berserk37
Miembro muy activo
- Desde
- 22 Jun 2023
- Mensajes
- 863
- Reputación
- 3,979
Catástrofe
Me llamo Connor, me pusieron ese nombre en honor a mi abuelo paterno que falleció poco antes de que naciera yo, Mi padre dejo la empresa familiar que tenían en Irlanda en manos de sus dos hermanos y el vino a España a hacerse cargo de la filial Española. Fue en la empresa donde conoció a mi madre, ella era su secretaria, sí, más cliché no podía ser, pero ocurrió. Dos años después de nacer yo vino al mundo mi hermana Silvia, mi ojito derecho.
Mi padre era un adicto al trabajo y como mi madre era su secretaria la arrastraba en su locura. Lo malo era que esa ausencia la notaba yo y con el tiempo también Silvia, pero eso hizo que nuestros lazos fueran tan fuertes como el diamante. Estudie empresariales, tenía que hacer honor a mi legado, heredar la empresa cuando mi padre se jubilara, mi hermana, sin embargo, decidió estudiar marketing y tengo que reconocerlo, se le daba de miedo.
Mi hermana tenía una pasión la fotografía, con el tiempo consiguió contagiármela, llegando a disfrutar tanto como ella. Solíamos coger las vacaciones juntos para viajar siempre con una cámara de fotos en la mano, mi otra pasión la descubrí gracias a Helena, el amor de mi vida. Todavía recuerdo la primera vez que la vi, fue en mi primer día de trabajo, llegaba tarde como de costumbre y corría por los pasillos de la planta intentando no llegar demasiado tarde cuando girando una esquina me choque con alguien.
Los dos caímos al suelo, no fui capaz de verla hasta que todos los folios que habían salido volando tocaron el suelo. Ante mí tenía a la mujer más hermosa que hubiera visto en mi vida, parecía una modelo de pasarela, nervioso perdido intente disculparme.
- Lo siento–dije–. Llego tarde y tú has pagado mi torpeza.
- No pasa nada hombre–contesto ella–. Te perdono si me ayudas a ordenar este desastre.
- Si claro–conteste.
Me agaché y empecé a recoger todos los folios que pude ordenándolos según el número de cabecera, aquella mujer me miraba con una gran sonrisa, tardamos un poco, pero por fin pudimos ordenar todo.
- Me llamo Helena–dijo aquella mujer–. ¿Cómo te llamas tú?
- Connor–conteste–. Me llamo Connor.
- ¿Connor?–pregunto Helena–. No es un nombre muy común.
- No lo es–conteste–. Me lo pusieron por mi abuelo que era Irlandés.
Entonces Helena puso los ojos como platos al darse cuenta quien era yo, cogiéndome de la mano me llevo a la sala de conferencias donde todos me esperaban, la cara de mi padre lo decía todo, si no me grito fue por no dar el espectáculo, pero sabía que más tarde no me libraría, la reunión siguió su cauce, cuando acabo mi padre me pidió que me quedara haciendo lo mismo con Helena.
- Veo que ya os habéis conocido–dijo mi padre–. Helena será tu secretaria.
Otro cliché pensé, me he enamorado de la secretaria igual que mi padre, porque esa era la realidad, me había enamorado de ella según la vi. Amor a primera vista lo llaman, nunca creí en esto, pero no me quedaba más remedio que rendirme a la evidencia. Desde ese día mi relación con Helena fue estupenda, solíamos tomar café juntos, también solíamos ir a comer juntos y poco a poco empecé a sentir que ella empezaba a sentir lo mismo que sentía yo. No sería la primera vez que había sentido algo parecido, me había tirado a la piscina y esta se encontraba vacía, pero decidí que esta vez merecía la pena.
Aquella tarde llegue a mi despacho hecho un flan, me senté y una vez que me tranquilice le dije a Helena que pasara, muerto de miedo le dije si le apetecía salir a cenar conmigo ese viernes. Con una sonrisa me dijo que cenaría conmigo encantada. No me puse a dar votes de alegría porque sabía que mi padre haría que me flagelaran. Mi rendimiento en el trabajo era excepcional, pero según él no me comportaba como alguien que sería el futuro dueño de la empresa.
Parecía que a mi padre le habían metido un palo en el culo tan profundamente que jamás podría sacárselo, si alguna vez le daba por sonreír seguro que los músculos de su rostro se desgarrarían por el poco uso que les daba. Llego el viernes, me vestí de punta en blanco, quería estar impecable para Helena, cuando le toque el timbre y le vi descender las escaleras de su portal casi me da algo, llevaba un vestido rojo que le quedaba perfecto, la verdad es que hacía que fuera más hermosa si cabe.
La cena fue estupenda, la copa que tomamos después muy divertida, pero lo mejor de la noche vino cuando terminamos en la cama de un hotel dando rienda suelta a nuestros instintos, me había imaginado a Helena desnuda en más de una ocasión, pero al tenerla delante se me corto hasta la respiración, parecía como si una diosa del Olimpo hubiera decidido bajar a la tierra para hacerme feliz.
En mi caso era alto y había sacado el físico de mi padre así que no desentonaba al lado de semejante mujer cuando íbamos vestidos, pero estando desnudos la cosa cambiaba. Aunque hacía ejercicio y me mantenía en forma, el cuerpo de Helena parecía haber sido cincelado por el propio Miguel Ángel. Cada suspiro, cada caricia, atesore cada segundo de esa noche, creo que fue la noche más feliz de mi vida.
Helena y yo nos casamos a los dos años, solo Silvia me apoyo, en cuanto a mis padres vi una oposición férrea a que me casara con Helena. El conflicto escaló de tal manera que amenace a mis padres con dimitir si se seguían inmiscuyendo en mi vida. Helena lo paso muy mal, llegando a decirme que no hacía falta que nos casáramos que ella era muy feliz a mi lado. Yo no estaba dispuesto a pasar ni una más, mis padres ya sabían lo que había, o me dejaban casarme con Helena o dimitía sin mirar atrás.
Al final accedieron, de la noche a la mañana cambiaron de opinión, cosa que me pareció muy extraña, puesto que jamás cambiaban de opinión una vez habían tomado una decisión, pero como esta vez me convenía decidí no menear el tema. Nos casamos en una preciosa boda, la noche de bodas fue larga y muy placentera, lo suficiente para terminar con agujetas hasta detrás de las orejas. No pudimos tener luna de miel, estábamos en negociaciones con un cliente muy importante y mi padre no quería prescindir de ninguno de los dos.
Mi padre también me dio otra buena nueva, mi madre había decidido dejar de ser la secretaria de mi padre para ser la secretaria de Silvia. Silvia trabajaba como la que más y nunca quiso una secretaria, pero como lo hacía todo ella sola muchas noches se quedaba en la oficina para terminar y mi madre había decidido echarle una mano. Eso implico que Helena pasara a ser la secretaria de mi padre, eso traería algunas cosas malas, entre ellas que tuviera que irse de viaje con mi padre cada vez que este tuviera que viajar por algún negocio.
No me molestaba que viajara con mi padre, pero eso implicaba que nos veríamos menos, como ya he comentado las negociaciones con ese cliente se estaban enredando y alargando demasiado, mi padre decidió viajar y negociar personalmente, lo harían ese fin de semana. Joder me había quedado sin luna de miel y encima tendría que pasar mi primer fin de semana de casado sin Helena. El lunes volvieron con el contrato firmado, por lo cual mi padre decidió que nos habíamos ganado unos días libres.
Helena decidió que me llevaría a visitar su pueblo, me dijo que no me arrepentiría y así fue. Su pueblo se encontraba en una montaña y este se encontraba separado en dos por una grieta de unos cuatrocientos metros de profundidad. En ese pueblo descubrí mi segunda pasión la escalada, en las paredes de la grieta había usa cuevas que las habían transformado para que los turistas pudieran visitarlas sin correr ninguno riesgo, habían puesto unas pasarelas que cubrían el recorrido por las zonas más seguras.
Pero para poder llegar a ellas tenías que bajar haciendo rappel y después tenías que subir escalando hasta la cima de la grieta. En esos días que estuvimos en su pueblo solo pudimos ver la primera de ellas, la que se encontraba más cerca de la cima. Para poder ver las demás tendría que aprender a escalar como era debido y para eso hacía falta, tiempo y esfuerzo. Después de esos días que estuvimos en el pueblo de Helena decidí fusionar mis dos pasiones, la fotografía y la escalada.
A Helena le gustaba la montaña, así que decidimos construir una casa en la montaña cercana de la ciudad donde vivíamos, allí había un par de acantilados que utilice para pulir mis dotes tanto de la escalada como de la fotografía. Fueron dos años estupendos, la única pega era que mi padre cada vez viajaba más y Helena tenía que viajar con él, eso trajo más de una discusión con él.
