Tenía yo 13 años. En aquel entonces creo recordar que iría a 8 de EGB (para quienes ya tenemos una edad y situarnos).
Yo vivía en un edificio en el que en el piso de abajo eran propietarios mis tíos. Tenían 4 hijos pequeños y tenían una chica que les ayudaba. La chavala tendría 17 años. Siempre iba con unos vaqueros muy ajustados y camisetas superceñidas que marcaban su bello cuerpo y sobre todo lo que para mi eran "las tetas de mi vida". Para mi una mujer a diferencia de mis compañeras de clase.
Yo bajaba a casa de mis tíos a veces. Ella siempre me hacía mucho caso y cuando estabamos solos en alguna estancia de la casa y no habían adultos me preguntaba mucho por mi hermano mayor. Aunque ella tenía novio siempre mostraba mucho interés en mi hermano (siempre pensé que se enrollaron). El caso es que ella me hablaba mucho del sexo, de cómo follaba con su novio, de lo que le gustaba, me preguntaba sobre si me masturbaba, etc. Al principio yo estaba muy muy cortado pero la verdad... me volvía loco siendo yo un imberbe mozalbete inexperto. Yo bajaba a casa de mis tíos con cualquier excusa. Ellos además nunca estaban por lo que ella tenía a los nanos en la guardería o siendo bebés durmiendo. Se pasaba mucho tiempo sola, limpiando o viendo la TV mientras dormía alguno de los bebés.
Un día, acostó a uno de mis primos, y estando solos abrió la nevera y se destapó una cerveza. Me invitó a sentarme en sus piernas mientras ella estaba sentada en una silla de la cocina y separada de la mesa. Mi brazo rodeaba su cuello y mi mano colgando rozaba su pecho. Poco a poco comencé a acariciarlo. Ella no me decía ABSOLUTAMENTE NADA. Yo estaba palote, era la primera vez que de forma autónoma, consciente y placentera tocaba el pecho de una mujer.
Ella sabía que me estaba excitando, sabía que me estaba poniendo cardíaco. Mi miró y me dió un pico que me pareció el beso de mi vida. Repito, no fue más que un pico pero sus labios en ese momento me parecieron dos botes de miel. Si a ello le unes que le estaba tocando un pecho... pues para mi era flotar en el cielo. Fue tal el grado de excitación que si en lugar de acariciar mi espalda me toca la bragueta me hubiera corrido precozmente.
Me sonrió y me dijo "otro día te enseñaré otras cosas". Lamentablemente nunca hubo más. Al poco ella encontró un trabajo en una fábrica y nunca más volvió a pisar la casa de mis tíos.
Sin haber llegado a mayores, aquellas tórridas conversaciones, aquel maravilloso pecho, el húmedo pico y su mirada de complicidad fueron mi aterrizaje real en el mudo del sexo.