
Bueno... lo prometido es deuda, toca la segunda parte del relato del que fue el fin de semana más guarrillo de toda mi vida... al menos en cuanto a número de amantes


Cuando llegué a casa, la cara del de la polla gorda era un poema. Yo por supuesto lo negué todo con cara de niña buena, pero él lo sabía. No gritó, solo se encerró en el cuarto, sin hablarme, sin tocarme, durante horas. Luego yo me acosté con él a ver si se calmaba, por el bien de una relación que prácticamente ya estaba rota. Además, egoístamente quería que se calmara porque deseaba esa polla gruesa, descomunal, que ningún otro ha podido igualar. Y sabía que él también quería follarme, eso no lo dudaba, era un guarro absoluto, totalmente depravado en cuanto al sexo.
Después de todas las relaciones sexuales que había tenido la noche anterior, seguía cachonda, y aunque me pesara, sabía que esa polla gruesa iba a hacerme llegar al séptimo cielo

. Esos casi veinte centímetros de polla muy dura no podían desaprovecharse. Ya lo he dicho en otras publicaciones, cuando tenía la polla a tope apenas me cabía en la boca, llegaba a hacerle daño con mis dientes al chupársela, lo que nos ponía a los dos muy cachondos. Yo me sentía llena con esa polla y el estaba muy orgulloso de tener una polla de esas dimensiones, que casi hacía que se me desencajara la mandíbula. Disfrutaba de verme hacer el esfuerzo de intentar metérmela en mi boquita
Pero en ese momento el chaval estaba cabreado y yo solo podía dejar pasar el tiempo esperando que se le pasara el enfado de las habladurías que habían llegado a sus oídos.
Pasadas casi dos horas tumbados en la cama, mi novio reaccionó al fin, tal como yo estaba deseando. Desnudo. Silencioso. Su polla ya estaba dura. Gruesa. Imponente. La vena lateral marcadísima, la punta enrojecida, brillante

. Lo único que llevaba era el condón en la mano, sin abrir. Yo sabía lo que venía a continuación, y me quité las bragas para dejar libre mi coño, el que tantas veces había sido penetrado por esa generosa polla.
Sin decir palabra, mi novio se acercó al borde de la cama y se puso enfrente mía. Rompió el envoltorio del condón con los dientes, se colocó la punta del condón sobre su grueso glande y lo desenrolló con las dos manos, ajustándolo por completo. Siempre me impactó cómo la goma quedaba tan ajustada, como si fuera muy pequeña para ese tamaño de polla. El condón se tensó al acomodarse, atrapando cada vena marcada, atrapando cada centímetro de carne. Era como si un tío cachas de gimnasio se pusiera una camiseta dos tallas más pequeñas de la que necesitara
Ahí rompió su silencio y me preguntó si tenía algo que decirle, a lo que yo le respondí que se callara y me follara. Me hizo caso y me empujó para ponerme boca abajo, me agarró por la cintura y me puso a cuatro patas sobre la cama, con el culo bien alto

. Sin preámbulos, sin caricias, simplemente me abrió los labios del coño con los dos dedos, comprobando que estaba totalmente mojada.
Eso fue todo lo que necesitó, me penetró de un solo golpe, toda adentro. Mi coño se estiró de golpe al recibir una polla de esas dimensiones, y yo chillé, entre el dolor y el placer más salvaje. Apoyé los codos con la cara contra la almohada, intentando aguantar las embestidas mientras gemía desesperadamente. Reconozco que en algunos momentos me hizo daño, me follaba con tanta fuerza, con tanta rabia... como castigándome por lo que sabía que había hecho.
Me embestía sujetándome por las caderas, me tiraba del pelo, me daba palmadas fuertes en el culo... y yo terminé suplicando que me follara más fuerte, mientras mis tetas se movían al compás de la follada que me estaba dando.
El sonido de los cuerpos chocando, del condón estirado al límite dentro de mí, resbalando entre mis jugos, los huevos de mi novio chocando contra mi clítoris cada vez que la polla se enterraba hasta el fondo, del colchón cediendo con cada sacudida, llenaba toda la habitación. Su polla era tan gruesa que notaba cómo me abría con cada empujón. Cada centímetro entraba con un golpe sordo, mojado, profundo...
Él no paraba, me follaba con ritmo firme, controlado, como una máquina. Más de quince minutos de puro golpeo sin bajar la intensidad, la verdad que era un prodigio follando. A veces sacaba la polla casi entera, solo para clavarla de nuevo con una estocada que me hacía gritar. El sonido era brutal.
Yo me agarraba a las sábanas con fuerza. La cabeza me caía hacia abajo, el pelo desordenado. Sentía como la polla de mi novio me presionaba el punto exacto dentro de mi coño, una y otra vez. Me daba igual correrme. Me daba igual si alguien nos escuchaba. Solo quería que no parara de meterme esa polla.
Tras unos minutos más follándome en esa posición, el que entonces era mi novio se salió de golpe. Yo temblaba, con las piernas a punto de colapsar. El se recostó boca arriba y me puso sobre el, mientras me decía: móntate, quiero corrernos juntos. El sabía que esa era mi posición preferida para correrme, casi la única en la que podía hacerlo.
No lo dudé, me subí encima de esa polla enorme aún enfundada en látex, con la seguridad de quien ya sabe exactamente lo que necesita para correrse. Le agarré la polla con una mano y la guié dentro de mi coño provocándome un inmenso gemido de placer. Mi coño se tragó toda esa polla de golpe, como no podía ser de otra manera tras una follada a lo perrito de casi veinte minutos. Sabía que el coño me iba a doler esa noche, pero me daba igual. Me quedé quieta un segundo, sintiéndolo entero dentro.Y luego me empecé a mover, teniendo yo el control absoluto. Primero lento, con círculos pélvicos suaves, buscando la fricción justa.Luego rápido, más firme, Lo cabalgué con desesperación, con esa sensación única de tenerlo todo adentro, moviendo mi culo sabiendo todo lo que le gustaba a mi novio.
Cada vez que bajaba mi clítoris se aplastaba contra su pelvis, y el placer me subía en oleadas, volviéndome loca. Mi coño se tragaba entera la polla una y otra vez, húmedo, apretado, palpitando. La fricción de mi clítoris sobre el miembro de mi novio se estaba volviendo salvaje. Mi pelvis chocaba contra la de él con un ritmo perfecto, mientras nuestra respiración se agitaba, se volvía desesperada.
Poco después empecé a gritar que me iba a correr, hasta que estallé, loca de placer. El orgasmo me arrasó entera. Me corrí convulsionando, mojándolo todo





. Mientras yo me corría mi novio me sujetó fuerte y bombeó unas veces más hasta que finalmente enterró su polla hasta el fondo y descargó con fuerza toda la leche dentro del condón, gruñendo como una bestia liberada.
Me acuerdo de sentir como el semen de mi novio recorría su polla palpitante hasta salir al exterior, hasta quedar prisionero de ese condón que con gusto le habría quitado para follármelo a pelo, si él no hubiera sido un guarro que a saber donde había metido esa polla.
Después de este episodio seguí con esa pareja unos meses más, hasta que finalmente dejamos la relación. Era una pasada follando, pero una pena como pareja. Eso sí, volvimos un par de veces a salir (más bien a follar) hasta que lo dejamos definitivamente.
Espero que os haya gustado esta historia y hayan caído algunas pajas. Si es así ya os iré contando otras experiencias con esta pareja, con otras y, por supuesto, con Álex.
Venga!! Animaros a preguntarnos todo lo que os apetezca de esta experiencia o de cualquier otra!!