Nunca se me paso por la cabeza que Helena me estuviera engañando con mi padre, además que a la mayoría de esos viajes se apuntaba mi madre, dejándome a mí para echar una mano a mi hermana. Mi hermana se terminó casando con un gilipollas, un chulito de playa que se creía el más listo de todos. En más de una ocasión tuvimos broncas tan gordas que casi llegamos a las manos y si no fue así era porque Helena y Silvia se metían de por medio.
A aquel imbécil se le olvidaba quien estaba por encima de él, Nunca fui un jefe déspota, si mis trabajadores daban él cayó yo era el primero que me quedaba con ellos después de trabajar para echarles una mano. Pero lo de mi cuñado era superior a mí, a ese la única mano se la echaría al cuello.
No es oro todo lo que reluce, últimamente cada vez que Helena venía de uno de los viajes la veía ausente, duraba un par de días, volviendo a ser la misma de siempre, pero llego un día que no lo deje pasar más y decidí tener una conversación con Helena.
- ¿Helena va todo bien?– pregunté–. Cada vez que vienes de viaje te veo más ausente.
- Lo sé–contesto Helena–. He hablado con tu padre y le he comentado que no volveré a viajar más.
- ¿Estás segura?– pregunté–. Mi padre no es de los que acepta un no por respuesta.
- No te preocupes por eso–dijo Helena–. He esgrimido razones de lo más convincentes.
Sentía que me ocultaba algo, pero sé cerro en banda y no pude sacarle nada, después me beso y ahí ya perdí la batalla. Se acercaban las vacaciones y decidimos volver al pueblo de Helena, mis dotes en la escalada habían mejorado mucho y podríamos descender a las demás cuevas además yo llevaría mi cámara. Las siguientes semanas fueron como la seda, mi padre no estaba nada contento los dos últimos viajes que había hecho sin Helena no había ido nada bien y estaba que echaba fuego por las orejas. Llamo a Helena a un par de reuniones para intentar convencerla de volver a ir con él, pero ella no cedió ni un centímetro. La relación con mi padre se enfrió hasta volverse glacial, me culpaba de la decisión que había tomado Helena, también sabia que si no la había despedido todavía era por no terminar de deteriorar nuestra relación.
No hubo ningún altercado más hasta que llego el día que cogíamos las vacaciones. Esa noche salimos a cenar con mi hermana, mi cuñado se reusó a compartir la misma mesa que yo la verdad es que si lo tuviera delante le daba una patada en toda la boca. Fue una cena muy agradable, Silvia se lamentaba de ver como mi relación con mi cuñado se deterioraba cada vez más.
- ¿Deteriorar?– pregunté–. Yo no tengo ninguna relación con ese mastuerzo.
- Él no es así–dijo mi hermana–. Créeme.
- Lo que tú digas hermanita–conteste–. Tu marido es un imbécil.
- ¡No digas eso!–dijo mi hermana enfadada.
- Y porque no voy a decirlo si es la verdad–conteste–. Tienes un gusto horrible para los hombres.
Silvia estaba roja del cabreo que empezaba a tener y fue Helena la que tuvo que interceder para que la cosa no fuera a mayores. La discusión entre mi hermana y yo termino como terminaban siempre, los dos abrazados. Una vez terminada la cena decidimos ir cada unos a su casa, nosotros teníamos previsto salir a primera hora y prefería que estuviéramos lo más frescos posible para conducir.
Al salir tan tempranos no encontramos casi tráfico, llegando antes de lo esperado, una vez en su casa decidimos comer algo y descansar. No sé qué hora de la noche seria, pero un placer que recorría toda mi espalda hasta estallar en mi cerebro me despertó. Entraba la luz de la luna por la ventana, pero al mirar hacia delante veía una sombra que estaba engullendo mi polla, cuando se sacó mi polla de la boca y levanto el rostro pude ver a una Helena sonriente dispuesta a dejarme seco.
No quería correrme así, así que le pedí que parara, acercando su boca a la mía me beso con gran intensidad entonces cogiendo mi polla se la fue metiendo poco a poco en su húmedo coñito. Una vez la tuvo dentro empezó a cabalgarme como una amazona desatada, el cabecero golpeaba la pared con tanta intensidad que llegue a pensar que la traspasaríamos, pero ver a semejante mujer gozar era la mejor visión que un hombre podía tener.
Helena se tumbó sobre mí mientras seguía penetrándola como un martillo percutor colocando sus labios al lado de mi oreja para decirme lo mucho que me amaba empezando a llorar. Hice que me mirara fijamente a los ojos, después de besarla yo también le dije que la amaba justo en ese precioso momento llegamos al orgasmo los dos, un orgasmo que gritamos a pleno pulmón, menos mal que Helena no tenía vecinos cerca aunque dudaba mucho de que no se hubieran enterado con la que habíamos armado.
Tumbándose a mi lado se quedó dormida con una sonrisa en el rostro, yo hice lo propio, pues habíamos quedado en levantarnos pronto para poder bajar a las cuevas sin encontrar a mucha gente, nos levantamos con los primeros rayos del sol, un buen desayuno y al coche, metimos todo lo necesario en el maletero y nos fuimos directos a la grieta. Como pensábamos no encontramos mucha gente, de esa manera podríamos aprovechar los anclajes de escalada que ya habían sido colocados en la roca.
Entramos en la segunda cueva, esta era bastante larga y tuve tiempo para sacar unas fotos increíbles, Silvia se iba a morir de miedo la siguiente vez tendría que traerla para que ella pudiera disfrutar de todo esto. Tardamos toda la mañana en recorrerla, una vez fuera y viendo la hora que era decidimos subir y comer algo, alrededor de la grieta solían poner puestos de comida, pero eran muy caros y nosotros preferíamos preparar comida y llevarlas en un taper, mientras comíamos nuestros músculos se iban relajando.
Nuestra intención era entrar en la tercera cueva por la tarde, esta ya se encontraba a más de cien metros el sol estaba más bajo, por esa razón entraba menos luz en la grieta. La oscuridad ahí reinante te envolvía, Helena y yo nos pusimos las linternas frontales, ver su sonrisa hacía que el miedo que sentía desapareciera. Por fin llegamos a la entrada de la cueva, la verdad es que me sentí aliviado al colocar los pies sobre la pasarela.
Esta cueva era impresionante, mucho más espectacular que las otras dos, tenía unas estalactitas que parecían lanzas con intención de clavarse en el suelo de lo grandes que eran, del suelo crecían estalagmitas como queriendo defenderse del ataque que le estaba haciendo el techo. Tome fotografías de todo, como mi capara era digital y no usaba flash no me pusieron ninguna pega. Me moría por mandarle estas fotografías a Silvia, sabía que serían el último empujón para que superara su miedo y quisiera venir.
Por fin llegamos al final de la cueva y tocaba dar la vuelta, Helena se reía, pero volvía ver como se perdía en sus pensamientos, lo intentaba disimilar, pero la conocía demasiado bien. Decidí no presionarla, cuando llegara el momento y estuviera segura ya me lo contaría. Lo que me preocupaba era que desde que volvió de ese último viaje sentía que Helena llevaba una mochila muy grande a cuestas, parecía como si se arrepintiese de algo.
Por fin llegamos a la entrada, con un tierno beso devolví a Helena a la realidad librándola de los brazos de esos pensamientos que la dejaban absorta. Había varias cuerdas colocadas para que la gente pudiera subir escalando, los anclajes de la pared estaban pensados para soportar a cuatro personas por cuerda, así que todos en fila esperábamos a nuestro turno. Por fin llego el nuestro, nos enganchamos a ella y colocando manos y pies en la pared empezamos a ascender con calma, no teníamos prisa.
Helena iba detrás de mí, cuando íbamos por la mitad empezamos a escuchar como un griterío que salía de la entrada de la cueva que acabábamos de visitar. Helena que estaba más abajo que yo miro y vio como dos chicos jóvenes se enganchaban a nuestra misma cuerda no respetando las normas, Insultando y riéndose de todo el mundo con la agravante de empezar a intentar separar de la pared el uno al otro, la cuerda se empezó a tensar mucho, pude ver como caía polvo de las zonas en las que estaban enganchados los anclajes.
Helena les grito que volvieran a la cueva y esperaran su turno, pero estos hicieron caso omiso. El primer anclaje se soltó y a este le siguieron otros dos más, la pareja que iba delante de nosotros entro en pánico. Sus movimientos consiguieron que todos nos separáramos de la pared, esto hizo que un cuarto anclaje cediera. Éramos seis personas sujetas por cuatro anclajes, si no conseguíamos llegar a la pared y anclar como mínimo un par de anclajes estaríamos sentenciados.
Lo intente con todas mis fuerzas, pero al no movernos todos a la vez en la misma dirección era imposible llegar, intente que todos entraran en razón, pero la pareja y los dos jóvenes que habían provocado esto habían entrado a tal grado de pánico que no atendían a nada. Mire a Helena sabiendo que de esta no salíamos con vida, pero por lo menos me iría junto al amor de mi vida. Helena miró hacia abajo, después me miro a mí, parecía que estaba haciendo cálculos mentales.
