manera muy obvia.

—Mira Jaime, esa chica quiere algo de ti y no es que la dirijas un trabajo. Se toma unas confianzas contigo que no son normales. Yo no digo que esté mal que la hayas acompañado, sino que te lo haya pedido a ti. Ni tiene 15 años ni tú eres su padre ni su hermano mayor —dijo, y añadió con énfasis—. Ni su novio, por supuesto. Ella te pide que la acompañes, le pagas el taxi, te vomita encima y además te vuelves con la vomitona puesta, ¿es que tú lo ves normal? Si fuera una amiga la mandarías a tomar por saco.

—Me dejó que me duchara en su casa y me dijo que me lavaba la ropa si era necesario, pero yo no quise —dije, y entonces me di cuenta de que había dicho lo único que había tratado de esconder. Ahora sí, la expresión de Sandra mutó en desconcierto, y después en un enfado mucho más fuerte. No uno procedente de una discusión entre posturas opuestas, sin más, sino uno real.

—Te duchaste en su casa —no era una pregunta, así que yo no respondí—. ¿Tú eres imbécil o te lo haces, Jaime? —me espetó, y empezó a caminar arriba y abajo mientras despotricaba—. Madre mía, madre mía, pero ¿cómo se te ocurre? ¡Que es tu alumna joder! Te has duchado en su casa como si te la hubieras follado, ¿es que tú lo ves normal? Madre mía, te va a joder la vida esa tía.

—No ha pasado nada raro —respondí, pero ella siguió subiendo el tono.

—¡¿Y eso qué coño importa?! ¡¿Te imaginas que os ve otra estudiante, o algún otro profe de fiesta?! ¡¿Qué más da si has hecho algo o no si te has metido en su casa como si sí?! —gritó, y aquello sí que me encendió.

—¡¿No importa?! —respondí también con un grito—. ¡¿Y tú qué?! Habíamos quedado en que me llamaras o me avisaras cuando volvieras al hotel, ¡y resulta que te pasaste toda la puta noche por ahí y te lleva un tío que ni se sabe quién es! ¡¿Debería molestarme por eso, aunque no pasara nada?! Total, si no importa, ¡¿no?! ¡Qué más da si te lo hubieras follado!

Sandra se quedó en silencio, algo descompuesta. Ambos estábamos de pie, desnudos, pero el fuego que había en ese instante entre nosotros era totalmente distinto al que había habido hacía un rato. Era el fuego de la desconfianza.​
 
Creo que ninguno de los 2 ha sido todavía infiel, pero si es posible que los dos estén pensando en otras personas y eso puede poner dificultades. Me temo que los 2 van a terminar siendo infieles y luego se van a arrepentir.
 
Yo por mi parte pienso que ese silencio de Sandra al exponer Jaime sus dudas sobre los hechos que pasaron la noche con aquel compañero del trabajo, es fácil pensar que se guarda algo...que la culpa le va a ir creciendo y que no puede reprochar nada. Espero que el 7 nos aclaré más, y que no tarde en llegar ;)
 
Sería una pena que una pareja que se ama tanto se rompiera por dejarse llevar y caer a la tentación. Espero que a pesar de todo no pase.
 
En la discusión ha habido un detalle fundamental.
Sandra ha reñido a su pareja por la inconveniencia de la situación entre él y su alumna, a ojos de lo demás. Y las posibles consecuencias que le podría acarrear a nivel profesional. Pero nunca ha puesto en duda su afirmación, en el sentido que él no había hecho nada con Lucía.
Sin embargo, nuestro profesor ha atacado directamente a su pareja, poniendo en duda su fidelidad.
El silencio de Sandra, puede ser porque efectivamente ocurriera algo con su compañero. O por el dolor y la sorpresa que le causa la duda sobre su integridad.
 
En la discusión ha habido un detalle fundamental.
Sandra ha reñido a su pareja por la inconveniencia de la situación entre él y su alumna, a ojos de lo demás. Y las posibles consecuencias que le podría acarrear a nivel profesional. Pero nunca ha puesto en duda su afirmación, en el sentido que él no había hecho nada con Lucía.
Sin embargo, nuestro profesor ha atacado directamente a su pareja, poniendo en duda su fidelidad.
El silencio de Sandra, puede ser porque efectivamente ocurriera algo con su compañero. O por el dolor y la sorpresa que le causa la duda sobre su integridad.
No se que decirte, porque ella es la que ha empezado la pelea.
El en un calentón le ha dicho eso pero por el cabreo. Yo creo que esto se soluciona hablando luego con más calma.
Yo quiero pensar que ella no ha sido infiel, porque si no difícil solución.
Yo veo bien que el haya sido sincero y no se haya inventado una trola, pero también veo lógico que ella se haya cabreado.
Pero esto se soluciona hablando y disculpándose si hace falta.
 
En la discusión ha habido un detalle fundamental.
Sandra ha reñido a su pareja por la inconveniencia de la situación entre él y su alumna, a ojos de lo demás. Y las posibles consecuencias que le podría acarrear a nivel profesional. Pero nunca ha puesto en duda su afirmación, en el sentido que él no había hecho nada con Lucía.
Sin embargo, nuestro profesor ha atacado directamente a su pareja, poniendo en duda su fidelidad.
El silencio de Sandra, puede ser porque efectivamente ocurriera algo con su compañero. O por el dolor y la sorpresa que le causa la duda sobre su integridad.
Buena apreciación
 
No se, no se, pero tengo la impresión que con este relato va a pasar lo de la otra vez cuando nos quedamos a medias y con un palmo de narices.
Espero equivocarme
 

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