Cuando, el domingo se iba,
caminando de puntillas,
y mi cuerpo ya emergía,
de tres días de pesadilla,
derrengado y dolorido,
por la calentura habida,
se me ocurre (hay que ser zote)
pasar a echar un vistazo,
a las cosillas del foro,
por ver si había novedades,
y me asalta, así "en caliente",
sin anestesia, a lo loco,
una nueva travesura,
de la chef de la ensalada.
Poco dura mejoría,
cuando del pobre es la casa,
el calor vuelve con fuerza,
otra vez la fiebre alta,
cuarenta grados o más,
el termómetro no alcanza,
a marcarlos en su escala;
sofocos, palpitaciones,
sudores y escalofríos,
¡ doctor, doctor, que me muero,
un kilo de ibuprofeno !
De nuevo me veo postrado,
y enfermito yo en el lecho,
no se si darle culpa,
a unos tejanos o a un pecho,
que se adivina turgente,
bajo un brassier de tul negro.
El caso es que, para colmo,
no puedo dejar de verlo,
en bucle una vez y otra.
Usted me ha hecho su rehén,
con la magia de su gesto,
y tanto lo he disfrutado,
que el Síndrome de Estocolmo,
en mi caso ya es un hecho.
Las formas y la función,
en lo que a usted se refiere,
van de la mano las dos,
la belleza que la adorna,
es además instrumento,
para mejor ( o así entiendo )
disfrutar de los momentos.
Una persona importante,
me encarga que le agradezca,
of the record, como siempre,
el estilo y el detalle,
y la subida de fiebre.
Me ha dicho que no acordaba,
desde un tiempito a esta parte,
el placer que proporciona,
haciéndolo con cuidado,
cuando la cosa se abre.
Yo nada digo, soy hombre,
simple, directo y de frente,
mi cerebro primitivo,
de sutilezas no entiende,
pero tengo la impresión,
que en el recado que dejo,
hay más de lo que yo leo.