Una vez término los cálculos una sonrisa apareció en su rostro mientras unas lágrimas bajaban por sus mejillas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando vi como sacaba su navaja de escalada de uno de sis bolsillos y la abría poniendo el filo sobre la cuerda.
- ¿Se puede saber qué haces?–pregunte fuera de mí–. Helena por favor, puedo llegar a la pared, confía en mí.
- No podrás hacerlo a tiempo–contesto Helena–. No si no colaboramos todos y la histeria los ha devorado, esta es la única solución y lo sabes.
- Helena, deja que yo corte la cuerda–dije–. Si me tengo que ir de este mundo lo haré contigo.
- Tú no lo entiendes–contesto Helena–. Tú no mereces morir aquí.
- ¡Y tú sí!–dije–. Helena tenemos tiempo no tomes decisiones precipitadas.
- No lo hay, siempre te querré–dijo Helena.
- ¿Por qué haces esto?– dije superado por el llanto.
- En mi casa está la respuesta–contesto Helena.
Intente buscar mi navaja, busque de forma desquiciada por todos mis bolsillos, pero recordé que la deje en casa de Helena, ella ya llevaba una y creí que sería suficiente, era un imbécil que por su torpeza estaba a punto de ver como el amor de su vida iba a morir. Helena cerro los ojos, los chicos que habían provocado todo intentaban subir, pero les eras imposible mientras le gritaban a Helena que no lo hiciera.
Helena hacia lo correcto, yo hubiera hecho lo mismo, ahora mismo la vida de seis personas estaba comprometida, un alpinista sabe cuando tiene que cortar la cuerda y no ser egoísta. De un tajo la cuerda se separó en dos y pude ver como Helena desaparecía en esa oscuridad a cámara lenta, intente estirar el brazo con la esperanza de poder sujetarla, pero fue en vano. Lo último que vi fue como se dibujaba en los labios del amor de mi vida un lo siento perdóname.
Me quede colgado mirando al vacío durante unos instantes sin terminar de creerme lo que acababa de pasar, no podía hacerme a la idea de que no la volvería a ver. Unos gritos me sacaron de mi sopor, eran el matrimonio que estaban enganchados en la cuerda encima de mí, los mire.
- ¡Eh!– grité–. Tenemos que acompasar nuestros movimientos para que la cuerda se mueva como un péndulo, eso nos acercara a la pared.
- Está bien–contesto la mujer asustada–. ¿Pero como lo hacemos?
- Contaré hasta tres y moveremos nuestros cuerpos hacia atrás y seguido hacia adelante–conteste–. Tenemos que hacer el movimiento los tres a la vez, una vez alcancemos la pared cada uno tiene que enganchar un anclaje, de esa manera estaremos a salvo.
- Vale–contesto el matrimonio sin mucha convicción.
Estaba roto por dentro, pero no podía dejar que este matrimonio muriera, no después del sacrificio que acababa de hacer Helena, conté hasta tres y los tres nos movimos al unísono. Casi llegamos a rozar la pared, pero no era suficiente teníamos que volver a intentarlo, después de una nueva cuenta de tres lo volvimos a intentar, la mujer y yo conseguimos enganchar los anclajes, pero el hombre estaba aterrado y le temblaba todo, su mujer lo intento calmar, volveríamos a intentarlo, esperaba que a la tercera fuera la vencida, porque no teníamos mucho margen. Otra cuenta de tres y volvimos a mover nuestros cuerpos alejándonos de la pared para volver a acercarnos.
El hombre lo consiguió y los tres enganchamos la cuerda a esos tres anclajes, ya podíamos empezar a ascender. Yo me quede un rato más colgado, ya no había peligro de que la cuerda se soltara y más cuando me quede solo en ella. Mire para arriba y empecé a subir, conseguí contener las lágrimas hasta que llegue arriba, una vez allí me derrumbe llorando como si no habría un mañana, lo que iban a ser unas vacaciones felices se habían convertido en un infierno.
Aquel matrimonio joven se acercó a mí para darme ánimos, abrazándome con fuerza mientras mi alma gritaba de dolor. Las autoridades me dijeron que recuperar el cuerpo era imposible, la parte más profunda de la grieta era muy inestable y lo único que conseguiríamos serían más muertes. Esa grieta sería la tumba de Helena, si me ponía a pensar fríamente no podía haber elegido mejor sitio para morir.
Helena no tenía familia, sus padres la abandonaron cuando era una niña y fueron los habitantes del pueblo la que la criaron como pudieron, el funeral fue multitudinario, también asistieron mis padres y mi hermana que no se separó de mí ni un instante. Una vez término el funeral me plante delante de la puerta de la casa de Helena, pero no fui capaz de traspasarla, intente volver a la normalidad, pero las paredes de la oficina me asfixiaban más cada día que pasaba.
Llego un momento en el que ya no podía más, a cada sitio que miraba me recordaba a ella y me era imposible no ponerme a llorar. Mis padres y hermana hablaron conmigo y me propusieron que cogiera un año sabático, que viajara y cuando me encontrara mejor volviera. Eso es lo que hice, visite Australia, África, Islandia y también estuve en Siberia. No fui solo, mi cámara de fotos me acompaño para inmortalizar ese viaje que me hubiera gustado hacer junto a Helena.
Mi hermana siguió mi viaje gracias a todas las fotografías que le iba enviando, más las llamadas que le hacía todas las noches para contarle que tal me había ido el día. Silvia y esa cámara de fotos fueron mi sustento durante esos meses. El aniversario de la muerte de Helena fue la fecha en la que decidí volver, Silvia me esperaba en el aeropuerto hecha un manojo de nervios. Sabía que no lo estaba pasando nada bien en su matrimonio, ese gusano era un jugador empedernido, Silvia tenia que divorciarse de él a la voz de ya, si no, ese energúmeno llegaría a apostarla más pronto que tarde.
Mis padres se negaban a ese divorcio, cosa que yo no entendía, que es lo que estaban esperando que pasara una desgracia. Ya había perdido a Helena y no estaba dispuesto a perder también a mi hermana.
- Hola hermanito–dijo Silvia–. Puedo notar cierta paz en tu rostro.
- Así es hermanita–conteste–. En este viaje me he encontrado a mí mismo y mi verdadera vocación.
- ¿Cuál es si puede saberse?–pregunto Silvia.
- La fotografía–conteste–. La he llegado a amar tanto como tú.
- Me alegro mucho–dijo Silvia–. Cuando te hagas famoso no te olvides de mí.
- Pues tengo que decir que en este viaje me apunte a un concurso de fotografía que hizo una revista famosa sobre naturaleza–dije con una sonrisa–. Y tengo que decir que gane, si quiero tengo un puesto en esa revista.
- Viendo tu rostro sé que habrás aceptado–dijo Silvia con tristeza–. Eso significa que nos veremos menos todavía.
- No tiene por qué ser así–conteste–. Les enseñé algunas de tus fotografías y quedaron gratamente sorprendidos, si quieres tienes un puesto al lado de tu hermano.
Silvia sonrió y sé que dentro de ella estaba sopesando esa oferta, no la presionaría, pero sí decidía acompañarme en esta nueva aventura sería el hermano más feliz del mundo. Para cuando nos dimos cuenta ya habíamos llegado al pueblo de Helena, antes de ir a su casa compre un ramo de flores, la dueña al verme me abrazo con mucha fuerza, quería mucho a Helena y la echaba muchísimo de menos.
Aparcamos cerca de la grieta, saque mi equipo de escalada del maletero del coche y después de ponérmelo me dispuse a bajar mientras Silvia me esperaría arriba. Llevaba un año sin escalar y se notaba, pero esto era como andar en bici, no se olvidaba. Descendí con sumo cuidado parándome en el lugar exacto donde Helena corto la cuerda sacrificando su vida para que los demás viviéramos. El saliente se encontraba a unos cinco metros que descendí dejando el ramo de flores.
La ascensión fue más dura de lo que me esperaba, llegue arriba sin aliento y tuve que sentarme en el suelo para recuperarme, Silvia miro para abajo y dio dos pasos para atrás blanca como el papel.
- No sé si yo algún día seré capaz de hacerlo–dijo Silvia.
- Todo es ponerse hermanita–conteste–. Yo al principio pensaba como tú, pero al final se le coge el gusto.
Después de descansar guardé todo el equipo en el maletero y fuimos directos a la casa de Helena, me costó, pero esta vez fui capaz de meter la llave y entrar en la casa. Estaba tal y como la dejamos aquel día al salir, mire a mi hermana.
- Silvia coge la ropa que te guste–dije–. La demás la daremos a la gente que la necesite.
Al abrir el armario de su dormitorio Silvia empezó a mirar los vestidos, la verdad es que Helena tenía vestidos muy bonitos. Mi hermana fue a coger uno que le había gustado cuando se enganchó en algo, al intentar desengancharse nos dimos cuenta de que era como una especie de resorte que al accionarlo se abrió una tapa de la parte de abajo del armario dejando a la vista un compartimento secreto. Dentro de él había cuadernos que parecían los diarios de Helena y una caja llena de pendrive.
La curiosidad mató al gato, que razón tenía el dramaturgo Ben Jonson, cada pendrive estaba numerado, cogiendo el primero abrí mi portátil y enchufe el pendrive abriéndolo. Dentro de él había varias carpetas con nombres y fechas, esos nombres me eran muy familiares y lo fueron más cuando abrí uno de los videos. En aquel video aparecía Helena en la habitación de un hotel siendo follada salvajemente por dos hombres mientras uno se encontraba abajo follando el coño de Helena el otro hombre la bombeaba desde atrás metiendo su gran herramienta hasta el fondo del culo de él que fue el amor de mi vida.
No entendía nada de lo que pasaba, pero podía ver que aunque le dolía Helena lo estaba disfrutando enormemente. Mire la fecha y este video era de un año antes de que yo entrara a trabajar en la empresa de mi padre, todo lo que Helena hubiera hecho antes de empezar a salir y casarnos no era de mi incumbencia, mire las fechas y todas eran de antes de conocernos, pero todavía faltaba el último pendrive y este me hizo chocarme con la realidad con toda la fuerza del mundo.
Mire uno de los videos, tenía la fecha de una semana después de casarnos, todo mi cuerpo me gritaba que sabía lo que me iba a encontrar y así fue. En él salía Helena follando con aquel cliente que tanto se le resistió a mi padre. El cliente tenía a Helena de rodillas mientras follaba su boca de forma salvaje, pare el video porque no podía aguantar las ganas de vomitar, entonces me di cuenta de que Silvia también lo había visto todo y estaba paralizada con lágrimas en los ojos.
Pero eso no fue lo peor, entre las carpetas tenía dos en especial, una dedicada a mis padres y otra a mi cuñado. Mi padre y madre follaron con Helena antes de que empezáramos a salir y después también, y lo de mi cuñado era de traca, se ponía celoso cada vez que un hombre miraba a mi hermana, pero era el quién se follaba a mi mujer, ahora empezaba a entender esa sonrisa de superioridad que se gastaba.
Silvia estaba tan devastada como yo, durante toda la noche leímos todos los diarios, en ellos Helena comentaba como conoció a mis padres en la época que empezó a prostituirse para poder pagarse los estudios y estos después de tener una noche de intenso sexo con ella le ofrecieron un contrato en exclusiva con ellos, le pagarían los estudios y tendría un buen puesto fijo en la empresa, pero con la condición que se prostituyera para convencer a los clientes.
Comentaba lo mucho que disfrutaba de esos encuentros, pero todo cambio cuando me conoció a mí. Poco a poco empezó a comprobar que engañarme cada vez que se iba de viaje con mi padre le pesaba, pero jamás se atrevió a confesármelo por miedo a perderme, por lo cual al final tuvo que amenazar a mi padre con sacar todos los videos a la luz para que no la obligara a seguir engañándome, ella sabía que había ganado tiempo, pero que tarde o temprano mi padre la terminaría obligando a volver, puesto que ella era su arma infalible y desde que ella dejó de prostituirse para él, los nuevos contratos no llegaban, todos los clientes habían oído hablar de ella y querían su parte del pastel.
Así que aprovecharía todo el tiempo que había ganado antes de que todo saldría a la luz y me perdiera para siempre, ahora me encajaba todo, esos ratos que se perdía en sus pensamientos, esas sesiones de intenso sexo que me daba horas antes de irse de viaje y por último la decisión con la que corto la cuerda, era la forma que vio Helena para compensarme todo el daño que me había hecho aunque yo no lo supiera.
La maldije, el daño se compensa en vida no muriendo, hubiera preferido mil veces haberme enterado de todo esto y tenerla con vida que no verla caer en ese abismo para no regresar nunca más. Se hizo del día, a Silvia y a mí se nos acabaron las lágrimas. Estaba cabreadísimo con Helena, pero no podía odiarla, ella dio su vida para que yo conservara la mía, pero todos los videos que había visto con fecha después de haber empezado a salir no podía perdonárselo ni a ella ni a mis padres.
Silvia y yo nos miramos teniendo la misma idea, aquí íbamos a perder todos, nuestra idea era conseguir los correos electrónicos de cada esposa o novia de todos los hombres que salían en los videos para que supieran con qué clase de hombres estaban casados, después estos videos saldrían a la luz, la empresa de mis padres caería y ellos con ella, por último quedaba mi cuñado, conociendo a mi hermana no saldría bien parado.
Volvimos a la empresa como si nada hubiera pasado, pero cada vez que mi cuñado se acercaba a mi hermana esta solía sujetar un abrecartas con mucha fuerza, más de una vez temí que se lo terminara clavando, pero no lo hizo y se ciño al plan. Seis meses tardamos en conseguir todos los correos y una noche en mandar todos los correos con la debida información. Muchos de esos clientes no eran nadie, se habían casado con mujeres de familias poderosas pensando que habían dado el braguetazo de su vida, pero ahora tendrían que lidiar con el castigo que estas familias les impusieran.
La verdad es que no me gustaría estar en su pellejo, mi cuñado debía mucho dinero por culpa del juego y si no pagaba se las iba a ver muy negras. Mis padres se iban a encargar de saldar esa deuda, pero en cuanto los videos salieran a la luz, no pagarían nada dejando al infiel de mi cuñado solo ante el peligro, él se lo había buscado.
Como dijimos mandamos los videos de forma anónima a televisiones, periódicos y a la fiscalía por si había algún tipo de delito. Al día siguiente Silvia y yo fuimos directos al despacho de mi padre con un portátil y dos sobres cuáles contenían nuestras cartas de dimisión, Silvia había aceptado la oferta de aquella revista trabajaría de aquello que tanto la apasionaba la fotografía. Cuando entramos en el despacho nuestro padre estaba como un animal enjaulado, andando de un sitio a otro sin saber quién le había traicionado.
Sin embargo, en el rostro de mi madre se veía preocupación, la fiscalía podía actuar contra ellos y que fueran a la cárcel la aterraba por encima de todo. Cuando nos vieron entrar los dos agacharon la cabeza, yo no dije nada y poniendo el portátil sobre la mesa le di al play. Mi padre solo tuvo que sumar dos más dos para darse cuenta quien había sacado a la luz todo ese material.
- ¿As sido tu hijo?–pregunto mi padre enfadadísimo–. ¿Cómo has podido?
- ¡Que como he podido!–conteste–. Como has podido tu tenerme engañado todo este tiempo, ahora entiendo por qué no queríais que Helena se casara conmigo, ¿por qué no me dijisteis la verdad?
- ¡Me imagino que estas son las pruebas que esgrimió Helena para no volver a viajar!–dije–. ¡Mejor no me contestes!
- Hijo por favor–dijo mi madre.
- Tu hijo empezó a morir el día que vio caer al vacío a Helena y termino de hacerlo cuando se enteró de todo esto–conteste–. Ahora soy un Connor nuevo y pienso vivir mi vida lejos de vosotros.
-Silvia intenta que tu hermano entre en razón–dijo mi padre.
-Para que, ¿para salvarte el culo a ti?–contesto Silvia–. No papa, eso no va a pasar y además tengo algo para que veas.
Le puso los videos donde mi cuñado aparecía follando con Helena, Silvia miro a nuestro padre.
- ¿Tu sabías algo de esto?–pregunto Silvia.
- No–contesto nuestro padre–. ¡Pero ese cabrón me las va a pagar!
-Me parece bien–conteste–. Porque aquí vamos a perder todos.
Conté a mi padre como habíamos mandado los correos a todas las mujeres y novias de todos los hombres que aparecían en esos videos, mi padre se echó las manos a la cabeza, no solo la empresa estaba acabada, también pensaba en todas las querellas que les podrían caer por ser los instigadores de todo esto. Silvia y yo dejamos los dos sobres sobre la mesa, mirando por última vez a nuestros padres dimos media vuelta para salir de esa empresa y no regresar nunca más. Antes de ir a Australia para empezar nuestro nuevo trabajo decidí pasar por última vez por la tumba de Helena.
- ¿Estás seguro Connor?–pregunto Silvia–. Después de todo lo que te hizo.
- Ya te dije que no podía odiarla–conteste–. Sigo vivo gracias a ella, por lo menos le debo el despedirme de ella.
Volví a bajar hasta el punto donde corto la cuerda quedándome allí durante unos minutos, esa sería la última vez que visitaría la tumba de Helena. Una vez fuera de la grieta Silvia y yo nos montamos en el coche con dirección al aeropuerto, empezaríamos una nueva vida llena de expectativas y seguro que también dé felicidad.
FIN.
Me llamo Connor, me pusieron ese nombre en honor a mi abuelo paterno que falleció poco antes de que naciera yo, Mi padre dejo la empresa familiar que tenían en Irlanda en manos de sus dos hermanos y el vino a España a hacerse cargo de la filial Española. Fue en la empresa donde conoció a mi madre, ella era su secretaria, sí, más cliché no podía ser, pero ocurrió. Dos años después de nacer yo vino al mundo mi hermana Silvia, mi ojito derecho.
Mi padre era un adicto al trabajo y como mi madre era su secretaria la arrastraba en su locura. Lo malo era que esa ausencia la notaba yo y con el tiempo también Silvia, pero eso hizo que nuestros lazos fueran tan fuertes como el diamante. Estudie empresariales, tenía que hacer honor a mi legado, heredar la empresa cuando mi padre se jubilara, mi hermana, sin embargo, decidió estudiar marketing y tengo que reconocerlo, se le daba de miedo.
Mi hermana tenía una pasión la fotografía, con el tiempo consiguió contagiármela, llegando a disfrutar tanto como ella. Solíamos coger las vacaciones juntos para viajar siempre con una cámara de fotos en la mano, mi otra pasión la descubrí gracias a Helena, el amor de mi vida. Todavía recuerdo la primera vez que la vi, fue en mi primer día de trabajo, llegaba tarde como de costumbre y corría por los pasillos de la planta intentando no llegar demasiado tarde cuando girando una esquina me choque con alguien.
Los dos caímos al suelo, no fui capaz de verla hasta que todos los folios que habían salido volando tocaron el suelo. Ante mí tenía a la mujer más hermosa que hubiera visto en mi vida, parecía una modelo de pasarela, nervioso perdido intente disculparme.
- Lo siento–dije–. Llego tarde y tú has pagado mi torpeza.
- No pasa nada hombre–contesto ella–. Te perdono si me ayudas a ordenar este desastre.
- Si claro–conteste.
Me agaché y empecé a recoger todos los folios que pude ordenándolos según el número de cabecera, aquella mujer me miraba con una gran sonrisa, tardamos un poco, pero por fin pudimos ordenar todo.
- Me llamo Helena–dijo aquella mujer–. ¿Cómo te llamas tú?
- Connor–conteste–. Me llamo Connor.
- ¿Connor?–pregunto Helena–. No es un nombre muy común.
- No lo es–conteste–. Me lo pusieron por mi abuelo que era Irlandés.
Entonces Helena puso los ojos como platos al darse cuenta quien era yo, cogiéndome de la mano me llevo a la sala de conferencias donde todos me esperaban, la cara de mi padre lo decía todo, si no me grito fue por no dar el espectáculo, pero sabía que más tarde no me libraría, la reunión siguió su cauce, cuando acabo mi padre me pidió que me quedara haciendo lo mismo con Helena.
- Veo que ya os habéis conocido–dijo mi padre–. Helena será tu secretaria.
Otro cliché pensé, me he enamorado de la secretaria igual que mi padre, porque esa era la realidad, me había enamorado de ella según la vi. Amor a primera vista lo llaman, nunca creí en esto, pero no me quedaba más remedio que rendirme a la evidencia. Desde ese día mi relación con Helena fue estupenda, solíamos tomar café juntos, también solíamos ir a comer juntos y poco a poco empecé a sentir que ella empezaba a sentir lo mismo que sentía yo. No sería la primera vez que había sentido algo parecido, me había tirado a la piscina y esta se encontraba vacía, pero decidí que esta vez merecía la pena.
Aquella tarde llegue a mi despacho hecho un flan, me senté y una vez que me tranquilice le dije a Helena que pasara, muerto de miedo le dije si le apetecía salir a cenar conmigo ese viernes. Con una sonrisa me dijo que cenaría conmigo encantada. No me puse a dar votes de alegría porque sabía que mi padre haría que me flagelaran. Mi rendimiento en el trabajo era excepcional, pero según él no me comportaba como alguien que sería el futuro dueño de la empresa.
Parecía que a mi padre le habían metido un palo en el culo tan profundamente que jamás podría sacárselo, si alguna vez le daba por sonreír seguro que los músculos de su rostro se desgarrarían por el poco uso que les daba. Llego el viernes, me vestí de punta en blanco, quería estar impecable para Helena, cuando le toque el timbre y le vi descender las escaleras de su portal casi me da algo, llevaba un vestido rojo que le quedaba perfecto, la verdad es que hacía que fuera más hermosa si cabe.
La cena fue estupenda, la copa que tomamos después muy divertida, pero lo mejor de la noche vino cuando terminamos en la cama de un hotel dando rienda suelta a nuestros instintos, me había imaginado a Helena desnuda en más de una ocasión, pero al tenerla delante se me corto hasta la respiración, parecía como si una diosa del Olimpo hubiera decidido bajar a la tierra para hacerme feliz.
En mi caso era alto y había sacado el físico de mi padre así que no desentonaba al lado de semejante mujer cuando íbamos vestidos, pero estando desnudos la cosa cambiaba. Aunque hacía ejercicio y me mantenía en forma, el cuerpo de Helena parecía haber sido cincelado por el propio Miguel Ángel. Cada suspiro, cada caricia, atesore cada segundo de esa noche, creo que fue la noche más feliz de mi vida.
Helena y yo nos casamos a los dos años, solo Silvia me apoyo, en cuanto a mis padres vi una oposición férrea a que me casara con Helena. El conflicto escaló de tal manera que amenace a mis padres con dimitir si se seguían inmiscuyendo en mi vida. Helena lo paso muy mal, llegando a decirme que no hacía falta que nos casáramos que ella era muy feliz a mi lado. Yo no estaba dispuesto a pasar ni una más, mis padres ya sabían lo que había, o me dejaban casarme con Helena o dimitía sin mirar atrás.
Al final accedieron, de la noche a la mañana cambiaron de opinión, cosa que me pareció muy extraña, puesto que jamás cambiaban de opinión una vez habían tomado una decisión, pero como esta vez me convenía decidí no menear el tema. Nos casamos en una preciosa boda, la noche de bodas fue larga y muy placentera, lo suficiente para terminar con agujetas hasta detrás de las orejas. No pudimos tener luna de miel, estábamos en negociaciones con un cliente muy importante y mi padre no quería prescindir de ninguno de los dos.
Mi padre también me dio otra buena nueva, mi madre había decidido dejar de ser la secretaria de mi padre para ser la secretaria de Silvia. Silvia trabajaba como la que más y nunca quiso una secretaria, pero como lo hacía todo ella sola muchas noches se quedaba en la oficina para terminar y mi madre había decidido echarle una mano. Eso implico que Helena pasara a ser la secretaria de mi padre, eso traería algunas cosas malas, entre ellas que tuviera que irse de viaje con mi padre cada vez que este tuviera que viajar por algún negocio.
No me molestaba que viajara con mi padre, pero eso implicaba que nos veríamos menos, como ya he comentado las negociaciones con ese cliente se estaban enredando y alargando demasiado, mi padre decidió viajar y negociar personalmente, lo harían ese fin de semana. Joder me había quedado sin luna de miel y encima tendría que pasar mi primer fin de semana de casado sin Helena. El lunes volvieron con el contrato firmado, por lo cual mi padre decidió que nos habíamos ganado unos días libres.
Helena decidió que me llevaría a visitar su pueblo, me dijo que no me arrepentiría y así fue. Su pueblo se encontraba en una montaña y este se encontraba separado en dos por una grieta de unos cuatrocientos metros de profundidad. En ese pueblo descubrí mi segunda pasión la escalada, en las paredes de la grieta había usa cuevas que las habían transformado para que los turistas pudieran visitarlas sin correr ninguno riesgo, habían puesto unas pasarelas que cubrían el recorrido por las zonas más seguras.
Pero para poder llegar a ellas tenías que bajar haciendo rappel y después tenías que subir escalando hasta la cima de la grieta. En esos días que estuvimos en su pueblo solo pudimos ver la primera de ellas, la que se encontraba más cerca de la cima. Para poder ver las demás tendría que aprender a escalar como era debido y para eso hacía falta, tiempo y esfuerzo. Después de esos días que estuvimos en el pueblo de Helena decidí fusionar mis dos pasiones, la fotografía y la escalada.
A Helena le gustaba la montaña, así que decidimos construir una casa en la montaña cercana de la ciudad donde vivíamos, allí había un par de acantilados que utilice para pulir mis dotes tanto de la escalada como de la fotografía. Fueron dos años estupendos, la única pega era que mi padre cada vez viajaba más y Helena tenía que viajar con él, eso trajo más de una discusión con él.
Nunca se me paso por la cabeza que Helena me estuviera engañando con mi padre, además que a la mayoría de esos viajes se apuntaba mi madre, dejándome a mí para echar una mano a mi hermana. Mi hermana se terminó casando con un gilipollas, un chulito de playa que se creía el más listo de todos. En más de una ocasión tuvimos broncas tan gordas que casi llegamos a las manos y si no fue así era porque Helena y Silvia se metían de por medio.
A aquel imbécil se le olvidaba quien estaba por encima de él, Nunca fui un jefe déspota, si mis trabajadores daban él cayó yo era el primero que me quedaba con ellos después de trabajar para echarles una mano. Pero lo de mi cuñado era superior a mí, a ese la única mano se la echaría al cuello.
No es oro todo lo que reluce, últimamente cada vez que Helena venía de uno de los viajes la veía ausente, duraba un par de días, volviendo a ser la misma de siempre, pero llego un día que no lo deje pasar más y decidí tener una conversación con Helena.
- ¿Helena va todo bien?– pregunté–. Cada vez que vienes de viaje te veo más ausente.
- Lo sé–contesto Helena–. He hablado con tu padre y le he comentado que no volveré a viajar más.
- ¿Estás segura?– pregunté–. Mi padre no es de los que acepta un no por respuesta.
- No te preocupes por eso–dijo Helena–. He esgrimido razones de lo más convincentes.
Sentía que me ocultaba algo, pero sé cerro en banda y no pude sacarle nada, después me beso y ahí ya perdí la batalla. Se acercaban las vacaciones y decidimos volver al pueblo de Helena, mis dotes en la escalada habían mejorado mucho y podríamos descender a las demás cuevas además yo llevaría mi cámara. Las siguientes semanas fueron como la seda, mi padre no estaba nada contento los dos últimos viajes que había hecho sin Helena no había ido nada bien y estaba que echaba fuego por las orejas. Llamo a Helena a un par de reuniones para intentar convencerla de volver a ir con él, pero ella no cedió ni un centímetro. La relación con mi padre se enfrió hasta volverse glacial, me culpaba de la decisión que había tomado Helena, también sabia que si no la había despedido todavía era por no terminar de deteriorar nuestra relación.
No hubo ningún altercado más hasta que llego el día que cogíamos las vacaciones. Esa noche salimos a cenar con mi hermana, mi cuñado se reusó a compartir la misma mesa que yo la verdad es que si lo tuviera delante le daba una patada en toda la boca. Fue una cena muy agradable, Silvia se lamentaba de ver como mi relación con mi cuñado se deterioraba cada vez más.
- ¿Deteriorar?– pregunté–. Yo no tengo ninguna relación con ese mastuerzo.
- Él no es así–dijo mi hermana–. Créeme.
- Lo que tú digas hermanita–conteste–. Tu marido es un imbécil.
- ¡No digas eso!–dijo mi hermana enfadada.
- Y porque no voy a decirlo si es la verdad–conteste–. Tienes un gusto horrible para los hombres.
Silvia estaba roja del cabreo que empezaba a tener y fue Helena la que tuvo que interceder para que la cosa no fuera a mayores. La discusión entre mi hermana y yo termino como terminaban siempre, los dos abrazados. Una vez terminada la cena decidimos ir cada unos a su casa, nosotros teníamos previsto salir a primera hora y prefería que estuviéramos lo más frescos posible para conducir.
Al salir tan tempranos no encontramos casi tráfico, llegando antes de lo esperado, una vez en su casa decidimos comer algo y descansar. No sé qué hora de la noche seria, pero un placer que recorría toda mi espalda hasta estallar en mi cerebro me despertó. Entraba la luz de la luna por la ventana, pero al mirar hacia delante veía una sombra que estaba engullendo mi polla, cuando se sacó mi polla de la boca y levanto el rostro pude ver a una Helena sonriente dispuesta a dejarme seco.
No quería correrme así, así que le pedí que parara, acercando su boca a la mía me beso con gran intensidad entonces cogiendo mi polla se la fue metiendo poco a poco en su húmedo coñito. Una vez la tuvo dentro empezó a cabalgarme como una amazona desatada, el cabecero golpeaba la pared con tanta intensidad que llegue a pensar que la traspasaríamos, pero ver a semejante mujer gozar era la mejor visión que un hombre podía tener.
Helena se tumbó sobre mí mientras seguía penetrándola como un martillo percutor colocando sus labios al lado de mi oreja para decirme lo mucho que me amaba empezando a llorar. Hice que me mirara fijamente a los ojos, después de besarla yo también le dije que la amaba justo en ese precioso momento llegamos al orgasmo los dos, un orgasmo que gritamos a pleno pulmón, menos mal que Helena no tenía vecinos cerca aunque dudaba mucho de que no se hubieran enterado con la que habíamos armado.
Tumbándose a mi lado se quedó dormida con una sonrisa en el rostro, yo hice lo propio, pues habíamos quedado en levantarnos pronto para poder bajar a las cuevas sin encontrar a mucha gente, nos levantamos con los primeros rayos del sol, un buen desayuno y al coche, metimos todo lo necesario en el maletero y nos fuimos directos a la grieta. Como pensábamos no encontramos mucha gente, de esa manera podríamos aprovechar los anclajes de escalada que ya habían sido colocados en la roca.
Entramos en la segunda cueva, esta era bastante larga y tuve tiempo para sacar unas fotos increíbles, Silvia se iba a morir de miedo la siguiente vez tendría que traerla para que ella pudiera disfrutar de todo esto. Tardamos toda la mañana en recorrerla, una vez fuera y viendo la hora que era decidimos subir y comer algo, alrededor de la grieta solían poner puestos de comida, pero eran muy caros y nosotros preferíamos preparar comida y llevarlas en un taper, mientras comíamos nuestros músculos se iban relajando.
Nuestra intención era entrar en la tercera cueva por la tarde, esta ya se encontraba a más de cien metros el sol estaba más bajo, por esa razón entraba menos luz en la grieta. La oscuridad ahí reinante te envolvía, Helena y yo nos pusimos las linternas frontales, ver su sonrisa hacía que el miedo que sentía desapareciera. Por fin llegamos a la entrada de la cueva, la verdad es que me sentí aliviado al colocar los pies sobre la pasarela.
Esta cueva era impresionante, mucho más espectacular que las otras dos, tenía unas estalactitas que parecían lanzas con intención de clavarse en el suelo de lo grandes que eran, del suelo crecían estalagmitas como queriendo defenderse del ataque que le estaba haciendo el techo. Tome fotografías de todo, como mi capara era digital y no usaba flash no me pusieron ninguna pega. Me moría por mandarle estas fotografías a Silvia, sabía que serían el último empujón para que superara su miedo y quisiera venir.
Por fin llegamos al final de la cueva y tocaba dar la vuelta, Helena se reía, pero volvía ver como se perdía en sus pensamientos, lo intentaba disimilar, pero la conocía demasiado bien. Decidí no presionarla, cuando llegara el momento y estuviera segura ya me lo contaría. Lo que me preocupaba era que desde que volvió de ese último viaje sentía que Helena llevaba una mochila muy grande a cuestas, parecía como si se arrepintiese de algo.
Por fin llegamos a la entrada, con un tierno beso devolví a Helena a la realidad librándola de los brazos de esos pensamientos que la dejaban absorta. Había varias cuerdas colocadas para que la gente pudiera subir escalando, los anclajes de la pared estaban pensados para soportar a cuatro personas por cuerda, así que todos en fila esperábamos a nuestro turno. Por fin llego el nuestro, nos enganchamos a ella y colocando manos y pies en la pared empezamos a ascender con calma, no teníamos prisa.
Helena iba detrás de mí, cuando íbamos por la mitad empezamos a escuchar como un griterío que salía de la entrada de la cueva que acabábamos de visitar. Helena que estaba más abajo que yo miro y vio como dos chicos jóvenes se enganchaban a nuestra misma cuerda no respetando las normas, Insultando y riéndose de todo el mundo con la agravante de empezar a intentar separar de la pared el uno al otro, la cuerda se empezó a tensar mucho, pude ver como caía polvo de las zonas en las que estaban enganchados los anclajes.
Helena les grito que volvieran a la cueva y esperaran su turno, pero estos hicieron caso omiso. El primer anclaje se soltó y a este le siguieron otros dos más, la pareja que iba delante de nosotros entro en pánico. Sus movimientos consiguieron que todos nos separáramos de la pared, esto hizo que un cuarto anclaje cediera. Éramos seis personas sujetas por cuatro anclajes, si no conseguíamos llegar a la pared y anclar como mínimo un par de anclajes estaríamos sentenciados.
Lo intente con todas mis fuerzas, pero al no movernos todos a la vez en la misma dirección era imposible llegar, intente que todos entraran en razón, pero la pareja y los dos jóvenes que habían provocado esto habían entrado a tal grado de pánico que no atendían a nada. Mire a Helena sabiendo que de esta no salíamos con vida, pero por lo menos me iría junto al amor de mi vida. Helena miró hacia abajo, después me miro a mí, parecía que estaba haciendo cálculos mentales.
Una vez término los cálculos una sonrisa apareció en su rostro mientras unas lágrimas bajaban por sus mejillas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando vi como sacaba su navaja de escalada de uno de sis bolsillos y la abría poniendo el filo sobre la cuerda.
- ¿Se puede saber qué haces?–pregunte fuera de mí–. Helena por favor, puedo llegar a la pared, confía en mí.
- No podrás hacerlo a tiempo–contesto Helena–. No si no colaboramos todos y la histeria los ha devorado, esta es la única solución y lo sabes.
- Helena, deja que yo corte la cuerda–dije–. Si me tengo que ir de este mundo lo haré contigo.
- Tú no lo entiendes–contesto Helena–. Tú no mereces morir aquí.
- ¡Y tú sí!–dije–. Helena tenemos tiempo no tomes decisiones precipitadas.
- No lo hay, siempre te querré–dijo Helena.
- ¿Por qué haces esto?– dije superado por el llanto.
- En mi casa está la respuesta–contesto Helena.
Intente buscar mi navaja, busque de forma desquiciada por todos mis bolsillos, pero recordé que la deje en casa de Helena, ella ya llevaba una y creí que sería suficiente, era un imbécil que por su torpeza estaba a punto de ver como el amor de su vida iba a morir. Helena cerro los ojos, los chicos que habían provocado todo intentaban subir, pero les eras imposible mientras le gritaban a Helena que no lo hiciera.
Helena hacia lo correcto, yo hubiera hecho lo mismo, ahora mismo la vida de seis personas estaba comprometida, un alpinista sabe cuando tiene que cortar la cuerda y no ser egoísta. De un tajo la cuerda se separó en dos y pude ver como Helena desaparecía en esa oscuridad a cámara lenta, intente estirar el brazo con la esperanza de poder sujetarla, pero fue en vano. Lo último que vi fue como se dibujaba en los labios del amor de mi vida un lo siento perdóname.
Me quede colgado mirando al vacío durante unos instantes sin terminar de creerme lo que acababa de pasar, no podía hacerme a la idea de que no la volvería a ver. Unos gritos me sacaron de mi sopor, eran el matrimonio que estaban enganchados en la cuerda encima de mí, los mire.
- ¡Eh!– grité–. Tenemos que acompasar nuestros movimientos para que la cuerda se mueva como un péndulo, eso nos acercara a la pared.
- Está bien–contesto la mujer asustada–. ¿Pero como lo hacemos?
- Contaré hasta tres y moveremos nuestros cuerpos hacia atrás y seguido hacia adelante–conteste–. Tenemos que hacer el movimiento los tres a la vez, una vez alcancemos la pared cada uno tiene que enganchar un anclaje, de esa manera estaremos a salvo.
- Vale–contesto el matrimonio sin mucha convicción.
Estaba roto por dentro, pero no podía dejar que este matrimonio muriera, no después del sacrificio que acababa de hacer Helena, conté hasta tres y los tres nos movimos al unísono. Casi llegamos a rozar la pared, pero no era suficiente teníamos que volver a intentarlo, después de una nueva cuenta de tres lo volvimos a intentar, la mujer y yo conseguimos enganchar los anclajes, pero el hombre estaba aterrado y le temblaba todo, su mujer lo intento calmar, volveríamos a intentarlo, esperaba que a la tercera fuera la vencida, porque no teníamos mucho margen. Otra cuenta de tres y volvimos a mover nuestros cuerpos alejándonos de la pared para volver a acercarnos.
El hombre lo consiguió y los tres enganchamos la cuerda a esos tres anclajes, ya podíamos empezar a ascender. Yo me quede un rato más colgado, ya no había peligro de que la cuerda se soltara y más cuando me quede solo en ella. Mire para arriba y empecé a subir, conseguí contener las lágrimas hasta que llegue arriba, una vez allí me derrumbe llorando como si no habría un mañana, lo que iban a ser unas vacaciones felices se habían convertido en un infierno.
Aquel matrimonio joven se acercó a mí para darme ánimos, abrazándome con fuerza mientras mi alma gritaba de dolor. Las autoridades me dijeron que recuperar el cuerpo era imposible, la parte más profunda de la grieta era muy inestable y lo único que conseguiríamos serían más muertes. Esa grieta sería la tumba de Helena, si me ponía a pensar fríamente no podía haber elegido mejor sitio para morir.
Helena no tenía familia, sus padres la abandonaron cuando era una niña y fueron los habitantes del pueblo la que la criaron como pudieron, el funeral fue multitudinario, también asistieron mis padres y mi hermana que no se separó de mí ni un instante. Una vez término el funeral me plante delante de la puerta de la casa de Helena, pero no fui capaz de traspasarla, intente volver a la normalidad, pero las paredes de la oficina me asfixiaban más cada día que pasaba.
Llego un momento en el que ya no podía más, a cada sitio que miraba me recordaba a ella y me era imposible no ponerme a llorar. Mis padres y hermana hablaron conmigo y me propusieron que cogiera un año sabático, que viajara y cuando me encontrara mejor volviera. Eso es lo que hice, visite Australia, África, Islandia y también estuve en Siberia. No fui solo, mi cámara de fotos me acompaño para inmortalizar ese viaje que me hubiera gustado hacer junto a Helena.
Mi hermana siguió mi viaje gracias a todas las fotografías que le iba enviando, más las llamadas que le hacía todas las noches para contarle que tal me había ido el día. Silvia y esa cámara de fotos fueron mi sustento durante esos meses. El aniversario de la muerte de Helena fue la fecha en la que decidí volver, Silvia me esperaba en el aeropuerto hecha un manojo de nervios. Sabía que no lo estaba pasando nada bien en su matrimonio, ese gusano era un jugador empedernido, Silvia tenia que divorciarse de él a la voz de ya, si no, ese energúmeno llegaría a apostarla más pronto que tarde.
Mis padres se negaban a ese divorcio, cosa que yo no entendía, que es lo que estaban esperando que pasara una desgracia. Ya había perdido a Helena y no estaba dispuesto a perder también a mi hermana.
- Hola hermanito–dijo Silvia–. Puedo notar cierta paz en tu rostro.
- Así es hermanita–conteste–. En este viaje me he encontrado a mí mismo y mi verdadera vocación.
- ¿Cuál es si puede saberse?–pregunto Silvia.
- La fotografía–conteste–. La he llegado a amar tanto como tú.
- Me alegro mucho–dijo Silvia–. Cuando te hagas famoso no te olvides de mí.
- Pues tengo que decir que en este viaje me apunte a un concurso de fotografía que hizo una revista famosa sobre naturaleza–dije con una sonrisa–. Y tengo que decir que gane, si quiero tengo un puesto en esa revista.
- Viendo tu rostro sé que habrás aceptado–dijo Silvia con tristeza–. Eso significa que nos veremos menos todavía.
- No tiene por qué ser así–conteste–. Les enseñé algunas de tus fotografías y quedaron gratamente sorprendidos, si quieres tienes un puesto al lado de tu hermano.
Silvia sonrió y sé que dentro de ella estaba sopesando esa oferta, no la presionaría, pero sí decidía acompañarme en esta nueva aventura sería el hermano más feliz del mundo. Para cuando nos dimos cuenta ya habíamos llegado al pueblo de Helena, antes de ir a su casa compre un ramo de flores, la dueña al verme me abrazo con mucha fuerza, quería mucho a Helena y la echaba muchísimo de menos.
Aparcamos cerca de la grieta, saque mi equipo de escalada del maletero del coche y después de ponérmelo me dispuse a bajar mientras Silvia me esperaría arriba. Llevaba un año sin escalar y se notaba, pero esto era como andar en bici, no se olvidaba. Descendí con sumo cuidado parándome en el lugar exacto donde Helena corto la cuerda sacrificando su vida para que los demás viviéramos. El saliente se encontraba a unos cinco metros que descendí dejando el ramo de flores.
La ascensión fue más dura de lo que me esperaba, llegue arriba sin aliento y tuve que sentarme en el suelo para recuperarme, Silvia miro para abajo y dio dos pasos para atrás blanca como el papel.
- No sé si yo algún día seré capaz de hacerlo–dijo Silvia.
- Todo es ponerse hermanita–conteste–. Yo al principio pensaba como tú, pero al final se le coge el gusto.
Después de descansar guardé todo el equipo en el maletero y fuimos directos a la casa de Helena, me costó, pero esta vez fui capaz de meter la llave y entrar en la casa. Estaba tal y como la dejamos aquel día al salir, mire a mi hermana.
- Silvia coge la ropa que te guste–dije–. La demás la daremos a la gente que la necesite.
Al abrir el armario de su dormitorio Silvia empezó a mirar los vestidos, la verdad es que Helena tenía vestidos muy bonitos. Mi hermana fue a coger uno que le había gustado cuando se enganchó en algo, al intentar desengancharse nos dimos cuenta de que era como una especie de resorte que al accionarlo se abrió una tapa de la parte de abajo del armario dejando a la vista un compartimento secreto. Dentro de él había cuadernos que parecían los diarios de Helena y una caja llena de pendrive.
La curiosidad mató al gato, que razón tenía el dramaturgo Ben Jonson, cada pendrive estaba numerado, cogiendo el primero abrí mi portátil y enchufe el pendrive abriéndolo. Dentro de él había varias carpetas con nombres y fechas, esos nombres me eran muy familiares y lo fueron más cuando abrí uno de los videos. En aquel video aparecía Helena en la habitación de un hotel siendo follada salvajemente por dos hombres mientras uno se encontraba abajo follando el coño de Helena el otro hombre la bombeaba desde atrás metiendo su gran herramienta hasta el fondo del culo de él que fue el amor de mi vida.
No entendía nada de lo que pasaba, pero podía ver que aunque le dolía Helena lo estaba disfrutando enormemente. Mire la fecha y este video era de un año antes de que yo entrara a trabajar en la empresa de mi padre, todo lo que Helena hubiera hecho antes de empezar a salir y casarnos no era de mi incumbencia, mire las fechas y todas eran de antes de conocernos, pero todavía faltaba el último pendrive y este me hizo chocarme con la realidad con toda la fuerza del mundo.
Mire uno de los videos, tenía la fecha de una semana después de casarnos, todo mi cuerpo me gritaba que sabía lo que me iba a encontrar y así fue. En él salía Helena follando con aquel cliente que tanto se le resistió a mi padre. El cliente tenía a Helena de rodillas mientras follaba su boca de forma salvaje, pare el video porque no podía aguantar las ganas de vomitar, entonces me di cuenta de que Silvia también lo había visto todo y estaba paralizada con lágrimas en los ojos.
Pero eso no fue lo peor, entre las carpetas tenía dos en especial, una dedicada a mis padres y otra a mi cuñado. Mi padre y madre follaron con Helena antes de que empezáramos a salir y después también, y lo de mi cuñado era de traca, se ponía celoso cada vez que un hombre miraba a mi hermana, pero era el quién se follaba a mi mujer, ahora empezaba a entender esa sonrisa de superioridad que se gastaba.
Silvia estaba tan devastada como yo, durante toda la noche leímos todos los diarios, en ellos Helena comentaba como conoció a mis padres en la época que empezó a prostituirse para poder pagarse los estudios y estos después de tener una noche de intenso sexo con ella le ofrecieron un contrato en exclusiva con ellos, le pagarían los estudios y tendría un buen puesto fijo en la empresa, pero con la condición que se prostituyera para convencer a los clientes.
Comentaba lo mucho que disfrutaba de esos encuentros, pero todo cambio cuando me conoció a mí. Poco a poco empezó a comprobar que engañarme cada vez que se iba de viaje con mi padre le pesaba, pero jamás se atrevió a confesármelo por miedo a perderme, por lo cual al final tuvo que amenazar a mi padre con sacar todos los videos a la luz para que no la obligara a seguir engañándome, ella sabía que había ganado tiempo, pero que tarde o temprano mi padre la terminaría obligando a volver, puesto que ella era su arma infalible y desde que ella dejó de prostituirse para él, los nuevos contratos no llegaban, todos los clientes habían oído hablar de ella y querían su parte del pastel.
Así que aprovecharía todo el tiempo que había ganado antes de que todo saldría a la luz y me perdiera para siempre, ahora me encajaba todo, esos ratos que se perdía en sus pensamientos, esas sesiones de intenso sexo que me daba horas antes de irse de viaje y por último la decisión con la que corto la cuerda, era la forma que vio Helena para compensarme todo el daño que me había hecho aunque yo no lo supiera.
La maldije, el daño se compensa en vida no muriendo, hubiera preferido mil veces haberme enterado de todo esto y tenerla con vida que no verla caer en ese abismo para no regresar nunca más. Se hizo del día, a Silvia y a mí se nos acabaron las lágrimas. Estaba cabreadísimo con Helena, pero no podía odiarla, ella dio su vida para que yo conservara la mía, pero todos los videos que había visto con fecha después de haber empezado a salir no podía perdonárselo ni a ella ni a mis padres.
Silvia y yo nos miramos teniendo la misma idea, aquí íbamos a perder todos, nuestra idea era conseguir los correos electrónicos de cada esposa o novia de todos los hombres que salían en los videos para que supieran con qué clase de hombres estaban casados, después estos videos saldrían a la luz, la empresa de mis padres caería y ellos con ella, por último quedaba mi cuñado, conociendo a mi hermana no saldría bien parado.
Volvimos a la empresa como si nada hubiera pasado, pero cada vez que mi cuñado se acercaba a mi hermana esta solía sujetar un abrecartas con mucha fuerza, más de una vez temí que se lo terminara clavando, pero no lo hizo y se ciño al plan. Seis meses tardamos en conseguir todos los correos y una noche en mandar todos los correos con la debida información. Muchos de esos clientes no eran nadie, se habían casado con mujeres de familias poderosas pensando que habían dado el braguetazo de su vida, pero ahora tendrían que lidiar con el castigo que estas familias les impusieran.
La verdad es que no me gustaría estar en su pellejo, mi cuñado debía mucho dinero por culpa del juego y si no pagaba se las iba a ver muy negras. Mis padres se iban a encargar de saldar esa deuda, pero en cuanto los videos salieran a la luz, no pagarían nada dejando al infiel de mi cuñado solo ante el peligro, él se lo había buscado.
Como dijimos mandamos los videos de forma anónima a televisiones, periódicos y a la fiscalía por si había algún tipo de delito. Al día siguiente Silvia y yo fuimos directos al despacho de mi padre con un portátil y dos sobres cuáles contenían nuestras cartas de dimisión, Silvia había aceptado la oferta de aquella revista trabajaría de aquello que tanto la apasionaba la fotografía. Cuando entramos en el despacho nuestro padre estaba como un animal enjaulado, andando de un sitio a otro sin saber quién le había traicionado.
Sin embargo, en el rostro de mi madre se veía preocupación, la fiscalía podía actuar contra ellos y que fueran a la cárcel la aterraba por encima de todo. Cuando nos vieron entrar los dos agacharon la cabeza, yo no dije nada y poniendo el portátil sobre la mesa le di al play. Mi padre solo tuvo que sumar dos más dos para darse cuenta quien había sacado a la luz todo ese material.
- ¿As sido tu hijo?–pregunto mi padre enfadadísimo–. ¿Cómo has podido?
- ¡Que como he podido!–conteste–. Como has podido tu tenerme engañado todo este tiempo, ahora entiendo por qué no queríais que Helena se casara conmigo, ¿por qué no me dijisteis la verdad?
- ¡Me imagino que estas son las pruebas que esgrimió Helena para no volver a viajar!–dije–. ¡Mejor no me contestes!
- Hijo por favor–dijo mi madre.
- Tu hijo empezó a morir el día que vio caer al vacío a Helena y termino de hacerlo cuando se enteró de todo esto–conteste–. Ahora soy un Connor nuevo y pienso vivir mi vida lejos de vosotros.
-Silvia intenta que tu hermano entre en razón–dijo mi padre.
-Para que, ¿para salvarte el culo a ti?–contesto Silvia–. No papa, eso no va a pasar y además tengo algo para que veas.
Le puso los videos donde mi cuñado aparecía follando con Helena, Silvia miro a nuestro padre.
- ¿Tu sabías algo de esto?–pregunto Silvia.
- No–contesto nuestro padre–. ¡Pero ese cabrón me las va a pagar!
-Me parece bien–conteste–. Porque aquí vamos a perder todos.
Conté a mi padre como habíamos mandado los correos a todas las mujeres y novias de todos los hombres que aparecían en esos videos, mi padre se echó las manos a la cabeza, no solo la empresa estaba acabada, también pensaba en todas las querellas que les podrían caer por ser los instigadores de todo esto. Silvia y yo dejamos los dos sobres sobre la mesa, mirando por última vez a nuestros padres dimos media vuelta para salir de esa empresa y no regresar nunca más. Antes de ir a Australia para empezar nuestro nuevo trabajo decidí pasar por última vez por la tumba de Helena.
- ¿Estás seguro Connor?–pregunto Silvia–. Después de todo lo que te hizo.
- Ya te dije que no podía odiarla–conteste–. Sigo vivo gracias a ella, por lo menos le debo el despedirme de ella.
Volví a bajar hasta el punto donde corto la cuerda quedándome allí durante unos minutos, esa sería la última vez que visitaría la tumba de Helena. Una vez fuera de la grieta Silvia y yo nos montamos en el coche con dirección al aeropuerto, empezaríamos una nueva vida llena de expectativas y seguro que también dé felicidad.
FIN.